"Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo"
- 18 Marzo 2015
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- 18 Marzo 2015
IV MIÉRCOLES DE CUARESMA (Is 49, 8-15; Sal 144; Jn 5, 17-30)
LAS ENTRAÑAS DE DIOS. Quizá tú también, como el pueblo de Israel en tiempos del exilio, tengas la sensación de que Dios te ha olvidado, o que no responde a tus súplicas. Si es así, escucha la palabra del profeta y da fe a lo que te dice Dios, que se muestra con una solicitud inimaginable: “Sión decía: "Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado." ¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvide, yo no te olvidaré».” (Is 49, 14-15). La ternura divina se extiende a los más débiles. Como diría el papa Francisco, a los que sufren descarte, a los niños y a los ancianos. “El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan” (Sal 144). Jesucristo no solo revela el amor de Dios, sino que con su vida nos ha demostrado hasta dónde llega su amor entrañable, su amor de hermano y de amigo: hasta dar la vida. Quienes dan fe a su palabra gozan ya en esta vida la certeza de la salvación: “Os lo aseguro: Quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no se le llamará a juicio, porque ha pasado ya de la muerte a la vida” (Jn 5, 24). Estamos avanzando hacia la Pascua, y la Palabra de Dios se hace cada vez más intensa. Es momento de reflexionar si en verdad el mensaje cuaresmal está rehabilitándonos, para que la noche de Pascua sea un verdadero acontecimiento renovador, por el que percibamos la gracia bautismal, la pertenencia a la familia de los hijos de Dios.
SANTA TERESA DE JESÚS
La doctora mística se atreve a decir cuál es el modo mejor que para experimentar la ternura de Dios: “Y veo yo claro, y he visto después, que para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes, quiere sea por manos de esta Humanidad sacratísima, en quien dijo Su Majestad se deleita. Muy muy muchas veces lo he visto por experiencia. Hámelo dicho el Señor. He visto claro que por esta puerta hemos de entrar, si queremos nos muestre la soberana Majestad grandes secretos” (Vida 22, 6). La ternura de Jesucristo para con Santa Teresa llega al extremo de consolarla con detalles cariñosos: “Cuando se quitaron muchos libros de romance, que no se leyesen, yo sentí mucho, porque algunos me daba recreación leerlos y yo no podía ya, por dejarlos en latín; me dijo el Señor. No tengas pena, que Yo te daré libro vivo.
Yo no podía entender por qué se me había dicho esto, porque aún no tenía visiones. Después, desde a bien pocos días, lo entendí muy bien, porque he tenido tanto en qué pensar y recogerme en lo que veía presente, y ha tenido tanto amor el Señor conmigo para enseñarme de muchas maneras, que muy poca o casi ninguna necesidad he tenido de libros; Su Majestad ha sido el libro verdadero adonde he visto las verdades ¡Bendito sea tal libro, que deja imprimido lo que se ha de leer y hacer, de manera que no se puede olvidar!” (Vida 26, 5). Con lo que se demuestra hasta dónde llega el amor divino.
No a las iglesias de puertas cerradas
"¿Quién eres tú que cierras la puerta de tu corazón a un hombre, a una mujer que tiene ganas de mejorar?"
Francisco: "Sed misericordiosos, la Iglesia debe tener siempre las puertas abiertas"
"¡Cuántas veces hoy en las comunidades cristianas encuentra las puertas cerradas!", lamenta el Papa
Planteó el conflicto que causa Jesús, que abre las puertas a todos los que lo buscan, especialmente si están alejados; y los cristianos que con frecuencia cierran esas puertas
(RV).- La Iglesia "es la casa de Jesús", una casa de misericordia que acoge a todos y, por tanto, los cristianos no deben cerrar las puertas de este lugar. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta. El Papa Bergoglio abordó un tema latente desde hace mucho tiempo, a saber el conflicto que causa Jesús, que abre las puertas a todos los que lo buscan, especialmente si están alejados; y los cristianos que con frecuencia cierran esas puertas ante la cara de quien llama a la puerta de la Iglesia. Se trata de un conflicto entre la misericordia total de Cristo y la poca que a veces demuestra quien cree en Él. La reflexión del Papa comenzó con el tema del agua, protagonista de las lecturas litúrgicas del día. "El agua que cura", la llamó Francisco, comentando así la descripción que el Profeta Ezequiel hace del arroyuelo que surgió en el umbral del templo, que se transforma afuera en un torrente impetuoso y en cuyas aguas ricas de peces cualquiera puede curarse. Es el agua de la piscina de Bethesda, descrita en el Evangelio, en cuyos alrededores permanecía desde hacía años, un paralítico debilitado - y para Francisco también un poco "perezoso" - que jamás había encontrado el modo de hacerse sumergir cuando las aguas se movían y, por tanto, de buscar la curación. Jesús, en cambio, lo cura y lo anima "a ir adelante", pero esto desencadena la crítica de los doctores de la ley, porque la curación se produjo un día sábado. Una "historia", observó el Papa, que también se produce "tantas veces" hoy: "Un hombre - una mujer - que se siente enfermo en el alma, triste, que ha cometido tantas equivocaciones en la vida, en un determinado momento siente que las aguas se mueven, es el Espíritu Santo que mueve algo, o siente una palabra o... ‘¡Ah, yo querría ir!'... Y se arma de coraje y va. Y cuántas veces hoy en las comunidades cristianas encuentra las puertas cerradas: ‘Pero tú no puedes, no, tú no puedes. Te equivocaste aquí y no puedes. Si quieres venir, ven a la Misa el domingo, pero permanece ahí, y no hagas nada más'. Y lo que hace el Espíritu Santo en el corazón de las personas, los cristianos con psicología de doctores de la ley lo destruyen".
"A mí esto me causa dolor", afirmó Francisco. Y reafirmó que la Iglesia tiene siempre las puertas abiertas:
"Es la casa de Jesús y Jesús recibe. Pero no sólo recibe, también va a encontrarse con la gente, así como fue a ver a éste. Y si la gente está herida, ¿qué hace Jesús? ¿Le reprocha porque esté herida? No, viene y la lleva sobre sus hombros. Y esto se llama misericordia. Y cuando Dios reprocha a su pueblo - ‘¡Misericordia quiero, no sacrificios!'- habla de esto".
"¿Quién eres tú - preguntó el Papa - que cierras la puerta de tu corazón a un hombre, a una mujer que tiene ganas de mejorar, de volver a formar parte del pueblo de Dios, porque el Espíritu Santo ha agitado su corazón?".
Que la Cuaresma - concluyó Francisco - nos ayude a no cometer el error de quien despreció el amor de Jesús hacia el paralítico, sólo porque la ley no lo preveía:
"Pidamos hoy al Señor en la Misa por nosotros, por cada uno de nosotros y por toda la Iglesia, una conversión hacia Jesús, una conversión a Jesús, una conversión a la misericordia de Jesús. Y así la Ley quedará cumplida plenamente, porque la Ley es amar a Dios y al prójimo, como a nosotros mismos".
Evangelio según San Juan 5,17-30.
Jesús dijo a los judíos: "Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo". Pero para los judíos esta era una razón más para matarlo, porque no sólo violaba el sábado, sino que se hacía igual a Dios, llamándolo su propio Padre. Entonces Jesús tomó la palabra diciendo: "Les aseguro que el Hijo no puede hacer nada por sí mismo sino solamente lo que ve hacer al Padre; lo que hace el Padre, lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace. Y le mostrará obras más grandes aún, para que ustedes queden maravillados. Así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, del mismo modo el Hijo da vida al que él quiere. Porque el Padre no juzga a nadie: él ha puesto todo juicio en manos de su Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió. Les aseguro que el que escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, tiene Vida eterna y no está sometido al juicio, sino que ya ha pasado de la muerte a la Vida. Les aseguro que la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oigan, vivirán. Así como el Padre dispone de la Vida, del mismo modo ha concedido a su Hijo disponer de ella, y le dio autoridad para juzgar porque él es el Hijo del hombre. No se asombren: se acerca la hora en que todos los que están en las tumbas oirán su voz y saldrán de ellas: los que hayan hecho el bien, resucitarán para la Vida; los que hayan hecho el mal, resucitarán para el juicio. Nada puedo hacer por mí mismo. Yo juzgo de acuerdo con lo que oigo, y mi juicio es justo, porque lo que yo busco no es hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió.
Beato John Henry Newman (1801-1890), teólogo, fundador del Oratorio en Inglaterra
Sermón del 7 de mayo 1837 8 (“Cristo manidestado en el recuerdo”); PPS IV, 17
"Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo"
Si observamos el comportamiento del Señor durante su vida mortal veremos que se empeñó manifiestamente en esconder de alguna manera su identidad aunque la daba a conocer plenamente. Parece que haya querido que pudiéramos gozar de él pero no inmediatamente. Como si sus palabras pudieran existir ya como declaración al mundo, mientras que todavía había que esperar durante mucho tiempo su verdadera interpretación. Es que Cristo las reservaba para la llegada de aquel que iluminaría tanto al mismo Cristo como sus palabras... Cuando el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles comprendieron por fin quien había estado con ellos; reconocieron la Verdad cuando todo quedaba cumplido, no inmediatamente.
Aquí nos hallamos con el principio general que actúa constantemente en las Escrituras y en la marcha del mundo. Cuando Dios viene a nosotros, cuando interviene en el mundo no nos percatamos al instante de su presencia ni sabemos dónde actúa en medio de nosotros sino tan sólo después, cuando miramos hacia atrás, hacia lo que ya se cumplió. (...) Prodigiosa providencia, en verdad, que se hace tan silenciosa siendo al mismo tiempo tan eficaz, tan constante, y sobre todo, infalible.
Dios vela siempre por los suyos. El nos conduce y nos alienta en el progreso por un camino que ignoramos, sin saber en qué dirección avanzamos...Todo lo que tenemos que hacer es creer, dejarnos conducir sin ver plenamente el camino. Por la fe, colaboramos con Dios.
18 de marzo 2015 Miércoles IV de cuaresma Is 49, 8-15
Isaías nos dice: "El Señor consuela a su pueblo y se compadece de los afligidos». Ya lo sé, Señor, que eres mi consuelo porque te compadecen de mí. Te doy gracias, pero inspírame, Señor, para que yo sepa transmitirlo a todos los que tú amas, tu pueblo.
Obispo y Doctor de la Iglesia (315-386) Nació en una familia cristiana el año 315; sucedió al obispo Máximo en la sede de Jerusalén el año 348. Tuvo que sufrir varios destierros por defender la fe católica frente a los arrianos. Fue un insigne predicador, catequista y escritor. Murió el año 386.
Oremos
Señor Dios nuestro, que te serviste de san Cirilo, obispo de Jerusalén, para que tu Iglesia comprendiera más profundamente el sentido de los sacramentos de salvación, concédenos, por sus plegarias, un conocimiento tan profundo de los misterios de tu Hijo que nos haga tener vida abundante. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
I Vísperas de San José esposo de Santa María Virgen
Cante tu gloria célica armonía,
tú que compartes con la siempre pura
la misteriosa genealogía de la Escritura.
Esposo virgen de la Virgen Madre,
en quien Dios mismo declinó su oficio;
réplica humilde del eterno Padre, padre nutricio.
Último anillo de las profecías,
¡oh patriarca de la nueva alianza!
Entre tus brazos se acunó el Mesías, nuestra esperanza.
Guarda a la Iglesia de quien fue figura
la inmaculada y maternal María;
guárdala intacta, firme y con ternura de eucaristía.
Gloria a Dios Padre que en tu amor descuida,
gloria a Dios Hijo que te fue confiado,
gloria al Espíritu que alentó tu vida
para el Amado. Amén
Dios todopoderoso, que, en los albores del nuevo Testamento, encomendaste a San José los misterios de nuestra salvación, haz que ahora tu Iglesia, sostenida por la intercesión del esposo de María, lleve a su pleno cumplimiento la obra de la salvación de los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Calendario de Fiestas Marianas:Nuestra Señora de las Mercedes de Savona.
SANTA MISA
IMPOSICIÓN DEL PALIO
Y ENTREGA DEL ANILLO DEL PESCADOR
EN EL SOLEMNE INICIO DEL MINISTERIO PETRINO
DEL OBISPO DE ROMA
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Plaza de San Pedro
Martes 19 de marzo de 2013
Solemnidad de San José
Queridos hermanos y hermanas
Doy gracias al Señor por poder celebrar esta Santa Misa de comienzo del ministerio petrino en la solemnidad de san José, esposo de la Virgen María y patrono de la Iglesia universal: es una coincidencia muy rica de significado, y es también el onomástico de mi venerado Predecesor: le estamos cercanos con la oración, llena de afecto y gratitud.
Saludo con afecto a los hermanos Cardenales y Obispos, a los presbíteros, diáconos, religiosos y religiosas y a todos los fieles laicos. Agradezco por su presencia a los representantes de las otras Iglesias y Comunidades eclesiales, así como a los representantes de la comunidad judía y otras comunidades religiosas. Dirijo un cordial saludo a los Jefes de Estado y de Gobierno, a las delegaciones oficiales de tantos países del mundo y al Cuerpo Diplomático.
Hemos escuchado en el Evangelio que «José hizo lo que el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer» (Mt 1,24). En estas palabras se encierra ya la misión que Dios confía a José, la de ser custos, custodio. Custodio ¿de quién? De María y Jesús; pero es una custodia que se alarga luego a la Iglesia, como ha señalado el beato Juan Pablo II: «Al igual que cuidó amorosamente a María y se dedicó con gozoso empeño a la educación de Jesucristo, también custodia y protege su cuerpo místico, la Iglesia, de la que la Virgen Santa es figura y modelo» (Exhort. ap. Redemptoris Custos, 1).
¿Cómo ejerce José esta custodia? Con discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad total, aun cuando no comprende. Desde su matrimonio con María hasta el episodio de Jesús en el Templo de Jerusalén a los doce años, acompaña en todo momento con esmero y amor. Está junto a María, su esposa, tanto en los momentos serenos de la vida como en los difíciles, en el viaje a Belén para el censo y en las horas temblorosas y gozosas del parto; en el momento dramático de la huida a Egipto y en la afanosa búsqueda de su hijo en el Templo; y después en la vida cotidiana en la casa de Nazaret, en el taller donde enseñó el oficio a Jesús.
¿Cómo vive José su vocación como custodio de María, de Jesús, de la Iglesia? Con la atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyecto, y no tanto al propio; y eso es lo que Dios le pidió a David, como hemos escuchado en la primera Lectura: Dios no quiere una casa construida por el hombre, sino la fidelidad a su palabra, a su designio; y es Dios mismo quien construye la casa, pero de piedras vivas marcadas por su Espíritu. Y José es «custodio» porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas. En él, queridos amigos, vemos cómo se responde a la llamada de Dios, con disponibilidad, con prontitud; pero vemos también cuál es el centro de la vocación cristiana: Cristo. Guardemos a Cristo en nuestra vida, para guardar a los demás, para salvaguardar la creación.
Pero la vocación de custodiar no sólo nos atañe a nosotros, los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede y que es simplemente humana, corresponde a todos. Es custodiar toda la creación, la belleza de la creación, como se nos dice en el libro del Génesis y como nos muestra san Francisco de Asís: es tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos. Es custodiar a la gente, el preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón. Es preocuparse uno del otro en la familia: los cónyuges se guardan recíprocamente y luego, como padres, cuidan de los hijos, y con el tiempo, también los hijos se convertirán en cuidadores de sus padres. Es vivir con sinceridad las amistades, que son un recíproco protegerse en la confianza, en el respeto y en el bien. En el fondo, todo está confiado a la custodia del hombre, y es una responsabilidad que nos afecta a todos. Sed custodios de los dones de Dios.
Y cuando el hombre falla en esta responsabilidad, cuando no nos preocupamos por la creación y por los hermanos, entonces gana terreno la destrucción y el corazón se queda árido. Por desgracia, en todas las épocas de la historia existen «Herodes» que traman planes de muerte, destruyen y desfiguran el rostro del hombre y de la mujer.
Quisiera pedir, por favor, a todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: seamos «custodios» de la creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente; no dejemos que los signos de destrucción y de muerte acompañen el camino de este mundo nuestro. Pero, para «custodiar», también tenemos que cuidar de nosotros mismos. Recordemos que el odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida. Custodiar quiere decir entonces vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura.
Y aquí añado entonces una ulterior anotación: el preocuparse, el custodiar, requiere bondad, pide ser vivido con ternura. En los Evangelios, san José aparece como un hombre fuerte y valiente, trabajador, pero en su alma se percibe una gran ternura, que no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor. No debemos tener miedo de la bondad, de la ternura.
Hoy, junto a la fiesta de San José, celebramos el inicio del ministerio del nuevo Obispo de Roma, Sucesor de Pedro, que comporta también un poder. Ciertamente, Jesucristo ha dado un poder a Pedro, pero ¿de qué poder se trata? A las tres preguntas de Jesús a Pedro sobre el amor, sigue la triple invitación: Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas. Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz; debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de san José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente a los más pobres, los más débiles, los más pequeños; eso que Mateo describe en el juicio final sobre la caridad: al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al encarcelado (cf. Mt 25,31-46). Sólo el que sirve con amor sabe custodiar.
En la segunda Lectura, san Pablo habla de Abraham, que «apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza» (Rm 4,18). Apoyado en la esperanza, contra toda esperanza. También hoy, ante tantos cúmulos de cielo gris, hemos de ver la luz de la esperanza y dar nosotros mismos esperanza. Custodiar la creación, cada hombre y cada mujer, con una mirada de ternura y de amor; es abrir un resquicio de luz en medio de tantas nubes; es llevar el calor de la esperanza. Y, para el creyente, para nosotros los cristianos, como Abraham, como san José, la esperanza que llevamos tiene el horizonte de Dios, que se nos ha abierto en Cristo, está fundada sobre la roca que es Dios.
Custodiar a Jesús con María, custodiar toda la creación, custodiar a todos, especialmente a los más pobres, custodiarnos a nosotros mismos; he aquí un servicio que el Obispo de Roma está llamado a desempeñar, pero al que todos estamos llamados, para hacer brillar la estrella de la esperanza: protejamos con amor lo que Dios nos ha dado.
Imploro la intercesión de la Virgen María, de san José, de los Apóstoles san Pedro y san Pablo, de san Francisco, para que el Espíritu Santo acompañe mi ministerio, y a todos vosotros os digo: Rezad por mí. Amén.
El Papa con un niño en la audiencia
"Los niños pueden enseñarnos a sonreir y a llorar de nuevo"
Papa: "Los niños son en sí mismos una riqueza para la Humanidad y para la Iglesia"
"UNa sociedad con una tasa de natalidad del 1 por ciento e suna sociedad triste y gris"
José Manuel Vidal, 18 de marzo de 2015 a las 10:30
Tienen la capacidad de sonreir y de llorar. Unos me sonríen y otros, al verme de blanco, creen que soy el médico, que les va a poner una vacuna, y lloran
(José M. Vidal).- En la audiencia del miércoles en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco hizo un canto a la infancia y a los niños, "riqueza y don para la Humanidad y para la Iglesia". Porque los niños nos recuerdan que "todos somos hijos" y nos enseñan, entre otras cosas "a llorar y a sonreir" y nos transmiten "ternura". Por eso, una sociedad sin hijos es una sociedad "triste y gris".
Lectura del Evangelio de Mateo: "Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños".
Algunas frases de la catequesis del Papa
"Tras haber pasado revista a las diversas figuras familiares, querría concluir hablando de los niños"
"En dos momentos. Hoy me detendré en el gran don que son los niños para la Humanidad"
"Son el gran don de la Humanidad, pero también los grandes excluidos"
"Algunas heridas que dañan a la infancia"
"Recuerdo a tantos niños que encontré en mi último viaje a Asia"
"Muchos de ellos viven en condiciones indignas"
"Los niños nos recuerdan que todos hemos sido dependientes del cuidado de los otros"
"Los niños no tienen problema para entender a Dios"
"Los niños son en sí mismos una riqueza para la Humanidad y para la Iglesia"
"Todos necesitamos ayuda, amor y perdón"
"Nos recuerdan otra cosa bella: que siempre somos hijos, aunque seamos padres, adultos o ancianos"
"La vida no nos la hemos dado, la hemos recibido. El gran don de la vida es el primer regalo que hemos recibido"
"Con su sola presencia nos recuerdan que todos somos hijos"
"Los niños nos aportan su forma de ver la realidad, con una mirada confiada y pura"
"Su mirada interior es pura, sin malicia"
"También los niños tienen su pecado original, pero conservan la pureza interior"
"Los niños no son diplomáticos: dicen lo que sienten y lo que ven, directamente. Y, a veces, ponen en dificultad a sus padres"
"No tienen doblez, no han aprendido la ciencia de la hipocresía"
"LLevan en sí mismos la capacidad de dar y recibir ternura"
"La ternura es también poesía: es sentir las cosas y los acontecimientos"
"Tienen la capacidad de sonreir y de llorar. Unos me sonríen y otros, al verme de blanco, creen que soy el médico, que les va a poner una vacuna, y lloran"
"Nuestra sonrisa, en cambio, a veces es de cartón, artificial"
"Nuestro corazón se bloquea y pierde a menudo esta capacidad de sonreír y de llorar"
"Los niños pueden enseñarnos de nuevo a sonreir y a llorar"
"¿Sonrío con frescura, con amor o mi sonrisa es artificial? ¿Lloro o he perdido la capacidad de llorar?"
"Una sociedad sin niños es una sociedad triste y gris"
"Cuando vemos que el nivel de natalidad apenas llega a un 1 por ciento, podemos decir que esa sociedad es triste y gris, porque se ha quedado sin niños"
Síntesis del mensaje del Papa:
Queridos hermanos y hermanas:
De entre las figuras familiares, hoy deseo centrarme en los niños, como gran don para la humanidad.
Ellos nos recuerdan que todos hemos sido totalmente dependientes de los cuidados de otros. También Jesús, como nos muestra el misterio de la Navidad. En el Evangelio se elogia a los "pequeños", a los que necesitan ayuda, especialmente a los niños.
Ellos son una riqueza para la Iglesia y para nosotros: nos hacen ver que todos somos siempre hijos, necesitados de ayuda, necesitados de amor y perdón, que son las condiciones para entrar en el Reino de Dios.
Los niños desmontan la idea de creernos autónomos y autosuficientes, como si nosotros nos hubiéramos dado la vida y fuéramos los dueños, en vez de haberla recibido.
Los niños nos enseñan también el modo de ver la realidad de manera confiada y pura. Cómo se fían espontáneamente de papá y mamá, cómo se ponen sin recelos en manos de Dios y de la Virgen. Sienten con sencillez las cosas, sin ver en ellas únicamente algo que puede servirnos, que podemos aprovechar.
Ellos sonríen y lloran, algo que a menudo se bloquea en los mayores.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de España, México, Perú, Argentina y Uruguay.
Hermanos y hermanas, los niños dan vida, alegría, esperanza. Dan también preocupaciones y a veces dan problemas, pero es mejor así que una sociedad triste y gris porque se ha quedado sin niños, o no quieren niños.
Pidamos que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.
Texto del saludo del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas:
De entre las figuras familiares, hoy deseo centrarme en los niños, como gran don para la humanidad. Ellos nos recuerdan que todos hemos sido totalmente dependientes de los cuidados de otros. También Jesús, como nos muestra el misterio de la Navidad. En el Evangelio se elogia a los «pequeños», a los que necesitan ayuda, especialmente a los niños. Ellos son una riqueza para la Iglesia y para nosotros: nos hacen ver que todos somos siempre hijos, necesitados de ayuda, amor y perdón, que son las condiciones para entrar en el Reino de Dios. Desmontan la idea de creernos autónomos y autosuficientes, como si nosotros nos hubiéramos dado la vida y fuéramos los dueños, en vez de haberla recibido.
Los niños nos enseñan también el modo de ver la realidad de manera confiada y pura. Cómo se fían espontáneamente de papá y mamá, cómo se ponen sin recelos en manos de Dios y de la Virgen. Sienten con sencillez las cosas, sin ver en ellas únicamente algo que puede servirnos, que podemos aprovechar. Ellos sonríen y lloran, algo que a menudo se bloquea en los mayores.
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Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de España, México, Perú, Uruguay y Argentina. Hermanos y hermanas, los niños dan vida, alegría, esperanza. Dan también preocupaciones y a veces problemas, pero es mejor así que una sociedad triste y gris porque se ha quedado sin niños. O no quieren niños. Pidamos que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias. En aquel tiempo, dijo Jesús: « Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el Reino de Dios».
Necesitamos estar unidos a Cristo
Juan 5, 17-30. Cuaresma. Cristo, al venir a este mundo nos enseñó cómo tratar con nuestro Padre Creador.
Oración introductoria
Jesús, hoy Tú quieres enseñarme que lo más valioso en esta vida es estar en unión con el Padre para hacer su voluntad en mi vida. Señor, Tú que viniste a este mundo para enseñarnos la aceptación del querer de Dios en la vida de cada hombre, ayúdame a estar unido a Ti y a descubrir lo que Dios quiere de mí.
Petición
Dios mío, Tú que vives y sigues actuando continuamente en la vida de cada hombre, enséñame a orar para estar unido a ti en todo lo que haga, buscando sólo lo que Tú quieres de mí.
Meditación del Papa Francisco
Rezar para querer seguir la voluntad de Dios, rezar para conocer la voluntad de Dios y rezar -una vez conocida- para ir adelante con la voluntad de Dios. Había una vez una la ley hecha de prescripciones y prohibiciones, de sangre de toros y cabras, ‘sacrificios antiguos’ que no tenían ni la ‘fuerza’ de ‘perdonar los pecados’, ni de dar ‘justicia’. Después en el mundo viene Cristo y con su subir a la Cruz, “el acto que una vez para siempre nos ha justificado”, Jesús ha demostrado cuál era el ‘sacrificio’ más agradable a Dios: no el holocausto de un animal, sino la ofrenda de la propia voluntad para hacer la voluntad del Padre.
La obediencia a la voluntad de Dios. Este es el camino de la santidad, del cristiano, es decir, que se realice el plan de Dios, que la salvación se cumpla.[…]
¿Yo rezo para que el Señor me dé las ganas de hacer su voluntad, o busco compromisos porque tengo miedo de la voluntad de Dios? Rezar para conocer la voluntad de Dios sobre mí y sobre mi vida, sobre la decisión que debo tomar ahora… muchas cosas. Sobre la forma de gestionar las cosas… La oración para querer hacer la voluntad de Dios, y oración para conocer la voluntad de Dios. Y cuando conozco la voluntad de Dios, también la oración, por tercera vez: para hacerla. Para cumplir esa voluntad, que no es la mía, es la suya. Y no es fácil. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 27 de enero de 2015, en Santa Marta).
Reflexión
La fuente de todo lo que Cristo hacía en su vida, dependía de su unión con el Padre, y que esta unión se daba por el frecuente ejercicio de la oración en su vida. Solamente así, Cristo tenía las fuerzas necesarias para responder a las exigencias de su misión. Lo decisivo en nuestras vidas es la manera en que nos colocamos ante el Creador, pues dependemos radicalmente de Él. Cristo, al venir a este mundo nos enseñó cómo tratar con nuestro Padre Creador. También nosotros, si queremos descubrir lo que Dios quiere en nuestras vidas y tener las fuerzas para cumplirlo, tenemos que estar junto a Dios para pedirle su gracia.
Un párroco de España pronunció su última homilía en su parroquia antes de trasladarse a otra ciudad. Llevaba tanto tiempo en la parroquia que muchos de los que había bautizado y casado aún no lo creían. Y entre las palabras que mencionó de lo más profundo de su corazón les dijo: "Os voy a revelar un secreto que no saben ni los miembros de mi familia. Y es que en mi testamento he pedido que el día mi muerte quiero que me entierren aquí, junto a todos vosotros porque (y esto fue lo que emocionó a toda la gente) quiero resucitar con mi pueblo, con todos vosotros". La gente que lo escuchaba quedó admirada, esperaban que dijese "porque este es mi pueblo" o "porque quiero estar enterrado a vuestro lado". Pero él no, él quería resucitar con todos los suyos.
Cristo nos pide que creamos en la resurrección de la carne. Hoy día hay muchos que ya no creen esta realidad de nuestra fe por tantas otras ideas que han metido las sectas. Se prefiere aceptar la reencarnación o simplemente lo aceptan porque lo dice la Iglesia. Pero si comprendiéramos con el corazón lo que nos dijo san Pablo que vana es nuestra fe si no resucitamos, entonces sí viviríamos con mayor entrega nuestra fe, entonces sí que nos sentiríamos orgullosos de nuestra fe. No la viviríamos como si fuese una imposición o como normas que hay que cumplir sino con una alegría que nos llevaría a transmitirla a los demás. Existiría una mayor esperanza en nuestras vidas.
Y el mejor camino para llegar a la resurrección es el que nos presenta el evangelio de hoy. Cumplir la voluntad de Dios. Hay una notable relación en estas palabras. Resurrección y voluntad de Dios. A Cristo no le movía otra cosa en su vida mas que hacer aquello que le agradaba a su Padre. Por eso estaba lleno de pasión por transmitirnos lo que su Padre le pedía. Nosotros también resucitaremos en la medida en que vivamos con amor la entrega a la voluntad de Dios, que es entrega y generosidad con nuestro prójimo.
Propósito
Hoy iré a una Iglesia para visitar a Cristo Eucaristía y pedirle la gracia de identificar más mi vida con su voluntad.
Diálogo con Cristo
Señor, yo creo que Tú estas realmente presente en mi vida y lo que más quieres es que sepa encontrarte, para que yo sea verdaderamente feliz. Ayúdame, Jesús, a estar siempre en una actitud de escucha, a estar unido a Ti, especialmente por medio de la oración, como Tú estabas unido a tu Padre. Enséñame a hacer de cada actividad de mi día una continua oración. Que sea agradable a Ti. Quiero escuchar tu voz. Habla conmigo hoy, Jesús, en mi oración.
¿Quién es Cristo para mi?
Miércoles cuarta semana de Cuaresma. La conversión cristiana pasa primero por la experiencia de Cristo.
La dimensión interior del hombre debe ser buscada insistentemente en nuestra vida. En esta reflexión veremos algunos de los efectos que debe tener esta dimensión interior en nosotros. No olvidemos que todo viene de un esfuerzo de conversión; todo nace de nuestro esfuerzo personal por convertir el alma a Dios, por dirigir la mente y el corazón a nuestro Señor.
¿Qué consecuencias tiene esta conversión en nosotros? En una catequesis el Papa hablaba de tres dimensiones que tiene que tener la conversión: la conversión a la verdad, la conversión a la santidad y la conversión a la reconciliación.
¿Qué significa convertirme a la verdad? Evidentemente que a la primera verdad a la que tengo que convertirme es a la verdad de mí mismo; es decir, ¿quién soy yo?, ¿para qué estoy en este mundo?
Pero, al mismo tiempo, la conversión a la verdad es también una apertura a esa verdad que es Dios nuestro Señor, a la verdad de Cristo.
Convertirme a Cristo no es solamente convertirme a una ideología o a una doctrina; la conversión cristiana tiene que pasar primero por la experiencia de Cristo. A veces podemos hacer del cristianismo una teoría más o menos convincente de forma de vida, y entonces se escuchan expresiones como: “el concepto cristiano”, “la doctrina cristiana”, “el programa cristiano”, “la ideología cristiana”, como si eso fuese realmente lo más importante, y como si todo eso no estuviese al servicio de algo mucho más profundo, que es la experiencia que cada hombre y cada mujer tienen que hacer de Cristo.
Lo fundamental del cristianismo es la experiencia que el hombre y la mujer hacen de Jesucristo, el Hijo de Dios. ¿Qué experiencia tengo yo de Jesucristo? A lo mejor podría decir que ninguna, y qué tremendo sería que me supiese todo el catecismo pero que no tuviese experiencia de Jesucristo. Estrictamente hablando no existe una ideología cristiana, es como si dijésemos que existe una ideología de cada uno de nosotros. Existe la persona con sus ideas, pero no existe una ideología de una persona. Lo más que se puede hacer de cada uno de nosotros es una experiencia que, evidentemente como personas humanas, conlleva unas exigencias de tipo moral y humano que nacen de la experiencia. Si yo no parto de la reflexión sobre mi experiencia de una persona, es muy difícil que yo sea capaz de aplicar teorías sobre esa persona.
¿Es Cristo para mí una doctrina o es alguien vivo? ¿Es alguien vivo que me exige, o es simplemente una serie de preguntas de catecismo? La importancia que tiene para el hombre y la mujer la persona de Cristo no tiene límites. Cuando uno tuvo una experiencia con una persona, se da cuenta, de que constantemente se abren nuevos campos, nuevos terrenos que antes nadie había pisado, y cuando llega la muerte y dejamos de tener la experiencia cotidiana con esa persona, nos damos cuenta de que su presencia era lo que más llenaba mi vida.
Convertirme a Cristo significa hacer a Cristo alguien presente en mi existencia. Esa experiencia es algo muy importante, y tenemos que preguntarnos: ¿Está Cristo realmente presente en toda mi vida? ¿O Cristo está simplemente en algunas partes de mi vida? Cuando esto sucede, qué importante es que nos demos cuenta de que quizá yo no estoy siendo todo lo cristiano que debería ser. Convertirme a la verdad, convertirme a Cristo significa llevarle y hacerle presente en cada minuto.
Hay una segunda dimensión de esta conversión: la conversión a la santidad. Dice el Papa, “Toda la vida debe estar dedicada al perfeccionamiento espiritual. En Cuaresma, sin embargo, es más notable la exigencia de pasar de una situación de indiferencia y lejanía a una práctica religiosa más convencida; de una situación de mediocridad y tibieza a un fervor más sentido y profundo; de una manifestación tímida de la fe al testimonio abierto y valiente del propio credo.” ¡Qué interesante descripción del Santo Padre! En la primera frase habla a todos los cristianos, no a monjes ni a sacerdotes. ¿Soy realmente una persona que tiende hacia la perfección espiritual? ¿Cuál es mi intención hacia la visión cristiana de la virtud de la humildad, de la caridad, de la sencillez de corazón, o en la lucha contra la pereza y vanidad?
El Papa pinta unos trazos de lo que es un santo, dice: “El santo no es ni el indiferente, ni el lejano, ni el mediocre, ni el tibio, ni el tímido”. Si no eres lejano, mediocre, tímido, tibio, entonces tienes que ser santo. Elige: o eres esos adjetivos, o eres santo. Y no olvidemos que el santo es el hombre completo, la mujer completa; el hombre o la mujer que es convencido, profundo, abierto y valiente. Evidentemente la dimensión fundamental es poner mi vida delante de Dios para ser convencido delante de Dios, para ser profundo delante de Dios, para ser abierto y valiente delante de Dios. Podría ser que en mi vida este esfuerzo por la santidad no fuese un esfuerzo real, y esto sucede cuando queremos ser veleidosamente santos. Una persona veleidosa es aquella que tiene un grandísimo defecto de voluntad. El veleidoso es aquella persona que, queriendo el bien y viéndolo, no pone los medios. Veo el bien y me digo: ¡qué hermoso es ser santo!, pero como para ser santo hay que ser convencido, profundo, abierto y valiente, pues nos quedamos con los sueños, y como los sueños..., sueños son.
¿Realmente quiero ser santo, y por eso mi vida cristiana es una vida convencida, y por lo mismo procuro formarme para convencerme en mi formación cristiana a nivel moral, a nivel doctrinal? ¡Cuántas veces nuestra formación cristiana es una formación ciega, no formada, no convencida! ¿Nos damos cuenta de que muchos de los problemas que tenemos son por ignorancia? ¿Es mi cristianismo profundo, abierto y valiente en el testimonio?
Hay una tercera dimensión de esta conversión: la dimensión de la reconciliación. De aquí brota y se empapa la tercera conversión a la que nos invita la Cuaresma. El Papa dice que todos somos conscientes de la urgencia de esta invitación a considerar los acontecimientos dolorosos que está sufriendo la humanidad: “Reconciliarse con Dios es un compromiso que se impone a todos, porque constituye la condición necesaria para recuperar la serenidad personal, el gozo interior, el entendimiento fraterno con los demás y por consiguiente, la paz en la familia, en la sociedad y en el mundo. Queremos la paz, reconciliémonos con Dios”.
La primera injusticia que se comete no es la injusticia del hombre para con el hombre, sino la injusticia del hombre para con Dios. ¿Cuál es la primera injusticia que aparece en la Biblia? El pecado original. ¿Y del pecado de Adán y Eva qué pecado nace? El segundo pecado, el pecado de Caín contra Abel. Del pecado del hombre contra Dios nace el pecado del hombre contra el hombre. No existe ningún pecado del hombre contra el hombre que no provenga del pecado primero del hombre contra Dios. No hay ningún pecado de un hombre contra otro que no nazca de un corazón del cual Dios ya se ha ido hace tiempo. Si queremos transformar la sociedad, lo primero que tenemos que hacer es reconciliar nuestro corazón con Dios. Si queremos recristianizar al mundo, cambiar a la humanidad, lo primero que tenemos que hacer es transformar y recristianizar nuestro corazón. ¿Mis criterios son del Evangelio? ¿Mis comportamientos son del Evangelio? ¿Mi vida familiar, conyugal, social y apostólica se apega al Evangelio?
Ésta es la verdadera santidad, que sólo la consiguen las personas que realmente han hecho en su existencia la experiencia de Cristo. Personas que buscan y anhelan la experiencia de Cristo, y que no ponen excusas para no hacerla. No es excusa para no hacer la experiencia de Cristo el propio carácter, ni las propias obligaciones, ni la propia salud, porque si en estos aspectos de mi vida no sé hacer la experiencia de Cristo, no estoy siendo cristiano.
Cuaresma es convertirse a la verdad, a la santidad y a la reconciliación. En definitiva, Cuaresma es comprometerse. Convertirse es comprometerse con Cristo con mi santidad, con mi dimensión social de evangelización. ¿Tengo esto? ¿Lo quiero tener? ¿Pongo los medios para tenerlo? Si es así, estoy bien; si no es así, estoy mal. Porque una persona que se llame a sí misma cristiana y que no esté auténticamente comprometida con Cristo en su santidad para evangelizar, no es cristiana.
Reflexionen sobre esto, saquen compromisos y busquen ardientemente esa experiencia, esa santidad y ese compromiso apostólico; nunca digan no a Cristo en su vida, nunca se pongan a sí mismos por encima de lo que Cristo les pide, porque el día en que lo hagan, estarán siendo personas lejanas, indiferentes, tibias, mediocres, tímidas. En definitiva no estarán siendo seres humanos auténticos, porque no estarán siendo cristianos.