Cultivar la paz en mi alrededor, porque te acercas Tú que eres el príncipe de la paz
- 10 Diciembre 2020
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Memoria Litúrgica, 10 de diciembre
Virgen y Mártir
Martirologio Romano: En Mérida, de Lusitania (hoy España), santa Eulalia, virgen y mártir, que, según se dice, siendo aún joven no dudó en ofrecer su vida por confesar a Cristo († c. 304).
Etimológicamente: Eulalia = “la que habla bien”. Viene de la lengua griega.
Breve Biografía
Nos encontramos en Mérida, Extremadura en el año 300. En primer lugar, hay que decir que hay dos Eulalias: la de Mérida y la de Barcelona.
La vida de estas dos mártires se relatan en los poemas de nuestro compatriota Prudencio (+415).
Dice:"Nuca estuvo una criatura humana dotada de tanta gracia y atractivo. A pesar de los 12 inviernos y trece primaveras que tenía, nunca permitió que se le hablara de lecho nupcial, pues su cuerpo pertenecía a Cristo"..
Vivía con este convencimiento. No soñaba lo que le aguardaba en puro corazón y mente esclarecida.
Por aquel tiempo se desencadenó la persecución de Diocleciano. Ya estamos en lo mismo, pero al mismo tiempo interesante y novedoso por ver la reacción de esta chica de Mérida y de tantos otros cristianos.
Ella, no solamente no le tenía miedo a la muerte, sino que incluso deseaba ser mártir por amor a Cristo. Desde luego, la admiración cuando se estudia todo esto a tantos siglos de distancia, es extraordinaria.
Los padres querían impedir a toda costa que muriese. Para ello, la encerraron en un castillo. El único que podía verla era el sacerdote Félix y la ama de llaves.
El gobernador romano tenía la orden de que todo aquel cristiano que no quemase incienso a los dioses, iría derecho a la muerte.
Eulalia convenció al ama de llaves para que le dejara salir. Salieron las dos juntas ante el gobernador. Le reprocharon su crueldad. En seguida mandó martirizar primero a Julia, la empleada, y a continuación a Eulalia.
El juez pagano mandó que la destrozaran golpeándola con varillas de hierro y que sobre sus heridas colocaran antorchas encendidas. La hermosa cabellera de Eulalia se incendió y la jovencita murió quemada y ahogada por el humo.
Dice el poeta Prudencio que al morir la santa, la gente vio una blanquísima paloma que volaba hacia el cielo, y que los verdugos salieron huyendo, llenos de pavor y de remordimiento por haber matado a una criatura inocente. La nieve cubrió el cadáver y el suelo de los alrededores, hasta que varios días después llegaron unos cristianos y le dieron honrosa sepultura al cuerpo de la joven mártir. Allí en el sitio de su sepultura se levantó un templo de honor de Santa Eulalia, y dice el poeta que él mismo vio que a ese templo llegaban muchos peregrinos a orar ante los restos de tan valiente joven y a conseguir por medio de ella muy notables favores de Dios.
Con el tiempo se convirtió en una de las santas españolas más venerada.
¡Felicidades a quien lleve este nombre!
Prepararnos con paz y humildad
Santo Evangelio según san Mateo 11, 11-15. Jueves II de Adviento
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Gracias, Dios mío, por el don de la oración en la que me puedo poner en contacto directo contigo. Para ello necesito que aumentes mi fe, mi esperanza y mi amor. A pesar de mis debilidades y pecados me presento ante ti necesitado de tu amor. Acudo a ti, pues sé que Tú nunca me fallas, ni me engañas: Tú me amas por lo que soy y no por lo que tengo o hago. Yo también quiero amarte, pero necesito me ayudes. Enséñame a orar, Señor.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 11, 11-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Yo les aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista. Sin embargo, el más pequeño en el Reino de los cielos, es todavía más grande que él.
Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los cielos exige esfuerzo, y los esforzados lo conquistarán. Porque todos los profetas y la ley profetizaron, hasta Juan; y si quieren creerlo, él es Elías, el que habrá de venir. El que tenga oídos que oiga».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hoy escucho la alabanza que haces de Juan, el Bautista, quien fue tu precursor. La liturgia me presenta este pasaje como recuerdo que tu venida ya está cerca. ¡La navidad ya está a las puertas! Por ello, me invita a seguir preparándome de la mejor manera para recibirte en mi corazón.
Paz y humildad podrían ser dos virtudes a ejercitar en estos últimos días. Paz para contrarrestar la violencia que sufre tu Reino, las guerras, los abusos, los ultrajes, las ofensas. Cultivar la paz en mi alrededor, porque te acercas Tú que eres el príncipe de la paz.
Humildad porque el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que Juan, el Bautista. La pequeñez de quien busca servir, ayudar a los demás. Sencillez para reconocer mis límites y agradecer mis cualidades. Humildad para vivir en la verdad, sin pactar con la mentira, el engaño o la doble cara.
Ayúdame, Señor, a poner, en estos días, estas dos virtudes como medios de preparación para tu nacimiento. Dame la gracia de prepararte en mi alma un buen lugar para tu descanso.
«Los santos logran cambios gracias a la mansedumbre del corazón. Con ella comprendemos la grandeza de Dios y lo adoramos con sinceridad; y además es la actitud del que no tiene nada que perder, porque su única riqueza es Dios. Las bienaventuranzas son de alguna manera el carné de identidad del cristiano, que lo identifica como seguidor de Jesús. Estamos llamados a ser bienaventurados, seguidores de Jesús, afrontando los dolores y angustias de nuestra época con el espíritu y el amor de Jesús. Así, podríamos señalar nuevas situaciones para vivirlas con el espíritu renovado y siempre actual». (Homilía de S.S. Francisco, 1 de noviembre de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Procuraré hoy evitar las discusiones y con humildad diré la verdad en todo momento.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Manifestaciones de violencia psicológica
Síntomas para reconocerse víctima de violencia doméstica
a) Abuso verbal: Rebajar, insultar, ridiculizar, humillar, utilizar juegos mentales e ironías para confundir, etc.
b) Intimidación: Asustar con miradas, gestos o gritos. Arrojar objetos o destrozar la propiedad.
c) Amenazas: De herir, matar, suicidarse, llevarse a los niños.
d) Abuso económico: Control abusivo de finanzas, recompensas o castigos monetarios, impedirle trabajar aunque sea necesario para el sostén de la familia, etc.
e) Abuso sexual: Imposición del uso de anticonceptivos, presiones para abortar, menosprecio sexual, imposición de relaciones sexuales contra la propia voluntad o contrarias a la naturaleza.
f) Aislamiento: Control abusivo de la vida del otro, mediante vigilancia de sus actos y movimientos, escucha de sus conversaciones, impedimento de cultivar amistades, etc.
g) Desprecio: Tratar al otro como inferior, tomar las decisiones importantes sin consultar al otro.
Síntomas para reconocerse víctima de violencia doméstica:
a) ¿Has llorado hasta dormirte por haber sido golpeada o insultada por tu esposo?
b) ¿Has ocultado heridas o hematomas quedándote en casa, o poniéndote lentes oscuras?
c) ¿Te has dicho a ti misma: "Esta situación va a mejorar, debo tener paciencia"? No te engañes. Con esa actitud sumisa alientas al abusador a que continúe igual o peor.
Violencia doméstica y divorcio:
Existe una violencia frecuente en las familias de divorciados: Utilizar a los hijos como campo de batalla para dirimir sus odios, resentimientos o incapacidad de dialogar como adultos. Se abusa de los hijos cuando uno de los padres les habla mal del otro o cuando les obligan a llevar mensajes de frustración y culpabilidad entre sus padres. Con eso todos se hacen daño, pero el más afectado suele ser el mensajero.
Nota: Este último párrafo se inspira en el libro "Apuntes de vida y fe" del Dr. Jesús Arina, Miami, Florida.
Cardenal Cantalamessa: Una predicación centrada en el Kerygma
El fraile capuchino que es predicador de la Casa Papal desde 1980.
Un rostro conocido por su sencillez de fraile, que durante 40 años predica al Papa y a la Curia Romana. Llamado a esta misión por San Juan Pablo II, fue reconfirmado por Benedicto XVI y luego por el Papa Francisco. Ha escrito libros y, en el pasado, mantuvo una columna en RAI Uno, sin perder nunca ese rasgo sereno y humilde y ese vínculo tan fuerte con la Orden de Frailes Menores Capuchinos a la que pertenece.
Desde el año 2009, cuando no se dedica a la predicación en la Casa Pontificia y en otras partes del mundo, vive en la Ermita del Amor Misericordioso en Cittaducale, en la provincia italiana de Rieti, prestando su servicio sacerdotal a una pequeña comunidad de monjas de clausura. En la entrevista explica por qué pidió ser dispensado de la ordenación episcopal prescrita por el derecho canónico para quienes reciben la púrpura cardenalicia y por su vínculo con San Francisco, que ha marcado el sentido profundo de su misión.
Como predicador de la Casa Pontificia, desde 1980, ha realizado meditaciones cada año para el Papa y la Curia Romana en los momentos fuertes del año litúrgico. Ante la pregunta de qué se siente al predicarle al Santo Padre y dónde encuentras la inspiración para sus meditaciones, respondió:
“En realidad los papeles, en este caso, están invertidos. Es el Papa quien predica al predicador y al resto de la Iglesia. A veces, cuando Juan Pablo II me daba las gracias después de la predicación, le decía que el verdadero sermón era el que él me daba a mí y a toda la Iglesia. ¡Un Papa que cada viernes a las 9 de la mañana, en Adviento y en Cuaresma, encuentra tiempo para ir a escuchar la predicación de un simple sacerdote de la Iglesia!”.
También nos dijo que desde el principio, fresco de la experiencia del bautismo en el Espíritu, fue persuadido de que lo que más se necesita, en el centro como en el resto de la Iglesia, no es una proclamación moral o moralista sobre vicios y virtudes, o vibrantes denuncias del mundo contemporáneo, como se hizo durante siglos antes del Concilio Vaticano II. Sino que lo que se necesita en cambio es una predicación kerigmática que anuncie, y haga casi respirar, el señorío de Cristo.
“Tuve la alegría de encontrar una confirmación mucho más autorizada en este sentido en lo que el Papa Francisco escribió en Evangelii gaudium sobre el Kerygma, a saber, que debe estar al principio, en medio y al final de toda proclamación cristiana”.
Teniendo en cuenta que está particularmente apegado a la experiencia de la Renovación en el Espíritu, le hemos preguntado, a su juicio, qué papel juegan los movimientos en la Iglesia de hoy, especialmente en el camino ecuménico:
“Lo que he hecho en mi ministerio ecuménico ha sucedido, en parte, gracias a mi oficio de predicador pontificio, pero más aún, creo, a la experiencia del Espíritu Santo y del nuevo Pentecostés que los cristianos han hecho juntos en las distintas Iglesias. Para nosotros los católicos éste fue un fruto del Vaticano II que San Juan XXIII concibió como la ocasión de un nuevo Pentecostés para la Iglesia.
En 1977, después de mucha resistencia, me rendí y durante una estancia en los Estados Unidos recibí lo que – con las palabras de Jesús en Hechos 1, 5 – se llama ‘el bautismo en el Espíritu’”.
Y explicó que fue la mayor gracia de su vida, después del bautismo, la profesión religiosa y la ordenación sacerdotal. “Una gracia que ha renovado y vigorizado todas las gracias anteriores y que yo recomendaría hacer a todos, cada uno en la forma y según la ocasión que el Espíritu les ofrezca. El Papa Francisco no deja pasar la ocasión de recordárnoslo: una verdadera renovación de la vida cristiana y de la Iglesia sólo puede tener lugar ‘en el Espíritu Santo’".
Por otra parte nos dice también que “la misma unidad de los cristianos es obra suya”. Lo que impulsa a los creyentes de las distintas denominaciones cristianas a superar las barreras creadas por siglos de oposición es lo mismo que, en un principio, empujó a la Iglesia apostólica a abrirse primero a los "judíos observantes de todas las naciones" (el día de Pentecostés) y después a los propios paganos (en la casa del centurión Cornelio). Viendo que Dios concede su Espíritu – a menudo con las mismas manifestaciones y fenómenos externos idénticos – a personas ajenas a la Iglesia Católica, yo también me vi obligado a concluir como Pedro en el caso de Cornelio: "Si, pues, Dios les ha dado el mismo don que a nosotros, por creer en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para interponerse en el camino de Dios?". Y añadió que sabe con certeza “que la misma constancia es la que ha llevado a más de un protestante y pentecostal a cambiar su actitud hacia los católicos. Hablo de la Renovación Carismática, pero todos los movimientos eclesiales, me parece, están yendo por este camino”.
Dispensado de la ordenación episcopal
Al pedirle que explique el significado de su petición de ser dispensado de la ordenación episcopal prescrita por el derecho canónico para aquellos que reciben la púrpura cardenalicia, nos dijo:
“Ser consagrados obispos no es un título honorífico, es una misión. De obispos uno se llega a ser pastores y a mi edad, 86 años, no habría podido ser pastor de una parte del pueblo, por lo que preferí pedir al Santo Padre la dispensa, también porque así puedo seguir siendo un fraile capuchino a todos los efectos, algo que con la ordenación episcopal me hubiera sido arrebatado. Esto no es nada nuevo, otros, tanto durante el pontificado de Juan Pablo II como de Benedicto XVI y del Papa Francisco, lo hicieron”.
El Papa, en el Consistorio en el fueron creados cardenales, les recordó que si sentirán que dejan de ser pastor cercano al pueblo y sólo "eminencia", estarán "fuera del camino", exhortándolos a seguir el camino de Jesús, el camino del "Siervo del Señor". A la pregunta de cómo resuenan en él estas palabras afirmó:
“En mi corazón resuenan con fuerza y son plenamente compartidas, por lo que estoy muy contento de continuar mi misión como Predicador Apostólico y de ir por allí llevando la Buena Nueva, hasta que mi salud me permita ‘servir’ como lo he hecho durante cuarenta años”.
Considerando que en el Consistorio llevaba el tradicional hábito marrón de fraile capuchino, le preguntamos cuán importante es esa pertenencia en la historia de su vocación, a lo que respondió: “Cuando tenía doce años escuché el llamado del Señor y con tal claridad que nunca pude dudar de él en el resto de mi vida. Siempre lo he considerado un especial e inmerecido regalo de Cristo, por el que sólo puedo dar gracias. Me ha sucedido, a veces, hablar de ello en retiros a jóvenes, para ayudarlos a descubrir los signos de una vocación, o a personas consagradas para animarlas a redescubrir, bajo todos los acontecimientos de su vida, esa semilla de la que todo ha florecido y encontrar en ella la fuerza para un nuevo comienzo”.
“Después de 60 años de vida consagrada franciscana, dejar el hábito por la púrpura me pareció casi negar los valores particulares de mi Padre San Francisco y perder mi identidad. Con su benévola concesión, el Papa Francisco me hizo un gran regalo, permitiéndome llegar a la muerte con mi sayo y siendo un fraile capuchino”.
El deporte y el Magisterio de la Iglesia
El Padre Kevin Lixey, responsable de la oficina
El Deporte y el Magisterio de la Iglesia
La copa mundial de fútbol o las finales, nos recuerda y pone en evidencia una vez más la grande relevancia que el deporte tiene, para bien o para mal, en la sociedad actual. Mientras en un país un periódico trata del ultimo escándalo de fútbol, el periódico de otro país habla de cómo se está usando la religión para atraer más gente a los estadios. En todo caso, sea en el ámbito juvenil, sea en el profesional, el deporte es un fenómeno dominante en nuestra sociedad.
Cuando no hay un juego “en vivo” estarán los comentarios que llenan la radio, la televisión y los periódicos. Se dice que en Italia “el fútbol hablado” es más seguido que el mismo fútbol profesional. Se habla tanto de lo que dice el jugador tal, o el entrenador “x”, o “fulano de tal” sobre el último partido…pero rara vez escuchamos qué han dicho los Papas sobre el tema. De hecho ¡Qué dice la Iglesia sobre el deporte? Pablo VI se interrogó en 1966: “¿Existe verdaderamente un dialogo entre Iglesia y deporte? ¿Qué tiene que ver la religión con esto? ¿No es el deporte por definición, extraño a la religión? La palabra ‘juego’, en cierto modo, ¿no da la idea de trivialidad, de superficialidad, de desafío a quien trabaja seriamente en la gran obra de conducir las almas a Dios, santifícalas y salvarlas?"1
Al responder a estas preguntas, el mismo Pablo VI, al contrario de esta “presunta sospecha”, afirma que: “Nosotros sentimos una gran estima por la actividad deportiva, por la diversidad de aspectos humanos que ella manifiesta, promueve, pone en juego, premia y corona."2
Por más de cien años, la Iglesia, a través de los pontificados, ha hablado al mundo deportivo, y a los deportistas. Mejor dicho, ha dirigido su palabra hacia el hombre, que practica el deporte. Las grandes ocasiones como los Olimpiadas, el mundial de fútbol, la inauguración de un nuevo estadio, o una audiencia a un equipo de deportistas con el Papa... han sido las ocasiones propicias, en las que el Vicario de Cristo ha podido dirigir su palabra a los deportistas: son mas de 200 los discursos pronunciados por los papas del ultimo siglo.
Los primeros cinco discursos vienen de San Pío X, el primer Papa en recibir en el patio de San Dámaso un grupo internacional de deportistas católicos en 1905. El Pió XI, que fue montañero en su juventud, e incluso pasó toda una noche a pie a unos 4600 metros de altura en un sendero del Monte Rosa esperando que mejorase las condiciones climáticas,3 pronunció unos 5 discursos sobre el deporte y las lecciones que enseña la montaña. Al Papa Pío XII, llamado “el amigo de los deportistas” –el primero en instalar un gimnasio en el Vaticano– podemos atribuir unos 20 discursos. Encontramos 9 discursos en Juan XXIII. Sea en ocasión de las atletas de visita, sea en ocasión de los grande eventos, Pablo VI dirigió 35 discursos. Por fin, como uno puede imaginar, el servo de Dios, Juan Pablo II, llamado el “Papa deportista”, tuvo 120 discursos a los deportistas que suman más de la mitad de todos los discursos tenidos por los papas!4
Entrando un poco en esta rica historia, compuesta por más de un siglo de discursos deportivos de los papas, quisiera delinear algunos de los rasgos que caracterizan el pensamiento de la Iglesia, que mira no solamente al deporte, pero al hombre mismo que ejerce actividades deportivas. Con esto, no pretendo dar una visión completa y exhaustiva, quisiera más bien, que esto sirva como aperitivo, que incite un vivo interés por este tesoro de enseñanzas, –infelizmente poco conocidas– sobre el deporte. Empiezo con el deporte en sí mismo, como actividad educativa y recreativa, para luego llegar al fenómeno más reciente del deporte como espectáculo y fenómeno social.
“Ahora bien, ¿Cuál es, en primer lugar, el oficio y el objetivo del ‘deporte’, sana, y cristianamente entendido, si no precisamente cultivar la dignidad y la armonía del cuerpo humano, desarrollar la salud, el vigor, la agilidad y la gracia del mismo?"5 Estas palabras del Pío XII introducen el fin básico del deporte. Seguramente, es un fin bastante conocido y realizado por tantas personas deportivas. Pero, a pesar de ser tan básico, es a la vez fácilmente descuidado en el mundo del deporte de hoy. Baste citar él titulo del libro del Barrie Houlihan, “Dying to win” (Morir para vencer) para ver cómo una distorsión del deporte, por ejemplo, la del doping, niega fundamentalmente este fin de educar y fortalecer el cuerpo hasta el punto de que algo saludable se convierte en algo dañoso y incluso mortal.
También en un mundo donde crece la obesidad y las enfermedades físicas –ambas a veces condicionadas por una vida llena de stress– hay mucho que recuperar en el mismo deporte y en la sana recreación física para que estas actividades saludables vuelvan a ser practicadas y disfrutadas en bien del cuerpo.
Pero, más allá de la salud física, ¿hay algo más que podemos encontrar en el deporte? En su discurso a un congreso italiano sobre la educación física, Pío XII delinea cuatro fines que tiene el deporte, que son: 1) un fin próximo, el de educar, desarrollar, y fortalecer el cuerpo; 2) un fin remoto, porque el deporte sirve para predisponer el cuerpo al servicio del alma y de la persona; 3) un fin mas profundo todavía– el de contribuir a la perfección del hombre; y 4) un fin ultimo, el de acercar el hombre a Dios.6
En cuanto al segundo fin, el deporte al servicio de la persona, cuerpo y alma, el mismo Papa Pío XII observa: “El deporte, adecuadamente dirigido, desarrolla el carácter, hace del hombre una persona valerosa, que pierde con generosidad y vence sin presunción; ello afina los sentidos, clarifica e ilumina la mente, y forja una voluntad de hierro para perseverar. No es solamente desarrollo físico. El deporte correctamente entendido tiene en cuenta al hombre entero.7
Siguiendo el mismo fin, Juan XXIII observa cómo “también en el deporte, pueden encontrar desarrollo las verdaderas y fuertes virtudes cristianas, que la gracia de Dios hace, luego, estables y fructuosas: en el espíritu de disciplina se aprenden y se practican la obediencia, la humildad, la renuncia: en las relaciones de equipos y de competencias, la caridad, el amor de fraternidad, el respeto reciproco, la magnanimidad, a veces también el perdón; en las firmes leyes del rendimiento físico, la castidad, la modestia, la templanza, la prudencia.8
Sin duda, este es un campo grandísimo donde la Iglesia, puede y debe a través de sus escuelas, parroquias, y asociaciones deportivas, cosechar buenos frutos. ¡Cuánto tiempo pasan los jóvenes cada semana con un entrenador deportivo, comparado con las pocas horas que pasan los jóvenes en una lección de catequesis! Hay mucha oportunidad aquí para aprovechar la potencialidad “formativa” de estas actividades deportivas.
Mas allá de las virtudes humanas, viene a la luz este fin de perfeccionar al hombre a través del deporte. Juan XXIII veía la posibilidad de que el deporte pudiera conducir el hombre hasta las perfecciones interiores, cuando notaba: “Estas competencias deportivas y los motivos que congregan e inspiran estas grandes masas de jóvenes proclaman a la faz del mundo, no solamente el honor rendido a los valores físicos y a la armonía de los miembros del cuerpo, sino también el servicio que estos valores físicos pueden y deben rendir a las más altas aspiraciones del hombre hacia la perfección y la belleza interior, hacia la emulación reciproca, serena y alegre, hacia la fraternidad universal.”9
Aquí se abre, además del nivel individual y personal, un nivel comunitario, es decir el aspecto social del deporte. De hecho, Juan XXIII ha notado y valorado “La extensión alcanzada por el deporte y la prensa deportiva ocupa un puesto de primer plano y constituye uno de los fenómenos más vivos e interesantes de la cultura contemporánea.10
En este contexto de la cultura, los padres del Concilio Vaticano II debatieron también sobre el deporte. Notando la capacidad del deporte sea a nivel individual que comunitario, en el numero 61 de Guadium et Spes se dice: “Pues con la disminución ya generalizada del tiempo de trabajo aumentan para muchos hombres las posibilidades. Empléense los descansos oportunamente para distracción del ánimo y para consolidar la salud del espíritu y del cuerpo, …con ejercicios y manifestaciones deportivas, que ayudan a conservar el equilibrio espiritual, incluso en la comunidad, y a establecer relaciones fraternas entre los hombres de todas las clases, naciones y razas.11
Después del concilio, este segundo aspecto de “establecer relaciones fraternas entre los hombres de todas las clases, naciones y razas” ha sido ampliamente desarrollado. Con su lenguaje universal, el deporte tiene la capacidad de aglomerar personas de diverso países, culturas, razas y lenguas. Pablo VI, por ejemplo, en un saludo a los atletas de la XIX Olimpiada, notaba: “Procedéis de tantos países, representáis ambientes y culturas, pero os une un idéntico ideal: vincular a todos los hombres con la amistad, la comprensión y la reciproca estima. Esto prueba que vuestra meta final es algo más elevada: la paz universal. Vuestra tarea es contribuir a que los campos de batalla se transformen en palestras y que al odio suceda el amor.12
Además de este bien de promover la comunión entre la humanidad, ¿cómo es posible que el deporte realiza el último fin mencionado por Pío XII, el de acercar el hombre a Dios? Con los papas Pablo VI y Juan Pablo II sobre todo, podemos constatar un incremento en las audiencias de los atletas con el Pontífice. En un discurso a las ciclistas del “Giro d’Italia”, Pablo VI respondía a la pregunta: ¿porqué los deportistas quieren ver el Papa? Tocando el motivo más profundo, decía: “Porque el deporte es símbolo de una realidad espiritual aunque escondida, que constituye la trama de nuestra vida.”13Luego continuaba: “La vida es un esfuerzo, la vida es una competencia, la vida es un riesgo, la vida es una carrera; la vida es una esperanza hacia la meta final, una meta que trasciende la escena de la experiencia común, y que el alma entreve y la religión nos presenta.”14
¡Qué hermosas y verdaderas son estas palabras del Papa! La vida realmente es un esfuerzo. Y el deporte nos ayuda a vivir mejor esto esfuerzo. Muchos papas han subrayado el aspecto ascético del deporte, a la luz de las palabras del San Pablo. Muchas veces, hacían referencia a la carta a Timoteo: “He competido en la noble competición, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe. Y desde ahora me aguarda la corona de la justicia” (2 Tim 4,7-8). Pero el texto por excelencia es 1 Cor 9, 24-27. Refriéndose a este pasaje del Apóstol, Pablo VI decía: “El deportista ofrece a San Pablo un argumento, que del campo físico pasa al espiritual, y que por lo tanto puede refluir desde el campo práctico de la vida vivida: ‘Todos los atletas se imponen una rigorosa abstinencia…’(1Cor9,24-27). Las cosas fuertes, las cosas grandes, las cosas bellas, las cosas perfectas son difíciles, y exigen una renuncia, un esfuerzo, un compromiso, una paciencia, un sacrifico.15
También, el Papa de los deportistas, Juan Pablo II, ha afirmado en tantas ocasiones que la practica del deporte en su sentido más noble y auténtico trae siempre a la memoria el ideal de virtudes humanas y cristianas que, no solamente contribuyen a la formación física y psíquica, sino que también inician y estimulan a la fuerza y a la grandeza espiritual.
Pero, en el Jubileo Internacional de Deporte, durante el Año de la Redención 1984, Juan Pablo II ha visto todavía algo más en este celebre pasaje del San Pablo a los Corintios (1Cor 9,24.27): “El Apóstol de las gentes, ha reconocido, por tanto, la fundamental validez del deporte, considerándolo no solamente como término de comparación para ilustrar un superior ideal ético y ascético, sino también en su intrínseca realidad de coadyuvante para la formación del hombre y de componente de su cultura y de su civilización."16
Siguiendo el ejemplo del Apóstol, Juan Pablo II no dudaba en incluir el deporte entre el conjunto de los valores humanos, pues representa un beneficio para la promoción y formación humana. Y comentando el mismo pasaje de San Pablo, añade: “Encontramos en estas palabras los elementos para delinear no solo un antropología sino una ética del deporte y también una teología, que haga resaltar todo su valor.”17
El deporte, cuando es visto y practicado en una manera no banal, es decir, cuando es practicado a la luz de estos cuatro fines numerados por Pío XII, entonces brilla su validez fundamental y todo su valor. Por eso, la perspectiva cristiana del deporte no se limita a enumerar algunos principios éticos que deben ser aplicados al deporte come si fueran algo extraño al deporte mismo. Tampoco basta introducir algún acto religioso en la práctica deportiva casi como algo forzado e incompatible con el mismo. No, la perspectiva cristiana es mucho más amplia y connatural con la esencia de las actividades deportivas y busca resaltar y vivir la verdad cristiana sobre lo que es el hombre y la sociedad.
“Aunque el deporte tiene este valor en sí mismo, estos valores –como Juan Pablo II señaló a los presidentes de la UEFA– non son garantizados...ellos deben ser purificados y renovados continuamente.”18
Por eso, durante el Jubileo del Deporte del año 2000, Juan Pablo II pidió hacer un “examen de conciencia” sobre el deporte, para que éste pudiera “responder a las exigencias de nuestro tiempo” y “superar cualquier desviación que pudiera producirse en él.”19
Dentro del horizonte de los cuatro fines de deporte, nace una programa pastoral para el mundo del deporte. Se trata a la vez de recuperar, salvaguardar, y poner en evidencia estos cuatro fines en manera tal que “el deporte esté siempre al servicio del hombre, y no el hombre al servicio del deporte.”20
En cuanto al aspecto educativo del deporte, sobre todo con los jóvenes, Juan Pablo II advirtió que la Iglesia “tiene que estar en primera fila para elaborar una pastoral adecuada a las cuestiones de los deportistas y promover un deporte con el que favorezca una vida llena de esperanza.”?”21
También el Papa Benedicto XVI ve la importancia del deporte, “disciplina que, si se practica respetando las reglas, se convierte en instrumento educativo y vehículo de importantes valores humanos y espirituales.”22 Y sobre todo, ve la necesidad de que esta actividad sea siempre iluminada por la luz de Cristo. Con ocasión de las Olimpiadas invernales en Turín, El Papa afirmó que la luz de la antorcha olímpica, para los cristianos, “remite al Verbo encarnado, luz del mundo que ilumina al hombre en todas sus dimensiones, incluida la deportiva.”23
El Santo Padre continuó diciendo: “No hay nada humano, excepto el pecado, que el Hijo de Dios, al encarnarse, no haya valorizado […] Entre las diferentes actividades humanas, está la deportiva, que también debe ser iluminada por Dios, mediante Cristo, para que los valores que expresa se purifiquen y eleven, tanto en el ámbito individual como colectivo.”24
El deporte es una grande frontera, un campo, que espera la luz de Cristo, la nueva evangelización. Precisamente, en el intento de hacer sentir la preocupación de la Santa Sede hacia el deporte, el Siervo de Dios Juan Pablo II instituyó en el año 2004, dentro del Consejo Pontificio para los Laicos, una nueva Sección bajo el nombre de “Iglesia y deporte”. Entre los objetivos, la nueva sección busca ser en la Iglesia punto de referencia para el deporte, favorecer una cultura del deporte como medio de crecimiento integral de la persona, y sensibilizar a las Iglesias locales sobre la importancia del trabajo pastoral en los ambientes deportivos.
Antes de concluir, quisiera llamar la atención acerca de un ultimo punto, que también es uno de los objetivos de la Sección “Iglesia y deporte” y que mira hacia la pastoral de los deportistas. Con el Mundial de Fútbol, hemos visto la grande atención que reciben los jugadores profesionales de fútbol de parte de los medias de comunicación. Es importante notar la insistencia con la cual Juan Pablo II ha llamada la atención a los jugadores profesionales sobre la responsabilidad que ellos tienen, sobre todo, hacia los jóvenes. Con la ocasión del Mundial en Italia en 1990, el Papa dijo estas palabras a los futbolistas: “A vosotros, (atletas) miran los deportistas de todo el mundo. ¡Sed conscientes de vuestra responsabilidad! No sólo el campeón en el estadio; también el hombre con toda su persona ha de convertirse en un modelo para millones de jóvenes que tienen necesidad de “líderes” y no de “ídolos”. Tienen necesidad de hombres que sepan comunicarles el gusto de lo arduo, el sentido de la disciplina, el valor de la honradez y la alegría del altruismo. Vuestro testimonio, coherente y generoso, puede impulsarlos a afrontar los problemas de la vida con igual empeño y entusiasmo.”25
Los deportistas tienen necesidad de un guía, de modelos para su vida, para que ellos puedan ser modelos para los jóvenes. En su homilía del Jubileo del deporte, Juan Pablo II puso a Nuestro Señor Jesucristo como este modelo. Como dice el Papa: “Él es el verdadero atleta de Dios, Cristo es el hombre ‘más fuerte’(Cf. Mc 1:7), que por nosotros afrontó y venció al ‘adversario’, Satanás, con la fuerza del Espíritu Santo, inaugurando el reino deDios.”26
Después de este breve recorrido por el último siglo de los papas, tenemos una respuesta al menos a la pregunta: “¿Qué dice los papas sobre el deporte?” Podemos también constatar que efectivamente la Iglesia tiene interes en el deporte y ha dirigido en el ultimo siglo más de una palabra hacia el mundo deportivo. La Iglesia como maestra en humanidad, muestra
su solicitud para con todos los aspectos de la vida del hombre, incluyendo el deporte. Pero esto no basta.
Sin duda, vemos el espacio cada vez más amplio que ocupa el deporte en la vida de nuestra sociedad. Al mismo tiempo, vemos tantas jóvenes que se alejan más y más de Cristo. Podemos ver también que la practica de las diversas disciplinas, sobre todo a niveles profesionales, tiende a alejarse cada vez más de los ideales originales del deporte. Considerando todo esto y las enseñanzas del Magisterio, es urgente la necesidad en la Iglesia – es decir, en cada uno de nosotros en la medida de lo posible– de bajar al campo y entrar en este “areópago” de la nueva evangelización que nos espera.
Tenemos que comenzar con el trabajo arduo pero esencial de devolver los valores fundamentales al deporte. Quizás en la historia de la humanidad jamás como hoy ha tenido el deporte tanta importancia. ¿Cómo vamos a aprovechar esta ocasión? La Iglesia, ya desde hace tiempo, está formando un equipo. Hay un entrenador excepcional –Jesucristo, hay un estrategia magnifico– el evangelio, y hay tantas almas que nos esperan... pero hace falta jugadores.... “La mies de este campo es abundante, pero los obreros son pocos...” ¿Está usted dispuesto a ser uno de los jugadores?
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Notas
sociale, “Insegnamenti” IV (1966), 204.
2 Ibíd., 205.
3 Cfr. PIUS XII, Il contributo della cultura fisica per la elevazione della Gioventù,
“Discorsi e Radiomessaggi” VII (1945), 57-58.
4 Cfr. C. MAZZA, “Lo sport alle luce del magistero della Chiesa” en Il Mondo dello
sport oggi: campo d’impegno cristiano, Editrice Vaticana 2006, 48-62. Otros libros
que recogen los textos de los padas son: G.B. Gandolfo-L. Vassallo, Lo sport
nei documenti pontifici, Brescia, ed. La Scuola, 1994; R. Feeney, The Catholic
Ideal: Exercise and Sports, Aquinas Press, 2005; y L. A. DUQUE-SALAS, El valor
humano y cristiano del Deporte según el Magisterio Pontificio, Thesis ad Doctoratum,
Pontificium Athenaeum Sanctae Crucis, Roma 1997.
5 PIO XII, Il contributo della cultura fisica per la elevazione della gioventù, “Discorsi
e Radiomessaggi” VII (1945), 57.
6 Cfr. PIO XII, Sport dinanzi alla coscienza, alla religione e alla morale, “Discorsi
e Radiomessaggi” XIV(1952), 381-390.
7 PIO XII, Sport at the service of the Spirit, “Discorsi e Radiomessagi” VII (1945),
129
8 JUAN XXIII, Rallegramenti per il Centro Sportivo Italiano, “Discorsi, Messaggi,
Colloqui” I (1959), 280.
9 JUAN XXIII, Al comitato Internazionale Olimpico, “Discorsi, Messaggi, Colloqui”
II (1960), 462.
10 JUAN XXIII, Congresso della Stampa Sportiva, “Discorsi, Messaggi, Colloqui” II
(1960), 276.
11 CONCILIO ECUMENICO VATICANO II, Constitución Pastoral Gaudium et Spes, n. 61.
12 PABLO VI, Discorso ai partecipanti ai XIX Olimpiade, 12-X-68, “Insegnamenti”
VI (1968), 520.
13 PABLO VI, Discorso ai ciclisti del Giro d’Italia, “Insegnamenti” II (1964), 894.
14 Ibid.
15 PABLO VI, Unicità e splendore del Nostro umanesimo, “Insegnamenti” VI
(1968), 783-784.
16 JUAN PABLO II, Giubileo dello sport, (IGP 2 VII,1 (1984), 1008).
17 Ibid. 1009.
18 JUAN PABLO II, Audiencia a los presidentes de la U.E.F.A., 20 Junio, 1980, Insegnamenti
di G. P. II, 1980, Vol. III, 1, p. 1786.
19 JUAN PABLO II, Homilia durante la misa del Jubileo de los deportistas, Osservatore
Romano, 3 nov 2000, p. 5.
20 Cfr. JUAN PABLO II, Jubileo del deporte, …1984.
21 GIOVANNI PAOLO II, Discorso al Convegno sullo Sport dalla CEI, “Insegnamenti
di G.P. II” XII, 2 (1989), p. 1346.
22 BENEDICTO XVI, Saludo a una delegación del Comité ejecutivo de la UEFA,
“L’Osservatore Romano”, ed it. 22 sett 2005, p. 4.
23 BENEDETTO XVI, Messaggio in occasione della XX edizione dei Giochi Olimpici
Invernali, “L’Osservatore Romano”, ed. it. 22 gennaio 2006, p. 5.
24 Ibid.
25 JUAN PABLO II, Discurso durante la bendición del estadio Olímpico en Roma,
L’Osservatore Romano, Esp. 10 de junio 1990, p. 4.
26 JUAN PABLO II, Homilía durante la misa del Jubileo de los deportistas, L’ Osservatore
Romano, 3 nov 2000, p. 7.
Los animales: ¿son sujetos de Derecho?
Hace poco planteé esta pregunta en Facebook y Twitter, aquí los resultados:
Por: Steven Neira | Fuente: El Patio de Gentiles
Para abordar el tema, vale la pena aclarar términos, que, si no, no sabemos de qué hablamos.
Derecho
Literalmente, es lo recto, lo no torcido, en cuanto conforme a la realidad, en el sentido de “adecuado” a ella, proporcionado, o como lo definía Celso, “el arte de lo bueno y de lo equitativo”[1]. En este sentido, – y en cualquier otro sentido que se le quiera atribuir al término –[2], está íntimamente relacionado con los actos humanos, es decir, que son propios de quien posee voluntad, libertad e inteligencia. El derecho de alguien substantivo, designa aquello que – lo que – es adecuado o justo en relación con esa persona, lo que le corresponde.
Animal
Referido a los animalia, al Reino Animal, y esto para evitar la argumentación animalista de que “también somos animales”, pues que ciertamente compartimos con los animales la capacidad de reproducción, nutrición y crecimiento, sin embargo, en nosotros se da la facultad del intelecto que introduce un salto cualitativo insalvable entre seres humanos y animales.
Hasta aquí de definiciones, vamos al tema en cuestión.
La obsesión sentimental por los animales
Del primer prejuicio que hay que deshacerse, es de aquél falso extremo, en el que, si no trato a los animales como personas, es porque los odio o me gusta que los maltraten, esto sencillamente es absurdo e irracional. Tanto es así, que lo que se considera en verdad un maltrato animal, es justamente que sean tratados como personas. César Millán, el famoso encantador de perros (que algo ha de saber más que nosotros sobre el tema), indica que, el humanizar a los animales ocasiona que pierdan su identidad, que se sientan frustrados, ansiosos e inseguros. Paso a transcribir textualmente lo dicho por César en una entrevista al respecto:
“No se están teniendo en cuenta las necesidades del animal. El ser humano se ha enfocado en ser profesional y no en tener familia. Por eso quieren llenar ese vacío con los animales. Pero los animales se sienten incompletos porque no son seres humanos y tienen otras necesidades físicas y psicológicas”[3]
Y esto, porque con un poco de sentido común, podemos darnos cuenta de que celebrarle el cumpleaños, pintarle las uñas, ponerle camisetitas o nombre de persona a los animales, es – y así lo afirma este experto mundialmente reconocido, y al que sería el colmo acusarlo de que odia a los animales – completamente inadecuado, más aún, es un maltrato animal. ¿Qué sucede? Que debido a la sociedad sentimentalista en la que nos encontramos, la capacidad de razonar argumentos es muchas veces nula, nos pueden los sentimientos y empezamos a actuar de formas inadecuadas bajo criterios irracionales, como es este caso. Las consecuencias son evidentes, pues tenemos personas por ahí afirmando que “mi perro es como mi hijo” o incluso en situaciones de solidaridad, prefieren mil veces ayudar a un animal de la calle, que a una persona, dándoles así una falsa seguridad de que con este acto han mejorado el mundo, han devuelto esperanza a la humanidad, y no, lo que devuelve la esperanza a la humanidad es la santidad y el amor, el amor a la Creación por supuesto, pero sobretodo el amor al prójimo, que es por quien Cristo ha derramado Su Sangre. Pero el tema religioso lo dejaré para otro momento, que después no lograré que mis lectores no creyentes me sigan hasta el final del artículo.
Con respecto a los derechos
Llegado a este punto cabe decir que, ser sujeto de derecho suele definirse como tener derechos y obligaciones jurídicas. Sujeto (sub-jectum) indica: sometido, vinculado. De aquí deriva, probablemente, el hecho de considerar, universalmente, que sujeto de derecho, en sentido propio, es solo la persona. Pues sólo la persona, en virtud de su inteligencia y voluntad, es libre o susceptible de mérito y responsabilidad. Esto, aunque no pueda ejercerlos en acto; se trata, en efecto de algo que le es propio a su naturaleza capaz de responsabilidad (por eso, lo son el niño, el demente, el enfermo, el hombre en coma, el que depende de otro, el dormido, etc.)[4]
Lo que propiamente corresponde a los animales – y a la naturaleza en general, que en ciertos países como el mío han decidido referirla en la Constitución como la Pachamama, porque para paganismos hay espacio, pero no para Dios – es ser “objetos” de Derecho si se quiere y en cierto sentido, es decir, receptores de responsabilidades jurídicas, por parte del hombre. Porque como sujetos de derecho, nosotros tenemos la obligación de preservarlos, respetarlos, cuidarlos, etc.
De modo que no es posible considerar ni a los animales ni a la naturaleza como sujetos de derecho, sencillamente porque existe en el hombre una realidad espiritual que corresponde a su intelectualidad, a su capacidad racional, aunque no todos la usen y algunos hayan renunciado a usarla para abrazar ideologías modernas. De modo que, se quiere mucho a los animales, se cuida la naturaleza y se la respeta, pero cada cosa en su lugar, que en la medida en que más damos cabida a igualitarismos absurdos, quien termina pagándola bien caro, somos nosotros mismos. Ahí tienen a Europa, que tiene una tasa de natalidad por los suelos, porque prefieren mantener mascotas – más cómodo, menos sacrificio, que se traduce en menos amor – que tener hijos.
Los derechos humanos
¿Qué dice la Iglesia de los derechos humanos? ¿Del bien común, de los deberes de la persona humana, de la integridad de la persona...?
«Cada vez se reivindica más una mayor justicia social, mayor participación en el gobierno y en la vida económica, iguales oportunidades en el campo de la educación y una justa distribución de los recursos de la nación. Los ciudadanos están tomando cada vez mayor conciencia de su propia dignidad y de sus derechos humanos» ( Ecclesia in Asia 8)
«En toda convivencia humana bien ordenada y provechosa hay que establecer como fundamento el principio de que todo hombre es persona, esto es, naturaleza dotada de inteligencia y de libre albedrío, y que, por tanto, el hombre tiene por sí mismo derechos y deberes, que dimanan inmediatamente y al mismo tiempo de su propia naturaleza. Estos derechos y deberes son, por ello, universales e inviolables y no pueden renunciarse por ningún concepto» ( Pacem in Terris 9).
«El tipo de desarrollo que la Iglesia promueve va mucho más allá de las cuestiones económicas o tecnológicas: comienza y termina con la integridad de la persona humana creada a imagen de Dios y dotada de la dignidad y los derechos humanos inalienables que Dios le dio» ( Ecclesia in Asia 33)
«En la época actual se considera que el bien común consiste principalmente en la defensa de los derechos y deberes de la persona humana. De aquí que la misión principal de los hombres de gobierno deba tender a dos cosas: de un lado, reconocer, respetar, armonizar, tutelar y promover tales derechos; de otro, facilitar a cada ciudadano el cumplimiento de sus respectivos deberes. Tutelar el campo intangible de los derechos de la persona humana y hacerle llevadero el cumplimiento de sus deberes debe ser oficio esencial de todo ser público » ( Pacem in Terris 60)