No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete
- 13 Septiembre 2020
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Fiesta del Dulce Nombre de María
Un nombre muy “dulce” y maternal
(zenit – 12 sept. 2020).- Hoy la Iglesia celebra la fiesta del Dulce Nombre de la Virgen María. En zenit, el sacerdote español Alejandro Vazquez- Dodero relata los orígenes del nombre de Nuestra Señora y de esta fiesta.
En una de sus conocidas homilías san Bernardo Abad anima así a invocar el nombre de Nuestra Señora: “En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María”. Sugiere recurrir a María –en arameo מרים Mariam–, pronunciando su nombre. Ese es el nombre que nos presentan los evangelios cuando quieren referirse a la madre de Jesús de Nazaret.
El hecho de que la Santísima Virgen lleve el nombre de María es el motivo de esta festividad, instituida a fin de que los fieles encomienden a Dios, a través de la intercesión de la Virgen, sus necesidades y las de la Iglesia. Y le den gracias por su omnipotente protección y sus innumerables beneficios, en especial los que reciben por las gracias y la mediación de Nuestra Señora.
Un nombre muy especial. El evangelista san Lucas revela el nombre de la doncella que va a ser la Madre de Dios: “Y su nombre era María”. En el idioma egipcio, que fue donde primero se utilizó el nombre de María, significa “la preferida de Yahvé Dios” (ref. Éxodo 15, 20). Traducido del hebreo, “Miriam” significa doncella, señora, princesa, hermosa.
De otro lado, el nombre María está relacionado con el mar, al guardar las tres letras semejanza fonética con María. También tiene relación con “mirra”, que proviene de un idioma semita. La mirra es una hierba de origen africano que produce incienso y que perfuma el ambiente. Hay quienes, de otro lado, y aunque parezca algo triste o poco luminoso, sostienen que puede significar “mar amargo”, por la situación de amargura en que vivía el pueblo de Israel en su época. Recuerda que muchos israelitas ponían a sus hijos los nombres que mejor expresaran las situaciones sociales y económicas en que vivían.
Sin embargo, y por encima de todo, María, en el idioma popular, significa “la iluminadora” según referirá San Jerónimo.
Celebración de la fiesta
Cuenta la tradición que el origen de la fiesta del Dulce Nombre de María, celebrada en la Iglesia desde inicios del siglo XVI, hay que referirlo al momento en que los padres de la Virgen –Joaquín y Ana– le impusieron ese nombre.
A finales del siglo XVII el papa Inocencio XI declaró oficial una fiesta que se celebraba en España durante muchos años, y que es la del Dulce nombre de María.
Se cuenta que la primera diócesis que celebró oficialmente la fiesta fue la española de Cuenca. Pero la onomástica del Dulce nombre de María tiene fecha propia, el 12 de septiembre.
Hay muchas “Marías” que celebran su fiesta durante este día y no el 15 de agosto o cualquier otra fiesta mariana. A todas ellas, que lucen el nombre de tan dulce y hermosa Madre: “felicidades”.
Juan Crisóstomo, Santo
Obispo y Doctor de la Iglesia
Martirologio Romano: Memoria de san Juan, obispo de Constantinopla y doctor de la Iglesia, antioqueno de nacimiento, que, ordenado presbítero, llegó a ser llamado «Crisóstomo» por su gran elocuencia. Gran pastor y maestro de la fe en la sede constantinopolitana, fue desterrado de la misma por insidias de sus enemigos, y al volver del exilio por decreto del papa san Inocencio I, como consecuencia de los malos tratos recibidos de sus guardianes durante el camino de regreso, entregó su alma a Dios en Cumana, localidad del Ponto, el catorce de septiembre († 407).
Patronazgo: predicadores y oradores
Breve Biografía
Educado por la madre, santa Antusa, Juan (que nació en Antioquía probablemente en el 349) en los años juveniles llevó una vida monástica en su propia casa.
Después, cuando murió la madre, se retiró al desierto en donde estuvo durante seis años, y los últimos dos los pasó en un retiro solitario dentro de una cueva con perjuicio de su salud. Fue llamado a la ciudad y ordenado diácono, luego pasó cinco años preparándose para el sacerdocio y para el ministerio de la predicación.
Ordenado sacerdote por el obispo Fabián, se convirtió en celoso colaborador en el gobierno de la Iglesia antioquena. La especialización pastoral de Juan era la predicación, en la que sobresalía por las cualidades oratorias y la profunda cultura. Pastor y moralista, se preocupaba por transformar la vida de sus oyentes más que por exponer teóricamente el mensaje cristiano.
En el 398 Juan de Antioquía (el sobrenombre de Crisóstomo, es decir Boca de oro, le fue dado tres siglos después por los bizantinos) fue llamado a suceder al patriarca Netario en la célebre cátedra de Constantinopla. En la capital del imperio de Oriente emprendió inmediatamente una actividad pastoral y organizativa que suscita admiración y perplejidad: evangelización en los campos, fundación de hospitales, procesiones antiarrianas bajo la protección de la policía imperial, sermones encendidos en los que reprochaba los vicios y las tibiezas, severas exhortaciones a los monjes perezosos y a los eclesiásticos demasiado amantes de la riqueza.
Los sermones de Juan duraban más de dos horas, pero el docto patriarca sabía user con gran pericia todos los recursos de la oratoria, no para halagar el oído de sus oyentes, sino para instruír, corregir, reprochar.
Juan era un predicador insuperable, pero no era diplomático y por eso no se cuidó contra las intrigas de la corte bizantina. Fue depuesto ilegalmente por un grupo de obispos dirigidos por Teófilo, obispo de Alejandría, y desterrado con la complicidad de la emperatriz Eudosia. Pero inmediatamente fue llamado por el emperador Arcadio, porque habían sucedido varias desgracias en palacio. Pero dos meses después era nuevamente desterrado, primero a la frontera de Armenia, y después más lejos a orillas del Mar Negro.
Durante este último viaje, el 14 de septiembre del 407, murió. Del sepulcro de Comana, el hijo de Arcadio, Teodosio el Joven, hizo llevar los restos del santo a Constantinopla, a donde llegaron en la noche del 27 de enero del 438 entre una muchedumbre jubilosa.
De los numerosos escritos del santo recordamos un pequeño volumen Sobre el Sacerdocio, que es una obra clásica de la espiritualidad sacerdotal.
Santo Evangelio según san Mateo 18, 21-35. Domingo XXIV del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, concédeme entrar en tu Corazón y aprender ahí la dinámica del verdadero perdón.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 18, 21-35
En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?” Jesús le contestó: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”.
Entonces Jesús les dijo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo.’ El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.
Pero, apenas habiendo salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ‘Págame lo que me debes.’ El compañero se arrodilló y le rogaba: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo.’ Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.
Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contarle al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’ Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Apenas hace un mes meditábamos sobre este pasaje evangélico. En esa ocasión nos enfocamos en el reto que el perdón representa. Ahora, debemos dar un paso atrás para entender cómo es que funciona el perdón al que Jesús nos invita. En definitiva, no es una iniciativa nuestra; es decir, no somos nosotros los creadores del perdón. Ante todo, somos receptores. ¿Cómo?
Jesús mismo da la clave en otro momento, cuando reflexiona sobre la mujer que lo enjuga con sus cabellos. Mucho se le ha perdonado porque mucho ha amado. Aquí encontramos los dos elementos de la dinámica que estamos discerniendo: el amor y el perdón. Y así como primero debemos ser amados para aprender a su vez a amar, del mismo modo hemos de ser perdonados primero para saber perdonar después. De este modo, también es válido invertir las palabras de Jesús: mucho se le ha amado porque mucho ha perdonado.
Si perdonar al otro es difícil, más complejo es dejarse perdonar, especialmente cuando se trata de nuestra relación con Dios. Sólo el hijo es capaz de experimentar realmente el amor de su padre. Sólo el hijo que se sabe amado es capaz de acoger verdaderamente el perdón de su padre. Si nuestro corazón alberga rencor, es que no ha perdonado; si no ha perdonado, es que no ha amado.
Por eso es que el perdón es una actitud y una decisión netamente cristianas. Siempre implicarán valentía, pero si perseveramos en ellas, nuestros actos se convertirán en ofrenda agradable a Dios. Entonces, aventurémonos dentro del Corazón de Cristo y aprendamos ahí a ser perdonados para poder perdonar.
«El perdón renueva, el perdón hace milagros. Pedro experimentó el perdón de Jesús y llegó a ser pastor de su rebaño; Saulo se convirtió en Pablo después de haber sido perdonado por Esteban; cada uno de nosotros renace como una criatura nueva cuando, perdonado por el Padre, ama a sus hermanos. Solo entonces introducimos en el mundo una verdadera novedad, porque no hay mayor novedad que el perdón, este perdón que cambia el mal en bien. Lo vemos en la historia cristiana. Perdonarnos entre nosotros, redescubrirnos hermanos después de siglos de controversias y laceraciones, cuánto bien nos ha hecho y sigue haciéndonos. El Padre es feliz cuando nos amamos y perdonamos de corazón (cf. Mt 18,35). Y entonces nos da su Espíritu. Pidamos esta gracia: no encerrarnos con un corazón endurecido, reclamando siempre a los demás, sino dar el primer paso, en la oración, en el encuentro fraterno, en la caridad concreta».
(Homilía S.S. Francisco, 21 de junio de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Prepararé una buena confesión, en la que pida a Dios la gracia de acoger su perdón a corazón abierto.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
7 consejos para lograr perdonar
No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete
Suele ser usual escuchar hablar del perdón, pero cuando tenemos la necesidad de recurrir a él no sabemos muchas veces cómo afrontarlo. A continuación te dejo estos 7 consejos para lograr perdonar.
1. Acércate a un sacerdoteo a una persona de confianza, y pídele un consejo. Coméntale la situación sin intentar presentarte como víctima, sino más bien presentando los hechos tal cual sucedieron. Recuerda que “compartir el sufrimiento disminuye la pena”.
2. Ora por la persona que te ha ofendido, precisamente porque te cuesta hacerlo, ahí encontrarás mucho más mérito ante Dios. Muchas veces sólo nos concentramos en pensar en el daño, lo mejor que podemos hacer es pedirle a Dios que disponga nuestros corazones para la experiencia del perdón.
3. Pide auxilio al Espíritu Santopara que te ayude a perdonar y perdónate a ti mismo por dejar que tal situación te robara la paz. Recuerda que el Espíritu Santo es “experto en causas imposibles”, por lo tanto por muy imposible que te parezca, se puede perdonar.
4. Si el que te ha ofendido no busca el perdón hazle saber que tú ya le perdonaste con tus buenos comportamientos.
5. Cierra el capítulo, sigue adelante recordando que ha sido una enseñanza para crecer espiritualmente.
6. Recuerda que Dios te ha perdonado y que tú eres capaz de perdonar.
7. Ve a Jesús Sacramentadoy conviértete en un discípulo de la misericordia. De esta manera ayudarás a los demás a ser testigo visible de su gracia con tus consejos.
“Se adelantó Pedro y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?». Jesús le respondió: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”. (Mt 18,21-35)
El Papa: no hay ecología sin equidad, luchemos contra el descarte y el desperdicio
El hombre no puede separarse del entorno en el que vive.
“Ayudémonos mutuamente a luchar contra el descarte y el desperdicio, exijamos opciones políticas que combinen progreso y equidad, desarrollo y sostenibilidad para todos, de modo que nadie se vea privado de la tierra que habita, del buen aire que respira, del agua que tiene derecho a beber y del alimento que tiene derecho a comer”: fueron palabras del Papa, este mediodía, al recibir en el Aula Pablo VI a los participantes en el Encuentro de las Comunidades Laudato si’. En su discurso Francisco advirtió que no puede haber ecología sin equidad, por eso hay que vencer la indiferencia: el "no me concierne", "no depende de mí", "no estoy involucrado”, se vence con "la compasión", la mejor vacuna contra la epidemia de la indiferencia.
Fueron cerca de doscientos cincuenta los participantes en el encuentro, en representación de los miembros de las Comunidades Laudato si’ en Italia y en el mundo, que encontraron al Santo Padre este mediodía. Motivados en el cuidado de los últimos y de la creación, siguiendo el ejemplo de San Francisco de Asís, el Papa los recibió con calidez, y les dejó dos palabras claves de la ecología integral para la reflexión: contemplación y compasión.
La naturaleza está siendo "devorada"
Hoy en día, - dijo Santo Padre – la naturaleza que nos rodea ya no es admirada, sino "devorada". Nos hemos vuelto voraces, dependientes de los beneficios y resultados inmediatos y a toda costa. La mirada sobre la realidad es cada vez más rápida, distraída, superficial, mientras que en poco tiempo las noticias y los bosques se queman. Enfermos de consumismo, nos afanamos por la última "app", pero ya no conocemos los nombres de nuestros vecinos, y mucho menos sabemos cómo distinguir un árbol de otro. Y lo que es más grave, con este modo de vida se pierden las raíces, se pierde la gratitud por lo que hay y por quien nos lo ha dado.
Necesario volver a la contemplación
Para "no olvidar", el Papa Francisco propone “volver a la contemplación”: para no distraerse con mil cosas inútiles, hay que encontrar el silencio; para que el corazón no se enferme, hay que detenerse. Una tarea no fácil, constató el Papa, señalando como necesario, a modo de ejemplo, liberarse “del aprisionamiento del teléfono celular, mirar a los ojos de los que están a nuestro lado y la creación que se nos ha donado”.
Esta "contemplación", sin embargo, no es pasiva, puesto que, según el Pontífice, “quien sabe contemplar no se queda de brazos cruzados, sino que se activa concretamente”. De ahí la correlación con la segunda palabra “clave”: la compasión, que es “fruto e la contemplación”.
¿Como se entiende que uno es contemplativo, que ha asimilado la mirada de Dios? Si tiene compasión por los demás, si va más allá de excusas y teorías, para ver en los demás hermanos y hermanas a los que hay que custodiar.
La mejor vacuna contra la epidemia de la indiferencia
La compasión es "lo opuesto a nuestra indiferencia", aseguró el Pontífice, significa "padecer con", y es “la mejor vacuna contra la epidemia de la indiferencia”: “No me concierne", "no depende de mí", "no estoy involucrado" – dijo - son los "síntomas de la indiferencia". En cambio, quien tiene compasión, pasa del "de ti no me importa" al "eres importante para mí".
La compasión, continuó Francisco, “no es un sentimiento bonito, no es pietismo”, sino que “es crear un nuevo vínculo con el otro”, es "hacerse cargo" como el buen samaritano que, movido por la compasión, se ocupa del desventurado que ni siquiera conoce.
Y es que el mundo "necesita esta caridad creativa y activa", de "personas que no se paren frente a una pantalla para hacer comentarios, sino que se ensucien las manos para remover la degradación y restaurar la dignidad". Tener compasión es "elegir no tener enemigos, para ver en cada uno a mi prójimo", explicó Francisco, señalando que esto no significa “volverse blando”, sino, por el contrario: quienes tienen compasión, “entran en una dura lucha diaria contra el descarte y el desperdicio, el descarte de los demás y el desperdicio de las cosas”.
Hace daño pensar en cuánta gente se descarta sin compasión: ancianos, niños, trabajadores, personas con discapacidades... Pero el desperdicio de cosas también es escandaloso.
Mil millones de toneladas de alimentos se tiran cada año
De hecho, Francisco hace referencia a los más de mil millones de toneladas de alimentos comestibles que se tiran en los países industrializados cada año, y pide luchar, en ayuda recíproca, "contra el descarte y el desperdicio", exigiendo “opciones políticas que combinen progreso y equidad, desarrollo y sostenibilidad para todos, de modo que nadie se vea privado de la tierra que habita, del buen aire que respira, del agua que tiene derecho a beber y del alimento que tiene derecho a comer”.
Hay que mirar lejos, la historia no perdonará
“Salvaguardar nuestra casa común”, fue el nuevo llamamiento del Papa, una tarea que concierne “a todos”, en especial a los responsables de las naciones y las actividades productivas. Nuestro desafío hoy, - afirmó el Papa - no es "cómo nos arreglamos, cómo salimos de esto”: nuestro verdadero desafío es "cómo será la vida de la próxima generación".
“Tenemos que mirar lejos, de lo contrario la historia no perdonará.”
En su saludo final el Obispo de Roma deseó a cada uno que alimente “la contemplación y la compasión”, ambas “ingredientes indispensables”, dijo, de "la ecología integral".
¿Vale la misa del sábado por la tarde para el domingo?
Mons. Jorge, Director Espiritual de Evangelización Hispana de la Arquidiócesis de Denver, responde a esta inquietud
La mayoría de católicos van a Misa los domingos; sin embargo, algunos van los sábados. Una lectora escribió a nuestra website pidiendo que aclaremos este punto. Su pregunta fue la siguiente:
Si el día del Señor es el domingo ¿por qué otros lo celebran el sábado?
Con la generosidad de siempre, Mons. Jorge De los Santos, Director Espiritual de Evangelización Hispana de la Arquidiócesis de Denver, responde.
Sí uno va a Misa el sábado por la tarde y participa en una Eucaristía con la liturgia y las lecturas de la Misa dominical, no hay ningún problema.
La validez de la Misa dominical asistiendo la tarde anterior (sábado), así como de los días de precepto, está aprobada en el Código de Derecho Canónico, que es el conjunto de normas jurídicas que regulan la organización de la Iglesia Católica, así como los derechos y obligaciones de todos los fieles: “Cumple el precepto de participar en la Misa quien asiste a ella, dondequiera que se celebre en un rito católico, tanto el día de la fiesta como el día anterior por la tarde” (1248 § 1).
Esta costumbre es muy reciente, y está relacionada con los cambios producidos en la liturgia por el Concilio Vaticano II en cuya Constitución sobre la Sagrada liturgia, Sacrosantum concilium, dice: “Revísese el año litúrgico de manera que, conservadas o restablecidas las costumbres e instituciones tradicionales de los tiempos sagrados de acuerdo a las circunstancias de nuestra época, se mantenga su índole primitiva para que alimente debidamente la piedad de los fieles en la celebración de los misterios de la redención cristiana, muy especialmente el del misterio pascual”.
Asimismo, en el Missale romanum esta escrito: “Para que la misa del día anterior sea válida como misa dominical o de fiesta de precepto, ha de celebrarse por la tarde (a partir de las 4:00pm) y contener la liturgia y las lecturas de la misa dominical”.
Así pues, un típico caso de misa de sábado no válida como misa dominical, sería la celebración de una boda el sábado por la tarde.
En lo que se refiere a la Misa dominical celebrando el Día del Señor, nos dice el Papa Francisco en su catequesis del 5 de febrero de 2014: “La celebración Eucarística es mucho más que un simple banquete. Es propiamente el memorial de la Pascua de Jesús, el misterio central de la salvación. “Memorial” no significa sólo un recuerdo, un simple recuerdo, sino que quiere decir que cada vez que celebramos este Sacramento participamos en el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo”.
La Eucaristía constituye el vértice de la acción de salvación de Dios. El Señor Jesús, haciéndose pan partido para nosotros, vierte, en efecto, sobre nosotros toda su misericordia y su amor, tanto que renueva nuestro corazón, nuestra existencia y nuestro modo de relacionarnos con Él y con los hermanos.
Es por esto que normalmente, cuando nos acercamos a este Sacramento, se dice que se “recibe la Comunión”, que se “hace la Comunión”: Esto significa que en la potencia del Espíritu Santo, la participación en la mesa eucarística nos conforma en modo único y profundo a Cristo, haciéndonos pregustar ahora ya la plena comunión con el Padre, que caracterizará el banquete celeste, donde, con todos los Santos, tendremos la gloria de contemplar a Dios cara a cara.
Queridos amigos, ¡no agradeceremos nunca suficientemente al Señor por el don que nos ha hecho con la Eucaristía! Es un don muy grande. Y por esto es tan importante ir a misa dominical; ir a misa no sólo para rezar, sino también para recibir la comunión, este Pan que es el Cuerpo de Jesucristo y que nos salva, nos perdona, nos une al Padre. ¡Es hermoso hacer esto! Y todos los domingos vamos a misa porque es el día de la Resurrección del Señor, por eso el Domingo es tan importante para nosotros.
Con la Eucaristía sentimos esta pertenencia a la Iglesia, al Pueblo de Dios, al Cuerpo de Dios, a Jesucristo. Y no terminaremos nunca de captar todo el valor y la riqueza.
Pidámosle, entonces, que este Sacramento pueda continuar manteniendo viva en la Iglesia Su presencia y plasmar nuestras comunidades en la caridad y en la comunión, según el corazón del Padre.
¿Podemos llamar al sacerdote "padre"?
La Biblia frecuentemente habla de la paternidad espiritual y los católicos lo reconocemos y seguimos con la costumbre de llamar a los sacerdotes “padres”
Poniendo el problema en contexto
Mientras Paul y Sandra y sus hijos estaban saliendo de la iglesia un domingo después de Misa, ellos se pararon para decir hola al sacerdote:
“Gracias por la homilía, Padre Ryan,” dijo Paul. “Fue muy convincente”.
“Gracias,” contestó el Padre con una sonrisa, “Estoy contento que la encontraste benéfica.”
“Cambiando de tema, Padre”, Sandra se aventuró a preguntar al padre, “nosotros quisiéramos saber si usted estaría libre para venir a nuestro hogar y reunirse con nosotros en la cena esta semana.”
El Padre sonrió, “Claro que sí. ¡Eso sería grandioso! Gracias.” Y establecieron un día antes de irse.
Nada acerca de este encuentro parecería raro para un católico, pero muchos protestantes se horrorizan con eso. Muchos claman que cuando los católicos se refieren al sacerdote como “padre”, muestran que la Iglesia está en contra de la Biblia, porque Jesús lo prohibió: “No llamen a ningún hombre su padre en la tierra, porque ustedes tienen un Padre, quien está en el cielo” (Mat. 23:9).
En sus ensayo 10 Razones por las que no soy Católico Romano, el escritor anti-católico y fundamentalista Donald Maconaghie cita este pasaje como soporte para su acusación de que “el papado es una farsa.”
Bill Jackson, otro fundamentalista que dirige una organización anticatólica de tiempo completo, dice en su libro, La Guía Cristiana Hacia el Catolicismo Romano, que un “estudio de Mateo 23:9 revela que Jesús estaba hablando acerca de ser llamado padre como un título de superioridad religiosa…[la cual es] la base de la jerarquía [Católica]” (p. 53).
¿Como debemos los católicos responder a estas acusaciones?
Para entender el porque la acusación no es válida, uno primero debe comprender que el uso de la palabra “padre” en referencia a nuestros padres terrenales. No habría nadie que no permitiera a una niña la oportunidad de decirle a alguien que ella quiere a su padre. El sentido común nos dice que Jesús no estaba prohibiendo este tipo de uso de la palabra “padre”.
De hecho, para prohibirlo habría que quitarle a la palabra “Padre” su significado cuando se aplica a Dios, porque no habría mas la contraparte para la analogía de la divina Paternidad. El concepto de el rol de Dios como Padre no tendría significado si destruimos el concepto de la paternidad terrena.
Pero en la Biblia el concepto de paternidad no está restringido a solo nuestros padres terrenales y Dios. Es usada para referir a gente diferente de los padres biológicos o legales, y es usado como un signo de respeto con los cuales nosotros tenemos una relación especial.
Por ejemplo, José le dice a sus hermanos acerca de un especial relación fraternal que Dios le ha dado a el con el rey de Egipto: “Así que no eras tú quien me mandó aquí, sino Dios; y el me ha hecho a mi un padre para el Faraón, y señor de toda su casa y el que gobierna toda la tierra de Egipto” (Gén. 45:8).
Job indica que el tuvo un papel de paternidad con los menos afortunados: “Yo era un padre de los pobres, y busqué la causa de el a quien yo no conocía” (Job 29:16). Y Dios mismo declara que el dará un rol de paternidad a Eliakim, el guardián de la casa de David: “En aquel día yo llamé a mi sirviente Eliakim, el hijo de Hilkiah…y yo los vestiré a el con una túnica, y le ceñiré un cinturón en el, y le otrogaré…autoridad a su mano; y el deberá ser un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá” (Isaías 22:20)
Este tipo de paternidad no solamente aplica a aquellos quienes son sabios consejeros (como José) o benefactores (como Job) o ambos (como Eliakim), también aplica a aquellos quienes tienen un relación espiritual fraterna con uno. Por ejemplo, Elisha replica, “Mi padre, mi padre!” a Ellijah mientras la carta es llevada al cielo en un remolino (2 Reyes. 2:12). Después, Elisha mismo es llamado padre por el rey de Israel (2 Reyes. 6:21).
¿Un cambio con el Nuevo Testamento?
Algunos fundamentalistas debaten que este uso cambió con el Nuevo Testamento--que mientras que pudo haber sido permisible llamar a cierto hombres “padre” en el Antiguo Testamento, desde el tiempo de Cristo, no es ya permitido. Este argumento falla por varias razones.
Primero, como hemos visto, es imperativo “no llamar padre a un hombre” no aplica al padre biológico de uno. También no excluye llamar a los ancestros de uno “padre”, como se muestra en Hechos 7:2, donde Esteban se refiere a “nuestro padre Abram,” o en Romanos 9:10, donde Pablo habla de “nuestro padre Isaac.”
Segundo, hay numerosos ejemplos en el Nuevo Testamento de el término “padre” de ser usado como una forma de dirigirse y referirse, aún para hombres quienes no son padres biológicos relacionados con el locutor. Hay, de hecho, bastantes usos de “padre” en el Nuevo Testamento, que la interpretación fundamentalista de Mateo 23 (y la objeción a los católicos sobre llamar a los sacerdotes “padre”) debe estar equivocada, como lo veremos.
Tercero, un análisis cuidadoso de el contexto de Mateo 23 muestra que Jesús no intentó que sus palabras fueran entendidas literalmente. El pasaje completo versa así, “Pero no serán llamados ‘rabino,’ porque ustedes tienen un maestro, y ustedes son todos hermanos. Y no llamen a ningún hombre su padre en la tierra, porque ustedes tienen un Padre, quien esta en el cielo. Ninguno será llamado ‘maestro,’ porque ustedes tienen un maestro, el Cristo (Mat. 23:8).
El primer problema es que aún que Jesús parecía prohibir el uso del término “maestro”, Cristo mismo designó ciertos hombres para ser maestros en su Iglesia (“Vayan entonces y hagan discípulos de todas la naciones…)
Los fundamentalistas mismos se equivocan en este punto llamando a todo tipo de personas “Doctor,” por ejemplo en el caso de doctores, así como también profesores y científicos, quienes tienen grados de Ph.D. (ejemplo, doctorados). En lo que ellos se equivocan es que “doctor” es simplemente la palabra en latín para “maestro”.
¿Entonces qué es lo que quería decir Jesús?
Jesús criticado por los líderes judíos quienes amaban “el lugar de honor en los festejos y los mejores asientos en la sinagogas y los saludos en los mercados, y ser llamados ‘rabinos’ por los hombres (Mat. 23:6).
El estaba haciendo una hipérbole (exageración para ir al grano) para mostrar a los escribas y fariseos que pecadores y orgullosos eran por no parecer humildes a Dios como el origen de toda la autoridad y fraternidad y enseñanza, y que en vez se pusieren ellos mismos como la última autoridad, figuras paternales, y maestros.
Cristo usó hipérboles frecuentemente, por ejemplo cuando el declaró, “Si tu ojo derecho te hace pecar, sácatelo y tíralo; es mejor que tu pierdas uno de tus miembros que entrar entero en el infierno” (Mat. 5:28, cf. 18:9, Marcos 9:47). Cristo ciertamente no intentó que esto fuera aplicado literalmente, porque de otra manera todos los cristianos estaríamos privados de la vista! (cf. 1 Jn 1:8; 1 Tim 1:15). Nosotros todos estamos sujetos a los apetitos de la carne y a los apetitos de la vista y al orgullo en la vida” (1 Jn 2:16).
Usando palabras fuertes como frecuentemente hacía, Jesús condenó el mal uso de la autoridad mas que el uso de ciertos términos de posición. Haciendo referencia al término “padre”, Jesús está prohibiéndonos cualquier relación de fraternidad humana con la Fraternidad espiritual que solo Dios tiene. Nosotros debemos no olvidar que somos sujetos de la autoridad de Dios-El es nuestro Maestro y Profesor y Padre. Este es el porque, cuando nos referimos a los sacerdotes como “padres” nosotros siempre debemos hacer esto reconociendo que Dios es nuestro verdadero Padre.
Los apóstoles nos muestran el camino
La practica ancestral cristiana de llamar a los sacerdotes “padres” va muy atrás hasta el tiempo de los apóstoles, y la teología atrás es evidente en la escritura. Mientras el juicio ante el Sanedrín—el consejo mayor de los judíos de los sacerdotes y los ancianos—el primer mártir cristiano, Esteban, se refiere a ellos como “hermanos y padres” (Hech. 7:24).
Este es un pasaje clave para considerar, mientras que las Escrituras nos dice que Esteban estuvo lleno del Espíritu Santo y que habló estas palabras bajo la inspiración del Espíritu Santo (cf. Hech. 7:55). No hay manera que el Espíritu Santo podría haber inspirado a Esteban a referirse a los sacerdotes judíos como “padres” si Cristo había de hecho literalmente prohibido a los cristianos que llamaran a los hombres por ese título. Si así fuera, tendría que haber una contradicción directa entre la orden de Cristo y la actuación del Espíritu Santo.
El Nuevo Testamento esta lleno de ejemplos y de referencias hacia relaciones espirituales padre-hijo y padre-pequeño. Mucha gente no es consciente en que tan comunes estas son, así que vale la pena citar algunas aquí.
Pablo regularmente se refería a Timoteo como su hijo: “Entonces yo te mandé a ti a Timoteo, mi y amado y fiel hijo en el Señor, misericordia, y paz de Dios el Padre y Jesús Cristo nuestro Señor (1 Tim 1:2), “A Timoteo, mi hijo amado: Gracia, misericordia, y paz de Dios el Padre y Jesús Cristo nuestro Señor” (2 Tim. 1:2).
El también se refirió a Timoteo como su hijo: “Este encargo yo te encomiendo a ti, Timoteo, mi hijo, de acuerdo con las anunciaciones proféticas...” (1 Tim 1:18), “Tu entonces, mi hijo, se fuerte en la gracia de Jesús Cristo” (2 Tim 2:1), “Pero el mérito de Timoteo tu lo sabes, como un hijo con un padre el ha servido conmigo en el evangelio” (Fil. 2:22).
Pablo también se refirió a otros de sus convertidos de esta manera: “A Tito, mi hijo verdadero en una fe común: gracia y paz de Dios el Padre y Jesús Cristo nuestro Salvador” (Tito 1:4), “te ruego por mi hijo, Onésimo, a quién he engendrado en las prisiones” (Filemón 10). Claramente, ninguno de estos hombres fueron literalmente, hijos biológicos. Por el contrario, Pablo esta enfatizando su paternidad espiritual con ellos.
Paternidad Espiritual
Quizás la referencia mas señalada en el Antiguo Testamento sobre la teología de la paternidad espiritual de los sacerdotes es la declaración de Pablo, “Y no escribo esto para hacerlos sentir avergonzados, sino para aconsejarlos como mis amados hijos. Aunque ustedes tienen incontables guías en Cristo, no tienen muchos padres, pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio” (1 Cor. 4:14-15).
Pedro siguió la mismo costumbre, refiriéndose a Marco como su hijo: “Ella que está en Babilonia, quien es similarmente escogida, te manda saludos; y así también lo hace mi hijo Marco” (1 Pet. 5:13). Los apóstoles algunas veces se refirieron a las iglesias enteras bajo el cuidado de sus hijos. Pablo escribe, “Aquí por la tercera vez yo estoy listo para llegar a ti. Y yo no seré una carga, porque no busco lo que es tuyo sino a ti; porque los hijos no deben de acumular para sus padres, sino los padres para sus hijos” (2 Cor. 12:14); y, “Mi pequeño hijo, con el cual yo estoy otra vez esforzándome hasta que Cristo se forme en ustedes!” (Gal. 4:19).
Juan dijo, “Mis pequeños hijos, escribo esto a ustedes para que así ustedes no pequen; pero si alguno de ustedes peca, tenemos un defensor con el Padre, Jesús Cristo el justo” (1 Jn 2:1), “No puedo tener una mayor alegría que esta, oír a mis hijos seguir la verdad” (3 Jn 4). De hecho, Juan también se refería a hombres de las primeras comunidades como “padres” (1 Jn 2:13).
Al referirse a esta gente como a "hijos" espirituales, Pedro, Pablo y Juan implícitamente se refieren a ellos como a sus "padres" espirituales. Debido a que la Biblia frecuentemente habla de esta paternidad espiritual, los católicos lo reconocemos y seguimos con la costumbre de llamar a los sacerdotes “padres”. No reconocer esto es de hecho es no reconocer y honrar un gran regalo que Dios ha dado en la Iglesia: la paternidad espiritual del sacerdocio”
Los católicos tienen un afecto filial hacia los padres y los llaman “padre”, sabiendo que como miembros de sus parroquias ellos tienen el compromiso de su cuidado espiritual, y tienen una relación filial con ellos. Los sacerdotes por otro lado, siguen los ejemplos bíblicos de los apóstoles en lo referente a los miembros de su congregación como “mi hijo” o “mi pequeño” (cf. Gal. 4:19, 1 Tim. 1:18, 2 Tim. 2:1, Filemón 10, 1 Ped. 5:13, 1 Jn 2:1, 3 Jn 4).
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La Biblia revela al alma la verdadera sabiduría, su lectura frecuente nos hace obrar por amor a Dios, nos mueve a la ardua labor de la virtud.
...¿CONOCES LA BIBLIA?...
"Escudriñad las Escrituras porque a vosotros os parece que en ellas tenéis vida eterna y ellas son las que dan testimonio de mí".Juan 5,39.
¿CONOCES TU LA BIBLIA?
"La Biblia revela al alma la verdadera sabiduría. Transporta el espíritu al cielo. Vivifica en el corazón la alabanza. Aparta al hombre de los deseos del mundo. Deja en la mente un único pensamiento: el de la otra vida.
La lectura frecuente de la Biblia nos hace obrar por amor a Dios, nos mueve a la ardua labor de la virtud. Nos pone de manifiesto el auxilio providencial de Dios, la fortaleza de los justos, la bondad divina, la excelencia de su recompensa.
Nos excita a imitar a los siervos de Dios. Nos da fuerzas para la batalla de la santidad. Renueva nuestra fe en las promesas divinas.
La Biblia es la consoladora de los tristes, puerto seguro y tranquilo, fortaleza inexpugnable, torre inconmovible, impenetrable armadura, serenidad de espíritu, verdad indestructible, alegría perdurable.
"Es preciso, pues, que leamos con la máxima atención la Biblia. Si lo hacemos obtendremos la verdadera ciencia”.
Al que con piedad y fe recorra los Santos Libros... el Señor que baja a nuestros corazones, iluminar su espíritu. Expandir sobre su alma rayos de luz, descubriéndole cosas ocultas y enseñándole todo cuanto ignora. El quiere ser nuestro Maestro: ´A nadie llamáis Maestro vuestro´. (S. Juan Crisóstomo, "La asidua lectura de la Biblia").
¿OBEDECES TU A CRISTO?
Es útil el saber citas de memoria, pero si no pones en práctica las enseñanzas que contienen de nada te sirve. Jesucristo dijo: "Escudriñad las Escrituras". (Juan 5,39.) ¿Y qué significa esto sino que es necesario llegar, mediante un estudio profundo, a comprender su verdadero sentido?
Pero hoy hay muchos pastores que engañan a la gente haciéndole creer que "escudriñar" significa "interpretar", y esto según el parecer de cada quien. (Principio protestante del juicio privado).
¿COMO DEBEMOS LEER LAS SAGRADAS ESCRITURAS?
La misma Biblia nos dice cómo. Recuerda el pasaje del eunuco de la reina de Etiopía. "Mientras viajaba en coche, iba ocupado en la santa lectura". Lee: Hechos 8, 26-39.
1. La leía con celo y ardor.
Considera su mérito de no dejar la lectura ni siquiera en el camino, ni siquiera en el coche con ruedas de madera, por un camino de piedras.
2. Tenía muchas excusas para no hacerlo.
El eunuco no era cristiano, ni judío, y además era rico; todo esto le daba justificación para ser negligente, sin embargo, no se excusó como nosotros: "no tengo tiempo", "no entiendo".
3. Dios le ayuda.
Antes de concederle su gracia, Dios espera a que el eunuco haya hecho todo cuanto de él depende.
Dios te ayuda a ti también, pero tú tienes que hacer primero lo que te corresponde: adquirir la Biblia, leerla, estudiarla.
4. Le manda un apóstol.
Con la sola Biblia no pudo entender todo. Dios podía haberle enviado su Espíritu. ¡Claro que sí! Pero el hecho es que no lo hizo, para enseñarnos a nosotros que es necesario un maestro autorizado. Dios le ayuda a penetrar las Escrituras mediante un maestro de la Iglesia: el diácono Felipe. Lee: Lucas 10,16.
La misma Escritura nos enseña que la Iglesia primitiva no era la Iglesia de la sola Biblia sino la Iglesia de los maestros: "acudían asiduamente a las enseñanzas de los apóstoles". Lee: Hechos 2,42. Si hay enseñanza, tiene que haber maestros; y si hay maestros, debemos aceptar su magisterio.
Por el contrario, si no hay Magisterio, como algunos afirman, no debería haber maestros y nadie debería enseñar la Biblia. Para salvarnos, bastaría traer "la sola Biblia" bajo el brazo y leerla.
Lo que no podemos aceptar, es que por un lado nos digan que no son necesarios los maestros ni el Magisterio y después, ellos mismos, se nos presenten como únicos maestros infalibles de la Biblia.
¿QUE DICE LA IGLESIA DE LA BIBLIA?
La Iglesia considera como suprema norma de su fe la Escritura unida a la Tradición, ya que, inspirada por Dios y escrita de una vez para siempre, nos transmite inmutablemente la palabra del mismo Dios.
Es tan grande el poder y la fuerza de la palabra de Dios, que constituye el sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de la fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual. Lee: Documentos del Concilio: "Dei Verbum" No. 21.
La Iglesia no añade nada a la Escritura, sino que crece en la comprensión de las palabras. Estudia: "Dei Verbum" No. 8. Pero tampoco saca de la Escritura todo lo revelado, porque lo revelado abarca tanto lo transmitido por carta, la Biblia, como lo de viva voz, la Tradición. Lee: 1 Corintios 11,23 y 2 Tesalonicenses 2,15.
"Los libros inspirados enseñan la verdad. Sin embargo, la fe cristiana no es una ´religión del Libro´. El Cristianismo es la religión de la "Palabra" de Dios, ´no de un verbo escrito y mudo, sino del Verbo encarnado y vivo´". CIC = Catecismo de la Iglesia Católica n.108.
El Concilio recomienda insistentemente a todos los fieles la lectura asidua de la Escritura para que adquieran la suprema ciencia de Jesucristo. Lee: Filipenses 3,8.
LA RESPUESTA CATOLICA.
1. Es necesario un Magisterio que nos explique como Felipe al eunuco.
Todos los cristianos creemos que la Biblia dice la verdad. Nadie niega eso, pero esa verdad no es clara y evidente para todos.
La Biblia lo dice. El eunuco no era ningún ignorante, tenía la Biblia en la mano y la escudriñaba como Jesús lo había mandado. Sin embargo, cuando Felipe le pregunta: "Comprendes lo que lees?" El responde: "¿Cómo voy a entender si nadie me lo explica?"
La experiencia lo demuestra. Los fundamentalistas bíblicos afirman: la Biblia dice la verdad. Pero el caso es que ellos mismos no se pueden poner de acuerdo en cuál es esa verdad. Si la conocieran no estarían divididos en multitud de iglesias.
2. Es necesaria la luz de Cristo.
Para comprender lo escrito en un libro no basta saber leer, es necesaria la luz. De la misma manera, para entender la Biblia se necesita que Cristo por medio de su Espíritu nos ilumine. Lee: CIC 108.
Esto se ve claro en el pasaje de los discípulos de Emaús. Cuando ellos quisieron interpretar las Escrituras según su propio entender se fueron alejando desilusionados, pero cuando Cristo les abrió la inteligencia, regresaron con gozo a la comunidad, a la Iglesia de Cristo. Lee: Lucas 24, 33 y 45.
Cristo no nos dejó la Biblia para inventar o discutir la fe, por el contrario, nos dio la fe de la Iglesia para entender la Biblia. CIC 113-114.
3. La Biblia no estuvo muda 2,000 años.
Todos los cristianos creemos que Dios nos habla por medio de la Biblia. Si esto es verdad, y no estuvo muda y silenciosa durante 2,000 años, algo debió de haber dicho a los que la tuvieron en la mano antes que nosotros y, por tanto, antes de dar nuestra interpretación, deberíamos de consultar lo que la Biblia dijo a los que la estudiaron antes que nosotros.
La Biblia no se escribió la semana pasada, y citarla como si tú fueras el primero que la entiende es arrogancia. Más aún, si lo que te dice la Biblia hoy a ti, contradice o niega lo que la Biblia dijo ayer, una de dos, o la Biblia dice mentiras o tú estás equivocado.
Precisamente por eso los que predican opiniones que cambian, y no verdades que permanecen, rechazan el Magisterio que está para conservar, exponer y custodiar esas verdades, válidas para todos los hombres de todos los tiempos. Lee: CIC 86.
Pero entonces, ¿cómo es que hay muchas enseñanzas católicas que no están en la Biblia?
La primera razón es que no basta saber leer para entender. ¿Cómo quieres entender en una semana lo que a la Iglesia le costó 2,000 años de meditación y estudio? Dei Verbum n. 8.
La segunda razón es que nosotros aceptamos todo lo que la Tradición Apostólica nos ha transmitido, no sólo por escrito sino también de palabra. Lee: 1 Tesalonicenses 2,5. Estudia: CIC 80 ss.
Lutero tenía razón al subrayar que la Escritura habla en un lenguaje que cada hombre puede entender. Hasta los niños y los iletrados entienden el Sermón de la Montaña, el mandamiento del amor al prójimo, la parábola del hijo pródigo. La Biblia para aplicarla a mi vida y para hablar con Dios está al alcance de todos. Lee: CIC 104. Pero "el oficio de interpretar ha sido encomendado únicamente al Magisterio" CIC 85 ss.
Poca Biblia aleja de la Iglesia, mucha Biblia acerca a ella.
Scott Hann era un pastor presbiteriano, profesor de Sagradas Escrituras. Su amor a la Biblia era tan grande como su antipatía por la Iglesia Católica. Un día, uno de sus estudiantes le preguntó:
"¿Dónde enseña la Biblia el principio protestante de la sola Biblia?"
Scott dio las conocidas citas de 2 Timoteo 3, 15 y 1 Tesalonicenses 2,13.
A la primera cita el estudiante replicó que lo que ahí se dice es que la Biblia tiene autoridad, pero no que es la única autoridad; y a la segunda, que S. Pablo se refiere a lo que él ha predicado y no a lo escrito. Aunque el maestro no aceptó en ese momento la réplica del alumno, su amor a la verdad le hizo reflexionar y estudiar más a fondo la Escritura. Tiempo después se convirtió a la fe Católica.
ORACION:
"Señor Jesús, haz que la lectura de la Biblia sea luz para mis pasos, pan para mi alma, sal que da sazón a mi vida y me lleve a ser fermento de vida cristiana y apóstol intrépido de tu palabra."
Preces
A Jesús, que nos ha dicho que hemos de estar dispuestos a perdonar hasta setenta veces siete, le pedimos:
R/MSeñor, danos entrañas de misericordia.
Por tu Iglesia,
– para que sea en el mundo signo de reconciliación y no deje de anunciar a los hombres tu salvación.MR/
Por los que viven heridos por el daño que se les ha infligido,
– haz que no anide en ellos la amargura.MR/
Por los que tienen el corazón endurecido y no saben perdonar,
– que experimenten tu amor y sean capaces de hacerlo.MR/
Por los que desconfían de tu amor y viven enquistados en el pecado,
– que puedan reconocer tu bondad y se arrepientan.MR/
Por nosotros, para que la celebración de este domingo nos renueve,
– y nos impulse a vivir con mayor alegría y a querer mejor a cuantos nos rodean.MR/
Padre nuestro…
Míranos, oh, Dios, creador y guía de todas las cosas, y concédenos servirte de todo corazón, para que percibamos el fruto de tu misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo.
El Papa: no podemos pretender el perdón de Dios, si no perdonamos al prójimo
Es necesario aplicar el amor misericordioso en todas las relaciones humanas, tal como nos lo pide Jesús: lo dijo el Papa a la hora del Ángelus de este domingo, al reflexionar sobre la parábola del rey misericordioso. “Si no nos esforzamos por perdonar y amar, – afirmó el Santo Padre – tampoco seremos perdonados ni amados”.
“Si no nos esforzamos por perdonar y amar, tampoco seremos perdonados ni amados”: fue la conclusión a la que llegó el Papa Francisco en su Ángelus de hoy, al reflexionar sobre la parábola del rey misericordioso. El Santo Padre se asomó, como cada domingo, a la ventana del Palacio Apostólico, para rezar junto con los fieles la oración mariana del Ángelus dominical, en este XXIV domingo del Tiempo Ordinario.
El Evangelio propone en este día la parábola del rey misericordioso, en donde “encontramos – dijo Francisco – dos veces esta súplica: ‘ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”.
La primera vez la pronuncia el siervo que le debe a su amo diez mil talentos, una suma enorme. Hoy serían millones y millones de euros. La segunda vez la repite otro criado del mismo amo. Él también tiene deudas, no con su amo, sino con el siervo que tiene esa enorme deuda. Y su deuda es muy pequeña comparada con la de su compañero, tal vez como el salario de una semana.
La infinita misericordia de Dios
Tal como explicó el Papa, el centro de la parábola es la indulgencia que el amo muestra hacia el siervo más endeudado.
El evangelista subraya que «el señor compasión de aquel servidor, – no olviden jamás esta palabra que es propia de Jesús: «tuvo compasión», Jesús siempre tuvo compasión – le dejó marchar y le perdonó la deuda». ¡Una deuda enorme, por tanto, una condonación enorme! Pero ese criado, inmediatamente después, se muestra despiadado con su compañero, que le debe una modesta suma. No lo escucha, le insulta y lo hace encarcelar, hasta que haya pagado la deuda, aquella pequeña deuda. El amo se entera de esto y, enojado, llama al siervo malvado y lo hace condenar. ¿Pero yo te he perdonado tanto y tú eres incapaz de perdonar tan poco?
Aplicar el amor misericordioso en todas las relaciones
Son dos las actitudes que demuestra la parábola: la de Dios, que, representado por el rey, muestra una justicia “impregnada de misericordia”. Y la del hombre, que “se limita a la justicia”. Jesús, en cambio, nos exhorta a “abrirnos valientemente al poder del perdón, porque no todo en la vida se resuelve con la justicia”. Da cuenta de ello la respuesta que le da a Pedro, antes de la parábola, cuando le pregunta: «Señor ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano?». A lo que Jesús le responde: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete». En el lenguaje simbólico de la Biblia, – explicó el Papa – esto significa que estamos llamados a perdonar siempre.
¡Cuánto sufrimiento, cuántas divisiones, cuántas guerras podrían evitarse, si el perdón y la misericordia fueran el estilo de nuestra vida! Incluso en la familia, también en la familia. Cuántas familias desunidas que no saben perdonarse, cuántos hermanos y hermanas que tienen este rencor dentro. Es necesario aplicar el amor misericordioso en todas las relaciones humanas: entre los esposos, entre padres e hijos, dentro de nuestras comunidades, en la Iglesia y también en la sociedad y la política.
Deja de odiar, el rencor es como una mosca en el verano
El Papa Francisco se detuvo en la meditación, para contar una primera reflexión que tuvo en la mañana, durante la misa, leyendo una frase el libro de Sirácides. La frase que dice: «Acuérdate de tu fin y déjate de odiar». Y exhortó:
¡Piensa en el final! Piensa que estarás en un ataúd y llevarás el odio allí. Piensa en el final, ¡deja de odiar! Deja el rencor. Piensa en esta conmovedora frase: «Acuérdate de tu fin y déjate de odiar». No es fácil perdonar, porque en los momentos tranquilos uno dice: «sí, pero éstos o éste me han hecho todo tipo de cosas»… pero yo también he hecho muchas. Mejor perdonar para ser perdonado. Pero luego, el rencor vuelv, como una molesta mosca en el verano que vuelve y vuelve y vuelve… Perdonar no es sólo algo momentáneo, es algo continuo contra este rencor, este odio que vuelve. Pensemos en el final, dejemos de odiar.
Perdonar para ser perdonados
La frase que recitamos en la oración del Padre nuestro: «Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores», cobran su pleno significado gracias a esta parábola, puesto que contienen, continuó diciendo el Papa, una “verdad decisiva”:
No podemos pretender para nosotros el perdón de Dios, si nosotros, a nuestra vez, no concedemos el perdón a nuestro prójimo. Si no nos esforzamos por perdonar y amar, tampoco seremos perdonados ni amados. “Es una condición: piensa en el final, en el perdón de Dios y deja de odiar, ahuyenta el rencor, esa molesta mosca que vuelve y vuelve y vuelve.”
Por todo ello, al concluir su reflexión, el Papa alentó a encomendarse a la maternal intercesión de la Madre de Dios, para que Ella “nos ayude a darnos cuenta de cuánto estamos en deuda con Dios, y a recordarlo siempre, para tener el corazón abierto a la misericordia y a la bondad”.