«El camino que lleva a la vida»

Evangelio según San Mateo 7,6.12-14. 

No den las cosas sagradas a los perros, ni arrojen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y después se vuelvan contra ustedes para destrozarlos. Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas. Entren por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que van por allí. Pero es angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida, y son pocos los que lo encuentran. 

San Clemente de Roma, papa del año 90 a 100 aproximadamente 
Carta a los Corintios, § 36-38

«El camino que lleva a la vida»

Jesucristo es, amados hermanos, el camino por el que llegamos a la salvación, el sumo sacerdote de nuestras oblaciones, sostén y ayuda de nuestra debilidad. (He 10,20; 7,27; 4,15). Por él podemos elevar nuestra mirada a lo alto de los cielos; por él, vemos como en un espejo el rostro inmaculado y excelso del Padre; por él, se abrieron los ojos de nuestro corazón; por él, nuestra mente, insensata y entenebrecida, se abre al resplandor de la luz; por él quiso el Señor que gustásemos el conocimiento inmortal, ya que «él es el reflejo de la gloria del Padre..., encumbrado sobre los ángeles porque es mucho más sublime que el de éstos el nombre que ha heredado» (Hb 1,3-4)...

Tomemos como ejemplo nuestro cuerpo. La cabeza sin los pies no es nada, como tampoco los pies sin la cabeza; los miembros más ínfimos de nuestro cuerpo son necesarios y útiles a la totalidad del cuerpo; más aún, todos ellos se coordinan entre sí para el bien de todo el cuerpo (1C 12,12s).

Procuremos, pues conservar la integridad de este cuerpo que formamos en Cristo Jesús, y que cada uno se ponga al servicio de su prójimo según la gracia que le ha sido asignada por donación de Dios. El fuerte sea protector del débil, el débil respete al fuerte; el rico dé al pobre, el pobre dé gracias a Dios por haberle deparado quien remedie su necesidad. El sabio manifieste su sabiduría no con palabras, sino con buenas obras; el humilde no dé testimonio de sí mismo, sino deje que sean los demás quienes lo hagan. El que guarda castidad, que no se enorgullezca, puesto que sabe que es otro quien le otorga el don de la continencia.

Pensemos, pues, hermanos, de qué polvo fuimos formados, qué éramos al entrar en este mundo, de qué sepulcro y de qué tinieblas nos sacó el Creador que nos plasmó y nos trajo a este mundo, obra suya, en el que ya antes de que naciéramos, nos había dispuesto sus dones. Puesto que todos estos beneficios los tenemos de su mano, en todo debemos darle gracias.

23 de junio 2015 Martes XII Gn 13, 2.5-18

Los intereses de Abram y de Lot entran en conflicto. No se trata de un problema de relación individual, por eso Abram dice: "Somos hermanos, y no quiero que haya discusiones entre tú y yo, o entre tus pastores y los míos.» Le propone que escoja hacia dónde quiere ir , que él irá en dirección contraria. Lote parece que elige el lugar mejor, pero el relato nos dice que Dios bendice Abram, cuando le dice entre otras cosas, lo que más se valoraba: tener descendencia: «Multiplicaré tu descendencia como granos de polvo. Sólo los podría contar el que cuenta los granos de polvo de la tierra. »La narración termina con un gesto muy importante:« Abram dedicó al Señor un altar en aquel lugar. »¿Has experimentado el favor de Dios alguna vez en tu vida ? ¿Qué has hecho para mostrar tu agradecimiento? Señor, que nuestros templos sean para todos signo del reconocimiento de tus favores.

DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO (B) 21 de junio de 2015. Mc 4,35-41

Al final del evangelio que hemos escuchado los discípulos se hacían esta pregunta: ¿Quién debe de ser este ...? Es bueno que, hoy y siempre, nos hacemos esta pregunta: ¿Quién es realmente Jesús? El evangelista nos propone un camino catequético para que cada discípulo profundice en el sentido y la verdad de su relación con Jesús.

De hecho cada domingo, la perícopa que se proclama es la propuesta para dar un paso más en la profundización de nuestra fe. El pasado domingo, por ejemplo, con la imagen de una semilla casi insignificante nos hacía ver que la fe puede comenzar casi de una manera bien insignificante pero que a medida que crece se va transformando en una realidad muy grande, mucho más rica, capaz de dar fruto, y ese fruto es la progresiva identificación en Jesús, de tal manera que podamos decir con el apóstol Pablo: "ya no soy yo quien vive, es Dios quien vive en mí ". Para llegar, necesitamos hacer un camino de aprendizaje de la vida con Cristo. Hoy el evangelio nos propone dar un paso más.

El evangelista Marcos nos ha situado el relato de hoy como una conclusión de la predicación que Jesús había hecho en la orilla del lago y sobre la barca a lo largo de todo un día, por lo que queriendo remarcar que era «al atardecer». La tradición ha visto en esta barca la imagen de la iglesia que aprende de Jesús sus enseñanzas. Jesús es en la barca, dicho de otro modo, es en el seno de la iglesia que Jesús muestra su doctrina. Los discípulos están en la barca y Jesús, sin que nadie tenga que subir o bajar, propone de «pasar a la otra orilla". Hasta ahora habían estado en la orilla de la Galilea, pasar en la otra orilla, es ir a un lugar cultural y espiritualmente muy alejado de los galileos hoy llamaríamos un país de misión. La otra orilla, no es muy lejos, geográficamente hablando, pero en cambio es muy lejos de la sensibilidad religiosa de los galileos, para resumir, podríamos decir que es tierra de paganismo. No se podía sospechar que la travesía sería especialmente difícil, teniendo en cuenta, además, que muchos de ellos eran pescadores, expertos, por tanto, en el arte de la navegación y el lago era para ellos un medio conocido; más aún cuando la poca distancia permitía distinguir el perfil de la costa.

El evangelista Marcos todavía nos hace ver otro detalle: no es sólo la barca de Jesús con los discípulos la que realiza la travesía del lago, el evangelista nos hace saber que «al Borde de ellos seguían también otras barcas ». Vaya, era un grupo bastante numeroso para hacer sentir su presencia. Recordamos muy bien lo que ha pasado a continuación: una tormenta hace que los discípulos pierdan la seguridad en sí mismos, y sientan la experiencia de estar solos, cuando se dan cuenta que Jesús duerme. La imagen que nos sugiere es una experiencia de miedo muy intensa a tener en cuenta. En el seno de la iglesia, muchos de nosotros hemos escuchado a Jesús y hemos oído su palabra, y hemos admirado la actitud y la acción de Jesús, incluso, nos hemos entusiasmado; quizás nos ha parecido que nosotros podríamos ser unos protagonistas de buenas acciones y de buenos consejos; pero la dificultad de ser coherentes entre lo que decimos, pensamos y hacemos, es una constatación más que evidente de la notable distancia que hay entre nosotros y Jesús. Aparecen dificultades que no habíamos experimentado además, contrariedades ignoradas y desconcertantes, y el miedo de no ser lo suficientemente bien entendidos nos hace tambalearse; quizás nos hemos sentido amenazados o ridiculizados; y dentro de nosotros, Jesús estaba ausente, dormía, en la barca. Es cierto que en muchos lugares del mundo la tormenta a veces toma unos aires terroríficos, cuando vemos que algunos seguidores de Jesús son perseguidos, torturados y muertos. Qué crueldad y qué angustia ver las imágenes de degollados o crucificados por ser discípulos de Jesús. Quizás nosotros no vivimos una tormenta con este tipo de violencia, pero cuántas veces escondemos discretamente nuestra condición de cristianos en medio de una tormenta más sutil pero que sin embargo nos hace sentir muy solos, incomprendidos. ¡Cuantas caricaturas nos avergüenzan! ¿Callamos por miedo? ¿Tenemos miedo de hacer el ridículo si protestamos, porque parece que en nombre de la libertad de expresión tenga que haber derecho a todo? ¡Qué clase de tormenta! Y de este tipo podemos encontrar unos cuantos ejemplos.

¿Tenemos la impresión de que muy cerca nuestro la Iglesia hace aguas por todas partes? Hay veces en que parece que buscamos los culpables, como si esto hubiera de calmar la tormenta. ¿Sentimos Jesús ausente? Quizás conviene que hagamos como los discípulos del Evangelio: «Maestro, no ves que perecemos?» El evangelista nos ha dicho que Jesús se despertó. Y les hace un reproche: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe? »¿A qué clase de fe se refiere Jesús? Fe no es saber unas verdades generales sobre Jesús, sino la confianza radical en Jesús en medio de la prueba, porque sé que Jesús es en mí; fe es saber que ante cualquier tormenta, Jesús cree en mí y eso es lo que me dará coraje para afrontar las verdaderas dificultades que yo pueda encontrar en mí mismo. Ya no soy yo quien vive, sino que Cristo vive en mí, porque es Él quien es capaz de hacer frente a la tormenta y dominarla y apaciguarla. Él, no yo. Para poder hacer esto he de dejarme coger por Cristo. Vivir para Cristo, aprendiendo como un discípulo más, en la barca. Y orando: dame coraje, dame confianza porque cada día entienda mejor quién eres tú, Señor!

Tormentas del alma
Las tormentas son maestras de la desproporción que surge a veces entre el hombre y sus circunstancias; entre la fuerza impetuosa de la adversidad y las limitadas fuerzas del ser humano.


El verano es tiempo de tormentas, sobre todo en los litorales tropicales. Pero las tormentas no son sólo un fenómeno atmosférico; se dan también en el interior del ser humano. Mons. Luis María Martínez solía decir que le fascinaban las tormentas con rayos y truenos, pero más le fascinaban las tormentas de las almas, por ser más provechosas y bellas.

Un fracaso repentino, una crisis familiar, una difamación, una angustia desbordada, puede desatar vientos furiosos y grandes olas en el corazón. También hay mentes que de una llovizna hacen un huracán. Otras veces, Dios mismo manda la tormenta. Dice el salmo 106: “Él habló y desencadenó un viento borrascoso, levantó las olas; ellos subían hasta el cielo y bajaban hasta el abismo; se desvanecían en medio del peligro. Entonces gritaron al Señor en su angustia. La tempestad se redujo al silencio y callaron las olas del mar”. 

Jesús, en el Evangelio, invita a sus discípulos a atravesar el Mar de Galilea. El mar es sinónimo de inestabilidad, incertidumbre y riesgo. El naufragio siempre es posible. “Se levantó una fuerte borrasca –continúa el Evangelio– y las olas irrumpían en la barca, de suerte que ya se hundía”. Las tormentas son maestras de la desproporción que surge a veces entre el hombre y sus circunstancias; entre la fuerza impetuosa de la adversidad y las limitadas fuerzas del ser humano.

Cristo sabía bien que les sobrevendría esa tormenta; que la barca era pequeña y frágil; que sus apóstoles serían incapaces de superarla con éxito. Aún así les mandó atravesar a la otra orilla. Dios también conoce de antemano las olas, los vientos y las dificultades que le esperan a todo aquel que se adentra por el mar de la obediencia a su Voluntad; a esa Voluntad que para nosotros siempre es mar, siempre es inestable, siempre es susceptible de convertirse en adversidad –aunque en realidad no haya nada más seguro que navegar por Ella–. Mientras los apóstoles luchaban desesperados por salvar la situación, Jesús –dice el Evangelio– “estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal”. Cuánto tiempo pasó antes de que acudieran a Jesús, no lo sabemos. Muy probablemente primero echaron mano de toda su pericia y experiencia –después de todo, eran viejos lobos de mar– hasta que todo resulto inútil. Con la situación desbordada, dejaron de lado sus recursos y se arrimaron a Jesús; al Maestro dormido, al Dios silencioso, al Señor inexplicablemente pasivo mientras ellos batallaban por sobrevivir. Lo despertaron.

Él abrió los ojos y escuchó una pregunta urgente e ingenua al mismo tiempo: “Señor, ¿no te importa que perezcamos?”. Es quizá la misma pregunta que le hemos hecho también nosotros a Dios tantas veces: “Señor, ¿no te importa… que sucumba a la enfermedad; que mi hijo o mi hija se pierda; que mi matrimonio se vaya a pique; que me hunda en el pantano de mis pecados…?

Jesús increpó al viento y aplacó la tormenta en un instante. Y a continuación reprochó a los apóstoles: “¿Por qué tenéis miedo? ¿Es que no tenéis fe?”. No se refiere al miedo que es natural sentir ante una amenaza real. Se refiere al miedo que es incompatible con la fe, porque nace de una falsa soledad, de un desamparo inexistente, de un abatimiento infundado en quien sabe que Dios está a su lado.

El “Señor de las tormentas” viaja en todas las barcas, aunque parezca dormido. Su rostro sereno e impasible parece decir: “Si duermo es para despertar tu fe; si parezco ausente es para que ansíes mi presencia; si guardo silencio es para que me hables con insistencia; si no evito tus tormentas es para que acudas a mí sin remedio”. A Él le basta una palabra para que todo cambie y sobrevenga la calma.

La historia de Secondo Pía, el fotógrafo de la Sábana Santa

Tomó las fotografías en condiciones casi imposibles y dio paso a las complejas investigaciones científicas de la era moderna

La primera fotografía jamás tomada de la Sábana Santa dio paso a las complejas investigaciones científicas de la era moderna. ¿Cómo así?

Esta es la breve historia de Secondo Pía, el fotógrafo de la Sábana Santa.

En 1898, la Casa real de Savoya, entonces propietaria de la reliquia quiso darle solemnidad religiosa a la futura boda entre Vittorio Emanuele (III) y la princesa montenegrina Elena Petrovich-Niegos, que coincidía además con diversos aniversarios de la Iglesia en Turín.

Así, la Síndone estuvo expuesta desde el 25 de Mayo hasta el 2 de Junio; una exposición que pasó a la historia porque en ella se tomó la primera fotografía de la reliquia.

El afortunado fotógrafo, el prestigioso abogado Secondo Pia, tomó las fotografías en condiciones casi imposibles, en una gesta que él mismo, en un artículo escrito a principios del presente siglo en francés.

"En Mayo de 1898, acercándose la fecha de la solemne exhibición de la Santa Sábana, se me solicitó fotografiar la reliquia. Yo me ofrecía a realizar el trabajo, a cuenta mía (recuérdese que la fotografía era una afición sumamente cara) y con la renuncia a cualquier posible derecho. Esta propuesta, con el importante apoyo del Barón Antonio Manno, que me honra con su amistad, fue cálidamente aceptada por el Soberano, Su Majestad Umberto, quien tuvo la fineza de concederme un exclusivo permiso".
Respecto del proceso técnico, Pia relata:

"Mi preocupación era intensa y profunda, especialmente porque tenía que fotografiar un objeto que nunca antes había visto. Según quienes le habían visto en anteriores exposiciones, la Santa Sábana presentaba apenas unas débiles imágenes. Más temores me producían los problemas de la iluminación y las condiciones en las que debería operar".

Los temores de Secondo Pia eran justificados: el primer día dos lámparas eléctricas de desigual intensidad –las primeras que se utilizaban en un evento como éste- le hicieron imposible lograr una impresión en la primera sesión. Al día siguiente, la tarea fue igualmente imposible: a las luces desiguales se sumaba la colocación de un vidrio que se había puesto para impedir el maltrato de la reliquia.

Pero el abogado siguió intentando desde el estrado especial que había solicitado levantar, siempre detrás de su cámara de 50 x 60 centímetros. Finalmente, pese a las dificultades y a la distancia –8 metros del altar- el abogado fue capaz de realizar sus fotografías bajo las características técnicas que él mismo describe:

"Expuse dos placas de 50 x 60 centímetro, una con una exposición de 14 minutos y la otra con una exposición de 20 minutos utilizando un lente Voigtlander con un diafragma de dos milímetros. Puse delante del lente un filtro amarillo muy leve usando placas ortocromáticas de la firma Edward, reveladas con una solución normal de oxalato ferroso sin ninguna preparación química especial que pudiese alterar de laguna manera el resultado usual del revelado".

"Encerrado en el cuarto oscuro, concentrado sobre mi trabajo, sentí una gran emoción cuando, durante el revelado, vi aparecer primero el Santo Rostro en la placa con tal resolución que me sorprendí y alegré pues desde ese momento pude estar seguro del buen resultado de mi obra de arte".

El primer descubrimiento del abogado turinés fue que la imagen en realidad era el "negativo" de la impresión de un hombre difunto: En efecto, si la imagen aparecía como un "perfecto positivo" el objeto no podía ser otra cosa que un "perfecto negativo".

Las placas originales, los escritos, las múltiples copias, ampliaciones y estudios del abogado fueron donados en 1961 por su hijo Giuseppe a los investigadores, concediendo así el primer material serio de estudio científico sobre la foto, hasta los exámenes realizados en 1977.

 

Noche de San Juan

Precursor del Nuevo Sol.  23 de junio de 2015 a las 10:44
Noche del fuego, del amor, del agua y de las hierbas

El cristianismo ha inyectado un nuevo significado a celebraciones, ritos y fiestas anteriores a su llegada. San Juan es el Precursor de Cristo, el Nuevo Sol

Manuel Mandianes).- En toda Europa se celebra la victoria del sol y de la luz sobre las tinieblas con hogueras en los altozanos y en las encrucijadas de los pueblos y en las calles de las ciudades. Para simbolizar la expulsión de las tinieblas por el sol, y la acogida que éste brinda a todos los seres humanos, desde el 11 al 13 de junio.

Matuta, diosa romana de la Aurora, expulsaba a las esclavas romanas que entraban en su templo, luego las esclavas volvían a entrar llevando los niños de mujeres libres en brazos. Su fiesta coincide con el momento más importante de lactación del reino animal.

En las hogueras se queman las hierbas de San Juan para protegerse del aire de cementerio y para purificar la sangre aspirando el humo que ahuyentaba las brujas y los malos espíritus. En las hogueras se queman diarios, ropas y trapos viejos, muebles inservibles. Se quema lo viejo al tiempo que se piden deseos y se hacen propósitos para crear un mundo nuevo. Los habitantes de muchos pueblos salían, solos o con sus ganados, por la mañana muy temprano a recoger el rocío y las hierbas de San Juan y adornaban las casas con ramos de saúco, de romero, de castaño y plantas. El agua y los ramos, como el del Domingo de Ramos, se utilizaban durante todo el año para preservar las casas de aojamiento, maleficios y para protección contra las brujas. 

Los gallegos, las gentes, especialmente las mujeres estériles, se bañan en siete olas seguidas de la playa de la Lanzada. En las cercanías de los castillos, de las fuentes, de las minas y de las cuevas se aparecían señoritas muy guapas, emperifolladas como para los días de fiestas, dispuestas a casarse con el hombre más valiente y aguerrido que con la boca le sacara la flor que ellas llevaban en la suya. Cuentan los habitantes de la Limia (Orense) que esta noche cantan los gallos de los campanarios de las iglesias de Antioquia, ciudad sumergida bajo las aguas de la Laguna de Antela. Otras muchas poblaciones de Europa, cercanas a alguna ciudad sumergida sienten las campanas de sus iglesias. Desde la Edad Media hasta fechas relativamente recientes en esta noche, las brujas quemaban en la hoguera gatos negros, ratones y zorros, repartían entre los habitantes del pueblo las moscas del verano, cogían diablillos en el río más cercano a su lugar de residencia y se lavaban en la leche que los campesinos guardaban en cacharros colocados al fresco. Esta noche es la noche del fuego, del amor, del agua y de las hierbas.

Todo cuanto ocurre esta noche es un inmenso exorcismo para expulsar los malos espíritus que habitan por todas partes, para purificar el mundo y proteger las cosechas. Las tradiciones de esta noche vienen de lejos. Por estas épocas del año, los celtas celebraban a Beltina (1 de mayo), los griegos a Hefesto, los romanos a Vulcano (equivalencia de Hefesto), dios del fuego, arrojado del Olimpo al océano, casado luego con Afrodita, diosa del amor. Hefesto es el rey de los astados porque su esposa se la jugaba con otros dioses; son los cuernos de la fecundidad.

El cristianismo ha inyectado un nuevo significado a celebraciones, ritos y fiestas anteriores a su llegada. San Juan es el Precursor de Cristo, el Nuevo Sol.

El Cristo de la tolerancia
Nos viene muy bien el mirar a Jesús, que nunca trataba de imponer sus ideas, invitaba a que le siguieran.

Probablemente no hay ningún Cristo que lleve este nombre, pero si hay un “Cristo de los faroles” o “de los gitanos”... con mayor razón se puede hablar del “Cristo de la tolerancia”.

Desgraciadamente, a lo largo de los siglos, las diversas religiones en general no sólo no la han promovido, sino todo lo contrario. El afán de “imponer”, como sea, a los demás las propias creencias ha dado origen a muchos odios y guerras. Y no han faltado cristianos afectados por esta lacra. Afortunadamente nada tiene que ver esta conducta con la manera de actuar de Jesucristo, ni con el pensamiento de la Iglesia claramente expresado en el Concilio. Precisamente San Juan Pablo II en su carta ante el Tercer Milenio dijo: “Otro capítulo doloroso sobre el que los hijos de la Iglesia deben volver con ánimo abierto al arrepentimiento está constituido por la aquiescencia manifestada con métodos de intolerancia e incluso de violencia en el servicio a la verdad”.

Pero si bien es cierto que hubo épocas pasadas en las que se llegó a hechos extremos (como la Inquisición), hay que reconocer que en cierta manera en bastantes cristianos aun permanece vivo cierto espíritu inquisitorial. Curiosamente entre personas que se creen muy religiosas se puede dar una especie de afán de meterse en la vida de los demás, en juzgar a la ligera su modo de actuar, en condenar no a la hoguera, pero sí con ese fuego destructor que a veces es la lengua, como si ellos tuvieran el monopolio de la verdad. Por supuesto que también en las filas de los no religiosos se da esta misma actitud respecto de los creyentes.

Por eso nos viene muy bien el mirar a Jesús, que nunca trataba de imponer sus ideas. Invitaba a que le siguieran, pero nunca coaccionaba a nadie. Cuando terminaba de hablar solía decir: “el que tenga oídos para oír, que oiga”. Más bien Él fue víctima de la intolerancia de los sacerdotes, escribas y fariseos, a quienes criticaba por estar demasiado aferrados a la letra de la ley. Mientras éstos todo lo arreglaban con el cumplimiento estricto de las normas, Jesús dice que no ha sido creado el hombre para la ley, sino la ley para el hombre. Y así Jesús “violaba el sábado”, curando enfermos en días en que la ley lo prohibía; era criticado porque a veces no cumplían ni él ni sus discípulos las normas del ayuno; aunque respetaba el templo, lo relativizó (Para orar enciérrate en tu cuarto, adora a Dios en espíritu y en verdad); consideró injusta la ley que castigaba a la adúltera, daba más importancia al amor al prójimo que a ciertas leyes rituales ( Véase la parábola del Buen Samaritano). Cuando algunos de sus discípulos se celaban de que otros expulsaran demonios en su nombre, Él les reprendió. Otro tanto ocurrió cuando le pidieron que mandase fuego del cielo y consumiera a aquellos que no les quisieron recibir en una aldea de Samaría.

Todos sabemos que muchos de los amigos de Jesús, de las personas que le acompañaban, no se distinguían precisamente por su buena fama, llámense, Mateo, Zaqueo, Magdalena o la Samaritana... Jesús, en este sentido, pasaba ampliamente de los comentarios y cuchicheos de la gente. Era una persona verdaderamente libre. Por eso mismo era tolerante. O en todo caso, si alguna vez sacó el genio, fue precisamente con los intolerantes. Porque, eso sí, Jesús nunca renunció a sus firmes convicciones y a su lucha contra la mentira, la injusticia y el pecado, como tampoco nosotros debemos renunciar.

Digamos para terminar que aunque todo esto ya lo sabemos no está de más que refresquemos la memoria, pues en la práctica no pocas veces lo olvidamos, cayendo con frecuencia en la tentación de juzgar, de condenar, de querer imponer nuestros criterios... de distinguir “alegremente” entre buenos y malos (los malos los demás, los buenos nosotros), de creernos poseedores absolutos de la verdad, de no saber comprender al otro “y sus circunstancias” de entrometernos en ese recinto sacro que es la conciencia de los demás.

Santo Cristo de la Tolerancia, ruega por nosotros.

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