Jesús se compadece de la gente porque la amaba
- 13 Febrero 2021
- 13 Febrero 2021
- 13 Febrero 2021
Valiente virgen y mártir del siglo IV en la ciudad de Barcelona
13 años tenía Eulalia cuando se enfrentó al prefecto de Barcino (la actual Barcelona), en tiempos de Diocleciano, para echarle en cara su encarnizamiento con los cristianos. Y a 13 muertes distintas la condenó el despiadado gobernante para castigar su atrevimiento.
Azotes, potro, garfios, fuego, cal viva, crucifixión… ninguna tortura pudo doblegar a aquella joven patricia, que expiró mientras de su boca salía una paloma volando directa al cielo.
La joven vivía con sus padres en lo que ahora es el popular barrio de Sarrià, en Barcelona. Y el suyo es uno de los muchos casos de mártires, de Lorenzo a Fructuoso, que honraron a la naciente iglesia española. De aquellos tempranos procesos no queda mucho, y lo que hay está rodeado de leyendas.
Uno de los biógrafos de la santa, Ángel Fábrega, narra el martirio de la niña subrayando la increíble entereza a pesar de su edad. Y pone en su boca palabras como estas contra su perseguidor:
«Yo soy Eulalia, sierva de mi Señor Jesucristo, que es el Rey de los reyes y el Señor de los que dominan: por esto, porque tengo puesta en Él toda mi confianza, no dudé siquiera un momento en ir voluntariamente y sin demora a reprochar tu necia conducta, al posponer al verdadero Dios, a quien todo pertenece, cielos y tierra, mar e infiernos y cuanto hay en ellos, al diablo, y lo que es peor, que quieres obligar a hacer lo mismo a aquellos hombres que adoran al Dios verdadero y esperan conseguir así la vida eterna. Aquel a quien invoco está aquí junto a mí; y a ti no es dado el verle porque no lo mereces por culpa de tu negra conciencia y la insensatez de tu alma. Él me alienta y conforta, de manera que ya puedes aplicarme cuantas torturas quieras, que las tengo por nada».
Tras la muerte de Eulalia, su cuerpo permaneció colgado en la cruz para que lo devoraran las aves de rapiña, pero cuenta la leyenda que cayó una nevada que preservó sus restos, y que sus familiares pudieron recuperar el cuerpo y enterrarlo con todos los honores.
Sus restos fueron llevados a la catedral en el año 878, y desde 1868 es oficialmente patrona de la ciudad.
Benigno de Todi, Santo
Presbítero y Mártir, 13 de febrero
Martirologio Romano: En Todi, ciudad de la Umbría, san Benigno, presbítero y mártir (s. IV).
Etimología: Benigno = Aquel que actúa con Benevolencia, es de origen latino.
Breve Biografía
Dicen que un fraile, en un arrebato de falsa devoción, quiso llevarse a su convento -eso que se llama robar una cosa sagrada y como agravante en un sitio también sagrado- la cabeza del santo que reposaba dentro de un relicario de plata en el monasterio de benedictinas que se llama «De las Milicias», en Todes. En su intento, y sin saber muy bien lo que pasaba, no pudo salir del templo por no poder localizar las puertas hasta poco antes tan expeditas. Así, se vio obligado a depositar la reliquia de san Benigno en el sitio que le correspondía.
Todes es una de las primeras ciudades evangelizadas de Hungría. Benigno vive en la segunda mitad del siglo III. Y se ha dado conocer entre los suyos como un insigne propagador de la fe cristiana; lo hace con alegría y con notable entusiasmo. El obispo Ponciano conoce su afán apostólico y está al tanto de la sinceridad de su vida; un día lo consagra presbítero para apoyarse en él en el cumplimiento obligado de atender a su grey y de extender la Salvación.
Llegada la persecución de Maximiano y Diocleciano, la comunidad de creyentes está confortada por la atención espiritual que con riesgo constante de su vida le presta el buen sacerdote Benigno. Socorre a los confesores de la fe presos en las cárceles; visita las casas de los débiles y les busca por los campos que los cobijan para darles aliento; y se las arregla para estar cerca de los que son torturados, acompañando hasta donde es posible humanamente a los que se disponen al martirio.
Pasado el peor momento de estupor, se llena de la audacia del Espíritu Santo y comienza a predicar con fortaleza de Jesucristo. Ahora lo hace públicamente en el intento de convertir a los paganos que están en el terrible error de la idolatría. El principal foco de atención de su discurso es hacerles comprender que los ídolos son una necedad y el culto que se les tributa supone una verdadera ofensa al único Dios que merece adoración y puede darles la salvación ofrecida a todos los hombres sin excepción. Ya no le importa su vida. Se sabe portador de la verdad y conoce bien que ella no es exclusivamente para él. Sólo Jesús es el Señor y todos han de servirle.
Lo que era presumible con ese comportamiento se hace realidad. Es apresado y obligado a apostatar, siendo inútiles los tormentos que tuvo que soportar el fiel y valiente discípulo. Por fin, muere el 13 de febrero del año 303 con la cabeza cortada, aquella que el fraile quiso cambiar de sitio.
La catequesis, es decir, llevar a Cristo a los demás, comporta la responsabilidad de ser fiel a lo que se propone y ni que decir tiene que en este contexto la vida humana no es ningún valor absoluto. ¡Qué bien lo supo hacer san Benigno sin tener que darle vueltas a los textos de las bibliotecas de las universidades que aún no se habían inventado! Fue sencillamente el don del Espíritu Santo. Hoy también hacen bastante falta sacerdotes -no sólo en Hungría- cuidadosos menos de su propia vida que de la Salvación que ofrecen y ¡obispos que los descubran!
¡Felicidades a quienes tienen este nombre!
Jesús nunca es indiferente ante la gente
Santo Evangelio según san Marcos 8, 1-10. Sábado V del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Gracias, Señor, por el don de mi vida, porque me permites cada día levantarme, ver la luz del sol y la sonrisa en el rostro de aquellos que amo. Aumenta mi fe para descubrirte en todo lo que me sucede. Aumenta mi esperanza para confiar en ti en los momentos difíciles. Aumenta mi amor para ser tu testigo fiel ante mis hermanos los hombres.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 8, 1-10
Uno de aquellos días, vio Jesús que lo seguía mucha gente y no tenían que comer. Entonces llamó a sus discípulos y les dijo: «Me da lástima de esta gente; ya llevan tres días conmigo y no tienen qué comer. Si los mando a sus casas en ayunas, se van a desmayar por el camino. Además, algunos han venido desde lejos.
Sus discípulos le respondieron: «¿Y de dónde se puede conseguir pan, aquí en despoblado, para que coma tanta gente?» Él les preguntó: «¿Cuántos panes tienen?» Ellos le contestaron: «Siete».
Jesús mandó a la gente que se sentara en el suelo, tomó los siete panes, pronunció la acción de gracias, los partió y se los fue dando a sus discípulos para que los distribuyeran. Y ellos los fueron distribuyendo entre la gente.
Tenían, además, unos cuantos pescados. Jesús los bendijo también y mandó que los distribuyeran. La gente comió hasta quedar satisfecha, y todavía se recogieron siete canastos de sobras. Eran unos cuatro mil. Jesús los despidió y luego se embarcó con sus discípulos llegó a la región de Dalmanuta.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Jesús se compadece de la gente porque la amaba. Nos ama a todos, de eso no hay dudas, pero como quien se acerca más al fuego tiene más posibilidades de calentarse, así también quien se acerca más a Cristo le ofrece más posibilidades de demostrar Su amor. Aquella gente se apiñaba alrededor de Jesús y Él no podía despedirlos con las manos vacías.
Dios quiere actuar, y actuará, en la medida que se lo permitamos. Él hace que los frutos sean abundantes, aunque lo que le presentemos sea poco. Lo único que pide es que nos demos totalmente porque así podrá hacernos realmente felices. Esos siete panes y esos cuantos peces lograron alimentar a cuatro mil personas, no porque eran pocos, sino porque era todo lo que los discípulos le podían ofrecer al Señor.
Dios quiere hacerte feliz, ¿qué dones tienes que aún no le has entregado?
«Jesús es el que bendice y parte los panes, con el fin de satisfacer a todas esas personas, pero los cinco panes y los dos peces fueron aportados por los discípulos, y Jesús quería precisamente esto: que, en lugar de despedir a la multitud, ofrecieran lo poco que tenían. Hay además otro gesto: los trozos de pan, partidos por las manos sagradas y venerables del Señor, pasan a las pobres manos de los discípulos para que los distribuyan a la gente. También esto es «hacer» con Jesús, es «dar de comer» con él». (Homilía de S.S. Francisco, 26 de mayo de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Durante el día le regalaré al Señor algún tiempo extra de oración.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Me dan lástima tantas almas solas
No están los tiempos como para ir solos por los caminos del mundo
Cartas de Jesús a Ti (16) |
Querido amigo, hoy quiero hablarte de la cantidad tan enorme de almas que caminan por el mundo solas, sin el cariño y la ayuda de nadie. En esta civilización en la que predomina la cultura de la comunicación, con tantos medios para conectarse unos con otros, y saber unos de otros al instante, es inexplicable que desde el espíritu evangélico no tengáis los hombres más interés de ayudaros en lo esencial. Nadie da un paso, prácticamente, sin ser controlado por intereses de todo tipo: sociales, políticos, policiales, económicos… Pero del interés por el bien espiritual de los demás, de cada hombre que se cruza en vuestro camino ¿Quién se preocupa? Miro la tierra tan querida por mí, y sólo veo cantidades enormes de ovejas sin pastor, solas, desorientadas, recorriendo la aventura de cada día sin una dirección precisa, sin unos objetivos claros, sumidas muchas veces en la angustia de la soledad, del problema del momento, de la situación lamentable, de la falta de amor, de la confusión en las ideas… No, no encuentro mucha inquietud apostólica hoy. ¿Por qué? ¡Son tantas las razones! Falta fe, y amor sincero, y preocupación por el bien de las almas, por la salvación de todos… Rezáis muchas veces VENGA A NOSOTROS TU REINO, pero hacéis poco para que esto sea posible. ¿Me vais a dejar de nuevo sólo con mi cruz? ¿Vais a esconderos otra vez por miedo a lo qué dirán los otros, por vergüenza a hablar de mí, por no complicaros la vida…?
Cualquier cosa la tomáis como excusa para cruzaros de brazos. Cualquier fallo de otros os desanima. Parece que estáis deseando encontrar un motivo para eximiros de vuestra responsabilidad. Mi Iglesia es divina y humana. Yo os quiero santos, pero comprendo que sois pecadores. Y me duele el fallo y la infidelidad de los míos. Sé que eso hace mucho mal, y especialmente a los que tienen una fe frágil. El escándalo es un pecado gravísimo. Pero, ¿qué hubiera pasado si yo me hubiera quitado la cruz de encima al ver la traición de Judas, la negación de Pedro, y la huída de los demás? Las almas nos deben doler a todos. Son un tesoro precioso muchas veces cubierto de barro y miseria, pero que hay que limpiar delicadamente. Las almas son como ovejas solas que no saben a donde ir, y se pierden, y las ataca el lobo, y sufren porque no tienen la ayuda de alguien que con cariño las anime a seguir adelante, o a rectificar el camino, o a desenredarse de la zarza que las tiene aprisionadas.
No me dejes solo. El trabajo es mucho, pero no quiero hacerlo sin tu ayuda. Yo fundé una Iglesia Familia, Comunidad, para que todos nos ayudemos entre sí. No caben en la Iglesia mía los egoístas que van a lo suyo, y quieren un Dios particular, que salve sus almas en solitario. Eso no es lo que yo dije. Lo que dije hasta la saciedad es que estuvierais unidos, un solo rebaño y un solo pastor, que os amarais unos a otros como Yo os he amado. Que no abandonéis a ninguno de mis amigos, a ninguna de mis ovejas. No están los tiempos como para ir solos por los caminos del mundo. Hay mucho lobo suelto, muchos maleantes que buscan las almas para destrozarlas y dejarlas tiradas en el camino. ¿No lo ves?
Debéis imitar más el espíritu de mi cabeza visible entre vosotros que es el Papa Juan Pablo II. ¿No veis todo el esfuerzo que está haciendo para que el fuego de la Verdad y del amor se mantenga vivo en los rincones del mundo? Y allí va, aunque sólo sean unas pocas almas las que le esperen, pero cada alma vale todo el sacrificio de una vida. Y encima lo critican porque hace lo que hace, y muestra una imagen lamentable de decaimiento, y deterioro físico. ¡Qué imagen presentaba yo cuando ensangrentado y destrozado caminaba hacia el Calvario con una cruz que ya casi no podía llevar! ¡Mal espectáculo para el que sólo busca la estética y la belleza dulzona y contrahecha! Lo que realmente vale es el amor, el corazón bien entregado, el afán de almas, la inquietud apostólica… Todo lo demás es puro espectáculo pasajero.
¡Por favor! No te olvides de las pobres almas solas. De mis ovejas abandonadas. Ama mucho a la Iglesia. Siéntete Iglesia, y da la cara por Mi Causa, que sólo es el bien de cada hombre, la salvación de cada persona en un mundo duro y cruel que sólo busca la eficacia, el rendimiento económico, la producción y la riqueza. Un alma vale más que todo el oro del mundo. No me dejes solas las ovejas de mi rebaño, y trata tú de ser un buen pastor allí donde te encuentres. Otros se preocuparán de ti, Yo el primero.
Un abrazo de tu Amigo
Jesús
Fe, esperanza y caridad para nuestra conversión
Mensaje del Papa para la Cuaresma 2021.
El Papa Francisco ha dado a conocer hoy su mensaje con motivo de la Cuaresma 2021, que lleva como título «Mirad, estamos subiendo a Jerusalén...» (Mt 20,18). Cuaresma: un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad.
Recorriendo el camino cuaresmal, que nos conducirá a las celebraciones pascuales, el Santo Padre invita a los fieles a vivir plenamente este tiempo de conversión, «renovando nuestra fe, saciando nuestra sed con el “agua viva” de la esperanza y recibiendo con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo».
Caminando hacia nuestra conversión
Y en este camino de preparación para la noche de Pascua, en la que -recuerda Francisco- renovaremos las promesas de nuestro Bautismo, "para renacer como hombres y mujeres nuevos"; resulta fundamental consolidar tres pilares que nos ayudan en nuestra conversión: El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación (cf. Mt 6,1-18).
“La vía de la pobreza y de la privación (el ayuno), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre herido (la limosna) y el diálogo filial con el Padre (la oración) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad operante”.
La fe nos llama a acoger la Verdad y a ser testigos
Asimismo, en su mensaje el Pontífice señala que la fe nos llama en este tiempo litúrgico, "a acoger la Verdad y a ser testigos", ante Dios y ante nuestros hermanos y hermanas.
“Es por ello que en este tiempo de Cuaresma, acoger y vivir la Verdad que se manifestó en Cristo, significa ante todo dejarse alcanzar por la Palabra de Dios, que la Iglesia nos transmite de generación en generación. Esta Verdad no es una construcción del intelecto, destinada a pocas mentes elegidas, superiores o ilustres, sino que es un mensaje que recibimos y podemos comprender gracias a la inteligencia del corazón, abierto a la grandeza de Dios que nos ama antes de que nosotros mismos seamos conscientes de ello. Esta Verdad es Cristo mismo que, asumiendo plenamente nuestra humanidad, se hizo Camino —exigente pero abierto a todos— que lleva a la plenitud de la Vida”.
En este sentido, Francisco subraya que el ayuno vivido como experiencia de privación (para quienes lo viven con sencillez de corazón), "lleva a descubrir de nuevo el don de Dios y a comprender nuestra realidad de criaturas que, a su imagen y semejanza, encuentran en Él su cumplimiento", porque ayunar significa liberar nuestra existencia de todo lo que la abarrota, "incluso de la saturación de información -verdadera o falsa- y de productos de consumo", para permitir que Dios habite en nosotros.
La esperanza como "agua viva" en el camino
Por otra parte, el Santo Padre destaca el elemento de la esperanza como "agua viva" que nos permite continuar nuestro camino de conversión.
“La samaritana, a quien Jesús pide que le dé de beber junto al pozo, no comprende cuando Él le dice que podría ofrecerle un «agua viva» (Jn 4,10). Al principio, naturalmente, ella piensa en el agua material, mientras que Jesús se refiere al Espíritu Santo, aquel que Él dará en abundancia en el Misterio pascual y que infunde en nosotros la esperanza que no defrauda. Al anunciar su pasión y muerte Jesús ya anuncia la esperanza, cuando dice: «Y al tercer día resucitará» (Mt 20,19)”.
"Jesús nos habla del futuro que la misericordia del Padre ha abierto de par en par", continúa Francisco: "Esperar con Él y gracias a Él quiere decir creer que la historia no termina con nuestros errores, nuestras violencias e injusticias, ni con el pecado que crucifica al Amor".
El Papa también hace hincapié en las grandes dificultades que atravesamos como humanidad, especialmente en este tiempo de pandemia, "en el que todo parece frágil e incierto" y donde "hablar de esperanza podría parecer una provocación".
“El tiempo de Cuaresma está hecho para esperar, para volver a dirigir la mirada a la paciencia de Dios, que sigue cuidando de su Creación, mientras que nosotros a menudo la maltratamos (cf. Carta enc. Laudato si’, 32-33;43-44). Es esperanza en la reconciliación, a la que san Pablo nos exhorta con pasión: «Os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Co 5,20). Al recibir el perdón, en el Sacramento que está en el corazón de nuestro proceso de conversión, también nosotros nos convertimos en difusores del perdón: al haberlo acogido nosotros, podemos ofrecerlo”.
Sentir que Dios “hace nuevas todas las cosas”
Por tanto, para Francisco, vivir una Cuaresma con esperanza significa sentir que, en Jesucristo, "somos testigos del tiempo nuevo" en el que Dios “hace nuevas todas las cosas”.
Pero... ¿Dónde encontrar esa esperanza? Precisamente "en el recogimiento y el silencio de la oración", que es donde -dice el Pontífice- se nos da la esperanza como inspiración y luz interior, que ilumina los desafíos y las decisiones de nuestra misión: "Por esto es fundamental recogerse en oración (cf. Mt 6,6) y encontrar, en la intimidad, al Padre de la ternura".
Caridad vivida tras las huellas de Cristo
Como último punto de su mensaje, centrándose siempre en el proceso de conversión al que estamos llamados a vivir como cristianos en esta Cuaresma, el Papa destaca la caridad, "vivida tras las huellas de Cristo, mostrando atención y compasión por cada persona", ya que se trata de la expresión más alta de nuestra fe y nuestra esperanza.
“La caridad se alegra de ver que el otro crece. Por este motivo, sufre cuando el otro está angustiado: solo, enfermo, sin hogar, despreciado, en situación de necesidad… La caridad es el impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos y que suscita el vínculo de la cooperación y de la comunión. La caridad es don que da sentido a nuestra vida y gracias a este consideramos a quien se ve privado de lo necesario como un miembro de nuestra familia, amigo, hermano. Lo poco que tenemos, si lo compartimos con amor, no se acaba nunca, sino que se transforma en una reserva de vida y de felicidad”.
Ayuda a los necesitados en esta pandemia
"Y así sucede con nuestra limosna, ya sea grande o pequeña, si la damos con gozo y sencillez", añade el Sucesor de Pedro indicando que vivir una Cuaresma de caridad "quiere decir cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia de COVID-19".
Antes de finalizar, Francisco recuerda que cada etapa de la vida es un tiempo para creer, esperar y amar.
"Este llamado a vivir la Cuaresma como camino de conversión y oración, y para compartir nuestros bienes, nos ayuda a reconsiderar, en nuestra memoria comunitaria y personal, la fe que viene de Cristo vivo, la esperanza animada por el soplo del Espíritu y el amor, cuya fuente inagotable es el corazón misericordioso del Padre", concluye el Santo Padre pidiendo a la Virgen María, "que nos sostenga con su presencia solícita, y que nos acompañe en el camino hacia la luz pascual".
*El mensaje del Papa está firmado en Roma, San Juan de Letrán, el 11 de noviembre de 2020, memoria de san Martín de Tours.
Quiero estar soltera, pero contigo
La carta viral que todo el mundo alaba menos nosotros
“El amor, y sólo el amor, es lo que tiene que estar en orden para que todo el hombre lo esté, y sea bueno.” Josef Pieper.
Quiero estar soltera, pero contigo es una carta que publicó la escritora canadiense Isabelle Tessier en el Huffington post y rápidamente se convirtió en viral. Para ser sincera cuando la recibí no pasé de las dos primeras líneas hasta que una muy buena amiga me sugirió que la leyera con detenimiento.
La carta ha dividido la opinión. Por un lado están los que se sienten completamente identificados con su contenido, colocándola como el paradigma del amor moderno; y por otro lado, los que consideran esta carta una ofensa a la mujer y una oda al machismo.
No podría colocarme en ninguno de los dos polos. Si la carta es una oda, es una oda a la confusión. La autora no tiene ni idea de lo que quiere y parece haber perdido contacto con la realidad de lo que el amor significa.
Lo único que me queda claro es que ella es una mujer con un gran deseo de sentirse amada y encontrar una relación de pareja que funcione. Todos los comentarios que he leído a favor o en contra reflejan lo mismo: el anhelo de un amor que dure para siempre. Y no es que yo esté haciendo un gran descubrimiento con mi brillante juicio, este anhelo es lo natural en el ser humano: Estamos llamados al amor. ¡Tantos matrimonios rotos y relaciones que no duran! La misma Isabelle cuenta que tuvo una relación de casi 10 años con el padre de su hija y otras más, que siempre terminan. Parece que todo acaba y no hay esperanza alguna de envejecer feliz al lado del que se ama. La autora, como muchos, busca fórmulas que den resultado y en esa búsqueda, ilusamente sospecha, que un amor sin compromiso y sin ataduras es lo único que parece funcionar. Propone un amor que en realidad solo es un pacto para hacer un uso conveniente el uno del otro. No la juzgo, ¡cuántos de nosotros hemos llegado a esa conclusión en algún punto de nuestras vidas!
Me animo a analizar el texto desde una visión cristiana y desenredar algunas de las ideas que están presentes entre líneas y que no sólo han confundido a Isabelle, sino que nos tiene confundidos a varios. (Los párrafos en cursiva son tomados de la carta y debajo de estos está nuestra respuesta)
1. Libertad no significa hacer lo que quiero.
Extracto: «Quiero que vayas a tomarte una cerveza con tus amigos, para que al día siguiente tengas resaca y me pidas que vaya a verte porque te apetece tenerme entre tus brazos y que nos acurruquemos. Quiero que hablemos en la cama por la mañana de todo tipo de cosas, pero algunas veces por la tarde; quiero que cada uno haga lo que quiera durante el día».
Aclaremos las cosas: hacer lo que uno quiera no es libertad, es malacrianza, desinterés, irresponsabilidad e inmadurez. La libertad implica conocimiento personal y autodominio. La verdadera libertad consiste en la elección del bien y se trata de un bien común. En una relación de pareja, elegir en libertad estar juntos, es hacer lo que se quiere. No significa buscarte cuando me da ganas y cuando me aburro, me voy a buscar algo mejor.
Nota aparte: no creo que sea muy agradable echarse al lado de alguien con resaca a la mañana siguiente y mucho menos que te acurruque con olor a alcohol.
2. Tener relaciones sexuales por simple placer no es hacer el amor.
Extracto: «Quiero que nos riamos mientras hacemos el amor. Que empecemos a reírnos porque estamos probando cosas nuevas y no tienen sentido. Quiero que estemos con nuestros amigos, para que me cojas de la mano y me lleves a otra habitación porque ya no puedes aguantarte más…»
Las relaciones sexuales son profundamente íntimas, implican la involucración de todo tu ser: cuerpo y espíritu. Es un darte por completo y recibir por completo a la otra persona. El significado es tan profundo e implica tanta responsabilidad como la posibilidad de ser padres. Si esta no se da en el matrimonio, la unión se convierte en el uso de un simple objeto de placer que mantendrá mi interés mientras me sirva. El dolor que trae una experiencia así deja huellas que muchas veces nos acompañan toda la vida… y quien quiera negarlo está completamente ciego. El no poder “aguantar” el deseo no es amor es irónicamente todo lo contrario.
3. Conocer al otro es un proceso largo, no la suma de pequeños instantes en los que solo te doy gusto.
Extracto: «Quiero comer contigo, que me hagas hablar sobre mí misma y que tú hables sobre ti. Quiero que discutamos sobre cuál es mejor, la costa norte o la costa sur, el barrio occidental o el oriental. Quiero imaginar el apartamento de nuestros sueños, aun sabiendo que probablemente nunca vivamos juntos. Quiero que me cuentes tus planes, esos que no tienen ni pies ni cabeza. Quiero sorprenderme diciendo: “Coge tu pasaporte, que nos vamos”».
Es fácil decir que quieres sentarte a tener conversaciones interesantes sobre quién es cada uno, y eso sucede y es importante en una relación, pero las relaciones no se hacen solo hablando; se hacen escuchando, conociendo, viviendo el día a día y planificando un futuro que muchas veces implica esfuerzo y sacrificio. También implica corregir, llevar y dejarse llevar por el otro, a ser una mejor persona. Vivir solo de la emoción que provoca el estar enamorado, es engañar, porque uno ni se muestra auténtico ni ama auténticamente a la otra persona. El sentimiento es volátil y cambiante. Cuando una relación se basa solo en él, cuando este desaparece, no hay nada más que hacer juntos. Dar solo lo que al otro le gusta no es amar, es contribuir a formar malos hábitos: así como a un hijo pequeño cuando se le consiente y solo se le da lo que le gusta para que no llore.
4. La pasión desordenada nubla la voluntad.
Extracto: «Quiero algo que sea simple y, a la vez, complicado. Algo que haga que, a menudo, me haga preguntas a mí misma, pero que, en el momento que esté contigo en la misma habitación, desaparezcan todas las dudas».
Esta frase me recuerda una canción que dice: “Te extraño, cuando llega la noche pero te odio de día”. Nuestra inteligencia sabe, conoce y nos dicta lo que es bueno para nosotros. Cuando la pasión descontrolada es la que maneja nuestro actuar nubla el entendimiento, y sabiendo lo que nos hace daño, nuestra voluntad elige mal. Una relación que se basa en deseo no es un buen negocio. Se convierte en un círculo vicioso donde terminas perdiendo el amor propio y alejándote de lo que verdaderamente te hace feliz.
5. El compromiso: esa deuda a futuro que libremente aceptamos.
Extracto: «Quiero hacer planes sin saber si al final los realizaremos. Estar en una relación clara. Quiero ser esa amiga con la que adoras quedar. Quiero que sigas teniendo el deseo de tontear con otras chicas pero que me busques a mí para terminar la noche juntos. Porque quiero ir contigo a casa».
¿Qué hay de malo con el compromiso? Hacer planes significa tener un horizonte, una intención de que se realicen. ¿Para qué planear si no? Es un engaño con conciencia y ¡a uno mismo! Si quieres ir con él a casa, ¿por qué no te comprometes?, ¿por qué no sueñas y pones los medios para que ese sueño se realice? Un verdadero amor requiere madurez para reflexionar y decidir sobre el propio futuro.
6. El significado de una sola carne en el matrimonio, no significa una fusión de dos personas.
Extracto: Sobre una carta, escrita por el día de San Valentín a un chico con el que salió por 10 meses y luego de recibir la carta terminó la relación, la misma autora dice: «En el texto le doy la vuelta al modelo tradicional de pareja (…), dos personas que comparten su felicidad juntos y no dos personas que se convierten en una. No creo en las relaciones que implican una fusión».
Volverse uno, volverse una carne tiene que ver con la complementariedad. Hombre y mujer se complementan justo en lo que son diferentes. No se trata de una despersonalización, ni en una especie de pensamiento automático que resulta luego de decidir estar juntos. No constituye un nuevo ser en donde las inclinaciones y dones de cada uno desaparecen. Por el contrario, esta unión de dos personas diferentes y únicas movidas por el amor y ordenado hacia una vida juntos, las hace crecer y desplegarse. Es una unión donde lo que se busca es el bien del uno y del otro. Esto implica sentimiento, amor, trabajo y libertad.
Vivir en los límites de la ley
La solución no está en vivir en el límite, porque eso nos llevará de nuevo a sobrepasarlo, cayendo por enésima vez en los mismos pecados
Cuando a alguien le ponen una multa por exceso de velocidad, la excusa que suele dar es que no se fijó en que había superado el límite. Pretendía ir al máximo de velocidad permitido, noventa o ciento veinte y, sin darse cuenta, aceleró a noventa y cinco o a ciento veintiséis kilómetros por hora. Justo en ese momento, por casualidad (¡ley de Murphy!), se cruzó un policía y ¡zas!, multa al canto. Es algo que, probablemente, nos ha sucedido a todos los conductores en alguna ocasión y que, por lo tanto, nos resulta muy comprensible. A fin de cuentas, sería imposible y también peligroso conducir constantemente mirando el velocímetro del coche.
Por otro lado, al dar esa excusa no estamos teniendo en cuenta una solución muy sencilla: si el límite está en ciento veinte kilómetros por hora, para no pasarnos de ese límite por un descuido basta conducir a ciento diez. De esa forma, cuando apretamos un poco más el acelerador inconscientemente o vamos cuesta abajo o hay que acelerar un poco para adelantar a alguien, nuestro coche avanzará a ciento doce o a ciento quince o a ciento dieciocho, pero será mucho más difícil que nos pongan una multa por exceso de velocidad.
Cuando uno intenta mantenerse justo en el límite, resulta muy fácil traspasarlo casi sin darse cuenta, al menos en algunas ocasiones. Todos lo sabemos, pero el problema está en que, en realidad, nos gustaría ir más rápido. Querríamos ir a ciento treinta o ciento cuarenta y, si no lo hacemos, es porque no nos atrevemos por si la ley nos penaliza. Por eso nos quedamos en el máximo posible que nos permite evitar la multa. Es exactamente lo mismo que nos pasa a los cristianos.
Por desgracia, también es una experiencia que probablemente nos resultará familiar a la mayoría. Con buena voluntad y de forma sincera, intentamos no pecar gravemente o, en el mejor de los casos, no pecar a secas. Sabemos que, si uno pasa de esta línea o aquella, está pecando, así que intentamos cumplir los mandamientos, mantenernos en la línea y no traspasarla… y, al igual que les sucede a los conductores, traspasamos esa línea a menudo, casi sin darnos cuenta.
Semana tras semana, caemos en los mismos pecados y nos confesamos de las mismas cosas, de forma aparentemente inevitable. Esa sensación de que, por mucho que nos esforcemos, siempre seguimos pecando desemboca en la idea de que es imposible no pecar, de que no tenemos remedio, de que hagamos lo que hagamos no podemos cumplir los mandamientos de Dios. Es decir, nos lleva a la desesperanza, que es la muerte de la vida cristiana. De esta forma se cumple lo que dijo San Pablo por propia experiencia: Así resultó que el mandamiento que debía darme la vida, me llevó a la muerte.
El problema, como en el caso de los conductores, es que lo único que se nos ocurre es intentar no hacer lo que está prohibido. No queremos traspasar el límite, pero nos empeñamos en vivir lo más cerca posible del mismo. No queremos pecar gravemente, porque somos “buena gente”, pero más allá de eso esperamos que Dios no se meta mucho en nuestra vida. Nuestro deseo es ser cristianos pero sin exagerar, buscando un justo medio entre los pecados graves y la “beatería”, los “cristianos radicales” o los “ultracatólicos”.
Como dice la expresión popular, queremos “ser buenos pero no tontos”. Desgraciadamente, esto es lo que define a una gran parte de los cristianos: tratamos de vivir en los límites de la ley de Dios.
No hemos entendido nada.
El que cree que el cristianismo consiste fundamentalmente en evitar el pecado, en no traspasar unos límites morales puestos por Dios, ha convertido la fe en un moralismo. San Pablo se pasó la vida advirtiéndonos de que eso no es ser cristianos: la letra mata, el espíritu vivifica. Si intentamos ser cristianos así, el cristianismo será para nosotros una horrible carga, como lo ha sido para tantos que han creído liberarse abandonando esa carga.
Por supuesto, la vida en el Espíritu de la que habla San Pablo no consiste en saltarse la Ley divina, porque los mandatos de Dios son mandatos de vida y el salario del pecado es la muerte. Al contrario, la vida en el Espíritu consiste en vivir en el centro mismo de esa Ley, en intentar ser santos, en dejar que la gracia transforme nuestra vida por completo. No se trata de dar a Dios lo que está mandado y (a ser posible) ni un milímetro más, sino en entregarle absolutamente todo lo que somos y tenemos.
Los mandamientos, la ley de Dios, son como una señal de dirección en la carretera, que señala cuál es la dirección correcta hacia el destino de tu viaje y te avisa de que, si vas en dirección contraria, tendrás un accidente. Quien peca, se dirige a ciegas contra otro coche o cae en un precipicio.
No es mucho menor, sin embargo, la estupidez de quien elige acampar junto a la señal, sabiendo que mientras esté allí no circulará en dirección contraria, pero tampoco se acercará a su destino. Claramente, no entiende la finalidad de la señal, que sólo existe para que podamos llegar a ese destino. Así hacemos al obstinarnos en servir a Dios, pero sin dejar de servir también al dinero, olvidando que esos compromisos siempre llevan al desastre, como Cristo mismo nos advirtió: porque amará a uno y odiará al otro.
La solución no está en intentar una y otra vez mantenernos en el límite, porque eso nos llevará de nuevo a sobrepasarlo, cayendo por enésima vez en los mismos pecados. La auténtica solución está en convencernos de que la felicidad no está del lado del pecado, sino en la dirección que nos señala Cristo. Por eso conversión, en griego, se dice metanoia, es decir, cambio de mentalidad. Para ser cristiano hay que cambiar de mentalidad. No podemos seguir pensando, como los paganos, que en realidad lo que nos haría feliz sería tener una aventura con la secretaria, recibir el ascenso que le dieron a Fernández (que no se lo merecía tanto como yo) o quedarnos los domingos en casa en lugar de ir a misa. Como no nos da la gana convertirnos, como seguimos pensando que la felicidad está en pecar, nos quedamos junto a la señal de tráfico, porque lo que verdaderamente deseamos es ir en dirección contraria a la que nos marca la ley de Dios. No nos atrevemos a ir en sentido contrario, pero lo deseamos. Y así nos va la vida.
En la vida cotidiana, entendemos perfectamente que quien se queda junto a la señal nunca llega a ningún sitio y lo único que hace es perder el tiempo. En cambio, como cristianos, somos el que pone la mano en el arado y vuelve la mirada atrás, el que quiere servir a Dios y al dinero. No hay peor forma de vivir que esa, porque ni disfrutamos de la vida nueva de Cristo ni hacemos la prueba de que el pecado sólo lleva a la muerte. Como dijo el profeta Elías: ¿Hasta cuando vais a andar con muletas? Si Baal es Dios, seguid a Baal. Si lo es Yahvé, seguid a Yahvé. Pero nos da miedo movernos en cualquiera de las dos direcciones: sabemos que el pecado no es bueno, pero tampoco queremos ser santos porque imaginamos (con razón) que eso significa cambiar completamente de vida y estamos cómodos como estamos. Al final, no somos ni chicha ni limoná, como se dice castizamente.
Nos engañamos pensando que somos cristianos, pero en realidad no lo somos. El que sabe que no es cristiano sino que es un pecador puede convertirse al ver que pecar no hace más que destruir su vida, pero el que piensa que es cristiano sin serlo no puede convertirse, porque cree que no lo necesita. Nada hay peor que vivir en la tibieza. No lo digo yo, lo dice Cristo: Ay de ti, porque no eres frío ni caliente. A los tibios los vomitaré de mi boca.
Eso es precisamente lo que proclama el sermón de la montaña y precisamente por ello nos resulta tan escandaloso a los cristianos acomodados que vivimos en los límites de la ley. No nos recuerda algo que ya sabemos, como ‘no peques de ira’. En lugar de eso, pone por completo del revés nuestra vida diciendo: al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra. Al que te lleve a juicio para quitarte el manto, entrégale también la túnica. Ama a tus enemigos. No se queda en ‘no robes’ o en ‘se justo’, sino que dice: al que te pide, dale. A Cristo no le basta con que seamos ‘solidarios’, ‘ciudadanos comprometidos’ o ‘buenas personas’, sino que llega al extremo de lo políticamente incorrecto, al decirnos a los cristianos: Vosotros sois la sal de la tierra. Vosotros sois la luz del mundo. No dice ‘no peques’, sino que, con la brutal sinceridad de quien verdaderamente nos ama, nos aconseja: si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti. No nos llama a ‘ser buenos’, sino que tiene la audacia de pedirnos que seamos perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.
Por supuesto que hay que cumplir la ley moral y divina. Quien dice lo contrario no es cristiano. Sin embargo, eso no debe hacernos olvidar que Dios hace posible que cumplamos esa ley llevándonos mucho más allá de sus meros límites, hasta su mismo centro, que está en la vida de la Trinidad. La verdadera forma de no pecar es querer ser santos. El que ama a su enemigo, no peca de ira. El que da al que le pide, no roba ni es injusto. Si quieres no pecar, lo mejor que puedes hacer es arrancar de ti cualquier cosa que te conduzca al pecado, por mucho que hacerlo te cueste un ojo de la cara. El que intenta ser bueno, lo que será es mediocre y tibio, mientras que el que se ofrece por entero a Dios para que le haga santo, llegará a ser perfecto como su Padre celestial por obra de la gracia.
No se trata de ser un poco mejores, sino de ser completamente distintos. No se trata de intentar no pasarse, sino de pasarse por completo en la otra dirección. Dios nos llama a ser una criatura nueva, ciudadanos del cielo, hijos de Dios, otros Cristos con los mismos sentimientos de Jesús. A eso estamos llamados y no a la triste, mezquina y frustrante vida de quien intenta ser lo más pagano posible pero sin condenarse.
Dios nos dé la valentía de dejarle, de una vez, que nos haga santos.
Los 10 NO del noviazgo
10 cosas a las que hay que decir NO con firmeza para que el noviazgo lleve a un buen matrimonio
El portal católico mexicano Desde la Fe presenta un completo repaso de cosas que hay que tener en cuenta para aprovechar el noviazgo y evitar malos matrimonios. Lo reproducimos por su interés.
Un buen matrimonio depende en gran parte de un buen noviazgo, de que él y ella aprovechen bien ese tiempo para conocerse. Además de amor, ¿qué se necesita para tener un buen noviazgo? He aquí diez recomendaciones que conviene considerar:
1. NO dejar fuera a Dios
Antes que nada, pregúntale a Dios si tu vocación es el matrimonio. Consulta un director espiritual. Cuando creas haber conocido a la persona indicada, oren juntos, vayan juntos a Misa, encomiéndense a Dios y a María. Antes de casarse, acudan a un retiro para novios. Y después no se atengan a sus solas míseras fuerzas para amarse: no se vayan a vivir juntos ni se unan sólo por lo civil, sino mediante el sacramento del matrimonio, para recibir de Dios la gracia sobrenatural de ser fieles y amarse mutuamente como Dios los ama.
2. NO engañar
Esto abarca dos aspectos. Primero: no finjas lo que no eres. No digas que te gusta lo que no te gusta, que haces lo que nunca haces, etc. sólo para ser como crees que tu novia o novio espera que seas. Descubrirá tu engaño al casarse, y puede ser motivo para separarse. Sé tú mismo, tú misma. Si no es compatible contigo, ni modo, no fuerces las cosas, ya encontrarás a quien lo sea. Recuerda que “siempre hay un roto para un descosido”. Y, segundo: no seas infiel. La infidelidad en el noviazgo es motivo para terminar la relación, porque los novios infieles, suelen ser cónyuges infieles.
3. NO querer cambiar al otro
Hay quien piensa: “mi pareja tiene esta forma de ser, o este hábito, o este vicio que no me agrada, pero yo la voy a cambiar”. Es una falsa expectativa. La gente no suele cambiar. El introvertido nunca se volverá extrovertido; la parlanchina no sabrá quedarse callada; el novio que nunca se acomide a ayudar será un marido haragán; la novia desaliñada será una esposa de bata y pantuflas. Y las características que te molestan en el noviazgo, en el matrimonio pueden aumentar y resultarte intolerables. O le aceptas como es, o no te cases.
4. NO justificar lo injustificable
Si en el noviazgo, cuando se supone que están enamorados y desea complacerte, tiene desatenciones, te deja esperándole y no se disculpa; se la pasa viendo el celular, llega tarde, no te pregunta cómo estás, te calla, te critica, en el matrimonio será peor. No busques pretextos para justificar sus malas actitudes, busca mejor otra pareja.
5. NO violencia
Si en el noviazgo ya hay gritos, malos modos, insultos y hasta golpes, ¡hay que salir huyendo! Un novio que te levanta la voz, será un esposo que te levantará la mano; una novia que te humilla ante tus amigos, será una esposa que te humillará ante tus hijos. ¿A qué arriesgarse a casarse con alguien que puede poner en riesgo tu integridad y la de tu familia?
6. NO relaciones sexuales
El sexo es fabuloso. Decir esto parecería razón para practicarlo en el noviazgo, pero es justo lo contrario: puede hacer que una pareja crea que son compatibles, cuando en realidad sólo lo son en la cama. Un amante habilidoso no necesariamente es un buen esposo. Y hay muchos momentos en el matrimonio en que no será posible tener relaciones sexuales, así que si el sexo es lo único que los une, su relación irá a pique.
Una amiga me contó que su hija fue a confesarse de haber tenido relaciones sexuales con su novio, y el padre le dijo: “si se aman, no es pecado”. Sorprende semejante respuesta, porque Jesús menciona, en la lista de maldades que manchan al hombre, la fornicación, es decir, la relación sexual fuera del matrimonio (ver Mc 7, 14-23). La relación sexual está pensada para ser una donación total entre esposos que prometen, con la gracia de Dios, amarse toda la vida. No hay que banalizarla adelantándola, ni arriesgarse a un embarazo no deseado. Y, sobre todo, no hay que olvidar que para unos novios católicos tener relaciones sexuales pre-matrimoniales no es algo que alguien pueda autorizar por encima de la Palabra de Dios y de la Iglesia, que enseñan que es pecado (ver Catecismo de la Iglesia Católica #1755; 1852; 2353).
7. NO desoír opiniones y consejos
Por tener una visión desde fuera, puede suceder que tus familiares y amigos capten actitudes de tu pareja que tú no has percibido. “ay, mijita, tu novio toma demasiado”, “ay, hijo, ella trata muy feo a su mamá”, “oye, amiga, como que tu novio es ojo alegre, lo he visto coqueteando…”; “híjole carnal, me late que esa chava sólo te busca por tu dinero, se la pasa haciéndote gastar…”; “uy, le vi fumando mariguana”. Presta atención, no cierres los oídos. En los procesos de declaración de nulidad matrimonial, suelen preguntar cuál era la opinión de quienes rodeaban a los novios. Y es casi seguro que hubo muchas críticas que fueron desoídas…
8. NO suponer, mejor preguntar
El noviazgo es un tiempo para conocerse, para hablar, hablar y hablar de todos los temas habidos y por haber, para preguntar. Muchos matrimonios se rompen porque no descubrieron a tiempo que pensaban muy distinto: “¡creí que sí querías tener hijos!”; “¡no pensé que te molestara que trabaje!”; “¡no sabía que tu mamá vendría a vivir con nosotros!”. Más vale dialogar que lamentar.
9. NO dejar de considerar a la familia
No sólo hay que fijarse en la pareja, sino en su familia. ¿Cómo es?, ¿cómo se llevan sus miembros entre sí?, ¿cuáles son sus valores? Recuerda que muy probablemente tendrás que convivir con ellos en Navidad, año nuevo, cumpleaños, aniversarios, algunos fines de semana, etc. Sus papás serán abuelos de tus hijos, y tus cuñados, sus tíos; querrán pasar tiempo con ellos, ¿qué clase de ejemplo les darán? ¿Es ésta la familia a la que quieres pertenecer?, ¿o vas a discutir y a pelearte cada vez que tu cónyuge la quiera ver?
10. NO sólo buscar “que te haga feliz”
Muchos se casan pensando: “ésta me hará feliz” (porque es bonita y puede lucirla en las fiestas de la oficina, o porque cocina rico, o es hacendosa), o éste me hará feliz, (porque es tan guapo que sus amigas la envidiarán; o porque gana tanto que podrá darle una vida de lujos). Buscan la pareja que los haga felices. Pero si la bonita se pone fea o se enferma, al guapo le sale panza, o pierde la chamba, ya no “hace feliz”, es hora de descartarlo.
La motivación para casarse no debe ser “que me haga feliz”, sino “quiero hacerle feliz”. Y qué mayor felicidad que santificarse mutuamente para llegar al cielo. Si tanto él como ella dicen: “le amo tanto que quiero dedicarme a que sea feliz aquí y por toda la eternidad”, eso sí que con la ayuda de Dios, se puede lograr pase lo que pase, en la salud y en la enfermedad, en lo próspero y en lo adverso, hasta que la muerte los separe en este mundo y puedan reencontrarse en la vida eterna para siempre.
PRECES
Jesús nos enseña a mirar con afecto a los que nos rodean y a no desentendernos de sus necesidades; pidamos con confianza:
R/MSeñor, escucha nuestra oración.
Para que sepamos ponernos al servicio de Dios,
– y él multiplique los frutos de los que le ofrecen generosamente sus bienes.MR/
Para que desaparezca el mal del hambre en el mundo,
– y los gobernantes contribuyan al justo reparto de las riquezas.MR/
Para que siguiendo el ejemplo de Jesús, que se compadeció de la multitud, no nos desentendamos del sufrimiento ajeno,
– y sepamos acercarnos a los que sufren marginación y a los más débiles.MR/
Por los que no tienen trabajo o reciben un salario injusto,
– para que puedan ver reconocidos sus derechos y vivir dignamente.MR/
Intenciones libres
Padre nuestro…
ORACIÓN
Te pedimos, Señor, que la claridad de la resurrección de tu Hijo ilumine las dificultades de nuestra vida; que no temamos ante la oscuridad de la muerte y podamos llegar un día a la luz que no tiene fin. Por nuestro Señor Jesucristo.