El esposo está con ellos

Prisca de Roma, Santa

Mártir, 18 de enero

Martirologio Romano: En Roma, conmemoración de santa Prisca (o Priscila), nombre bajo el cual fue dedicada la basílica edificada en la colina del Aventino (antes de 499).

Etimológicamente: Prisca = “antigua”. Viene de la lengua latina.

Breve Biografía

La passio -que data a lo más del siglo X- carece de verdadero valor histórico, pero es interesante leer, nos dice que Prisca era una niña de 13 años –para la ley romana, una adulta ya- que fue detenida entre un numeroso grupo de cristianos durante la persecución del emperador Claudio II (año 269). El emperador, al verla de tan corta edad, creyó fácil vencerla y la llevó al templo de Apolo para que le quemara incienso en ofrenda. Pero aunque fue abofeteada hasta que le sangró la boca, no tomó el incienso que debía ofrendar. Fue luego encarcelada en una celda rodeada de criminales que la molestaron todo el tiempo, pero eso tampoco logró abatirla. Posteriormente la torturaron quemándola con antorchas y aceite hirviendo, pero ante las protestas de la gente, el emperador mandó encerrarla de nuevo. Durante la noche recibió visitas de sus padres y parientes, que en vano le suplicaron que se salvara. Fue torturada de nuevo, quemada con grasa derretida, desgarrada con uñas de acero, azotada con cuerdas emplomadas y descoyuntada en el potro. La echaron a los leones y éstos no la tocaron, la colgaron por encima de una hoguera y no se quemó. Finalmente la llevaron a las afueras de Roma, en la Vía Ostia, y allí fue decapitada. Fue enterrada en las catacumbas de esa zona, que pasaron a llamarse catacumbas de Santa Priscila.

Las evidencias históricas

Dejando aparte el relato del martirio, que diferencia claramente a una niña mártir romana de nombre Prisca, los documentos más antiguos crean confusiones con una tal Priscila, hasta el punto de hacer creer que hay tres personas distintas llamadas Prisca: una, titular de una iglesia en el Aventino, como dice un epígrafe funerario del siglo V: “Adeodatus presb. Tit. Priscae” (Adeodato, presbítero del título de Prisca). A esta se la llama “fundadora” según los sínodos romanos de 499 y 595. ¿Sería una matrona romana?

En el siglo VIII, esta Prisca pasa a ser confundida con la mujer de Aquila, a quien San Pablo menciona en varias de sus epístolas. Este matrimonio también tenía una iglesia dedicada en Roma.

Y una tercera Prisca es recordada en los Itinerarios del siglo VIII, situada en las catacumbas de Santa Priscila –es muy probable que el lío Prisca-Priscila venga de aquí, cuando en origen son nombres totalmente distintos que simplemente se parecen-. Lo mismo hace el Sacramentario Gregoriano, recordándola el 18 de enero. ¿Sería ésta la mártir?

En cuanto a ella, ya hemos dicho que tiene una iglesia en el Aventino –en cuya “confesión” del altar mayor está ubicada la urna de madera con sus restos- y que debajo apareció una casa romana. La leyenda dice que en ella se hospedó San Pedro y se conserva una antigua pila bautismal donde bautizaba –de hecho allá hay una pintura donde aparece bautizando a Santa Prisca, la matrona romana, tenida por la mártir- pero sin ningún fundamento histórico.

A Priscila, esposa de Aquila, la inscribió Baronio en el Martirologio Romano a 16 de enero, basándose en el Martirologio Jeronimiano. Pero esta Priscila es confundida constantemente entre la mujer de Aquila y la matrona romana y “fundadora” de las catacumbas que llevan su nombre en Roma. A día de hoy, eso es un problema sin resolver.

Lo que si es evidente es que a pesar de lo infundado de su passio, Prisca la mártir, tiene su iglesia y tiene sus reliquias, así como un culto muy temprano.

¡Felicidades a las que lleven este nombre!

“No hay soledad más triste y afligida que la de un hombre sin amigos, sin los cuales el mundo es desierto; el que es incapaz de amistad, más tiene de bestia que de hombre” ( Francis Bacon).

Renovemos nuestra alegría en odres nuevos

Santo Evangelio según san Marcos 2, 18-22. Lunes II del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Abre, Señor, mis ojos para que vea tus obras. Me has concedido un nuevo día. Un sinfín de bendiciones me esperan en esta jornada. Ayúdame a buscarte con un corazón sincero, y responder de la mejor manera a tu infinito amor por mí. Así sea.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 2, 18-22

En una ocasión en que los discípulos de Juan el Bautista y los fariseos ayunaban, algunos de ellos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Por qué los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan, y los tuyos no?”.

Jesús les contestó: “¿Cómo van a ayunar los invitados a una boda, mientras el esposo está con ellos? Mientras está con ellos el esposo, no pueden ayunar. Pero llegará el día en que el esposo les será quitado y entonces sí ayunarán.

Nadie le pone un parche de tela nueva a un vestido viejo, porque el remiendo encoge y rompe la tela vieja y se hace peor la rotura. Nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino rompe los odres, se perdería el vino y se echarían a perder los odres. A vino nuevo, odres nuevos”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

La cuestión que los fariseos traen a Jesús es mucho más que un simple «ayunar o no ayunar»; no se trata de escoger pan y agua o vino con carne. Las «normas» en la nueva alianza tienen más que ver con la actitud del corazón; ésta sí nos acercará a Dios y nos dará el gozo de Cristo.

¿Qué quiere decir Cristo en este Evangelio? Preguntémosle cuál es su mensaje, escuchemos con atención sus palabras: «¿Es que pueden ayunar los amigos del novio mientras está con ellos?» ¿Acaso hay que estar tristes en una fiesta de bodas? Cristo es el novio en la boda, la Iglesia es la novia. Todos nosotros, miembros de la Iglesia, debemos mostrar la alegría de una recién casada. ¡Nada menos!

Motivos no nos faltan para estar radiantes de felicidad. Antes del bautizo éramos pecadores, y ahora hemos sido redimidos.

Antes estábamos solos, y ahora Dios mismo vive en nosotros. Antes vivíamos lejos de nuestra «casa» y ahora en la Iglesia todos somos hermanos. ¡Nos corresponde tener incluso más alegría que la novia de una boda! Sólo está triste a quien le falta algo; nosotros lo tenemos todo si tenemos a Cristo; y con Él, una nueva vida, llena de sentido.

«Las alegrías del Evangelio —lo digo ahora en plural, porque son muchas y variadas, según el Espíritu tiene a bien comunicar en cada época, a cada persona en cada cultura particular— son alegrías especiales. Vienen en odres nuevos, esos de los que habla el Señor para expresar la novedad de su mensaje».

(Homilía de S.S. Francisco, 13 de abril de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy haré una oración especial antes de ir a dormir, agradeciendo a Dios todos los dones que me haya dado durante el día.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

La boda dura un día... ¡Pero el Matrimonio es para toda la vida!

El día de nuestra boda, ese día donde decimos sí a nuestra unión de amor ante Dios y ante los hombres, es un momento transformador en nuestra jornada de vida. 

Podemos decir que de alguna manera la historia del ser humano de divide en antes y después de casarse ya que es ese instante cuando dejamos de ser un solo ser, una sola persona, para convertirnos en un solo ser y tres personas. 

¿Cuáles son esas tres personas?

El esposo, la esposa y Dios. Ese es el plan de Dios para el matrimonio. Dios nos creó hombre y mujer para que uniéndonos en una sola carne en mutuo amor y sellados y unidos en el amor de Dios, nuestro matrimonio sea el reflejo del Amor de Dios en la Tierra. En otras palabras, nos convertimos en la imagen de la Trinidad Santa en este mundo.

Sin lugar a dudas, decirle sí a la vocación del matrimonio es uno de los pasos más importantes (si no el más importante) que daremos en nuestra vida. 

¿Cuáles son las implicaciones?

Las implicaciones para la pareja, la familia que formarán, la sociedad y la Iglesia son enormes. Por ello, cuando preparamos nuestra boda, debemos tener en claro lo que implica esta verdad. De no hacerlo, corremos el peligro de pensar que el matrimonio, el Sacramento, se reduce a la planificación del día de nuestra boda. 

Hoy en día, son muchos los que dedican más tiempo, esfuerzo, atención y aun estrés a buscar:

  • La iglesia más bonita
  • El vestido más bello,
  • El lugar de recepción más elaborado,
  • Los arreglos florales más vistosos,
  • La comida más elegante,
  • El fotógrafo mejor y más profesional y un sinfín de cosas y gastos para asegurarse de que nuestra boda “sea la mejor”.

Pero son pocas las veces en que las parejas piensan en lo más importante. Pocas somos las parejas que se enfocan en el tiempo que invertirán en una buena preparación matrimonial, en conversar profundamente sobre cómo vamos a llevar nuestra vida familiar y espiritual, cuáles son los valores bajo los cuales regiremos nuestra vida juntos y la de nuestros hijos, cómo practicaremos y fomentaremos nuestra fe; en fin, como vamos a hacer de Dios el centro y la roca en la cual fundamentaremos nuestro matrimonio y familia. 

Es triste ver cuántas parejas gastan sin medida y pasan cientos de horas y miles de dólares planeando su boda, pero se quejan luego de que la Iglesia les pida uno o dos días de preparación matrimonial, cuando se ha demostrado que las parejas que viven una buena preparación matrimonial reducen drásticamente la incidencia de divorcio y disfrutan de matrimonios más sanos y felices. 

Es impresionante ver cuántas parejas se unen simplemente por pasión, por no sentirse que están sin pareja (como sus amistades), para llenar el vacío de la soledad o para tener quien les sirva, sin tener un concepto claro de lo que verdaderamente es el matrimonio, según el plan de Dios, o de lo que el amor conyugal verdadero y maduro implica: un amor total, libre, fiel y fructífero.

Vivir la realidad

Notamos con frecuencia que cuando las parejas comienzan a vivir la realidad de la vida diaria, cuando enfrentan el proceso de adaptación de dos vidas con diferentes pasados y trasfondos, cuando se dan cuenta que el amor conyugal exige sacrificios y no es solo disfrutar de compañía y beneficios, cuando se dan cuenta que el amor maduro implica no buscar egoístamente el bien propio sino el bien del ser amado, muchos terminan separándose y aun divorciándose, reduciendo así al Sacramento a poco más que un experimento para encontrar una felicidad que es vana y pasajera.

Procuremos pues durante el tiempo de nuestro compromiso nupcial, centrarnos en lo que de verdad importa. Busquemos entender el verdadero significado y compromiso de esta unión, comprometernos a esta maravillosa vocación de vida que es el matrimonio, creado y diseñado por Dios para la felicidad de los cónyuges y la continuación de la vida humana. Recordemos que la boda dura un día, pero el matrimonio, ¡toda la vida!

No rechacemos la llamada de Dios. Respondamos con amor

Ángelus del Papa Francisco, 17 de enero de 2021

El 17 de enero, segundo domingo del Tiempo Ordinario, el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus desde la Biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano, sin presencia de fieles a causa de la Pandemia.

Reflexionando sobre el Evangelio dominical que narra el encuentro de Jesús con sus primeros discípulos en el río Jordán, el día después de haber sido bautizado, el Santo Padre recordó que es precisamente Juan Bautista el que señala el Mesías a dos de ellos con estas palabras: "¡He ahí el Cordero de Dios!" (v. 36).

Encuentro con Jesús: "Hemos encontrado al Mesías"
Y aquellos dos, fiándose del testimonio del Bautista, -continuó explicando Francisco- siguen a Jesús que se da cuenta y dice: "¿Qué buscáis?" y ellos le preguntan: "Maestro, ¿dónde vives?, a lo que Jesús no contesta: "Vivo en Cafarnaún o en Nazaret", sino que dice: "Venid y lo veréis" (v. 39).

En este sentido, el Pontífice señaló que las palabras del Señor "no son una tarjeta de visita, sino la invitación a un encuentro. Los dos hombres, que resultarían ser Andrea y su hermano Simón, a quien Jesús llamará "Pedro", lo siguen y se quedan con él esa tarde, hablando, "advirtiendo la belleza de palabras que responden a su esperanza cada vez más grande".

Tras este encuentro, ambos regresan ante sus hermanos y recocen "desbordando de alegría": "Hemos encontrado al Mesías" (v. 41).

Asimismo, el Papa profundizó sobre esta experiencia de encuentro con Cristo que nos llama a estar con Él:

“Cada llamada de Dios es una iniciativa de su amor. Dios llama a la vida, llama a la fe, y llama a un estado de vida particular. La primera llamada de Dios es a la vida; con ella nos constituye como personas; es una llamada individual, porque Dios no hace las cosas en serie. Después Dios nos llama a la fe y a formar parte de su familia, como hijos de Dios”.

Por otra parte, el Santo Padre aseveró que Dios también llama a cada uno de nosotros a un estado de vida particular:

No rechacemos la llamada de Dios
"Nos llama darnos a nosotros mismos en el camino del matrimonio, en el del sacerdocio o en el de la vida consagrada. Son maneras diferentes de realizar el proyecto que Dios tiene para cada uno de nosotros, que es siempre un plan de amor. Y la alegría más grande para cada creyente es responder a esta llamada, a entregarse completamente al servicio de Dios y de sus hermanos".

Igualmente, el Papa puntualizó que frente a la llamada del Señor, "que puede llegar a nosotros de mil maneras, también a través de personas, de acontecimientos, tanto alegres como tristes", nuestra actitud a veces puede ser de rechazo, "porque nos parece que contrasta con nuestras aspiraciones; o de miedo, porque la consideramos demasiado exigente e incómoda".Respondamos a Dios solo con amor
Al respecto, Francisco hizo hincapié en que la llamada de Dios es amor, "y a ella se responde solo con amor".

“Al principio hay un encuentro, precisamente, el encuentro con Jesús, que nos habla del Padre, nos da a conocer su amor. Y entonces, espontáneamente, brota también en nosotros el deseo de comunicarlo a las personas que amamos: «He encontrado el Amor, he encontrado el sentido de mi vida. En una palabra: He encontrado a Dios»”.

"La Virgen María nos ayude a hacer de nuestra vida un canto de alabanza a Dios, en respuesta a su llamada y en el cumplimiento humilde y alegre de su voluntad", concluyó el Papa.

¿Cómo sanar la tristeza?. Cinco recetas para superar la tristeza

Es claro que la tristeza nos atañe a todos. Hombres y mujeres, pobres y ricos, viejos y niños. ¡Todos, alguna vez, nos podemos ver inundados por este sentimiento!

Es claro que la tristeza nos atañe a todos. Hombres y mujeres, pobres y ricos, viejos y niños. ¡Todos, alguna vez, nos podemos ver inundados por este sentimiento! La tristeza es un dolor interno causado por la ausencia de un bien. Cuando, por ejemplo, a un niño se le cae la paleta, enseguida llora, porque ha perdido este bien. O si el novio termina a la novia, ésta se sume en la tristeza por haber perdido esta relación que consideraba un bien. Y lo mismo ante una enfermedad, el viaje de un ser querido o, más grave aún, la muerte.

Antes de continuar quiero dejar clara una cosa: estar triste no es sinónimo de estar deprimido. La depresión conlleva tristeza, pero no sólo eso. En la depresión la autoestima de la persona está por los suelos, no siente ilusión por nada, ni por el mismo hecho de superar esta tristeza, y, además, es incapaz de tomar decisiones por sí misma de una manera constante.

Volviendo al tema, lo primero que hay que hacer frente a la tristeza es asumirla. A veces creemos que no nos merecemos estar tristes. Vemos todo lo que tenemos, lo que somos… y pensamos que no tenemos derecho a entristecernos.

Pero los sentimientos las más de las veces no los escogemos, simplemente se nos vienen. Y si son negativos, el primer paso para superarlos es aceptar que los tengo.  

Lo segundo es aprender a conocernos. Es muy importante ser capaces de descubrir y de describir lo que sentimos. Si ante la pregunta «¿Cómo estás?», no sabes explicarte, necesitas trabajar en tu introspección.

Y ahora sí, estamos preparados para expresar la tristeza. No temas hacerlo. Callar una emoción no la hará necesariamente desaparecer.

No compartir tu tristeza, es como dejar dentro de tu alma un veneno que poco a poco la va a carcomer hasta llegar a destruirla del todo.

Según Santo Tomás de Aquino, hay cinco recetas para superar la tristeza:

1. Haz algo bueno y que te guste: cuando estés triste, no dejes de consentirte. Toma un chocolate, ve una película, haz ejercicio, sal a una fiesta, escribe tus recuerdos positivos, etc.

2. El llanto: el mismo San Agustín cuenta que cuando se dolía de la muerte de su amigo, sólo en los gemidos y en las lágrimas hallaba algún descanso. Llorar no es malo si la causa que lo suscita es grave. No se trata de un llanto descontrolado, sino proporcional a la causa de la tristeza. No es lo mismo llorar porque perdí un partido, que porque ha muerto un familiar. 

3. La compasión: comparte con tus amigos la tristeza. Ella es como un peso que nos abruma y, por eso, cuando sentimos que hay otros brazos cargándola, su peso se aligera.

Además, cuando alguien me muestra compasión, es porque me ama, y esto hace que la tristeza sea más llevadera.

4. El sueño y el agua: ¡Vaya que es cierto! Cuando estamos tristes, una buena ducha nos reanima. Nos ayuda a retomar energías. A tener más clara la mente para tomar decisiones.

Y el sueño, ¡ni se diga! Como dice San Ambrosio: «el sueño restablece los miembros debilitados para el trabajo, alivia las mentes fatigadas y libera a los angustiados de su pena».

Así que un poco de agua y unas buenas horas para descansar, pueden ser también un remedio que ayude a mitigar la tristeza.

5. El encuentro con Dios en la oración: no hay nadie que nos entienda mejor que Dios. Y por eso el mejor remedio siempre será el encuentro con Él.

Acude al Sagrario, pídele explicaciones –¡sí se vale hacerlo–, no como alguien que exige, sino como un hijo que no entiende. Cuéntale tus penas, y abre los oídos de tu corazón para escuchar lo que Él te quiera decir. 

Tengo un sueño

Al pie del Lincoln Memorial, Martin Luther King pronunció el más célebre de sus discursos, conocido por la fórmula que encabezaba la visión de un mundo justo: I have a dream

Por: Redacción | Fuente: biografiasyvidas.com / otros

Martin Luther King Jr. (Atlanta, 1929 - Memphis, 1968) Fue un pastor baptista estadounidense, defensor de los derechos civiles. La larga lucha de los norteamericanos de raza negra por alcanzar la plenitud de derechos conoció desde 1955 una aceleración en cuyo liderazgo iba a destacar muy pronto el joven pastor Martin Luther King. Su acción no violenta, inspirada en el ejemplo de Gandhi, movilizó a una porción creciente de la comunidad afroamericana hasta culminar en el verano de 1963 en la histórica marcha sobre Washington, que congregó a 250.000 manifestantes.

Allí, al pie del Lincoln Memorial, Martin Luther King pronunció el más célebre y conmovedor de sus espléndidos discursos, conocido por la fórmula que encabezaba la visión de un mundo justo: I have a dream (Tengo un sueño). Pese a las detenciones y agresiones policiales o racistas, el movimiento por la igualdad civil fue arrancando sentencias judiciales y decisiones legislativas contra la segregación racial, y obtuvo el aval del premio Nobel de la Paz concedido a King en 1964. Lamentablemente, un destino funesto parece arrastrar a los apóstoles de la no violencia: al igual que su maestro Gandhi, Martin Luther King cayó asesinado cuatro años después.

I have a dream. Washington D.C. 28 de agosto de 1963:

«Estoy orgulloso de reunirme con ustedes hoy, en la que será ante la historia la mayor manifestación por la libertad en la historia de nuestro país.

Hace cien años, un gran estadounidense, cuya simbólica sombra nos cobija hoy, firmó la Proclama de la emancipación. Este trascendental decreto significó como un gran rayo de luz y de esperanza para millones de esclavos negros, chamuscados en las llamas de una marchita injusticia. Llegó como un precioso amanecer al final de una larga noche de cautiverio. Pero, cien años después, el negro aún no es libre; cien años después, la vida del negro es aún tristemente lacerada por las esposas de la segregación y las cadenas de la discriminación; cien años después, el negro vive en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de prosperidad material; cien años después, el negro todavía languidece en las esquinas de la sociedad estadounidense y se encuentra desterrado en su propia tierra.

Por eso, hoy hemos venido aquí a dramatizar una condición vergonzosa. En cierto sentido, hemos venido a la capital de nuestro país, a cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las magníficas palabras de la Constitución y de la Declaración de Independencia, firmaron un pagaré del que todo estadounidense habría de ser heredero. Este documento era la promesa de que a todos los hombres, les serían garantizados los inalienables derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

Es obvio hoy en día, que Estados Unidos ha incumplido ese pagaré en lo que concierne a sus ciudadanos negros. En lugar de honrar esta sagrada obligación, Estados Unidos ha dado a los negros un cheque sin fondos; un cheque que ha sido devuelto con el sello de "fondos insuficientes". Pero nos rehusamos a creer que el Banco de la Justicia haya quebrado. Rehusamos creer que no haya suficientes fondos en las grandes bóvedas de la oportunidad de este país. Por eso hemos venido a cobrar este cheque; el cheque que nos colmará de las riquezas de la libertad y de la seguridad de justicia.

También hemos venido a este lugar sagrado, para recordar a Estados Unidos de América la urgencia impetuosa del ahora. Este no es el momento de tener el lujo de enfriarse o de tomar tranquilizantes de gradualismo. Ahora es el momento de hacer realidad las promesas de democracia. Ahora es el momento de salir del oscuro y desolado valle de la segregación hacia el camino soleado de la justicia racial. Ahora es el momento de hacer de la justicia una realidad para todos los hijos de Dios. Ahora es el momento de sacar a nuestro país de las arenas movedizas de la injusticia racial hacia la roca sólida de la hermandad.

Sería fatal para la nación pasar por alto la urgencia del momento y no darle la importancia a la decisión de los negros. Este verano, ardiente por el legítimo descontento de los negros, no pasará hasta que no haya un otoño vigorizante de libertad e igualdad.

1963 no es un fin, sino el principio. Y quienes tenían la esperanza de que los negros necesitaban desahogarse y ya se sentirá contentos, tendrán un rudo despertar si el país retorna a lo mismo de siempre. No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que a los negros se les garanticen sus derechos de ciudadanía. Los remolinos de la rebelión continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que surja el esplendoroso día de la justicia.

Pero hay algo que debo decir a mi gente que aguarda en el cálido umbral que conduce al palacio de la justicia. Debemos evitar cometer actos injustos en el proceso de obtener el lugar que por derecho nos corresponde. No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo de la copa de la amargura y el odio. Debemos conducir para siempre nuestra lucha por el camino elevado de la dignidad y la disciplina.

No debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas donde se encuentre la fuerza física con la fuerza del alma. La maravillosa nueva militancia que ha envuelto a la comunidad negra, no debe conducirnos a la desconfianza de toda la gente blanca, porque muchos de nuestros hermanos blancos, como lo evidencia su presencia aquí hoy, han llegado a comprender que su destino está unido al nuestro y su libertad está inextricablemente ligada a la nuestra. No podemos caminar solos. Y al hablar, debemos hacer la promesa de marchar siempre hacia adelante. No podemos volver atrás.

Hay quienes preguntan a los partidarios de los derechos civiles, "¿Cuándo quedarán satisfechos?"

Nunca podremos quedar satisfechos mientras nuestros cuerpos, fatigados de tanto viajar, no puedan alojarse en los moteles de las carreteras y en los hoteles de las ciudades. No podremos quedar satisfechos, mientras los negros sólo podamos trasladarnos de un gueto pequeño a un gueto más grande. Nunca podremos quedar satisfechos, mientras un negro de Misisipí no pueda votar y un negro de Nueva York considere que no hay por qué votar. No, no; no estamos satisfechos y no quedaremos satisfechos hasta que "la justicia ruede como el agua y la rectitud como una poderosa corriente".

Sé que algunos de ustedes han venido hasta aquí debido a grandes pruebas y tribulaciones. Algunos han llegado recién salidos de angostas celdas. Algunos de ustedes han llegado de sitios donde en su búsqueda de la libertad, han sido golpeados por las tormentas de la persecución y derribados por los vientos de la brutalidad policíaca. Ustedes son los veteranos del sufrimiento creativo. Continúen trabajando con la convicción de que el sufrimiento que no es merecido, es emancipador.

Regresen a Misisipí, regresen a Alabama, regresen a Georgia, regresen a Louisiana, regresen a los barrios bajos y a los guetos de nuestras ciudades del Norte, sabiendo que de alguna manera esta situación puede y será cambiada. No nos revolquemos en el valle de la desesperanza.

Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño "americano".

Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: "Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales".

Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos, se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad.

Sueño que un día, incluso el estado de Misisipí, un estado que se sofoca con el calor de la injusticia y de la opresión, se convertirá en un oasis de libertad y justicia.

Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad.

¡Hoy tengo un sueño!

Sueño que un día, el estado de Alabama cuyo gobernador escupe frases de interposición entre las razas y anulación de los negros, se convierta en un sitio donde los niños y niñas negras, puedan unir sus manos con las de los niños y niñas blancas y caminar unidos, como hermanos y hermanas.

¡Hoy tengo un sueño!

Sueño que algún día los valles serán cumbres, y las colinas y montañas serán llanos, los sitios más escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados, y la gloria de Dios será revelada, y se unirá todo el género humano.

Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual regreso al Sur. Con esta fe podremos esculpir de la montaña de la desesperanza una piedra de esperanza. Con esta fe podremos trasformar el sonido discordante de nuestra nación, en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe podremos trabajar juntos, rezar juntos, luchar juntos, ir a la cárcel juntos, defender la libertad juntos, sabiendo que algún día seremos libres.

Ese será el día cuando todos los hijos de Dios podrán cantar el himno con un nuevo significado, "Mi país es tuyo. Dulce tierra de libertad, a tí te canto. Tierra de libertad donde mis antesecores murieron, tierra orgullo de los peregrinos, de cada costado de la montaña, que repique la libertad". Y si Estados Unidos ha de ser grande, esto tendrá que hacerse realidad.

Por eso, ¡que repique la libertad desde la cúspide de los montes prodigiosos de Nueva Hampshire! ¡Que repique la libertad desde las poderosas montañas de Nueva York! ¡Que repique la libertad desde las alturas de las Alleghenies de Pensilvania! ¡Que repique la libertad desde las Rocosas cubiertas de nieve en Colorado! ¡Que repique la libertad desde las sinuosas pendientes de California! Pero no sólo eso: ! ¡Que repique la libertad desde la Montaña de Piedra de Georgia! ¡Que repique la libertad desde la Montaña Lookout de Tennesse! ¡Que repique la libertad desde cada pequeña colina y montaña de Misisipí! "De cada costado de la montaña, que repique la libertad".

Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: "¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!".»

 

Preces

Oremos a Dios, nuestro Padre, para que todos los que creemos en Cristo lleguemos a formar un solo pueblo:

R/M Señor, escucha nuestra oración.

Para que la Iglesia, edificada sobre la fe de los apóstoles, crezca como una construcción bien unida.MR/

Para que los cristianos de las diferentes confesiones busquemos, en la oración y el diálogo, caminos de acercamiento.MR/

Para que los diferentes carismas con los que Dios enriquece a su Iglesia contribuyan al anuncio del evangelio y a la manifestación de la caridad.MR/

Para que quienes no tienen fe encuentren personas en las que se manifieste la bondad de Dios.MR/

Para que todos los que hemos recibido el don de la fe seamos conscientes del gran regalo que se nos ha hecho.MR/

Intenciones libres

Padre nuestro…

Oración

Señor, Dios todopoderoso, que nos has hecho llegar al comienzo de este día, sálvanos hoy con tu poder, para que no caigamos en ningún pecado, sino que nuestras palabras, pensamientos y acciones sigan el camino de tus mandatos. Por nuestro Señor Jesucristo.

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