Amense los unos a los otros, como yo los he amado
- 09 Mayo 2021
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Pacomio, Santo
Abad, 9 de mayo
Martirologio Romano: En la región de Tebaida, en Egipto, san Pacomio, abad, que, cuando aún era pagano, se sintió impresionado por el testimonio de caridad cristiana para con los soldados detenidos en la cárcel común y, después de abrazar el cristianismo, recibió el hábito monástico de manos del anacoreta Palamón. Al cabo de siete años, por inspiración divina fue abriendo numerosos monasterios con el fin de recibir a los monjes en régimen de vida común, y escribió para ellos una célebre Regla († 347/348).
Breve Biografía
La extraordinaria vida de los ermitaños, con sus mortificaciones a veces exageradas y con aquella especie de encarnizamiento en sobrecargarse de abstinencias, ayunos, vigilias, era verdaderamente la traducción práctica del Evangelio. Su soledad podía de hecho tapar el engaño de sus extravagancias y de su orgullo.
Para eliminar este peligro un monje egipcio del siglo IV, San Pacomio, tuvo la idea de una nueva forma de monaquismo: el cenobitismo, o la vida en común, donde la disciplina y la autoridad reemplazaba la anarquía de los anacoretas.
Educó a sus monjes a la vida en común, constituyendo, poco lejos de las riberas del Nilo, la primera “koinonía”, una comunidad cristiana, a imitación de la fundada por los apóstoles en Jerusalén, basada en la comunión en la oración, en el trabajo y en el alimento y concretada en el servicio recíproco. El documento fundamental que regulaba esta vida era la Sagrada Escritura, que el monje aprendía de memoria y recitaba en voz baja durante el trabajo manual. Esta era también la forma principal de oración: un contacto con Dios mediante el sacramento de la Palabra.
San Pacomio nació en el Alto Egipto el año 287, de padres paganos. Enrolado a la fuerza en el ejército Imperial a la edad de 20 años, acabó en prisión en Tebas con todos los reclutas. Protegidos por la oscuridad, por la noche los cristianos les llevaban un poco de alimento. El gesto de los desconocidos conmovió a Pacomio, quien preguntó quién los incitaría a traer esto. “El Dios de los cielos” fue la respuesta de los cristianos. Aquella noche Pacomio rezó al Dios de los cristianos que lo liberara de las cadenas, prometiéndole a cambio dedicar su propia vida a su servicio.
Tan pronto recobró su libertad cumplió el voto uniéndose a una comunidad cristiana de una aldea del sur, la actual Kasr-es-Sayad en donde tuvo instrucción necesaria para recibir el bautismo.
Por algún tiempo llevó una vida de asceta entregándose al servicio de la gente del lugar, después se puso por siete años bajo la guía de un monje anciano, Palamone. Durante un paréntesis de soledad en el desierto una voz misteriosa lo invitó a establecer su residencia en aquel lugar, al cual después habrían llegado numerosos discípulos. A la muerte de Pacomio, los monasterios masculinos eran nueve, más uno femenino.
Del santo se desconoce el lugar de la sepultura, pues en su lecho de muerte dijo al discípulo Teodoro que escondiera sus restos para evitar que sobre su tumba edificaran una iglesia, a imitación de los “martyrion” o capillas construidas en las tumbas de los mártires.
10 mandamientos, lo opuesto al pecado
Lograr el arrepentimiento, el cambio y la conversión personal.
"Procuren ustedes que su luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en los cielos" (Mt. 5, 16).
En el sermón de la montaña Jesús nos enseña sobre la ley (Mt. 5, 17 - 20).
“Si de verdad me aman cumplan mis mandamientos” (Jn. 14, 15) Si quieres alcanzar la vida eterna, cumple los mandamientos” (Mt. 19, 17)
“Todo lo que le pidan a mi padre en mi nombre se les concederá” (Jn 14, 13 – 14).
I Amarás a Dios sobre todas las cosas
Lo que atenta contra este mandamiento: Sincretismo, espiritismo, santerismo, esoterismo, gnosticismo. (Lev. 20, 6; 19, 26) (Deut. 4, 15 - 20; 18, 10 -12).
Dios nos pide no tener otros dioses (dinero, placer, poder) (Deut. 4, 15 -19; 5, 7; 18, 10 - 14) (Lev. 19, 26 - 31).
Dios nos habla sobre las imágenes (dulía, latría, hiperdulía) (Ex. 20, 4 - 6).
Jesús enseña el mayor de los mandamientos (Lc 10, 27 - 37).
Jesús nos enseña lo que cuesta seguirlo ((Lc. 14, 25 - 33) (Deuter. 13, 6 -8).
Confianza solo en Dios (Jr. 17, 5) (Sal. 37, 4) (Jn. 17, 15 -19) (Lc. 9, 25).
Amor
II No jurarás el nombre de Dios en vano
Dios nos habla sobre el respeto que le debemos (Deut. 5, 11).
En el sermón de la montaña Jesús nos enseña sobre los juramentos (Mt. 5, 33 – 37).
Respeto
III Santificarás las fiestas
Jesús nos enseña sobre la gratitud (1 Cor. 4, 7).
Jesús nos enseña sobre la oración (1 Tes. 5, 17 - 18).
Jesús nos enseña que todo lo que poseemos lo recibimos de Dios (1 Cor. 4, 7).
Responsabilidad
IV Honrarás a tu padre y a tu madre
Jesús nos habla de la vida familiar: hijos (Efe. 6, 1 - 3), Papás (Efes. 6, 4), esposos (Efes. 5, 21 - 32).
Jesús nos habla de los deberes de los padres y de los hijos (Col. 3, 18 - 21).
Gratitud
V No matarás
Dios nos habla del respeto a la vida (Gn. 4, 10).
Homicidio, infanticidio, fratricidio, parricidio, aborto, eutanasia, guerra, drogadicción, secuestro, alcoholismo, terrorismo.
Dios nos habla de leyes de santidad y justicia (Lev. 19, 16 - 17) prudencia y discreción. La lengua (Sir. 28, 13 - 26; 19, 4 -7) Difamar y calumniar.
En el sermón de la montaña Jesús nos enseña sobre el enojo (Mt. 5, 21 - 26) (Lc. 12, 57 -59).
En el sermón de la montaña Jesús nos enseña sobre la venganza (Mt. 5, 43 - 48) (Lc. 6, 29 - 30).
Honradez y verdad
VI No Harás mal uso de tu cuerpo ni el de los demás
Lo que atenta contra este mandamiento: (perversiones o desviaciones sexuales, trastornos) Exhibicionismo, fetichismo, froteurismo, paidofilia (pedofilia) masoquismo, sadismo, trasvestismo, homosexualismo, lesbianismo, voyeurismo, escatología tel., coprofilia, necrofilia, zoofilia, onanismo (masturbación), androfobia, incesto, swingers, etc.
Dios nos habla sobre las relaciones sexuales prohibidas (Lev. 18, 1 - 23).
Tatuajes (Lev. 19, 26- 31). Pasiones vergonzosas y perversión Rom. 1, 18 - 32.
Jesús nos habla de los deseos humanos (Gal. 5, 19 - 26) y valores humanos. Jesús nos habla sobre la santidad del cuerpo (1 Cor. 6, 13- 20).
Pudor y dignidad
VII No robarás
Lo que atenta contra este mandamiento.
Dios nos habla en el A. T. sobre la deshonestidad (Dt. 24, 10 - 11).
Dios nos habla en el A. T. Sobre la honradez y la verdad (Lev. 19, 11).
Dios nos habla en el A. T. Sobre la usura (Ezeq 18, 13).
Dios nos habla en el A. T. Sobre leyes varias (Dt. 24, 14- 15).
Dios hace una advertencia a los ricos (St. 5, 4).
Jesús nos enseña sobre actos inmorales (1 Cor. 6, 10).
Honradez
VIII No mentiras, ni difamarás a tu prójimo
Dios nos habla en el A. T. Sobre la prudencia y discreción (Lev. 19, 16).
Jesús nos enseña el amor al prójimo (Mt. 22, 39).
Jesús nos enseña a no juzgar (Lc. 6, 37- 38) (Rom. 14, 10 - 12).
Jesús nos habla sobre la mentira (Jn. 8, 44 - 47) (Rom. 14, 13).
Verdad y respeto
IX No desearás la mujer de tu prójimo
En el sermón de la montaña Jesús nos enseña sobre el adulterio (Mt. 5, 27 - 30).
Concupiscencia, lujuria (pasiones) / templanza.
En el sermón de la montaña Jesús nos enseña sobre el divorcio (Mt. 5, 31 – 32) (Mt. 19, 9) (Mr. 10, 11 - 12) (Lc. 16. 18).
Moderación y continencia (evitar excesos)
X No desearás las cosas ajenas
Dios en el A. T. Nos habla de la codicia (Ex. 20, 17).
Dios en el A. T. Nos habla sobre el despojo (Lev. 19, 13).
Dios nos habla en el A. T. Sobre la codicia y la envidia (2 Sam. 12, 1 - 4).
Dios nos habla en el A. T. Del error de los malos (Sb. 2, 24).
Dios nos habla a través del profeta, sobre los opresores (Mi. 2, 1- 2).
Jesús nos enseña sobre el mundo (1 J. 2, 16).
Desprendimiento
Bondad
La regla de oro (Mt. 7, 1-5, 7 - 12) (Lc. 6, 37 - 38, 41 - 42).
Para ser amados, primero hay que amar a los demás. Para ser comprendidos hay que comprender, para ser escuchados, primero tenemos que aprender a escuchar (y no solo oír). Hay que dar amor para vencer el odio. Al egoísmo, la soberbia y la envidia los hemos disfrazado de falsa autoestima (extrema) y hemos inculcado que: "No debemos hacer a los demás lo que no queremos que nos hagan a nosotros". No hay que dar para recibir, pero al dar ser recibe. Hay que ayudar, estimular y respetar; hay que tratar a los demás (en el sentido positivo) como queremos y necesitamos que los demás nos traten a nosotros. Es necesario dar a los demás lo que queremos recibir
En el sermón de la montaña Jesús nos dice que: El árbol se conoce por su fruto (Mt. 7 15 - 20) (Lc 6, 43 - 44).
No todos entrarán en el Reino de Dios (Mc 7, 21 - 23) (Lc. 13, 25 - 27).
El pecado que está en mí (Rom. 7, 19).
Ayudarnos unos a otros (no juzgar ni condenar) (Gál. 6, 1).
Jesús hizo una síntesis moral en el Sermón de la Montaña, debemos aceptar que no es nada fácil llevarla a la práctica, por eso muchas veces se evade o se finge ignorancia, o se acomodan los mandamientos a conveniencia personal; Pero Dios nos proporciona los medios que nos dan la fuerza, la energía y la vitalidad no solo material o física sino sobre todo espiritual para el pleno cumplimiento de las reglas que todos y cada uno debemos seguir para hacer el bien y evitar el mal (la moral es la ciencia que regula y modera la conducta y el modo de vivir) en disposición (= muerte / vida) a alcanzar todo ser humano la salvación y la vida eterna. Esos medios que Dios nos pone a nuestro alcance son los sacramentos.
Lo que vivimos hoy en día no es más que la consecuencia de lo que nos dice Alexandr Solyenitzin "Porque los hombres nos hemos olvidado de Dios".
Meditemos sobre las bendiciones que trae consigo la obediencia a los mandamientos (Lev. 26, 1 - 13) y las advertencias y las consecuencias a la desobediencia a los mandamientos (Lev. 26, 14 43), pero también hablemos de la Misericordia de Dios ante el arrepentimiento y la conversión (Lev. 26, 44 -46).
Es necesario reflexionar sobre la máxima de Carl Caleb Colton: "Los hombres reñirán, escribirán, lucharán, morirán por la religión; todo excepto vivirla". Lo importante es no solo quedarse y conformarse con la adoctrinación (la preparación para recibir los sacramentos de iniciación cristiana), sino conocer al mensajero, al enviado y su mensaje (kerigma), la buena noticia (Evangelio) y con pleno conocimiento y convicción (a través de una auténtica evangelización) luchar por lograr el arrepentimiento, el cambio y la conversión personal (metanoia) y así poder ser auténtico testimonio vivo, y vivir auténticamente la religión del amor, del perdón, de la misericordia, de la reconciliación y de la paz. Y con estos objetivos y plan de trabajo personal comenzar a trabajar en nuestra iglesia doméstica y después en los ambientes externos. Yo los invito a salir de escepticismo, de la apatía y de la indiferencia moral y religiosa de nuestros tiempos.
“Grábate en la mente todas las cosas que hoy te he dicho y enséñaselas continuamente a tus hijos; háblales de ellas, tanto en casa como en el camino, y cuando te acuestes y te levantes”.
Lleva estos mandamientos en tu mano y en tu frente como señales y escríbelos en los postes y en las puertas de tu casa” (Deuter. 6, 6 – 9).
“Pero si una persona obedece toda la ley, pero falla en un solo mandato, resulta culpable frente a todos los mandatos de la ley (Sgto. 2, 10).
El Papa en el Vax Live pide vacunas para todos y justicia social
Un video mensaje con ocasión del concierto "Vax Live. The Concert To Reunite the World".
“Reciban un cordial saludo de este viejo, que no baila ni canta como ustedes, pero que cree junto a ustedes que la injusticia y el mal no son invencibles”. Con estas palabras el Papa Francisco inicia su video mensaje para el "Vax Live", el concierto que se celebra hoy, 8 de mayo, para crear conciencia de la importancia de que las vacunas covid-19 lleguen a todos los rincones del planeta y con el que se pretende además exhortar a los líderes mundiales a comprometerse a garantizar que las vacunas estén disponibles para todos.
El Papa Francisco, recordando las muertes y los sufrimientos que ha producido el coronavirus, ruega al mundo “que no se olvide de los más vulnerables” y asegura que ante tanta oscuridad e incertidumbre hace falta luz y esperanza: “Necesitamos caminos de sanación y salvación y me refiero a una sanación de raíz, que cure la causa del mal y no se quede solo en los síntomas”.
El Papa cita los virus del mundo que enferman a la sociedad
09:19
El Papa, de hecho, detalla que en esas raíces enfermas encontramos el virus del individualismo “que no nos hace más libres ni más iguales ni más hermanos, más bien nos convierte en indiferentes al sufrimiento de los demás”. Y en ese virus del individualismo, asegura que hay varias variantes: “una variante de este virus es el nacionalismo cerrado, que impide – dice – un internacionalismo de las vacunas. Otra variante es cuando ponemos las leyes del mercado o de propiedad intelectual por sobre las leyes del amor y de la salud de la humanidad. Otra variante es cuando creemos y fomentamos una economía enferma, que permite que unos pocos muy ricos, unos pocos muy ricos, posean más que todo el resto de la humanidad, y que modelos de producción y consumo destruyan el planeta”.
Naturaleza y persona: estamos unidos
También señala que “todo está interconectado”, pues “toda injusticia social, toda marginación de alguno en la pobreza o en la miseria incide también en el ambiente” y recuerda que Dios Creador “infunde en nuestros corazones un espíritu nuevo y generoso para abandonar nuestros individualismos y promover el bien común: un espíritu de justicia que nos movilice para asegurar el acceso universal a la vacuna y la suspensión temporaria de derechos de propiedad intelectual y un espíritu de comunión que nos permita generar un modelo económico diferente, más inclusivo, justo, sustentable”. “Evidentemente que estamos viviendo una crisis” concluye su video mensaje, recordando una vez más que “de una crisis no salimos igual, o salimos mejores o peores”. “El problema está en tener la inventiva para buscar caminos que sean mejores” finaliza.
Treinta días de oración a la Reina del Cielo. Flores del 6 al 10 mayo
Devoción a la Virgen con audio
Flor del 6 de mayo: Madre Inmaculada
Meditación: “Alégrate, la llena de Gracia, el Señor está contigo” (Lucas 1,28). Gracia plena, es María; siempre estuvo llena de Gracia, por lo que no tiene mancha de pecado. Nunca se halló privada de la Gracia sobrenatural y santificante de Dios, pues Ella sería el Vaso Puro que llevaría al mismo Dios. Así se presentó en Lourdes como la Inmaculada Concepción, título que por Dogma la misma Iglesia le había reconocido.
Oración: ¡Oh María, Gracia plena!. Permítenos que nos alegremos con vos ya que el Señor te eligió y nos regaló tu Corazón, para que pongamos en El el nuestro como ofrenda al Dios Eterno. Amén.
Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).
Florecilla para este día: Cómo debo guardar la pureza de pensamientos y de obras.
Flor del 7 de mayo: Madre amable
Meditación: “Cómo se me concede que venga a mí la Madre de Mi Señor” (Lucas 1,43). María es diligente y amorosa, consuela, ayuda, fortalece, sirve…igual que su Hijo.
“Amaos los unos a los otros como Yo os he amado”.
A cada uno pedirá Dios cuenta de nuestros prójimos; nadie está tan aislado que pueda labrarse, abstrayéndose de toda otra alma, su propia salvación. Busquemos dar amor, consolando afligidos, visitando enfermos, corrigiendo con dulzura a los que se equivocan, siendo a semejanza de María con humildad y amor testimonios del Amor. “Ora y labora”.
Oración: ¡Oh tierno Corazón de María!. Haz que tus hijos demuestren a todos lo que es el Amor, lo que es el Señor en nosotros, para servir y siempre decirte si. Amén.
Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).
Florecilla para este día: Procurar ser amable con los demás.
Flor del 8 de mayo: Virgen prudentísima
Fiesta de Nuestra Señora de Luján
Meditación: “Se turbó, preguntándose qué podría ser éste saludo” (Lucas 1,29). Prudentísima porque turbada calló, porque obedeció, porque creyó y supo entregarse como esclava de Dios. ¡Qué modelo para nuestra locuacidad, nuestra poca fe y nuestro orgullo!. “Las vírgenes prudentes llenaron sus lámparas de aceite” (Mateo 25,4). María la llenó con fe. “Feliz porque haz creído”. La llenó con amor. “Mi Amado es mío y yo soy suya” (Cantar de los cantares 2,16). La llenó de esperanza. “Guardaba todas las Palabras de Jesús en su Corazón” (Lucas 2,51).
Oración: ¡Oh Virgen de Luján que señalas el camino de nuestro peregrinar!. Haz que la prudencia de tu Corazón la cultivemos también hoy, para que nuestras lámparas se aviven con una ardiente llama de fe, el pabilo de la esperanza y el aceite del Amor, como verdaderos templos de Dios. Amén.
Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).
Florecilla para este día: Reflexionar sobre si cumplo lo que Dios quiere de mi, si hago Su Voluntad, o la mía.
Flor del 9 de mayo: Madre del buen consejo
Fiesta de Nuestra Señora de los Milagros
Meditación: María nos aconsejó en las bodas de Caná, “Haced lo que El os diga” (Juan 2,5), y nos lo vuelve a dictar. ¿Qué quiere Cristo de mi?. ¿Lo podemos seguir cuando nos dice “deja todo y sígueme?”.
“Hijo, ¿por qué nos haz hecho esto?” (Lucas 2,48). Cristo tenía que mostrarnos ante todo más el amor a Dios que el de la familia. ¡Pero cuántas veces abandonamos a nuestra Madre por amores, caprichos, vanidades y miedos!.
Oración: ¡Oh dulce consejera del alma, oh hermosa Esclava!. Entrega a Dios nuestra alma para que se haga santa, que abramos nuestros oídos y seamos hijos solícitos. Amén.
Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).
Florecilla para este día: Ser un verdadero Cristo al aconsejar a mi hermano.
Flor del 10 de mayo: Virgen digna de alabanza
Meditación: “Bendita tú entre las mujeres” (Lucas 1,42). “Mi alma engrandece al Señor” (Lucas 1,46). Cuando cumplimos la profecía de llamarla Bienaventurada, hablamos de las maravillas que hizo en Ella el Todopoderoso. Unimos nuestra voz a la suya, alabando perpetuamente al Señor. Imitemos a María agradecida, a María serena, a María llena de sacrificio, a María alegre, a María confiada, a María llena de Gracia y fortaleza para cumplir así nuestra misión en la tierra.
Oración: ¡Oh Madre!, que te hiciste la más pequeña, siendo realmente excelsa, enséñame a amarte, a alabarte y a agradarte del mismo modo en que vos lo hiciste con el Señor, para que también nosotros lleguemos a El. Amén.
Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).
Florecilla para este día: Ser pequeños y humildes como María nos pide, para crecer en la Gracia.
Europa: religión y libertad
Los europeos no podemos asistir a la estrepitosa quiebra de la conciencia de toda una sociedad
La libertad religiosa es uno de los tres derechos fundamentales, junto con el derecho a la vida y a la libertad de expresión, considerados como pilares para la paz. Así lo ha proclamado el pasado septiembre ante la Asamblea General de la ONU, el arzobispo Giovanni Lajolo, representante de el Vaticano en dicho organismo. Un reciente informe del Gobierno de los Estados Unidos sobre la libertad religiosa en el mundo indica que este derecho es sistemáticamente vulnerado en algunos estados islámicos como Arabia Saudí, Irán y Sudán, y en países comunistas como China, Corea del Norte y Vietnam.
No sería creíble afirmar que en Europa se restringe la libertad religiosa de sus ciudadanos de la misma forma que en las naciones citadas. Pero, paulatinamente, se suceden casos aislados de limitación de este derecho. Días atrás, la compañía aérea British Airwais suspendía a una empleada por su negativa a quitarse un crucifijo. Más cercano a nosotros, en un colegio público de Valladolid algunos padres de alumnos pedían la retirada de los crucifijos en las aulas. Con todo, lo grave no son las posibles agresiones a la libertad de creencias, sino la falta de reacción cívica ante aquéllas, incluso por parte de los propios agredidos.
Los europeos no podemos asistir de nuevo a la estrepitosa quiebra de la conciencia de toda una sociedad. La suerte de las creencias no puede estar en manos de los gobernantes, porque lo que empieza como secularización termina desembocando en totalitarismo. Europa no se libró de Hitler ni de Stalin y sus herederos, para caer al final en manos de una vana y materialista fraternidad de estados en la que triunfe una falsa tolerancia con tendencia a juzgar el hecho religioso como una manifestación de necesidades íntimas del hombre, admitiéndose el valor relativo de todas las religiones.
La libertad religiosa es la herencia de la Iglesia cuando ésta se separa del Estado. Por eso no existe libertad religiosa allí donde Iglesia y Estado se confunden, como ocurre en el mundo islámico, o allí donde se persigue la religión, como sucede en los, todavía vigentes, paraísos del socialismo real. Pero también en nombre de la democracia, se cometen de forma más sutil anulaciones de la libertad religiosa, pretendiendo arrancar de la vida de la sociedad y del individuo la raíz de la religión y de todo lo sobrenatural. El resultado es una concepción de la ley por encima de la justicia y los derechos del hombre que convierte a aquella en la norma única y suprema de la conducta ciudadana.
La veterana Europa, corazón y cerebro de la historia, debiera ser en el mundo un factor indispensable para el equilibrio de las relaciones internacionales y la prosperidad y el bienestar del género humano. Europa debiera abrigar una concepción democrática serena, sin relativismo jacobino ni laicismo decimonónico, capaz de unir los dogmas de la libertad individual con las exigencias de la economía moderna y las concepciones sociales de nuestro tiempo. Sin embargo, la Europa de hoy se siente morir y busca ansiosamente la solución que le salve del caos en que se hunde más cada día y cree encontrarla en la fracasada fórmula del relativismo democrático.
Detener el actual proceso de descomposición europea exige fijar la condición de la persona humana esclareciendo cuáles son sus derechos y determinar correlativamente los deberes de una acción común en una sociedad que garantice la realización de los fines éticos y materiales del hombre.
El problema prioritario de Europa es redefinir un sistema de valores para delimitar nítidamente los milenarios conceptos del Bien y el Mal. Hoy, en el revuelto y desorientado vivir europeo resulta indispensable un mínimo soporte moral.
Las desventuras de Europa son hijas, en último término, de dolencias morales. Y ese rearme moral debe reencontrarlo Europa en la robusta y sólida fe cristiana, la única que puede encauzar al mundo y a los hombres a una paz sin matanzas y sin rencores. El hilo central de lo europeo es precisamente lo cristiano. Sin en el cristianismo no puede haber una Europa.
Lo único que une, que enlaza y que perpetúa lo que llamamos en su esencia lo europeo es la tradición cristiana. Y de eso, precisamente, muy pocos hablan y los que se atreven son tildados de intolerantes y fanáticos.
Religión y libertad era el lema vivo y luminoso a lo largo de toda la obra de un europeo universal como Chateaubriand. Decía el escritor francés que se volvería a la incredulidad sólo con que se le demostrase que el cristianismo es incompatible con la libertad. Es, pues, el cristianismo el pensamiento del porvenir y de la libertad humana es una religión de libertad, es la mía, afirmaba Chateaubriand.
Enseñanzas de la Iglesia sobre la Virgen María
Profesión de fe mariana y desagravio en la voz de sus Padres y Doctores, y del Magisterio.
Por: Jorge Sernani Panópulos e Ignacio García Llorente | Fuente: Orden de María Reina
MARÍA FUE, ES, Y SERÁ
El honor de la Santa Madre de Dios fue muchas veces ultrajado a través de los siglos cristianos. Esas ofensas tuvieron indefectiblemente el rechazo de la Iglesia, y, en mayor o menor medida, el condigno desagravio.
También en nuestros tiempos es afrentada María Santísima, con afrentas más feroces, seguramente en razón de ser éstos “sus tiempos” según lo afirmaron los Sumos Pontífices, cuando Ella está mostrando su Realeza y Señorío al mundo. Por otra parte, los ataques actuales revisten sin duda más gravedad porque simultáneamente se ignoran –se minimizan o silencian- sus grandezas, y se pretende olvidar el lugar que Dios le diera en los tiempos y en la eternidad.
Por esos desgraciados motivos, cumpliendo con el sagrado deber de defender su honor, por voluntad de Nuestro Señor Jesucristo, y según la consigna dada solemnemente por el Papa Pablo VI en estos tiempos aciagos, de “mantener bien alto el nombre y el honor de María” (21 de nov. de 1964, clausura de la IIIª sesión del Concilio Vaticano II); y consecuentes con la afirmación del Cardenal Luigi Ciappi OP, teólogo papal de los Sumos Pontífices Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II, cuando decía que “la obra maestra del supremo Artífice, cual es la Madre de Dios, es un Misterio de belleza espiritual, de prerrogativas y glorias tan sublime que únicamente la luz de la Divina Revelación es capaz de manifestárnoslo dignamente."
Por tanto debemos buscar esos rayos de luz superior en el Magisterio de la Iglesia y en la Tradición, para concentrarnos en la imagen de la “úmile et alta piú che creatura” -la más humilde y más alta criatura- (Dante).
Impulsados por el deseo de que sean recordadas, meditadas y difundidas las enseñanzas de la Iglesia sobre la Virgen María, en la voz de sus Padres y Doctores, y del Magisterio, para desagravio de su Corazón Inmaculado,presentamos las siguientes confesiones:
María Santísima fue predestinada por el Altísimo desde toda la eternidad
El inefable Dios, cuya conducta es misericordia y verdad, cuya voluntad es omnipotencia y cuya sabiduría alcanza de límite a límite con fortaleza y dispone suavemente todas las cosas, habiendo previsto desde toda la eternidad la ruina lamentabilísima de todo el género humano, que había de provenir de la transgresión de Adán, y habiendo decretado, con plan misterioso escondido desde la eternidad, llevar a cabo la primitiva obra de su misericordia, con plan todavía más secreto, por medio de la encarnación del Verbo, para que no pereciese el hombre impulsado a la culpa por la astucia de la diabólica maldad y para que lo que iba a caer en el primer Adán fuese restaurado más felizmente en el Segundo, eligió y señaló, desde el principio y antes de los tiempos, una Madre, para que su unigénito Hijo, hecho carne de Ella, naciese, en la dichosa plenitud de los tiempos, y en tanto grado la amó por encima de todas las criaturas, que en sola Ella se complació con señaladísima benevolencia. (Beato Pío IX, Const. Ap. Ineffabilis Deus, 8 de diciembre de 1854).
El Altísimo la predestinó desde la eternidad para Madre del Verbo encarnado. Por eso entre las maravillas de los tres órdenes, de naturaleza, de gracia y de gloria, la distinguió de forma tal que con razón entiende la Iglesia que se refiere a María el oráculo divino: “Yo salí de la boca de Dios como la primogénita y más privilegiada criatura”.(León XIII).
Y dice San Bernardo: “El Ángel fue enviado a María...” María no fue hallada por casualidad, sino elegida desde el principio de los tiempos, preconizada y preparada para Sí por el Altísimo, custodiada por los Ángeles, preseñalada a los Patriarcas, prometida por los profetas.
María Santísima fue concebida sin pecado
La Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano. (ibídem, definición dogmática).
María, toda hermosa e inmaculada, trituró la venenosa cabeza de la cruelísima serpiente, y trajo la salud al mundo (ibidem)
Los Padres y escritores de la Iglesia, adoctrinados por las divinas enseñanzas, jamás (habían dejado) de llamar a la Madre de Dios o lirio entre espinas, o tierra absolutamente intacta, virginal, sin mancha , inmaculada, siempre bendita, y libre de toda mancha de pecado, de la cual se formó el nuevo Adán; o paraíso intachable, vistosísimo, amenísimo de inocencia, de inmortalidad y de delicias, por Dios mismo plantado y defendido de toda intriga de la venenosa serpiente; o árbol inmarchitable, que jamás carcomió el gusano del pecado; o fuente siempre limpia y sellada por la virtud del Espíritu Santo; o divinísimo templo o tesoro de inmortalidad, o la única y sola Hija no de la muerte, sino de la vida, germen no de la ira, sino de la gracia, que, por singular providencia de Dios, floreció siempre vigoroso de una raíz corrompida y dañada, fuera de las leyes comúnmente establecidas.
Ella es la Inmaculada Concepción. De este modo se llamó a SÍ misma en Lourdes, con el nombre que le había dado Dios desde la eternidad: sí, desde toda la eternidad la escogió con este nombre, para ser la Madre de su Hijo, el Verbo Eterno (Juan Pablo II, 10 de febrero de 1979.)
María Santísima es la Toda Santa, de santidad perfecta
Proclamamos que la inmunidad de María “de toda mancha de pecado original” no fue más que la aureola radiante, no velada por niebla alguna de culpa ni inclinación a ella en su larga jornada sobre la tierra. (Card. Luigi Ciappi OP, teólogo de la Casa Pontificia durante los últimos cinco pontificados).
Dios colmó a María tan maravillosamente de todos los celestiales carismas, sacada del tesoro de la divinidad, muy por encima de los Ángeles y santos, que Ella, absolutamente siempre libre de toda mancha de pecado, y toda hermosa y perfecta, manifestó la plenitud de inocencia y santidad, que no se concibe en modo alguno mayor, después de Dios, y nadie puede imaginar fuera de Dios.
Y por cierto era convenientísimo que brillase siempre adornada de los resplandores de la perfectísima santidad y que reportase un total triunfo de la antigua serpiente, enteramente inmune aún de la misma mancha de la culpa original. (Beato Pío IX Ineffabilis Deus)
Esta sobreabundancia de la gracia –el más eminente de todos sus privilegios innumerables- es lo que eleva a la Virgen muy por encima de todos los hombres y de todos los Ángeles, y la aproxima más a Cristo que cualquier otra criatura- (León XIII, Encíclica Magna Dei Matris, 8 de sept. de 1892).
Por eso con San Efrén nos dirigimos a Cristo y exclamamos: Sólo Tú y tu Madre tenéis la gracia de la perfecta belleza, porque no hay mancha en Ti ni mancha hay en tu Madre, y a Ella cantamos con el fervor de los maronitas: ¡Oh azucena espléndida y rosa de delicada fragancia, el aroma de tu santidad perfumó toda la tierra, ruega para seamos el agradable aroma de Cristo y lo extendamos por toda la tierra! (Misa Maronita).
María Santísima es verdadera Madre de Dios
La gloriosa Virgen María es Madre de Dios, pues dio a luz según la carne al Verbo de Dios encarnado (Concilio de Éfeso, definición dogmática).
María fue predestinada en la mente de Dios antes que toda criatura, para que, Virgen castísima entre todas las mujeres, engendrase de su propia carne al mismo Dios, y Reina del Cielo después de su Hijo, reinase gloriosa sobre todo lo creado (San Bernardino de Siena).
María es Aquélla a quien el Eterno confirió la plenitud de su gracia y elevó a tan excelsa dignidad. Y sabemos que de esta divina maternidad procede su gracia singularísima y su dignidad suprema después de Dios, y, en cuanto a que es su Madre, posee una cierta dignidad infinita, por ser Dios un bien infinito (Sto Tomás de Aquino).
Sabemos que Ella, por ser Madre de Dios, posee una excelencia superior a la de todos los Ángeles, aún a la de los serafines y querubines. Sabemos que por ser Madre de Dios es purísima y santísima, tanto que después de Dios no puede imaginarse mayor pureza y santidad. Sabemos que por ser Madre de Dios cualquier privilegio concedido a cualquier santo en el orden de la gracia santificante, lo posee María mejor que nadie (Cornelio a Lápide, Pío XII). porque Dios enriqueció con dones correspondientes a tal oficio a Ella, la Toda Santa, que fue como plasmada por el Espíritu Santo y hecha una nueva criatura (Vaticano II).
Y al consagrar y fecundar su virginidad, el Espíritu Santo la transformó en el Aula del Rey, Templo y Tabernáculo del Señor, Arca de la Alianza, Arca de la Santificación (Pablo VI, Marialis Cultus).
María Santísima es Templo y Sagrario de la Santísima Trinidad
María es la excelente obra maestra del Altísimo, de la cual Él se ha reservado el conocimiento y la posesión (San Bernardino). Ella es la Madre Admirable del Hijo, Jesucristo, que la ama en su Corazón Sacratísimo más que a todos los Ángeles y los hombres, Ella es la fuente sellada y la Esposa fiel del Espíritu Santo, en la que no hay quien entre sino Él.
Ella es el Santuario y reposo de la Santísima Trinidad, donde Dios está más magnífica y divinamente que en ningún otro lugar del Universo, sin exceptuar su morada sobre los querubines y serafines (San Luis María Grignion de Montfort).
Confesamos que María es la Hija del divino Padre, la Madre del Verbo divino, y la Esposa del Espíritu Santo, la llena de gracia, de virtud y de dones celestiales, templo purísimo de la Santísima Trinidad. (Beato Pío IX, Oración a Nuestra Señora de la Piedad)
Por eso decimos con los santos: María es el grande y divino mundo de Dios, donde hay bellezas y tesoros inefables. Ella es la magnificencia del Altísimo, donde Él ha escondido, como en su seno, a su Hijo único, y en Él todo lo que hay de más excelente y precioso. (San Luis María G. de M).
Que María Santísima es Madre nuestra
Confesamos también la dulce y suave verdad de que habiendo dado a luz al Redentor del género humano, María es también Madre benignísima de todos nosotros, hermanos de su Hijo, que peregrinamos y nos debatimos entre angustias y luchamos contra el pecado hasta que seamos llevados a la patria feliz (Pío XI, Enc.Lux Veritatis, 25 de dic. De 1931).
En la hora última de su vida pública, cuando otorgaba el Testamento de la Nueva Alianza y lo sellaba con su Sangre divina, Jesús confió su Madre al discípulo amado, con estas dulcísimas palabras: He ahí a tu Madre (León XIII, Augustíssimae), Nadie estará en grado de alcanzar el sentido (pleno) de estas palabras del Evangelio de San Juan, sino el que como él, repose en el pecho de Jesús, y reciba de Jesús a María para que sea su Madre, puesto que todo el que es perfecto, ya no vive él mismo, sino que en él vive Cristo (Orígenes, siglo III).
En la persona de Juan, según el constante sentir de la Iglesia, Cristo ha designado a todo el género humano, pero más especialmente a los que están unidos en la fe (León XIII, Adjutricem populi).
Y porque es nuestra Madre nos confiamos completamente a su bondad y misericordia, animados del vivo deseo de imitar sus bellísimas virtudes y le hacemos donación entera e irrevocable de todo nuestro ser. Le pedimos nos conceda su maternal protección por todo el curso de nuestra vida, y particularmente en la hora de la muerte. (San Juan Bosco).
María Santísima es Madre y Reina de la Iglesia
María Santísima es Madre de la Iglesia, es decir de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores que la llaman Madre amorosa. (proclamación de Paulo VI, 21 de nov. de 1964, clausura de la 3ª sesión del Vaticano II).
María, constituida por Jesucristo en Madre de todos los hombres cuando la designó en la persona de Juan a todo el género humano, recibió con espíritu generoso ese singular y trabajoso legado, comenzando a cumplir su elevada misión en el Cenáculo. Ella fue ayuda y sostén de la Iglesia naciente por la santidad de su ejemplo, la autoridad de sus consejos, la dulzura de su consuelo, y la eficacia de sus plegarias ferventísimas. Desde entonces se mostró verdaderamente Madre de la Iglesia, y fue verdadera Maestra y Reina de los Apóstoles, a los cuales hizo partícipes de los divinos oráculos que conservaba en su Corazón (León XIII).
La importancia del principio mariano de la Iglesia ha sido evidenciada, después del Concilio, por el Papa Juan Pablo II, coherentemente con su lema: Totus tuus. En su enfoque espiritual y en su incansable ministerio se puso de manifiesto a los ojos de todos la presencia de María como Madre y Reina de la Iglesia (Benedicto XVI, 25 de marzo de 2006). El Santo Padre agrega al título de Madre, el de Reina, conforme al sentir de la Tradición, expresado por San Antonio de Padua, llamado el Doctor Evangélico, y repetido por el llamado Doctor Mariano San Alfonso María de Ligorio: Dios ha puesto su toda la Iglesia no sólo bajo el patrocinio, sino bajo el dominio de Nuestra Señora (San Alfonso María de Ligorio, Las Glorias de María)
Con Pablo VI la invocamos: Tú Socorro de los obispos, protege y asístelos en su misión apostólica. Asiste a todos los que colaboran con ellos: sacerdotes, religiosos y seglares. Acuérdate del pueblo cristiano que se confía a Ti. Mira con ojos benignos a nuestros hermanos separados y dígnate unirlos, Tú que has engendrado a Cristo, puente de unión entre Dios y los hombres.
Haz que toda la Iglesia pueda elevar al Dios de las misericordias el majestuoso himno de alabanza y agradecimiento, de gozo y de alegría, puesto que grandes cosas ha obrado el Señor por medio de Ti, ¡oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María! (Pablo VI, oración luego de la proclamación).
María Santísima es la Virgen perfecta y perpetua
En la plenitud de los tiempos, la Bienaventurada Virgen María concibió virginalmente, del Espíritu Santo, al Verbo de Dios, engendrado desde antes de todos los siglos por Dios Padre, y que sin pérdida de su integridad le dio a luz, conservando indisoluble su virginidad después del parto (Definición dogmática, Concilio de Letrán). Como lo había profetizado Ezequiel: María es la puerta oriental del templo, que no fue abierta ni se abrirá jamás, y el Señor, sin abrirla, la traspasó.(Ez 44, 1-4 ).
Fue Virgen no sólo de cuerpo, sino también de espíritu (San Ambrosio). Por ello nos complacemos en aclamarla como Virgen perpetua y perfecta, antes del parto, en el parto y después del parto (Paulo IV, 1555). Como lo expresan –con delicadeza y belleza- los sagrados íconos del Oriente, en los que la Virgen Santísima aparece con tres estrellas en su Manto, una sobre el hombro derecho, otra sobre la frente, y la tercera sobre el hombro izquierdo: La Aciparthénos, La siempre Virgen: antes, durante y después del parto.
El Nacimiento de Jesucristo fue milagroso. Por lo tanto, no quebrantó su virginidad, antes la consagró (Vaticano II, Lumen Gentium) porque el Señor Niño salió de su Purísimo seno como un rayo de sol traspasa un cristal, sin romperlo ni mancharlo, afirmaron Padres y doctores, expresión que quedó para siempre al asumirla el Catecismo de San Pío X, y así lo proclama la Liturgia (lex orandi, lex credendi; la ley de la oración es la ley de la fe): “Sicut sidus radium, profert virgo filium, pari forma” (Como un rayo del cielo, de manera semejante, da a luz la virgen al Hijo).
¡Milagroso! Entre júbilo da María a luz a un Niño, que es más antiguo que la creación, y no yace agotada y pálida por los dolores del parto. María da a luz a su Niño no entre dolores, sino entre alegrías (Obispo Zenón de Verona, contemporáneo de San Ambrosio).
Y de esa enseñanza de fe de la Iglesia de veinte siglos, se desprende que el parto virginal de María se cumplió no sólo sin molestias ni dolores por ser la Inmaculada de Dios, sino en un éxtasis y entre fulgores celestiales. Como pinta el Nacimiento del Mesías el gran Fray Luis de León: En resplandores de santidad del vientre y de la aurora.
Y agrega Kattum: El parto virginal se asemeja al Nacimiento del Verbo de Dios del seno del Padre: luz de luz ( Y repite la expresión del Catecismo: el rayo de sol que atraviesa el cristal)
Así nos lo dicen también los relatos unánimes de los místicos de todos los tiempos. ¿Es que podía nacer de otra forma el Hijo de Dios?
San Antonio de Padua, el Doctor Evangélico, nos completa la enseñanza de la Iglesia sobre el misterio de la Madre Virgen: En María hubo un doble alumbramiento: en su cuerpo y en su espíritu. Dio a luz a Jesús con alegría y sin dolor. Y al pie de la cruz, traspasada su alma de compasión, engendró para el cielo, entre sufrimientos inexplicables, a todos los cristianos.
María Santísima, al término de su vida terrena, fue Asunta en cuerpo y alma a los Cielos
La Inmaculada Madre de Dios, la siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrestre fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial. (Pío XII, 1º de nov. de 1950, Const. Ap. Munificientíssimus Deus, definición dogmática).
Y al creer, con todo el fervor de nuestra fe, en ésa su asunción triunfal en alma y cuerpo al cielo, donde es aclamada Reina por todos los coros de los Ángeles y por toda la legión de los santos, nos unimos a ellos para alabar y bendecir al Señor, que la ha exaltado sobre todas las demás criaturas, y para ofrecerle el aliento de nuestra devoción y de nuestro amor. (Pío XII, oración después de la proclamación dogmática).
Dice el Señor: Yo llenaré de gloria el solio de mis pies. Los pies del Señor significan aquí su humanidad. Y el solio de la humanidad del Señor fue la Bienaventurada Virgen María, de quien asumió la Humanidad, solio que glorificó tal día como hoy, pues la exaltó sobre los coros de los Ángeles.
Claramente con esto se tiene que la Bienaventurada Virgen fue trasladada en cuerpo, porque fue el solio de los pies del Señor, por lo de aquello del salmo: “Oh Señor, levántate y ven al lugar de tu morada, tú y el arca de tu santificación” Se levantó el Señor, cuando se remontó a la diestra del Padre. Se levantó el arca de su santidad, cuando en este día, la Virgen Madre fue arrebatada al tálamo celeste (San Antonio de Padua, sermón de la Asunción citado por Pío XII en la Constitución Dogmática).
En María el alumbramiento ha guardado intacta su virginidad, y cuando abandona la vida, su cuerpo es conservado, y lejos de desaparecer se convierte en un tabernáculo más puro y más divino sobre el que la muerte no ejerce más poder, y que subsiste por los siglos de los siglos. Era justo que así como Dios había descendido hacia Ella, Ella fuera elevada a un tabernáculo más alto y más precioso, el mismo cielo. Era necesario que Ella que había dado asilo en su seno al Verbo de Dios, fuera colocada en los divinos tabernáculos de su Hijo. Era necesario que siendo la Esposa elegida por Dios viviese en la morada del cielo (San Juan Damasceno).
María Santísima fue constituida Corredentora junto al Redentor
Por la naturaleza de su obra, el Redentor debió asociar a su Madre a su obra. Por esta razón la invocamos con el titulo de Corredentora. Ella nos dio al Salvador, lo acompañó en la obra de la Redención hasta la Cruz misma, compartiendo con Él los dolores de la agonía y de la muerte en la que Jesús consumó la Redención de la humanidad. Y muy unida a Él, en los últimos momentos de su vida, Ella fue proclamada por el Redentor como nuestra Madre, como la Madre de todo el Universo. (Pío XI, Alocución a los peregrinos de Vicenza, 30 de nov. de 1933). Porque como dice San Buenaventura: Tal como Adán y Eva fueron los destructores de la raza humana, así Jesús y María fueron sus reparadores.
Cuando María se ofreció a Dios completamente, junto a su Hijo en el templo, ya participaba con Él de la dolorosa expiación a favor del género humano. Es, por tanto cierto, que Ella participó en las mismas profundidades de su alma con sus más amargos sufrimientos y con sus tormentos. Finalmente fue ante los ojos de María que se consumó el divino Sacrificio, para el cual había dado a luz y criado a la víctima (León XIII, Enc. Jucunda semper, 1894).
Ella estuvo en el Calvario por divina disposición. En comunión con su Hijo doliente y agonizante, soportó el dolor y casi la muerte, abdicó sus derechos de Madre sobre su Hijo para conseguir la salvación de los hombres y para apaciguar la ira divina, y en cuanto de Ella dependía, inmoló a su Hijo (Benedicto XV, Carta Apostólica Inter. Sodalicia, 22 de mayo de 1918)).
A consecuencia de esa unión en el sufrimiento e intención existente entre Cristo y María, ella mereció ser dignamente la reparadora del mundo perdido y, por ende, la dispensadora de todos los favores que Jesús nos adquirió con su muerte y con su sangre. Ella nos merece “de congruo”, como dicen, lo que Cristo nos mereció “de condigno” (San Pío X, Enc. Ad diem Illum, 1904).
Porque en ese sacrificio había dos altares, uno en su Corazón, otro en el Cuerpo de Cristo. Cristo inmolaba su Cuerpo, Ella inmolaba su alma (Juan Pablo II). Por ello la reconocemos como la Corredentora del linaje humano (León XIII, San Pío X, Benedicto XV, Pío XI, Pío XII, Juan Pablo II).
María Santísima es la Medianera de todas las Gracias
María es justamente invocada como la Mediadora de las Gracias (Juan Pablo II, 17 de sept. de 1989 discurso en Orte, Italia)
¡María es la Dispensadora de las Gracias de Dios! (Oficio de los Griegos) Ella fue llamada por la augustísima Trinidad para intervenir en todos los misterios de la misericordia y del amor, y fue constituida Dispensadora de todas las gracias. (San Pío X).
María es la Tesorera y Dispensadora de las misericordias de Dios, Y su Purísimo Corazón está repleto de caridad, de dulzura y de ternura para con nosotros pecadores. (Beato Pío IX, oración a Nuestra Señora de la piedad).
Ella recibe totalmente la oculta gracia del Espíritu y ampliamente la distribuye. La Madre es la dispensadora y dispensadora de todos los maravillosos dones increados del divino Espíritu (Teófano de Nicea).
Mi Santísima Señora, Madre de Dios, llena de gracia, Vos sois la gloria de nuestra naturaleza, el canal de todos los bienes, la Reina de todas las cosas después de la Trinidad, la Mediadora del mundo después del Mediador; Vos sois el puente que une la tierra con el cielo, la llave que nos abre las puertas del paraíso, nuestra Abogada, nuestra Mediadora. Mirad mi fe, mirad mis piadosos anhelos y acordaos de vuestra misericordia y de vuestro poder (San Efrén).
María Santísima es la Abogada del pueblo de Dios
Esta Virgen excelsa, que es Madre de vuestro Juez y vuestro Dios, ésta es la Abogada del género humano, idónea, que puede cuanto quiere delante de Dios; sapientísima, que sabe todos los modos de aplacarle; universal, que a todos acoge y no rehusa defender a ninguno (Santo Tomás de Villanueva)
María es nuestra Abogada, que por ser la Madre de Jesús, jamás deja de ser oída (San Buenaventura) Acercándose Ella al trono de su Divino Hijo, como Abogada pide, como Esclava ora, y como Madre manda (Pío VII, Breve “Tanto studio”19 de febrero de 1805).
Con el Beato Juan XXIII nos emocionamos al invocarla: Oh María, Tú ruegas con nosotros. Lo sabemos. Lo sentimos. ¡Oh, qué realidad más deliciosa, qué gloria más soberana ! (Juan XXIII, Diario de un alma)
Y a Ella clamamos según el sentir más profundo de la Iglesia:
Señora, lo que pueden obtener las intercesiones de todos los santos unidos con Vos, bien puede obtenerlo vuestra intercesión sola, sin ayuda de ellos.
Y ¿por qué Vos sola sois tan poderosa? Porque Vos sola sois la Madre de nuestro salvador, Vos la Esposa de Dios, Vos la Reina Universal del cielo y de la tierra.
Si Vos no habláis por nosotros, ningún santo abogará a favor nuestro. Pero si Vos oráis, todos los santos tendrán empeño en orar por nosotros y socorrernos (San Anselmo).
Tú eres tan poderosa delante de Dios, que, como canta Dante Alighieri, quien deseando la gracia, no recurre a Ti, pretende volar sin alas (Pío XII).
¡Ea pues Señora, Abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre! (Salve Regina).
María Santísima es la Omnipotencia Suplicante
El Papa de la paz, Benedicto XV, exclamaba: ¡Te hemos tomado por nuestra Patrona, porque Tú, la Virgen Madre, entre muchos títulos gloriosos, con razón has recibido el de Omnipotencia Suplicante!
Leemos en las Glorias de María, del Doctor Mariano San Alfonso María de Ligorio: Tanto os ha ensalzado el Señor, Virgen Santa, que, con su favor, podéis obtener a vuestros devotos todas las gracias posibles; porque vuestra protección es omnipotente, añade Cosme de Jerusalén.
Sí, omnipotente es María –añade Ricardo de San Lorenzo- porque según las leyes, de los mismos privilegios gozan las reinas que los reyes. Siendo pues, igual el poder del Hijo y de la Madre, por ser omnipotente el Hijo, ha hecho omnipotente a la Madre- Y explica San Alfonso: El Hijo es omnipotente por naturaleza, la Madre es omnipotente por gracia, y en tal modo es verdad de cuanto pide la Madre nada le niega el Hijo, como le fue revelado a Santa Brígida, la cual entendió que Jesús, hablando un día con su Madre, le dijo así: Madre mía, ya sabes cuánto te amo, pídeme cuanto quieras, pues sea lo que fuera, tus ruegos no pueden ser desoídos, y es delicada la razón que alega: Madre, cuando vivías en la tierra nada te negaste de hacer por amor mío, ahora que estamos en el cielo es razón que yo nada me niegue a hacer de lo que Tú quieres. Se llama pues omnipotente María en el modo que puede entenderse una criatura, la cual no es capaz de un atributo divino. Así Ella es omnipotente porque con sus ruegos puede cuanto quiere (San Alfonso María de Ligorio, Las Glorias de María)
María, situada a la derecha de su unigénito Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, alcanza con sus valiosísimos ruegos maternales, y encuentra lo que busca, y no puede quedar decepcionada (Beato Pío IX, Ineffabilis Deus).
María tiene, en su calidad de Madre del Altísimo un poder igual a su querer. Ella no puede dejar de ser atendida porque Dios condesciende en todo y por todo al querer de su buena Madre. Ella nos salvará por sus plegarias, la inteligencia es incapaz de concebir el poder de su intercesión. (San Germán de Constantinopla).
Por eso dice San Bernardo: ¿Tienes que acudir al Padre, busca al Mediador que es Jesús. ¿Pero es que también temes a Éste? Pues acude a María, que siempre es escuchada por la reverencia de Madre.
María Santísima es Auxiliadora y Socorro para todos sus hijos
María es refugio segurísimo de todos los que peligran, fidelísima auxiliadora y poderosísima mediadora y conciliadora de todo el orbe de la tierra ante su unigénito Hijo; Ella, gloriosísimo ornato de la Iglesia santa, firmísimo baluarte que destruyó siempre todas las herejías, y libró siempre de las mayores calamidades de todas clases a los fieles y a las naciones. (Beato Pío IX, Ineffabilis deus)
Ella siempre ha librado al pueblo cristiano de las calamidades, los enemigos y la muerte. Su auxilio ha sido continuo, oportunísimo según la variedad de los tiempos, y lleno de maravillosa suavidad (Beato Pío IX).
Oh María, ¡Tú eres verdaderamente espléndida Auxiliadora de los Cristianos! Acudimos a Ti, a fin de que seas propicia a muestras plegarias, y otórganos el implorado socorro, Tú que también mereciste ser llamada nuestro Socorro (León XIII).
María Santísima es la Señora del Santísimo Sacramento
María es Nuestra Señora del Santísimo Sacramento (San Pedro Julián Eymard, San Pío X). A Ella debemos rendir muchas acciones de gracias, pues el Cuerpo de Cristo que Ella engendró y llevó en su seno, que envolvió en pañales, que alimentó con solicitud materna, es el mismo Cuerpo que recibimos en el altar. No hay palabras humanas que sean capaces de alabarla dignamente porque de Ella tomó su carne el Mediador entre Dios y los hombres.
Cualquier honor que le pudiésemos dar, está por debajo de sus méritos, ya que Ella nos ha preparado en su castísimo seno la Carne inmaculada que alimenta nuestras almas. Eva comió un fruto que nos privó del eterno festín, y María nos presenta otro que nos abre la puerta del banquete celestial (San Pedro Damián).
Cuando, en la Visitación, llevó en su seno el Verbo hecho carne, se conviertió de algún modo en «tabernáculo» –el primer «tabernáculo» de la historia– donde el Hijo de Dios, todavía invisible a los ojos de los hombres, se ofrece a la adoración de Isabel, como «irradiando» su luz a través de los ojos y la voz de María. María y Eucaristía son inseparables. Por eso, el recuerdo de la Virgen en el celebración eucarística es unánime, ya en la antigüedad, en las Iglesias de Oriente y Occidente. (Juan Pablo II, Ecclesia de Eucaristía, Jueves Santo del 2004)
María Santísima es Reina y Señora de todo lo creado
Cristo es Señor de todo por haber creado todas las cosas, y Ella es Señora de todas esas cosas porque las ha elevado a su dignidad original por la Gracia que mereció (discípulo de San Anselmo, citado por Pío XII en su Enc. Ad Coeli Reginam). Pero Cristo, además de ser Señor y Rey por naturaleza, lo es por conquista y María fue asociada a Él en esta conquista que es la redención (Pío XII, ibídem).
Cristo quiso que María compartiera la pena de la Pasión para que así Ella pueda ser la Madre de todos mediante la recreación. Ella fue su ayudadora en la Redención por su compasión. Y así como todo el mundo está sujeto a Dios por su suprema pasión, así está sujeto a la Señora de todos por su compasión (San Alberto Magno).
Su mismo nombre, María, significa Señora, proclamada así por los Padres y los Santos en la tradición, desde antiguo (Pío XII, Ad Coeli Reginam)
Ella fue siempre aclamada por la Iglesia como Señora de todos los cristianos (Gregorio II, Séptimo Concilio Ecuménico). María es la Dueña, Dominadora y Señora de todo ( Padres y Santos, citados por Pío XII):
María es la Reina que está a la diestra del Rey, vestida con mantos dorados, muy engalanada, con esa frase bíblica comienza la Divina Liturgia de San Juan Crisóstomo.
María Santísima es Reina de los Ángeles, de los Patriarcas, de los Profetas, de los Apóstoles, de los Mártires, de los Confesores, de las Vírgenes, y de todos los Santos (Letanías Lauretanas).
Ella, gloria de los profetas y los apóstoles, y honra de los mártires, alegría y corona de todos los santos; (Beato Pío IX, Ineffabilis Deus). Ella es Nuestra Gloriosa Señora (Benedicto XV, Gloriosa Domina).
María Santísima es la Reina del Sacratísimo Rosario, el arma invencible de todos los tiempos
Tan pronto se instituyó el Rosario, inmediatamente penetró en todas las clases de la sociedad y se divulgó en todas partes. Y el pueblo cristiano que tiene variadas maneras de honrar a la Virgen, siempre lo prefirió especialmente y se lo ofreció pública y privadamente, en casas y en familias formando comunidades, dedicándole altares y realizando procesiones puesto que en el Rosario se encierra y compendia el culto que se le debe. (León XIII)
El Rosario produce siempre nuevos y dulces frutos de piedad (León XIII). Creemos que Ella misma, como Celestial Reina ha concedido gran eficacia a tal modo de orar por el hecho de que haya sido introducido y propagado –inspirado por Ella- por el glorioso Santo Domingo en tiempos sumamente adversos al cristianismo, semejantes a los nuestros, como arma poderosísima para desbaratar a los enemigos de la fe (León XIII).
Numerosos signos muestran como María ejerce también hoy, a través de esta oración, su solicitud materna para con todos sus hijos. En los últimos dos siglos, María, la Madre de Cristo, ha hecho notar su presencia y su voz para exhortar al Pueblo de Dios a recurrir al Rosario (Juan Pablo II). Por eso el amado San Pío de Pietralcina nos dejó este testamento: “Rezad y haced rezar el Rosario, amad y haced amar a María”.
María Santísima es Reina del mundo, de la familia y de la Paz
María Santísima fue coronada por el Papa Pío XII como Reina del mundo y de la Paz, en la Capelinha de Fátima y en el icono Salud del pueblo romano. Reina de la Paz fue proclamada por Benedicto XV, y Reina de la Familia por Juan Pablo II. A Ella rogamos por el mundo, por la paz y por la familia.
La Virgen Nuestra Señora, Regina Mundi, Regina Pacis, está repitiendo por el mundo, el seguro camino de la paz y los medios para obtenerla del cielo, dado que tan poco se puede confiar en los medios humanos: El Rosario en familia y la imitación de la Sagrada Familia de Nazaret; el amor al prójimo con la oración y el sacrificio, por la concordia de las clases sociales; y el retorno a la vida cristiana, la paz con Dios y el respeto por la ley eterna, por la construcción de la paz mundial.
Ponemos nuestras esperanzas en la poderosísima intercesión de la Virgen, invocándola incesantemente para que se digne adelantar la hora en que de un extremo al otro de la tierra se cumpla el himno angélico: ¡Gloria a Dios en las alturas, y paz a los hombres de buena voluntad! (Pío XII)
María Santísima es nuestra Madre y Reina en sus innumerables títulos, y que la veneramos en infinidad de iconos e imágenes
A María Santísima alabamos y rogamos en las santísimas imágenes de toda la redondez de la tierra en templos y Capillas como en las casas de familia, y sobre todo en los magníficos iconos del Oriente Cristiano, y en las imágenes prodigiosas y milagrosas que se veneran en Occidente, muchas de ellas coronadas por los Sumos Pontífices y los obispos.
María Santísima es Rosa Mística del paraíso (León XIII). Ella es Salud para los cuerpos afligidos y atormentados por las enfermedades, Salud también para las almas, Salud de cada uno de nosotros sus hijos, y de todo el pueblo cristiano, al que le ha manifestado su defensa y protección en las desgracias y calamidades (Pío XII).
Ella es Nuestra Señora del Perpetuo Socorro (Icono milagroso de la Pasión) la Madre de la Divina Providencia, la Sede de la Sabiduría y la Causa de nuestra Alegría, (Letanías Lauretanas).
A Ella suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas (Salve Regina): como Consuelo de los afligidos, Refugio de los pecadores, y Auxilio de los Cristianos (Letanías Lauretanas), porque por Ella lleva a todos los enfermos el remedio, luce para los que viven en tinieblas el sol de justicia y es áncora y puerto segurísimo para cuantos sufren los embates de la
Que Dios manifestó su voluntad de instaurar en el mundo la devoción a su Corazón Inmaculado
Así lo expresó en Fátima la Señora del Rosario, y así lo creyeron e impulsaron muchos cristianos encabezados por los Sumos Pontífices.
El Corazón de María, la Madre de Dios y Madre nuestra, es el Corazón amabilísimo, objeto de las complacencias de la Adorable Trinidad y digno de toda la veneración y ternura de los Ángeles y los hombres, el corazón más semejante al de Jesús, cuya imagen más perfecta es María; Corazón lleno de bondad y en gran manera compasivo de nuestras miserias! (Pío VII, 18 de agosto 1807).
El Purísimo Corazón de María es tierno, sensibilísimo, solícito, generoso, compasivo, amantísimo, afligido, angustiado, zarandeado, fatigado, martirizado, atravesado, amargado (Pío VII, 14 de enero de 1815).
Nada se ha de temer, de nada hay que desesperar, si la Virgen Santa nos guía, patrocina, favorece y protege, pues tiene un Corazón maternal, y ocupada de nuestra salvación se preocupa de todo el linaje humano.(Beato Pío IX).
Por eso renovamos y ratificamos en nuestros corazones y hogares, la consagración al Inmaculado Corazón de María, que en respuesta a sus llamados de Fátima, realizaron los Papas Pío XII, Pablo VI y Juan Pablo II, y rogamos que se acelere la ahora de su triunfo, y del triunfo del Reino de Dios (Pío XII, 13 de mayo de 1946),
Regina Coeli del Papa: «Amar como Cristo significa salir de uno mismo»
ALBERTO PIZZOLI/AFP/East News
09/05/21 - actualizado el 09/05/21
A la hora del rezo del Regina Coeli, el Papa reflexionó sobre el mandamiento que Jesús nos dejó y que sintetiza en uno, todos los demás mandamientos: "Amaos los unos a los otros como yo os he amado".
El VI Domingo de Pascua, 9 de mayo, el Papa Francisco rezó la oración mariana del Regina Coeli asomado desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano. Comentando el Evangelio dominical según san Juan (Jn 15, 9-17), en el que Jesús nos invita a «permanecer en su amor para que su alegría esté en nosotros y nuestra alegría sea plena» (vv. 9-11); el Santo Padre planteó una cuestión fundamental: «¿Cuál es este amor en el que Jesús nos dice que permanezcamos para tener su alegría?».
«Es el amor que tiene origen en el Padre, porque Dios es amor», dijo el Pontífice haciendo hincapié en que el amor que Jesús nos dona «es el mismo con el que el Padre lo ama a Él: amor puro, incondicionado, gratuito».
«Donándonoslo Jesús nos trata como amigos, dándonos a conocer al Padre, y nos involucra en su misma misión por la vida del mundo», puntualizó Francisco.
«Permanecer en el amor de Jesús»
Siguiendo la exhortación del Maestro, «permanezcan en mi amor», el Papa destacó que para poder lograr esta difícil meta de la vida es necesario cumplir con los mandamientos de Dios que Jesús resumió en uno solo «Amaos los unos a los otros como yo os he amado» (v. 12):
“Amar como ama Cristo significa ponerse al servicio de los hermanos, tal como hizo Él al lavar los pies de los discípulos. Significa salir de uno mismo, desprenderse de las propias seguridades humanas, de las comodidades, para abrirse a los demás, especialmente a quienes tienen más necesidad. Significa ponerse a disposición con lo que somos y lo que tenemos. Esto quiere decir amar no de palabra, sino con obras.”
Decir «no» a otros amores: dinero, éxito y poder
Poniendo en guardia sobre los riesgos de desviarnos del camino marcado por el Señor, el Obispo de Roma reordó que amar como Cristo significa decir no a otros “amores” que el mundo nos propone: amor al dinero, al éxito, al poder…
«Estos caminos engañosos -aseveró Francisco- nos alejan del amor al Señor y nos llevan a ser cada vez más egoístas, narcisistas y prepotentes. La prepotencia conduce a una degeneración del amor, a abusar de los demás, a hacer sufrir a la persona amada».
Asimismo, el Pontífice reflexionó en su alocución sobre los peligros del amor enfermo que se transforma en violencia:
«¡Y cuántas mujeres son sus víctimas hoy en día!», añadió Francisco subrayando que esto no es amor ya que «amar como ama el Señor quiere decir apreciar a la persona que está a nuestro lado y respetar su libertad», es decir, amarla como es y gratuitamente.
“En definitiva, Jesús nos pide que habitemos en su amor, no en nuestras ideas, no en el culto a nosotros mismos; que abandonemos la pretensión de dirigir y controlar a los demás para fiarnos y donarnos a ellos”
Jesús nos conduce a la alegría plena
Finalmente, el Papa recordó que Jesús mismo nos ha dicho que este «permanecer en el amor del Señor» nos conducirá siempre a la alegría: «Para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría sea plena» (v. 11).
«El Señor quiere que la alegría que Él posee, porque está en comunión total con el Padre, esté también en nosotros en cuanto unidos a Él», expresó el Santo Padre afirmando que a pesar de nuestras infidelidades, «esta alegría de sabernos amados por Diosnos nos hace afrontar con fe las pruebas de la vida, nos hace atravesar las crisis para salir de ellas siendo mejores».
Preces
En la mañana de este domingo, alabemos a Jesucristo que, en la Última Cena, nos ha dicho que nos considera sus amigos:
R/MBendito seas por siempre, Señor.
Por la Iglesia, que, animada por el Espíritu Santo, rememora los misterios de tu vida en los sacramentos.MR/
Por el magisterio que nos ayuda a entender el evangelio e ilumina nuestra conciencia.MR/
Por los distintos carismas que enriquecen a la Iglesia.MR/
Por las semillas de tu verdad depositadas en el corazón de todos los hombres.MR/
Por la celebración de la Misa dominical, que nos ayuda a permanecer unidos a la comunidad cristiana.MR/
Por la amistad que nos ofreces y que nos permite querer mejor a los demás.MR/
Intenciones libres
Padre nuestro…
Oración
Dios todopoderoso, concédenos continuar celebrando con fervor sincero estos días de alegría en honor del Señor resucitado, para que manifestemos siempre en las obras lo que repasamos en el recuerdo. Por nuestro Señor Jesucristo.
«Que la Virgen María nos ayude a permanecer en el amor de Jesús y a crecer en el amor hacia todos testimoniando la alegría del Señor resucitado», concluyó.