El verdadero reposo de Jesús es amarnos
- 25 Abril 2020
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Marcos, Santo
Memoria Litúrgica, 25 de abril
Evangelista
Martirologio Romano: Fiesta de san Marcos, evangelista, que primero acompañó en Jerusalén a san Pablo en su apostolado, y después siguió los pasos de san Pedro, quien lo llamó su hijo. Es tradición que en Roma recogió en su Evangelio la catequesis de Pedro a los romanos y que fue él quien instituyó la Iglesia de Alejandría, en el actual Egipto. († c.68)
Etimológicamente: Marco = Aquel que es recio como un martillo, o nombre relativo al dios Marte, es de origen latino
Breve Biografía
Patrón de los abogados, notarios, artistas de vitrales, cautivos, de Egipto, Venecia, contra la impenitencia y las picadas de insectos.
San Marcos es judío de Jerusalén, acompañó a San Pablo y a Bernabé, su primo, a Antioquia en el primer viaje misionero de estos (Hechos 12, 25); también acompañó a Pablo a Roma. Se separó de ellos en Perga y regresó a su casa. (Hechos 13,13). No sabemos las razones de esa separación pero si sabemos que causó una separación posterior entre San Pablo y Bernabé, cuando San Pablo rehusó aceptar a San Marcos. Bernabé se enojó tanto que rompió su asociación misionera con San Pablo y se fue a Chipre con Marcos (Hechos 15,36-39). Años mas tarde San Pablo y San Marcos volvieron a unirse en un viaje misionero.
Fue discípulo de San Pedro e intérprete del mismo en su Evangelio, el segundo Evangelio canónico (el primero en escribirse). San Marcos escribió en griego con palabras sencillas y fuertes. Por su terminología se entiende que su audiencia era cristiana. Su Evangelio contiene historia y teología. Se debate la fecha en que lo escribió, quizás fue en la década 60-70 AD.
Juntos con Pedro fue a Roma. San Pedro por su parte se refería a San Marcos como "mi hijo" (1P 5,13).
A veces el Nuevo Testamento lo llama Juan Marcos (Hechos 12,12).
Evangelizó y estableció a la Iglesia en Alejandría, fundando allí su famosa escuela cristiana.
Murió mártir aprox. el 25 de abril del 68 AD en Alejandría y sus reliquias están en la famosa catedral de Venecia.
Su símbolo es el león alado. Tanto este símbolo como el de los otros tres evangelistas (Apoc. 4, 7-8), son muy antiguos. De ellos hablan San Jerónimo y San Agustín, explicando que San Marcos, en su primer capítulo, habla de Juan el Bautista en el desierto y el león es el rey del desierto (Mc. 1,3).
En Venecia se veneran, en la preciosa catedral de su mismo nombre, los restos mortales del evangelista, cuyo traslado de Alejandría se remonta al siglo IX.
El secreto de Dios
Santo Evangelio según san Marcos 6, 30-34. Sábado IV del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Dios eseñame amar como tu me has amado.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 6, 30-34
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Entonces él les dijo: “Vengan conmigo a un lugar solitario, para que descansen un poco”. Porque eran tantos los que iban y venían, que no les dejaban tiempo ni para comer. Jesús y sus apóstoles se dirigieron en una barca hacia un lugar apartado y tranquilo. La gente los vio irse y los reconoció; entonces de todos los poblados fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Cuando Jesús desembarcó, vio una numerosa multitud que lo estaba esperando y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Carlos y María son un matrimonio que tuvieron a su primer hijo cuando él estaba estudiando ingenería y ella medicina. Eran jóvenes esposos que estudiaban, trabajaban y cuidaban a su pequeño hijo. Casi siempre estaban haciendo algo, siempre se estaban esforzando y dormían muy poco ¿dónde sacaban sus fuerzas? La repuesta la tenemos en el evangelio de hoy.
Jesús desea ir a reposar con sus discípulos y al final termina enseñando, no una cosa sino muchas cosas a las personas que se le acercaron. Si Jesús quería reposar ¿de dónde saca las fuerzas? Este evangelio lo podemos leer en una clave de sacrificio para hacer el bien. Así como Carlos y María duermen poco para cuidar a su hijo, Jesús no reposa por las personas que se le acercaron. Pero debemos enfocarnos en otra cosa para ver el secreto de Dios, la fuente de sus fuerzas.
El evangelio nos dice que Jesús se compadeció y luego se puso a enseñar, la misericordia de Jesús es su secreto, el secreto de Carlos y María es el amor que le tienen a su hijo, el secreto de Dios es su amor. Porque el verdadero reposo de Jesús es amarnos, el mejor descanso de unos padres es estar con su hijo. Hoy podemos descrubrir que la gran fuente secreta de Jesús es su amor.
¡Es hora de amar! Porque el verdadero reposo es acoger a las personas, el verdadero reposo es amar. Probemos el secreto de Dios y amemos para estar con Él. Cristo no reposa solo, está con sus discípulos, solamente con un verdadero reposo un cristiano descansa con Cristo, solamente amando estoy con Dios amante ¡es hora de reposar! ¡Es hora de amar!
«Hay una dimensión de la experiencia cristiana que tal vez dejamos un poco en la sombra: la dimensión espiritual y afectiva. El hecho de sentirnos unidos al Señor por un vínculo especial, como las ovejas a su pastor. A veces racionalizamos demasiado la fe y corremos el riesgo de perder la percepción del timbre de aquella voz, de la voz de Jesús Buen Pastor, que anima y fascina». (Homilía del Papa Francisco, 7 de mayo de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hacer un acto de amor sin pensar en mí.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén
Los frutos de la evangelización
Ser evangelizador allí donde estés, hagas lo que hagas
Un modo excelente de asegurar los frutos es convertirte en evangelizador de tu propio ambiente.
Ser evangelizador allí donde estés, hagas lo que hagas; evangelizador de tu propia familia, en tu escuela, en tu trabajo, entre tus propios amigos, en tu ambiente social, en el viaje o en el descanso. Tu vida, a partir de ahora, será una misión continua, porque así te lo ha pedido Cristo con su mandato, porque así lo requiere la situación actual de la Iglesia, porque así lo exigen las delicadas circunstancias históricas y tu vocación evangelizadora.
Hay que salir a predicar.
Para salir a predicar a Cristo hay que levantarse, dejar de lado el pecado, la mediocridad, la indiferencia. Tú sabes cuál es la enfermedad que te impide levantarte, pero Cristo puede curar y sanar por completo las heridas. Basta con abrir el corazón a sus palabras y obedecerlo levantándote de tus propias miserias y superando las actitudes de pereza o cobardía. Para predicar el Evangelio hay que ponerse en pie, como le pidió Cristo a san Pablo en el camino de Damasco (cfr. Hch. 26, 16).
Ante tus ojos se extiende el gran campo del mundo, listo para la siega. Otros lo han sembrado y regado con su sangre. A ti te corresponde ahora ir a recoger los frutos de la semilla que Dios ha sembrado en las almas. El mundo te espera porque espera a Cristo. Espera de tus labios la buena noticia. No puedes cerrarte a la voz de Cristo que te envía al mundo. No puedes quedarte ocioso sin hacer nada, mirando al cielo, como los apóstoles el día de la Ascensión (Hch. 1, 10). El Reino te pide una acción urgente. No hay tiempo que perder. Es necesario que te pongas en marcha. Aquí. Ahora. Como dijo el Santo Padre:
Hoy no es tiempo de ocultar el Evangelio, sino de predicarlo sobre los tejados (homilía en Foligno, 20 de junio de 1993).
Llevas en tus manos el tesoro de la fe que vale más que la vida misma; la fe que es luz y fuego.
Tú eres esa luz que ha de brillar en el mundo. Eres fuego que debe quemar, sal que está destinada a preservar al mundo de la corrupción del mal. Eres las manos por las que Cristo quiere sanar y salvar, la boca por la que Cristo proclamará el Evangelio al mundo.
La antorcha de la fe que has recibido como un tesoro incalculable ha llegado a ti a través de una cadena que se remonta a los apóstoles y a Cristo mismo. Con esta antorcha puedes iluminar a una, a cien, a miles de personas. Es una cadena de salvación de la que eres un eslabón insustituible. Si la cadena se rompe, otros muchos quedarán en la eterna oscuridad.
Consejos de las monjas de clausura para vivir la cuarentena por COVID-19
Dos religiosas comparten la forma en que ellas han encontrado una vida plena dentro del aislamiento.
Estar en cuarentena en casa ha sido un proceso difícil para muchas personas. De una semana a otra las actividades cotidianas cambiaron debido a la pandemia por coronavirus COVID-19, y ahora el día a día se hace entre cuatro paredes. Pero hay un grupo para quienes esto es normal y es una elección: las monjas de clausura. Es por ello que preguntamos a las hermanas de la Orden de la Inmaculaa Concepción y a las Clarisas de la Orden Franciscana, ¿cómo vivir esta cuarentena en casa? y sacar el lado positivo a esta situación.
Aprender a reorganizarse
La hermana Yazmín de María Cruz pertenece a la Orden de la Inmaculada Concepción en la Ciudad de México.
“Nosotras lo vivimos con normalidad (el aislamiento) porque nuestra vida transcurre aquí adentro. Y entre la oración, nuestras responsabilidades y cosas personales, se nos va el día rápidamente; sin embargo, la cuarentena también nos afectó, pues nos dedicábamos a hacer hostias, y otras actividades para subsistir, y ahora nos hemos tenido que reorganizar”, comenta.
Si bien este “encierro” es normal para las monjas de clausura, para las familias no lo es, pero a su consideración, puede ser un periodo de gracia.
“Es una oportunidad para conocer otras culturas o aprender cosas nuevas, para restaurar la comunicación en las familias y con Dios, para construir un buen ambiente familiar, para sanar el cuerpo y para descansar”.
Fluir conforme la situación
Por su parte, la madre María Teresa Ruíz Angulo de las monjas clarisas franciscanas, comenta que tanto las religiosas como los sacerdotes están acostumbrados a obedecer y a fluir conforme se van dando las situaciones en su vida.
“A la gente le cayó de peso la cuarentena, pues están acostumbrados a ir y venir, y piensan que tienen el control de todo, pero no es así. Sólo Dios decide si ‘se mueven las cosas o no’. Además, la mayoría de las personas no están acostumbradas a platicar con Dios, lo cual, es un paso necesario para aceptar esta nueva forma de vida que va a tener todo el mundo”.
Tiempo para estar con Dios Las monjas clarisas tienen una vida contemplativa, es decir, es decir, dedican varias horas de su día a estar con Dios.
“Hacer oración es parte de nuestra vida diaria, es nuestro alimento y nuestra fuerza para llevar el día a día. Tenemos nuestras actividades diarias como el aseo, la comida, lavar, entre otras cosas que todo el mundo hace; sin embargo, desde que nos levantamos nuestro día se lo ofrecemos a Dios y tratamos de hacer las cosas con y por amor”, explica.
Evitar demasiado “ruido de afuera”
Sor Yazmín advierte de la necesidad que estar informados de la situación de la pandemia; no obstante, por salud mental, no hay que sobreexponerse a tanta información, asegura.
“Es necesario prestar atención al tiempo que la familia pasa frente a la televisión, o en sus dispositivos móviles, pues esto puede generar ansiedad, miedo o desesperanza, también son horas mal invertidas, pues el estar atento a otros medios se termina descuidando a la familia”.
Por otra parte, la madre Tere -como llaman cariñosamente a la madre María Teresa Ruiz- asegura que sí se mantienen informadas, pero con medida; ellas siempre tratan de que el “ruido del exterior” no les afecte en sus rutinas.
Vivirlo en libertad
Sor Yazmín comenta que podemos ver este confinamiento como una oportunidad para un autoconocimiento, ver hacia uno mismo y ver qué se puede aprender o qué cosas se pueden enseñar a los niños.
Asegura que depende de cada persona cómo toma este tiempo, pues para unos puede ser una tortura, trauma o frustración, pero para otros será una época de crecimiento en todos los sentidos.
“Esta cuarentena puede quedar en las memorias de las familias como un tiempo que pudieron conocerse, compartir juntos y en el que pudieron acercarse más a Dios y a su fe. Es necesario que no se centren en la idea de que no pueden salir. Hay que verlo como una decisión, que se toma con libertad, elegir estar adentro por un bien mayor”.
“Las monjas de clausura no estamos dentro porque el mundo no fuera bello o no lo quisiéramos, sino que optamos por un bien mayor, por el Sumo Bien”.
¿Se prepararon para la clausura?
Sor Yazmín no tuvo ninguna preparación para la clausura. Asegura que todas las hermanas del Real Monasterio de Jesús María experimentaron miedo a lo desconocido e incertidumbre, pues no sabían de qué se trataba o lo que encontrarían.
“Pero uno mismo va descubriendo que estar en el “encierro” no es malo, pues encontramos la riqueza de la convivencia, la fraternidad, la unión, nuestras virtudes y valores como personas y religiosas. También nos damos la oportunidad de conocer nuestras historias de vida, nuestros gustos y nuestros defectos”.
“Aquí, en el monasterio, aparentemente pareciera rutinario, pero no lo es. El día a día es dinámico e impredecible, pues cada una de las hermanas aportamos nuestras experiencias y cualidades con un sólo objetivo: Dios y la salvación de las almas. Las familias tienen la oportunidad de sacar provecho del día a día, en unión y bajo el amparo de Dios”.
Para la madre Tere, el día dentro del monasterio pasa como “agua”, pues las actividades diarias absorben su tiempo. “Nosotras comenzamos desde la 5:00 de la mañana nuestras actividades, tenemos horarios para comer, orar y hacer nuestras actividades cotidianas, incluso, tenemos un receso diario. Para todo hay tiempo, y sabemos valorar cada minuto que Dios nos da”.
Una gran labor
Tanto para las concepcionistas y las clarisas franciscanas la oración es parte fundamental de su misión de vida y a diario rezan por la humanidad para que la pandemia llegue a su fin.
“Los rezos y las oraciones son una manera de comunicarnos con Dios, la Virgen y Jesús, en Ellos encontramos el consuelo a nuestros problemas”, asegura la madre Tere.
Añade, que cuando la gente acostumbra a orar por la mañana y la noche, tendrá un mejor discernimiento para sortear los retos de la vida cotidiana, sobre todo, en esta cuarentena obligada. Además llama a hacer las tareas con amor y con un propósito: el servicio a la familia y a Dios.
¿Qué debemos pensar de los seres extraterrestres?
Pregunta:
¿Hay seres extraterrestres o no los hay? ¿Qué hay de verdad en esto? ¿Cambiaría nuestra fe?
Respuesta:
Estimado:
Sobre este tema Dios nada nos ha dicho. Por tanto, nada podemos saber; al menos, por el momento. ¿Puede haber otros seres en este universo? Sí, puede. ¿Los hay? No lo sabemos.
Como dice el Padre Jorge Loring, gran apologista, “la existencia de la vida inteligente extraterrestre es algo probable que no ofrece ninguna dificultad, ni a la Ciencia ni a la Religión. Pero, a pesar de todos los esfuerzos realizados, los científicos no han logrado captar ninguna señal clara de seres inteligentes extraterrestres”.
De todos modos, no hay que creer, como algunos medios informativos difunden equívocamente, que el mundo científico se inclina por la existencia de tales seres. Por ejemplo, el profesor Heinrich K. Erben de la Universidad de Bonn, reduce drásticamente la posibilidad de vida inteligente en algún otro lugar del Universo[1]. El profesor Manuel Carreira declaraba hace años: “No tenemos datos sobre la existencia de vida inteligente fuera del sistema solar. Pero es verdad que la opinión científica ha evolucionado en los últimos veinte años en el sentido de considerar cada vez más difícil el que se haya dado en otros lugares el conjunto de condiciones que se dieron en nuestro planeta, y que influyeron decisivamente en la habitabilidad y en el desarrollo de la vida hasta el hombre”[2]. Y también: “La opinión científica sobre la vida extraterrestre ha cambiado en los últimos diez o veinte años. De un optimismo que esperaba encontrar planetas habitados en todo el Universo, casi alrededor de cada estrella, a un realismo más bien pesimista. Parece difícil esperar que se hayan dado en otro sitio todas las condiciones, en el momento preciso y en la forma precisa, para que aparezca la vida y tenga la posibilidad de desarrollarse hasta donde se desarrolló aquí en la Tierra”[3].
“El paleontólogo Peter Ward y el astrónomo Donald Brownlee –dice también el P. Loring– han examinado los procesos químicos por los que se pudo originar la vida en la Tierra, y los factores ambientales que protegieron este planeta y que crearon las condiciones para que esa vida evolucione a formas complejas, algo raro en el universo. (…) . La Tierra es un planeta tan raro que no se parece a ningún otro cuerpo espacial. Condiciones para que la vida se haga más compleja: distancia adecuada al Sol para que el agua se mantenga líquida; masa adecuada del planeta para retener la atmósfera y los océanos, un vecino masivo como el planeta Júpiter que nos salva de los asteroides más peligrosos, la justa cantidad de carbono que permita el desarrollo de la vida, etc. Demasiadas casualidades para ser optimista”[4].
Según el astrónomo chileno Patricio Díaz Pazos, la probabilidad de vida extraterrestre es de: 0, 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 1 “como requisito para la existencia de algún tipo de ser viviente, en las circunstancias que conocemos”[5].
A estos datos me remito.
Bibliografía, Jorge Loring SJ, Para salvarte, 56ª edición, n.1,3 (ver la bibliografía que cita allí el autor).
[1] Diario YA de Madrid, 6-I-86, pg. 6. Citado por Loring.
[2] Manuel Carreira, S.I., Profesor de Física y Astronomía en la Universidad de Cleveland (EE.UU.), Metafísica de la materia, IX. Universidad de Comillas. Madrid. 1993. Citado por Loring.
[3] Ibid, Antropocentrismo científico y religioso. Ed. A.D.U.E., Madrid, 1983. Siempre citado por Loring.
[4] Diario LA RAZÓN, 20-I-2000, pg.36.
[5] Patricio Díaz Pazos: en Internet, www.astrocosmo.cl/astrofis/astrofis-01_11.htm.
¿Cómo explicarle tu vocación a alguien que no cree y no morir en el intento?
Elegir esta opción por Cristo no es por no haber tenido novia
sino por haber sido conquistado por un amor más poderoso
Casi todos los días, además de mi trabajo con los novicios, recibo alguna llamada de teléfono. No siempre puedo atender a todas las llamadas. Ya quisiera ayudar a todos, pero soy ser humano y no puedo con todo. Hoy, después de una reunión, recibí un mensaje de una chica que comencé a orientar el año pasado. “Era” católica pero, por una serie de circunstancias muy desagradables (que no mencionaré), dejó de serlo. Y aunque tenemos una muy buena amistad, cuando habla conmigo, me comparte sus dudas y quejas sobre la fe católica, especialmente sobre la moral de los sacerdotes. Hoy, sinceramente, tenía bastante trabajo por realizar. Pero mi corazón me decía que tenía que responder a la llamada. Le hice caso a mi corazón y le respondí. Hablamos de muchos temas. Hubo uno en concreto que me dejó pensando y que les quiero compartir.
En un momento de la conversación, ella me dijo que le costaba creer en la Iglesia, especialmente cuando algunos sacerdotes tenían serias caídas en la castidad. Y entonces comencé a explicarle que no todos los sacerdotes eran malos, que somos hombres y que también tenemos limitaciones y que es necesario mantener siempre fresco el amor a Dios, etc. Ella me lanzó unas preguntas afiladas: «¿Y tú no tienes problemas? ¿Te gustan las mujeres? ¿No te afecta la castidad?». Yo, con calma, comencé a explicarle que la vocación sacerdotal es una cuestión de amor.
Cuando te enamoras de alguien, dejas de lado otra opción (por muy bonita y atractiva que sea) y te consagras de lleno a lo que te ha conquistado el corazón. Le expliqué que me gustan las mujeres (¡Gracias a Dios!), pero que mi corazón ha hecho una opción. Me dijo que yo no sabía lo que decía, porque nunca he tenido “experiencias” y que, si las tuviese, pensaría diferente. Esto me hizo reflexionar un poco y me vino del corazón decirle que no es necesario tener “experiencias” para optar o no por una vida consagrada a Dios, ofreciéndole especialmente mi castidad a Jesús. Me puse a pensar en que el próximo año cumpliré veinte años desde que entré al seminario menor y que mi corazón ha pasado por muchos momentos y etapas. ¡Claro que me ha costado! ¡Claro que he tenido que educar mi amor! Pero el que hoy esté haciendo esta opción por Cristo no es por no haber tenido novia… sino por haber sido conquistado por un amor más poderoso…
Esperaba que este argumento existencial le pudiese ayudar, pero no, ella me dijo que yo era un caso muy diferente al “normal” que ella dice conocer. Creo que, lamentablemente, ella solamente conoce casos tristes. Yo, al contrario, estoy rodeado de hombres que aman apasionadamente a Dios y a las personas. Y que han tenido que llorar sangre en muchas ocasiones. Esto me hizo pensar nuevamente y comprendí que la consagración virginal al Señor no puede ser entendida por los ojos del mundo. Ella me decía que Dios había dicho a Adán y a Eva que tenían que ser fecundos, y que, por ello, yo estaba malgastando mi fecundidad en el sacerdocio. En estos años nunca como antes me he sentido padre, amigo y hermano. He podido ejercer mi afectividad de una manera más profunda, más rica, más libre.
Sin la fe, mi opción de vida es un fracaso. Con la fe, es la mejor opción que hombre alguno puede hacer. Mi corazón tiene que madurar mucho. Lo sé. Pero también sé que tengo que dejarme llenar por Cristo. Tengo que dejarme amar. Amar es más que tener sexo. Amar es entregar lo mejor y recibir lo mejor.
Terminé la conversación y elevé mi oración a Dios por tres intenciones:
– Por los que no creen en Dios, para que se dejen amar por Él.
– Por los que hemos sido llamados por Dios a una entrega total, para que no nos cansemos de amar y siempre estar siempre enamorados, apasionados por Cristo.
– Por los que han caído, para que sepan levantar la mirada y acoger la misericordia de Dios. Nunca es tarde para acoger de verdad el amor de Cristo.
Explicar tu opción de vida a alguien que no cree es duro. Sin embargo, Dios te renueva por dentro y te hace ver que tu entrega no solamente ha valido la pena, sino la vida misma.
La trampa del diablo: alejarme de Cristo y su Iglesia
Buscó la paz durante 30 años en el budismo, pero la encontró en el sacramento de la confesión
La web del Instituto del Verbo Encarnado recoge el testimonio de un hombre polaco que en su juventud renunció a su fe católica atraído por las religiones y las filosofías orientales. Fueron 30 años de insatisfacciones y dolor. Tras su búsque da de la verdad, ésta la encontró en la Iglesia católica, aquella que había abandonado en su juventud.
Hablando de la oración, él, que ha tenido la experiencia de las plegarias de otras confesiones, explica que “nuestras peticiones a Santa María, a los Santos y Ángeles no caen en saco roto, sino que recibimos su ayuda, bendiciones e incesante protección. Esas oraciones son verdaderos milagros: los milagros de amor”. Pero en especial, el momento en el que verdaderamente encontró la paz fue cuando hizo su primera confesión después de tres décadas alejado de Cristo y los sacramentos.
A continuación, puedes leer con sus propias palabras el testimonio y el recorrido que hizo hasta llegar de nuevo a la fe:
La serenidad de las religiones y filosofías orientales
Siendo un adolescente me rebelé contra la Iglesia Católica y el Cristianismo en general.
Fui hacia el lado oscuro del ocultismo, desde el cual no gane nada salvo depresión, miseria y oscuridad, las cuales penetraban profundamente mi corazón. Más tarde, me di cuenta cuán insano era seguir esas prácticas o incluso leer sobre ellas.
Encontré el Budismo. Pensé que había encontrado la verdad. Después de unos quince años de Budismo Chino (Tierra Pura y Ch’ang, Zen), a su vez, estudié intensamente y practiqué el Budismo Tibetano bajo dos Lamas (uno de la Secta Karma Kagyu, otro de la Secta Nyingma). Sin embargo, en vez de convertirme en una mejor persona, tenía sólo sentimientos casi compulsivos de separación de los demás, de un aplastante cansancio e, incluso, pensamientos de rechazar mi propia familia, abandonando a mi hijo y a mi esposa, etc. No había paz. Si había algo de paz, era solo momentánea.
No hay nada positivo que yo pueda recordar. Incluso, experimenté el Sanatana Dharma (Hinduismo) durante unos seis meses, y a pesar de que sus escritos son inspiradores en cierta medida, sus prácticas eran extrañas y totalmente inaceptables para mí.
Estaba vacío, insatisfecho, confundido. En ninguna de las religiones o filosofías Orientales pude encontrar paz, calidez, amor verdadero. Al practicar estas religiones, no se reducía la negatividad, el pesimismo, el enojo o el odio. Tan solo tenía una insensibilidad vacía, un alma que era fría.
La paz viene por Jesucristo
Durante mucho tiempo resistí los siempre crecientes sentimientos de rezarle nuevamente a Cristo Nuestro Señor y a la Virgen María. Finalmente, me rendí, o me entregué… y empecé a recitar oraciones cristianas, fue la primera vez en treinta años. Lo que recibí en las semanas siguientes no lo puedo describir, pero, en una palabra, recibí la Gracia.
A raíz de lo sucedido, puedo verdadera y gozosamente admitir que desde mi retorno al Cristianismo mi corazón se ha inflamado, fui profundamente “tocado”, las palabras de Jesucristo tuvieron para mí un significado y un pleno cumplimiento. Justamente lo que buscaba en otros lugares: encontré sentimientos de amor, sabiduría y real compasión. Y las lágrimas del arrepentimiento estaban fluyendo de nuevo en mi rostro.
Me di cuenta que estuve buscando a Dios toda mi vida, que anduve por todo el camino dando vueltas buscándolo a Él, y que el Señor estuvo siempre enfrente a mí. Su amor nunca me abandonó, ni siquiera en los más oscuros, sin importarle cuán intensamente yo lo estaba rechazando. Ahora puedo decir que Nuestro Señor nunca se rindió, y que siempre estuvo listo para perdonarme, para recibirme de vuelta con los brazos abiertos dándome su ilimitado amor.
Más aún, volví a mi verdadero refugio: la Santa Iglesia Católica.
La reconciliación y la paz, en la Confesión
Para todos los que encuentran algo familiar en mi historia, aquellos que están pensando en volver a Jesucristo, o para aquellos que están envueltos en el Budismo o el Hinduísmo yo necesito decirles que el sacramento de la confesión es una herramienta mucho más efectiva que todos los medios de purificación orientales. El solo hecho de pensar en Cristo y aceptarlo da una paz que eclipsa toda meditación oriental.
Nuestras peticiones a Santa María, a los Santos y Ángeles no caen en saco roto, sino que recibimos su ayuda, bendiciones e incesante protección. Es necesario tan solo abrir los ojos y mirar cuidadosamente nuestra vida… Esas oraciones son verdaderos milagros: los milagros de amor. Amor de tan grande fuerza que los hombres jamás podremos comprender totalmente.
Las trampas del diablo
La paz descendió sobre mí. Nunca sospeché que las trampas de Satanás podían ir tan lejos: entramparme en el Budismo por tanto tiempo para alejarme de la Fuente de la Verdad.
Desde el tiempo en que recibí su santa absolución, mi espíritu sanó y yo pude reconocerme de nuevo. Estuve bajo el oscuro velo del olvido por 30 años, y sólo ahora puedo recordar el sentimiento de increíble luminosidad, mi alma regocijando, finalmente bañada en paz.
¿Cómo puede refutar el poder de la Confesión católica y de la absolución, el sentimiento de ser verdaderamente perdonado?
Las trampas del diablo están inteligentemente diseñadas, pues están disfrazadas bajo una ilusoria santidad de varios ministros no-católicos convencidos de la corrección de su enfoque, de su pureza y de su lógica concepción religiosa.
Lo que he escrito está basado en mi propia experiencia y tal y como dijo san Francisco de Asís: “He sido todas las cosas impías.