Edificados sobre la Roca

Letanías del Sagrado Corazón de Jesús

A todas las invocaciones que siguen se responde: “Ten misericordia de nosotros”
Señor, ten misericordia de nosotros.
Cristo, ten misericordia de nosotros.
Señor, ten misericordia de nosotros
Jesucristo óyenos.
Jesucristo, escúchanos.
Dios Padre celestial, ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo Redentor del mundo, ten misericordia de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros.
Trinidad Santa, que eres un solo Dios, ten misericordia de nosotros.
Corazón de Jesús, Hijo del Padre Eterno,
Corazón de Jesús, formado en el seno de la Virgen Madre por el Espíritu Santo,
Corazón de Jesús, al Verbo de Dios substancialmente unido,
Corazón de Jesús, de majestad infinita,
Corazón de Jesús, Templo santo de Dios,
Corazón de Jesús, Tabernáculo del Altísimo,
Corazón de Jesús, Casa de Dios y puerta del cielo,
Corazón de Jesús, Horno ardiente de caridad,
Corazón de Jesús, Santuario de justicia y de amor,
Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor,
Corazón de Jesús, Abismo de todas las virtudes,
Corazón de Jesús, digno de toda alabanza,
Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones,
Corazón de Jesús, en que están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia,
Corazón de Jesús, en que mora toda la plenitud de la divinidad,
Corazón de Jesús, en que el Padre se agradó,
Corazón de Jesús, de cuya plenitud todos nosotros hemos recibido,
Corazón de Jesús, deseo de los eternos collados,
Corazón de Jesús, paciente y muy misericordioso,
Corazón de Jesús, liberal con todos los que te invocan,
Corazón de Jesús, fuente de vida y de santidad,
Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados,
Corazón de Jesús, colmado de oprobios,
Corazón de Jesús, desgarrado por nuestros pecados,
Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte,
Corazón de Jesús, con lanza traspasado,
Corazón de Jesús, fuente de todo consuelo,
Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra,
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra,
Corazón de Jesús, víctima por nuestros pecados,
Corazón de Jesús, salvación de los que en Ti esperan,
Corazón de Jesús, esperanza de los que en Ti mueren,
Corazón de Jesús, delicias de todos los Santos,
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: perdónanos, Señor. 
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: ten misericordia de nosotros.
V.- Jesús manso y humilde de corazón.
R.- Haz nuestro corazón conforme al tuyo.

Oremos: Oh Dios todopoderoso y eterno: mira el Corazón de tu amantísimo Hijo y las alabanzas y satisfacciones que en nombre de los pecadores te tributa; y concede aplacado el perdón a éstos que piden tu misericordia en el nombre de tu mismo Hijo Jesucristo. Quien contigo vive y reina en los siglos de los siglos. Amén.

Una nueva mirada

Estamos siempre centrados en nosotros mismos, y ya empieza a ser hora de situarnos en el lugar de los pobres. Intentamos mirar el mundo desde su situación. No de otra forma miró al Buen Samaritano de la parábola a aquel hombre destrozado que estaba en el camino. (Lc 10, 25-37)

Evangelio según San Mateo 7,21-29. 

Jesús dijo a sus discípulos: No son los que me dicen: 'Señor, Señor', los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. 

Muchos me dirán en aquel día: 'Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?'. Entonces yo les manifestaré: 'Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal'. Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca. Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande". Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, la multitud estaba asombrada de su enseñanza, porque él les enseñaba como quien tiene autoridad y no como sus escribas. 

San Gregorio Nacianceno (c.330-390), obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia, Padre de la Iglesia Oriental 
Disertación 26; PG 35, 1238

Edificados sobre la Roca

Una tarde, me paseaba por la orilla del mar. Como dice la Escritura: «soplaba un viento fuerte y el mar se iba encrespando» (Jn 6,18). Las olas se levantaban a lo lejos y se apoderaban de la orilla, chocando contra las rocas, se rompían y transformaban en espuma y gotitas. Pequeños guijarros, algas y conchas muy ligeras eran arrastradas por las aguas y echadas a la orilla; pero las rocas permanecían firmes e inquebrantables, como si todo estuviera en calma, incluso en medio de las olas que venían a dar contra ellas...

Saqué una lección de este espectáculo. Este mar, ¿no es acaso nuestra vida y la condición humana? En ella se encuentra mucha amargura e inestabilidad. Y los vientos ¿acaso no son las tentaciones que nos asaltan y los imprevistos golpes de la vida? Creo que es eso lo que meditaba David cuando exclamó: «Dios mío, sálvame, que me llega el agua al cuello: he entrado en la hondura del agua y me arrastra la corriente» (Sl 68). Entre las personas que pasan pruebas, unas me parecen ser como objetos ligeros y sin vida que se dejan arrastrar sin oponer la mínima resistencia; no hay en ellas ningún rastro de firmeza; no tienen el contrapeso de una razón sana que lucha contra los asaltos que le llegan. Las otras las asemejo a rocas, dignas de esa Roca sobre la cual nos mantenemos firmes y a la que adoramos; éstas, formadas con razonamientos de verdadera sabiduría, se levantan por encima de la debilidad ordinaria y lo soportan todo con una constancia inquebrantable.

San Josemaría Escrivá de Balaguer

Josemaría Escrivá de Balaguer, nacido en Barbastro (Huesca) en 1902. Murió en Roma el 26 de junio de 1975. Hijo de José y de Dolores, que se habían casado en 1898 y que tuvieron seis hijos. Decidió hacerse sacerdote diocesano para estar con plena disponibilidad al querer divino sólo intuido. Alternó los estudios de Derecho en la Universidad de Zaragoza con los de Filosofía y Teología en el seminario. Se ordenó sacerdote el 28 de marzo de 1925. El 2 de octubre de 1928 fundó, en Madrid, el Opus Dei, que abre un nuevo camino de santificación en medio del mundo a través del trabajo profesional en el cumplimiento heroico de los deberes personales, familiares y sociales. La misión encomendada era colosal, sólo limitada por la misma extensión del mundo y por sus millones de habitantes. Aquello sólo era posible con una profunda vida interior; hacía falta mucha oración y abundante mortificación. El desarrollo de la labor que Dios quería que hiciera no tenía camino jurídico dentro del organismo de la Iglesia. Era un proyecto universal eminentemente laical, y hasta entonces el derecho eclesiástico se limitaba en lo universal a la regulación de las familias clericales o de religiosos. Desarrolló una prodigiosa actividad , por más de cuarenta años, en medio de numerosas dificultades de todo tipo, donde no faltaron incomprensiones y calumnias; sufrió el recelo de personas . Su enamoramiento de Jesucristo en la Eucaristía, la filial devoción a la Virgen santísima y a san José, y la complicidad de los Ángeles hicieron posible que llevara con fe, alegría y buen humor esta «persecución de los buenos» como él la llamó. La Prelatura del Opus Dei está extendida por los cinco continentes y cientos de miles de fieles acuden a la intercesión de San Josemaría, que dejó, además de sus libros La Abadesa de las Huelgas (estudio histórico-jurídico), Camino, Surco, Forja, Amigos de Dios, Es Cristo que pasa y numerosas Cartas, un millar de hijos suyos sacerdotes a su muerte, y... ¿sabes?, le gustaba bendecir las guitarras de los jóvenes.

El 17 de mayo de 1992, Juan Pablo II beatifica a Josemaría Escrivá de Balaguer. Lo proclama santo diez años después, el 6 de octubre de 2002, en la plaza de San Pedro, en Roma, ante una gran multitud. «Siguiendo sus huellas», dijo en esa ocasión el Papa en su homilía, «difundid en la sociedad, sin distinción de raza, clase, cultura o edad, la conciencia de que todos estamos llamados a la santidad».

Oremos: Señor Dios todopoderoso, que de entre tus fieles elegiste a San Josemaría Escrivá Balaguer, para que manifestara a sus hermanos el camino que conduce a ti, concédenos que su ejemplo nos ayude a seguir a Jesucristo, nuestro maestro, para que logremos así alcanzar un día, juntos con nuestros hermanos, la gloria de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

La verdadera sabiduría

Mateo 7, 21-29. Tiempo Ordinario. Es mejor que fundamentemos sobre roca nuestra vida. No vaya ser que sea demasiado tarde para poner los cimientos.

Oración introductoria 

Señor, me acerco a Ti en esta oración para construir mi vida sobre la roca firme de tu amor. No permitas que me conforme con invocar tu nombre con los brazos cruzados, mis ojos cerrados y mis oídos tapados. Tengo sed de Ti, de encontrarme contigo, de dejarme guiar por Ti en esta meditación.

Petición 

Padre Santo, dame el don de construir mi vida sobre la roca firme de tu amor. 

Meditación del Papa Francisco 

En la historia de la Iglesia han habido dos clases de cristianos: los cristianos de las palabras, aquellos del Señor, Señor, Señor, y los cristianos de la acción, en la verdad. Siempre ha habido la tentación de vivir nuestro cristianismo fuera de la roca que es Cristo. El único que nos da la libertad de decir Padre a Dios es Cristo o la roca. Es el único que nos sostiene en los momentos difíciles, ¿no? 

Como dijo Jesús: la lluvia cae, se desbordan los ríos, soplan los vientos, pero cuando se está en la roca es seguro, pero cuando son sólo palabras, las palabras se vuelan, no sirven. Pero permanece la tentación de estos cristianos de palabras, de un cristianismo sin Jesús, un cristianismo sin Cristo. Y esto ha sucedido y está sucediendo hoy en día en la Iglesia: ser cristianos sin Cristo... (Cf. S.S. Francisco, 27 de junio de 2013, homilía en Santa Marta). 

Reflexión 

Este mundo es el lugar donde el hombre pasa un momento de su existencia- que es eterna- y en el cual él mismo determina su destino definitivo y eterno. Es esta la realidad que nos enseña hoy el evangelio. Una verdad indiscutible y que nos debería alegrar enormemente. 

Jesús nos advierte del riesgo de perder la felicidad eterna porque quiere que no la perdamos. Él ha sufrido tanto en carne propia que no quiere que ninguno pierda su felicidad eterna. Él sabe que sólo amando la alcanzaremos y que por ello no se puede forzar a una persona a amar. El amor es libre. El amor es del corazón y de toda la persona. 

Es por eso que podemos elegir no amar en esta vida. Podemos elegir amarnos a nosotros mismos en lugar de amar a los otros. Es un hecho de la vida humana que puede llegar a ser parte de nuestra eternidad y sin embargo Cristo no quiere que sea así. Por eso vino a este mundo, para predicar y buscar a cada hombre en particular. No en vano nos dice estas palabras “escuchad mis palabras y ponerlas en práctica. Es mejor que fundamentemos sobre roca en el hoy de nuestra vida. No vaya ser que sea demasiado tarde para poner los cimientos y llegue la lluvia y destruya nuestra casa. 

Diálogo con Cristo 

Jesús, contigo cada día es una bella oportunidad para hacer crecer mi amor por Ti y a los demás. Ayúdame a darte un «sí» en cada momento de mi vida, viviendo con la conciencia de que me creaste para ser santo y que la santidad no es sino una respuesta de amor, en cada momento del día, en lo pequeño y en lo grande. 

Pararse  a aflorar la conciencia de una presencia que nos acompaña con fidelidad. La conciencia se convierte entonces agradecida ante tanto bien recibido.

Eucaristía y Sagrado Corazón

Visitando al Santísimo Sacramento, vivo en cada Iglesia, el Sagrado Corazón de Jesús recibe adoración y amor de nuestra parte.

La Eucaristía fue el regalo más hermoso y valioso del Sagrado Corazón de Jesús. La Eucaristía nos introduce directamente en el Corazón de Jesús y nos hace gustar sus delicias espirituales. En la eucaristía, como en la cruz, está el Corazón de Jesús abierto, dejando caer sobre nosotros torrentes de gracia y de amor. 

En la Eucaristía está vivo el Corazón de Cristo y en una débil y blanca Hostia, parece dormir el sueño de la impotencia, pero su Corazón vela. Vela tanto si pensamos como si no pensamos en Él. No reposa. Día y noche vela por nosotros en todos los Sagrarios del mundo. Está pidiendo por nosotros, está pendiente de nosotros, nos espera a nosotros para consolarnos, para hacernos compañía, para intimar con nosotros. 

Hay por lo tanto una relación estrechísima entre la eucaristía y el Sagrado Corazón. ¿Cuál es el mejor culto, la mejor satisfacción, la mejor devoción que podemos dar al Sagrado Corazón? 

Participando en la Eucaristía, Jesús recibe de nosotros el más noble culto de adoración, acción de gracias, reparación, expiación e impetración. 

Visitando al Santísimo Sacramento, vivo en cada Iglesia, el Sagrado Corazón de Jesús recibe adoración y amor de nuestra parte. Por eso está encendida la lamparita, símbolo de la presencia viva de ese Corazón que palpita de amor por todos. 

Damos culto al Corazón de Jesús, haciendo la comunión espiritual, ya sea que estemos en el trabajo, en el estudio, en la calle. Es ese recuerdo, que es deseo profundo de querer recibir a Cristo con aquella pureza, aquella humildad y devoción con que lo recibió la Santísima Virgen. Con el mismo espíritu y fervor de los santos. 

Haciendo Hora Santa, Jesús recibe también reparación. Cada pecado nuestro le va destrozando e hiriendo su divino corazón. Con la Hora Santa vamos reparando nuestros pecados y los pecados de la humanidad. Así se lo pidió Cristo a santa Margarita María de Alacoque en 1673 en Paray-Le-Monial (Francia). 

También los primeros viernes de cada mes son ocasión maravillosa para reparar a ese corazón que tanto ha amado a los suyos y que no recibe de ellos sino ingratitudes y desprecios. 

El culto al Sagrado Corazón de Jesús es la respuesta del hombre y de cada uno de nosotros al infinito amor de Cristo que quiso quedarse en la eucaristía para siempre. Que mientras exista uno de nosotros no vuelva Jesús a quejarse: "He aquí el Corazón que tanto ha amado y ama al hombre y en respuesta no recibo sino olvido e ingratitud". 

Este culto eucarístico es la respuesta de correspondencia nuestra al amor del Corazón de Jesús, pues es en la eucaristía donde ese corazón palpita de amor por nosotros. 

Francisco en Sta. Marta: las palabras de Jesús asombran el corazón del pueblo

El pueblo sigue a Jesús porque reconoce que es el Buen Pastor. Así lo ha afirmado el papa Francisco en la misa de esta mañana de jueves en Santa Marta. El Santo Padre ha advertido sobre los que reducen la fe a moralismo, los que llevan a cabo una liberación política o buscan acuerdos con el poder.

Hoy el Papa se ha preguntado en la homilía ¿por qué tanta gente seguía a Jesús? Y así, Francisco ha explicado que Jesús era seguido por las masas porque "estaban impresionadas por su enseñanza", sus palabras "asombraban su corazón, el asombro de encontrar algo bueno, grande". Los otros sin embargo "hablaban, pero no llegaban al pueblo". De este modo, el Santo Padre ha enumerado cuatro grupos de personas que hablaban en tiempo de Jesús. De los fariseos ha dicho el Papa que "hacían del culto a Dios, a la religión, una serie de mandamientos y de los diez que había, hacían más de trescientos" cargando "este peso" sobre las espaldas del pueblo. Y así "¡era una reducción de la fe en Dios Vivo a la casuística!", ha señalado. Francisco ha reflexionado sobre las "contradicciones de la casuística más cruel": "¡Pero tú debes -por ejemplo- cumplir el cuarto mandamiento! ¡Sí, sí, sí!; '¡Debes dar de comer a tu papá anciano, a tu mamá anciana!'; ¡Sí, sí, sí!; 'Pero sabe, yo no puedo porque he dado mi dinero al templo!'; '¿Tú no lo haces? ¡Los padres mueren de hambre!' Así: contradicción de la casuística más cruel. El pueblo los respetaba, porque el pueblo es respetuoso. ¡Los respetaba, pero no les escuchaba! Se iba..."

El Pontífice ha indicado otro grupo: los saduceos. "Estos no tenían fe, ¡habían perdido la fe! Su tarea religiosa la hacían en la calle de acuerdo con los poderes: los poderes políticos, los poderes económicos. Eran hombres de poder", ha explicado.  El tercer grupo del que el Papa ha hablado ha sido el de los "revolucionarios" o los zelotes que "querían hacer la revolución para liberar al pueblo de Israel de la ocupación romana". Francisco ha señalado que el pueblo "tiene un buen sentido y ¡sabe distinguir cuando la fruta está madura y cuando no lo está! ¡Y no les seguía!" A continuación, el Santo Padre ha hablado del cuarto grupo: "gente buena: se llamaban los esenios". De estos, el Papa ha indicado que "eran monjes que consagraban su vida a Dios". Sin embargo "estaban lejos del pueblo y el pueblo no podía seguirles". Así, Francisco ha explicado que estas "eran las voces que llegaban al pueblo y  ninguna de estas voces tenía la fuerza de calentar el corazón del pueblo". Pero, "¡Jesús sí!", ha añadido. El Pontífice ha subrayado que "las multitudes estaban impresionadas: escuchaban a Jesús y el corazón se calentaba; ¡el mensaje de Jesús llegaba al corazón!" Y es que Jesús "se acercaba al pueblo", "sanaba el corazón del pueblo", entendía las dificultades. Jesús -ha proseguido el Papa- "no tenía vergüenza de hablar con pecadores, iba a buscarles", "sentía alegría, le gustaba ir con su pueblo".

Y esto sucede porque "Jesús es el Buen Pastor, las ovejas escuchan su voz y lo siguen". El Pontífice ha indicado que es por esto que el pueblo seguía a Jesús, porque era el Buen Pastor: "no era ni un fariseo casuístico moralista, ni un saduceo que hacia negocios políticos con los poderosos, ni un guerrillero que buscaba la liberación política de su pueblo, ni un contemplativo del monasterio. ¡Era un pastor! Un pastor que habla la lengua de su pueblo, se hacía entender, decía la verdad, las cosas de Dios: ¡no negociaba nunca las cosas de Dios! Pero las decía de tal forma que el pueblo amaba las cosas de Dios. Por esto lo seguían".

En este punto, el Santo Padre ha invitado a preguntarse "¿a mí a quién me gusta seguir? Los que me hablan de cosas abstractas o de casuísticas morales; los que se dicen del pueblo de Dios, pero no tienen fe y negocian todo con los poderes políticos, económicos; los que quieren siempre hacer cosas extrañas, cosas destructivas, guerras llamadas de liberación, pero que al final no son el camino del Señor; o un contemplativo lejano?" Para finalizar la homilía, el Santo Padre ha pedido que esta pregunta "nos haga llegar a la oración y pedir a Dios, el Padre, que nos haga llegar cerca de Jesús para seguir a Jesús, para asombrarnos de lo que Jesús nos dice".

Crecer en la oración con los dones del Espíritu Santo

Alo largo de nuestra preparación para Pentecostés reflexionamos sobre los dones del Espíritu Santo. En esta reflexión hago un resumen de los ocho artículos anteriores tocando los puntos más importantes que tratamos anteriormente. Las ligas hacen referencia a los artículos sobre los dones específicos.   Esperamos sea de gran utilidad para todos.

"El Espíritu lo penetra todo, hasta las profundidades de Dios. Nadie conoce lo que hay en Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros hemos recibido el Espíritu que viene de Dios" (Cf. 1 Co 2, 10-12 passim).

Estas frases de San Pablo señalan un camino para quienes anhelan crecer en la oración: permitir que el Espíritu de Dios que hemos recibido sea quien moldee los actos de nuestra oración, para que en ella hablemos con "palabras aprendidas del Espíritu, expresando las cosas espirituales con palabras espirituales" (1 Co 2, 13). El Espíritu Santo mismo es el gran don que nos eleva para orar como conviene, y con cada uno de sus dones purifica y hace progresar nuestra oración.

Los dones del temor y de la piedad disponen nuestro corazón para orar y nos introducen en la presencia de Dios. El don del temor reverencial nos da una experiencia inmediata de la santidad y grandeza de Dios y nos inclina espontáneamente a actitudes de adoración, alabanza y reverencia. Hace auténtica nuestra oración, pues asegura que nos reconozcamos en la presencia del Dios tres veces santo. El don de la piedad colabora al hacernos descubrir en este Dios de tremenda majestad a un Padre que nos ama, un Padre que quiere que estemos en su presencia con corazón filial y confiado, el más padre de los padres, pues "nadie es padre como lo es Dios" (Catecismo de la Iglesia Católica, 239), El don de consejo nos permite intuir con certeza, sin necesidad de un discernimiento laborioso, cuáles luces, inspiraciones y deseos vienen del Espíritu Santo. Mientras que el don de fortaleza, además de permitirnos "perseverar en la oración" en medio del desierto y cansancio, nos abre a acoger con generosidad y magnaminidad las mociones del Espíritu.

Los tres dones de ciencia, entendimiento y sabiduría nos guían hacia la oración contemplativa. Con el don de la ciencia todo lo creado trasluce a Dios: vemos el origen divino y el reflejo de sus atributos en las cosas, las personas, los eventos. Con el don del entendimiento, penetramos con fe serena y amor en los misterios revelados. Se nos hacen familiares, bellos, y se goza de la maravillosa armonía que reina entre ellos.

Finalmente, con el don supremo de la sabiduría, el Espíritu de Dios, el único "que conoce lo que hay en Dios" (1Co 2, 11), nos introduce en la intimidad divina. Ya que Dios es amor, vemos con los ojos de Dios a los misterios divinos y a todo lo creado desde el amor divino. Mientras tanto, nuestra oración, participando en la vida de las tres personas divinas, se hace puro amar a Dios.

Santo Tomás de Aquino: el buey silencioso que iluminó a la Iglesia con sus mugidos

Vida

El benjamín de los condes de Aquino nació en 1224 ó 1225 en el castillo de Roccasecca, cerca de Nápoles. Su madre era descendiente de los jefes normandos que fundaron el Reino de las Dos Sicilias. Su padre, uno de los más poderosos señores feudales de Italia meridional. Ambos deseaban tener un hijo sacerdote, pero ninguno había perseverado en el convento. Su última esperanza era Tomás, que fue confiado a los monjes de Montecassino a los 6 seis años, para ver si con el tiempo sucedía al abad.

Cuando el emperador Federico II, en guerra contra el Papa, atacó Montecassino y dispersó a los monjes, Tomás tuvo que volver a casa. Sus padres lo mandaron a estudiar a la universidad de Nápoles, pensando en su futura carrera eclesiástica. Allí conoció a los dominicos. Estos habían abandonado el voto de estabilidad de los benedictinos y acudían, a la voz de sus superiores, a cualquier lugar de la Iglesia donde su presencia fuera útil. Nunca se movían con un gran séquito, sino más bien viajaban a pie, mendigaban su pan y vivían en las grandes ciudades, en contacto con el pueblo y las universidades. Tomás sintió la vocación e ingresó en la nueva Orden tras la muerte de su padre.

Tuvo sin embargo que superar la oposición de su madre y hermanos, quienes lo raptaron cuando iba camino a París. Fue encerrado en una torre de su casa y aislado. Allí aprovechó el tiempo aprendiendo la Biblia de memoria. Sus hermanos, rudos guerreros, quisieron quebrantar su virtud introduciendo una noche a una cortesana en su cuarto, pero Tomás la hizo huir amenazándola con un tizón ardiente. Su familia, vencida por su resistencia, acabó dejándolo huir.

En París fue alumno de san Alberto Magno, quien lo hizo asistente suyo y lo llevó consigo en 1248 a Colonia, donde Tomás se ordenó sacerdote a los 24 años. Es en esta época cuando muchos de sus compañeros le pusieron el apodo de “Buey silencioso”, por su físico obeso y su callada figura de estudioso. Y fue san Alberto Magno el que supo salir en defensa de su alumno diciendo: «Lo llaman el buey silencioso. Pero yo digo que cuando este buey muja, sus mugidos llenarán el mundo».

De vuelta en París obtuvo el doctorado y comenzó a trabajar como profesor, desplegando una increíble actividad como escritor de comentarios bíblicos y filosóficos y de síntesis teológicas, entre las que destaca su gran obra de madurez, la Suma de Teología. Como consultor del Papa en Orvieto compuso la misa y el oficio del Corpus Christi. Nunca permitió que las ambiciones de la familia sobre él lo alejaran de su vocación, por lo que rechazó los cargos que le ofrecieron como arzobispo de Nápoles y abad de Montecassino.

El 6 de diciembre de 1973, después de un éxtasis en la misa, dijo a su secretario Reginaldo que no podía seguir escribiendo: toda su obra le parecía sin valor, como la paja. Enfermo, recibió la orden del Papa de acudir al Congreso de Lyón, donde se iba a discutir sobre la unión de los cristianos. Era invierno. Al agravarse su estado fue acogido de camino en la abadía cisterciense de Fossanova. Los monjes iban al bosque a cargar sobre los hombros leña para el fuego, no queriendo dejar a los animales el honor de servir a tan gran Doctor. Conmovido por sus cuidados, Tomás dio su última lección al explicar a los monjes de modo sublime el libro del Cantar de los Cantares. De su última confesión el H. Reginaldo atestiguó que había sido como la de un niño de cinco años. Al recibir el viático exclamó: «Por tu amor, durante toda mi vida he estudiado, he velado y orado, he predicado y enseñado...». Murió el 7 de marzo de 1274.

Aportación para la oración

Es difícil sintetizar en unos párrafos la aportación de uno de los más grandes maestros de vida espiritual de todos los tiempos. Sistemático, Santo Tomás leyó y resumió todos los tratados y obras conocidas hasta el momento, tomando como principal guía la Sagrada Escritura y santos como San Agustín.


Pero si queremos proponer algunos aspectos esenciales, podemos comentar los siguientes:

1. La relación estrecha entre el obrar humano y la Gracia de Dios. Para Santo Tomás, cada acto debe estar acompañado de un esfuerzo personal que le viene de sus facultades naturales. Pero a esto se suma la fuerza sobrenatural de la gracia, que le permite elevar al plano de Dios sus actos, incluyendo la oración. Esto, como siempre, es una gracia que debe ser pedida. Y es de ahí de donde vendrán las virtudes teologales y los dones del Espíritu Santo.

2. La santidad se nos implanta como una semilla en el bautismo y estamos llamados a llevarlo a plenitud con nuestra vida. ¿Y cómo lograrlo? Con la vivencia de los sacramentos, el ejercicio de las virtudes (incluyendo las sobrenaturales que Dios nos regala) y por la fuerza profunda de la oración en el alma. Estos tres pasos son, por decirlo de una manera, el “ABC” de la santidad, según Santo Tomás.

3. Esta santidad o perfección es algo que se puede alcanzar y que no es algo de unos cuantos. Es más, Santo Tomás indica que es obligatoria, en cierto sentido, para todo cristiano.

4. Hay un equilibrio entre vida de contemplación (de oración) y la vida activa. La primera es la más importante y la que debe sostener a la segunda. Y nótese que Santo Tomás no habla de dicotomía entre la vida de oración y el quehacer diario, sino que deben ayudarse: la contemplación a la acción, y la acción a saber contemplar.

Sí, soy consciente de que esta presentación es demasiada esquemática. Muchos expertos me tirarían tomates ante este resumen de la doctrina espiritual de Santo Tomás. En mi defensa puedo decir que el mismo Papa que lo beatificó en el 1323, Juan XXII, dijo de él lo siguiente: «Doctrina eius non potuit esse sine miraculo. Su doctrina no puede explicarse sin un milagro. Tomás ha iluminado más a la Iglesia que todos los demás doctores y se saca más provecho en un año con sus libros que estudiando las demás doctrinas durante toda la vida».

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