La semilla es la palabra de Dios

Jenaro de Benevento, Santo

Memoria Litúrgica, 19 de septiembre

Obispo y Mártir

Martirologio Romano: San Jenaro, obispo de Benevento, mártir por Cristo en Puzzuoli, cerca de la ciudad de Nápoles, en la Campania, en tiempo de persecución contra la fe cristiana (siglo IV).

Breve Biografía

Los santos Jenaro, Festo, Desiderio, Sosso, Eutiques y Acucio, de los que tenemos Passiones muy posteriores, parece que derramaron su sangre por Cristo al comienzo del siglo IV.-

En una breve nota hagiográfica de la Liturgia de las Horas se lee, efectivamente, que Jenaro "fue obispo de Benevento; durante la persecución de Diocleciano sufrió el martirio, juntamente con otros cristianos, en la ciudad de Nápoles, en donde se le tiene una especial veneración".-

Los obispos de Benevento con este nombre son por lo menos dos: San Jenaro, mártir en el 305, y San Jenaro 11, que en el 342 participó en el concilio de Sardes. Este último, perseguido ,por los arrianos por su adhesión a la fe de Nicea, se lo habría venerado como mártir. Pero la mayoría de los historiadores se inclinan a identificar al patrono de Nápoles con el primero, o mejor con un mártir napolitano de Pozzuoli.-

Condenado "ad bestias" en el anfiteatro de Pozzuoli, junto con los compañeros de fe, a causa del atraso de un juez, fue decapitado en vez de ser echado en pasto a las fieras para la gratuita y macabra diversión de los paganos.-

Más de un siglo después, en el 432, con ocasión del traslado de las reliquias de Pozzuoli a Nápoles, una mujer le habría entregado al obispo Juan dos ampollas pequeñas con la sangre coagulada de San Jenaro. Casi como garantía de la afirmación de la mujer la sangre se volvió líquida ante los ojos del obispo y de una gran muchedumbre de fieles.-

Ese acontecimiento extraordinario se repite constantemente todos los años en determinados días, es decir, el sábado anterior al primer domingo de mayo y en los ocho días siguientes; el 16 de diciembre y el 19 de septiembre y durante toda la octava de las celebraciones en su honor.-

El fenómeno se realiza también en fechas variables, y de ahí deducen los devotos del santo acontecimientos faustos o infaustos. Los testimonios de este fenómeno comienzan desde 1329 y son tan numerosos y concordantes que no se pueden tener dudas.-

El prodigio, porque así lo considera hasta la ciencia, merece la afectuosa admiración con que lo sigue el pueblo. La sincera devoción de los napolitanos por este mártir, históricamente poco identificable, ha hecho que la memoria de San Jenaro, celebrada litúrgicamente desde 1586, se haya conservado en el nuevo calendario.-

Puesto que el fenómeno no tiene ninguna explicación natural, pues no depende ni de la temperatura ni del ambiente, podemos atribuirle el significado simbólico de vivo testimonio de la sangre de todos los mártires en la vida de la Iglesia, que nació de la sangre de la primera víctima, Cristo crucificado.-

Entre los elementos positivamente ciertos en relación con esta reliquia, figuran los siguientes:

1 -La substancia oscura que se dice ser la sangre de San Genaro (la que, desde hace más de 300 años permanece herméticamente encerrada dentro del recipiente de cristal que está sujeta y sellada por el armazón metálico del relicario) no ocupa siempre el mismo volumen dentro del recipiente que la contiene. Algunas veces, la masa dura y negra ha llenado casi por completo el recipiente y, en otras ocasiones, ha dejado vacío un espacio equivalente a más de una tercera parte de su tamaño.-

2 -Al mismo tiempo que se produce esta variación en el volumen, se registra una variante en el peso que, en los últimos años, ha sido verificada en una balanza rigurosamente precisa. Entre el peso máximo y el mínimo se ha llegado a registrar una diferencia de hasta 27 gramos.-

3 -El tiempo más o menos rápido en que se produce la licuefacción, no parece estar vinculado con la temperatura ambiente. Hubo ocasiones en que la atmósfera tenía una temperatura media de más de 30º centígrados y transcurrieron dos horas antes de que se observaran signos de licuefacción. Por otra parte, en temperaturas de 5º a 8º centígrados más bajas, la completa licuefacción se produjo en un lapso de 10 a 15 minutos.-

4 -No siempre tiene lugar la licuefacción de la misma manera. Se han registrado casos en que el contenido líquido burbujea, se agita y adquiere un color carmesí muy vivo, en otras oportunidades, su color es opaco y su consistencia pastosa.-

Aunque no se ha podido descubrir razón natural para el fenómeno, la Iglesia no descarta que pueda haberlo. La Iglesia no se opone a la investigación porque ella busca la verdad. La fe católica enseña que Dios es todopoderoso y que todo cuanto existe es fruto de su creación. Pero la Iglesia es cuidadosa en determinar si un particular fenómeno es, en efecto, de origen sobrenatural .-

La Iglesia pide prudencia para no asentir ni rechazar prematuramente los fenómenos. Reconoce la competencia de la ciencia para hacer investigación en la búsqueda de la verdad, cuenta con el conocimiento de los expertos.-

Una vez que la investigación establece la certeza de un milagro fuera de toda duda posible, da motivo para animar nuestra fe e invitarnos a la alabanza. En el caso de los santos, el milagro también tienen por fin exaltar la gloria de Dios que nos da pruebas de su elección y las maravillas que El hace en los humildes.-
-----------------------------------

San Jenaro

ORACIÓN

Señor,
tú que nos has congregado hoy
para venerar la memoria del mártir San Jenaro,
concédenos que podamos ir a gozar en tu reino,
juntamente con él, de la alegría que no tiene fin.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.-
Amén
 
Habla, Señor, que tu siervo escucha

Santo Evangelio según san Lucas 8, 4-15. Sábado XXIV del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Concédeme escuchar y vivir tu Palabra, Señor.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 8, 4-15

En aquel tiempo, mucha gente se había reunido alrededor de Jesús, y al ir pasando por los pueblos, otros más se le unían. Entonces les dijo esta parábola:

“Salió un sembrador a sembrar su semilla. Al ir sembrando, unos granos cayeron en el camino, la gente los pisó y los pájaros se los comieron. Otros cayeron en terreno pedregoso, y al brotar, se secaron por falta de humedad. Otros cayeron entre espinos, y al crecer éstos, los ahogaron. Los demás cayeron en tierra buena, crecieron y produjeron el ciento por uno”. Dicho esto, exclamó: “¡El que tenga oídos para oír, que oiga!”.

Entonces le preguntaron los discípulos: “¿Qué significa esta parábola?”. Y él les respondió: “A ustedes se les ha concedido conocer claramente los secretos del Reino de Dios; en cambio, a los demás, sólo en parábolas para que viendo no vean y oyendo no entiendan.

La parábola significa esto: la semilla es la palabra de Dios. Lo que cayó en el camino representa a los que escuchan la palabra, pero luego viene el diablo y se la lleva de sus corazones, para que no crean ni se salven. Lo que cayó en terreno pedregoso representa a los que, al escuchar la palabra, la reciben con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba, fallan. Lo que cayó entre espinos representa a los que escuchan la palabra, pero con los afanes, riquezas y placeres de la vida, se van ahogando y no dan fruto. Lo que cayó en tierra buena representa a los que escuchan la palabra, la conservan en un corazón bueno y bien dispuesto, y dan fruto por su constancia”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

A mí se me ha concedido recibir y escuchar la Palabra del Reino. El Señor me ha revelado su más grande secreto: su amor por mí. Cada palabra que Él me dice va llena de un mensaje de amor y de un gran deseo de mantenerme cerca de Él, de su corazón.

La mejor forma de responder al amor de Cristo es escuchando y viviendo su Palabra. No debo permitir que sus palabras pasen desapercibidas en mi vida. No puedo ser indiferente a su voz. El mensaje de Cristo es siempre nuevo, jamás envejece. Lo único que debo hacer es acogerlo en mi corazón, estar pronto a recibir su voz.

Su voz no busca imponerse, sino que busca generar un diálogo, una relación en la que Él y yo nos mantengamos siempre unidos, atentos a lo que cada uno tiene que decirle al otro.

«Las vidas de los muchos santos de nuestras Iglesias son semillas de paz arrojadas en esas tierras y florecidas en el cielo. Desde allí nos apoyan en nuestro camino hacia la plena comunión, un camino que Dios desea, un camino que nos pide que procedamos no de acuerdo con las conveniencias del momento, sino dóciles a la voluntad del Señor: que “todos sean uno”. Él nos llama, cada vez más, al testimonio coherente de la vida y a la búsqueda sincera de la unidad. La semilla de esta comunión, también gracias a vuestro precioso trabajo, ha brotado y continúa siendo irrigada por la sangre de los testigos de la unidad, por la sangre derramada por los mártires de nuestro tiempo: miembros de diferentes Iglesias que, unidas por el sufrimiento común por el nombre de Jesús, ahora comparten la misma gloria». (SS Francisco, discurso 1 de febrero de 2019).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Dedicar cinco minutos de mi día a leer un pasaje del Evangelio y compartirlo con algún familiar.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.


¿Ya hiciste tu elección de vida?

Debemos buscar renovar nuestra opción por Cristo ser leales a nuestro verdadero Rey

En 1908 Hilaire Belloc renunció a su escaño en el Parlamento Británico porque sus oponentes decían que su fidelidad a la Iglesia Católica le impediría ser objetivo en sus decisiones. Tomó la palabra en el Congreso y dijo con voz valiente, clara y decidida: “Señores, yo soy católico.

Siempre y cuando me es posible, voy a Misa todos los días. Esto (mostrando un paquete sacado del bolsillo), es un Rosario. Siempre que puedo, me pongo de rodillas y lo rezo cada día. Si me rechazan a causa de mi religión, agradezco a Dios por haberme ahorrado la humillación de ser su representante”.

Algunos medios de comunicación incitan a la sociedad a guardar nuestra religión en casa y a mantenerla fuera del público. Pero si no defendemos ni proclamamos los valores cristianos en la sociedad, ¿qué valores se enseñarán en el mundo? Si no continuamos ofreciendo a Cristo al mundo a nuestra cultura, ¿en qué se transformará nuestra sociedad?

Sabemos que hoy eso no es fácil de vivir. Después del discurso de Belloc el congreso quedó mudo por un minuto y luego rompió en un aplauso efusivo. Finalmente Belloc ganó esa elección y muchas otras. Pero es un ejemplo de hace 100 años y para muchos puede significar obsoleto.

Hace poco, el 5 de octubre de 2011, Sarah Palin nos dejó otro gran ejemplo. Una mujer protestante que muestra, con valentía, sus valores cristianos al mundo. Con esto no quiero entrar en política, ni tampoco juzgar sus deseos y decisiones, pero quiero enfocarme únicamente en la bravura de sus palabras en público para defender un valor cristiano. Estamos hablando de una candidata con algunas posibilidades de alcanzar la presidencia de los Estados Unidos, que decide renunciar a su candidatura para conservar sus valores cristianos. Con sus palabras: “Después de mucha oración y de una consideración seria, he decidido que no buscaré ser nombrada presidente de los Estados Unidos. Como siempre, mi familia va primero y obviamente Todd y yo hemos tenido en consideración nuestra vida familiar antes de tomar esta decisión. Cuando servimos nos enfocamos en Dios, la familia, y el país. Mi decisión mantiene ese orden”. Dios, la familia, el país. ¡Qué ejemplo!

Debemos buscar renovar nuestra opción por Cristo. Ser leales a nuestro verdadero Rey. Es cierto que los placeres, las posibilidades y las preocupaciones de esta vida son reales. Ellas fungen como un imán potente que intenta monopolizar nuestra atención. Pero sabemos que Cristo es más fuerte y que tiene mucho más que ofrecernos. En primer lugar, nos ofrece la vida eterna y, por lo mismo, nos da el significado, el objetivo, la sabiduría y la fuerza de su gracia.

Al mismo tiempo, Cristo es Rey, un verdadero Rey. Por lo tanto, no es un tirano. Nos ofrece la ciudadanía en su Reino, pero nos deja libres para aceptar o rechazar su invitación. Por eso es importante renovar nuestra aceptación, nuestra lealtad hacia Él. Cada uno en su vocación específica puede decirle a Dios: me quiero entregar más a ti. Dame fuerzas para ser generosos. Enséñame a preferir el bien del otro, antes que el mío. Ayúdame a ser un fiel cristiano en esta sociedad.

La fragilidad elevándonos a Dios, nos depura y santifica

Mensaje del Papa Francisco a los sacerdotes ancianos.

En una carta firmada el pasado 13 de agosto, el Papa Francisco comparte su alegría por la realización de la Jornada de sacerdotes ancianos y enfermos de la Lombardía “a pesar de las limitaciones necesarias para afrontar la pandemia”. En su mensaje, el Santo Padre agradece a la Conferencia Episcopal Lombarda, que desde hace 6 años organiza esta jornada de oración y fraternidad, como también a la Unión Nacional Italiana de transporte de enfermos a Lourdes y santuarios internacionales (UNITALSI) y a todos los que trabajaron por el éxito del encuentro.

En la misiva, el Pontífice desea agradecer de modo especial a los sacerdotes que viven el tiempo de la vejez o la hora amarga de la enfermedad, “por su testimonio de amor fiel a Dios y a la Iglesia, por la silenciosa proclamación del Evangelio de la vida, porque son un recuerdo vivo en el que apoyarse para construir el mañana de la Iglesia”.

A causa de las restricciones vividas en los últimos meses por el COVID-19, el Papa Francisco subrayó que “hemos conocido lo que algunos de ustedes, así como muchos otros ancianos, experimentan a diario”. El Pontífice desea que este tiempo de prueba, “nos ayude a comprender que es necesario no perder el tiempo que se nos da; que nos ayude a disfrutar de la belleza del encuentro con el otro, a curarnos del virus de la autosuficiencia”.

Concluye su mensaje señalando que esta crisis mundial a causa del coronavirus, “puede ser una experiencia de purificación” para muchos y “para nuestra vida sacerdotal”. Citando al profeta Malaquías, nos recuerda que la fragilidad puede ser "como el fuego del fundidor y como la lejía de las lavanderas" (Mal 3,2) “que, elevándonos a Dios, nos depura y santifica”.

La ley del talión, la venganza y el perdón

Meditación. La ley del amor va más lejos que la ley del talión

"Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: No repliquéis al malvado; por el contrario, si alguien te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiera entrar en pleito contigo para quitarte la túnica, déjale también la capa. A quien te fuerce a andar una milla, ve con él dos. A quien te pida, dale; y no rehuyas al que quiera de ti algo prestado" (Mt)

La ley del talión era un avance ético en momentos de brutalidad, cuando la venganza era mayor que la ofensa recibida. La cadena de venganzas era creciente, y fuente de dolores casi imposible de curar. Jesús va de nuevo a la raíz: el perdón ante la ofensa real recibida. Ante la violencia responder con la caridad, no con más violencia.

Es frecuente ver que las guerras generan odios y repiten, al pasar el tiempo, nuevos horrores. El perdón permite comenzar de nuevo. Pero con un perdón que salga de dentro, que sea real.

Jesús utiliza imágenes de la vida cotidiana con abusos de menos categoría, para que si en estas cuestiones se cede, conscientes de la nueva justicia que se está viviendo, cuando lleguen los problemas graves se pueda acceder a un orden superior. La ley del amor va más lejos que la ley del talión.

Liturgia de las horas es la santificación de las horas del día

La Iglesia se une, pues, a Cristo muy especialmente en la Eucaristía y en el rezo de las Horas, y así se entrega siempre con El en ofrenda de alabanza y expiación

–La Eucaristía y las Horas. «La Liturgia de las Horas extiende (PO 5) a los distintos momentos del día la alabanza y la acción de gracias… que se nos ofrecen en el Misterio eucarístico, “centro y cumbre de toda la vida de la comunidad cristiana” (CD 30)» (OGLH 12). Jesucristo manifesta máximamente su amor al Padre precisamente en la ofrenda total de la Eucaristía, es decir, de la Cruz: «conviene que el mundo conozca que yo amo al Padre, y que, según el mandato que me dio el Padre, así hago» (Jn 14,31). Y una vez resucitado y ascendido a los cielos junto al Padre, «vive siempre para interceder por nosotros» (Heb 7,25).

La Iglesia se une, pues, a Cristo muy especialmente en la Eucaristía y en el rezo de las Horas, y así se entrega siempre con El en ofrenda de alabanza y expiación, para que el mundo conozca su amor al Padre, y que también ella con Cristo resucitado vive siempre para interceder ante el Padre por los hombres. De este modo, la oración común y permanente de la Iglesia extiende la Eucaristía a todas las horas del día, asociándola al sacerdocio de Jesucristo, cuya «función sacerdotal se prolonga a través de su Iglesia, que sin cesar alaba al Señor e intercede por la salvación de todo el mundo no sólo celebrando la Eucaristía, sino también de otras maneras, principalmente recitando el Oficio divino» (SC 83).
 
–«De la salida del sol hasta su ocaso alabado sea el nombre del Señor» (SaI 113,3). Todas las horas del día deben ser santificadas por la oración, «porque nuestros tiempos son malos» (Ef 5,16). La Iglesia tiene como misión levantar los tiempos hacia Dios, orientarlos a la glorificación del Padre, no sólo en una glorificación mediata realizada en el cumplimiento de acciones buenas –«todo cuanto hagáis de palabra o de obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por El» (Col 3,17)–, sino también, y más aún, por la glorificación inmediata de Dios,plena, explícita, gratuita, realizada visible y socialmente en la dimensión vertical de la liturgia.

La oración litúrgica de la Iglesia es, pues, una oración «de horas», destinada a santificar para Dios el curso de nuestros días. Por eso el Vaticano II dispuso que «siendo el fin del Oficio la santificación del día, restablézcase el curso tradicional de las horas» (SC 88). «Ayuda mucho, tanto para santificar realmente el día como para recitar con fruto espiritual las Horas, que en su recitación se observe el tiempo más aproximado al verdadero tiempo natural de cada Hora canónica» (ib. 94).

La fidelidad a ese consejo debe cuidarse con empeño, sobre todo en el rezo de las Horas principales. «Laudes, como oración de la mañana, y Vísperas, como oración de la tarde, según la venerable tradición de toda la Iglesia, son el doble quicio sobre el que gira el Oficio cotidiano, y se deben considerar y celebrar como las horas principales» (ib. 89). «Se recomienda incluso su recitación individual a los fieles que no tienen la posibilidad de participar en la celebración común» (OGLH 40).
 
–«Los Laudes matutinos están ordenados a santificar la mañana, como dice la Ordenación general de la Liturgia de las Horas:

«“Al comenzar el día [escribe San Basilio] oramos para que los primeros impulsos de la mente y del corazón sean para Dios, y no nos preocupemos de cosa alguna antes de habernos llenado de gozo con el pensamiento en Dios, según está escrito: “me acordé del Señor y me llené de gozo” (Sal 76,4), ni empleemos nuestro cuerpo en el trabajo antes de poner por obra lo que fue dicho: “por la mañana escucharás mi voz, por la mañana te expongo mi causa, y me quedo aguardando” (5,4-5).

«Esta Hora, que se tiene con la primera luz del día, trae además a la memoria la resurrección del Señor Jesús, que es la luz verdadera que ilumina a todos los hombres (Jn 1,9) y “el sol de justicia” (Mal 4,2), “que nace de lo alto” (Lc 1,78)» (OGLH 38).

En Laudes, al comienzo del día, cuando el sol va alzándose en el horizonte, levantamos con Cristo una gran alabanza al Padre celestial. Asumimos en nuestros corazones el don fundamental: la Creación, recién salida de la noche, esa gran Obra realizada en el Verbo al comienzo de todos los siglos y restaurada por El, y la ofrecemos por Él al Padre. Es la hora de la Resurrección de Cristo, cuando superada la noche del sepulcro y de la muerte, amanece como Luz del mundo sobre la creación renovada para la gloria del Padre y para la salvación de los hombres. El himno, los salmos, en los que predomina la alabanza –lauda, laudate–, el cántico elegido del Antiguo Testamento, culminan en el cántico del Benedictus, en el que nos referimos al Salvador como a un sol «oriens ex alto», y pedimos finalmente en las preces que su salvación se extienda a toda la humanidad.

–«Las Vísperas se celebran a la tarde, cuando ya declina el día,

“en acción de gracias por cuanto se nos ha otorgado en la jornada y por cuanto hemos logrado realizar con acierto» (S. Basilio). También hacemos memoria de la Redención por medio de la oración que elevamos «como el incienso en presencia del Señor», y en la que “el alzar de las manos es oblación vespertina” (Sal 140,2). Lo cual “puede aplicarse también con mayor sentido sagrado a aquel verdadero sacrficio vespertino que el Divino Redentor instituyó precisamente en la tarde en que cenaba con los Apóstoles, inaugurando así los sagrados misterios, y que ofreció al Padre en la tarde del día supremo, que representa la cumbre de los siglos, alzando sus manos por la salvación del mundo” (Casiano).

«Y para orientarnos con la esperanza hacia la luz que no conoce ocaso, “oramos y suplicamos para que la luz retorne siempre a nosotros, y pedimos que venga Cristo a concedernos el don de la luz eterna” (San Cipriano). Precisamente en esta Hora concuerdan nuetras voces con las de las Iglesias orientales, al invocar “a la luz gozosa de la santa gloria del eterno Padre, Jesucristo bendito, llegados a la puesta del sol, viendo la luz encendida en la tarde, cantamos a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo» (OGLH 399).

La hora de Vísperas santifica el atardecer y predomina en ella la acción de gracias. Al extinguirse la luz del día, nuestros corazones aspiran a Cristo, luz del mundo, «aeterna lux credentium». Alabamos a Dios y le damos gracias por el día que nos ha concedido vivir, pues «en Él vivimos y nos movemos y somos» (Hch 17,28), bien conscientes de que «es Dios el que obra en nosotros el querer y el obrar según su beneplácito» (Flp 3,13).

En esta Hora rememoramos también la historia de la Creación y de la Salvación, y contemplamos a un tiempo el desarrollo de la Misericordia divina en Israel, en Cristo, en la Iglesia y en cada uno de nosotros. Los salmos Hallel (113-118) se incluyen en esta hora, cuando Cristo los rezó con sus discípulos en la Ultima Cena (Mt 14,26). También los salmos graduales (120-134), peregrinantes, están presentes en el atardecer del Oficio divino, alegrando nuestros corazones con el presentimiento de la Jerusalén celestial, cada día más próxima en la peregrinación de nuestra vida. El canto del Magnificat nos une diariamente a la Virgen María, que canta con nosotros agradecida la grandeza de Dios, pues Él miró la humildad de su sierva y la hizo bienaventurada ante todas las generaciones.

Y como en Laudes, también termina la hora con las Preces en favor de todos los hombres, y la Oración colecta.

La restauración de la Liturgia de las Horas ha de realizarse en el pueblo cristiano a través del rezo de los Laudes y de las Vísperas. Son las horas principales del Oficio, y conviene que los sacerdotes las celebren con la mayor solicitud posible; que algunas comunidades religiosas las recen o canten en común –si hasta ahora no lo hacían–, y que en las parroquias se vaya recuperando para todos los fieles esta oración común de la mañana y de la tarde, según la voluntad del Vaticano II: «procuren los pastores de almas que las Horas principales, especialmente las vísperas, se celebren comunitariamente en la iglesia los domingos y fiestas más solemnes» (SC 100). Pero incluso en las familias, templos domésticos de la Iglesia,es posible y deseable que el esposo y la esposa, asociando si es posible a los hijos, oren juntos por la mañana los Laudes y que vuelvan a orar unidos por la tarde en las Vísperas.

Como decía Pablo VI, «la Liturgia de las Horas incluye justamente el núcleo familiar entre los grupos a que se adapta mejor la celebración en común del Oficio divino. “Conviene que la familia, en cuanto sagrario doméstico de la Iglesia, no sólo eleve oraciones comunes a Dios, sino también recite oportunamente algunas partes de la Liturgia de las Horas, con el fin de unirse más estechamente a la Iglesia” (OGLH 27). No debe quedar nada sin intentar para que esta clara indicación halle en las familias critianas una creciente y gozosa aplicación» (1974, exht. apost. Marialis cultus 53).

El nuevo Oficio, menos cargado de salmos en cada hora, de estructura más simple, mejorado en sus himnos y lecturas, viene a hacerse más asequible para todo el pueblo de Dios. Su rezo en familia no es algo utópico, y lo es es menos todavía donde ya hay ahora costumbre de orar en familia el Rosario u otras devociones. Ciertamente no es posible hallar una oración más hermosa y más genuinamente cristiana, santificante y eclesial.

–El Oficio de lectura. Dispuso el Concilio Vaticano II que «la hora llamada de maitines, aunque en el coro conserve el carácter de alabanza nocturna, ha de componerse de manera que pueda rezarse a cualquier hora del día y tenga menos salmos y lecturas más largas» (SC 89). Este oficio de lecciones y salmos tiene un carácter propio. A diferencia de las otras Horas del Oficio divina no está ligado de suyo a una hora del día. Es una hora especialmente centrada en la lectura de la Palabra de Dios y de textos elegidos de la Tradición de la Iglesia. Y su estructura la hace propicia para la meditación. Los responsorios, con frecuencia muy bellos, son la respuesta comunitaria a la Palabra escuchada, pero también hay silencios sagrados en los que «la semilla germina y crece, sin que el hombre sepa cómo» (Mc 4,27). Esta hora es, pues, especialmente contemplativa, y en ella, sobre todo si se desarrollan más los tiempos de silencio, la oración privada se enmarca en la oración litúrgica y en ella encuentra su más precioso alimento espiritual.

«A semejanza de la Vigilia Pascual, hubo la costumbre de iniciar la celebración de algunas solemnidades con una vigilia en el templo» (OGLH 70). Ése es el origen de los maitines, es decir, del Oficio de lectura. «Los Padres y autores espirituales con muchísima frecuencia exhortan a los fieles, sobre todo a los que se dedican a la vida contemplativa, a la oración en la noche, con la que se exprese y se aviva la espera del Señor que ha de volver. “En medio de la noche se oyó un clamor: que viene el Esposo, salid a su encuentro” (Mt 25,6)… Son, por tanto, dignos de alabanza los que mantienen el carácter nocturno del Oficio de lectura» (ib. 72).

Por las lecturas bíblicas, Dios dirige su Palabra al hombre y suscita en el hombre la respuesta, que es la oración. «A la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración de modo que se entable diálogo entre Dios y el hombre, pues “a El hablamos cuando oramos; a El oímos cuando leemos sus palabras” (San Ambrosio)» (Vat. II, Dei Verbum 25). En las lecciones de Sagrada Escritura la Liturgia entrelaza los textos más variados con ocasión de fiestas solemnes, o deja que la Palabra de Dios –tanto en el Leccionario del Misal romano como en este curso de lecturas propio de las Horas– fluya en una lectura continua y ordenada. Y todas las aplicaciones y acomodaciones de los textos bíblicos hechos por la Liturgia afirma continuamente la perfecta unidad que enlaza el Antiguo con el Nuevo Testamento. La historia de la salvación es un todo grandioso, en cuyo progreso se da una continuidad perfecta.

Una maravillosa antología de los Santos Padres y de otros grandes santos y doctores de la Iglesia complementa en el Oficio de lectura las enseñanzas de la Sagrada Escritura. Se prevé en esta Hora para ciertas ocasiones que una breve homilía perfeccione la interpretación y aplicación concreta de la Palabra escuchada. De este modo, diariamente, es ofrecida a sacerdotes, religiosos y a todo el pueblo cristiano una lectio divina en cierto modo insuperable.

Tres salmos, frecuentemente históricos y sapienciales, así como los responsorios que siguen a las lecturas, fomentan la respuesta de los orantes, poniendo en su corazón y en sus labios palabras divinamente inspiradas: los salmos, en primer lugar, pero también los responsorios, con frecuencia bellísimos, plenos de ritmo y de gracia. Así Dios habla a los hombres y les da luego otra vez su palabra para que puedan responderle y cantarle como conviene. En domingos y en celebraciones solemnes termina la Hora con el rezo o el cántico del Te Deum.

De este modo se cumple en el Oficio de lectura el designio divino: «La palabra de Cristo habite en vosotros abundantemente, enseñándoos y exhortándoos unos a otros con toda sabiduría, con salmos, himnos y cánticos espirituales, cantando y dando gracias a Dios en vuestros corazones (Col 3, 16). La Santa Madre Iglesia da cada día a sus hijos un alimento espiritual excelente y siempre nuevo, y el cristiano vive así «de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4,4).

–Las Horas menores, Tercia, Sexta y Nona. «Conforme a una tradición muy antigua de la Iglesia, los cristianos acostumbraron a orar por devoción privada en determinados momentos del día, incluso en medio del trabajo, a imitación de la Iglesia apostólica. Esta tradición, al paso del tiempo,cristalizó en diversas maneras de celebraciones litúrgicas» (OGLH 74).

«Tanto en Oriente como en Occidente se ha mantenido la costumbre litúrgica de rezar Tercia, Sexto y Nona, principalmente porque se unía a estas horas el recuerdo de los acontecimientos de la Pasión del Señor y de la primera propagación del Evangelio» (ib. 76). «Fuera del Oficio coral, cabe elegir una de estas tres Horas, aquella que más se acomode al momento del día. Los que no rezan las tres Horas, habrán de rezar una al menos, a fin de que se mantenga la tradición de orar durante el día en medio del trabajo» (ib. 77).

Las Horas menores son, en el laborioso avanzar de cada día, como un alto en el camino: en ellas pedimos a Dios que por su gracia nos mantenga permanentemente orientados hacia El en nuestros trabajos, para que nuestras actividades no nos alejen de El, sino que nos acerquen, y le glorifiquen en medio del mundo por nuestro Señor Jesucristo.

–Completas, colocada inmediatamente antes del sueño, es la Hora última, muy marcada por el arrepentimiento (examen de conciencia, confesión, recogimiento silencioso) y la absoluta confianza en la protección del Altísimo (Sal 91, domingo). La oscuridad de la noche simboliza la muerte, el poder de las tinieblas y del diablo, que «ronda buscando a quién devorar» (1Pe 5,9; martes). Por eso nos acogemos al amparo del Altísimo y a la protección de sus ángeles (Sal 91).

Por otra parte, siendo el sueño símbolo de la muerte, viene a ser Completas como un ensayo diario de la propia muerte: cantamos el Nunc dimittis del anciano Simeón –«ya puedes dejar a tu siervo irse en paz»–; en el responsorio hacemos nuestras las palabras finales de Jesús en la Cruz: «a tus manos, Señor,  encomiendo mi espíritu»; y las últimas palabras de la Hora piden que «el Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una muerte santa».

La antífona final a la Virgen María –la Salve, el Sub tuum præsidium, el Regina coeli, etc., según los tiempos– da término al Oficio divino del día con la dulce presencia protectora de nuestra Madre María.

¿La Biblia considera impuro a algún alimento?

Lo que entra por la boca no hace impura a la persona (Mt 15, 11)

La prohibición de consumir ciertos alimentos es algo habitual en la inmensa mayoría de las sectas. La dieta de las sectas no viene provocada por razones higiénicas o culturales, como es el caso del judaísmo o del islam, sino que es consecuencia directa de una política de sus dirigentes, encaminada a conseguir que el adepto adquiera una identidad claramente diferenciada. A ello se debe que haya prescripciones dietéticas en los mormones, los adventistas, los testigos de Jehová y en prácticamente todas las sectas orientalistas. Pocas cosas sirven mejor para marcar distancias que la diferencia en la dieta o en la manera de vestir.

El Antiguo Testamento no prohíbe a los no judíos ningún alimento: El Antiguo Testamento establece una diferencia evidente entre los hijos de Israel y el resto de la humanidad. Ciertamente, los primeros se hallan sometidos (a partir de Moisés) a una dieta que se ha denominado convencionalmente levítica, en la que no sólo entra en juego la prohibición de ciertos alimentos, sino también de ciertas formas de sacrificarlos y cocinarles.

Ahora bien, para el no-judío, o sea, el no adepto no existía ninguna obligatoriedad de guardar esas normas dietéticas. Como dice Dt 14,21, incluso podían comer animales que no habían sido sacrificados ritualmente y que, por tanto, resultaban impuros por estar sin desangrar.

Jesús declaró puros todos los alimentos: Pablo nos ha transmitido la clara convicción de la Iglesia primitiva de que Cristo había nacido bajo la ley y la había cumplido para rescatarnos de la misma: “Al llegar la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley y para que recibiéramos la filiación adoptiva” (Gal 4,4-5).

Por lo tanto, el que Jesús cumpliera con las leyes dietéticas de la ley de Moisés está fuera de discusión; como también lo está el que ciertamente fue circuncidado y el que celebró las fiestas judías. Ahora bien, lo que sí es evidente es que Jesús se preocupó de marcar los senderos por los que discurrirá con posterioridad la Iglesia apostólica; y entre ellos se hallaba el de la emancipación de la ley de Moisés, que no tenía sentido teológico tras su venida. Que esto incluía abolir las distinciones entre alimentos puros e impuros se desprende de los mismos evangelios: “Luego llamó de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchadme bien todos y entended. Nada hay fuera del hombre que, cuando entra en él, pueda convertirlo en impuro. Lo que sale del hombre es lo que hace impuro al hombre. El que tenga oídos para oír que oiga». Y luego, tras retirarse de la gente, cuando entró en casa le preguntaron sus discípulos sobre la parábola. Él les dijo: «¿Tampoco vosotros lo entendéis? ¿No comprendéis que todo lo que entra en el hombre desde fuera no puede hacerle impuro, porque no penetra en su corazón, sino en el vientre y va a dar en el retrete?» Así declaraba puros todos los alimentos. Y añadía: Lo que sale del hombre es lo que hace impuro al hombre” (Mc 7,14-20).

Los apóstoles enseñaron que los cristianos podían tomar todos los alimentos: “Al día siguiente, mientras iban de camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la terraza para hacer oración. Le dio hambre y sintió deseos de comer algo. Mientras se lo preparaban le sobrevino un éxtasis y vio los cielos abiertos y una cosa que se asemejaba a un gran lienzo que descendía hasta la tierra, atada por sus cuatro extremos. En su interior había todo tipo de animales de cuatro patas, reptiles de la tierra y aves del cielo. Y una voz le dijo: «Levántate, Pedro, mata y come». Pedro respondió: «De ninguna manera, Señor; jamás he comido nada profano e impuro». La voz le dijo por segunda vez: «Lo que Dios ha purificado no lo llames profano». Aquello se repitió por tres veces e inmediatamente la cosa fue elevada hacia el cielo” (Hech 10,9-16).

La abstinencia y el ayuno, por otra parte, son sanas costumbres bíblicas practicadas en el Antiguo y Nuevo Testamento que seguimos los católicos a ejemplo de Jesús y los Apóstoles – durante la Cuaresma y a lo largo del año.
 
En la mañana de este día, dirijamos al Señor nuestras súplicas por intercesión de la Virgen María:

R/MQue la llena de gracia ruegue por nosotros.
Con el nombre de María comienza nuestra historia,
– haz que nuestra patria permanezca fiel a sus raíces cristianas.MR/
Porque ella dijo sí, tú te hiciste carne y compartiste el destino de los hombres,
– haz que con la ayuda de María podamos alcanzar la felicidad de tu reino.MR/
Limpia nuestro corazón para que seamos capaces de trabajar con el amor que lo hacía María,
– y tengamos un rostro radiante que transmita paz a nuestro prójimo.MR/
Por quienes nos disponemos a empezar una nueva jornada,
– haz que, como la Virgen, caminemos durante este día junto a ti.MR/

PAXTV.ORG