El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquél que me ha enviado

Luis María Grignion de Montfort, Santo

Memoria Litúrgica. 28 de abril

Por: María de Luján Torre | Fuente: Catholic.net

Presbítero y Fundador

El santo de la verdadera devoción Mariana

Martirologio Romano: San Luis María Grignion de Montfort, presbítero, que evangelizó las regiones occidentales de Francia, anunciando el misterio de la Sabiduría Eterna, y fundó dos congregaciones. Predicó y escribió acerca de la Cruz de Cristo y de la verdadera devoción hacia la Santísima Virgen, y, después de convertir a muchos, descansó de su peregrinación terrena en la aldea francesa de Saint-Laurent-sur-Sévre. ( 1716)

Fecha de canonización: 20 de julio de 1947, durane el pontificado de Pio XII

Breve Biografía×

La Divina Providencia preparó a este gran santo y lo dio al mundo al final del S. XVII hasta apenas comenzado el XVIII.

Nacido en 1673 en Francia, recibe su educación en uno de los Colegios de la Compañía de Jesús y en 1700 se ordena sacerdote.

Morirá en 1716, habiendo realizado en tan corta carrera cantidad de misiones populares, echado los cimientos de dos congregaciones religiosas (que no llegó a ver en vida), restaurado templos de la Virgen ruinosos o abandonados y, sobre todo, arrancando las almas de las garras del jansenismo para devolverlas al amor ardiente de Dios, mediante la contemplación tierna de Jesús Crucificado y la verdadera devoción a María Santísima.

El jansenismo apartaba a las almas de la intimidad con Dios, de la relación sencilla y confiada característica del espíritu de filiación que es fruto del Espíritu Santo y la presencia de María en la vida del cristiano, acentuando en forma desmedida la Majestad y Santidad Infinita de Dios y nuestra indignidad.

De ahí la obsesión por interminables preparaciones, exámenes de conciencia más que escrupulosos, vueltas y revueltas sobre sí mismo, como si uno tuviera que lograr cierto grado de perfección previa para recibir los Sacramentos... ¡que son los que, en realidad, nos curan y nos perfeccionan..!

La gracia sería (dentro de este esquema), más bien un premio al propio esfuerzo, tal como Jesús nos lo ilustra en la parábola del fariseo y el publicano, que muchos no comprenden todavía...

Y aún nosotros mismos, cada vez que tememos acercarnos al sacramento de la Confesión ‘’porque tengo demasiadas culpas...’’. ¿Y para qué está el Sacramento? Precisamente porque tenemos demasiadas culpas, necesitamos confesarnos con frecuencia y comulgar, porque sólo Jesucristo nos lava de nuestras culpas y nos fortalece para que las recaídas se vayan extinguiendo, poco a poco.

Luis María Grignion de Montfort reacciona con santa violencia ante el estrago que semejante postura causaba dentro de la Iglesia en ese momento, y ante la difusión de una falsa sabiduría en el ambiente intelectual cristiano, que desdibuja la radicalidad del Evangelio y huye del Camino de la Cruz.

Tanto en sus misiones populares como en sus escritos, planta firmemente a Cristo Crucificado (cumbre de la verdadera sabiduría, la sabiduría Divina), y la devoción a María como medio insustituible y necesario para que Cristo se forme realmente en cada alma bautizada.

El desarrollo de estas ideas lo realiza en su primera obra: ‘’El Amor de la Sabiduría Eterna’’ (1703-1704). El capítulo XVII de este libro es ya un anticipo de lo que explicará largamente acerca del papel de María Santísima en nuestra santificación, en el célebre ‘’Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen’’ (1712, aprox.). Valiosísimos consejos de orden práctico para vivir la dependencia total de María nos son dados en su otra obra: ‘’El Secreto de María’’, como resumen y complemento del ‘’Tratado...’’.

El Hijo de Dios, 2da. Persona de la Santísima Trinidad (o también ‘’Verbo’’, o ‘’Sabiduría Eterna’’), ha querido salvarnos y glorificar al Padre haciéndose hombre y muriendo en la Cruz. Y todo esto lo realizó Por María, Con María, En María y Para María, porque a Ella se entregó primero y para Ella en primer lugar derramó su Sangre Preciosa. No ha querido venir a nosotros directamente, sino a través de María.
Y así lo sigue haciendo, porque ha hecho de su Madre verdadera Madre nuestra, ‘’Mater Gratiae’’, Madre de la Gracia en nuestras almas. El Espíritu Santo realiza cada día el milagro de formar a Cristo en el bautizado en unión con María, tal como lo hizo desde el principio.

Vine al mundo para salvarte

Santo Evangelio según san Juan 12, 44-50. Miércoles IV de Pascua

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Quiero siempre serte fiel, Señor. ¿Por qué me alejo de ti en tantas ocasiones cuando mi deseo no es sino amarte? Soy débil y Tú misericordioso. ¿Me alejé de ti otra vez? Heme aquí. Para estar contigo, heme aquí.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 12, 44-50

En aquel tiempo, exclamó Jesús con fuerte voz: “El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquél que me ha enviado; el que me ve a mí, ve aquél que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, para que todo el que crea en mí no siga en tinieblas.

Si alguno oye mis palabras y no las pone en práctica, yo no lo voy a condenar; porque no he venido al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo.

El que me rechaza y no acepta mis palabras, tiene ya quien lo condene: las palabras que yo he hablado lo condenarán en el último día. Porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que mi Padre, que me envió, me ha mandado lo que tengo que decir y hablar. Y yo sé que su mandamiento es vida eterna. Así, pues, lo que hablo, lo digo como el Padre me lo ha dicho”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

¿Cuál es el sentido de mi fe?, ¿cuál es el sentido de ser cristiano?, ¿es tan sólo una forma de vivir, Señor? ¿Qué viniste a darme?, ¿qué trajiste que no pudiese yo encontrar por mis propias fuerzas?, ¿qué trajiste de nuevo? ¿O debería preguntarte qué viniste a hacer nuevo?

Tantas preguntas surgen en mi corazón, y tantas veces no logro convertirlas en palabras. Como estas preguntas, tantas otras más andan por allí en mi corazón, sin saber ser dichas por mi boca. ¡Cómo quisiera exponértelas todas, Señor! Sí, soy un cristiano con tantos deseos en su interior, con sus crisis, con sus ilusiones, y que camina tantas veces a tientas en los caminos que Tú le muestras.

A veces puedo llegar a sentirme solo, sola, en medio de tantos problemas en el mundo, en donde quizá muchos me reclaman, casi como si fuese yo el culpable, qué es lo que vino Cristo a traer a este mundo.

Hoy me has respondido una vez más. Pero es una respuesta que no aclara todos los misterios. Tantas veces he escuchado que Tú eres un caballero y que jamás te entrometerás en mi corazón. Viniste a abrirme las puertas del cielo, el acceso a la presencia de tu Padre, pero el andar corresponde a mis pies.

Si alguna vez el hombre dudó de su propia salvación, de su permanecer en la eternidad, de trascender a la eterna felicidad; si alguna vez el hombre dudó si viviría después de la muerte; si alguna vez el hombre deseó encontrar un verdadero puente hacia la luz sin fin; finalmente la respuesta llegó: Tú.

Pero viniste a los hombres para llevártelos como hombres; viniste y me abriste las puertas de tu presencia, pero no me quitaste la libertad; me conservaste la capacidad de amar. No viniste a deshacer al hombre de lo que es sino a renovarlo y elevarlo, enseñándolo a donarse plenamente; y siempre libre.

Ese venir no fue tan sólo para pronunciar discursos, transmitir ideologías. Para compartir ideas no habría sido necesario hacerte carne. Viniste a encontrarte conmigo y por ello te hiciste semejante a mí hasta en lo más profundo de mi ser. Puedo afirmar con gratitud, y sólo gratitud, que mi vocación como cristiano no es una forma más de vida, sino el fruto del encuentro con el mismo Dios.

«Dios no nos clava a nuestro pecado, no nos identifica con el mal que hemos cometido. Tenemos un nombre y Dios no identifica este nombre con el pecado que hemos cometido. Nos quiere liberar y quiere que también nosotros lo queramos con Él. Quiere que nuestra libertad se convierta del mal al bien, y esto es posible —¡es posible!— con su gracia. Que la Virgen María nos ayude a confiarnos completamente a la misericordia de Dios, para convertirnos en criaturas nuevas».

(Ángelus de S.S. Francisco, 13 de marzo de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
¿Qué tanto dirijo mi vida según mi vocación de cristiano? ¿Hay algo que pueda hacer para poder amar más libremente?

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Salir de las tinieblas

Solo faltan hombres y mujeres que saben ir contracorriente.

Cuando nos rodean las tinieblas, la luz queda oscurecida. El camino apenas se vislumbra. Aumenta el riesgo de perderse.

También hay tinieblas que aturden a las mentes y a los corazones: cuando la mentira se hace fuerte, cuando los ojos evitan la luz de las verdades, cuando los sentimientos secuestran a las personas y a los pueblos.

Salir de las tinieblas es posible cuando buscamos salir fuera de la zona de peligro, cuando nos acercamos a espacios abiertos y protegidos de las nubes09:19

Salir del engaño, de las mentiras colectivas, es posible cuando nos unimos a buenos compañeros, cuando evaluamos serenamente lo que llega como "información" y puede ser algo falso, cuando pensamos de modo sereno y serio.

Causa maravilla ver cómo pueblos enteros y personas concretas quedan atrapados por tinieblas de sofismas y por presiones colectivas que impiden la claridad de mente y la perspicacia para denunciar las mentiras.

Pero incluso en situaciones de desorientación masiva, no faltan hombres y mujeres que saben ir contracorriente, que denuncian los sofismas repetidos mil veces, que tienen mentes y corazones abiertos a la verdad.

Quizá esos héroes de la luz sean declarados como seres peligrosos, como fanáticos tradicionalistas, como imprudentes progresistas, o con otras etiquetas que buscan neutralizar su osadía.

Por encima de las persecuciones y los esfuerzos por aislar a los amigos del saber bueno, su esfuerzo, tarde o temprano, ayudará a otros a salir de las tinieblas y a penetrar en el maravilloso mundo de la luz, la claridad y la honradez propia de inteligencias libres y rigurosas.

Meditar es una forma de encontrar a Jesús

Catequesis del Papa Francisco, 28 de abril de 2021

Por: Renato Martinez | Fuente: Vatican News

“La meditación hace intervenir al pensamiento, la imaginación, la emoción y el deseo. Esta movilización es necesaria para profundizar en las convicciones de fe, suscitar la conversión del corazón y fortalecer la voluntad de seguir a Cristo. La oración cristiana se aplica preferentemente a meditar los misterios de Cristo”, lo dijo el Papa Francisco en la Audiencia General de este miércoles, 28 de abril, continuando con su ciclo de catequesis dedicados a la oración. En su 31 catequesis dedicado a este tema, el Pontífice reflexionó sobre la “Meditación como forma de oración”, a partir del pasaje bíblico del Evangelio de San Juan (14,25-25; 16,12-15), en el cual Jesús anuncia a sus discípulos que, cuando venga el Espíritu Santo, “les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho”.

Ponerse delante de la Revelación

En este contexto, el Santo Padre precisó que, “para un cristiano ‘meditar’ es buscar una síntesis: significa ponerse delante de la gran página de la Revelación para intentar hacerla nuestra, asumiéndola completamente”. Y el cristiano, después de haber acogido la Palabra de Dios, no la tiene cerrada dentro de sí, porque esa Palabra debe encontrarse con «otro libro», que el Catecismo llama «el de la vida». Es lo que intentamos hacer cada vez que meditamos la Palabra×

En el mundo de hoy todos necesitamos meditar

Asimismo, el Papa Francisco señaló que, la práctica de la meditación no es solamente de los cristianos, sino que existe una práctica meditativa en casi todas las religiones del mundo, incluso es una actividad difundida entre personas que no tienen una visión religiosa de la vida. “Todos necesitamos meditar, reflexionar, reencontrarnos a nosotros mismos, es una dinámica humana. Sobre todo, en el voraz mundo occidental – subrayó el Papa – se busca la meditación porque esta representa un alto terraplén contra el estrés cotidiano y el vacío que se esparce por todos lados”. La meditación es un fenómeno que hay que mirar con buenos ojos, señaló el Pontífice, de hecho nosotros no estamos hechos para correr en continuación, poseemos una vida interior que no puede ser siempre pisoteada. Meditar es por tanto una necesidad de todos.

La oración es el encuentro con el Otro

Esta palabra, acogida en un contexto cristiano, afirmó el Santo Padre, asume una especificidad que no debe ser cancelada. La gran puerta a través de la cual pasa la oración de un bautizado – lo recordamos una vez más – es Jesucristo. También la práctica de la meditación sigue este sendero. “El cristiano, cuando reza, no aspira a la plena transparencia de sí, no se pone en búsqueda del núcleo más profundo de su yo; la oración del cristiano – precisó – es sobre todo encuentro con el Otro con la O mayúscula”. Si una experiencia de oración nos dona la paz interior, o el dominio de nosotros mismos, o la lucidez sobre el camino que emprender, estos resultados son, por así decir, efectos colaterales de la gracia de la oración cristiana que es el encuentro con Jesús.

Existen diversos métodos de meditación

El Papa Francisco también recordó que el término “meditación” a lo largo de la historia ha tenido significados diferentes. Incluso dentro del cristianismo se refiere a experiencias espirituales diferentes. Sin embargo, se pueden trazar algunas líneas comunes, y en esto nos ayuda también el Catecismo, que dice así: «Los métodos de meditación son tan diversos como diversos son los maestros espirituales. […] Pero un método no es más que un guía; lo importante es avanzar, con el Espíritu Santo, por el único camino de la oración: Cristo Jesús». No es posible meditar sin la ayuda del Espíritu Santo.

El método de meditación es un camino, no una meta

Asimismo, el Santo Padre señaló que algunos métodos de meditación cristiana son muy sobrios, otros más articulados; algunos acentúan la dimensión intelectual de la persona, otros más bien la afectiva y emotiva. “Todos son importantes y dignos de ser practicados, en cuanto que pueden ayudar a la experiencia de la fe a convertirse en un acto total de la persona: no reza solo la mente del hombre, como no reza solo el sentimiento”. Por eso se debe recordar siempre que el método es un camino, no una meta: cualquier método de oración, si quiere ser cristiano, forma parte de esa sequela Christi que es la esencia de nuestra fe.

Meditar es una forma de encontrar a Jesús

Finalmente, el Papa Francisco dijo que, esta es por tanto la gracia de la oración cristiana, que Cristo no está lejos, sino que está siempre en relación con nosotros. “No hay aspecto de su persona divino-humana que no pueda convertirse para nosotros en lugar de salvación y de felicidad. Cada momento de la vida terrena de Jesús, a través de la gracia de la oración, se puede convertir para nosotros en contemporáneo”. Gracias al Espíritu Santo, también nosotros estamos presentes en los diferentes momentos de la vida de Jesús. No hay página del Evangelio en la que no haya lugar para nosotros. Meditar, para nosotros cristianos, es una forma de encontrar a Jesús. Y así, solo así, reencontrarnos con nosotros mismos.

Afuera todo es gran agitación, ruido de vida...y la Vida está aquí

Desde aquí se oye el clamor del mundo. Ruido de coches, motocicletas, ruido de gran tráfico y ajetreo, de velocidad, de impaciencia.

Cuando las personas tienen mucho que pensar, mucho que caminar, mucho que correr... andan ahí, Señor, ahí afuera. Desde aquí se oye el clamor del mundo. Ruido de coches, motocicletas, ruido de gran tráfico y ajetreo, de velocidad, de impaciencia. Hace mucho calor. Afuera todo es gran agitación, ruido de vida...y la Vida está aquí. En esta soledad, en este silencio, en esta semipenumbra, en esta quietud...

La nave desierta... Mármol, vitrales, imágenes... nada tiene vida, todo es materia muerta, solo hay algo que tiembla, que se mueve, que parpadea... es la lámpara roja del Sagrario. Está señalando que en ese silencio, en esa quietud, en esa gran paz está Dios. Un Dios que siendo el Rey de todo lo creado, está oculto tras unas cortinillas y una pequeña puerta. Silenciosa y humilde espera. Entrega y sumisa esperanza de un Dios que es todo amor. Mansedumbre infinita, paciencia de siglos... Locura de amor de un Dios enamorado de sus criaturas. Sólo a un Dios que muere por amor se le podía haber ocurrido semejante entrega.

Ahí estás, Señor, encerrado en todos los Sagrarios del mundo, desde los de oro y piedras preciosas, en las imponentes y majestuosas catedrales hasta los más humildes y simples de madera, en las iglesias perdidas de las sierras y en las casi legendarias misiones. Ahí te quedaste, Señor, paciente y sumiso, esperando. Porque los enamorados no pueden dejar a quien aman y tu te ibas a la Casa del Padre Celestial, a tu verdadero Reino con tu Madre, con los Santos, con los Ángeles...y nosotros aquí, solos, tropezando, cayendo perdiendo el CAMINO..., teniendo cada vez más lejano, más borroso, el recuerdo de tu paso por la tierra.

Pero no, te quedaste aquí, dando todo por nada; esperando, siempre esperando en tu gran locura de amor; para que sepamos que no te fuiste, que estás aquí, para ser nuestro alimento, carne de nuestra carne, sangre de nuestra sangre; para compartir nuestra alegría, para acompañarnos en nuestra soledad y nuestras penas.

¡Supremo amor de todos los amores que no pudo dejar solo al corazón del hombre porque sabía que tarde o temprano el corazón del hombre lo buscaría, lo necesitaría, lo llamaría... Y Él, sin pérdida de tiempo le daría la respuesta de amor:

- Aquí estoy, siempre me quedé contigo...nunca me fui, siempre te estoy esperando...

El trabajo es una cosa sagrada

No solamente hay millones de personas desempleadas sino que millones más están también confundidas sobre lo que significa el trabajo y para qué es

Nuestro hermano César Chávez habría cumplido 85 años este año.

El tiempo se desvanece, los recuerdos se vuelven borrosos y las jóvenes generaciones pueden sentirse muy lejos de las preocupaciones de aquellos que se han ido antes que nosotros. Pero nosotros no deberíamos dejar que eso pase con él.

César fue uno de nuestros pioneros más grandes de los derechos civiles de la nación. Él fue un valiente luchador por la dignidad de nuestra gente hispana, especialmente los pobres y aquellos que trabajaban en los “campos agrícolas.”

Él fue un hombre cuyas convicciones públicas estaban arraigadas en la oración y creadas por su profunda fe católica.

Él dijo una vez, “Yo no pienso que podría basar mi voluntad de lucha en alguna fría economía, o sobre alguna doctrina política. No creo que eso sería suficiente para perdurar. Para mi, la base debe ser la fe”.

Igual que otros dos grandes líderes morales de su generación, el Reverendo Martin Luther King y Dorothy Day, fundadora del movimiento de los Trabajadores Católicos, la fe de César lo condujo a luchar contra la injusticia usando la no-violencia como una arma espiritual de la oración, el ayuno, el sacrificio de si mismo y las obras de amor.

A través de la influencia de su fe y de los esfuerzos de algunos sacerdotes heroicos y laicos, su Unión de Campesinos de América fue fundada sobre los principios de la Doctrina Social Católica.

César entendió una verdad que todavía no es ampliamente conocida, que la Iglesia Católica es la primera institución en la historia de la humanidad que respeta la dignidad del trabajo.

En una de sus declaraciones públicas durante la Huelga de la Uva en Delano en 1966, él citó esas fuertes palabras del Papa Leo XIII: “El primer deber de cada uno de nosotros es proteger a los trabajadores de la ambición de los especuladores que usan a los seres humanos como instrumentos de trabajo para ganar dinero para ellos mismos. No es ni justo ni humano oprimir a los hombres y mujeres con trabajo excesivo hasta el punto donde sus mentes se debilitan y sus cuerpos se agotan”.

Hijo de un trabajador migrante que vino a California en los años19 30 y 40, César pasó muchos días en los campos debajo del ardiente sol. Él siempre dijo que estaba trabajando para un diferente sistema que debería tratar a los trabajadores campesinos como a seres humanos importantes.

“Dios sabe que nosotros no somos bestias de carga, no somos instrumentos agrícolas o esclavos rentados, nosotros somos hombres y mujeres”, él siempre dijo.

César todavía tiene un mensaje para nosotros hoy en día sobre la dignidad humana y la santidad del trabajo.

Hoy en día tenemos una crisis de empleo en nuestra sociedad. No solamente hay millones de personas desempleadas sino que millones más están también confundidas sobre lo que significa el trabajo y para qué es.

Nuestra sociedad ha reducido el trabajo a una idea materialista y “funcionalista”. Ya sea que se trate de cuello blanco o de cuello azul, industrial o de servicio, manual o intelectual, nosotros vemos el trabajo nada más que como un medio para un fin material. Un medio para hacer dinero. Un medio para lograr que se hagan las cosas. Por eso, entre aquellos suficientemente afortunados que tienen trabajos, vemos algunos que son “adictos al trabajo” mientras que otros solo tienen trabajo para el fin de semana.

Nada de esto es lo que Dios quiere para el trabajo humano.

César lo entendió bien cuando dijo: “El trabajo es una cosa sagrada… Cada individuo esta dotado de dignidad”.

Nuestra actual crisis económica demanda que todos nosotros -trabajadores, dueños de negocios y líderes políticos- nos prometamos a nosotros mismos a trabajar juntos por el bien común.

Nosotros no podemos darnos el lujo solamente de ver por nuestras propias necesidades, o de buscar los intereses solamente de nuestro “grupo”. Demasiada gente está sufriendo. Demasiada gente necesita nuestra ayuda.

Así que otra lección que podemos aprender de César Chávez es buscar orientación de la doctrina social de la Iglesia. En nuestros días, el Papa Benedicto XVI nos ha mostrado “un nuevo camino” para el futuro en su encíclica social “Caridad en la Verdad.”

El Papa dice que la pobreza en nuestra economía global a menudo resulta en una “violación de la dignidad del trabajo humano”. Él nos llama a promover una economía donde el trabajo verdaderamente sirva a nuestros hermanos y hermanas y nos ayude a crecer más unidos a nuestras familias y de Dios.

César Chávez tenía la misma perspectiva. Él dijo:

“Los seres humanos son únicos porque son creativos. Cuando nosotros reprimimos esa creatividad, destruimos el espíritu del individuo… Necesitamos un trabajo que mejora la calidad de vida, porque este tipo de trabajo es la piedra angular de la dignidad humana. Y ya que la gente es tan importante, trabajar por la gente –aun sacrificando un poco por ellos- aporta mucho más sentido a la vida de las personas. Hay mucho trabajo significativo que hacer.”

Mantengámonos orando unos por otros .

Y pidamos a Nuestra Señora de Guadalupe que ayude a quienes trabajan en nuestros campos agrícolas. Pidámosle a Ella más amor, preocupación y solidaridad en nuestra sociedad – empezando con nuestros propios corazones.

Dios: la única seguridad

Meditación. Una fe pura y sencilla

Acto preparatorio: Señor, Tú eres el Príncipe de la Paz. Los ángeles cantaron sobre tu cuna: Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Ayúdame a establecer la paz en mi propio corazón, en mi familia y en el lugar donde estudio o trabajo.

Objetivo: En esta meditación vamos a aprender cómo edificar bien nuestra vida sobre las columnas que nos indica Jesús. Las columnas de la paz se levantan dentro del corazón de cada hombre.

Petición: Jesús, Príncipe de la Paz, haz de mi un instrumento de tu paz. Ayúdame a vivir tu paz, paz que nadie nos podrá quitar porque no desaparece cuando vienen las tentaciones o los sufrimientos, paz que se comparte y se disfruta con los que nos rodean, paz que sólo Tú nos puedes dar.

Contempla el nacimiento de Jesús:

“Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y de la familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sito en el alojamiento.

Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz, y se llenaron de temor. El ángel les dijo: ‘No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre’. Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: ‘Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra paz a los hombres en quienes Él se complace”. 
(Lc 2,1-14)


1. Cristo vino a este mundo donde reinaba la “pax romana”.

El Evangelista hace referencia al emperador César Augusto. Éste había establecido la paz por todas partes. Era una paz muy especial, pues su fundamento no era el respeto a la vida ajena, sino el miedo a Roma. No era una paz profunda, sino artificial.

Hoy en día es impresionante ver que se hable tanto de paz; se crean organismos internacionales (especialmente la ONU) para asegurar la paz y se fundan ONG´s (Organizaciones No Gubernamentales) para promover la paz en el mundo. Sin embargo, la última mitad del siglo XX y el inicio de éste han sido marcados por la violencia en muchas partes del mundo. La peor violencia no es la que hacen los terroristas, sino la que hacen los que ejecutan el aborto directo (Según las estadísticas cada año en el mundo se practican 62 millones de abortos directos; ¡Es como si cada año mataran el equivalente a toda la nación italiana!).

Parece que la paz reina sólo en los labios de los hombres, pero no tanto en sus corazones. La verdadera paz en el cristiano es de orden interior, conocimiento de las propias miserias y las propias virtudes, respeto a los demás y confianza plena en el Señor. Esta paz una consecuencia de la humildad.

2. El mundo rechazó a Cristo, Príncipe de la Paz cuando vino a este mundo.

Dijo Fulton Sheen, obispo de Rochester en los Estados Unidos, que las palabras más tristes del Evangelio son éstas: “No hubo sitio para ellos en el mesón”. Era como un símbolo de lo que iba a ser la vida de Jesús: muchos lo iban a rechazar.

Tal vez alguien en Belén dijo a María y José que tenían una cueva libre en las inmediaciones de la aldea. De hecho era común entonces que las personas adaptaran alguna cueva como vivienda. Se les ofreció este “inmueble” con mucho gusto.

Impresiona este tipo de acto de caridad. Nos hace pensar en otros personajes del tiempo de Jesús que tuvieron la oportunidad de hacer algo grande por Él.

Pensemos en Pilato que tuvo la oportunidad de salvar a Jesús, pero se lavó las manos; en Verónica que aprovechó la ocasión para ofrecer a Jesús un paño para secar su rostro sangriento y sudoroso; en Simón de Cirene que pudo ayudarle a llevar la cruz, aunque lo hizo a regañadientes. Podríamos ser atrevidos y afirmar que Dios creó a estas personas para hacer algo grande en su vida. Unas aprovecharon la oportunidad y otras no.

Y usted, ¿cuántas oportunidades ha tenido de hacer algo grande por Cristo? ¿Las ha dejado pasar? ¿Las ha aprovechado? Hay muchas maneras de rechazar a Jesús y una es desaprovechar estas ocasiones que Él nos brinda para mostrarle nuestro amor.

3. Los ángeles cantaron gloria a Dios en el Cielo y paz a los hombres en la tierra.
Los ángeles cantaron así: “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”. En este cántico hay una especie de inciso, como los que se ponen en los contratos legales, y es muy importante. La paz se ofrece, no a todos los hombres, sino sólo a “los de buena voluntad”. Esta aclaración tiene una importancia colosal para poder establecer la paz en el mundo. No se puede tener una verdadera paz si los hombres no tienen buena voluntad.

Dijo Tomás de Kempis, en su libro “La Imitación de Cristo”: “Si quieres establecer la paz en el mundo, comienza por establecerla dentro de ti primero”. Hay muchos que quieren arreglar el mundo, pero no quieren arreglar SU mundo.

Conclusión: La paz que ofrece Cristo no es un equilibrio de fuerzas; no es el silencio de la tumba, no es una convivencia pacífica al modo de la “pax romana”. Es una realidad interior en el hombre. Si quiere establecer la paz en el mundo, comience por establecerla dentro de sí mismo.
“La verdadera. La única paz de las almas en este mundo consiste en estar llenos del amor de Dios y animados de la esperanza del cielo, hasta el punto de considerar poca cosa los éxitos o reveses de este mundo... Se equivoca quien se figura que podrá encontrar paz en el disfrute de los bienes de este mundo y en las riquezas” (San Beda, Antología de textos, Ed. Palabra, España, p. 1087).

La paz es madre del amor... Cristo, es quien nos manda conservar esta paz, ya que Él ha dicho “La paz os dejo, mi paz os doy” (Jn 14, 27). Como seres finitos debemos estar convencidos que la paz de Cristo la conquistaremos por medio de una fe pura y sencilla, sin mezcla de amor propio, por tanto libre y sin temor.

Unas sugerencias:
· Cada noche haga un breve examen de conciencia antes de ir a dormir. Pregúntese cuánto odio, envidia, resentimiento, etc. hay en su corazón.
· Confiésese. Así la paz de Cristo no será una idea vaga o un sentimiento pasajero, sino una realidad palpitante en su corazón.
· Haga la paz con alguna persona. Por lo menos, haga el esfuerzo por hacerlo.

Oración: María, tú fuiste el testigo más privilegiado del nacimiento de tu Hijo. Escuchaste el cántico de los ángeles en el cielo sobre Belén. Mira a este mundo que jadea entre la guerra y la violencia. A través de tu intercesión maternal, alcánzanos la gracia de ser hombres de paz. María, Reina de la Paz, ayúdanos a establecerla dentro de nuestros corazones y dentro de nuestras familias.

Cuestionario:
1. ¿Tengo la pretensión de querer establecer la paz en EL mundo, pero sin establecerla dentro de MI mundo?
2. ¿Tengo un programa de vida donde me proponga medios concretos para alcanzar mi paz interior?
3. ¿Aprecio el sacramento de la reconciliación como el instrumento más valioso para establecer la paz dentro de mi corazón? ¿Uso este medio valiosísimo que Dios me da? ¿Soy una de esas personas que, con mentalidad protestante, “me confieso directamente con Dios”?
4. ¿Cómo puedo ser un hombre de paz en mi propio ambiente?

Preces

Jesucristo, por su resurrección, nos hace capaces de vivir como él ha vivido. Pidámosle que se haga presente en medio de nuestro mundo:

R/M Ven, Señor Jesús.

A nuestros hogares, a menudo bien provistos de todo, pero faltos de amor y de oración.MR/

A nuestros hospitales, en los que el dolor a veces ahoga la fe y debilita la esperanza.MR/

A nuestras fábricas y talleres, en las que se puede trabajar sin contar para nada con la ayuda que nos viene de lo alto.MR/

A cada uno de nosotros en este día, para que sepamos reconocerte en la alegría y en el dolor.MR/

Intenciones libres

Padre nuestro…

Oración

Oh, Dios, vida de los fieles, gloria de los humildes y felicidad de los justos, escucha con bondad nuestras súplicas, para que se vean siempre colmados de tus dones los que tienen sed de las promesas de tu generosidad. Por nuestro Señor Jesucristo.

La Virgen de Montserrat (27 de abril de 2021)

Homilía del P. Josep M Soler, Abad de Montserrat (27 de abril de 2021)

Hechos de los Apóstoles 1:12-14 / Efesios 1:3-6.11-12 / Lucas 1:39-47

Desde la montaña de Montserrat, hermanos y hermanas, hemos escuchado como María se fue aprisa a la montaña de Judá para visitar a su prima Isabel. La Providencia divina ha relacionado espiritualmente estas dos montañas en torno a la persona de Santa María, la Madre de Jesús y por eso Madre de Dios.

El evangelio de hoy es uno de los pasajes más bellos y más llenos de alegría de toda la Sagrada Escritura. Hemos escuchado como María iba a visitar a Isabel. Lo hacía, decía el evangelista, con decisión, con convencimiento, con amor. En el momento de recibir el anuncio de que sería Madre de Jesucristo Salvador, y ante su extrañeza por un hecho tan grande y tanto insólito, sin que ella lo pidiera, le fue dicho, como una señal de que no hay nada imposible para Dios, que su prima, ya mayor, esperaba un hijo (Lc 1, 36). María no se quedó, pues, en casa meditando el don de la maternidad que había recibido, sino que se va a casa de Isabel, no para comprobar la veracidad de lo que le había sido dicho, sino para ayudar. Ella, la madre del Señor, como le dice su prima, no va a casa de ella para ser servida sino para servir. Porque María no vive para sí misma sino para los demás. Por eso se pone en camino llevando el Hijo de Dios en las entrañas, con el corazón lleno de «magníficat», bajo el impulso del amor y el deseo de servir.

En este encuentro entrañable concuerdan la fe, la humildad la voluntad de servir y la alabanza a Dios de María con la maravilla y la alegría que experimenta Isabel que alaba a María por haber creído y por su maternidad. Pero sobre todo, en el encuentro de las dos mujeres, está la presencia de Jesucristo y la acción del Espíritu Santo. Todo con la mayor simplicidad empapada del amor fiel a Dios. María, con el hijo en las entrañas, es la nueva arca de la alianza portadora de la presencia de Dios ante la que, como un nuevo David (cf. 2S 6, 2-16)), Juan Bautista salta de alegría en entrañas de su madre.

Decía al principio que la Providencia divina ha relacionado espiritualmente la montaña de Judá y nuestra montaña de Montserrat. Efectivamente, hay una continuidad espiritual entre la Visitación de la Virgen a Isabel y la realidad de lo que ocurre a los ojos de la fe en este lugar en torno a la persona de Santa María. También aquí es lugar de visitación. Dios, en su amor, ha querido que en esta montaña se hiciera presente espiritualmente la Virgen. Verdaguer lo expresa poéticamente en el Virolai con aquellas palabras: «Reina del cielo que los serafines bajaron, dadnos abrigo dentro de vuestro manto azul». Esta presencia espiritual de Santa María desde hace siglos, ha convertido este lugar en un espacio de encuentro con ella para que ella nos muestre a Jesús, tal como bellamente expresa la Imagen de nuestra Virgen Morena.

Montserrat, pues, es lugar de encuentro con María, lugar de visitación. Pero, ¿quién visita a quién? En la montaña de Judá fue María quien visitó a Isabel. En Montserrat puede parecer que somos nosotros, los peregrinos, los monjes, los escolanes, los que subimos a visitar a María, para orar y pedirle su ayuda. Pero, paradójicamente, en el fondo es ella quien nos visita y nos otorga los frutos de la visitación a su prima Isabel. Visitándonos y presentándonos a Jesucristo para que lo dejemos entrar más y más en nuestras vidas hasta que nuestra persona sea plenamente evangelizada. Visitándonos y presentándonos a Jesucristo nos hace experimentar el gozo del Espíritu Santo, nos invita a crecer en el amor y a ponernos, como ella, al servicio de los demás. Nos invita, y nos ayuda con su intercesión.

Hoy, con la Virgen magnificamos al Señor por las maravillas que ha hecho en ella desde la concepción inmaculada y la plenitud de la gracia hasta la asunción al cielo. Magnifiquemos el Señor, también, por las obras que ha hecho y hace a favor nuestro y de toda la humanidad. Y, al mismo tiempo, proclamemos bienaventurada a María por su fe, por las grandes obras que Dios ha hecho en ella. Y pidámosle que nos sea madre de consuelo y de esperanza, patrona solícita de nuestro Pueblo en esta hora en que estamos afligidos por la pandemia y sus consecuencias graves, pero que experimentemos también las capacidades de nuestra sociedad para hacerle frente y vigorizar el tejido social mientras se desarrolla una economía al servicio de las personas y en favor sobre todo de los más pobres e injustamente dejados de lado. Y le pedimos, asimismo, que ayude al gobierno que se pueda formar, al Parlamento y todas las instituciones públicas y privadas a trabajar para superar el momento difícil que estamos viviendo y hacer una sociedad más justa y solidaria, más atenta al crecimiento humano y espiritual de las personas, no a la ganancia por la ganancia. Y le pedimos, también, que la Iglesia que peregrina en Cataluña, pastores y fieles, esté llena de vitalidad evangélica y sea testigo gozosa de Jesucristo resucitado.

Y agradecemos, además, a Dios el don que es Montserrat para los que vivimos aquí, por la Iglesia, por nuestro pueblo, por todos los peregrinos que aquí experimentan la visitación de la Virgen y el encuentro con Jesucristo. Impresiona pensar que a lo largo de los siglos tantos santos y santas canonizados y tantas personas de buena voluntad hay experimentado la Visitación de Santa María mientras le abrían el corazón, le presentaban sus proyectos y le pedían su ayuda. Hacemos que el «Magnificat de roca», como llamó san Juan Pablo II a nuestra montaña (cf. Homilía en Montserrat, 7-11.1982), sea también un magníficat de corazones creyentes que en este santuario glorifican a Dios, cantan su amor que se extiende de generación en generación (Lc 1, 50), que celebran a Dios que nos salva y nos alimenta con la Palabra de la verdad y con el Pan de la vida.

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