Id también vosotros a la viña...
- 20 Septiembre 2020
- 20 Septiembre 2020
- 20 Septiembre 2020
Para Aparicio, el CDS ha funcionado, resuelve síntomas y evita complicaciones en quienes han dado positivo por Covid-19.
“Pertenezco a la Coalición Mundial Salud y Vida (Comusav) en donde estamos más de 1.000 médicos de 11 países, y se han documentado a través de esta coalición más de 6.000 casos curados por Dióxido de Cloro en pacientes Covid positivos”, detalló Aparicio.
El doctor añadió: “Los tratamientos que han sido autorizados hasta el momento no han resuelto los casos de Covid-19, sí disminuyen el tiempo en los hospitales y el porcentaje de mortalidad, pero ningún documento ha comprobado una eficacia como la que ha demostrado el CDS”. El Dr. Kalcker ha estado investigando el CDS desde hace más de 13 años y asegura que hay médicos y pacientes que han experimentado la curación de enfermedades como diabetes, cáncer, fibromialgia, entre otras. Sobre estos casos tiene los resultados y los ha comunicado.
Miembros de esta coalición, en unión con otros médicos y parlamentarios, lograron que el Senado de Bolivia aprobara una ley para permitir la producción y uso adecuado del CDS para tratar el Covid-19.
Según el parlamentario boliviano Hebert Choque los resultados esperanzadores que comenzaron a ver con el uso del CDS, y la ausencia de daños certificados de su uso, sumado al trasfondo político y comercial de que las autoridades locales lo prohibían pero lo usaban, entonces vimos que era necesario aprobarlo y que las universidades pudieran realizar sus investigaciones, producirlo y distribuirlo en Bolivia. La Dra. Patricia Callisperis aseguró que están realizando estudios científicos bajo la dirección de dos epidemiólogos bolivianos junto con la Universidad Técnica de Oruro (UTO). Ella aseguró que en la ciudad de San José de Chiquitos en Bolivia donde se está utilizando el Dióxido de Cloro, desde hace tres semanas no presentan casos en ese estado.
Paralelamente, en Ecuador, los obispos solicitaron la aprobación del CDS para el tratamiento del Covid-19 a las autoridades de salud. Según Mons. Bertrand Wick sus feligreses y sacerdotes se estaban muriendo, no conseguían curarse y al ver a varios usándolo y curándose decidió no dejar morir a más gente y usarlo. Según él, dejaron de morirse de Covid-19 desde que usaron el CDS.
103 mártires de Corea, Santos
Memoria Litúrgica, 20 de septiembre
Santos Martires Coreanos
Andrés Kim Tae-Gon y Pablo Chong Ha-Sang y 101 compañeros
Martirologio Romano: Memoria de los santos Andrés Kim Taegön, presbítero, Pablo Chöng Hasang y compañeros, mártires en Corea. Se veneran este día en común celebración todos los ciento tres mártires que en aquel país testificaron intrépidamente la fe cristiana, introducida fervientemente por algunos laicos y después alimentada y reafirmada por la predicación y celebración de los sacramentos por medio de los misioneros. Todos estos atletas de Cristo —tres obispos, ocho presbíteros, y los restantes laicos, casados o no, ancianos, jóvenes y niños—, unidos en el suplicio, consagraron con su sangre preciosa las primicias de la Iglesia en Corea (1839-1867).
Fecha de canonización: Los 103 mártires fueron canonizados por S.S. Juan Pablo II el 6 de mayo de 1984, en Seúl, Corea.
Integran el grupo: santos Simeón Berneux, Antonio Daveluy, Lorenzo Imbert, obispos; Justo Ranfer de Bretenières, Luis Beaulieu, Pedro Enrique Dorie, Padro Maubant, Jacobo Chastan, Pedro Aumaître, Martín Lucas Huin, presbíteros; Juan Yi Yun-il, Andrés Chong Hwa-gyong, Esteban Min Kuk-ka, Pablo Ho Hyob, Agustín Pak Chong-won, Pedro Hong Pyong-ju, Pablo Hong Yong-ju, José Chang Chu-gi, Tomás Son Cha-son, Lucas Hwang Sok-tu, Damián Nam Myong-hyog, Francisco Ch’oe Kyong-hwan, Carlos Hyon Song-mun, Lorenzo Han I-hyong, Pedro Nam Kyong-mun, Agustín Yu Chin-gil, Pedro Yi Ho-yong, Pedro Son Son-ji, Benedicta Hyon Kyongnyon, Pedro Ch’oe Ch’ang-hub, catequistas; Agueda Yi, María Yi In-dog, Bárbara Yi, María Won Kwi-im, Teresa Kim Im-i, Columba Kim Hyo-im, Magdalena Cho, Isabel Chong Chong-hye, vírgenes; Teresa Kim, Bárbara Kim, Susana U Sur-im, Agueda Yi Kan-nan, Magdalena Pak Pong-son, Perpetua Hong Kum-ju, Catalina Yi, Cecilia Yu Sosa, Bárbara Cho Chung-i, Magdalena Han Yong-i, viudas; Magdalena Son So-byog, Agueda Yi Kyong-i, Agueda Kwon Chin-i, Juan Yi Mun-u, Bárbara Ch’oe Yong-i, Pedro Yu Chong-nyul, Juan Bautista Nam Chong-sam, Juan Bautista Chon Chang-un, Pedro Ch’oe Hyong, Marcos Chong Ui-bae, Alejo U Se-yong, Antonio Kim Song-u, Protasio Chong Kuk-bo, Agustín Yi Kwang-hon, Agueda Kim A-gi, Magdalena Kim O-bi, Bárbara Han Agi, Ana Pak Ag-i, Agueda Yi So-sa, Lucía Pak Hui-sun, Pedro Kwon Tu-gin, José Chang Song-jib, Magdalena Yi Yong-hui, Teresa Yi Mae-im, Marta Kim Song-im, Lucía Kim, Rosa Kim, Ana Kim Chang-gum, Juan Bautista Yi Kwang-nyol, Juan Pak Hu-jae, María Pak Kuna- gi Hui-sun, Bárbara Kwon-hui, Bárbara Yi Chong-hui, María Yi Yon-hui, Inés Kim Hyo-ju, Catalina Chong Ch’or-yom, José Im Ch’i-baeg, Sebastián Nam I-gwan, Ignacio Kim Che-jun, Carlos Cho Shin-ch’ol, Julita Kim, Águeda Chong Kyong-hyob, Magdalena Ho Kye-im, Lucía Kim, Pedro Yu Taech’ol, Pedro Cho Hwa-so, Pedro Yi Myong-so, Bartolomé Chong Mun-ho, José Pedro Han Chae-kwon, Pedro Chong Won-ji, José Cho Yun-ho, Bárbara Ko Sun-i y Magdalena Yi Yong-dog.
Breve Semblanza
París, rue du Bac. La calle está hoy compartida. Una de sus aceras la ocupan casi íntegramente los inmensos almacenes "Au bon marché". La otra acera conserva todavía un cierto aire del primitivo París. Una puerta humilde, que da a un estrecho callejón, conduce a una iglesia objeto de la veneración de todos los católicos del mundo: la capilla de las apariciones de la Virgen Milagrosa. Siguiendo por la misma acera encontramos otro edificio, también humilde en apariencia, pero de enorme significación en la historia de la Iglesia: el seminario de misiones extranjeras. Allí se forjó un nuevo estilo en la manera de concebir la tarea misional y allí, por vez primera, en forma orgánica, el clero secular forjó sus armas para salir a luchar las rudas batallas contra el paganismo.
El seminario llevaba ya muchos años funcionando cuando en 1831 se confiaba a sus alumnos un nuevo territorio de misión: la península de Corea. Territorio muy vasto, su extensión equivale prácticamente a la de Italia, y cuya evangelización habría de resultar muy penosa. Pese a estar a la misma latitud que España o Italia, el clima es duro, continental, extremado. Por otra parte, el país es pobre, y no podría resultar fácil la vida de los misioneros. En cambio iban a tener éstos una ventaja: les esperaban unas cristiandades que habían sufrido ya su bautismo de sangre y la terrible prueba de la persecución.
Corea es uno de los pocos países del mundo en donde el cristianismo no fue introducido por los misioneros. Durante el siglo dieciocho se difundieron por el país algunos libros cristianos escritos en chino, y uno de los hombres que los leyeron, se las arregló para ingresar al servicio diplomático del gobierno coreano ante el de Pekín, buscó en la capital de China al obispo Mons. de Gouvea y de sus manos recibió el bautismo y algunas instrucciones.
Este intelectual coreano, bautizado en Pekín, fue quien consiguió -a partir de su retorno en 1784- introducir el cristianismo en Corea.
Pero aquella naciente cristiandad sufrió una dura persecución y estuvo a punto de ser aniquilada. Sin embargo, cuando diez años más tarde, en 1794, un sacerdote chino vino de Pekín encontró todavía cuatro mil cristianos, tan fervorosos que en poco tiempo su número se duplicó. Siete años más tarde, en 1801, se produce una nueva represión, y el sacerdote fue ejecutado con unos trescientos cristianos, entre quienes destacaba la noble figura de Juan Niou y su mujer Lutgarda, que habían contraído matrimonio sin usar nunca del mismo.
Existe una carta escrita por los coreanos para implorar al Papa Pío VII que enviase sacerdotes a aquella pequeña grey que, sin embargo, ya había dado mártires a la Iglesia.
Treinta años después, la Sagrada Congregación de Propaganda erigía un vicariato apostólico en Corea y lo confiaba, según hemos dicho, al Seminario de Misiones Extranjeras, de París. Pese a que en 1815 y en 1827 había habido nuevas oleadas de persecución, el número de cristianos sobrepujaba ya los seis millares. Al frente del nuevo vicariato iba a ser colocado un fervoroso misionero de China: Lorenzo José Mario Imbert.
Su nombre es el primero y el más destacado de la larga relación de mártires cuya fiesta se celebra hoy. Había nacido en la diócesis de Aix-en-Provence. Su familia residía en Calas, y era harto pobre. Es conmovedor saber cómo aprendió a leer: un día encontró un centimillo en la calle, con el compró un alfabeto y rogó a una vecina que le enseñara las letras. Así, a fuerza de perseverancia, consiguió la preparación suficiente para poder ingresar, en 1818, en el seminario de Misiones Extranjeras. Después de dos años de estudios se embarca en Burdeos y marcha a trabajar a China.
En plena tarea apostólica le sorprende el nombramiento de vicario apostólico de Corea y su elevación al episcopado. En mayo de 1837 es consagrado en Seu-Tchouen, y al terminar el año llega a Corea.
No era el primero en llegar. Le habían precedido ya otros dos misioneros, llamados a compartir el martirio con él. Los dos franceses: Pedro Filiberto Maubant, nacido en la diócesis de Bayeux, y Santiago Honorato Castán, nacido en la diócesis de Digne. El primero había venido directamente de Francia. El segundo había trabajado anteriormente en Siam.
Inmediatamente pusieron manos a la obra. Ante todo fue necesario aprender la lengua coreana, tributaria del chino, pero con muchas analogías con los dialectos siberianos. Después pudieron ya ponerse de lleno al trabajo apostólico.
Escuchemos a monseñor Imbert lo que era su vida:
"No permanezco mas que dos días en cada casa que reúno los cristianos, y antes de que amanezca el tercer día paso a otra casa. Me toca sufrir mucha hambre, porque después de haberme levantado a las dos y media de la madrugada, esperar hasta el mediodía y recibir entonces una comida mala y floja, bajo un clima bajo y seco, no es cosa fácil. Después de comer reposo un poco, y a continuación doy clase de teología a mis seminaristas; después oigo confesiones hasta la noche. Me acuesto a las nueve sobre la tierra cubierta de una lona y un tapiz de lana de Tartaria, porque en Corea no hay ni camas ni mantas. He tenido, siempre un cuerpo débil y enfermizo, y a pesar de todo he llevado adelante una vida laboriosa y bien ocupada; pero aquí pienso haber llegado a lo superlativo y al nec plus ultra de trabajo. Ya os imaginaréis que con una vida tan penosa no tengamos miedo al golpe de sable que debe terminarla."
Todo esto había que hacerlo con el mayor secreto. Las quince o veinte personas a las que había atendido cada día: confesiones, bautismos, confirmaciones, matrimonios, etcétera, tenían que retirarse antes de la aurora. Aun así, aquella vida no pudo prolongarse mucho tiempo. Dos años después de su llegada, el 11 de agosto de 1839, monseñor Imbert era detenido por los perseguidores.
Comprendió bien que había llegado el final de su vida. Y creyó un deber, para evitar apostasías a los fieles seguidores, invitar a sus dos compañeros a entregarse. La tarjeta enviada por el obispo, que era una invitación al martirio, llegó primero al padre Maubant, quien la transmitió a su compañero el padre Castán. Ambos obedecieron sin vacilar. Cada uno redactó una instrucción para uso de sus fieles y luego en común unas líneas dirigidas a toda la cristiandad coreana. Escribieron una breve memoria para el Cardenal Prefecto de Propaganda Fide y una carta a sus hermanos de las Misiones Extranjeras para encomendarles a sus neófitos. En esta carta es donde alegremente, como si quisieran aliviarles la pena, dicen que "el primer ministro Ni, actualmente gran perseguidor, ha hecho fabricar tres grandes sables para cortar cabezas".
Todo esto llevaba la fecha del 6 de septiembre. Y una vez terminados los preparativos, los dos misioneros se unieron a su obispo. Los tres europeos comparecieron ante el prefecto y confesaron noblemente su fe: "Por salvar las almas de muchos, no hemos vacilado ante una distancia de diez millares de lys. Denunciar a nuestras gentes, y hacerles daño, olvidando los diez mandamientos, no lo haremos jamás, preferimos morir." Aquel mismo día 15 de septiembre recibieron la primera paliza, con bastones. Otra nueva les esperaba, después de un interrogatorio similar, el día 16. Por fin, el día 21 tuvo lugar el suplicio final.
Les desnudaron hasta la cintura, y les asaetearon cruelmente, de arriba a abajo, a través de las orejas, les colmaron de heridas y, por fin, los rociaron de cal viva. Después de obligarles a dar por tres veces la vuelta a la plaza, mostrándose al público que se burlaba de ellos, se les hizo arrodillarse. Los soldados empezaron a correr en su derredor y al pasar les golpeaban con su sable. El padre Castán se puso instintivamente de pie al recibir el primer golpe. Después se arrodilló junto a sus dos compañeros, que estaban inmóviles. Al poco tiempo, los tres habían muerto.
Pero no eran ellos solos. Antes y después iban a perecer en aquella misma persecución otros muchos cristianos.
El primer lugar, un sacerdote nativo: el padre Andrés Kim. De acuerdo con las mejores tradiciones del seminario de Misiones Extranjeras, los misioneros se habían preocupado de ir preparando, en lo posible, un clero nativo. Cuando ellos murieron, el padre Kim se esforzó por conseguir que vinieran nuevos misioneros. En estos afanes le sorprendieron los perseguidores. Después de larga estancia en la cárcel, fue decapitado en 1846.
En la misma persecución murieron también diez catequistas y una muchedumbre de fieles. De entre ellos se escogieron unos cuantos, a quienes hoy veneramos en los altares: setenta y cinco héroes "nobles y plebeyos, jóvenes y viejos, mujeres ya maduras y jóvenes en la más florida edad, que prefirieron las cárceles, los tormentos, el fuego, el hierro, las cosas más extremas a trueque de no apartarse de la religión santísima. Para tentar su fe, los bárbaros verdugos recurrieron a los tormentos más refinados. Unos fueron ahorcados, a otros les rompieron las piernas, otros fueron azotados hasta la muerte, otros quemados con planchas ardientes, otros enterrados vivos en nichos para que murieran de hambre, y así todos cambiaron esta vida por otra inmortal y feliz. Tantos y tan crueles suplicios los sufrieron todos con invicta fortaleza". Tales son las palabras del Decreto de beatificación expedido por el papa Pío XI. Porque, como ya anteriormente se había escrito en el Decreto de tuto, aquella muchedumbre, en la que había incluso niños de quince y trece años, "mostró tanta constancia en profesar la fe, que en manera alguna pudo la rabia de los perseguidores llegar a vencerla. Ni las cárceles largas y horribles, ni los tormentos crudelísimos, ni el hambre y la sed, con la que ellos eran probados, ni otros horrendos suplicios, ni el terror y los halagos de los jueces impíos, ni la edad juvenil o provecta, ni el amor materno, ni la piedad filial, ni el dulce yugo del matrimonio, fueron capaces de superar la fortaleza y firmeza de aquellos mártires".
No es extraño que muy pronto se extendiera por todo el mundo la fama de su admirable ejemplo. Por eso, el papa Pío XI, superando las dificultades de tipo jurídico que se oponían a su beatificación, pues resultaba muy difícil recoger las pruebas exigidas con todo el rigor canónico, teniendo en cuenta que había certeza absoluta de la realidad del martirio, los beatificó solemnemente en 1925. A esa lista se sumarían luego aquellos mártires que beatificó el papa Pablo VI el 6 de octubre de 1968. Finalmente, el papa Juan Pablo II rindió homenaje a todos los mártires de Corea, canonizando a estos confesores de la fe en la ciudad de Seúl el 6 de mayo de 1984,
Su sangre, como siempre ha ocurrido, fue semilla de nuevos cristianos, y hoy Corea, al menos en su parte Sur, libre del comunismo, es una de las cristiandades más florecientes y esperanzadoras de todo el Extremo Oriente.
Santo Evangelio según san Mateo 20, 1-16. Domingo XXV del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
¡Jesús mío, es este domingo, me pongo en tu presencia! Déjame verte con los lentes de la fe en este tiempo de oración. Déjame sentir tu presencia y tu amor. En este momento te quiero abrir mi corazón, herido como el tuyo, para que Tú lo llenes completamente...Padre nuestro.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 20, 1-16
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña. Después de quedar con ellos en pagarles un denario por día, los mandó a su viña. Salió otra vez a media mañana, vio a unos que estaban ociosos en la plaza y les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo que sea justo’. Salió de nuevo a medio día y a media tarde e hizo lo mismo.
Por último salió también al caer la tarde y encontró todavía otros que estaban en la plaza y les dijo: ‘¿Por qué han estado aquí todo el día sin trabajar?’ Ellos le respondieron: ‘Porque nadie nos ha contratado’. Él les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña’.
Al atardecer, el dueño de la viña le dijo a su administrador: ‘Llama a los trabajadores y págales su jornal, comenzando por los últimos hasta que llegues a los primeros’. Se acercaron, pues, los que habían llegado al caer la tarde y recibieron un denario cada uno.
Cuando les llegó su turno a los primeros, creyeron que recibirían más; pero también ellos recibieron un denario cada uno. Al recibirlo, comenzaron a reclamarle al propietario, diciéndole: ‘Esos que llegaron al último sólo trabajaron una hora, y sin embargo, les pagas lo mismo que a nosotros, que soportamos el peso del día y del calor’.
Pero él respondió a uno de ellos: ‘Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete. Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a ti. ¿Qué no puedo hacer con lo mío lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?’
De igual manera, los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
No sé cuántas veces se habla en el Evangelio sobre el Reino de los cielos, pero vaya que se menciona muchas veces. Suena algo interesante porque parece que hay perlas finas, mar, viñedos, tesoros, granos de mostaza y campos para sembrar...¡No suena mal! ¿Pero quién es el rey del Reino de los cielos? ¿Acaso tiene un trono y una corona? ¿Dónde está el Reino de los cielos?
Efectivamente, todo reino necesita un rey... y el rey del Reino de los cielos es Cristo.
Todo rey necesita un trono... y el trono de Jesús es la cruz.
Todo rey tiene una corona... y la corona de Jesús está hecha de espinas.
Todo reino necesita un territorio... y el lugar donde Jesús es rey es el corazón de cada miembro de la Iglesia.
El Evangelio de hoy nos ayuda a saber un poco más del Reino de los cielos...¡Todos ganan el premio mayor! No importa si alguno llega un poco después, como en los maratones. El objetivo es llegar a la meta: el Cielo. ¿Y tú, quieres llegar a la meta? ¿Quieres llegar al cielo? ¡No tengas miedo, abre las puertas a Cristo de par en par! Deja que Él reine en tu corazón. Ponlo a Él en primer lugar. Que todo gire en torno a Cristo: tu familia, tus amigos, tus estudios, tu trabajo. Y verás que el Reino de los cielos se hace presente ya desde ahora en tu vida.
«Encontramos la parábola de los trabajadores llamados jornaleros, que Jesús cuenta para comunicar dos aspectos del Reino de Dios: el primero, que Dios quiere llamar a todos a trabajar para su Reino; el segundo, que al final quiere dar a todos la misma recompensa, es decir, la salvación, la vida eterna.[…] Jesús quiere hacernos contemplar la mirada de aquel jefe: la mirada con la que ve a cada uno de los obreros en espera de trabajo y les llama a ir a su viña. Es una mirada llena de atención, de benevolencia; es una mirada que llama, que invita a levantarse, a ponerse en marcha, porque quiere la vida para cada uno de nosotros, quiere una vida plena, ocupada, salvada del vacío y de la inercia. Dios que no excluye a ninguno y quiere que cada uno alcance su plenitud. Que María Santísima nos ayude a acoger en nuestra vida la lógica del amor, que nos libera de la presunción de merecer la recompensa de Dios y del juicio negativo sobre los demás ».
(Ángelus de S.S. Francisco, 24 de septiembre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Dedicaré un poco de tiempo a alguna persona que sé que necesita un poco de amor y así compartiré la alegría y la belleza del Reino de los cielos que he experimentado en mi corazón.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
El trabajo es una cosa sagrada
No solamente hay millones de personas desempleadas sino que millones más están también confundidas sobre lo que significa el trabajo y para qué es
Nuestro hermano César Chávez habría cumplido 85 años este año.
El tiempo se desvanece, los recuerdos se vuelven borrosos y las jóvenes generaciones pueden sentirse muy lejos de las preocupaciones de aquellos que se han ido antes que nosotros. Pero nosotros no deberíamos dejar que eso pase con él.
César fue uno de nuestros pioneros más grandes de los derechos civiles de la nación. Él fue un valiente luchador por la dignidad de nuestra gente hispana, especialmente los pobres y aquellos que trabajaban en los “campos agrícolas.”
Él fue un hombre cuyas convicciones públicas estaban arraigadas en la oración y creadas por su profunda fe católica.
Él dijo una vez, “Yo no pienso que podría basar mi voluntad de lucha en alguna fría economía, o sobre alguna doctrina política. No creo que eso sería suficiente para perdurar. Para mi, la base debe ser la fe”.
Igual que otros dos grandes líderes morales de su generación, el Reverendo Martin Luther King y Dorothy Day, fundadora del movimiento de los Trabajadores Católicos, la fe de César lo condujo a luchar contra la injusticia usando la no-violencia como una arma espiritual de la oración, el ayuno, el sacrificio de si mismo y las obras de amor.
A través de la influencia de su fe y de los esfuerzos de algunos sacerdotes heroicos y laicos, su Unión de Campesinos de América fue fundada sobre los principios de la Doctrina Social Católica.
César entendió una verdad que todavía no es ampliamente conocida, que la Iglesia Católica es la primera institución en la historia de la humanidad que respeta la dignidad del trabajo.
En una de sus declaraciones públicas durante la Huelga de la Uva en Delano en 1966, él citó esas fuertes palabras del Papa Leo XIII: “El primer deber de cada uno de nosotros es proteger a los trabajadores de la ambición de los especuladores que usan a los seres humanos como instrumentos de trabajo para ganar dinero para ellos mismos. No es ni justo ni humano oprimir a los hombres y mujeres con trabajo excesivo hasta el punto donde sus mentes se debilitan y sus cuerpos se agotan”.
Hijo de un trabajador migrante que vino a California en los años19 30 y 40, César pasó muchos días en los campos debajo del ardiente sol. Él siempre dijo que estaba trabajando para un diferente sistema que debería tratar a los trabajadores campesinos como a seres humanos importantes.
“Dios sabe que nosotros no somos bestias de carga, no somos instrumentos agrícolas o esclavos rentados, nosotros somos hombres y mujeres”, él siempre dijo.
César todavía tiene un mensaje para nosotros hoy en día sobre la dignidad humana y la santidad del trabajo.
Hoy en día tenemos una crisis de empleo en nuestra sociedad. No solamente hay millones de personas desempleadas sino que millones más están también confundidas sobre lo que significa el trabajo y para qué es.
Nuestra sociedad ha reducido el trabajo a una idea materialista y “funcionalista”. Ya sea que se trate de cuello blanco o de cuello azul, industrial o de servicio, manual o intelectual, nosotros vemos el trabajo nada más que como un medio para un fin material. Un medio para hacer dinero. Un medio para lograr que se hagan las cosas. Por eso, entre aquellos suficientemente afortunados que tienen trabajos, vemos algunos que son “adictos al trabajo” mientras que otros solo tienen trabajo para el fin de semana.
Nada de esto es lo que Dios quiere para el trabajo humano.
César lo entendió bien cuando dijo: “El trabajo es una cosa sagrada… Cada individuo esta dotado de dignidad”.
Nuestra actual crisis económica demanda que todos nosotros -trabajadores, dueños de negocios y líderes políticos- nos prometamos a nosotros mismos a trabajar juntos por el bien común.
Nosotros no podemos darnos el lujo solamente de ver por nuestras propias necesidades, o de buscar los intereses solamente de nuestro “grupo”. Demasiada gente está sufriendo. Demasiada gente necesita nuestra ayuda.
Así que otra lección que podemos aprender de César Chávez es buscar orientación de la doctrina social de la Iglesia. En nuestros días, el Papa Benedicto XVI nos ha mostrado “un nuevo camino” para el futuro en su encíclica social “Caridad en la Verdad.”
El Papa dice que la pobreza en nuestra economía global a menudo resulta en una “violación de la dignidad del trabajo humano”. Él nos llama a promover una economía donde el trabajo verdaderamente sirva a nuestros hermanos y hermanas y nos ayude a crecer más unidos a nuestras familias y de Dios.
César Chávez tenía la misma perspectiva. Él dijo:
“Los seres humanos son únicos porque son creativos. Cuando nosotros reprimimos esa creatividad, destruimos el espíritu del individuo… Necesitamos un trabajo que mejora la calidad de vida, porque este tipo de trabajo es la piedra angular de la dignidad humana. Y ya que la gente es tan importante, trabajar por la gente –aun sacrificando un poco por ellos- aporta mucho más sentido a la vida de las personas. Hay mucho trabajo significativo que hacer.”
Mantengámonos orando unos por otros .
Y pidamos a Nuestra Señora de Guadalupe que ayude a quienes trabajan en nuestros campos agrícolas. Pidámosle a Ella más amor, preocupación y solidaridad en nuestra sociedad – empezando con nuestros propios corazones.
No tener acceso a las medicinas es una injusticia
Discurso del Santo Padre a los miembros de la Fundación "Banco Farmacéutico"
“Las empresas farmacéuticas, apoyando la investigación y orientando la producción, pueden contribuir generosamente a una distribución más equitativa de los medicamentos”, lo dijo el Papa Francisco en su discurso a los miembros de la Fundación “Banco Farmacéutico”, a quienes recibió en audiencia este sábado, 19 de septiembre de 2020, en la Sala Clementina del Vaticano.
Marginalidad farmacéutica
En su discurso, el Santo Padre recordó que, este año el Banco Farmacéutico cumple 20 años de fundación y desde el año 2000 ha recorrido un largo camino, extendiendo su presencia en toda Italia y en otros países, asistiendo y proporcionando medicinas a los más pobres. “Quien vive en la pobreza – señalo el Pontífice – es pobre en todo, incluso en las medicinas, y por lo tanto su salud es más vulnerable”. A veces se corre el riesgo de no poder recibir tratamiento por falta de dinero o porque algunas personas en el mundo no tienen acceso a ciertos medicamentos. También existe una "marginalidad farmacéutica", afirmó el Papa, y esto crea una nueva brecha entre las naciones y entre los pueblos.
Globalizar la curación
Asimismo, el Papa Francisco señaló que, en el plano ético, si existe la posibilidad de curar una enfermedad con un medicamento, éste debe estar disponible para todos, de lo contrario se crea una injusticia. “Demasiadas personas, demasiados niños siguen muriendo en el mundo porque no pueden tener ese fármaco que está disponible en otras regiones – precisó el Pontífice – conocemos el peligro de la globalización de la indiferencia; en cambio, propongo globalizar la cura, es decir, la posibilidad de acceso a esos medicamentos que podrían salvar tantas vidas para todas las poblaciones”. Para ello, agregó, necesitamos un esfuerzo común, una convergencia que involucre a todos.
Distribución equitativa de medicamentos
Además, el Santo Padre alentó a los miembros del Banco Farmacéutico a que, la investigación científica pueda avanzar en la búsqueda de nuevas soluciones a viejos y nuevos problemas.
“El trabajo de tantos investigadores es valioso y representa un magnífico ejemplo de cómo el estudio y la inteligencia humana son capaces de hacer crecer, en la medida de lo posible, nuevos caminos de sanación y curación”. Por ello, dijo el Papa, las empresas farmacéuticas, apoyando la investigación y orientando la producción, pueden contribuir generosamente a una distribución más equitativa de los medicamentos.
Servicio de atención a los más necesitados
En este sentido, el Papa Francisco dijo que, los farmacéuticos están llamados a prestar un servicio de atención en cercanía a las personas más necesitadas, y con la ciencia y conciencia trabajan por el bien integral de quienes acuden a ellos. También los gobernantes, a través de las opciones legislativas y financieras, están llamados a construir un mundo más justo en el que no se abandone a los pobres.
Vacuna anti-Covid para todos
Finalmente, el Pontífice recordó que, la reciente experiencia de la pandemia, además de una gran emergencia sanitaria en la que ya han muerto casi un millón de personas, se está convirtiendo en una grave crisis económica, que sigue generando personas y familias pobres que no saben cómo salir adelante. Si bien se está prestando asistencia caritativa, también se trata de combatir esta pobreza farmacéutica, en particular con el uso generalizado de nuevas vacunas en el mundo. Repito que sería triste si al proporcionar la vacuna se diera prioridad a los más ricos, o si esta vacuna se convirtiera en propiedad de esta o aquella nación, y no fuera para todos. “Tendrá que ser universal para todos”.
¿Cuántos tipos de oración hay?
Las cinco formas principales de oración son la bendición, la adoración, la oración de petición y de intercesión, la oración de acción de gracias y la oración de alabanza.
Las cinco formas principales de oración son la bendición, la adoración, la oración de petición y de intercesión, la oración de acción de gracias y la oración de alabanza. Con cualquiera de ellas elevamos nuestro espíritu a Dios según nuestras necesidades.
La bendición
Una bendición es una oración que pide la bendición de Dios sobre nosotros. Toda bendición procede únicamente de Dios. Su bondad, su cercanía, su misericordia son bendición. La fórmula más breve de la bendición es “El Señor te bendiga”.
Todo cristiano debe pedir la bendición de Dios para sí mismo y para otras personas. Los padres pueden trazar sobre la frente de sus hijos la señal de la cruz. Las personas que se aman pueden bendecirse. Además el presbítero, en virtud de su ministerio, bendice expresamente en el nombre de Jesús y por encargo de la Iglesia. Su oración de bendición es especialmente eficaz por medio del sacramento del Orden y por la fuerza de la oración de toda la Iglesia.
La adoración
Toda persona que comprende que es criatura de Dios reconocerá humildemente al Todopoderoso y lo adorará. La adoración cristiana no ve únicamente la grandeza, el poder y la Santidad de Dios. También se arrodilla ante el amor divino que se ha hecho hombre en Jesucristo.
Quien adora verdaderamente a Dios se pone de rodillas ante Él o se postra en el suelo. En esto se muestra a verdad de la relación entre Dios y el hombre: él es grande y nosotros somos pequeños. Al mismo tiempo el hombre nunca es mayor que cuando se arrodilla ante Dios en una entrega libre. El no creyente que busca a Dios y comienza a orar puede de este modo encontrar a Dios.
La petición
Dios, que nos conoce completamente, sabe lo que necesitamos. Sin embargo, quiere que “pidamos”: que en las necesidades de nuestra vida nos dirijamos a Él, le gritemos, le supliquemos, nos quejemos, le llamemos, que incluso “luchemos en la oración” con él.
Ciertamente Dios no necesita nuestras peticiones para ayudarnos. La razón por la que debemos pedir es por nuestro interés. Quien no pide y no quiere pedir, se encierra en sí mismo. Sólo el hombre que pide, se abre y se dirige al origen de todo bien. Quien pide retorna a la casa de Dios. De este modo la oración de petición coloca al hombre en la relación correcta con Dios, que respeta nuestra libertad.
La intercesión petición por los demás
Del mismo modo que Abraham intercedió a favor de los habitantes de Sodoma, así como Jesús oró por sus discípulos, y como las primeras comunidades no sólo buscaban su interés “sino todos el interés de los demás” (Flp 2, 4), igualmente los cristianos piden siempre por todos; por las personas que sin importantes para ellos, por las personas que no conocen e incluso por sus enemigos.
Cuanto más aprende un hombre a rezar, tanto más profundamente experimenta que pertenece a una familia espiritual, por medio de la cual la fuerza de la oración se hace eficaz. Con toda mi preocupación por las personas a las que amo, estoy en el centro de la familia humana, puedo recibir la fuerza de la oración de otros y puedo suplicar para otros la ayuda divina.
La acción de gracias
Todo lo que somos y tenemos viene de Dios. San Pablo dice “¿Tienes algo que no hayas recibido?” (1 Cor 4,7). Dar gracias a Dios, el dador de todo bien, nos hace felices.
La mayor oración de acción de gracias es la “Eucaristía” (en griego “acción de gracias”) de Jesús, en la que toma pan y vino para ofrecer en ellos a Dios toda la Creación transformada. Toda acción de gracias de los cristianos es unión con la gran oración de acción de gracias de Jesús. Porque también nosotros somos transformados y redimidos en Jesús; así podemos estar agradecidos desde lo hondo del corazón y decírselo a Dios en muchas formas.
La alabanza
Dios no necesita de ningún aplauso. Pero nosotros necesitamos expresar espontáneamente nuestra alegría en Dios y nuestro gozo en el corazón. Alabamos a Dios porque existe y porque es bueno. Con ello nos unimos ya a la alabanza eterna de los ángeles y los santos en el cielo.
Recomendamos:
¿Para qué sirve la oración?: Vida para el espíritu y medio de comunicación con Dios.
Orar... lo que es y lo que no es: Orar es llamar y responder. Es llamar a Dios y es responder a sus invitaciones. Es un diálogo de amor
¿Cuál es la oración más perfecta?: Celebramos a Dios porque es bueno. Lo alabamos porque es grande y porque su misericordia es eterna.
Qué es la oración de ofrecimiento: El Señor todo lo recibe, también nuestros más pequeños ofrecimientos de amor que se convierten en una oración.
¿Cómo orar cuando alguien te hace sufrir?: Al rezar por quienes te hacen sufrir, te das la oportunidad de desahogarte y de hacerlo con quien es todopoderoso y puede remediar las cosas.
¿Eres capaz de cantar alabanzas al Señor? ¡La oración de alabanza es una oración cristiana para todos nosotros!
Oración de sanación por la familia: Hoy venimos a Ti, en nombre de cada una de las personas de nuestra familia.
Hay momentos de silencio. ¿Qué significan esos momentos de silencio? ¿Cuáles son esos momentos?
¿Qué significa el silencio en la liturgia?
Hay momentos de silencio. ¿Qué significan esos momentos de silencio?
El silencio litúrgico no es un silencio de tartamudez; sino un silencio sagrado.
Nos dice san Juan Clímaco en su libro “Escala espiritual”: “el silencio inteligente es madre de la oración, liberación del atado, combustible del fervor, custodio de nuestros pensamientos, atalaya frente al enemigo... amigo de las lágrimas, seguro recuerdo de la muerte, prevención contra la angustia, enemigo de la vida licenciosa, compañero de la paz interior, crecimiento de la sabiduría, mano preparada de la contemplación, secreto camino del cielo “ (Escalón 11–30).
Nos dice el papa Juan Pablo II en su carta apostólica del 4 de diciembre de 2003, con motivo del cuadragésimo aniversario de la Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la Sagrada Liturgia: “Un aspecto que es preciso cultivar con más esmero en nuestras comunidades es la experiencia del silencio. Resulta necesario para lograr la plena resonancia de la voz del Espíritu Santo en los corazones y para unir más estrechamente la oración personal con la palabra de Dios y la voz pública de la Iglesia. En una sociedad que vive de manera cada vez más frenética, a menudo aturdida por ruidos y dispersa en lo efímero, es vital redescubrir el valor del silencio. No es casualidad que, también más allá del culto cristiano, se difunden prácticas de meditación que dan importancia al recogimiento. ¿por qué no emprender con audacia pedagógica, una educación específica en el silencio dentro de las coordenadas propias de la experiencia cristiana? Debemos tener ante nuestros ojos el ejemplo de Jesús, ´el cual salió de casa y se fue a un lugar desierto, y allí oraba´(Mc 1, 35). La liturgia, entre sus diversos momentos y signos, no puede descuidar el del silencio” (n. 13).
¿Por qué hay momentos de silencio en la liturgia?
Es necesario el silencio para escuchar la Palabra de Dios, para prepararnos a escuchar esa Palabra. Dios se hizo Palabra en Jesús, y condición para escuchar esa Palabra es el silencio: silencio del corazón, de la mente, de los sentidos, silencio ambiental.
Hay un hermoso pasaje de la Biblia en 1 Sam 3, 10 cuando el joven Samuel en el silencio de la noche le dice a Dios: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”. Guardamos silencio para escuchar a Dios, preparar el terreno de nuestra alma para que caiga y germine esa semilla de la Palabra de Dios en el corazón durante esa ceremonia o celebración litúrgica (misa, bautismo, celebración penitencial, matrimonio, ordenación, etc); si estamos dispersos y hablando, la semilla se malogra y se pierde.
¿Cuáles son esos momentos de silencio?
Antes de la misa y de cualquier ceremonia litúrgica nos deberíamos preparar con el silencio, para reflexionar y pensar: ¿Qué vamos a hacer?; ¿con quién vamos a encontrarnos?; ¿qué nos pedirá Dios en esta ceremonia?; ¿cómo debemos vivir esta ceremonia?; ¿qué traemos a esta ceremonia?; ¿qué deseamos en esta eucaristía?; ¿qué pensamos dar a Dios?
Por eso urge hacer silencio en la iglesia antes de la misa, o de un bautismo, o de una boda... Hemos entrado en el recinto sagrado y hay que preparar el corazón, que será el terreno preparado donde Dios depositará la semilla fecunda de la salvación.
Silencios en la misa y cuál es su significado
- Antes del “Yo confieso”: es un silencio para ponernos en la presencia del tres veces santo, reconocer nuestra condición de pecadores y pedirle perdón, y de esta manera poder entrar dignos a celebrar y vivir los misterios de pasión, muerte y resurrección de Cristo.
- Antes de la oración colecta: el sacerdote dice: “Oremos”. Es aquí donde el sacerdote, en nombre de Cristo, recoge todas nuestras peticiones y súplicas, traídas a la santa Misa. Antiguamente se usaban también otras fórmulas, dichas por el diácono, para llamar la atención de la asamblea antes de esta oración:
“Guardad silencio”.
”Prestad oídos al Señor”.
En este silencio cada uno concreta sus propias intenciones. Por eso se llama oración colecta, porque colecciona y recoge los votos, intenciones y peticiones de toda la Iglesia orante.
- Después de la lectura del Evangelio, si no hay homilía; si hay homilía, después de la misma. ¿Qué significado tiene ese breve silencio? Dejar que la Palabra de Dios, leída y explicada por el ministro de la Iglesia, vaya penetrando y germinando en nuestra alma. ¡Ojalá se encuentre siempre el alma abierta! ¡Qué pena sería que ese silencio fuera un torbellino de distracciones! Sería dejar meter los pajarracos que nos comerán esa semilla apenas sembrada en las lecturas y en el Evangelio.
- Momento de la elevación de la Hostia consagrada y del Cáliz con la sangre de Cristo en la consagración. Es un silencio de adoración, de gratitud, de admiración ante ese milagro eucarístico. Es un silencio donde nos unimos a ese Cristo que se entrega por nosotros.
- Después de la comunión,viene el gran silencio. Silencio para escuchar a ese Dios que vino a nuestra alma, en forma de pan, silencio para compartir nuestra intimidad con Él. Silencio para ponernos en sus manos. Silencio para unirnos a todos los que han comulgado y encomendar a quienes no han podido comulgar. ¡Aquí está la fuerza de la comunión!
- También se recomienda un brevísimo silencio después de cada petición en la oración de los fieles.Aquí es un silencio impetratorio, donde pedimos por todas las necesidades de la Iglesia, del mundo y de los hombres.
- Es muy aconsejable, después de la misa quedarse unos minutos más en silencio,para poder agradecer a Dios este augusto y admirable sacramento, al que nos ha permitido participar en la santa misa.
En los demás sacramentos también hay momentos de silencio fecundo:
- En las ordenaciones sacerdotales: Cuando el obispo impone las manos sobre la cabeza de ese diácono que en breve será consagrado sacerdote... Es un silencio sobrecogedor. ¡En ese momento viene el Espíritu Santo y a ese hombre le concede Dios la gracia de ser sacerdote, ministro de Dios, que “obra en nombre de Cristo, Maestro, Pastor y Pontífice, y actúa en su persona” , otorgándole el poder de consagrar el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y el poder de confesar los pecados, en nombre de Cristo! Lo convierte Dios de simple hombre a ministro de su gracia para la salvación del mundo.
- En la unción de los enfermos: es un silencio para pedir a Dios la gracia de la curación espiritual, sin duda, y la corporal, si es la voluntad de Dios.
- En un momento antes de la bendición de los novios: silencio para pedir a Dios la gracia de la fidelidad de los nuevos esposos.
Recomendamos:
Eucaristía y silencio: Es condición indispensable para escuchar y encontrarnos con Dios. El encuentro con Dios se da en el silencio del alma.
¡Silencio!: El silencio no es sólo abstenerse de hablar, o de emitir ruidos, abarca concentración y reflexión
Los doce grados del silencio: Es el silencio el que prepara a los santos, el que los comienza, el que los continúa, el que los acaba.
El silencio del amor: El amor profundo necesita silencio.
La virtud del silencio explicada a los hijos: El silencio interno es la puerta a la vida interior y se necesita abrirla diariamente, aunque sólo sea durante un pequeño periodo de tiempo
El arte de guardar silencio
La Virgen María ¿Prohibe la Biblia el venerarla?
Evidencia bíblica para repetir con Santa Isabel
Cuántas veces nos hemos escuchado a los evangélicos y demás grupos religiosos acusar a los católicos de adorar a " María " como si fuera una "Diosa"; desobedeciendo así el primer mandamiento de la ley de Dios dado a Moisés en el monte Sinaí, que dice: " Adorarás al señor tu Dios y sólo a él darás culto ". (Deuteronomio 6,13), " no tendrás otros Dioses a parte de mi" (Exodo 20, 3). Este ataque de las sectas no tiene fundamento, pues conociendo bien la Palabra se aclara cual es lugar de Maria en la Biblia. Conozcamoslo:
Hay que tener en cuenta que la Iglesia Católica ha aceptado fielmente este decreto divino de "adoracion" en la persona de " Dios Padre" y en "Jesucristo" quien " es la imagen visible de Dios, que es invisible ", ( colosenses 1, 15). " El es el resplandor glorioso de Dios, la imagen misma de lo que Dios es" ( Hebreos 1,3) . Los Católicos solamente a Dios Adoramos.
Que quede claro que los católicos no " adoramos" a María, sino que la "veneramos" (respeto especial), porque es ella la mujer escogida por el Padre Eterno, para que fuera la madre de su "hijo unigénito" pues " la mujer dio a luz un hijo varón,. El cual ha de gobernar a todas las naciones con cetro de hierro" ( Apocalipsis 12, 5), ( Lucas 1, 32- 33).
Evidencias biblicas de la veneracion a la Virgen
Por esta razón, el ángel San Gabriel recalca que María es "la favorecida de Dios" ( Lucas 1, 28); y su prima Santa Isabel la llama "Bendita entre todas las mujeres " ( Lucas 1, 42); es también la "nueva Eva" , anunciada desde el principio en el libro del Génesis después de la desobediencia de nuestros primeros padres en e paraíso, cuando "Dios el Señor" le dijo a la serpiente : " Haré que tu y la mujer sean enemigas, lo mismo que tu descendencia y su descendencia" ( 3, 15).
Por otra parte , de la vida de María sabemos que era una joven de raza Judía de unos 15 años de edad, que vivía en el pequeño pueblo de Nazaret ( Israel), y estaba comprometida en matrimonio con José, descendiente del rey David ( Lucas 1, 26 - 27), hombre " justo" o " santo" ( Mateo 1,19) . Igualmente, las Escrituras nos aportan una valiosa información sobre las virtudes en ella, como la obediencia absoluta al mandato de Dios, al responder al ángel "Hágase en mí según tu palabra ", y su humildad llamándose así misma como la " esclava del señor" ( Lucas 1, 38).
La concepción del Hijo de Dios, es fruto del Espíritu Santo y el poder del Dios Altísimo, que descansó sobre ella como una nube (Lucas 1,35); tal cómo sucedía cuando Yahvé descendía en la Tienda del Encuentro del Santuario, construido por Moisés (Exodo 40,35). Por eso, la Virgen María es llamada por los católicos como el "nuevo Santuario".
También se destaca La pobreza en que vivía con su esposo, ya que " sucedió que mientras estaban en Belén, le llegó a María el tiempo de dar a luz. Y allí nació su primer hijo, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en el establo, porque no había alojamiento para ellos en el mesón" (Lucas 2, 6 - 7). Su angustia al encontrar después de tres días de desaparecido a Jesús de doce años, sentado entre los doctores de la ley en el templo de Jerusalén ( Lucas 2, 48), guardando todas estas cosas en su corazón ( Lucas 2, 51).
La fidelidad a su Hijo en la bodas de Caná, al indicarle a los que estaban sirviendo el vino " Hagan todo lo que el les diga" (Juan 2,5); y en el Pentecostés, cuando recibe el Espíritu Santo en forma de llamas de fuego, en compañía de los once apóstoles , los parientes de Jesús y otras mujeres ( Hechos 1, 12 - 14).
Del mismo modo, el dolor de toda buena madre al ver a Cristo clavado en la cruz lleno de heridas y golpes en todo el cuerpo (Juan 19, 25; Isaías 52, 13 -14), hasta el punto que era como si una espada le traspasara su alma. Cumpliéndose así la profecía de Simeón, cuando el pequeño Jesús fue presentado por sus padres en el templo de la Ciudad Santa según la ley mosaica ( Lucas 2,22-35; Juan 19,31-34). Sin embargo, y a pesar del agotamiento físico y la cruel agonía en el madero, el Mesías antes de Morir sacó fuerzas suficientes para encomendar el cuidado de su madre, a Juan, el " discípulo amado" , quien " la recibió en su casa" (Juan 19, 26-27).
Por todos estos argumentos bíblicas, la Iglesia Católica reconoce que María es la " madre del Señor" ( Lucas 1,43), quien tomó la naturaleza humana al nacer de su vientre para traer la salvación a toda la humanidad (Gálatas 4,4; Filipenses 2,6-8).
Como si fuera poco, la Santísima Virgen proclama que todas las generaciones la llamarán "Bienaventurada" porque el Todopoderoso ha hecho en ella grandes cosas ( Lucas 1,48 - 49); y en el último libro de la Biblia, llamado el Apocalipsis ( o Revelación), la muestra como una "reina radiante" pues " Apareció en el cielo una gran señal: una mujer envuelta en el sol como en un vestido, con la luna bajo sus pies y una corona de dos estrellas en la cabeza" ( 12, 1).
Por toda esta evidencia biblica repetimos con Isabel "Bendita seas Maria". Lc 1,48
Un exelente libro que trata de la Madre bendita es "las Glorias de Maria" te lo recomiendo !leelo!
Escucha la Historia del Culto a Maria.
Semillas para la Vida
Yo creo, Señor; en Ti
que eres la Verdad Suprema.
Creo en todo lo que me has revelado.
Creo en todas las verdades
que cree y espera mi Santa Madre
la Iglesia Católica y Apostólica.
Fe en la que nací por tu gracia,
fe en la que quiero vivir y luchar
fe en la que quiero morir.
Ángelus del Papa: «Dios nos llama a trabajar para Él y nos recompensa con su amor»
«Dios no excluye a nadie de su plan de amor», dijo Francisco.
Comentando el Evangelio del día, que narra la parábola del dueño de la viña que llama a los trabajadores para faenar en sus tierras a cambio de la «justa recompensa», el Papa recordó que también Dios llama a cada uno de nosotros «a trabajar para Él en su campo, que es el mundo, en su viña, que es la Iglesia y nos da como única recompensa su amor, la amistad de Jesús, que es el todo para nosotros».
El 20 de septiembre, XXV domingo del tiempo ordinario, el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus asomado a la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano. Comentando el Evangelio del día (cfr. Mt 20,1-16) que narra la parábola de los trabajadores llamados por el dueño de una viña para trabajar a cambio del jornal, el Santo Padre explicó que a través de esta historia, «Jesús nos muestra el sorprendente modo de actuar de Dios», representado en dos actitudes del dueño: la llamada y la recompensa.
Dios llama a todos y llama siempre
En primer lugar, la llamada -dijo Francisco – destacando que el propietario de la viña sale en cinco ocasiones a la plaza y llama a trabajar para él:
«Es conmovedora la imagen de este dueño que sale varias veces a la plaza a buscar trabajadores para su viña… A las seis, a las nueve, a las doce, a las tres y a las cinco de la tarde. Ese dueño representa a Dios, que llama a todos y llama siempre», aseveró el Papa haciendo hincapié en que nuestro Padre celestial actúa así también hoy: «nos sigue llamando a cada uno, a cualquier hora, para invitarnos a trabajar en su Reino. Este es el estilo de Dios, que hemos de aceptar e imitar. Él no está encerrado en su mundo, sino que “sale” continuamente a la búsqueda de las personas, porque quiere que nadie quede excluido de su plan de amor».
La Iglesia debe ser como Dios, «en salida»
En este contexto, el Pontífice indicó que igualmente nuestras comunidades están llamadas a salir de los varios tipos de “fronteras” que pueden existir, para ofrecer a todos la Palabra de salvación que Jesús vino a traer.
«Se trata de abrirse a horizontes de vida que ofrezcan esperanza a cuantos viven en las periferias existenciales y aún no han experimentado, o han perdido, la fuerza y la luz del encuentro con Cristo», puntualizó Francisco.
“La Iglesia debe ser como Dios: siempre en salida; y cuando la Iglesia no es en salida, se enferma de tantos males que tenemos en la Iglesia. ¿Y por qué estas enfermedades, en la Iglesia? Porque no es en salida. Es cierto que cuando uno sale, existe el peligro de tener un accidente. Pero es mejor una Iglesia accidentada por salir a proclamar el Evangelio, que una Iglesia que está enferma por estar cerrada. Dios sale siempre, porque es Padre, porque ama. La Iglesia debe hacer lo mismo: siempre en salida”
El dueño de la viña recompensa a todos
En segundo lugar, llama la atención la «actitud del dueño de la viña», que representa la de Dios, en su modo de recompensar a los trabajadores.
«Se pone de acuerdo con los primeros obreros, contratados por la mañana, para pagarles un denario. En cambio, a los que llegan a continuación les dice: «Os daré lo que sea justo» (v. 4). Al final de la jornada, el dueño de la viña ordena que a todos les sea dada la misma paga, es decir, un denario», explicó el Papa, observando que quienes han trabajado desde la mañana temprano «se indignan y se quejan del dueño», pero él insiste:
“Quiere dar el máximo de la recompensa a todos, incluso a quienes llegaron los últimos. Y aquí se comprende que Jesús no está hablando del trabajo y del salario justo, sino del Reino de Dios y de la bondad del Padre celestial”
Dios nos da más de lo que merecemos
Francisco inisitió en que Dios se comporta así, «no mira el tiempo y los resultados, sino la disponibilidad y la generosidad con la que nos ponemos a su servicio».
«Su actuar es más que justo, en el sentido de que va más allá de la justicia y se manifiesta en la Gracia. Donándonos la Gracia, Él nos da más de lo que merecemos. Y entonces, quien razona con la lógica humana, la de los méritos adquiridos con la propia habilidad, pasa de ser el primero a ser el último. En cambio, quien se confía con humildad a la misericordia del Padre, pasa de último a primero».
Recompensa: el amor y la amistad de Jesús
Finalmente, el Papa se despidió orando para que María Santísima «nos ayude a sentir todos los días la alegría y el estupor de ser llamados por Dios a trabajar para Él en su campo, que es el mundo, en su viña, que es la Iglesia. Y de tener como única recompensa su amor, la amistad de Jesús, que es el todo para nosotros».
Preces
Dios es bueno con todos. En la mañana de este día, agradecemos su amor y le decimos:
R/MSeñor, escucha nuestra oración.
Tú que has dicho que los últimos serán primeros y los primeros últimos,
– no permitas que caigamos en el orgullo ni en la presunción. R/
Tú que a diario nos ofreces la oportunidad de responder a tu amor,
– ayúdanos a reconocerte en los que necesiten de nuestra ayuda. R/
Tú que te haces contemporáneo nuestro en el sacramento de la Eucaristía,
– enséñanos a participar con mayor plenitud de la celebración de la Misa. R/
Tú que en este domingo nos recuerdas tu cercanía,
– acrece los vínculos de afecto entre todos los miembros de nuestra comunidad. R/
Intenciones libres
Padre nuestro…
Oración
Oh, Dios, que has puesto la plenitud de la ley divina en el amor a ti y al prójimo, concédenos cumplir tus mandamientos, para que merezcamos llegar a la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.