Natividad de Nuestro Señor Jesucristo

SISTER CECILIA, SUPERIORA DE LA COMUNIDAD DE MISIONERAS DE PAX VOBIS LES DESEA A USTEDES Y FAMILIA UNA FELIZ NAVIDAD.

QUE EL AMOR REINE EN SUS CORAZONES Y CON LA ESPERANZA Y ALEGRIA QUE NOS TRAE EN NUESTRAS VIDAS EL DULCE NIÑO QUE NOS NACE PARA NUESTRO BIEN DANDONOS TODO SU AMOR A CADA UNO EN COMUNION CON TODA LA COMUNIDAD DE JESUS Y AMIGOS DE PAX AL SERVICIO DE LA IGLESIA PARA EXTENDER SU REINO.

DESEANDOLES UNA SANTA Y FELIZ NAVIDAD, QUE NO PODEMOS PERDER A PESAR DE LAS PRUEBAS DE PANDEMIA Y SALUD QUE NOS

ACERCAN A LA VOLUNTAD Y AMOR DE DIOS QUE NOS NACE EN PAX.

NUESTRA GRATITUD Y RECONOCIMIENTO A SU SANTIDAD EL PAPA FRANCISCO, A SU EXCELENCIA EL SEÑOR NUNCIO NICOLA GIRASOLI, AL SEÑOR ARZOBISPO DE LIMA MONSEÑOR CARLOS CASTILLO, Y SUS DOS OBISPOS AUXILIARES: MONSEÑOR RICARDO Y GUILLERMO, Y A MONSEÑOR JUAN CARLOS VERA, OBISPO GENERAL CASTRENSE Y A MONSEÑOR CARLOS GARCIA OBISPO DE LURIN, Y A SU EMINENCIA EL SEÑOR CARDENAL PEDRO BARRETO, AMIGOS CON AMOR A PAX.

CON GRATITUD Y AMOR UNA FELIZ NAVIDAD CON JESUS.

La Natividad de Nuestro Señor Jesucristo.

Solemnidad Litúrgica, 25 de diciembre

Manifestación del Verbo de Dios a los hombres

Con la solemnidad de la Navidad, la Iglesia celebra la manifestación del Verbo de Dios a los hombres.  En efecto, éste es el sentido espiritual más importante y sugerido por la misma liturgia, que en las tres misas celebradas por todo sacerdote ofrece a nuestra meditación “el nacimiento eterno del Verbo en el seno de los esplendores del Padre (primera misa); la aparición temporal en la humildad de la carne (segunda misa); el regreso final en el último juicio (tercera misa)  (Liber Sacramentorum).

Un antiguo documento del año 354 llamado el Cronógrafo confirma la existencia en Roma de esta fiesta el 25 de diciembre, que corresponde a la celebración pagana del solsticio de invierno "Natalis solis invicti", esto es, el nacimiento del nuevo sol que, después de la noche más large del año, readquiría nuevo vigor.

Al celebrar en este día el nacimiento de quien es el verdadero Sol, la luz del mundo, que surge de la noche del paganismo, se quiso dar un significado totalmente nuevo a una tradición pagana muy sentída por el pueblo, porque coincidía con las ferias de Saturno, durante las cuales los esclavos recibían dones de sus patrones y se los invitaba a sentarse a su mesa, como libres ciudadanos. Sin embargo, con la tradición cristiana, los regalos de Navidad hacen referencia a los dones de los pastores y de los reyes magos al Niño Jesús.

En oriente se celebraba la fiesta del nacimiento de Cristo el 6 de enero, con el nombre de Epifanía, que quiere decir "manifestación", después la Iglesia oriental acogió la fecha del 25 de diciembre, práctica ya en uso en Antioquía hacia el 376, en tiempo de San Juan Crisóstomo, y en el 380 en Constantinopla. En occidente se introdujo la fiesta de la Epifanía, última del ciclo navideño, para conmemorar la revelación de la divinidad de Cristo al mundo pagano.

Los textos de la liturgia navideña, formulados en una época de reacción contra la herejía trinitaria de Arrio, subrayan con profundidad espiritual y al mismo tiempo con rigor teológico la divinidad y realeza del Niño nacido en el pesebre de Belén, para invitarnos a la adoración del insondable misterio de Dios revestido de carne humana, hijo de la purísima Virgen María.

La Luz brilla en las tinieblas

Santo Evangelio según san Juan 1, 1-18. Navidad de nuestro Señor Jesucristo

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Heme aquí, Señor, postrado mi corazón que busca tu rostro, y hoy, tu rostro de niño. Pastoreando tu rebaño, en la cotidianidad de mi día, agotado del trabajo que me has confiado, y lleno de cansancio, en la oscuridad que me ciega en las tinieblas de la noche, ayúdame a elevar la mirada y descubrir en silencio que yo he de ser tu morada. Mándame esa estrella de luz, para que guíe mi camino, y me conduzca a Jesús.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 1, 1-18

En el principio ya existía aquel que es la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. Ya en el principio él estaba con Dios. Todas las cosas vinieron a la existencia por él y sin él nada empezó de cuanto existe. Él era la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la recibieron.

Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Éste vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino testigo de la luz.

Aquel que es la Palabra era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba; el mundo había sido hecho por él y, sin embargo, el mundo no lo conoció.

Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron; pero a todos los que lo recibieron, les concedió poder llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre, los cuales no nacieron de la sangre, ni del deseo de la carne, ni por voluntad del hombre, sino que nacieron de Dios.

Y aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. Hemos visto su gloria, gloria que le corresponde como Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

Juan el bautista dio testimonio de él, clamando: "A éste me refería cuando dije: 'El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo".

De su plenitud hemos recibido todos, gracia sobre gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha revelado.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

¿Te has preguntado cómo has llegado aquí? ¿Aquí y ahora, en este lugar y no otro... coincidencias? ¿O más bien, regalos de Amor? Regalos de un amor poco comprendido. Regalos de un amor poco valorado. Regalos de un amor poco amado. Ese mismo amor que te ha dado tanto, ese mismo amor en el que habita la luz, hoy ha querido estar contigo, y por querer sentir un abrazo de tus brazos se adentró en las tinieblas, le pusieron pañales y lo llamamos Jesús.

Ahora míralo ahí... ¿qué ves? Entra en tu corazón, que si lo buscas fuera puede que siga escondido a tus ojos. Mira dentro, quizá este oscurecido por todas esas preocupaciones y miedos... no te preocupes, acércate al pesebre de tu corazón y míralo... no tengas miedo. Recuerda que cuando la oscuridad domina y no vemos claro, basta el más mínimo rayo de luz para alumbrarlo todo. Y si ves a Jesús... ahí tienes tu Luz. Aquel que es la Palabra es la luz verdadera.

¿Recuerdas el inicio del Evangelio? “En el principio ya existía Aquel que es la Palabra y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios”.

Bien... creo que ya lo ves. La luz brilla en las tinieblas de nuestras vidas, la Palabra es la luz verdadera, Dios es la Palabra (Jesús), Jesús se hizo hombre, y hoy, es un bebé. ¿Lo ves? La Palabra con “mayúsculas” hoy no sabe hablar; balbucea y se ríe; llora y duerme, pero nunca cesa de comunicar. El lenguaje de Dios no es el sonido. La Palabra de Dios se comunica de muchas maneras, pero la más eficaz, es el Amor. El Amor que parece invisible hasta que se hace caridad. El Amor por excelencia hoy lo llevas dentro, Jesús. El Amor, Dios, hoy como Palabra te habla con la mirada luminosa, con su sonrisa chimuela, con su total confianza. Hoy, Jesús te necesita más que nunca, no sabe caminar; no sabe cómo “ser humano” ... necesita de ti, necesita de tus manos, necesita de tu voz, pero, sobre todo, necesita de tu amor. No tengas miedo. El amor siempre vence.

El regalo

Oye, antes de empezar a cuidar al Niño Jesús en lo que resta de tu vida tengo una última pregunta, ¿Traes regalo? ¿No? … No seas así, piensa que Jesús no tuvo “Baby Shower,” no seas así...
Bueno, no te preocupes. Si tus manos parecen vacías y quizá tu corazón se vea aun pobre de amor, este día es para ti, pues la lógica de Dios funciona diferente a la nuestra, y es que es Él quien nos trae los regalos. Te menciono solo algunos de ellos para que los aproveches y medites en tu día.

1.- Te hizo, si quieres y lo acoges, por el bautismo, hijo de Dios. ¡Imagínate! Ni los ángeles tienen tan grande honor.
2.- En Jesús somos hijos de Dios, pero también de María. Nos regala una Madre Amorosa y Divina.
3.- Nos regala muchos hermanos y hermanas pues ahora somos todos hijos e hijas del mismo Padre.
4.- Y todos los demás regalos te toca a ti descubrirlos...

«Él nos dice hoy: “Te amo y siempre te amaré, eres precioso a mis ojos”. Dios no te ama porque piensas correctamente y te comportas bien; Él te ama y basta. Su amor es incondicional, no depende de ti. (…) Aun en nuestros pecados continúa amándonos. (…) Antes de ir en busca de Dios, dejémonos buscar por El, porque É l nos busca primero. No partamos de nuestras capacidades, sino de su gracia, porque Él es Jesús, el Salvador»

(Homilía de la Santa Misa de Nochebuena, de S.S. Francisco, 2019).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Ver al Niño Jesús en los que me rodean y ayudarlo y cuidarlo en ellos, haciendo visible en la caridad mi amor por Él.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

El Nacimiento de Jesús según lo relató la Beata Ana Catalina Emmerick

Compartimos el bello y significativo relato que ella contó sobre lo que vio del Nacimiento de nuestro Señor

A finales del siglo XVIII e inicios del XIX surgió en Alemania la famosa mística Ana Catalina Emmerick (1774-1824), quien llevó consigo los estigmas de la Pasión de Cristo y en los últimos años de vida se sustentó solamente de la Eucaristía.

Dios le concedió detalladas revelaciones místicas de la vida de Jesús, San Juan Pablo II la beatificó en 2004 y Mel Gibson se inspiró en sus visiones para realizar la película de “La Pasión”. A continuación les compartimos el bello y significativo relato que ella contó sobre lo que vio del Nacimiento de nuestro Señor:

"He visto que la luz que envolvía a la Virgen se hacía cada vez más deslumbrante, de modo que la luz de las lámparas encendidas por José no eran ya visibles. María, con su amplio vestido desceñido, estaba arrodillada con la cara vuelta hacia Oriente. Llegada la medianoche la vi arrebatada en éxtasis, suspendida en el pecho. El resplandor en torno a ella crecía por momentos. Toda la naturaleza parecía sentir una emoción de júbilo, hasta los seres inanimados. La roca de que estaban formados el suelo y el atrio parecía palpitar bajo la luz intensa que los envolvía.

Luego ya no vi más la bóveda. Una estela luminosa, que aumentaba sin cesar en claridad, iba desde María hasta lo más alto de los cielos. Allá arriba había un movimiento maravilloso de glorias celestiales, que se acercaban a la Tierra, y aparecieron con claridad seis coros de ángeles celestiales. La Virgen Santísima, levantada de la tierra en medio del éxtasis, oraba y bajaba las miradas sobre su Dios, de quien se había convertido en Madre. El Verbo eterno, débil Niño, estaba acostado en el suelo delante de María.

Vi a Nuestro Señor bajo la forma de un pequeño Niño todo luminoso, cuyo brillo eclipsaba el resplandor circundante, acostado sobre una alfombrita ante las rodillas de María. Me parecía muy pequeñito y que iba creciendo ante mis ojos; pero todo esto era la irradiación de una luz tan potente y deslumbradora que no puedo explicar cómo pude mirarla. La Virgen permaneció algún tiempo en éxtasis; luego cubrió al Niño con un paño, sin tocarlo y sin tomarlo aún en sus brazos.

Poco tiempo después vi al Niño que se movía y le oí llorar. En ese momento fue cuando María pareció volver en sí misma y, tomando al Niño, lo envolvió en el paño con que lo había cubierto y lo tuvo en sus brazos, estrechándole contra su pecho. Se sentó, ocultándose toda ella con el Niño bajo su amplio velo, y creo que le dio el pecho. Vi entonces que los ángeles, en forma humana, se hincaban delante del Niño recién nacido para adorarlo.

Cuando había transcurrido una hora desde el nacimiento del Niño Jesús, María llamó a José, que estaba aún orando con el rostro pegado a la tierra. Se acercó, lleno de júbilo, de humildad y de fervor. Sólo cuando María le pidió que apretase contra su corazón el Don Sagrado del Altísimo, se levantó José, recibió al Niño entre sus brazos, y derramando lágrimas de pura alegría, dio gracias a Dios por el Don recibido del Cielo.

María fajó al Niño: tenía sólo cuatro pañales. Más tarde vi a María y a José sentados en el suelo, uno junto al otro: no hablaban, parecían absortos en muda contemplación. Ante María, fajado como un niño común, estaba recostado Jesús recién nacido, bello y brillante como un relámpago. ‘¡Ah, decía yo, este lugar encierra la salvación del mundo entero y nadie lo sospecha!’.

He visto en muchos lugares, hasta en los más lejanos, una insólita alegría, un extraordinario movimiento en esta noche. He visto los corazones de muchos hombres de buena voluntad reanimados por un ansia, plena de alegría, y en cambio, los corazones de los perversos llenos de temores. Hasta en los animales he visto manifestarse alegría en sus movimientos y brincos. Las flores levantaban sus corolas, las plantas y los árboles tomaban nuevo vigor y verdor y esparcían sus fragancias y perfumes. He visto brotar fuentes de agua de la tierra. En el momento mismo del nacimiento de Jesús brotó una fuente abundante en la gruta de la colina del Norte.

A legua y media más o menos de la gruta de Belén, en el valle de los pastores, había una colina. En las faldas de la colina estaban las chozas de tres pastores. Al nacimiento de Jesucristo vi a estos tres pastores muy impresionados ante el aspecto de aquella noche tan maravillosa; por eso se quedaron alrededor de sus cabañas mirando a todos lados.

Entonces vieron maravillados la luz extraordinaria sobre la gruta del pesebre. Mientras los tres pastores estaban mirando hacia aquel lado del cielo, he visto descender sobre ellos una nube luminosa, dentro de la cual noté un movimiento a medida que se acercaba. Primero vi que se dibujaban formas vagas, luego rostros, y finalmente oí cantos muy armoniosos, muy alegres, cada vez más claros. Como al principio se asustaron los pastores, apareció un ángel entre ellos, que les dijo: ‘No temáis, pues vengo a anunciaros una gran alegría para todo el pueblo de Israel. Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo, el Señor. Por señal os doy ésta: encontraréis al Niño envuelto en pañales, echado en un pesebre’. Mientras el ángel decía estas palabras, el resplandor se hacía cada vez más intenso a su alrededor. Vi a cinco o siete grandes figuras de ángeles muy bellos y luminosos. Oí que alababan a Dios cantando: ‘Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad’.

Más tarde tuvieron la misma aparición los pastores que estaban junto a la torre. Unos ángeles también aparecieron a otro grupo de pastores cerca de una fuente, al Este de la torre, a unas tres leguas de Belén. Los he visto consultándose unos a otros acerca de lo que llevarían al recién nacido y preparando los regalos con toda premura. Llegaron a la gruta del pesebre al rayar el alba".

Emmanuel, el Dios con nosotros, camina a nuestro lado

El Papa Francisco ha escrito una carta al Card. Béchara Boutros, Patriarca de Antioquía.

La misiva del Obispo de Roma expresa del dolor del Papa “al ver el sufrimiento y la angustia que sofoca la ingeniosidad y la vivacidad innatas de la Tierra de los Cedros (…) es doloroso ver secuestradas todas las esperanzas más queridas de vivir en paz”.

Al mismo tiempo, el Papa se adhiere a las alegrías y a las penas que vive el pueblo libanés y afirma: “siento en lo más profundo de mi alma la gravedad de vuestras pérdidas, sobre todo cuando pienso en los numerosos jóvenes que se ven privados de toda esperanza de un futuro mejor”.

La Navidad, luz que apacigua los temores
Francisco puntualiza que la Navidad es “la luz que apacigua los temores e infunde esperanza en todos, con la certeza de que la Providencia nunca abandonará el Líbano y sabrá cómo convertir incluso este luto en bien”.

El Líbano y las Escrituras
El Papa recuerda que el Líbano es citado muchas veces en las Sagradas Escrituras utilizando diversas imágenes, “pero la imagen que nos da el salmista sobresale por encima de todas las demás: "El justo florecerá como la palmera, crecerá como el cedro del Líbano" (Salmo 91:13).

“La majestad del cedro en la Biblia es un símbolo de firmeza, estabilidad y protección. El cedro es un símbolo del hombre justo que, arraigado en el Señor, transmite belleza y bienestar e incluso en su vejez se eleva y produce frutos abundantes” subraya Francisco.

Emmanuel, el Dios con nosotros, camina a nuestro lado
El Papa invita al pueblo libanés a tener confianza en el Emmanuel, el Dios con nosotros, que “se convierte en nuestro prójimo, camina a nuestro lado. Tengan confianza en su presencia, en su fidelidad. Como el cedro, sacad de lo más profundo de vuestras raíces de convivencia para volver a ser un pueblo solidario; como el cedro, resistente a toda tormenta, aprovechad las contingencias del momento presente para redescubrir vuestra identidad (…) la identidad de un pueblo que no destruye el sueño de los que han creído en el futuro de un país hermoso y próspero”.

Llamado a los dirigentes políticos: buscar el interés público
“Hago un llamamiento, dice la carta, a los dirigentes políticos y religiosos, tomando prestado un pasaje de una carta pastoral del Patriarca Elias Hoyek: "Vosotros, jefes del país, jueces de la tierra, diputados del pueblo que viven en nombre del pueblo, (...) estáis obligados, en vuestra capacidad oficial y de acuerdo con vuestras responsabilidades, a buscar el interés público. Su tiempo no está dedicado a sus mejores intereses, y su trabajo no es para usted, sino para el Estado y la nación que representa”.

Deseos de visitar Líbano
Francisco finaliza su misiva afirmando su afecto por el “querido pueblo libanés, al que pienso visitar lo antes posible”. Igualmente, el Papa hizo un llamado a la comunidad internacional: “Ayudemos al Líbano a mantenerse al margen de los conflictos y las tensiones regionales. Ayudémosla a salir de su grave crisis y a recuperarse”.

Francisco se despide de los libaneses diciendo: “Amados hijos e hijas, en la oscuridad de la noche levanten su mirada, que la estrella de Belén sea su guía y estímulo para entrar en la lógica de Dios, para no perder el camino y para no perder la esperanza”.

El buey y el asno, junto al pesebre

Los rostros del buey y el asno nos miran esta Navidad y nos hacen una pregunta: ¿Comprendes tú la voz del Señor? ¿Volverás a casa llenos de alegría?

Benedicto XVI, cuando aún no era Papa, escribió varios textos dedicados a la Navidad en el libro Imágenes de la esperanza.

En la cueva de Greccio (Es una pequeña localidad situada en el valle de Rieti, en Umbría, no muy lejos de Roma ) se encontraban aquella Nochebuena, conforme a la indicación de san Francisco de Asis, el buey y el asno: «Quisiera evocar con todo realismo el recuerdo del niño, tal y como nació en Belén, y todas las penalidades que tuvo que soportar en su niñez. Quisiera ver con mis ojos corporales cómo yació en un pesebre y durmió sobre el heno, entre un buey y un asno».

Desde entonces, el buey y el asno forman parte de toda representación del pesebre. Pero, ¿de dónde proceden en realidad? Como es sabido, los relatos navideños del Nuevo Testamento no cuentan nada de ellos. Si tratamos de aclarar esta pregunta, tropezamos con uno hechos importantes para los usos y tradiciones navideños, y también, incluso, para la piedad navideña y pascual de la Iglesia en la liturgia y las costumbres populares.

El buey y el asno no son simplemente productos de la fantasía piadosa. Gracias a la fe de la Iglesia en la unidad del Antiguo y del Nuevo Testamento, se han convertido en acompañantes del acontecimiento navideño. De hecho, en Isaías 1,3 se dice: Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo. Israel no conoce, mi pueblo no discierne.

Los Padres de la Iglesia vieron en estas palabras una profecía referida al nuevo pueblo de Dios, la Iglesia constituida a partir de judíos y gentiles. Ante Dios, todos los hombres, judíos y gentiles, eran como bueyes y asnos, sin razón ni entendimiento. Pero el Niño del pesebre les ha abierto los ojos, para que ahora reconozcan la voz de su Dueño, la voz de su Amo.

En las representaciones navideñas medievales, sorprende continuamente cómo a ambos animales se les dan rostros casi humanos; cómo, de forma consciente y reverente, se ponen de pie y se inclinan ante el misterio del Niño. Esto era lógico, pues ambos animales eran considerados la cifra profética tras la que se esconde el misterio de la Iglesia –nuestro misterio, el de que, ante el Eterno, somos bueyes y asnos–, bueyes y asnos a los que en la Nochebuena se les abren los ojos, para que en el pesebre reconozcan a su Señor.

Pero, ¿lo reconocemos realmente? Cuando ponemos en el pesebre el buey y el asno, debe venirnos a la mente la palabra entera de Isaías, que no sólo es buena nueva –promesa de conocimiento venidero–, sino también juicio sobre la presente ceguedad. El buey y el asno conocen, pero «Israel no conoce, mi pueblo no discierne».

¿Quién es hoy el buey y el asno, quién es mi pueblo que no discierne? ¿En qué se conoce al buey y al asno, en qué a mi pueblo? ¿Por qué, de hecho, sucede que la irracionalidad conoce y la razón está ciega?
Para encontrar una respuesta, debemos regresar una vez más, con los Padres de la Iglesia, a la primera Navidad.

¿Quién no conoció? ¿Por qué fue así?

Quien no conoció fue Herodes: no sólo no entendió nada cuando le hablaron del Niño, sino que sólo quedó cegado todavía más profundamente por su ambición de poder y la manía persecutoria que le acompañaba.

Quien no conoció fue, «con él, toda Jerusalén». Quienes no conocieron fueron los hombres elegantemente vestidos, la gente refinada. Quienes no conocieron fueron los señores instruidos, los expertos bíblicos, los especialistas de la exégesis escriturística, que desde luego conocían perfectamente el pasaje bíblico correcto, pero, pese a todo, no comprendieron nada.
Quienes conocieron fueron –comparados a estas personas de renombre– bueyes y asnos: los pastores, los magos, María y José. ¿Podía ser de otro modo? En el portal, donde está el Niño Jesús, no se encuentran a gusto las gentes refinadas, sino el buey y el asno.

Ahora bien, ¿qué hay de nosotros? ¿Estamos tan alejados del portal porque somos demasiado refinados y demasiado listos? ¿No nos enredamos también en eruditas exégesis bíblicas, en pruebas de la inautenticidad o autenticidad del lugar histórico, hasta el punto de que estamos ciegos para el Niño como tal y no nos enteramos de nada de Él? ¿No estamos también demasiado en Jerusalén, en el palacio, encastillados en nosotros mismos, en nuestra arbitrariedad, en nuestro miedo a la persecución, como para poder oír por la noche la voz del ángel, e ir a adorar?
De esta manera, los rostros del buey y el asno nos miran esta noche y nos hacen una pregunta: Mi pueblo no entiende, ¿comprendes tú la voz del Señor? Cuando ponemos las familiares figuras en el nacimiento, debiéramos pedir a Dios que dé a nuestro corazón la sencillez que en el Niño descubre al Señor –como una vez San Francisco en Greccio–. Entonces podría sucedernos también –de forma muy semejante a san Lucas cuando habla sobre los pastores de la primera Nochebuena–: todos volvieron a casa llenos de alegría.

Preces

La alegría por el nacimiento del Salvador nos lleva a exclamar:

R/MSeñor, escucha nuestra oración.

Por la Iglesia, para que pueda comunicar con libertad la Buena Noticia del nacimiento de Jesucristo,

– y mostrar su rostro misericordioso a todos los hombres.MR/

Por todos los que viven tristes y sin esperanza,

– que llegue a ellos la alegría de Dios que se ha hecho uno de nosotros y da sentido a nuestras vidas.MR/

Por los países que sufren las consecuencias de la guerra,

– que puedan obtener la paz que los ángeles anunciaron a los pastores y que Jesús trae al mundo.MR/

Por todos los que luchan por un mundo más justo,

– que encuentren en el Señor que viene a traer toda justicia la razón para seguir buscándola y no les falte la fuerza que él da a quienes le aman.MR/

Intenciones libres

Padre nuestro…

Oración

Oh Dios, que estableciste admirablemente la dignidad del hombre y la restauraste de modo aún más admirable, concédenos compartir la divinidad de aquel que se dignó participar de la condición humana. Por nuestro Señor Jesucristo.

Hermanos, Dios ha nacido
sobre un pesebre. Aleluya.
Hermanos, cantad conmigo:
«Gloria a Dios en las alturas».

Desde su cielo ha traído
mil alas hasta su cuna.
Hermanos, cantad conmigo:
«Gloria a Dios en las alturas».

Hoy mueren todos los odios
y renacen las ternuras.
Hermanos, cantad conmigo:
«Gloria a Dios en las alturas».

El corazón más perdido
ya sabe que alguien le busca.
Hermanos, cantad conmigo:
«Gloria a Dios en las alturas».

El cielo ya no está solo
la tierra ya no está a oscuras.
Hermanos, cantad conmigo:
«Gloria a Dios en las alturas».
Amén.

¿Cómo se tomaron los ángeles que Dios se hiciera hombre?

La Encarnación produjo un auténtico terremoto en el mundo espiritual

El Salvador, el Hijo de Dios, encarnado en una joven virgen, nacido en una gruta en Belén, envuelto en pañales, trae una luz y un esplendor que hace admirar a toda la creación, visible e invisible.

Benedicto XVI dijo que “en el humilde pesebre de la gruta de Belén está ya este esplendor cósmico: aquí ha venido entre nosotros el verdadero primogénito del universo”.

Ante este hecho que comporta estas dimensiones cósmicas, universales, los ángeles tienen un papel muy activo que quisiera presentarte para que tu alegría sea una alegría que compartas con tu buen ángel de la guarda, y así, juntos: tú y y tu ángel, se alegren porque viene un Salvador.

Motivo de rebelión

El libro del Apocalipsis nos ayuda a comprender estas implicaciones. En su capítulo 12, 8-9 se presenta de un lado la Mujer que tiene dolores de parto y, de otro lado están el dragón y sus secuaces que dirigen su odio contra esta Mujer y su Hijo.

La Tradición de la Iglesia ha visto que el motivo de este odio y rechazo, de esta rebeldía por parte de algunos de los ángeles, ha sido precisamente el de Jesús hecho hombre.

San Cirilo de Jerusalén expresó en el Concilio de Efeso que es por Maria, Madre de Dios, por quien los ángeles y arcángeles cantan con júbilo; y los demonios son puestos en fuga; por ti, dice Cirilo, refiriéndose a la Madre del Salvador, cayó del cielo el diablo tentador.

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Las indicaciones del Apocalipsis

Igual idea se expresa en el Diccionario de Espiritualidad de François Vanderbroucke al comentar sobre el mismo texto del Apocalipsis antes mencionado, que si bien es cierto que el autor del pasaje referido “no indica precisamente el motivo de la rebeldía, pero el contexto sugiere que el niño, el Hijo, objeto del odio del dragón, no es ajeno al asunto”.

De acuerdo a lo anterior, la Encarnación del Hijo de Dios es un misterio que afectó y produjo consecuencias en el mundo angélico: el demonio y sus secuaces se rebelaron contra el Hijo de Dios y su Madre; los santos ángeles por el contrario acogieron al Niño y a Su Madre.

Los unos se rebelan, mientras que los otros, los santos ángeles, le sirven y se hacen mensajeros de su designio de salvación; y este servicio se enmarca desde la Encarnación hasta la Ascención (cfr. Catecismo nn. 331 y 333).

Misiones convergentes

En este mismo sentido Juan Pablo II afirmó:

“El Nuevo Testamento puso de relieve las tareas de los Ángeles respecto a la misión de Cristo como Mesías y, ante todo, con relación al misterio de la Encarnación” (Audiencia del 30 de julio de 1986).

Así, este Niño es señal de contradicción en el mundo de los ángeles y lo será a partir de entonces en el mundo de los hombres.

Pero ahí no paran las consecuencias que este gran misterio de la fe católica.

Los santos ángeles se asombran al ver a Su Dios y Señor hecho hombre, tomando la condición de un mortal, y según Orígenes, uno de los Padres de la Iglesia, los ángeles se dicen entre sí:

“Si él ha descendido a un cuerpo, si ha revestido una carne mortal, no podemos quedarnos sin hacer nada. ¡Vamos, ángeles, descendamos todos del cielo! Y fue así como había una multitud de la milicia celestial que alababa y glorificaba a Dios cuando nació Cristo. Todo está lleno de ángeles”.

Así los ángeles fieles desean imitar a su Señor hecho hombre y también descienden a servir a los hombres y ponerse al servicio de la salvación.

Todo esto hizo tu buen ángel de la guarda: luchó por el Niño y Su Madre y ahora, queriendo imitar a ese Niño se pone a servirte a ti.

¿Sentimientos, los ángeles?

Y con este nacimiento del Hijo de Dios surgen, se manifiestan, los “sentimientos” de los ángeles.

Decíamos en párrafos anteriores que la Mujer y el Niño suscitan sentimientos de odio en los demonios o ángeles caídos, mientras que los santos ángeles se alegran: “Os anuncio una gran alegría”, dicen los Ángeles a los pastores (Lc. 2,10);, el Arcángel San Gabriel le dice a Nuestra Señora: “Alégrate María” (Lc. 1,30).

La Encarnación del Hijo de Dios despierta sentimientos en los ángeles: odio, alegría.

«Envidia»

Vale decir que sobre este tema de los sentimientos de los ángeles hay santos que mencionan otros; así por ejemplo santa Teresita del Niño Jesús desarrolla en poesías y escritos el tema de la “envidia” que sienten los ángeles”.

Esta “santa envidia” de los ángeles la explica en una de sus poesías que escribe a santa Cecilia; un Serafín dice:

“Yo me abismo en mi Dios, contemplo Sus encantos, / mas no puedo por Él ni sufrir ni inmolarme; / pese a mi gran amor, por Él morir no puedo, ni siquiera llorar o dar por Él mi sangre…/ La pureza es del Ángel brillante patrimonio,/ jamás sufrirá eclipse su gloria inabarcable. / Sobre los serafines tenéis la gran ventaja / de sufrir y ser puros, vosotros, los mortales” (Poema 3). Otro serafín, que contempla al Niño Jesús en el pesebre y Su amor en la Cruz, clama al Emanuel: “¡Ay, por qué soy un Ángel,/ incapaz de sufrir?…/ Jesús, por un intercambio santo quiero morir por Ti!”.

Algo similar hace el Padre Pío de Pietrelcina al hablar de la envidia de los ángeles al decir que ellos “sólo nos tienen envidia por una cosa: ellos no pueden sufrir por Dios”.

El nacimiento suscita sentimientos y pasiones en los ángeles: odio, alegría, entre otros.

La voluntad de los ángeles

Sin embargo, los sentimientos son facultades cuyas operaciones se ejecutan por medio de órganos corpóreos (por ejemplo la vista en el ojo; el oído en la oreja).

Pero como los ángeles no tienen cuerpos a los que estén unidos por naturaleza, por esta razón no realizan este tipo de operaciones., y así surge la pregunta: ¿cómo hablar de los sentimientos en los ángeles?

Este tipo de sentimientos, el dolor, la alegría pueden darse en los ángeles si se refieren a actos de la voluntad; es decir el demonio por haber elegido de manera libre y voluntaria el darle la espalda a Dios siente el dolor que le causa la pena de su rebeldía y, al mismo tiempo, siente dolor por haber perdido el bien que naturalmente desean y buscan.

Los demonios odian

En este orden de ideas, los demonios pueden sentir odio y esto les causa dolor, pues “en lugar de una aceptación de Dios, plena de amor, le han opuesto un rechazo inspirado por un falso sentido de autosuficiencia, de aversión y hasta de odio, que se ha convertido en rebelión” (Juan Pablo II en la Audiencia del 23 de julio de 1986).

El odio resulta del sentimiento de aversión contra aquello que es malo en sí mismo o que sea considerado así por el motivo que sea. Teniendo en cuenta esto, se puede decir que Dios no puede ser odiado por ser malo en sí mismo, pues Dios es la bondad misma.

Entonces los demonios odian a Dios porque lo consideran malo por algún motivo, por algo que mandó o por algo que hizo.

Esto que hizo Dios y por lo que es odiado por los demonios, de acuerdo con la Tradición de la Iglesia, ha sido precisamente haber mostrado algo de su plan de amor para con todas las criaturas, un plan en el que el hombre, aunque criatura compuesta por espíritu y materia, y por lo tanto inferior a los espíritus puros en la escala de los seres, ocuparía un puesto privilegiado.

Así que una vez más la Encarnación, el Hijo de Dios hecho hombre, sería el motivo de esta aversión de los demonios; la Encarnación sería entonces lo que “despertó” el odio de los ángeles caídos, los demonios.

Así, este sentimiento del odio es el primer pecado contra el amor, ya que es la aversión a la bondad de Dios.

Los santos ángeles aman

Por el contrario los santos ángeles que decidieron ser fieles a ese plan de amor manifestado en la Encarnación, aman pero ya no solo con un amor natural sino como Dios ama y en este sentido aman todas las cosas como Dios las ama.

Solo hay alegría cuando se acoge al Salvador y se le desea imitar en su humillación.

Esto tiene consecuencias para nuestras vidas, y así lo enseña san Agustín. Los santos ángeles, tu ángel de la guarda, te ama con un amor sobrenatural y te ama porque aman a Dios y ven el amor extremo que Dios ha tenido por ti: tanto amó Dios al mundo que envío a su único Hijo (1 Jn. 3,16).

Este amor de Dios del cual participan los ángeles fieles es la razón o el motivo de su alegría; ellos por su decisión están dentro del amor de Dios, participan y gozan del bien amado.

Tu ángel de la guarda te transmite esa felicidad: el «Dios con nosotros» se ha hecho hombre, está en medio de nosotros. Únete a tú Ángel que al igual que le anunciaron a los pastores una gran alegría, así también tú Ángel te anuncia a ti esa gran alegría: Dios está con nosotros, el Emmanuel.

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