Llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron
- 16 Abril 2021
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¿Qué es la oración? ¿Por qué ora el ser humano?
Orar da fuerzas y acerca a Dios
¿Qué es la oración?
La oración es la elevación del corazón a Dios. Cuando un hombre ora, entra en una relación viva con Dios. [Catecismo 2558-2565]
La oración es la gran puerta de entrada en la fe. Quien ora ya no vive de sí mismo, para sí mismo y por sus propias fuerzas. Sabe que hay un Dios a quien se puede hablar. Una persona que ora se confía cada vez más a Dios. Busca ya desde ahora la unión con aquel a quien encontrará un día cara a cara.
Por eso pertenece a la vida cristiana el empeño por la oración cotidiana. Ciertamente no se puede aprender a orar como se aprende una técnica. Orar, por extraño que parezca, es un don que se recibe a través de la oración. No podríamos orar si Dios no nos diera su gracia.
470. ¿Por qué ora el ser humano?
Oramos porque estamos llenos de un ansia infinita y porque Dios ha hecho a los hombres para estar con él: "Nuestro corazón está inquieto mientras no descansa en ti" (san Agustín). Oramos también porque necesitamos orar; así lo dice Madre Teresa: "Como no puedo fiarme de mí misma, me fío de él las 24 horas del día". [2566,2567,2591]
A menudo nos olvidamos de Dios, huimos de él y nos escondemos. Pero, aunque evitemos pensar en Dios, aunque lo neguemos, Él está siempre junto a nosotros. Nos busca, antes de que nosotros lo busquemos, tiene sed de nosotros, nos llama.
Uno habla con su conciencia y se da cuenta, de pronto, de que está hablando con Dios.
Uno se encuentra solo, no tiene con quien hablar y percibe entonces que Dios siempre está disponible para hablar.
Uno está en peligro y se da cuenta de que Dios responde al grito de auxilio.
Orar es tan humano como respirar, comer, amar. Orar purifica. Orar hace posible la resistencia a las tentaciones. Orar fortalece en la debilidad.
Orar quita el miedo, duplica las fuerzas, capacita para aguantar. Orar hace feliz.
El papa Francisco criticó el populismo por «paternalista» e ideológico
Photo by Andreas SOLARO / AFP
"El desprecio a la cultura popular es el comienzo del abuso de poder".
El papa Francisco criticó hoy el “populismo” por su “paternalismo político”, además de su lema tácito: «Todo para el pueblo, nada con el pueblo”.
“De ahí que el pueblo en la visión populista no es protagonista de su destino, sino termina siendo deudor de una ideología”, dijo.
Lo hizo saber en su mensaje dirigido a los participantes en la conferencia internacional ‘Una política arraigada en el pueblo’, organizada por el Centro de la Teología y la Comunidad en Londres, en torno a los temas del libro Soñemos Juntos (Ed. Penguin Random House, 2020).
Asimismo, lamentó la pobreza y la exclusión del mercado del trabajo resultado de esta pandemia.
Francisco reiteró que la Iglesia está al lado del “pueblo descartado” y sostiene su “dignidad”, en especial recordó a los “movimientos populares” y “las organizaciones que los apoyan”.
Pueblo descartado
“Cuando el pueblo está descartado, se le priva no sólo del bienestar material sino de la dignidad del actuar, de ser protagonista de su historia, de su destino, de expresarse con sus valores y su cultura, de su creatividad, de su fecundidad.
Por eso, – añadió el Papa – para la Iglesia es imposible separar la promoción de la justicia social del reconocimiento de los valores y la cultura del pueblo, incluyendo los valores espirituales que son fuente de su sentido de dignidad.
En las comunidades cristianas, estos valores nacen del encuentro con Jesucristo, que busca incansablemente a quien está desanimado o perdido, que se desplaza hasta los mismos límites de la existencia, para ser rostro y presencia de Dios, para ser «Dios con nosotros”.
Fraternidad
“La tierra, el techo y el trabajo, las famosas tres “T”, claves del pensamiento social del Papa han sido mencionadas en su discurso en el que saludó a las organizaciones que acompañan al pueblo y permanecen a su lado “cuando se topan con actitudes de oposición y desprecio”.
Entretanto, citó la Campaña Católica para el Desarrollo Humano, que celebra 50 años ayudando a las comunidades más pobres en los Estados Unidos para vivir mas dignamente. Además, de otras que sirven en Reino Unido, Alemania, y de otros países.
El Papa destacó que uno de los objetivos de la citada reunión “es mostrar que la verdadera respuesta al auge del populismo no es precisamente más individualismo sino sino lo contrario: una política de fraternidad, arraigada en la vida del pueblo”.
“Populismo inclusivo”
“En su libro reciente, el Reverendo Angus Ritchie describe esta política que ustedes hacen como “populismo inclusivo”; a mí me gusta usar “popularismo” para expresar la misma idea”, anotó.
“Se trata de encontrar mecanismos para garantizar a todas las personas una vida digna de llamarse humana, una vida que sea capaz de cultivar la virtud y forjar nuevos vínculos”.
“En Soñemos Juntos – rememoró – a ésta política la llamo “la Política con mayúscula”, la política como servicio, que abre nuevos caminos para que el pueblo se organice y se exprese”.
Obispos caminen con el pueblo organizado
El Papa reafirmó su deseo de “que todas las diócesis del mundo tengan una colaboración con los movimientos populares”.
“Por eso el verdadero pastor de un pueblo, pastor religioso, es aquel que se anima a caminar delante, en medio y detrás del pueblo.
Delante para señalar un poco el camino, en medio para sentir con su pueblo y no equivocarse, y detrás para ayudar a los rezagados y para dejar que el pueblo con su olfato también encuentre caminos”.
La misión de la Iglesia con los pobres
“Salir al encuentro de Cristo herido y resucitado en las comunidades más pobres nos permite recobrar nuestro vigor misionario, porque aquí nació la Iglesia, en la periferia de la Cruz”, expresó el Papa.
“Si la Iglesia se desentiende de los pobres deja de ser la Iglesia de Jesús y revive las viejas tentaciones de convertirse en una élite intelectual o moral”, una nueva forma de pelagianismo, o de vida esenia”.
La política y los pobres
Del mismo modo, afirmó el Papa, “una política que se desentiende de los pobres nunca podrá promover el bien común. Una política que se desentiende de las periferias nunca sabrá entender el centro y confundirá el futuro con un proyectarse a través de un espejo”. “Una manera de desentenderse de los pobres es despreciar su cultura, sus valores espirituales, sus valores religiosos, sea descartándolos o explotándolos para fines de poder. El desprecio a la cultura popular es el comienzo del abuso de poder”.
Al reconocer la importancia de la espiritualidad en las vidas del pueblo se regenera la política. Por eso es imprescindible que las comunidades de fe se encuentren, fraternicen, para trabajar “para y con el pueblo”.
El papa Francisco recordó la fraternidad en el mensaje que envío en español, 9 minutos de duración, pre-grabado, a través de su biógrafo, Austen Ivereigh, a la conferencia internacional antes mencionada cuyo programa está disponible on-line: letusdreamconference.org
Bernardita Soubirous, Santa
Virgen, 16 de abril
Vidente de Lourdes
Martirologio Romano: En Nevers, en Francia, santa María Bernarda Soubirous, virgen, la cual, nacida en Lourdes de una familia muy pobre, siendo aún niña asistió a las apariciones de la Inmaculada Santísima Virgen María y, después, abrazando la vida religiosa, llevó una vida escondida y humilde. († 1879).
También se la conoce como: Santa Bernardita De Lourdes.
También se la conoce como: Santa Bernardette.
También se la conoce como: Santa María Bernarda.
Etimológicamente: Bernarda = Aquella que es una guerrera, es de origen germánico.
Fecha de canonización: 8 de diciembre de 1933 por el Papa Pío XI.
Breve Biografía
El 11 de febrero, fiesta de la Santísima Virgen de Lourdes, nos recuerda las apariciones de la Virgen a una niña de 14 años que no sabía ni leer ni escribir, pero que rezaba todos los días el rosario, Bernardita Soubirous. Nació en Lourdes en 1844 de padres muy pobres. Por medio de ella la Virgen hizo surgir la prodigiosa fuente del milagro, a la cual acuden peregrinos de todo el mundo para reavivar su fe y su esperanza. Muchos regresan de Lourdes curados también en su cuerpo. La Virgen, durante la segunda aparición, le dijo: “No te prometo hacerte feliz en este mundo, pero sí en el otro”.
A pesar de haber sido dócil instrumento para extener la devoción a la Inmaculada, Bernardita no se contaminó con la gloria humana. El día que el obispo de Lourdes, ante 50.000 peregrinos, colocó la estatua de la Virgen sobre la roca de Massabielle, Bernardita tuvo que permanecer en su celda, víctima de un ataque de asma. Y cuando el dolor físico se hacía más insoportable, suspiraba: “No, no busco alivio, sino sólo la fuerza y la paciencia”. Su breve existencia transcurrió en la humilde aceptación del sufrimiento físico como generosa respuesta a la invitación de la Inmaculada para pagar con la penitencia el rescate de tantas almas que viven prisioneras del mal.
Mientras junto a la gruta de las apariciones se estaba construyendo un grande santuario para acoger a los numerosos peregrinos y enfermos en busca de alivio, Bernardita pareció desaparecer en la sombra. Pasó seis años en el instituto de Lourdes, de las Hermanas de la Caridad de Nevers, y en el que después fue admitida como novicia. Su entrada se demoró debido a su delicada salud. En la profesión tomó el nombre de Sor María Bernarda. Durante los quince años de vida conventual no conoció sino el privilegio del sufrimiento. Las mismas superioras la trataban con indiferencia, por un designio providencial que les impide a las almas elegidas la comprensión y a menudo hasta la benevolencia de las almas mediocres. Al principio fue enfermera dentro del convento, después sacristana, hasta cuando la enfermedad la obligó a permanecer en la cama, durante nueve años, siempre entre la vida y la muerte.
A quien la animaba le contestaba con la radiante sonrisa de los momentos de felicidad cuando estaba a la presencia de la blanca Señora de Lourdes: “María es tan bella que quienes la ven querrían morir para volver a verla”. Bernardita, la humilde pastorcita que pudo contemplar con sus propios ojos a la Virgen Inmaculada, murió el 16 de abril de 1879.
Fue beatificada el 14 de junio de 1925 por el Papa Pío XI, y el mismo Papa la elevó al honor de los altares el 8 de diciembre de 1933.
Deja que Dios sea Dios en tu vida y en tu historia
Santo Evangelio según san Juan 6, 1-15. Viernes II de Pascua
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, te agradezco de todo corazón este momento de intimidad que me regalas. Quiero estar contigo. Te necesito.
Creo en ti, pero dame Tú la fe que me hace falta. Soy pequeño y débil. Me cuesta aceptar todo aquello que no pasa por la pequeña ranura de mi mente. ¡Ayúdame a creer más en ti y tus palabras!
Confío en ti, pero mi esperanza es todavía muy pequeña. ¡Ayúdame a confiar cada día más!
Quiero abandonarme a tus manos providentes.
Te amo y Tú lo sabes. Sin embargo, mi amor es muy débil y pequeño. Te suplico que me ayudes a participar del infinito amor que me tienes. Te necesito. ¡No me abandones!
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 6, 1-15
En aquel tiempo, Jesús se fue a la otra orilla del mar de Galilea o lago de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía curando a los enfermos. Jesús subió al monte y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, festividad de los judíos. Viendo Jesús que mucha gente lo seguía, le dijo a Felipe: “¿Cómo compraremos pan para que coman éstos?”. Le hizo esta pregunta para ponerlo a prueba, pues él bien sabía lo que iba a hacer. Felipe le respondió: “Ni doscientos denarios de pan bastarían para que a cada uno le tocara un pedazo de pan”.
Otro de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: “Aquí hay un muchacho que trae cinco panes de cebada y dos pescados. Pero, ¿qué es eso para tanta gente?”. Jesús le respondió: “Díganle a la gente que se siente”. En aquel lugar había mucha hierba. Todos, pues, se sentaron ahí; y tan sólo los hombres eran unos cinco mil.
Enseguida tomó Jesús los panes, y después de dar gracias a Dios, se los fue repartiendo a los que se habían sentado a comer. Igualmente les fue dando de los pescados todo lo que quisieron. Después de que todos se saciaron, dijo a sus discípulos: “Recojan los pedazos sobrantes, para que no se desperdicien”. Los recogieron y con los pedazos que sobraron de los cinco panes llenaron doce canastos.
Entonces la gente, al ver el signo que Jesús había hecho, decía: “Este es, en verdad, el profeta que habría de venir al mundo”. Pero Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró de nuevo a la montaña, él solo.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Más de cinco mil hombres… dos pescados y tres peces. Te pregunto a ti, amada alma, ¿crees que puedo darles de comer a todos? Ya has leído el desarrollo de los hechos: todos comieron y sobraron doce canastos. Seguramente no es la primera vez que oyes o lees lo que aquel día hice en la rivera del Tiberíades, ¿qué te dice? ¿Qué piensas cuando escuchas este relato?
Probablemente se te viene en mente: «¡claro!, ¡eres Dios!, ¡Tú lo puedes todo!» Pero… ¿realmente lo crees? Mis discípulos no creyeron. Se preguntaban cómo conseguir pan para que todos alcanzaran por lo menos un pedazo. Ellos no creyeron…pero el muchacho sí. Quizá él ni se imaginaba que sus pobres cinco panes bastarían para más de cinco mil… ¡y que incluso sobraría! Probablemente su única intención era que yo y los míos más o menos comiéramos aunque él se quedase sin alimento. No le importó. Creyó que darme lo poco que tenía, era mejor que disfrutarlo solo. ¿Y tú?, ¿crees en mi poder? ¿Crees que cuando permito una situación difícil en tu vida, una enfermedad, un problema, cualquier cosa que te parezca mala, puedo sacar un bien de ello aunque tú en el momento no veas como lo haré? ¿Crees que puedo transformar tu vida? ¿Crees que de ti, ¡DE TI!, con tus defectos, pecados, debilidades… con todo eso puedo hacer un santo? ¿Lo crees? Ese muchacho creyó en mí aunque no entendía. Me dejó actuar sobre sus panes y sus peces. ¡Me permitió ser Dios en su vida! Y tú, ¿me permitirás ser Dios en tu vida?
«Lamentarse no resuelve nada, pero podemos ofrecer ese poco que tenemos. Seguramente tenemos alguna hora de tiempo, algún talento, alguna capacidad… ¿Quién de nosotros no tiene sus “cinco panes y dos peces”? Si estamos dispuestos a ponerlos en las manos del Señor, bastarán para que en el mundo haya un poco más de amor, de paz, de justicia y de alegría. ¡Cuánto es necesaria la alegría en este mundo! Dios es capaz de multiplicar nuestros pequeños gestos de solidaridad y hacernos partícipes de su don».
(Homilía de S.S. Francisco, 26 de julio de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a buscar escuchar lo que Dios me pide a lo largo del día y voy a luchar por dárselo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
¿Creemos que Cristo es capaz de saciar nuestra hambre? ¿Creemos que Él puede cambiar nuestra vida, llenarla, renovarla?
Como ya en el tiempo de Jesús, así también hoy el pan de cada día sigue siendo el problema principal para la mayor parte de la humanidad. Y los hombres de hoy no sufren sólo hambre del cuerpo, sino también hambre del espíritu, hambre del corazón, hambre de fraternidad y de amor.
Y nos damos cuenta que esto pasa porque los cristianos no hemos tomado muy en serio el mensaje del Evangelio, porque después de más de 2000 años de cristianismo no hemos logrado construir todavía un mundo de fraternidad.
Es Jesucristo quien alimenta a los hombres con su palabra de vida y, como en el Evangelio de hoy, les da de comer pan. Pero no sé si Uds. han notado la disposición que Jesús exige, antes de realizar este milagro, la orden que da, la condición que impone.
Un acto de confianza.
Ante todo, les pide un acto de confianza, un gesto de entrega en sus manos: les manda sentarse en el suelo. Mientras están de pie, no dependen más que de ellos mismos: conservan al menos la posibilidad de buscar comida ellos mismos. Pueden encontrarse con un amigo, con un vendedor ambulante, pueden ir a buscar algo a otro sitio, pueden marcharse.
Pero al tomar asiento están renunciando a toda posibilidad de bastarse a sí mismos. No tendrán más remedio que entregarse a Él, confiarse a Él.
Cuando oyen esta invitación a sentarse, yo creo que no pocos dudan. Su exigencia les muerde el corazón, luchan en su interior con la inquietud, con el miedo, con el orgullo. Les pide precisamente lo que menos ganas tienen de darle. Porque se sienten intranquilos, agitados por el hambre. Y Él les pide que se tranquilicen, que se entreguen a Él, que tengan confianza en Él. ¿Van a fiarse de Él? ¿Van a creer que es capaz de alimentarlos? ¿Van a darle, por lo menos, la oportunidad para mostrarlo?
¿Qué hubiéramos hecho nosotros en su lugar?
¿Qué sentiríamos nosotros el día en que por primera vez nos encontráramos en la necesidad de decirle sinceramente: danos hoy nuestro pan de cada día? ¿No nos veríamos tentados de intentar cualquier otra cosa, en vez de recurrir a Dios? ¿No sería terrible tener que admitir que no tenemos ningún otro recurso más que Él?
En fin, algunos, en un verdadero acto de fe, se sientan - quizá con los ojos cerrados. Luego, les van siguiendo los demás. Muchos vacilan todavía hasta decidirse, abandonarse. Y entonces hay un momento extraordinario, en el que los 5000 se sientan, en el que todos juntos hacen un acto de fe.
Y cuando el pan empieza a circular entre sus manos, cuando cada uno se queda con todo lo que quiere, y cuando ven que todavía sobra - pienso que entonces ya nadie se extraña demasiado. El verdadero milagro se ha realizado antes. El verdadero milagro lo ha hecho Jesús con ellos mismos: era el milagro de su fe y de su amor.
También a nosotros se nos pone la misma condición, la misma exigencia: ¿Creemos nosotros en Él? ¿Creemos que Cristo es capaz de saciar nuestra hambre? ¿Creemos que Él puede cambiar nuestra vida, llenarla, renovarla?
Tenemos fe en todo el mundo, excepto en Dios.
Y si somos sinceros, me parece que estas cuestiones nos dejarán muy inseguros e inquietos. Queremos creer, deseamos creer, pero nos cuesta vivir de la fe. Tenemos fe en todo el mundo, excepto en Dios.
Ponemos nuestra salud en manos de un médico, de un cirujano. Entregamos nuestro dinero a un banquero. Y nuestra vida la ponemos en manos de cualquier chofer, a pesar de todos los accidentes que ocurren. La vida no sería posible sin confiar en los demás.
Sólo en Dios no confiamos, o confiamos poco. Estamos convencidos de que sabemos conducir mucho mejor que Él. Apenas nuestra vida da un viraje un poco brusco, se detiene o acelera más de le normal - y ya nos ponemos a dar gritos de angustia.
Imaginémonos un viaje familiar en el que todos los hijos desconfían de su padre que está manejando el coche: le critican por todo el camino; le gritan ante cualquier obstáculo... sería un viaje horroroso.
Pero eso es lo que hacemos muchas veces con Dios.
Siempre encontramos motivos muy razonables para no creer.
La fe sigue siendo siempre un acto por encima de nuestras fuerzas naturales, una gracia a la que tenemos que abrirnos, una oscuridad que tenemos que soportar. La fe es tener la luz suficiente para poder movernos con confianza en un margen de oscuridad.
Queridos hermanos, que Cristo nos dé la gracia de una fe profunda, una entrega sin reservas, una confianza total en Él y en su amor.
¡Qué así sea!
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Ser instrumento de unidad es la misión de la Iglesia en Brasil
El Papa a la CNBB.
“Pido al Señor resucitado que esta Asamblea General dé frutos de unidad y reconciliación para todo el pueblo brasileño, y en la Conferencia Episcopal. Unidad que no es uniformidad, pero que es armonía, esa unidad armónica que da solamente el Espíritu Santo”, lo dijo el Papa Francisco en su Mensaje a los participantes en la 58 Asamblea General de la Conferencia Nacional de los Obispos del Brasil (CNBB), en programa del 12 al 16 de abril de 2021, que vio reunidos de modo virtual a unos 485 Obispos de una de las Conferencias Episcopales más grandes de la Iglesia.
La pandemia no ha excluido a nadie del sufrimiento
En su Mensaje, al dirigirse a los Obispos de Brasil, el Santo Padre a través de ellos se dirigió a “todos los brasileños, en un momento en que este amado país enfrenta una de las pruebas más difíciles de su historia”. Por ello, en primer lugar, el Pontífice expresó su “cercanía a los cientos de miles de familias que lloran la pérdida de un ser querido. Jóvenes y ancianos, padres y madres, médicos y voluntarios, ministros sagrados, ricos y pobres: la pandemia no ha excluido a nadie en su estela de sufrimiento”. Al recordar a los Obispos que murieron víctimas del Covid, el Papa pidió a Dios que conceda a los fallecidos el descanso eterno y que dé consuelo a los corazones afligidos de los familiares, que muchas veces ni siquiera han podido despedirse de sus seres queridos.
La Conferencia debe ser una como el pueblo que sufre es uno
Haciendo eco de la proclamación de la victoria del Señor Jesús sobre la muerte y el pecado, el Papa Francisco recordó a los Obispos que, el anuncio pascual es un anuncio que renueva la esperanza en nuestros corazones. “Nuestra fe en Cristo resucitado – afirmó el Papa – nos muestra que podemos superar este trágico momento. Nuestra esperanza nos da valor para levantarnos. La caridad nos urge a llorar con los que lloran y a dar una mano, sobre todo a los más necesitados, para que vuelvan a sonreír. Y la caridad nos urge a nosotros como Obispos a despojarnos. No le tengan miedo al despojarse. Cada uno sabe de qué”.
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Ser instrumento de unidad es la misión de la Iglesia en Brasil
Asimismo, recordando su Visita a Brasil en el 2013, y la historia de Nuestra Señora de Aparecida, el Santo Padre señaló que esa imagen que fue hallada rota, podría servir como símbolo de la realidad brasileña. Por ello, invitó a los Obispos a ser instrumento de reconciliación, ser instrumento de unidad. Y esta es la misión de la Iglesia en Brasil. Y para ello, es necesario dejar de lado las divisiones, los desacuerdos. Es necesario volver a encontrarnos en lo esencial. Sólo así ustedes, como Pastores del Pueblo de Dios, podrán inspirar no sólo a los fieles católicos, sino también a otros cristianos, y a los demás hombres y mujeres de buena voluntad, en todos los niveles de la sociedad, incluso a nivel institucional y gubernamental, podrán inspirar a trabajar juntos para superar no sólo el coronavirus, sino también otro virus, que desde hace tiempo infecta a la humanidad.
Ser custodios del bien y de la vida de los demás
Antes de concluir su Mensaje, el Papa Francisco les recordó a los Obispos que el desafío de la unidad es grande. Por ello, el Papa pide al Señor resucitado que esta Asamblea General dé frutos de unidad y reconciliación para todo el pueblo brasileño, y en la Conferencia Episcopal. Unidad que no es uniformidad, pero que es armonía, esa unidad armónica que da solamente el Espíritu Santo. E implora a Nossa Senhora Aparecida que ella, como Madre, les alcance a todos sus hijos la gracia de ser custodios del bien y de la vida de los demás, y promotores de fraternidad. A cada uno de los Obispos, a los fieles que les han sido confiados y a todos los habitantes del Brasil, el Santo Padre les imparte de corazón su Bendición Apostólica.
Preces
Jesús resucitado ha roto las cadenas de la muerte. Le decimos:
R/M Señor, danos la verdadera libertad.
Para que la sospecha no nos impida ayudar a quien lo necesite.MR/
Para que no caigamos en la esclavitud de los vicios.MR/
Para que valoremos el tiempo de la oración.MR/
Para que sepamos escuchar a los demás.MR/
Para que podamos comprender mejor lo que nos has revelado.MR/
Para que no busquemos excusas a la hora de hacer el bien.MR/
Intenciones libres
Padre nuestro…
Oración
Oh, Dios, esperanza y luz de las almas sinceras, te pedimos humildemente que concedas a nuestros corazones realizar una plegaria digna de ti y que siempre te glorifiquemos con la ofrenda de nuestras alabanzas. Por nuestro Señor Jesucristo.