Una Iglesia sin mártires es una Iglesia sin Jesús
- 26 Diciembre 2020
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«Niño del pesebre, desde esta noche, todos son mis hermanos»: la misa de Navidad del Papa Francisco
El Papa fue el único que besó la imagen del Niño Dios en esta misa de Navidad marcada por las restricciones del coronavirus
La Misa de Nochebuena de 2020 con el Papa en San Pedro del Vaticano ha sido algo distinta, como tantas cosas en este año azotado por la pandemia del coronavirus. Si en años anteriores Francisco iniciaba la celebración a las 21:30, esta Nochebuena empezó a las 19:30 para poder encajar en el toque de queda que las autoridades italianas han marcado a las diez de la noche. Esta misa no se ha celebrado a medianoche desde el 2009, cuando Benedicto XVI la adelantó a las 22 h. En el 2013, en su primera Navidad como Pontífice, Francisco la avanzó a las 21:30 h.
En la gran basílica de San Pedro sólo participaban de la ceremonia unas cien personas, manteniendo las distancias y llevando mascarillas. Los dos cardenales que se acercaron al altar para consagrar con el Papa lo hicieron a ambos lados del gran altar, no junto al Pontífice como suele ser en circunstancias normales.
Sí se mantuvo el interés de los medios de comunicación: 120 emisoras de radio y televisión se conectaron a la señal vaticana para retransmitir la misa, incluyendo La 2 de Televisión Española, Eurovisión y Mundovisión. "Niño del pesebre, desde esta noche, todos son mis hermanos", rezó el Papa al finalizar su homilía.
Cuando nace un niño, superamos las fatigas y el sueño
El Papa inició su homilía señalando que la llegada de un niño “es algo extraordinario, que lo cambia todo, que pone en movimiento energías impensables y nos hace superar la fatiga, la incomodidad y las noches de insomnio, porque trae una felicidad indescriptible, ante la cual ya nada pesa”.
Espiritualmente, “el nacimiento de Jesús es la novedad que cada año nos permite nacer interiormente de nuevo y encontrar en Él la fuerza para afrontar cada prueba”, afirmó el Papa.
"El Hijo de Dios, el bendito por naturaleza, viene a hacernos hijos bendecidos por gracia. Sí, Dios viene al mundo como hijo para hacernos hijos de Dios. ¡Qué regalo tan maravilloso! Hoy Dios nos asombra y nos dice a cada uno: “Tú eres una maravilla”.
Hermana, hermano, no te desanimes. ¿Estás tentado de sentirte fuera de lugar? Dios te dice: “No, ¡tú eres mi hijo!”. ¿Tienes la sensación de no lograrlo, miedo de no estar a la altura, temor de no salir del túnel de la prueba? Dios te dice: “Ten valor, yo estoy contigo”. No te lo dice con palabras, sino haciéndose hijo como tú y por ti, para recordarte cuál es el punto de partida para que empieces de nuevo: reconocerte como hijo de Dios, como hija de Dios".
El Papa animó a afianzar nuestra vida en ese conocimiento de que Dios nos ama como un padre bueno.
“Este es el corazón indestructible de nuestra esperanza, el núcleo candente que sostiene la existencia: más allá de nuestras cualidades y de nuestros defectos, más fuerte que las heridas y los fracasos del pasado, que los miedos y la preocupación por el futuro, se encuentra esta verdad: somos hijos amados. Y el amor de Dios por nosotros no depende y no dependerá nunca de nosotros: es amor gratuito, pura gracia”.
“El Padre no nos ha dado algo, sino a su mismo Hijo unigénito, que es toda su alegría”, dice Francisco y contrasta la generosidad de
Dios con nuestra respuesta: “si miramos la ingratitud del hombre hacia Dios y la injusticia hacia tantos de nuestros hermanos, surge una duda: ¿Ha hecho bien el Señor en darnos tanto, hace bien en seguir confiando en nosotros? ¿No nos sobrevalora? Sí, nos sobrevalora, y lo hace porque nos ama hasta el extremo".
Después afirmó que "sólo el amor de Jesús transforma la vida, sana las heridas más profundas y nos libera de los círculos viciosos de la insatisfacción, de la ira y de la lamentación”.
El Rey que nace en medio de la pobreza
Francisco planteó, además: “¿Por qué nació en la noche, sin alojamiento digno, en la pobreza y el rechazo, cuando merecía nacer como el rey más grande en el más hermoso de los palacios? ¿Por qué?”
La respuestas: “El Hijo de Dios nació descartado para decirnos que toda persona descartada es un hijo de Dios. Vino al mundo como un niño viene al mundo, débil y frágil, para que podamos acoger nuestras fragilidades con ternura”.
Además, Dios puede cambiar nuestras carencias. “Puso toda nuestra salvación en el pesebre de un establo y no tiene miedo a nuestra pobreza. ¡Dejemos que su misericordia transforme nuestras miserias!”
En Niño en el pesebre es nuestra señal y guía
Este signo, el Niño en el pesebre, es también para nosotros, para guiarnos en la vida. En Belén, que significa “Casa del Pan”, Dios está en un pesebre, recordándonos que lo necesitamos para vivir, como el pan para comer. Necesitamos dejarnos atravesar por su amor gratuito, incansable, concreto. Cuántas veces en cambio, hambrientos de entretenimiento, éxito y mundanidad, alimentamos nuestras vidas con comidas que no sacian y dejan un vacío dentro. El Señor, por boca del profeta Isaías, se lamenta de que mientras el buey y el asno conocen su pesebre, nosotros, su pueblo, no lo conocemos a Él, fuente de nuestra vida (cf. Is 1,2-3).
Es verdad, afirma Francisco: “insaciables de poseer, nos lanzamos a tantos pesebres de vanidad, olvidando el pesebre de Belén. Ese pesebre, pobre en todo y rico de amor, nos enseña que el alimento de la vida es dejarse amar por Dios y amar a los demás”.
Dios nació niño para alentarnos a cuidar de los demás
“Dios nació niño para alentarnos a cuidar de los demás. Su llanto tierno nos hace comprender lo inútiles que son nuestros muchos caprichos. Su amor indefenso, que nos desarma, nos recuerda que el tiempo que tenemos no es para autocompadecernos, sino para consolar las lágrimas de los que sufren”, subrayó Francisco.
“Dios viene a habitar entre nosotros, pobre y necesitado, para deciros que sirviendo a los pobres lo amaremos. Desde esta noche, como escribió una poetisa, «la morada de Dios está junto a mí. La decoración es el amor» (E. Dickinson, Poems, XVII).
El Pontífice acabó con una oración dirigida al Niño Dios: “Un hijo se nos ha dado. Eres tú, Jesús, el Hijo que me hace hijo. Me amas como soy, no como yo me sueño. Al abrazarte, Niño del pesebre, abrazo de nuevo mi vida. Acogiéndote, Pan de vida, también yo quiero entregar mi vida. Tú que me salvas, enséñame a servir. Tú que no me dejas solo, ayúdame a consolar a tus hermanos, porque porque sabes que a partir de esta noche, todos son mis hermanos”.
Bendición «Urbi et Orbi», por primera vez en la historia, desde el Aula de las Bendiciones
Bendición Urbi et Orbi de Navidad 2020, por primera vez desde el Aula de las Bendiciones, sin salir al balcón, por el coronavirus
La tradicional bendición "urbi et orbi" (a la ciudad y al mundo) que los Papas suelen impartir desde el balcón central de la Basílica Vaticana se ha visto trastocada esta Navidad marcada por el coronavirus y las restricciones que no permiten a los italianos acudir a la Plaza de San Pedro.
Por eso, el Papa ha decidido impartirla, por primera vez en la historia, desde el Aula de las Bendiciones, confiando en que los medios de comunicación la introducirán en todos los hogares que lo deseen. Las campanas del Vaticano resonaron, eso sí, llevando la alegría del mensaje navideño por la ciudad.
Esta sala fue restaurada hace un año. Se encuentra sobre el pórtico de la basílica de San Pedro y desde ella los Papas pueden acceder al popular balcón desde donde suelen bendecir la ciudad y el mundo en Navidad y el domingo de Pascua, o cuando son elegidos tras un cónclave. Las autoridades vaticanas adelantan que también los rezos del ángelus del 26 y 27 de diciembre y 1, 3 y 6 de enero tendrán lugar en la biblioteca del Palacio Apostólico, mientras Italia siga sellada por la pandemia.
En su mensaje de este 25 de diciembre de 2020, el Papa ha expresado sus deseos para el mundo: fraternidad humana y paz para Oriente Medio, cese al fuego para el Cáucaso, que se detengan los conflictos armados en África y que crezca la esperanza en América y Asia. Ante tanto sufrimiento, invitó a todos a abrir el corazón para acoger al Niño Jesús que nace para todos.
El Papa recordó que Jesús nació en un establo, pero envuelto en el amor de la Virgen María y san José y al nacer en la carne, el Hijo de Dios consagró el amor familiar. Animó a las familias, especialmente a las que no pueden reunirse como acostumbraban, a "redescubrir la familia como cuna de vida y de fe; un lugar de amor que acoge, de diálogo, de perdón, de solidaridad fraterna y de alegría compartida, fuente de paz para toda la humanidad”.
En el marco de la pandemia del coronavirus, exhortó a trabajar por la fraternidad más que nunca, “una fraternidad basada en el amor real, capaz de encontrar al otro que es diferente a mí, de compadecerse de su sufrimiento, de acercarse y de cuidarlo, aunque no sea de mi familia, de mi etnia, de mi religión; es diferente a mí pero es mi hermano, es mi hermana”.
El Papa pidió que el Niño de Belén nos ayude “a ser disponibles, generosos y solidarios, especialmente con las personas más frágiles, los enfermos y todos aquellos que en este momento se encuentran sin trabajo o en graves dificultades por las consecuencias económicas de la pandemia, así como con las mujeres que en estos meses de confinamiento han sufrido violencia doméstica”.
Como suelen hacer los Pontífices en Navidad, el Papa repasó después la situación de países especialmente dañados.
Siria, Libia, los yazidíes, Líbano y Tierra Santa
Recordó "las tensiones en todo Oriente Medio y en el Mediterráneo oriental”. Pidió que el Niño Jesús “cure nuevamente las heridas del amado pueblo de Siria”, que desde hace ya un decenio está exhausto por la guerra y sus consecuencias, agravadas aún más por la pandemia, “que lleve consuelo al pueblo iraquí y a todos los que se han comprometido en el camino de la reconciliación, especialmente a los yazidíes”, que han sido duramente golpeados en los últimos años de guerra, y “que porte paz a Libia” y permita que la nueva fase de negociaciones en curso acabe con todas las formas de hostilidad en el país.
El Papa también pidió “que los israelíes y los palestinos puedan recuperar la confianza mutua para buscar una paz justa y duradera a través del diálogo directo” y que la estrella que iluminó la noche de Navidad sirva de guía y aliento al pueblo del Líbano “para que, en las dificultades que enfrenta, con el apoyo de la Comunidad internacional no pierda la esperanza”.
La violencia en Irak, Yemen, Cáucaso y Ucrania
Y como no, en el día en que la Palabra de Dios se hace niño, el Pontífice también nos pide dirigir nuestra mirada a tantos niños que en todo el mundo, especialmente en Siria, Irak y Yemen, están pagando todavía el alto precio de la guerra: “Que sus rostros conmuevan las conciencias de las personas de buena voluntad, de modo que se puedan abordar las causas de los conflictos y se trabaje con valentía para construir un futuro de paz”.
El tercer deseo del Santo Padre es por el cese al fuego en la región el Cáucaso: “que el Hijo del Altísimo apoye el compromiso de la comunidad internacional y de los países involucrados de mantener el cese del fuego en el Alto Karabaj, como también en las regiones orientales de Ucrania, y a favorecer el diálogo como única vía que conduce a la paz y a la reconciliación”.
Los yihadistas asesinos en África: mencionó los países, no los culpables
La mirada de Francisco en esta Navidad también se dirigió hacia África, para la que pide “que el Divino Niño alivie el sufrimiento de las poblaciones de Burkina Faso, de Malí y de Níger, laceradas por una grave crisis humanitaria, en cuya base se encuentran extremismos y conflictos armados, pero también la pandemia y otros desastres naturales; que haga cesar la violencia en Etiopía, donde, a causa de los enfrentamientos, muchas personas se ven obligadas a huir; que consuele a los habitantes de la región de Cabo Delgado, en el norte de Mozambique, víctimas de la violencia del terrorismo internacional; y aliente a los responsables de Sudán del Sur, Nigeria y Camerún a que prosigan el camino de fraternidad y diálogo que han emprendido.”
En todos los países africanos mencionados, facciones yihadistas, de Islam radical y violento, son responsables de actos de terrorismo y son los que asaltan a poblaciones civiles. Sin embargo, el Papa no especificó este elemento yihadista en su alocución. Los desastres naturales que mencionó incluyen sequías y una grave plaga de langostas, que se suman al coronavirus.
Esperanza para América y Asia
El mensaje de Navidad del Papa de este año también recuerda al continente americano, particularmente afectado por el coronavirus, para que “la Palabra eterna del Padre sea fuente de esperanza”. También para que “ayude a superar las recientes tensiones sociales en Chile y a poner fin al sufrimiento del pueblo venezolano”.
Por último, el Obispo de Roma ha pedido que el Rey de los Cielos “proteja a los pueblos azotados por los desastres naturales en el sudeste asiático, especialmente en Filipinas y Vietnam”, donde numerosas tormentas han causado inundaciones con efectos devastadores para las familias que viven en esas tierras.
Y pensando en Asia, no se ha podido olvidar del pueblo rohinyá (la minoría pobre musulmana, no reconocida, en Myanmar-Birmania): “Que Jesús, nacido pobre entre los pobres, lleve esperanza a su sufrimiento”.
Esteban, Santo
Fiesta Litúrgica, 26 de diciembre
Martirologio Romano: Fiesta de san Esteban, protomártir, varón lleno de fe y de Espiritu Santo, que fue el primero de los siete diáconos que los apóstoles eligieron como cooperadores de su ministerio, y también fue el primero de los discípulos del Señor que en Jerusalén derramó su sangre, dando testimonio de Cristo Jesús al afirmar que veía al Señor sentado en la gloria a la derecha del Padre, al ser lapidado mientras oraba por los perseguidores. († s.I)
Breve Biografía
Se le llama "protomartir" porque tuvo el honor de ser el primer mártir que derramó su sangre por proclamar su fe en Jesucristo.
Después de Pentecostés, los apóstoles dirigieron el anuncio del mensaje cristiano a los más cercanos, a los hebreos, despertando el conflicto por parte de las autoridades religiosas del judaísmo. Como Cristo, los apóstoles fueron inmediatamente víctimas de la humillación, los azotes y la cárcel, pero tan pronto quedaban libres, continuaban la predicación del Evangelio. La primera comunidad cristiana, para vivir integralmente el precepto de la caridad fraterna, puso todo en común, repartían todos los días cuanto bastaba para el sustento. Cuando la comunidad creció, los apóstoles confiaron el servicio de la asistencia diaria a siete ministros de la caridad, llamados diáconos.
Entre éstos sobresalía el joven Esteban, quien, a más de desempeñar las funciones de administrador de los bienes comunes, no renunciaba a anunciar la buena noticia, y lo hizo con tanto celo y con tanto éxito que los judíos “se echaron sobre él, lo prendieron y lo llevaron al Sanedrín. Después presentaron testigos falsos, que dijeron: Este hombre no cesa de proferir palabras contra el lugar santo y contra la Ley; pues lo hemos oído decir que este Jesús, el Nazareno, destruirá este lugar y cambiará las costumbres que nos transmitió Moisés”.
Esteban, como se lee en el capítulo 7 de Los Hechos de los apóstoles, “lleno de gracia y de fortaleza”, se sirvió de su autodefensa para iluminar las mentes de sus adversarios. Primero resumió la historia hebrea desde Abrahán haste Salomón, luego afirmó que no había blasfemado contra Dios ni contra Moisés, ni contra la Ley o el templo. Demostró, efectivamente, que Dios se revela aun fuera del templo, e iba a exponer la doctrina universal de Jesús como última manifestación de Dios, pero sus adversarios no lo dejaron continuar el discurso, porque “lanzando grandes gritos se taparon los oídos...y echándolo fuera de la ciudad, se pusieron a apedrearlo”.
Doblando las rodillas bajo la lluvia de piedras, el primer mártir cristiano repitió las mismas palabras de perdón que Cristo pronunció en la cruz: “Señor, no les imputes este pecado”. En el año 415 el descubrimiento de sus reliquias suscitó gran conmación en el mundo cristiano.
Santo Evangelio según san Mateo 10, 17-22. San Esteban Protomártir
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, estoy en tu presencia. Gracias por permitirme estar frente a ti. Aumenta mi fe para que crea que Tú eres mi única esperanza. Aumenta mi esperanza para que espere siempre en tu amor. Aumenta mi amor para amarte con la certeza de la fe.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 10, 17-22
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: «Cuídense de la gente, porque los llevarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas y los llevarán ante gobernadores y reyes, por mi causa; así darán testimonio de mí ante ellos y ante los paganos. Pero, cuando los entreguen, no se preocupen de lo que van a decir o por la forma de decirlo, porque, en ese momento se les inspirará lo que han de decir. Pues no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre el que hablará por ustedes.
El hermano entregará a su hermano a la muerte, y el padre, a su hijo; los hijos se levantarán contra sus padres, y los matarán; todos los odiarán a ustedes por mi causa, pero el que persevere hasta el final se salvará».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Mártir?… sólo con escuchar la palabra se eriza la piel. A nadie le gusta ser perseguido, humillado, arrestado y mucho menos asesinado. Jesús no nos da un contrato con letras pequeñas, borrosas o escondidas. No nos dijo: «te la vas a pasar súper bien», o «no vas a tener ningún problema en la vida», o «todos te van a querer y besar la mano»; nos dijo que tendríamos el ciento por uno en esta tierra… con persecuciones.
¿Cómo podemos afrontar este hecho? ¿No sería más fácil, para evitarnos muchos problemas, dejar de ser cristianos o, sin ser tan radicales, ser cristianos de calendario, sólo cuando lo programamos?
Esto fue lo que ha motivado a tantos mártires que han llegado a dar su vida por Cristo. Sabían que acabaría el tiempo de persecución, de calumnias, de cárcel, etc. Sabían que no había comparación con la eternidad que se estaban ganando.
Hoy celebramos a san Esteban que es el primero de una fila interminable de personas que han dado y darán su vida por Cristo. Pongamos nuestro nombre san… mártir en su trabajo por querer ser honesto; san… mártir en su escuela por querer llevar una vida con un corazón puro; san… mártir por amor a Cristo.
Pidámosle a María que nos dé el coraje cristiano. Que nunca perdamos la certeza de que es más grande la recompensa que Dios nos tiene preparada, que cualquier persecución de parte de los hombres.
«Una Iglesia sin mártires es una Iglesia sin Jesús. Son precisamente los mártires los que sostienen y llevan adelante la Iglesia. Y si además los medios de comunicación no lo dicen, porque no son noticia, hoy muchos cristianos en el mundo son bienaventurados porque son perseguidos, insultados, encarcelados sólo por llevar una cruz o por confesar a Jesucristo. Entonces, cuando nosotros nos quejamos si nos falta algo, deberíamos pensar más bien en estos hermanos y hermanas que hoy, en número mayor respecto a los primeros siglos, sufren el martirio». (Homilía de S.S. Francisco, 30 de enero de 2017, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré una visita a la Eucaristía, o una comunión espiritual donde le pida a Dios la gracia de ser coherente con lo que creo.
Despedida
Terminemos nuestra oración con un ave María: Dios te salve María…
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
El mártir es aquel que da a la muerte un rostro humano; paradójicamente, expresa la belleza de la muerte
El término Mártir viene del griego y significa "Testigo",lo mismo que "Martirio" significa "Testimonio".
Por lo tanto, los mártires son los testigos de la fe.
El mártir no es un extraño para nosotros. Sabemos quién es y logramos captar su personalidad y su significado histórico; sin embargo, con frecuencia, su imagen parece evocar en nosotros un mundo que no es ya el nuestro. Aparece como un personaje lejano, relegado a épocas y períodos históricos que pertenecen al pasado y que tan sólo la memoria litúrgica nos lo propone de nuevo en el culto cotidiano.
El mártir, en la acepción que hoy tiene, es aquel que da su propia vida por la verdad del evangelio. En este sentido es muy expresivo un texto de Orígenes: "Todo el que da testimonio de la verdad, bien sea con palabras o bien con hechos o trabajando de alguna manera en favor de ella, puede llamarse con todo derecho: testigo".
Esta dimensión permite comprender plenamente el significado de los mártires en la historia en la vida de la comunidad cristiana. Mediante su testimonio, la Iglesia verifica que sólo a través de este camino se puede hacer plenamente creíble el anuncio del evangelio.
Esto permite además explicar el hecho de que desde sus primeros años la Iglesia haya visto en el martirio un lugar privilegiado para verificar la verdad y la eficacia de su anuncio; en efecto, en estos acontecimientos el testimonio por el evangelio no se limitaba solamente a la forma verbal, sino que se extendía a la concreción de la vida. Por eso la Iglesia comprendió que el mártir no tenía necesidad de sus oraciones; al contrario, era ella la que rezaba a los mártires para obtener su intercesión. Por tanto, no se reza por el mártir, sino que se reza al mártir por la Iglesia. El día del martirio se recordaba y se memorizaba como el momento al que había que volver con gozo para celebrar una fiesta, ya que se encontraba allí la fuerza y el apoyo para proseguir en la obra evangelizadora.
El martirio, como objeto de estudio teológico, pertenece a diferentes disciplinas, mismas que nos ayudan a tener una visión más completa de su realidad. Así por ejemplo:
• La teología dogmática, valorará más directamente en el martirio el elemento de testimonio para la verdad del evangelio;
• La espiritualidad, por su parte, estudiará sus formas y sus características para que pueda ser presentado también hoy como modelo de vida cristiana;
• La historia de la Iglesia intentará reconstruir las causas que produjeron situaciones de martirio y valorará la exactitud de los relatos más allá de toda lectura legendaria;
• El derecho canónico, finalmente, valorará las formas y las motivaciones con las que se realizó el testimonio del mártir, para establecer su validez con vistas a la canonización.
La teología fundamental estudia el martirio dentro de la dimensión apologética, para mostrar que es el lenguaje expresivo de la revelación y el signo creíble del amor trinitario de Dios. Mediante el testimonio de los mártires se muestra que todavía hoy, la revelación tiene su fuerza de provocación respecto a nuestros contemporáneos, bien para permitir la opción de la fe, bien para vivirla de forma coherente y significativa.
a) El martirio como lenguaje. Querámoslo o no, el término mártir trae a la mente del que lo pronuncia -o del que lo escucha- una realidad definida. Como todos los términos del lenguaje humano, también éste está sometido al análisis lingüístico, que busca ante todo su sensatez, y por tanto su verdad o no-verdad, en la experiencia cotidiana. En cuanto lenguaje humano, revela la dimensión más personal del sujeto, que ve realizada de esta manera tanto su capacidad para poseer la realidad que experimenta y que lleva a cabo como la autocomprensión de sí como sujeto creativo.
Una forma peculiar de lenguaje humano es la que se realiza a través del lenguaje del testimonio. Su hermenéutica permite recuperar algunos datos que ofrecen una visión más orgánica y significativa del martirio.
El testimonio va unido intuitivamente al ámbito "jurídico" de la experiencia humana; en efecto, se comprende como un acto mediante el cual se refiere lo que ha sido objeto de conocimiento personal. Sin embargo, esta dimensión es sólo la primera forma de nuestro conocimiento; efectivamente, el testimonio revela, en un análisis más profundo, ciertas características que llegan hasta la esfera más personal del sujeto.
Todo testimonio encierra al menos dos elementos: en primer lugar, el acto de comunicar; luego, el contenido que se expresa. Esta forma de comunicación necesita inevitablemente la presencia de un receptor que acoja el testimonio. Esto permite afirmar que el testimonio es una relación interpersonal que se crea entre dos sujetos en virtud de un contenido que se comunica. La calidad de la relación que se forma pertenece a la esfera más profunda de la relación interpersonal, en cuanto que, sobre la base del contenido expresado, los dos se arriesgan en la confianza mutua y en la credibilidad de su propio ser. En efecto, el testigo, en proporción con la fidelidad con que expresa el contenido de su propia experiencia, revela la veracidad o no veracidad de su propio ser; por otra parte, el que recibe este testimonio, al valorar el grado de fiabilidad de lo que se le comunica, arriesga su propia confianza en el otro. De todas formas, en ambos sujetos se pone de manifiesto la voluntad de participar una parte de su propia vida y de salir de sí mismo con vistas a la comunicación.
Así pues, en esta perspectiva, el testimonio no puede reducirse a una simple narración de hechos; se convierte más bien en un compromiso concreto, con el que se quiere comunicar y expresar, si fuera necesario con la propia muerte, la verdad de lo que se está diciendo, insistiendo en la verdad de la propia persona. Con el testimonio, cada uno dispone de sí mismo con aquella libertad original que le permite verificarse como sujeto verdadero y coherente; en una palabra, el testimonio representa uno de los rasgos constitutivos del lenguaje humano.
El martirio se comprendió siempre como la forma de testimonio supremo que daba el creyente con vistas a la verdad de su fe en el Señor. Las Actas de los mártires confirman explícitamente que el martirio se comprendía como aquel testimonio definitivo que, comenzado ante el juez, se concluía luego con la aceptación de la muerte.
b) El martirio como signo. Los ejemplos que nos refieren las Actas de los mártires muestran de forma clara que el testimonio del mártir fue leído como signo de la presencia de Dios en la comunidad. La misma Trinidad revelaba en la muerte del mártir la expresión última de su naturaleza: el amor que llega hasta el don completo de sí mismo. La Iglesia ha comprendido siempre el valor de este testimonio y lo ha interpretado como el signo permanente del amor fiel e inmutable de Dios que, en la muerte de Jesús, había alcanzado su expresión culminante.
El signo, con sus cualidades de mediación y de comunicación, tiene la característica de crear un consenso en torno a su significado y de provocar al interlocutor para que tome una decisión. Las notas esenciales de signo se verifican también plenamente en el martirio. En torno al mártir resulta fácil ver realizado el consenso unánime sobre su fuerza de ánimo y su coherencia; el contenido de su gesto se convierte en posibilidad, para todo el que lo desee, de pasar al significado expresado en aquella muerte: el amor mismo de Dios.
La fuerza provocativa que dimana del martirio y que mueve a reflexionar sobre el sentido de la existencia y sobre el significado esencial que hay que dar a la vida es tan evidente que no se necesita ninguna demostración para convencer de ella. La decisión de llegar a una opción coherente y definitiva encuentra aquí su espacio vital. La historia de los mártires manifiesta con toda lucidez que la muerte de cada uno de ellos, si por una parte dejaba atónitos a los espectadores, por otra sacudía hasta tal punto su conciencia personal que se abrían a la conversión y a la fe: sangre de los mártires, semilla de cristianos.
La reflexión teológico fundamental encuentra en el martirio una de las expresiones más cualificadas para proponer auténticamente, aun hoy día, la credibilidad de la revelación cristiana.
La perspectiva apologética preconciliar se limitaba normalmente al estudio del martirio dentro de la esfera de una casuística para el descubrimiento de las virtudes heroicas que atestiguaban los mártires en favor de la verdad de la fe. Superando esta lectura, es posible ver el martirio relacionado más bien con las perennes cuestiones del hombre, y, por tanto, adecuado para ser signo que ilumina a quienes se ponen a buscar un sentido a su existencia.
Hay tres cuestiones que parecen afectar continuamente a la persona humana:
1. La verdad de su propia vida personal,
2. La libertad ante la muerte y
3. La decisión para la eternidad.
Por lo que se refiere al primer momento, la verdad de la propia vida personal, se puede observar que, desde los primeros tiempos de la Iglesia, el martirio fue interpretado como uno de los gestos más coherentes que el hombre podía realizar. El creyente que había acogido la fe veía realizada en la muerte del mártir la coherencia más profunda entre la profesión de la fe y la vida cotidiana. Un análisis de los informes procesales de los mártires nos hace descubrir que el mártir concebía el camino del martirio como el sendero que tenía que seguir para ver finalmente realizada su propia identidad de cristiano y para sentirse completo.
La verdad de la fe, que al final se convierte para el mártir en "dar la vida por los amigos" (Jn 15, 13), es una experiencia concreta de verdad sobre sí mismo; en efecto, el mártir comprende que entregar su vida en nombre de Cristo, es lo que constituye y forma la verdad de su ser. La verdad sobre su vida y la verdad del evangelio, confluyen aquí en una síntesis tan estrecha que ya no cabe la idea de concebirse fuera de la verdad acogida en la fe. De este modo el mártir se hace testigo de la verdad del evangelio, descubriendo la verdad sobre su propia vida, que carecería de sentido fuera de esa perspectiva.
Sin embargo, el martirio es en este contexto una expresión de la honestidad y de la coherencia que lleva a privilegiar y a anteponer la verdad universal sobre las propias opciones personales de vida.
En efecto, el mártir indica no solamente que cada uno puede conocer integralmente la verdad sobre su propia vida, sino más aún, que él puede dar su misma vida para convencer sobre la verdad que guía sus convicciones y sus opciones.
Por lo que se refiere al segundo momento, la libertad personal ante la muerte, hay que observar que en el martirio esta libertad resulta tan paradójica que parece contradictora: ¿cómo puede pensarse que uno es libre, si éste es precisamente el momento en que la propia vida depende de la voluntad de otro? Además de la tesis iluminadora de K. Rahner sobre este punto, hay que señalar los siguientes aspectos ulteriores:
a) La muerte constituye un acontecimiento que determina la vida de cada uno y que forma la historia personal. Se sitúa como elemento significativo para el discernimiento de la verdad sobre uno mismo y sobre todo lo que realiza; en una palabra, la muerte toca al hombre en su globalidad, es un hecho universal; nadie queda excluido.
Sin embargo, la muerte no es un simple dato biológico ante el que cada uno ve la parábola de su propia vida; es algo más, ya que precisamente en ese momento se descubre que uno no está hecho para la muerte, sino para la vida. La negativa a perderse con la desaparición física de sí mismo hace comprender cuán esencial es para la persona el enfrentamiento consciente con este acontecimiento, a pesar de que nos gustaría borrarlo de nuestra propia mente.
b) La muerte constituye también un misterio, que desborda infinitamente al hombre y ante el cual se alternan las reacciones más diversas: el miedo, la huida, la duda, la contradicción, el deseo de querer saber más, la desconfianza, la serenidad, la desesperación, el cinismo, la resignación, la lucha.
En la muerte, cada uno juega su carta definitiva, ya que se ve obligado a esa "partida de ajedrez" que ya no puede diferirse más y que al final se busca como algo necesario e improrrogable.
Por este motivo se puede afirmar que también el mártir, más aún, sobre todo el mártir, revela su libertad plena ante la muerte, precisamente cuando parece que no queda ya ningún espacio para la libertad.
En efecto, puesto ante la muerte, el mártir sabe dar el significado supremo a su vida, aceptando la muerte en nombre de la vida que le proviene de la fe. Por consiguiente, el mártir, a pesar de estar condenado a morir, escoge la muerte; para él, morir equivale a escoger libremente, entregarse a sí mismo, plena y totalmente, al amor del Padre. El mártir sabe que su aceptación de la muerte, con este significado, corresponde a liberarse a sí mismo de una vida que, fuera de ese horizonte, se quedaría sin sentido.
Finalmente, también para la última pregunta -¿qué habrá después de la muerte?- el martirio consigue ser expresión de un sentido nuevo.
En los procesos de los mártires aparece siempre la expresión "reunirse con el Señor". Así pues, en la muerte se encuentra la dimensión íntima de la capacidad personal de decisión. Aunque pueda parecer paradójico, la decisión más auténtica para el sujeto, y por tanto la más libre, es la de saber confiarse al misterio que se percibe. El hombre es misterio, pero comprende dentro de sí la presencia de un misterio mayor que lo abraza sin destruirlo. Fuera de este horizonte uno se convertiría en enigma insoluble; por el contrario, dentro de él se encuentra la clave para poder autocomprenderse.
El martirio, en cuanto signo del amor, es también signo de aquel que en el amor acoge el misterio del otro. En este punto ya no existen más preguntas, sino sólo la certeza de ser amado y acogido por Él. La fuerza del mártir tiene que encontrarse en la conciencia de que, puesto que Cristo ha vencido a la muerte, también el que se confía a él reinará para siempre. La palma del mártir se convierte en el signo perenne de la victoria que va más allá de la derrota de la muerte.
Estos elementos que hemos descrito permiten ver el martirio como un signo importante para la búsqueda del sentido y para la credibilidad de la revelación. La muerte del mártir se convierte en signo de la naturaleza del morir cristiano: asunción de la muerte misma de Cristo en la vida, acto supremo de la libertad que introduce en el amor del Padre.
El mártir, en definitiva, es aquel que da a la muerte un rostro humano; paradójicamente, expresa la belleza de la muerte. Yendo a su encuentro, él la ve ciertamente como un momento dramático, aunque no trágico, de su existir, y sin embargo digna de ser vivida por ser expresión de su capacidad para saber amar hasta el fin.
Los manuales de teología en su definición del martirio, defenderán particularmente el motivo del odio a la fe. Teológicamente el martirio se define así: sufrimiento voluntario de la condenación a muerte, infligida por odio contra la fe o la ley divina, que se soporta firme y pacientemente y que permite la entrada inmediata en la bienaventuranza.
También el concilio ha procurado dar su propia visión teológica del martirio, en la que es fácil ver una articulación que se puede describir con estas características: en primer lugar, las premisas cristológicas, luego la inserción en el escenario eclesial, después la comprobación de la especificidad del mártir creyente y, finalmente, la parénesis, para que todos los bautizados estén dispuestos a profesar la fe incluso con la entrega de su propia vida. "Dado que Jesús, el Hijo de Dios, manifestó su amor entregando su vida por nosotros, nadie tiene mayor amor que el que entrega su vida por él y por sus hermanos (premisa cristológica). Pues bien, algunos cristianos, ya desde los primeros tiempos, fueron llamados, y seguirán siéndolo siempre, a dar este supremo testimonio de amor ante todos, especialmente ante los perseguidores (escenario eclesial). Por tanto, el martirio, en el que el discípulo se asemeja al maestro, que aceptó libremente la muerte por la salvación del mundo, y se conforma a Él en la efusión de su sangre, es estimado por la iglesia como un don eximio y la suprema prueba de amor (especificidad del martirio). Y aunque concedido a pocos, todos deben estar prestos a confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirle por el camino de la cruz, en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia " (LG 42; cf. también LG 511; GS 20; AG 24; DH 11.14).
Como se advierte en este texto, el Vaticano II inserta al mártir en una clara perspectiva cristocéntrica; la muerte salvífica de Jesús de Nazaret constituye el principio normativo del discernimiento del martirio cristiano. De todas formas, esta centralidad se describe con la expresión "dar la vida por los hermanos", que recuerda el texto de Jn 15, 13 y permite verificar que lo que mueve al mártir a dar su vida es el amor arquetípico y normativo de Cristo. Igualmente, el recuerdo de la dimensión eclesial no hace más que subrayar la continuidad del testimonio de amor dado por el mártir para confirmar a los hermanos en la fe. Además, cuando el texto conciliar habla de la especificidad del martirio cristiano diciendo que es un "don eximio", y por tanto una gracia y un carisma dados a quien más ama, y "la suprema prueba de amor", es decir, el testimonio definitivo del amor, tanto lo uno como lo otro es visto como algo que se da en la Iglesia y para la Iglesia, para que de este modo pueda crecer "hacia aquel que es la cabeza, Cristo. Por él, el cuerpo entero, trabado y unido por medio de todos sus ligamentos, según la actividad propia de cada miembro, crece y se desarrolla en el amor" (Ef 4,15-16; cf. 1 Cor 12-14).
Así pues, cabe pensar que con esta descripción, el Vaticano II abre el camino a una interpretación nueva y más globalizante del testimonio del mártir, con vistas a las nuevas formas de martirio a las que hoy asistimos debido a la modificación de los acontecimientos. Por tanto, es lícito pensar que con el concilio se llega a identificar el martirio con la forma del don de la vida por amor.
El texto de LG 42, anteriormente citado, no habla ni de profesión de fe ni de odio a la fe; los supone ciertamente, pero prefiere hablar de martirio como signo del amor que se abre hasta hacerse total donación de sí.
Si se subraya el amor más que la fe, se comprende que es más fácil destacar la normatividad del amor de Cristo, que está en la base del testimonio del mártir; en efecto, esta forma de amor sigue siendo creíble también entre los contemporáneos, que se ven provocados por una persona en la esfera más profunda de su ser.
Luego si el acento se pone en el amor que está en la base del testimonio del mártir, se comprende también que resulte mucho más fácil la identificación del mártir con aquel que no sólo profesa la fe, sino que la atestigua en todas las formas de justicia, que es el mínimo del amor cristiano.
Por consiguiente, el amor permite referir a la identidad del mártir su testimonio personal y su compromiso directo en el desarrollo y progreso de la humanidad; el mártir atestigua que la dignidad de la persona y sus derechos elementales, hoy universalmente reconocidos pero no respetados, son los elementos básicos para una vida humana. Si se asume este horizonte interpretativo, resulta claro que el mártir no se limita ya a unos cuantos casos esporádicos, sino que se le puede encontrar en todos aquellos lugares en los que por amor al Evangelio, se vive coherentemente hasta llegar a dar la vida, al lado de los pobres; de los marginados y de los oprimidos, defendiendo sus derechos pisoteados. Mártir, por lo tanto, no es sólo el que derrama su sangre sino que lo es también aquel que día a día da su vida por sus hermanos en el servicio del Evangelio.
El Niño de Belén conceda fraternidad a la tierra que lo vio nacer
Bendición Urbi et Orbi del Papa Francisco, 25 de diciembre de 2020
Este mediodía el Papa Francisco ha pronunciado su tradicional Mensaje navideño y ha impartido la Bendición “Urbi et Orbi” (a la ciudad y al mundo) desde el Aula de las Bendiciones y no desde el Balcón central de la Basílica Vaticana como tradicionalmente han hecho todos los Papas a lo largo de la historia. Hoy Francisco ha anunciado un mensaje directo: “Ha nacido un niño” y este Niño, Jesús, ha nacido “para nosotros” pues es el “hijo” que Dios ha dado a toda la familia humana.
El Papa explicando que Jesús nació en un establo, pero envuelto en el amor de la Virgen María y san José y al nacer en la carne, el Hijo de Dios consagró el amor familiar, ha aprovechado para dirigirse a las familias, a las que no pueden reunirse hoy, así como a las que se ven obligadas a quedarse en casa: “Que la Navidad sea para todos una oportunidad para redescubrir la familia como cuna de vida y de fe; un lugar de amor que acoge, de diálogo, de perdón, de solidaridad fraterna y de alegría compartida, fuente de paz para toda la humanidad”.
Estamos todos en la misma barca: ¡Cada persona es mi hermano!
Francisco también ha recordado que en este momento de la historia, marcado por la crisis ecológica y por los graves desequilibrios económicos y sociales, agravados por la pandemia del coronavirus, necesitamos más que nunca la fraternidad: “Una fraternidad basada en el amor real, capaz de encontrar al otro que es diferente a mí, de compadecerse de su sufrimiento, de acercarse y de cuidarlo, aunque no sea de mi familia, de mi etnia, de mi religión; es diferente a mí pero es mi hermano, es mi hermana”.
Dios nos ofrece esta fraternidad dándonos a su Hijo Jesús, por ello, el deseo del Papa es que el Niño de Belén nos ayude “a ser disponibles, generosos y solidarios, especialmente con las personas más frágiles, los enfermos y todos aquellos que en este momento se encuentran sin trabajo o en graves dificultades por las consecuencias económicas de la pandemia, así como con las mujeres que en estos meses de confinamiento han sufrido violencia doméstica”. “Estamos todos en la misma barca. Cada persona es mi hermano” ha insistido Francisco.
Primer deseo del Papa: Vacunas para todos
Francisco recuerda que en Navidad celebramos la luz de Cristo y hoy en día, en esta época de oscuridad e incertidumbre a causa de la pandemia, “aparecen varias luces de esperanza, como los descubrimientos de vacunas”. “Pero – ha asegurado – para que estas luces iluminen y traigan esperanza a todo el mundo, deben estar disponibles para todos”. “No podemos dejar que los nacionalismos cerrados nos impidan vivir como la verdadera familia humana que somos. Tampoco podemos dejar que el virus del individualismo radical nos supere y nos haga indiferentes al sufrimiento de otros hermanos y hermanas. No puedo ponerme por delante de los demás, poniendo las leyes del mercado y las patentes de invención por encima de las leyes del amor y la salud de la humanidad”. Es por ello que ha pedido a líderes estatales, empresas e organismos internacionales “que promuevan la cooperación y no la competencia, y que busquen una solución para todos: vacunas para todos, especialmente para los más vulnerables y necesitados en todas las regiones del Planeta”.
Deseo de fraternidad y paz para Oriente medio y Mediterráneo Oriental
Otro de los deseos del Papa para esta Navidad 2020 es que este sea el momento propicio “para disolver las tensiones en todo Oriente Medio y en el Mediterráneo oriental”. Por eso, ha pedido que el Niño Jesús “cure nuevamente las heridas del amado pueblo de Siria”, que desde hace ya un decenio está exhausto por la guerra y sus consecuencias, agravadas aún más por la pandemia, “que lleve consuelo al pueblo iraquí y a todos los que se han comprometido en el camino de la reconciliación, especialmente a los yazidíes”, que han sido duramente golpeados en los últimos años de guerra, y “que porte paz a Libia” y permita que la nueva fase de negociaciones en curso acabe con todas las formas de hostilidad en el país.
El Papa también ha pedido fraternidad para la tierra que vio nacer al Niño de Belén: “que los israelíes y los palestinos puedan recuperar la confianza mutua para buscar una paz justa y duradera a través del diálogo directo” y que la estrella que iluminó la noche de Navidad sirva de guía y aliento al pueblo del Líbano “para que, en las dificultades que enfrenta, con el apoyo de la Comunidad internacional no pierda la esperanza”.
Y como no, en el día en que la Palabra de Dios se hace niño, el Pontífice también nos pide dirigir nuestra mirada a tantos niños que en todo el mundo, especialmente en Siria, Irak y Yemen, están pagando todavía el alto precio de la guerra: “Que sus rostros conmuevan las conciencias de las personas de buena voluntad, de modo que se puedan abordar las causas de los conflictos y se trabaje con valentía para construir un futuro de paz”.
Deseo de cese al fuego en el Cáucaso
El tercer deseo del Santo Padre es por el cese al fuego en la región el Cáucaso: “que el Hijo del Altísimo apoye el compromiso de la comunidad internacional y de los países involucrados de mantener el cese del fuego en el Alto Karabaj, como también en las regiones orientales de Ucrania, y a favorecer el diálogo como única vía que conduce a la paz y a la reconciliación”.
Que terminen los conflictos armados en África
La mirada de Francisco en esta Navidad también se dirige hacia África, para la que pide “que el Divino Niño alivie el sufrimiento de las poblaciones de Burkina Faso, de Malí y de Níger, laceradas por una grave crisis humanitaria, en cuya base se encuentran extremismos y conflictos armados, pero también la pandemia y otros desastres naturales; que haga cesar la violencia en Etiopía, donde, a causa de los enfrentamientos, muchas personas se ven obligadas a huir; que consuele a los habitantes de la región de Cabo Delgado, en el norte de Mozambique, víctimas de la violencia del terrorismo internacional; y aliente a los responsables de Sudán del Sur, Nigeria y Camerún a que prosigan el camino de fraternidad y diálogo que han emprendido”.
Esperanza para América y Asia
El mensaje de Navidad del Papa de este año también recuerda al continente americano, particularmente afectado por el coronavirus, para que “la Palabra eterna del Padre sea fuente de esperanza”. También para que “ayude a superar las recientes tensiones sociales en Chile y a poner fin al sufrimiento del pueblo venezolano”.
Por último, el Obispo de Roma ha pedido que el Rey de los Cielos “proteja a los pueblos azotados por los desastres naturales en el sudeste asiático, especialmente en Filipinas y Vietnam”, donde numerosas tormentas han causado inundaciones con efectos devastadores para las familias que viven en esas tierras. Y pensando en Asia, no se ha podido olvidar del pueblo Rohinyá: “Que Jesús, nacido pobre entre los pobres, lleve esperanza a su sufrimiento”.
San Esteban
Diácono y Primer Mártir de la Iglesia
Esteban fue un hombre extraordinario, lleno de fe y del Espíritu Santo, amado y estimado por todos los miembros de la comunidad cristiana. Su predicación tuvo gran aceptación y las conversiones se multiplicaban. La gente acudía a oírlo, dejaba la sinagoga y se añadía al grupo de los que creían en Jesús. Esteban, cuyo nombre significa “coronado”, es conocido como el “protomártir”, al ser el primer hombre que derramó su sangre por su fe en Jesucristo.
Llegó a ser uno de los hombres en los que más se pudieron apoyar los apóstoles para difundir su mensaje. Según podemos ver en los Hechos de los Apóstoles, la aparición de Esteban y de los otros diáconos en la vida pública de Jerusalén llegó cuando viudas y pobres que no eran israelitas se quejaron porque las ayudas eran destinadas a los propios israelitas antes que a los extranjeros. En ese momento, los apóstoles argumentaron que ellos no podían hacer frente a esa clase de conflictos porque estarían dejando de lado su misión de difundir el mensaje divino. Por ello, dieron la oportunidad de elegir a siete hombres justos que se encargaran de repartir las ayudas entre los pobres. Los mismos ciudadanos eligieron a los siete hombres justos, entre los que se encontraba Esteban. Estos hombres fueron presentados a los apóstoles y ordenados diáconos.
La labor de Esteban empezó a hacerse patente cuando los judíos venidos de otros países entablaban conversaciones con él, no pudiendo resistir la sabiduría que salía de sus palabras, inspiradas por el Espíritu Santo. Los de la sinagoga de los Libertos le llevaron delante del Sanedrín, presentando testigos falsos y acusándole de afirmar que Jesucristo iba a destruir el templo y poner fin a las leyes de Moisés.
Esteban pronunció un discurso ante el los miembros del Sanedrín en el que fue repasando la historia del pueblo de Israel, echándoles en cara a los judíos su eterna oposición a los profetas y enviados de Dios, llegando incluso a matar al más importantes de todos ellos, el Redentor Jesucristo. Oyendo esto, los miembros del Sanedrín se enfurecieron. Esteban, lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo exclamando: “Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre en pie a la derecha de Dios”. En ese momento, los que le escuchaban se taparon los oídos y se lanzaron contra él.
Lo sacan entre gritos y empujones fuera de las murallas; los verdugos, tras quitarse sus mantos y dárselos a un joven llamado Saulo, se disponen a lanzar piedras contra el cuerpo del primer mártir cristiano.
Esteban se hinca de rodillas y con los ojos hacia el Monte de los Olivos, donde un año o dos antes subió Jesús a los cielos, ruega a Él por los que le van a dar muerte, exclamando cuando siente los primeros golpes: “Domine Iesu, suscipe spiritum meum, Señor Jesús, recibe mi espíritu”.
Cayó su cuerpo bañado en sangre. El perdón de los enemigos, la caridad cristiana que abraza a todos los hombres, el mandato del amor había arraigado bien en el corazón de la Iglesia. El primer mártir cristiano moría perdonando a sus verdugos, tal y como lo había hecho Jesucristo en lo alto de la cruz.
Esta mansedumbre y caridad cristiana es la nota distintiva de la plenitud de San Esteban. Estaba lleno de gracia, sabiduría y de poder sobrenatural, pero sobre todo estaba lleno de amor, tenía un corazón formado en la escuela de Cristo.
El odio contra Esteban y Jesús, recogido en el corazón más grande que allí había presente, el único en que cabía, se iba a convertir en amor. Saulo, el fariseo, será muy pronto Pablo, el siervo de Cristo. La mejor corona de Esteban será la conversión de Saulo, que ahora guarda los vestidos de los verdugos, y que se va a convertir en el Apóstol, en el medio elegido por Dios para dar a conocer la doctrina de su Hijo.
Cuando en tu corazón hay un tesoro
Señor, no permitas que me quede donde estoy. Ayúdame a llegar a donde Tú quieres.
"Detrás de un sufrimiento, a veces hay un pensamiento equivocado" (Anónimo).
El pequeño Chad era un muchachito tímido y callado. Un día, al llegar a casa, dijo a su madre que quería preparar una tarjeta para el día de la amistad a cada chico de su clase.
Ella pensó, con el corazón oprimido: "ojalá no haga eso", pues había observado que, cuando los niños volvían de la escuela, Chad iba siempre detrás de los demás. Los otros reían, conversaban e iban abrazados, pero Chad siempre se quedaba excluido del grupo.
Así y todo, por seguirle la corriente, compró papel, pegamento y lápices de colores. Chad dedicó tres semanas a trabajar con mucha paciencia, noche tras noche, hasta hacer treinta y cinco tarjetas.
Al amanecer del día de la amistad, Chad no cabía en sí de entusiasmo. Juntó los regalos con todo cuidado, los metió en una bolsa y salió corriendo a la calle. La madre decidió prepararle sus pastelitos favoritos para servírselos cuando regresara de la escuela. Sabía que llegaría desilusionado y de ese modo esperaba aliviarle un poco la pena.
Le dolía pensar que él no iba a recibir muchos regalos ese día, y menos de sus compañeros de escuela. Ninguno, quizá.
Esa tarde, la mamá puso en la mesa los pastelitos y el vaso de leche, al oír el bullicio de los niños, miró por la ventana. Como era de esperar, venían riendo y divirtiéndose en grande. Chad siempre venía último, pero en esta ocasión caminaba algo más deprisa que de costumbre.
La mamá supuso que estallaría en lágrimas en cuanto entrara, tal vez comentando que sus compañeros eran malos amigos. El pobre venía con los brazos vacíos, le abrió la puerta haciendo un esfuerzo para contener las lágrimas.
Mami te preparó leche con pastelitos -dijo con una voz dulce y entrecortada-, era la expresión de una mamá que intuía el dolor de su hijo. Apenas él oyó esas palabras, pasó a su lado con una expresión radiante, sin decir más que:¡ninguno!, ¡ninguno!...
Ella sintió que el corazón le daba un vuelco, al pensar que se refería a los regalos que nunca recibió de sus compañeros.
Y en entonces agregó: ¡no me olvidé de ninguno!, ¡de ninguno!
Chad, con este corazón tan grande y lleno de nobleza, tiene un lugar privilegiado en el corazón de Dios. Espero que tu también lo tengas...
Recuerdo que antes de que yo naciera estaba preocupado porque no conocía el mundo al que llegaría, entonces le pedí a Dios instrucciones para vivir en esta tierra.
Dios acercó su voz a mi oído y me dijo:
Sé como el sol: Levántate temprano y no te acuestes tarde.
Sé como la luna: Brilla en la oscuridad, pero sométete a la luz mayor.
Sé como los pájaros: Come, canta y vuela.
Sé como las flores: Enamoradas del sol, pero fieles a sus raíces.
Sé como el buen perro: Obediente, pero nada más a su Señor.
Sé como la fruta: Bella por fuera, saludable por dentro.
Sé como el día: Que llega y se retira sin alardes.
Sé como el oasis: Da tu agua al sediento.
Sé como la luciérnaga: Aunque pequeña, emite su propia luz.
Sé como el agua: Buena y transparente.
Sé como el río: Siempre hacia adelante.
Sé como Lázaro: Levántate y anda.
Sé como José: Cree en tus sueños.
Y por sobre todas las cosas, sé como el cielo: La morada de Dios.
Señor, no permitas que me quede donde estoy. Ayúdame a llegar a donde Tú quieres.
"La caja del amor"
Cada año son más los voluntarios y colaboradores que en Latinoamérica se unen a la campaña solidaria "La caja del amor", la cual busca hacer más personalizada la ayuda solidaria en navidad.
Esta iniciativa hace parte de la fundación Solidaridad en Marcha y del Movimiento de Vida Cristiana.
El donante recibe una caja vacía con los nombres y edades de cada uno de los miembros de una familia de escasos recursos previamente censada, para llenarla con una compra. Los donantes, al conocer el nombre y la edad de los futuros beneficiados, pueden escribirles cartas y comprarles regalos.
Esta campaña está presente en Perú, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador y Costa Rica. En Italia algunas personas se unen a este proyecto enviando el dinero necesario para una caja. Este año, cerca de 15 mil familias han recibido o recibirán "La caja del amor".
"No es sólo una cajita con mercadito y regalitos. Está llena de sonrisas, lágrimas de felicidad, mucho amor como su nombre lo indica y muchas emociones", dijo a ZENIT Gloria Figueroa, una de las voluntarias de esta campaña en Colombia.
"Cuando compro una caja y la llevo a la casa, si vieras a mis hijos con qué entusiasmo preguntan cuántos niños hay, cuántos viejitos, para ver qué regalos comprar", confiesa Ofelia Banqui, voluntaria de "La caja del amor" en Lima.
"En varias oficinas también adoptan familias y entre todos llenan ´La caja del amor´, eso también es emocionante porque se siente la solidaridad", agrega Figueroa.
El momento de la entrega
Luego de recopilar las cajas en un centro de acopio, los organizadores viajaron a las zonas más pobres de sus respectivas ciudades, para repartirlas entre las familias.
En el momento de la entrega se hizo una oración, en algunas ocasiones también una catequesis y se cantaron villancicos.
Una manera de hacer ver a los destinatarios el sentido cristiano de la navidad: "Casi todas las familias empezaron a abrir las cajas en el mismo lugar, todas estaban felices, era como si el mismísimo niño Jesús hubiera venido a darles un regalo, se sentía un ambiente indescriptible", dice Gloria al narrar la experiencia de una de las entregas de "La caja del amor".
Graciela, beneficiada de este proyecto, envió una carta a sus donantes con una oración escrita por ella: "Tú niño Dios, les abre el corazón a las personas que nos mandaron ese regalo, que nos llenan la casa de felicidad. Gracias por estar en esos bellos corazones que nos donaron estos regalos".
"La caja del amor" se convierte así en muchas ocasiones, en la única posibilidad que tiene una familia en toda su vida de recibir un regalo de Navidad. También en una oportunidad de ver el amor de Dios a través de estos gestos de solidaridad.
"El proyecto no suple necesidades económicas sino que tiene un sentido cristiano profundo, llevar al niño Jesús a cada hogar, su venida trae cosas buenas sean materiales o espirituales y me siento afortunada y escogida por Dios para compartir con todas las personas, en especial los más necesitados", concluyó Gloria.
PRECES
San Esteban derramó su sangre por Cristo, a quien contempló lleno de gloria y majestad. Por intercesión del primer mártir oremos a Dios:
R/MDanos tu Espíritu Santo.
Señor, nuestro mundo necesita testigos creíbles de tu amor,
– que no nos avergoncemos nunca del nombre de cristiano.MR/
Señor, en nuestro planeta muchas personas sufren las heridas del desamor, de la pobreza y de la injusticia,
– enséñanos a ser portadores de consuelo y esperanza.MR/
Señor, también hoy nosotros necesitamos de tu ayuda para ser fieles,
– que la celebración del nacimiento de tu Hijo nos lleve a crecer en santidad.MR/
Intenciones libres
Padre nuestro…
ORACIÓN
Concédenos, Señor, imitar lo que celebramos para que aprendamos a amar a los enemigos, al celebrar el nacimiento para el cielo de quien supo orar también por los perseguidores. Por nuestro Señor Jesucristo.