Lo que quería era unir al hombre con Dios
- 05 Julio 2014
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Evangelio según San Mateo 9,14-17.
Se acercaron a Jesús los discípulos de Juan y le dijeron: "¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos?". Jesús les respondió: "¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán. Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido y la rotura se hace más grande. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque los odres revientan, el vino se derrama y los odres se pierden. ¡No, el vino nuevo se pone en odres nuevos, y así ambos se conservan!".
San Pedro Crisólogo (c.406-450), obispo de Ravenna, doctor de la Iglesia
«El ayuno de los amigos del Esposo»
¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos frecuentemente, mientras que, tus discípulos no ayunan? ¿Por qué? Porque para vosotros, el ayuno es un asunto de la ley y no un don espontáneo. En sí mismo el ayuno no tiene sentido, lo que cuenta es la intención de aquel que ayuna. ¿Que provecho pensáis sacar, vosotros que ayunáis contrariados y forzados? El ayuno es un arado maravilloso para labrar el campo de la santidad, cambia los corazones, desarraiga el mal, arranca el pecado, quita el vicio, siembra la caridad; mantiene la fecundidad y prepara la siega del inocente. Los discípulos de Cristo, ellos están colocados en el corazón mismo del campo maduro de la santidad, reúnen los gérmenes de las virtudes, alegran el Pan de la nueva recolección; no pueden pues practicar ayunos en adelante pasados de moda… «¿Por qué tus discípulos no ayunan?» El Señor les responde: «¿los amigos del Esposo, pueden ayunar mientras el Esposo está con ellos?» Aquel que se casa deja el ayuno de lado, deja la austeridad; se entrega por entero a la alegría, participa en el banquete; se muestra en todo afable, amable y contento; hace todo lo que le sale del cariño que siente por su mujer. Cristo celebraba entonces sus bodas con su Iglesia; también aceptaba participar en sus comidas; no rechazaba aquellas que le invitaban; lleno de benevolencia y de amor, se mostraba humano; accesible, amable. Lo que quería era unir al hombre con Dios y hacer de sus compañeros miembros de la familia divina.
Vino nuevo en odres nuevos
Mateo 9, 14-17.Tiempo Ordinario. Cristo tiene el bálsamo que cura nuestra alma, la palabra que pacifica nuestro corazón.
Oración introductoria
¡Ven, Espíritu Santo! Ilumíname para experimentar tu presencia en esta oración.
Ayúdame a dejar a un lado mis preocupaciones para darte el tiempo y la atención que mereces. Nada hay más importante en este momento, reorienta mi vida hacia Ti y alimenta mi amor por Ti en esta meditación.
Petición
Señor, concédeme amarte por encima de todas las cosas.
Meditación del Papa Francisco
Ser cristiano no significa hacer cosas sino dejarse renovar por el Espíritu Santo.
En la Iglesia existen también estructuras antiguas que no hay que tener miedo de renovar. Vino nuevo en odres nuevos, la doctrina de la Ley es renovada y enriquecida por Jesús. Una verdadera renovación de la misma ley, pero más madura porque las exigencias de Jesús eran más fuertes, más grandes que aquella ley. La Ley permitía odiar al enemigo. Jesús en cambio pide que recen por los enemigos. Este es el reino de Dios que Jesús predica. La renovación antes de todo es en nuestro corazón, porque a veces pensamos que ser cristianos significa hacer esto o aquello. Pero no es así. Ser cristianos significa dejarse renovar por Jesús con esta vida nueva. (Cf. S.S. Francisco, 6 de julio de 2013, homilía en Santa Marta).
Reflexión
A un observador de las cosas de este mundo parecería que el hombre debe esperar a llegar al Cielo para tener una vida sin preocupaciones. Si hay carestía de algo en el mundo, no es precisamente de preocupaciones. El que tiene hijos se preocupa por ellos, quien tiene ancianos a su cuidado se preocupa por ellos. El empresario se preocupa porque su empresa vaya adelante, el ama de casa se preocupa de que su hogar esté en orden y dispuesto, el estudiante se preocupa por aprobar sus exámenes.
Todos tenemos nuestra ración cotidiana de preocupaciones. Algunas sin embargo son muy pesadas, y nadie puede negar su importancia. Son enfermedades o situaciones familiares y sociales de muy difícil solución. El evangelio de hoy nos presenta un aspecto de la figura de Cristo que debe llenar de esperanza los corazones atribulados. Cristo como aquel que "tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras iniquidades". Esto puede parecernos simple palabrería, pues el que tiene problemas no siempre encuentra una solución a ellos en la oración. Y surge la tentación de pensar que a Cristo le son indiferentes nuestras preocupaciones. Sin embargo es cierto que Cristo vino a cargar con nuestras flaquezas. Tal vez no como nosotros lo esperamos, pero seguro que sí como Él quiso entregarse. Porque lo que Cristo nos ofrece quizás no sea la solución material a nuestras dificultades, pero no cabe duda que nadie como Él tiene el bálsamo que cura nuestra alma, el remedio que calma nuestro espíritu, la palabra que pacifica nuestro corazón.
Propósito
Promover, con una buena estrategia, la participación de mi familia en la Eucaristía del domingo.
Diálogo con Cristo
Jesús, la gran aspiración de mi vida es poder amarte por encima de todas las cosas. Dame valor para poder renunciar a todo lo que me aparte de Ti; dame generosidad para saber ayunar siempre de mí mismo, de manera que pueda llenarme de tu amor y de tu gracia. Esto es lo único que busco, lo único que quiero Señor.
San Antonio María Zacarías
Nació en Cremona en el año1502, precisamente en la Italia septentrional, situada en la región de Lombardía, junto al río Po, sede episcopal, con su imponente catedral románica, construida entre 1107 y 1490 que posee en sus paredes interiores frescos de Boccaccio Boccaccino.
La madre de Antonio María, Antonieta Pescaroli, enviudó pronto y no quiso contraer nuevas nupcias para dedicarse enteramente a la educación de su hijo. De ella aprendió virtudes y escuchó consejos; sobre todo, se trataba del trato con la Virgen, del respeto a la Eucaristía; aprendió el valor de la pureza y vivió con dignidad la virtud de la pobreza. Sólo once años de vida presbiteral, pero Dios quiso que fuera fecunda. Ve como una necesidad imperiosa transmitir a los hombres de su época -metida hasta los huesos en la exaltación de los valores humanos y en la exaltación de la razón- la ceguera que comporta la fe y la locura de la cruz.
Y a ello va a dedicar sin escatimar esfuerzos su existencia. La contemplación de la pasión y muerte del Señor, el amor a la Eucaristía y la adoración continua al Santísimo Sacramento serán el eje de su actividad apostólica renovadora. Fundó en Milán la asociación que recibe el nombre de Clérigos de la Congregación de san Pablo, aunque popularmente se les conocerá luego por los "barnabitas", tomando el nombre de la sede definitiva a partir del año 1545, y que fue aprobada por el papa Clemente VII en el año 1533.
Tuvo por colaboradores de primera hora al sacerdote Bartolomé Ferrari y al laico Jacobo Morigia, quienes, animados por el espíritu del fundador y queriendo imitar a san Pablo, mueven y remueven a la gente haciéndose notar pronto en Milán por su austeridad y espíritu de mortificación.
A la actividad que desarrollan la califican de "excentricidad", a la doctrina que exponen "herejía" e "hipocresía" a su estilo de vida. Los ánimos se encrespan bastante y los que están descontentos denuncian a la nueva criatura que acaba de nacer en la Iglesia ante las autoridades de Cremona; menos mal que aquello les valió para que el papa Paulo III los tomara bajo la jurisdicción directa de la Santa Sede. Y llega su labor al mundo de los seglares, de los laicos.
Consciente por propia experiencia personal de la importancia que tiene para trasformar el mundo la vida cristiana, laboriosa y honesta de la familia, hizo una tercera fundación para los casados que, con formación seria intelectual y recia en lo ascético, se capacitaran para transmitir, como por ósmosis, el espíritu cristiano a la sociedad por medio de la institución familiar.
Las "Cuarenta horas" de adoración continuada al Santísimo Sacramento, y el recuerdo de la Pasión y muerte del Señor al toque de campanas del medio día son costumbres seculares cristianas que tienen su origen o se potenciaron por la actividad del santo que tenía apellido de profeta. Murió en Cremona el 5 de Julio de 1539 y lo canonizó León XIII, en 1890.
Oremos
Concédenos, Señor, aquel sublime conocimiento de Cristo que tan abundantemente otorgaste a San Antonio María Zacaría, y que, penetrados como él lo estuvo del espíritu del apóstol San Pablo, anunciemos infatigablemente el mensaje de salvación a todos los fieles de la Iglesia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
CUARENTA AÑOS DE SERVIR AL PUEBLO DE DIOS LLEGANDO A MUCHOS CORAZONES QUE SINTIERON EL AMOR Y LA GRACIA QUE INUNDABAN SUS VIDAS Y LAS DE SUS FAMILIAS. DE UN MODO ESPECIAL A TODOS LOS ENFERMOS QUE RECIBIERON LOS SACRAMENTOS. LES DOY GRACIAS AL SEÑOR POR CADA EUCARISTIA CELEBRADA CON LOS HERMANOS EN PLENA COMUNION CON LA IGLESIA EN COMUNIDAD DE JESUS Y POR EL DON DE PAX HD.
MUCHAS GRACIAS POR SU CARIÑO Y BONDAD Y LA AYUDA GENEROSA PARA ARMAR PAX.
MUCHAS GRACIAS A CADA CORAZON. P. Roberto +
El soplo del Espíritu que recibí en mi consagración por las Manos y el Corazón de Monseñor Fernando Vargas
Aunque uno se encuentre con miles de dificultades, sabe que puede tener esperanza. Pentecostés es el soplo de una fuerza que transforma a unos seres miedosos, ocultos por temor a ser perseguidos, en receptores de una fuerza renovadora que les impulsa a lo inaudito. Los dones del Espíritu viven en la Iglesia y deben ser suplicados con insistencia. Porque sin su fuerza estaríamos como los apóstoles escondidos en el cenáculo y muertos de miedo.
Hay decenas de invocaciones, yo tomo prestadas tres que me resultan especialmente sugerentes:
– Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor.
– Envía tu Espíritu, Señor, / y renueva la faz de la tierra.
– Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo; haznos dóciles a sus inspiraciones, para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo. Por Jesucristo, nuestro Señor
Y a continuación os dejo con uno de los dones del Espíritu más malinterpretado en nuestro tiempo que en otras épocas. Para ello suscribo las palabras del padre Ángel Moreno Buenafuente:
“Lo primero para entender este santo temor de Dios es distinguirlo del miedo. El miedo es una “perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario; recelo o aprensión que uno tiene de que le suceda una cosa contraria a lo que desea” (Diccionario de la Real Academia). El Don de Temor es un hábito sobrenatural por el cual el justo, bajo la inspiración del Espíritu Santo, adquiere docilidad especial para someterse totalmente a la voluntad divina por reverencia a la excelencia y a la bondad de Dios. El Temor de Dios es el temor a alejarse de Dios, el temor de no ser felices, el temor de errar el camino de felicidad que Él nos propone.
SÚPLICA DEL DON DE TEMOR DE DIOS, AL ESPÍRITU SANTO
"Espíritu Santo, si a la hora de comprender tus dones he tenido que abrirme a un significado diferente al que el diccionario atribuye a las palabras que los denominan, es en la interpretación del don de Temor de Dios donde necesito mayor ayuda para comprender debidamente lo que quiere decir la formulación del séptimo don. Parece, en principio, que no es propio de quien ha recibido el don de Piedad, por el que le ha revelado la entrañable misericordia de Dios, que deba reaccionar ante Él con miedo o temor, y por tanto, no se explicar que haya que pedir el regalo del “Temor de Dios”, si parece una relación inadecuada con lo que Dios ha querido desvelarnos de sí, a través de tu acción.
Sin embargo, cuando se comprende bien lo que significa tu don, surge, inmediatamente, la necesidad de pedirlo, porque sería de una gran injusticia, después de haber recibido los demás dones, el pretender caminar por propia cuenta, con riesgo de ofender a quien ha sido es tan magnánimo. El don de Temor de Dios evita el engreimiento vanidoso, la conducta pretenciosa, el modo de actuar con protagonismo, la inconsciencia en el camino de la vida. Evita el error de avanzar por sendero engañoso, que se aparte de la voluntad divina, y convierte nuestra vida en un verdadero cántico de alabanza y de sensibilidad agradecida.
¡Ven, Espíritu Santo, derrama sobre mi el don de Temor de Dios, por el que jamás caiga en la insensibilidad ni en la inconsciencia que me hagan vivir afirmado en mis capacidades de manera orgullosa y prepotente.
Espíritu Santo, hazme humilde, reconocedor constante de la fuente de mis destrezas, y de dónde proceden las de los demás, para manifestar con mi modo de vivir y de actuar la actitud que canta el salmista: “Mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros. No pretendo grandezas que superan mi capacidad, sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre” (Sal 130).”
María, dichosa la que ha creído
El cristiano es, como María, hombre de fe y por eso es dichoso. La fe nos da la clave de la felicidad, de esa plenitud de una existencia.
La Virgen María realiza de la manera más perfecta la obediencia en la fe", nos dice el Catecismo de la Iglesia (n. 148). Muchos cristianos encuentran difícil el ejercicio de la fe. El Espíritu Santo nos ha dejado en María un modelo cercano para vivir la fe. Ella nos invita a abandonarnos en Dios, como lo hizo en el momento en que el ángel le anunció el plan que el Señor tenía para Ella. Juan Pablo II habla del "claro oscuro" de la fe de la Virgen María y de una peregrinación en la fe. Cuando pensamos en la fe de los grandes personajes del Antiguo Testamento, de María, de José quizás tenemos en mente la fe de unos "gigantes", que, en comparación con nosotros, hombres y mujeres de poca fe, son muy superiores a nosotros.
Es cierto que ellos vivieron de fe, pero su fe, fue como la nuestra sometida a la prueba. No fue una fe fácil, sino siempre en camino, siempre abierta a las grandes sorpresas de Dios. María, a quien el ángel Gabriel llamó "llena de gracia" y llena de la presencia del Espíritu Santo, una vez que el mensajero celeste la dejó, se quedó sola con la carga de misterio que llevaba en su corazón y en su cuerpo. Muchas preguntas se haría dentro de su alma y muchas preguntas le podrían poner los otros a las que Ella no sabría responder.
Vivió toda su vida con el misterio y lo aceptó abandonándose en manos del Padre. Por ello, Isabel al saludarla la llama dichosa porque ha creído (Lc 1, 45). Isabel, quizás sin saberlo, nos está dando la clave de la felicidad, de la dicha, que tanto buscamos los hombres y tan difícil nos es acercarnos a ella y poseerla en plenitud. Isabel pone en relación la felicidad, con la fe. En la medida en que tenemos más fe, somos más dichosos. A veces pensamos lo contrario, que la fe nos hace infelices, que nos obliga a someternos a una serie de reglas insoportables, que nos encierra en una prisión llena de preceptos, que no nos deja disfrutar de la vida. Y no es así. La fe nos da la verdadera dimensión del ser humano que es la dimensión espiritual. Es cierto que tenemos un cuerpo, pero este mismo cuerpo está como permeado por el alma. Y la fe nos abre a la dimensión del espíritu que, junto con el cuerpo, constituye la unidad el ser humano en su ser personal. María fue una mujer libre y liberadora porque vivió de fe. Fue dichosa en la fe. Abrió horizontes nuevos a su vida gracias a la fe. Ella nos enseña que creer es sencillo aunque ser fiel a la fe comporta una espada que traspasa el alma, "para que se descubran los pensamientos de muchos corazones" (Lc 2, 35). El cristiano es, como María, hombre de fe y por eso es dichoso. "Santo triste, triste santo", decía la gran santa de Ávila. La fe nos da la clave de la felicidad, de esa plenitud de una existencia de quien se sabe amado por un Amor infinito que nunca fallará. María llevó en su corazón y en su cuerpo ese Amor, el Emmanuel, el Dios con nosotros que nos acompaña en cada instante. Ella lo dio al mundo y nos lo da a cada uno de nosotros para que, acogiéndolo en la fe, se nos abran, también a nosotros, las puertas de la felicidad.
Francisco, en la misa de Molise
“No perdamos la libertad de adorar a Dios, y de servirle en nuestros hermanos”
El Papa invita a los cristianos a promover “la cultura de la solidaridad”
El desempleo "una plaga que requiere mucho esfuerzo y coraje por parte de todos"
Jesús Bastante, 05 de julio de 2014 a las 10:46
La Iglesia es el pueblo que sirve al Señor, desde la libertad. La verdadera libertad la da siempre el Señor. La libertad nos libra del pecado, del egoísmo en todas sus formas. La libertad para darnos a los demás
(J. Bastante).- Multitudinaria misa en Campobasso. Un día soleado, y más de 30.000 personas que se agolpaban en la explanada del estadio de Romagnoli.
En una homilía interrumpida en varias ocasiones por los aplausos de los fieles -entre los que estaban ancianos, enfermos, jóvenes, desempleados y todas aquellas "periferias" de las que habla el Papa-, Francisco volvió a incidir en la responsabilidad de los cristianos a dar "testimonio de Dios dándonos a los demás". Y haciéndolo con alegría y sin miedo, promoviendo "la cultura de la solidaridad".
"No debemos perder la libertad de adorar a Dios, de servir a Dios y de servirle en nuestros hermanos", subrayó el pontífice, quien arrancó su alocución destacando la sabiduría divina, "que libra del mal cuando se pone al servicio del Señor". Y puso como ejemplo a muchos de los presentes, que "están cerca de las personas discriminadas o presas, que se abandonan al Señor.
"La Iglesia es un pueblo que sirve a Dios, y que vive en la libertad donada por él", subrayó el pontífice, quien pidió a los asistentes "ser un pueblo que sirve a Dios, de diversas maneras, en particular en la oración y la adoración, en el anuncio del Evangelio y el testimonio de la caridad".
"María muestra que la vía privilegiada para servir a Dios es servir a los demás", añadió el Papa, quien incidió en la urgencia de "ser todos los días siervos del Señor, y andar al encuentro de la situaciones de mayor dificultad".
"Todos estamos llamados a vivir en la realidad ordinaria el servicio a la caridad: en la familia, en la parroquia, con los vecinos, en la caridad de todos los días", pues "el testimonio de la caridad es la vía principal para evangelizar".
"La Iglesia convive con la fragilidad de la gente. Así, la comunidad cristiana puede infundir en la sociedad el suplemento del alma, que consiste en proteger a los demás y esperar", indicó Francisco. "Hoy, queridos hermanos y hermanas, que estáis sosteniendo con generosidad, os pido a todos a perseverar en servir a Dios, en el servicio a los demás, y promoviendo la cultura de la solidaridad".
"Agradezco vuestro empeño para luchar contra las situaciones de precariedad, especialmente en lo tocante al desempleo, una plaga que requiere mucho esfuerzo y coraje por parte de todos. Porque el del trabajo interpela de modo particular la responsabilidad de las instituciones, del mundo empresarial. Es necesario poner la dignidad de la persona en el centro de toda perspectiva. Cualquier otro objetivo es secundario".
"La persona humana está creada a imagen de Dios y todos nosotros somos imágenes de Dios (...). La Iglesia es el pueblo que sirve al Señor, desde la libertad. La verdadera libertad la da siempre el Señor. La libertad nos libra del pecado, del egoísmo en todas sus formas. La libertad para darnos a los demás", añadió.
Una libertad que "se manifiesta en el amor. No debemos perder la libertad de adorar a Dios, de servir a Dios y de servirle en nuestros hermanos. Esta es la libertad, que con la gracia de Dios, experimentamos en la comunidad cristiana, cuando nos damos unos a los otros, sin teatro, servir, unos a los otros".
"El Señor nos libra de la ambición, de las dudas, de la tristeza. La tristeza es peligrosa. Libra del miedo, de las lamentaciones", de "la persona autorreferencial, más preocupada en defenderse que en donarse. Cristo nos libra de esto".