Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron

Francisco, durante el Angelus de hoy

Francisco recuerda que “el pecado nos aleja de Dios, interrumpe el vínculo entre la Tierra y el Cielo”
“Podemos encontrar a Dios en los rostros de los más pobres, los encarcelados, los prófugos: son imagen visible del Dios invisible”
El Papa critica a los “cristianos sordos y mudos” que “no van a evangelizar”
Jesús Bastante, 11 de enero de 2015 a las 12:21
Hoy hay mucha necesidad de misericordia, y es necesario que los laicos lo vivan en los distintos ambientes sociales. Estamos viviendo el tiempo de la misericordia

Palabras del Papa:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días.

Hoy celebramos la fiesta del bautismo del Señor, con el cual concluye el tiempo de Navidad.

El Evangelio describe lo que sucede a orillas del Jordán. En el momento en el cual Juan el Bautista confiere el bautismo a Jesús, el cielo se abre. «Enseguida - dice san Marcos - al salir del agua, vio que los cielos se abrían» (1,10). Viene a la mente la dramática súplica del profeta Isaías: «Si tu abrieras los cielos y bajaras» (Is 63,19). Esta invocación ha sido escuchada en el evento del Bautismo de Jesús. Así se ha terminado el tiempo de los "cielos cerrados", que indican la separación entre Dios y el hombre, como consecuencia del pecado.

El pecado nos aleja de Dios e interrumpe la relación entre la tierra y el cielo, determinando así nuestra miseria y el fracaso de nuestra vida. Los cielos abiertos indican que Dios ha donado su gracia para que la tierra de sus frutos (Cfr. Sal 85,13). Así la tierra se ha convertido en la morada de Dios entre los hombres y cada uno de nosotros tiene la posibilidad de encontrar el Hijo de Dios, experimentando todo el amor y la infinita misericordia. Lo podemos encontrar realmente presente en los Sacramentos, especialmente en la Eucaristía. Lo podemos reconocer en el rostro de nuestros hermanos, en especial en los pobres, en los enfermos, en los encarcelados, en los prófugos: ellos son la carne viva de Cristo sufriente e imagen visible del Dios invisible.

Con el bautismo de Jesús no solo se abren los cielos, sino Dios habla nuevamente haciendo resonar su voz: «Tu eres mi Hijo amado: en Ti me he complacido» (Mc 1,11). La voz del Padre proclama el misterio que se esconde en el Hombre bautizado por el Precursor.

Luego, la venida del Espíritu Santo, en forma de paloma, esto consiente a Cristo, el Consagrado del Señor, inaugurar su misión salvífica, que es nuestra salvación. El Espíritu Santo - el gran olvidado en nuestras oraciones: nosotros frecuentemente rezamos a Jesús, oramos al Padre, especialmente cuando rezamos el Padre Nuestro, pero no rezamos frecuentemente al Espíritu Santo, es verdad. ¿No? Es el olvidado. Y tenemos necesidad de pedir su ayuda, su fortaleza, su inspiración - el Espíritu Santo que ha animado enteramente la vida y el ministerio de Jesús, es el mismo Espíritu que hoy guía la existencia cristiana, la existencia de un hombre y de una mujer que dicen y que quieren ser cristianos. Poner bajo la acción del Espíritu Santo nuestra vida de cristianos y la misión, que todos hemos recibido en virtud del bautismo, significa redescubrir el coraje apostólico necesario para superar fáciles comodidades mundanas. En cambio, un cristiano y una comunidad "sordos" a la voz del Espíritu Santo, que nos impulsa a llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra y de la sociedad, se hacen también un cristiano y una comunidad "mudos" que no hablan y no evangelizan. Pero, recuerden esto: rezar frecuentemente al Espíritu Santo para que nos ayude, nos de la fuerza, nos de la inspiración y nos haga ir adelante. María, Madre de Dios y de la Iglesia, acompañe el camino de todos nosotros bautizados; nos ayude a crecer en el amor hacia Dios y en la alegría de servir al Evangelio, para dar así sentido pleno a nuestra vida.
 
SALUDOS DEL PAPA AL FINALIZAR LA ORACIÓN MARIANA

Queridos hermanos y hermanas,

¡Los saludo a todos ustedes, romanos y peregrinos!

Con mucho gusto saludo al grupo de estudiantes de los Estados Unidos de América, como también a la Asociación de Laicos Amor Misericordioso. Hay tanta necesidad hoy de misericordia, y es importante que los fieles laicos lo vivan y lo lleven a los diversos ambientes sociales. Adelante, nosotros estamos viviendo el tiempo de la misericordia, este es el tiempo de la misericordia.

Mañana por la tarde partiré para un viaje apostólico en Sri Lanka y en las Filipinas. Gracias de sus saludos en ese cartel, muchas gracias. Y les pido por favor de acompañarme con la oración y pido también a los esrilanqueses y a los filipinos que están aquí en Roma de orar especialmente por mí, por este viaje. ¡Gracias!

Les deseo a todos buen domingo, a pesar de que el tiempo está un poco feo, pero un buen domingo. Y también hoy es un día para recordar con alegría el bautismo. Recuerden aquello que les he pedido, busquen la fecha de su Bautizo así cada uno de nosotros podrá decir: yo he sido bautizado en este día. Que hoy sea la alegría del Bautismo. No se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!

Evangelio según San Marcos 1,14-20. 


Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: "El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca.

Conviértanse y crean en la Buena Noticia". Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran pescadores. Jesús les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres". Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron. Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban también en su barca arreglando las redes. En seguida los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron.

Beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad 
Testamento espiritual

En seguida, dejando allí sus redes, lo siguieron

Nuestra Señora estaba con San Juan, y, estoy segura, María Magdalena era la primera persona que oía el grito de Jesús: “¡Tengo sed!” (Jn 19,28) Ella conocía la intensidad y la profundidad de este ardiente deseo de Jesús. Os deseaba a vosotros y a los pobres. Pero nosotros ¿tenemos este deseo? ¿Lo sentimos como ella? (...) Tiempo atrás, Nuestra Señora me lo pedía a mí, pero ahora soy yo quien en nombre de María, os lo pido a vosotros y os suplico: “¡Oíd el grito de la sed de Jesús!” Que esto sea para cada uno una palabra de vida. ¿Cómo acercarnos a la sed de Jesús? El secreto es este: cuanto más nos acercamos a Jesús más conoceremos su sed.

“Arrepentios y creed en la Buena Nueva!” nos dice Jesús. (Mc 1,15) ¿De qué hay que arrepentirse? De nuestra indiferencia, de nuestra dureza de corazón. ¿Y que hay que creer? Que Jesús tiene sede de vuestro corazón y de los pobres. Él conoce vuestra debilidad, desea sin embargo vuestro amor. Quiere simplemente que le deis una oportunidad para amaros. (...) ¡Escuchadlo, escuchadle pronunciar vuestro nombre. Y así, haced que mi alegría, y la vuestra, sea completa (cf 1Jn 1,4

San Arcadio Mauritania
 Mártir.

Se desconoce la fecha exacta de su martirio, pero parece que tuvo lugar en alguna ciudad de Mauritania, probablemente en Cesarea, la capital.

Las persecuciones estaban en todo su furor y miles de cristianos eran torturados por los soldados romanos sin esperar la sentencia del juez.



En tan terribles circunstancias, San Arcadio se retiró a la soledad. Sin embargo, el gobernador de la ciudad al saber que no se había presentado a los sacrificios públicos, capturó a un pariente y lo mantuvo como rehén hasta que el prófugo se presentara.

Al saberlo, el mártir volvió a la ciudad y se entregó al juez quien lo obligó a que se sacrificase a los dioses.



Ante su negativa, el juez lo condenó a muerte, cortando cada uno de sus miembros de manera lenta.

Al encontrarse totalmente mutilado, el mártir se dirigió a la comunidad pagana, exhortándolos a abandonar a sus dioses falsos y a adorar al único Dios verdadero, el Señor Jesús.-

Los paganos se quedaron maravillados de tanto valor y los cristianos recogieron su cadáver y empezaron a honrarlo como a un gran santo.

Oremos
 Señor, danos el espíritu de fortaleza, para que, siguiendo el ejemplo del mártir San Arcadio, aprendamos a obedecerte a ti que a los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


"No se puede tolerar que el Mediterráneo se convierta en un enorme cementerio"
El Papa denuncia "una auténtica guerra mundial, combatida a trozos, en diversas partes del mundo"
"Hace falta una respuesta unánime que detenga la expansión de la violencia terrorista"
Hay otros muchos exiliados escondidos, que viven en el seno de nuestras casas y familias. Pienso en los ancianos, en los discapacitados y en los jóvenes

Audiencia del Papa Francisco al cuerpo diplomático unas horas antes de partir a su segundo viaje a Asia. Con un discurso denso y apretado, en el que pasó revista a todas las consecuencias de "la cultura del descarte": guerras, emigración, soledad, pobreza y "modernas esclavitudes". Bergoglio denuncia la actual "guerra mundial a trozos", pide que se separe a Dios de la "violencia terrorista" y que "el Mediterráneo no siga siendo un enorme cementerio".
Saludos del decano del cuerpo diplomático,Jean-Claude Michel, que le felicita.

"Gracias por la esperanza que transmite a la sociedad"

Recuerda las calamidades del año pasado y los conflictos que siguen asolando el mundo.

"Ante ellos, sentimientos de imposibilidad". "Su palabra se eleva grave y profética"

Recuerda el fanatismo religioso de los atentados de París.

Pide que las organizaciones mundiales (ONU y demás) prosigan sus esfuerzos en favor de la paz y de los derechos humanos. "Miramos hacia el futuro con esperanza". Cita a San Juan Bosco, apóstol de la juventud.. "Vuetsra tarea en el 2015 se anuncia inmensa, os acompañaremos con nuestra oración".
"Juan XXIII y Juan Pablo II serán vuestros consejeros desde el cielo"

Algunas frases del discurso del Papa al cuerpo diplomático

"Gracias por vuestra presencia en este tradicional encuentro". Gracias al decano, Jean-Claude Michel
"Deseo hacer resonar con fuerza una palabra muy querida para nosotros: paz"
"Junto a la paz, el pesebre cuenta otra dramática realidad: el rechazo"
"El corazón endurecido de la Humanidad que le cuesta acoger al Niño Dios"
"Trasformar al prójimo en un competidor". "la cultura del descarte afecta a todos"
"En Pakistán, muchos niños han sido asesinados con ferocidad. Mi oración por tantos inocentes que perdieron la vida". "Una cultura que rechaza al otro". "Los demás no son ya percebidos como hermanos y hermanas, sino como objetos". "Y el ser humano de libre se torna esclavo". "Son los peligros de las modernas esclavitudes". "Constatamos con dolor las consecuencias de esta cultura del rechazo"
"Como una auténtica guerra mundial combatida a trozos en varias partes del mundo, desde la vecina Ucrania". "Mi pensmaiento va sobre todo al Oriente Medio, a partir de la amada tierra de Jesús, para la que nunca nos cansaremos de invocar la paz"
"Una solución que permita a ambos pueblos vivir en paz en fronteras estables y reconocidas internacionalmente y que el reconocimiento de dos Estados se torne efectiva"
"El terrorismo de matriz fundamentalista es la aplicación de la cultura del descarte a Dios"
"Dios se reduce a un mero pretexto ideológico"
"Hace falta una respuesta unánime que detenga la expansión de la violencia"
"Llamo a la comunidad internacional y a los gobiernos, para que asuman iniciativas concretas de paz"
"Comunidades de Meido Oriente ofrecen un gran ejemplo de fe y de coraje"
"Un Oriente Medio sin cristianos sería un Oriente Medio desfigurado y mutilado"
"Que los líderes religiosos, políticos e intelectuales musulmanes condenen el fundamentalismo y el extremismo de la religión que conducen a tales actos"
"Pienso especialmente en Nigeria, donde la violencia golpea indiscriminadamente a la población"

"El comercio de niñas esclavas sexuales no puede continuar"
"Conflictos de carácter civil, partiendo de Libia"
"Pienso a la dramática situación de la República Centroafricana"
"Preocupación por el Sur Sudán, cuerno de Africa y república democrática del Congo"
"Que se ponga fin a todo tipo de lucha, odio y violencia"
"Las guerras llevan consigo otro horrendo crimen, que es el estrupo, gravísima ofensa a la dignidad de la mujer". "Muchas mujeres sufren hoy violencia"
"Las guerras revelan el rostro más dramático de la cultura del descarte"
"Hay formas más sutiles que también alimentan tal cultura. Pienso en los enfermos, como los leprosos..."
"Leprosos de nuestro tiempo son los enfermos de ébola"
"Quiero elogiar y dar las gracias a los operadores sanitarios que junto a los religiosos ayudan a los enfermos, a los familiares y a lo sniños". "Que se asegure una asistencia humanitaria a los pacientes"
"Vidas descartadas a causa de guerras, enfermedades y prófugos y refugiados"
"Mucha gente sale no en busca de un futuro mejor, sino de un simple futuro"
"Cuántas personas pierden la vida en viajes inhumanos"
"No se puede tolerar que el Mediterráneo se convierta en un enorme cementerio"
"Muchos emigrantes, sobre todo, en América, son niños solos, más fáciles presas de peligros"
"Es necesario un cambio de actidud: pasar del desinterés y del mido a la aceptación del otro"
"Ayudar al desarrollo de sus países de origen. Es necesario actuar sobre las causas y no sólo sobre los efectos". "Eso permitirá a los inmigrantes retornar a su patria"
"Hay otros muchos exiliados escondidos, que viven en el seno de nuestras casas y familias"
"Pienso en los ancianos, en los discapacitados y en los jóvenes"
"Los ancianos son descartados"
"No existe peor pobreza que la que priva del trabjo o lo convierte en una forma de esclavitud"

"El drama de tantos niños esclavizados"
"Mentalidada ue pone en el centor el dinero"
"Se difunde una cultura individualista y consumista"
"Hay una globalización uniformante que descarta las propias culturas"
"Mucha spersonas han perdido literalmente el sentido de vivir"
"Que el pueblo italiano no caiga en la tentación del rechazo"
"Hay que valorar a los jóvenes"
"Transmitir nuestros valores a las futuras generaciones"
"A Asia les deseo manifestar el anhelo de la Santa Sede para promover la armonía social"
"Deseo que se retome el diálogo entre las dos Coreas"
"La cultura del encuentro es posible, como experimenté en mi viaje a Albania"
"Un país caracterizado por la pacífica convivencia entre las diversas religiones"
"Una fe sincera en Dios abre al otro. La violencia nace siempre de una mixtificación de la propia religión, que busca el dominio del hombre sobre el hombre"
"En Turquía pude constar los frutos del diálogo ecuménico e interreligioso"
"El mismo espíritu de acogida en Jordania o en Líbano"
"Un ejemplo muy querido de diálogo viene de la reciente decisión de Estados Unidos y Cuba de reacercarse por el bien de sus ciudadanos"
"Pido por una paz estable en Colombia y en Venezuela"
"Acuerdo definitivo entre Irán y el acuerdo cinco más uno"
"Acojo con alegría la voluntad de USA de cerrar definitivamente la cárcel de Guantánamo"
"De las cenizas de la II Guerra mundial surgió una nueva voluntad de diálogo, que dio origen a las Naciones Unidas"
"No más la guerra, no más la guerra"
"Es urgente la elaboración de un nuevo acuerdo sobre el clima"
"Un 2015 de esperanza y de paz"

Texto íntegro del discurso del Papa al Cuerpo diplomático

Excelencias, señoras y señores:
Les agradezco su presencia en este tradicional encuentro que, al comenzar el año, me da la oportunidad de dirigirles a ustedes, a sus familias y a los pueblos que representan un cordial saludo y los mejores deseos. Particularmente, agradezco al Decano, el Excelentísimo Sr. Jean Claude Michel, las amables palabras que me ha dirigido en nombre de todos, y a cada uno de ustedes su compromiso constante por favorecer e incrementar, en espíritu de colaboración recíproca, las relaciones de los países y las organizaciones internacionales que representan con la Santa Sede. En este último año, se han seguido consolidando, ya sea mediante el aumento del número de Embajadores residentes en Roma, o mediante la firma de nuevos Acuerdos bilaterales de carácter general, como el rubricado en enero con Camerún, y de interés específico, como los firmados con Malta y Serbia.

Me gustaría hacer resonar hoy con fuerza una palabra que a nosotros nos gusta mucho: paz. La anuncian los ángeles en la noche de la Navidad (cf. Lc 2,14) como don precioso de Dios y, al mismo tiempo, como responsabilidad personal y social que reclama nuestra solicitud y diligencia. Pero, junto a la paz, la Navidad nos habla también de otra dramática realidad: el rechazo. En algunas representaciones iconográficas, tanto de Occidente como de Oriente -pienso, por ejemplo, en el espléndido icono de la Natividad de Andréi Rubliov-, el Niño Jesús no aparece recostado en una cuna sino en un sepulcro. Esta imagen, que pretende unir las dos fiestas cristianas principales -la Navidad y la Pascua-, indica que, junto a la acogida gozosa del recién nacido, está también todo el drama que sufre Jesús, despreciado y rechazado hasta la muerte en Cruz.

Los mismos relatos de Navidad nos permiten ver el corazón endurecido de la humanidad, a la que le cuesta acoger al Niño. Desde el primer momento es rechazado, dejado fuera, al frío, obligado a nacer en un establo porque no había sitio en la posada (cf. Lc 2,7). Y, si así ha sido tratado el Hijo de Dios, ¡cuánto más lo son tantos hermanos y hermanas nuestros! Hay un tipo de rechazo que nos afecta a todos, que nos lleva a no ver al prójimo como a un hermano al que acoger, sino a dejarlo fuera de nuestro horizonte personal de vida, a transformarlo más bien en un adversario, en un súbdito al que dominar.

Esa es la mentalidad que genera la cultura del descarte que no respeta nada ni a nadie: desde los animales a los seres humanos, e incluso al mismo Dios. De ahí nace la humanidad herida y continuamente dividida por tensiones y conflictos de todo tipo.

En los relatos evangélicos de la infancia, es emblemático en este sentido el rey Herodes, que viendo amenazada su autoridad por el Niño Jesús, hizo matar a todos los niños de Belén. La mente vuela enseguida a Paquistán, donde hace un mes fueron asesinados cien niños con una crueldad inaudita. Deseo expresar de nuevo mi pésame a sus familias y asegurarles mi oración por los muchos inocentes que han perdido la vida.

Así pues, a la dimensión personal del rechazo, se une inevitablemente la dimensión social: una cultura que rechaza al otro, que destruye los vínculos más íntimos y auténticos, acaba por deshacer y disgregar toda la sociedad y generar violencia y muerte. Lo podemos comprobar lamentablemente en numerosos acontecimientos diarios, entre los cuales la trágica masacre que ha tenido lugar en París estos últimos días. Los otros «ya no se ven como seres de la misma dignidad, como hermanos y hermanas en la humanidad, sino como objetos» (Mensaje para la XLVIII Jornada Mundial de la Paz, 8 diciembre 2014, 4). Y el ser humano libre se convierte en esclavo, ya sea de las modas, del poder, del dinero, incluso a veces de formas tergiversadas de religión. Sobre estos peligros, he pretendido alertar en el Mensaje de la pasada Jornada Mundial de la Paz, dedicado al problema de las numerosas esclavitudes modernas. Todas ellas nacen de un corazón corrompido, incapaz de ver y de hacer el bien, de procurar la paz.

Constatamos con dolor las dramáticas consecuencias de esta mentalidad de rechazo y de la «cultura de la esclavitud» (ibid., 2) en la constante proliferación de conflictos. Como una auténtica guerra mundial combatida por partes, se extienden, con modalidades e intensidad diversas, a diferentes zonas del planeta, como en la vecina Ucrania, convertida en un dramático escenario de confrontación y para la que deseo que, mediante el diálogo, se consoliden los esfuerzos que se están realizando para que cese la hostilidad, y las partes implicadas emprendan cuanto antes, con un renovado espíritu de respeto a la legalidad internacional, un sincero camino de confianza mutua y de reconciliación fraterna que permita superar la crisis actual.

Mi pensamiento se dirige, sobre todo, a Oriente Medio, comenzando por la amada tierra de Jesús, que he tenido la alegría de visitar el pasado mes de mayo y a la que no nos cansaremos nunca de desear la paz. Así lo hicimos, con extraordinaria intensidad, junto al entonces Presidente israelí, Shimon Peres, y al Presidente palestino, Mahmud Abbas, con la esperanza firme de que se puedan retomar las negociaciones entre las dos partes, para que cese la violencia y se alcance una solución que permita, tanto al pueblo palestino como al israelí, vivir finalmente en paz, dentro de unas fronteras claramente establecidas y reconocidas internacionalmente, de modo que "la solución de dos Estados" se haga efectiva.

Desgraciadamente, Oriente Medio sufre otros conflictos, que se arrastran ya durante demasiado tiempo y cuyas manifestaciones son escalofriantes también a causa de la propagación del terrorismo de carácter fundamentalista en Siria e Iraq. Este fenómeno es consecuencia de la cultura del descarte aplicada a Dios. De hecho, el fundamentalismo religioso, antes incluso de descartar a seres humanos perpetrando horrendas masacres, rechaza a Dios, relegándolo a mero pretexto ideológico. Ante esta injusta agresión, que afecta también a los cristianos y a otros grupos étnicos de la Región, es necesaria una respuesta unánime que, en el marco del derecho internacional, impida que se propague la violencia, reestablezca la concordia y sane las profundas heridas que han provocado los incesantes conflictos.

Aprovecho esta oportunidad para hacer un llamamiento a toda la comunidad internacional, así como a cada uno de los gobiernos implicados, para que adopten medidas concretas en favor de la paz y la defensa de cuantos sufren las consecuencias de la guerra y de la persecución y se ven obligados a abandonar sus casas y su patria. Con una carta enviada poco antes de la Navidad, he querido manifestar personalmente mi cercanía y asegurar mi oración a todas las comunidades cristianas de Oriente Medio, que dan un testimonio valioso de fe y coraje, y tienen un papel fundamental como artífices de paz, de reconciliación y de desarrollo en las sociedades civiles de las que forman parte. Un Oriente Medio sin cristianos sería un Oriente Medio desfigurado y mutilado. A la vez que pido a la comunidad internacional que no sea indiferente ante esta situación, espero que los dirigentes religiosos, políticos e intelectuales, especialmente musulmanes, condenen cualquier interpretación fundamentalista y extremista de la religión, que pretenda justificar tales actos de violencia.

En otras partes del mundo, tampoco faltan parecidas formas de crueldad, que con frecuencia generan víctimas entre los más pequeños e indefensos. Pienso especialmente en Nigeria, donde no cesa la violencia que sufre indiscriminadamente la población, y crece cada vez más el trágico fenómeno de los secuestros de personas, a menudo jóvenes raptadas para ser objeto de trata. ¡Es un tráfico execrable que no puede continuar! Una plaga que hay que arrancar y que afecta a todos, desde las familias a la comunidad mundial (cf. Discurso a los nuevos Embajadores acreditados ante la Santa Sede, 12 diciembre 2013).

Sigo también con preocupación los no pocos conflictos de carácter civil que afectan a otras partes de África, como Libia, devastada por una larga guerra intestina que causa incontables sufrimientos entre la población y tiene graves repercusiones en el delicado equilibrio de la Región. Pienso en la dramática situación de la República Centroafricana, en la que constatamos con dolor cómo la buena voluntad que ha animado los trabajos de quienes quieren construir un futuro de paz, seguridad y prosperidad, encuentra resistencias e intereses egoístas de parte que ponen en peligro las expectativas de un pueblo que ha sufrido tanto y desea construir libremente su futuro. Particularmente preocupante es también la situación de Sudán del Sur y algunas regiones de Sudán, del Cuerno de África y de la República Democrática del Congo, donde no deja de aumentar el número de víctimas entre la población civil, y miles de personas, muchas de ellas mujeres y niños, se ven obligadas a huir y a vivir en condiciones de extrema necesidad. A este respecto, espero que los gobiernos y la comunidad internacional lleguen a un compromiso común para que se ponga fin a todo tipo de lucha, de odio y de violencia y se apueste por la reconciliación, la paz y la defensa de la dignidad transcendente de la persona.

No podemos olvidar que las guerras llevan consigo otro horrible crimen: la violación. Se trata de una ofensa gravísima a la dignidad de la mujer, que no sólo es deshonrada en la intimidad de su cuerpo, sino también en su alma, con un trauma que difícilmente desaparecerá y cuyas consecuencias son también de carácter social. Lamentablemente, se constata que también allí donde no hay guerras, muchas mujeres sufren violencia hoy.

Todos los conflictos bélicos son la manifestación más clara de la cultura del descarte, pues, en ellos, las vidas son deliberadamente pisoteadas por quien ostenta la fuerza. Existen, sin embargo, formas más sutiles y veladas de rechazo, que alimentan también esa cultura. Pienso sobre todo en los enfermos, aislados y marginados, como los leprosos de los que habla el Evangelio. Entre los leprosos de nuestro tiempo están también los afectados por esta nueva y tremenda epidemia del Ébola, que, especialmente en Liberia, Sierra Leona y Guinea, ha acabado con más de seis mil vidas. Quiero reconocer y agradecer hoy públicamente el trabajo de los agentes sanitarios que, junto a religiosos y voluntarios, prestan todos los cuidados posibles a los enfermos y a sus familiares, sobre todo a los niños que se han quedado huérfanos. Al mismo tiempo, hago de nuevo un llamamiento a la comunidad internacional para que se asegure una adecuada asistencia humanitaria a los pacientes y hagan un esfuerzo común por erradicar el virus.

A la lista de las vidas descartadas a causa de las guerras y de las enfermedades, hay que añadir las de los numerosos desplazados y refugiados. También en este caso podemos sacar luz de la infancia de Jesús, que es testigo de otra forma de cultura del descarte que rompe las relaciones y "deshace" la sociedad. Efectivamente, ante la crueldad de Herodes, la Sagrada Familia se ve obligada a huir a Egipto, de donde regresará unos años más tarde (cf. Mt 2,13-15). Las situaciones de conflicto que acabamos de describir provocan con frecuencia la huida de miles de personas de su lugar de origen. A veces ni siquiera en busca de un futuro mejor, sino simplemente de un futuro, porque permanecer en su patria puede significar una muerte segura. ¿Cuántas personas pierden la vida en viajes inhumanos, sometidas a vejaciones por parte de auténticos verdugos, ávidos de dinero? Ya me referí a esto en mi reciente visita al Parlamento Europeo, indicando que «no se puede tolerar que el mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio» (Discurso al Parlamento Europeo, Estrasburgo, 25 noviembre 2014). Hay también otro dato alarmante: muchos emigrantes, sobre todo en América, son niños solos, más expuestos a los peligros y necesitados de mayor atención, cuidados y protección.

Cuando llegan sin documentos a lugares desconocidos, cuya lengua no hablan, es difícil para los inmigrantes situarse y encontrar trabajo. Además de los peligros de la huida, tienen que afrontar también el drama del rechazo. Es necesario un cambio de actitud: pasar de la indiferencia y del miedo a una sincera aceptación del otro. Esto requiere naturalmente «poner en práctica legislaciones adecuadas que sean capaces de tutelar los derechos de los ciudadanos y de garantizar al mismo tiempo la acogida a los inmigrantes» (ibid.). A la vez que expreso mi agradecimiento a cuantos, incluso a costa de su propia vida, se dedican a prestar asistencia a los refugiados y a los inmigrantes, exhorto tanto a los Estados como a las Organizaciones internacionales a actuar decididamente para resolver estas graves situaciones humanitarias y prestar la ayuda necesaria a los países de origen de los inmigrantes para favorecer su desarrollo socio-político y la superación de los conflictos internos, que son la causa principal de este fenómeno. «Es necesario actuar sobre las causas y no solamente sobre los efectos» (ibid.). Además, esto consentirá a los inmigrantes volver un día a su patria y contribuir a su crecimiento y desarrollo.

Junto a los inmigrantes, a los desplazados y a los refugiados, hay también tantos «exiliados ocultos» (Angelus, 29 diciembre 2013), que viven en el seno de nuestras casas y en nuestras mismas familias. Me refiero a los ancianos y a los discapacitados, y también a los jóvenes. Los primeros son rechazados cuando se convierten en un peso y en «presencias que estorban» (ibid.), mientras que los últimos son descartados porque se les niega la posibilidad de trabajar para forjarse su propio futuro. No existe peor pobreza que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo (cf. Discurso a los participantes en el Encuentro mundial de Movimientos Populares, 28 octubre 2014), y que convierte el trabajo en una forma de esclavitud. Ya me referí a esto en un reciente encuentro con los Movimientos populares, que están fuertemente comprometidos en la búsqueda de soluciones adecuadas a algunos problemas de nuestro tiempo, como la plaga cada vez más extendida del desempleo juvenil y del trabajo negro, y el drama de tantos trabajadores, especialmente niños, explotados por codicia. Todo esto es contrario a la dignidad humana y es fruto de una mentalidad que pone en el centro el dinero, los beneficios y los intereses económicos en detrimento del hombre.

No pocas veces, la misma familia es objeto de descarte, a causa de una cada vez más extendida cultura individualista y egoísta que anula los vínculos y tiende a favorecer el dramático fenómeno de la disminución de la natalidad, así como de leyes que privilegian diversas formas de convivencia en lugar de sostener adecuadamente a la familia por el bien de toda la sociedad.

Una de las causas de estos fenómenos es esa globalización uniformante que descarta incluso a las culturas, acabando así con los factores propios de la identidad de cada pueblo que constituyen la herencia imprescindible para un sano desarrollo social. En un mundo uniformado y carente de identidad, es fácil percibir el drama y la frustración de tantas personas, que han perdido literalmente el sentido de la vida. Este drama se ve agravado por la persistente crisis económica, que provoca desconfianza y favorece la conflictividad social. He podido notar sus consecuencias incluso aquí en Roma, donde me he encontrado con muchas personas que viven situaciones difíciles, y en los diversos viajes realizados en Italia.

Precisamente a la querida nación italiana quiero dedicarle unas palabras llenas de esperanza para que, en el continuo clima de incertidumbre social, política y económica, el pueblo italiano no ceda al desaliento y a la tentación del enfrentamiento, sino que redescubra los valores de la atención recíproca y la solidaridad sobre los que se funda su cultura y su convivencia ciudadana, y que son fuente de confianza tanto en el prójimo como en el futuro, sobre todo para los jóvenes.

Pensando en la juventud, deseo mencionar mi viaje a Corea, donde, el pasado mes de agosto, me encontré con miles de jóvenes en la VI Jornada Mundial de la Juventud Asiática y donde recordé que es necesario valorar a los jóvenes, «intentando transmitirles el legado del pasado aplicándolo a los retos del presente» (Discurso a las Autoridades, Seúl, 14 agosto 2014). Para eso, es necesario reflexionar «sobre el modo adecuado de transmitir nuestros valores a la siguiente generación y sobre el tipo de mundo y sociedad que estamos construyendo para ellos» (ibid.).

Esta tarde tendré la alegría de volver a Asia, para visitar Sri Lanka y Filipinas, y mostrar así el interés y la solicitud pastoral con que sigo los acontecimientos de los pueblos de ese vasto continente. A ellos y a sus gobiernos, deseo manifestarles una vez más el deseo de la Santa Sede de contribuir al bien común, a la armonía y a la concordia social. Especialmente, espero que se retome el diálogo entre las dos Coreas, países hermanos, que hablan la misma lengua.

Excelencias, señoras y señores:

Al inicio del nuevo año, no queremos, sin embargo, que nuestra mirada quede dominada por el pesimismo, los defectos y las deficiencias de nuestro tiempo.

Queremos también dar las gracias a Dios por lo que nos ha dado, por los beneficios que nos ha dispensado, por los diálogos y los encuentros que nos ha concedido y por algunos frutos de paz que nos ha dado la alegría de saborear.

Una clara demostración de que la cultura del encuentro es posible, la he experimentado durante mi visita a Albania, una nación llena de jóvenes, que son esperanza de futuro. A pesar de las heridas de su historia reciente, el país se caracteriza por «la convivencia pacífica y la colaboración entre los que pertenecen a diversas religiones» (Discurso a las Autoridades, Tirana, 21 septiembre 2014), en un clima de respeto y confianza recíproca entre católicos, ortodoxos y musulmanes. Es un signo importante de que la fe sincera en Dios abre al otro, genera diálogo y contribuye al bien, mientras que la violencia nace siempre de una mistificación de la religión, tomada como pretexto para proyectos ideológicos que tienen como único objetivo el dominio del hombre sobre el hombre. Asimismo, en el reciente viaje a Turquía, puente histórico entre Oriente y Occidente, he podido constatar los frutos del diálogo ecuménico e interreligioso, además del compromiso a favor de los refugiados provenientes de otros países de Oriente Medio.

He encontrado este mismo espíritu de acogida en Jordania, país que visité al inicio de mi peregrinación a Tierra Santa, así como en los testimonios que me llegan del Líbano, al que deseo que pueda superar las dificultades políticas actuales.

Un ejemplo que aprecio particularmente de cómo el diálogo puede verdaderamente edificar y construir puentes es la reciente decisión de los Estados Unidos de América y Cuba de poner fin a un silencio recíproco que ha durado medio siglo y de acercarse por el bien de sus ciudadanos. En este mismo sentido, dirijo un pensamiento al pueblo de Burkina Faso, que está pasando por un período de importantes transformaciones políticas e institucionales, para que un renovado espíritu de colaboración pueda contribuir al desarrollo de una sociedad más justa y fraterna. Quiero destacar también con satisfacción la firma, el paso mes de mayo, del Acuerdo que pone fin a largos años de tensión en Filipinas. Igualmente, animo los esfuerzos realizados para lograr una paz estable en Colombia, así como las iniciativas encaminadas a restablecer la concordia en la vida política y social de Venezuela. Sin olvidar los esfuerzos realizados hasta el momento, espero que se pueda llegar cuanto antes a un entendimiento definitivo entre Irán y el así llamado Grupo 5+1, sobre el uso de la energía nuclear para fines pacíficos. Me llena de satisfacción también la decisión de los Estados Unidos de cerrar la cárcel de Guantánamo, para lo cual algunos países han manifestado generosamente su disponibilidad para acoger a los presos. Finalmente, deseo expresar mi reconocimiento y animar a todos aquellos países que están comprometidos activamente en la consecución del desarrollo humano, la estabilidad política y la convivencia civil entre sus ciudadanos.

Excelencias, señoras y señores:
El 6 de agosto de 1945, la humanidad asistía a una de las catástrofes más tremendas de su historia. De un modo nuevo y sin precedentes, el mundo experimentaba hasta qué punto podía llegar el poder destructivo del hombre. De las cenizas de aquella terrible tragedia que ha sido la segunda Guerra mundial surgió una voluntad nueva de diálogo y de encuentro entre las naciones que dio vida a la Organización de las Naciones Unidas, cuyo 70º Aniversario celebraremos este año. En la visita que realizó al Palacio de Cristal mi predecesor, el Beato Pablo VI, hace ya cincuenta años, recordaba que «la sangre de millones de hombres, que sufrimientos inauditos e innumerables, que masacres inútiles y ruinas espantosas sancionan el pacto que les une en un juramento que debe cambiar la historia futura del mundo. ¡Nunca jamás guerra! ¡Nunca jamás guerra! Es la paz, la paz, la que debe guiar el destino de los pueblos y de toda la humanidad» (PABLO VI, Discurso a las Naciones Unidas, Nueva York, 4 octubre 1965).

También yo pido lo mismo para el nuevo año, en el que además culminarán dos importantes procesos: la redacción de la Agencia del Desarrollo post-2015, con la adopción de los Objetivos del desarrollo sostenible, y la elaboración de un nuevo Acuerdo sobre el clima. Su condición indispensable es la paz, que proviene de la conversión del corazón, antes incluso que del final de las guerras.
Con estos sentimientos, les deseo de nuevo a cada uno de ustedes, a sus familias y a sus conciudadanos, un año 2015 de esperanza y de paz.

Vocación de los primeros discípulos 


Marcos 1, 14-20. Tiempo Ordinario. El seguimiento de este llamado requiere dejar las cosas de lado y seguirle a Él. 



Del santo Evangelio según san Marcos 1, 14-20


Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: Decía: -El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertios y creed en la Buena Nueva. Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, largando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: -Venid conmigo, y os haré llegar a ser pescadores de hombres. Al instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando un poco más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan; estaban también en la barca arreglando las redes; y al instante los llamó. Y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él.



Oración introductoria


Jesús, creo en tu Evangelio y estoy arrepentido de mis faltas de amor. Me toca a mí y de mí depende el que tus palabras no se pierdan. Me toca a mí el que tu mensaje de salvación llegue a todos los hombres. Te suplico, en esta oración, me des la gracia de comprender que depende de mí que Tú seas más conocido, más amado y más seguido.



Petición


Señor, dame la gracia de seguir tu llamado, cueste lo que cueste.



Meditación del Papa Francisco

Jesús llama a Pedro, Andrés, Santiago y Juan: están pescando, pero dejan enseguida las redes y le siguen. El Señor quiere preparar a sus discípulos para su nueva misión. Es precisamente de Dios, del amor de Dios, preparar los caminos... preparar nuestras vidas, para cada uno de nosotros. Él no nos hace cristianos por generación espontánea: ¡Él prepara! Prepara nuestro camino, prepara nuestra vida, desde hace tiempo:

Parece que Simón, Andrés, Santiago y Juan hayan sido elegidos definitivamente aquí, ¡sí han sido elegidos! ¡Pero ellos en este momento no han sido definitivamente fieles! Después de esta elección se han equivocado, han hecho propuestas no cristianas al Señor: ¡han renegado al Señor! Pedro en grado superlativo, los otros por temor: tienen miedo y se van. Han abandonado al Señor. El Señor prepara. Y luego, después de la Resurrección, el Señor ha tenido que continuar en este camino de preparación hasta el día de Pentecostés. Y después de Pentecostés también, alguno de estos – Pedro, por ejemplo – se ha equivocado y Pablo ha tenido que corregirlo. Pero el Señor prepara. (Cf. S.S. Francisco, 13 de enero de 2014, homilía en Santa Marta).

Reflexión


En este pasaje podemos comprobar cómo Jesús pasa a nuestro lado y nos llama. Cristo se presenta a nosotros en las actividades diarias, cuando menos lo esperamos, ya sea en la oficina, ya sea en las labores de casa. Él nos ve y nos llama.

El seguimiento de este llamado requiere dejar las cosas de lado y seguirle a Él totalmente. Esto no significa que haya que dejar de trabajar en ese momento o salir del trabajo para estar con Él (aunque si fuera posible sería maravilloso, como quien atiende a su mejor amigo recibiéndole en casa y no sólo llamando por teléfono). Jesús nos llama sin importarle lo que somos o cómo somos. No le importa si somos un banquero, un albañil, un ama de casa, un pecador o un santo. Eso sí, una vez que le hemos respondido se nos pide dejarlo todo y seguirlo. Escogió a pescadores y a publicanos. Y no fueran los más inteligentes o capaces de su tiempo. Dios escoge a quien quiere. No hay motivos para tener miedo a fallarle, a no ser del todo fieles a Cristo en nuestro trabajo. Los apóstoles también le dejaron pero, sin embargo, tuvieron el valor de levantarse.

El Papa Juan Pablo II lo dijo al inicio de su pontificado; "no tengáis miedo, abrid las puertas a Cristo". Hagámoslo porque para Dios nada es imposible.



Propósito


Ser fiel al horario destinado a mi oración diaria, para que Cristo dirija mi pensamiento y mis acciones.



Diálogo con Cristo 


Gracias por ese rato de oración, Padre bueno. Quiero salir de ella convencido de que soy un pobre instrumento, pero que, aun así, Tú me has llamado a colaborar en la extensión de tu Reino. Muchas veces no logro seguirte en todo, me acomodo a lo que implica el menos esfuerzo, pero hoy tengo el firme propósito, confiando en tu gracia, que puedo mejorar.

Ha llegado una petición

Ha llegado una petición a las puertas de mi vida. Soy libre de dar una respuesta. Si amo, no podré cerrar nuevamente la mano.


Ha llegado una petición a la puerta de mi vida. Dar una mano, arreglar una computadora, acompañar en un paseo, ir a visitar a un amigo común, dialogar un rato sobre Dios.
La petición entra en mi vida. Tengo un programa lleno. Mis planes, mis deseos, han invadido los espacios de la agenda. Hay tanto que hacer. La lista de correos pendientes se alarga. Además, uno quiere ver aquel vídeo, escuchar esa música, poner mensajes en Facebook...
Una petición ha llegado. Puedo responder, como tantas veces, que no tengo tiempo. Me cierro en mis seguridades. Prefiero mis proyectos. Además, ¿no hay otros capaces de atender esa petición?
En mi corazón, sin embargo, algo cambia. Si tantas veces he dicho “no”, ¿por qué no dar un "sí"? Es cierto: dar un sí me obligará a ajustar mis planes, quitará tiempo a otros asuntos.
Hasta ahora he pensado en mí: lo que me costaría atender la petición, lo que perdería, lo que ganaría (hay peticiones que atiendo con gusto porque luego lograré una contrapartida...). ¿Y el otro?
La perspectiva cambia completamente cuando acojo la petición desde el otro lado. Alguien está ahí, a la puerta de mi vida. Espera que le dé tiempo, cariño, atenciones, respuestas, ayudas concretas (técnicas o materiales).
Ese alguien, lo sabemos por el Evangelio, es en cierto modo Cristo mismo. "A mí me lo hicisteis" (cf. Mt 25,40). Con humildad, con respeto, confía en que le dé una respuesta positiva, un gesto de ayuda en algo muy concreto.

Ha llegado una petición a las puertas de mi vida. Soy libre de dar una respuesta. Si amo, no podré cerrar nuevamente la mano. Ante mí unos ojos esperan palabras y gestos de afecto, de solidaridad, de amor sincero...

FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR (B) Is. 55: 1-11 / 1Jo.5: 1-9 / Mc. 1: 7-11

11 de enero de 2015

Con la fiesta del Bautismo del Señor se cierran las celebraciones litúrgicas de las festividades navideñas y se inicia el periodo dicho de la vida pública de Jesús. Como bien sabemos, las lecturas de las misas quieren ser una catequesis que la Iglesia nos propone para comprender mejor la fiesta que celebramos. Hoy, en el fragmento de la primera lectura que se nos ha proclamado, Isaías pone en boca de Dios todo lo que el pueblo de Israel recibirá con la venida de su Mesías. será un tiempo de prosperidad y de bienestar para todos aquellos que busquen al Señor porque él se dejará encontrar y sentirán muy cerca. Los predice que tal como la lluvia y la nieve que caen del cielo fecundan la tierra y la hacen germinar, la palabra salida de los labios del Señor no se volverá infecunda ya que hará que se cumpla en ellos todo lo que les había predicho. El pueblo de Israel esperaba con ansia la venida de este Mesías de Dios, ya que los acontecimientos políticos, sociales y religiosos que los rodeaban cada vez les hacían la vida más imposible, especialmente a la gente pobre y sencilla del pueblo. De esta espera y de este malestar surgieron varios movimientos mesiánicos que querían ser precursores de la definitiva venida del Mesías salvador prometido por Dios a través de los profetas. Mesías que les había de liberar de la opresión insoportable de los poderosos.

Juan Bautista fue uno de estos promotores, predicador de un movimiento de purificación y de conversión de costumbres del pueblo de Israel para que esta conversión de costumbres pudiera allanar los caminos para la venida inminente del Mesías salvador anunciado de antiguo por los profetas. La fama de Juan Bautista y su predicación atraía mucha gente del pueblo que quería ser bautizado con su bautismo de purificación en las aguas del Jordán. Con todo, Juan Bautista dirá a todos que él no es el Mesías esperado ya que después de él viene otro más poderoso, del que no es digno de agacharse a desatar la correa del calzado. Yo os he bautizado con agua, decía; él en cambio os bautizará con el Espíritu Santo.

Jesús, después de vivir unos treinta años con familia una vida normal como la de cualquier hijo de su pueblo, atraído por la fama del Bautista, lo dejará todo, pueblo, trabajo y familia para ir al Jordán a hacerse bautizar como uno de tantos, por Juan. Y al instante, cuando salía del agua, nos ha dicho Marco en el fragmento del evangelio que se nos ha proclamado, Jesús vio rasgarse el cielo y al Espíritu como una paloma, bajaba hacia él y se sintió una voz del cielo que decía: "Tú eres mi Hijo, el amado, en ti me complacido ". El encuentro con Juan Bautista fue para Jesús una experiencia que dio un giro total en su vida.

Después del bautismo en el Jordán, Jesús ya no vuelve a su trabajo de Nazaret; no se adhiere tampoco al movimiento del Bautista. Su vida se centrará ahora en un solo objetivo: anunciar con voz fuerte e insistente a todos la Buena Nueva Salvación de un Dios que es padre y que quiere que el ser humano se salve y sea plenamente feliz. Pero lo que transforma la trayectoria de Jesús no son únicamente las palabras que siendo los labios de Juan el Bautista ni el rito purificador del bautismo. Jesús vive una osa más profunda. Se siente inundado por el Espíritu del Padre. Se reconoce a sí mismo como Hijo de Dios. Su vida consistirá en adelante a irradiar y contagiar a todo el mundo este amor insondable de un Dios que es Padre y ama, y que no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y se salve.

Esta experiencia de Jesús incluye también un significado para todos y para cada uno de nosotros. La fe es un itinerario personal que cada uno debe recorrer. En el momento del nuestro bautismo, también nosotros hemos sido inundados por la presencia del Espíritu Santo de Dios y hemos recibido la misión de ser testigos de su amor infinito en medio de nuestro mundo, hay, sin embargo, que personalmente en tomemos conciencia y que como Jesús, con el ejemplo de una vida santa y también de palabra podamos anunciar con voz fuerte todos la Buena Nueva de un Dios que sólo quiere el bien para el ser humano y su salvación.

Que la celebración de la fiesta del bautismo del Señor nos ayude a comprender mejor Nuestra misión y que nos dé la fuerza para poder ser testigos, en medio del mundo en el que vivimos, de este amor infinito de Dios para todos y para cada uno de nosotros.

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