Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel

“Por eso creo – remarcó – que todos los médicos y científicos que se resisten al uso de dióxido de cloro solamente podrán cambiar de parecer si les toca transitar con ellos o con un familiar cercano la evolución que permite, en muy pocos días, el uso de esta sustancia. Sobre todo porque todos los medicamentos que en distintos momentos fueron aprobados para tratar a pacientes covid demostraron que no resuelven muchos casos”.

Finalmente este médico que reside en la ciudad de Querétaro ratificó: “quienes estamos involucrados en COMUSAV vamos documentando todos nuestros casos, para poder realizar una publicación con el máximo nivel de evidencias posible, para que los médicos y colegas científicos, que aún resisten su uso, comiencen a utilizarlo y asi lograr que el beneficio sea mundial. Queremos abrir caminos, siendo muy rigurosos con los procedimientos científicos y haciendo llegar toda la información para salvar la mayor cantidad de vidas que sea posible”.

Desde la ciudad de Querétaro, el médico Manuel Aparicio Alonso, explicó en detalle a Medios y Estrategias el óptimo resultado que vienen logrando en la recuperación de pacientes infectados con Coronavirus, a partir del uso de dióxido de cloro. De acuerdo con el testimonio de este profesional se trata de más de 50 casos, varios de ellos muy graves, más su círculo de contactos estrechos, cuyos tratamientos están siendo documentados íntegramente para acumular evidencia científica que permita ampliar los horizontes a todo el mundo para el uso de esta sustancia que, en muchos círculos médicos, sigue siendo rechazada.

Bartolomé, Santo

Fiesta Litúrgica, 24 de agosto

Apóstol y Mártir

Martirologio Romano: Fiesta de san Bartolomé, apóstol, al que generalmente se identifica con Natanael. Nacido en Caná de Galilea, fue presentado por Felipe a Cristo Jesús en las cercanías del Jordán, donde el Señor le invitó a seguirle y lo agregó a los Doce. Después de la Ascensión del Señor, es tradición que predicó el Evangelio en la India y que allí fue coronado con el martirio (s. I)

Etimológicamente: Bartolomé = hijo de Tolomé” (Bar =hijo. Tolomé = “cultivador y luchador”).. Viene de la lengua hebrea.

Breve Biografía

A este santo (que fue uno de los doce apóstoles de Jesús) lo pintaban los antiguos con la piel en sus brazos como quien lleva un abrigo, porque la tradición cuenta que su martirio consistió en que le arrancaron la piel de su cuerpo, estando él aún vivo.

Parece que Bartolomé es un sobrenombre o segundo nombre que le fue añadido a su antiguo nombre que era Natanael (que significa "regalo de Dios") Muchos autores creen que el personaje que el evangelista San Juan llama Natanael, es el mismo que otros evangelistas llaman Bartolomé. Porque San Mateo, San Lucas y San Marcos cuando nombran al apóstol Felipe, le colocan como compañero de Felipe a Natanael.

El encuentro más grande de su vida.

El día en que Natanael o Bartolomé se encontró por primera vez a Jesús fue para toda su vida una fecha memorable, totalmente inolvidable. El evangelio de San Juan la narra de la siguiente manera: "Jesús se encontró a Felipe y le dijo: "Sígueme".

Felipe se encontró a Natanael y le dijo: "Hemos encontrado a aquél a quien anunciaron Moisés y los profetas. Es Jesús de Nazaret". Natanael le respondió: " ¿Es que de Nazaret puede salir algo bueno?" Felipe le dijo: "Ven y verás". Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: "Ahí tienen a un israelita de verdad, en quien no hay engaño" Natanael le preguntó: "¿Desde cuando me conoces?" Le respondió Jesús: "antes de que Felipe te llamara, cuando tú estabas allá debajo del árbol, yo te vi". Le respondió Natanael: "Maestro, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel". Jesús le contestó: "Por haber dicho que te vi debajo del árbol, ¿crees? Te aseguró que verás a los ángeles del cielo bajar y subir alrededor del Hijo del Hombre." (Jn. 1,43 ).
Felipe, lo primero que hizo al experimentar el enorme gozo de ser discípulo de Jesús fue ir a invitar a un gran amigo a que se hiciera también seguidor de tan excelente maestro. Era una antorcha que encendía a otra antorcha. Pero nuestro santo al oír que Jesús era de Nazaret (aunque no era de ese pueblo sino de Belén, pero la gente creía que había nacido allí) se extrañó, porque aquél era uno de los más pequeños e ignorados pueblecitos del país, que ni siquiera aparecía en los mapas. Felipe no le discutió a su pregunta pesimista sino solamente le hizo una propuesta: "¡Ven y verás que gran profeta es!"

Una revelación que lo convenció.

Y tan pronto como Jesús vio que nuestro santo se le acercaba, dijo de él un elogio que cualquiera de nosotros envidiaría: "Este si que es un verdadero israelita, en el cual no hay engaño". El joven discípulo se admira y le pregunta desde cuándo lo conoce , y el Divino Maestro le añade algo que le va a conmover: "Allá, debajo de un árbol estabas pensando qué sería de tu vida futura. Pensabas: ¿Qué querrá Dios que yo sea y que yo haga? Cuando estabas allá en esos pensamientos, yo te estaba observando y viendo lo que pensabas". Aquélla revelación lo impresionó profundamente y lo convenció de que este sí era un verdadero profeta y un gran amigo de Dios y emocionado exclamó: "¡Maestro, Tú eres el hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel! ¡Maravillosa proclamación! Probablemente estaba meditando muy seriamente allá abajo del árbol y pidiéndole a Dios que le iluminara lo que debía de hacer en el futuro, y ahora viene Jesús a decirle que El leyó sus pensamientos.

Esto lo convenció de que se hallaba ante un verdadero profeta, un hombre de Dios que hasta leía los pensamientos. Y el Redentor le añadió una noticia muy halagadora. Los israelitas se sabían de memoria la historia de su antepasado Jacob, el cuál una noche, desterrado de su casa, se durmió junto a un árbol y vio una escalera que unía la tierra con el cielo y montones de ángeles que bajaban y subían por esa escalera misteriosa. Jesús explica a su nuevo amigo que un día verá a esos mismos ángeles rodear al Hijo del Hombre, a ese salvador del mundo, y acompañarlo, al subir glorioso a las alturas.


Desde entonces nuestro santo fue un discípulo incondicional de este enviado de Dios, Cristo Jesús que tenía poderes y sabiduría del todo sobrenaturales. Con los otros 11 apóstoles presenció los admirables milagros de Jesús, oyó sus sublimes enseñanzas y recibió el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego.
El libro muy antiguo, y muy venerado, llamado el Martirologio Romano, resume así la vida posterior del santo de hoy: "San Bartolomé predicó el evangelio en la India. Después pasó a Armenia y allí convirtió a muchas gentes. Los enemigos de nuestra religión lo martirizaron quitándole la piel, y después le cortaron la cabeza".

Para San Bartolomé, como para nosotros, la santidad no se basa en hacer milagros, ni en deslumbrar a otros con hazañas extraordinarias, sino en dedicar la vida a amar a Dios, a hacer conocer y amar mas a Jesucristo, y a propagar su santa religión, y en tener una constante caridad con los demás y tratar de hacer a todos el mayor bien posible.

Oración

Oh, Dios omnipotente y eterno, que hiciste este día tan venerable día con la festividad de tu Apóstol San Bartolomé, concede a tu Iglesia amar lo que el creyó, y predicar lo que él enseñó. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén

¡Felicidades a los Bartolomés!

Encuentros que cambian la vida

Santo Evangelio según san Juan 1, 45-51. Lunes XXI del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, hoy estoy en tu presencia y quiero recordar ese momento en el cual me llamaste a servirte. Dame la gracia de que seas mi ayuda en cada momento y que sea capaz de encontrarme contigo por medio de esta oración.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 1, 45-51

En aquel tiempo, Felipe se encontró con Natanael y le dijo: “Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en la ley y también los profetas. Es Jesús de Nazaret, el hijo de José”. Natanael replicó: “¿Acaso puede salir de Nazaret algo bueno?” Felipe le contestó: “Ven y lo verás”.

Cuando Jesús vio que Natanael se acercaba, dijo: “Éste es un verdadero israelita en el que no hay doblez”. Natanael le preguntó: “¿De dónde me conoces?” Jesús le respondió: “Antes de que Felipe te llamara, te vi cuando estabas debajo de la higuera”. Respondió Natanael: “Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel”. Jesús le contestó: “Tú crees, porque te he dicho que te vi debajo de la higuera. Mayores cosas has de ver”. Después añadió: “Yo les aseguro que verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

El Evangelio del día de hoy nos presenta a Cristo que quiere encontrarse con Natanael. ¡Qué grande es el amor del Maestro que sale al encuentro! Detengámonos a pensar cuántas veces en nuestra vida hemos tenido diferentes encuentros, pero pocos de ellos nos han marcado la existencia.

El encuentro de Cristo cambia de manera radical la vida de Natanael. Incluso llega a lo profundo de su corazón y lo transforma porque se ve interpelado por el Amor. Siempre puede causarnos curiosidad saber cómo vio Cristo a Natanael debajo de la higuera. Podemos pensar que fue una mirada llena de Amor. Cristo así quiere manifestarnos, desde el primer encuentro, ese Amor personal con el cual nos ama.

Vale la pena recordar esos momentos en los cuales Dios toca nuestro corazón, porque son ellos los tesoros que nos hacen caminar, incluso en momentos de dificultad. Sigamos a Dios con alegría de saber que Él siempre está cerca para guiarnos.

«La kénosis [vaciamiento de la voluntad para aceptar la voluntad de Dios] de Cristo no es cosa del pasado sino garantía presente para sentir y descubrir su presencia actuante en la historia. Presencia que no podemos ni queremos callar porque sabemos y hemos experimentado que solo Él es “Camino, Verdad y Vida”. La kénosis de Cristo nos recuerda que Dios salva en la historia, en la vida de cada hombre, que esta es también su propia historia y allí nos sale al encuentro. Es importante, hermanos, que no tengamos miedo de acercarnos y tocar las heridas de nuestra gente, que también son heridas nuestras y esto hacerlo al estilo del Señor».

(Discurso de S.S. Francisco, 24 de enero de 2019).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Dame la oportunidad de caminar contigo, Señor, desde el primer momento que me llames. Que sea generoso mi corazón para seguir llevando tu nombre a mis hermanos, y que toda mi fuerza apostólica sea la experiencia de Amor que he hecho de ti.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy voy a proponerme hacer una visita al Santísimo pidiendo a Dios que siga llamando apóstoles a su Iglesia.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Bartolomé

Su sencillez, falta de doblez y engaño, fue la base humana que permitió que bastase una sola conversación para que creyera

Bartolomé o Natanael

¿Por qué se cita a este apóstol con dos nombres tan distintos como Natanael y Bartolomé? Es posible que sea cuestión de poca importancia, ya que era frecuente entonces, y aún lo es hoy, tener dos nombres, pero es posible que revele algo de la personalidad de este apóstol su dualidad onomástica.

Algún autor antiguo llega a decir que se trata de dos personas distintas, e incluso afirma que Natanael no siguió como discípulo de Jesús y por eso le sustituye Bartolomé. Pero la mayoría ve una persona con dos nombres distintos, o mejor aún con un nombre propio que sería Natanael y el marcado por su filiación: hijo de Tolmai. Esta última forma es muy frecuente en Israel como se ve en Bartimeo, Barsabás, Barjonas y otros. Según el uso nuestro de identificar a la persona con nombre y apellido, diríamos que se llamaba Natanael Bartolomé.

La disquisición parece banal, pero puede no serlo, pues nos indica un aspecto de la personalidad del sexto apóstol: era israelita por los cuatro costados, no como su amigo Felipe, o como Andrés, que tienen nombres griegos. Con el nombre de Natanael recuerda al gran profeta Natán tan cercano a David, también profeta además de ungido y rey. Si se sentía tan orgulloso de sus raíces en el pueblo de Dios, es natural pensar que también viviera a fondo su fe con la mayor coherencia posible, de un modo muy estricto. La conversación posterior con Jesús así lo indica. Luego algo nos revelan los nombres de este elegido de Dios.

Los datos de la tradición sobre su vida posterior a la que vivió con Jesús hasta la muerte son algo inciertos -como los de la mayoría-. Esto es lógico ya que vivieron en lugares donde la fe aún estaba en los comienzos; más aún si sabemos que acabaron la vida de modo violento. Bartolomé parece que evangelizó Arabia y sobre todo Armenia, quizá hizo un avance hacia Persia, e incluso se nombra la India, aunque parece menos probable. Se acepta su muerte violenta con un acento particularmente cruel, pues se le arrancó la piel todavía vivo. Parece ser que en Persia estaba en uso esta pena de muerte de desollar a los condenados. Afamados artistas así lo representan. Otras tradiciones hablan, sin embargo, de una muerte natural. Poco más importa decir, pues mártir quiere decir testigo y, tanto si murió violentamente por la fe, como si no, fue testigo fiel de ese Jesús que encontró un día gracias al entusiasmo de su amigo Felipe.

Caná y Nazaret

Natanael era de Caná de Galilea. Este hecho también puede parecer de poca importancia, pero no es así, no sólo porque en Caná realice Jesús su primer milagro de convertir el agua en vino santificando el matrimonio, sino porque Caná estaba muy cerca de Nazaret. En dirección al lago de Genesaret se pasaba por Caná con poco tiempo de camino. Eran poblaciones vecinas, poco pobladas y poco importantes, tanto por su situación geográfica -no las cruzaban las mayores vías de comunicación-, como por los hechos históricos sucedidos en ellas -nada destacable había pasado allí-; eran lugares para vivir gente sencilla, y nada más.

Lo cierto es que cuando Felipe anuncia a Jesús con entusiasmo dice que es natural de Nazaret: "Hemos encontrado a aquel de quien escribieron Moisés en la Ley, y los profetas: Jesús de Nazaret, el hijo de José". La reacción de Natanael es similar a la de los convecinos de Jesús en Nazaret pero con la variante de la rivalidad de los pueblos, pues dice: "¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?" ; es como si fuese difícil creer en un vecino desconocido, o conocido muy superficialmente, como el Mesías anunciado por la Torá (ley) y los Nebiim (profetas). Una vez más parece que se va a repetir aquello de que nadie es profeta en su tierra y entre los suyos, al no dar crédito a lo extraordinario por la afinidad familiar, aunque se den pruebas más que suficientes.

Otra cuestión se añade a la primera resistencia del futuro apóstol, pues es muy frecuente que entre las poblaciones vecinas se dé una cierta enemistad, más que rivalidad. ¿Fue este el motivo de la expresión medio incrédula, medio burlona de Bartolomé? No lo sabemos, pero es probable que algo influyese en su ánimo esta cuestión.

Pero la respuesta puede tener más calado y mayor calibre; la podemos enunciar así: “¿Pero, no conoces tú, mi buen y entusiasta amigo Felipe, que el Mesías debe nacer en Belén como profetizó Miqueas?, ¿te has dejado engañar por los deseos viendo lo que quieres ver? ¿no te das cuenta de que tenemos que ser más reflexivos, nosotros que tenemos un conocimiento de la Escritura mayor que la de los hombres buenos, pero rudos? Además, ¿no eran unos pescadores de Betsaida los que te han dicho eso? ¿acaso no te acuerdas de algunos que han dicho entre ellos mismos que eran el Mesías y todo ha acabado en rebeliones, sangre y nada más?. Amigo Felipe, no nos dejemos engañar por el primer entusiasta que nos diga algo, que es cuestión seria". Felipe escucha las razones de su sesudo amigo y se queda sin palabras, "es lógico todo lo que dice Natanael, pero él no lo ha visto, ni tiene la impresión que yo tengo en el corazón; tiene que verlo, pues es un hombre recto". Lo cierto es que respondió: "Ven y verás" . Es difícil encontrar una razón más atinada para el apostolado: colócate delante de Jesús y decide si crees o no.

Un verdadero israelita

Natanael accede a la invitación de Felipe y se dirige hacia ese hombre de Nazaret que presuntamente es el Mesías. Muchos pensamientos se entrecruzan en su cabeza cuando va a su encuentro. Uno parece claro: debía tener el ánimo dispuesto y vigilante, no quiere ser engañado por un embaucador, pero, ¿y si realmente era el enviado del Señor, pues desde luego era el tiempo profetizado por Daniel?. Podemos imaginarlo algo envarado y con toda la atención dispuesta ante el encuentro tan vivamente recomendado por Felipe.

Cuando se colocó delante de Jesús, le miró con detenimiento. Sí, realmente le había visto, tiene un aspecto serio y responsable, pero... era un hombre normal. Nada del aspecto de Jesús llevaba a suponer en él algo extraordinario, aunque esa mirada era tan penetrante, que parecía que me conoce; es posible, pues somos vecinos, pero hablemos, que es el mejor modo de entendernos, piensa Natanael.

La conversación revela mucho la personalidad de Natanael Bartolomé. Tiene algo de sorprendente por lo rápido que Jesús entra el materia. Tras este diálogo, aquel hombre nada bien dispuesto vio a Jesús como el Mesías y creyó en él. Pero detengámonos en el comienzo.

"Vio Jesús a Natanael que venía y dijo: he aquí un verdadero israelita en quien no hay doblez". Las palabras son directas y pondrían un poco en guardia a Natanael, ¿cómo no pensar que eran un halago para captar su buena voluntad? Después comprobará que no es así, sino que realmente le conoce, pero de entrada la desconfianza es comprensible. Fijemos un momento la atención en saber qué es un "verdadero israelita" y así conoceremos a este discípulo nada crédulo, y nada fácil.

Un verdadero israelita significa un hombre justo que conoce la Ley y los profetas y cumple en conciencia los mandatos de Dios. Conviene tener en cuenta que en aquellos momentos existían en Israel diversos grupos según el modo de vivir la Ley.

Estaban los saduceos, cuya interpretación de la Ley era laxa en la moral y con muchas incorrecciones en la doctrina, como no creer en el ángeles, en la resurrección y quizá en la inmortalidad del alma. No parece que Natanael se contase entre los de este grupo, pues no sería el verdadero israelita alabado por Jesús. También estaban los esenios, que eran una secta muy pequeña y rigorista, quizá una derivación de los pitagóricos con elementos de la religión judía. Se separaban de los demás y los criticaban duramente; esperaban un pronto final del mundo. Tampoco parece que Natanael perteneciese a este grupo. Estaban, por fin, los fariseos que se declaraban los más fieles cumplidores de la Ley. No eran sacerdotes ni levitas, pero eran como maestros para el pueblo. Jesús dirá al pueblo que hagan lo que dicen, luego no era mala su interpretación; pero más tarde denunciará su hipocresía y orgullo. Quizá Natanael estaba muy influido por los fariseos, pero me parece que no estaba adscrito a ningún grupo, sino que era un hombre independiente que seguía su conciencia y la Ley de un modo docto y honrado. De hecho, en la Escritura se habla de los "pobres de Yavé" como aquellos que esperan con sinceridad de corazón la venida del Mesías. Entre éstos podemos contar en primer lugar a la Virgen Santa, a Juan el Bautista, Simeón, Ana de Fanuel y muchas personas sinceras y nobles como siempre han existido en el mundo y que no necesitan estar adscritos a ningún movimiento para tener el alma puesta en Dios. Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica forman "el Pueblo de los "pobres", los humildes y los mansos, totalmente entregados a los designios misteriosos de Dios, los que esperan la justicia, no de los hombres, sino del Mesías, todo es, finalmente, la gran obra de la Misión escondida del Espíritu Santo durante el tiempo de las promesas para preparar la venida de Cristo. Esta es la calidad de corazón del Pueblo, purificado e iluminado por el Espíritu que se expresa en los salmos. En estos pobres, Él prepara para el Señor "un pueblo bien dispuesto" . Pienso que Natanael Bartolomé era uno de ellos.

Hombre sin doblez

El saludo de Jesús a Natanael llamándole "verdadero israelita" va seguido de una apreciación de su carácter que conviene considerar con detenimiento, pues Jesús le valora muy positivamente. Le dice que en él "no hay doblez", es un hombre cabal; pero insistiendo en una virtud concreta: la sencillez, la sinceridad, la nobleza. Podía haber hecho referencia a la fortaleza, a la valentía, a la generosidad o a cualquier otra virtud, que muy posiblemente también poseía aquel hombre de una pieza, pero Jesús insiste en señalarle como un hombre sin doblez. ¿Por qué lo hizo así?

Cristo habla a un hombre conocedor de la Ley y los Profetas y que, por tanto, hace suyas muchos modos de decir de la Escritura, además de las verdades que expresan, pues es pródiga en hablar del corazón como lo íntimo. Veamos algunas expresiones que hacen referencia al corazón y la doblez:"No tendrán acceso a Dios los dobles de corazón" dice el Eclesiastés, añadiendo algo más adelante que los anteriormente señalados "caminan por dobles caminos", tienen una lengua con doblez, viperina diríamos nosotros. A los de ánimo doble les conmina Santiago que "purifiquen su corazón" según lo que indica la Escritura con fuerte expresión: "odio a los dobles de corazón", es más, "Dios abomina al hombre doloso" .

La palabra doblez es la traducción castellana habitual, pero la neovulgata dice más bien dolus, que tiene versión directa en dolo, es decir, engaño. El salmo 31 dice: "Bienaventurado el varón que no tiene pecado ante Dios, ni hay en su espíritu dolo" , engaño, doblez o mentira, y "dispersará a los labios engañosos". Podríamos seguir, pero basten estas muestras para saber que un verdadero israelita valoraría la falta de dolo y doblez en un cumplidor de la Ley.

Es curioso observar la distinción entre corazón malo y corazón doloso o doble. Ciertamente el corazón malo es reprobable, pero el doble y engañoso tiene el matiz hipócrita de ser malo y simular la bondad. Aquí radica su peculiar mal y su difícil curación. Ya vimos en el apartado anterior la doblez de la actitud farisaica que proclama cosas buenas, pero hace cosas peores, por la torcida intención de querer ser vistos y alabados por los hombres. Muy distinto es actuar ante Dios sin tapujos, pues no es posible engañarle. Parece una actitud un poco loca para un creyente, pues de Dios nadie se burla, pero sería una ingenuidad desconocer la fuerza del orgullo y la vanidad, y pensar que no se da con frecuencia este defecto precisamente en los que la gente llama buenos, y quizá lo son en parte.

La sencillez y la nobleza nacen de una humildad asimilada, pensada e iluminada por el mismo Dios. Muchos santos han enseñado lo que dice Santa Teresa recordando su vida anterior llena de imperfección: "Me pesaba mucho de que me tuviesen en buena opinión" . Y san Gregorio Magno -gran maestro de moral y vida espiritual- dice: "Hay algunos, en efecto, a quienes les falta la sencillez en las buenas obras que realizan, porque no buscan la retribución espiritual, sino el aplauso de los hombres: Por esto dice con razón uno de los libros sapienciales: ¡Ay del hombre que va por dos caminos".

La doblez de corazón lleva a la formación de personalidades complicadas y retorcidas. No saben expresar el fondo de sus corazones, y se manifiestan de modo oscuro, raro, difícil, distante, frío. Peor es la situación de los que sí saben expresar el fondo de sus almas y no lo hacen, pues tienen mayor malicia y retorcimiento en su corazón. Su confusión es buscada, rebuscada en muchos casos. De esa mala concepción es fácil que nazcan monstruos que, en determinadas circunstancias, pueden llegar a ser fríamente malvados.

Bartolomé no era de esos sino que era un hombre recto. Es cierto que en ocasiones algunos hombres rectos por excesiva rigidez se vuelven inflexibles y fanáticos. Se fijan en la verdad y olvidan la caridad con las personas. Es un peligro. Pero mayor peligro es no amar la verdad, y tampoco a las personas. El futuro apóstol conocía bien el doble comportamiento de muchos de sus compatriotas. Es muy posible que sintiese pena cuando, tiempo más tarde, escuche a algunos que dirigiéndose a Jesús le dicen: Maestro, "sabemos que eres veraz, y enseñas el camino de Dios conforme a la pura verdad" . Tras prometedoras palabras escondían una pregunta capciosa con el ánimo de destrozar el prestigio del Maestro al que acaban de alabar. El beato Josemaría comenta esta escena con una exclamación dolorida: "Nunca acabo de sorprenderme ante este cinismo. Se mueven con la intención de retorcer las palabras de Jesús Señor Nuestro, de tomarle en algún descuido y, en lugar de exponer llanamente lo que ellos consideraban como un nudo insoluble, intentan aturdir al Maestro con alabanzas que sólo deberían salir de labios adictos, de corazones rectos" .

Jesús no pedirá virtudes extraordinarias previas ni a sus discípulos, ni a los apóstoles, ni a ninguno que se le acerque; pero exige sencillez y sinceridad. La nobleza y la humildad de un corazón sin excesivas complicaciones pueden servir como un barro dócil en manos del alfarero, y Dios -artista divino- podrá modelar el alma dócil en una auténtica obra de arte. Pero si es doble, duro, orgulloso y falso, la propia malicia hace vana la acción de Dios.

El pecado de los fariseos no consistía en no ver en Cristo a Dios, sino en encerrarse voluntariamente en sí mismos; en no tolerar que Jesús, que es la luz, les abriera los ojos. Y por contraste "entre los que no conocen a Cristo hay muchos hombres honrados que, por elemental miramiento, saben comportarse delicadamente: son sinceros, cordiales, educados. Si ellos y nosotros no nos oponemos a que Cristo cure la ceguera que todavía queda en nuestros ojos, si permitimos que el Señor nos aplique ese lodo que, en sus manos, se convierte en colirio más eficaz, percibiremos las realidades terrenas y vislumbraremos las eternas con una luz nueva, con la luz de la fe: habremos adquirido una mirada limpia".

La sencillez de Natanael, su falta de doblez y engaño, fue la base humana que permitió que bastase una sola conversación para que creyera. Tiene la mirada limpia, y las nubes de la desconfianza y el desconocimiento se disipan con facilidad ante la luz; cosa que sería imposible si estuviese dentro de una cueva sin mirar hacia fuera y sin poder ver como el sol disipa brumas y nieblas.

Buena cosa es recomendar esa sencillez, hija de la humildad y alejada de la ingenuidad y, más aún, del doble fondo en el alma. Jesucristo aconsejará a los suyos que sean "prudentes como serpientes y sencillos como palomas". Los cristianos "han de ser cautos para no dejarse engañar por el mal, para reconocer a los lobos disfrazados de corderos, para distinguir a los falsos de los verdaderos profetas, y para no dejar pasar una ocasión de anunciar el Evangelio y de hacer el bien. Han de ser a la vez sencillos, porque sólo quien es así puede ganarse el corazón de todos. Sin sencillez, la prudencia se convertirá fácilmente en astucia ". Es la primera catequesis de Jesús: un hijo de Dios será un hombre sincero.

"Cuando estabas debajo de la higuera yo te vi"

La imprevista alabanza de Jesús debió desconcertar sensiblemente a Natanael, pero reacciona con prontitud. No quiere ser embaucado y sí llegar al fondo de la verdad. Ni se atemoriza, ni le impresiona demasiado el buen juicio que acaba de recibir. Y, dirigiéndose a Jesús, le dice: "¿De qué me conoces?". Las palabras que acaba de oír revelan un conocimiento suficiente, un tanto espontáneo, pero nada superficial; es posible que le conociese a través del testimonio de Felipe, o de algún otro, pues directamente no le consta, aunque las palabras de aquel Maestro dan la impresión de un conocimiento mayor.

"Respondió Jesús y le dijo: Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, yo te vi".

Natanael experimenta un sobresalto al escuchar estas palabras. La tensión y la atención con que acudía a la cita con el pretendido Mesías era grande. La primeras palabras acentúan esa vigilancia. Pero ahora una cascada de pensamientos cae sobre su mente."Yo te vi" me ha dicho, y no me conoce de nada, según parece. Además, ha añadido que ese conocimiento es anterior al de mi amigo Felipe. Y, sobre todo, ha hablado de un dato concreto "cuando estabas debajo de la higuera". Sí que recordaba aquel momento, pero estaba sólo con sus pensamientos, en un lugar tranquilo. ¿Quién puede penetrar en el interior de un hombre sin que éste lo revele de algún modo?.

Sólo Dios conoce lo íntimo del corazón.

El hecho de la higuera impresionó fuertemente al futuro apóstol. ¿Qué pensaba en aquel momento?. No debía ser una cuestión baladí. Seguro que se trataba de algo importante. Quizá pensaba en las profecías que anunciaban como inminente la venida del Mesías; es más, apurando los cálculos ya debía haber venido naciendo en Belén de Judá. O quizá reflexionaba sobre la paciencia de Dios con los pecados de los hombres merecedores de castigo, como dirá tiempo después Saulo de Tarso . Es posible que meditase sobre el sentido de su vida y sintiese que Dios le pedía más, sin saber exactamente qué. Cuando Natanael se da cuenta de que Jesús conoce sus pensamientos se sobresalta, hasta el punto de que él -un hombre cerebral y prudente-, exclama: "Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel".

La declaración de fe de Natanael es clara y explícita: cree en Jesús como Mesías que posee las características de Hijo de Dios y de Rey de Israel, según dicen las Escrituras. Pero ese acto de fe, que después le llevará a la entrega total de su vida, se origina cuando percibe que ha sido visto y escuchado por Dios en un momento especial de su vida: cuando estaba debajo de la higuera un día concreto.

Natanael sabe que Dios ve y conoce todo, pero escucharlo de una manera tan directa es una impresión fuerte que pide una respuesta de fe y entrega total. Su conocimiento de la Palabra de Dios se hace vivo y palpable. Conoce la universalidad de la ciencia divina: "antes que fueran creadas todas las cosas ya las conocía Él, y lo mismo las conoce después de acabadas". Ese conocimiento llega hasta los detalles más insignificantes: "Él cuenta el número de las estrellas y llama a cada una por su nombre"; incluso los animales: "Yo conozco a todos los pájaros del cielo"; y, de un modo especial, a los hombres y su intimidad pues Dios "escudriña los corazones" y "penetra todos los designios y todos los pensamientos". Es más, este conocimiento de la intimidad del hombre es exclusivo de Dios, y no participan de él ni otros hombres, ni los ángeles, si Dios no lo revela:"Tú solo escudriñas el corazón de todos los hijos de los hombres". Con esta convicción en el corazón es lógico tanto el sobresalto de Natananel, como su fe y entrega posterior.

Santo Tomás de Aquino, comentando las palabras de la epístola a los Hebreos (4,13): "todas las cosas están desnudas y descubiertas a los ojos de Dios", dice: "Todo lo ve, incluso los pensamientos y los secretos de la voluntad. De aquí que también a los hombres de manera especial, les alcanza la necesidad de obrar bien, porque todo lo que piensan y hacen está patente a la mirada divina". Natanael, como hombre recto y sin doblez, actúa con esa coherencia que tantas veces falta a los seres humanos.

Pero hay un matiz que conviene considerar. Natanael experimenta de un modo personal la mirada divina. Se da cuenta de que él no es uno más entre los millones de hombres que viven y mueren en el mundo, sino alguien escuchado por Dios. Ahora su vida ya es otra, y él puede ver con los ojos de Dios; se ve a sí mismo de otra manera; se ve como Dios le ve, se ve solo ante el Mesías. Su respuesta es consecuencia lógica, aunque sobrenatural.

Verás los cielos abiertos

Bartolomé es el primero que hace un acto de fe explícito y claro en Jesucristo como Rey de Israel y como Hijo de Dios. Jesús se alegró al descubrir su fe y su entusiasmo. Las palabras que cierran aquel inolvidable encuentro son una joya que conviene meditar.

"Contestó Jesús: ¿porque te he dicho que te vi bajo la higuera crees? En verdad, en verdad os digo que veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar en torno al Hijo del Hombre".

La solemnidad de las palabras del Señor es notoria al repetir "en verdad" dos veces. Con frecuencia las utilizará Jesús cuando quiere decir algo importante, como reforzando la fuerza de su palabra. Ahora evoca un texto de Daniel sobre el Mesías. llamado Hijo del Hombre, cuando tras la explicación al rey Baltasar de la visión de los cuatro vientos y las cuatro bestias le aclara que significan cuatro reinos, y al final concluye: "Yo estaba, pues observando durante la visión nocturna, y he aquí que venía entre nubes del cielo uno que parecía Hijo de hombre; quien se adelantó hacia el anciano de días y le presentaron ante él. Y le dio éste la potestad, el honor y el reino; y todos los pueblos, tribus y lenguas le servirán a él: la potestad suya es potestad eterna que no le será quitada, y su reino es indestructible".

Jesús habla de cosas conocidas por los buenos israelitas, y en concreto por Natanael. ¿Era este texto el que meditaba debajo de la higuera? Es muy posible. Lo cierto es que Jesús le dice con claridad que efectivamente es el Mesías esperado, y que su reinado tiene las características profetizadas por Isaías: espiritual, indestructible, universal, con potestad eterna; es decir, muy distinto de los reinos de la tierra.

El reinado de Cristo va a ser una de los temas más difíciles de entender por parte de los judíos, de los mismos apóstoles y de las sucesivas generaciones, al menos en parte. Muchos discípulos se separan del Maestro cuando no quiere aceptar el reinado después de la multiplicación de los panes. La acusación con que le llevan a los romanos es que se hace rey, y así consta en la tablilla acusatoria colgada a la cruz: Jesús Nazareno rey de los judíos. Jesús aclara una y otra vez que su reino no es de este mundo, pero nunca deja de decir que efectivamente tiene el poder de rey universal, es decir el poder pleno. Algunos discípulos presentes durante la Ascensión a los cielos le preguntan si es entonces cuando va instaurar el reino mesiánico, y Jesús responde subiendo al cielo.

Ser rey significa tener poder y autoridad para mandar y regir, para dar leyes y gobernar, para conducir al pueblo a la justicia y la paz, para superar las injusticias, ayudar al pobre y corregir al desaprensivo. El reino de Dios debe ser un reino de amor, justicia, verdad y libertad máximos. Todos los reyes de la tierra reciben su poder de Dios, y se les debe obedecer en las materias justas; no es lo suyo un mandato arbitrario para el propio beneficio. Eso sería un abuso. El Reino de Dios en la tierra debe ser un reino perfecto, como perfecto es Dios. Entonces.... ¿por qué Jesús no toma los signos externos de poder? Sólo cabe una explicación: quiere reinar en las almas, y a través de ellas transmitir su justicia, su amor, y su paz a toda sociedad. No quiere quitar la libertad y la autonomía a los hombres. Cada hombre, cada pueblo, cada civilización deben merecer la paz, la justicia y la libertad. Así quiere reinar Cristo en el mundo antes del Juicio final. Si los hombres son fieles a su doctrina y a su gracia, el mundo será un paraíso anticipado, al menos en parte. Si los hombres no dejan que Cristo reine en sus almas y en la sociedad, se llenarán de injusticias y dolores con raíces tan profundas como sus pecados.

"Intentan algunos construir la paz en el mundo, sin poner amor de Dios en sus propios corazones, sin servir por amor de Dios a las criaturas. ¿Cómo será posible efectuar, de ese modo, una misión de paz? La paz de Cristo es la del reino de Cristo; y el reino de nuestro Señor ha de cimentarse en el deseo de santidad, en la disposición humilde para recibir la gracia, en una esforzada acción de justicia, en un divino derroche de amor".

"Esto es realizable, no es un sueño inútil. ¡Si los hombres nos decidiésemos a albergar en nuestros corazones el amor de Dios! Cristo Señor Nuestro, fue crucificado y, desde la altura de la Cruz, redimió al mundo, restableciendo la paz entre Dios y los hombres. Jesucristo recuerda a todos: et ego si exaltatus fuero a terra, omnia traham ad meipsum, si vosotros me colocáis en la cumbre de todas las actividades de la tierra, cumpliendo el deber de cada momento, siendo mi testimonio en lo que parece grande y en lo que parece pequeño, omnia traham ad meipsum, todo lo atraeré hacia mí. ¡Mi reino entre vosotros será una realidad!" .

Natanael creyó que Jesús era el Mesías rey esperado y vio lo esencial del reinado de Jesús. Ahora lo ve desde el cielo. Al final de los tiempos lo verá plenamente realizado cuando Cristo sea "todo en todas las cosas" y "el último enemigo que es la muerte" haya sido definitivamente vencido.

Ver a Jesús en el rostro del pobre

Ángelus del Papa, 23 de agosto de 2020

Al comentar el Evangelio del XXI domingo del tiempo ordinario – San Mateo, capítulo 16, versículos del 13 al 20 – y que presenta el momento en el que Pedro profesa su fe en el Señor como Mesías e Hijo de Dios, el Papa comenzó explicando que el mismo Jesús provoca esta confesión mediante un camino de educación de su fe, que comienza con una pregunta dirigida a los Apóstoles: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?”. A lo que agregó:

“Hablar de los demás no es tan exigente, aunque en este caso ya se requiere la perspectiva de la fe y no el chisme”.

“¿Quién dicen que soy yo?”
Teniendo en cuenta que Jesús, básicamente, era considerado un profeta, Francisco explicó que con la segunda pregunta, el Señor los toca directamente: “¿Quién dicen que soy yo?”. De manera que cada uno de los interpelados es llamado a involucrarse, manifestando el motivo por el que sigue a Cristo; lo que incluye la legitimidad de cierta vacilación.

“Les quita la vergüenza Simón, que con ímpetu declara: `Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo’”.

El Santo Padre prosiguió explicando que esta respuesta “tan luminosa”, “es fruto de una gracia especial del Padre celestial”, tal como el mismo Jesús lo confirma al decirle:

“No te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos”.

Y al reconocer la correspondencia de Simón con la inspiración de la gracia, Jesús le responde con tono solemne: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”. Afirmación con la cual el Señor hace entender a Simón el sentido del nuevo nombre que le ha dado, “Pedro”:

“La fe que acaba de manifestar es la ‘piedra’ inquebrantable sobre la cual el Hijo de Dios quiere construir su Iglesia, es decir su Comunidad”.

La fe es vida: una respuesta no teórica
Francisco afirmó además que Jesús dirige hoy esta pregunta a cada uno, como a los primeros discípulos, para dar una respuesta no teórica, sino que involucra la fe, es decir la vida, “¡porque la fe es vida!”. A lo que agregó que se “trata de entender quién es Cristo para nosotros”, es decir, “si Él es el centro de nuestra vida y el fin de todo nuestro compromiso en la Iglesia y en la sociedad”.

La vía maestra de la perfección
El Santo Padre recordó: “Es indispensable y loable que la pastoral de nuestras comunidades esté abierta a las muchas pobrezas y emergencias”, porque la caridad es siempre la vía maestra de la perfección.

“Pero es necesario que las obras de solidaridad no desvíen del contacto con el Señor Jesús”.

La caridad cristiana no es simple filantropía
En efecto, como dijo el Papa al concluir, “la caridad cristiana no es simple filantropía”, sino “mirar al otro con los mismos ojos que Jesús” y “ver a Jesús en el rostro del pobre”. Antes de rezar la antífona mariana Francisco terminó diciendo:

“Que María Santísima, bienaventurada porque ha creído, sea para nosotros guía y modelo en el camino de la fe en Cristo, y nos haga conscientes de que la confianza en Él da sentido pleno a nuestra caridad y a toda nuestra existencia”.

La mancha del pecado

Después de esto vamos a tratar de la mancha del pecado

CUESTIÓN 86

La mancha del pecado

Después de esto vamos a tratar de la mancha del pecado (cf. q.86 introd.) . Y acerca de ella se plantean dos problemas:

¿Es efecto del pecado la mancha del alma?
¿Permanece en el alma después del acto pecaminoso?

ARTíCULO 1

¿Produce el pecado alguna mancha en el alma?

Objeciones por las que parece que el pecado no produce mancha alguna en el alma:

1. La naturaleza superior no puede mancharse por el contacto con la naturaleza inferior: de ahi que el rayo solar no se manche por el contacto con los cuerpos fétidos, como dice Agustín en el libro Contra quinqué haereses . Pero el alma humana es de una naturaleza muy superior a la de las cosas mudables, hacia las cuales se vuelve al pecar. Luego por ellas no contrae mancha alguna pecando.

2. Además, el pecado está principalmente en la voluntad, según hemos dicho más arriba (q.74 a.1 y 2). Mas la voluntad está en la razón, como se dice en el libro III De anima . Y la razón o entendimiento no se mancha por la consideración de cualesquiera cosas, sino que más bien se perfecciona. Luego tampoco se mancha la voluntad.

3. Si el pecado produce una mancha, dicha mancha o es algo positivo o es mera privación. Si es algo positivo, no puede ser más que disposición o hábito; pues no parece que un acto pueda producir otra cosa. Pero no es disposición ni hábito; pues ocurre que, quitada la disposición o el hábito, permanece aún la mancha, como se ve por aquel que peca mortalmente por prodigalidad y luego cambia al hábito del vicio contrario, pecando mortalmente. Luego la mancha no pone algo positivo en el alma. Igualmente, tampoco es mera privación. Porque todos los pecados convienen por parte de la aversión y la privación de la gracia. Por consiguiente, se seguiría que la mancha de todos los pecados fuese idéntica. Luego la mancha no es efecto del pecado.

Contra esto: está lo que se dice a Salomón en Si 47, 22: Pusiste una mancha en tu gloria; y en Ef 5, 27: Para presentarse a sí mismo una Iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga. En ambos lugares se habla de la mancha del pecado. Luego la mancha es efecto del pecado.

Respondo: La mancha se dice propiamente de las cosas corpóreas, cuando un cuerpo limpio pierde su esplendor por el contacto con otro cuerpo, v. gr., el vestido, el oro, la plata u otro semejante. En las cosas espirituales se debe hablar de mancha por analogía con esta mancha. Ahora bien, el alma humana posee un doble esplendor: uno por el resplandor de la luz de la razón natural, por la cual se dirige en sus actos; y otro, por el resplandor de la luz divina, esto es, de la sabiduría y de la gracia, por la cual también el hombre se perfecciona para obrar bien y decorosamente. Mas hay como un cierto contacto del alma cuando se adhiere a algunas cosas por el amor. Pero cuando peca, se adhiere a algunas cosas contra la luz de la razón y de la ley divina, como es claro por lo dicho anteriormente (q.71 a.6). De ahí que metafóricamente se llama mancha del alma el mismo menoscabo de su esplendor, proveniente de tal contacto.

A las objeciones:

1. El alma no se mancha con las cosas inferiores por la fuerza de éstas, como si obraran ellas en el alma, sino más bien al contrario: el alma se mancha por su propia acción adhiriéndose a ellas desordenadamente contra la luz de la razón y de la ley divina.

2. La acción del entendimiento se realiza en cuanto que las cosas inteligibles están en él al modo del mismo entendimiento; y por ello el entendimiento no se infecciona con ellas, sino que más bien se perfecciona. Mas el acto de la voluntad consiste en el movimiento hacia las cosas mismas, de modo que el amor une al alma con la cosa amada. Por eso el alma se mancha cuando se adhiere desordenadamente, según aquello de Os 9, 10: Se han hecho abominables, como aquellas cosas que amaron.

3. La mancha no es algo positivo en el alma, ni significa mera privación; sino que significa cierta privación del esplendor del alma con respecto a su causa, que es el pecado. Y por eso diversos pecados aportan diversas manchas. Es algo parecido a la sombra, que es privación de luz por interposición de un cuerpo y según la diversidad de cuerpos interpuestos se diversifican las sombras.

ARTíCULO 2

¿Permanece la mancha en el alma después del acto pecaminoso?

Objeciones por las que parece que la mancha no permanece en el alma después del acto pecaminoso:

1. En el alma después del acto no queda nada a no ser el hábito o la disposición. Mas la mancha no es hábito ni disposición, según se acaba de explicar (a.1 obi.3). Luego la mancha no permanece en el alma después del acto pecaminoso.

2. Además, la mancha es respecto del pecado, lo que la sombra respecto del cuerpo, comos hemos dicho (a.1 ad 3). Mas cuando ha pasado el cuerpo (interpuesto), la sombra no permanece. Luego, pasado el acto pecaminoso, no permanece la mancha.

3. Todo efecto depende de su causa. Pero la causa de la mancha es el acto pecaminoso. Luego, quitado el acto pecaminoso, no permanece la mancha en el alma.

Contra esto: está lo que se dice en Jos 22, 17: ¿Acaso es poco para vosotros el pecado que cometisteis en Beelfegor, la mancha de cuya maldad permanece en vosotros hasta el día de hoy?

Respondo: La mancha del pecado queda en el alma pasado el acto del pecado. La razón de ello es que la mancha, como hemos dicho (a.l), implica una cierta falta de esplendor por el alejamiento de la luz de la razón o de la ley divina. Y por eso, mientras el hombre permanece fuera de esta luz, permanece en él la mancha del pecado; pero, después que por la gracia vuelve a la luz divina y a la luz de la razón, entonces cesa la mancha. Mas aunque cese el acto pecaminoso, por el cual el hombre se apartó de la luz de la razón y de la ley divina, sin embargo, no vuelve el hombre inmediatamente al estado en que estaba, sino que se requiere un movimiento de la voluntad contrario al movimiento anterior. Así como si uno se distanció de otro moviéndose (localmente), no se acerca a él inmediatamente al cesar dicho movimiento, sino que debe acercarse, volviendo con un movimiento contrario.

A las objeciones:

1. Después del acto pecaminoso positivamente no queda nada en el alma a no ser la disposición o el hábito; pero queda algo privativamente, a saber: la privación de la unión con la luz divina.

2. Pasado el obstáculo del cuerpo, el cuerpo diáfano permanece a la misma distancia y relación al cuerpo iluminador: y por ello la sombra pasa inmediatamente. Mas, quitado el acto pecaminoso, el alma no permanece en la misma relación a Dios (que antes del pecado). Luego no hay paridad.

3. El acto pecaminoso distancia de Dios, del mismo modo que el movimiento local distancia localmente; y de ese alejamiento se sigue la falta de esplendor. Por consiguiente, así como por el cese del movimiento no se suprime la distancia local, así tampoco se suprime la mancha por el solo cese del acto pecaminoso.

Los hijos, el motor de la recuperación económica

Publicamos el artículo que ha escrito en “L´Osservatore Romano” Ettore Gotti Tedeschi, presidente del Instituto para las Obras de Religión, familiarmente conocido como el banco del Vaticano, en el que presenta una estrategia económica “para los países más

CIUDAD DEL VATICANO, jueves 21 de julio de 2011 (ZENIT.org).- .

* * *

Observando la población de los países occidentales —en particular, los países que se podrían definir “maduros”, como los Estados Unidos y los que forman la Europa de los 20— se nota que el porcentaje de población con una edad por encima de sesenta años sigue creciendo sensiblemente. Hoy las personas comprendidas en esa franja de edad representan cerca de un cuarto del total. En los países emergentes, en cambio, no llegan a un décimo. Y ya se nota que los costes de esta tendencia en realidad no son sostenibles.

El envejecimiento de la población puede considerarse, de hecho, el verdadero origen de la crisis económica actual. Pero en el próximo decenio sus efectos corren el riesgo de no ser ya soportables, porque el porcentaje cada vez mayor de personas que sale de la fase productiva se transformará en un coste fijo imposible de absorber y de sostener por parte de quienes producen. Además, cada vez menos personas entran en el ciclo productivo y, cuando logran entrar, lo hacen muy lentamente. Sin considerar los cambios del concepto de ocupación generalizado hasta hace poco tiempo.

Los costes de una población cada vez más anciana no podrán, por lo tanto, ser sostenidos por los jóvenes, los cuales, además de ser cada vez menos, podrían también preguntarse por qué deberían hacerlo, sobre todo si son inmigrantes.

Otro fenómeno, menos observado, relativo al envejecimiento de la población está en el cambio de la estructura del consumo. Sintetizando un poco cruelmente, se podría afirmar que se compran menos coches, pero más medicinas. Está cambiando, y cambiará cada vez más, también el ciclo de producción del ahorro, en disminución y destinado a desplomarse: primero porque ha debido sostener el consumo; y segundo, a causa de la drástica reducción de los ingresos.

Frente a esta realidad, es indispensable tener la valentía de afrontar el tema de los nacimientos y del envejecimiento de la población. Descuidarlo es perjudicial, y por esto ya es improrrogable la planeación de estrategias para sostener concretamente a las familias en su vocación natural a tener hijos. Sólo así se podrá poner en marcha una verdadera recuperación económica.

Una familia de hoy con dos salarios gana menos de lo que ganaba hace treinta años la misma familia con un sólo salario. Y esta es la consecuencia del crecimiento de los impuestos sobre el producto interno bruto, que se han duplicado en el mismo período precisamente para absorber las consecuencias del envejecimiento debido a la caída de los nacimientos.

Los gobernantes de los países “maduros” deben invertir en la familia y en los hijos para generar un rápido crecimiento económico, gracias a la activación de factores como el aumento de la demanda, el ahorro y las inversiones. Así las personas ancianas serían más aceptadas, y no sólo soportadas, como a veces sucede hoy. En el fondo, la naturaleza misma enseña que si el hombre y la mujer no engendran hijos es difícil que alguien cuide de ellos cuando envejezcan. El Estado puede intentarlo, pero con costes altísimos.

¿Se acaba el amor?

¿Dónde quedaron aquellas promesas de amor eterno? ¿Es que realmente el amor verdadero puede acabarse?

La semana pasada tuve la oportunidad de compartir con más de una docena de parejas ilusionadas, a punto de casarse, algunas reflexiones sobre el matrimonio y la vida familiar.

Pero siempre queda un resquicio para la duda, en el sentido de que tal como está la vida siempre hay miedo de que un día puedan fracasar, a pesar de la ilusión que ahora tienen.

Hay una frase que se oye con cierta frecuencia cuando se rompe un matrimonio y que da mucha pena oir: es que se acabó el amor. ¿Dónde quedaron aquellas promesas de amor eterno? ¿Es que realmente el amor verdadero puede acabarse?

Quizá para poder responder habría que dar primero una definición del amor. Y hay que reconocer que bajo esta hermosa palabra se esconden a veces significados muy diversos e incluso contradictorios.

Se puede llamar amor a una sensación placentera y en el fondo egoísta o a la entrega más generosa y desinteresada.

Por eso los griegos, que eran muy listos empleaban tres palabras diferentes para hablar del amor: eros, filos y agape. Y pensamos que para que el amor matrimonial sea perfecto deben estar presentes las tres modalidades.

En el primer caso con la palabra eros se hace referencia al amor físico, a la atracción corporal. No deja de ser algo imprescindible como motor de arranque. Si no existiera esta dimensión del amor, el matrimonio se haría muy poco apetecible y un poco cuesta arriba. Pero evidentemente esto no lo es todo e incluso a veces resulta muy engañoso, de tal manera que si sólo existe este tipo de amor, una vez que se acaba esta emoción parece que se acaba todo.

Hay una segunda modalidad, el filos o la filia que añade el componente de la amistad. Es imprescindible que los esposos sean buenos amigos, que les guste hablar, dialogar, conocerse, ayudarse. La verdadera amistad tiende siempre a ser bastante más duradera que la mera pasión física.. Casi nada, ser buenos amigos. Por eso todo esfuerzo en cultivar la amistad será poco si se quiere que el amor matrimonial sea duradero.

Pero hay una tercera palabra para hablar del amor que no podemos olvidar de ninguna manera y que en griego se dice ágape y traducido al castellano caridad. Quizá alguien pueda pensar que caridad es solamente algo así como dar una limosna o compadecerse del necesitado y que tiene poco que ver con el amor de pareja. Pero la verdadera muerte del amor matrimonial es cuando desaparece la caridad con el otro miembro de la pareja; cuando uno ya no es capaz de amar sin esperar nada a cambio, cuando uno no es capaz de perdonar, de entregarse, de sufrir por la otra persona. Es el verdadero amor cristiano, como diría San Pablo, semejante al que Cristo siente por su Iglesia hasta dar la vida por ella. Por cierto que aquí no puede uno dejarse llevar simplemente por un impulso instintivo, sino por un acto de voluntad, solo posible en la medida en que exista calidad humana y espiritual en la persona.

Sin duda la lectura, meditación y asimilación del capítulo 13 de la primera carta a los Corintios es un buen alimento para fortalecer este amor. Como aperitivo transcribimos algún versículo:

El amor es paciente, es afable; el amor no tiene envidia, no se jacta ni se engríe, no es grosero ni busca lo suyo, no se exaspera ni lleva cuentas del mal, no simpatiza con la injusticia, simpatiza con la verdad. Disculpa siempre, se fía siempre, espera siempre, aguanta siempre.

Ojalá todos se quisieran con este amor y así habría que decir que el amor no se puede acabar nunca.


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