“Para que se cumplan las Escrituras hasta la última letra”
- 11 Marzo 2015
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III MIÉRCOLES DE CUARESMA (Dt 4, 1. 5-9; Sal 147; Mt 5, 17-19)
HACER MEMORIA. Una de las claves para un buen discernimiento es recordar la propia historia, no solo los datos personales, sino los acontecimientos registrados en el interior como experiencias de gracia. Así, si se presenta una situación adversa, o un tanto dispersa, el recuerdo de lo que Dios ha hecho a lo largo de nuestra vida despierta, normalmente, el afecto hacia Él y el deseo de corresponderle. El Libro Sagrado nos presenta la llamada que tiene el pueblo de Dios a no olvidar la acción providente del Señor, sino a grabar en su corazón y transmitir a la generación siguiente, como gesto agradecido, lo que Él ha hecho a través de los acontecimientos. “Cuidado, guárdate muy bien de olvidar los sucesos que vieron tus ojos, que no se aparten de tu memoria mientras vivas; cuéntaselos a tus hijos y nietos” (Dt 4, 8-9).
Al hacer memoria, no solo se debe recordar lo acontecido, sino también aquello a lo que uno se ha sentido llamado, y que ha comprendido que llevarlo a término era voluntad de Dios. Si una moción particular puede mover al compromiso, cuánto más debería ser norma de vida lo que sabemos que ha sido revelado por Dios en su Palabra. Además, la sentencia de Jesús es contundente: “Antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley” (Mt 5, 18). La invitación del salmo –“Glorifica al Señor, Jerusalén- (Sal 147), se lleva a cabo no solo por poner en los labios la alabanza, sino por vivir tal y como Dios nos ha revelado en sus mandamientos. Así se da gloria a Dios.
SANTA TERESA DE JESÚS
Santa Teresa trae a su memoria, a la hora de escribir el libro de Vida, hechos que le produjeron gran conmoción, y que al recordarlos le avivan los mejores deseos. “Y antes que comenzase a ofender a Dios, parece tenía alguna razón; porque yo he lástima cuando me acuerdo las buenas inclinaciones que el Señor me había dado y cuán mal me supe aprovechar de ellas” (Vida 1, 3). Una fecha que se graba en el corazón es el día de la boda, de la ordenación, o el de la profesión religiosa; en alguna persona se ha quedado de manera imborrable el día de la primera comunión. La santa evoca de manera muy viva el día de su profesión religiosa: “¡Oh sumo Bien y descanso mío!, las mercedes que me habíais hecho hasta aquí, de traerme por tantos rodeos vuestra piedad y grandeza a estado tan seguro y a casa adonde había muchas siervas de Dios, de quien yo pudiera tomar, para ir creciendo en su servicio. No sé cómo he de pasar de aquí, cuando me acuerdo la manera de mi profesión y la gran determinación y contento con que la hice y el desposorio que hice con Vos” (Vida 4, 3).
¿Qué fecha de tu historia te trae un recuerdo positivo, que te anime a reavivar tu forma de vida?
Evangelio según San Mateo 5,17-19.
Jesús dijo a sus discípulos: «No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.
El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.»
Epifanio de Bénévent (siglos V – VI), obispo
Comentario sobre los cuatro evangelios, PLS 3, 852
“Para que se cumplan las Escrituras hasta la última letra” (Jn 19,28)
“No he venido a abolir la Ley, sino a darle plenitud”… En efecto, en aquel tiempo el Señor ejerció todo su poder para que en su persona se cumplieran todos los misterios que la Ley anunciaba refiriéndose a él. Porque en su Pasión llevo a término todas las profecías. Cuando, según la profecía del bienaventurado David (Sl 68,22), se le ofreció una esponja empapada en vinagre para calmar su sed, la aceptó diciendo: “Todo se ha cumplido”. Después, inclinando la cabeza, entregó el espíritu (Jn 19,30).
Jesús, no sólo realizó personalmente lo que había dicho, sino que llegó a confiarnos sus mandatos, para que los practicáramos. Aunque los antiguos no habían podido observar los mandamientos más elementales de la Ley (Hch 15,10), a nosotros nos prescribió de guardar los más difíciles gracias a la gracia y del poder que vienen de la cruz.
San Eulogio de Córdoba
Es uno de los grandes hombres que han enriquecido la historia de la Iglesia. Era brillante y audaz; un valeroso defensor de Cristo hasta el final. Vivió en Córdoba en el siglo IX. Su familia permaneció fiel a la fe católica a pesar del dominio musulmán que penalizaba con severos impuestos la asistencia al templo, y daban muerte a quien hablase de Cristo fuera de él. Con estas presiones y el miedo al martirio muchos católicos abandonaban la ciudad. Eulogio renovó el fervor de sus conciudadanos dentro de la capital y en sus aledaños. Su abuelo le enseñó siendo niño a que cada vez que el reloj señalase las horas, dijera una pequeña oración y así lo hacía, recitando, por ejemplo: «Dios mío, ven en mi auxilio, Señor, ven aprisa a socorrerme». Se formó en el colegio anexo a la iglesia de San Zoilo. Y también influyó en su educación el abad y escritor Speraindeo. Recibió una esmerada formación en filosofía y en otras ciencias. Su biógrafo, amigo y compañero suyo de estudios, Álvaro de Córdoba (Paulo Álvaro), reflejó su juventud diciendo que: «Era muy piadoso y muy mortificado. Sobresalía en todas las ciencias, pero especialmente en el conocimiento de la Sagrada Escritura. Su rostro se conservaba siempre amable y alegre. Era tan humilde que casi nunca discutía y siempre se mostraba muy respetuoso con las opiniones de los otros, y lo que no fuera contra la ley de Dios o la moral, no lo contradecía jamás.
Su trato era tan agradable que se ganaba la simpatía de todos los que charlaban con él. Su descanso preferido era ir a visitar templos, casas de religiosos y hospitales. Los monjes le tenían tan grande estima que lo llamaban como consultor cuando tenían que redactar los reglamentos de sus conventos. Esto le dio ocasión de visitar y conocer muy bien un gran número de casas religiosas en España». Álvaro añade que: «tenía gracia para sacar a los hombres de su miseria y sublimarlos al reino de la luz». Siendo sacerdote, era un predicador excelente. Su anhelo fue agradar a Dios y se ejercitaba en el amor viviendo una rigurosa vida ascética. Confidenció a sus íntimos: «Tengo miedo a mis malas obras. Mis pecados me atormentan. Veo su monstruosidad. Medito frecuentemente en el juicio que me espera, y me siento merecedor de fuertes castigos. Apenas me atrevo a mirar el cielo, abrumado por el peso de mi conciencia». Este sentimiento de indignidad que acompaña a los santos, le instaba a emprender un camino de peregrinación para expiación de sus culpas. Roma era su objetivo, pero su idea de llegar a pie era casi un imposible. De modo que pospuso este proyecto.
Hombre de vasta cultura, inquieto como las personas inteligentes que no pasan por la vida ajenas a las raíces de la historia, después de ver frustrados sus intentos de penetrar en el país galo, que estaba sumido en guerras, y donde se trasladaba con la idea de averiguar el paradero de dos de sus hermanos, vivió durante un tiempo en Navarra, en Aragón y en Toledo. En Leire tuvo ocasión de conocer la Vida de Mahoma así como clásicos de la literatura griega y latina, y otras obras relevantes entre las que se incluía La ciudad de Dios de san Agustín. Y después de contribuir a acrecentar el patrimonio espiritual de los monasterios sembrados por el Pirinieo, cuando ya había hecho acopio de una importante formación intelectual, regresó a Córdoba llevando con él un importante legado bibiográfico que nutriría los centros académicos de la capital. Poco a poco fue naciendo una especie de círculo en torno a él integrado por sacerdotes y religiosos.
Pero en el año 850 los cristianos cordobeses quedaron estremecidos ante la cruenta persecución que se desató contra ellos. Muchos regaron con su sangre el amor que profesaban a Cristo, negándose a abjurar de su fe y a colocar en el centro de sus vidas a Mahoma. Eulogio fue apresado; junto a él se hallaba el prelado Saulo. El artífice de su detención fue otro obispo, Recaredo, que junto a un grupo de clérigos se puso de parte de los musulmanes. En la cárcel redactó su obra «Memorial de los mártires». A finales del año 851 fue liberado. Con Muhammad I, sucesor de Abderramán, la situación de los cristianos se hizo aún más insostenible. Y Eulogio no estaba seguro en ningún lugar. De modo que durante un tiempo el santo fue de un lado a otro buscando proteger su vida.
El año 858 fue elegido arzobispo de Toledo, pero su glorioso martirio estaba próximo. La joven Lucrecia, hija de mahometanos, anhelaba ser católica. Como la obligaban a ser musulmana, ayudada por Eulogio huyó de su casa y se refugió en la de unos católicos. Apresados ambos el año 859, fueron condenados a muerte. La notoriedad pública de Eulogio era altísima. Los ojos de los fieles estaban clavados en él. De modo que si los captores lograban que abjurase de la fe, el éxito estaba más que asegurado. Muchos seguirían sus pasos. No lograron sus propósitos, a pesar de que astutamente le propusieron simular su retractación. Solo tenía que hacer creer a todos que abandonaba su fe, pero después podía actuar a conveniencia. Naturalmente, el santo respondió con el Evangelio en la mano, renovando los pilares esenciales de su vida ante el emir que presidía el tribunal. Uno de los fiscales que juzgaba su caso y el de Lucrecia montó en cólera:«Que el pueblo ignorante se deje matar por proclamar su fe, lo comprendemos. Pero tú, el más sabio y apreciado de todos los cristianos de la ciudad, no debes ir así a la muerte. Te aconsejo que te retractes de tu religión, y así salvarás tu vida». La pena capital era por decapitación. Pero Eulogio no se inmutó. Respondió: «Ah, si supieses los inmensos premios que nos esperan a los que proclamamos nuestra fe en Cristo, no solo no me dirías que debo dejar mi religión, sino que tu dejarías a Mahoma y empezarías a creer en Jesús. Yo proclamo aquí solemnemente que hasta el último momento quiero ser amador y adorador de Nuestro Señor Jesucristo», palabras que coronó derramando su sangre junto a la de Lucrecia el 11 de marzo del año 859.
Oremos: Proclamamos, Señor, tu poder y humildemente te pedimos que, así como concediste a San Eulogio de Córdoba ser fiel imitador dela pasión de Cristo, así nos otorgues a nosotros que la fortaleza que manifestó en su martirio sea sostén de nuestra debilidad. Por nuestro Señor Jesucristo.
Calendario de fiestas marianas: Nuestra Señora de la Clemencia o la Misericordia de Absam, cerca de Innsbruck, Austria (1797).
Calendario de fiestas marianas: Nuestra Señora de la Clemencia o la Misericordia de Absam, cerca de Innsbruck, Austria (1797).
Se cumplirá hasta la más pequeña letra de la ley
Mateo 5, 17-19, Cuaresma. Jesús no quiere borrar los mandamientos que el Señor ha dado, quiere llevarlos a su plenitud.
Oración introductoria
Señor mío, hoy sé que necesito acercarme a ti. Hoy comprendo que Tú me pides amor, que todo lo has hecho por amor y que tu verdadera ley es amar sin medida. Me has mostrado tu mano a lo largo de mi vida y me has conducido al hermoso camino de tu Palabra. Gracias de todo corazón por amarme a pesar de mis errores incluso en las ocasiones en que pensando que hacía algo bien me alejé de tus brazos.
Petición
Señor mío, guíame en el camino de tu amor. Sé un Maestro que me muestre la manera de amar de verdad. Permíteme acercarme con humildad a tu Evangelio, para encontrar en él la verdadera Ley de tu amor. Enséñame a amar como tú amas, hasta dar la vida por tus amigos.
Meditación del Papa Francisco
El evangelio de este domingo es parte del llamado “discurso de la montaña”, la primera gran predicación de Jesús. Hoy el tema es la actitud de Jesús ante las leyes judías. Él afirma: “No crean que yo haya venido para abolir la ley o los profetas; no vine a abolirla pero a darle pleno cumplimiento”. Jesús por lo tanto no quiere borrar los mandamientos que el Señor ha dado por medio de Moisés, sino que quiere llevarlos a su plenitud. Y en seguida después añade que este “cumplimiento” de la Ley requiere una justicia superior, una observancia más auténtica. Dice, de hecho a sus discípulos: “Si vuestra justicia no superará la de los escribas y los fariseos, no entrareis en el reino de los cielos”.
Pero, ¿qué significa este “pleno cumplimiento” de la Ley? ¿Y en qué consiste esta justicia superior? Jesús mismo nos responde con algunos ejemplos. Jesús era práctico y hablaba con ejemplos para hacerse entender.
Compara la Ley antigua y lo que Él nos dice. Inicia desde el quinto mandamiento del decálogo: “Han entendido lo que le ha sido dicho a los antiguos: “No matarás”, … Pero yo les digo: cualquiera que se encoleriza con su hermano deberá ser sujetado a juicio”. ¡Con esto Jesús nos recuerda que también las palabras pueden asesinar!» (S.S. Francisco, Ángelus, 16 de febrero del 2014).
Reflexión
Jesús mostró a sus discípulos el camino del amor hasta el extremo, que es dar la vida por quienes se ama. Después de esto les dejó un mandamiento nuevo: que se amaran como él los había amado. Su pedagogía estaba llena de detalles de amor: acompañarlos con su palabra y calmar sus miedos (como en la tempestad calmada), acercarse a ellos a pesar de que la gente los despreciara (como en el caso de Mateo), o incluso lavarles los pies como un esclavo en la última cena, un esclavo que obra por amor.
Éste es el cumplimiento de la ley, obrar por amor y amor verdadero, amor humilde, amor que está dispuesto a entregarse por completo. La ley llegó a su perfección en Cristo, por que en Él cualquier promesa de amor de Dios llegó hasta el límite de hacerse hombre, para enseñar al hombre cómo debe de amar. Con Él, nosotros también podemos amarnos los unos a los otros. Por eso, quienes decimos seguir a Jesús, los cristianos, debemos obrar siempre, a cada paso y en cada decisión por amor a Dios Padre y por amor a nuestros hermanos los hombres.
Propósito
El día de hoy y el resto de la cuaresma buscaré tener detalles -aunque sean sencillos- de amor con las personas que encuentre.
Diálogo con Cristo
Gracias Señor por amarme de verdad. Por alimentarme no sólo con tu Palabra, sino también con tu Cuerpo y con tu Sangre. Aumenta mi amor para corresponderte, de modo que se cumpla en mí aquello de San Agustín «dilige et quod vis fac», «ama y haz lo que quieras». Por que cuando amo de verdad y obro por amor, no tengo forma de equivocarme. Purifica mi amor, porque, si es verdadero, me guiará hacia lo bueno, hacia la verdad, hacia el bien, y por tanto, ese amor, además de hacerme verdaderamente libres, me acercará a ti.
«Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor. Si tienes el amor arraigado en ti, ninguna otra cosa sino amor serán tus frutos» (San Agustín)
Saber que Dios está con nosotros
“Yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley”.Jesucristo cumple siempre lo que promete. El esfuerzo, el interés y la búsqueda que Cristo realiza en nuestra alma es algo que Él hace en todo momento. No pasará el cielo y la tierra sin que se cumpla lo que Dios nuestro Señor tiene planeado para cada uno de nosotros. Esto tiene que dar a cada uno de nuestros corazones una gran tranquilidad, una gran paz. Tiene que darnos la tranquilidad y la paz de quien sabe que Dios está apoyándole, de quien sabe que Dios está buscándole, de quien sabe que Dios está a su lado.
Hay veces que los caminos de nuestro Señor pueden ser difíciles de seguir. Cuántas veces nos preguntamos: ¿por qué el Señor nos lleva por este camino, por qué el Señor nos conduce por este sendero? Cristo vuelve a repetirnos que Él es la garantía. Su Palabra misma es la garantía de que efectivamente Él va a estar con nosotros: “No pasará el cielo y la tierra”. Cuántas veces, cuando nosotros vamos en el camino de nuestra existencia cristiana, podríamos encontrarnos con dudas y obscuridades. La Escritura habla del pueblo que está a punto de entrar a la tierra prometida, y en el momento en que va a entrar, Dios le vuelve a decir lo mismo: Yo voy a entrar contigo. Yo voy a estar contigo a través de los Mandamientos, a través de tu vida interior, a través de la iluminación.
Nosotros tenemos también que encontrar que Dios está con nosotros, que el Señor ha querido venir a nuestra vida, ha querido venir a nuestra alma, ha querido encontrarse con nosotros. Su presencia es una presencia viva. Y el testimonio espiritual de cada uno de nosotros habla clarísimamente de la presencia viva de Dios en nosotros, de la búsqueda que Dios ha hecho de nosotros, de cómo el Señor, de una forma o de otra, a través de los misteriosos caminos de su Providencia, nos ha ido acompañando, nos ha ido siguiendo. Si el Señor hubiera actuado como actuamos los hombres, ¡cuánto tiempo hace que estaríamos alejados de Él! Dios actúa buscándonos, Dios actúa estando presente, porque sus palabras no van a pasar.
¿Tengo yo esta confianza? ¿Mi alma, que en todo momento, de una forma o de otra, está iluminada por el Espíritu Santo para que cambie, para que se transforme, para que se convierta, está encontrando esa confianza en Dios, está poniendo a Cristo como garantía? ¿No nos estaremos poniendo a nosotros mismos como garantía de lo que Dios va a hacer en nuestra vida y que vemos muy claro lo que hay que cambiar, pero como garantía nos ponemos a nosotros mismos, con el riesgo —porque ya nos ha pasado muchas otras veces—, de volver a caer en la misma situación?
Aprendamos a ponernos en las manos de Dios. Aprendamos a confiar en la garantía que Cristo nos dé, pero, al mismo tiempo, aprendamos también a corresponder a nuestro Señor.
“El que quebranta uno de estos preceptos menores y los enseña así a los hombres, será el menor en el Reino de los Cielos”. La responsabilidad de escuchar la Palabra de Dios hasta en las más pequeñas cosas, es una responsabilidad muy grande que el Señor ha querido depositar sobre nuestros hombros, dentro de nuestra concreta vocación cristiana. El Señor es muy claro y dice que no podemos darnos el lujo ni de quebrantar, ni de enseñar mal los preceptos, incluso los menores. Así como la garantía que Él nos da es una garantía de cara a la perfección cristiana, Él también quiere que nuestra correspondencia sea de cara a la perfección cristiana. El Señor nos llama a la perfección.
Vamos a pedirle al Señor que nos ayude a escucharlo, a tenerlo a nuestro lado, a tenerlo como garante de nuestros propósitos y de nuestras luchas. Pero, al mismo tiempo, vamos a pedirle que nos ayude a corresponder hasta en los preceptos menores. Que no haya nada que nos aparte del amor de Jesucristo. Que no haya nada que nos impida ser grandes en el Reino de los Cielos, que no es otra cosa sino tener en nuestra alma el amor vivo de nuestro Señor, de ser capaces de tenerlo siempre muy cerca a Él, y al mismo tiempo, de ser profundamente entregados a todo lo que Él nos va pidiendo.
11 de marzo 2015 Miércoles III de cuaresma Dt 4, 1.5-9
Estos días de cuaresma sabemos que estamos especialmente llamados a la conversión, que puede querer decir, no sólo replantear actitudes para ser fieles a la ley del amor, sino de revivir agradecidos el don de la fe que hemos recibido. Así lo expresa el texto del Deuteronomio: «Estate atento y guárdate olvidar los hechos que has visto con tus ojos. Que en toda la vida no se vayan de tu corazón; y hazlos conocer a tus hijos ya los hijos de tus hijos ». ¿Cuáles son los pasos que más te han marcado en tu fe? Danos gracias.
Francisco, durante su audiencia de hoy
A los ancianos: "No es todavía el momento de tirar los remos de la barca"
Francisco recuerda el "incansable apostolado y vigor espiritual" de Santa Teresa
Elogia a Benedicto XVI "que ha elegido pasar a la oración y a la escucha de Dios"
En una sociedad donde ya no se reza, la vejez no tiene sentido. Tenemos necesidad de ancianos que recen porque la vejez se nos da precisamente para esto. Es una bella cosa la oración de los ancianos
El Papa ha recordado el V Centenario del nacimiento de Santa Teresa y ha puesto su vigor espiritual y su incasable apostolado como "ejemplo para jóvenes, enfermos y esposos", durante la audiencia general de este miércoles, en la que ha recibido de manos de los integrantes de la peregrinación Camino de Luz el bastón original de la mística de Ávila.
"En este mes recordamos el V Centenario del nacimiento en Ávila de Santa Teresa de Jesús. Que su vigor espiritual os estimule, queridos jóvenes, a testimoniar con alegría la fe en vuestra vida. Que su fe en Cristo os apoye queridos enfermos, en los momentos de mayor desolación; y que su incansable apostolado os invite a vosotros, queridos esposos a poner a Cristo en el centro de vuestra vida conyugal", ha dicho Francisco.
El Papa ha vuelto a dedicar la audiencia general a la ancianidad de la que ha dicho que "es una vocación". "En una sociedad donde ya no se reza, la vejez no tiene sentido", ha sentenciado.
Francisco ha destacado que los ancianos tienen un papel clave en la sociedad, que pasa por enseñar a los jóvenes que "la angustia del futuro puede ser vencida", o recordar a los ambiciosos que "una vida sin amor es árida". Además, ha dicho a los ancianos que su misión es interceder por las "esperanzas de las nuevas generaciones" y darles "dignidad" y "memoria".
El Papa ha pedido a los ancianos "que recen porque la vejez es para eso". "¡Qué linda la oración de los ancianos!", ha repetido en varias ocasiones. Por ello, ha recordado al Papa emérito Benedicto XVI, "que ha elegido pasar a la oración y a la escucha de Dios en el último tramo de su vida", y ha arrancado un gran aplauso de todos los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro.
"No es todavía el momento de tirar los remos de la barca. Pero debemos inventarnos un poco este periodo", ha precisado sobre la ancianidad.
Así ha reconocido que él pertenece a esa franja de edad y ha recordado que en Filipinas le llamaban "Lolo kiko", que significa "abuelo Kiko". Por otro lado, ha añadido que hay que "delinear una espiritualidad de las personas ancianas".
Finalmente, ha invitado a todos los fieles a esforzarse en este tiempo de Cuaresma en la "construcción de una sociedad a medida del hombre en la que haya espacio para la acogida de todos, sobre todo, de los ancianos, de los enfermos, de los pobres y de los frágiles".
En su catequesis de la audiencia general, celebrada el segundo miércoles de marzo en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco continuó sus reflexiones sobre la familia,refiriéndose en esta ocasión, a la importancia que tienen los abuelos en la familia y en la sociedad.
El Obispo de Roma se refirió a esta etapa especial de la vida que, en cierto sentido, dijo, es novedosa también para la espiritualidad cristiana, destacando que las personas mayores también tienen una misión que cumplir y una gracia especial que llevar a cabo siguiendo al Señor en cada circunstancia.
El Papa Bergoglio destacó que el Evangelio de Lucas nos habla de los ancianos Simeón y Ana, siempre atentos en espera de la venida del Mesías, que cuando lo reconocieron recibieron nuevas fuerzas para bendecir a Dios con un hermoso cántico de alabanza.
Y dijo que también los abuelos del tiempo actual están llamados a formar un coro permanente en el gran santuario espiritual de nuestro mundo, acompañando con su oración y testimonio a quienes luchan en la vida.
Tras destacar que la oración de los mayores representa un gran don para la Iglesia, con la sabiduría de sus palabras, Francisco afirmó que el corazón de los abuelos, libre de resentimientos pasados y de egoísmos presentes, tiene un atractivo especial para los jóvenes, que esperan encontrar en ellos un apoyo firme en su fe y sentido para su vida.
Texto completo de la catequesis del Papa
La familia: los abuelos
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En la catequesis de hoy proseguimos la reflexión sobre los abuelos, considerando el valor y la importancia de su rol en la familia. Lo hago identificándome en estas personas, porque yo también pertenezco a este grupo de edad.
Cuando estuve en Filipinas, los filipinos, los habitantes de las Filipinas, el pueblo filipino me saludaba diciendo: "Lolo Kiko", es decir, "abuelo Francisco", "Lolo Kiko" decían. Es importante subrayar una primera cosa: es verdad que la sociedad tiende a descartarnos, pero ciertamente el Señor no, ¿eh? El Señor no nos descarta jamás. Él nos llama a seguirlo en cada edad de la vida y también la ancianidad contiene una gracia y una misión, una verdadera vocación del Señor. La ancianidad es una vocación. No es el momento todavía de "tirar los remos en la barca". Este periodo de la vida es diverso de los precedentes, no hay dudas: debemos también "inventárnoslo" un poco, porque nuestras sociedades no están listas, espiritualmente y moralmente, para darle a éste, en este momento, su pleno valor. Una vez, en efecto, no era tan normal tener tiempo a disposición, hoy lo es mucho más. Y también la espiritualidad cristiana ha sido tomada un poco de sorpresa, y se trata de delinear una espiritualidad de las personas ancianas. ¡Pero gracias a Dios, no faltan los testimonios de santos y santas!
Me ha impresionado mucho la "Jornada de los ancianos" que hicimos aquí en la plaza de San Pedro el año pasado, la plaza estaba llena: escuché historias de ancianos que se entregan por los otros. Y también historias de parejas, de matrimonios, que vienen y dicen: "pero hoy cumplimos 50 años de matrimonio", "hoy cumplimos 60 años de matrimonio"... yo digo, pero: ¡háganlo ver a los jóvenes que se cansan rápido! El testimonio de los ancianos en la fidelidad. Y en esta plaza había tantos ese día. Es una reflexión para continuar, en ámbito ya sea eclesial que civil. Es la imagen de Simeón y Ana, de los cuales nos habla el Evangelio de la infancia de Jesús, compuesto por San Lucas. Eran ciertamente ancianos, el "viejo" y la "profetisa" Ana, que tenía 84 años. No escondía la edad esta mujer. El Evangelio dice que esperaban la venida de Dios, cada día, con gran fidelidad, desde hacía muchos años. Querían precisamente verlo aquel día, captar los signos, intuir el comienzo. Quizás estaban también ya un poco resignados a morir antes: pero aquella larga espera continuaba a ocupar toda su vida, no tenían compromisos más importantes que éste: esperar al Señor y rezar. Y bien, cuando María y José llegaron al templo para cumplir las prescripciones de la Ley, Simeón y Ana dieron un salto, animados por el Espíritu Santo (cfr. Lc 2, 27). El peso de la edad y de la espera desapareció en un momento. Ellos reconocieron al Niño y descubrieron una nueva fuerza, para una nueva tarea: dar gracias y dar testimonio por este Signo de Dios. Simeón improvisó un bellísimo himno de júbilo (cfr. Lc, 2, 29-32) - fue un poeta en aquel momento - y Ana se transformó en la primera predicadora de Jesús: "hablaba del niño a cuantos esperaban la redención de Jerusalén" (Lc 2,38).
Queridos abuelos, queridos ancianos, ¡pongámonos en la estela de estos viejos extraordinarios! Volvámonos también nosotros un poco ‘poetas de la oración': tomémosle el gusto a buscar palabras nuestras, recobremos aquellas que nos enseña la Palabra de Dios. ¡Es un gran don para la Iglesia, la oración de los abuelos y de los ancianos! La oración de los ancianos y abuelos es un don para la Iglesia, ¡es una riqueza! Una gran inyección de sabiduría también para la entera sociedad humana: sobre todo para aquella que está demasiada ocupada, demasiado absorbida, demasiado distraída. Alguien tiene que cantar, también para ellos; cantar los signos de Dios, proclamar los signos de Dios, ¡rezar por ellos! Miremos a Benedicto XVI, quien ha elegido pasar en la oración y en la escucha de Dios la última parte de su vida. ¡Esto es bello! Un gran creyente del siglo pasado, de tradición ortodoxa, Olivier Clément, decía: "Una civilización en la que ya no se ora es una civilización en la que la vejez carece de sentido. Y esto es aterrador, tenemos necesidad de ancianos que oren porque la vejez se nos da para esto". Tenemos necesidad de ancianos que recen porque la vejez se nos da precisamente para esto. Es una bella cosa la oración de los ancianos.
Nosotros podemos agradecer al Señor por los beneficios recibidos, y llenar el vacío de ingratitud que lo rodea. Podemos interceder por las expectativas de las nuevas generaciones y dar dignidad a la memoria y los sacrificios de aquellas pasadas. Nosotros podemos recordar a los jóvenes ambiciosos que una vida sin amor es árida. Podemos decirles a los jóvenes temerosos que la angustia del futuro se puede vencer. Podemos enseñar a los jóvenes demasiado enamorados de sí mismos, que hay más alegría en dar que en recibir. Los abuelos y abuelas forman el "coro" permanente de un gran santuario espiritual, donde la oración de súplica y el cántico de alabanza sostienen la comunidad que trabaja y lucha en el campo de la vida.
La oración, finalmente, purifica incesantemente el corazón. La alabanza y la súplica a Dios previenen el endurecimiento del corazón en el resentimiento y el egoísmo. ¡Qué feo es el cinismo de un anciano que ha perdido el sentido de su testimonio, desprecia a los jóvenes y no comunica una sabiduría de vida!
¡En cambio qué bello es el aliento que el anciano logra transmitir al joven en busca del sentido de la fe y de la vida! Es verdaderamente la misión de los abuelos, la vocación de los ancianos. Las palabras de los abuelos tienen algo de especial para los jóvenes. Y ellos lo saben. Las palabras que mi abuela me dio por escrito el día de mi ordenación sacerdotal, las llevó todavía conmigo, siempre en el breviario, y las leo a menudo, y me hacen bien.
¡Cuánto quisiera una Iglesia que desafía la cultura del descarte con la alegría desbordante de un nuevo abrazo entre los jóvenes y los ancianos! Y esto es lo que hoy le pido al Señor: ¡este abrazo!
Resumen de la catequesis del Papa Francisco para los fieles de nuestro idioma:
Queridos hermanos y hermanas:
La catequesis de hoy está centrada en la importancia que los abuelos tienen en la familia y en la sociedad.
Ciertamente, se trata de una etapa especial de la vida y, hasta cierto punto, novedosa, también para la espiritualidad cristiana. Pero el Señor nos llama a seguirlo en todos los momentos y circunstancias. Las personas mayores también tienen una misión que cumplir y una gracia especial para llevarla a cabo.
El Evangelio de Lucas nos habla de los ancianos Simeón y Ana, que estaban en el Templo de Jerusalén, siempre atentos en espera de la venida del Mesías. Y, cuando lo reconocieron en el Niño Jesús, recibieron nuevas fuerzas para bendecir a Dios con un hermoso cántico de alabanza y anunciar la liberación a todo el pueblo.
Como ellos, los abuelos de hoy están llamados a formar un coro permanente en el gran santuario espiritual de nuestro mundo, a sostener con su oración e infundir ánimo con su testimonio a cuantos luchan en el campo de la vida. La plegaria de los mayores es un gran don para la Iglesia; y sus palabras, una inyección de sabiduría para la sociedad, muchas veces ocupada en mil cosas y distraída de lo esencial.
El corazón de los abuelos, libre de resentimientos pasados y de egoísmos presentes, tiene un atractivo especial para los jóvenes, que esperan encontrar en ellos un apoyo firme en su fe y sentido para su vida.
Saludo a los peregrinos de lengua española venidos de España, Puerto Rico, Argentina, México y otros países latinoamericanos. Queridos hermanos, cuánto me gustaría que la Iglesia pudiera superar la cultura del descarte, promoviendo el reencuentro gozoso y la acogida mutua de las distintas generaciones. Recemos todos por esta intención. Gracias.