La Santa Cruz

La Santa Cruz

Una preciosa fiesta popular que arranca desde el día en que se encontró la Santa Cruz en el año 326.

Fiesta

Hoy se celebra en Granada y en el mundo el día de la Cruz. Una preciosa fiesta popular que arranca desde el día en que se encontró la Santa Cruz en el año 326.

Casi todas las fiestas tienen un origen religioso. Hay algunos que en la actualidad las quieren convertir simplemente en culturales, abandonado su trasfondo religioso.

Eusebio de Cesarea fue un gran historiador de aquellos tiempos. Cuenta en sus libros que el General Constantino no era creyente pero le tenía mucho respeto a los cristianos por su paz y el bien que hacían en todos sitios.

Antes de una dura batalla contra Majencio –jefe de Roma -, tuvo un sueño en el que pudo contemplar una cruz luminosa y una voz que le decía:"Con este signo vencerás"

Y sin tener la menor duda de su triunfo, puso en todos los estandartes y banderas la cruz. Y arengando a las tropas les decía:"Confío en Cristo en quien cree mi madre Elena".

Al ganar la batalla, llegó bien pronto a ser emperador. Decretó el cese de perseguir a los cristianos y la libertad religiosa.

Hay, además, otros escritores célebres como san Ambrosio Juan Crisóstomo afirman que Elena se fue a Jerusalén en busca de la Cruz del Señor.

Los arqueólogos se emplearon a fondo en esta labor. Al cabo del tiempo, encontraron tres cruces. ¿Cuál era la de Jesús? La respuesta se la dio una mujer que estaba muy enferma. Al tocarla, quedó curada.

Elena y el obispo de Jerusalén juntamente con muchos creyentes, la llevaron en procesión por las calles de la ciudad.

A raíz de estos acontecimientos se implantó esta fiesta por todo el orbe cristiano.

Ultimamente, al hacer la reforma del calendario litúrgico, ha desaparecido como fiesta. Pero el pueblo, siempre sencillo, la sigue celebrando.

Por ejemplo es Granada es fiesta. De esta forma, mantiene viva la tradición.

Lea también este artículo: Fiesta de la Santa Cruz en México

¡Felicidades a quienes celebran hoy esta fiesta!

Dios nos ama con amor sin límites

Del santo Evangelio según san Juan 3, 13-17. Lunes V de Pascua

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

«Di con todas tus fuerzas, di al Señor: “Busco Tu rostro. Tu rostro busco, Señor”. Y ahora, Señor y Dios mío, enséñame dónde y cómo tengo que buscarte, dónde y cómo Te encontraré. Dios Altísimo, ¿qué hará este desterrado lejos de Ti? Señor, escúchanos, ilumínanos, muéstrate a nosotros. Colma nuestros deseos y seremos felices. Sin Ti todo es hastío y tristeza. Enséñanos a buscarte. Muéstrame Tu rostro, porque si Tú no me lo enseñas no puedo buscarte. Te buscaré deseándote. Te desearé buscándote. Amándote, Te encontraré. Encontrándote, Te amaré» (Fragmentos de una oración de san Anselmo).

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Lectura del santo Evangelio según san Juan 3, 13-17

En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: “Nadie ha subido al cielo sino el Hijo del hombre, que bajó del cielo y está en el cielo. Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.

Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Puedo detenerme a meditar con ayuda de este pasaje dos ideas. La primera de ellas es contemplar que enviaste a tu Hijo para salvarme. No lo enviaste para condenar, sino para salvar. Y no «salvar» en general, sino «salvarme». Es por ti, Jesús, que puedo llegar al cielo, que puedo obtener la vida eterna. Fuiste Tú, con tu cruz, quien alcanzó para mí la salvación eterna.

«Jesús me ha salvado», puede ser ya una frase trillada, que ya no dice nada a mi vida. Sin embargo, meditándola encuentro la verdad más importante de mi existencia. Ya no estoy condenado a la muerte eterna, a separarme de ti para siempre. No. Estoy salvo. Y no por mis propios méritos, por mi trabajo o mi esfuerzo; no por mi cruz, sino por la tuya. Dame la gracia de valorar siempre más el don de mi salvación y corresponder a los méritos de tu Pasión y muerte con mi amor y fidelidad.

La segunda idea es que enviaste a tu Hijo no para condenar. Lo enviaste para salvar, es decir, para enseñar, para corregir, para mostrar, para prevenir. Puede ser, Señor, que a veces tengo en mi vida una imagen tuya parecida a la de un juez, un juez muy a las medidas humanas: vigilante, vengativo, justiciero, incomprensivo. Sin embargo, este pasaje me habla de un Padre, un padre que envía a su Hijo.

No enviaste, Dios mío, un testigo, un juez, un acusador. Enviaste un Hijo, para que pudiera descubrirte como Padre, antes que como juez. Un Hijo que también me alcanza la filiación divina haciéndome su hermano. Un hermano que pone todos los medios posibles, incluso una cruz, para que yo, su hermano menor, pueda llegar a gozar eternamente de un Padre que me ama, y no de un juez que me condena. ¿Qué sentido tendría ir al cielo eternamente a «disfrutar» de alguien a quien no se conoce, no se ama, sino que se teme, a un juez? Pero si es un Padre, un Hermano al que ya se conoce y al que se le ama… entonces, creo, Señor, que sí vale la pena.

«No obstante los hombres hubieron incumplido más de una vez la alianza, Dios, en vez de abandonarles, ha estrechado con ellos un nuevo vínculo, en la sangre de Jesús -el vínculo de la nueva y eterna alianza- un vínculo que nada podrá romper nunca».

(Ángelus de S.S. Francisco, 15 de marzo de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Me esforzaré por hacer con atención la señal de la cruz siempre que me vaya a signar o persignar como el mejor recuerdo de mi salvación.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

El camino corto a la Santidad: conocer, amar e imitar a Jesucristo

Jesucristo no niega la gracia de revelarse al corazón que le busca con humildad.

Sin temer reducir el contenido de la santidad cristiana podemos afirmar que el principio práctico fundamental, que puede inspirar todo nuestro esfuerzo y actuación es el siguiente: conocer, amar, e imitar a Jesucristo.

Dios, en quien creemos, a quien amamos y en quien esperamos, es el que ha revelado a su Hijo Jesucristo; lo ha revelado en plenitud, haciéndose personalmente visible y encontrable por los hombres, Hombre Él mismo y a la vez el mismo Dios. Él es el punto de referencia concreto, la fuente de toda búsqueda de Dios, y el término de lo que buscamos. Él nos admite a la amistad con Dios; Él es Dios que nos busca para salvarnos y hacernos santos como Él es santo. En Él somos hijos del Padre, como Él es Hijo.

Con San Pablo el cristiano exclama: «No ha sido dado al hombre otro nombre bajo el cielo en el cual pueda salvarse». La predicación de los primeros apóstoles, tal como la leemos en los Hechos de los Apóstoles y en las cartas apostólicas, resume esta certeza, que para ellos era una evidencia, una luz clarísima: Jesucristo es el Salvador, Hijo de Dios, Dios mismo entre nosotros, el único que ha sido capaz a través de su cruz y resurrección de levantar al hombre del pecado y de la muerte y admitirlo a la vida divina, a la amistad con Dios.

San Juan termina su Evangelio diciendo que «estas cosas han sido escritas, para que vosotros creáis que Jesús es el Mesías y para que, creyendo tengáis vida en su nombre».

El Papa después de dos mil años no deja de recordarnos que abramos las puertas de nuestro corazón a Jesucristo, porque en Él se encuentra la salvación.

Por lo tanto de una manera práctica todo camino espiritual en el cristianismo se puede centrar en lo que es más esencial: conocer, amar e imitar a Jesucristo.

1.Conocer a Jesucristo

La primera necesidad es la de conocer cada día más a Jesucristo, hasta llegar a poseer íntimamente la ciencia y la sabiduría de Jesucristo. Es un conocimiento que significa llegar a pensar, querer y sentir como Jesucristo.

No es un conocimiento de un estudioso, adquirido en libros, con el raciocinio y de tipo especulativo. Es un conocimiento de experiencia espiritual, adquirida por medio de la fe y del amor a Jesucristo. Tal conocimiento es fruto más de la iluminación del Espíritu Santo que de nuestro esfuerzo personal, y se adquiere por gracia de Dios en la oración, en la lectura y reflexión sobre el Evangelio, en la relación personal del alma con Jesucristo, en las múltiples circunstancias de la vida.

Hay que proponerse alcanzar este conocimiento y a la vez con humildad saber esperar la gracia de Dios. No resignarse a vivir sin una experiencia personal del Señor, sin una clara conciencia de conocerle, y sin entender su ejemplo y su mensaje. Hay que merecer esta gracia con nuestro esfuerzo y perseverancia en la oración y en el sacrificio. Jesucristo no niega la gracia de revelarse al corazón que le busca con humildad.

2.Amar a Jesucristo

El mismo Espíritu Santo que nos revela el rostro de Jesús nos abre a su amor, nos hace saborear su amor maravilloso, suscitando una profunda y amorosa relación con El.

El amor a Jesucristo, cuando es verdadero, en la experiencia de los santos, tiene estas características:

a) es amor real

Es amor que se manifiesta no solamente en las palabras y en los deseos, sino sobre todo en las decisiones y en la conducta. La medida del amor es la vida: «si me amáis cumplís mis mandamientos», dijo el Señor. Los apóstoles nos recuerdan muchas veces en sus escritos que este amor es ante todo vida concreta.

b) es amor personal

Es amor que se dirige a la persona de Jesucristo, resucitado y viviente a la derecha del Padre, realmente intercesor para cada uno de nosotros, que sigue presente con su acción salvadora en el mundo por medio del Espíritu Santo. Una experiencia de encuentro con esta persona divina, que sepa reconocer y con la cual puedo dialogar, misteriosa, pero realmente. Sentir su amor personal hacia mí, y expresar mi amor personalmente a Él.

c) es amor apasionado

Es amor que envuelve todos los sectores de mi personalidad, y penetra todas las facultades, de tal manera que sea una verdadera "pasión", que todo lo que haga en la vida sea con Él y para Él, y según Él. El amor de Cristo cuando es verdadero, es totalizante.

d) es amor fiel

Un amor que se renueva cada día, y que crece y madura en las circunstancias de la vida, sin venir a menos, ni caer en la rutina. Un amor que cada día se enamora de nuevo.

3.Imitar a Jesucristo

Cuando hablamos de las características del amor a Jesucristo ya mencionamos la necesidad de que no se quede en palabras y deseos, sino que baje a la vida, sea real. Es decir, cuando el amor a Cristo es verdadero induce a configurarse con Él, a imitarle en lo que Él es, en su manera de actuar y a aplicar los criterios de vida que son propios suyos. «Si quieres ser perfecto -dijo el Señor al joven que le admiraba y quería demostrarle su amor - ve, vende lo que tienes, luego ven y sígueme». Así Jesús invita a sus discípulos a seguirle ("Ven y sígueme"), y a compartir su mismo estilo de vida, y a imitarle.

Jesús muchas veces tiene que ser paciente, porque se da cuenta que sus discípulos no captan sus criterios, y con bondad vuelve a explicar y corregir los errores, hasta que logren imitarle.

Es la fuerza del Espíritu Santo, dijo Cristo a sus discípulos, la que nos ayuda a configurarnos con Cristo y poderle seguir en todo, poder obrar las mismas cosas que Él ha hecho y aún mayores.

Esto significa en concreto esforzarse seriamente (sabiendo que es la gracia de Dios la que puede lograr el resultado) en vivir como Cristo, en pensar, en sentir, en querer y en obrar como El.

Esta imitación paisa necesariamente por la cruz y la purificación: «quien quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame».

4.El amor a Jesucristo implica el amor a los hombres

El conocimiento, amor e imitación de Jesucristo, no se queda en un trabajo individual, de perfección personal. Jesucristo no se reduce a nuestro pequeño yo, sino que abarca a todos los hombres, y aún a toda la creación. Quien se acerca a Cristo de verdad, se siente implicado con este amor universal. Se abre con generosidad a los hermanos, y a todos los hombres y abraza a toda la creación con el amor de Dios. No lo hace de manera teórica, sino en un compromiso práctico de vivir amando y donándose a todos, especialmente a los que más podrán extender el Reino, a quienes luchan denodadamente por conquistar, formar y lanzar al apostolado, y a los más necesitados. Explica y entrega el amor de Dios a todos.

5.El ejemplo de María

María se puede poner como el ejemplo más acabado de conocimiento, amor e imitación de Jesucristo.

Especialmente podemos ver cómo María vivió todas las características esenciales del amor a Cristo, de una manera clara y excelente.

Para María el amor hacia Dios y hacia Jesucristo fue verdaderamente real: no podemos decir que María se perdió en palabras y discursos vanos. Ella comprometió su vida, actuó según la voluntad del Padre, y entregó todo su ser de una forma práctica a la misión redentora del Hijo, colaborando en todo lo que Dios le pidiera. Sus únicas palabras han sido registradas en orden a la acción y a la entrega. Ante el ángel que le pedía aceptar en su seno al Hijo de Dios, respondió: «hágase en mí según tu palabra». A los servidores durante la cena de Caná recomendó lo mismo: «Haced lo que Él os diga». Y cuando alaba a Dios, en el cántico del "Magnificat", se alegra por las acciones maravillosas que el brazo poderoso de Dios ha hecho en favor de la salvación de los hombres. Para Ella amor real significó obediencia y disponibilidad total a la voluntad de Dios.

María vivó más que nadie un amor personal hacia Dios y su Hijo Jesucristo. Un amor tan personal que le permitió ser la persona de confianza de Dios, a la cual reveló a sí mismo en totalidad, moró en su ser como en ninguno más, se hizo Hijo de ella. Una relación tan especial que sólo Ella puede conocer. Es la relación personal, única que tiene el alma que está abierta a Cristo, que es de confianza de Cristo.

Esta relación personal le llevó a conocerle más allá de las formas oficiales, de las palabras, de la misma cultura y mentalidad de su tiempo. Los Israelitas de su tiempo no conocían a Dios de la manera como la Virgen le conoció, ni siquiera lo podían imaginar. Ha sido una relación personal, y tan verdadera que ella supo aceptar, confiar, que era auténtica, aun siendo la única que poseía tan gran secreto de Dios y de su Hijo Jesucristo.

La presencia auténtica, real y personal de Dios, de Jesucristo, le hizo superar la soledad tan total en se podía encontrar ante esa realidad revelada solamente a Ella. María recibiría un gran consuelo humano al ver como esa fe en Jesucristo Hijo de Dios, se iba revelando también a otros hombres, y que muchos más recibían la gracia de conocer la revelación que al comienzo llevó Ella sola como un secreto en su corazón.

María vivió un amor apasionado hacia su Hijo Jesucristo, porque le comprometió todas las fibras de su ser, hasta las más íntimas: su cuerpo, su mente, su corazón, su psicología, sus sentimientos y su fuerza pasional. Cuánto cambió su vida la presencia de Jesucristo, cuánto se dejó implicar totalmente con Él, con su misión; cuánto sufrió por Él y con Él; cuánto se alegró en su alma por Él, por su presencia, por su resurrección: «se alegra mi alma en Dios mi salvador».

María también fue fiel, siempre fiel, la más fiel. Dios pudo fiarse totalmente de Ella, y le confió lo más importante y delicado, a su mismo Hijo. Fiel hasta los pies de la Cruz, y fiel para siempre.

Además la presencia de un amor tan grande para con Dios en María, la abrió al amor infinito hacia los hombres: después de la anunciación se pone en seguida al servicio de su prima Isabel, a la cual anuncia la venida del Salvador, y le manifiesta su alegría porque Dios ha venido a salvar a los hombres; es decir su pensamiento se dirige a todos los demás. En Caná demuestra esta gran sensibilidad hacia las necesidades de los demás, y casi fuerza a su Hijo Jesucristo a demostrar la finalidad de su venida en este mundo: la salvación de los hombres. Y debajo de la Cruz, recibe del mismo Jesucristo la misión de ser Madre de todos los hombres, tarea que no deja de desempeñar con infinita solicitud.

María, llena de amor, no dejaba de asimilar las enseñanzas que recibía de Jesucristo, y cada día le conocía más. Y no dejaba de esforzarse para imitarle, para ser una verdadera discípula de su Hijo, a quien conocía bien como Hijo de Dios.

6.La humildad, la caridad, y el cumplimiento de la misión

Los puntos principales en que Jesucristo nos pide que le imitemos son la humildad y el amor de caridad vividos en el cumplimiento cabal de la misión. Los dos son opuestos al egoísmo, porque la humildad es la muerte del propio yo egoísta, del hombre viejo, del hombre de pecado, de la soberbia. Mientras que la caridad es la entrega a Dios y a los hombres.

Estas virtudes constituyen, en pocas palabras la senda principal de toda santidad. No podemos imaginar a un santo soberbio, ni a un santo egoísta y cerrado a los demás. Donde quiera que haya algo de Dios y de Jesucristo, deben estar estas dos virtudes. Puede que haya muchos más defectos, pero estas dos virtudes garantizan la presencia de Dios, e incluso favorecen la superación de los demás defectos. La santidad no es la autoperfección, sino el desprendimiento de sí mismos para entregarse a Dios y al prójimo. Cuando Jesucristo nos dijo que le imitáramos lo expresó con estas palabras: «Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón»

a) La humildad y el amor en Jesucristo

Jesucristo es el modelo más grande de humildad:

-En la encarnación hay un misterio grande de humildad y de amor.

San Pablo cuando escribe a los Filipenses, para animarlos a vivir la caridad entre ellos y practicar la humildad, les pone el ejemplo de Jesucristo, que cuando se hizo hombre por amor nuestro, por nuestra salvación se puso a nuestro servicio, pensó más en nosotros que en Él mismo, nos consideró más que a Él mismo.

La humildad y el amor son dos facetas de la misma actitud. Dice así San Pablo:

«No hagáis nada por rivalidad y vanagloria; sed, por el contrario humildes y considerad a los demás superiores a vosotros mismos. Que no busque cada uno sus propios intereses, sino los de los demás. Tened pues los sentimientos que corresponden a los que están unidos a Cristo Jesús. El cual, siendo de condición divina, no consideró como cosa codiciable el ser igual a Dios. Al contrario, se despojó de su grandeza, tomó la condición de esclavo, y se hizo semejante a los hombres. Y en su condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz». (Fil. 2,3-8)

Esta humildad y este amor, en el acto de la encarnación de Cristo, están dirigidos por supuesto en primer lugar a Dios Padre, en cuanto Hijo de Dios e hijo del hombre, y en este contexto de amor y sometimiento al Padre realiza el amor, sometimiento y servicio a los hombres. El que se rebela y es soberbio hacia Dios, difícilmente sirve y ama a los hombres, si no es por algún interés personal. El amor y respeto verdadero hacia todo hombre nacen solamente del alma desprendida y llena de Dios. Esta actitud hacia el Padre, ha sido recogida en las palabras de la carta a los Hebreos:

«Por eso al entrar en este mundo, dice Cristo: no has querido sacrificio ni ofrenda, pero me has formado un cuerpo; no has aceptado holocaustos ni sacrificios expiatorios. Entonces yo dije: Aquí vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad. Así está escrito de mí en el capítulo del libro... Por haber cumplido la voluntad de Dios, y gracias a la ofrenda que Jesucristo ha hecho de su cuerpo una vez para siempre, nosotros hemos quedado consagrados a Dios» (Heb 10, 5-7.10).

Las circunstancias de su nacimiento hablan claramente de esta elección de humildad, desprendimiento y servicio al hombre: «no vine a ser servido, sino a servir», dirá Jesús mismo a sus discípulos. No quiso para sí ni honores ni comodidades. Sólo un poco de paja. Pero resplandeció como luz de cometa en la noche de la oscuridad de este mundo.

-La humildad y la caridad brillaron de manera especial, en su pasión y muerte. San Juan nos dice que Jesucristo era perfectamente consciente de enfrentarse a la muerte de cruz, y lo quiso hacer por amor, sabiendo que así, según una eficacia divina que supera nuestras posibilidades de explicación, liberaría a la humanidad del pecado y de la muerte y entregaría la vida divina a cada nombre. «Jesús sabía que había llegado la hora de dejar este mundo para ir al Padre: Y él, que había amado a los suyos, que estaban en el mundo, llevó su amor hasta el fin» (Jn 13,1).
Su aniquilación en la muerte es el signo supremo, más intenso, el esfuerzo de amor más total que tuvo Cristo hacia la humanidad.

b) Jesucristo cumplió así su misión

Leemos en los Evangelios que estando Cristo crucificado, los fariseos y la gente le gritaba que demostrara su poder bajando de la cruz. Allí Él superó toda tentación de soberbia, de vanagloria, de poder para sí, y eligió una vez más su rebajamiento para cumplir la misión que el Padre le había señalado y servir. Él hubiera podido hacerlo, tanto que los mismos fariseos lo reconocían, puesto que había resuelto situaciones aún más difíciles para otros, como resucitar muertos. Y en esa misma circunstancia Jesucristo tiene palabras de perdón hacia los que lo están crucificando: «Padre perdónales, porque no saben lo que hacen». Y al ladrón que estaba crucificado al lado suyo, que representaba a la humanidad pecadora, le perdona todos sus pecados y le abre las puertas de la felicidad eterna. Para eso Él estaba muriendo, por amor, para salvar, para dar vida a los muertos.

Y más que nunca su sometimiento y su amor es ante todo hacia el Padre, a quien está obedeciendo para realizar el plan de salvación de los hombres, y en las manos del cual se abandona confiadamente: «Padre no se haga mi voluntad, sino la tuya»; «Padre en tus manos encomiendo mi espíritu»; «Todo está cumplido».
Es este sometimiento y este amor al Padre la raíz de todo amor a los hombres, del servicio y estima de sus hermanos los hombres hasta la entrega de su vida.

Considerando la humildad y la caridad que Jesucristo vive obedeciendo al Padre y cumpliendo así su misión de Redentor, estamos ante el núcleo de su mensaje, de lo que Él quiso expresar con su vida y sus palabras, cuando estuvo entre nosotros. Y esto es el núcleo de la santidad cristiana: conocimiento, amor e imitación de Cristo. Imitación en la caridad y en la humildad y en el cumplimiento de la misión.

Permanecer en Jesús, dar testimonio de su amor

Regina Coeli, 2 de mayo de 2020

“Permanecer”, es el verbo clave en el Evangelio de hoy (Jn 15, 1-8) y aparece repetido por Jesús siete veces. El Papa puntualiza: “No hay vid sin sarmientos, y viceversa. Los sarmientos no son autosuficientes, sino que dependen totalmente de la vid, que es la fuente de su existencia”.

Permanecer en Jesús, una acción activa y recíproca

Francisco subraya que el permanecer al que se refiere no es pasivo, ni nos mantiene en estado de reposo. “El “permanecer en Él” que Jesús nos propone es una permanencia activa, y también recíproco. ¿Por qué? Porque sin la vid los sarmientos no pueden hacer nada, necesitan la savia para crecer y dar fruto; pero también la vid necesita los sarmientos, porque los frutos no brotan del tronco del árbol. Es una necesidad recíproca, es una permanencia ×

Todo lo podemos en Jesús

La observancia de los mandamientos o las obras de misericordia -continúa el Papa- vienen después; antes es necesario estar unidos al Señor, permanecer en Él. “No podemos ser buenos cristianos si no permanecemos en Jesús. Y, en cambio, con Él lo podemos todo (cf. Flp 4,13)”, afirma el Obispo de Roma.

La “audacia” del Señor que nos necesita

“Pero también Jesús, como la vid con los sarmientos, nos necesita. Tal vez este concepto nos parezca audaz, por lo que debemos preguntarnos: ¿en qué sentido Jesús necesita de nosotros? Él necesita de nuestro testimonio. El fruto que, como sarmientos, debemos dar es el testimonio de nuestra vida cristiana”.

La misión de los discípulos de Jesús es seguir anunciando la buena noticia del Reino en el mundo, de palabra y de obra. Y lo hacen dando testimonio de su amor: el fruto que hay que dar es el amor. Unidos a Cristo, recibimos los dones del Espíritu Santo, y así podemos hacer el bien al prójimo y a la sociedad.

Bondad, caridad y paz para el mundo

“La fecundidad de nuestra vida, afirma Francisco, depende de la oración. Podemos pedir que pensemos como Él, actuar como Él, ver el mundo y las cosas con los ojos de Jesús. Y así, amar a nuestros hermanos y hermanas, empezando por los más pobres y sufrientes, como Él lo hizo, y amarlos con Su corazón y dar en el mundo frutos de bondad, de caridad y frutos de paz”.

Por último, el Papa invoca la intercesión de la Virgen María: ella, que "siempre permaneció plenamente unida a Jesús y dio mucho fruto", nos ayude a "dar testimonio del Señor resucitado en el mundo".

Reflexión sobre la libertad de prensa

Jorge Enrique Mújica, profundiza en la libertad de prensa, el relativismo y el sentido profundo de la verdad a la luz del cristianismo.

La entrada de la prensa en la historia fue discreta pero supuso la voluntad de compartir y acercar el fruto de la reflexión y el pensamiento entre los hombres. Desde entonces, y cada vez con más fuerza, ha conocido un desarrollo sorprendente. Lo que un día empezó, cuando se inventó la imprenta, con la publicación moderada de libros y algunos periódicos, hoy constituye una amplia gama de medios de comunicación que se extiende a la radio, la televisión e Internet.

La prensa venía siendo catalizadora de educación, luz que interpela a las mentes y, las más de las veces, contestataria y fiel defensora de la verdad y del hombre. El que en algunos periodos de la historia, bajo regímenes totalitarios, se le haya procurado la muerte, no fue un gesto insignificante. Los dictadores sabían qué papel tenía ésta y por ello quisieron controlarla: o se contaba con su apoyo para la difusión de su ideología o se le exterminaba.

En la caída de aquellos sistemas jugó un papel central la prensa. No porque hubiese tenido todas las facilidades para alzar la voz o expresar libremente el pensamiento no afín al gobierno en turno, sino porque en la lucha por defender los ideales de libertad, verdad y justicia desde la clandestinidad, logró encontrar resonancia en otros seres humanos que compartían los mismos deseos. Sí, la prensa ha jugado un papel determinante en la configuración de las sociedades libres y democráticas.

Pero echando una mirada al amplio panorama actual de aquellos países que un día se alzaron contra el yugo y la opresión, constatamos otro tipo de prensa muy lejana a aquella que logró ayudar a constituir los Estados soberanos; nos encontramos de frente a un estilo mayoritario de prensa que parece haber abdicado de la misión de formadora en la verdad, de apoyo para la verdad, de conducto de la verdad. Aquel papel primigenio parece haber cedido al interés económico o, más grave aún, a la complicidad en una nueva era de las dictaduras: la del relativismo.

¿Sigue importando la verdad? ¿No es la verdad el fundamento de la libertad de prensa y de los dos pilares donde ésta se apoya (la libertad de pensamiento y expresión)? Cuando el 3 de mayo de 1993 la

Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el día de la libertad de prensa, se rendía un homenaje a todos aquellos que en la búsqueda e interés por transmitir la verdad a los otros hombres habían dejado la propia vida. Pero tal parece que la fecha sólo suele prestarse como pretexto para reivindicaciones laborales, reclamos más o menos justificados y demagogia engalanada. ¿No debería constituir para el periodista y el escritor un examen de conciencia, una invitación a mirar otra vez a los orígenes de la misión de la prensa y por ende de la propia labor? ¿No debería interpelar a los lectores a reflexionar sobre qué lee, si en ello profundiza y por qué lo hace? Si no hay verdad no hay libertad de prensa ni de ningún tipo.

No se puede confundir la libertad de expresión con una falsaria expresión de la libertad; no se puede caer en una errada libertad de pensamiento donde el pensamiento piensa mal la libertad, la prostituye, la vacía de sentido y la desliga de la verdad que es su base.

No, no podemos quedarnos, ni periodistas ni lectores, dormidos en el letargo del interés económico ni de la fama mediática. En juego está la verdad, el hombre, la sociedad, la vida. La verdad nos hará libres. La prensa puede hacer caer de nuevo la dictadura actual y nosotros podemos colaborar a que esa caiga exigiendo la verdad en los escritos que leemos y juzgando críticamente lo que no va de acuerdo con la naturaleza del hombre. No podemos ser esclavos de la mentira, de la dictadura del relativismo o de las opiniones comunes. Si caemos en cuenta de la importancia que tiene aquella máxima -la verdad nos hará libres- estaremos aún a tiempo de no habernos acostumbrado a vivir como esclavos de esos nuevos absolutismos cuya primera victoria puede estar siendo el hacernos creer que somos auténticamente libres.

Mayo: Mes de María

La Iglesia otorga este mes a María para conocerla y amarla más

Mayo es el mes de las flores, de la primavera. Muchas familias esperan este mes para celebrar la fiesta por la recepción de algún sacramento de un familiar. También, Mayo es el mes en el que todos recuerdan a su mamá (el famoso 10 de Mayo) y las flores son el regalo más frecuente de los hijos para agasajar a quien les dio la vida.

Por otro lado, todos saben que este mes es el ideal para estar al aire libre, rodeado de la belleza natural de nuestros campos. Precisamente por esto, porque todo lo que nos rodea nos debe recordar a nuestro Creador, este mes se lo dedicamos a la más delicada de todas sus creaturas: la santísima Virgen María, alma delicada que ofreció su vida al cuidado y servicio de Jesucristo, nuestro redentor.

Celebremos, invitando a nuestras fiestas a María, nuestra dulce madre del Cielo.

¿Qué se acostumbra hacer este mes?

Recordar las apariciones de la Virgen.  En Fátima, Portugal; en Lourdes, Francia y en el Tepeyac, México (La Guadalupe) la Virgen entrega diversos mensajes, todos relacionados con el amor que Ella nos tiene a nosotros, sus hijos.13:30

  1. Su inmaculada concepción: A la única mujer que Dios le permitió ser concebida y nacer sin pecado original fue a la Virgen María porque iba a ser madre de Cristo.
  2. Su maternidad divina: La Virgen María es verdadera madre humana de Jesucristo, el hijo de Dios.
  3. Su perpetua virginidad: María concibió por obra del Espíritu Santo, por lo que siempre permaneció virgen.
  4. Su asunción a los cielos: La Virgen María, al final de su vida, fue subida en cuerpo y alma al Cielo.

Recordar y honrar a María como Madre de todos los hombres.

María nos cuida siempre y nos ayuda en todo lo que necesitemos. Ella nos ayuda a vencer la tentación y conservar el estado de gracia y la amistad con Dios para poder llegar al Cielo. María es la Madre de la Iglesia.

Reflexionar en las principales virtudes de la Virgen María.

María era una mujer de profunda vida de oración, vivía siempre cerca de Dios. Era una mujer humilde, es decir, sencilla; era generosa, se olvidaba de sí misma para darse a los demás; tenía gran caridad, amaba y ayudaba a todos por igual; era servicial, atendía a José y a Jesús con amor; vivía con alegría; era paciente con su familia; sabía aceptar la voluntad de Dios en su vida.

Vivir una devoción real y verdadera a María.

Se trata de que nos esforcemos por vivir como hijos suyos. Esto significa:

  1. Mirar a María como a una madre: Platicarle todo lo que nos pasa: lo bueno y lo malo. Saber acudir a ella en todo momento.
  2. Demostrarle nuestro cariño: Hacer lo que ella espera de nosotros y recordarla a lo largo del día.
  3. Confiar plenamente en ella: Todas las gracias que Jesús nos da, pasan por las manos de María, y es ella quien intercede ante su Hijo por nuestras dificultades.
  4. Imitar sus virtudes: Esta es la mejor manera de demostrarle nuestro amor.

Rezar en familia las oraciones especialmente dedicadas a María.

La Iglesia nos ofrece bellas oraciones como la del Ángelus (que se acostumbra a rezar a mediodía), el Regina Caeli, la Consagración a María y el Rosario.

Varias oraciones Marianas

  • Cantar las canciones dedicadas a María

Que nos ayudan a recordar el inmenso amor de nuestra madre a nosotros, sus hijos

  • Treinta días de oración a la Reina del Cielo
  • La Anunciación
  • La Visita a su prima Isabel
  • El Nacimiento de Cristo
  • La Presentación del Niño Jesús en el templo
  • El Niño Jesús perdido y hallado en el templo
  • Las Bodas de Caná
  • María al pie de la cruz.

Treinta días de oración a la Reina del Cielo. Flores del 1 al 5 de mayo

Devoción a la Virgen con audio

La Iglesia ha dedicado el mes de mayo a María, a la dulce Reina de nuestras vidas, es por eso que comenzando con una simple oración le regalamos nuestro corazón:

Oh María, oh dulcísima, oh dueña mía!. Vengo a entregarte lo poco que poseo yo, pues sólo tuyo soy para que lo pongas en oblación ante el Trono de nuestro Señor. Te doy mi voluntad, para que no exista más y sea siempre la Voluntad del Padre Celestial.

Cada día del mes de mayo tiene que ser una flor para María. Por eso le regalaremos en cada jornada de su mes una meditación, una oración, una decena del Santo Rosario y una florecilla. De este modo iremos formando un ramo de flores para nuestra Reina del Cielo que nuestros ángeles custodios le llevarán en actitud de veneración.

Flor del 1 de mayo: Santa María
Fiesta de San José Obrero, su castisimo esposo.


Meditación: “El nombre de la Virgen era María” (Lucas 1,27). Según la tradición cristiana a la Santísima Virgen le impusieron ese nombre por especial designio de Dios, significando en arameo Señora, en hebreo Hermosa y en egipcio Amada de Dios.

Oración: ¡Oh hermosa Señora, nos alegramos en tu Hijo Resucitado ya que Dios te ha amado tanto para hacerte Hija del Padre, Esposa del Espíritu Santo y Madre de Su Hijo!. Amén.

Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).

Florecilla para este día: Hacer un especial examen de conciencia por la noche, antes de ir a dormir.

Flor del 2 de mayo: Lirio Perfecto de Dios

Meditación: “Hágase en mi según Tu Palabra”. “El que haga la Voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Marcos 3,35). María cumplió como nadie la Voluntad de Dios. Esto vale más que todos los demás dones suyos, sean cualidades humanas o gracias espirituales. Del mismo modo, por cumplir la Voluntad del Padre, Jesús sufre Su Pasión y Muerte, alcanzándonos la Redención.

Oración: ¡Oh María, Preciosísima, Cáliz de Amor!. Te ofrecemos nuestro corazón para que lo guardes junto a vos, uniéndolo al de tu Hijo Dios, como entrega de amor. Amén.

Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).

Florecilla para este día: Prontitud y alegría para el trabajo, empezando por levantarme sin pereza y agradeciendo a Dios por un nuevo día.

Flor del 3 de mayo: Madre de Dios
Fiesta de nuestra Señora del Valle.


Meditación: “Por ser su Hijo Dios, María es Madre de Dios” (Lucas 1,3-5). Dios nos amó tanto que no sólo nos entregó a Su Hijo sino que nos dio a Su Madre. “Cuando llegó la plenitud del tiempo, Dios envió a Su Hijo nacido de Mujer…para que recibiésemos la adopción de Hijos de Dios” (Gálatas 4,5). Este es el maravilloso final del Plan del Padre y el sublime oficio de María, hacernos hijos de Dios, uno en Dios.

Oración: ¡Oh María, te agradecemos el regalo que nos ha hecho nuestro Dios amado, ponernos en tus hermosas manos para hacernos santos. Amén.

Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).

Florecilla para este día: Examinar mi devoción a la Virgen y cómo la practico.

Flor del 4 de mayo: Madre de Cristo

Meditación: “De Ella nació Jesús, llamado el Cristo” (Mateo 1,16). Jesús significa Salvador, y es el Cristo, es decir el Ungido, el Mesías enviado por Dios para la Salvación de Su pueblo. Y Su Madre, Madre de Cristo, del Ungido, ha sido asociada a Su Empresa Redentora. Ella es Corredentora con su amor y su dolor. También Cristo nos llama a cada uno a participar en Su grandiosa Empresa de salvar a todos los hombres.

Oración: ¡Oh Madre de Dios, oh Madre del dolor!. Como Corredentora que sos, imprime en nuestro corazón las Llagas del Señor, para participar de la Fiesta de la Salvación. Amén.

Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).

Florecilla para este día: Examinar y renovar mi consagración a Cristo y a Su Sagrado Corazón.

Flor del 5 de mayo: Madre de la Divina Gracia
Fiesta de Nuestra Señora de la Gracia


Meditación: “Mujer, ahí tienes a tu hijo, después dijo al discípulo, he ahí a tu Madre” (Juan 19,26-27). Madre no sólo adoptiva sino que nos da la Vida, nos da a Cristo, más exactamente nos da la gracia santificante, la vida sobrenatural, algo físico y real que consiste en la unión con Cristo.

Oración: ¡Oh Madre de la Divina Gracia, que nos llevas a la Vida!. Muéstranos como Manantial de Gracia el camino hacia la verdadera Patria. Tu, llena de Gracia, sed la Salvación de nuestras pobres almas. Amén.

Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).

Florecilla para este día: Poner los medios para estar en gracia de Dios.

¿Conoces el origen de la fiesta de la Cruz de mayo?

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Publicado el 03/05/21 - actualizado el 03/05/21

La victoria que terminó en un gran hallazgo

Hoy 3 de mayo, en varias ciudades de España y países de Latinoamérica se conmemora “la Cruz de mayo” (también a veces llamada la Fiesta de las Cruces), fecha en la que se hacen procesiones, fiestas y hasta bailes para venerar el madero donde Jesús murió.

La cruz previamente se adorna con flores (algunos también colocan frutas), no sólo por ser mayo el mes de las flores y la Virgen, sino también para simbolizar la nueva vida de Cristo resucitado.

Como referencia, en caso que nunca hayan tenido la oportunidad de ver una celebración de la Cruz de mayo, las decoraciones se parecen un poco a las del Día de los muertos en México (sin las calaveras, claro). Por ser una fiesta relacionada a la Pasión de Cristo, usualmente se colocan flores rojas. 

Una señal divina

Ahora bien, ¿por qué el 3 de mayo? Pues tenemos que remontarnos a los tiempos romanos del emperador Constantino, cuando todavía no se había convertido al cristianismo. Fue alrededor del siglo IV, estaba en una campaña militar contra Majencio, otro emperador romano, y no le estaba yendo muy bien… de hecho, la derrota parecía inminente. 

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La noche antes de una gran batalla (que luego se le conocería como Batalla del Puente Milvio), Constantino tuvo un sueño donde vio una gran cruz luminosa suspendida en el aire y una frase que decía: In Hoc Signo Vinces (Con este signo vencerás).

Al día siguiente, mandó a colocar una cruz en varios de los estandartes y dijo: “Confío en Cristo, en quien cree mi madre Elena”. Constantino ganó la batalla y se dice que fue a partir de ese momento que decidió iniciar su conversión, edificar iglesias y parar la persecución de los cristianos.

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Asimismo, encargó a su madre Elena (que después fue proclamada Santa por la iglesia católica) la búsqueda de la Santa Cruz en Jerusalén. Tras varios días de excavaciones, Elena encontró tres cruces, pero no sabía cuál era en la que había muerto Jesús. Cuenta la leyenda que llevaron a una mujer muy enferma y, al tocar la primera cruz, se sintió peor; luego tocó la segunda y no vio ningún cambio; pero al tocar el tercer madero, se curó. 

Elena, acompañada por obispos y fieles, tomaron esta cruz en procesión por las calles de Jerusalén. Algunos dicen que, incluso durante el trayecto, ocurrieron otros milagros. 

Esto sucedió un 3 de mayo y por eso en este día se conmemora la Invención (del latín invenio, que significa descubrimiento) o hallazgo de la Santa Cruz. El título Cruz de mayo vendría después y corresponde al fervor religioso popular. 

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Dos fechas, una misma Cruz

Ahora bien, no hay que confundirlo con la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, que es el 14 de septiembre. Constantino y su madre Elena habían mandado a construir una iglesia para resguardar la Vera Cruz después de haber sido encontrada, pero siglos después, el rey persa Cosroes II tomó Jerusalén, quemó el templo y se llevó la Santa Cruz para ponerla debajo de su trono a manera de burla. 

Años después, el emperador bizantino Heraclio logró vencerlo y rescatarla, y un 14 de septiembre, regresaron la Vera Cruz a Jerusalén. Desde entonces, esa fecha fue proclamada en los calendarios litúrgicos como el día de la Exaltación de la Santa Cruz. Allí también se decidió, temiendo otro robo o su destrucción, cortarla en varios pedacitos que están en distintas iglesias, principalmente, de Italia y Jerusalén.

Así que este 3 de mayo, aunque sea en casa, decoremos con flores rojas nuestra cruz en familia (incluso puedes hacer flores de papel) para conmemorar su hallazgo y todo lo que representa: salvación, fe, esperanza, el estilo de vida cristiano y el amor infinito de Dios.

Preces

En la fiesta de los apóstoles Felipe y Santiago, oramos con fe:

R/M Escucha la oración del pueblo que te suplica.

Tú instituiste la Iglesia y la edificas sobre el fundamento de los apóstoles,

– haz que permanezcamos firmes en la fe que ellos predicaron.MR/

Tú has prometido que estarías entre nosotros hasta el final de los tiempos,

– que iniciemos este día con la certeza de que estás cerca de nosotros.MR/

Intenciones libres

Oh, Dios, que nos alegras todos los años con la fiesta de los apóstoles Felipe y Santiago, concédenos, por su intercesión, participar en la pasión y resurrección de tu Unigénito, para que merezcamos llegar a contemplarte eternamente. Por nuestro Señor Jesucristo.

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