Soy yo, no tengan miedo

Papa Benedicto cumple 94 años en el monasterio “Mater Ecclesiae”, donde pensaba durar apenas unos meses después de su renuncia.

“La Iglesia tiene necesidad de santos, porque sólo los santos pueden renovar la humanidad”. Este 16 de abril de 2021, Benedicto XVI cumple 94 años.

El papa emérito Benedicto XVI celebra hoy su 94 cumpleaños sin visitas, debido a las medidas de precaución para evitar el contagio de coronavirus, aunque sí ya está vacunado, y, como hizo el año pasado, rezando por los enfermos de la pandemia.

En este cumpleaños Joseph Ratzinger no recibirá el saludo afectuoso de su hermano Georg (fallecido a los 96 años), que en otras ocasiones solía visitarlo en el monasterio en el interior del Vaticano donde vive el papa emérito tras su renuncia en febrero de 2013.

Probablemente respetando las medidas sanitaria el papa Francisco, que solía visitar a Benedicto XVI, pueda volver a saludarlo en esta ocasión.

Dentro de los muros leoninos, la historia se escribe con gestos de cercanía. Siempre ha habido muestras de cariño entre los dos papas

Monseñor Gänswein en una entrevista reciente aseguró que Benedicto XVI reza diariamente por los enfermos de Covid y por las personas que sufren a causa de la pandemia.

El papa emérito Benedicto XVI recuerda la máxima de la espiritualidad monacal reza y actúa: “Nosotros sacudimos el corazón de Dios. Pero no sólo se ora a Dios mediante las palabras de la oración; también es preciso que las palabras se transformen en acción, a fin de que de nuestro corazón brote luego la chispa de la alegría en Dios, de la alegría por el Evangelio, y suscite en otros corazones la disponibilidad a dar su «sí»(Freising 14 de Septiembre de 2006).»

“Quien sepa morir para todo, tendrá vida en todo”, decía San Juan de la Cruz. ¡Feliz cumpleaños al Papa Benedicto XVI!

Robert de Chaise-Dieu Santo

Abad, 17 de abril

Martirologio Romano: En el monasterio de Chaise-Dieu, de la Alvernia, en Francia, san Roberto, abad, que, habiéndose retirado a este lugar para vivir como solitario, se le juntaron muchos hermanos, y con su predicación y ejemplo de vida reunió a un buen número de ellos . († 1067)

También es conocido como: San Roberto de Turlande.

Etimológicamente: Roberto = Aquel que brilla por su fama, es de origen germánico.

Fecha de canonización: En el año 1351 por el Papa Clemente VI, antiguo abad de La-Chaise-Dieu, rubrica la canonización.

Breve Biografía

Fundador de la Abadía de Chaise-Dieu en Alvernia; nacio en Aurilac, Auvergne, aproximadamente en el año 1000; murió en Auvergne, en 1067.

Por el lado de ascendencia de su padre, perteneció a la familia de los Condes de Aurilac, de quienes se había originado San Geraud.

Estudió en Brioude cerca de la basílica de San Julián, en una escuela abierta para la nobleza de Auvergne, establecida por los cánones de la ciudad. Habiendo entrado en la comunidad, y habiendo sido ordenado sacerdote, Roberto se distinguió por su piedad, caridad, celo apostólico, elocuentes discursos y el don de los milagros. Durante cerca de cuarenta años, permaneció en Cluny para vivir bajo la norma de su compatriota también santo, Abbé Odilo.

Tuvo mucho renombre en sus virtudes y atrajo a un gran número de discípulos, fue obligado entonces a construir un monasterio, el cual fue colocado bajo la norma de San Benedicto (1050).

León IX construyó la Abadía de Chaise-Dieu, el cual llegó a ser uno de los emblemas del floreciente cristianismo.

A la muerte de Roberto, el 17 de abril de 1067, se tenían unos 300 monjes y se habían enviado multitudes al centro de Francia. Roberto también fundó una comunidad para mujeres en Lavadieu cerca de Brioude.

Por medio de la elevación del monje de Chaise-Dieu, Pierre Roger, al solio pontificio, bajo el nombre de Clemente IV, la abadía alcanzó el pináculo de su gloria.

El cuerpo de San Roberto se preservaba allí, fue quemado por los hugonotes durante las guerras religiosas. Su trabajo fue destruido por la Revolución Francesa, pero hay restos que quedan para admiración de los turistas, tales como la iglesia devastada, la tumba de Clemente VI, y la torre clementina.

Una pequeña barca en medio de la tormenta

Santo Evangelio según san Juan 6, 16-21. Sábado II de Pascua

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

«Alaba mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava (…) porque ha hecho en mi favor cosas grandes el poderoso». Con María quiero alabarte, Señor. Todo lo que tengo y todo lo que soy te lo debo a ti y por eso vengo a agradecerte y te bendigo con todo mi corazón en este rato de oración.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 6, 16-21

Al atardecer del día de la multiplicación de los panes, los discípulos de Jesús bajaron al lago, se embarcaron y empezaron a atravesar hacia Cafarnaúm. Ya había caído la noche y Jesús todavía no los había alcanzado. Soplaba un viento fuerte y las aguas del lago se iban encrespando.

Cuando habían avanzado unos cinco o seis kilómetros, vieron a Jesús caminando sobre las aguas, acercándose a la barca, y se asustaron. Pero él les dijo: “Soy yo, no tengan miedo”. Ellos quisieron recogerlo a bordo y rápidamente la barca tocó tierra en el lugar a donde se dirigían.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Pensemos en una pequeña barca, en la noche, en medio de una tormenta, con pescadores que remaban con todas sus fuerza, aun estando el viento en su contra. Y pensemos que vamos nosotros dentro. En ello va nuestra vida, en dejarnos llevar o en luchar. ¡Qué impotencia! Qué ganas tendríamos de hacer las cosas rápido y llegar al otro lado sin problemas y con un sol primaveral. Pero no, la vida del cristiano se caracteriza por dos cosas, la lucha y el dejarse llevar. Tal vez contradictorias pero no del todo.

Veamos a María. Su vida fue una muestra de estas dos actitudes. Por un lado la lucha. No me puedo imaginar a la Virgen indiferente, a una mujer que ante los problemas quedaba inmóvil. Más bien pienso que María ponía todo su esfuerzo en cumplir la voluntad de Dios, aunque a veces fuese difícil, e incluso el viento y la tormenta fuesen contrarias. Pienso, por ejemplo, en María yendo a Egipto, en la madrugada, con un pequeño entre sus brazos y sin comprender nada ¡Qué fortaleza! O al pie de la cruz, cuando todo era oscuro y no veía nada ¡Qué fidelidad y perseverancia!

Por otro lado, María se sabía pequeña y reconocía que era débil. Conocía su pequeña barca y por eso sabía ser dócil a la Voluntad de Dios. Sabía que no podía sola y que necesitaba del auxilio divino. Y Dios era su fortaleza, fue Él quien la sostuvo al pie de la cruz y quien la condujo en medio de la oscuridad. Fue Él quien la llevó a puerto y la sostuvo.

El cristiano no va solo. A veces puede pensar que rema a contra corriente y que, por más que luche, el mantenerse en el camino parece un reto imposible. Pero no es así. Si por un lado tenemos que poner todo lo que está de nuestra parte, tenemos que aprender a dejarnos llevar por Espíritu Santo que nos indica el camino que hay que seguir en medio de la noche. Si bien somos débiles, pequeños y frágiles es justo eso el testimonio del poder de Dios. Porque llevamos un «tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros» (2 Corintios 4, 7).

«El gran anuncio de la Resurrección infunde en el corazón de los creyentes una íntima alegría y una esperanza invencibles. ¡Cristo ha verdaderamente resucitado! También hoy la Iglesia sigue haciendo resonar este anuncio gozoso: la alegría y la esperanza siguen reflejándose en los corazones, en los rostros, en los gestos, en las palabras. Todos nosotros cristianos estamos llamados a comunicar este mensaje de resurrección a quienes encontramos, especialmente a quien sufre, a quien está solo, a quien se encuentra en condiciones precarias, a los enfermos, los refugiados, los marginados. A todos hagamos llegar un rayo de la luz de Cristo resucitado, un signo de su poder misericordioso». (Homilía de S.S. Francisco, 10 de abril de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy, Señor, voy rezar un rosario con mi familia para agradecer tu ayuda a lo largo de este mes.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Cristo Rey Nuestro
Venga tu Reino
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

No hay que tener miedo

Pues cuando parece que Jesús va dormido, estás más al tanto que nunca y es cuando menos nos dejas de su mano.

¡Gente de poca fe!...

Escuchamos este reproche de Jesús. ¿Por qué será? ¿Por qué Jesús da tanta importancia a la fe y a la confianza en Él? ¿Por qué se queja cuando nos ve titubeantes? ¿Por qué?...

Aquel día había sido para Jesús una jornada muy dura, con predicar y atender a la gente.

Llegado el atardecer, da a los apóstoles, hombres del lago que lo conocen bien, esta orden precisa:

- Preparad la barca y vámonos a la otra orilla. A ver si podemos descansar un poco.

Ni tardos ni perezosos, preparan la nave, montan en ella a Jesús, y emprenden la travesía. Se acerca la noche, y viene lo peor e inesperado. El lago de Genesaret era así. No avisaba ni prevenía las borrascas, que se levantaban en el momento más inesperado.

Empieza a soplar un viento impetuoso, se alzan fuertes oleadas, y la barca se llena de agua con verdadero peligro de naufragio.

Jesús, entre tanto, dormido profundamente sobre un cabezal en popa, pues no podía con el cansancio de aquel día. Los apóstoles lo remueven, le desvelan y le gritan llenos de espanto:

- ¡Maestro! ¡Maestro! ¿No te importa que nos muramos?...

Jesús se sacude los ojos, contempla la escena, se encara con el viento -¡Calla!-, y le grita al mar embravecido:

- ¡Cálmate!...

El viento cesa repentinamente y se produce una bonanza total en el lago.

Pero a los apóstoles les reprocha con la compresión de siempre, aunque también con seriedad:

- ¿A qué viene tanto miedo? ¿Aún no tenéis fe?...

Los apóstoles se salvan de una muerte segura. Y comienzan a decirse unos a otros, como si aún no conocieran a Jesús:

- Pero, ¿quién es éste, al que obedecen hasta el viento y el mar?...

Hasta aquí, la narración del Evangelio, que a nosotros nos viene a dar esa lección que Jesús nos quiere meter bien adentro de la cabeza: ¡Fe! ¡Confianza! ¡Fuera miedos!...

Cuando Lucas nos narra este mismo episodio nos advierte, con toda intención, que la barca era de Pedro. Clara alusión al sentido del milagro: en la barca de la Iglesia va siempre velando Jesús.

Pedro, el Papa, nosotros los fieles metidos en la barca, ¿hemos de temer las persecuciones contra la Iglesia, los momentos difíciles que la Iglesia ha de pasar, las incomprensiones de que la Iglesia es objeto?... Nada de esto debe preocuparnos. Estamos prevenidos y sabemos que la Iglesia es indefectible. Una Iglesia sin contradicción nos daría miedo, pues no sería la Iglesia de Jesucristo.

El Señor, aunque parezca que a tiempos está dormido, vela constantemente sobre su Iglesia, a la que han asaltado piratas, la han bombardeado desde el aire, le han perseguido los submarinos, la han rodeado acorazados poderosos para hundirla... --¿de qué manera no habrán atacado la nave de la Iglesia?--, y la Iglesia lleva ya dos mil años cruzando los mares sin hundirse...

Pero, no estamos ahora haciendo apología de la Iglesia ni la queremos presentar con aire triunfalista.

Miramos la fe en nuestras propias vidas. ¿Cómo y por qué debemos tener fe en Dios?

Nuestros padres, abuelos y antepasados se preocupaban mucho de los fenómenos naturales. Una buena lluvia traía una buena cosecha. Una sequía resultaba fatal. Un terremoto causaba una catástrofe irreparable. La enfermedad estropeaba quizá para siempre la vida. La salud era el mayor de los bienes... Y así todas las realidades físicas, unas buenas otras malas. Por eso, toda la oración iba dirigida a Dios para escapar de estos males y para conseguir todos esos bienes.

Hoy vivimos con la convicción de que todo eso sigue estando en la mano de Dios. Pero sabemos también que todos esos fenómenos obedecen a causas naturales, bien conocidas, y nuestro tesón va dirigido a dominar esas fuerzas de la naturaleza que Dios pone en nuestras manos.

Otra cosa son los males morales y espirituales. Aquí ya nos encontramos con una gran responsabilidad por parte nuestra. No podemos echar la culpa a fallos de la naturaleza sino a descuidos nuestros.

¿De dónde puede venir un fracaso en el negocio? A lo mejor, de falta de preparación o de la pereza...
¿De dónde puede venir un fracaso en el amor?
A lo mejor, de un carácter insoportable...
¿De dónde puede venir un accidente de tránsito? A lo mejor, de una imprudencia culpable...
¿De dónde un mal social, como la pobreza extrema? A lo mejor, de la injusticia reinante...

Tanto en los males físicos como morales, nos toca sufrir. No nos gustan. Nos los queremos echar de encima. Y hacemos bien. Porque es deber nuestro el evitarlos.

¿Dónde suele estar entonces nuestro fallo? Por una parte, está en la falta de fe y confianza en el amor y providencia de Dios.

Y por otra, en la falta de colaboración nuestra para ayudar al mismo Dios.

Dios nos ayuda a nosotros cuando nosotros ayudamos a Dios con nuestro trabajo y con nuestro esfuerzo. La Providencia de Dios cuenta siempre con ese trabajo y esfuerzo nuestros. Y sólo entonces tenemos derecho a acudir a Dios con la oración, sabiendo que Dios no nos va a fallar.

¡Señor Jesucristo! Tú nos amas y estás siempre con el ojo atento sobre nosotros.

¿Qué mal nos puede venir si te llevamos, no en una barca, sino en el corazón? Siempre confiaremos en Ti. Pues cuando parece que vas dormido, estás más al tanto que nunca y es cuando menos nos dejas de tu mano....
 
El Papa en Lesbos, hace cinco años el abrazo a los refugiados de Moria

Aniversario de la histórica y conmovedora visita del Papa Francisco entre los migrantes de la isla griega.

El viaje del Papa Francisco a Lesbos estuvo marcado por la tristeza, no por la alegría del encuentro. El Papa, incluso antes de tocar suelo griego, anticipó así a los periodistas a bordo del avión, su visita a los refugiados y migrantes del campo de Moria, a los protagonistas de la "mayor catástrofe humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial", que huyen de la guerra y la violencia. Francisco, el Patriarca Bartolomé y el Arzobispo Ieronymus, tres líderes religiosos, uno al lado del otro, caminaron entre las tiendas del infierno de aquel campo, abrazaron a esa humanidad herida para asegurarle su cercanía y pedirle al mundo que no cierre los ojos ante el sufrimiento de quienes se ven obligados a "huir de situaciones de conflicto y persecución", de quienes "no son un número, sino un rostro y un nombre y una historia".

"Hemos venido a llamar la atención del mundo sobre esta grave crisis humanitaria y a implorar su resolución. Como hombres de fe, deseamos unir nuestras voces para hablar abiertamente en su nombre. Esperamos que el mundo esté atento a estas situaciones de necesidad trágica y verdaderamente desesperada, y responda de manera digna de nuestra humanidad común".

La invitación de Francisco a "no perder la esperanza"

El Papa Francisco, en aquel viaje de la primavera de 2016, no olvidó mencionar el horror de las muertes en el mar, de los niños que nunca llegaron, de las "víctimas de viajes inhumanos y sometidas a la opresión de viles torturadores". Tampoco olvidó la generosidad del pueblo griego, con su capacidad para responder al sufrimiento de los demás "a pesar de las graves dificultades que hay que afrontar", manteniendo "los corazones y las puertas abiertas". Francisco instó a la comunidad internacional a hacer lo mismo: Europa, cuna de los derechos humanos, debería haber seguido el ejemplo del buen samaritano, al "mostrar misericordia con los necesitados", debería haber trabajado para eliminar las causas de esta dramática realidad. "No basta con limitarse a perseguir la emergencia del momento", fueron las palabras del Papa, "sino que es necesario desarrollar políticas de amplio alcance, no unilaterales", deteniendo, además, "la proliferación y el tráfico de armas y a quienes persiguen proyectos de odio y violencia". No pierdan la esperanza, fue el mensaje que el Papa dejó a los invitados de Moria, porque ante "las tragedias que hieren a la humanidad, Dios no es indiferente, no está distante":

"Este es el mensaje que quiero dejarles hoy: ¡no pierdan la esperanza! El mayor regalo que podemos ofrecernos unos a otros es el amor: una mirada misericordiosa, la preocupación por escuchar y comprender al otro, una palabra de ánimo, una oración. Que compartan este don entre ustedes".

La declaración conjunta y la petición de solidaridad

Los tres líderes religiosos se marcharon de Lesbos confiando una declaración conjunta a la humanidad, en la que instan, ante la tragedia humanitaria que viven los inmigrantes, a "una respuesta de solidaridad, compasión, generosidad y un compromiso inmediato y efectivo de recursos" porque la "protección de las vidas humanas es una prioridad". Hicieron un llamamiento a la comunidad internacional, pidiendo la eliminación de las rutas de viaje peligrosas a través del Egeo y de todo el Mediterráneo, para que se establezcan "procedimientos de reasentamiento seguros", para que "la protección de las vidas humanas sea una prioridad y para que se apoyen, a todos los niveles, políticas inclusivas que se extiendan a todas las comunidades religiosas". Las últimas palabras de Francisco fueron las de una oración por los migrantes, cuando los confió a la misericordia de Dios, mientras que su último gesto fue profético: hacer subir a su avión a tres familias del campamento de Karatepe, un total de 12 personas, entre ellas seis menores. Nour, siria como todos los demás, estaba a bordo junto con su marido Hasan y su hijo de dos años.

La historia de Nour y Hasan

A 31 años, había huido con su familia de las afueras de Damasco. Desde Turquía fue un bote de goma el que los llevó a Lesbos. Hoy Nour Essa y su familia viven en Roma, donde es bióloga en el hospital pediátrico Bambino Gesù. "Agradezco al Papa Francisco -dice hoy a Vatican News- por todo lo que ha hecho por nosotros, por haber cambiado nuestras vidas y nuestro destino". Nour aún tiene muy claras en su memoria las imágenes de aquella partida hacia Roma, decidida sólo 24 horas antes. Recuerda las etapas del vuelo, el Papa siempre "sonriendo", mostrando a los periodistas a bordo "un dibujo hecho por un niño que estaba en Moria". Todo lo poco que sabía del Vaticano ella, musulmana como todos, lo había aprendido de la televisión.

El papel de la Comunidad de Sant'Egidio

El artífice de la partida de Nour y los demás fue la Comunidad de Sant'Egidio, a la que el propio Papa, pocos días antes, había confiado su deseo de regresar a Roma con algunas familias de refugiados. "Fue una emoción muy fuerte para todos nosotros", recuerda Daniela Pompei, responsable de la Comunidad de servicios a inmigrantes, refugiados y gitanos, que voló sólo tres días antes de la visita de Francisco a la isla de Lesbos para identificar a las personas, las más vulnerables, que partirían con el Papa.

"Nunca pensamos -recuerda Pompei- que íbamos a subir al avión del Papa, sólo nos enteramos la noche anterior, pensamos que saldríamos en un vuelo regular". En sólo tres días, en el campamento de Karatepe, se identificaron las familias más vulnerables con niños pequeños. Todas las familias de religión islámica, un punto que también fue objeto de preguntas de los periodistas a bordo del avión papal. Pompei recuerda la respuesta de Francisco: "El Papa fue muy claro: cuando se habla de personas que huyen de la guerra no se mira el discurso religioso, hay que salvar vidas humanas. Lo que prevaleció fue la idea de salvaguardar la vulnerabilidad que representan las familias y los niños muy pequeños que no pueden vivir en un campamento".

Lesbos, una tragedia sin fin

Fue sin duda el viaje del Papa a Lesbos el que abrió el primer corredor humanitario desde Grecia. Desde entonces, la Comunidad de Sant'Egidio nunca ha abandonado ese país, como tampoco lo ha hecho el propio Francisco. "Lo lleva en el corazón, reza por Lesbos y por los refugiados que están allí". Tanto es así que, tras conocer a Andrea Riccardi, fundador de Sant'Egidio, que acababa de regresar de la isla griega, Francisco decidió enviar a Lesbos al Cardenal Konrad Krajewski, Elimosnero papal, que se desplazó hasta allí en 2019, un viaje que en pocos meses supuso la llegada a Italia de 43 personas, gracias a la acción conjunta entre la comunidad de Sant'Egidio y la Elemosineria Apostólica. Mientras Europa sigue guardando silencio sobre la tragedia humanitaria de Lesbos y sus habitantes más vulnerables.

Una Misionera en el Circo

Sor Dorothy vive y viaja con payasos, domadores entre otros.

Sor Dorothy acompaña espiritualmente a los artistas de circo y educa en la fe a sus hijos

La Hermana Dorothy lleva 18 años en el mundo del circo y muchos la consideran ya como de la familia.

Desde hace 18 años, la hermana Dorothy Fabritze, religiosa de las Misioneras del Sacratísimo Corazón de Jesús, ejerce su labor evangelizador aen el mundo del circo, donde ya es toda una institución.

"Tengo lo mejor de los dos mundos”, confiesa en un reportaje de National Public Radio, en referencia a la vida nómada circense y a la estabilidad del convento al que pertenece, en Pennsylvania (Estados Unidos).

Sor Dorothy vive y viaja con payasos, domadores, funambulistas, trapecistas y acróbatas para velar por su instrucción religiosa y acompañarles espiritualmente, una labor evangelizadora que se completa con la presencia de un sacerdote para celebrar misa algunos domingos.

“Para eso estoy aquí, solo quiero vivir el mensaje del Evangelio”, explica. Aunque en ocasiones echa una mano con labores más prosaicas, como hizo recientemente en Palmdale (California), cuando salió a pista a saludar antes de un número en el que una pareja de artistas demuestra puntería y sangre fría con el arco y las flechas: “Son un matrimonio excelente. Él le dispara y ella se quieta. ¡Yo no lo haría!”, bromea.

La hermana Dorothy junto a un grupo de monjas de Palmdale a las que invitó en noviembre a un espectáculo. Fotos de este artículo: Gloria Hillard (National Public Radio).

Sor Dorothy cuenta que al principio los miembros del circo la rehuían un poco, pero ya no es así: “No les pongo nerviosos, aunque delante de mí que son más cuidadosos en su forma de comportarse o hablar”.

La religiosa va cambiando de circo. Los últimos meses ha acompañado al Circo Vargas donde fue muy bien recibida, sobre todo por Ingrid Silva, de 23 años, una trapecista a quien preparó para la Primera Comunión y con quien había perdido el contacto. “Estaba en la taquilla vendiendo entradas cuando vi venir a la hermana Dorothy, y me llenó de paz verla”, cuenta Ingrid, quien se declara “muy feliz” de su regreso.

Katya Quiroga, co-propietaria del circo, afirma que trae serenidad a la troupe: “Se ha convertido en parte de nuestra familia, nos sentimos muy honrados de tenerla aquí”.

Cuando le preguntan durante cuánto tiempo continuará en este ministerio, Sor Dorothy lo tiene claro: “Dios me pidió empezar y Dios me dirá cuándo parar”. Mientras tanto, dice, cada vez que regresa a su convento tiene mucho que contar: “Las hermanas se interesan mucho en cada una de mis pequeñas historias”… y ella no las defrauda.

La transfusión de sangre

Ahora sabemos muy bien que el alma humana no se identifica con una cosa material como es la sangre

¿Prohíbe la Biblia la transfusión de sangre?

Hay católicos que me preguntan si es verdad que la Biblia prohíbe la transfusión de sangre... Su inquietud nace del hecho de que algunas personas, con la Biblia en la mano, tratan de afirmar que la transfusión de sangre es un pecado gravísimo contra Dios. Tales personas -así dicen ellos- prefieren morir antes que aceptar una transfusión de sangre, porque dicen: es la voluntad de Dios. En esta línea están sobre todo los Testigos de Jehová y miembros de algunas sectas religiosas modernas.

¡Qué triste que haya gente entre nosotros que usa la Biblia para confundir al católico sencillo y para propagar estas teorías que son una burla a la humanidad!

•    Introducción

A los que piensan así les quiero recordar que nunca debemos leer la Biblia en forma parcial; nunca debemos estudiar el Antiguo Testamento (A.T.) sin tomar en cuenta el Nuevo Testamento (N.T.).

Hay una gran diferencia entre los dos. Aunque se complementan el A.T. y el N.T., no debemos olvidar que Jesucristo, Dios-hombre, es el centro y el fin de toda la Biblia. Además Jesucristo, con su autoridad humano-divina, corrigió varias cosas que se leen en el A.T. y anuló muchas costumbres que para los judíos del A.T. eran prácticas muy importantes.

Si uno lee atentamente la Biblia verá que de la primera a la última página hay una evolución doctrinal y moral. Es decir, que no todo en la Biblia tiene el mismo valor o igual vigencia. Y entre esas cosas que cambió el N.T. está la ley de la sangre.

¿Qué nos enseña el A.T. acerca de la transfusión de sangre?

Antes que nada, debemos decir que la Biblia nunca habla de la transfusión de sangre como práctica de medicina para salvar a enfermos, simplemente porque los antiguos no conocieron este tratamiento. Pero veamos de dónde sacan algunos miembros de otras religiones esta creencia.

Los israelitas del A.T., como otros pueblos antiguos de aquel tiempo, pensaban que la vida (o el alma) de cada ser estaba en la sangre. Leemos en Gén. 9, 4-5: «Lo único que no deben comer es la carne con su alma, es decir, con su sangre... Reclamaré la sangre de ustedes, como si fuera su alma».

Así, los antiguos creían que el alma era la sangre misma (Lev. 17, 14; Dt. 12, 23). Es decir: alma = vida = sangre. Ahora bien, Dios es el único Señor de la vida y por eso la sangre tenía un carácter sagrado para los israelitas, la sangre pertenecía a Dios. De este concepto antiguo que tenían los israelitas acerca de la vida, vienen las leyes acerca de la sangre que es lo que vamos a analizar ahora brevemente:

Prohibición del homicidio

El hombre fue creado a imagen de Dios, por lo cual Dios tiene poder sobre su vida: «Si alguien derrama su sangre, Dios le pedirá cuenta de ello (Gén. 9, 5). En esto encuentra su fundamento religioso el mandamiento que dice: «No matarás» (Ex. 20, 13). Pero en caso de homicidio los antiguos aceptaron la venganza de sangre inocente contra el asesino: «Vida por vida, ojo por ojo, diente por diente» (Ex. 21, 23). Solamente fue admitida una venganza limitada, porque Dios mismo se encargará de esta venganza, haciendo recaer la sangre inocente sobre la cabeza del asesino (1 Reyes 2, 32).

Prohibición de la sangre como alimento

La sangre, como signo de la vida, pertenece sólo a Dios y por eso la sangre es parte de Dios (Lev. 3, 17). La sangre derramada es alimento de Dios, «manjar de Yahvé», y ningún hombre puede beber sangre, ni comer carne prohibida (Dt. 12, 16). La sangre pertenece por derecho propio a Dios, Señor de la vida. (De ahí sacan los Testigos de Jehová su enseñanza de no aceptar la transfusión de sangre).

El uso de la sangre en el culto del A.T.

La sangre es sagrada, aún la de un animal, y solamente puede ser ofrecida a Dios en un sacrificio (Gén. 9, 5). Si no se sacrifica en un altar, debe ser derramada en el suelo, pero no se puede comer. Además los israelitas, como los demás hombres del pasado, se hacían de Dios una imagen terrible y pensaban que sólo podían estar en paz con ese Dios violento ofreciendo sacrificios y sangre (Heb. 9, 22). Era su manera de entrar en contacto con Dios; por eso los antiguos hacían ritos sangrientos para sellar su alianza con Dios (Ex. 24, 3-8); sacrificios para la expiación de los pecados (Is. 4, 4); ritos pascuales con sangre de corderos para alejar los espíritus exterminadores (Ex. 12, 7-22), etc.

Con el tiempo los israelitas descubrieron que estos sacrificios sangrientos eran una forma de culto muy imperfecto. Y por boca del profeta Isaías, Dios rechazó estos sacrificios: «¿De qué me sirve la multitud de sus sacrificios? No me agrada la sangre de sus vacas, de sus ovejas y machos cabríos» (Is.1, 11). También dice el salmista, hablando con Dios: «Un sacrificio no te gustaría, si ofrezco un holocausto, no lo aceptas» (Salmo 51, 16).

Reflexionando sobre estas leyes de sangre dentro del contexto del A.T. podemos decir que Dios aceptó al pueblo de Israel con sus costumbres y tradiciones, y que Dios educó a su pueblo a partir de su propia cultura. Pero no debemos pensar que las leyes de sangre fueron dictadas por Dios desde el cielo, sino que fueron elaboradas por los sacerdotes de aquel tiempo que estaban a cargo de la conducta religiosa del pueblo de Israel. Las leyes sobre la sangre son solamente una manera de educar e inculcar el sentido de carácter sagrado de la vida.

Por muy antiguas, y a veces anticuadas que sean estas leyes, el cristiano de hoy las debe considerar con fe y buscar reflexiones nuevas referentes a lo que Dios nos pide ahora.

¿Qué nos enseña el N.T. acerca de esas leyes de sangre?

En el N.T. no encontramos ninguna referencia acerca de la transfusión de sangre. Pero hay claras indicaciones a favor de esta práctica.

1. Jesús repitió con el A.T. el profundo respeto por la vida: «No matarás» (Mt. 19,18), pero el Señor criticó duramente la antigua ley de la venganza de sangre inocente: «Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente. Pero Yo les digo: no resistan al hombre malo; al contrario si alguien te pega en un lado de la cara, ofrécele también el otro lado» (Mt. 5, 39). También terminó Jesús con la ley de alimentos prohibidos: «No hay ninguna cosa fuera del hombre que al entrar en él pueda hacerle pecador o impuro» (Mc. 7, 15). Con estas palabras está claro que la prohibición de comer «carne con sangre» no tiene ningún valor para Jesús.

Jesús quiso morir derramando su sangre

Para mostrar la entrega total de su vida por obediencia al Padre y por amor a sus hermanos (Jn. 3, 16; Rom. 8, 32). Este sacrificio de su vida terminará con todos los sacrificios de animales del A.T., porque el sacrificio de su vida era para el perdón de todos los pecados del mundo y la reconciliación definitiva entre Dios y los hombres (Heb. 9, 26; Heb. 10, 5-7). «Cristo nos ama y nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre» (Apoc. 1, 5).

En la Ultima Cena Jesús presentó la copa de la acción de gracias (o Eucaristía)

Diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza que está confirmada por mi sangre, que se derrama por ustedes» (Lc. 22, 20). Y desde ahora en adelante los hombres pueden comulgar con esta sangre de la Nueva Alianza cuando beben el cáliz eucarístico (1 Cor. 10, 16 y 11, 25-28). La sangre de Cristo derramada en la cruz establecerá entre los hombres y el Señor una unión profunda que durará hasta su venida (1 Cor. 10, 16 y 11, 25-28).



Jesús, el Buen Pastor, dio su vida por sus ovejas

(Jn. 10, 11), así también los discípulos de Jesús han sido llamados a dar su vida por el prójimo: «El amor más grande que uno puede tener es dar su vida por sus amigos» (Jn. 15, 13). El discípulo de Jesús no debe preocuparse excesivamente por su vida y debe ser capaz de arriesgarla por los demás, como nos enseña también el apóstol Pablo: «Les tenemos a ustedes tanto cariño que hubiéramos querido darles no sólo el mensaje de Dios, sino hasta nuestras propias vidas, pues hemos llegado a quererles mucho» (1Tes. 2, 8).
Esto se manifiesta en los misioneros que han muerto por Cristo y en los mártires cristianos de todos los tiempos. ¿Acaso no dijo Jesús: «Quien quiere salvar su vida (su alma) la perderá, pero quien la pierda por causa mía, la hallará para la vida eterna»? (Mt. 16, 25; 10, 39).

Algunas consideraciones finales

Las leyes de sangre del A.T. son un reflejo de una cultura primitiva y no fueron dictadas por Dios y sólo tendían a inculcar al pueblo del A.T. el sentido sagrado de la vida.

Por tanto las muchas leyes de sangre del A. T. no son doctrina eterna. Recordemos que Cristo vino a perfeccionar la antigua Ley. Ahora sabemos muy bien que el alma humana no se identifica con una cosa material como es la sangre. Propiamente hablando, el alma no habita en un cuerpo con sangre, sino que se expresa en el hombre entero.

Y cuando los Testigos de Jehová se aferran a las creencias del A.T., ellos olvidan que la ley del A.T. fue perfeccionada por Jesucristo y que muchas costumbres de aquel tiempo no tienen valor en la Nueva Alianza que comenzó con Cristo. Los Testigos de Jehová y muchos otros se quedaron en el A.T. y no aceptan la evolución que está en la Biblia; ellos no interpretan bien toda la Biblia ya que se quedaron en una práctica judía antigua y no siguieron el cumplimiento del N.T. Esto sucede porque interpretan la Biblia en forma literal y parcial, y además arreglaron la Biblia a su manera con traducciones equivocadas y malas interpretaciones. (Ninguna de las Iglesias Cristianas acepta la Biblia arreglada por los Testigos de Jehová).

En Jesucristo fue superada la Antigua Alianza y la ley de Moisés.

Los primeros cristianos muy pronto terminaron con muchas prácticas del A.T., como por ejemplo, la observación del día sábado, etc. y entre estas cosas el N.T. abolió también las leyes de sangre. Es verdad que entre los primeros cristianos de origen judío persistía al comienzo la ley de sangre, y algunas comunidades cristianas judías fueron injustamente obligadas a observar esta práctica (Hech.15, 29). Pero esta observancia se hizo solamente por un breve tiempo para no escandalizar a los de conciencia débil. Pronto fue superado este problema y las iglesias siguieron el consejo de Jesucristo: «No hay nada de fuera que ensucie el alma» (Mc. 7,15).

Finalmente el Apóstol Pablo escribe en forma muy tajante a los colosenses: «Que nadie les venga a molestar por cuestiones de comida o bebida» (Col.2,16). «Todos los alimentos son buenos y todas las cosas les servirán de alimento» (1 Tim. 4,3-6).

Dios es el Dios de la vida.

«Dios no se complace en la muerte de nadie» (Ez.18, 32). «No creó al hombre para dejarlo morir, sino para que viviera» (Sab. 1, 13; 2, 23). Para Jesús la vida era cosa preciosa, y «salvar una vida» prevalecía sobre la ley del sábado (Mc. 3, 4), porque «Dios no es un Dios de muertos sino de vivos» (Mc. 12, 27). El mismo sanó y devolvió la vida como si no pudiera tolerar la presencia de la muerte. «Si hubieras estado aquí, mi hermano Lázaro no hubiese muerto», le dijo Marta a Jesús (Jn.11, 21). Jesús, Dios-hombre, dijo que El es la vida, y ha venido a servir, y murió como rescate para provecho de la multitud (Mc. 10,45).

Seamos seguidores de Cristo.

A ejemplo de Cristo, podemos dar nuestra vida por amor al prójimo. «Nadie tiene más amor que el que da su vida por sus amigos» (Jn. 15, 13). Por supuesto que nuestra vida está en la mano de Dios. Pero si Dios nos ha dado inteligencia y voluntad, y con ellas podemos salvar la vida de otros, entonces esto es la voluntad de Dios.

Todo lo que el hombre realiza en la medicina moderna para respetar la vida y sanar a los enfermos es voluntad de Dios. Y sería un pecado gravísimo dejar morir a una persona que, con buenos remedios y con una transfusión de sangre, puede ser sanada. En este sentido «dar sangre» para hacer una transfusión no es ningún atentado contra Dios, sino que puede llegar a ser un acto heroico de caridad. Por supuesto, que hay que atenerse a la reglamentación necesaria en cuanto a higiene y desinfección, porque en asunto tan delicado hay que evitar todo posible contagio de SIDA y otras enfermedades.

Frente a la transfusión de sangre, entonces, hay una sola palabra: «Conocemos el amor con que Jesucristo dio su vida por nosotros; así también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos».

Y eso mismo vale para la donación de órganos. Es muy humano y cristiano solidarizar con un enfermo hasta el punto de ceder los propios órganos para ser trasplantados a otras personas que carecen de ellos.

Ello se puede hacer tanto en vida como después de la muerte. Y a diario vemos padres que donan ojos o riñones para sus hijos, ¡qué ejemplo de caridad! Estos son gestos que hay que recomendar, ya que tanto con la donación de sangre como con la donación de órganos podemos salvar una vida.

Cuestionario

¿Qué enseña la Biblia sobre este punto? ¿Por qué en el A. T. se prohibía tomar la sangre como alimento? ¿Qué se enseña al respecto en el N. T.? ¿Cuál fue la Doctrina de Jesús? ¿Qué se quería inculcar al Pueblo de Dios con las leyes de sangre? ¿Perfeccionó Jesús esta legislación? ¿Qué dice San Pablo en Col. 2 16? ¿Se puede hacer la transfusión de sangre en beneficio de los enfermos? ¿Se pueden hacer trasplantes? ¿Qué pensar de los donantes de órganos?


Jesús se acercó a sus discípulos caminando sobre el lago y les dijo: «Soy yo, no temáis». Con confianza, le suplicamos:
R/MSeñor, aumenta nuestra fe.
Te pedimos por el papa N., por nuestro obispo N. y por todos los pastores de la Iglesia:
– dales la fuerza para que nada les impida anunciar el evangelio.MR/
Asiste a todos los que has llamado y experimentan su indignidad,
– hazles saber que no dejas de dar tu gracia a los que te sirven.MR/
Ilumina a los padres que se sienten desorientados a la hora de educar a sus hijos,
– que encuentren en María y José el modelo que imitar e intercesores poderosos.MR/
Acompáñanos durante este día para que no temamos realizar el bien en todo momento,
– y tanto lo bueno como lo malo nos sirva para crecer en caridad.MR/
Intenciones libres
Padre nuestro…

ORACIÓN

Destruye, Señor, el documento escrito por la ley del pecado, que anulaste para nosotros en el Misterio pascual por la resurrección de Jesucristo, tu Hijo. Él, que vive y reina contigo.

PAXTV.ORG