No soy digno de desatarle las sandalias
- 06 Diciembre 2020
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- 06 Diciembre 2020
Oración para el Segundo Domingo de Adviento
Oración para prender la segunda vela de la Corona de Adviento
La corona o guirnalda de Adviento es el primer anuncio de Navidad.
La palabra ADVIENTO es de origen latín y quiere decir VENIDA. Es el tiempo en que los cristianos nos preparamos para la venida de Jesucristo. El tiempo de adviento abarca cuatro semanas antes de Navidad.
Una costumbre significativa y de gran ayuda para vivir este tiempo es La corona o guirnalda de Adviento, es el primer anuncio de Navidad.
ORACIÓN PARA EL SEGUNDO DOMINGO
ENTRADA. Se entona algún canto. Guía: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Acto de Contrición.
Guía: Reconozcamos ante Dios que somos pecadores.
Todos: Yo confieso ante Dios todopoderoso...
LITURGIA DE LA PALABRA.
Lectura de la II carta de San Pedro 3,13-14: ”Nosotros esperamos según la promesa de Dios cielos nuevos y tierra nueva, un mundo en que reinará la justicia. Por eso, queridos hermanos, durante esta espera, esfuércense para que Dios los halle sin mancha ni culpa, viviendo en paz". Palabra de Dios.
Breve pausa para meditar
Reflexión
Guía: ¿Qué va a cambiar en mí, en nosotros en este Adviento? ¿ Se notará que creemos de veras en Cristo?
ENCENDIDO DE LA VELA. Oración.
Guía: Los profetas mantenían encendida la esperanza de Israel. Nosotros, como un símbolo, encendemos estas dos velas. El viejo tronco está rebrotando se estremece porque Dios se ha sembrado en nuestra carne...
Que cada uno de nosotros, Señor, te abra su vida para que brotes, para que florezcas, para que nazcas y mantengas en nuestro corazón encendida la esperanza. ¡Ven pronto, Señor! ¡Ven, Salvador!
PADRE NUESTRO.
Guía: Unidos en una sola voz digamos: Padre nuestro...
CONCLUSION.
Guía: Ven, Señor, haz resplandecer tu rostro sobre nosotros.
Todos: Y seremos salvados. Amén.
CUANDO LA LEGISLACION Y LA ETICA MEDICA SE ENCUENTRAN EN CONFLICTO LOS MEDICOS DEBEN TRATAR DE HACER CAMBIAR LA LEGISLACION SI SE PRODUCE ESTE CONFLICTO LAS RESPONSABILIDADES ETICAS ´REVALECEN SOBRE LAS OBLIGACIONES LEGALES. LA DECLARACION UNIVERSAL SOBRE BIOETICA Y DERECHOS HUMANOS DE LA UNESCO DEL 2005 RECONOCIENDO QUE GRACIAS A LA LIBERTAD DE LA CIENCIA Y LA INVESTIGACION DE LOS ADELANTOS CIENTIFICOS Y TECNOLOGICOS HAN REPORTADO Y PUEDEN REPORTAR GRANDES BENEFICIOS A LA ESPECIE HUMANA POR EJEMPLO AUMENTANDO LA ESPERANZA DE VIDA Y MEJORANDO LA CALIDAD DE VIDA Y DESTACANDO QUE ESOS ADELANTOS DEBEN PROCURAR SIEMPRE PROMOVER EL BIENESTAR DE CADA INDIVIDUO, FAMILIA, GRUPO O COMUNIDAD DE LA ESPECIE HUMANA EN SU CONJUNTO EN EL RECONOCIMIENTO DE LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA Y EN EL RESPETO UNIVERSAL Y LA ESPERANZA DE LOS DERECHOS HUMANOS Y LAS LIBERTADES FUNDAMENTALES.
Nicolás de Mira, Santo
Memoria litúrgica, 6 de diciembre
Obispo
Martirologio Romano: San Nicolás, obispo de Mira, en Licia (Turquía), famoso por su santidad y por su intercesión ante el trono de la divina gracia. († s.IV)
También conocido como: San Nicolás de Bari
Breve Biografía
De San Nicolás, obispo de Mira (Licia) en el siglo IV, tenemos muchas noticias, pero es difícil distinguir las pocas auténticas del gran número de leyendas tejidas alrededor de este popularísimo santo, cuya imagen presentan todos los años los comerciantes vestido de "Papá Noel" (Nikolaus en Alemania y Santa Claus en los países anglosajones), un rubicundo anciano de barba larga y blanca, y con un costal lleno de regalos a la espalda.
Su culto se difundió en Europa cuando sus presuntas reliquias fueron llevadas de Mira por 62 soldados bareses y colocadas con grande honor en la catedral de Bari, para evitar que fueran profanadas por los turcos. Era el 9 de mayo de 1087. Las reliquias habían sido precedidas por la fama de gran taumaturgo y por coloridas leyendas. En la Leyenda áurea se lee: "Nicolás nació de ricas y santas personas. Cuando lo bañaron el primer día, se paró solito en la tina...". Era un niño de excelente salud y ya inclinado a la ascética, pues, como añade la Leyenda, el miércoles y el viernes rechazaba la leche materna. Ya más grandecito "rehusaba las diversiones y las vanidades y frecuentaba la iglesia".
Elevado a la dignidad episcopal por sobrenatural inspiración de los obispos reunidos en concilio, el santo pastor se dedicó a su grey, distinguiéndose sobre todo por su gran caridad. "Un vecino suyo, encontrándose en grandísima pobreza, ordenó exponer al pecado a sus tres hijas vírgenes para sacar de ese vil mercado el sustento para él y para sus hijas...”. Para evitar ese despiadado lenocinio, San Nicolás, pasando en la noche por frente de la casa de ese pobre, tres veces echó una bolsa de monedas de oro, y las tres hijas con la dote consiguieron un buen marido. Su patrocinio sobre muchachos y muchachas parece que se debe a otro hecho legendario: el obispo habría inclusive resucitado a tres niños, asesinados por un carnicero para hacer salchichas.
Se narra también que, invocado por algunos marineros durante una furiosa tempestad en el mar, él se les apareció y la tempestad cesó inmediatamente. En efecto, parece que con los marineros tenían cuenta abierta: durante una carestía había obtenido de una nave llena de trigo una buena porción para sus fieles; después, cuando los dueños controlaron el contenido de la nave, encontraron que todo el trigo estaba completo. Tras su muerte se convirtió en el primer santo, no mártir, en gozar de una especial devoción en el Oriente y Occidente. Multitud de relatos milagrosos aparecieron sobre él, desfigurando, a veces, su inminente carácter práctico y sencillo.
Jesucristo, el pan que da la vida
Santo Evangelio según san Marcos 8, 1-10. Domingo II de Adviento
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesucristo, Tú eres el Pan que da la vida. Tu gracia da las fuerzas para caminar y para cumplir la misión que me has dado en este mundo. Dame tu Pan, lléname de tu gracia, y transfórmame en pan que sostenga a los demás con una caridad auténtica. Amén.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 8, 1-10
En aquellos días, como había una gran multitud, y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo: «Me da lástima esta gente, ya llevan tres días conmigo, y no tienen qué comer. Si los mandó a sus casas en ayunas, se van a desmayar en el camino. Además algunos han venido de lejos».
Sus discípulos le respondieron: «¿Y donde se puede conseguir pan a éstos aquí en despoblado, para que coma esta gente?». Él les preguntó: ¿Cuántos panes tienen?». Ellos le contestaron: «Siete».
Jesús mandó a la gente que se sentará en el suelo; tomó los siete panes, pronunció la acción de gracias, los partió y se los fue dando a sus discípulos, para que los distribuyeran. Y ellos los fueron distribuyendo entre la gente.
Tenían, además, unos cuantos pescados. Jesús los bendigo también y mandó que los distribuyeran. La gente comió hasta quedar satisfecha, y todavía se recogieron siete canastos de sobras. Eran unos cuatro mil. Jesús los despidió y luego se embarcó con sus discípulos, y llegó a la región de Dalmanuta.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
¡Si pudiera, Señor, dar de comer a todo el que tiene hambre! ¡Si pudiera consolar a tantos hombres y mujeres que sufren! ¡Si pudiera socorrer a las multitudes que tienen las manos vacías! Cristo, sólo Tú puedes saciar el alma de la carencia más profunda: de vida eterna, de gracia, de Amor verdadero. Tú eres el Pan de Vida que todos buscamos en este mundo.
Sin embargo, preguntas cuántos panes tenemos. ¿Acaso pides algo que no podemos dar? ¿Acaso podemos los hombres alimentar de la manera que sólo Dios es capaz de hacerlo? Sin embargo, insistes en pedirnos pan… Pues bien, aquí tienes todo lo que soy y tengo.
Tómame entre tus manos, haz conmigo lo que quieras. Recíbeme como el pan que se ofrece en la misa, y transfórmame en ti. Te entrego mis manos, para que sean tus manos; te entrego mis ojos para que extiendas tu mirada para los que me rodean; te entrego mis oídos para escuchar a quien necesita compañía; te entrego mis labios para ofrecer tus palabras de consuelo y esperanza. En fin, te lo doy todo, para que hoy repartas un poco más de tu Pan.
Sé que no es mucho lo que tengo. Pero si realizas el milagro en mí, el amor y la entrega se multiplicarán y abundará para todo el que tenga hambre de ti.
«Es evidente que este milagro no va destinado sólo a saciar el hambre de un día, sino que es un signo de lo que Cristo está dispuesto a hacer para la salvación de toda la humanidad ofreciendo su carne y su sangre. Y, sin embargo, hay que pasar siempre a través de esos dos pequeños gestos: ofrecer los pocos panes y peces que tenemos; recibir de manos de Jesús el pan partido y distribuirlo a todos».
(Homilía de S.S. Francisco, 26 de mayo de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy, hablaré de Cristo y de nuestra misión en la Iglesia en alguna conversación.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
¿El mensajero?: somos nosotros
Sí, nosotros somos el mensajero de Jesús de Nazaret resucitado. Debemos llevar Su mensaje a nuestro alrededor. Ni siquiera tenemos que recorrer, en general, caminos y pueblos nuevos, como los misioneros
Volvamos poco más de dos mil años en la historia, pero a una imagen alternativa, virtual (hoy tan de moda). Es el primer día después del sábado; un día tranquilo y de descanso de aquellos miembros del Sanedrín que, tras la pesadilla del nazareno que tanto les había molestado, comentaban cómo la crucifixión en manos romanas les había librado, para siempre, de Jesús.
Tres años de predicación, de movilizar multitudes, de predicar cosas nuevas, de hablar de Yahve, de (¡horror!) curar enfermos, se acabaron por siempre. Sus acusaciones, sus señalamientos: ¡sepulcros blanqueados!, las humillaciones pasadas al tratar ellos de humillarlo, no volverían. Ese carpintero predicador de Nazaret, Jesús, estaba muerto.
De pronto, en el centro de la reunión, una luz muy blanca los aturde. En medio de ella, vestido de túnica blanca, aparece "el muerto", y les dice, porque finalmente es Dios amoroso: "la paz sea con vosotros". El terror más fuerte se apodera de todos los presentes y caen por tierra: ¡no puede ser, murió en el Calvario, lo vimos morir, el cielo se cubrió y tembló la tierra! ¿Qué es esto?
Pero "el muerto", resucitado, vuelto a la vida, con su mismo cuerpo y las heridas visibles de la crucifixión, les dice: se los advertí: destruid este templo y yo lo reconstruiría en tres días, y aquí estoy, vivo de nuevo por siempre, hasta el fin de los tiempos y después de ellos. Seguiré llevando el mensaje de mi Padre a todos los confines del mundo.
El terror de los presentes, sacerdotes, fariseos y algunos amigos romanos importantes era mayor. Pero el resucitado, Jesús el carpintero, les dice: yo soy el Hijo del Padre, el Mesías que no quisieron reconocer, aunque mi vida ha sido el cumplimiento exacto y fiel de las profecías que el Señor dio a nuestros padres.
Vengo a manifestarles mi perdón, pues sin vuestra maldad, las profecías no se habrían cumplido en mi muerte y resurrección. Vengo a darles de nuevo el mensaje de mi Padre, ¡arrepiéntanse y conviértanse! Yo, Jesús resucitado, saldré a las calles a llevar de nuevo mi mensaje; haré milagros frente a multitudes de todos los pueblos de la tierra; mi voz, como un trueno del cielo, pero llena de amor, se escuchará por todos los hombres de ahora y del futuro.
El terror en el Sanedrín aumentaba… pero Jesús continuó hablando. Sí, están perdonados, porque Yo dí mi vida por todos, vosotros incluidos. Salgan también a las calles tras de mí y digan a todos aquellos a quienes embaucaron contra mí para que Poncio Pilatos me crucificara, que escuchen mi Palabra, que mi sangre era la de un inocente y por eso he vuelto de la muerte, la he vencido.
Díganles a quienes me condenaron a la cruz por aclamación, que también los perdono y los amo, que también se conviertan y escuchen todos a mis discípulos, porque yo caminaré al frente de ellos por el mundo, para que todos crean y se conviertan.
Finalmente, la fuerza del amor del carpintero resucitado venció a los asistentes del Sanedrín, y así, postrados de rodillas, creyeron en Él y lo siguieron.
Pero no, esa escena no sucedió. Tampoco llegó Jesús ante sus apóstoles para decirles, después de desearles la Paz: amados míos, como estaba escrito, he resucitado, reconstruí este templo, mi cuerpo, vencí a la muerte. Dejad pues de temer a los judíos en la calle, y salgan tras de mí, acompáñenme a llevar el mensaje del Padre, la Buena Nueva, a todo el mundo, pues nadie les hará daño.
No, nada de eso paso ¡tan fácil que hubiera sido transmitir el mensaje divino, construir entre todos los pueblos del mundo esa Iglesia que Él había fundado y encomendado a un pequeño grupo de apóstoles! Como les dijo, Él estaría con ellos hasta el fin de los tiempos ¡como dudarlo si estaba allí, y recorrería caminos y ciudades, pero ahora con gran poder y majestad! Las trompetas angélicas anunciarían su llegada.
No, la realidad es diferente. Jesús resucitado visitó a los suyos en privado, les dio consejos, encargos, poderes, les infundió al Espíritu Santo y un día, frente a ellos, los dejó solos, humanamente hablando. Nunca se iría, sin embargo, pues como ofreció, estaría con ellos y Su Iglesia a través de los siglos, para que el mensaje se transmitiera por boca de las ovejas y los pastores a quienes encomendó el rebaño.
Sí, el mensajero… somos nosotros, con todas nuestras limitaciones, debilidades, miedos y pecados. Tan fácil que hubiera sido… pero el Señor quiere, como en el antiguo testamento, que su mensaje, la profecía, llegue a los hombres por boca de sus enviados: ve y lleva al rey este mensaje… A su Iglesia, a nosotros, encomendó: id y predicad por todas las naciones; ese es nuestro encargo.
Sí, nosotros somos el mensajero de Jesús de Nazaret resucitado. Debemos llevar Su mensaje a nuestro alrededor. Ni siquiera tenemos que recorrer, en general, caminos y pueblos nuevos, como los misioneros. Simplemente, entre los nuestros y por nuestros medios, llevemos el mensaje, con el ejemplo y con la palabra.
Seamos como nos pidió -aprendiendo de Él-, "mansos y humildes de corazón", y no tengamos miedo de ser sus mensajeros. Él pondrá en nuestra mente y en nuestra boca para hablar, y en nuestra mano para escribir, lo que debemos decir y cómo decirlo. Jesús resucitado no nos pide más de lo que podemos hacer; no tengamos miedo pues, si somos el mensajero podremos llevar la Buena Nueva. ¡Confiemos en Él! ¡Lo haremos bien! Como recompensa, Él moverá los corazones y nos dará vida eterna en su reino.
Jesús libera del miedo a la muerte a quien lo tiene
Primera predicación de Adviento del Cardenal Raniero Cantalamessa.
Raniero Cantalamessa, Predicador de la Casa Pontificia, desarrolló la primera predicación de Adviento en el contexto de la pandemia que vive el mundo. Predicó sobre tres verdades eternas: primera, “que todos somos mortales y no tenemos una morada estable aquí abajo”; segunda, la vida del creyente no termina con la muerte, porque nos espera la vida eterna” y, tercera, “no estamos solos a merced de las olas en el pequeño barco de nuestro planeta” porque Jesús está con nosotros.
«Memento mori!»
Cantalamessa evidenció la realidad humana de la que la muerte es parte: “Memento mori”: recuerda que morirás y puntualizó que se puede hablar de la muerte de dos maneras diferentes: en clave kerigmática o en clave sapiencial. La primera consiste en proclamar que Cristo ha vencido a la muerte. La segunda, la forma sapiencial, consiste en “reflexionar sobre la realidad de la muerte tal como se presenta a la experiencia humana, con el fin de sacar lecciones de ella para vivir bien. Es la perspectiva en la que nos situamos en esta meditación”.
La reflexión sobre la muerte, afirma Cantalamessa la encontramos particularmente en los libros sapienciales del Antiguo Testamento, como también en el Nuevo Testamento: «Mirad porque no sabéis ni el día ni la hora» (Mt 25,13), la conclusión de la parábola del hombre rico que planeaba construir graneros más grandes para su cosecha: «Insensato, esta misma noche se te pedirá la vida. Y lo que has preparado, ¿de quién será?» (Lc 12,20), y también su dicho: «¿De qué le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde el alma?» (cf. Mt 16,26). También la tradición de la Iglesia ha hecho suya esta enseñanza.
El Predicador de la Casa Pontificia afirma que el modo sapiencial de hablar sobre la muerte está presente en la Biblia, en el cristianismo y en todas las culturas. En la época actual, también lo hallamos en el pensamiento moderno.
Cantalamessa cita a los autores Jean-Paul Sartre, Martin Heidegger. Refiriéndose a los planteamientos del segundo afirma: “¿Qué es entonces —se pregunta el filósofo— ese «núcleo sólido, seguro e infranqueable», al que la conciencia recuerda al hombre y sobre el que debe basarse su existencia, si quiere ser «auténtica»? Respuesta: ¡Su nada! Todas las posibilidades humanas son, en realidad, imposibilidades. Todo intento de proyectarse y de elevarse es un salto que parte de la nada y termina en la nada[1]”.
Recordando a San Agustín, el Predicador dirá: “también había anticipado esta intuición del pensamiento moderno sobre la muerte, pero para sacar de ello una conclusión totalmente diferente: no el nihilismo, sino fe en la vida eterna”.
En la escuela de la «hermana muerte»
Ante un mundo que enfatizó los avances tecnológicos y las conquistas de la ciencia, Cantalamessa afirma: “La presente calamidad ha venido a recordarnos lo poco que depende del hombre «proyectar» y decidir su propio futuro”., por eso, continúa: “No hay mejor lugar para colocarse para ver el mundo, a uno mismo y todos los acontecimientos, en su verdad que el de la muerte. Entonces todo se pone en su justo lugar”.
Ver el mundo desde la perspectiva caótica no ayuda a “descifrar su significado”, sin embargo, afirma Cantalamessa, “Mirar la vida desde el punto de vista de la muerte, otorga una ayuda extraordinaria para vivir bien. ¿Estás angustiado por problemas y dificultades? Adelántate, colócate en el punto correcto: mira estas cosas desde el lecho de muerte. ¿Cómo te gustaría haber actuado? ¿Qué importancia darías a estas cosas? ¡Hazlo así y te salvarás! ¿Tienes una discrepancia con alguien? Mira la cosa desde el lecho de muerte. ¿Qué te gustaría haber hecho entonces: haber ganado o haberte humillado? ¿Haber prevalecido o haber perdonado?”.
Pensar en la muerte nos impide “apegarnos a las cosas (…) El hombre, dice un salmo, «cuando muere no se lleva nada consigo, ni desciende con él su gloria» (Sal 49,18) (…) La hermana muerte es una muy buena hermana mayor y una buena pedagoga. Nos enseña muchas cosas; basta que sepamos escucharla con docilidad.
Cantalamessa subraya que la muerte nos enseña la importancia de reconciliarnos con nosotros mismo y con los prójimos. Pero también es importante en el campo de la evangelización. “El pensamiento de la muerte es casi la única arma que nos queda para sacudir del letargo a una sociedad opulenta, a la que le ha sucedido lo que le ocurrió al pueblo elegido liberado de Egipto: «Comió y se sació, —sí, engordó, se cebó, engulló— y rechazó al Dios que lo había hecho» (Dt 32,15)”.
Esta es la tarea asignada a los profetas, recordarle al pueblo la solución al dilema: “La cuestión sobre el sentido de la vida y de la muerte desempeñó un papel notable en la primera evangelización de Europa y no se excluye que pueda desempeñar uno análogo en el esfuerzo actual por su re-evangelización”.
«Alabado seas Señor, por la hermana muerte corporal»
“Jesús libera del miedo a la muerte a quien lo tiene, no al que no lo tiene e ignora alegremente que debe morir. Vino a enseñar el miedo a la muerte eterna a aquellos que sólo conocían el miedo a la muerte temporal”, afirma Cantalamessa. “La «muerte segunda», la llama el Apocalipsis (Ap 20,6). Es la única que realmente merece el nombre de muerte, porque no es un tránsito, una Pascua, sino una terrible terminal de trayecto”.
Raniero Cantalamessa continúa su prédica afirmando: “Lo que da a la muerte su poder más temible para angustiar al hombre y atemorizarle es el pecado. Si uno vive en pecado mortal, para él la muerte todavía tiene el aguijón, el veneno, como antes de Cristo, y por eso hiere, mata y envía a la Gehena. No temáis —diría Jesús— a la muerte que mata el cuerpo y luego no puede hacer nada más. Temed a esa muerte que, después de haber matado el cuerpo, tiene el poder de arrojar a la Gehena (cf. Lc 12,4-5). ¡Quita el pecado y has quitado también a tu muerte su aguijón!”. El Predicador recuerda que en la eucaristía Jesús nos hizo partícipes de su muerte para unirnos a él. Por eso: “Participar en la Eucaristía es la forma más verdadera, más justa y más eficaz de «prepararnos» a la muerte. En ella celebramos también nuestra muerte y la ofrecemos, día a día, al Padre (…) En ella «hacemos testamento»: decidimos a quién dejar la vida, por quién morir”.
El Predicador de la Casa Pontificia finalizó su alocución diciendo: Con todo esto, no le hemos quitado el aguijón al pensamiento de la muerte, su capacidad de angustiarnos y que Jesús también quiso experimentar en Getsemaní. Sin embargo, estamos al menos más preparados para acoger el mensaje consolador que nos llega de la fe y que la liturgia proclama en el prefacio de la Misa de difuntos: Porque la vida de tus fieles, Señor,
no termina, se transforma,
y, al deshacerse nuestra morada terrenal,
adquirimos una mansión eterna en el cielo. Hablaremos de esta mansión eterna en los cielos, si Dios quiere, en la próxima meditación”.
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[1] Ib. II, c. 2, § 58, p. 346.
El amor verdadero Está centrado en el otro
Hace tiempo estuve reflexionando a cerca de un tema que a mi en lo particular se me hace trascendental en la vida de todo ser humano: el amor. Me di cuenta que es mucho lo que se dice acerca de esto de manera muy superficial y definitivamente el amor que nos venden la televisión y muchos otros medios de comunicación no es real. Es por esto que al no contar con modelos correctos de amor verdadero muchos de nosotros tarde o temprano llegamos a plantearnos la misma pregunta ¿Cómo saber si la persona que está a mi lado me ama de verdad? o ¿Cómo se que estoy amando de verdad?
Así, me gustaría proponerte puntos muy específicos que pocas veces te dicen sobre el amor y que sin embargo son trascendentales para entenderlo e identificarlo a plenitud.
El amor verdadero…
Está centrado en el otro. Esta es la regla más importante del amor y te recomiendo que la memorices muy bien. De ella derivan todas las demás. El peligro más grande del amor, es el amor mismo pero mal enfocado. ¿Por qué? Porque cuando el amor está enfocado en ti y no en el otro (persona amada) se convierte en egoísmo que es el contrapuesto del amor. El verdadero amor sólo adquiere sentido cuando se ejerce en el otro, no en uno mismo. El amor se empieza actuando de cara al prójimo y entonces, sólo entonces, se obtienen resultados positivos de regreso a nuestra persona. ¡Saber esto es importantísimo¡
Frase clave: El amor es generoso
Está 100% ligado a la verdad y al bien. En la persona amada vemos la representación más fiel de la verdad, claro, si es que hemos emprendido la búsqueda de la misma (solo se ama lo que se conoce). Así , sabemos que junto a ella nos acercaremos cada vez más al bien último. Es muy sencillo, quien te ama de verdad te llevará a realizar acciones correctas y buenas. El que ama busca el bien de la persona amada.
Frase clave: El amor es bondad (tiende al bien)
Te convierte en héroe. ¿En héroe? Así es. Quien ama de verdad lo demuestra con actos mucho más allá de lo ordinario. Por la persona amada, somos capaces de realizar todo aquello que usualmente no nos atrevemos a hacer. Lo imposible de repente nos resulta posible y nos creemos capaces de combatir al mundo entero y todos sus males con tal de triunfar por nuestra causa. Qué padre es que alguien haga por ti lo que no haría por nadie más simplemente porque te ama.
Frase clave: El amor es heróico
Duele. ¿Quéeeee? ¿Cómo de que el amor duele? En efecto. Quien ama con todo su corazón renuncia a sí mismo y se sacrifica en pos del ser amado y esto no siempre es placentero, pero es lo correcto. Cuando te está costando enormidades dejar de ver la película que tú prefieres en el cine y finalmente cedes la elección a tu pareja, es una muestra de que la acción que estás realizando es amor verdadero. ¿Por qué? Acuérdate de la regla número uno, la decisión está centrada en el prójimo, no en ti. Renunciar a ti mismo siempre duele al principio pero resulta en una satisfacción superior al final.
Frase clave: Amar hasta que duela (¿Ahora entiendes esta frase tan famosa?)
Se demuestra. La única manera de manifestar el amor a una persona es por medio de acciones concretas. De nada te sirve saber toda la teoría si no eres capaz de aplicarla. El amor no se puede ver precisamente porque se expresa como verbo y como tal sólo se pude actuar. En pocas palabras, si amas a alguien ¡Demuéstraselo!
Frase clave: A amar, se aprende amando.
La próxima vez que te hablen de amor, ya sea en la televisión, en el cine o en cualquier otro medio, incluso en tu misma relación de noviazgo, trata de identificar las características antes mencionadas para saber si se trata de amor verdadero o superficial.
No te dejes engañar tan fácilmente. Recuerda que en el amor la regla número uno y la más importante es la que te incita a mirar al otro antes que a ti mismo. Lo sé, lo sé… no es nada fácil. Pero el que ama de verdad es capaz de convertirse en héroe venciendo la adversidad.
Acuérdate, ¡ama y haz lo que quieras!
La religión católica en España
Es necesario purificar nuestra religión católica a la luz de los Evangelios, de los Hechos de los Apóstoles y de las Cartas Apostólicas
La religión son creencias y sentimientos que las personas humanas tienen sobre la existencia y dependencia de un Ser Superior, llamado Dios, que ha creado el universo, nos gobierna misteriosamente y providencialmente, y al que le rendimos de culto de adoración y le pedimos y le damos gracias por los beneficios concedidos. Según la filosofía platónica-agustiniana estas creencias y sentimientos religiosos son percibidos por la inteligencia del ser humano mediante una iluminación especial de Dios. Según la filosofía aristotélica-tomista, son percibidos por la vía de la deducción lógica de que no hay efecto sin causa, siendo Dios la causa causarum.
Históricamente, la religión es tan antigua como hombre, manifestándose de diversas formas, desde el fetichismo de los hombres salvajes, al culto a Osiris en Egipto, al de Marduk en Babilonia hasta al animismo, hinduismo, budismo, sintoísmo, judaísmo, cristianismo e islamismo, de tal manera, que podemos definir al hombre como un animal racional, político y religioso. No conocemos pueblo que no haya tenido su religión. Los ciudadanos religiosos fueron ayer, son hoy y serán mañana, miles de millones extendidos por todas las naciones de este mundo.
El célebre filósofo Kant manifiesta que el ser humano necesita a Dios y a la religión para sostenerse moralmente en este mundo. La filosofía existencialista afirma que nacemos para morir y ser nada, lo que genera angustia humana, porque el ser humano ansía vivir más allá de la muerte. La religión cristiana nos enseña que nacemos para vivir una vida eterna más allá de nuestra muerte en el reino de Dios o de los Cielos conforme a las palabras de Jesús de Nazaret.
A lo largo de la historia, la religión cristiana católica ha sido el alma de la formación y la unidad de la nación española y de nuestras glorias literarias y artísticas, la archivadora de nuestros documentos, la fundadora de nuestras escuelas y universidades, el artífice de nuestros monumentos, la unión de los pueblos hispanos, la promotora de la lengua castellana y cultura españolas y la inspiradora de la primera constitución democrática española.
Hoy día, la religión cristiana católica sigue siendo la mayoritaria de los ciudadanos españoles, a pesar del Estado laico de la actual Constitución, del laicismo y del anticlericalismo reinante de ciertos partidos políticos, fuerzas sociales, medios de comunicación y grupos de presión. Sin embargo, aprecian, admiran y aman a Jesús de Nazaret y a su mensaje evangélico de filiación divina, de fraternidad humana, de vida eterna y de odio a la hipocresía y a la injusticia.
Es necesario purificar nuestra religión católica a la luz de los Evangelios, de los Hechos de los Apóstoles y de las Cartas Apostólicas. Los cristianos y los clérigos debemos orar en secreto a Dios en la Iglesia, en nuestra casa, en la calle y en el trabajo de cada día, compartir el dolor y sufrimiento humano con los demás, luchar contra la injusticia, ayudar materialmente y socialmente a los necesitados y abrirnos más a la vida imitando a Jesús de Nazaret que predicó el reino de Dios de vida eterna, curó a enfermos, resucitó a muertos, criticó la hipocresía de los fariseos, letrados y sacerdotes judíos y vino a este mundo para que tengamos vida abundante.
El Papa: rechazar el pecado, pedir con fuerza la gracia de la conversión
AP/Associated Press/East News
La conversión implica el desapego del pecado y de la mundanidad, y su objetivo final, es la comunión y amistad con Dios. Lo explica el Papa en el Ángelus
Como cada domingo el Papa Francisco se asomó a la ventana del Palacio Apostólico para rezar junto con los fieles presentes en la plaza de San Pedro la oración mariana del Ángelus dominical. En este segundo domingo de Adviento, reflexionó sobre la figura y la obra de Juan el Bautista quien “señaló a sus contemporáneos un itinerario de fe similar al que el Adviento nos propone a nosotros”: este itinerario de fe – afirmó el Pontífice – es un itinerario de conversión.
La conversión implica el desapego del pecado y de la mundanidad
Tal como enseñaba el Bautista, que en el desierto de Judea proclamaba “un bautismo de conversión para perdón de los pecados”, convertirse, explicó Francisco “significa pasardel mal al bien, del pecado al amor de Dios”, tanto en la vida moral como espiritual. En aquel entonces, “recibir el bautismo era un signo externo y visible de la conversión” de quienes escuchaban la predicación del Bautista y “decidían hacer penitencia”. Sin embargo, el bautismo “era inútil sin la voluntad de arrepentirse y cambiar de vida”.
“La conversión implica el dolor de los pecados cometidos, el deseo de liberarse de ellos, el propósito de excluirlos para siempre de la propia vida. Para excluir el pecado, hay que rechazar también todo lo que está relacionado con él: la mentalidad mundana, el apego excesivo a las comodidades, el apego excesivo al placer, al bienestar, a las riquezas.”
Juan el Bautista, un hombre austero, que renuncia a lo superfluo y busca lo esencial”, señaló Francisco, “es el ejemplo de este desapego del pecado y de la mundanidad”.
El objetivo de la comunión y amistad con Dios
Pero el Papa también habló del “otro aspecto” de la conversión, que es «el final del camino» constituido por “la búsqueda de Dios y de su reino”:
“El abandono de las comodidades y la mentalidad mundana no son un fin en sí mismo, no es ascetismo sólo para hacer penitencia: el cristiano no hace de faquir. Es otra cosa. El desapego no es un fin en sí mismo.sino que tienen como objetivo lograr algo más grande, es decir, el reino de Dios, la comunión con Dios, la amistad con Dios.”
Este objetivo “no es fácil”, añadió el Santo Padre, “porque son muchas las ataduras que nos mantienen cerca del pecado: inconstancia, desánimo, malicia, mal ambiente y malos ejemplos”. A veces – continuó – el impulso que sentimos hacia el Señor es demasiado débil y parece casi como si Dios callara; nos parecen lejanas e irreales sus promesas de consolación, como la imagen del pastor diligente y solícito, que resuena hoy en la lectura de Isaías. Es entonces cuando se siente la “tentación” de decir que es “imposible convertirse de verdad”: ese desánimo, dijo el Papa, «es arena movediza de una existencia mediocre».
Una “gracia” que hay que pedir con fuerza
“¿Qué podemos hacer en estos casos?”, preguntó el Papa Francisco. “En primer lugar, recordar que la conversión es una gracia», afirmó, y, como «nadie puede convertirse con sus propias fuerzas» «hay que pedirle a Dios con fuerza que nos convierta».
“Nos convertimos verdaderamente en la medida en que nos abrimos a la belleza, la bondad, la ternura de Dios.”
Al concluir su reflexión, el Sumo Pontífice oró para que María Santísima, a quien pasado mañana celebraremos como la Inmaculada Concepción, “nos ayude a desprendernos cada vez más del pecado y de la mundanidad, para abrirnos a Dios, a su palabra, a su amor que regenera y salva”.
Ninguna pandemia ni crisis puede apagar la luz de Dios
Tras el rezo mariano, el Pontífice pidió que, en estos días, en los que en tantos hogares se preparan el árbol de Navidad y el pesebre “para la alegría de chicos y grandes”, vayamos más allá de estos “signos de esperanza”, es decir, a su significado: a Jesús, el amor de Dios que Él nos reveló y a la bondad infinita que hizo resplandecer en el mundo.
“No hay ninguna pandemia, ninguna crisis que pueda apagar esta luz. Dejémosla entrar en nuestros corazones, y tendamos la mano a los más necesitados. Así Dios nacerá de nuevo en nosotros y entre nosotros.”
Preces
En el gozo del domingo dirijamos nuestra oración a Dios, que está atento a las necesidades de los hombres:
R/MEn ti está nuestra salvación.
Príncipe de la Paz, que vienes para cargar sobre tus espaldas nuestros pecados y debilidades,
– ayúdanos a pasar del odio al amor y de la injuria al perdón.MR/
Enviado del Padre para anunciar la liberación a los cautivos,
– haz que tu Iglesia sea signo de lucha contra la injusticia y a favor de la dignidad de la persona.MR/
Amigo de los pobres, que te acercas a todos los que sufren,
– haz que en la Eucaristía de este domingo sintamos hambre de ser mejores.MR/
Intenciones libres
Padre nuestro…
Oración
Dios todopoderoso, rico en misericordia, no permitas que, cuando salimos animosos al encuentro de tu Hijo, lo impidan los afanes terrenales, para que, aprendiendo la sabiduría celestial, podamos participar plenamente de su vida. Por nuestro Señor Jesucristo.