Jesús te escucha con atención, te acoge, te acepta

Juan María Vianney, Santo

Memoria Litúrgica, 4 de agosto

El Cura de Ars

Martirologio Romano: Memoria de san Juan María Vianney, presbítero, que durante más de cuarenta años se entregó de una manera admirable al servicio de la parroquia que le fue encomendada en la aldea de Ars, cerca de Belley, en Francia, con una intensa predicación, oración y ejemplos de penitencia. Diariamente catequizaba a niños y adultos, reconciliaba a los arrepentidos y con su ardiente caridad, alimentada en la fuente de la Eucaristía, brilló de tal modo, que difundió sus consejos a lo largo y a lo ancho de toda Europa y con su sabiduría llevó a Dios a muchísimas almas (†1859).

Fecha de canonización: 31 de mayo de 1925 por el Papa Pío XI.

Breve Biografía

Uno de los santos más populares en los últimos tiempos ha sido San Juan Vianney, llamado el santo Cura de Ars. En él se ha cumplido lo que dijo San Pablo: "Dios ha escogido lo que no vale a los ojos del mundo, para confundir a los grandes".

Era un campesino de mente rústica, nacido en Dardilly, Francia, el 8 de mayo de 1786. Durante su infancia estalló la Revolución Francesa que persiguió ferozmente a la religión católica. Así que él y su familia, para poder asistir a misa tenían que hacerlo en celebraciones hechas a escondidas, donde los agentes del gobierno no se dieran cuenta, porque había pena de muerte para los que se atrevieran a practicar en público su religión. La primera comunión la hizo Juan María a los 13 años, en una celebración nocturna, a escondidas, en un pajar, a donde los campesinos llegaban con bultos de pasto, simulando que iban a alimentar sus ganados, pero el objeto de su viaje era asistir a la Santa Misa que celebraba un sacerdote, con grave peligro de muerte, si los sorprendían las autoridades.

Juan María deseaba ser sacerdote, pero a su padre no le interesaba perder este buen obrero que le cuidaba sus ovejas y le trabajaba en el campo. Además no era fácil conseguir seminarios en esos tiempos tan difíciles. Y como estaban en guerra, Napoléon mandó reclutar todos los muchachos mayores de 17 años y llevarlos al ejército. Y uno de los reclutados fue nuestro biografiado. Se lo llevaron para el cuartel, pero por el camino, por entrar a una iglesia a rezar, se perdió del grupo. Volvió a presentarse, pero en el viaje se enfermó y lo llevaron una noche al hospital y cuando al día siguiente se repuso ya los demás se habían ido. Las autoridades le ordenaron que se fuera por su cuenta a alcanzar a los otros, pero se encontró con un hombre que le dijo. "Sígame, que yo lo llevaré a donde debe ir". Lo siguió y después de mucho caminar se dio cuenta de que el otro era un desertor que huía del ejército, y que se encontraban totalmente lejos del batallón.

Y al llegar a un pueblo, Juan María se fue a donde el alcalde a contarle su caso. La ley ordenaba pena de muerte a quien desertara del ejército. Pero el alcalde que era muy bondadoso escondió al joven en su casa, y lo puso a dormir en un pajar, y así estuvo trabajando escondido por bastante tiempo, cambiándose de nombre, y escondiéndose muy hondo entre el pasto seco, cada vez que pasaban por allí grupos del ejército. Al fin en 1810, cuando Juan llevaba 14 meses de desertor el emperador Napoleón dio un decreto perdonando la culpa a todos los que se habían fugado del ejército, y Vianney pudo volver otra vez a su hogar.

Trató de ir a estudiar al seminario pero su intelecto era romo y duro, y no lograba aprender nada. Los profesores exclamaban: "Es muy buena persona, pero no sirve para estudiante No se le queda nada". Y lo echaron.

Se fue en peregrinación de muchos días hasta la tumba de San Francisco Regis, viajando de limosna, para pedirle a ese santo su ayuda para poder estudiar. Con la peregrinación no logró volverse más inteligente, pero adquirió valor para no dejarse desanimar por las dificultades. El año siguiente, recibió el sacramento de la confirmación, que le confirió todavía mayor fuerza para la lucha; en él tomó Juan María el nombre de Bautista.

El Padre Balley había fundado por su cuenta un pequeño seminario y allí recibió a Vianney. Al principio el sacerdote se desanimaba al ver que a este pobre muchacho no se le quedaba nada de lo que él le enseñaba Pero su conducta era tan excelente, y su criterio y su buena voluntad tan admirables que el buen Padre Balley dispuso hacer lo posible y lo imposible por hacerlo llegar al sacerdocio.

Después de prepararlo por tres años, dándole clases todos los días, el Padre Balley lo presentó a exámenes en el seminario. Fracaso total. No fue capaz de responder a las preguntas que esos profesores tan sabios le iban haciendo. Resultado: negativa total a que fuera ordenado de sacerdote.

Su gran benefactor, el Padre Balley, lo siguió instruyendo y lo llevó a donde sacerdotes santos y les pidió que examinaran si este joven estaba preparado para ser un buen sacerdote. Ellos se dieron cuenta de que tenía buen criterio, que sabía resolver problemas de conciencia, y que era seguro en sus apreciaciones en lo moral, y varios de ellos se fueron a recomendarlo al Sr. Obispo. El prelado al oír todas estas cosas les preguntó: ¿El joven Vianney es de buena conducta? - Ellos le repondieron: "Es excelente persona. Es un modelo de comportamiento. Es el seminarista menos sabio, pero el más santo" "Pues si así es - añadió el prelado - que sea ordenado de sacerdote, pues aunque le falte ciencia, con tal de que tenga santidad, Dios suplirá lo demás".

Y así el 12 de agosto de 1815, fue ordenado sacerdote, este joven que parecía tener menos inteligencia de la necesaria para este oficio, y que luego llegó a ser el más famoso párroco de su siglo (4 días después de su ordenación, nació San Juan Bosco). Los primeros tres años los pasó como vicepárroco del Padre Balley, su gran amigo y admirador.

Unos curitas muy sabios habían dicho por burla: "El Sr. Obispo lo ordenó de sacerdote, pero ahora se va a encartar con él, porque ¿a dónde lo va a enviar, que haga un buen papel?".

Y el 9 de febrero de 1818 fue envaido a la parroquia más pobre e infeliz. Se llamaba Ars. Tenía 370 habitantes. A misa los domingos no asistían sino un hombre y algunas mujeres. Su antecesor dejó escrito: "Las gentes de esta parroquia en lo único en que se diferecian de los ancianos, es en que ... están bautizadas". El pueblucho estaba lleno de cantinas y de bailaderos. Allí estará Juan Vianney de párroco durante 41 años, hasta su muerte, y lo transformará todo.

El nuevo Cura Párroco de Ars se propuso un método triple para cambiar a las gentes de su desarrapada parroquia. Rezar mucho. Sacrificarse lo más posible, y hablar fuerte y duro. ¿Qué en Ars casi nadie iba a la Misa? Pues él reemplazaba esa falta de asistencia, dedicando horas y más horas a la oración ante el Santísimo Sacramento en el altar. ¿Qué el pueblo estaba lleno de cantinas y bailaderos? Pues el párroco se dedicó a las más impresionantes penitencias para convertirlos. Durante años solamente se alimentará cada día con unas pocas papas cocinadas. Los lunes cocina una docena y media de papas, que le duran hasta el jueves. Y en ese día hará otro cocinado igual con lo cual se alimentará hasta el domingo. Es verdad que por las noches las cantinas y los bailaderos están repletos de gentes de su parroquia, pero también es verdad que él pasa muchas horas de cada noche rezando por ellos. ¿Y sus sermones? Ah, ahí si que enfoca toda la artillería de sus palabras contra los vicios de sus feligreses, y va demoliendo sin compasión todas las trampas con las que el diablo quiere perderlos.

Cuando el Padre Vianney empieza a volverse famoso muchas gentes se dedican a criticarlo. El Sr. Obispo envía un visitador a que oiga sus sermones, y le diga que cualidades y defectos tiene este predicador. El enviado vuelve trayendo noticias malas y buenas.

El prelado le pregunta: "¿Tienen algún defecto los sermones del Padre Vianney? - Sí, Monseñor: Tiene tres defectos. Primero, son muy largos. Segundo, son muy duros y fuertes. Tercero, siempre habla de los mismos temas: los pecados, los vicios, la muerte, el juicio, el infierno y el cielo". - ¿Y tienen también alguna cualidad estos sermones? - pregunta Monseñor-. "Si, tienen una cualidad, y es que los oyentes se conmueven, se convierten y empiezan una vida más santa de la que llevaban antes".

El Obispo satisfecho y sonriente exclamó: "Por esa última cualidad se le pueden perdonar al Párroco de Ars los otros tres defectos".

Los primeros años de su sacerdocio, duraba tres o más horas leyendo y estudiando, para preparar su sermón del domingo. Luego escribía. Durante otras tres o más horas paseaba por el campo recitándole su sermón a los árboles y al ganado, para tratar de aprenderlo. Después se arrodillaba por horas y horas ante el Santísimo Sacramento en el altar, encomendándo al Señor lo que iba decir al pueblo. Y sucedió muchas veces que al empezar a predicar se le olvidaba todo lo que había preparado, pero lo que le decía al pueblo causaba impresionantes conversiones. Es que se había preparado bien antes de predicar.

Pocos santos han tenido que entablar luchas tan tremendas contra el demonio como San Juan Vianney. El diablo no podía ocultar su canalla rabia al ver cuantas almas le quitaba este curita tan sencillo. Y lo atacaba sin compasión. Lo derribaba de la cama. Y hasta trató de prenderle fuego a su habitación . Lo despertaba con ruidos espantosos. Una vez le gritó: "Faldinegro odiado. Agradézcale a esa que llaman Virgen María, y si no ya me lo habría llevado al abismo".

Un día en una misión en un pueblo, varios sacerdotes jovenes dijeron que eso de las apariciones del demonio eran puros cuentos del Padre Vianney. El párroco los invitó a que fueran a dormir en el dormitorio donde iba a pasar la noche el famoso padrecito. Y cuando empezaron los tremendos ruidos y los espantos diabólicos, salieron todos huyendo en pijama hacia el patio y no se atrevieron a volver a entrar al dormitorio ni a volver a burlarse del santo cura. Pero él lo tomaba con toda calma y con humor y decía: "Con el patas hemos tenido ya tantos encuentros que ahora parecemos dos compinches". Pero no dejaba de quitarle almas y más almas al maldito Satanás.

Cuando concedieron el permiso para que lo ordenaran sacerdote, escribieron: "Que sea sacerdote, pero que no lo pongan a confesar, porque no tiene ciencia para ese oficio". Pues bien: ese fue su oficio durante toda la vida, y lo hizo mejor que los que sí tenían mucha ciencia e inteligencia. Porque en esto lo que vale son las iluminaciones del Espíritu Santo, y no nuestra vana ciencia que nos infla y nos llena de tonto orgullo.

Tenía que pasar 12 horas diarias en el confesionario durante el invierno y 16 durante el verano. Para confesarse con él había que apartar turno con tres días de anticipación. Y en el confesionario conseguía conversiones impresionantes.

Desde 1830 hasta 1845 llegaron 300 personas cada día a Ars, de distintas regiones de Francia a confesarse con el humilde sacerdote Vianney. El último año de su vida los peregrinos que llegaron a Ars fueron 100 mil. Junto a la casa cural había varios hoteles donde se hospedaban los que iban a confesarse.

A las 12 de la noche se levantaba el santo sacerdote. Luego hacía sonar la campana de la torre, abría la iglesia y empezaba a confesar. A esa hora ya la fila de penitentes era de más de una cuadra de larga. Confesaba hombres hasta las seis de la mañana. Poco después de las seis empezaba a rezar los salmos de su devocionario y a prepararse a la Santa Misa. A las siete celebraba el santo oficio. En los últimos años el Obispo logró que a las ocho de la mañana se tomara una taza de leche.

De ocho a once confesaba mujeres. A las 11 daba una clase de catecismo para todas las personas que estuvieran ahí en el templo. Eran palabras muy sencillas que le hacían inmenso bien a los oyentes.

A las doce iba a tomarse un ligerísimo almuerzo. Se bañaba, se afeitaba, y se iba a visitar un instituto para jóvenes pobres que él costeaba con las limosnas que la gente había traido. Por la calle la gente lo rodeaba con gran veneración y le hacían consultas.

De una y media hasta las seis seguía confesando. Sus consejos en la confesión eran muy breves. Pero a muchos les leía los pecados en su pensamiento y les decía los pecados que se les habían quedado sin decir. Era fuerte en combatir la borrachera y otros vicios.

En el confesionario sufría mareos y a ratos le parecía que se iba a congelar de frío en el invierno y en verano sudaba copiosamente. Pero seguía confesando como si nada estuviera sufriendo. Decía: "El confesionario es el ataúd donde me han sepultado estando todavía vivo". Pero ahí era donde conseguía sus grandes triunfos en favor de las almas.

Por la noche leía un rato, y a las ocho se acostaba, para de nuevo levantarse a las doce de la noche y seguir confesando.

Cuando llegó a Ars solamente iba un hombre a misa. Cuando murió solamente había un hombre en Ars que no iba a misa. Se cerraron muchas cantinas y bailaderos.

En Ars todos se sentían santamente orgullosos de tener un párroco tan santo. Cuando él llegó a esa parroquia la gente trabajaba en domingo y cosechaba poco. Logró poco a poco que nadie trabajara en los campos los domingos y las cosechas se volvieron mucho mejores.

Siempre se creía un miserable pecador. Jamás hablaba de sus obras o éxitos obtenidos. A un hombre que lo insultó en la calle le escribió una carta humildísima pidiendole perdón por todo, como si el hubiera sido quién hubiera ofendido al otro. El obispo le envió un distintivo elegante de canónigo y nunca se lo quiso poner. El gobierno nacional le concedió una condecoración y él no se la quiso colocar. Decía con humor: "Es el colmo: el gobierno condecorando a un cobarde que desertó del ejército". Y Dios premió su humildad con admirables milagros.

El 4 de agosto de 1859 pasó a recibir su premio en la eternidad.

Fue beatificado el 8 de enero de 1905 por el Papa San Pío X, y canonizado por S.S. Pío XI el 31 de mayo de 1925.

Puedes conocer más sobre este santo leyendo el siguiente artículo: Juan María Vianney, Módelo de Perseverancia

¿Qué le quieres decir a Jesús?

Santo Evangelio según san Mateo 15, 1-2. 10-14. Martes XVIII del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, aquí estoy para estar contigo. Tú me conoces. Sabes que soy fuerte, y también muy débil. Ves mi grandeza y también cuán pequeño soy. Ves el bien que hay en mí y también mi pecado. Y así me amas. ¡Gracias por tu amor! María, quédate con nosotros ahora y siempre.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 15, 1-2. 10-14

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos y escribas y unos fariseos venidos de Jerusalén y le preguntaron: "¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de nuestros mayores y no se lavan las manos antes de comer?".

Jesús llamó entonces a la gente y les dijo: "Escuchen y traten de comprender. No es lo que entra por la boca lo que mancha al hombre; lo que sale de la boca, eso es lo que mancha al hombre". Se le acercan entonces los discípulos y le dijeron: "¿Sabes que los fariseos se han escandalizado de tus palabras?" Jesús les respondió: "Las palabras que no haya plantado mi Padre celestial, serán arrancadas de raíz. Déjenlos; son ciegos que guían a otros ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en un hoyo".

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

¿Hay algo que le quieras decir a Jesús? Los escribas y fariseos se le acercan en este pasaje para hacerle un reclamo. Y Jesús, ¿qué hace? Primero, los escucha. También hoy Jesús está a la escucha. A Él le importa lo que tú digas. ¿Qué le quieres decir a Jesús? Puede ser un gracias, un ¿por qué?, un ¿para qué?… Jesús te escucha con atención, te acoge, te acepta. Y luego te responde. Jesús siempre te responde cuando le hablas. ¿Quieres escuchar su respuesta? Está en el Evangelio, en la Eucaristía y en la cruz, en lo que vivimos y en lo que nos sucede… Señor, concédeme hoy escuchar tu voz y seguirte a donde sea que me lleves. Jesús, en ti confío.

«En el Evangelio vemos que Jesús respeta nuestro camino, sigue nuestros tiempos, es el Señor de la paciencia, camina a nuestro lado, escucha nuestras inquietudes, las conoce. A Jesús le gusta oír cómo hablamos. No acelera el paso: es su paciencia. Jesús va al ritmo de la persona más lenta. Jesús escucha, luego responde, explica, hasta el punto necesario. Encontramos a Jesús a lo largo de nuestro camino incluso en nuestros momentos más oscuros: nos acompaña porque quiere encontrarnos. Por eso decimos que el núcleo del cristianismo es el encuentro con Jesús». (Homilía de S.S. Francisco, 26 de abril de 2020 en santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Jesús, gracias por este tiempo de oración. ¿Qué pasó en este tiempo contigo? ¿Qué me consoló? ¿Sentí alguna desolación? Jesús, tú conoces qué deseo y qué rechazo. Lo pongo delante de Ti. Hazme cada día más como Tú. María, ayúdame hoy y siempre a ser más como Jesús.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Voy a tomar un momento, al fin del día, para agradecerle a Dios los beneficios que me dio hoy.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

«Cuando Jesús te cura, no te deja en la calle, te lleva a casa»

Nuestro seguir a Cristo, no es una idea, es un continuo quedarse en casa

Por: . | Fuente: Religión en Libertad

Seguir a Jesús no es “una idea” sino un “continuo quedarse en casa”, la Iglesia, donde Cristo hace regresar siempre a todos, también a quien se ha alejado de ella.

Así lo afirmó el Papa Francisco en la homilía de la Misa del lunes en la capilla de Casa de Santa Marta.

Un muchacho que sufre convulsiones, que se revuelca por la tierra y que echa espuma por la boca; en medio a una muchedumbre asustada e inerme...

Y su padre que por poco se abalanza a Jesús, implorándole librar a su hijo de la posesión diabólica...

Es el drama con el que se abre el Evangelio de hoy y que el Papa analizó punto por punto: el de los presentes, que discuten sin resultado, Jesús que llega y se informa, “la bulla que viene a menos”, el padre angustiado que emerge de la muchedumbre y decide contra toda esperanza confiarse en Jesús.

Y Jesús, que compadecido por la fe cristalina de aquel papá, expulsa el espíritu y luego se inclina con dulzura ante el joven, que parece muerto, ayudándolo a volverse a levantar:

“Todo aquel desorden, aquella discusión termina en un gesto: Jesús que se abaja, se inclina ante el muchacho. Estos gestos de Jesús nos hacen pensar. Jesús cuando cura, cuando va entre la gente y sana a una persona, jamás la deja sola. No es un mago, un brujo, un curandero que va, cura y continúa su camino: a cada uno lo hace regresar a su lugar, no lo deja en la calle. Son gestos bellísimos del Señor”.

He aquí la enseñanza, explicó el Santo Padre: “Jesús – afirmó – siempre nos hace regresar a casa, jamás nos deja solos en la calle”.

El Evangelio, recordó, está lleno de estos gestos. La resurrección de Lázaro, la vida devuelta a la hija de Jairo y aquella al hijo de una mamá viuda. Y también la oveja perdida vuelta a traer al redil o la moneda perdida y vuelta a encontrar por la mujer:

“Porque Jesús no vino solo del Cielo, es Hijo de un pueblo. Jesús es la promesa hecha a un pueblo y su identidad es también pertenencia a aquel pueblo, que de Abraham camina hacia la promesa. Y éstos gestos de Jesús nos enseñan que toda curación, todo perdón nos hacen regresar siempre a nuestro pueblo, que es la Iglesia”.

Jesús perdona siempre y sus gestos – prosiguió el Papa – se vuelven también “revolucionarios”, o “inexplicables”, cuando su perdón llega a quien se ha alejado “mucho”, como el publicano Mateo o su colega Zaqueo. Además, repitió el Papa, Jesús “cuando perdona, hace siempre regresar a casa. Y de esta forma, sin el pueblo de Dios, no se puede entender a Jesús”.

Es absurdo “amar a Cristo, sin la Iglesia, sentir a Cristo pero no a la Iglesia, seguir a Cristo al margen de la Iglesia”, recordó Francisco citando y parafraseando una vez más Pablo VI. “Cristo y la Iglesia están unidos”, y “cada vez que Cristo llama a una persona, la trae a la Iglesia”. Por esto, agregó, “está bien” que un niño “venga a bautizarse en la Iglesia”, la “Iglesia madre”:

“Y aquellos gestos de tanta ternura de Jesús nos hacen entender esto: que nuestra doctrina, digamos así, o nuestro seguir a Cristo, no es una idea, es un continuo quedarse en casa. Y si cada uno de nosotros tiene la posibilidad y la realidad de salir de casa por un pecado, un error – Dios lo sabe – la salvación es regresar a casa, con Jesús en la Iglesia. Son gestos de ternura. Uno a uno, el Señor nos llama así, su pueblo, dentro su familia, nuestra madre, la Santa Iglesia. Pensemos en estos gestos de Jesús”.

Obispos de Guatemala en defensa de la vida y la dignidad humana

Declaración del Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal de Guatemala.

Hay aire de tensión en Guatemala, donde el Procurador General de los Derechos Humanos, Jordán Rodas Andrade, ha sido recientemente cuestionado por algunos miembros de la Comisión de Derechos Humanos del Congreso de la República. En el centro del debate se encuentra el uso por parte de Rosas Andrade de la bandera que simboliza el movimiento Lgbt en las redes sociales oficiales de la Fiscalía y la promoción, de su parte, de la legalización del aborto en el país. Por este motivo, el Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal (Ceg) emitió una nota reafirmando que "la posición de la Iglesia católica es clara y firme en la defensa de la vida humana desde su concepción hasta la muerte natural" y en el reconocimiento del hecho de que " Dios creó al ser humano, varón y mujer", de lo cual se derivan "normas claras sobre el significado de la palabra 'matrimonio' y sobre quienes pueden contraerlo".

No se trata de una posición puramente católica, subrayan los obispos, sino que se basa en "ciencias como la genética, la embriología y la biología que permiten mostrar la identidad humana del embrión desde las primeras etapas de su existencia y anclan la diferenciación sexual en la constitución genética de todas las células del cuerpo humano". Por esta razón, la CEG deplora y expresa su “absoluto desacuerdo y rechazo a declaraciones y propuestas de políticas dadas por el Procurador de Derechos Humanos en dirección muy contraria a lo que establece la Iglesia y el Derecho Natural”.

La posición firme de la Iglesia

"La posición de la Iglesia - reitera la nota - es firme en la defensa de la vida humana y también de la dignidad humana". Al mismo tiempo, los obispos guatemaltecos expresan su reconocimiento por lo que Rodas Andrade ha hecho "en defensa de los migrantes, de las mujeres sometidas a maltrato, en la protección de la infancia trabajadora y, en general, en la denuncia de la corrupción". En esta perspectiva, los prelados esperan que "el señor Procurador tome en cuenta nuestra posición” y que “los juegos políticos que diversos sectores practican no afecten las partes muy loables del trabajo, ya mencionado, que ha realizado”.

Una recomendación final la CEG la dirige a "las diversas organizaciones de Iglesia que militan a favor de la vida, a no dejarse manipular en la vida pública del país por grupos políticos cuyo interés en la defensa de la vida puede esconder intereses espurios y muchas veces abiertamente inmorales".

La oración completa

La oración es la elevación del alma hacia Dios.

La oración La oración es la elevación del alma hacia Dios o la petición a Dios de los bienes convenientes. Dios llama incansablemente a cada persona a encontrarse en su misterio con Él. La oración acompaña a toda la historia de la Salvación como una llamada recíproca entre Dios y el hombre (Síntesis del Nuevo Catecismo, p. 385386). Estamos obligados a orar, primero porque Dios lo ha mandado en todo momento; segundo, porque Jesucristo, en el Evangelio, nos ha enseñado a orar con sus palabras y sus ejemplos; y tercero, porque continuamente tenemos necesidad del auxilio de Dios. 5.1 Existen dos formas de orar: oral y mentalmente.

La oración con palabras, es la oración de las multitudes por excelencia (Nuevo Catecismo,  2704). Por su parte, la oración mental también es llamada meditación. Se ora como se vive, porque se vive como se ora (Nuevo Catecismo, p. 2725). Lo importante no es la cantidad sino la calidad de nuestra oración. La oración nos debe ayudar en nuestra conversión, testimonio y convicción. En verdad, se necesitan ejemplos de verdadero compromiso y auténtica entrega. Los actos de fe, esperanza y caridad que nos ordena el primer mandamiento se realizan en la oración (Nuevo Catecismo, p. 2098). La oración es importante en la vida del cristiano para establecer una comunicación constante entre Dios y cada uno de nosotros. Dios lo sabe todo, pero quiere que nosotros se lo digamos. Por medio del rezo y la oración personal y comunitaria, Dios nos dará la fuerza para cumplir con la misión a la que hemos sido enviados: ayudar a que los demás descubran a Dios, a inyectarles esperanza, ayudarlos y motivarlos a la superación, verdadero conocimiento y convencimiento de nuestra religión. Partícipe de nuestra vida, Cristo prometió venir a nosotros cada vez que se lo pidamos (Ap 3,20).

La oración completa consiste en…  Generalmente oramos de manera incompleta porque hemos reducido la oración a un acto de solicitud, pero toda oración que se digne de serlo debe contener lo siguiente:

1) Adoración
2) Acción de gracias
3) Petición de perdón
4) Petición
5) Compromiso de conversión
6) Testimonio

La adoración es un acto de virtud. Adorar a Dios es reconocerle como Dios, Creador, Salvador, Señor y dueño de todo lo que existe (Nuevo Catecismo, p. 2097). 5.4 Acción de gracias Las cartas de San Pablo comienzan y terminan frecuentemente con una acción de gracias, estando el Señor Jesús siempre presente en ella. “En todo hay que dar gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de nosotros” (1 Ts 5, 18). “Sean perseverantes en la oración, velando en ella con acción de gracias” (Col 4,2). “En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar. Cristo espera nuestra gratitud” (Lc 17, 16 - 17). 5.5 La petición de perdón La petición de perdón es el primer movimiento de la oración de petición?. “Ten compasión de mí que soy un pecador” (Lc 18, 13). ?Es el comienzo de una oración justa y pura. La humildad confiada nos devuelve a la luz de la comunión con el Padre y su hijo Jesucristo, y de los unos con los otros.  (1 Jn 3, 22) (Nuevo Catecismo, 2631).  Tanto la celebración de la Eucaristía como la oración personal comienzan con la petición del perdón? (Nuevo Catecismo, 2632).

Petición  ?Cuando se participa así en el Amor salvador de Dios, se comprende que toda necesidad puede convertirse en objeto de petición? (Nuevo Catecismo. 2633).

Compromiso de conversión -- Si hay conversión, hay perdón. Sin conversión no hay salvación. “Quizá cuando los de Judá sepan de todas las calamidades que pienso enviarles, dejarán su mala conducta y yo les perdonaré sus maldades y pecados” (Jr 36, 3). Pero yo el Señor, juro por mi vida que no quiero la muerte del pecador, sino que cambie de conducta y viva”. “Si un hombre bueno peca, su bondad anterior no lo salvará, y si un malvado deja de hacer el mal, su maldad anterior no será causa de su muerte” (Ez 33. 10-12). “Al que disimula el pecado, no le irá bien; pero el que lo confiesa y lo deja, será perdonado” (Pv 28. 13). El Señor actúa con justicia: “Si el malvado se aparta de todos los pecados que cometía, y cumple todas mis leyes y hace lo que es recto y justo, ciertamente vivirá y no morirá. Yo no volveré a acordarme de todo lo malo que hizo, y él vivirá para hacer lo que es recto. Yo no quiero que el malvado muera, sino que cambie de conducta y viva” (Ez 18. 2123).

Testimonio --  Los cristianos estamos llamados a dar testimonio de Cristo. “Ustedes son la sal de la Tierra” (Mt 5,13). El amor fraterno es el testimonio de ser discípulos de Cristo. “En esto conocerán todos que son mis discípulos” (Jn 13,35). Que todo lo que se haga, sea por estar convencidos.

Bibliografía: “Lo que todo cristiano debe saber y conocer”.

Los diez Mandamientos

Preciosa explicación de cada mandamiento

No sé si hablar hoy de los diez mandamientos es original o no. A lo mejor están pasados de moda y hay que inventar otros mandamientos.

De hecho, ignoro si sabrás que hace unos años en Johannesburgo se reunieron los grandes de la tierra y quisieron cambiar el Decálogo de Dios por otro decálogo, inventado por ellos, para no herir las susceptibilidades de quienes eran ateos o agnósticos.

Consciente de que el Decálogo es brújula que siempre marca el norte del bien, yo he querido escribir este libro especialmente para ti, querido joven, para que no sólo no te pierdas en el camino de tu vida, sino sobre todo llegues a Dios, a tu realización completa y a tu felicidad verdadera y auténtica.

Al explicarte cada mandamiento, he tratado de ser claro, didáctico, directo y positivo, por qué no. He ido salpicando en cada mandamiento algunas anécdotas que ejemplifican dicho mandamiento y hacen la lectura más amena y distendida. Al final de cada mandamiento, te regalo la síntesis del Catecismo de la Iglesia católica de dicho mandamiento.

Dado que quiero que no sólo quede en una simple lectura, también te he dejado diez preguntas para tu reflexión personal o en grupo. Dichas preguntas te harán pensar y llevar ese mandamiento a tu vida e incluso te ayudarán para una discusión en equipo.

Y termino con una lectura para que la saborees.

Te deseo lo mejor con la lectura de mi libro. Ojalá, Dios, a través de estas páginas, te dé luz y aliento.

Evangelizar en el propio carisma

1. ¿Qué son los diez mandamientos?
2. Características, dificultades y frutos
3.Primero: Amarás a Dios sobre todas las cosas
4. Segundo: No tomarás el nombre de Dios en vano
5. Tercero: Santificarás las fiestas
6. Cuarto: Honrarás a tu padre y a tu madre
7. Quinto: No matarás
8. Sexto: No cometerás actos impuros
9. Séptimo: No robarás
10. Octavo: No dirás falso testimonio ni mentirás
11. Noveno: No desearás la mujer o el varón que no te pertenece
12. Décimo: No codiciarás

Resúmen del Decálogo

Conclusión
 
7 situaciones concretas en las que te vendría bien pedir los dones del Espíritu Santo

Son muchas las situaciones en las que nos estamos perdiendo (o no nos estamos dando cuenta) de lo que podría ser nuestra vida si dejamos que el Espíritu actué en ella.

CatholicLink

Debemos confesarles que hacer este post ha sido difícil (ha requerido varias cabezas pensando minuciosamente durante varios días). Y es que El Espíritu Santo nos resulta un desconocido y más aún sus siete dones. Por lo menos para mí ha sido todo un camino de comprensión y aprendizaje sobre quien es Él y como actúa en mi vida. ¡Y sigue siéndolo! pues creo que, todavía logro vislumbrar muy poco de lo que Él hace.

Yo lo veo así, la mayoría de las veces si actuara yo, y únicamente yo, las situaciones de la vida −desde las más pequeñas hasta las más complejas− se tornarían un poco distintas. ¿A qué me refiero? Me molestaría mucho más, diría más tonterías, sería más egoísta, me costaría muchísimo más rezar, comprendería mucho menos algunos misterios de la vida…. pero, hay una fuerza que habita en mi interior, que me mueve, me concentra, me hace pequeña y me engrandece; en conclusión, me hace mejor ser humano: El Espíritu de Dios que vive en mí, que no es otra cosa que el amor.

Son muchas las situaciones en las que nos estamos perdiendo (o no nos estamos dando cuenta) de lo que podría ser nuestra vida si dejamos que el Espíritu actué en ella. Acá les dejamos algunos ejemplos…

1. Don de ciencia:

Por la ciencia podemos conocer el verdadero valor de la creación en su relación con el Creador.  Podríamos ver este don en algo que nos pasa siempre, y que algunas veces nos damos cuenta y otras no: Estar frente a un gran paisaje y solo “vernos a nosotros mismos dentro de él”. El reto está en ser capaces del asombro, salir de nosotros mismos para ver más, ver a Dios en su creación y en ella reconocer su amor.

2. Don de sabiduría:

Es la capacidad especial para juzgar las cosas humanas según la medida de Dios, a la luz de Dios. Iluminados por este don, podremos ver desde el interior las realidades del mundo. ¡Imagínate como sería si viésemos las cosas como Dios las ve! El problema está en que la mayoría de las veces vemos y juzgamos las cosas desde nuestra perspectiva humana y esta, muchas veces, ¡es tan corta! y se deja llevar tanto por emociones y criterios pasajeros que terminan empequeñeciendo nuestra vida. ¡Cuántas veces nos perdemos de cosas increíbles como una bonita relación por seguir los criterios del mundo!.

3. Don del consejo:

El don de consejo actúa como un soplo nuevo en la conciencia, ayudándonos a ver  lo que es bueno, lo que nos hace felices, lo que nos conviene más. Nos pasa que frente a decisiones importantes en nuestra vida y cuando los demás se acercan a nosotros para pedirnos ayuda, no sabemos qué pensar, qué decir y menos como actuar… ¡Nos vendría tan bien abrirnos, estar en presencia de nuestro interior, de ese Espíritu que habita dentro! para ver, para apoyar, para aconsejar y saber actuar.

4. Don de la fortaleza:

La fortaleza nos hace obrar valerosamente lo que Dios quiere de nosotros, y sobrellevar las dificultades de la vida, para resistir las tentaciones de las pasiones internas y las presiones del ambiente.  Creo que ninguno puede decir que siempre es fuerte, que siempre resiste ante la tentación. Una de las realidades mas evidentes que nos hace toparnos con nuestra humanidad, es que somos frágiles; allí es donde nos encontramos con Dios, cuando nos experimentamos necesitados de su fuerza. Por eso, nunca dudemos en pedirla ¡pero a tiempo! antes de que sea demasiado tarde y, tentaciones como ver lo que no nos hace bien, nos ganen.

5. Don de la piedad:

La piedad sana nuestro corazón de todo tipo de dureza y lo abre a la ternura con Dios y con los hermanos. Mucho tiempo pensé que ser piadosa significaba rezar y rezar como las señoras que veía de niña en la Iglesia… pero como don del Espíritu significa ponerme en los zapatos del otro, sentir con él. ¿Y cómo sentir lo mismo que Dios? ¡pues buscando amarlo! ¿Y cómo lo amas más? amando en esas pequeñas cosas a los demás: diciendo una palabra de aliento, saliendo de mi comodidad para ayudar a otro, no queriendo tener siempre la razón. Así eremos de esas almas –como dicen por ahí– que no gritan, pero aman.

6. Don del temor de Dios:

Temor de Dios no es tenerle miedo porque es un Dios justiciero y castigador. Significa tener un espíritu maduro, consciente de la culpa y del peso de nuestro pecado, pero confiado en Su Misericordia. Es el temor de hijos, que proviene del amor. Como cuando éramos pequeños que no queríamos que nuestros papás se molestaran con nosotros, no por miedo, sino porque nos daba pena defraudarlos, hacerlos sufrir. El temor de Dios  implica en nuestra vida darle lo que es debido a Dios, que Él ocupe el lugar de Dios en nuestra vida y no otro. Darle el peso a nuestras acciones sobre todo a las que nos hacen alejarnos de Él. Un medio muy concreto es acudir al sacramento de la confesión cuando sea necesario ¡así nos toque hacer una fila muy larga!.

7. Don de inteligencia:

Es una gracia que nos ayuda a comprender la Palabra de Dios y a profundizar las verdades que Él nos enseña. Cuantas veces nos pasa que nos quejamos o nos quedamos cómodamente pensando: el cura habla mal, es enredado y aburrido, no le entiendo nada; o yo no hablo de mi fe porque nunca sé que decir, tengo muchas dudas… ¡y hacemos tan poco para solucionarlo! Por experiencia propia les digo que la fe se fortalece cuando la entendemos, cuando profundizamos en ella y no nos quedamos conformes con lo que aprendimos cuando éramos chicos.

¡Para poder tener estos dones en nuestra vida, debemos pedirlos! Mañana que la Iglesia celebra la Fiesta de Pentecostés pidámosle al Espíritu Santo que derrame sobre nosotros sus dones y nos haga participes de su infinito amor.

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