El recolector de impuestos liberado para el Reino de Dios
- 21 Septiembre 2020
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Mateo Apóstol, Santo
Apóstol y Evangelista, 21 de septiembre
Apóstol y Evangelista
Martirologio Romano: Fiesta de san Mateo, apóstol y evangelista, llamado antes Leví, que al ser invitado por Jesús para seguirle, dejó su oficio de publicano o recaudador de impuestos y, elegido entre los apóstoles, escribió un evangelio en que se proclama principalmente que Jesucristo es hijo de David, hijo de Abrahán, dando plenitud al Antiguo Testamento.
Etimológicamente: Mateo = regalo de Dios, viene de la lengua hebrea
Breve Biografía
Se llamaba también Leví, y era hijo de Alfeo.
Su oficio era el de recaudador de impuestos, un cargo muy odiado por los judíos, porque esos impuestos se recolectaban para una nación extranjera. Los publicanos o recaudadores de impuestos se enriquecían fácilmente. Y quizás a Mateo le atraía la idea de hacerse rico prontamente, pero una vez que se encontró con Jesucristo ya dejó para siempre su ambición de dinero y se dedicó por completo a buscar la salvación de las almas y el Reino de Dios.
Como ejercía su oficio en Cafarnaum, y en esa ciudad pasaba Jesús muchos días y obraba milagros maravillosos, ya seguramente Mateo lo había escuchado varias veces y le había impresionado el modo de ser y de hablar de este Maestro formidable.
Y un día, estando él en su oficina de cobranzas, quizás pensando acerca de lo que debería hacer en el futuro, vio aparecer frente a él nada menos que al Divino Maestro el cual le hizo una propuesta totalmente inesperada: "Ven y sígueme".
Mateo aceptó sin más la invitación de Jesús y renunciando a su empleo tan productivo, se fue con El, no ya a ganar dinero, sino almas. No ya a conseguir altos empleos en la tierra, sino un puesto de primera clase en el cielo. San Jerónimo dice que la llamada de Jesús a Mateo es una lección para que todos los pecadores del mundo sepan que, sea cual fuere la vida que han llevado hasta el momento, en cualquier día y en cualquier hora pueden dedicarse a servir a Cristo, y El los acepta con gusto.
Mateo dispuso despedirse de su vida de empleado público dando un gran almuerzo a todos sus amigos, y el invitado de honor era nada menos que Jesús. Y con Él, sus apóstoles. Y como allí se reunió la flor y nata de los pecadores y publicanos, los fariseos se escandalizaron horriblemente y llamaron a varios de los apóstoles para protestarles por semejante actuación de su jefe. "¿Cómo es que su maestro se atreve a comer con publicanos y pecadores?"
Jesús respondió a estas protestas de los fariseos con una noticia que a todos nos debe llenar de alegría: "No necesitan médico los que están sanos, sino los que están enfermos. Yo no he venido a buscar santos sino pecadores. Y a salvar lo que estaba perdido". Probablemente mientras decía estas bellas palabras estaba pensando en varios de nosotros.
Desde entonces Mateo va siempre al lado de Jesús. Presencia sus milagros, oye sus sabios sermones y le colabora predicando y catequizando por los pueblos y organizando las multitudes cuando siguen ansiosas de oír al gran profeta de Nazaret. Jesús lo nombra como uno de sus 12 preferidos, a los cuales llamó apóstoles (o enviados, o embajadores) y en Pentecostés recibe el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego. Los judíos le dieron 39 azotes por predicar que Jesús sí había resucitado (y lo mismo hicieron con los otros apóstoles) y cuando estalló la terrible persecución contra los cristianos en Jerusalén, Mateo se fue al extranjero a evangelizar, y dicen que predicó en Etiopía y que allá murió martirizado.
En todo el mundo es conocido este santo, y lo será por siempre, a causa del maravilloso librito que él escribió: "El evangelio según San Mateo". Este corto escrito de sólo 28 capítulos y 50 páginas, ha sido la delicia de predicadores y catequistas durante 20 siglos en todos los continentes. San Mateo en su evangelio (palabra que significa: "Buenas Noticias") copia sermones muy famosos de Jesús, como por ej. El Sermón de la Montaña (el sermón más bello pronunciado en esta tierra), el sermón de las Parábolas, y el que les dijo a sus apóstoles cuando los iba mandar a su primera predicación. Narra milagros muy interesantes, y describe de manera impresionante la Pasión y Muerte de Jesús. Termina contando su resurrección gloriosa.
El fin del evangelio de San Mateo es probar que Jesucristo sí es el Mesías o Salvador anunciado por los profetas y por el Antiguo Testamento. Este evangelio fue escrito especialmente para los judíos que se convertían al cristianismo, y por eso fue redactado en el idioma de ellos, el arameo.
Quizás no haya en el mundo otro libro que haya convertido más pecadores y que haya entusiasmado a más personas por Jesucristo y su doctrina, que el evangelio según San Mateo. No dejemos de leerlo y meditarlo.
A cada uno de los 4 evangelistas se les representa por medio de uno de los 4 seres vivientes que, según el profeta, acompañan al Hijo del hombre (un león: el valor. El toro: la fuerza. El águila: los altos vuelos.
Y el hombre: la inteligencia). A San Marcos se le representa con un león. A San Lucas con un toro (porque empieza su evangelio narrando el sacrifico de una res que estaban ofreciendo en el templo). A San Juan por medio del águila, porque este evangelio es el que más alto se ha elevado en sus pensamientos y escritos. Y a San Mateo lo pintan teniendo al lado a un ángel en forma de hombre, porque su evangelio comienza haciendo la lista de los antepasados de Jesús como hombre, y narrando la aparición de un ángel a San José.
Que San Mateo, gran evangelizador, le pida a Jesús que nos conceda un gran entusiasmo por leer, meditar y practicar siempre su santo evangelio.
Decía Jesús "Convertíos y creed en el evangelio" (Mc. 1, 15).
Santo Evangelio según san Mateo 9, 9-13. Lunes XXV del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, ayúdame a abrirte mi corazón para que tu gracia pueda entrar en mí y me reconozca pecador necesitado de ti.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 9, 9-13
En aquel tiempo, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a su mesa de recaudador de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió.
Después, cuando estaba a la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores se sentaron también a comer con Jesús y sus discípulos. Viendo esto, los fariseos preguntaron a los discípulos: “¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?” Jesús los oyó y les dijo: “No son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos. Vayan, pues, y aprendan lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Te acuerdas de la última vez que usaste unos tenis nuevos? No querías ni pasar por un charco, mucho menos que te pisaran o que lloviera. ¿Y por qué todo esto? Porque cuando nuestros zapatos están más limpios y nuevos, notamos más fácilmente las manchas en ellos, pero poco a poco se van ensuciando hasta que quedan sucios por completo. Si les va bien, a lo mejor los lavas una vez, si no, los usas para trabajar o finalmente los tiras a la basura.
Eso mismo pasa con nuestra alma cuando va al confesionario. Cuando sales, la gracia de Dios te deja limpio, y conforme van pasando los días, las primeras manchas en tu alma son más notorias, luego un poco menos, y un poco menos, hasta que te empiezas a decir: no pasa nada.
He aquí la importancia de reconocerse pecador y necesitado del perdón de Dios. Con la confesión frecuente, será más fácil ver tus pecados y desear estar constantemente en gracia y comunión con Jesús. Y así, en vez de acostumbrarte a estar en pecado, gozarás de estar limpio y en gracia con Dios.
«El mal, por supuesto, debe ser rechazado, pero los malvados son personas con las que hay que tener paciencia. No se trata de esa tolerancia hipócrita que esconde ambigüedad, sino de la justicia mitigada por la misericordia. Si Jesús ha venido a buscar a los pecadores más que a los justos, a curar a los enfermos antes que a los sanos (cfr. Mt 9,12-13), también nuestra acción como sus discípulos debe estar dirigida no para suprimir a los malvados, sino para salvarlos».
(Homilía de S.S. Francisco, 19 de julio de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Acudir a la confesión la próxima oportunidad que tenga.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Ofrecer sacrificios por los pecadores
En medio de tanto olvido del bien y la misericordia, un pequeño sacrificio toca a las puertas del cielo
Entre los ejemplos que nos han dejado los videntes de Fátima, santa Jacinta y san Francisco Marto, destaca el continuo deseo de ofrecer sacrificios a Dios por los pecadores.
Según cuenta Lucía, la otra vidente de Fátima, con frecuencia sus primos dejaban de comer, o de jugar, o incluso de beber agua en un día caluroso, por el deseo de ayudar a la conversión de las almas.
Esos ejemplos valen para todos los tiempos, también para nuestra época tan llena de contrastes, donde unos viven en una abundancia casi lujosa mientras otros carecen de agua potable y de alimento adecuado, donde muchos viven como si Dios no existiera y el pecado llega a ser exaltado como si fuera valioso.
En medio de tanto olvido del bien, de la justicia, de la misericordia, un pequeño sacrificio toca a las puertas del cielo y abre la tierra a la acción de Dios. A veces basta con muy poco: pasar menos tiempo ante la pantalla, no tomar una comida apetitosa, renunciar a un gesto de pereza, no responder a quien nos injuria.
Así de sencillo, así de fácil, y con eficacia que muchas veces supera nuestra imaginación. Porque cuando Dios acoge la oración confiada y el sacrificio sincero de uno de sus hijos, empiezan los milagros en el mundo.
El mensaje de conversión y penitencia de Fátima, vivido por unos pastores sencillos y generosos, llega también a nosotros y nos invita a pasos concretos para suplicar a Dios, a través de la Virgen María, paz, misericordia, conversión, pureza, esperanza, fe, y mucho amor.
Así nos lo enseñan las vidas de tantos miles y miles de santos de todos los tiempos; santos entre los que se encuentran unos niños que, en el corazón de Portugal, un día recibieron la visita de la Virgen y comunicaron a muchos bautizados las palabras de Cristo: Convertíos… (cf. Mt 4,17).
El Papa ayuda a los trabajadores de una empresa avícola
Testimonio del director de Cáritas.
El Papa Francisco ayuda con una donación de 10.000 euros a los 273 trabajadores de la empresa avícola GAM en Bojano (región de Molise), Italia, amenazados por el desempleo.
Fue el director de la Cáritas de Trivento, el padre Alberto Conti, quien defendió su caso en una audiencia en Santa Marta el 15 de septiembre de 2020, informa Il Quotidiano del Molise.
“Me ha escuchado, dijo el sacerdote. Le hablé del compromiso de la Cáritas diocesana… en un territorio montañoso y en continuo despoblamiento… antes de pedirle al Papa su bendición, le pedí una oración por los empleados de GAM que acudieron a nosotros. Esta empresa en dificultades cerrará el 4 de noviembre cuando expiren sus subsidios”.
“El Papa -continuó el padre Conti- me preguntó: ‘¿Tenéis algo que les ayude?’; yo le respondí: ‘Santo Padre, estas 273 familias piden sobre todo con fuerza el derecho al trabajo. Pero haremos todo lo posible para estar cerca de ellos”. El Papa se levantó y salió de la pequeña habitación donde estábamos. Volvió después de unos minutos, luego su joven secretario entró y le entregó un sobre que el Papa puso en mis manos. Comprendí inmediatamente que era un regalo y que debía parecerle avergonzado, porque con gran sencillez me animó, exhortándome: ‘Toma, toma’”.
En su coche, el director de Cáritas descubre que son 10.000 euros. El dinero se destinará a material educativo para los hijos de los trabajadores, siendo la educación “la única arma de paz que tienen los más necesitados para mejorar sus condiciones”, apuntó.
Características de la liturgia
Es institución objetiva. Es la oración de la comunidad católica. Es don de Dios al hombre y respuesta del hombre a Dios.
Cuando uno escucha por ahí: “¡Qué aburrida es esta ceremonia, o esta misa o este bautismo..!”, es porque no se entiende lo que ahí se está realizando y viviendo y saboreando. Por eso es bueno que ahora veamos las características de la liturgia, para que cada día podamos gustar un poco más de la riqueza de la misma.
a) La liturgia es trinitaria: La liturgia es obra de la Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. El Padre es fuente y fin de la liturgia . “Por una parte, la Iglesia, unida a su Señor y bajo la acción del Espíritu Santo, bendice al Padre por su don inefable mediante la adoración, la alabanza y la acción de gracias. Por otra parte, y hasta la consumación del designio de Dios, la Iglesia no cesa de presentar al Padre “la ofrenda de sus propios dones” y de implorar que el Espíritu Santo venga sobre esta ofrenda, sobre ella misma, sobre los fieles y sobre el mundo entero, a fin de que por la comunión en la muerte y en la resurrección de Cristo-Sacerdote y por el poder del Espíritu estas bendiciones divinas den frutos de vida para alabanza de la gloria de su gracia”
b) La liturgia es cristocéntrica: es decir, tiene como centro a Cristo resucitado y glorioso. Nos reunimos en cada sacramento en torno a Cristo y por medio de Él, en torno al Padre, en unión con el Espíritu Santo, y Cristo nos comunica su salvación, su amor, su misterio que sacia nuestra sed de felicidad. ¿Por qué Cristo es el centro de la liturgia? Porque solo Él es el Mediador, el único Mediador entre Dios y los hombres.
Es decir, sólo a través de Cristo llegarán al Padre nuestras oraciones, peticiones, nuestra adoración y acción de gracias. Y sólo a través de Cristo, el Padre nos concederá todo lo que necesitamos; nos llegará todo don a través de este único Mediador.
Cristo en cada liturgia ora por nosotros, ora en nosotros y es invocado por nosotros. La presencia de Cristo en la liturgia no es estática, sino dinámica. Por eso en cada acto litúrgico, nos concede la salvación de modo dinámico, recibiendo toda su fuerza salvadora.
c) La liturgia es pneumatológica: quien lleva a cabo esta fuerza salvadora en la liturgia es el Espíritu Santo, con su acción invisible, pero real y eficaz.
- Es el Espíritu Santo el que santifica el agua en el bautismo, para que Cristo nos limpie del pecado y nos regenere e infunda la nueva vida, es decir, la vida divina y trinitaria.
- Es el Espíritu Santo el que hace el milagro en la eucaristía mediante la conversión del pan en el Cuerpo de Cristo, y el vino en la Sangre de Cristo, para que sean nuestro alimento espiritual y fortalecernos en el camino y entrar en una comunión con Él íntima y profunda en el alma.
- Es el Espíritu Santo en la confirmación el que completa la primera unción del bautismo con su sello y da la fuerza para ser testigos y apóstoles de Cristo en este mundo, sin miedos y sin respetos humanos, como los apóstoles, aunque tengamos que derramar nuestra sangre en la defensa de nuestra fe en Cristo, como lo hicieron nuestros hermanos mártires.
- Es el Espíritu Santo el que ilumina nuestra mente para que descubramos nuestros pecados en la confesión, el que pone en nuestro corazón el arrepentimiento sincero, y el que afianza en nuestra voluntad el propósito de enmienda, y es el Espíritu Santo, junto con el Padre y Cristo, quien nos perdona los pecados.
- Es el Espíritu Santo el que en la unción de enfermos se hace consuelo, fuerza, alivio, y brisa que conforta a quien esta enfermo.
- Es el Espíritu Santo el que baja al alma de ese hombre en el orden sagrado y lo sella, con carácter imborrable, haciéndole sacerdote, configurándole con Cristo, haciéndole otro Cristo, para que lo represente sacramentalmente. Y será el Espíritu Santo el que poco a poco infundirá en ese hombre el espíritu de santidad.
- Y es el Espíritu Santo el que en el matrimonio une cuerpos y almas de estos dos contrayentes haciéndoles uno, y el que les dará la gracia de la fidelidad a esa palabra empeñada en el altar del Señor, y la gracia para educar cristianamente a sus hijos.
Por tanto, es el Espíritu Santo el que trae la gracia de Cristo a cada uno, en cada acto litúrgico.
d) La Liturgia es eclesial: las acciones litúrgicas, dice el Vaticano II “no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia”. Es la Iglesia la que celebra cada liturgia. Y cada uno de nosotros, que formamos la Iglesia, recibe ese influjo divino, esa gracia que necesita según la diversidad de órdenes, funciones y participación actual dentro de la Iglesia. Todas las gracias, y la salvación de Cristo nos vienen en la Iglesia, desde el día del bautismo. Aún sin estar insertos en la Iglesia, la gracia de Dios y la salvación de Cristo llega a todos los hombres, pero siempre a través de la mediación –misteriosa pero real- de la Iglesia.
Si somos ya miembros de la Iglesia, por el bautismo, pero nos hemos alejado de ella por el pecado mortal, tampoco participamos de esas gracias de salvación, hasta que nos confesemos y recobremos la gracia de Dios, y de esta manera estar en disposición de recibir esos dones de Cristo.
Por eso, antes de recibir cualquier sacramento (comunión, matrimonio, confirmación, orden, etc) debemos ver si estamos en gracia de Dios y en comunión con la Iglesia. Si no estamos en gracia, debemos acudir humildemente al sacramento de la confesión, donde se nos perdonan los pecados cometidos.
En cada celebración litúrgica estamos como familia eclesial y debemos tener una misma fe, un mismo espíritu, sentimientos y corazón, para que como Cuerpo Místico ofrezcamos a Dios todo el honor y la gloria, y recibamos su santidad y su gracia, entrando en el torrente de la vida divina. No entramos como individuos, sino como Iglesia.
e) La Liturgia es jerárquica: hay que vivirla y hacerla según el orden establecido, decía ya san Clemente Romano, el cuarto papa de la Iglesia, en el siglo I. Pero fue sobre todo san Ignacio de Antioquía quien expresó este aspecto jerárquico de la liturgia: “Esforzaos por usar de una sola Eucaristía; pues una sola es la carne de nuestro Señor Jesucristo, y uno solo es el cáliz para unirnos con su sangre; un solo altar como un solo obispo, junto con el presbiterio, con los diáconos, consiervos míos” ... “sólo ha de tenerse por válida aquella Eucaristía que se celebra bajo el obispo o aquel a quien se lo encargare... No es lícito sin el obispo, ni bautizar, ni celebrar el ágape “... (En su carta a los cristianos de Esmirna).
Y el Vaticano II en la constitución dogmática sobre la Sagrada Liturgia ha determinado que “la reglamentación de la sagrada liturgia es de la competencia exclusiva de la autoridad eclesiástica; ésta reside en la Sede Apostólica, y en la medida que determine la ley, en el obispo” (Sacrosanctum Concilium, n. 22)
Por eso, continúa el Concilio Vaticano II en el mismo documento: “Por lo mismo, nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la liturgia” (n. 22).
Esta es la disciplina y doctrina de la Iglesia en todos los tiempos.
f) La liturgia es simbólica: en la liturgia expresamos, con símbolos y signos, realidades divinas. La liturgia es un medio de comunicación, llevado a cabo con palabras, con gestos, con símbolos. Cada símbolo expresa una realidad sobrenatural. Más adelante explicaremos los signos y símbolos litúrgicos.
g) La liturgia es bella: con una belleza digna, sublime, que aspira a expresar el mundo sobrenatural de la gracia y de la gloria. Uno de los nombres de Dios es la belleza inefable. ¿Acaso puede ser fea y de mal gusto la liturgia, que es la epifanía y la manifestación de Dios?
h) Es participativa: donde todos debemos tomar parte: el sacerdote, que preside en nombre de Cristo, y el pueblo, que participa, como pueblo sacerdotal, pueblo regio y profético. El pueblo lo hace ya sea haciendo de guía, leyendo una lectura, acolitando en la misa, siendo ministro de la Sagrada Comunión, llevando las ofrendas, cantando, rezando.
i) Respetuosa de las normas de la Iglesia: al papa y a los obispos, en comunión con él, Cristo les encomendó el cuidado de todas las cosas sagradas y las normas litúrgicas. Han sido años y siglos en que la Iglesia ha reflexionado en la riqueza de la liturgia. No son normas arbitrarias, sino normas sabias que respetan el misterio divino revelado.
j) Y al mismo tiempo la liturgia es creativa. La Iglesia no quiere liturgias frías, acobardadas, aburridas y acartonadas. Da también margen a una inteligente creatividad. Por eso, en determinadas fiestas y eventos se pueden escoger las lecturas, preparar moniciones especiales y oración de los fieles, arreglos florales, cantos y coro, etc.
k) Es pascual, pues centra a los cristianos y nos hace participar en la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
l) Es sagrada, porque busca el encuentro con el Invisible. Mientras en un libro podemos buscar a Dios, en la liturgia encontramos a Dios, que nos sale con su corriente de agua transparente y refrescante que sacia nuestra sed interior.
m) Es cíclica: gira anualmente en torno a los misterios de Cristo, en círculos que ascienden siempre hacia la vida eterna: misterios gozosos en adviento y navidad; misterios luminosos en el tiempo ordinario; misterios dolorosos en cuaresma; y misterios gloriosos en tiempo de pascua, Pentecostés. Todos estos misterios nos preparan para la segunda venida del Señor al final de la historia.
n) Es escatológica: porque siempre mira al fin de los tiempos, al mas allá, a la Jerusalén celestial, donde se celebra la eterna liturgia, en compañía de todos los santos y ángeles del cielo. La liturgia de la tierra es un resquicio de la liturgia celestial.
El Concilio Vaticano II en el documento sobre la liturgia pone otras cinco características en el modo de vivir la liturgia:
Conscientemente: no dormidos, ni distraídos, o sin saber lo que ahí se celebra.
Activamente: no como espectadores, sino como protagonistas activos. Todos celebramos la liturgia, y no sólo el sacerdote.
Fructuosamente: tratando de obtener todo el fruto espiritual que cada sacramento o acción litúrgica nos ofrece, en orden a nuestra santificación y la santificación del mundo.
Con toda el alma: no estando sólo con el cuerpo. Poner todo nuestro ser: mente que entiende, ojos que ven, oídos que escuchan, corazón que ama, sensibilidad que siente, alma que se une a Dios. No se está en la liturgia, sino que vivimos y participamos en la liturgia.
Interna y externamente: internamente, es decir, viviendo con fervor cada paso de la liturgia, intimando con Dios en lo profundo del corazón; y externamente, es decir, mediante la compostura, el vestido, el modo de sentarnos, de estar de pie, de cantar, etc. ¡Estamos delante de Dios!
Además de estas características, se dan ciertas polaridades que la liturgia tiene que integrar:
Es institución objetiva, que transmite el don del origen, que siéndonos entregado a la vez nos está sustraído; es universalmente válida pero se expresa en formas históricamente situadas (ritos diversos: bizantino, latino, mozárabe...).
Es la oración de la comunidad católica pero en ella el orante son siempre personas, que forman la comunidad aun cuando no se disuelven en ella.
Es don de Dios al hombre y respuesta del hombre a Dios; es presencia del Misterio y es a la vez fuente de mística.
Lugar concreto donde Dios se inserta y se nos da en este mundo pero a la vez es acción, ofrenda, don de nuestra poquedad agradecida, que le devuelve a él su entera creación (de tuis donis ac datis.
La necesidad suprema del hombre que ama es ofrecer y pedir, suplicar y ser eficaz, pero a la vez allí descubre que lo más necesario y que escapa a sus esfuerzos es la gratuidad, el sentido, lo que no es directamente eficaz, lo que acoge a la persona por su sagrado valor y en su irreductible identidad; en una palabra, la salvación”.
Ojalá que así podamos gustar mejor la liturgia. Nada se iguala a la liturgia. Es lo más excelso que tenemos en la Iglesia. En esta liturgia terrena ya pregustamos y tomamos parte en aquella liturgia celestial que se celebra en la ciudad santa de Jerusalén – el cielo - hacia la cual nos dirigimos como peregrinos hasta el encuentro definitivo y cara a cara con Dios.
¿Cuál es la diferencia entre la paz que se experimenta con un consejero y la que trae el sacramento?
En el confesar sus pecados y en el recibir la certeza del perdón, la persona percibe la infinita misericordia de Dios.
Una persona que pasa por un momento difícil y acude a un consejero o «counselor » para hablar de sus problemas, puede obtener una cierta paz, particularmente si se trata no sólo de « desahogarse » (¡lo cual procura una paz poco duradera!) sino de buscar ayuda y consejo.
Por diversos motivos : teniendo la posibilidad de hablar, la persona se siente menos sola para sobrellevar sus problemas, sobretodo si el consejero manifiesta una mirada de benevolencia hacia ella. Por otro lado, el hecho de expresar lo que uno vive con palabras que otro pueda comprender, permite a la persona que sufre no quedarse sólo al nivel de sus emociones y pensamientos, sino acceder a un punto de vista más objetivo y racional, redimensionar ciertas cosas, tomar una cierta distancia de su vivencia subjetiva. Esto es también fuente de una cierta paz. Asimismo, es posible que durante este diálogo la persona pueda recibir algunos buenos consejos y comprender mejor cómo encauzar sus decisiones. Se siente, entonces, menos perdida.
Esta paz, incluso aunque permanezca en un nivel humano, no ha de despreciarse; tiene su valor. Lo que acabamos de decir forma parte de la experiencia de un acompañamiento espiritual y en una cierta medida del del encuentro con un sacerdote en la confesión.
En el campo del acompañamiento espiritual, la paz recibida puede ser más profunda y sólida. Se da una gracia particular en el encontrar a la guía espiritual con el sincero deseo de hacer la voluntad de Dios. « Cuando dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos » dice Jesús. El fin de un momento de acompañamiento espiritual es el de ayudar a una persona, en un momento particular de su vida a percibir mejor la voluntad de Dios. Una luz en este sentido es donada habitualmente, al menos la suficiente para hoy. Cada vez que una persona entiende mejor qué es lo que el Señor espera de ella, y se compromete en este sentido, recibe una paz. El comprender y el decidirse a cumplir la Voluntad del Padre viene siempre acompañado por la paz.
Una gracia y un don de paz más profunda todavía pueden derivar de la confesión y de la absolución recibida, si este sacramento ha sido vivido con sinceridad y verdad, y con un verdadero deseo de progresar hacia una vida más conforme al Evangelio y un amor de Dios más auténtico.
En el confesar sus pecados y en el recibir la certeza del perdón, la persona percibe la infinita misericordia de Dios, se siente liberada del peso de sus culpas, se da cuenta de que a pesar de su fragilidad y debilidad, es acogida por Dios y que la bendición de Dios reposa sobre su vida.Esto puede ser un gran consuelo y fuente de una profunda paz.
Esta paz deberá después conservarse mediante la fidelidad a la oración y la búsqueda de Dios. Haber recibido esta paz no significa que la persona no tendrá más altos y bajos, combates y luchas, porque son cosas que forman parte de la vida cristiana, pero ha sido de todas maneras un don precioso de Dios.
Una señal de que una cierta paz ha sido verdaderamente don de Dios y fruto de su gracia (y no sólo un tranquilizarse humanamente) es que esta paz impulsa a la gratitud y dilata el corazón hacia un amor más intenso a Dios y más generoso hacia los hermanos.
¿Podemos interpretar la Biblia solos o mejor consultamos a un entendido?
Qué distinto es interpretar la Biblia solo o consultando a un entendido. Si uno no sabe y no consulta a nadie, puede equivocarse al interpretar la Biblia. El libre examen de la Biblia dentro del protestantismo ha creado el mayor libertinaje interpretativo
El otro día leí un cuento de una muchacha de muy hermosos ojos y que por tal razón era admirada y perseguida por los hombres. En esta historia de ciencia ficción se decía que sus ojos, para ella, eran ocasión de pecar; y como esta niña leía todos los días la Biblia, un día leyó esta frase: «Si tu ojo te hace pecar, sácatelo» (Mt. 5, 29), y entonces ella tomó una fatal determinación: se echó un ácido en sus ojos para que se le quemaran y así pedió la vista para siempre...
Esto no es más que un cuento que fue imaginado por un novelista con el fin de demostrar lo que puede pasar al interpretar la Biblia al pie de la letra y sin consultar a nadie. Supongamos que el ejemplo es cierto. Si la niña hubiera preguntado a un sacerdote católico, éste le habría dicho que esa frase de la Biblia no se tiene que interpretar así, sino que se trata de una figura literaria.
Lo que nos quiere decir Jesús aquí es que cuando hay algo que uno ama mucho y ese algo tan precioso es ocasión de pecar hay que renunciar a eso. Por ejemplo: renunciar a una amistad peligrosa, dejar un negocio sucio, etc., y eso aunque nos cueste mucho... Pero Jesús en ningún momento nos quiere decir que tengamos que mutilar nuestro cuerpo, que está creado a imagen y semejanza de Dios.
Qué distinto es interpretar la Biblia solo o consultando a un entendido. Si uno no sabe y no consulta a nadie, puede equivocarse al interpretar la Biblia. Y si el que no sabe le enseña otro es como un ciego que guía a otro ciego. Los dos van al abismo (Mt. 15,14).
Queridos hermanos, este hecho es una simple fantasía de un escritor. Pero todos hemos conocido en nuestro tiempo fanáticos seguidores de sectas protestantes que han llegado a un suicidio colectivo con la Biblia en la mano...
Es muy importante tener criterios claros para interpretar bien la Biblia. En esta carta les voy a explicar con qué distinta mentalidad los católicos y los protestantes leen la Biblia. Es un tema algo difícil, pero es un punto en el que se diferencian fundamentalmente los católicos de los protestantes. En nuestra explicación no queremos ofender a nadie. Toda persona merece nuestro respeto y es digna de que la amemos, como Cristo nos ama a nosotros. Pero sí que queremos buscar la verdad, ya que los errores merecen siempre nuestro repudio. «La verdad nos hará libres».
Entendemos como «mentalidad bíblica» el criterio, o el modo de pensar, con que normalmente se interpreta la Biblia. Primeramente expliquemos la mentalidad bíblica de los católicos y luego la mentalidad de los protestantes, para finalmente dar algunas pautas para hacer juntos una lectura bíblica.
1. Mentalidad bíblica católica
Es una mentalidad histórico-crítica.
El católico, con un profundo sentido de fe y de oración, ha valorizado en todo tiempo el estudio serio de la Biblia. Este estudio aprovecha los aportes de varias generaciones, y da un serio fundamento a nuestra espiritualidad bíblica. Quiere decir que no es nada fácil comenzar a estudiar la Biblia. Ello implica un mundo de conocimientos. La Iglesia Católica está consciente de que leer la Biblia, sin una adecuada preparación, es tentar a Dios. Hay que prepararse para leerla. Si no, puede suceder cualquier cosa. Así lo enseña la historia. Una persona que sabe poca historia y poca geografía y no tiene costumbre de ubicar lo que lee en su contexto propio, puede, con la Biblia en la mano, decir grandes barbaridades.
Un estudio serio de la Biblia exige
1. Conocer del mejor modo posible el texto sagrado, en su lengua original o en sus traducciones, y mantenerse razonablemente fiel al texto.
2. Conocer el origen, la formación y la transmisión de los libros sagrados; sus muy variados estilos literarios y el contexto histórico en que se escribieron.
3. Exige también conocer los condicionamientos culturales propios de la época en los que se encarnan y se transmiten la Palabra de Dios. Sin duda muchos elementos culturales de aquella época son relativos, cambiables y mejorables.
4. Exige ver la diferencia radical, aunque complementaria entre el Antiguo y el Nuevo Testamento ya que hay una gran evolución y cambios doctrinales entre el A.T. y el N.T.
5. Exige ver toda la Biblia como camino hacia la plenitud en Cristo. Es lo que se llama el Cristocentrismo bíblico. Hay una infinidad de problemas que exigen al estudioso de la Biblia ser humilde y alegre, convencido de que el estudio de la Biblia es difícil, y a la vez, fascinante e inagotable
¿Qué significa tener mentalidad eclesial?
Quiere decir que el católico recibe e interpreta la Biblia dentro de la comunidad del Pueblo de Dios, dentro de la Tradición divino-apostólica, viva e histórica que es la Iglesia. Y eso no es por capricho o devocionismo tonto, sino porque así lo exige la naturaleza de la Biblia. Porque la Biblia no es un libro extraño caído repentinamente de cielo. El libro sagrado nació y se formó lentamente dentro de una larga tradición, dentro de la comunidad del Pueblo de Dios en el Antiguo Testamento y dentro de la comunidad de la Iglesia primitiva. De hecho la Iglesia podría vivir sin Biblia escrita, aunque no sin su mensaje divino, sin su Palabra, sin su Evangelio y sin Cristo presente en la comunidad. Es decir, antes que existiera la Biblia escrita, ya había una Tradición viva del mensaje divino en la predicación, en la catequesis, en la liturgia y en la vida de los primeros cristianos.
Es por eso que no podemos prescindir de la Tradición, del modo como vivieron, interpretaron y defendieron la Biblia nuestros mayores en la fe. Somos sus herederos.
Hay más todavía, la expresión y la garantía de la interpretación auténtica de la Biblia, dentro de la Iglesia, concierne de modo particular al Magisterio oficial de la Iglesia (al Papa y a los obispos, que son los legítimos sucesores de los Apóstoles) (Mt. 16,19; Mt. 18,18).
Sentir con toda esta Tradición viva es, pues, sentir con la Iglesia, es tener mentalidad eclesial. No se trata de un tema fácil, pero tampoco, por ser difícil, se va a dejar a un lado esta tradición eclesial.
Esto tampoco nos impide la iniciativa personal en el estudio y reflexión de la Biblia. Al contrario, más bien nos incentiva, nos da amplitud y seguridad en nuestra lectura bíblica. La mentalidad eclesial católica rechaza, por tanto, la interpretación de la Biblia, a solas o en grupo, en forma independiente y absoluta al margen de la Iglesia.
Advertimos que esta mentalidad eclesial, a veces, se torna dificultosa especialmente cuando se trata de inculturar el Evangelio en pueblos que han vivido ajenos a la tradición y cultura cristiana.
Esta inculturación del Evangelio exige la originalidad del mensaje bíblico aterrizado a su propia cultura, libre de condicionamientos y de ataduras culturales extrañas. Nunca la Biblia puede ser un pretexto para destruir una cultura.
La mentalidad bíblica protestante
El protestantismo nació en Alemania cuando Martín Lutero, sacerdote católico alemán, se separó de la Iglesia Católica en 1517. Hoy tan sólo en Europa y América hay más de 600 diversas Iglesias protestantes con enormes diferencias de doctrinas y de régimen.
¿De dónde nace el divisionismo protestante?
Del famoso: ¡Sólo la Biblia!, y de la interpretación personal de la Biblia.
La raíz de tantas divisiones en las Iglesias protestantes está en la mentalidad con que el protestante lee e interpreta la Biblia. El protestante, en general, tiene este criterio para leer la Biblia: ¡Sólo la Biblia!, y su interpretación es personal.
El protestante, hablando en general, cree que la sola Biblia contiene y manifiesta por sí misma toda la revelación de Dios. No necesita de la Tradición viva de la Iglesia. La Biblia, por ser Palabra de Dios, es inteligible por sí misma. La iluminación que el Espíritu Santo pone en el corazón de cada uno -dice- basta para interpretar correctamente la Palabra de Dios. Y así, por principio y en general, el protestante prescinde de la Tradición de la Iglesia, de la historia de la Biblia y de su complejidad humana.
Esto es un grave error desde la perspectiva bíblica católica. Pero eso no quita que este amor por la Biblia haya producido entre los protestantes grandes biblistas de fama internacional, y ha impulsado a muchos dentro del protestantismo a «vivir el Evangelio» y «a seguir a Cristo», de mil formas auténticamente cristianas, y con inmensa libertad de espíritu, muy en la línea de San Pablo y de San Francisco de Asís.
¿Es suficiente la sola Biblia?
La exagerada concepción de la sola Biblia ha llevado al protestantismo a difundir la Biblia como sea, por millones, en ediciones sin ninguna explicación orientadora, dejando la interpretación a gusto del lector. Con igual criterio, se ha traducido la Biblia precipitadamente a otras culturas o lenguas aborígenes e insuficientemente conocidas, originando innumerables nuevas y diversas Iglesias autóctonas, sincretistas e indefinibles. (Se dice que en África han surgido ya más de 2.000 nuevas y diversas Iglesias protestantes, autóctonas, y que algo muy parecido está sucediendo en Asia).
El libre examen de la Biblia dentro del protestantismo ha creado el mayor libertinaje interpretativo. Muchos han entendido la inspiración bíblica en forma verbal y literal, cayendo en un fundamentalismo bíblico totalmente desfasado. Otros han juzgado la Biblia como un libro meramente humano. Han pululado predicadores del Evangelio independientes, sin ninguna filiación eclesial. Se ha caído en el «biblismo» y en el «bibliocentrismo» (absolutización de la Biblia), y hasta en «bibliolatrías» (culto idolátrico a la Biblia).
En el siglo pasado proliferaron, especialmente en Estados Unidos, Iglesias escatológicas, sobrevalorando casi exclusivamente el libro del Apocalipsis, fijando fechas para el fin del mundo, señalando con el dedo al Anticristo, proclamando exactamente cuántos y quiénes se van a salvar y excluyendo al resto del mundo, cristianos o no, como paganos y abominables...
En fin, con la Biblia en la mano se ha llegado a actitudes realmente fanáticas, totalmente antiecuménicas, esclavizantes e irracionales. Por eso un poeta dijo con desprecio y con burla acerca de los que interpretan la Biblia a su gusto: «Inventan sus propias doctrinas, las apoyan en la Biblia y las tienen por divinas».
Queridos hermanos, como verdaderos católicos debemos esperar que pronto llegue el tiempo que leamos juntos con los hermanos protestantes la Biblia con espíritu de unión, de amor, de paz y de fraternidad universal.
Meditemos la oración de Jesús por el Nuevo Pueblo Santo:
«Padre, ha llegado la hora.
No ruego solamente por ellos, sino también
por todos aquellos que por su palabra
creerán en mí.
Que todos sean uno
como tú, Padre, estás en mí, y yo en ti.
Sean también uno en nosotros;
así el mundo creerá
que tú me has enviado»
(Jn. 17,7 y 20,22).
Que seamos capaces de leer la Biblia con una mentalidad liberadora: Cristo, Dios-Hombre, es de todos, El es nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida (Jn. 14, 6). La historia humana es esencialmente una historia de amor y de salvación en Cristo (Col. 1, 13-20; Ef. 1, 3-14).
Resumiendo: Valoramos en su justa medida el amor que los evangélicos sienten por la Biblia. Ojalá que los católicos tengamos también un gran aprecio por el libro santo y sea nuestro libro de cabecera. Pero para nosotros la Biblia y la Tradición tienen que ir de la mano y no se pueden separar. Y la garantía de la Tradición nos la da el Magisterio de la Iglesia, representado por el Papa.
Preces
Mateo fue llamado por el Señor para ser apóstol y evangelista. Reconociéndonos en la fe de los apóstoles, pedimos al Señor:
R/MMuéstranos tu rostro.
Tú que te acercaste a Leví y le pediste que te siguiera,
– muéstrate a todos los hombres para que sepan que eres lo que más desean conocer.MR/
Tú que llamaste a Mateo para hacerlo discípulo tuyo,
– danos a conocer lo que esperas de cada uno de nosotros.MR/
Tú que comiste en casa de Mateo, acompañado de sus conocidos y amigos,
– ayúdanos a comunicar nuestra fe a los que nos rodean.MR/
Tú que no has venido a llamar a los justos, sino a los pecadores,
– enséñanos a acogernos a tu misericordia.MR/
Tú que iluminaste a san Mateo para que pusiera por escrito el relato de tus acciones y palabras,
– danos una comprensión más profunda de las Escrituras.MR/
Intenciones libresOración
Oh, Dios, que te dignaste elegir a san Mateo con inefable misericordia, para convertirlo de publicano en apóstol, concédenos que, fortalecidos con su ejemplo e intercesión, te sigamos y permanezcamos firmemente unidos a ti. Por nuestro Señor Jesucristo.