Enviado a las ovejas perdidas de Israel

Papa Francisco: La Asunción, más importante que llegar a la Luna

Hoy en el rezo del Angelus

Además de la conquista de la luna en ese día memorable, hay «una conquista infinitamente mayor» para la historia de la humanidad. Francisco lo recuerda en el Ángelus de este sábado 15 de agosto:

“Nuestra Señora puso sus pies en el cielo: fue allí no solo en espíritu, sino también con su cuerpo, toda ella. Este paso de la pequeña Virgen de Nazaret fue el gran salto adelante de la humanidad. De poco sirve llegar a la Luna si no vivimos como hermanos en la Tierra ”.

Es la fiesta de la Asunción de María al cielo que la Iglesia occidental celebra hoy. Solemnidad proclamada dogma, verdad de fe, el 1 de noviembre de hace 70 años por Pío XII y motivo de esperanza como explica Francisco:

«Que uno de nosotros viva en el cielo con el cuerpo nos da esperanza: entendemos que somos preciosos, destinados a resucitar. Dios no permitirá que nuestro cuerpo se desvanezca en la nada. Con Dios nada se perderá».

María, estrella que nos guía

Mirando a la Santísima Virgen entendemos «la razón por la que caminamos», prosigue el Pontífice que cita el Concilio Vaticano II. Y como «en María se alcanza la meta», ella es «la estrella que nos orienta»:

“Tenemos ante nuestros ojos la razón por la que caminamos: no para conquistar las cosas de aquí abajo, que se desvanecen, sino para conquistar la patria arriba, que es para siempre (…) Ella, como enseña el Concilio, brilla como un signo de esperanza segura y consuelo para el Pueblo de Dios en camino ”.

María, la pequeña que engrandece al Señor

«Engrandece mi alma al Señor», son las palabras de la Virgen relatadas en el evangelio de Lucas de hoy. Frase que se convierte en «el consejo de María para nosotros», explica Francisco, que muchas veces «nos dejamos vencer por las dificultades» porque no ponemos a Dios, a diferencia de Nuestra Señora, «como la primera grandeza de la vida». María, reconociéndose pequeña, reconoce las grandes cosas que Dios ha hecho por ella y «alaba a Dios por esto»:

“Magnificar significa literalmente ‘hacer grande’, agrandar. María ‘agranda al Señor’: no ​​los problemas (…) De aquí viene el Magnificat, de aquí viene la alegría: no de la ausencia de problemas, que tarde o temprano llegan , pero el gozo viene de la presencia de Dios. Porque Dios es grande. Somos su debilidad de amor.

Nuestro gran paso adelante

Recordemos como María: esta es la invitación del Papa al concluir el Ángelus, porque – dice – cada uno de nosotros puede dar el «gran paso adelante» que nos permita expandir nuestro corazón y aumentar la alegría:

Si olvidamos lo bueno, el corazón se encoge. Pero si, como María, recordamos las grandes cosas que hace el Señor, si lo magnificamos al menos una vez al día, entonces damos un gran paso adelante. Una vez al día diga: Bendito sea el Señor. Con esta pequeña oración, el corazón se expandirá, la alegría aumentará. Pidamos a la Virgen la gracia de comenzar cada día levantando la mirada hacia el cielo, hacia Dios, para decirle: ¡Gracias! Como hacen los pequeños.

Esteban de Hungría, Santo

Memoria Litúrgica, 16 de agosto

Rey de Hungría

Martirologio Romano: San Esteban, rey de Hungría, que, regenerado por el bautismo y habiendo recibido la corona real de manos del papa Silvestre II, veló por la propagación de la fe de Cristo entre los húngaros y puso en orden la Iglesia en su reino, dotándola de bienes y monasterios. Justo y pacífico en el gobierno de sus súbditos, murió en Alba Real (Székesfehérvár), en Hungría, el día de la Asunción, entrando su alma en el cielo (1038).

Fecha de canonización: En el año 1083 por el Papa Gregorio VII

Etimología: Esteban = coronado (estebo= corona). viene del griego

Breve Biografía

Este santo tiene el honor de haber convertido al catolicismo al reino de Hungría.

Fue bautizado por San Adalberto y tuvo la suerte de casarse con Gisela, la hermana de San Enrique de Alemania, la cual influyó mucho en su vida.
Valiente guerrero y muy buen organizador, logró derrotar en fuertes batallas a todos los que se querían oponer a que él gobernara la nación, como le correspondía, pues era el hijo del mandatario anterior.

Cuando ya hubo derrotado a todos aquellos que se habían opuesto a él cuando quiso propagar la religión católica por todo el país y acabar la idolatría y las falsas religiones, y había organizado la nación en varios obispados, envió al obispo principal, San Astrik, a Roma a obtener del Papa Silvestre II la aprobación para los obispados y que le concediera el título de rey. El sumo Pontífice se alegró mucho ante tantas buenas noticias y le envío una corona de oro, nombrándolo rey de Hungría. Y así en el año 1000 fue coronado solemnemente por el enviado del Papa como primer rey de aquel país.

El cariño del rey Esteban por la religión católica era inmenso; a los obispos y sacerdotes los trataba con extremo respeto y hacía que sus súbditos lo imitaran en demostrarles gran veneración. Su devoción por la Virgen Santísima era extraordinaria. Levantaba templos en su honor y la invocaba en todos sus momentos difíciles. Fundaba conventos y los dotaba de todo lo necesario. Ordenó que cada 10 pueblos debían construir un templo, y a cada Iglesia se encargaba de dotarla de ornamentos, libros, cálices y demás objetos necesarios para mantener el personal de religiosos allá. Lo mismo hizo en Roma.

La cantidad de limosnas que este santo rey repartía era tan extraordinaria, que la gente exclamaba: "¡Ahora sí se van a acabar los pobres!". El personalmente atendía con gran bondad a todas las gentes que llegaban a hablarle o a pedirle favores, pero prefería siempre a los más pobres, diciendo: "Ellos representan mejor a Jesucristo, a quien yo quiero atender de manera especial".

Para conocer mejor la terrible situación de los más necesitados, se disfrazaba de sencillo albañil y salía de noche por las calles a repartir ayudas. Y una noche al encontrarse con un enorme grupo de menesterosos empezó a repartirles las monedas que llevaba. Estos, incapaces de aguardar a que les llegara a cada quien un turno para recibir, se le lanzaron encima, quitándole todo y lo molieron a palos. Cuando se hubieron alejado, el santo se arrodilló y dio gracias a Dios por haberle permitido ofrecer aquel sacrificio. Cuando narró esto en el palacio, sus empleados celebraron aquella aventura, pero le aconsejaron que debía andar con más prudencia para evitar peligros. El les dijo: " Una cosa sí me he propuesto: no negar jamás una ayuda o un favor. Si en mí existe la capacidad de hacerlo".

A su hijo lo educó con todo esmero y para él dejó escritos unos bellos consejos, recomendándole huir de toda impureza y del orgullo. Ser paciente, muy generoso con los pobres y en extremo respetuoso con la santa Iglesia Católica.

La gente al ver su modo tan admirable de practicar la religión exclamaba: " El rey Esteban convierte más personas con buenos ejemplos, que con sus leyes o palabras".

Dios, para poderlo hacer llegar a mayor santidad, permitió que en sus últimos años Esteban tuviera que sufrir muchos padecimientos. Y uno de ellos fue que su hijo en quien él tenía puestas todas sus esperanzas y al cual había formado muy bien, muriera en una cacería, quedando el santo rey sin sucesor. El exclamó al saber tan infausta noticia: "El Señor me lo dio, el Señor me los quitó. Bendito sea Dios". Pero esto fue para su corazón una pena inmensa.

Los últimos años de su vida tuvo que padecer muy dolorosas enfermedades que lo fueron purificando y santificando cada vez más.

El 15 de agosto del año 1038, día de la Asunción, fiesta muy querida por él, expiró santamente. Desde entonces la nación Húngara siempre ha sido muy católica. A los 45 años de muerto, el Sumo Pontífice permitió que lo invocaran como santo y en su sepulcro se obraron admirables milagros.

Que nuestro Dios Todopoderoso nos envíe en todo el mundo muchos gobernantes que sepan ser tan buenos católicos y tan generosos con los necesitados como lo fue el santo rey Esteban.

La verdad de sentirse necesitado de Dios

Santo Evangelio según san Mateo 15, 21-28. Domingo XX del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, que me reconozca necesitado y que sepa pedirte ayuda para mi vida. Aumenta mi fe para confiar en ti, que lo puedes hacer todo, pero a tu tiempo. Te pido que me concedas la gracia de ser humilde para amarte y que te considere alguien importante en mi vida.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 15, 21-28

En aquel tiempo, Jesús se retiró a la comarca de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea le salió al encuentro y se puso a gritar: “Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. Jesús no le contestó una sola palabra; pero los discípulos se acercaron y le rogaban: “Atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros”. Él les contestó: “Yo no he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel”.

Ella se acercó entonces a Jesús y, postrada ante él, le dijo: “¡Señor, ayúdame!”. Él le respondió: “No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos”. Pero ella replicó: “Es cierto, Señor, pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”.

Entonces Jesús le respondió: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”. Y en aquel mismo instante quedó curada su hija.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

La verdad de sentirse necesitado de Dios.

Cuando queremos algo, hacemos todo lo posible por conseguirlo, como un niño pequeño que está empeñado en conseguir algo a cualquier costo. Si es de gran necesidad ponemos todo nuestro esfuerzo para hacer lo que nos proponemos. El hecho de que tengamos que pedir ayuda y sentirnos necesitados nos hace ver que no lo podemos todo nosotros solos y que Dios tiene una parte muy importante en nuestra vida.

La oración de la mujer cananea fue una prueba porque necesitaba reconocerse necesitada y saber su lugar. Fue una prueba a su humildad que le consiguió la curación de su hija y la ovación de su fe.

Es difícil reconocernos necesitados porque siempre queremos ser los primeros y que no se noten nuestras debilidades. Este paso a la humildad es todo un camino; para la cananea se debió a la necesidad de su hija.

Es en la necesidad de los demás que nos damos cuenta de quiénes somos realmente, hermanos y hermanas en Cristo. El hecho de reconocernos hijos de un mismo Padre celeste es fundamental para no hacernos imágenes de nosotros mismos equivocadas, sino saber que estamos hechos para los demás y Dios nos ayudará en lo que necesitemos.

Pidámosle a Dios que nos aumente la humildad cada día y que nos conceda la gracia de tener una fe inquebrantable.

«El Señor no se da la vuelta ante nuestras necesidades y, si a veces parece insensible a peticiones de ayuda, es para poner a prueba y robustecer nuestra fe. Nosotros debemos continuar gritando como esta mujer: “¡Señor, ayúdame! ¡Señor ayúdame!”. Así, con perseverancia y valor. Y esto es el valor que se necesita en la oración. Este episodio evangélico nos ayuda a entender que todos tenemos necesidad de crecer en la fe y fortalecer nuestra confianza en Jesús. Él puede ayudarnos a encontrar la vía cuando hemos perdido la brújula de nuestro camino; cuando el camino no parece ya plano sino áspero y arduo; cuando es fatigoso ser fieles con nuestros compromisos. Es importante alimentar cada día nuestra fe, con la escucha atenta de la Palabra de Dios, con la celebración de los Sacramentos, con la oración personal como “grito” hacia Él —“Señor, ayúdame”—, y con actitudes concretas de caridad hacia el prójimo».

(Homilía de S.S. Francisco, 20 de agosto de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Pedir por todos los niños que sufren en el mundo.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

7 verdades sobre el exorcismo y los exorcistas

Estos puntos puedan brindar un poco de luz en cuanto a lo que de exorcismos y exorcistas se refiere

Es muy frecuente hoy en día que al encender la televisión o al mirar la cartelera de cine, nos encontremos con que gran cantidad de las historias que se cuentan tienen como protagonista al demonio. Las opiniones al respecto son diversas: hay quienes creen que todo aquello no es más que fruto del pensamientos del siglo pasado que la industria de Hollywood aprovecha para llenar sus salas; también están aquellos que tienen una postura de indiferencia, por lo que si el demonio existe o no es algo que no les quita el sueño; también hay quienes se obsesionan con el diablo y lo ven hasta en la sopa; y finalmente, están aquellos que sí creen en su existencia. Dentro de todos estos grupos de personas, nosotros nos encontramos en el último, es decir, creemos que el demonio existe y su accionar en este mundo es constante.

«Revestíos con toda la armadura de Dios para que podáis estar firmes contra las insidias del diablo. Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales» (Ef 6, 11-12).

Creer en Dios pero no creer en el diablo es no creerle a Dios, ya que Él mismo nos advierte de su existencia en reiteradas oportunidades, en las Sagradas Escrituras. Sin embargo, su accionar no siempre es tan evidente, ya que el diablo puede disfrazarse de ángel de luz, presentándonos algo malo como si fuera bueno.

Por algo se le llama «el padre de la mentira». Pero cuando ocurren posesiones, los exorcistas a través de un rito determinado, contando con las debidas licencias para ejercerlo y actuando bajo la autoridad de Jesucristo, expulsan a los espíritus impuros de una persona.

Cuando me puse a investigar acerca de este tema, no pensé que podía llegar a ser tan complejo y extenso. Por ello, no intento que este post sea un tratado de demonología, que de hecho existen varios y muy buenos, sino que pretendo que los siguientes puntos puedan brindar un poco de luz en cuanto a lo que de exorcismos y exorcistas se refiere.

1. Los exorcistas no son super héroes, ni tienen super poderes

El exorcista no tiene ningún poder sobre el demonio, el poder lo tiene Dios. 

Mediante el rito que realiza el sacerdote, con el poder de Cristo, se expulsa al demonio.

Los sacerdotes no hacen más que seguir el mandato dado por Jesús a sus discípulos: «Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia» (Mt 10, 1).

2. No todos los sacerdotes están autorizados a realizar exorcismos

En los exorcismos simples o menores, también llamados oraciones de liberación, se invoca al Espíritu Santo, pidiendo la liberación de las personas de la influencia de Satanás, como se hace en el bautismo, por ejemplo, donde el rito contempla una oración de exorcismo. Este tipo de exorcismos puede realizarlo cualquier sacerdote. Sin embargo, en el caso de los exorcismos solemnes o mayores, el Código de Derecho Canónico establece que éstos solo pueden «ser realizados por un obispo o sacerdote “piadoso, docto, prudente y con integridad de vida”, que cuente con una licencia particular y expresa de un obispo», quien puede otorgar al sacerdote un permiso para cada caso, o hacerlo, formalmente, con la venia de la Santa Sede. Aquellos que reciban este ministerio, además, deben tomar cursos de formación que se imparten en instituciones de la Santa Sede.

Los laicos no pueden realizar exorcismos, pero pueden acompañar a los sacerdotes durante los mismos, si éstos lo consideran oportuno, y también pueden prepararse para el ministerio de la liberación, bajo la dirección de un sacerdote.

3. El exorcismo es un sacramental, no un sacramento

Según el Catecismo de la Iglesia Católica los sacramentales son los «signos sagrados instituidos por la Iglesia, cuyo fin es preparar a los hombres para recibir el fruto de los sacramentos y santificar las diversas circunstancias de la vida» (número 1677), dentro de los cuales se encuentran los exorcismos, junto con las bendiciones y las consagraciones como los más importantes.

4. No todos los casos que parecen posesiones lo son

Los exorcistas, mediante un examen cuidadoso y de extrema prudencia, deben distinguir entre la verdadera posesión diabólica y los males psiquiátricos, cuyo cuidado pertenece a la ciencia médica, aunque pueden darse ambos a la vez. Por tanto, según el Catecismo (número 1673): «es importante, asegurarse, antes de celebrar el exorcismo, de que se trata de la presencia del Maligno y no de una enfermedad»

5. Los exorcismos reales tienen poco o nada que ver con los que nos muestran las películas de Hollywood

Diversos exorcistas popularmente reconocidos aseguran que la mayoría de las personas creen que en un rito de exorcismo el demonio saldrá volando por una ventana o que todo poseso actúa como puede verse en la película “El exorcista.” El demonio, al ser un ser superior, tiene la capacidad de hacer todo aquello que podamos imaginar, pero, generalmente, los posesos no actúan como estamos acostumbrados a ver en el cine. 

Incluso existen casos que pueden durar años, hasta que una persona quede totalmente librada del demonio.

6. Aunque la persona se encuentre poseída, puede estar en gracia de Dios

La razón y la voluntad de las personas posesas actúan independientemente de lo que ocurre con ellas en los procesos de exorcismos. Dependiendo del caso, habrá ocasiones en las que éstas puedan acercarse a los sacramentos o no, pero en un exorcismo lo que se intenta hacer es expulsar a Satanás del cuerpo de la persona, y no de su alma que puede permanecer en gracia.

7. Dios siempre tiene la última palabra

La acción del maligno en este mundo, por más espanto que pueda causarnos, nunca será mayor que la acción de Dios en nuestras vidas. Si así no fuera, el demonio no se escandalizaría con tan solo escuchar pronunciar el nombre de Jesús. Con su sacrificio en la Cruz, Él ha vencido para siempre al pecado y a la muerte. Creámosle, entonces, cuando nos dice: «En el mundo tendrán tribulaciones, pero ¡ánimo!, yo he vencido al mundo» (Jn 16, 33).

Hoy, celebramos una conquista infinitamente más grande: La Virgen ha ido al paraíso

Ángelus del Papa, 15 de agosto de 2020

En el rezo mariano del Ángelus, el Papa Francisco recuerda, en la fiesta de la Asunción de María al Cielo, el paso de la “pequeña Virgen de Nazaret”.

“Cuando el hombre puso un pie en la Luna, se dijo una frase que se hizo famosa: «Este es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad». De hecho, la humanidad había alcanzado un hito histórico. Pero hoy, en la Asunción de María al Cielo, celebramos una conquista infinitamente más grande. La Virgen ha puesto sus pies en el paraíso: no ha ido solo en Espíritu, sino también con el cuerpo, toda ella. Este paso de la pequeña Virgen de Nazaret ha sido el gran salto de la humanidad”.

El Papa señaló que de nada sirve alcanzar hitos históricos, ir a la Luna si no vivimos como hermanos en la Tierra. En cambio, saber que un ser humano, “que una de nosotros viva en el Cielo con el cuerpo nos da esperanza: entendemos que somos valiosos, destinados a resucitar. Dios no dejará desvanecer nuestro cuerpo en la nada”, afirmó.

La esperanza de los cristianos
¡Con Dios nada se pierde! Exclamó el Pontífice, en María se alcanza la meta y tenemos ante nuestros ojos la razón por la que caminamos: no para conquistar las cosas de aquí abajo, que se desvanecen, aclaró Francisco, sino para conquistar la patria allá arriba, que es para siempre. Y la Virgen es la estrella que nos orienta. Ella, afirmó, como enseña el Concilio, «precede con su luz al peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de consuelo» (Lumen gentium, 68).

María nos guía: la estrella que nos orienta
El Santo Padre recuerda el Evangelio de hoy en el que la Virgen, con sus palabras, nos aconseja, poner a Dios como primera grandeza de la vida.

El Evangelio lo primero que dice es «engrandece mi alma al Señor» (Lc 1, 46), tal vez, dijo el Papa, estamos acostumbrados a escuchar estas palabras, quizá ya no hagamos caso a su significado. Pero la palabra engrandece literalmente significa “hacer grande”, engrandecer, señaló el Pontífice.

“María “engrandece al Señor”: no los problemas, que tampoco le faltaban en ese momento, sino al Señor. ¡Cuántas veces, en cambio, nos dejamos vencer por las dificultades y absorber por los miedos! La Virgen no, porque pone a Dios como primera grandeza de la vida. De aquí surge el Magnificat, de aquí nace la alegría: no de la ausencia de problemas, que antes o después llegan, sino de la presencia de Dios. Porque Dios es grande. Y mira a los pequeños. Nosotros somos su debilidad de amor”.

En su humildad, María se reconoce pequeña y exalta las «maravillas» que el Señor ha hecho en ella: sobre todo el don inesperado de la vida, expresó Francisco, María es virgen y se queda embarazada; y también Isabel, que era anciana, espera un hijo. El Señor “hace maravillas con sus pequeños, con quien no se cree grande, sino que da gran espacio a Dios en la vida. Él extiende su misericordia sobre quien confía en Él y enaltece a los humildes. María alaba a Dios por esto”, exclamó el Papa Francisco.

Cada uno de nosotros, ¿alabamos a Dios?
El Santo Padre nos pregunta a cada uno de nosotros, si no “acordamos de alabar a Dios”, si le damos las gracias por “las maravillas que hace por nosotros, por cada jornada que nos regala, porque nos ama y nos perdona siempre, por su ternura, y por habernos dado a su Madre, por los hermanos y las hermanas que nos pone en el camino, porque nos ha abierto el Cielo”. Si olvidamos el bien, nos recuerda el Papa, el corazón se encoge. En cambio, si recordamos, como María, las maravillas que el Señor realiza, si al menos una vez al día lo magnificamos, entonces damos un gran paso adelante. El corazón se dilatará, la alegría aumentará, afirmó Francisco.

¿Podemos confesarnos durante la Misa?

Los sacerdotes deben promover y favorecer la confesión frecuente

Durante las misas dominicales en los templos donde hay más de un sacerdote, es normal ver cómo mientras uno de ellos celebra la Eucaristía, otro se encuentra en el confesionario recibiendo a los fieles para administrar el sacramento de penitencia. Pero, ¿está permitido hacer eso?

Sobre esta cuestión existen entre los sacerdotes diversas opiniones, tanto en contra como a favor. Pero la Iglesia, a través de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, en el año 2001 respondió de manera oficial. Lo hizo citando la Instrucción Eucharisticum mysterium publicada el 25 de mayo de 1967 que refiere en su numeral 35: “Se procure encarecidamente que los fieles se acostumbren a acudir al sacramento de la Penitencia fuera de la celebración de la Misa, sobre todo en las horas señaladas, de tal manera que su celebración se haga con tranquilidad y con verdadera utilidad de los mismos y no sean estorbados en la participación activa de la misa”.

Ahora bien, esta disposición no prohíbe a los sacerdotes administrar este sacramento en el momento que ellos deseen y crean necesario, sino que sólo se les aconseja animar a sus fieles a acercarse al sacramento fuera de la celebración Eucarística.

Así lo confirma en párrafos posteriores de la citada contestación: “Por otro lado, esta norma en ningún modo prohíbe a los sacerdotes, aparte del que celebra esa Santa Misa, oír las confesiones de los fieles que lo deseen, también en el tiempo de la celebración de la Misa”.

Al contrario, en razón del desinterés que actualmente existe entre algunos fieles de no acudir a este sacramento, con mayor razón se exhorta a los sacerdotes a que promuevan y favorezcan la participación frecuente de la confesión.

Por lo que termina exponiendo: […] “es lícito, durante las Misas solemnes, recibir confesiones, cada vez que se prevé que los fieles pedirán este ministerio. Si se organiza una concelebración, encarecidamente se ruega que algunos sacerdotes se abstengan de la concelebración, de modo que puedan estar disponibles a los fieles que quieran acudir al sacramento de la Penitencia”.

De modo que queda claro que no está prohibido impartir este sacramento al tiempo que se lleva a cabo la celebración Eucarística. Al contrario, se invita a que haya sacerdotes dispuestos a recibir a los fieles que deseen confesarse durante la Misa. Así lo recomienda San Juan Pablo II en su Carta Apostólica Misericordia Dei en su número dos: “En particular, se recomienda la presencia visible de los confesores en los lugares de culto durante los horarios previstos, la adecuación de estos horarios a la situación real de los penitentes y la especial disponibilidad para confesar antes de las Misas y también, para atender a las necesidades de los fieles, durante la celebración de la Santa Misa, si hay otros sacerdotes disponibles”.

¿Qué es la Virtud?

La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien

En griego significa areté. Es una palabra cargada de sentido y de distintos sinónimos, porque el término original griego no tiene una traducción exacta al castellano; es un término “equívoco”, debido a que posee muchos significados. Sin embargo, Keneth Pierce en su obra, La Escalera Espiritual de San Pedro, nos recuerda que areté se traduce a veces como maestría, excelencia, energía, rectitud o fortaleza (p. 113).

En este contexto nos parece fundamental el sentido de Areté para Luis Fernando Figari: «El concepto de señorío de sí y armonía humana, de reconciliación de las facultades del ser humano en el sentido del dominio de sí, juntamente con este trasfondo, me parece que sindican maravillosamente el sentido de virtud, que transciende claramente el aspecto moral para convertirse en una novedosa categoría integral del ser humano, que la tradición chaminadeana ha ligado con el primer nivel del Sistema de Virtudes” (Huellas, Añadir a vuestra fe, virtud I, ob. Cit., p. 3.)

De acuerdo con lo anteriormente expresado, nos parece importante destacar el significado de Areté como maestría o excelencia y señorío de sí mismo y relacionada con un horizonte caballeresco y noble de alguien que en pleno dominio de sus facultades, tanto espirituales como psíquicas y físicas, es capaz de vivir coherentemente según un ideal. Se trata de la unificación de la persona y de su capacidad para orientarse en la vida cotidiana hacia una determinada meta, superando las adversidades. Areté vendría a ser la realización de algo o de alguien según su naturaleza (Pierce, p. 115).

La noción de excelencia está muy ligada a la reconciliación personal, debido a que la areté involucra la recuperación de la unidad personal que implica la reconciliación integral y nos lleva a realizarnos como personas según nuestra naturaleza, para alcanzar el señorío de sí mismo y vivir una existencia buena en la tierra, con la vista fijada en la felicidad eterna. También el concepto Areté aplicado a términos cristianos “es la virtuosidad. El ser humano que se dispone a lograr el señorío sobre sí mismo cooperando con la gracia divina que el Espíritu derrama en los corazones (ver: Rom 5,5), para abrirse plenamente al encuentro de Aquel que infatigable toca a la puerta del corazón esperando a ver quién le abrirá (ver: Ap 3,20). Los silencios son una de nuestras maneras —medio y expresión— de hacer concreta la virtud» . (Huellas, Añadir a la fe, virtud II, ob. Cit., p. 1.)

Piper en su libro Las virtudes fundamentales afirma que” la virtud significa que el hombre es verdadero, tanto en el sentido natural como el sobrenatural. Afirma que la virtud es la elevación del ser en la persona humana, es lo máximo a que puede aspirar el hombre, o sea, la realización de las posibilidades humanas en el aspecto natural y sobrenatural (p. 15). De esta manera, el hombre virtuoso es tal que realiza el bien obedeciendo a sus inclinaciones más íntimas.

Para seguir profundizando en el concepto de virtud veamos la definición del Catecismo de la Iglesia Católica:

«La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas. El objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar a ser semejante a Dios»  (Catecismo de la Iglesia Católica, 1803).

Se trata entonces de avanzar y crecer en virtud, de llevar una vida virtuosa. Santo Tomás dice que la virtud es un “habito que perfecciona al hombre en obrar bien”.  En latín virtud significa virtus: fuerza, poder y capacidad. Aristóteles dice sobre ella que “es lo que hace bueno a quien la posee, y hace que sus obras sean buenas”.  La virtud hace que sea bueno quien la posee, y lo que perfecciona en la verdad como persona libre. (Formación de las virtudes humanas y sociales, p. 31. P. Luis Alfonso Orozco, LC).

La virtud es una cualidad, un hábito operativo bueno de la persona, pero también tiene un opuesto en el vicio. Revisando alguna de las definiciones de la REA; encontramos que vicio es: “Hábito de obrar mal”. O “Defecto o exceso que como propiedad o costumbre tienen algunas personas, o que es común a una colectividad”.

La virtud es además la respuesta de cooperación con la gracia que realiza el hombre para madurar en el camino de la fe. Así que el ser humano va madurando por este camino de la fe hasta la plenitud del amor, núcleo interior de la virtud, para conquistar una calidad humana, abriendo las facultades y potencias a los impulsos de la gracia, para permitir que el Señor Jesús viva en nosotros.
Algunos rasgos que cualifican la virtud, son los siguientes:

-Un dinamismo reconciliador que unifica todas las potencias y facultades del ser humano, otorgándole armonía e integración.

-El señorío de sí, el cual habla de autodominio y autocontrol, para mantener una recta jerarquía y orden de las fuerzas interiores.

-Una grandeza de espíritu referida a la magnanimidad y generosidad del hombre que rige su conducta por ideales y valores elevados.

-El sentido del deber entendido como una conciencia de responsabilidad frente a las metas e ideales que lo lleva más allá de sus propios caprichos y gustos.

-La libertad que lo hace disponible, pues el virtuoso no se ve atado por ideales rastreros y mezquinos; se descubre libre de lo contingente, de lo circunstancial.

-La virtud implica también una lucha heroica en la que se prueba la capacidad de sacrificio, de entrega y de abnegación.

-Nos conduce a la semejanza divina, pues lleva al ser humano a transcender el plano meramente natural y contingente para situarlo, al responder a la gracia, en un horizonte de plenitud sobrenatural.

Pienso (en Dios), luego... existe

«Si es posible que Dios exista, entonces Dios existe». Esta es la conclusión a la que arriba la versión moderna del argumento ontológico que utiliza la lógica modal para reformular el célebre razonamiento de san Anselmo.

Como narra el video, en 1078 San Anselmo de Canterbury introdujo un novedoso y problemático planteo teológico al enunciar que, si puede concebirse la idea de algo cuyo mayor no pueda ser pensado, entonces eso mayor no puede existir solo en el entendimiento sino que tiene que existir realmente. Este enunciado, que puede parecer complejo, nos dice que aquello que nuestro intelecto puede pensar como mayor es la idea de Dios, pero aun concibiendo esta idea que apunta a representar en la mente el concepto de Dios, puede agregarse algo aún mayor que la caracterice como “aquello mayor pensado” y esto es su existencia real. Entonces Dios existe.

¿Y por qué se llama a este argumento “ontológico”? Recibe este nombre porque pretende demostrar la existencia de Dios apelando a lo que Dios es en esencia, y como la ontología es la parte de la filosofía que estudia el ser y sus propiedades, se ha llamado a este razonamiento ontológico. 

Uno de los primeros críticos a este argumento fue santo Tomás de Aquino, quien esgrimió que aunque seamos capaces de concebir intelectualmente el ser más perfecto que se pueda pensar, no implica necesariamente que se pueda dar fuera del entendimiento y que exista en la realidad.

Si bien algunos filósofos posteriores al Doctor Angélico, como Descartes, defendieron el argumento de san Anselmo, la última de las críticas de mayor peso fue la de Immanuel Kant quien sostuvo que la “existencia” no es algo que pueda añadirse a las cualidades del concepto (en este caso la idea de Dios), de modo que un concepto pensado como existente no posee más características esenciales que un concepto simplemente pensado. Así, no puede agregarse la existencia real a la idea de aquello mayor que pueda pensarse y, en consecuencia, no puede deducirse que exista en la realidad.

Sin embargo, en el siglo XX, el filósofo Alvin Plantinga reformuló el razonamiento original al plantear el argumento ontológico modal. ¿Qué es eso de modal? No es más que la aplicación de la lógica modal para comprender el postulado de Anselmo de Canterbury. Pero empecemos por lo primero. La lógica es la rama de la filosofía que estudia las reglas que regulan el correcto funcionamiento de nuestro pensamiento. Existen tres tipos de operaciones fundamentales de la inteligencia: la simple aprehensión, acto por el cual la razón piensa un objeto o esencia; el juicio, cuando se afirma o niega algo de algún objeto; y el razonamiento, por el cual la razón, de dos o más juicios, concluye un tercero. El argumento ontológico es un razonamiento.

La lógica modal analiza los juicios que involucran los operadores modales “es necesario que” y “es posible que”. Por ello, el argumento ontológico modal, como nos muestra el video,  parte del enunciado “es posible que Dios exista” (por eso se agrega el adjetivo modal) y deduce juicios de esta premisa inicial. Para entender cómo procede el razonamiento en sus seis pasos quizás sea importante insistir en la definición de ciertos conceptos clave. En esta versión del argumento ontológico Dios es definido como un ser “Maximamente Grande”, lo que equivale a un ser que tenga plenamente todas las mejores propiedades a tener: omnipotencia, omnisciencia, absoluta bondad; además de ser necesario.

Otro concepto que puede causar ciertas dudas es el de “mundo posible”, que es una forma en que los filósofos prueban racionalmente situaciones hipotética para evaluar si una idea es lógica. Por ejemplo, las ideas del soltero casado o del círculo cuadrado que utiliza el video son ilógicas y no podrían existir en ningún mundo posible.

La idea de Dios no es incoherente, y por lo tanto, podría existir en algún mundo posible. Pero si Dios es el Ser Máximamente Grande que se pueda pensar en un mundo posible aún puede pensarse algo más grande, ¿por qué? Porque si pensamos en un Ser Máximamente Grande en un mundo posible que solo existe en ese mundo no estamos pensando aquello más grande que pueda pensarse. Aún queda algo más grande por ser pensado y es un Ser Máximamente Grande que exista en todos los mundos posibles, y si existe en todos los mundos posibles también existe en el mundo real.

Espero que esta explicación te sea útil para entender este cuestionado argumento y su historia, y te dé un elemento más para una fe que lejos de contradecir la razón, la supone.

El Papa: Presentar nuestra historia al Señor y decir «¡Señor, si puedes… cúrame!

El Papa Francisco dijo este mediodía, que en el Evangelio de hoy, la mujer cananea «nos enseña el coraje de llevar su historia de dolor ante Dios, ante Jesús; de tocar la ternura de Dios, la ternura de Jesús», porque «cada uno de nosotros tiene su propia historia y no siempre es una historia «de exportación», no siempre es una historia limpia».

En su alocución previa al rezo mariano del Ángelus, el Papa recordó que en el Evangelio de hoy, la mujer cananea «nos enseña: el coraje de llevar su historia de dolor ante Dios, ante Jesús; de tocar la ternura de Dios, la ternura de Jesús».

El encuentro de Jesús con una mujer cananea

El Pontífice recordó el Evangelio de este domingo que describe el encuentro entre Jesús y una mujer cananea. Mientras está con sus discípulos alejados de las multitudes, se le acerca una mujer que le implora ayuda para su hija enferma, le suplica a Jesús que tenga piedad de ella.  Al respecto Francisco dijo que este grito, es el grito que nace de una vida marcada por el sufrimiento, por el sentido de impotencia de una madre que ve a la hija atormentada por el mal.

El Santo Padre, describiendo el pasaje, dijo que ante la insistencia de la mujer, Jesús, al principio la ignora, pero a un cierto punto decide ponerla “a prueba citando un proverbio: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». Y la mujer responde enseguida: «Sí, Señor, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos».

«¡Señor, si tu quieres, puedes curarme!»

Al invitar a los fieles a pensar en la propia vida, Francisco afirmó: «Siempre hay cosas malas en una historia, siempre. Vayamos a Jesús, llamemos al corazón de Jesús y digámosle: «¡Señor, si puedes curarme! Y podremos hacerlo si siempre tenemos el rostro de Jesús con nosotros, si entendemos cómo es el corazón de Cristo, cómo es el corazón de Jesús: un corazón que tiene compasión, que trae sobre sí nuestras penas, que trae sobre sí nuestros pecados, nuestros errores, nuestros fracasos». Recordó que Dios «nos ama tal como somos, sin maquillaje: nos ama así. »

Evangelio de bolsillo

Finalmente, el Pontífice exhortó: «Y siempre vuelvo al consejo que les doy: lleven siempre un pequeño Evangelio de bolsillo y lean un pasaje cada día. Y allí encontrarán a Jesús tal como es, tal como se presenta; encontrarán a Jesús que nos ama, que nos ama tanto».

los derechos humanos no son solo individuales, sino también sociales, de los pueblos y de las naciones

“el coronavirus no es la única enfermedad que hay que combatir, sino que la pandemia ha sacado a la luz patologías sociales más amplias”, como “la visión distorsionada de la persona, una mirada que ignora su dignidad y su carácter relacional.”

La pandemia ha puesto de relieve lo vulnerables e interconectados que estamos todos. Si no cuidamos el uno del otro, empezando por los últimos, por los que están más afectados, incluso de la creación, no podemos sanar el mundo”. el loable compromiso “de tantas personas que en estos meses están demostrando el amor humano y cristiano hacia el prójimo, dedicándose a los enfermos poniendo también en riesgo su propia salud: son héroes”.

 “el coronavirus no es la única enfermedad que hay que combatir, sino que la pandemia ha sacado a la luz patologías sociales más amplias”, como “la visión distorsionada de la persona, una mirada que ignora su dignidad y su carácter relacional.”

Una mirada de los otros como objetos, pasa usar y descartar, que “fomenta una cultura del descarte individualista y agresiva, que transforma el ser humano en un bien de consumo”.

Dios  “Él nos ha creado no como objetos, sino como personas amadas y capaces de amar, nos ha creado a su imagen y semejanza”, donando al hombre una dignidad única, invitándolo a vivir en comunión con Dios, en comunión con los hermanos y hermanas, en el respeto de la creación.

La creación es una armonía a la cual estamos llamados a vivir: una armonía que es comunión.

Dar la vida por los demás

El Papa reconoce que en los Evangelios hay un ejemplo de esta mirada individualista: la petición que la madre de Santiago y Juan hace a Jesús para que sus hijos puedan sentarse a la derecha y a la izquierda del nuevo rey (Mt. 20, 20-28).

Frente a esta petición, el Señor propone otro tipo de visión: “la del servicio y del dar la vida por los otros”.

Esta búsqueda de ser superior es un individualismo que destruye la armonía. «La armonía es otra cosa: es el servicio«, subraya el Pontífice

Mirada atenta

Como discípulos de Jesús no queremos ser indiferentes ni individualistas”, y pidió al Señor “que nos dé ojos atentos a los hermanos y a las hermanas, especialmente a aquellos que sufren”, reconociendo la dignidad humana de cada persona, cualquiera sea su raza, lengua, o condición. «La armonía te lleva a reconocer la dignidad humana, aquella armonía creada por Dios«.

La dignidad humana es inalienable

Citando la constitución pastoral Gaudium et spes del Concilio Vaticano II, el papa Francisco recordó que “la dignidad humana es inalienable, porque ha sido creada a imagen de Dios”, fundamento de toda la vida social y determina los principios operativos.

En la cultura moderna, “la referencia más cercana al principio de la dignidad inalienable de la persona es la Declaración Universal de los Derechos Humanos”.

El Papa afirmó que “los derechos no son solo individuales, sino también sociales, de los pueblos y de las naciones”; el ser humano en su dignidad personal es un ser social creado a imagen de Dios Uno y Trino.

Compasión y empatía

Luego, el papa Francisco profundizó sobre las “serias implicaciones sociales, económicas y políticas” que surgen de esta renovada conciencia de la dignidad de todo ser humano, que suscitan un comportamiento de atención, de cuidado y de estupor.

El creyente, contemplando al prójimo como un hermano y no como un extraño, lo mira con compasión y empatía, no con desprecio o enemistad, esforzándose por desarrollar su creatividad y su entusiasmo para resolver los dramas de la historia.

“Mientras trabajamos por la cura de un virus que golpea a todos indistintamente, la fe nos exhorta a comprometernos seria y activamente para contrarrestar la indiferencia delante de las violaciones de la dignidad humana; la fe siempre exige que nos dejemos sanar y convertir de nuestro individualismo, tanto personal como colectivo”

Finalmente, Francisco pidió al Señor que “pueda ‘devolvernos la vista’ para redescubrir qué significa ser miembros de la familia humana”, y para que esta mirada “pueda traducirse en acciones concretas de compasión y respeto para cada persona y de cuidado y custodia para nuestra casa común.”

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