Tened fe en Dios
- 28 Mayo 2021
- 28 Mayo 2021
- 28 Mayo 2021
Celebrar a Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote.
Cristo es el único Salvador del mundo. De un modo personal, profundo, quiere ser, también, mi Salvador.
Nuestro corazón está herido por el pecado, nuestra mente vive dispersa en mil distracciones vanas, nuestra voluntad flaquea entre el bien y el mal, entre el egoísmo y el amor.
¿Quién nos salvará? ¿Quién nos apartará del pecado y de la muerte? Sólo Dios. Por eso necesitamos acercarnos a Él para pedir perdón.
Pero, entonces, "¿quién subirá al monte de Yahveh?, ¿quién podrá estar en su recinto santo?" Sólo alguien bueno, sólo alguien santo: "El de manos limpias y puro corazón, el que a la vanidad no lleva su alma, ni con engaño jura" (Sal 24,3-4).
Sabemos quién es el que tiene las manos limpias, quién es el que tiene un corazón puro, quién puede rezar por nosotros: Jesucristo.
Jesucristo puede presentarse ante el Padre y suplicar por sus hermanos los hombres. Es el verdadero, el único, el "Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec" (Hb 5,10; 6,20). Es el auténtico "mediador entre Dios y los hombres" (1Tm 2,5), como explica el "Catecismo de la Iglesia Católica" (nn. 1544-1545).
Cristo es el único Salvador del mundo. De un modo personal, profundo, quiere ser, también, mi Salvador.
Celebrar a Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, nos llena de alegría. El altar recibe la Sangre del Cordero. El Sacerdote que ofrece, que se ofrece como Víctima, es el Hijo de Dios e Hijo de los hombres. El Padre, desde el cielo, mira a su Hijo, el Cordero que quita el pecado del mundo, el Sumo Sacerdote que se compadece de sus hermanos.
El pecado queda borrado, el mal ha sido vencido, porque el Hijo entregó su vida para salvar a los que vivían en tinieblas y en sombras de muerte (cf. Lc 1,79).
Podemos, entonces, subir al monte del Señor, acercarnos al altar de Dios, participar en el Banquete, tocar al Salvador.
Como en la Última Cena, Jesús nos dará su Cuerpo y su Sangre. Como a los Apóstoles, lavará nuestros pies, y nos pedirá que le imitemos: "Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (Lc 22,27). “Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros” (Jn 13,15).
Ese es nuestro Sumo Sacerdote, el Cordero que salva, el Hijo amado del Padre. A Él acudimos, cada día, con confianza: "Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado.
Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna" (Hb 4,15-16).
Pidamos al Señor la gracia de poder ver en cada Eucaristía este gran regalo que nos hace y ser verdaderamente agradecido por tan inmenso don. Que en cada visita eucarística podamos reconocer, en lo más profundo de nuestro corazón, su presencia amorosa y misericordiosa que nos cubre y nos llama a la conversión todos los días, para ser cada vez un poco más santos y acercarnos a cada Eucaristía con un corazón dispuesto a recibir al verdadero Dios y verdadero hombre que se hace carne, por nosotros y para nuestra salvación.
«La Eucaristía es “Pan partido para la vida del mundo”. Es Sacramento de comunión, que nos hace salir del individualismo para vivir juntos el seguimiento y nos da la certeza de que lo que tenemos, lo que somos, si es tomado, si es bendecido y si es entregado, con el poder de Dios, con el poder de su amor, se convierte en pan de vida para los demás».
El cáncer es un mal contra el que se puede luchar de muchas maneras. Una de ellas, más poderosa de lo que podemos creer, es sencillamente orar con fe. Reza esta oración por las personas que sufren esta enfermedad: Señor Jesús, extiende tu mano y tócame, pon tu mano y cúrame. Ten piedad de las personas enfermas de cáncer, bendícelas y santifícalas. Bendice y santifica el tratamiento contra el cáncer. Señor Jesús, ayuda a las personas que no pueden hacer el tratamiento para combatir el cáncer. Ayuda a las personas que están haciendo el tratamiento contra el cáncer y por algún motivo el tratamiento ha sido interrumpido. Bendice y santifica los medicamentos que estos enfermos están usando o necesitan usar. Bendice y santifica las quimioterapias, las radioterapias y las cirugías a las que se tienen que someter los enfermos. Señor Jesús, derrama tu preciosa sangre sobre los cánceres, los tumores, las metástasis y destrúyelos para que no vuelvan nunca.
Amado Jesús, derrama la justicia divina con todo el rigor sobre las personas que de alguna manera están interfiriendo con el tratamiento de los enfermos de cáncer. Bendice y santifica a los médicos, y sus aparatos y equipos para tratar a las personas con cáncer. Señor Jesús, concede la curación y liberación, sanación interior a las personas que heredaron el cáncer genéticamente. Libera y sana a las familias que tienen varios casos de cáncer confirmado. Señor, rompe y destruye ese yugo hereditario maligno. Derrama tu preciosa sangre sobre el cuerpo, la mente, el alma, el espíritu y sobre la herencia de todas las personas que tienen cáncer. Señor Jesús, revienta este maldito cáncer, que ya ha destruido a muchas familias. Exorciza a los enfermos con cáncer, concédeles la salud y la libertad de hijos de Dios. Oh, gloriosa Madre Santísima, Madre de Nuestro Señor Jesucristo, ten piedad de los enfermos con cáncer, intercede por ellos ante tu Hijo Jesús, alivia los terribles dolores causados por este maldito cáncer y dales paciencia hasta alcanzar la completa curación y liberación del cuerpo, de la mente y del espíritu, por intercesión de todos los ángeles y santos del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, en la unidad del Espíritu Santo. Amén
Germán de París, Santo
Obispo, 28 de mayo
Martirologio Romano: En París, en la Galia, san Germán, obispo, que habiendo sido antes abad de San Sinforiano de Autún, fue llamado a la sede de esta ciudad, donde, conservando el estilo de vida monástico, ejerció una fructuosa cura de almas († 576).
Breve Biografía
Gran parte de su vida la conocemos por el testimonio de su colega el obispo Fortunato que asegura estuvo adornado del don de milagros.
Nació Germán en la Borgoña, en Autun, del matrimonio que formaban Eleuterio y Eusebia en el último tercio del siglo V. No tuvo buena suerte en los primeros años de su vida carente del cariño de los suyos y hasta estuvo con el peligro de morir primero por el intento de aborto por parte de su madre y luego por las manipulaciones de su tía, la madre del primo Estratidio con quien estudiaba en Avalon, que intentó envenenarle por celos.
Su pariente de Lazy con quien vive durante 15 años es el que compensa los mimos que no tuvo Germán en la niñez. Allí sí que encuentra amor y un ambiente de trabajo lleno de buen humor y de piedad propicio para el desarrollo integral del muchacho que ya despunta en cualidades por encima de lo común para su edad.
Con los obispos tuvo suerte. Agripin, el de Autun, lo ordena sacerdote solucionándole las dificultades y venciendo la resistencia de Germán para recibir tan alto ministerio en la Iglesia; luego, Nectario, su sucesor, lo nombra abad del monasterio de san Sinforiano, en los arrabales de la ciudad. Modelo de abad que marca el tono sobrenatural de la casa caminando por delante con el ejemplo en la vida de oración, la observancia de la disciplina, el espíritu penitente y la caridad.
Es allí donde comienza a manifestarse en Germán el don de milagros, según el relato de Fortunato. Por lo que cuenta su biógrafo, se había propuesto el santo abad que ningún pobre que se acercara al convento a pedir se fuera sin comida; un día reparte el pan reservado para los monjes porque ya no había más; cuando brota la murmuración y la queja entre los frailes que veían peligrar su pitanza, llegan al convento dos cargas de pan y, al día siguiente, dos carros llenos de comida para las necesidades del monasterio. También se narra el milagro de haber apagado con un roción de agua bendita el fuego del pajar lleno de heno que amenazaba con arruinar el monasterio. Otro más y curioso es cuando el obispo, celoso que de todo hay por las cosas buenas que se hablan de Germán, lo manda poner en la cárcel por no se sabe qué motivo (quizá hoy se le llamaría «incompatibilidad»); las puertas se le abrieron al estilo de lo que pasó al principio de la cristiandad con el apóstol, pero Germán no se marchó antes de que el mismo obispo fuera a darle la libertad; con este episodio cambió el obispo sus celos por admiración.
El rey Childeberto usa su autoridad en el 554 para que sea nombrado obispo de París a la muerte de Eusebio y, además, lo nombra limosnero mayor. También curó al rey cuando estaba enfermo en el castillo de Celles, cerca de Melun, donde se juntan el Yona y el Sena, con la sola imposición de las manos.
Como su vida fue larga, hubo ocasión de intervenir varias veces en los acontecimientos de la familia real. Alguno fue doloroso porque un hombre de bien no puede transigir con la verdad; a Cariberto, rey de París el hijo de Clotario y, por tanto, nieto de Childeberto, tuvo que excomulgarlo por sus devaneos con mujeres a las que va uniendo su vida, después de repudiar a la legítima Ingoberta.
El buen obispo parisino murió octogenario, el 28 de mayo del 576. Se enterró en la tumba que se había mandado preparar en san Sinfroniano. El abad Lanfrido traslada más tarde sus restos, estando presentes el rey Pipino y su hijo Carlos, a san Vicente que después de la invasión de los normandos se llamó ya san Germán. Hoy reposan allí mismo y se veneran en una urna de plata que mandó hacer a los orfebres el abad Guillermo, en el año 1408.
Contra el egoísmo espiritual, la fe que obra milagros
Santo Evangelio según san Marcos 11, 11-26. Viernes después de Pentecostés
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, vengo ante ti porque quiero estar contigo. Sé que Tú también quieres estar conmigo, quieres que te hable de mis cosas, te acompañe y te ame. Gracias por el don de la oración, porque gracias a ella puedo estar en contacto directo contigo. Aumenta mi fe, mi esperanza y mi amor. Concédeme, Señor, una fe firme y grande, capaz de mover las montañas que se presentan en mi vida. Dame la gracia de reconocerme necesitado de ti. Perdona mis faltas y dame tu amor y tu misericordia. María, Madre mía, acompáñame en esta oración e intercede ante Dios por mí y mis necesidades pues tú también las conoces.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 11, 11-26
Después de haber sido aclamado por la multitud, Jesús entró en Jerusalén, fue al templo y miró todo lo que en él sucedía; pero como ya era tarde, se marchó a Betania con los Doce.
Al día siguiente, cuando salieron de Betania, sintió hambre. Viendo a lo lejos una higuera con hojas, Jesús se acercó a ver si encontraba higos; pero al llegar, sólo encontró hojas, pues no era tiempo de higos. Entonces le dijo a la higuera: “Que nunca jamás coma nadie frutos de ti”. Y sus discípulos lo estaban oyendo.
Cuando llegaron a Jerusalén, entró en el templo y se puso a arrojar de ahí a los que vendían y compraban; volcó las mesas de los que cambiaban dinero y los puestos de los que vendían palomas; y no dejaba que nadie cruzara por el templo cargando cosas. Luego se puso a enseñar a la gente, diciéndoles: “¿Acaso no está escrito: Mi casa será casa de oración para todos los pueblos? Pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones”.
Los sumos sacerdotes y los escribas se enteraron de esto y buscaban la forma de matarlo; pero le tenían miedo, porque todo el mundo estaba asombrado de sus enseñanzas. Cuando atardeció, Jesús y los suyos salieron de la ciudad.
A la mañana siguiente, cuando pasaban junto a la higuera, vieron que estaba seca hasta la raíz. Pedro cayó en la cuenta y le dijo a Jesús: “Maestro, mira: la higuera que maldijiste se secó”.
Jesús les dijo entonces: “Tengan fe en Dios. Les aseguro que si uno le dice a ese monte: ‘Quítate de ahí y arrójate al mar’, sin dudar en su corazón y creyendo que va a suceder lo que dice, lo obtendrá. Por eso les digo: Cualquier cosa que pidan en la oración, crean ustedes que ya se la han concedido, y la obtendrán. Y cuando se pongan a orar, perdonen lo que tengan contra otros, para que también el Padre, que está en el cielo, les perdone a ustedes sus ofensas; porque si ustedes no perdonan, tampoco el Padre, que está en el cielo, les perdonará a ustedes sus ofensas”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Dos elementos podría meditar en esta oración basados en este pasaje que hoy me diriges y en los cuales contemplo tu real humanidad. Tú te hiciste hombre en todo semejante a mí menos en el pecado. Por ello me comprendes y conoces muchas de mis dificultades, de mis sentimientos, de mis emociones. Hambre y celo. Dos elementos en los que te has querido identificar conmigo y de los cuales puedo aprender a vivir según tu ejemplo.
Hambre. Me dices en el pasaje que sentiste hambre y te acercaste a una higuera a buscar higos para comer. No encontraste ninguno. ¡Dios siente hambre! Tú experimentaste el hambre humana aunque pudiste haber ordenado que cayeran panes del cielo, o que regresara el maná, incluso que brotaran higos de aquella higuera, sin embargo soportaste la necesidad y continuaste el camino. ¿Qué me enseñas, Señor, con tu forma de actuar? Me enseñas que eres un Dios cercano a mi existencia, que conoce mi realidad y no es indiferente ante la necesidad del mundo. Puedo además compararlo con mi alma. Podría ser yo aquella higuera a la cual te acercas a buscar fruto. ¡Tú tienes necesidad de mí! Y yo que a veces te rechazo, te ignoro, me rebelo. No vienes a buscar mi fruto como el juez que exige lo debido, sino como el necesitado que suplica ayuda. Dame la gracia de darte todo lo que me pides. Ayúdame a dar el fruto que necesitas. En palabras de san Agustín te digo: dame, Señor, lo que me pides y pídeme lo que quieras.
Celo. Contemplo en ti otro sentimiento que en ocasiones me acompaña. Al entrar en el Templo descubres que no se usa para lo que se debería usar: para la oración. Enojado sacas todo aquello que no debería ocupar aquel lugar en donde mora tu Padre. Muestras el celo de Dios porque se le prefiera solamente a Él, y a nada más.
Yo también soy templo de Dios. Eres celoso con tu morada y no quieres que en ella habiten cosas contrarias a las que deben estar allí. En mi corazón tal vez hay cosas que no deberían estar ocupándolo. Hoy te pido, entra en mi interior y saca todo aquello que me separa de ti, que no me permite permanecer en plena comunión contigo. Dame el celo necesario para mantener mi corazón sólo para ti y tus cosas. Quiero que Tú seas todo para mí y yo todo para ti.
«Es el estilo de vida de la fe. -‘Padre, ¿qué debo hacer para esto?’ -‘Pues pídelo al Señor, que te ayude a hacer cosas buenas, pero con fe. Solo una condición: cuando uno se pone a rezar pidiendo esto, si tiene algo contra alguien, lo perdone. Es la única condición, para que también vuestro Padre que está en el cielo perdone, nuestros pecados’. La fe para ayudar a los otros, para acercarse a Dios. Esta fe que hace milagros».
(Homilía de S.S. Francisco, 29 de mayo de 2015, en Santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré una oración por todos aquello que pasan hambre y, si tengo la oportunidad, daré algo de comer al que lo necesita.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
La ira es tan poderosa que resulta repulsiva tanto para quien lo experimenta en sí mismo como para quien la advierte en otro.
(Ef 4, 23-26; Jn 2, 14-16) Les invito a reflexionar sobre la ira, que juega un papel importante en nuestras relaciones. Cuando no somos señores de ella, cuando no tenemos la vigilancia necesaria de nuestras reacciones emocionales o no perdonamos, nos descontrolamos. Si no somos conscientes de nuestros sentimientos o no los trabajamos, podemos comportarnos inconscientemente de modo injusto y destructivo, pues actuamos por instinto. Los sentimientos tienen influencia profunda sobre nuestras ideas, opiniones, acciones y, en general, sobre nuestro cuerpo y nuestro comportamiento.
Podemos enojarnos, pero sin pecar
Por principio y de suyo la ira no es mala, pues todos tenemos el justo derecho de tomar represalia por las ofensas, según la recta razón y la ley general. Mientras el hombre se atenga al dictamen de la razón y obre de acuerdo con las exigencias de la naturaleza, la ira es un acto digno de alabanza; es un deber del que la ley puede pedir cuentas. Por eso, pudo decir san Juan Crisóstomo: "Quien con causa no se aíra, peca. Porque la paciencia irracional siembra vicios, fomenta la negligencia, y no sólo a los malos sino también a los buenos los invita al mal". Sólo cuando se excede la medida racional, o cuando no se llegue al justo medio, la ira o la no ira, son pecado. No se puede decir que una persona airada esté pecando, ya que su acto de ira puede responder en proporción justa, a la medida racional que la ira por celo está reclamando de él, pues al centrarse la ira en la venganza, si el fin de la venganza es recto, la ira es buena.
Las primeras comunidades
Los cristianos de la primera comunidad apostólica se amaban y se trataban mutuamente como hermanos (cf. Hech 2,42-47). Con el paso del tiempo, las comunidades fueron creciendo en tamaño y en número y fueron creciendo las diferencias personales (cf. 1Cor 11, 17-22). Incluso, se hizo más difícil recordar que ser cristiano suponía fuertes exigencias en las relaciones personales. No basta con haber recibido el bautismo, con rezar y participar en la celebración de la Eucaristía. Los cristianos tenían que vivir su fe en el contacto con el hermano, en sus relaciones de cada día, que se fueron cargando de conflictos. Avanzando el tiempo las comunidades empezaron a tener fuertes dificultades en las relaciones, a caer en la mediocridad, y destruir así la vida comunitaria.
Tratando de comprender la ira
La ira, en su esencia íntima, es una sed tan viva de venganza, correspondiente a una injuria recibida, cuya satisfacción se logra con la venganza. Es tan poderosa que resulta repulsiva tanto para quien lo experimenta en sí mismo como para quien la advierte en otro. Como afecta a las relaciones humanas, hasta hacernos capaces de odiar, ha suscitado más debates que ninguna otra emoción. Muchos católicos habían creído que el sentimiento de ira era en sí mismo pecaminoso. Ha tenido que pasar mucho tiempo hasta descubrir que es una emoción humana normal, regalo de Dios para la supervivencia física y psicológica. La Carta a los Efesios, cuando afirma: “Si se aíran, no pequen; no se ponga el sol mientras están airados… Toda acritud, gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre ustedes” (Ef 4,26.31), entiende que no es el sentimiento de la ira lo que es malo, sino la conducta perjudicial o culpable que dimana de él.
¿Cómo es posible airarse sin pecar?
Si encontramos expresiones de ira en la vida de Jesús, quiere decir que esta no es pecado, sino un estado emocional normal. Cuando a uno le pisan el pie, brinca. En ese caso la ira es un sentimiento normal, con ciertos límites. Se entiende que la gente tiene sentimientos de ira. Pero esos sentimientos no deben llevarnos a una conducta injuriosa. El sentimiento es una cosa y su expresión externa es otra. No podemos controlar los sentimientos, pero sí podemos controlar su reacción. Una cosa es sentir ira y otra mostrarla en la conducta. Tener ira no es pecado, mientras sea aislada y se eviten las conductas que sean perjudiciales para la vida familiar. De todos modos, la ira es un sentimiento difícil de controlar.
Sentir no es consentir
Lo primero que tenemos que hacer es distinguir el sentimiento de ira del pecado de la ira. Nos enseñan la psicología y el Catecismo de la Iglesia Católica que sentir no es lo mismo que consentir, y que los sentimientos en sí mismos, no son ni buenos ni malos, son amorales, no son pecado. Dice el Catecismo que “el término ‘pasiones’ designa los afectos y los sentimientos. Ejemplos eminentes de pasiones son el amor y el odio, el deseo y el temor, la alegría, la tristeza y la ira. En sí mismas, las pasiones no son buenas ni malas. Las emociones y sentimientos pueden ser asumidos por las virtudes, o pervertidos en los vicios”. (CaIC 1767-1774). En segundo lugar, el sentimiento de ira surge cuando lo que la persona espera, necesita o desea no es alcanzado. Por eso, si no hay deseo no hay ira. Así, si yo espero que mis hijos se porten siempre bien, hagan la tarea sin protestar, y mantengan sus cuartos en orden, si esto no sucede me voy a frustrar. El sentimiento de la ira es una reacción a mi frustración, porque las cosas no suceden como yo quisiera que fueran.
Testimonio de la Escritura
En los Evangelios encontramos el testimonio de que Jesús se enojó contra los mercaderes en el templo de Jerusalén (Juan 2,13-16); cuando los fariseos quisieron ridiculizarlo por curar en el día sábado, Jesús “paseó sobre ellos su mirada enojado y apenado por su ceguera” (Mc 3,5); cuando los discípulos reprendían a los niños para que nos se le acercaran “Jesús se enfadó y les dijo: Dejen que los niños vengan a mí” (Mc 9,13-14).
Sentimiento normal
Cristo se airó porque habían convertido la casa de Dios en cueva de ladrones. Cuando vinieron los niños a El y los apóstoles no los dejaron acercarse, el Señor se enojó. Esta es la ira normal, reacción normal del celo por la gloria de Dios ultrajada. La ira normal no lleva nunca a la agresión.
Sentimiento anormal
Hay otro grado al cual puede llegar la ira que es lo que llamamos "la rabia", la furia. Ese es un grado muy grande de ira que puede llevar, y ordinariamente lleva, a la agresión de palabra o de obra; la rabia es una forma muy fuerte de ira. Es terrible y lleva a la violencia, a la agresión. No hay que confundir ira con rabia, con resentimiento. En el resentimiento hay su parte de ira también, que la persona va almacenando, pensando en lo que le hicieron lo va guardando. Por eso se llama resentimiento, que significa volver a sentir. Esta ira va destruyendo a la persona que la siente, no al que causó el resentimiento, que a veces ni se entera que hizo calentar al otro. La ira destruye, si llega a convertirse en odio, cuyo proceso final es el resentimiento, que es una ira congelada. La ira se puede convertir en una adicción. ¿Cuándo se puede decir que una persona es adicta a la ira? Cuando no tiene control sobre la ira y ésta es algo crónico, compulsivo.
Elemento de crecimiento personal
La ira es un elemento fundamental de crecimiento personal. Puede ser un enemigo que arruine nuestras relaciones y destruya familias y comunidades o puede hacerse presente como un amigo. Será como una especie de faro para nuestro conocimiento y una fuente de energía para la acción. Clarificar nuestras necesidades más profundas y conocer nuestras barreras nos sitúa en la posición de asumir las riendas de nuestra ira, en vez de que ella lo asuma sobre nosotros.
Más importante que cualquier sacrificio
La Escritura nos introduce en las líneas maestras de la vida de los seguidores de Jesús en cuanto a las relaciones. La esencia de estas líneas de conducta es el amor. Los sinópticos presentan el mandamiento del amor dentro de un contexto de conflicto. Jesús ha llegado a Jerusalén. El jefe del sanedrín, los escribas y los ancianos han puesto en duda su autoridad. Cuando Jesús continúa enseñando, ellos se ponen furiosos y quieren detenerlo; algunos fariseos y saduceos se reúnen e inventan unas preguntas para ponerle una trampa. Así, con ese telón de fondo, rodeado de enemigos y de trampas, puesto a prueba y atacado, Mateo, Marcos y Lucas presentan a Jesús hablando del amor (cf. Mc 12,28-34). Enseñándonos así que la mansedumbre y la misericordia moderan la ira, el odio. El conflicto no nos exime del amor. La ira contra el prójimo no nos exime del más grande de los mandamientos. Más aún, el momento de la ira es el momento de responder con amor.
Nos llama a abordar el conflicto con la actitud y conducta de los que viven a Jesús, de los que creen que amar al prójimo “vale más que todos los holocaustos y sacrificios” (Mc 12,33). Incluso cuando alguien nos ha atacado, nos ha engañado, ha sido hostil con nosotros, nuestra respuesta es dejarnos guiar por el amor. Y esto no significa negar nuestra ira, sino enfrentar nuestra ira, a la persona contra quien nos airamos con un comportamiento en armonía con el amor evangélico: honradez, respeto y sobre todo disposición para el perdón.
Jesús, en medio de la oposición, peleando con sus amigos y con sus enemigos, habla del amor. Nos habla de un Padre que perdona, que acoge entre sus brazos al hijo que le ha ofendido; habla del pastor cansado que sale en busca de una sola oveja perdida; de una mujer sorprendida en adulterio que experimenta su acogida en vez de su lapidación; de un criminal que muere saboreándola misericordia y el perdón. Estas historias nos dicen que no podemos tener vida sin conflictos y que el conflicto nos ofrece la oportunidad de recuperar algo que hemos perdido, la oportunidad de la curación, de dar la vuelta a nuestras vidas, la oportunidad de regresar a nuestra casa, la casa del Padre.
El próximo 31 de mayo el Papa concluirá la maratón de oración
Para invocar el fin de la pandemia rezando el Rosario en los Jardines Vaticanos.
Fue el mismo Papa Francisco a abrir la maratón de oración el pasado 1 de mayo con una oración ante el icono de la Virgen del Socorro en la Basílica de San Pedro, tras la cual, los días posteriores, diferentes santuarios de todo el mundo participaron en esta "maratón" de oración.
La iniciativa, que, por deseo expreso del Santo Padre, ha sido organizada por el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, fue muy apreciada por su sencillez y al mismo tiempo por el profundo sentido de comunión con la Iglesia y con el Papa Francisco, en la que millones de personas han rezado el Rosario cada día de la forma en que su cultura y país lo expresa de forma natural.
La oración se retransmitirá en directo por los canales oficiales de la Santa Sede, se conectarán todas las redes católicas del mundo y será accesible para las personas sordas y con problemas de audición a través de la traducción a la lengua de signos italiana.
Fin de la maratón frente a la Virgen María Desatando Nudos
Como signo final, el Papa Francisco ha querido dirigir su oración a una imagen de la Virgen de la que es muy devoto: la Virgen María Desatando Nudos. El icono que recoge esta particular representación de la Virgen, se encuentra en Augsburgo, Alemania, y consiste en una pintura al óleo sobre lienzo realizada por el pintor alemán Johann Georg Melchior Schmidtner hacia 1700, que actualmente se encuentra en la iglesia de San Pedro am Perlach. El Papa Francisco siempre ha mostrado una fuerte devoción por esta imagen, y ha difundido su culto especialmente en Buenos Aires y Argentina. El cuadro representa a la Virgen intentando desatar los nudos de una cinta blanca tendida por dos ángeles, rodeada de escenas bíblicas que remiten simbólicamente a imágenes de esperanza, misericordia y victoria sobre el mal.
"Copia única del icono original conocido en toda Baviera con motivo de una peregrinación de las diócesis bávaras a Augsburgo celebrada en el año 2015, llegará a Roma acompañada por el obispo de Augsburgo, monseñor Bertram Johannes Meier", quien lo donará al Papa Francisco que lo destinará según sus intenciones, según da a conocer el comunicado del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, organizador de la iniciativa de la maratón de oración.
El Papa Francisco confía a la Virgen cinco "nudos" a desatar
La elección de esta imagen quiere representar una oración especial para que la Virgen interceda para "disolver" el sufrimiento que ha atado al mundo en este tiempo de crisis sanitaria, pero también económica, psicológica y de relaciones sociales. Poe ello, el Papa Francisco confiará a la Virgen cinco intenciones de oración, cinco "nudos" a desatar.
El primer nudo que hay que desatar es el de la relacionalidad herida, la soledad y la indiferencia, que se han profundizado en este tiempo.
El segundo nudo es el del desempleo, con especial atención al desempleo juvenil, al femenino, al de los padres de familia y al de los que intentan defender a sus empleados
El tercer nudo está representado por el drama de la violencia, en particular la que se origina en la familia, en el hogar dentro de las paredes de la casa, hacia las mujeres o deflagrada en las tensiones sociales generadas por la incertidumbre de la crisis.
El cuarto nudo se refiere al progreso humano, que la investigación científica está llamada a apoyar, poniendo en común los descubrimientos para que sean accesibles a todos, especialmente a los más débiles y pobres.
El quinto nudo a desatar es el de la atención pastoral. Que las Iglesias locales, las parroquias, los oratorios, los centros de pastoral y de evangelización redescubran el entusiasmo y el nuevo impulso en toda la vida pastoral. Que los jóvenes puedan casarse y construir una familia y un futuro.
Documentos históricos sobre la Asunción
¿Existen documentos históricos que certfiquen que la Virgen María es Asunta? ¿Son fiables? ¿Qué nos dice la Tradición de la Iglesia?...
Presentamos dos documentos históricos reseñados por el Padre Cardoso en su publicación «La Asunción de María Santísima».
El primero es la carta de Dionisio el Egipcio o el Místico (no Dionisio el Areopagita, discípulo de San Pablo) a Tito, Obispo de Creta, que data de fines del Siglo III a mediados del Siglo IV, y publicada por primera vez en alemán por el Dr. Weter de la Facultad de Tubinga en 1887. Dice el Padre Cardoso que el Dr. Nirschl, que la ha estudiado, fija como fecha el año 363, declarándola absolutamente auténtica.
Este documento histórico es importantísimo para conocer cuál era la tradición en Jerusalén acerca de la Asunción de María, pues es lo más próximo que se conoce a la tradición de los mismos testigos presenciales del hecho, es decir, los Apóstoles. Dice así:
"Debes saber, ¡oh noble Tito!, según tus sentimientos fraternales, que al tiempo en que María debía pasar de este mundo al otro, es a saber a la Jerusalén Celestial, para no volver jamás, conforme a los deseos y vivas aspiraciones del hombre interior, y entrar en las tiendas de la Jerusalén superior, entonces, según el aviso recibido de las alturas de la gran luz, en conformidad con la santa voluntad del orden divino, las turbas de los santos Apóstoles se juntaron en un abrir y cerrar de ojos, de todos los puntos en que tenían la misión de predicar el Evangelio.
Súbitamente se encontraron reunidos alrededor del cuerpo todo glorioso y virginal. Allí figuraron como doce rayos luminosos del Colegio Apostólico. Y mientras los fieles permanecían alrededor, Ella se despidió de todos, la augusta (Virgen) que, arrastrada por el ardor de sus deseos, elevó a la vez que sus plegarias, sus manos todas santas y puras hacia Dios, dirigiendo sus miradas, acompañadas de vehementes suspiros y aspiraciones a la luz, hacia Aquél que nació de su seno, Nuestro Señor, su Hijo. Ella entregó su alma toda santa, semejante a las esencias de buen olor y la encomendó en las manos del Señor. Así es como, adornada de gracias, fue elevada a la región de los Angeles, y enviada a la vida inmutable del mundo sobrenatural.
Al punto, en medio de gemidos mezclados de llantos y lágrimas, en medio de la alegría inefable y llena de esperanza que se apoderó de los Apóstoles y de todos los fieles presentes, se dispuso piadosamente, tal y como convenía hacerlo con la difunta, el cuerpo que en vida fue elevado sobre toda ley de la naturaleza, el cuerpo que recibió a Dios, el cuerpo espiritualizado, y se le adornó con flores en medio de cantos instructivos y de discursos brillantes y piadosos, como las circunstancias lo exigían. Los Apóstoles inflamados enteramente en amor de Dios, y en cierto modo, arrebatados en éxtasis, lo cargaron cuidadosamente sobre sus brazos, como a la Madre de la Luz, según la orden de las alturas del Salvador de todos. Lo depositaron en el lugar destinado para la sepultura, en el lugar llamado Getsemaní.
Durante tres días seguidos, ellos oyeron sobre aquel lugar los aires armoniosos de la salmodia, ejecutada por voces angélicas, que extasiaban a los que las escuchaban; después nada más.
Eso supuesto para confirmación de lo que había sucedido, ocurrió que faltaba uno de los santos Apóstoles al tiempo de su reunión. Este llegó más tarde y obligó a los Apóstoles que le enseñasen de una manera palpable y al descubierto el precioso tesoro, es decir, el mismo cuerpo que encerró al Señor. Ellos se vieron, por consiguiente, obligados a satisfacer el ardiente deseo de su hermano. Pero cuando abrieron el sepulcro que había contenido el cuerpo sagrado, lo encontraron vacío y sin los restos mortales. Aunque tristes y desconsolados, pudieron comprender que, después de terminados los cantos celestiales, había sido arrebatado el santo cuerpo por las potestades etéreas, después de estar preparado sobrenaturalmente para la mansión celestial de la luz y de la gloria oculto a este mundo visible y carnal, en Jesucristo Nuestro Señor, a quien sea gloria y honor por los siglos de los siglos. Amén."
480p
El segundo documento es de San Juan Damasceno, Doctor de la Iglesia. Es un sermón por él predicado en la Basílica de la Asunción en Jerusalén, por el año 754, ante varios Obispos y muchos Sacerdotes y fieles:
"Ahí tenéis con qué palabras nos habla este glorioso sepulcro. Que tales cosas hayan sucedido así, lo sabemos por la «Historia Eutiquiana», que en su Libro II, capítulo 40, escribe:
"Dijimos anteriormente cómo Santa Pulqueria edificó muchas Iglesias en la ciudad de Constantinopla. Una de éstas fue la de las Blanquernas, en los primeros años del Imperio de Marciano. Habiendo, pues, construído el venerable templo en honor de la benditísima y siempre Virgen María, Madre de Dios ... buscaban diligentemente los Emperadores llevar allí el sagrado cuerpo de la que había llevado en su seno al Todopoderoso, y llamando a Juvenal, Arzobispo de Constantinopla, le pidieron las sagradas reliquias".
Juvenal contestó en estos términos: "Aunque nada nos dicen las Sagradas Escrituras de lo que ocurrió en la muerte de la Madre de Dios, sin embargo nos consta por la antigua y verídica narración que los Apóstoles, esparcidos por el mundo por la salud de los pueblos, se reunieron milagrosamente en Jerusalén, para asistir a la muerte de la Santísima Virgen."
La Historia Eutiquiana nos dice luego, que los Apóstoles, después de la sepultura de la Virgen, oyeron durante tres días los coros angélicos; después nada más. Ahora bien, como Santo Tomás llegó tarde, abrieron la tumba y debieron comprobar que no estaba allí el sagrado cuerpo. Repuestos de su estupor, no acertaron los Apóstoles a inferir otra cosa, sino que Aquél que le plugo nacer de María, conservándola en su inviolable virginidad, se complació también en preservar su cuerpo virginal de la corrupción y en admitirlo en el Cielo antes de la resurrección general´
Oído este relato, Marciano y Pulqueria pidieron a Juvenal que les enviase el ataúd y los lienzos de la gloriosa y santísima Madre de Dios, todo cuidadosamente sellado. Y, habiéndolos recibido, los depositaron en la dicha Iglesia de la Madre de Dios en las Blanquernas. Y es así como sucedió todo esto.
Nos dice el Padre Cardoso que esta «Historia Eutiquiana», de la que tomó San Juan Damasceno el relato, se cree por los Padres Bolandistas, que data de San Eutiquio, contemporáneo y amigo de San Juvenal, el cual ocupó la sede de Jerusalén del año 418 al 458. El relato de San Juvenal es considerado como absolutamente histórico y nos dice que la Iglesia Católica lo ha incluido en el Breviario (Liturgia de las Horas).
Por otra parte, no cabe la menor duda de que el ataúd y mortaja de María fueron, desde la segunda mitad del Siglo V, objeto de veneración para los fieles en la Basílica de los Blanquernos en Constantinopla.
¿Qué nos dice la Biblia?
Sabemos, por supuesto, que la Asunción de la Santísima Virgen no aparece relatada, ni mencionada en la Sagrada Escritura. ¿Por qué, entonces, titular así un capítulo?
Veamos lo que nos dice el Padre Joaquín Cardoso, s.j. en su estudio sobre la Asunción: "Son muchos los Teólogos -y de gran renombre, por cierto- que han afirmado y creen haberlo probado que, implícitamente, sí se encuentra, tanto en el Nuevo como en el Antiguo Testamento la revelación de este hecho... Pues, si no hay una revelación explícita en la Sagrada Escritura acerca del hecho de la Asunción de María, tampoco hay ni la más mínima afirmación o advertencia en contrario, y por consiguiente, si la razón humana, discurriendo sobre alguna otra verdad cierta y claramente revelada, deduce legítimamente este privilegio de Nuestra Señora, tendremos necesariamente que admitirlo como revelado en la misma Sagrada Escritura de modo implícito."
Existe, por cierto, un precedente autorizado por la Iglesia, de una verdad considerada como revelada implícitamente. Se trata del misterio de la Inmaculada Concepción, el cual el Papa Pío XI declaró como dogma, a finales del siglo XIX y reconoció esta verdad como revelada implícitamente al comienzo de la Escritura, en Génesis 3, 15, cuando Dios anunció que la Mujer y su Descendencia aplastarían la cabeza de la serpiente infernal. Y esto no hubiera podido suceder si María no hubiera estado libre de pecado original, pues de no haber sido así, hubiera estado sujeta al yugo del demonio.
Esto mismo hizo el Papa Pío XII en la definición del Dogma de la Asunción. La Asunción de la Virgen María al Cielo, que ha sido aceptada como verdad desde los tiempos más remotos de la Iglesia, es un hecho también contenido, al menos implícitamente en la Sagrada Escritura.
Los Teólogos y Santos Padres y Doctores de la Iglesia han visto como citas en que queda implícita la Asunción de la VirgenMaría, las mismas en que vieron a la Inmaculada Concepción, porque en ellas se revelan los incomparables privilegios de esa hija predilecta del Padre, escogida para ser Madre de Dios. Así quedaron estrechamente unidas ambas verdades: la Inmaculada Concepción y la Asunción.
He aquí algunas de las citas y de los respectivos razonamientos teológicos como nos los presenta el Padre Cardoso:
"Llena de gracia" (Lc. 1, 26-29): Dios le había concedido todas las gracias, no sólo la gracia santificante, sino todas las gracias de que era capaz una criatura predestinada para ser Madre de Dios. Gracia muy grande es el de haber sido preservada del pecado original, pero también gracia el pasar por la muerte, no como castigo del pecado que no tuvo, sino por lo ya expuesto en capítulos anteriores y, como hemos dicho también, sin sufrir la corrupción del sepulcro. Si María no hubiera tenido esta gracia, no podría haber sido llamada llena (plena) de gracia. Esta deducción queda además confirmada por Santa Isabel, quien «llena del Espíritu Santo, exclamó: «Bendita entre todas las mujeres» (Lc. 1, 41-42).
"Pondré enemistad entre tí y la Mujer, entre tu descendencia y la suya. Ella te aplastará la cabeza" (Gen. 1, 15), es, por supuesto, el texto clave.
Además, Cristo vino para «aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al Diablo» (Hb. 2, 14). «La muerte ha sido devorada por la victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado» (1 Cor. 15, 55)
Todos hemos de resucitar. Pero ¿cuál será la parte de María en la victoria sobre la muerte? La mayor, la más cercana a Cristo, porque el texto del Génesis une indisolublemente al Hijo con su Madre en el triunfo contra el Demonio. Así pues, ni el pecado, por ser Inmaculada desde su Concepción, ni la conscupiscencia, por ser ésta consecuencia del pecado original que no tuvo, ni la muerte tendrán ningún poder sobre María.
La Santísima Virgen murió, sin duda, como su Divino Hijo, pero su muerte, como la de El, no fue una muerte que la llevó a la descomposición del cuerpo, sino que resucitó como su Hijo, inmediatamente, porque la muerte que corrompe es consecuencia del pecado.
"No permitirás a tu siervo conocer la corrupción" (Salmo 15): San Pablo relaciona esta incorrupción con la carne de Cristo. Y San Agustín nos dice que la carne de Cristo es la misma que la de María. Implícitamente, entonces, la carne de María, que es la misma que la del Salvador, no experimentó la corrupción.
Así el privilegio de la resurrección y consiguiente Asunción de María al Cielo se debe al haber sido predestinada para se la Madre de Dios-hecho-Hombre.
El Concilio Vaticano II, tratando ese tema en la Constitución Dogmática sobre la Iglesia, también relaciona el privilegio de la Inmaculada Concepción con el de la Asunción: precisamente porque fue «preservada libre de pecado original» (LG 59), María no podía permanecer como los demás hombres en el estado de muerte hasta el fin del mundo. La ausencia del pecado original y la santidad perfecta ya desde el primer instante de su existencia, exigían para la Madre de Dios la plena glorificación de su alma y de su cuerpo.
Pero oigamos también a San Juan Pablo II tratar el punto de la Asunción de María en la Sagrada Escritura:
En su Catequesis del 2 de julio de 1997 nos dice: "El Nuevo Testamento, aun sin afirmar explícitamente la Asunción de María, ofrece su fundamento, porque pone muy bien de relieve la unión perfecta de la Santísima Virgen con el destino de Jesús. Esta unión, que se manifiesta ya desde la prodigiosa concepción del Salvador, en la participación de la Madre en la misión de su Hijo y, sobre todo, en su asociación al sacrificio redentor, no puede por menos de exigir una continuación después de la muerte. María, perfectamente unida a la vida y a la obra salvífica de Jesús, compartió su destino celeste en alma y cuerpo."
Su Asunción en la Tradición de la Iglesia
Así tituló el Osservatore Romano la Catequesis del Papa Juan Pablo II del día Miércoles 9 de julio de 1997. Y en esa fuente tan importante y tan reciente, como son las palabras del Papa en ésta y en la Catequesis de la semana inmediatamente anterior (2-julio-97) nos apoyaremos casi exclusivamente para este Capítulo.
La perenne y concorde tradición de la Iglesia muestra cómo la Asunción de María forma parte del designio divino y se fundamenta en la singular participación de María en la misión de su Hijo. Ya durante el primer milenio los autores sagrados se expresaban en este sentido, nos recuerda el Papa.
Además, la Asunción de la Virgen forma parte, desde siempre, de la fe del pueblo cristiano, el cual al afirmar la llegada de María a la gloria celeste, ha querido también reconocer y proclamar la glorificación de su cuerpo.
Nos dice el Papa que el primer testimonio de la fe en la Asunción de la Virgen aparece en los relatos apócrifos, titulados «Transitus Mariae» , cuyo núcleo originario se remonta a los siglos II y III. Nos informa el Papa que se trata de representaciones populares, a veces noveladas, pero que en este caso reflejan una intuición de la fe del pueblo de Dios.
Algunos testimonios se encuentran en San Ambrosio, San Epifanio y Timoteo de Jerusalén. San Germán de Constantinopla (+733) pone en labios de Jesús, que se prepara para llevar a su Madre al Cielo, estas palabras: «Es necesario que donde yo esté, estés también tú, Madre inseparable de tu Hijo».
Nos dice el Papa que la misma tradición eclesial ve en la maternidad divina la razón fundamental de la Asunción. Un indicio interesante de esta convicción se encuentra en un relato apócrifo del siglo V, atribuido al pseudo Melitón. El autor imagina que Cristo pregunta a los Apóstoles qué destino merece María, y ellos le dan esta respuesta: «Señor, elegiste a tu esclava, para que se convierta en tu morada inmaculada ... Por tanto, dado que, después de haber vencido a la muerte, reinas en la gloria, a tus siervos nos ha parecido justo que resucites el cuerpo de tu Madre y la lleves contigo, dichosa, al Cielo».
¿Por qué cita el Papa un libro apócrifo? Los apócrifos no tienen autoridad divina. Pero pueden tener autoridad humana, agregando, así, un testimonio que apoya la unanimidad a favor de la Asunción.
San Germán, en un texto lleno de poesía, sostiene que el afecto de Jesús a su Madre exige que María se vuelva a unir con su Hijo Divino en el Cielo: «Como un niño busca y desea la presencia de su madre, y como una madre quiere vivir en compañía de su hijo, así también era conveniente que tú, de cuyo amor materno a tu Hijo y Dios no cabe duda alguna, volvieras a El. ¿Y no era conveniente que, de cualquier modo, este Dios que sentía por ti un amor verdaderamente filial, te tomara consigo?»
En otro texto el mismo San Germán sostiene que «era necesario que la Madre de la Vida compartiera la Morada de la Vida». Así integra la dimensión salvífica de la maternidad divina con la relación entre Madre e Hijo.
San Juan Damasceno subraya la relación entre la participación en la Pasión y el destino glorioso: «Era necesario que aquélla que había visto a su Hijo en la Cruz y recibido en pleno corazón la espada del dolor ... contemplara a ese Hijo suyo sentado a la diestra del Padre».
Nos dice el Padre Cardoso que ya en los escritos del Siglo IV los historiadores eclesiásticos se refieren a la Asunción de María como de tradición antiquísima, que a causa de su unanimidad, no puede venir sino de los mismos Apóstoles y, por consiguiente, como de revelación divina, pues la revelación en que se funda la religión cristiana terminó, según enseña la Iglesia, con la muerte de San Juan.
Continúa diciéndonos que del Siglo V en adelante, no encontró un solo escritor eclesiástico, ni una sola comunidad cristiana que no creyera en la Asunción de María.
En el Siglo VII el Papa Sergio I promovió procesiones a la Basílica Santa María la Mayor el día de la Asunción, como expresión de la creencia popular en esta verdad tan gozosa.
Posteriormente se fue desarrollando una larga reflexión con respecto al destino de María en el más allá. Esto, poco a poco, llevó a los creyentes a la fe en la elevación gloriosa de la Madre de Jesús en alma y cuerpo, y a la institución en Oriente de las fiestas litúrgicas de la Dormición y de la Asunción de María.
La fe en el destino glorioso del alma y del cuerpo de la Madre del Señor después de su muerte, desde Oriente se difundió a Occidente con gran rapidez y, a partir del Siglo XIV, se generalizó.
El Papa Juan XXII en 1324 afirmaba que «la Santa Madre Iglesia pidadosamente cree y evidentemente supone que la bienaventurada Virgen fue asunta en alma y cuerpo».
En la primera mitad de nuestro siglo, en víspera de la declaración del Dogma, constituía una verdad casi universalmente aceptada y profesada por la comunidad cristiana en todo el mundo.
Así, en Mayo de 1946, con la Encíclica Deiparae Virginis Mariae, Pío XII promovió una amplia consulta, interpelando a los Obispos y, a través de ellos, a los Sacerdotes y al pueblo de Dios, sobre la posibilidad y la oportunidad de definir la Asunción corporal de María como Dogma de Fe. El recuento fue ampliamente positivo: sólo 6 respuestas de entre 1.181 manifestaban alguna reserva sobre el carácter revelado de esa verdad.
Citando ese dato, la Bula Munificentissimus Deus afirma: «El consentimiento universal del Magisterio ordinario de la Iglesia proporciona un argumento cierto y sólido para probar que la Asunción corporal de la Santísima Virgen María al Cielo ... es una verdad revelada por Dios y, por tanto, debe ser creída firme y fielmente por todos los hijos de la Iglesia».
El Concilio Vaticano II, recordando en la Constitución Dogmática sobre la Iglesia el misterio de la Asunción, atrae la atención hacia el privilegio de la Inmaculada Concepción: precisamente porque fue «preservada libre de pecado original» (LG 59). María no podía permanecer como los demás hombre en el estado de muerte hasta el fin del mundo. La ausencia del pecado original y la santidad perfecta ya desde el primer instante de su existencia, exigían para la Madre de Dios la plena glorificación de su alma y de su cuerpo.
Y continuando con la Tradición Eclesiástica hasta nuestros días, tenemos toda la enseñanza del Papa Juan Pablo II que recogemos en este estudio.
Como dato curioso el Padre Cardoso anota uno adicional que es sumamente revelador y que él agrega a la unanimidad en la Tradición: el hecho de que no hayan reliquias del cuerpo virginal de María. Nos dice que ni siquiera los fabricantes de falsas reliquias -que los ha habido a lo largo de la historia de la Iglesia- se atrevieron jamás a fabricar una del cuerpo de María, pues sabían que, dada la creencia universal de la Asunción, no hubieran sido recibidas como auténticas en ninguna parte del mundo cristiano.
Treinta días de oración a la Reina del Cielo. Flores del 26 al 31 mayo
Devoción a la Virgen a lo largo del mes de mayo con audio
Flor del 26 de mayo: María, salud de los enfermos
Meditación: María ama, María consuela y cubre con su Manto de amor, otorgando la curación del alma y del cuerpo a sus hijos enfermos. Intercede ante el Señor para nuestra sanación. Sino siempre se cura el cuerpo, es porque no nos conviene, pero María nos ayuda y conforta aliviando el dolor y sanándonos el alma con sus bellas lágrimas.
Oración: María salud de los enfermos, no sólo del cuerpo, sino de todos los que no tenemos un corazón bueno. Madre de todos los dolores, de los más atroces, sánanos en cuerpo y alma para que prestemos a Dios alabanza. Amén.
Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).
Florecilla para este día: Orar a María por la salud de un enfermo, pidiendo su poderosa intercesión para su sanación física y espiritual.
Flor del 27 de mayo: María Rosa Mística
Meditación: ¡Quien puede dejar de admirar la perfección de la Rosa que el Señor nos dio!. De pequeña un capullo tierno bajado del Cielo que guardaba silencio y era la alegría de los que con Ella vivían. Al Templo la entregaron no sabiendo que Ella era un Templo Sagrado. Llena de pureza crecía, y aquella Virgen Bendita a Dios le consagraba su vida, sin advertir que el Señor su alma inmaculada miraba, haciéndola Su Esposa amada. La Rosa más hermosa se abría y en su corola escondido estaría el Mesías. Nueve meses los perfumes de aquella Flor abrigarían al Redentor, para darle permanentemente su amor como eterna oblación. Aquella pequeña Rosa excelsa nos guía como Rosa Mística, pues es María Madre de la Iglesia.
Oración: ¡Oh María Rosa Mística, preciosísima!. Muéstranos la pureza de corazón para agradar a Dios como lo hiciste vos, y haznos templos perfectos del Espíritu Santo para que seamos por El guiados. Amén.
Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).
Florecilla para este día: Colocar en cada hogar un pequeño altar consagrado a María, como regalo a Su Hijo que busca que la amemos como El la ama.
Flor del 28 de mayo: María, Reina de los apóstoles
Meditación: “Pondré enemistad entre ti (satanás) y la Mujer (María), entre tu linaje y el suyo; y Ella te aplastará la cabeza” (Génesis 13,15). El apostolado ha de hacerse en lucha contra el diablo y los suyos, lo que origina persecuciones a toda la Iglesia, tanto en su cuerpo como en cada familia o individualmente. Somos los apóstoles que San Luis de Montfort señaló para este tiempo, que sólo dispone el Eterno. Sin embargo, la Reina y Capitana del pueblo de Dios dará la victoria a sus seguidores leales que la obedezcan y perseveren en el combate.
Oración: ¡Oh María Reina de los apóstoles!. Tú que haz enseñado, protegido y alentado a los apóstoles de todos los siglos, haz que seamos soldados leales y valientes de tu ejército, siendo apóstoles de tu Divino Hijo y propagando los mensajes del Reino, para que todos lleguemos al Cielo, con el Triunfo de tu Corazón Inmaculado y la vuelta de Cristo Resucitado. Amén.
Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).
Florecilla para este día: Comprometerse a ser un fiel soldado de María, Capitana del ejercito de Jesús. Colocar los deseos de Dios por encima de las necesidades propias, con María como puente seguro y firme frente a las preocupaciones de cada día.
Flor del 29 de mayo: María, Reina del Santísimo Rosario
Meditación: “Dios te salve, llena eres de gracia, el Señor es contigo” (Lucas 1,28). El Arcángel San Gabriel fue quien comenzó el Rosario, pero el Espíritu Santo nos ha manifestado a través de los místicos que todo lo que proviene de la boca de los enviados celestiales (ángeles, santos y la misma Virgen) viene de la Voz de Dios, de tal modo que el mismo Dios fue quien lo inició. A María, la Reina de nuestro corazón, la Reina de las rosas, presentémosle como regalo un ramo de Avemarías. La oración a María, Medianera e Intercesora, va dirigida por su medio a Dios; le pedimos “ruega por nosotros pecadores” para que su oración se una a la nuestra y le de valor. Ella siempre responde ”ruego por vosotros pecadores”, ya que la oración es el diálogo sublime de la pobre criatura con su Señor. Nuestra oración, en manos de María, es presentada ante el Trono de Dios como un delicado perfume, entregado por la criatura más perfecta que existió, ¿y qué no puede obtener ése Purísimo Corazón del Corazón del Amor…?.
Oración: ¡Oh María, Reina del Santo Rosario!. Enséñanos a rezar de corazón como lo hiciste vos, y a prestar eterna alabanza a nuestro Señor. Amén.
Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).
Florecilla para este día: Rezar un Rosario pidiendo se derrame sobre nosotros el Espíritu Santo, y por las intenciones de la Virgen.
Flor del 30 de mayo: María Reina de la Paz
Meditación: “Reina de la Paz,…da al mundo la Paz en verdad, en la Justicia y en la Caridad de Cristo” (Pío XII, 1942, Consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María). “Ella dio a Luz al Príncipe de la Paz” (Isaías 9,5). La Paz, bendición del Salvador, no es la del mundo, pues el seguirle es persecución (conforme a Mateo 10,34-39). Es la Paz del corazón que quita la angustia y el temor, es fruto del Espíritu de Dios que habita en nuestro corazón y nos anticipa la alegría de la esperanza de quien a Dios da su alma (conforme a Juan 14,26-28). En Fátima, María nos prometió que “al final mi Corazón Inmaculado triunfará y vendrá un tiempo de Paz”. Todo está cercano, pero Dios está esperando al hombre, para que vuelva a Su lado, para que haga la paz con El. Sometiéndose a Su Santa Voluntad, haciendo penitencia por los pecados de ésta pobre tierra que está desierta, y oración para reparar y volver todos al Padre Celestial. Confesemos nuestros pecados para tener un corazón sano y ofrezcamos la Santa Comunión por la conversión.
Oración: ¡Oh María, Reina de la Paz!. Enséñanos a orar y reparar a través de tu Inmaculado Corazón, para así alcanzar la Redención, trayendo a la tierra el Reino de Dios. Amén.
Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).
Florecilla para este día: Ayuno en reparación de los pecados y las ofensas al Santísimo Sacramento del Altar.
Flor del 31 de mayo: María Reina del Cielo
Fiesta de la Visitación de la Virgen
Meditación: “Apareció en el cielo una gran señal: una Mujer vestida de Sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza” (Apocalipsis 12,1). Ha sido coronada Reina del Cielo la Madre del Señor de cielos y tierras. Esposa de Dios y Madre del Redentor, quien aquí en la tierra Le demostró obediencia y siempre Su consejo contempló, ¿cómo no podremos nosotros no ser sus esclavos y servirle junto a ángeles y santos?. “En la Iglesia todos están llamados a la santidad, pues ésta es la Voluntad de Dios: vuestra santificación (conforme Primera Tesalonienses 4,3 y Efesios 1,4). María se entregó a ésta Voluntad Divina y será verdaderamente Madre y Reina nuestra si buscamos responder a su llamado de santidad. No la hagamos llorar más por los pecados que en el mundo hay, sino que entreguemos nuestra voluntad para sólo por Ella trabajar.
Oración: ¡Oh María, Reina del Cielo y de nuestro corazón!. Haznos esclavos de tu amor para hacer la Santa Voluntad y llegar a la Patria Celestial. Que tengamos la humildad de la violeta, y estemos vestidos como ella, de penitencia. Amén.
Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).
Florecilla para este día: Recitar el Regina Coeli (Reina del Cielo):
Reina del cielo, alégrate, aleluya,
porque El que mereciste engendrar, aleluya,
resucitó como lo había dicho, aleluya.
Ruega por nosotros a Dios, aleluya.
Regocíjate y alégrate, Virgen María, aleluya,
porque verdaderamente resucitó el Señor, aleluya.
El Papa: Nunca caigamos en la esterilidad y en el hacer negocio
Radio Vaticano - publicado el 29/05/15
La fe verdadera hace milagros no negocios, afirma Francisco en la homilía en Santa Marta
La fe auténtica, abierta a los demás y al perdón, hace milagros, Dios nos ayuda a no caer en una religiosidad egoísta y negociante: lo dio el papa Francisco el 29 de mayo de 2015 en la misa celebrada en Santa Marta.
Jesús condena el egoísmo espiritual
El Evangelio del día propone “tres modos de vivir” en las imágenes de la higuera que no da frutos, en los mercaderes del templo y en el hombre de fe, ha dicho Francisco.
“La higuera -ha afirmado el Papa- representa la esterilidad, es decir una vida estéril, incapaz de dar cualquier cosa. Una vida que no fructifica, incapaz de hacer el bien”.
“Vive para sí: tranquilo, egoísta, no quiere problemas. Y Jesús maldice la higuera, porque es estéril, porque no ha hecho lo que tiene que hacer para dar fruto.
Representa la persona que no hace nada para ayudar, que vive siempre para sí misma, para que no le falte de nada. Al final todos se vuelven neuróticos, ¡todos!
Jesús condena la esterilidad espiritual, el egoísmo espiritual. ‘Yo vivo para mí, que a mí no me falte de nada y que los demás se apañen!’”.
No convertir la religión en un negocio
También hay otra forma de vivir, ha destacado el Papa:
“Es la de los abusadores, la de los mercaderes del templo. Abusan también del lugar sagrado de Dios para hacer negocios: cambian las monedas, venden los animales para el sacrificio, incluso entre ellos tienen como un sindicato para defenderse.
Esto no era solo tolerado, sino que era permitido por los sacerdotes del templo”. Son “los que convierten la religión en un negocio”.
En la Biblia, ha recordado el Papa, está la historia de los hijos de un sacerdote que “empujaban a la gente a dar ofrendas y ganaban mucho, también de los pobres”.
Y “Jesús no ahorra palabras”: “Mi casa será llamada casa de oración. ¡Vosotros, sin embargo, la habéis convertido en una cueva de ladrones!”.
“La gente iba a peregrinar allí a pedir la bendición del Señor, a hacer un sacrificio… Allí, ¡se abusaba de la gente!
Los sacerdotes allí no enseñaban a rezar, no les catequizaban… Era una cueva de ladrones. Pagad, entrad… hacían ritos, votos, sin piedad.
No sé si nos hará bien pensar si nosotros acabamos haciendo lo mismo en algún sitio. No lo sé. Es utilizar las cosas de Dios para el propio beneficio”.
La fe que ayuda a los demás hace milagros
La tercera forma de vivir es “la vida de fe”, como indica Jesús:
“Tened fe en Dios. Si uno dice a este monte: ‘levántate y tírate al mar’ sin dudar en su corazón, creyendo lo que dice, esto sucederá.
Todo lo que pidáis en la oración, ‘pedidlo con fe y sucederá’. Sucederá exactamente lo que pedimos con fe”.
“Es el estilo de vida de la fe. ‘Padre, ¿Qué debo hacer para esto?’, ¡Pide al Señor, que te ayude a hacer cosas buenas, pero con fe.
Solo una condición: cuando os pongáis a rezar, si tenéis algo contra alguien, perdonadlo. Es la única condición, para que el Padre vuestro que está en los Cielos os perdone, perdone vuestras culpas’.
Este es el tercer estilo de vida. La fe, la fe para ayudar a los demás, para acercarnos a Dios. ¡Esta fe que hace milagros!”.
El papa Francisco ha concluido su homilía con una oración:
“Pidamos hoy al Señor… que nos enseñe este estilo de vida de fe y que nos ayude para que nunca caigamos, ninguno de nosotros, ni la Iglesia, en la esterilidad y en el hacer negocio”.