Se maravillaban ante el amor…

La Anunciación tiene que ver con nuestro sí, con nuestra disponibilidad para ser hijos. Lo que nos salva en la vida es aprender a ser niños. Jesús fue hijo. Aprendió en los brazos de María a ser hombre siendo niño. Aprendió en los brazos de Dios a escuchar sus deseos. Se dejó educar, cuidar, acoger. María en la Anunciación también es hija, niña débil en las manos de Dios. El sí silencioso de María en la Anunciación es el sí de una niña que ha aprendido a confiar, despojándose de sus seguridades. María se deja conducir. Acepta su condición de esclava y se pone en las manos de Dios. Comienza así el camino de su vida. María nos busca. La visitación sólo es posible desde la experiencia de la precariedad. Cuando no tenemos nada, cuando estamos vacíos, cuando no tememos perder nuestros derechos, podemos emprender nuestro éxodo. María se hizo pobre y se puso en  camino. Obedeciendo, perteneciendo a Dios por entero. Nosotros somos esos hijos a los que busca María. Se puso en camino. Es lo que hace siempre. No sólo nos espera, nos va a buscar. Nos seduce con su amor. Nos abraza esperando nuestra respuesta. Aguarda con respeto nuestro sí. Entrega y salida.  Anunciación y visitación están íntimamente unidas en la vida de María y en nuestra propia vida. No hay camino de salida sin nuestro sí en la entrega. Sin anunciación no puede haber visitación. Hemos experimentado la anunciación. El Ángel del Señor ha venido a nuestras vidas a decirnos que nos necesita. Y nosotros de rodillas hemos dicho que sí entregando nuestra vida. Por eso hemos experimentado también el deseo de visitar, de llevar el rostro de María a tantos lugares. Decimos que sí y nos ponemos en camino. Llevamos el rostro de María en nuestra alma. Su vida, su gracia, su fuerza. FELIZ INICIO DEL MES DE JUNIO.

Justino, Santo

Memoria Litúrgica, 1 de junio

Mártir

Martirologio Romano: Memoria de san Justino, mártir, que, como filósofo que era, siguió íntegramente la auténtica sabiduría conocida en la verdad de Cristo, la cual confirmó con sus costumbres, enseñando lo que afirmaba y defendiéndola con sus escritos. Al presentar al emperador Marco Aurelio, en Roma, su Apología en favor de la religión cristiana, fue conducido ante el prefecto Rústico y, por confesar que era cristiano, fue condenado a la pena capital († c. 165)

Etimológicamente: Justino = Aquel que obra con justicia, es de origen latino.

Breve Biografía

Filósofo cristiano y cristiano filósofo, como con razón fue definido, Justino (que nació a principios del siglo II en FIavia Neápolis—Nablus—, la antigua Siquem, en Samaria, de familia pagana) pertenece a ese gran número de pensadores que en todo período de la historia de la Iglesia han tratado de hacer una síntesis de la provisional sabiduría humana y de las inalterables afirmaciones de la revelación cristiana. El itinerario de su conversión a Cristo pasa a través de la experiencia estoica, pitagórica, aristotélica y neoplatónica. De aquí el desemboque casi inevitable, o mejor providencial, hacia la Verdad integral del cristianismo.

El mismo cuenta que, insatisfecho de las respuestas que le daban las diversas filosofías, se retiró a un lugar desierto, a orillas del mar, a meditar, y que un anciano al que le había confiado su desilusión le contestó que ninguna filosofía podía satisfacer al espíritu humano, porque la razón es incapaz por sí sola de garantizar la plena posesión de la verdad sin una ayuda divina.

Así fue como Justino descubrió el cristianismo a los treinta años; se convirtió en convencido predicador y, para proclamar al mundo este feliz descubrimiento, escribió sus dos Apologías. La primera se la dedicó en el año 150 al emperador Antonino Pío y al hijo Marco Aurelio, y también al Senado y al pueblo romano. Escribió otras obras, por lo menos unas ocho. Entre ellas la más importante es la titulada Diálogo con Trifón, y se la recuerda porque abre el camino a la polémica antijudaica en la literatura cristiana. Pero las dos Apologías siguen siendo el documento más importante, pues gracias a estos escritos sabemos cómo se explicaba el cristianismo en ese tiempo y cómo se celebraban los ritos litúrgicos, sobre todo la administración del bautismo y la celebración de la Eucaristía. Aquí no se encuentran argumentos filosóficos, sino testimonios conmovedores de vida en la primitiva comunidad cristiana, de la que Justino está feliz de pertenecer: “Yo, uno de ellos...”. Semejante afirmación podía costarle la vida. Y, en efecto, Justino pagó con la vida su pertenencia a la Iglesia.

Había ido a Roma, y allí fue denunciado por Crescencio, un filósofo con quien Justino había disputado mucho tiempo. El magistrado que lo juzgó, Rústico, también era un filósofo estoico, amigo y confidente de Marco Aurelio. Pero para el magistrado, Justino no era más que un cristiano, igual a sus compañeros, todos condenados a la decapitación por su fe en Cristo. Todavía hoy se conservan actas auténticas del martirio de Justino.
 
Y, al escucharlo, se maravillaban de Él

Santo Evangelio según san Marcos 12, 13-17. Martes IX del Tiempo Ordinario
 
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, sólo te pido que, tanto hoy como mañana, me lleves siempre hacia ti.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 12, 13-17

En aquel tiempo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos le enviaron a Jesús unos fariseos y unos partidarios de Herodes, para hacerle una pregunta capciosa. Se acercaron, pues, a él y le dijeron: “Maestro, sabemos que eres sincero y que no te importa lo que diga la gente, porque no tratas de adular a los hombres, sino que enseñas con toda verdad el camino de Dios. ¿Está permitido o no, pagarle el tributo al César? ¿Se lo damos o no se lo damos?”.

Jesús, notando su hipocresía, les dijo: “¿Por qué me ponen una trampa? Tráiganme una moneda para que yo la vea”. Se la trajeron y él les preguntó: “¿De quién es la imagen y el nombre que lleva escrito?”. Le contestaron: “Del César”. Entonces les respondió Jesús: “Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Y los dejó admirados.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Muchas veces, sin darme cuenta, trato de hacerte a mi medida; a mi conveniencia, Señor. Trato de llevarte a que me digas lo que quiero escuchar cuando muy en el fondo sé la respuesta.

Tengo que admitir que ésta, con frecuencia, va en contra de lo que quiero… de lo que deseo. Aunque sepa lo que es correcto.

Los fariseos no se equivocaban del todo… sabían que Jesús enseñaba con franqueza el camino de Dios… el camino de la verdad. Él, como buen Maestro, como buen amigo, respondió a su pregunta. Tal vez, no era lo que ellos esperaban; no era lo que más les convenía, sin embargo… era la verdad y, al escucharla de Él se maravillaban.

Pero… ¿de qué se maravillaban? ¿Qué era lo que les llamaba la atención? No era la elocuente forma de evadir la tentación de los fariseos; no era el estilo o el tono con que promulgaba las respuestas. Era aquella impresión que roba el aliento cuanto se está de frente a la Verdad.

Se maravillaban ante el amor… ante el esfuerzo de verte llevar las personas al Padre, llevarlas a Dios.

Esta maravilla es la que me permite distinguir más allá de lo que me conviene o de lo que quisiera escuchar, de lo que verdaderamente es de Dios.

Dame la gracia, Señor, de distinguir lo que es de ti, de lo que no lo es. Dame la gracia de maravillarme ante el esfuerzo de siempre llevarme hacia Dios… de llevarme hacia ti.

«Los evangelios nos dicen que hubo sentimientos encontrados en los paisanos de Jesús: le pusieron distancia y le cerraron el corazón. Primero, “todos hablaban bien de él, se maravillaban de las palabras llenas de gracia que salían de su boca”; pero después, una pregunta insidiosa fue ganando espacio: “¿No es este el hijo de José, el carpintero?”. Y al final: “Se llenaron de ira”. Lo querían despeñar… Se cumplía así lo que el anciano Simeón le había profetizado a nuestra Señora: “Será bandera discutida”. Jesús, con sus palabras y sus gestos, hace que se muestre lo que cada hombre y mujer tiene en su corazón». (Homilía de S.S. Francisco, 24 de marzo de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy intentaré hacer un acto de caridad a un conocido con el fin de acercarlo más a Dios.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

La Iglesia y la comunidad política

La moralidad pública tiene dependencia de la moral privada, en especial de quienes gobiernan y dirigen las instituciones; de ahí que el Concilio Vaticano II afirme que: «La separación entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerada como uno de los más graves errores de nuestra época»

Fragmento del libro de Jesús Ortiz, Conoce a Dios, dedicado a la colaboración Iglesia, Laicos, Estado.

Capítulo 15
de Conoce a Dios
Por Jesús Ortiz
Ed. Rialp, Madrid 2003.

Dios y el César

«Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios, y que no te dejas llevar de nadie, pues no haces acepción de personas. Dinos, por tanto, qué te parece: ¿es lícito dar tributo al César o no? (...) Jesús les respondió: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Le respondieron: Del César. Entonces les dijo: Dad, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios»(1)

Jesús da una respuesta que no alcanzan a entender y que es al mismo tiempo absolutamente fiel a su predicación sobre el Reino de Dios, viniendo a decir: Dad al César lo que le corresponde, pero no más de ello, pues también hay que dar a Dios lo que le corresponde, reverso necesario de la cuestión, que ellos sin embargo no habían planteado. No están en el mismo nivel, ya que para un buen israelita Dios trasciende toda medida humana; al César, el poder público, corresponde la tributación, necesaria para el ordenamiento temporal de la sociedad; a Dios evidentemente hay que darle el cumplimiento de todos los mandamientos, que implican el amor y la entrega personales, como criaturas del Creador. Y así la respuesta de Jesús supera el horizonte humano de los tentadores, está por encima del sí y del no, que querían arrancarle.

En definitiva, Jesucristo reconoció entonces el poder civil y sus derechos, pero avisó claramente que deben respetarse también los derechos superiores de Dios, y señala como parte de la voluntad de Dios el cumplimiento fiel de los deberes civiles.

1. La Iglesia y el Estado

«La comunidad política y la Iglesia, cada una en su ámbito propio, son mutuamente independientes y autónomos. Sin embargo, ambas, aunque por título diverso están al servicio de la vocación personal y social de unos mismos hombres. Tanto más eficazmente ejercerán este servicio en bien de todos cuanto mejor cultiven entre ellas una sana colaboración, teniendo en cuenta también las circunstancias de lugar y de tiempo. Pues el hombre no está solamente limitado al orden temporal, sino que, viviendo en la historia humana, conserva íntegramente su vocación eterna»(2).

La historia de la Iglesia muestra que las relaciones con los poderes civiles han avanzado en profundidad y en frutos de paz a lo largo de los siglos. La Iglesia y el Estado están llamados a colaborar para servir a los hombres pues no es otra su finalidad, aunque sea en planos diversos: la Iglesia ha recibido la misión sobrenatural de evangelizar a los pueblos y a su vez los Estados tienen la misión de buscar el bien común temporal de todos los ciudadanos, que incluye también bienes espirituales propios pues el hombre trasciende la materia.

a) Fines diversos y compatibles

«La misión propia que Cristo confió a la Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Precisamente de esta misma misión religiosa fluyen una función, una luz y unas energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad de los hombres según la ley divina»(3).

La Iglesia es una sociedad de orden sobrenatural que se propone la salvación de las almas; una misión religiosa que incluye la recta ordenación de las cosas temporales, de modo que sirvan al hombre para alcanzar su fin último. Con su doctrina y su actividad apostólica, la Iglesia contribuye al progreso humano de la sociedad; los medios que la Iglesia utiliza para llevar a cabo su misión son ante todo espirituales: la predicación del Evangelio, la administración de los sacramentos, y la oración; pero también necesita utilizar los recursos materiales adecuados a la naturaleza de sus miembros, naturalmente cuidando que sean conformes al Evangelio. Por ello la Iglesia necesita independencia para realizar su misión en el mundo, aunque no necesita un predominio de carácter político o económico(4).

En cambio, el Estado es de orden natural y se propone el bien común temporal de la sociedad civil, que incluye también el bien espiritual de los ciudadanos. Un Estado que sólo se ocupa del bienestar material seguiría una antropología intrascendente y mutilaría la condición humana(5). El bienestar social requiere, además de los medios materiales, otros muchos bienes de carácter espiritual, como son la paz, el orden, la justicia, la libertad, la cultura o la religión. Son bienes que sólo pueden alcanzarse mediante el ejercicio de las virtudes sociales, que el Estado debe promover y tutelar, como es la moralidad pública.

b) Colaboración entre Iglesia y Estado

La Iglesia en cuanto institución tiene una presencia ante la comunidad política, que es preciso considerar atentamente. Iglesia y Estado se presentan como sociedades plenamente configuradas en su respectivo ámbito y necesitan establecer relaciones mutuas de armonía, tanto en el plano de los hechos como en el ámbito jurídico. Se dice que ambos poderes son originarios e inderivables el uno del otro; por eso son incompatibles con la doctrina cristiana las teorías monistas sobre el poder: aquellas que admiten sólo el poder del Estado (ateísmo de Estado, laicismo,...) o sólo el poder religioso (teocracia, fundamentalismo, integrismo...).

Las relaciones entre la Iglesia y el Estado han de ser lógicamente de unión y colaboración mutua, aunque cada uno actúe dentro de su propio orden.

Colaboración que parte del mutuo reconocimiento de ser sociedades diferentes, con naturaleza, organización y personalidad jurídica propias; y esto se lleva a cabo mediante la regulación jurídica de aquellas materias que afectan a los fines de ambos, como son el derecho a la vida, la educación, el matrimonio, la comunicación social, o la asistencia a los necesitados. Son las llamados cuestiones mixtas.

c) Respetar el orden moral

Toda la actividad terrena del ser humano, incluida la vida social, tiene una dimensión moral que debe ser ordenada al fin último, que los cristianos conocen por la fe en la Revelación. Así, la Iglesia conoce y enseña los principios de orden moral enraizados en la misma naturaleza humana; por eso, tiene el derecho y «el deber de enseñar su doctrina sobre la sociedad, ejercer su misión entre los hombres sin traba alguna y dar referentes al orden político, cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas»(6).

La Iglesia tiene el derecho y el deber de señalar cuando una ley sea injusta por ser contraria a la ley natural -leyes permisivas del aborto o del divorcio-, y determinadas costumbres o situaciones que son objetivamente inmorales -matrimonio de homosexuales o corrupción administrativa-, aunque estén permitidas por el poder civil, o que los católicos no deben dar su apoyo a personas y partidos que se propongan objetivos contrarios a la ley de Dios -eugenesia o racismo-, y por tanto, a la dignidad de la persona humana y al bien común.

Los poderes públicos servirán a la sociedad si respetan el orden moral. Cumpliendo con su fin propio, el Estado ha de ayudar y colaborar con la Iglesia, disponiendo los asuntos temporales con libertad, pero de modo que puedan ser ordenados al fin trascendente. La razón es bien sencilla, porque el Estado busca el bien común temporal de las personas, que tienen un alma que salvar; porque el Estado está planteado desde la dimensión ética de la persona y de la sociedad, y debe custodiar también la ley moral natural. Es el modo que tiene, según su naturaleza, de cooperar en su orden a la salvación de las almas; por ello afirma el Vaticano II «que el ejercicio de la autoridad política, así en la comunidad en cuanto tal como en las instituciones representativas, debe realizarse siempre dentro de los límites del orden moral para promover el bien común -concebido dinámicamente- según el orden jurídico legalmente establecido o por establecer. Es entonces cuando los ciudadanos están obligados en conciencia a obedecer»(7).

La moralidad pública tiene dependencia de la moral privada, en especial de quienes gobiernan y dirigen las instituciones; de ahí que el Concilio Vaticano II afirme que: «La separación entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerada como uno de los más graves errores de nuestra época»(8). En cambio, la coherencia de los fieles laicos con su fe en todas sus actuaciones, en especial quienes tienen cargos de responsabilidad pública, será la mejor garantía de que las instituciones y leyes contribuyen al bien común(9).

d) Moral y derecho

También hay una íntima relación entre moral y derecho, puesto que éste no es autónomo. Una de las principales funciones del Estado consiste en dar leyes que regulen el ejercicio de los derechos y los deberes de la sociedad civil en orden al bien común. Debe haber leyes justas conforme a la recta razón. Algunas leyes tratan de materias que son buenas o malas por naturaleza desde una perspectiva moral: legislación sobre el matrimonio, la vida, la propiedad, la enseñanza, etc. Por tanto, para que esas leyes humanas sean buenas, obligatorias en conciencia, no basta con que procedan de la autoridad constituida; es necesario que sean justas en relación al criterio que proviene de una autoridad superior, que es la de Dios: «La ley humana tiene razón de ley sólo en cuanto se ajusta a la recta razón. Y así considerada es manifiesto que procede de la ley eterna. Pero, en cuanto se aparta de la recta razón, es una ley injusta, y así no tiene carácter de ley, sino más bien de violencia»(10)

La ley natural constituye el derecho natural, es norma universal y procede únicamente de Dios que ha creado la naturaleza humana. Se puede conocer por la sola luz natural de la razón: «Cuando los gentiles, que no tienen ley escrita, hacen por razón natural lo que manda la ley (...) hacen ver que lo que la ley ordena está escrito en sus corazones, como lo atestigua la propia conciencia y las diferentes reflexiones que en su interior los acusan o los defienden, lo cual se descubrirá en el día en que Dios juzgará los secretos de los hombres»(11). Así la ley natural constituye verdadero derecho -llamado derecho natural-, que de hecho puede estar o no estar recogido en las leyes humanas, pero que debería ser el fundamento de todas ellas(12).

2. Relaciones jurídicas entre la Iglesia y el Estado

Teniendo en cuenta esos criterios la forma práctica de proceder para regular las relaciones jurídicas entre la Iglesia y el Estado puede variar según los tiempos y circunstancias: por ejemplo, no será la misma forma en países de tradición católica que en otros con presencia minoritaria de católicos. Un aspecto esencial que se debe cuidar siempre es la salvaguarda del derecho a la libertad religiosa; velar por el respeto de este derecho es velar por el entero orden social, pues el derecho a la libertad social y civil en materia religiosa viene a ser como la fuente y síntesis de todos los derechos del hombre(13).

En muchos países la Constitución garantiza ampliamente la liberad religiosa de los ciudadanos y grupos religiosos; por ese cauce puede también la Iglesia encontrar libertad suficiente para cumplir su misión y espacio para desarrollar sus iniciativas apostólicas(14). La Constitución española reconocer que todos los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna, entre otras, por la religión. Se garantiza la libertad religiosa y de culto de los individuos y las comunidades y establece la aconfesionalidad del Estado -por respeto a la libertad religiosa de todos los españoles- que es bien distinta del laicismo que excluye la religión de la vida civil: «Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica y las demás confesiones»(15).

Además, si es posible, la Iglesia procura establecer acuerdos con el Estado, llamados en general Concordatos, en los cuales se pactan soluciones concretas a las cuestiones en las que ambos tienen competencia: libertad de la Iglesia y de sus entidades para ejercer su misión, enseñanza, matrimonio de los católicos y sus efectos civiles, ayuda económica por el interés social de las instituciones eclesiales, días festivos, etcétera.

3. Régimen sobre el matrimonio y la enseñanza

La familia ha sido instituida por Dios, tiene un fin propio que es la procreación y la educación de los hijos, y posee un conjunto de características inmutables, a pesar del cambio de los tiempos, porque responden a la naturaleza humana por su origen divino. Podrán mudar elementos accidentales y sistemas de vida, pero lo esencial permanecerá siempre inalterable; porque la constitución y prerrogativas fundamentales de la familia han sido determinadas por Dios al establecer lo específico del ser humano.

Los temas que afectan a la familia están bajo la potestad de la Iglesia y del Estado por las razones que se han señalado, y por eso ambas instituciones tienen competencia propia, como son el reconocimiento del matrimonio y la libertad de enseñanza.

a) Al servicio de la familia

A la Iglesia le compete regular el matrimonio de los católicos, aunque sólo lo sea uno de los contrayentes; porque el matrimonio es un sacramento y a la Iglesia le corresponde establecer las normas para su válida y lícita celebración por los católicos. Al Estado le corresponde regular los efectos de orden civil, p.ej., el régimen de bienes entre los esposos(16).

El Estado tiene el deber de reconocer a los católicos el derecho a contraer matrimonio por la Iglesia, y darle validez civil sin obligarles a celebrar un matrimonio civil porque ya han contraído verdadero matrimonio. En algunos concordatos la Iglesia obtiene una cierta eficacia civil para su legislación matrimonial; sin embargo, por diversas circunstancias, tiene que tolerar que algunos de sus derechos en esta materia no sean reconocidos por la ley civil -p.ej. la indisolubilidad-, pero sin aprobarlo porque la ley divina estará siempre vigente aunque los hombres no quieran reconocerla(17).

b) Derecho a educar a los hijos

El derecho y el deber de educar a los hijos corresponde primariamente a los padres; «por haber dado vida a sus hijos, tienen la muy grave obligación de educarles; y, por tanto, ellos han de ser reconocidos como sus primeros y principales educadores»(18). Por tanto, a ellos corresponde también determinar el tipo de enseñanza que desean para sus hijos y los medios de los que se servirán para ese fin, como las escuelas o las catequesis (19).

«Los padres, como primeros responsables de la educación de sus hijos, tienen el derecho de elegir para ellos una escuela que corresponda a sus propias convicciones: este derecho es fundamental. En cuanto sea posible, los poderes tienen el deber de elegir las escuelas que mejor les ayuden en su tarea de educadores cristianos, y los poderes tienen el deber de garantizar este derecho de los padres y de asegurar las condiciones reales de su ejercicio»(20).

Al Estado le compete dictar las normas relativas a la enseñanza que sean necesarias para el bien común (niveles y grados, acceso de todos a la instrucción, contenidos mínimos para obtener los grados correspondientes, reconocimiento de títulos, etc.). Allí donde no sea suficiente la iniciativa de los padres o de grupos sociales, el Estado debe subsidiariamente establecer sus propios escuelas, respetando siempre el derecho de los padres sobre la orientación de la educación de sus hijos. Atentaría contra la libertad que el Estado se reservara el monopolio de la enseñanza, aunque sólo sea indirectamente, p.ej. negando subvenciones(21).

También a la Iglesia le compete, por derecho divino, determinar y vigilar todo lo que se refiere a la enseñanza y difusión de la religión católica: programas, contenidos, libros, idoneidad de los profesores, etc. Es un aspecto de la potestad de magisterio que compete a la Jerarquía, y un derecho de la Iglesia a defender y garantizar su propia identidad y la integridad de su doctrina. Nadie puede, por tanto, erigirse en maestro de doctrina católica a cualquier nivel -escuela o universidad- si no está aprobado por la autoridad eclesiástica(22).

Tiene derecho también la Iglesia a establecer sus propios centros de enseñanza oficialmente católicos, a que sean reconocidos y reciban ayudas estatales en las mismas condiciones que otros centros no estatales, sin tener que renunciar por ello a su ideario católico o a su dependencia de la autoridad eclesiástica(23).

Finalmente, la Iglesia tiene también derecho a promover iniciativas sociales que sean congruentes con su misión religiosa: hospitales, medios de comunicación, orfanatos, centros de acogida, etc. También tiene derecho a que el Estado reconozca a estas obras católicas en las mismas condiciones que otras iniciativas promovidas por particulares, tales como exenciones fiscales, titulación del personal, subvenciones, colaboración de voluntarios, posibilidad de recaudar donativos. etc. Lamentablemente se constata que esto no se cumple en algunos países, pero la Iglesia no pide ningún privilegio, tan sólo pide libertad y reconocimiento de su labor humana y social, a semejanza de lo que hacen los partidos políticos, sindicatos, o las empresas periodísticas.

4. Los católicos en la vida pública

«Los fieles aprendan a distinguir con cuidado los derechos y deberes que les conciernen por su pertenencia a la Iglesia y los que les competen en cuanto miembros de la sociedad humana. Esfuércense en conciliarlos entre sí, teniendo presente que en cualquier asunto temporal deben guiarse por al conciencia cristiana, dado que ninguna actividad humana, ni siquiera en el orden temporal, puede sustraerse al imperio de Dios»(24). Puede decirse que en estas palabras se resume el modo en que los católicos deben vivir la enseñanza del Señor: «Dad, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios»(25).

a) Misión de los laicos

Todos, pero especialmente los laicos, tienen derecho a que en la Iglesia se reconozca su legítima autonomía para gestionar los asuntos temporales según sus propias convicciones, siempre que éstas sean acordes con al doctrina católica, dentro de la cual caben diversas posturas en las cuestiones terrenas. A la vez evitarán implicar a la Iglesia en sus personales decisiones y actuaciones sociales, sin presentar esas soluciones como soluciones católicas(26).

En la vida civil los fieles laicos deben ejercer sus derechos y cumplir sus deberes para santificar el mundo desde dentro, con iniciativa y responsabilidad, sin esperar que la Jerarquía resuelva los problemas con las autoridades civiles o les propongan las soluciones que deben adoptar. Su misión consiste en impregnar la vida social con las virtudes humanas y cristianas, sin separar la ética privada de la ética pública, y creando un humanismo que apoye la libertad en la verdad y que potencie el sentido trascendente de la vida(27). Por ello, «La Iglesia pide que los fieles laicos estén presentes, con la insignia de la valentía y de a creatividad intelectual, en los puestos privilegiados de la cultura, como son el mundo de la escuela y de la universidad, los ambientes de investigación científica y técnica, los lugares de creación artística y de reflexión humanista. (...) Es un programa exigente consignado a la específica responsabilidad de los fieles laicos»(28).

b) En la política

«Los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la política»(29). Puesto que en no pocas ocasiones las leyes civiles no se ajustan a la enseñanza de la Iglesia, los católicos deben hacer lo posible, colaborando con otros ciudadanos de buena voluntad, para rectificar esas leyes, siempre dentro de los cauces legítimos y con caridad(30). En cualquier caso, deben ajustar su conducta a la doctrina católica y vivir la unidad de vida propia de quienes viven en el mundo sin ser mundanos(31).

LA RELIGIÓN ES FUENTE DE PAZ

La onda expansiva del atentado contra la Torres Gemelas en Nueva York ha conmovido los cimientos de nuestra sociedad pluralista y planteado un falso enfrentamiento con el mundo islámico. Quienes ven en la religión una fuente de conflictos tienden a considerar que las convicciones firmes portan un germen de fanatismo que hace imposible el diálogo; sin embargo es preciso señalar que la religión tiene una importante función en a sociedad, porque suscita una actitud moral de respeto al prójimo ayudando a superar actitudes cainitas demasiado arraigadas en el corazón humano; sólo las manipulaciones de la religión llevan a la violencia. En concreto el cristianismo es particularmente integrador en sus principios y en su trayectoria: afirmación conjunta de Dios y del hombre, de naturaleza y gracia, de fe y razón, de libertad y verdad, de persona y sociedad.

Por tanto, las amenazas a la paz no provienen de la pasión por la verdad, y se puede estar convencido de tener la verdad -el cristiano cree en el Dios vivo y encarnado-, sin sentirse por eso autorizado a imponerla coactivamente. Cuando se ha dado en el occidente cristiano ha sido en contra del Evangelio y de la enseñanza de la Iglesia. Aún resuenan las palabras fuertes de Juan Pablo II en Irlanda: «La violencia es una mentira, porque va contra la verdad de nuestra fe, la verdad de nuestra humanidad. La violencia destruye lo que pretende defender: la dignidad, la vida, la liberad del ser humano. La violencia es un crimen contra la humanidad, porque destruye la verdadera construcción de la sociedad. Pido con vosotros que el sentido moral y la convicción cristiana de los hombres y mujeres irlandeses no sean nunca obnubilados y embotados por la mentira de la violencia, que nadie pueda llamar nunca al asesinato con otro nombre que el de asesinato, que a la espiral de la violencia no se le dé nunca la distinción de lógica inevitable o de represalia necesaria. Recordemos las palabras que permanecerán para siempre: “cuantos empuñan la espada, a espada morirán”»(32).

En suma, podemos decir que la religión está anclada en la verdad y no a medio camino entre el fundamentalismo y el laicismo porque le corresponde un plano superior trascendente: el hombre se encuentra con la llamada de Dios y el sentido pleno de su vida. En cambio, la violencia es una mentira contra los hombres, contra la religión y contra Dios. No hay razones para enfrentarse a nuestra civilización cristiana, ni para sospechar poca lealtad en la Iglesia en sus relaciones con el Estado, porque la libertad que está anclada en la verdad lleva a ser hombres y mujeres especialmente aptos para convivir con todos.

Notas
(1) Mt 12,16-21
(2) GS, 76
(3) GS, 42
(4) Cfr. GS,76; DH, 14
(5) Varias obras de la literatura contemporánea se ocupan de escenificar cómo sería un Estado, nacional o supranacional, que cercenara las necesidades espirituales de los hombres como son el amor auténtico, la búsqueda de la verdad, la liberad para decidir el propio destino, o el sentido religioso de una vida dirigida a Dios. Entre otros, A.HUXLEY, Un mundo feliz, Plaza & Janés 1996. Esta novela describe un mundo en el que se han cumplido los peores vaticinios: triunfan los dioses del consuma y el bienestar, y está organizado en “zonas de seguridad” que esconden el peor de los totalitarismo. Ese mundo ha sacrificado valores humanos esenciales, y sus habitantes son procreados in vitro a imagen y semejanza de una cadena de montaje. Cf. G.ORWELL, 1984, y también, Rebelión en la granja.
(6) GS, 76.
(7) Ibidem,74.
(8) GS, 43.
(9) «No se puede, por lo demás, separar la moral pública y la moral privada. Hoy se proclama con rara unanimidad que el hombre público tiene derecho a su vida privada, sancionándose de este modo una dicotomía que secciona al mismo individuo en dos compartimentos estancos. Todo lo cual es verdadero y legítimo sólo hasta cierto punto. Quien asume un protagonismo social, ha de hacerlo desde la verdad personal, comprometiéndose por convicción y no sólo por convención o interés coyuntural». CEE, La verdad os hará libres, n. 62
(10) Santo TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, I-II, 93, 3 ad 2.
(11) Rm 2, 14-16
(12) Sin Dios no hay moral, y sin moral no hay derecho. Por eso, la pretensión de implantar un derecho natural sin Dios ( iusnaturalismo racionalista), conduce a la degradación de la sociedad (Cf. Rm 1,28-31). Y, por lo mismo, afirmar que es la ley humana la que decide y establece el bien y el mal, lo lícito en todos los órdenes (positivismo jurídico), supone también una radical y grave perversión de la idea misma del derecho, que depende de criterios morales y del reconocimiento de la existencia de Dios. Cfr. Pío XII, Discurso, 13-IX-1949, AAS 41 (1949), p.606
(13) JUAN PABLO II, CA, 47
(14) Cfr. DH, 13. Siempre que las circunstancias lo permiten, la Santa Sede establece relaciones diplomáticas con los Estados para así mantener un cauce de diálogo permanente en las cuestiones que interesan a las dos partes, la llamadas cuestiones mixtas
(15) CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA, Art. 16, parr.3; Cfr. Art. 14, Art 16, parr.1.
(16) CIC, can. 1059
(17) Un capítulo decisivo es el respeto a la vida humana. Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término natural, y nadie puede atribuirse el derecho a manipularla, ni los padres (contracepción, aborto), ni los científicos (fecundación artificial o in vitro), ni el Estado (leyes permisivas del aborto, de la manipulación genética, etc.). Cfr. JUAN PABLO II, EV, n, 62.95; CCE, 2372; CIC, can, 2372 parr. 1.
(18) GS,3
(19) «El derecho y el deber de la educación son, para los padres primordiales e inalienables» CCE, 221;Cfr. JUAN PABLO II, FC, 36
(20) CCE, 2229. El estado debe reconocer la función social de estas escuelas y subvencionarlas, Cfr. JUAN PABLO II, FC, 40.
(21) Lesionan ese derecho: la enseñanza colectivista y la enseñanza neutra. En primer lugar, carece de sentido suplantar a la familia afirmando que los niños son miembros de la sociedad y deben ser confiados al Estado, como ocurre en los regímenes colectivistas. En segundo lugar, la escuela neutra (que dice perseguir sólo unas finalidades técnicas) atenta también contra los derechos de los padres y de los hijos. Porque tal abuso procede de una ideología agnóstica que, si en principio prescinde de las cuestiones sobre religión y moral, de hecho viene a negar varios puntos básicos, p.ej.: que la sociedad también tiene su fin en Dios sirviendo a los hombres; que las leyes civiles deben inspirarse en la ley natural; y que la educación integral de la persona incluye la educación en la fe y la moral. Cfr. PÍO XI, Enc .Divini illius Magistri, AAS (1929) 737-738, Dz 2219.
(22) Cf. CIC, can. 804-805.
(23) Cf. CIC, can. 800.
(24) LG, 36.
(25) Mt 22,21.La exposición apologética de una conocida obra sobre los primeros cristianos es un buen comentario a esas palabras del Señor: «Habitan sus propias patrias, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos, y todo lo soportan como extranjeros; toda tierra extraña es para ellos patria, y tota patria es tierra extraña. Se casan como todos; como todos engendran hijos, pero no abandonan los que les nacen. Ponen mesa común, pero no lecho. Están en la carne, pero no viven según la carne. Pasan el tiempo en la tierra, pero tienen su ciudadanía en el Cielo. Obedecen a las leyes establecidas, pero con su vida sobrepasan las leyes». Discurso a Diogneto, Cap. V, en J.A.LOARTE, El tesoro de los Padres, p. 66.
(26) Cfr. Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, 117. Respecto a la Doctrina Social, Cfr. Capítulo 14, nota 7.
(27) «Una democracia sin valores, inmersa en la incertidumbre moral y en la contingencia política, tiene a convertirse en un totalitarismo visible o latente (...) Desde luego, el fundamento de la democracia no puede ser el relativismo moral, aunque sólo sea porque el relativismo no fundamenta nada. La condición de posibilidad de la democracia es el pluralismo, que viene a reconocer los diversos caminos que la libertad sigue en su búsqueda de la “verdad política”», A. LLANO, Humanismo cívico, Ariel, 1991, p. 203.
(28) JUAN PABLO II, Ch.L., 44.
(29) Ibidem, 42.
(30) Cfr. JUAN PABLO II, EV, 73.
Así, «cuando no sea posible evitar abrogar completamente una ley abortista, un parlamentario, cuya absoluta oposición personal al aborto sea clara y notoria a todos, puede lícitamente ofrecer su apoyo a propuestas encaminadas a limitar los daños de esa ley y disminuir así los efectos negativos en el ámbito de la cultura y de la moralidad pública». Ibidem.
(31) «En su existencia no puede haber dos vidas paralelas: por una parte, la denominada vida “espiritual” con sus valores y exigencias; y por otra, la denominada vida “secular”, es decir, la vida de familia, del trabajo, de las relaciones sociales, del compromiso político y de la cultura». Ibidem,59.
(32) JUAN PABLO II, Hom. en Drogheda (Irlanda), 29-IV-1979.

Mes de María: rezo del Rosario dirigido por el Papa en los Jardines Vaticanos

El 31 de mayo finaliza el mes de oración para invocar el fin de la pandemia y la reanudación de las actividades laborales y sociales.

El 31 de mayo finaliza el mes de oración para invocar el fin de la pandemia y la reanudación de las actividades laborales y sociales. Ese día el Papa rezará el Rosario en los Jardines Vaticanos, que irá precedido de una solemne procesión. Acompañarán la procesión los niños que han recibido la Primera Comunión de la parroquia de Santa Maria della Grotticella de Viterbo. Esta parroquia, la primera de Italia, ha puesto a disposición de la asistencia sanitaria local sus locales para crear un centro de vacunación. El párroco, Don Giuseppe Curre, cuenta a Vatican News la alegría de los niños nada más recibir la noticia:

R. - Fue una buena noticia para todos y también para mí. Cuando les comuniqué la noticia a los niños y a los catequistas, hubo júbilo.

Estamos muy contentos.

Su parroquia es la que ha puesto sus locales a disposición de la asistencia sanitaria para montar un centro de vacunación..

R. - El año pasado, en enero, el Papa dijo que era un hecho ético estar inmediatamente disponible para fabricar vacunas. Al tener una hermosa estructura bajo la iglesia, pensé en poner a disposición una sala de la comunidad pensando especialmente en los ancianos de la parroquia, personas que no pueden ir lejos. Me puse en contacto con la autoridad sanitaria local, hablé con el obispo y luego con los chicos del oratorio lo limpiamos todo. Fue un compromiso de toda la comunidad. Para nosotros fue un hecho muy bonito e importante porque nos pusimos a disposición de toda la ciudad. Entonces nos dimos cuenta de que aquí vienen a vacunarse no sólo los de Viterbo, sino también los de la provincia. También se han realizado "jornadas de puertas abiertas" con 2000 personas que se han vacunado en estos domingos en la parroquia. En Viterbo se empieza a ver a los jóvenes que vienen a jugar y a estar juntos y a crear de nuevo una comunidad. Y esto es lo más importante. Sólo después de la vacuna puede tener lugar todo esto. Así que también estamos intentando animar a la gente y a los jóvenes a que se vacunen lo antes posible. Es importante volver a vivir la amistad en el día a día.

Volvamos a la jornada del 31 de mayo: para los niños, la oración en los Jardines Vaticanos cerca del Papa será un momento especial después de estos períodos marcados por el confinamiento y el distanciamiento.

R. - En la preparación de la Comunión solíamos hacer una peregrinación e ir a Bolsena para visitar los lugares del milagro eucarístico. En cambio, este año no pudimos ir y tuvimos esta otra gracia: nos llamaron para venir a Roma cerca del Papa. No podía haber algo mejor y más bonito para nuestros niños. Todos están contentos y llenos de entusiasmo.

¿Por qué junio es el mes del Sagrado Corazón de Jesús?

Cuenta la historia que el 16 de junio de 1675, Jesús se le apareció a Margarita María de Alacoque y le mostro su Corazón

La Iglesia Católica dedica el mes de junio al Sagrado Corazón de Jesús, para que los fieles veneren, honren e imiten más intensamente el amor generoso y fiel de Cristo por todas las personas.

Es un mes donde se le demuestra a Jesús a través de las obras cuánto se le ama, correspondiendo a su gran amor demostrado al entregarse a la muerte por sus hijos, quedándose en la Eucaristía y enseñando el camino a la vida eterna.

En ocasión de esta fiesta, en Buenos Aires, Argentina, se realizará la 56º Peregrinación anual a pie al Sagrado Corazón de Jesús, que saldrá el sábado 24 de junio a las 2:30 pm, desde el atrio de la Catedral hacia la Basílica de Barracas donde se celebrará la Misa. Así también en Mendoza, el sábado 17 de junio a las 4:00 pm se celebrará la Eucaristía en la Catedral.

Sobre esta fiesta, el Papa Benedicto XVI afirmó que "al ver el corazón de Señor, debemos de mirar el costado traspasado por la lanza, donde resplandece la inagotable voluntad de salvación por parte de Dios, no puede considerarse culto pasajero o de devoción: la adoración del amor de Dios, que ha encontrado en el símbolo del ‘corazón traspasado’ su expresión histórico-devocional, la cual sigue siendo imprescindible para una relación viva con Dios".

La devoción al Corazón de Jesús ha existido desde los inicios de la Iglesia, desde que se meditaba en el costado y el corazón abierto del Señor.

Cuenta la historia que el 16 de junio de 1675, el Hijo de Dios se le apareció a Santa Margarita María de Alacoque y le mostro su Corazón rodeado de llamas de amor, coronado de espinas, con una herida abierta de la cual brotaba sangre y, del interior del mismo salía una cruz.

Santa Margarita escuchó al Señor decir: "he aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y en cambio, de la mayor parte de los hombres recibo ingratitud, irreverencia y desprecio".

Meditaciones del 1 al 5 de junio del Sagrado Corazón de Jesús con audio

Meditación y oración para cada día del mes de Junio, dedicado a Sagrado Corazón

Junio ha sido proclamado como el mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, para que oremos por El con fervor y entrega.

Les presentamos una meditación para orar cada día, inspirada en los nardos, esa flor que tanto agrada al Señor.

Oremos para que el Sagrado Corazón de Jesús aumente nuestra fe.

Recordemos que es el primer viernes el que se dedica a la celebración del Sagrado corazón y el primer sábado de mes el cual es consagrado a nuestra Madre la Virgen Maria.

Nardo del 1ro de Junio:

¡Oh Sagrado Corazón, Luz en este mundo de oscuridad!

Meditación: Corazón Sagrado, enllagado y martirizado por nuestros pecados, sé nuestra Luz para vivir sólo en Ti, y así poder seguir nuestro camino para llegar un día a habitar junto al Padre Celestial

Jaculatoria:¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús! ¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.

Florecilla: Que sepamos plasmar en nuestro pobre corazón, lo que nos enseñó el Hijo de Dios. Meditemos cuán poco sabemos de El.

Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.
 
Nardo del 2 de Junio

¡Oh Sagrado Corazón, Llama ardiente!

Meditación: El Corazón de mi Jesús tanto amó, que en llama de fuego se presentó para purificar, para salvar, para amar…¡Pero quién lo ha de mirar!. Si muchos lo llegamos hasta a despreciar, a no buscar, a ignorar, pues no queremos que nos venga a señalar las miserias y tibiezas que nuestro pobre corazón encierra. Seamos ardientes amantes de Cristo, consumidos por el Fuego de Su Amor, para poder así limpiar nuestro corazón y llegar a servir a nuestro Dulce Señor.

Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!

¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.

Florecilla: Hagamos una buena confesión, ofreciéndosela al Sagrado Corazón de Jesús.

Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.

Nardo del 3 de Junio:

¡Oh Sagrado Corazón, refugio del Niño Dios!

Meditación: En una Doncella latía un Pequeño que renovaría la tierra vacía, ya que en ella sembraría semillas para llenarla de Vida. Aquel pequeño Corazón era el Sol que con Su calor nos enseñaría lo que es el Amor, con Su Luz a no perdernos en la oscuridad, con Su Omnipotencia a aumentar nuestra Fe, con Su silencio el valor de hacernos pequeños y con Su Presencia la Única Senda, pues El es el Rey.

Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!
¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.

Florecilla:Comulguemos pidiéndole al Señor tener un corazón pequeño, y que sea El nuestro único sustento.

Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.
 
Nardo del 4 de Junio:

¡Oh Sagrado Corazón, cuan manso y humilde sos!

Meditación: ¡Ay! de nosotros los hombres, todos queremos ser SEÑORES, si, con mayúsculas…no queremos ser pequeños, debemos competir, ser los mejores, hinchar nuestro corazón de orgullo, llenarnos de vanidad. Ser manso…eso es de débiles, de aquellos que poco saben, que no poseen imagen. Pero a pesar de eso, sabes Señor, te lo digo al oído, con vergüenza: "Yo soy cristiano, he sido bautizado…".

¡Oh! mi Dulce Señor, cuanto te he profanado si estoy lleno de estos pensamientos mundanos. Tú, el Corazón más humilde y el más sublime, el más manso, el Todopoderoso. Tú nuestro Dios hermoso, mi Dulce Esposo. Me olvidé de Tu Imagen, por ser yo la imagen de un dios pagano, de aquel que produce el escarnio de lo que Tú en mi pusiste de santo. ¡Perdóname Señor!.

Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!

¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.

Florecilla:Ofrezcamos una jornada de silencio, comparando la vida de Jesús con la nuestra.

Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.

Nardo del 5 de Junio:

¡Oh Sagrado Corazón, qué tierno sos!

Meditación: Dicen que una vez la Santísima Virgen a un niño se le presentó, le habló del Amor y de su Corazón, pero el niño que sorprendido la escuchaba se atrevió a preguntarle por el Niño Dios. De tal modo, una conversación parecida a ésta se escuchó:

Perdón, Virgen María, ¿pero si voy al Cielo voy a poder jugar con el Niño Jesús?. La Virgen sonriendo contestó: "Sí, en el Cielo se te da todo lo que buscas con un corazón de niño". El pequeño prosiguió: ¿Al fútbol también podré jugar con El?. La Virgen contestó: Si así lo deseáis... El niño: Ah, pero siempre va a ganar Jesús, porque El es el mejor, es Dios. La Virgen, llena de ternura, contestó: "No, mi amor, porque en el Cielo no hay competencia y mi Jesús siempre deja ganar…". A lo que el niño, poniéndose a llorar respondió: "Entonces yo no quiero ganar, sólo quiero ser como Jesús...".

¡Qué lección la de la Madre de Dios!. Ella nos muestra la humildad y la ternura del Corazón de Su Hijo, que todo nos da, nos deja hasta querer ¨ganar¨ para que podamos aprender a ser como El, y ver que el Rey, todo Poder, trabaja en la pequeñez. ¿Qué nos queda entonces a nosotros?.

Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!

¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.

Florecilla: Que tratemos de ser niños guiados por la voz de nuestra Madre, practicando la humildad.

Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, EN TI CONFÍO, MÁS AUMENTA MI FE

La mediación de María

Acerca de la mediación de María desarrollada en Redemptoris Mater.

Por: Cardenal Joseph Ratzinger | Fuente: Catholic.net
 
La doctrina de la mediación de María,

El Papa desarrolla este tema muy ampliamente en su encíclica Redemptoris Mater. Sin duda, éste es el punto en el que se concentrarán más la discusión teológica y la ecuménica. Es verdad que ya el concilio Vaticano II mencionó también el título «mediadora» y habló de hecho de la mediación de María (LG 60 y 62), pero este tema nunca se había expuesto hasta ahora en documentos magisteriales de forma tan amplia. La encíclica no va de hecho más allá del Concilio, cuya terminología hace suya. Pero ahonda los planteamientos de éste y les da con ello nuevo peso para la teología y la piedad.

Ante todo quisiera aclarar brevemente los conceptos con los que el Papa delimita teológicamente la idea de la mediación y previene contra malentendidos; sólo entonces se podrá comprender también convenientemente su intención positiva. El Santo Padre subraya con mucha insistencia la mediación de Jesucristo, pero esta unicidad no es exclusiva, sino inclusiva, es decir, posibilita formas de participación. Dicho de otro modo: la unicidad de Cristo no borra el «ser para los demás» y «con los demás de los hombres ante Dios»; en la comunión con Jesucristo, todos ellos pueden ser, de múltiples maneras, mediadores de Dios unos para otros. Éstos son hechos simples de nuestra experiencia cotidiana, pues nadie cree solo, todos vivimos, también en nuestra fe, de mediaciones humanas. Ninguna de ellas bastaría por sí misma para tender el puente hasta Dios, porque ningún ser humano puede asumir por su cuenta una garantía absoluta de la existencia de Dios y de su cercanía. Pero, en la comunión con aquel que es en persona dicha cercanía, los hombres pueden ser mediadores los unos para los otros, y de hecho lo son.

Con ello, primeramente, la posibilidad y frontera de la mediación queda delimitada de forma universal en la coordinación con Cristo. A partir de allí desarrolla el Papa su terminología. La mediación de María se funda sobre la participación en la función mediadora de Cristo; comparada con ésta, es un servicio en subordinación (n°. 38). Estos conceptos están tomados del Concilio, lo mismo que la siguiente frase: esta tarea fluye «de la sobreabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende completamente de ella y de ella toma toda su eficacia» (n° 22; LG 60). La mediación de María se realiza, por consiguiente, en forma de intercesión (n° 21).

Todo lo dicho hasta aquí vale para María lo mismo que para toda colaboración humana en la mediación de Cristo. En todo ello, por tanto, la mediación de María no se diferencia de la de otros seres humanos. Pero el Papa no se queda allí. Aun cuando la mediación de María está en la línea de la colaboración creatural con la obra del redentor, es portadora, no obstante, del carácter de lo «extraordinario»; llega de manera singular más allá de la forma de mediación fundamentalmente posible para todo ser humano en la comunión de los santos. La encíclica desarrolla también esta idea en estrecha conexión con el texto bíblico.

El Papa pone de manifiesto una primera noción de la especial forma de mediación de María en una detenida meditación del milagro de Caná, en el que la intervención de María hace que Cristo anticipe ya entonces en el signo su hora futura  como sucede continuamente en los signos de la Iglesia, en sus sacramentos . La verdadera elaboración conceptual de lo especial de la mediación mariana tiene lugar después, principalmente en la tercera parte, de nuevo con una vinculación sublime de diferentes pasajes de la Escritura que en apariencia distan mucho entre sí, pero que precisamente juntos  ¡la unidad de la Biblia!- generan una sorprendente luminosidad. La tesis fundamental del Papa dice así: el carácter único de la mediación de María estriba en que es una mediación materna, ordenada al nacimiento continuo de Cristo en el mundo. Esa mediación mantiene presente en el acontecer salvífico la dimensión femenina, que tiene en ella su centro permanente. Desde luego, no queda espacio alguno para eso allí donde la Iglesia sólo se entiende institucionalmente, en forma de actividades y decisiones mayoritarias. Ante esta ostensible sociologización del concepto de Iglesia, el Papa recuerda unas palabras de Pablo demasiado poco meditadas: «por (vosotros) sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros» (Ga 4,19). La vida surge, no por el hacer, sino dando a luz, y exige, por tanto, dolores de parto. La «conciencia materna de la Iglesia primitiva», a la que el Papa hace referencia aquí, nos interesa precisamente hoy (n° 43).

Ahora bien, desde luego se puede preguntar: ¿cómo es que debemos ver esta dimensión femenina y materna de la Iglesia concretada para siempre en María? La encíclica desarrolla su respuesta con un pasaje de la Escritura que a primera vista parece decididamente contrario a toda veneración de María. A la mujer desconocida que, entusiasmada por la predicación de Jesús, había prorrumpido en una alabanza del cuerpo del que había nacido aquel hombre, el Señor le opone estas palabras: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan» (Lc 11,28). Con ellas conecta el Santo Padre una palabra del Señor que va en la misma dirección: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y la cumplen (Lc 8,20s.).

Sólo en apariencia nos encontramos aquí ante una declaración anti-mariana. En realidad, estos textos declaran dos nociones muy importantes. La primera es que, además del nacimiento físico único de Cristo, hay otra dimensión de la maternidad que puede y debe continuar. La segunda noción es que esta maternidad, que permite nacer continuamente a Cristo, se basa en la escucha, guarda y cumplimiento de la palabra de Jesús. Pero ahora bien, precisamente Lucas, de cuyo evangelio están tomados estos dos pasajes, caracteriza a María como la oyente arquetípica de la Palabra, la que lleva en sí la Palabra, la guarda y la hace madurar. Esto significa que, al transmitir estas palabras del Señor, Lucas no niega la veneración de María, sino que quiere conducirla precisamente a su verdadero fundamento. Indica que la maternidad de María no es sólo un acontecimiento biológico único; que, por tanto, ella fue, es y seguirá siendo madre con toda su persona. En Pentecostés, en el momento en que la Iglesia nace del Espíritu Santo, esto se hace concreto: María está en medio de la comunidad orante que, mediante la venida del Espíritu, se convierte en Iglesia. La correspondencia entre la encarnación de Jesús en Nazaret por la fuerza del Espíritu y el nacimiento de la Iglesia en Pentecostés no se puede pasar por alto. «La persona que une ambos momentos es María» (n° 24). En esta escena de Pentecostés, quisiera ver el Papa la imagen de nuestro tiempo, la imagen del año mariano, el signo de esperanza para nuestra hora (nº 33).

Lo que Lucas hace visible con alusiones entretejidas, el Santo Padre lo encuentra plenamente explicado en el evangelio de Juan: en las palabras del Crucificado a su madre y a Juan, el discípulo amado. Las palabras «Ahí tienes a tu madre» y «Mujer, ahí tienes a tu hijo» han fecundado desde siempre la reflexión de los intérpretes sobre el cometido especial de María en la Iglesia y para la Iglesia; con razón son el centro de toda meditación mariológica. El Santo Padre las entiende como el testamento de Cristo pronunciado desde la cruz. Allí, en el interior del misterio pascual, María es entregada al ser humano como madre. Aparece una nueva maternidad de María que es fruto del nuevo amor madurado a los pies de la cruz (n°. 23). Queda así visible la «dimensión mariana en la vida de los discípulos de Cristo... no sólo de Juan... sino de todo discípulo de Cristo, de todo cristiano». «La maternidad de María, que se convierte en la herencia del hombre, es un regalo que Cristo hace personalmente a cada ser humano» (n°. 45).

El Santo Padre da aquí una explicación muy sutil de la palabra con la que el evangelio cierra la escena: «Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa» (Jn 19,27). Ésta es la traducción a la que estamos habituados; pero la profundidad del acontecimiento  así lo acentúa el Papa  sólo se pone de manifiesto cuando traducimos de forma totalmente literal. Entonces el texto dice, en realidad: él la acogió dentro de lo suyo. Para el Santo Padre, esto significa una relación absolutamente personal entre el discípulo  todo discípulo  y María, un dejar entrar a María hasta lo más íntimo de la propia vida intelectual y espiritual, un entregarse a su existencia femenina y materna, un confiarse recíproco que se convierte continuamente en camino para el nacimiento de Cristo, que realiza en el hombre la configuración con Cristo. Así, no obstante, el cometido mariano arroja luz sobre la figura de la mujer en general, sobre la dimensión de lo femenino y el cometido especial de la mujer en la Iglesia (nº 46).

Con este pasaje se agrupan en adelante todos los textos de la Escritura que se entretejen en la encíclica hasta formar un tejido unitario. Pues el evangelista Juan, tanto en el episodio de Caná, como en el relato de la cruz, llama a María, no por su nombre, ni «madre», sino con el título «mujer». La conexión con Gn 3 y Ap 12, con el signo de la «mujer», queda así establecida desde el texto, y, sin duda, en Juan tras esta denominación está la intención de elevar a María, como «la mujer» en general, al plano de lo universalmente válido y de lo simbólico (13). El relato de la crucifixión se convierte así simultáneamente en interpretación de la Historia, en la referencia al signo de la mujer que, de forma materna, toma parte en la lucha contra los poderes de la negación y en este punto es signo de la esperanza (n° 24 y n° 47). Todo lo que se sigue de estos textos, la encíclica lo resume en una frase del credo de Pablo VI: «Creemos que la santísima Madre de Dios, la nueva Eva, Madre de la Iglesia, prolonga en el cielo su tarea materna en favor de los miembros de Cristo, cooperando en el nacimiento y fomento de la vida divina en las almas de los redimidos» (nº 47).

(13) Acerca del debate exegético moderno sobre Jn 19,26s cf. R. Schnackenburg, Das Johannesevangelium III, Friburgo de Brisgovia 6 1992, pp. 321-328; R. E. Brown, K. P. Donfried, J. A. Fitzmyer, J. Reumann, Mary in the New Testament, Filadelfia - Nueva York 1978, pp. 206-218 [tr. esp. María en el Nuevo Testamento, Sígueme, Salamanca 1982]; N. M. Flanagan, •Mary in the Theology of John´s Gospel•, Mar. 40 (1978) 110-120.

El Papa advierte: La hipocresía mata a las comunidades
 
En la homilía de la misa en Santa Marta, Francisco pide que el lenguaje cristiano sea veraz

«La hipocresía no es el lenguaje de Jesús», ni debe serlo de los cristianos ya que «el hipócrita es capaz de matar a una comunidad». Lo advirtió el papa Francisco en la misa del 6 de junio de 2017 en la Casa Santa Marta del Vaticano.

El Pontífice reafirmó que, al seguir el ejemplo de Jesús, el lenguaje de los cristianos debe ser veraz y advirtió sobre las tentaciones de la hipocresía y la adulación.

«Hipócritas»: Francisco subrayó esta palabra que Jesús usa muchas veces para calificar a los doctores de la ley.

Son hipócritas, observó, porque «hacen ver una cosa pero piensan otra, como lo dice la misma etimología de la palabra».

La hipocresía no es el lenguaje de Jesús

Estos doctores de la ley «hablan, juzgan», pero piensan otra cosa. Esta es la hipocresía.

«Y la hipocresía no es el lenguaje de Jesús. La hipocresía no es el lenguaje de los cristianos.

Un cristiano no puede ser hipócrita y un hipócrita no es cristiano. Es así de claro. Este es el adjetivo que Jesús usa más con esta gente: hipócrita.

Vemos qué hacen ellos. El hipócrita siempre es un adulador, en mayor o menor grado pero es un adulador».

Ellos, de hecho, intentan adular a Jesús. «Los hipócritas -comentó- siempre empiezan con la adulación».

La adulación, prosiguió Francisco, es también «no decir una verdad, es exagerar, es hacer crecer la vanidad».

De esta manera lamentó el caso de un sacerdote, «conocido desde hace mucho tiempo», que se bebía «todas las adulaciones que le hacían, era su debilidad».

Jesús nos hace ver la realidad sin hipocresía ni ideología

La adulación, dijo, empieza «con mala intención«.

Es el caso de los doctores de la ley, del que se habla en el Evangelio del día, que someten a la prueba a Jesús, empezando con la adulación y haciendo una pregunta para hacerlo equivocarse:

«¿Está permitido pagar el impuesto al César o no? ¿Debemos pagarlo o no?».

«El hipócrita tiene esta doble cara. Pero Jesús conoce su hipocresía, y dice claramente: ‘¿Por qué me tienden una trampa? Muéstrenme un denario’.

Jesús responde siempre con la realidad a los hipócritas y a los ideológicos. La realidad es así, todo lo demás es hipocresía o ideología.

Pero esta es la realidad: tráiganme un denario. Y muestra cómo es la realidad, respondiendo con la sabiduría del Señor:

‘Den al César lo que es del César -la realidad es que el dinero tenía la imagen del César- y a Dios, lo que es de Dios'».

Un lenguaje peligroso

El tercer aspecto, añadió el Papa, «es que el lenguaje de la hipocresía es el lenguaje del engaño, es el mismo lenguaje de la serpiente a Eva, es el mismo».

Empieza con la adulación para luego destruir a las personas, incluso «arranca la personalidad y el alma de una persona. Mata a las comunidades».

«Cuando hay hipócritas en una comunidad -advirtió- hay un gran peligro ahí, hay un peligro muy feo».

El Señor Jesús nos dijo: ‘Sea vuestro lenguaje: «Sí, sí»; «no, no»: que lo que pasa de aquí viene del Maligno’.

La hipocresía mata a las comunidades

«La hipocresía hace mucho mal a la Iglesia», dijo con amargura el Papa. Y advirtió sobre «esos cristianos que caen en esta actitud pecaminosa que mata».
«La hipocresía es capaz de matar a una comunidad. Habla dulcemente, juzga a una persona -lamentó-. El hipócrita es un asesino».
«Recordemos esto: si hay adulación, sólo se responde con la realidad. No me vengan con historias, la realidad es esta, como con la ideología, esta es la realidad.
Al final es el mismo lenguaje del diablo que siembra esa lengua bífida en las comunidades para destruirlas».
«Pidamos al Señor que nos cuide para no caer en este vicio de la hipocresía, del enmascarar la actitud con malas intenciones, sugirió Francisco.
«Que el Señor nos dé esta gracia: ‘Señor, que nunca sea un hipócrita, que sepa decir la verdad y si no puedo decirla, que me calle, pero nunca, nunca, sea un hipócrita’«.

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