Todos daban testimonio a favor de él


Francisco, con el Niño Jesús

"El corazón, cuando se endurece, no es libre y si no es libre es porque no ama"
El Papa denuncia a los "narcisistas religiosos" con "el corazón duro, que tratan de defenderse"
"También está quien se atrinchera detrás de la ley, aferrándose a lo que establecen los mandamientos"
El amor perfecto disipa el temor: en el amor no hay temor, porque el temor supone un castigo y quien teme no es perfecto en el amor. No es libre

(RV).- Sólo el Espíritu Santo vuelve el corazón dócil a Dios y a la libertad. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta. Y añadió que los dolores de la vida pueden hacer que una persona se encierre en sí misma, mientras el amor la hace libre.

Una sesión de yoga jamás podrá enseñar a un corazón a "sentir" la paternidad de Dios, ni un curso de espiritualidad zen lo volverá más libre para amar.

Este poder sólo lo tiene el Espíritu Santo. El Papa meditó sobre el episodio del Evangelio de Marcos - el que sigue a la multiplicación de los panes y de los peces en el que los Discípulos se asustan al ver a Jesús que camina hacia ellos sobre el agua - y que concluye con una consideración acerca del porqué de aquel susto: los Apóstoles no habían comprendido el milagro de los panes porque "su corazón estaba endurecido".

Un corazón puede ser de piedra por tantos motivos, observó Francisco. Por ejemplo, a causa de "experiencias dolorosas". Sucede a los discípulos de Emaús, temerosos de hacerse ilusiones "otra vez". Sucede a Tomás que rechaza creer en la Resurrección de Jesús. El Pontífice también indicó que "otro motivo que endurece el corazón es la cerrazón en sí mismo":

"Hacer un mundo en sí mismo, cerrado. En sí mismo, en su comunidad o en su parroquia, pero siempre cerrazón. Y la cerrazón puede girar en torno a tantas cosas: pensemos en el orgullo, en la suficiencia, pensar que yo soy mejor que los demás, también en la vanidad, ¿no? Existen el hombre y la mujer espejo, que están encerrados en sí mismos para verse a sí mismo continuamente, ¿no? Estos narcisistas religiosos, ¿no? Tienen el corazón duro, porque están cerrados, no están abiertos. Y tratan de defenderse con estos muros que crean a su alrededor".

También está quien se atrinchera detrás de la ley, aferrándose a la "letra" a lo que establecen los mandamientos. Aquí - afirmó el Papa - lo que endurece el corazón es un problema de "falta de seguridad". Y quien busca solidez en lo que dicta la ley está seguro - añadió Francisco con un poco de ironía - como "un hombre o una mujer en la celda de una cárcel detrás de los barrotes: es una seguridad sin libertad". Es decir, lo opuesto de lo que "vino a traernos Jesús, la libertad":

"El corazón, cuando se endurece, no es libre y si no es libre es porque no ama: así terminaba el Apóstol Juan en la primera Lectura. El amor perfecto disipa el temor: en el amor no hay temor, porque el temor supone un castigo y quien teme no es perfecto en el amor. No es libre. Siempre tiene temor de que suceda algo doloroso, triste. Que me vaya mal en la vida o que ponga en peligro mi salvación eterna... Tantas imaginaciones porque no ama. Quien no ama no es libre. Y su corazón estaba endurecido, porque aún no habían aprendido a amar". Entonces, se preguntó Francisco: "¿Quién nos enseña a amar? ¿Quién nos libera de esta dureza?". Y su respuesta fue:

"Tú puedes hacer mil cursos de catequesis, mil cursos de espiritualidad, mil cursos de yoga, zen y todas estas cosas. Pero todo esto jamás será capaz de darte la libertad de hijo. Es sólo el Espíritu Santo quien mueve tu corazón para decir ‘Padre'. Sólo el Espíritu Santo es capaz de disipar, de romper esta dureza del corazón y hacer un corazón... ¿blando?... No sé, no me gusta la palabra... "Dócil". Dócil al Señor. Dócil a la libertad del amor".

Evangelio según San Lucas 4,14-22a. 


Jesús volvió a Galilea con el poder el Espíritu y su fama se extendió en toda la región. 
Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan. Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. 
Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. 
Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír". Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca.

Ruperto de Deutz (c. 1075-1130), monje benedictino  De la Santa Trinidad, 42

“El Espíritu del Señor está sobre mí”

“Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír: ‘El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido’” (Is 61,1). Es como si Cristo dijera: Porque el Señor me ha ungido, he dicho sí, verdaderamente digo y lo sigo diciendo todavía: El Espíritu del Señor está sobre mí. ¿Dónde, en qué momento, pues, el Señor me ha ungido? Me ungió cuando fui concebido, o mejor dicho, me ungió a fin de que fuera concebido en el seno de mi madre. Porque no es de la simiente de un hombre que una mujer me concibió, sino que una virgen me concibió por la unción del Espíritu Santo. Es entonces que el Señor me selló con la unción real; me consagró rey por la unción y, en el mismo momento, me consagró sacerdote. Una segunda vez, en el Jordán, el Señor me consagró por este mismo Espíritu…

Y ¿por qué el Espíritu del Señor está sobre mí?... “Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, curar los corazones desgarrados” (Is 61,1). No me ha enviado para los orgullosos y los “sanos”, sino como “un médico para los enfermos” y los corazones destrozados. No me ha enviado “para los justos” sino “para los pecadores” (Mc 2,17). Ha hecho de mí “un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos (Is 53,3), un hombre manso y humilde de corazón” (Mt 11,29). “Me ha enviado a proclamar la amnistía a los cautivos y a los prisioneros, la libertad”… ¿A qué prisioneros, o mejor, a qué prisión he de anunciar la libertad? Después que “por un hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte” (Rm 5,12) todos los hombres son prisioneros del pecado, todos los hombres son cautivos de la muerte… “He sido enviado a consolar a todos los afligidos de Sión, todos los que sufren por haber sido, a causa de sus pecados, destetados y separados de su madre, la Sión de arriba (Ga 4,26)… Sí, yo los consolaré dándoles “una diadema de gloria en lugar de las cenizas” de la penitencia, “aceite de júbilo” es decir, la consolación del Espíritu Santo “en lugar del dolor” de verse huérfanos y exiliados, y “un vestido de fiesta”, es decir, “en lugar de la desesperación”, la gloria de la resurrección (Is 61,3).

10 de enero 2015 Sábado después de la Epifanía del Señor 1 Jn 4, 19 a 5, 4

sus mandamientos »¿Exactamente, ¿cuáles son? Pero también nos ha decir otra cosa que quizás te miedo sorprendió: «Y estos mandamientos no son pesados porque cada hijo de Dios es un vencedor del mundo». Si nos tomamos la palabra vencedor como aquel que no es dominado, quisiera decir que son vencedores del mundo aquellos que no se dejan dominar por los criterios del mundo. Visto así, ¿cuáles serían los criterios del mundo? Y, volvemos a preguntarnos, ¿cuáles serían el mandamiento de Dios? Señor, que tu justicia, tu compasión, tu perdón, formen parte de los criterios de mi vida.

San Agatón Palermo

Papa. Agatón: “bueno”. Patrono de Palermo Italia
La personalidad el Papa Agatón está marcada por tres grandes características. La primera es la insólita longevidad, vivió hasta los 107 años, hecho encomiable por el desgaste físico que representa el ejercicio de la autoridad, que la detentó por veintitrés años.


Cuándo en Roma sobrevino la peste puso de manifiesto su exquisita y efectiva caridad pastoral.
Por lo que más lo representa es su ansía de unidad con la Iglesia de Oriente, ya que remitía los resultados del Sínodo lateranense dónde se había declarado que en Cristo había dos voluntades, una divina y otra humana para que fuese ratificado por Constantinopla, que a tal efecto organizó un verdadero concilio, el sexto de Oriente. Los resultados que confirmaban la doctrina del lateranense fueron enviados a la espera de la confirmación papal lo que no pudo obtenerse por haber muerto el Papa Agatón.


Su gobierno experimentó las dificultades de toda gestión y debió dirimir cuestiones de jurisdicción con prudencia y caridad.

Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que San Agatón, Papa, presidiera a todo tu pueblo y lo iluminara con su ejemplo y sus palabras, por su intercesión protege a los pastores de la Iglesia y a sus rebaños y hazlos progresar por el camino de la salvación eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Que Él crezca y que yo venga a menos

Juan 3, 22-30. Juan vuelve a insistir a sus discípulos que es Jesús quien tiene que crecer y no él. 



Oración introductoria


Gracias, Señor, por este tiempo de oración. Creo en Ti, espero y confío en tu misericordia, te amo y quiero agradecerte el don de Ti mismo. Ayúdame a amarte como Tú me amas.


Petición


Padre Santo, dame la humildad para saber reconocer la óresencia de tu Hijo.


Meditación del Papa Francisco

Juan preparaba el camino a Jesús sin tomar nada para él. Era un hombre importante: la gente lo buscaba, lo seguía porque sus palabras eran fuertes. Sus palabras llegaban al corazón. Y allí tuvo quizás la tentación de creer que era importante, pero no ha caído. De hecho, cuando se acercaron los doctores a preguntarle si era el Mesías, Juan respondió: "soy voz, sólo voz" pero "he venido a preparar el camino al Señor". La primera vocación del Bautista fue preparar al pueblo, preparar el corazón del pueblo para el encuentro con el Señor.

Pero ¿quién es el Señor? Esta es la segunda vocación de Juan: discernir, entre tanta gente buena, quién era el Señor. Y el Espíritu le ha revelado esto y él ha tenido la valentía de decir: 'Es éste. Éste es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo'. Los discípulos miraron a este hombre que pasaba y lo dejaron ir. Al día siguiente, sucedió lo mismo. '¡Es ese! Es más digno que yo'. Los discípulos fueron detrás de Él. En la preparación, Juan decía: Detrás de mí viene uno.... Sabiendo discernir y señalar al Señor, dice: Delante de mí... ¡está Él!. (Cf. S.S. Francisco, 24 de junio de 2014, homilía en Santa Marta).

Reflexión


El último testimonio de Juan sobre Jesús subraya nuevamente no sólo la superioridad de la misión de Jesús frente a la de Juan, sino el sentido mesiánico de la obra de Jesús. Jesús hace posible y realiza una nueva relación entre el ser humano y Dios, fundada en la gracia del Espíritu y la verdad de su Palabra.
La fe de Juan Bautista es ejemplar para el discípulo cristiano; un modelo a seguir para todo aquel que quiera ser testigo fiel de Cristo en el mundo.

Él aceptó sin reservas su papel de testigo que conduce a los seres humanos al Mesías, permaneciendo siempre fiel al plan salvífico de Dios, a pesar de la inclinación de sus propios discípulos a dejarse influir por sentimientos humanos egoístas.
El austero predicador del desierto que se había presentado como testigo del Mesías, en este texto aparece como ejemplo para todos los que seguimos a Jesús y lo anunciamos entre los seres humanos. Juan no ha dudado ni un momento en disminuir, en ocultarse hasta desaparecer, con tal de que Él, Jesús el Mesías, crezca, resplandezca con toda su luz y sea aceptado y creído por los otros.


Propósito


Preparar hoy lo necesario para que mañana, la celebración dominical de la Eucaristía sea el evento más importante para mi familia.


Diálogo con Cristo 


Cuanto más humilde sea, podré ser tu discípulo y misionero, invitando, con mi testimonio de vida, a otros a seguirte. Gracias porque es en la oración y en la Eucaristía como voy formando mi corazón de apóstol.

Es Madre de Jesús y nuestra

María Santísima nos ve a cada uno de nosotros como su hijo predilecto. ¡No te olvides de Ella! 


María es toda de Jesús por derecho, y toda de nosotros por regalo. Pero es toda nuestra y, por tanto aquí, no pensemos que robamos, porque nos la han dado. No pensemos que somos demasiado pecadores, demasiado indignos, para tenerla como madre, porque, a pesar de que eso es cierto, también es cierto que ella es madre nuestra. No nos puedes ver separados de Jesús, como hijos añadidos, sino injertados en su sangre y en la tuya. Por lo tanto, la seriedad con la que una madre ve a su hijo, como su hijo, queda muy lejos de la seriedad, la profundidad y el amor con que nos ve María Santísima a cada uno de nosotros: somos más hijos de ella que de nuestra propia madre de la tierra


La ingratitud con Dios es terrible porque se ofende al Amor con mayúscula. Se desprecia un amor eterno, un amor divino, un amor maravilloso y totalmente gratuito.


De una manera semejante, olvidar, despreciar, el amor de una madre tan grande, es una ingratitud terrible. Pero, siendo los hijos predilectos de María Santísima, nuestra ingratitud adquiere unas dimensiones mucho más grandes.


"Los pecados que ofenden a Dios lastiman tu corazón porque hieren el corazón de tu hijo y hacen un daño terrible a tus hijos".


"Cómo tengo que decirte esto, Madre: te he llevado pocas flores hasta el día de hoy"

La vida cristiana como Epifanía

La Epifanía es una ley de la liturgia y de la vida cristiana, especialmente a partir de las celebraciones sacramentales




En uno de sus libros evoca el cardenal Ravasi lo sucedido en el año 614, cuando el rey persa Cosroes cercó la basílica de Belén, que encierra en su cripta la gruta del Nacimiento, construida por Elena, madre de Constantino en el 330. Al ver en el frontal una representación de los Reyes Magos caracterizados como persas, desistió de su empeño. Y así los Magos salvaron la gruta. Predicaba Benedicto XVI, en la Epifanía de 2012, que los Magos, por su corazón inquieto, vigilante y valiente fueron capaces no sólo de seguir la estrella sino de iluminar, con su actitud, el camino de los hombres hacia Cristo. En la misma línea, el Papa Francisco, en su homilía de Epifanía dijo que el ejemplo de los Magos "nos ayuda a levantar la mirada hacia la estrella y a seguir los grandes deseos de nuestro corazón. Nos enseñan a no contentarnos con una vida mediocre, de ´pequeño cabotaje´, sino a dejarnos atraer siempre por lo que es bueno, verdadero, bello… por Dios, ¡que todo esto lo es de modo cada vez más grande!" (Homilía 6-I-2013). Para ello, y de acuerdo con la tradición cristiana, nos ha aconsejado contemplar "dos libros": el del Evangelio (escucharlo, leerlo y meditarlo) y el de la creación (el mundo creado por Dios y los acontecimientos de nuestra vida). En otras ocasiones, reflexionando sobre las actitudes de los Magos, el Papa Ratzinger ponía de relieve la conexión entre la humildad, la adoración y la sabiduría.


El relato de la Epifanía


1. ¿Cuál es el significado de la Epifanía? En su libro sobre la Infancia de Jesucristo, dejando las elucubraciones científicas a los astrónomos, señala Joseph Ratzinger algunos puntos interesantes en el relato de los Evangelios sobre la Epifanía. Al ver la estrella los Magos se pusieron en camino. El cosmos habla de Cristo (aunque con frecuencia el hombre no sepa descifrarlo o se encierre en él y lo manipule); suscita la cuestión del Creador, la esperanza de su manifestación y la conciencia de que podemos y debemos salir a su encuentro. El relato nos habla, a la vez, de la insuficiencia de la ciencia y de la necesidad de la Sagrada Escritura, que comienza desmitificando a los astros (considerados antiguamente como divinidades) llamando al sol y a la luna "lumbreras" de la creación (cf. Gn 1, 16s).

"Es el Niño el que guía la estrella" y no al contrario, decía Benedicto XVI. También el relato de los Evangelios sobre los Magos sugiere el "misterio de la cruz", al preguntar por el "rey de los judíos" (cf. Mt 2, 2), inscripción que mandó poner Pilatos sobre Jesús crucificado, que declaraba con verdad la realeza de Jesús no sólo sobre los judíos sino sobre la humanidad. La estrella que guía a los magos es, en palabras del Papa, "una estrella de esperanza". Y esa estrella, a la vez que ilumina, hace capaces, a los que se dejan iluminar por ella, de iluminar a otros. Ilumina acerca del poder de lo pequeño (un niño, unos pastores, un pequeño lugar…). Atrae hacia el amor y la ternura de ese pastor que nace en Belén (cf. Mt 2, 6).


La Epifanía en el Antiguo y en el Nuevo Testamento


2. Todo esto requiere de nuestra parte, ante todo –como señalaba Guardini en una de sus homilías– "saber mirar". En las bienaventuranzas se dice que los "limpios de corazón" son los que pueden ver a Dios (cf. Mat 5, 8). Y estos limpios son los que buscan la santidad. Requiere, al mismo tiempo, que sepamos vivir el misterio de la Epifanía a partir de su celebración en la liturgia cristiana.


El mismo Guardini dedicó, ya antes del Concilio Vaticano II, un ensayo sobre la relación entre la epifanía y la liturgia (La experiencia religiosa y la epifanía, recogido en su libro El talante simbólico de la liturgia, CPL, Barcelona 2001, pp. 22 ss.). Ahí muestra cómo, en el Antiguo Testamento, Epifanía es la manifestación de Dios, que se hace visible, por ejemplo, en la zarza ardiente a Moisés, audible en la vocación de Samuel y manifiesta su poder en muchos acontecimientos portentosos.

Son Epifanías estos sucesos extraordinarios, pero Dios está presente y actúa igualmente, como testifican los salmos, tanto en la doctrina y en el culto como en toda la vida del Pueblo y de cada persona.


En el Nuevo Testamento, la Epifanía se hace plena en Cristo, que fue visto por los apóstoles, que también lo oyeron y tocaron. Y de tal manera era su plenitud que lo que en Cristo se manifestaba (en su rostro y su Palabra, su figura y sus acciones), traslucía la presencia y la acción del Dios vivo ("El que me ha visto, ha visto al Padre": Jn 14, 9).

Solo posteriormente vendrán los conceptos teológicos a elaborar, interpretar y aclarar el significado de esa Epifanía. Si esto es así, si la Epifanía es algo esencial a Cristo y a su misión –argumenta Guardini– deberá darse también en los cristianos.

¿Cómo y dónde? Cristo ha prometido que estará con nosotros hasta el fin del mundo (cf. Mt 28, 20), sobre todo por medio de la acción del Espíritu Santo (cf. Jn 16, 14). Así se cumple a partir de san Esteban (los que lo vieron intuyeron en su rostro algo divino, y en sus palabras resonaron las de Cristo en la cruz: cf. Hch 6, 15; 7, 59). San Pablo, que estaba allí, dará luego una explicación, teniendo en cuenta su propia experiencia camino de Damasco: Cristo vive en los cristianos, en cada uno (cf. Ga 2, 20). San Pedro impresionará no solo por el contenido de sus palabras sino por su poder que acompaña sus palabras con los milagros que realiza (cf. Hch 2, 37).


¿No es esto –se pregunta Guardini– lo que se hace manifiesto en los santos? Así es, se responde, y Dios se sigue manifestando de muchos modos, incluso en los acontecimientos más sencillos. Pone el ejemplo de San Agustín, que se le quitó un fuerte dolor de muelas por la oración de sus amigos (cf. Confesiones 9, 14, 12). Todo ello es Epifanía, "signo, manifestación de la gloria invisible en la materia de la existencia", que se produce cuando Dios quiere ante los ojos del que está bien dispuesto para creer.


Epifanía es la liturgia y la vida cristiana


3. Pues bien, concluye el teólogo ítalo-alemán, la Epifanía es una ley de la liturgia y de la vida cristiana, especialmente a partir de las celebraciones sacramentales. Ahí se emplean signos que apelan a los sentidos; no solo a los sentidos externos sino a todos los sentidos humanos (los escolásticos hablaban de sentidos internos: la imaginación, la memoria, el sentido común y la estimativa o cogitativa, que viene a ser como el sentido del riesgo; son sentidos específicamente humanos, que conducen a lo espiritual).


A través de los gestos, palabras y actitudes de la liturgia, el hombre puede captar el "espíritu viviente", descubrir algo de la acción divina, y prepararse para la vida eterna definitiva. Por haber contemplado y hecho vida la liturgia y los sacramentos, el cristiano puede mostrar, en su conducta recta, un mundo que ha sido redimido por Cristo, "recreado" y santificado por Él. Y que ahora puede llegar a participar, con el hombre, de la imagen de Dios: manifestar su rostro, sus gestos, su Palabra. Esto –advierte Guardini– puede no ser fácil en un mundo que pierde la capacidad de contemplar, en el que nuestros sentidos están ocupados por tantas cosas que nos distraen; en el que hemos sustituido los símbolos y las imágenes por conceptos y máquinas, los manantiales por cañerías, el orden vital por un orden abstracto y utilitarista.


En consecuencia, escribía Guardini (¡en 1950!) necesitamos que se nos eduque en la liturgia, que aprendamos el significado de las formas no menos que las palabras. Pero vale la pena, porque en ello nos jugamos la verdad de la Encarnación y de la Resurrección de los cuerpos (la vida cristiana no es la de un espíritu separado del cuerpo). Todo ello es, sigue siendo actual, quizá más que cuando este autor lo escribió. Epifanía es manifestación de Cristo en la vida cristiana. Esta vida que, gracias a la celebración de los sacramentos, puede desarrollarse y comprenderse como una ofrenda y servicio a Dios, por medio de Cristo y del Espíritu Santo, y traducirse en ese servicio a los demás que se condensa en lo que el cristianismo llama caridad.


Enseñar y aprender, educar y vivir esto es el principal regalo de los Reyes. Y las familias tienen un papel central. "Pues si vosotros –dice el Evangelio según san Mateo– sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se lo pidan?" (Mt 7, 11).


Por eso cabe decir: los Reyes existen hoy, también a través de los padres y madres… (la costumbre española de regalar en la Epifanía). "El don de los dones es conocer a Cristo y amarle" (R. Guardini).


La estrella sigue resplandeciendo hoy, y continúa la manifestación del Salvador, particularmente a través de los cristianos.


Nuevos cardenales para el próximo cónclave

El Papa encargó un informe al cardenal Cañizares que será debatido en el Consistorio
Francisco sopesa ampliar el número de cardenales electores a 140
El Pontífice continúa trabajando en la modificación del equilibrio interno en la Iglesia católica
El próximo 14 de febrero, la asamblea de cardenales pasará a contar con 228 miembros de los cuales 125 son electores en caso de cónclave, cinco más de lo que permite la Constitución Apostólica "Universi Dominici Gregis"

El cónclave en el que salió elegido el Papa Francisco

(Jesús Bastante).- Francisco sopesa ampliar el número de cardenales que puedan participar en un Cónclave a 140 cardenales, según un proyecto encargado por el Papa al cardenal español Antonio Cañizares, arzobispo de Valencia y hasta hace unos meses prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.

El documento, según adelanta la agencia ANSA, está siendo examinado "con especial atención" por Bergoglio, y será debatido por el Colegio cardenalicio, que se reunirá en pleno el próximo mes de febrero, con motivo de la creación de quince nuevos purpurados, entre ellos Ricardo Blázquez.

El próximo 14 de febrero, la asamblea de cardenales pasará a contar con 228 miembros de los cuales 125 son electores en caso de cónclave, cinco más de lo que permite la Constitución Apostólica "Universi Dominici Gregis", firmada por Juan Pablo II el 22 de febrero de 1996. En su número 33, dice lo siguiente:

"El derecho de elegir al Romano Pontífice corresponde únicamente a los Cardenales de la Santa Iglesia Romana, con excepción de aquellos que, antes del día de la muerte del Sumo Pontífice o del día en el cual la Sede Apostólica quede vacante, hayan cumplido 80 años de edad. El número máximo de Cardenales electores no debe superar los ciento veinte. Queda absolutamente excluido el derecho de elección activa por parte de cualquier otra dignidad eclesiástica o la intervención del poder civil de cualquier orden o grado"

Tras ese consistorio, habrá 34 cardenales electores elegidos por Juan Pablo II, 60 nombrados por Benedicto XVI y 31 por el papa Francisco. De ellos, 57 provienen de Europa, 17 de Estados Unidos y Canadá, 19 de América Latina, 15 de África, 14 de Asia y tres de Oceanía.

Con las nuevas designaciones, el pontífice argentino sigue trabajando en la modificación de equilibrio interno del Colegio Cardenalicio, apostando por una Iglesia más universal y participativa, algo que también se plasmará en la reforma de la Curia vaticana.

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