¡Mostremos un alma valiente!
- 25 Mayo 2020
- 26 Mayo 2020
- 25 Mayo 2020
Oración de la mañana
¡El Señor Jesús asciende hoy a los cielos!
¡Eterno es su amor!
¡Alabad al Señor, todas las naciones!
¡Ensalzadlo, todos los pueblos!
Su amor hacia nosotros se ha manifestado misericordioso,
¡la fidelidad del Señor es eterna!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo…
Himno
No; yo no dejo la tierra.
No; yo no olvido a los hombres.
Aquí, yo he dejado la guerra;
arriba, están vuestros nombres.
¿Qué hacéis mirando al cielo,
varones, sin alegría?
Lo que ahora parece un vuelo
ya es vuelta y es cercanía.
El gozo es mi testigo.
La paz, mi presencia viva,
que, al irme, se va conmigo
la cautividad cautiva.
El cielo ha comenzado.
Vosotros sois mi cosecha,
el Padre ya os ha sentado
conmigo, a su derecha.
Partid frente a la aurora.
Salvad a todo el que crea.
Vosotros marcáis mi hora.
Comienza vuestra tarea.
Amén.
Beda el Venerable, Santo
Memoria Litúrgica, 25 de mayo
Presbítero y Doctor de la Iglesia
Martirologio Romano: San Beda el Venerable, presbítero y doctor de la Iglesia, el cual, servidor de Cristo desde la edad de ocho años, pasó todo el tiempo de su vida en el monasterio de Wearmouth, en Northumbria, en Inglaterra. Se dedicó con fervor en meditar y exponer las Escrituras, y entre la observancia de la disciplina regular y la solicitud cotidiana de cantar en la iglesia, sus delicias fueron siempre estudiar, o enseñar, o escribir († 735).
Etimológicamente: Beda = Aquel que es un buen guerrero, es de origen germánico.
Breve Biografía
El nombre de Beda o Baeda en lengua sajona quiere decir oración. San Beda, “padre de la erudición inglesa” como lo definió el historiador Burke, murió a los 63 años en la abadía de Jarrow, en Inglaterra, después de haber dictado la última página de un libro suyo y de haber rezado el Gloria Patri. Era la víspera de la Ascensión, el 25 de mayo del 735. Cuando sintió que se acercaba la muerte, dijo: “He vivido bastante y Dios ha dispuesto bien de mi vida”.
Beda nació en el año 672 de una modesta familia obrera de Newcastle y recibió su formación en dos monasterios benedictinos de Wearmouth y Jarrow, en donde fue ordenado a los 22 años.
Las dos más grandes satisfacciones de su vida las condensó él mismo en tres verbos: aprender, enseñar, escribir. La mayor parse de su obra de escritor tiene su origen y finalidad en la enseñanza. Escribió sobre filosofía, cronología, aritmética, gramática, astronomía, música, siguiendo el ejemplo de san Isidro. Pero san Beda es ante todo un teólogo, de estilo sencillo, accesible a todos.
Se le presenta como uno de los padres de toda la cultura posterior, influyendo, por medio de la escuela de York y la escuela carolingia, sobre toda la cultura europea. Entre los monumentos insignes de la historiografía queda su Historia eclesiástica gentis Anglorum, que le mereció ser proclamado en el sínodo de Aquisgrana, en el 836, “venerabilis et modernis temporibus doctor admirabilis”. Le gustaba definirse “historicus verax”, historiador veraz, consciente de haber prestado un servicio a la verdad.
Terminó su voluminosa obra histórica con esta oración: “Te pido, Jesús mío, que me concediste saborear con delicia las palabras de tu sabiduría, concederme por tu misericordia llegar un día a ti, fuente de sabiduría, y contemplar tu rostro”. El Papa Gregorio II lo había llamado a Roma, pero Beda le suplicó que lo dejara en la laboriosa soledad del monasterio de Jarrow, del que se alejó sólo por pocos meses, para poner las bases de la escuela de York, de la que después salió el célebre Alcuino, maestro de la corte carolingia y fundador del primer estudio parisiense.
Después de haber dictado la última página de su Comentario a san Juan, le dijo al monje escribano: “ahora sosténme la cabeza y haz que pueda dirigir los ojos hacia el lugar santo donde he rezado, porque siento que me invade una gran dulzura”. Fueron sus últimas palabras.
Es Jesús quien nos anima a ser fuertes
santo Evangelio según san Juan 16, 29-33. Lunes VII de Pascua
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, hoy vengo a encontrarme contigo en este rato de oración. Ayúdame a no temer ante las circunstancias que me está tocando vivir. Ayúdame a confiar en ti.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 16, 29-33
En aquel tiempo, los discípulos le dijeron a Jesús: “Ahora sí nos estás hablando claro y no en parábolas. Ahora sí estamos convencidos de que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por eso creemos que has venido de Dios”.
Les contestó Jesús: “¿De veras creen? Pues miren que viene la hora, más aún, ya llegó, en que se van a dispersar cada uno por su lado y me dejarán solo. Sin embargo, no estaré solo, porque el Padre está conmigo.
Les he dicho estas cosas, para que tengan paz en mí.
En el mundo tendrán tribulaciones; pero tengan valor, porque yo he vencido al mundo”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Unos versículos, antes de este Evangelio, Jesús habla clara y abiertamente a los apóstoles sobre su Padre. Por eso exclamarían «ahora sí no hablas con parábolas». Y versículos después Jesús se encuentra en oración antes de padecer los sufrimientos en la cruz. En medio de ambos versículos nos encontramos rejuvenecidos por su Palabra. Es Jesús quien nos anima a ser fuertes, es Él quien nos dice que no estaremos exentos de tribulación, pero tampoco de su gracia.
Por ello, ¿por qué nos extrañamos si en nuestra vida como cristianos atravesamos por dificultades, problemas o desilusiones que jamás hubiésemos pensado que nos sucederían a nosotros? Ya oímos decir a Jesús estas palabras dirigidas a Pedro: «mira que Satanás ha pedido permiso de cribaros como trigo». Y en el libro de Job, Satán pide permiso a Dios para tentar a su siervo.
Es una constante en la vida de todo hombre la tribulación, la aflicción. Y, efectivamente, tanto Pedro como Job fueron probados duramente, tanto así que el primero negó a su maestro y el segundo maldijo el día de su nacimiento. Sin embargo, ambos encontraron la paz de Cristo después de la lucha. Ambos confiaron en el Señor y, en el momento oportuno, les llegó su recompensa: La paz de Cristo a sus almas. Por ello, si tenemos a Cristo en nuestro corazón, adiós tristezas, adiós angustias, adiós soledad. Nada hay que temer porque Jesús está con nosotros.
Cuántas veces —nosotros no lo sabemos, lo sabremos en el cielo—, cuántas veces nosotros estamos ahí, ahí… [a punto de caer] y el Señor nos salva: nos salva porque tiene una gran paciencia con nosotros. Y esta es su misericordia. Nunca es tarde para convertirnos, pero es urgente, ¡es ahora! Comencemos hoy. Que la Virgen María nos sostenga, para que podamos abrir el corazón a la gracia de Dios, a su misericordia (Homilía de S.S. Francisco, 28 de febrero de 2016).
«En este día les digo: por favor mantengan viva la alegría, es signo del corazón joven, del corazón que ha encontrado al Señor. Y si ustedes mantienen viva esa alegría con Jesús, nadie se la puede quitar, ¡nadie! Pero por las dudas, les aconsejo: No se la dejen robar, cuiden la alegría que unifica todo ?¿En qué?? en el saberse amados por el Señor».
Bendición de S.S. Francisco, 7 de septiembre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Poner especial atención a los signos de amor de Dios en este día.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Jesús está presente en el mundo con otro estilo: el del Resucitado
Regina Coeli, 24 de mayo de 2020
“La fiesta de la Ascensión nos dice que Jesús, aunque habiendo ascendido al Cielo para morar gloriosamente a la derecha del Padre, está aún y siempre entre nosotros: de ahí derivan nuestra fuerza, nuestra perseverancia y nuestra alegría”. Son las palabras del Papa Francisco en este domingo en el que se celebra la Solemnidad de la Ascensión del Señor. Francisco, comentando el pasaje del Evangelio del día - que nos muestra a los Apóstoles que se reúnen en Galilea, «en la montaña que Jesús les había indicado» - explica que es aquí donde tiene lugar el último encuentro del Señor Resucitado con los suyos. “En un monte Jesús proclamó las Bienaventuranzas, en los montes se retiraba a orar; allí acogia a las multitudes y curaba a los enfermos, pero esta vez, en la montaña, ya no es el Maestro quien actúa y enseña, sino que es Aquel que pide a los discípulos que actúen y anuncien, confiándoles a ellos el mandato de continuar su obra”.
“Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las naciones”
El Santo Padre recuerda esa invitación de Jesús a sus discipulos en la que los inviste con la misión entre todos los pueblos: «Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado».
Para Francisco, el contenido de la misión confiada a los Apóstoles es el siguiente: “anunciar, bautizar, enseñar a caminar por el camino trazado por el Maestro”, es decir, “el Evangelio”.
El Pontífice asegura que este mensaje de salvación “implica en primer lugar el deber del testimonio, del que también nosotros, discípulos de hoy, estamos llamados a dar razones de nuestra fe”. “Ante una tarea tan exigente, y pensando en nuestras debilidades, nos sentimos inadecuados, como seguramente se sintieron también los mismos Apóstoles” dice el Papa, “pero no debemos desanimarnos” puntualiza, y nos pide que recordemos las palabras que Jesús les dirigió antes de ascender al Cielo: «Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo».
La promesa de Jesús
Además, explica que con la promesa de permanecer con nosotros hasta el fin de los tiempos, Jesús inaugura el estilo de su presencia en el mundo como el Resucitado: "Jesús está presente en el mundo, pero con otro estilo, con el estilo del Resucitado, es decir, una presencia que se revela en la Palabra, en los Sacramentos, en la acción constante e interior del Espíritu Santo” continúa el Papa. De hecho, dice, “esta promesa asegura la presencia constante y consoladora de Jesús entre nosotros”.
Pero, ¿cómo se realiza esta presencia? El Papa responde: “A través de su Espíritu, que conduce a la Iglesia a caminar por la historia como la compañera de todo hombre”. “Ese Espíritu que, enviado por Cristo y por el Padre, obra la remisión de los pecados y santifica a todos aquellos que, arrepentidos, se abren con confianza a su don”.
Perdonar es bueno para la salud
La oración es de gran ayuda
Una reflexión a la luz de investigaciones, donde se destaca además, que el perdón debe ser una forma de vida en la cual la Oración es de gran ayuda
De todos los hechos extraordinarios de la vida del Papa Juan Pablo II, pocos pueden compararse con los 21 minutos que paso en una celda de paredes blancas en la cárcel de Revibia, en Roma. Justo después de la Navidad de 1983, el Papa visito a Mehmet Ali Agca, el hombre que treinta meses antes le había disparado, en la Plaza de San Pedro. Le regaló a Agca un rosario de plata y algo mas: SU PERDON.
Naturalmente, hace falta una indulgencia como la de Cristo para perdonar a un presunto asesino.¿ Pero cuantos de nosotros estamos dispuestos a perdonar a un compañero conspirador, al que no nos acompañó en la campaña, e incluso al que nos quito el puesto en la cola o no nos cedió el paso en la vía?
La ausencia de perdón persistente, forma parte de la naturaleza humana, pero al parecer funciona en detrimento no solo de nuestro bienestar espiritual sino de nuestra salud física. Una importante revista norteamericana acaba de publicar, en edición en español un estudio sobre el tema donde se destaca que es uno de los campos de investigación mas tratados en la psicología clínica actualmente, con mas de 1200 estudios publicados, frente a los 58 que había en 1997.
Hasta tiene su propia fundación-Compañía para la investigación sobre el perdón-que patrocina trabajos, conferencias, etc.
De acuerdo al reportaje, las investigaciones sugieren que el perdón funciona como mínimo de dos maneras: Una, reduciendo el estrés del estado de no perdón, una mezcla potente de amargura, ira, hostilidad, odio resentimiento y miedo ( de ser humillado y lastimado nuevamente). Estos tienen consecuencias fisiológicas especificas con presión arterial mas alta y cambios hormonales, vinculados con trastornos cardiovasculares, supresión inmunológica y hasta debilitamiento de la función neurológica y la memoria.
“Sucede todo el tiempo, pero cada vez que uno siente la ausencia de Perdón, tiene mas posibilidades de desarrollar un problema de salud”dice Everett Worthington, director de la Compañía de investigación sobre el Perdón.
El otro beneficio que trae aparejado perdonar es más sutil; se relaciona con las investigaciones que muestran que las personas con redes sociales fuertes, de amigos, vecinos y familia, tienden a ser mas saludables que las solitarias. Alguien que alimenta rencores y lleva la cuenta de cada desaire, obviamente perderá algunas relaciones a lo largo de su vida.
De hecho, según muchos investigadores el perdón resulta ser un proceso asombrosamente complejo. Worthington distingue lo que denomina “perdón por decisión” , un compromiso a reconciliarse con el perpetrador, el mas significativo “perdón emocional”, un estado interno de aceptación.
El perdón no requiere que nosotros renunciemos a la justicia o que nos tratemos con personas a las que debiéramos despreciar. La ira tiene su lugar en la colección d mociones humanas, pero no debe transformarse en una forma de vida. “Cuando hablo de Perdón, me refiero a olvidar, no excusar a la otra persona o reconciliarnos con ella o aceptar la conducta –dice Worthington- simplemente es abandonar el propio sufrimiento”
Otro siquiatra citado por la revista insiste que el “perdón es un proceso, no un momento. Es algo que debe cultivarse, va contra la tendencia humana natural a buscar venganza y corregir la injusticia” por esa razón recomienda hacerlo con ayuda de amigos, un terapeuta o a traba de la ORACION.
Juan Pablo II extrajo de su fe la fuerza para perdonar a Mehmet Agca, dándonos un ejemplo a todos. El mensaje es el mismo mas allá de lo que este expresado en el lenguaje de la caridad cristiana, la psicología clínica o la sabiduría de Confucio, como lo cita Hallowell: “Si dedicas tu vida a buscar venganza, comienza por cavar dos tumbas”.
Auxilio! Mi hijo es adolescente
La vida familiar es muy importante para el adolescente, en ella puede encontrar el amor necesarios para construirse un mejor futuro
Todos los que hemos tenido un adolescente en casa sabemos de sus cambios de ánimo, mal humor o rebeldía. Para los que no han tenido la fortuna de tener un hijo adolescente, hoy tendrán la oportunidad de conocer un poquito de esta maravillosa etapa.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) la adolescencia abarca de los 10 a los 19 años. Es una etapa muy complicada tanto para el adolescente como para sus padres, ya que, contrario a lo que podríamos pensar, es necesario estar más al pendiente de los jóvenes.
Es fundamental estar bien enterados sobre los cambios físicos que están atravesando y de las nuevas relaciones sociales que están apareciendo en su vida, ya que es justo en estas nuevas interacciones sociales, distintas a su familia, en donde empiezan a conocer otras formas de relación, de expresarse y de comportarse que podrían marcarlos de manera definitiva.
Por ello, es necesario que los padres estén presentes para supervisar y orientar en caso de que el joven se ponga en una situación de riesgo que pueda salirse de control.
Una de las actitudes que vemos con mayor frecuencia en esta etapa es la de ir en contra de toda normatividad. Los padres generalmente mencionan que su hijos se han vuelto rebeldes, ya que se enfrentan en discusiones con ellos por detalles tan simples como solicitar un permiso o por la manifestación del deseo de no asistir a la escuela.
Cambian su manera de vestir, de peinarse y hasta de expresarse. Se olvidan de los buenos modales que les enseñaron sus padres y expresan su desacuerdo con las normas sociales y todo aquello que represente una autoridad.
Sin embargo, no es que la adolescencia esté caracterizada por actitudes negativas, simplemente los niños que anteriormente obedecían y cuestionaban muy poco las indicaciones que se les daban, ahora han crecido y están empezando a tomar sus propias decisiones y a cuestionar las reglas bajo las cuales crecieron. Será necesario cambiar la forma de relacionarnos y dirigirnos a ellos.
En Red Familia queremos darte algunos tips que te ayudarán a sobrellevar esta importante etapa en la vida de la familia y a mejorar la relación con tu hijo adolescente.
1.- Deja pasar los enfrentamientos por temas que no tienen importancia como: modas, forma de peinar, cambios en su habitación, entre otros, que solo desgastarán la relación familiar…
2.- Elige tus batallas.
3.-No tengas miedo a la culpabilidad. Si se toma una decisión en pareja como padres, sosténganla mientras esta no ponga en riesgo la integridad de su hijo.
4.-Sé firme, la disciplina es fundamental para su desarrollo. Ellos necesitan límites.
5.-Genera una comunicación efectiva, trata de poner en la mesa temas que le agraden: se sentirá identificado.
6.-Evita hablar de castigos, más bien procura que asuma las consecuencias de haberse saltado una regla o de haber realizado un acto inadecuado.
7.-Asegúrate de que se cumplan las sanciones resultantes de sus actos.
No olvide que la vida familiar es muy importante para el adolescente, en ella puede encontrar el apoyo y el amor necesarios para construirse un mejor futuro. Y recuerda, ¡en la familia está la solución!
¿Qué significa "Amén" y por qué lo decimos?
Es la respuesta de la fe y que expresa nuestro
Queridos amigos, una de las palabras que más repetimos en la oración, desde que aprendemos a rezar, es “amén”. Palabra corta, pero de significado muy profundo.
Hemos pensado que puede ser bueno para todos recordar este significado, de forma que cada vez que digamos “amén”, pronunciemos esta palabra con plena conciencia de todo lo que estamos diciéndole al Señor de modo concentrado.
Nos lo explica nuestro querido Papa Emérito Benedicto XVI:
“La oración cristiana es un verdadero encuentro personal con Dios Padre, en Cristo, mediante el Espíritu Santo. En este encuentro, entran en diálogo el «sí» fiel de Dios y el «amén» confiado de los creyentes.
En la oración constante, diaria, podemos sentir concretamente el consuelo que proviene de Dios. Y esto refuerza nuestra fe, porque nos hace experimentar de modo concreto el «sí» de Dios al hombre, a nosotros, a mí, en Cristo; hace sentir la fidelidad de su amor, que llega hasta el don de su Hijo en la cruz.
San Pablo afirma: «El Hijo de Dios, Jesucristo… no fue “sí” y “no”, sino que en Él sólo hubo “sí”. Pues todas las promesas de Dios han alcanzado su “sí” en Él. Así, por medio de Él, decimos nuestro “amén” a Dios, para gloria suya a través de nosotros» (2 Co 1, 19-20).
El «sí» de Dios es un sencillo y seguro «sí». Y a este «sí» nosotros correspondemos con nuestro «sí», con nuestro «amén», y así estamos seguros en el «sí» de Dios. Toda la historia de la salvación es un progresivo revelarse de esta fidelidad de Dios, a pesar de nuestras infidelidades y nuestras negaciones, con la certeza de que «los dones y la llamada de Dios son irrevocables».
Queridos hermanos y hermanas, el modo de actuar de Dios —muy distinto del nuestro— nos da consuelo, fuerza y esperanza porque Dios no retira su «sí». Dios nunca se cansa de nosotros, nunca se cansa de tener paciencia con nosotros, y con su inmensa misericordia siempre nos precede, sale Él primero a nuestro encuentro; su «sí» es completamente fiable. En la cruz nos revela la medida de su amor, que no calcula y no tiene medida.
En el «sí» fiel de Dios se injerta el «amén» de la Iglesia que resuena en todas las acciones de la liturgia: «amén» es la respuesta de la fe con la que concluye siempre nuestra oración personal y comunitaria, y que expresa nuestro «sí» a la iniciativa de Dios.
A menudo respondemos de forma rutinaria con nuestro «amén» en la oración, sin fijarnos en su significado profundo. Este término deriva de ’aman’ que en hebreo y en arameo significa «hacer estable», «consolidar» y, en consecuencia, «estar seguro», «decir la verdad».
Si miramos la Sagrada Escritura, vemos que este «amén» se dice al final de los Salmos de bendición y de alabanza, como por ejemplo en el Salmo 41: «A mí, en cambio, me conservas la salud, me mantienes siempre en tu presencia. Bendito el Señor, Dios de Israel, desde siempre y por siempre. Amén, amén» (vv. 13-14).
O expresa adhesión a Dios, en el momento en que el pueblo de Israel regresa lleno de alegría del destierro de Babilonia y dice su «sí», su «amén» a Dios y a su Ley. En el Libro de Nehemías se narra que, después de este regreso, «Esdras abrió el libro (de la Ley) en presencia de todo el pueblo, de modo que toda la multitud podía verlo; al abrirlo, el pueblo entero se puso de pie. Esdras bendijo al Señor, el Dios grande, y todo el pueblo respondió con las manos levantadas: “Amén, amén”» (Ne 8, 5-6).
Por lo tanto, desde los inicios el «amén» de la liturgia judía se convirtió en el «amén» de las primeras comunidades cristianas. Y el libro de la liturgia cristiana por excelencia, el Apocalipsis de san Juan, comienza con el «amén» de la Iglesia: «Al que nos ama y nos ha librado de nuestros pecados con su sangre, y nos ha hecho reino y sacerdotes para Dios, su Padre. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén» (Ap 1, 5b-6). Y el mismo libro se concluye con la invocación «Amén, ¡Ven, Señor Jesús!» (Ap 22, 20).
Queridos amigos, la oración es el encuentro con una Persona viva que podemos escuchar y con la que podemos dialogar; es el encuentro con Dios, que renueva su fidelidad inquebrantable, su «sí», a cada uno de nosotros, para darnos su consuelo en medio de las tempestades de la vida y hacernos vivir, unidos a Él, una existencia llena de alegría y de bien, que llegará a su plenitud en la vida eterna.
En nuestra oración estamos llamados a decir «sí» a Dios, a responder con este «amén» de la adhesión, de la fidelidad a Él a lo largo de toda nuestra vida. Esta fidelidad nunca la podemos conquistar con nuestras fuerzas; no es únicamente fruto de nuestro esfuerzo diario; proviene de Dios y está fundada en el «sí» de Cristo, que afirma: mi alimento es hacer la voluntad del Padre (cf. Jn 4, 34).
Debemos entrar en este «sí», entrar en este «sí» de Cristo, en la adhesión a la voluntad de Dios, para llegar a afirmar con san Pablo que ya no vivimos nosotros, sino que es Cristo mismo quien vive en nosotros. Así, el «amén» de nuestra oración personal y comunitaria envolverá y transformará toda nuestra vida, una vida de consolación de Dios, una vida inmersa en el Amor eterno e inquebrantable”.
Benedicto XVI, catequesis de la audiencia del 30 de mayo de 2012