El Hijo del hombre también es dueño del sábado

Macario el Grande, Santo

Abad, 19 de enero
 
Martirologio Romano: Conmemoración de san Macario el Grande, presbítero y abad del monasterio de Scete, en Egipto, que, considerándose muerto al mundo, vivía sólo para Dios, enseñándolo así a sus monjes (c. 390).

Etimología: Macario = Aquel que ha encontrado la felicidad, es de origen griego.

NOTA: En la actualidad el Martirologio lo recuerda el 19 de enero, en el calendario anterior se lo celebraba el 16 de febrero

Breve Biografía

Este santo nació en Egipto por el año 300. Pasó su niñez como pastor, y en las soledades del campo adquirió el gusto por la oración y por la meditación y el silencio.

Una mujer atrevida le inventó la calumnia de que el niño que iba a tener era hijo de Macario, el cual, según decía ella, la había obligado a pecar. La gente enardecida arrastró al pobre joven por las calles. Pero él le pidió al Señor en su oración que hiciera saber a todos la verdad, y sucedió que tal mujer empezó a sentir terribles dolores y no podía dar a luz, hasta que al fin contó a sus vecinos quién era el verdadero papá del niño. Entonces la gente se convenció de la inocencia de Macario y cambió su antiguo odio por una gran admiración a su humildad y a su paciencia.

Para huir de los peligros del mundo, Macario se fue a vivir en un desierto de Egipto, dedicándose a la oración, a la meditación y a la penitencia, y allí estuvo 60 años y fueron muchos los que se le fueron juntando para recibir de él la dirección espiritual y aprender los métodos para llegar a la santidad.

El obispo de Egipto ordenó de sacerdote a Macario para que pudiera celebrarles la misa a sus numerosos discípulos. Después fue necesario ordenar de sacerdotes a cuatro de sus alumnos para atender las cuatro iglesias que se fueron construyendo allí cerca donde él vivía, para los centenares de cristianos que se habían ido a seguir su ejemplo de oración, penitencia y meditación en el desierto.

Macario quería cumplir aquella exigencia de Jesús: "Si alguno quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo", y se dedicó a mortificar sus pasiones y sus apetitos. Estaba convencido de que nadie será puro y casto si no les niega de vez en cuando a sus sentidos algo de lo que estos piden y desean. Deseaba dominar sus pasiones y dirigir rectamente sus sentidos. Sentía la necesidad de vencer sus malas inclinaciones, y notó que el mejor modo para obtener esto era la mortificación y la penitencia. Como su carne luchaba contra su espíritu, se propuso por medio del espíritu dominar las pasiones de la carne. A quienes le preguntaban por qué trataba tan duramente a su cuerpo, les respondía: "Ataco al que ataca mi alma". Y si a alguno le parecían demasiadas sus mortificaciones le decía: "Si supieras las recompensas que se consiguen mortificando las pasiones del cuerpo, nunca te parecerían demasiadas las mortificaciones que se hacen para conservar la virtud".

En aquellos desiertos, con 40 grados de temperatura y un viento espantosamente caliente y seco, no tomaba agua ni ninguna otra bebida durante el día. En un viaje al verlo torturado por la sed, un discípulo le llevó un vaso de agua, pero el santo le dijo: "Prefiero calmar la sed, descansando un poco debajo de una palmera", y no tomó nada. Y a uno de sus seguidores les dijo un día: "En estos últimos 20 años jamás he dado a mis sentidos todo lo que querían. Siempre los he privado de algo de lo que más deseaban".

Dominaba su lengua y no decía sino palabras absolutamente necesarias. A sus discípulos les recomendaba mucho que como penitencia guardaran el mayor silencio posible. Y les aconsejaba que en la oración no emplearan tantas palabras. Que le dijeran a Nuestro Señor: "Dios mío, concédeme las gracias que Tú sabes que necesito". Y que repitiera aquella oración del salmo: "Dios mío, ven en mi auxilio, Señor date prisa en socorrerme".

Admirable era el modo como moderaba su genio y su carácter, de manera que la gente quedaba muy edificada al verlo siempre alegre, de buen genio y que no se impacientara por más que lo ofendieran o lo humillaran.

A un joven que le pedía consejos de cómo librarse de la preocupación del qué dirán los demás, lo mandó a un cementerio a que les dijera un montón de frases duras a los muertos. Cuando volvió le preguntó Macario: Qué te respondieron los muertos? NO me respondieron nada, le dijo el joven. ¡Entonces ahora vas y les dices toda clase de elogios y alabanzas! El muchacho se fue e hizo lo que el santo le había mandado, y éste volvió a preguntarle: ¿Qué te respondieron los muertos? ¡Padre, nada me respondieron! "Pues mira", le dijo el hombre de Dios: "Tú tienes que ser como los muertos: ni entristecerte porque te critican y te insultan, ni enorgullecerte porque te alaban y te felicitan. Porque tú eres solamente lo que eres ante Dios, y nada más ni nada menos".

A uno que le preguntaba qué debía hacer para no dejarse derrotar por las tentaciones impuras le dijo: "Trabaje más, coma menos, y no les conceda a sus sentidos y a sus pasiones el gusto al placer inmediato. Quien no se mortifica en lo lícito, tampoco se mortificará en lo ilícito". El otro practicó estos consejos y conservó la castidad.

Macario le pidió a Dios que le dijera a qué grado de santidad había llegado ya, y Nuestro Señor le dijo que todavía no había llegado a ser como la de dos señoras casadas que vivían en la ciudad más cercana. El santo se fue a visitarlas y a preguntarles qué medios empleaban para santificarse, y ellas le dijeron que los métodos que empleaban eran los siguientes: dominar la lengua, no diciendo palabras inútiles o dañosas. Ser humildes, soportando con paciencia las humillaciones que recibían y la pobreza y los oficios sencillos que tenían que hacer. Ser siempre amables y muy pacientes, especialmente con sus maridos que eran muy malgeniudos, y con los hijos rebeldes y los vecinos ásperos y poco caritativos. Y como medio muy especial le dijeron que se esmeraban por vivir todo el día en comunicación con Dios, ofreciéndole al Señor todo lo que hacían, sufrían y decían, todo para mayor gloria de Dios y salvación de las almas.

Los herejes arrianos que negaban que Jesucristo es Dios, desterraron a Macario y sus monjes a una isla donde la gente no creía en Dios. Pero allí el santo se dedicó a predicar y a enseñar la religión, y pronto los paganos que habitaban en aquellas tierras se convirtieron y se hicieron cristianos.

Cuando los herejes arrianos fueron vencidos, Macario pudo volver a su monasterio del desierto. Y sintiendo que ya iba a morir, pues tenía 90 años, llamó a los monjes para despedirse de ellos. Al ver que todos lloraban, les dijo: "Mis buenos hermanos: lloremos, lloremos mucho, pero lloremos por nuestros pecados y por los pecados del mundo entero. Esas sí son lágrimas que aprovechan para la salvación".

Jesús dijo: "Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados (Mt. 5). Dichosos los que lloran y se afligen por sus propios pecados. Dichosos los que lloran por las ofensas que los pecadores le hacen a Dios. Lloremos arrepentidos en esta vida, para que no tengamos que ir a llorar a los tormentos eternos". Y murió luego muy santamente. Llevaba 60 años rezando, ayunando, haciendo penitencia, meditando y enseñando, en el desierto.
 
Oración

San Macario, santo penitente:
consíguenos de Dios la gracia de hacer penitencia por nuestros pecados en esta vida,
para no tener que ir a pagarlos en los castigos de la eternidad.
Amén

Ir contracorriente desde el corazón

Santo Evangelio según san Marcos 2, 23-28. Martes II del Tiempo Ordinario
 
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

En verdad deseo que venga tu Reino a mi corazón. Cada día es un esfuerzo por dejarme poseer por la ilusión de amarte. Un deseo de que dispongas plenamente de mi ser. Y heme aquí, he aquí mi libertad, he aquí que quiero conocer tu voluntad.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 2, 23-28

Un sábado Jesús iba caminando entre los sembrados, y sus discípulos comenzaron a arrancar espigas al pasar. Entonces los fariseos le preguntaron: “¿Por qué hacen tus discípulos algo que no está permitido hacer en sábado?”.

Él les respondió: “¿No han leído acaso lo que hizo David una vez que tuvo necesidad y padecían hambre él y sus compañeros? Entró en la casa de Dios, en tiempos del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes sagrados, que sólo podían comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros”.

Luego añadió Jesús: “El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado. Y el Hijo del hombre también es dueño del sábado”.

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

¿Por qué los discípulos de Jesús se comportan distinto que los demás?, ¿por qué se permitían caminar por encima del orden señalado? Por alguna razón se sentían libres. Estaban en misión, cansados, y quizá con no pocas preguntas en sus corazones que bullían en esos traslados silenciosos, al costado del Señor (¡y cuántos de estos no habrán tenido en esos tres años, para pensar en tantas cosas!). Llegó, pues, un instante en donde el hambre no permitió ser ignorada una vez más. He aquí que un primer discípulo se agachó a arrancar unas cuantas espigas. Y así comenzó toda la escena…

Ahora dime, Señor, ¿qué tipo de enseñanza, de discipulado, estabas realizando con aquellos pescadores?, ¿cómo es que de pronto comenzaban a actuar casi contra toda naturaleza?, ¿a veces incluso contra la ley? Hoy arrancaron espigas en sábado, pero en otras ocasiones ayunaban mientras otros banqueteaban. Y después banqueteaban mientras muchos ayunaban. Un día decidieron dejar las orillas pesqueras para vivir, literalmente, en las manos de Dios.

Pero, a decir verdad, mi pregunta es más profunda, Señor, pues sé no se trataba de una mera rebeldía, de algo que sólo consistiera en andar de modo aleatorio contra corriente. Sus corazones estaban cambiando y se notaba constantemente.

Cuando muchos lloraban lágrimas que caían hacia la tierra, ellos derramaban lágrimas que subían al cielo. Mientras muchos gritaban por temor ante un endemoniado, ellos guardaban un santo temor de Dios. Cuando muchos desbordaban desconsuelo, eran ellos que venían a consolar. ¿Era un poco esto en lo que consistía este instaurar tu Reino?

En estas breves líneas de tu Evangelio, he podido ver que andar contigo no era solamente algo externo, sino que es algo que poco a poco enraíza en mi interior. Yo quiero también participar de ello, quiero experimentar ese dulce caminar contra corriente, ese apasionado andar contra corriente; pero no por una actitud de rebeldía, sino por una conversión del corazón hacia la vida eterna, hacia la cual camino y hacia la cual quiero introducir a tantos. Es un camino de renuncia y, al mismo tiempo, un camino lleno de grandes dones. …y cuando muchos rieron, lloraron ellos la muerte de su Dios. Y cuando muchos se olvidaron, vivieron ellos su resurrección.

«Lo cierto es que frente al hambre, Jesús priorizó la dignidad de los hijos de Dios sobre una interpretación formalista, acomodaticia e interesada de la norma. Cuando los doctores de la ley se quejaron con indignación hipócrita, Jesús les recordó que Dios quiere amor y no sacrificios, y les explicó que el sábado está hecho para el ser humano y no el ser humano para el sábado. Enfrentó al pensamiento hipócrita y suficiente con la inteligencia humilde del corazón, que prioriza siempre al ser humano y rechaza que determinadas lógicas obstruyan su libertad para vivir, amar y servir al prójimo». (Discurso de S.S. Francisco, 5 de noviembre de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Pensaré cómo puedo compartir el sentido sobrenatural que da el Evangelio a mi vida; quizás puedo visitar a una persona, o buscar darle unos minutos a un amigo que se encuentra necesitado.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cada uno de nosotros es un grano de trigo

Quinto domingo de Cuaresma. Los que quieren echarse a perder, se guardan para sí mismos en el egoísmo; y los que se entregan, acaban por dar fruto.

Podremos hacer muchas cosas o tener grandes posesiones, pero nunca debemos perder de vista que lo importante es el bien que hacemos a los demás. Ésa tiene que acabar siendo nuestra más importante y auténtica riqueza.

Dios ama al que da con alegría, y en el Evangelio escuchábamos una parábola de nuestro Señor sobre este darse. Darse significa que, como el grano de trigo, uno tiene que caer en la tierra y pudrirse para dar fruto. Es imposible darse con comodidad, es imposible darse sin que nos cueste nada. Al contrario, el entregarse verdaderamente a los demás y el ayudar a los demás siempre nos va a costar.

Vivimos en un mundo de muchas comodidades, y no sé si nosotros seríamos capaces de resistir el sufrimiento, cuando cosas tan pequeñas, tan insignificantes, a veces nos resultan tan dolorosas. La fe nos pide ser testigos de Cristo en la vida diaria, en la caridad diaria, en el esfuerzo diario, en la comprensión diaria, en la lucha diaria por ayudar a los demás, por hacer que los demás se sientan más a gusto, más tranquilos, más felices. Ahí es donde está, para todos nosotros, el modo de ser testigos de Cristo.

Tenemos que entregarnos auténticamente, entregarnos con más fidelidad, entregarnos con un corazón muy disponible a los demás. Cada uno tiene que saber cuál es el modo concreto de entregarse a los demás. ¿Cómo puedo yo entregarme a los demás? ¿Qué significa darme los demás?

Ciertamente, para todos nosotros, lo que va a significar es renunciar a nuestro egoísmo, renunciar a nuestras flojeras, renunciar a todas esas situaciones en las que podemos estar buscándonos a nosotros mismos.

Jesucristo nos dice en el Evangelio que todo aquél que se busca a sí mismo, acabará perdiéndose, porque acaba quedándose nada más con el propio egoísmo. La riqueza de la Iglesia es su capacidad de entrega, su capacidad de amor, su capacidad de vivir en caridad. Una Iglesia que viviese nada más para sí misma, para sus intereses, para sus conveniencias sería una Iglesia que estaría viviendo en el egoísmo y que no estaría dando un testimonio de fe. Y un cristiano que nada más viva para sí mismo, para lo que a uno le interesa, para lo que uno busca, sería un cristiano que no está dando fruto.

Dios da la semilla, a nosotros nos toca sembrar. Dios nos ha dado nuestras cualidades, a nosotros nos toca desarrollarlas; Dios nos ha dado el corazón, el interés, la inteligencia, la voluntad, la libertad, la capacidad de amar; pero el amar o el no amar, el entregarnos o no entregarnos, el ser egoístas o ser generosos depende sola y únicamente de nosotros.

Es en la generosidad donde el hombre es feliz, y es en el egoísmo en donde el hombre es auténticamente desgraciado. Aunque a veces la generosidad nos cueste y nos sea difícil; aunque a veces el ser generosos signifique el sacrificarnos, es ahí donde vamos a ser felices, porque sólo da una espiga el grano de trigo que cae en la tierra y se pudre, se sacrifica, mientras que el grano de trigo que se guarda en un arcón acaba estropeándose, se lo acaban comiendo los animales o echándose a perder.

Cada uno de nosotros es un grano de trigo. Reflexionemos y preguntémonos: ¿Quiero echarme a perder o dar frutos? Y recordemos que sólo hay dos tipos de personas en esta vida: los que quieren echarse a perder y se guardan para sí mismos en el egoísmo; o los que entregándose, acaban por dar fruto.
 
Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos: recentrarse en Dios

"Permaneced en mi amor y daréis fruto en abundancia" (Jn 15, 5-9).

Un "día importante": así es como el Papa preanunció, al final del Ángelus, el hodierno comienzo de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, invitando a todos a rezar concordes para que se cumpla "el deseo de Jesús”: “Que todos sean uno" (Jn 17, 21). “La unidad, que siempre es mayor que el conflicto". Este año, el tema que acompañará los días de la Semana, que tradicionalmente se celebra entre la fiesta de la Cátedra de San Pedro y la de la Conversión de San Pablo, se basa en la admonición de Jesús: "Permaneced en mi amor y daréis fruto en abundancia ", tomada del Evangelio de Juan (Jn 15, 5-9). La celebración cae todos los años del 18 al 25 de enero en el hemisferio norte, mientras que en el sur, donde el mes de enero es un período de vacaciones, las Iglesias lo celebran en otras fechas, por ejemplo en Pentecostés (sugerido por el movimiento Fe y Constitución de 1926), un período igualmente simbólico para la unidad de la Iglesia. En Roma será el Papa, como de costumbre, quien cerrará la Semana el 25 de enero en la Basílica de San Pablo Extramuros presidiendo la celebración de las Vísperas junto con los representantes de las demás Comunidades Cristianas.

Las raíces del movimiento ecuménico

Es necesario volver a los años alrededor del 1740 en Escocia para trazar el nacimiento de un movimiento pentecostal con vínculos en América del Norte, cuyo nuevo mensaje para la renovación de la fe llama a rezar por y con todas las Iglesias. En ese momento fue el predicador evangélico Jonathan Edwards quien pidió un día de oración y ayuno por la unidad, para que las Iglesias pudieran encontrar su impulso misionero común. Con un salto a 1902, llegamos a la fecha en que el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Joaquín III, escribió la encíclica patriarcal y sinodal Carta irenica, en la que invitaba a orar por la unión de los creyentes en Cristo. Unos años más tarde, en 1908, el reverendo Paul Wattson instituyó, y celebró por primera vez en Graymoor (Nueva York), un "Octavario de Oración por la Unidad", del 18 al 25 de enero, con la esperanza de que se convirtiera en una práctica común.

Documentos clave

El 1964 es el año marcado por el histórico encuentro entre el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras I, que en Jerusalén rezaron juntos la oración de Jesús "para que todos sean uno" (Jn 17:21). Pero también es el año del Decreto sobre el Ecumenismo del Concilio Vaticano II, Unitatis Redintegratio, que subraya que la oración es el alma del Movimiento Ecuménico, y anima a la observancia de la Semana de Oración. También hay que recordar que el próximo mes de abril se celebrará el vigésimo aniversario de la Charta Oecumenica, el documento conjunto firmado en Estrasburgo entre el Consejo de Conferencias Episcopales de Europa y la Conferencia de Iglesias Europeas, que presenta las directrices para aumentar la cooperación entre las Iglesias cristianas de Europa.

Los subsidios de las Semanas de Oración

Desde 1968, el opúsculo que indica cómo orar con espíritu ecuménico, en este tiempo fuerte, es producido por la Comisión Fe y Constitución del Consejo Ecuménico de las Iglesias y por el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. Desde 1975, estos textos -lecturas bíblicas, comentarios y oraciones para cada día de la semana- son preparados sobre la base de un proyecto elaborado cada año por un grupo ecuménico local en un país diferente. Desde este punto de vista, podemos decir que en el mismo método encontramos el significado de "ecumenismo": lo universal, traducido literalmente con la espléndida expresión "tierra habitada". El subsidio se propone con la advertencia de que, en la medida de lo posible, debe adaptarse a las costumbres locales, prestando especial atención a las prácticas litúrgicas en su contexto sociocultural y a la dimensión ecuménica. En algunos lugares ya existen estructuras ecuménicas capaces de llevar a cabo esta propuesta y donde faltan se espera que se implementen.

Calendario de la semana 2021

Durante los ocho días, se nos invita a meditar y orar sobre las diferentes pistas sugeridas por los versos del conocido pasaje de la vid y las ramas del evangelista Juan. El primer día, Llamados por Dios: “No me elegisteis vosotros a mí, fuiyo quien os elegía vosotros” (Juan 15, 16a). El segundo, Madurar internamente: “Permaneced unidos a mí, como yo lo estoy a vosotros” (Juan 15, 4a). El tercero, Formar un solo cuerpo: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Juan 15, 12b). El cuarto día se reflexionará sobre el profundo significado de rezar juntos: Orar juntos: “Ya no os llamaré siervos ... A vosotros os llamo amigos” (Juan 15, 15). El quinto día se centrará en dejarse transformar por la Palabra: Dejarse trasformar por la Palabra: “Vosotros ya estáis limpios por la palabra...”(cf. Juan 15, 3). En el sexto día habrá espacio para el tema de la acogida: " Acoger a los demás: “Poneos en camino y dad fruto abundante y duradero” (cf. Juan 15, 16b). El séptimo, Crecer en unidad: “Yo soy la vid; vosotros, los sarmientos” (Juan 15, 5a). Para concluir, en el octavo, “Para que participéis en mi alegría y vuestra alegría sea completa” (Juan 15, 11).

La Comunidad de Grandchamp reza desde la cuarentena

La Comunidad de Grandchamp, en Suiza, a la que se ha confiado la tarea de redactar los textos del subsidio para este año, está compuesta actualmente por unas cincuenta hermanas de diferentes tradiciones cristianas y de diferentes países. Fundada en la primera mitad del siglo XX, desde el principio ha cultivado fuertes lazos tanto con la Comunidad de Taizé, como con el Padre Paul Couturier, una figura clave en la historia de la Semana de Oración. Las religiosas se han visto obligadas a permanecer en aislamiento desde el 5 de enero debido al coronavirus. Acostumbradas a vivir el carisma de la apertura al diálogo y al encuentro, han tenido que reorganizar lamentablemente su tiempo juntas: cada una puede rezar en su propia habitación, han tenido que cerrar las puertas de la recepción y cancelar las celebraciones previstas. Sin embargo, siguen tocando las campanas del mediodía. "La pandemia no puede detener la oración", nos escribe la hermana Svenja, invitándonos a seguir las actualizaciones en línea continuarán realizando. "Tal vez este tiempo sea una oportunidad para alimentar la oración personal", leemos en su Facebook, "y para vivir aún más profundamente el tema que hemos preparado".

No hay amistad sin sufrimiento purificador

La celebración de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos se compone de tres secciones, "vigilias", tomadas del modelo de la Comunidad de Grandchamp. La primera vigilia se centra en la unidad de la persona en sí misma y en el morar en Cristo; la segunda expresa el deseo de redescubrir la unidad visible entre los cristianos; la tercera está abierta a la unidad de todos los pueblos, de toda la creación. Según las costumbres de las distintas tradiciones de pertenencias, se contemplan ciertos gestos de acompañamiento que se pueden realizar de diferentes maneras. "Acercarse a los demás, vivir juntos en comunidad con otras personas, a veces muy diferentes a nosotros, constituye un desafío", escriben las hermanas, reconociendo la valiosa enseñanza del hermano Roger de Taizé: "No hay amistad sin sufrimiento purificador, no hay amor al prójimo sin la cruz. Sólo la cruz nos permite conocer la inescrutable profundidad del amor". Las religiosas subrayan cuan importante es la oración de Jesús por la unidad, que es "una invitación a volver a él y, por consiguiente, a acercarnos los unos a los otros,alegrándonos de nuestra diversidad".

Las urgencias de los pueblos reflejadas en los temas de las Semanas de Oración

Si la sabiduría de la vida contemplativa de la comunidad monástica de Grandchamp ha confluido en el texto guía de la Semana de Oración 2021, de la misma manera las experiencias de otras realidades ecuménicas dispersas en los diferentes continentes han producido otras tantas ayudas que han sido influenciadas por diferentes contextos sociales y religiosos. Esto significa que hablar de ecumenismo y orar por el ecumenismo es algo que se mueve "desde abajo" y tiene que ver con el nivel del debate teológico, pero también con los estilos de vida, los gestos, en esencia con lo que al académico Brunetto Salvarani le gusta definir como "ecumenismo de la puerta de al lado". Al examinar los temas de las ediciones más recientes, en el Brasil o Malta, por ejemplo, se destacó la sensibilidad a la acogida; en la India, donde los cristianos siguen siendo una minoría, el tema elegido se refería a lo que el Señor exige de los creyentes en Jesús; en Letonia se evocó la maravilla por la belleza de la creación; en Alemania la reconciliación, en Indonesia el compromiso con la justicia.

Las palabras del Papa Francisco para la unidad

La preocupación por los más pobres y el llamamiento a fortalecer en las sociedades el principio de solidaridad; el llamamiento a mostrar hospitalidad a los débiles y perseguidos: fueron estos los énfasis expresados por el Papa Francisco durante la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos en 2019 y 2020. Hace un año, en particular, el Pontífice recordó que el barco en el que se encontraba Pablo, antes de encallar cerca de la costa de Malta, había estado a merced de la tormenta durante varios días, y mientras todos perdían toda esperanza de supervivencia, era el apóstol quien los tranquilizaba, él que era un prisionero y por lo tanto uno de los más vulnerables. Estábamos al principio de esa pandemia, aún impredecible y desconocida, que devastaría el planeta. La humanidad está todavía en una tormenta, aquella que el Papa habría evocado de nuevo en el extraordinario momento de oración en la desierta Plaza de San Pedro el pasado 27 de marzo. La unidad aún se hace imprescindible anhelo, urgencia, esperanza. Aun la oración es tan necesaria.

SAGRADA ESCRITURA Segunda Parte: El Nuevo Testamento INTRODUCCIÓN

Llamamos “Nuevo Testamento” a la colección de los 27 libros inspirados , escritos después de la resurrección de Jesús. A través de ellos conocemos a Jesús y la vida de la Iglesia en sus inicios.

INTRODUCCIÓN

Llamamos “Nuevo Testamento” a la colección de los 27 libros inspirados[1], escritos después de la resurrección de Jesús. A través de ellos conocemos a Jesús y la vida de la Iglesia en sus inicios.          

Todo el Nuevo Testamento gira alrededor de esta “Buena Noticia”: Jesús de Nazareth, nacido de María, por obra del Espíritu Santo, es el Salvador, el Mesías, el Hijo de Dios y Hombre verdadero; ha muerto y resucitado para dar a los hombres una Vida Nueva y para enseñar el camino que conduce a la verdad de nuestra vida y de nuestro destino, que es la gloria del Padre, junto a Cristo Jesús.

1. ¿Cómo nació en Nuevo Testamento?

Jesús no escribió nada ni de su vida ni de su doctrina. Tampoco mandó a nadie que escribiera su mensaje. Él sólo dijo: “Vayan y anuncien la Buena Noticia a todas las gentes, para que todos los pueblos sean mis discípulos”. Por tanto, el Nuevo Testamento fue, antes que nada, predicado, vivido y celebrado. Solamente en un segundo tiempo, cuando las primeras comunidades vivían y celebraban la fe en Cristo, y los testigos oculares de la vida y palabra de Jesús iban desapareciendo, se sintió la necesidad de poner por escrito esa fe y esa predicación de los apóstoles y discípulos. El Nuevo Testamento fue entonces el resultado de la fe y predicación de las primeras comunidades cristianas. Este hecho es muy importante porque nuestra fe no puede fundamentarse sólo en la Biblia escrita, como lo hacen los protestantes. Es más bien la Tradición (con el Magisterio de la Iglesia) que nos garantiza la verdad de la Biblia y nos transmite todo el depósito de la fe (cf. 2 Tim 1, 13-14)[2].

Por tanto, el Nuevo Testamento tuvo dos etapas:

a. Una etapa predicada de boca en boca: el núcleo de esta predicación era este: Cristo Jesús, Hijo de Dios, muerto y resucitado.  A este núcleo se le llama Kerigma, palabra griega que significa “anuncio, proclamación”[3]. Este Kerigma seguía este esquema: se recuerda el acontecimiento de Jesús; se interpreta este acontecimiento con las Escrituras; y se llama al compromiso de la fe. Este Kerigma se anunció primero a los judíos y después, por obra de Pablo, a los paganos. El Espíritu Santo fue el gran protagonista de esta etapa predicada del “Evangelio”, inspirando, asistiendo, cuidando la vida y la palabra de los primeros misioneros.

b. Y una etapa escrita: fue un camino largo y complejo. En los primeros años algunas comunidades cristianas empezaron a resumir lo esencial de la predicación apostólica en fórmulas breves y fáciles de retener, que serían los primeros intentos del “Credo”. San Pablo cita una fórmula  célebre: “Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras. Fue sepultado y resucitó al tercer día, según la Escrituras. Se apareció a Pedro, luego a los Doce” (1 Co 15, 3-5). Muy rápidamente, al celebrar la Eucaristía, nacerían también las “aclamaciones y fórmulas de alabanza a Cristo” (cf. Fil 2, 6-11; Col 1, 12-20; 1 Tim 3, 16).  Así pasaron unos 30-35 años después de la resurrección. Y como los apóstoles iban muriendo, surgió el anhelo de poner por escrito todo, para no perder su memoria.  Lo primero que se escribió fue el Relato de la Pasión. Más tarde, los dichos de Jesús, las parábolas y los milagros. Y así nacieron los cuatro Evangelios: primero Marcos, alrededor del año 70; después Mateo y Lucas, alrededor del año 80; por último, Juan, allá por el año 90.  San Pablo, desde el año 40 había empezado sus viajes misioneros, fundando comunidades en toda Asia Menor; y para mantener los contactos con ellas, les escribe cartas, aconsejando, amonestando, enseñando, solucionando problemas. La primera que escribió fue el año 51 a los Tesalonicenses. Más tarde, en el año 63, escribió a los Corintios y a los Gálatas. Por tanto, los primeros escritos del Nuevo Testamento no fueron los Evangelios, sino las Cartas de san Pablo. Al inicio, los varios libros del Nuevo Testamento circulaban separadamente por las comunidades cristianas. Poco a poco se fueron juntando estos libros, cuando eran copiados a mano, hasta llegar a conformar todo el conjunto de los 27 libros canónicos.
 
2. ¿Cuándo se empezaron a reunir los varios libros, hasta conformar el “Canon” del Nuevo Testamento?

El más antiguo y más importante catálogo de los escritos del Nuevo Testamento fue descubierto en el siglo XVIII por un estudioso, llamado Muratori. El Canon de Muratori data de mediados del siglo II. Este catálogo contiene 22 libros, entre los cuales las 13 cartas de san Pablo. Todavía no es el Nuevo Testamento completo, pero es el primer intento que conocemos de empezar a reunir los varios libros.

Luego tenemos el testimonio de san Justino, que en su primera Apología del año 150 nos dice:  “El domingo, todos se reúnen, leen las Memorias de los Apóstoles, que se llaman los Evangelios”. Esto nos asegura que ya a mediados del siglo II estaban reunidos los cuatro Evangelios. El catálogo ya completo de los 27 libros canónicos del Nuevo Testamento lo encontramos hacia el año 400.
 
3. ¿Originales o copias?

Los originales de los libros del Nuevo Testamento se perdieron muy pronto, debido a la escasa duración del material (papiro y cuero) en que se escribían, a mano, libros y cartas. Lo que ha llegado a nosotros son copias, muy antiguas por cierto, de pergamino u otro material, en número muy abundante, de varios libros o colecciones. Unos 3.500 manuscritos. Entre las colecciones o códigos más antiguos del Nuevo Testamento en griego podemos recordar:

a.  El código Vaticano (siglo IV) que contiene casi todo el Antiguo Testamento y Nuevo Testamento.
b. El código Alejandrino (siglo V) que contiene el Antiguo Testamento y Nuevo Testamento e incluso cartas de san Clemente, no admitidas en el Canon.
c. El código Sinaítico (mitad del siglo IV) que contiene todo el Nuevo Testamento e incluso la Carta de san Bernabé y el Pastor de Hermas, no admitidas en el Canon.

La versión en latín de la Biblia es la Vulgata, terminada por san Jerónimo en Belén, hacia el año 400. Ya en este momento, los libros del Nuevo Testamento ya estaban completos y posteriormente fue esta versión de la Vulgata la que fue aprobada como oficial en la Iglesia, en el Concilio de Trento, en el año 1570.

Comencemos, pues, el Nuevo Testamento, con el alma abierta y con los oídos del corazón atentos. Es Dios quien nos habla, y quien nos ha escrito esta Carta. “Queremos ver a Jesús”, como aquellos griegos que acudieron al apóstol Felipe. Queremos ver su rostro para después hacerlo resplandecer ante las generaciones del nuevo milenio, como nos dice el Papa Juan Pablo II en su carta apostólica “Novo millennio ineunte” (n. 16).

En esta carta el Papa pone como prioridad en este Tercer Milenio la escucha de la Palabra: “Precisamente con esta atención a la Palabra de Dios se está revitalizando principalmente la tarea de la evangelización y la catequesis. Hace falta consolidar y profundizar esta orientación, incluso a través de la difusión de la Biblia en las familias. Es necesario, en particular, que la escucha de la Palabra se convierta en un encuentro vital, en la antigua y siempre válida tradición de la lectio divina, que permite encontrar en el texto bíblico la palabra viva que interpela, orienta y modela la existencia” (n. 39).

¡Ojalá que este mi libro, que explica la Biblia sirva para que conozcamos más al Señor, lo amemos, lo reflejemos en nuestra vida y lo comuniquemos por todo el mundo!

[1] Son éstos: los cuatro Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, las trece cartas de Pablo, la carta a los Hebreos, la carta de Santiago, las dos cartas de Pedro, las tres cartas de Juan, la carta de Judas, y por último, el Apocalipsis.
[2] Dice san Agustín: “Yo no creería en la Biblia, si no hubiese la Iglesia que me la presenta y me la explica”.  
[3] Huellas del Kerigma predicado las podemos encontrar en algunos discursos de Pedro (cf. Hech 2, 14-41; 3, 12-26; 5, 29-32; 10, 34-43) o de Pablo (cf. Hech 13, 16-41) o en el relato de Emaús (cf. Lc 24, 19-27).
 

Día 2 de oración por la unidad de los cristianos: Madurar internamente

Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos

Reflexiones Bíblicas y Oraciones para el Octavario

Día 2: Madurar internamente

«Permaneced unidos a mí, como yo lo estoy a vosotros»
(Juan 15, 4a)

Efesios 3, 14-21. Que Cristo habite en nuestros corazones

Por todo lo cual me pongo de rodillas ante el Padre, origen de toda paternidad tanto en el cielo como en la tierra, y le pido que, conforme a la riqueza de su gloria, su Espíritu os llene de fuerza y energía hasta lo más íntimo de vuestro ser. Que Cristo habite, por medio de la fe, en el centro de vuestra vida y que el amor os sirva de cimiento y de raíz. Seréis así capaces de entender, en unión con todos los creyentes, cuán largo y ancho, cuán alto y profundo es el amor de Cristo; un amor que desborda toda ciencia humana y os colma de la plenitud misma de Dios. A Dios que, desplegando su poder sobre nosotros, es capaz de realizar todas las cosas incomparablemente mejor de cuanto pensamos o pedimos, a él la gloria en Cristo y en la Iglesia, de edad en edad y por generaciones sin término. Amén.

Lucas 2, 41-52. María guardaba todas estas cosas en su corazón

Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén, a celebrar la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron juntos a la fiesta, como tenían por costumbre. Una vez terminada la fiesta, emprendieron el regreso. Pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo advirtieran.

Pensando que iría mezclado entre la caravana, hicieron una jornada de camino y al término de ella comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Y como no lo encontraron, regresaron a Jerusalén para seguir buscándolo allí. Por fin, al cabo de tres días, lo encontraron en el Templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Cuantos lo oían estaban asombrados de su inteligencia y de sus respuestas. Sus padres se quedaron atónitos al verlo; y su madre le dijo: —Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo hemos estado muy angustiados buscándote. Jesús les contestó: —¿Y por qué me buscabais? ¿No sabéis que debo ocuparme de los asuntos de mi Padre? Pero ellos no comprendieron lo que les decía. Después el niño regresó a Nazaret con sus padres y siguió sujeto a ellos. En cuanto a su madre, guardaba todas estas cosas en lo íntimo de su corazón. Y Jesús crecía, y con la edad aumentaban su sabiduría y el favor de que gozaba ante Dios y la gente.

Meditación

El encuentro con Jesús da lugar al deseo de estar en él y permanecer en él: es el tiempo en el que el fruto madura. Siendo como nosotros, plenamente humano, Jesús creció y maduró.

Vivió una vida simple, arraigada en las prácticas de su fe judía. En esta vida oculta en Nazaret, donde aparentemente no sucede nada extraordinario, era el Padre quien lo alimentaba.

María contempló las acciones de Dios en su vida y en la de su hijo. Ella atesoraba todas estas cosas en su corazón. Así, poco a poco, ella abrazó el misterio de Jesús.

También nosotros necesitamos un largo período de maduración, toda una vida, para sumergirnos en la profundidad del amor de Cristo, para dejar que él permanezca en nosotros y para que nosotros podamos permanecer en él. Sin que sepamos cómo, el Espíritu hace que Cristo habite en nuestros corazones. Y es a través de la oración, de la escucha de la Palabra, del compartir con otros y poner en práctica lo que hemos entendido, cómo nuestra interioridad se fortalece.

Si dejamos que Cristo descienda a las profundidades de nuestro ser... Él penetrará en la mente y en el corazón, alcanzará nuestra carne hasta nuestro ser más íntimo, hasta que nosotros experimentemos algún día las profundidades de la misericordia.

Las fuentes de Taizé (2000) p.134

Oración

Espíritu Santo,
haz que recibamos en nuestros corazones la presencia de Cristo,
y apreciarlo como un secreto de amor.
Alimenta nuestra oración,
ilumina nuestra lectura de las Escrituras,
actúa en nosotros para que los frutos de tus dones
puedan pacientemente crecer en nosotros.
 
Materiales para la Semana de Oración por la Unidad de los Pristianos y para el resto del año 2021

PRECES

Alabemos a Jesucristo recordando las gracias que ha derramado sobre nosotros a través de los esfuerzos por la unidad de los cristianos:
R/MTú eres el buen Pastor que da la vida por sus ovejas.
Por el reflejo de tu luz en cada rostro humano.MR/
Por la voz de la conciencia que nos impele a buscar la verdad.MR/
Por la reconciliación perfecta y la plenitud de comunión a la que nos llamas.MR/
Intenciones libres
Padre nuestro…

ORACIÓN

Señor Jesucristo, luz verdadera que alumbras a todo hombre y le muestras el camino de la salvación, concédenos la abundancia de tu fuerza, para que preparemos delante de ti caminos de justicia y de paz. Tú que vives y reinas.

PAXTV.ORG