¿Por qué tenéis miedo?
- 20 Junio 2021
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Juan de Matera, Santo
Abad, 20 de junio
Martirologio Romano: En el monasterio de San Jacobo de Foggia, en la Apulia, Italia, san Juan de Matera, abad, insigne por su austeridad y su predicación al pueblo, que instituyó la Congregación de Pulsano en la región del Gárgano, bajo la Regla de san Benito († 1139).
Breve Biografía
Nació en Matera (Lucania-Italia) en el seno de una noble familia. Desde muy joven quiso ser eremita y solicitó hospitalidad en el monasterio de Taranto, pero como era un hombre poco hablador, fue juzgado de carácter antipático y por ello alejado del monasterio.
Marchó a Calabria, uniéndose a los monjes de Montevergine junto a san Guillermo de Vercelli, su fundador, pero lo dejó para ser predicador en Bari; luego se dirigió a Sicilia viviendo en continua penitencia y por último se refugió en Ginosa en la Puglia, donde recibió de san Pedro la orden de reparar su iglesia; como san Francisco, entendió en una reparación arquitectónica, y junto con unos compañeros se puso al trabajo, pero fue encarcelado acusado de posesionarse de un tesoro. Se dio cuenta que lo que tenía que rehacer era la iglesia espiritual y salió de su aislamiento convirtiéndose en un predicador de gran éxito en toda la Italia meridional. Fue acusado de herejía, pero, la humildad que demostró en su proceso, hizo que se exonerase de los cargos. En Pulsano fundó, bajo la regla de San Benito, un monasterio que toma su nombre, Congregación de Pulsano que sobrevivirá algún tiempo. En su Vita se dice que fue un hombre de oración, solitario, y de una intensa vida mística. Tiene culto local.
Santo Evangelio según san Marcos 4, 35-41. Domingo XII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, te doy las gracias por este momento que Tú me regalas para encontrarme contigo. Creo en ti, Jesús, pero ayúdame a creer con firmeza. Confío en ti, en tu poder, pero, ayúdame a saber abandonarme en tus brazos. Te amo, mas regálame una experiencia de tu amor. Tú me amas, Jesús, sin importar lo que haga. Me amas por ser quien soy… yo te quiero amar y alabar por ser quien eres. Gracias, Jesús, por ser quien eres. A ti la alabanza, la gloria y mi amor por siempre. Amén.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 4, 35-41
Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: “Vamos a la otra orilla del lago”. Entonces los discípulos despidieron a la gente y condujeron a Jesús en la misma barca en que estaba. Iban además otras barcas.
De pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de agua. Jesús dormía en la popa, reclinado sobre un cojín. Lo despertaron y le dijeron: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?”.
Él se despertó, reprendió al viento y dijo al mar: “Cállate, enmudece!”. Entonces el viento cesó y sobrevino una gran calma. Jesús les dijo: “ Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?”. Todos se quedaron espantados y se decían unos a otros: “Quien es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Jesús, Tú duermes en medio de una tormenta. No sé cómo puedes hacerlo. Es como si yo viajara en un avión, el piloto dijera que acaba de perder el control de la nave y que es posible que nos estrellemos, y yo pidiera a la azafata un par de audífonos para ver una película… ¿es que no te importa que se hundan? La misma pregunta me surge muy a menudo Señor, veo tanto mal en el mundo, tanta violencia, tanta injusticia… y Tú callas, casi como si durmieses… ¿Es que no te importa a dónde vaya a parar este mundo?, ¿o acaso duermes y no te enteras que vamos a la deriva? Te miro en silencio, allí, en el sagrario y me pregunto si duermes, si no te importa tanto dolor… Tú despertaste, Señor, e increpaste al mar y al viento… y te obedecieron. En un segundo cambiaste la tempestad en calma y la incredulidad de tus discípulos, en fe.
Miro alrededor, Señor, y me doy cuenta que de ninguna manera duermes, que trabajas. Tantos misioneros, tantos sacerdotes y almas consagradas, tantos laicos que, en silencio, transforman las peores tempestades en paz, portando tu palabra a los hospitales, pan a los hambrientos y consuelo a los tristes… No duermes, Jesús. Trabajas…sí, pero en silencio. Y yo ni escucho tu voz ni veo tus obras porque estoy más ocupado viendo y escuchando el mar y el viento que mirando tus obras. Jesús, me miras allí, hablando en lo profundo de mi corazón, y me invitas a dejarme de lamentos estériles y a ponerme a trabajar por la extensión de tu Reino.
Confío en ti, Jesús. ¡Aumenta mi confianza! Yo también quiero trabajar por tu Reino y por mis hermanos. Lo haré. Dame la fuerza que necesito.
«Prometemos que nunca los olvidaremos. Nunca vamos a dejar de hablar por ustedes. Les aseguramos que haremos todo lo posible para abrir los ojos y los corazones del mundo. La paz no es el fin de la historia. La paz es el inicio de una historia ligada al futuro. Europa debería saber esto mejor que cualquier otro continente. Esta hermosa isla [Lesbos], donde nos encontramos ahora, es sólo un punto en el mapa. Para domar el viento y el mar agitado Jesús ordenó al viento que cesase justo cuando la barca en el que estaban él y sus discípulos estaba en peligro. Luego la calma siguió a la tormenta».
(Cf Discurso de S.S. Francisco, 16 de abril de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
?Hoy haré una oración especial por todos los refugiados y migrantes, para que experimenten la consolación de una persona que trabaje en silencio por la extensión del Reino de Dios.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cuando la vida es zarandeada por las olas
Jesús dejó que los apóstoles remaran contra el viento durante toda la noche
Los hechos del Evangelio no han sido escritos sólo para ser contados, sino también para ser revividos. A quien les escucha se le invita cada vez a entrar dentro de la página del Evangelio, a convertirse de espectador en actor, a ser parte en causa. La Iglesia primitiva nos da el ejemplo. La manera en que se cuenta el episodio de la tempestad calmada muestra que la comunidad cristiana lo aplicó a su propia situación. En aquella tarde, cuando había despedido a la multitud, Jesús había subido solo al monte para rezar; ahora, en el momento en el que Mateo escribe su Evangelio, Jesús se ha despedido de sus discípulos y ha ascendido al cielo, donde vive rezando e "intercediendo" por los suyos. En aquella tarde echó mar adentro la barca; ahora ha echado a la Iglesia en el gran mar del mundo. Entonces se había levantado un fuerte viento contrario; ahora la Iglesia vive sus primeras experiencias de persecución.
En esta nueva situación, ¿qué les decía a los cristianos el recuerdo de aquella noche? Que Jesús no estaba lejos ni ausente, que siempre se podía contar con él. Que también ahora daba órdenes a sus discípulos para que se le acercaran "caminando sobre las aguas", es decir, avanzando entre las corrientes de este mundo, apoyándose sólo en la fe.
Es la misma invitación que hoy nos presenta: aplicar lo sucedido a nuestra vida personal. Cuántas veces nuestra vida se parece a esa barca "zarandeada por las olas a causa del viento contrario". La barca zarandeada puede ser el propio matrimonio, los negocios, la salud... El viento contrario puede ser la hostilidad y la incomprensión de las personas, los reveses continuos de la vida, la dificultad para encontrar casa o trabajo. Quizá al inicio hemos afrontado con valentía las dificultades, decididos a no perder la fe, a confiar en Dios. Durante un tiempo nosotros también hemos caminado sobre las aguas, es decir, confiando únicamente en la ayuda de Dios. Pero después, al ver que nuestra prueba era cada vez más larga y dura, hemos pensado que no podíamos más, que nos hundíamos. Hemos perdido la valentía.
Este es el momento de acoger y experimentar como si se nos hubieran dirigido personalmente a nosotros las palabras que Jesús dirigió en esta circunstancia a los apóstoles: "¡Ánimo!, que soy yo; no temáis". Es famosa la frase con la que el sacerdote Abundio, en Los novios (I promessi sposi), justifica su miedo y cobardía: "Quien no tiene valentía no se la puede dar". Tenemos que desterrar precisamente esta convicción. ¡Quien no tiene valentía se la puede dar! ¿Cómo? Con la fe en Dios, con la oración, basándose en la promesa de Cristo.
Alguno dirá que esta valentía, basada en la fe en Dios y en la oración, es un pretexto, una huida de las propias posibilidades y responsabilidades. Una manera de descargar en Dios los propios deberes. Es la tesis de fondo de la obra de teatro de Bertolt Brecht, ambientada en Alemania en tiempos de la guerra de los Treinta Años, que tiene como protagonista a una mujer del pueblo llamada, por su capacidad de decisión y valor, "Madre Coraje". En plena noche, las tropas imperiales, tras haber matado a los guardias, avanzan contra la ciudad protestante de Halle para quemarla. En los alrededores de la ciudad, una familia de campesinos, que acoge a la Madre Coraje con la hija muda, Kattrin, sabe que lo único que puede hacer para salvar a la ciudad de la ruina es rezar. Pero Kattrin, en lugar de ponerse a rezar, sube al techo de la casa, y se pone a tocar desesperadamente el tambor hasta que ve que los habitantes se han despertado y están de pie. Es asesinada por los soldados, pero la ciudad se salva.
Con esta crítica, que es la clásica crítica del marxismo, se ataca a quien pretende quedarse con los brazos cruzados, en espera de que Dios lo haga todo. Pero esto no tiene nada que ver con la verdadera fe y la verdadera oración, que es lo contrario de la resignación pasiva. Jesús dejó que los apóstoles remaran contra el viento durante toda la noche y que utilizaran todos su recursos antes de intervenir personalmente.
"La tecnología no sustituya el contacto humano"
El predicador de la Casa Pontificia vuelve como cardenal a la universidad donde fue alumno.
El padre Raniero Cantalamessa regresa como cardenal a la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Roma, donde, en los años 60 y 70, fue primero estudiante y luego profesor en la Facultad de Letras y Filosofía y en la dirección del Departamento de Ciencias Religiosas. El predicador de la Casa Pontificia -creado cardenal por el Papa Francisco en el Consistorio de noviembre de 2020- celebró ayer una misa por el centenario de la Universidad en el Policlínico Gemelli. Y tuvo palabras de aliento para todos los estudiantes, futuros médicos, a los que recomendó "cultivar junto a la mente, también el corazón", para poner "las ideas y la ciencia al servicio de las personas" y "nunca al contrario".
Médicos: "Detrás de las historias clínicas, hay personas"
"Nunca olviden que detrás de un historial médico y de los resultados de las pruebas, hay una persona humana y que a menudo una caricia vuestra, una sonrisa y una palabra de esperanza puede hacer más bien que cualquier medicina. No permitamos que la tecnología y la instrumentación sustituyan el contacto humano", dijo el cardenal durante la misa, concelebrada con monseñor Claudio Giuliodori, asistente eclesiástico de la Universidad Católca.
De la cátedra al púlpito
Y a propósito de la vocación, en la misma homilía, el religioso capuchino recordó su llamada a la predicación, que floreció precisamente en las aulas de la Universidad romana. "En 1979... sentí la llamada a dejar el escritorio por el púlpito, es decir, a dedicar mi vida por completo a la proclamación del Reino de Dios".
Al principio no sabía a dónde ir, luego llegó la llamada de Juan Pablo II, que le nombró predicador de la Casa Pontificia: "¡Fue en el Vaticano donde tuve que empezar a predicar el Reino de Dios!", recuerda el padre Cantalamessa, que, sin embargo, aconseja a los jóvenes y a los seminaristas que no sigan su ejemplo: "No dejéis los estudios si no estáis seguros de haber recibido una llamada diferente. Aprovechen al máximo las posibilidades que os ofrecen los estudios universitarios". Son "un privilegio del que se es responsable ante uno mismo y ante la sociedad".
La humildad de tres Papas. Durante 41 años, el capuchino fue -como se le conoce- "un testigo de la increíble humildad de los tres últimos Papas" que cada viernes, en Adviento y Cuaresma, dejaban todo de lado "para ir a escuchar el sermón de un simple sacerdote de la Iglesia católica". Al menos hasta el año pasado, cuando el Papa Francisco lo quiso entre los miembros mayores de 80 años del Colegio Cardenalicio.
El conocimiento no da la felicidad
En el transcurso de su reflexión, Cantalamessa se detuvo en el significado del "Sagrado Corazón" que da nombre a la Universidad, elegido entonces "por el papel que desempeñó el culto al Sagrado Corazón en el momento de su fundación". Un culto que no recuerda "un acontecimiento pasado", sino "una realidad actual", que es "el corazón vivo y palpitante del Resucitado". Es de este corazón que "nuestra civilización, dominada por la tecnología necesita, si queremos evitar que, mientras se recalienta físicamente, nuestro planeta retroceda, espiritualmente, a una edad de hielo", dijo el cardenal. "Hace tiempo que se trabaja en un tipo de ordenador que 'piensa'... pero nadie ha previsto hasta ahora la posibilidad de un ordenador que 'ame', que se conmueva, que salga al encuentro del hombre a nivel afectivo, facilitando el amor, como facilita el cálculo de las distancias entre los astros, el movimiento de los átomos y el almacenamiento de datos", añadió. "El fortalecimiento de la inteligencia y las posibilidades cognitivas del hombre no va, por desgracia, de la mano del fortalecimiento de su capacidad de amar", observó Cantalamessa. Por el contrario, parece que esto último no cuenta para nada, "mientras que sabemos que la felicidad o la infelicidad no dependen tanto de saber o no saber, como de amar o no amar, de ser amado o no serlo".
Ansioso por amar
La recomendación del Cardenal a los estudiantes de la Universidad Católica es, por tanto, no estar "ansiosos" por aumentar el conocimiento, sino la capacidad de amar, porque "el conocimiento se traduce automáticamente en poder, el amor en cambio en servicio". "Sólo el amor redime y salva, mientras que la ciencia y la sed de conocimiento sólo pueden llevar a la condenación", señaló el purpurado, recordando, como ejemplo, la escena de la famosa película de Ermanno Olmi "Cien clavos", en la que el protagonista tiene clavados en el suelo los preciosos volúmenes de una biblioteca, gritando: "¡Todos los libros del mundo no valen una caricia!". Al final de la celebración, el rector Franco Anelli, en nombre de la comunidad universitaria, entregó algunos regalos al cardenal y a la directora de los Museos Vaticanos, Barbara Jatta.
El padre de hoy se abre a las necesidades más sutiles del hijo: las emocionales y las psíquicas.
El "buen padre", imagen ampliamente difundida por las sociedades de consumo, es la de "proveedor": aquél que satisface todas las necesidades materiales del hogar. Para "que no les falte nada a los hijos" trabaja jornadas dobles y aún los fines de semana. El padre no logra satisfacer las necesidades presentes, cuando ya le han sido creadas otras. Así se desgasta febrilmente, sin darse un respiro para disfrutar lo importante: la experiencia única de ver crecer a los hijos.
Los padres que han logrado vencer las tradiciones atávicas de ser meros proveedores, comparten el gozo en la crianza de los hijos y hablan de "una nueva dimensión en la convivencia familiar".
A pesar de los iracundos reproches de quienes pretenden perpetuar el tabú inmemorial de que cuando el padre se involucra emocionalmente con el hijo se torna ´suave como una segunda madre´, y que si participa en el cuidado y atención del hijo se convierte en simple ´mandilón´, cada día son más los padres presentes en el quirófano en el momento del nacimiento de sus hijos, en los cursos prenatales y de posparto para capacitarse en el cuidado del bebé.
Se necesitan dos para engendrar un hijo. También se necesitan dos para su desarrollo. La intuición femenina permite a la madre establecer una comunicación vital con el hijo desde el momento mismo de su nacimiento. Interpreta las señales de temor en el infante y con mimos lo tranquiliza y conduce suavemente.
La voz del padre es de importancia suma: da seguridad, confianza en el porvenir, establece los límites de la conducta infantil, y cierra el círculo del amor que debe rodear al niño.
El padre proporciona un elemento único y esencial en la crianza del hijo y su influencia es poderosa en la salud emocional. La madre le dice: "con cuidado", y el padre le dice "uno más", al estimular al pequeño a subir otro peldaño para que llegue a la cima. Juntos, tomados de la mano, padre y madre guían al retoño en el camino de la vida.
El padre de hoy se abre a las necesidades más sutiles del hijo: las emocionales y las psíquicas. Trasciende la preocupación de sí mismo y sus ocupaciones, y logra ver al hijo en sus propios términos. Propicia el ambiente que le permita el desarrollo de su potencial en un marco de libertad responsable, no de dominación.
No se detiene en la periferia, sino que conoce al hijo de cerca. Lo guía sin agresividad, con firmeza motivada y razonada, por el camino de los valores que desea heredarle. El padre de hoy se ha dado permiso para ver con ojos de amor al retoño de sus entrañas. Advierte en el hijo, más allá de las limitaciones presentes, el cúmulo de posibilidades que está por realizar. Y a su lado goza cada peldaño de su desarrollo.
¿Qué es la felicidad? ¿Cómo ser feliz? ¿Dónde encontrarla? ¿Cuánto tiempo dura? Saberlo es una tarea apasionante y la clave está en acertar
Todo el mundo quiere ser feliz. Veamos un indicador. Si vamos ahora mismo al buscador Google la voz feliz aparece doscientos diez mil millones de veces. Mientras que lo contrario a la felicidad, esto es, la tristeza son apenas treinta y un millones cien mil veces. Una vez más notamos que todos queremos la felicidad.
En efecto todo vale la pena si nos hace felices. Nada tiene sentido si deja de lado la felicidad. Pero ¿qué es la felicidad? ¿Cómo ser feliz? ¿Dónde encontrarla? ¿Cuánto tiempo dura? Saberlo es una tarea apasionante y la clave está en acertar.
Podríamos quedarnos con tres ideas ejes y son: sé tú mismo, sé libre y ama. Veamos una por una.
Sé tú mismo. Significa conocerte quien eres y cuáles son tus potencialidades. Tu luz es la verdad y tú verdad. Es importante valorarte como alguien, no como algo. Lo has recibido todo. Tu condición es de administrar diversos aspectos: bienes, talentos, personas, tradiciones. Tu clima debe ser las cosas como son, no ocultes ni dejes nada que pueda obstaculizar tu crecimiento personal. Esto nada tiene que ver con el conformismo o la indiferencia o el todo da lo mismo.
Se libre. Has las cosas porque son buenas para ti, pero la mediada es la realidad misma que te hacen buena persona. En cuanto te decidas a enriquecer tu propia condición de persona por el bien que elijas en tus actos serás más feliz. Pero ¿Qué es el bien? Aquello que te hace crecer, es conveniente y te acerca al fin último.
Ama. Amar es un verbo que significa actividad, salida de sí mismo para encontrar un amor más grande que lo humano, esto es, el amor divino. Acude a la fuente del Amor y que tu recipiente cuánto más grande sea mejor será, porque quieres amar mucho. Fortalece tu capacidad de donación con lo que más te cueste y no te suponga simple utilidad. Dice el dicho “más vale dar que recibir”. Si quieres ser feliz comienza ya con: sé tú mismo, sé libre y ama.
Nardo del 20 de Junio
¡Oh Sagrado Corazón, Corazón del Supremo Amor!
Meditación: Oh Señor, todo se ha consumado, todo nos has dado...la tierra ha crujido cual grito dado por la creación. Ha muerto el Salvador, el Hijo de Dios, lo hemos matado. Tú, mi Amado, mi Buen Jesús todo enllagado, con Tu Cuerpo destrozado te encuentras colgado, Tus Ojos se han cerrado...el cruel suplicio ha terminado. Te bajan de la Cruz, y Tu Pobre Santa Madre, desgarrada, te recibe en sus Brazos. Con gemidos y llanto, se ha atravesado su Santo Corazón por una espada de dolor. Parece acunarte como lo hacía en las claras mañanas de Belén, Ella te besa y te acaricia, tratando de devolverte la vida. Señor, permíteme besarte y acariciarte como lo hace Tu Madre, porque Tú por mí te entregaste. Permíteme dar todo por mis hermanos, aunque tenga que pasar por un calvario. Permíteme estar contigo, aún cuando no lo merezco, pues he dejado que mi corazón se ponga duro y maltrecho. Permíteme acompañarte en el dolor, porque así es el Verdadero Amor: compartir el sufrimiento y ser consuelo.
Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!
¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.
Florecilla: Meditemos sobre los últimos momentos de la Pasión del Señor y el dolor de Su Santa Madre.
Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.
Ángelus del Papa: El sueño de Jesús nos sorprende y pone a prueba
Antoine Mekary | ALETEIA
Papa Francisco recuerda el Evangelio del Día y destaca que “aunque esté dormido, Jesús está allí”
El Santo Padre al comentar el Evangelio de este domingo, y antes de rezar a la Madre de Dios con los fieles que se dieron cita este mediodía en la Plaza de San Pedro, dijo que al igual que los discípulos, “asaltados por las pruebas de la vida”, solemos sentirnos “asfixiados por el miedo” y “corremos el riesgo de perder de vista lo más importante”: Que en la barca, “aunque esté dormido, Jesús está allí”
Antes de rezar el Ángelus dominical, el Papa Francisco comentó el Evangelio de este 20 de junio, en el que san Marcos relata el episodio de la tormenta que Jesús calmó ante la sorpresa de los discípulos llenos de miedo.
“Maestro, ¿no te importa que estemos perdidos?”
El Santo Padre dijo al respecto que muchas veces también nosotros, “asaltados por las pruebas de la vida”, le hemos gritado al Señor: «¿Por qué permaneces en silencio y no haces nada por mí?, especialmente cuando sentimos que nos hundimos, porque el amor o el proyecto en el que habíamos puesto grandes esperanzas se desvanece”.
Cuando nos faltan las fuerzas
Francisco dijo que lo mismo hacemos cuando estamos a merced de las “insistentes olas de la ansiedad”; o cuando “nos sentimos abrumados por los problemas o perdidos en medio del mar de la vida, sin rumbo y sin puerto”. E incluso en los momentos en que nos faltan las fuerzas para seguir adelante porque nos falta el trabajo, o ante un “diagnóstico inesperado” que nos hace temer por nuestra salud o por la de un ser querido.
Corremos el riesgo de perder de vista lo más importante
En estas situaciones y en muchas otras – prosiguió explicando el Papa –solemos sentirnos “asfixiados por el miedo” y, al igual que los discípulos, “corremos el riesgo de perder de vista lo más importante”, a saber: que en la barca, “aunque esté dormido, Jesús está allí”.
El sueño del Señor nos hace despertar
“Su sueño, si por un lado nos asombra, por otro nos pone a prueba. El Señor, de hecho, espera que lo involucremos, que lo invoquemos, que lo pongamos en el centro de lo que vivimos”
Después de afirmar que el sueño de Jesús “nos hace despertar”, porque, para ser discípulos de Jesús, “no basta con creer que Dios existe”, sino que “hay que implicarse con Él, hay que alzar también la voz con Él, clamarle a Él”, el Papa invitó a preguntarnos hoy:
“¿Cuáles son los vientos que soplan en mi vida, cuáles son las olas que dificultan mi navegación?”
Aferrarnos al Señor contra las olas de la vida
De ahí su consejo de contarle todo a Jesús, dado que Él así lo desea, y quiere que “nos aferremos a Él para encontrar refugio contra las olas de la vida”.
No nos bastamos a nosotros mismos
Al recordar que el Evangelio dice que los discípulos se acercaron a Jesús para despertarlo y hablarle, Francisco dijo que “éste es el principio de nuestra fe”:
“Reconocer que por nosotros mismos no somos capaces de mantenernos a flote, que necesitamos a Jesús como los marineros de las estrellas para encontrar nuestro rumbo”
A la vez que añadió que “la fe empieza por creer que no nos bastamos a nosotros mismos, por sentirnos necesitados de Dios”. De manera que cuando “superamos la tentación de encerrarnos en nosotros mismos” y superamos esa “falsa religiosidad” que indica que no hay que “molestar a Dios”, en realidad, cuando clamamos a Él, “puede obrar maravillas en nosotros”.
“La fuerza mansa y extraordinaria de la oración realiza milagros”
Hacia el final de su alocución el Santo Padre dijo que el episodio de Jesús que, implorado por los discípulos, calma el viento y las olas, nos plantea otra pregunta: “¿Por qué están con tanto miedo? ¿Cómo no tienen fe? Los discípulos se habían dejado llevar por el miedo, porque se habían quedado mirando las olas en vez de mirar a Jesús”.
“También para nosotros es así: ¡cuántas veces nos quedamos mirando los problemas en vez de ir al Señor y dejarle a Él nuestras preocupaciones! ¡Cuántas veces dejamos al Señor en un rincón, en el fondo de la barca de la vida, para despertarlo sólo en el momento de la necesidad!”
Y concluyó sugiriendo pedir hoy “la gracia de una fe que no se canse de buscar al Señor, de llamar a la puerta de su Corazón”.
“Que la Virgen María, que en su vida nunca dejó de confiar en Dios, despierte en nosotros la necesidad vital de encomendarnos a Él cada día”
El Papa lamenta en el Ángelus que «el miedo nos hace ver las dificultades, y no mirar a Jesús»
El Papa saluda durante el Angelus de hoy
“¡Cuántas veces dejamos al Señor en un rincón, en el fondo de la barca de la vida, para despertarlo solo en el momento de la necesidad!”. Con esas palabras, el Papa Francisco lamentó durante su comentario evangélico en la oración del Angelus, que en muchas ocasiones los fieles se olvidan del Señor, y sólo recurren a Él cuando se encuentran en dificultades, recoge Aciprensa.
Durante el rezo del Ángelus de este domingo 20 de junio desde el Palacio Apostólico del Vaticano, el Santo Padre afirmó que “el miedo nos hace ver las dificultades, los problemas complicados, y no mirar a Jesús”.
"¿No te importa que perezcamos?"
El Pontífice explicó la escena evangélica en la que Jesús y sus discípulos padecen una tempestad cuando navegaban por el mar de Galilea. “La barca en la que los discípulos atraviesan el lago es asaltada por el viento y las olas y ellos temen hundirse. Jesús está con ellos en la barca, sin embargo, se queda en la popa durmiendo sobre un cabezal. Los discípulos, llenos de miedo, le gritan: ‘Maestro, ¿no te importa que perezcamos?’”.
El Papa explicó que “muchas veces también nosotros, asaltados por las pruebas de la vida, hemos gritado al Señor: ‘¿Por qué te quedas en silencio y no haces nada por mí?’. Sobre todo, cuando parece que nos hundimos”.
“Son muchos los momentos en los cuales nos sentimos en medio de una tempestad, nos sentimos casi acabados. En estas situaciones y en muchas otras, también nosotros nos sentimos ahogados por el miedo y, como los discípulos, corremos el riesgo de perder de vista lo más importante”.
Sin embargo, el Santo Padre insistió en que “en la barca, incluso si duerme, Jesús está, y comparte con los suyos todo lo que está sucediendo. Su sueño, por un lado, nos sorprende, y por el otro nos pone a prueba”.
Gritar al Señor
Pero, en cualquier caso, “el Señor, está ahí, pendiente. Espera que seamos nosotros los que le impliquemos, le invoquemos, le pongamos en el centro de lo que vivimos. Su sueño nos provoca el despertarnos. Porque, para ser discípulos de Jesús, no basta con creer que Dios está, que existe, sino que es necesario involucrarse con Él, es necesario también alzar la voz con Él, gritarle a Él”.
En ese sentido, Francisco señaló que “la oración muchas veces es un grito: ‘Señor, sálvame’. Hoy es el Día del Refugiado. Muchos que vienen en barco, en el momento de hundirse, gritan: ‘Sálvame’. También en nuestra vida sucede lo mismo: ‘Señor, sálvame’, y la oración se convierte en un grito”.
“El Evangelio”, continuó explicando el Papa las Escrituras, “cuenta que los discípulos se acercan a Jesús, le despiertan y le hablan. Este es el inicio de nuestra fe: reconocer que solos no somos capaces de mantenernos a flote, que necesitamos a Jesús como los marineros a las estrellas para encontrar la ruta”.
“La fe comienza por el creer que no bastamos nosotros mismos, con el sentir que necesitamos a Dios. Cuando vencemos la tentación de encerrarnos en nosotros mismos, cuando superamos la falsa religiosidad que no quiere incomodar a Dios, cuando le gritamos a Él, Él puede obrar maravillas en nosotros. Es la fuerza mansa y extraordinaria de la oración, que realiza milagros”.
Ante las súplicas de sus discípulos, Jesús “calma el viento y las olas. Y les plantea una pregunta, que nos concierne también a nosotros: ‘¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?’. Los discípulos se habían dejado llevar por el miedo, porque se habían quedado mirando las olas en vez de mirar a Jesús”.
“Y el miedo nos hace ver las dificultades, los problemas complicados, y no mirar a Jesús, que muchas veces duerme. También para nosotros es así: ¡cuántas veces nos quedamos mirando los problemas en vez de ir al Señor y dejarle a Él nuestras preocupaciones! ¡Cuántas veces dejamos al Señor en un rincón, en el fondo de la barca de la vida, para despertarlo solo en el momento de la necesidad!”, lamentó el Pontífice.
Por ello, el Papa Francisco finalizó animando a los fieles a pedir “hoy la gracia de una fe que no se canse de buscar al Señor, de llamar a la puerta de su Corazón”.