Yo les aseguro que ni en Israel he hallado una fe tan grande
- 14 Septiembre 2020
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Fiesta, 14 de septiembre
Hacia el año 320 la Emperatriz Elena de Constantinopla encontró la Vera Cruz, la cruz en que murió Nuestro Señor Jesucristo, La Emperatriz y su hijo Constantino hicieron construir en el sitio del descubrimiento la Basílica del Santo Sepulcro, en el que guardaron la reliquia.
Años después, el rey Cosroes II de Persia, en el 614 invadió y conquistó Jerusalén y se llevó la Cruz poniéndola bajo los pies de su trono como signo de su desprecio por el cristianismo. Pero en el 628 el emperador Heraclio logró derrotarlo y recuperó la Cruz y la llevó de nuevo a Jerusalén el 14 de septiembre de ese mismo año. Para ello se realizó una ceremonia en la que la Cruz fuellevada en persona por el emperador a través de la ciudad. Desde entonces, ese día quedó señalado en los calendarios litúrgicos como el de la Exaltación de la Vera Cruz.
El cristianismo es un mensaje de amor. ¿Por qué entonces exaltar la Cruz? Además la Resurrección, más que la Cruz, da sentido a nuestra vida.
Pero ahí está la Cruz, el escándalo de la Cruz, de San Pablo. Nosotros no hubiéramos introducido la Cruz. Pero los caminos de Dios son diferentes. Los apóstoles la rechazaban. Y nosotros también.
La Cruz es fruto de la libertad y amor de Jesús. No era necesaria. Jesús la ha querido para mostrarnos su amor y su solidaridad con el dolor humano. Para compartir nuestro dolor y hacerlo redentor.
Jesús no ha venido a suprimir el sufrimiento: el sufrimiento seguirá presente entre nosotros. Tampoco ha venido para explicarlo: seguirá siendo un misterio. Ha venido para acompañarlo con su presencia.
En presencia del dolor y muerte de Jesús, el Santo, el Inocente, el Cordero de Dios, no podemos rebelarnos ante nuestro sufrimiento ni ante el sufrimiento de los inocentes, aunque siga siendo un tremendo misterio.
Jesús, en plena juventud, es eliminado y lo acepta para abrirnos el paraíso con la fuerza de su bondad: "En plenitud de vida y de sendero dio el paso hacia la muerte porque El quiso. Mirad, de par en par, el paraíso, abierto por la fuerza de un Cordero" (Himno de Laudes).
En toda su vida Jesús no hizo más que bajar: en la Encarnación, en Belén, en el destierro. Perseguido, humillado, condenado. Sólo sube para ir a la Cruz. Y en ella está elevado, como la serpiente en el desierto, para que le veamos mejor, para atraernos e infundirnos esperanza. Pues Jesús no nos salva desde fuera, como por arte de magia, sino compartiendo nuestros problemas. Jesús no está en la Cruz para adoctrinarnos olímpicamente, con palabras, sino para compartir nuestro dolor solidariamente.
Pero el discípulo no es de mejor condición que el maestro, dice Jesús. Y añade: "El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y me siga". Es fácil seguir a Jesús en Belén, en el Tabor. ¡Qué bien estamos aquí!, decía Pedro. En Getsemaní se duerme, y, luego le niega.
"No se va al cielo hoy ni de aquí a veinte años. Se va cuando se es pobre y se está crucificado" (León Bloy). "Sube a mi Cruz. Yo no he bajado de ella todavía" (El Señor a Juan de la Cruz). No tengamos miedo. La Cruz es un signo más, enriquece, no es un signo menos. El sufrir pasa, el haber sufrido -la madurez adquirida en el dolor- no pasa jamás. La Cruz son dos palos que se cruzan: si acomodamos nuestra voluntad a la de Dios, pesa menos. Si besamos la Cruz de Jesús, besemos la nuestra, astilla de la suya.
Es la ambigüedad del dolor. El que no sufre, queda inmaduro. El que lo acepta, se santifica. El que lo rechaza, se amarga y se rebela.
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La Exaltación de la Santa Cruz
Himno (laudes)
Brille la cruz del Verbo luminosa,
Brille como la carne sacratísima
De aquel Jesús nacido de la Virgen
Que en la gloria del Padre vive y brilla.
Gemía Adán, doliente y conturbado,
Lágrimas Eva junto a Adán vertía;
Brillen sus rostros por la cruz gloriosa,
Cruz que se enciende cuándo el Verbo expira.
¡ Salve cruz de los montes y caminos,
junto al enfermo suave medicina,
regio trono de Cristo en las familias,
cruz de nuestra fe, salve, cruz bendita!
Reine el señor crucificado,
Levantando la cruz donde moría;
Nuestros enfermos ojos buscan luz,
Nuestros labios, el río de la vida.
Te adoramos, oh cruz que fabricamos,
Pecadores, con manos deicidas;
Te adoramos, ornato del Señor,
Sacramento de nuestra eterna dicha. Amén
ORACIÓN
Señor, Dios nuestro, que has querido salvar a los hombres por medio de tu Hijo muerto en la cruz, te pedimos, ya que nos has dado a conocer en la tierra la fuerza misteriosa de la Cruz de Cristo, que podamos alcanzar en el cielo los frutos de la redención. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.-
Himno (vísperas)
Las banderas reales se adelantan
Y las cruz misteriosa en ellas brilla:
La cruz en que la vida sufrió muerte
Y en que, sufriendo muerte, nos dio vida.
Ella sostuvo el sacrosanto cuerpo
Que, al ser herido por la lanza dura,
Derramó sangre y agua en abundancia
Para lavar con ellas nuestras culpas.
En ella se cumplió perfectamente
Lo que David profetizó en su verso,
Cuándo dijo a los pueblos de la tierra:
“ Nuestro Dios reinará desde un madero”.
¡Árbol lleno de luz, árbol hermoso,
árbol hornado con la regia púrpura
y destinado a que su tronco digno
sintiera el roce de la carne pura!
¡Dichosa cruz que con tus brazos firmes,
en que estuvo colgado nuestro precio,
fuiste balanza para el cuerpo santo
que arrebató su presa a los infiernos!
A ti, que eres la única esperanza,
Te ensalzamos, oh cruz, y te rogamos
Que acrecientes la gracia de los justos
Y borres los delitos de los malos.
Recibe, oh Trinidad, fuente salubre
La alabanza de todos los espíritus,
Y tú que con tu cruz nos das el triunfo,
Añádenos el premio, oh Jesucristo. Amén
Santo Evangelio según san Lucas 7, 1-10. Lunes XXIV del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Buenos días, Señor. Quiero estar aquí contigo porque estoy feliz así. Creo en ti y tengo mi esperanza puesta en tu misericordia. Ábreme los ojos para contemplarte en esta oración y enciende mi corazón en ansias por ti. Amén.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 7, 1-10
En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar a la gente, entró en Cafarnaúm. Había allí un oficial romano, que tenía enfermo y a punto de morir a un criado muy querido. Cuando le dijeron que Jesús estaba en la ciudad, le envió a algunos de los ancianos de los judíos para rogarle que viniera a curar a su criado. Ellos, al acercarse a Jesús, le rogaban encarecidamente, diciendo: “Merece que le concedas ese favor, pues quiere a nuestro pueblo y hasta nos ha construido una sinagoga”. Jesús se puso en marcha con ellos.
Cuando ya estaba cerca de la casa, el oficial romano envió unos amigos a decirle: “Señor, no te molestes, porque yo no soy digno de que tú entres en mi casa; por eso ni siquiera me atreví a ir personalmente a verte. Basta con que digas una sola palabra y mi criado quedará sano. Porque yo, aunque soy un subalterno, tengo soldados bajo mis órdenes y le digo a uno: “¡Ve!” y va; a otro: “¡Ven!” y viene; y a mi criado: “¡Haz esto!”, y lo hace”.
Al oír esto, Jesús quedó lleno de admiración, y volviéndose hacia la gente que lo seguía, dijo: “Yo les aseguro que ni en Israel he hallado una fe tan grande”. Los enviados regresaron a la casa y encontraron al criado perfectamente sano.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¡Qué humildad la del centurión! Muchas veces imaginamos a los romanos como gente despiadada, soberbia, autosuficiente y cruel. Eran gente de poder, señores de un imperio inmenso extendido por todo el Mediterráneo. ¿Qué hubiera pasado si, como romano, le hubiera exigido a Jesús el milagro que quería? ¿Se habría atrevido a ponerse arrogante frente a un Maestro tan humilde pero lleno de autoridad?
Este centurión no era soberbio, pero sí le sobraba inteligencia. Supo encontrar el punto débil de Jesús. Llegó al fondo de su corazón sin tan siquiera haberle dirigido la palabra personalmente porque se creía indigno.
A Jesús le enternecen los corazones humildes que le piden favores no para sí sino para otros. Lo mismo sucedió con la cananea que andaba insistiendo detrás de Jesús por su hija. Y yo, ¿cómo le hablo a mi Señor?, ¿le exijo que haga lo que yo quiero? ¿Soy un centurión arrogante?, ¿o más bien me dirijo a su Corazón en el idioma que Él entiende? La humildad y la caridad son la llave del corazón de Jesús, el porqué de su admiración.
«En esta fe, también nosotros queremos la mirada al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y lo invocamos: “oh, Señor, no soy digno de que entres en mi casa: pero una palabra bastará para sanarme”. Esto lo decimos en cada Misa. Si somos nosotros los que nos movemos en procesión para hacer la comunión, nosotros vamos hacia el altar en procesión para hacer la comunión, en realidad es Cristo quien viene a nuestro encuentro para asimilarnos a él. ¡Hay un encuentro con Jesús! Nutrirse de la eucaristía significa dejarse mutar en lo que recibimos. Nos ayuda san Agustín a comprenderlo, cuando habla de la luz recibida al escuchar decir de Cristo: “Manjar soy de grandes: crece y me comerás. Y tú no me transformarás en ti como al manjar de tu carne, sino tú te transformarás en mí”. Cada vez que nosotros hacemos la comunión, nos parecemos más a Jesús, nos transformamos más en Jesús. Como el pan y el vino se convierten en Cuerpo y Sangre del Señor, así cuantos le reciben con fe son transformados en eucaristía viviente».
(Audiencia de S.S. Francisco, 21 de marzo de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy oiré Misa con atención y consciente de que no soy digno de acoger al Señor en mi casa. Invitaré a un amigo a quien le pudiere ayudar.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
¿Qué le dice la Cruz al mundo actual?
La cruz, para el cristiano deja de ser un instrumento de tortura y se convierte en signo de reconciliación
La cruz es el símbolo del cristiano que nos enseña cuál es nuestra auténtica vocación como seres humanos. Cristo mismo nos asegura que en su cruz se abre el horizonte de la vida eterna para el hombre.
La enseñanza de la cruz conduce a la plenitud de la verdad acerca de Dios y del hombre. La cruz es para la Iglesia un signo de reconciliación y una fuente providencial de bendición. Y hoy, al igual que en el pasado, la cruz sigue estando presente en la vida del hombre.
¿Cuál es el mensaje central de la cruz del Señor?
La cruz ofrece al hombre moderno un mensaje de fe y esperanza, porque ella es el signo de nuestra reconciliación definitiva con Dios Amor. La cruz nos habla de la pasión y muerte de Jesús, pero también de su gloriosa resurrección. De esta manera, con su muerte destruyó nuestra muerte y con su resurrección restauró nuestra vida. Por eso a la cruz también se le llama árbol donde estuvo clavada la salvación del mundo.
¿Qué nos enseña Jesús por medio de su cruz?
Jesús crucificado es el supremo modelo de amor y verdadera aceptación del Plan del Padre. Cargado con nuestros pecados subió a la cruz, para que muertos al pecado, vivamos para siempre. Clavado en la cruz, el Señor nos enseña con toda claridad a responder fiel y plenamente al llamado de Dios. Y al ver la cruz descubrimos que nuestra respuesta debe ser igual: fiel en las cosas grandes y en las pequeñas, fiel al Señor en nuestra vida cotidiana.
¿Amar la cruz no es amar un instrumento homicida?
Algunas personas, para confundirnos, nos preguntan: ¿adorarías tú el cuchillo con que mataron a tu hermano? ¡Por supuesto que no! Porque mi hermano no tiene poder para convertir un símbolo de derrota en símbolo de victoria; pero Cristo sí tiene ese poder.
¿Cómo puede ser la cruz signo homicida, si nos cura y nos devuelve la paz? La historia de Jesús no termina en la muerte. Cuando recordamos la cruz de Cristo, nuestra fe y esperanza se centran en el resucitado.
¿Pero no es un símbolo de muerte?
Por el contrario, la cruz, en el mundo actual lleno de egoísmo y violencia, es antorcha que mantiene viva la espera del nuevo día de la resurrección. Miramos con fe hacia la cruz de Cristo, mientras por medio de ella día a día conocemos y participamos del amor misericordioso del Padre por cada hombre.
¿Nos recuerda entonces el amor de Dios?
«Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que todo el que crea en Él no perezca sino que tenga vida eterna», (Jn 3, 16). Pero ¿cómo lo entregó? ¿No fue acaso en la cruz? La cruz es el recuerdo de tanto amor del Padre hacia nosotros y del amor mayor de Cristo, quien dio la vida por sus amigos, (Jn 15, 13).
Qué nos enseña el madero horizontal?
La cruz, con sus dos maderos, nos enseña quiénes somos y a dónde vamos: el madero horizontal nos muestra el sentido de nuestro caminar, al que Jesucristo se ha unido haciéndose igual a nosotros en todo, excepto en el pecado. Somos hermanos del Señor Jesús, hijos de un mismo Padre en el Espíritu. El madero que soportó los brazos abiertos del Señor nos enseña a amar a nuestros hermanos como a nosotros mismos.
¿Y el madero vertical?
El madero vertical nos enseña cuál es nuestro destino eterno. No tenemos morada acá en la tierra, caminamos hacia la vida eterna. Todos tenemos un mismo origen: la Trinidad que nos ha creado por amor. Y un destino común: el cielo, la vida eterna. La cruz nos señala hacia dónde dirigir nuestra esperanza.
¿Cómo integrarlos?
Como cristianos, debemos vivir en una vida integrada, armonizando en una vida coherente la dimensión vertical de nuestra relación con Dios y la dimensión horizontal del servicio al prójimo. El amor puramente horizontal al prójimo siempre está llamado a cruzarse con el amor vertical que se eleva hacia Dios.
¿Por qué se dice que es un signo de reconciliación?
Por que fue el instrumento que el Señor utilizó para abrirnos el camino hacia el Padre. Cristo vence al pecado y a la muerte desde su propia muerte en la cruz. La cruz, para el cristiano deja de ser un instrumento de tortura y se convierte en signo de reconciliación con Dios, con nosotros mismos, con los hermanos y con todo el orden de la creación en medio de un mundo marcado por la ruptura y la falta de comunión.
¿Cómo la cruz nos acerca al Señor?
San Pablo nos recuerda que «la predicación de la cruz es locura para los que se pierden... pero es fuerza de Dios para los que se salvan», (1 Cor 1, 18). Recordemos que el centurión reconoció en Cristo crucificado al Hijo de Dios; él ve la cruz y confiesa un trono; ve una corona de espinas y reconoce a un rey; ve a un hombre clavado de pies y manos e invoca a un salvador. Por eso el Señor resucitado no borró de su cuerpo las llagas de la cruz, sino las mostró como señal de su victoria.
¿Cómo seguir al señor por medio de la cruz?
Jesús dice: «El que no tome su cruz y me sigua, no es digno de mí», (Mt 10, 38). Nos dice eso no porque no nos ame lo suficiente, sino porque nos está conduciendo al descubrimiento de la vida y el amor auténticos. La vida que Jesús da sólo puede experimentarse mediante el amor que es entrega de sí, y ese amor siempre conlleva alguna forma de sacrificio: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto», (Jn 12, 24). Esa es la manera de seguir al Señor.
¿Qué nos enseña María sobre la cruz?
Después de Jesús nadie ha experimentado como su Madre el misterio de la cruz. Ella mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz. Ella, que fue la primera cristiana, nos educa al mostrarnos cómo sufre intensamente con su Hijo y se une a este sacrificio con corazón de Madre.
Ella es la mujer fuerte al pie de la cruz que nos enseña cómo vivir la verdadera fortaleza ante la adversidad: cuándo más dolor hay en el corazón de María más se adhiere ella a la cruz del Señor, pero lo hace con la esperanza puesta en las promesas de Dios.
¡Qué gran lección para el mundo de hoy¡ La cruz es para María motivo de dolor y a la vez de alegría. Ella sufre como Madre todos los dolores de su Hijo, pero vive este sufrimiento en la perspectiva de la alegría por la gloriosa resurrección del Señor.
Todos los cristianos de este tiempo estamos llamados a imitar a la Madre de Jesús al pie de la cruz, siendo coherentes y fieles a Cristo en las pequeñas y grandes cruces de nuestra vida diaria y poniendo nuestra confianza en aquel madero que se alza desde la tierra hacia el cielo.
Y debemos hacerlo así porque desde esa misma cruz, Jesucristo nos ofrece a María como Madre nuestra: “De Cristo a María, y de María más plenamente al Señor Jesús”.
¿Cómo seguir viviendo esta pandemia?
A la luz del documento Humana Communitas en la era de la pandemia.
Estas últimas semanas, los números de contagios por el COVID-19 en América Latina lejos de estar en retroceso, se mantienen estables en grandes cantidades e incluso aumentan. Mientras tanto en Europa, luego de un breve período de tregua, los contagios comienzan a subir nuevamente. Al mismo tiempo, la carrera por encontrar la vacuna anti-COVID, ha presentado en los últimos días diversas dificultades, y la fecha de su distribución sigue siendo incierta. En este contexto, la pregunta sobre cómo vivir esta pandemia que golpea a toda la humanidad, y que se desconoce cuando concluirá, vuelve a resonar en cada uno de nosotros.
A la luz del documento Humana communitas en la era de la pandemia, publicado en el mes de julio por la Pontificia Academia para la Vida, podemos descubrir algunas pistas para responder a un interrogante que no hace discriminación de país o situación socio-económica.
De la fragilidad a una ética del riesgo
“La crisis sanitaria que atraviesa actualmente la humanidad nos recuerda nuestra fragilidad” afirmó hace algunos días el Papa Francisco en un encuentro con un grupo de expertos en temas de ecología en el Vaticano. Ciertamente, como humanidad hemos hecho experiencia de nuestra fragilidad en estos meses. La muerte, la enfermedad, el sufrimiento, se presentan como grandes interrogantes que evidencian que no somos invencibles ni todopoderosos.
¿Cómo hacer frente a esta experiencia? Podemos buscar por todos los medios asegurar cada uno de nuestros pasos, evitando hacer cualquier cosa que no me garantice el 100% de seguridad, realizando solamente aquellas cosas que no pongan en peligro mis vulnerabilidades. Sin embargo, sabemos que nunca tendremos esa certeza, y siempre correremos algún riesgo.
Frente a la pandemia, la Pontificia Academia para la Vida, propone llegar “a una renovada apreciación de la realidad existencial del riesgo”, asumiendo la conciencia de nuestra vulnerabilidad a la enfermedad y a la muerte. Y para ello es indispensable diseñar una ética del riesgo, cuyo pilar esencial sea la capacidad y la voluntad de equilibrar principios que podrían competir entre sí: “el primer deber es proteger la vida y la salud. Aunque una situación de riesgo cero sigue siendo una imposibilidad, respetar el distanciamiento físico y frenar, si no detener totalmente, ciertas actividades han producido efectos dramáticos y duraderos en la economía. Habrá que tener en cuenta también el costo de la vida privada y social”
Del aislamiento a la comunidad
En estos meses, Papa Francisco repitió en diversas ocasiones que la pandemia ha puesto en evidencia que estamos profundamente interconectados. Como expresa el documento Humana Communitas, en este tiempo se han desmoronado “las falsas esperanzas de una filosofía social atomista construida sobre la sospecha egoísta hacia lo diferente y lo nuevo, una ética de racionalidad calculadora inclinada hacia una imagen distorsionada de la autorrealización, impermeable a la responsabilidad del bien común a escala global, y no sólo nacional”.
Puede existir la tentación de creer que se puede salir de esta pandemia cada uno por separado. “Nadie se salva solo”, repite insistentemente Papa Francisco en este tiempo, porque “estamos todos en la misma barca”. Sin embargo, con el transcurrir de la pandemia, hemos comprendido que todos estamos en la misma tormenta, pero no necesariamente todos en la misma barca. Ciertamente hay algunas barcas más frágiles que otras, y muchas veces, quienes están en barcas más fuertes y estables buscan impedir que otros se suban, buscando estar más seguros, disminuir los riesgos, y estar más cómodos en sus robustas barcas. El peligro nos vuelve más competitivos y antagonistas.
Para fortalecer la comunidad internacional, debemos pasar de una actitud de sospecha a la confianza, que es un elemento fundamental de la interacción humana. Solamente sobre los cimientos de la confianza puede la comunidad humana florecer y dar frutos.
Del “sálvese quien pueda” a la solidaridad
Hemos sido testigos que sin una estrategia mundial coordinada no podremos hacer frente a esta pandemia. Ninguna solución definitiva a esta crisis puede estar sustentada en políticas individualistas, intereses particulares, de marginación, o del “sálvese quien pueda”.
En cambio, la respuesta debe ser la solidaridad como principio de una ética social que se expresa en la cooperación internacional. Una solidaridad que se manifiesta en la responsabilidad hacia aquel que está en una situación de necesidad, reconociendo su dignidad. Como expresa la Pontifica Academia para la Vida, “es necesario dar cuerpo a un concepto de solidaridad que vaya más allá del compromiso genérico de ayudar a los que sufren”, abordando y remodelando “las dimensiones estructurales de nuestra comunidad mundial que son opresivas e injustas”
Sin embargo, la transición de la interdependencia a la solidaridad es una elección intencional y responsable, no automática. Frente a las desigualdades que la pandemia amplifica, la lucha, incluso estructural, por una mayor justicia es una lección que hay que aprender.
Nuestra actitud frente a los interrogantes y los desafíos que se nos presentan es la esperanza, que no es una resignación de quien sufre pasivamente los acontecimientos, ni tampoco una nostalgia de un retorno al pasado, anhelando un ayer que ya no existe. Es tiempo de ser creativos, “de imaginar y poner en práctica un proyecto de convivencia humana que permita un futuro mejor para todos y cada uno”.
El Papa te da 10 consejos para ser feliz
El Papa Francisco habla de la felicidad y como alcanzarla
“¿Cuál es la fórmula de la felicidad?”, preguntó un periodista argentino al Papa Francisco, a lo que el Santo Padre respondió con los siguientes puntos
1. Vive y deja vivir. “Acá los romanos tienen un dicho y podríamos tomarlo como un hilo para tirar de la fórmula esa que dice: ‘Anda adelante y deja que la gente vaya adelante’. Vive y deja vivir, es el primer paso de la paz y la felicidad”.
2. Darse a los demás.“Si uno se estanca, corre el riesgo de ser egoísta. Y el agua estancada es la primera que se corrompe”.
3. Moverse remansadamente.“En Don Segundo Sombra (novela argentina de Ricardo Güiraldes), el protagonista dice que de joven era un arroyo pedregoso que se llevaba por delante todo… y que en la vejez se sentía en movimiento, pero lentamente remansado. Es la capacidad de moverse con benevolencia y humildad, el remanso de la vida. Los ancianos tienen esa sabiduría, son la memoria de un pueblo”.
4. Jugar con los chicos. “El consumismo nos llevó a esa ansiedad de perder la sana cultura del ocio, leer, disfrutar del arte. Ahora confieso poco, pero en Buenos Aires confesaba mucho y cuando venía una mamá joven le preguntaba: ‘¿Cuántos hijos tienes? ¿Juegas con tus hijos?’ Y era una pregunta que no se esperaba, pero yo le decía que jugar con los chicos es clave, es una cultura sana.”
5. Compartir los domingos con la familia.“El otro día, en Campobasso, fui a una reunión entre el mundo de la universidad y el mundo obrero, todos reclamaban el domingo no laborable. El domingo es para la familia”.
6. Ayudar a los jóvenes a conseguir empleo.“Hay que ser creativos con esta franja. Si faltan oportunidades, caen en la droga. Y está muy alto el índice de suicidios entre los jóvenes sin trabajo… No alcanza con darles de comer: hay que inventarles cursos de un año de plomero, electricista, costurero. La dignidad te la da el llevar el pan a casa”.
7. Cuidar la naturaleza.“Hay que cuidar la creación y no lo estamos haciendo. Es uno de los desafíos más grandes que tenemos”.
8. Olvidarse rápido de lo negativo.“La necesidad de hablar mal del otro indica una baja autoestima, es decir: yo me siento tan abajo que en vez de subir, bajo al otro. Olvidarse rápido de lo negativo es sano”.
9. Respetar al que piensa distinto.“Podemos inquietar al otro desde el testimonio, para que ambos progresen en esa comunicación, pero lo peor que puede haber es el proselitismo religioso, que paraliza: ‘Yo dialogo contigo para convencerte’, no. Cada uno dialoga desde su identidad. La Iglesia crece por atracción, no por proselitismo”.
10. Buscar activamente la paz.“Estamos viviendo en una época de mucha guerra. En África parecen guerras tribales, pero son algo más. La guerra destruye. Y el clamor por la paz hay que gritarlo. La paz a veces da la idea de quietud, pero nunca es quietud, siempre es una paz activa”.
Ofrecemos la Novena del trabajo para pedir a San Josemaría su intercesión en este tema tan importante para nuestras vidas.
Bastantes personas pierden su trabajo y enfrentan serias dificultades para mantener su familia. Otras, desean tener uno mejor. Y todos podemos realizarlo con mayor perfección. Por sus enseñanzas sobre la santificación del trabajo, san Josemaría es un intercesor natural ante Dios para conseguirlo.
Con un clic en el enlace de arriba (o en éste: Novena del trabajo ) podrá obtener los textos que utilizan muchas personas durante 9 días rezando por estas intenciones.
Los siguientes son algunos de estos favores relacionados con el trabajo, publicados hace unos años en el libro San Josemaría y los uruguayos . (Haga clic en cada título).
La Biblia no es una colección de libros para estudiar
Así lo indicó este 26 de abril Papa Francisco al recibir a los participantes del Congreso de la Federación Bíblica Católica
El Papa Francisco recordó que “la Biblia no es una hermosa colección de libros sagrados para estudiar, sino que es la Palabra de vida para sembrar”.
Así lo indicó este 26 de abril al recibir a los participantes de un Congreso Internacional promovido por la Federación Bíblica Católica (CBF) en ocasión de su 50 aniversario de fundación.
Al inicio de la audiencia, el Arzobispo de Manila (Filipinas), Cardenal Luis Antonio Tagle, dijo que el Congreso tuvo por tema “La Biblia y la vida: la inspiración bíblica de la completa vida pastoral y la misión de la Iglesia – Experiencias y desafíos”.
En esta línea, el Santo Padre centró su discurso en estas dos palabras: Biblia y vida, “binomio inseparable”.
“La Palabra de Dios es viva: no muere y ni siquiera envejece, permanece para siempre. Se mantiene joven ante todo lo que pasa y conserva a quien la pone en práctica del envejecimiento interior. Está viva y da vida”, destacó el Papa
Por ello, Francisco señaló que “es importante recordar que el Espíritu Santo, el Vivificador, ama actuar a través de la Escritura” porque “la Palabra trae al mundo, de hecho, el aliento de Dios, infunde en el corazón el calor del Señor” y añadió que “todas las contribuciones académicas, los volúmenes que se publican son y no pueden sino estar al servicio de esto”.
“La Biblia no es una hermosa colección de libros sagrados para estudiar, sino que es la Palabra de vida para sembrar, regalo que el Resucitado pide recibir y distribuir para que haya vida en su nombre”, exclamó el Papa.
De este modo, el Santo Padre aseguró que en la Iglesia la Palabra de Dios “es una insustituible inyección de vida. Por eso son fundamentales las homilías” y recordó que “la predicación no es un ejercicio de retórica y ni siquiera un conjunto de sabias nociones humanas”, sino que es en cambio, “el compartir del Espíritu, de la Palabra divina que tocó el corazón del predicador, quien comunica ese calor, esa unción”.
Al referirse a las numerosas palabras e informaciones que recibimos diariamente, el Papa Francisco subrayó que “no podemos renunciar a la Palabra de Jesús, a la única Palabra de vida eterna, que necesitamos todos los días”.
En este sentido, el Santo Padre expresó que “sería bueno que la Palabra de Dios se convirtiera en el corazón de toda actividad eclesial” porque la Palabra “da vida a cada creyente al enseñarle a renunciar a sí mismo, para anunciar a Él”
“La Iglesia que se alimenta de la Palabra, por lo tanto, vive para anunciar la Palabra. No se habla de sí mismo, sino que desciende a las calles del mundo: no porque le gusten o sean fáciles, sino porque son los lugares del anuncio”, afirmó.
De modo que, el Papa aseguró que “la Biblia es la mejor vacuna contra el cierre y la autoconservación” porque “es la Palabra de Dios, no nuestra, y nos aleja del estar en el centro, nos preserva de la autosuficiencia y del triunfalismo, nos llama continuamente a salir de nosotros mismos”. “La Palabra de Dios posee una fuerza centrífuga, no centrípeta: no se pliega hacia dentro, sino que empuja hacia afuera, hacia aquellos que aún no ha llegado. No asegura cálidas comodidades, porque es fuego y viento: es Espíritu que enciende el corazón y desplaza los horizontes, dilatándolos con su creatividad”, dijo. Antes de concluir, el Pontífice animó a abrazar estas dos palabras “Biblia y vida” para que “una nunca pueda estar sin la otra”.
Por este motivo, Francisco pidió rezar y actuar para “que la Biblia no se quede en la biblioteca entre los muchos libros que hablan de ella, sino que corra por las calles del mundo y espere donde vive la gente”.
“Deseo que sean buenos portadores de la Palabra, con el mismo entusiasmo que leemos en estos días las historias pascuales, donde todos corren: las mujeres, Pedro, Juan, los dos de Emaús... Corren para encontrarse y anunciar la Palabra viva. Se los deseo de corazón y les agradezco todo lo que hacen”, concluyó.
Preces
Oremos a nuestro Redentor, que nos salvó ofreciendo su vida por nosotros en el Calvario:
R/MSeñor, por tu santa cruz, sálvanos.
Por la Iglesia, nacida del árbol de la cruz,
– para que no deje de mostrar la misericordia del Señor a todos los hombres.MR/
Por todos los cristianos,
– para que vivamos la ciencia de la cruz y comprendamos el misterio de amor que allí se esconde.MR/
Por los cristianos perseguidos,
– que experimenten la presencia consoladora de Cristo y, unidos a él, su sufrimiento sea fecundo.MR/
Por todos los que viven agobiados por el peso de sus pecados,
– para que se abran a la reconciliación que Cristo nos ofreció con su sacrificio en la cruz.MR/
Por todos nosotros,
– para que encontremos en la cruz de Cristo la respuesta a nuestras contrariedades y el estímulo para practicar la misericordia.MR/
Intenciones libres