El Padre sabe lo que les hace falta

Gregorio Barbarigo, Santo

Obispo, 18 de junio

Obispo

Martirologio Romano: En Padua, en el territorio de Venecia, san Gregorio Barbarigo, obispo, que instituyó un seminario para clérigos, enseñó el catecismo a los niños en su propio dialecto, celebró un sínodo, mantuvo coloquios con su clero y abrió muchas escuelas, mostrándose liberal con todos y exigente consigo mismo. († 1697)

Fecha de beatificaciòn: 20 de septiembre de 1761 por el Papa Clemente XIII

Fecha de canonización: 26 de mayo de 1960 por el Papa San Juan XXIII

Breve Biografía

Este simpático santo nació en Venecia (Italia) en 1632, de familia rica e influyente. La madre murió de peste de tifus, cuando el niño tenía solamente dos años. Pero su padre, un excelente católico, se propuso darle la mejor formación posible.

El papá lo instruyó en el arte de la guerra y en las ciencias, y lo hizo recibir un curso de diplomacia, pero al joven Gregorio lo que le llamaba la atención era todo lo que tuviera relación con Dios y con la salvación de las almas.

Estudiando astronomía admiraba cada día más el gran poder de Dios, al contemplar tan admirables astros y estrellas en el firmamento.

Deseaba ser religioso, pero su director espiritual le aconsejó que más bien se hiciera sacerdote de una diócesis, porque tenía especiales cualidades para párroco. Y a los 30 años fue ordenado sacerdote.

Un amigo suyo y de su familia, el Cardenal Chigi, había sido elegido Sumo Pontífice con el nombre de Alejandro VII, y lo mandó llamar a Roma. Allá le concedió un nombramiento en el Palacio Pontificio y le confió varios cargos de especial responsabilidad.

Y en ese tiempo llegó a Roma la terrible peste de tifo negro (la que había causado la muerte a su santa madre) y el Santo Padre, conociendo la gran caridad de Gregorio, lo nombró presidente de la comisión encargada de atender a los enfermos de tifo. Desde ese momento Gregorio se dedica por muchas horas cada día a visitar enfermos, enterrar muertos, ayudar viudas y huérfanos y a consolar hogares que habrían quedado en la orfandad.

Acabada la peste, el Sumo Pontífice le ofrece nombrarlo obispo de una diócesis muy importante, Bérgamo. El Padre Gregorio le pide que lo deje antes celebrar una misa para saber si Dios quiere que acepte ese cargo. Durante la misa oye un mensaje celestial que le aconseja aceptar el nombramiento. Y le comunica su aceptación al Santo Padre.

Llega a Bérgamo como un sencillo caminante, y a los que proponen hacerle una gran fiesta de recibimiento, les dice que eso que se iba a gastar en fiestas, hay que emplearlo en ayudar a los pobres. Luego él mismo vende todos sus bienes y los reparte entre los necesitados y se propone imitar en todo al gran arzobispo San Carlos Borromeo que vivía dedicado a las almas y a las gentes más abandonadas. En Bérgamo jamás deja de ayudar a quien le pide, y los pobres saben que su generosidad es inmensa.

Propaga libros religiosos entre el pueblo y recomienda mucho los escritos de San Francisco de Sales. En sus viajes misioneros se hospeda en casas de gente muy pobre y come con ellos, sin despreciar a nadie. Después de pasar el día enseñando catecismo y atendiendo gentes muy necesitadas, pasa largas horas de la noche en oración. El portero del palacio tiene orden de llamarlo a cualquier hora de la noche, si algún enfermo lo necesita. Y aun entre lluvias y lodazales, a altas horas de la noche se va a atender moribundos que lo mandan llamar. Y es obispo.

El médico le aconseja que no se desgaste tanto visitando enfermos, pero él le responde: "ese es mi deber, y ¡no puedo obrar de otra manera!".

El Sumo Pontífice lo nombra obispo de una ciudad que está necesitando mucho un obispo santo. Es Padua. Los habitantes de Bérgamo decían: "Los de Milán tuvieron un obispo santo, que fue San Carlos Borromeo. Nosotros también tuvimos un obispo muy santo, Don Gregorio. Que gran lástima que se lo lleven de aquí".

En Padua se encuentra con que los muchachos no saben el catecismo y los mayores no van a Misa los domingos. Se dedica él personalmente a organizar las clases de catecismo y a invitar a todos a la S. Misa. Recorrió personalmente las 320 parroquias de la diócesis. Organizó a los párrocos y formó gran número de catequistas. Aun a las regiones más difíciles de llegar, las visitó, con grandes sacrificios y peligros. En pocos años la diócesis de Padua era otra totalmente distinta. La había transformado su santo obispo.

El nuevo Pontífice Inocencio XI nombró Cardenal a Monseñor Gregorio Barbarigo, como premio a sus incansables labores de apostolado. El siguió trabajando como si fuera un sencillo sacerdote.

Fundó imprentas para propagar los libros religiosos, y se esmeró con todas sus fuerzas por formar lo mejor posible a los seminaristas para que llegaran a ser excelentes sacerdotes.

Todos estaban de acuerdo en que su conducta era ejemplar en todos los aspectos y en que su generosidad con los pobres era no sólo generosa sino casi exagerada. La gente decía: "Monseñor es misericordioso con todos. Con el único con el cual es severo es consigo mismo". Su seminario llegó a tener fama de ser uno de los mejores de Europa, y su imprenta divulgó por todas partes las publicaciones religiosas. El andaba repitiendo: "para el cuerpo basta poco alimento y ordinario, pero para el alma son necesarias muchas lecturas y que sean bien espirituales".

San Gregorio Barbarigo murió el 18 de junio de 1697 y fue beatificado en 1761 y canonizado por S.S. Juan XXIII, el 26 de mayo de 1959.
 
¡Venga tu Reino!

Santo Evangelio según san Mateo 6, 7-15. Jueves XI del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Padre mío, quiero hacer en todo momento tu voluntad.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 6, 7-15

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando ustedes hagan oración, no hablen mucho, como los paganos, que se imaginan que a fuerza de mucho hablar serán escuchados. No los imiten, porque el Padre sabe lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes pues, oren así:

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal.

Si ustedes perdonan las faltas a los hombres, también a ustedes los perdonará el Padre celestial. Pero si ustedes no perdonan a los hombres, tampoco el Padre les perdonará a ustedes sus faltas”.

Palabra de Dios.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Cada vez que rezamos el Padre Nuestro una de las cosas que pedimos al Padre amoroso es ¡Venga a nosotros tu Reino! ¡Venga tu Reino!

En el 2016 estuve en la Jornada Mundial de la Juventud. Fue en Cracovia, Polonia. Yo era parte de los voluntarios y contemplaba algo increíble. Estas palabras del Evangelio se hacían vida en miles de jóvenes: ¡Venga tu Reino! Cristo reinaba en nuestros corazones. Jóvenes de Chile, Angola y México. También de Italia, Canadá, Polonia e India. Parecía que esta súplica del Padre Nuestro se cumplía. Cristo y el Padre de las misericordias reinaban en el corazón joven de la Iglesia universal. Todos seguíamos a un rey que tomó por trono una cruz y aceptó una corona de espinas. Y el mensaje en aquel momento era uno: la misericordia. Una misericordia, a la que nos invitaba el Papa Francisco a vivir en gerundio: «misericordiando». A vivir perdonando. Esto es hacer presente el Reino de Cristo en el mundo. A esto nos invita el Evangelio de hoy. A pedir a Dios su perdón, pero también a perdonar a nuestros hermanos.

Es así como esta petición que elevamos al Padre (¡Venga tu Reino!) se convierte en misión. Es súplica y misión a la vez. Porque perdonando, Cristo reina. El rencor y la venganza son muy mundanos, muy de un plano horizontal. En cambio, el perdón y la misericordia son verticales. Son unir el cielo y la tierra. Son hacer que venga el Reino de Cristo. Son hacer que Él reine en los corazones de todos los hombres.

En este momento de oración, contemplemos la grandeza del Reino de Cristo en nuestro corazón y en nuestra vida y preguntémosle al Rey: ¿Cómo te podemos ayudar para que Tú reines en el corazón de los hombres?

«Una oración que no distingue, no separa, no margina, sino que se hace eco de la vida del prójimo; oración de intercesión que es capaz de decir al Padre: “Venga tu reino”. No con la violencia, el odio o la supremacía étnica, religiosa, económica y otras, sino con la fuerza de la compasión derramada en la Cruz por todos los hombres». (Discurso SS Francisco, 31 de marzo de 2019).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Perdonar de corazón a alguien que me ha causado una herida, ya sea consciente o inconscientemente.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Los rezos católicos ¿son palabras vanas?

Los cristianos católicos hemos recitado oraciones desde siempre, vamos a analizar este asunto usando la Biblia y revisando la historia.

La mayoría de los protestantes condenan las repeticiones y recitaciones cuando nos dirigimos a Dios (y más aún si es a María o a los santos). Veamos dos fragmentos protestantes comentando sobre este asunto:

Entonces, [sic] ¿porque si creemos esto, seguimos usando monólogos, vanas repeticiones, rezos repetitivos para comunicarnos con Él? Jesús ya nos dejó dicho que cuando nos dirijamos [sic] a Dios no lo hagamos como lo hacen los gentiles que no lo conocen, usando vanas repeticiones. Qué molesto debe ser para Dios escuchar domingo tras domingo los mismos rituales y rezos que la gente repite una y otra vez como merolicos. […] no debemos participar en estos rezos repetitivos sin sentido que los muertos espirituales, los que no han nacido del Espíritu, hacen. (Fuente: portal protestante Encuentros con Jesús)

Rezar es una práctica propia de la adoración católica. En el catolicismo, a diferencia de las iglesias cristianas, entienden que rezar y orar son prácticamente la misma cosa, aunque en la Biblia no establece dicha igualdad. […] Los rezos mecánicos se remontan a 1090 mientras que el rosario y el Padrenuestro formaron parte de la adoración católica desde el siglo XII. (Fuente: blog protestante de Deneris Torres)

Oraciones, letanías, salmos responsoriales y cualquier fórmula católica recitada de memoria queda desautorizada y tachada de anti bíblica y considerada una contaminación pagana posterior. Según algunos, como el segundo texto citado, introducida mil años o más después de Cristo, según otros, introducida en la época del emperador Constantino (s. IV). Esta idea de que los rezos memorizados son cosa pagana la basan en un versículo de Mateo:

Y al orar no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. (Mateo 6:7)

La mayoría de los protestantes están en contra de las oraciones católicas porque, afirman, Jesús las prohibió expresamente en esta cita de Mateo. Según esto, rezar el Avemaría, por ejemplo, no es una auténtica oración, sino una recitación, y por tanto es algo que hacen "los gentiles", o sea, los paganos. Los verdaderos cristianos, según ellos, no recitan oraciones aprendidas, sino que hablan con Dios.

En el fondo este es otro de los argumentos que muchos protestantes utilizan para demostrar que la Iglesia Católica está paganizada y alejada del verdadero cristianismo. Quienes utilizan este argumento están convencidos de que Jesús lo dejó muy claro, y que todas las oraciones aprendidas de memoria son una ofensa a Dios, o al menos son inútiles, palabras vanas. Es frecuente entre ellos, sobre todo entre los evangélicos, referirse a nuestras oraciones como vanas repeticiones (parafraseando la anterior cita bíblica). Pero los cristianos católicos hemos recitado oraciones desde siempre, así que vamos a analizar en este artículo este asunto y estudiar a fondo la cita bíblica y la historia para ver si realmente el uso extendido de oraciones memorizadas es una incorporación posterior de influencia pagana o por el contrario pertenece a la esencia del cristianismo.

ANALIZANDO LA POLÉMICA CITA

Para empezar, hemos tenido que recurrir a una versión protestante, la Biblia Reina-Valera (año 1995) para encontrar la expresión "vanas repeticiones", que es en lo que se funda ese reproche. Pero si miramos otras traducciones encontraremos eso dicho de otras formas, por ejemplo:

Cuando oren, no hablen mucho [en exceso], como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. (Versión católica autorizada para la Conferencia Episcopal argentina)

Cuando ores, no parlotees de manera interminable como hacen los seguidores de otras religiones. Piensan que sus oraciones recibirán respuesta sólo por repetir las mismas palabras una y otra vez. (Versión protestante: Nueva Traducción Viviente)

Así que es mejor acudir al texto griego original y verlo más despacio para captar el matiz.


La palabra  βατταλογήσητε (battalogesete) es del verbo "battalogeo", formado a partir de las palabras "Battos" y "logos" (palabra). Este Battos es un poeta antiguo famoso porque sus poemas eran un aburrimiento total, aunque otros quieren ver ahí al rey de Cirene Battus, famoso tartamudo. En cualquier caso, el verbo "battalogeo" significaba, según el diccionario, "farfullar, parlotear, hablar sin mesura", o sea, o bien cuando uno habla mucho pero no se sabe qué está diciendo, o bien cuando uno habla y habla por los codos sin parar. La idea es que su discurso es una pérdida de tiempo. Pero es difícil afinar más porque ese verbo aparece en la Biblia únicamente en este pasaje, así que tenemos que asumir el uso normal de esa palabra en el griego de la época.

Pero más tarde en la misma frase aparece este verbo matizado con el complemento  εντήπολυλογια, o sea "con muchas palabras". Por ese motivo, la traducción más clara, en nuestra humilde opinión, claro, es la versión protestante de N.T.V., diciendo "no parlotees de manera interminable", aunque como hemos dicho, es difícil dar con una traducción española sencilla que recoja los matices exactos del griego original. La traducción que los protestantes ofrecen siempre en su reproche, la de "no uséis vanas repeticiones", parece sin embargo mucho menos acertada. Puede que no sea una traducción incorrecta, pero ciertamente no es una buena traducción, y menos aún si atendemos al contexto general del pasaje en el que esta frase se encuentra.

EL CONTEXTO DE LA CITA

Para comprender el verdadero sentido que Jesús está dando a esa famosa frase, necesitamos ir más allá de la breve cita y leer el discurso de Jesús al completo. Veamos de qué nos está hablando Jesús cuando menciona eso de las "vanas repeticiones":

Cuando oréis, no hagáis como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Os aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando oréis, no habléis mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagáis como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que os hace falta, antes de que se lo pidáis. Vosotros orad de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo… (Mateo 6:5-10)

Y mejor contexto aún tendremos si leemos el capítulo entero (Mateo 6). Jesús está criticando a los que viven una religiosidad de puertas para afuera, que es solo apariencia pero no sincera, solo formas pero ningún fondo. Critica a los "hipócritas", los que no sienten a Dios pero hacen creer a todo el mundo que son más religiosos que nadie. Por eso les dice que no oren en público sino en privado, y que no oren con mucha palabrería, sino de corazón. Sin duda así lo entendió San Cipriano, que en el año 250 escribió:

Cuando oramos, nuestras palabras y peticiones deben estar bajo disciplina, observando, quieta y modestamente. Porque la característica de un hombre desvergonzado es hacer bullicio con sus gritos.

Los protestantes han interpretado que esa excesiva verborrea de cara a la galería se refiere a la repetición de oraciones aprendidas. Pero si ese fuese verdaderamente su significado, ¿cómo es que Jesús aclara mejor lo que quiere decir precisamente enseñándoles a sus discípulos una oración para que la reciten de memoria?

La mayoría de los protestantes recitan el Padrenuestro igual que lo hacemos los católicos, pero imagino que el truco es que como esta oración está en la Biblia sí que vale, y las oraciones que no están en la Biblia no valen y son anti bíblicas. Pero aún así, si el problema es lo de recitar oraciones aprendidas, tan malo sería rezar el Padrenuestro como el Avemaría. De hecho hay algunas iglesias evangélicas que dicen que el Padrenuestro que enseñó Jesús era simplemente un ejemplo de oración espontánea, no algo que hay que imitar y memorizar. Y eso, sinceramente, nos parece forzar muchísimo las cosas, porque está claro que Jesús les enseñó una oración, no solo una mentalidad, por eso les dice "orad de esta manera:…", y no simplemente les explicó que hay que hablar espontáneamente y sinceramente y de tal o cual forma; no, les dio un texto.

Además no debemos olvidar que Jesús no condena simplemente las "vanas repeticiones" (solo las vanas, no todas), sino que expresamente añade "como hacen los paganos", o según otras traducciones, "como hacen los gentiles", que en el original griego son equivalentes. O sea, Jesús rechaza la manera de recitar de los gentiles –los no judíos–, porque es una manera vana (entre otras cosas porque rezan a dioses inexistentes), pero sin embargo al añadir la referencia a los gentiles está dejando claro que no se refiere a las oraciones recitadas por los judíos. Los judíos, como los católicos (o más bien nosotros al igual que ellos) poseían una estructurada liturgia y todo un conjunto de oraciones que los fieles memorizaban para recitar tanto dentro como fuera de la liturgia, siendo algunas prescritas para ciertos momentos o ciertas horas o ciertas actividades, o para cuando los fieles quisieran hacer uso de ellas. Siendo así que todos los judíos estaban acostumbrados a recitar esas oraciones, si Jesús estuviese en contra de esa práctica habría atacado tal costumbre en más de una ocasión, y sin embargo la única vez que Jesús critica las oraciones repetitivas se refiere solamente a las que son vanas y a las que hacen los gentiles, no las de los judíos, a pesar de que toda su audiencia era judía y hubiera sido el momento perfecto para hacerles comprender que cualquier oración memorizada, solo por el hecho de serlo, debía ser abandonada.

DÁNDOLE LA VUELTA A LA CITA

Si Jesús les dice: no uséis oraciones aprendidas, pero yo os voy a enseñar una oración para que os la aprendáis, entonces es que o Jesús no tiene las ideas claras, o quienes no tienen las ideas claras son los que ven en este pasaje una condena a las oraciones católicas. Nosotros votamos por lo segundo. Más aún, quienes dicen que una oración aprendida es anti bíblica porque aquí Jesús dice que no uséis repeticiones vanas, deberían también, con la misma lógica y fundamento, creer que rezar de pie es igualmente prohibido y anti bíblico, pues Jesús en ese mismo pasaje ha dicho esto:

"Cuando vosotros oréis, no hagáis como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos […]. Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto"

Todos sabemos que sobre todo a los evangélicos les encanta rezar de pie, y que condenan la postura de arrodillarse. Pues bien, interpretando la Biblia como hacen los protestantes, y del mismo modo que han hecho con Mateo 6:7, los católicos podríamos utilizar esa cita para acusar a los evangélicos de estar desobedeciendo a Jesús, porque Jesús dice ahí claramente que cuando recen no deben rezar de pie ni en público, sino que deberían encerrarse en su habitación (importante que la puerta esté cerrada, como Jesús especifica ahí) y por supuesto rezar en cualquier postura que no sea estando de pie. Como se puede ver aquí, con este tipo de interpretaciones que miran una frase sin mirar su contexto, es fácil llegar al absurdo y acabar acusando a otros de cualquier cosa.

Jesús está condenando el hecho de rezar solo por aparentar, pero sin que en tu corazón estés realmente comunicándote con Dios. Lo que condena es la actitud del orante, la vivencia en sí, no el hecho formal de si el que reza está de pie o no, si está en público o en privado, si recita una oración aprendida o improvisa espontáneamente, si cierra o no cierra la puerta. Eso son las formas, lo que importa es lo que sucede en el corazón del orante mientras reza. Y eso ya sí que es el rincón sacrosanto de cada individuo, pues como dice la Biblia, solo Dios ve en lo secreto. Jamás nos deberíamos atrever a decir que una persona que está rezando así o asá está realmente en presencia de Dios o simplemente soltando palabras que no sienten. Eso solo Dios lo sabe, que él lo juzgue.

JESÚS RECITANDO

Pero aún hay más, cuando Jesús estaba en el Huerto de los Olivos rezando, marchó a ver si sus discípulos velaban y les encontró dormidos, y luego regresó a orar, y dice la Biblia que oró repitiendo las mismas palabras que estaba diciendo antes.

Se alejó por segunda vez y suplicó: "Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba, que se haga tu voluntad". Al regresar los encontró otra vez durmiendo, porque sus ojos se cerraban de sueño. Nuevamente se alejó de ellos y oró por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. (Mateo 26:42-44)

Ahí lo tienen, Jesús utilizando vanas repeticiones tres veces seguidas… o ¿será que no todas las repeticiones tienen por qué ser vanas? Una repetición no es vana solo por ser repetición, es vana si no pones el corazón en lo que está diciendo, porque a Dios eso no le sirve de nada. La acalorada y encendida alabanza que el pastor evangélico hace ante sus enfervorizados fieles puede ser una maravillosa oración si su corazón siente sinceramente cada palabra que dice, pero puede ser una perfecta "vana improvisación" si no está realmente sintiendo lo que dice.

LAS ORACIONES EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

En el Antiguo Testamento vemos oraciones que el pueblo debe aprenderse y repetir. Pero las oraciones más conocidas son las que se recopilaron formando todo un libro bíblico por derecho propio: los salmos del rey David. La Iglesia Católica sigue recitando los salmos en la misa. Lo más curioso es que muchos protestantes también memorizan salmos enteros, o fragmentos especiales, y los recitan con entusiasmo, olvidándose de que al mismo tiempo siguen condenando las recitaciones católicas. Por ejemplo, será difícil encontrar a un evangélico que no se sepa de memoria y recite con fervor (si lo tiene) el salmo 23: "El Señor es mi pastor, nada me falta…". Y si lo que más les molesta son las repeticiones, con sus reproches a las letanías católicas, podemos consultar el salmo 136:

¡Aleluya! ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!
¡Den gracias al Dios de los Dioses, porque es eterno su amor!
¡Den gracias al Señor de los señores, porque es eterno su amor!
Al único que hace maravillas, ¡porque es eterno su amor!

Y así se alarga durante 26 versículos repitiendo tras cada nueva frase la letanía de "porque es eterno su amor" (o "su misericordia" según otras traducciones). Y sin embargo, cuando los católicos hacemos exactamente lo mismo en nuestras letanías, a ellos les parece ofensivo y pagano, cuando en realidad es nuestra práctica la que mantiene la tradición bíblica original. Otro ejemplo lo encontramos en el profeta Daniel, de quien se nos dice:

Entonces ellos tomaron la palabra y dijeron en presencia del rey: "Daniel, uno de los deportados de Judá, no te ha hecho caso, rey, ni a ti ni a la prohibición que tú has escrito, y tres veces al día hace su oración". (Daniel 6:14)

Fíjense que no dice que tres veces al día hacía oración, sino que hacía "su oración", o sea, una oración aprendida, peculiar de él, judío, no como las que rezaban los paganos. Igualmente tenemos en el pasaje Daniel 3:57-88 otro perfecto ejemplo de letanía, en donde Daniel repite tras cada frase "bendecid al Señor" una y otra vez, un pasaje que las Biblias protestantes suelen considerar no canónico pero que a menudo incluyen en sus biblias dentro de la sección de apócrifos, y en cualquier caso una prueba histórica más de los modos oratorios de los antiguos hebreos.

Y aunque no queremos llenar este artículo de más ejemplos bíblicos, no es posible dejar sin mencionar a este otro fragmento tomado del principio del último de los libros bíblicos, el Apocalipsis. ¿Se puede ser acaso más repetitivo de lo que parece ser la adoración que recibe Dios en el cielo?:

Cada uno de los cuatro Seres Vivientes tenía seis alas y estaba lleno de ojos por dentro y por fuera. Y repetían sin cesar, día y noche: "Santo, santo, santo es el Señor Dios, el Todopoderoso, el que era, el que es y el que vendrá". Y cada vez que los Seres Vivientes daban gloria, honor y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro Ancianos se postraban ante él para adorarlo, y ponían sus coronas delante del trono, diciendo: "Tú eres digno, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder. Porque has creado todas las cosas: ellas existen y fueron creadas por tu voluntad".
(Apocalipsis 4:8-11)

Si eso no es repetir, como decía Santiago Carrillo, "que venga Dios y lo vea".

LAS ORACIONES EN LA IGLESIA PRIMITIVA

Fuera de los escritos bíblicos, el texto cristiano más antiguo que se conserva es el libro de La Didaché, escrito probablemente a mediados del siglo primero, no mucho después de la muerte de Jesús y antes de la muerte de los apóstoles. Este librito es una especie de manual para catecúmenos, y al leerlo nos resulta tan "católico" que cuando Occidente lo redescubrió en 1873, durante mucho tiempo muchos los exegetas protestantes se negaron a aceptar su autenticidad o al menos intentaron fechar su composición en tiempos muy posteriores. Pero finalmente, tras nuevos descubrimientos de fragmentos del libro, los hechos se impusieron y hoy el consenso generalizado es que se escribió antes de la destrucción del Templo de Jerusalén, o sea, en algún momento antes del año 70, y por tanto es anterior a muchos libros del Nuevo Testamento. Incluso en algunas zonas fue incluida en el canon bíblico durante los primeros siglos, como si fuera un libro revelado. Pues bien, este librito que nos muestra el proceder de los primerísimos cristianos contiene, entre otras cosas, fórmulas y recitaciones que deben memorizarse. Por poner un ejemplo:

Tampoco oréis a la manera de los hipócritas sino que tal como el Señor lo mandó en su evangelio, así oraréis: "Padre nuestro celestial, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad como en el cielo, así en la tierra. El pan nuestro de nuestra subsistencia dánosle hoy y perdónanos nuestra deuda, así como también nosotros personamos a nuestros deudores, y no nos lleves a la tentación, mas líbranos del mal, porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos". Así oraréis tres veces al día. (La Didaché, cap VIII, 2)

Al mismo tiempo que este libro nos manda rezar el Padrenuestro tres veces al día, los apóstoles están aún predicando. No parece muy razonable suponer que los cristianos que recibieron la doctrina directamente de los apóstoles no se enteraron de que repetir oraciones memorizadas estaba prohibido, tal como los protestantes, 1600 años después, descubrieron. Si realmente eso es lo que enseñó Jesús, a no memorizar rezos, entonces habría que pensar que los apóstoles no entendieron nada o que al menos se explicaban muy mal, y por tanto el Espíritu Santo que les iluminó en sus predicaciones no tuvo mucho éxito.

Dentro de la liturgia, La Didaché nos muestra también la oración que debe recitarse después de comulgar:

Después de saciaros, daréis gracias así: "Te damos gracias Padre santo, por tu santo Nombre, que hiciste morar en nuestros corazones, y por el conocimiento y la fe y la inmortalidad que nos diste a conocer por medio de Jesús, tu siervo. A ti sea la gloria por los siglos [...] Acuérdate, Señor, de tu Iglesia, para librarla de todo mal y hacerla perfecta en tu amor, y reúnela de los cuatro vientos santificada, en el reino tuyo que has preparado. Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos. Venga la gracia y pase este mundo. Hosanna al Dios de David. El que sea santo, que se acerque. El que no lo sea, que haga penitencia. Maranathá. Amén" (La Didaché, cap X, 2)

O esta otra oración que el sacerdote debía recitar al dar la unción:

Respecto al óleo de la unción, daréis gracias de esta manera: "Te damos gracias, Padre nuestro, por el óleo de la unción, que tú nos manifestaste por Jesucristo, tu siervo. A ti sea la gloria por los siglos." (La Didaché, cap. X 7)

Como vemos, estos primeros cristianos son instruidos para que memoricen oraciones y las reciten en el momento conveniente, por no mencionar otros temas tan católicos aquí también reflejados como son el sacramento de la eucaristía y el de la unción.

Pero no solo la Didaché, por supuesto encontramos ejemplos de oraciones para recitar durante todos los siglos posteriores también.

Citaremos una que se podría considerar especialmente "católica" por ser una oración dirigida a la Virgen. Al igual que las fórmulas vistas en la Didaché se parecen aún bastante a las fórmulas modernas usadas por los católicos, también la Iglesia Católica sigue hoy en día utilizando sin cambio alguno esta oración mariana de incierta datación, pero en cualquier caso anterior al año 250 (pues de ese año ya conservamos un papiro con ella impresa). Se trata de la oración llamada "Sub tuum praesidium" (Bajo tu amparo) tal como nos llegó a nosotros en su versión latina (aunque la versión original, escrita en el papiro hallado, está en griego). La traducción de esta oración del siglo III o probablemente anterior dice así:

Bajo tu amparo nos acogemos,
Santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas
que te dirigimos
en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,
¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!

 

No solo vemos aquí un ejemplo temprano más de oraciones para recitar, sino que vemos condensadas doctrinas tan católicas (y ortodoxas) y tan rechazadas por los protestantes como que María es madre de Dios, la siempre virgen, y que no solo merece nuestra honra sino también nuestras oraciones pidiendo su protección e intercesión. Todas ellas cosas que los protestantes afirman ser contaminaciones paganas posteriores, surgidas por imposición del emperador Constantino en el siglo IV. Pero al parecer, esa Iglesia de las catacumbas que moría en la arena del circo, la misma que la mayoría de los protestantes consideran la Iglesia auténtica, de la que ellos son los verdaderos herederos (mientras los católicos somos herederos de la paganización de Constantino), pues esa misma Iglesia la vemos rezando oraciones memorizadas, pidiendo intercesión a la madre de Dios, recibiendo la eucaristía, impartiendo el sacramento de la unción de enfermos y otras muchas cosas consideradas "desviaciones católicas", por citar solo las cosas incluidas en las citas que hemos metido en este artículo.

CONCLUSIÓN

Como tantas veces sucede, los protestantes utilizan una cita bíblica de una o dos frases para intentar echar por tierra toda una doctrina o costumbre católica y demostrar, según ellos, que es anti bíblica. Como siempre ocurre en estos casos, el contexto bíblico más amplio nos revela el verdadero significado de esa cita, y la doctrina católica sale una vez más indemne o incluso reforzada. Cuando alguien le utilice breves citas para demostrarle lo equivocada que es su fe, tenga la seguridad de que ninguna frase bíblica demuestra nada si aparece descontextualizada. Por algo los católicos no somos aficionados a demostrar nuestras doctrinas a base de citas sueltas, como sí suelen hacer ellos.

Nosotros basamos nuestras creencias y prácticas en todas las enseñanzas de Jesús y de los apóstoles, y dentro de ese marco podemos interpretar cada frase de la Biblia, pero hacer la lectura inversa, partir de frases aisladas y de ahí construir una doctrina, solo puede tener como resultado lo que vemos en el mundo de nuestros hermanos protestantes, una gigantesca variedad de doctrinas en donde cada uno ha visto una cosa diferente. Aunque su corazón desee y busque la verdad tanto como nosotros, su metodología les arrastra inevitablemente a la confusión, y con toda su buena intención de convencernos de su verdad, lo único que consiguen en el mejor (peor) de los casos es arrastrar a muchos católicos a la misma confusión en la que ellos se encuentran.

Tal como hemos visto, recitar oraciones no solo no es anti bíblico, sino que el propio Jesús así lo enseñó y así lo practicó, al igual que hacían los judíos de su época, de antes y de ahora (y Jesús seguía las prácticas judías). También la Iglesia Primitiva nos ha dejado numerosos ejemplos de fórmulas y recitaciones en el más puro estilo de las oraciones católicas.

Los católicos a veces rezamos repitiendo oraciones memorizadas, como por ejemplo el Padrenuestro que Jesús nos enseñó, y a veces rezamos usando espontáneamente nuestras propias palabras. Y los católicos, igual que los protestantes, a veces rezamos con el corazón en nuestra boca, y a veces rezamos de forma vana, pensando en otra cosa. Pero quien afirma, como la cita que pusimos al principio, que a Dios le molestan los rezos y las repeticiones, es que realmente no conoce bien ni la Biblia, ni la historia, ni el cristianismo.

Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos. Venga la gracia y pase este mundo. Hosanna al Dios de David. El que sea santo, que se acerque. El que no lo sea, que haga penitencia. Maranathá. Amén (Didaché, siglo I)

Nota: Maranathá corresponde a la transcripción griega de una expresión de origen arameo, compuesta por dos términos, que significa "El Señor viene".
 
Moisés nos insta a rezar como Jesús, intercediendo por el mundo

Catequesis del Papa Francisco, 17 de junio de 2020

 

La forma más adecuada de rezar de Moisés es a través de la intercesión, dijo en su catequesis el Papa Francisco, al hablar hoy sobre la oración de este patriarca. Su fe en Dios se funde con el sentido de paternidad que cultiva por su pueblo. La Escritura suele representarlo con las manos extendidas hacia arriba, hacia Dios, como para actuar como un puente con su propia persona entre el cielo y la tierra. Incluso en los momentos más difíciles, incluso el día en que el pueblo repudia a Dios y a sí mismo como guía para hacer un becerro de oro, Moisés no es capaz de dejar de lado a su pueblo. Le dice a Dios: " Este pueblo ha cometido un pecado gravísimo haciéndose dioses de oro.  Pero ahora, o perdonas su pecado o me borras de tu registro”.

Papa Francisco: Orar intercediendo por el mundo

Sobre esta forma de orar de Moisés, Francisco nos dice que es la oración que los verdaderos creyentes cultivan en su vida espiritual. “Incluso si experimentan los defectos de la gente y su distancia de Dios, estos orantes no los condenan, no los rechazan. La actitud de intercesión es precisamente la de los santos, que, a imitación de Jesús, son "puentes" entre Dios y su pueblo”. Moisés, en este sentido, dijo el Papa, fue el mayor profeta de Jesús, nuestro abogado e intercesor.

“Moisés nos insta a rezar con el mismo ardor que Jesús, a interceder por el mundo, a recordar que éste, a pesar de todas sus fragilidades, siempre pertenece a Dios. Y el mundo vive y prospera gracias a la bendición de los justos, a la oración de piedad que el santo eleva incesantemente a los hombres, en todos los lugares y tiempos de la historia”.

La relación de Dios con Moisés

El Papa recordó que Dios, en el tema de la oración, nunca amó tratar con “orantes fáciles”, y que Moisés no fue un “interlocutor débil, desde el primer día de su vocación”. Cuando Dios lo llamó, Moisés era humanamente “un fracaso”.

“El libro del Éxodo lo describe como un fugitivo en la tierra de Madián, después de haber defendido a uno de su pueblo. Sus sueños de gloria se esfumaron: Moisés ya no era un funcionario prometedor, sino un fracasado que pastoreaba un rebaño que ni siquiera le pertenecía. Y es precisamente en el silencio del desierto donde Dios se le reveló en la zarza ardiente: “Yo soy el Dios de tus padres”, y le encomendó la liberación de Israel”.

El Santo Padre dijo en su catequesis, que Moisés presentó a Dios sus temores y objeciones ante la misión que le confería, de volver a Egipto y de ocuparse de su pueblo que sufría. No se consideraba digno de esa tarea, tartamudeaba; no conocía el nombre de Dios para presentarse ante los israelitas.

Moisés un puente entre Dios y su pueblo

Con estos miedos y vacilaciones, el Santo Padre, recordó que vemos en Moisés a un hombre como nosotros. Dios le confió grandes responsabilidades y, a pesar de ellas, supo mantener lazos de solidaridad con su pueblo.

“Moisés era tan amigo de Dios que hablaba con Él cara a cara; y siguió siendo tan amigo de los hombres que tenía misericordia por sus pecados e rezaba por ellos. Su oración era de intercesión, siendo esta la plegaria de los verdaderos creyentes, que a pesar de sus fragilidades tratan de ser “puentes” entre Dios y su pueblo”.

Eucaristía y transubstanciación: presencia real de Dios

La eucaristía nos une a Dios de manera peculiar, pues en ella se nos da Dios mismo en el cuerpo y la sangre de Cristo

El día de Corpus Christi fue instituido en 1264 como festividad del cuerpo y la sangre de Cristo en el sacramento de la Eucaristía. Muchos son los signos de alegría y veneración popular en esta fiesta. Sin embargo, surgen entre los fieles algunas inquietudes sobre este sacramento. Por ejemplo, no se sabe con claridad cómo está presente Cristo en el pan y el vino. Tampoco hay seguridad sobre la verdadera conversión del pan en el cuerpo de Cristo.

Es verdad que no se puede amar lo que no se conoce. Y si nos acercamos a la eucaristía sin tener una firme convicción, basada en razones que armonicen con la fe y ayuden a su comprensión, no se puede gozar de la plenitud en Cristo. Trataremos sobre tres interrogantes principales. Primero, si la eucaristía es una realidad o sólo un signo. Después, el modo en que Cristo está presente en el sacramento, y finalmente, el poder que convierte el pan en el cuerpo de Cristo.

Eucaristía: ¿Realidad o sólo un signo?

La eucaristía es sacramento porque es un signo sensible que nos une a la vida divina. Sin embargo, a diferencia de los otros sacramentos, nos une a Dios de manera peculiar, pues en ella se nos da Dios mismo en el cuerpo y la sangre de Cristo bajo las especies de pan y vino.

Es del común conocimiento de los cristianos la presencia real de Cristo, de su cuerpo, alma y divinidad en la eucaristía. Pero las explicaciones de esta presencia no son claras, pues: Si en verdad está presente el cuerpo de Cristo en el sacramento ¿No debiéramos notar esta presencia con toda la naturaleza que un cuerpo humano implica? Es decir, ¿No debiera estar presente un cuerpo orgánico con verdadera sangre y verdadera carne? Se podría pensar que, si no hay tales manifestaciones de un cuerpo vivo, la eucaristía es sólo un signo, pero no la presencia real de Cristo.

Contra esto, sabemos por fe que Jesucristo hace del pan, su carne y del vino su sangre. En este sacramento está el verdadero cuerpo de Cristo y su sangre, no lo pueden verificar los sentidos, sino la sola fe, que se funda en la autoridad divina. En breve podemos decir que Cristo ha querido permanecer con nosotros para fortalecer amorosamente nuestro proceso de optimación. Ha querido permanecer como sacramento para que recurramos constantemente a él, y en él nos perfeccionemos. Cristo, con autoridad, instituyó este sacramento con palabras claras: “Esto es mi cuerpo”, “Este es el cáliz de mi sangre”. Entonces, creemos por la fe basada en la autoridad, que en la eucaristía está realmente presente Cristo.

¿Cómo está Cristo realmente presente en el sacramento?

Lo que inmediatamente podemos preguntarnos es ¿Cómo es que está presente? Algunos dicen: “Yo no lo veo”, y dicen bien, pues no podemos ver a Cristo en el sacramento porque nuestros sentidos no lo perciben. En cambio, por fe sabemos que está presente, y por razón, conocemos que toda la substancia de Cristo está ahí. El modo en que la Iglesia ha tradicionalmente explicitado la presencia de Cristo en el sacramento es la transubstanciación.

Substancia es lo que es por sí mismo. O sea, lo que no necesita de otro para ser ni está en otra cosa. Ahora bien, transubstanciación significa cambiar de substancia, el cambio de una naturaleza determinada por otra. Cristo, al ser un hombre resucitado, está en algún lugar. Y para hacerse presente en sacramento no deja el lugar en donde está, pues no vemos que su cuerpo caiga del cielo o que entre por la puerta. Por tanto, el cambio de pan y vino a cuerpo y sangre de Cristo no ocurre como el cambio de lugar entre dos cosas, sino por cambio substancial. Es decir, el pan deja de ser propiamente pan y se convierte en carne. El vino deja de ser propiamente vino y se convierte en sangre. Es obvio que en la Eucaristía no comemos propiamente carne ni bebemos sangre, pero es verdad que las consumimos, sólo que bajo las especies y accidentes del pan y del vino.

En la transubstanciación no queda nada de la substancia del pan y del vino. Sí en cambio, queda toda la substancia de Cristo, pero no sus propiedades particulares, pues la substancia se entiende, no se ve. Si se nos permite esta expresión digamos que no vemos ni las manos ni los pies de Cristo, pero sabemos, por fe en la autoridad de Jesús, que él mismo está presente en el sacramento.

Bien entonces podríamos pensar que la transubstanciación es un mero juego de palabras, con las que atribuimos a alguna cosa una naturaleza que no le pertenece. Mencionemos a colación que, usando esta falacia, un artista “cambió” un vaso de vidrio a ser un roble.

El poder agente: la caridad divina

La transubstanciación necesita un poder agente. No sólo por atribuir una naturaleza a una cosa, se dará el hecho en la realidad, pues se necesita una mediación a través de un poder. El poder que acciona el cambio de pan a carne y de vino a sangre no es otro sino el de Dios. Cristo, siendo Dios, instituyó el sacramento y lo encomendó a los discípulos. Sin embargo, no son las fuerzas del sacerdote las que convierten los dones eucarísticos en el cuerpo y la sangre de Cristo, sino el poder mismo de Dios, presente por las palabras de consagración que se hace in persona Christi, a nombre de Cristo.

Pero ¿cuál es el poder agente que convierte el pan y vino en cuerpo y sangre de Cristo? Para responder esta pregunta basta recordar que la eucaristía es sacramentum caritatis, sacramento y misterio del amor. Sacramento se puede entender como misterio, pues misterio es lo que une con Dios, y es su misma caridad benevolente la que une a los cristianos en el cuerpo de la Iglesia. El amor de Dios es el poder agente que convierte nuestros dones en el cuerpo y la sangre de Cristo, pues por su amor Dios desea estar entre nosotros para hacernos plenos y participarnos de su vida inmortal.

Finalicemos con una frase de San Cirilo usada por Santo Tomás de Aquino, en cuya doctrina nos hemos basado para aclarar las cuestiones vistas: No dudes de que esto sea verdad, sino recibe con fe las palabras del Salvador, ya que, siendo la verdad, no miente.

15 padres que son ejemplos de santidad

Una pequeña selección de varones, que amando a Dios, a sus hijos y al prójimo, alcanzaron la santidad

A lo largo de la historia de la Iglesia se han sucedido ejemplos numerosos de padres cristianos que han ayudado a recorrer con su abnegación personal, los primeros pasos de la entrega de sus hijos. Su paternidad se ha abierto hacia horizontes insospechados y han buscado "lo mejor para Dios", lo mejor para sus hijos, aunque fuese lo más duro para ellos, aunque tuviera que estar amasado con su sacrificio personal.

No hay que remontarse a los primeros siglos del cristianismo, cuando la entereza con que los padres cristianos afrontaban el martirio era el mayor acicate para sus hijos: los testimonios de padres que han preparado con generosidad la entrega de sus hijos recorren todo el arco de la historia, en la que se suceden testimonios emocionantes de desprendimiento y generosidad. Te aseguro -escribía Santo Tomás Moro a su hija Margarita- que antes que por descuido mío se echen a perder mis hijos, capaz soy de gastar toda mi fortuna y despedirme de negocios y ocupaciones para dedicarme por entero a vosotros..."

Recordemos ahora a algunos de ellos, padres que fueron ejemplos de santidad para sus hijos y para la humanidad entera.

San José, esposo de la bienaventurada Virgen María, varón justo, nacido de la estirpe de David, que hizo las veces de padre al Hijo de Dios, Cristo Jesús, el cual quiso ser llamado hijo de José y le estuvo sujeto como un hijo a su padre († s.I).

San Vital de Ravena, mártir del siglo II, que defendió tenazmente la fe, padre de los Santos Gervasio y Protasio.

San Vicente Madelgario, que, con el consentimiento de su esposa santa Valtrudis, abrazó la vida monástica y, según cuenta la tradición, fundó dos monasterios († c.677).

San Esteban rey de Hungría, veló por la propagación de la fe de Cristo entre los húngaros y puso en orden la Iglesia en su reino, dotándola de bienes y monasterios. Justo y pacífico en el gobierno de sus súbditos, murió en Alba Real (Székesfehérvár), en Hungría, el día de la Asunción, entrando su alma en el cielo († 1038).

San Isidro Labrador, que juntamente con su mujer, santa María de la Cabeza o Toribia, llevó una dura vida de trabajo, recogiendo con más paciencia los frutos del cielo que los de la tierra, y de este modo se convirtió en un verdadero modelo del honrado y piadoso agricultor cristiano. († 1130)

San Luis IX, rey de Francia,  que, tanto en tiempo de paz como durante la guerra para defensa de los cristianos, se distinguió por su fe activa, su justicia en el gobierno, el amor a los pobres y la paciencia en las situaciones adversas. Tuvo once hijos en su matrimonio, a los que educó de una manera inmejorable y piadosa, y gastó sus bienes, fuerzas y su misma vida en la adoración de la Cruz, la Corona y el sepulcro del Señor, hasta que, contagiado de peste, murió en el campamento de Túnez, en la costa de África del Norte († 1270).

Santo Tomás Moro, padre de familia de vida integérrima y presidente del consejo real, por mantenerse fiel a la Iglesia católica y haberse opuesto al rey Enrique VIII en la controversia sobre su matrimonio y sobre la primacía del Romano Pontífice, fue encarcelados en la Torre de Londres, en Inglaterra, y finalmente ejecutado el día 6 de julio de 1535.

San Felipe Howard, padre de familia y conde de Arundel, perdió gracia ante la reina Isabel I por haber abrazado la religión católica, a causa de lo cual fue encarcelado, y llevó una vida de oración y penitencia, en la pobreza y en las pruebas, hasta alcanzar la corona del martirio el 19 de octubre de 1595.

Beato Devasahayam (Lázaro) Pillai, en Aral Kurusady, India, Beato Devasahayam (Lázaro) Pillai, laico asesinado por convertirse del hinduismo al catolicismo. († 1752)

Beato Federico Ozanam, hombre esclarecido en erudición y piedad, defendió y propugnó con su eminente doctrina las verdades de la fe, prestó asidua caridad a los pobres en la Sociedad del San Vicente de Paúl y, como excelente padre de familia, hizo de su hogar una iglesia doméstica († 1853).

San Luis Martin, esposo de santa Celia Guerín y padre de Santa Teresita del Niño Jesús, canonizado conjuntamente con su esposa, él llevó una vida tan ordenada que sus amigos decián : «Luis es un santo».

San Manuel Morales, esposo fiel, padre cariñoso con sus tres pequeños hijos, trabajador cumplido, laico comprometido en el apostolado de su parroquia y mártir († 1926)

Beato Carlos I de Habsburgo, emperador y rey, que tenía un gran amor a la Eucaristía y al Corazón de Jesús, quien vio en su corona la oportunidad de seguir a Cristo y cuidar del pueblo que le era encomendado († 1922).

Beato Ezequiel Huerta Gutiérrez, esposo y padre ejemplar de numerosa familia, muy devoto de la sagrada Eucaristía, comulgaba con frecuencia. Muy caritativo, compartía sus bienes entre los necesitados († 1927)

Beato Franz Jägerstätter, padre de 4 hijas, la primera de ellas siendo aún soltero y antes de su conversión, fue un campesino austríaco, que murió guillotinado por negarse, en obediencia al Evangelio, a servir militarmente a un régimen contrario a la dignidad humana († 1943).

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