“Soy paciente y humilde de corazón”

Evangelio según San Mateo 9,9-13. 

Jesús, al pasar, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme". El se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos. Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: "¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?". Jesús, que había oído, respondió: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores". 

Santa Faustina Kowalska (1905-1938), religiosa -Pequeño diario, 283

“Soy paciente y humilde de corazón”

Oh Dios único en la Santísima Trinidad, deseo amarte como hasta ahora ninguna alma humana Te ha amado; y aunque soy particularmente mísera y pequeñita, no obstante arrojé muy profundamente el ancla de mi confianza en el abismo de Tu misericordia, oh Dios y Creador mío. A pesar de mi gran miseria no tengo miedo de nada, sino que espero cantar eternamente el himno de la gloria. Que no dude alma ninguna mientras viva, aunque sea la mas miserable, cada una puede ser una gran santa, porque es grande el poder de la gracia de Dios. De nosotros depende solamente no oponernos a la actuación de Dios.

Santa Isabel de Portugal

S. XIV-  Nació en Zaragoza, en el hermoso palacio de la Aljafería. Era hija de Pedro III el Grande, nieta de Jaime el Conquistador y sobrina nieta de Santa Isabel de Hungría. Desde niña fue muy inclinada a la piedad y más atenta a las virtudes de su tía abuela que a las hazañas de su padre y abuelo.

A los doce años (1283), fue entregada en matrimonio al rey Denís de Portugal, de quien tuvo una hija y un hijo. Su vida se vio señalada por múltiples pruebas, que soportó llena de fe. El rey, que la abandonó pronto, empezó a acusarla de mala conducta, mientras ella llevaba su abnegación hasta a educar a los hijos adulterinos de aquél.    Denís, acusador inveterado, entró en conflicto con su yerno, y más tarde con su hermano, en tanto que su propio hijo se alzaba contra él. A esto respondía Isabel multiplicando sus ayunos y esfuerzos cerca de los interesados a fin de reconciliarlos.

Después, sobrevinieron los duelos familiares: su hija y su yerno murieron jóvenes.   El rey murió en 1325. Delante del cadáver Isabel se viste el hábito de la Tercera Orden de San Francisco y empieza una vida completamente consagrada a Dios, a los pobres y a los enfermos. Se hace peregrina, llega a Compostela, y ante el Apóstol deja todas sus insignias reales.
Visita hospitales y mientras besa a los apestados va sembrando milagros.    Habiendo brotado de nuevo la guerra, en esta ocasión entre su hijo y uno de sus nietos; se puso en camino para reconciliarles, pero moriría en el transcurso del viaje en Estremoz (1336). Madura ya para el cielo, exhala el último suspiro invocando a la Virgen María.

Oremos  
Dios nuestro, fuente de paz y de amor, que otorgaste a Santa Isabel de Portugal el don admirable de reconciliar a quienes vivían enemistados, concédenos, por su intercesión, ser de aquellos que trabajan por la paz., para que así merezcamos ser llamados hijos de Dios. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

A CONSTRUIR

san Pablo a los Efesios 2, 19-22;Sal 116, 1. 2; Juan 20, 24-29

“Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros os vais integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu.” Si las obras humanas, aunque sean para Dios, tardan tanto ¡cómo no va a tardar la obra de Dios que cuenta con trabajadores tan poco cualificados como nosotros? Somos piedras vivas que, una vez que estamos perfectamente encajados según la voluntad del arquitecto, nos movemos, nos deformamos y nos rebelamos,… y la Gracia de Dios tiene que volver a tallarnos. El Señor no rechaza ninguna piedra, está dispuesto a contar con todos, hasta que llega nuestra fecha de caducidad y, por la seguridad y calidad del edificio, acabamos en la escombrera.
 

Santo Tomás no entendía nada de obras. Era como yo, un nervioso: se anuncia, se proyecta y se ejecuta, para inaugurar cuanto antes. ¿Por qué va a haber dificultades? Había escuchado a Jesús hablar del Reino de Dios que estaba por llegar. Tomás en su interior ya había distribuido las habitaciones y organizado actividades, e incluso habría escogido los canapés de la primera piedra. Pero de pronto la piedra angular, el proyectista, el que tenía que llevar todo a cabo, se hunde.

Es crucificado. No entendía que había que poner los cimientos, sacar la tierra que sobraba, limpiar e igualar el terreno y, donde uno quiere construir un edificio alto primero hay que hacer un gran agujero. Y visto la capacidad constructiva de sus compañeros, Tomás dudaba mucho de que el proyecto pudiese llevarse a ejecución. Tal vez en lugar de un rascacielos hiciesen una chabola o, seguramente, lo mejor era olvidar todos los proyectos.

Los compañeros le dicen a Tomás que han visto al Señor. No se lo puede creer. Tal vez pensase que los otros pensaban que podían llevar a buen fin la construcción del Reino de Dios (esos que hablan tanto de la teología paulina, petrina y joánica, como construcción de unos teólogos avanzadillos), pero el sabe que es imposible. Pero cuando ve a Jesús resucitado entonces exclama “¡Señor mío y Dios Mío!” En el fondo está diciendo: ¡Ahora comprendo! El reino de Dios, la Iglesia en la tierra, no se levantará como un monstruo que apabulla a todos los de su alrededor. Irá creciendo despacio, piedra a piedra, hasta el final de los siglos. Y, desde entonces, de Tomás no se sabe nada más. Dicen que acabó su vida martirizado en la India, allá lejos de su tierra. Aunque no vio la gran obra que él se imaginaba ahora contempla la gran Obra de Dios que 21 siglos después sigue construyéndose, con piedras rebeldes como nosotros o Tomás, pero perfectamente labradas por mano de Espíritu Santo. 

La Virgen es la primera piedra de la Iglesia, hecha con mimo, con cariño, perfecta y en la que todos nos fijamos. ¿Miraría Tomás a la Virgen después de ver al Señor? Seguro que sí y querría parecerse a ella en su firmeza y fe. Hagamos lo mismo, que el Señor no nos ha desechado.

Oración por las vocaciones

Pensemos que somos piedras vivas (Cf 1 Pe 2, 4) de este edificio espiritual que eleva su oración a Dios "en espíritu y en verdad"! (Jn 4, 23) Cierto, sólo Cristo es la piedra angular (1 Pe 2, 4-ss y salmo 118, 22), pero cada uno de nosotros somos protagonistas de nuestra iglesia: como sea tu vida y tu ministerio, así será tu iglesia, nuestra iglesia, que edifica el cuerpo de Cristo (Ef 4, 12).Y luego, ¿qué decir de la vocación...? No sé por qué se ha metido la idea de que el concepto de vocación sólo debe aplicarse a la de los sacerdotes y a las monjitas. Pero ¿no es todo bautizado un consagrado, un sacerdote, un miembro del pueblo santo de Dios (Cf 1 Pe 2 4)? Si la vocación es un llamado, ¿no dice el antiguo himno que "Él nos eligió en Cristo antes de la creación del mundo, para que fuéramos su pueblo y nos mantuviéramos sin mancha en su presencia. Movido por su amor, él nos destinó de antemano, por decisión gratuita de su voluntad a ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo..."? (Ef 1, 4-5). La vocación del ser humano es al amor, a aceptar que no somos el origen de nosotros mismos y nuestra verdadera liberación está en acoger el amor, en dejarnos amar. ¡Qué difícil es dejarnos amar! Y por eso se nos hace tan difícil hacer oración, ponernos ante el que nos ha amado primero y tiene la iniciativa.

No son nuestros padres los que se han metido en nuestras vidas, sino que somos nosotros los que nos hemos entrado un día a formar parte de sus vidas. Tal vez ellos sean culpables de haber tenido la osadía de empujarnos sin previa consulta hasta la ventana de su hogar para hacernos partícipes de una relación que nos precedía. Pero depende de cada uno si queremos sentirnos afortunados de haber sido invitados a una familia donde podemos aprender en qué consiste el amor o que soportemos como Sísifo el peso de un castigo por haber intentado robar el secreto de un hogar, incluso en el que no se ha sabido vivir con plenitud.

¡Qué pena si cuando nos invitan a pedir por las vocaciones, nos olvidamos de la propia! Si aceptamos la tentación de repetirle a Dios, como muchos jóvenes a sus padres: "No te metas en mi vida". Más bien deberíamos abrirle el corazón y decirle como San Francisco de Asís: ¿Qué quieres de mí, Señor? Ahora que me he despojado de todos los vestidos y caretas que tan fácilmente me pongo delante de los hombres y de la sociedad, te puedo decir con verdad: "Padre mío que estás en los cielos..." "Tú me conoces y conoces a cada uno de mis hijos, de mis nietos, de mis amigos, porque nos llamas a cada uno por nuestro nombre. Tú sabes cómo podemos ser más felices porque nos has dado a cada uno una vocación, una misión para que podamos llegar a conocerte y a salvarnos. Ayúdanos a descubrir qué es lo que quieres de cada uno de nosotros (de mí, de mis hijos, nietos, amigos). No te pido que nos ilumines todo el camino, sino el siguiente paso que debemos dar para agradarte y cumplir tu voluntad. Concédenos conocer las cualidades que tú has depositado en cada uno de nuestros corazones para glorificarte y servir a nuestros hermanos, para realizar generosamente la plenitud de nuestro amor, sin poner impedimentos a tu guía y a nuestra verdadera libertad. Amén". Y si alguno de tus hijos o tus nietos quiere probar las delicias del amor en su fuente más pura y original, no olvides que Dios es Amor: "¿No valgo yo más para ti más que diez hijos?" (1 Sam 1, 8) "Señor, tú eres mi alegría y mi herencia, mi destino está en tus manos. Me ha tocado un lote estupendo, ¡qué hermosa es mi herencia!" (Sal 16, 5-6).

Esplendor delverdadero amor

Por la plaza del santuario de san Pedro pasarán los padres sinodales para entrar en el Aula del Sínodo de los Obispos a la derecha del mismo santuario y en la parte alta del Aula Pablo VI, para la III Asamblea General Extraordinaria, el próximo octubre de 2014, con el tema: Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la Evangelización.

Ya se publicó el “Instrumentum Laboris”; el documento de trabajo se utilizará como base. “Los tres grandes ámbitos sobre los cuales la Iglesia desea desarrollar el debate para llegar a indicaciones que respondan a las nuevas preguntas presentes en el pueblo de Dios son, en cualquier caso estas: el Evangelio de la familia que hay que proponer en las circunstancias actuales; la pastoral familiar que hay que profundizar frente a los nuevos desafíos; la relación generativa y educativa de los padres respecto de los hijos.” (Cfr. Número 258), afirma el documento de preparación.

El InstrumentumLaboris dice que: “El amor de Dios resplandece de modo peculiar en la familia de Nazaret, punto de referencia seguro y consuelo para toda familia. En ella brilla el amor verdadero, al que deben mirar todas nuestras realidades familiares, para obtener luz, fuerza y consolación. A la Santa Familia de Nazaret queremos encomendar la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, con las palabras del Papa Francisco: Jesús, María y José en ustedes contemplamos el esplendor del verdadero amor, a ustedes, confiados, nos dirigimos. Santa Familia de Nazaret, haz también de nuestras familias lugar de comunión y cenáculo de oración, auténticas escuelas del Evangelio y pequeñas Iglesias domésticas. Santa Familia de Nazaret, que nunca más haya en las familias episodios de violencia, de cerrazón y división; que quien haya sido herido o escandalizado sea pronto consolado y curado. Santa Familia de Nazaret, que el próximo Sínodo de los Obispos haga tomar conciencia a todos del carácter sagrado e inviolable de la familia, de su belleza en el proyecto de Dios. Jesús, María y José, escuchen, reciban nuestra súplica. Amén.

Los sanos no necesitan médico

Mateo 9, 9-13. Tiempo Ordinario. Jesús, siempre preocupado por sanar nuestras enfermedades.

Oración preparatoria 

Señor, yo también quiero dejar todo para estar sólo contigo en esta oración. Concédeme desprenderme de todas mis preocupaciones para poder escuchar y ser dócil a las inspiraciones de tu Santo Espíritu. 

Petición 

Señor, cúrame de todo aquello que me aleje de cumplir tu voluntad. 

Meditación del Papa Francisco 

Una mirada que lleva a crecer, a ir adelante; que alienta porque hace sentir que Él te quiere; que da el valor necesario para seguirle. Precisamente como ocurrió para el recaudador de impuestos que se convirtió en su discípulo. Para mí es un poco difícil entender cómo Mateo pudo oír la voz de Jesús, que en medio de muchísima gente dice "sígueme". Es más, el obispo de Roma no está seguro de que el llamado haya oído la voz del Nazareno, pero tiene la certeza de que sintió en su corazón la mirada de Jesús que le contemplaba. Y aquella mirada es también un rostro que le cambió la vida. Nosotros decimos: le convirtió. 

Después hay otra acción descrita en la escena: En cuanto oyó en su corazón aquella mirada, él se levantó y lo siguió.

La mirada de Jesús nos levanta siempre; nos eleva, nos alza; nunca nos "deja ahí" donde estábamos antes de encontrarle. Ni tampoco quita algo: Nunca te abaja, nunca te humilla, te invita a alzarte, y haciendo oír su amor da el valor necesario para poderle seguir... (Cf. S.S. Francisco, 21 de septiembre de 2013, homilía en Santa Marta). 

Reflexión 

Las fiestas siempre son para los amigos. No se invitan a extraños, a pobres, o a mendigantes; al contrario, estos son los que siempre quedan de lado. Cristo, un nuevo amigo que ha llegado a la mesa de Mateo, también ha ocupado un lugar en el corazón del publicano. 

Pero como en todas las fiestas judías, también se acercan los fariseos, quienes no han ocupado un lugar dentro del corazón del dueño de la casa. 

Lo único que buscan es ver caer al Maestro para poder acusarle en el sanedrín. En cambio lo que Cristo quiere es dar la salud espiritual a quienes lo escuchan. Así siempre está preocupado por los demás, de allí la respuesta a los judíos: "no son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos". 

Pidamos a Dios la gracia de la salud espiritual de nuestra alma y la de todos los hombres, para que sea él quien viva en nosotros y nosotros para Él. 

Propósito 

Buscar un acercamiento o tener un acto de caridad con esa persona que «me cuesta» aceptar. 

Diálogo con Cristo 

Señor, gracias por invitarme a seguirte, a ser tu discípulo y misionero. Ardientemente deseo tener la fe y el amor suficiente para responder con prontitud a tu llamado. Quiero salir de esta oración con la sabiduría, la fuerza y la alegría, que logre contagiar de tu amor a los demás. Siguiendo el ejemplo de María, y por su intercesión, te pido que sea fermento y canal para comunicar tu amor en mi familia, en mi profesión, en el círculo de mis amigos. 

¿Miedo a quedar anticuados?

Sólo queda anticuado quien sigue modas pasajeras, porque la verdad nunca pasa.

En diversos momentos de la historia surge un miedo íntimo a perder el tren del progreso, a quedarse anticuados, a sucumbir bajo acontecimientos e ideas que avanzan triunfantes. 

Ese miedo es sano si lo nuevo resulta mejor que lo antiguo. Ese miedo es confuso si no hemos pensado seriamente dónde esté lo mejor y dónde lo peor. Ese miedo es suicida y enfermizo cuando algo nuevo destruye elementos buenos del pasado y avanza hacia metas irracionales, incluso negativas. 

Un cristiano, ¿puede tener miedo a quedar anticuado? En realidad, si está profundamente enraizado en Cristo, si cree con fe auténtica en la Victoria del Maestro, si lee y busca vivir el Evangelio, si acoge lo que dicen el Papa y los obispos cuando exponen la doctrina católica... un cristiano así no tendrá nunca miedo a quedar anticuado. 

Porque vivir según la fe de la Iglesia no es anclarse en ideas caducas que hoy sirven y mañana se tiran, sino que permite al creyente construir su existencia sobre una Roca viva y presente en el tiempo y más allá del tiempo: Jesucristo. 

Por eso no tenemos miedo a quedar anticuados. El Evangelio conserva una vitalidad y un empuje que vale para todos los hombres, en todos los tiempos, a través de las diferentes culturas. Es levadura que rejuvenece, es sal que purifica, es agua que lava, es alimento que da vida eterna. 

Sólo queda anticuado quien sigue modas pasajeras, quien abraza novedades sin un sano discernimiento, quien promueve libertades orientadas al capricho y a la comodidad, quien renuncia al sano sacrificio, quien avanza por la puerta amplia que lleva a la perdición (cf. Mt 7,13-14). 

No tenemos miedo a quedar anticuados, porque la verdad nunca pasa, mientras que cielos y tierras quedan enjaulados en el flujo del tiempo (cf. Mt 24,35). 

Ante nuestros ojos sucumben los engaños del mundo, del demonio y de la carne. La belleza del Resucitado brilla con la frescura de una mañana eterna y joven. No tenemos miedo, sino esperanza, porque Él ha vencido al mundo (cf. Jn 16,33). 


Misa Sagrada Familia

"Será el primer arquitecto de la historia que haya entrado en el santoral cristiano"
Gaudí, el arquitecto de Dios
"La naturaleza, tal como la veía Gaudí -y la vemos los creyentes-, es sobre todo una obra de Dios"

Gaudí no quería que la altura total del templo de la Sagrada Familia superara la altura de la montaña de Montjuïc, "porque la obra del hombre no debe ser superior a la obra de Dios"

(Lluís Martínez Sistach, cardenal de Barcelona, en L'Osservatore).- El interés universal que suscita nuestro Antoni Gaudí ha llevado a algunos a calificarlo como ecologista. Si con esta afirmación se quiere remarcar que Gaudí, en su obra creadora, se inspiró en la naturaleza, la afirmación es obvia. Es conocida su frase: "Este árbol que hay delante de mi obrador, este es mi maestro".

Sin embargo, durante la vida de Gaudí la naturaleza no era vista como un entorno amenazado por la acción del hombre que hay que salvar o preservar. Este sentimiento es posterior a Gaudí, y obviamente tiene razones sólidas.

La naturaleza, tal como la veía Gaudí -y la vemos los creyentes-, es sobre todo una obra de Dios, una creación divina, con unas leyes que se deben comprender para prolongar la obra de Dios.

En este punto la tradición gaudiniana ha conservado otro pensamiento, que puede provocar una sonrisa benévola en el hombre secularizado de hoy. Gaudí no quería que la altura total del templo de la Sagrada Familia superara la altura de la montaña de Montjuïc, "porque la obra del hombre no debe ser superior a la obra de Dios".

La naturaleza en la que Gaudí buscaba la inspiración y la armonía de sus creaciones era una creación divina, con unas leyes que se debían comprender y una belleza que había que admirar e imitar.

Gaudí, más que un salvador de la naturaleza, era un admirador, un descifrador de sus misterios, en los que veía la huella divina.

La calificación de Gaudí como el arquitecto de Dios la utilizó un sacerdote de Barcelona muy sensible a las cuestiones del arte, mosén Manuel Trens, en un artículo publicado con ocasión de la muerte del arquitecto. Decir que Gaudí quiso ser el arquitecto de Dios no es una afirmación gratuita. En casi todas sus obras, de forma subyacente, hay una clara voluntad de reproducir, continuar y mejorar la obra de la naturaleza, que para él era tanto como decir la obra divina.

Gaudí veía la naturaleza, por tanto, como la arquitectura creada por Dios y se veía a sí mismo como el intermediario arquitectónico entre Dios y los hombres, como el interpretador y el prolongador de la creación de Dios. Gaudí quería terminar sus creaciones con la cruz de cuatro brazos en el punto más alto, como se cumplirá cuando se acabe la Sagrada Familia.

En 1991, al cabo de ciento cuarenta años del nacimiento de Gaudí, se fundó en Barcelona una asociación para promover su beatificación. Ya completados los trámites del proceso a nivel diocesano, ahora la causa está en Roma. Tenemos la esperanza de que un día podremos ver al gran arquitecto en los altares.

Si este deseo se cumple, será el primer arquitecto de la historia que haya entrado en el santoral cristiano. Y, ciertamente, entrará como una mirada sobre la naturaleza profundamente franciscana y como un genio que expresó en toda su obra la voluntad de prolongar la obra de la naturaleza, identificada como la obra de Dios. En este sentido, el título de arquitecto de Dios se convierte en una clave para entender toda su actividad creadora.

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