¿Quién puede perdonar pecados, sino solo Dios?

Sínodo de la Familia

La Santa Sede publica, en castellano, el Instrumentum Laboris del Sínodo de la Familia
La Iglesia invita a "dejar atrás las exclusiones" contra los divorciados vueltos a casar
El documento se pregunta "por qué no pueden acceder a la comunión sacramental"

Redacción, 01 de julio de 2015 a las 11:16

El camino eclesial de incorporación a Cristo, iniciado con el Bautismo, también para los fieles divorciados y vueltos a casar civilmente procede por grados a través de la conversión continua

"Sin perjuicio de las sugerencias de Familiaris Consortio 84, habría que replantearse las formas de exclusión que se practican actualmente en los campos litúrgico-pastoral, educativo y caritativo. Puesto que estos fieles no están fuera de la Iglesia, se propone reflexionar acerca de la oportunidad de dejar atrás estas exclusiones". Así plantea la situación de los divorciados vueltos a casar en el Instrumentum Laboris, cuyo contenido acaba de ser publicado en castellano por la Santa Sede.

Estos son los puntos referentes a "la integración de los divorciados vueltos a casar civilmente en la comunidad cristiana".

La integración de los divorciados vueltos a casar civilmente en la comunidad cristiana

120. (51) Las situaciones de los divorciados vueltos a casar también exigen un atento discernimiento y un acompañamiento con gran respeto, evitando todo lenguaje y actitud que los haga sentir discriminados y promoviendo su participación en la vida de la comunidad. Hacerse cargo de ellos, para la comunidad cristiana no implica un debilitamiento de su fe y de su testimonio acerca de la indisolubilidad matrimonial, es más, en ese cuidado expresa precisamente su caridad.

121. Se requiere desde muchas partes que la atención y el acompañamiento respecto a los divorciados vueltos a casar civilmente se orienten hacia una integración cada vez mayor en la vida de la comunidad cristiana, teniendo en cuenta la diversidad de las situaciones de partida. Sin perjuicio de las sugerencias de Familiaris Consortio 84, habría que replantearse las formas de exclusión que se practican actualmente en los campos litúrgico-pastoral, educativo y caritativo.

Puesto que estos fieles no están fuera de la Iglesia, se propone reflexionar acerca de la oportunidad de dejar atrás estas exclusiones. Por otro lado, siempre para favorecer una mayor integración de estas personas en la comunidad cristiana, habría que dirigir una atención específica a sus hijos, dado el papel educativo insustituible de los padres, en razón del preeminente interés del menor.

Es conveniente que estos caminos de integración pastoral de los divorciados vueltos a casar civilmente vayan precedidos por un oportuno discernimiento de parte de los pastores acerca de la irreversibilidad de la situación y la vida de fe de la pareja en una nueva unión, que vayan acompañados por una sensibilización de la comunidad cristiana en orden a la acogida de las personas interesadas y que se realicen según una ley de gradualidad (cfr. FC, 34), respetuosa de la maduración de las conciencias.

El camino penitencial
122. (52) Se reflexionó sobre la posibilidad de que los divorciados y vueltos a casar accediesen a los sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía. Varios Padres sinodales insistieron en favor de la disciplina actual, en virtud de la relación constitutiva entre la participación en la Eucaristía y la comunión con la Iglesia y su enseñanza sobre el matrimonio indisoluble. Otros se expresaron en favor de una acogida no generalizada a la mesa eucarística, en algunas situaciones particulares y con condiciones bien precisas, sobre todo cuando se trata de casos irreversibles y vinculados a obligaciones morales para con los hijos, quienes terminarían por padecer injustos sufrimientos. El eventual acceso a los sacramentos debería ir precedido de un camino penitencial bajo la responsabilidad del Obispo diocesano. 

Todavía es necesario profundizar la cuestión, teniendo bien presente la distinción entre situación objetiva de pecado y circunstancias atenuantes, dado que «la imputabilidad y la responsabilidad de una acción pueden quedar disminuidas e incluso suprimidas» a causa de diversos «factores psíquicos o sociales» (CCC, 1735).

123. Para afrontar la temática apenas citada, existe un común acuerdo sobre la hipótesis de un itinerario de reconciliación o camino penitencial, bajo la autoridad del Obispo, para los fieles divorciados vueltos a casar civilmente, que se encuentran en situación de convivencia irreversible. En referencia a la Familiaris Consortio 84, se sugiere un itinerario de toma de conciencia del fracaso y de las heridas que este ha producido, con arrepentimiento, verificación de una posible nulidad del matrimonio, compromiso a la comunión espiritual y decisión de vivir en continencia.

Otros, por camino penitencial entienden un proceso de clarificación y de nueva orientación después del fracaso vivido, acompañado por un presbítero elegido para ello. Este proceso debería llevar al interesado a unjuicio honesto sobre la propia condición, en la cual el presbítero pueda madurar su valoración para usar la potestad de unir y de desatar de modo adecuado a la situación.

En orden a la profundización acerca de la situación objetiva de pecado y la imputabilidad moral, algunos sugieren tomar en consideración la Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la recepción de la Comunión eucarística por parte de fieles divorciados vueltos a casar de la Congregación para la Doctrina de la Fe (14 de septiembre de 1994) y la Declaración sobre la admisibilidad a la santa Comunión de los divorciados vueltos a casar del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos (24 de junio de 2000).

La participación espiritual en la comunión eclesial

124. (53) Algunos Padres sostuvieron que las personas divorciadas y vueltas a casar o convivientes pueden recurrir provechosamente a la comunión espiritual. Otros Padres se preguntaron por qué entonces no pueden acceder a la comunión sacramental. Se requiere, por tanto, una profundización de la temática que haga emerger la peculiaridad de las dos formas y su conexión con la teología del matrimonio.

125. El camino eclesial de incorporación a Cristo, iniciado con el Bautismo, también para los fieles divorciados y vueltos a casar civilmente procede por grados a través de la conversión continua. En este recorrido son diversas las modalidades con las que son invitados a conformar su vida al Señor Jesús, que con su gracia los guarda en la comunión eclesial. Como sugiere la Familiaris Consortio 84, entre estas formas de participación se recomiendan la escucha de la Palabra de Dios, la participación en la celebración eucarística, la perseverancia en la oración, las obras de caridad, las iniciativas comunitarias en favor de la justicia, la educación de los hijos en la fe, el espíritu de penitencia, todo ello sostenido por la oración y el testimonio acogedor la Iglesia. Fruto de dicha participación es la comunión del creyente con toda la comunidad, expresión de la inserción real en el Cuerpo eclesial de Cristo. Por lo que concierne a la comunión espiritual, hay que recordar que presupone la conversión y el estado de gracia y que está enlazada con la comunión sacramental.

Pastoral con divorciados vueltos a casar. "Es preciso estudiar caso por caso"

¿Pueden, o no pueden comulgar los divorciados?
"Es mucha la angustia de personas muy creyentes"

Josémari Lorenzo Amelibia, 27 de junio de 2015 a las 15:27

Sería muy buena noticia que en el Sínodo se aprobara el "itinerario", porque estaríamos a un paso de eliminar de una vez los tribunales eclesiásticos de tan ingrata memoria

Por qué no pueden comulgar los divorciados, vueltos a casarse? No es un castigo. La Comunión hay que recibirla en estado de gracia. El casarse un divorciado por lo civil es pecado mortal. Y todos los actos de sexo con el cónyuge civil son pecados.

Si se confiesa de ellos, tiene que hacer propósito y por consiguiente separarse definitivamente de la ocasión de pecar. Si no se va a separar, mejor que no se confiese, porque sería sacrilegio. Por consiguiente no puede comulgar porque no está en gracia de Dios. ¡Es pura moral católica!

¿Por qué tratarán en el Sínodo los obispos de este problema? Porque es mucha la angustia de personas muy creyentes que van a misa y no pueden comulgar.
¿Pueden dejarles acercarse a comulgar? Es preciso estudiar caso por caso.
Dada la indisolubilidad del sacramento del matrimonio no pueden casarse ni el inocente divorciado, ni el culpable.

¿La solución para poder comulgar? Llegar al convencimiento moral de que el matrimonio eclesiástico fue nulo. Hasta ahora esto se lograba con un largo y costoso proceso jurídico, "declaración de nulidad", con un tribunal eclesiástico. Ahora se pretende un acompañamiento no jurídico de un sacerdote que ayude a los cónyuges a discernir. (A este procedimiento lo llaman "un itinerario de reconciliación o vía penitencial bajo la autoridad del obispo") Si se llega al convencimiento de que no hubo matrimonio, podrán comulgar. Pero de ninguna manera si se llega al convencimiento de que el matrimonio católico fue válido.

El Papa tendrá que decidir
Comunión para los divorciados vueltos a casar
Hay matices en la comprensión de la indisolubilidad

Jorge Costadoat, sj,

¿Cómo se aplica la lógica evangélica a los fracasos matrimoniales irreversibles? Ciertamente no será sensato pedir a los divorciados vueltos a casar que retornen a sus primeras parejas y abandonen a las actuales

(Jorge Costadoat, sj).- Terminado el Sínodo extraordinario sobre la familia, el Papa Francisco ha convocado a los católicos a continuar reflexionando sobre el tema en vista al Sínodo ordinario de octubre próximo. Uno de los temas en discusión ha sido la exclusión de la comunión eucarística de los divorciados vueltos a casar. Para unos, la indisolubilidad del matrimonio exigida por Jesús (Mc 10, 9.11-12, Lc 16, 18) y sostenida a lo largo de dos mil años por la Iglesia lo impide. El Papa ha querido que se hable de este y otros temas con libertad y ánimo de escucha. El tema se puede tocar. En la Iglesia Católica la tradición es muy importante. Esta es un acervo de experiencia espiritual y colectiva de humanidad que permite abrir el futuro sin improvisar, sino buscando responsablemente caminos nuevos más felices de crecimiento y de convivencia. A propósito del tema en cuestión, la tradición occidental (romana) es casi unánime en entender que la indisolubilidad del matrimonio no admite que, tras un fracaso de los esposos, puedan estos volver a casarse y, en consecuencia, comulgar. Ahora último, por ejemplo, al Cardenal Scola le parece una contradicción afirmar la indisolubilidad y, a la vez, aceptar una excepción. ¿Cómo podría educarse a los novios en el valor del matrimonio para toda la vida si, de fracasar, es posible casarse de nuevo? Sin embargo, la tradición, a este respecto, conoce algunas variantes. Ya en la misma tradición bíblica hay matices en la comprensión de la indisolubilidad (1 Cor 7, 10-15; Mt 5, 32, 19, 9). Estos matices dieron lugar a interpretaciones diversas en la historia de la Iglesia. Orígenes, por ejemplo, aceptó un segundo matrimonio como un mal menor.

Recientemente, en 1981, Juan Pablo II repropuso a los divorciados vueltos a casar la abstinencia sexual como condición para poder comulgar (Familiaris consortio 84, 5). Es muy importante, además, que la Iglesia Católica considere conforme a la fe la práctica de las iglesias orientales que aceptan o toleran una segunda y una tercera unión matrimonial (Concilio Vaticano II, OE 18, 6). Es decir, ella reconoce la legitimidad de un modo de interpretar las palabras de Jesús distinto del suyo.

La Iglesia Católica puede desarrollar su doctrina. Mi opinión es que ahora nuevamente la Iglesia debiera reinterpretar su propia tradición a la luz de todas las palabras de Jesús, especialmente aquellas referentes al perdón de los pecadores y la misericordia con los que han fracasado. ¿Puede la Iglesia impedirse a sí misma ofrecer la reconciliación con Dios y con los demás? ¿Hay algo más propio de la Iglesia que ser ella misma sacramento de reconciliación?

Esta tradición exige a la Iglesia articular fe y razón (Concilio Vaticano I). Ella debe ofrecer caminos razonables para vivir el Evangelio. Ella debe hoy acoger con amor a los que han fracasado con o sin culpa. La razonabilidad evangélica no consiste solo en adaptarse a la época, sino sobre todo en ir en busca de la oveja perdida. Si en la Palestina de la época parecía lógico que los fariseos comieran entre ellos y despreciaran a los demás, Jesús por el contrario optó por los pobres: compartió la mesa con los pecadores y con los mal mirados. ¿Cómo se aplica la lógica evangélica a los fracasos matrimoniales irreversibles? Ciertamente no será sensato pedir a los divorciados vueltos a casar que retornen a sus primeras parejas y abandonen a las actuales. Esto causará más sufrimientos y tal vez mayores males.

La Conferencia episcopal alemana, después de años de estudio y discusión sobre el tema, ha planteado nuevas condiciones para que los divorciados vueltos a casar puedan comulgar. Cito las palabras del Cardenal Marx, presidente de la Conferencia, en el Sínodo pasado: "Cuando un divorciado vuelto a casar se arrepiente de haber fallado en su primer matrimonio; cuando aclaradas las obligaciones del primer matrimonio es definitivamente imposible que regrese a él; cuando no puede abandonar sin mayores perjuicios los compromisos asumidos con el nuevo compromiso civil; cuando se esfuerza para vivir el segundo matrimonio según la fe y educa en ella a sus niños; cuando desea los sacramentos como fuente de vigor en su situación, ¿debemos y podemos negarle, después de un periodo de reorientación, el acceso a los sacramentos de la Penitencia y la Comunión?".

El Papa tendrá que decidir. Lo hará en base a las conclusiones del Sínodo de octubre próximo. Este está en preparación hace más de un año. A los obispos corresponde hacer participar a sus fieles en este proceso y auscultar con ellos lo que el Espíritu quiere decir hoy a la Iglesia.

Evangelio según San Mateo 9,1-8. 

Jesús subió a la barca, atravesó el lago y regresó a su ciudad. Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: "Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados". Algunos escribas pensaron: "Este hombre blasfema". Jesús, leyendo sus pensamientos, les dijo: "¿Por qué piensan mal? ¿Qué es más fácil decir: 'Tus pecados te son perdonados', o 'Levántate y camina'? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- levántate, toma tu camilla y vete a tu casa". El se levantó y se fue a su casa. 
Al ver esto, la multitud quedó atemorizada y glorificaba a Dios por haber dado semejante poder a los hombres. 

San Juan Crisóstomo (c. 345-407), presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia. Homilía sobre el evangelio de Mateo, n° 29, 1

¿Quién puede perdonar pecados, sino solo Dios? (Mc 2,7)

Y he aquí, que le presentaron un paralítico...Por lo demás, Mateo cuenta simplemente que le llevaron al Señor el paralítico; los otros evangelistas añaden que abrieron un boquete por el techo y por él lo bajaron y lo pusieron delante de Cristo, sin decir palabra, pues todo lo dejaban en manos del Señor.

Porque, viendo la fe de ellos —dice el evangelista—, es decir, la fe de los que lo descolgaron por el tejado. No siempre, en efecto, pedía fe exclusivamente a los enfermos, por ejemplo, si estaban locos o de otra manera imposibilitados por la enfermedad.

Más, a decir verdad, también aquí hubo fe por parte del enfermo; pues, de no haber creído, no se hubiera dejado bajar por el boquete del techo. Como todos, pues, daban tan grandes pruebas de fe, el Señor la dio de su poder perdonando con absoluta autoridad los pecados y demostrando una vez más su igualdad con el Padre.

Pero notadlo bien: antes la había demostrado por el modo como enseñaba, pues lo hacía como quien tiene autoridad; en el caso del leproso, diciendo: Quiero, queda limpio (Mt 8,3)... En el mar, porque lo frenó con una sola palabra; con los demonios, porque éstos le confesaron por su juez y Él los expulsó con autoridad. Aquí, sin embargo, por modo más eminente, obliga a sus propios enemigos a que confiesen su igualdad con el Padre.

Por lo que a Él le tocaba, bien claro mostraba lo poco que le importaba el honor de los hombres—y era así que le rodeaba tan enorme muchedumbre que amurallaban toda entrada y acceso a Él, y ello obligó a bajar al enfermo por el tejado, y, sin embargo, cuando lo tuvo ya delante, no se apresuró a curar su cuerpo. A la curación de éste fueron más bien sus enemigos los que le dieron ocasión. Él, ante todo, curó lo que no se ve, es decir, el alma, perdonándole los pecados.

Lo cual, al enfermo le dio la salvación; pero a Él no le procuró muy grande gloria. Fueron, digo, sus enemigos quienes, molestándole llevados de su envidia y tratando de atacarle, lograron, aun contra su voluntad, que brillara más la gloria del milagro. Y es que, como el Señor era hábil, se valió de la envidia misma de sus émulos para manifestación del milagro.

02 de julio 2015 Jueves XIII Gn 22, 1-19

La narración de hoy, por conocida, la podemos describir con pocas palabras. Abraham entendió que para complacer a Dios tenía que sacrificar a su hijo; pero, antes de consumar la acción, descubre que el Señor, lejos de pedirle la vida de Isaac, lo que quiere es la capacidad de creer: «Ahora sé que temes a Dios, porque no me has rehusado tu hijo único. »Desde entonces se entendió que Dios no quiere sacrificios humanos, sino que el propio corazón quiera vivir de verdad en comunión con Dios mismo. Señor, limpiad me, que mi donación al amor sea profunda, sincera y humilde.

Otón de Bamberg, Santo

Obispo, 2 de julio antiguamente 30 de junio

San Otón fue obispo de Bamberg y es llamado el Apóstol de Pomerania . Nació en Suabia, Alemania, y vivió en el siglo XII. Huérfano de padre y madre, enfrentó muchas dificultades para costear sus estudios en filosofía y ciencias humanas. Partió a Polonia para ganarse la vida. Poco a poco se estableció y fundó una escuela que ganó prestigio y le dio buenas ganancias.

Se hizo conocido y estimado en la corte polaca , amigo y consejero del emperador, que lo nombró obispo de Bomberg. San Otón, sin embargo solamente quedó con la conciencia tranquila cuando fue consagrado obispo por el papa Pascual, alrededor del año 1106.

Es considerado el evangelizador de la Pomerania; fundó allí numerosos monasterios. Y apoyado por Boleslao, duque de Polonia que dominaba la región, y por Vratislao, duque cristiano de Pomerania, recorrió todas las ciudades instruyendo a los gentiles y bautizando a los que se adherían a la fe, intercediendo ante el príncipe por la liberación de los prisioneros, exhortando a todos a abandonar los ídolos y a convertirse al Dios de Jesucristo. Esparció misioneros por toda la Pomerania.

Fue canonizado en el año 1189 por el Papa Clemente III.

Antiguamente se lo recordaba el 30 de junio, pero el Martirologio Romano actual lo recuerda el 2 de julio.

Te amo...¡pero no lo grito!
Si he conocido lo que es amarte... ¡cómo es posible que no lo grite y a veces hasta guarde silencio!

Hoy es jueves, Señor, y al saber que me estás esperando me he sentido indigna de ese amor, de ese beneficio... Yo te amo, Señor, pero a veces siento que soy avara de ese amor... que no pienso, que no reparo, que si he conocido lo que es amarte... ¡sea posible que no lo grite a los "cuatro vientos"! Y no solo que no lo grite sino que guarde silencio a veces por respeto humano, porque no se sonrían burlonamente, por no entrar en discusión....porque no me tachen de "mocha"...¡Qué gran cobardía! ¡Perdón, mi amado Jesús !. El Papa Francisco nos lo pide. La Iglesia nos lo pide y Tu mi Jesús Sacramentado, nos lo pediste desde hace muchos siglos... pero no nos animamos a dar la respuesta con decisión, con una postura radical y valiente. La respuesta tiene que ser ahora y desde este momento.

Tenemos un serio y grave compromiso, como hijos de Dios, de ser verdaderos apóstoles.

Este compromiso me enfrenta primero, con los más cercanos, con los seres que me rodean, con las personas que forman mi familia y mi entorno.

En todo momento, tu nos pides, Señor, que estemos "en pie de lucha", que quiere decir que no deje pasar la ocasión para acercarme a quién pudiera sentir o pensar que me necesita. Solemos decir: - " No, yo no me meto... yo no digo nada, cada quién su vida"... Es cierto que a veces no es fácil abordar o penetrar en la forma de vivir de las personas, pero si están muy cerca de nosotros, tal vez no sea tan difícil buscar la ocasión para poder brindarle, a esa persona, nuestro apoyo y consuelo, hablándole de Dios, del amor que nos tiene, de que trate de encontrar o recuperar esa fe que no se sabe en qué momento se perdió.... y orar, orar mucho por esa persona, ante Ti, ante este misterio de amor que nos brindas diariamente ¡oh, tu mi Jesús Sacramentado!.

Tu nos oyes siempre y la oración puede no cambiar las cosas... pero si cambia los corazones y la forma de ver las cosas. Ya no podemos decir: - "Eso hay que dejárselo a los sacerdotes". Los sacerdotes son pocos y la mies es mucha.

No dejes que lo olvidemos....ha llegado nuestro momento.

Si estamos convencidos de que tenemos la VERDAD, en nuestra religión católica, es indispensable que esa VERDAD, la trasmitamos con el mismo ardor, con muchísimo más ardor que invitamos y casi empujamos a los amigos animándolos para que vayan a ver una obra de teatro o película, que nos pareció excelente o que no se pierdan un paseo o lugar sensacional porque los queremos y deseamos que disfruten tanto como nosotros lo disfrutamos... Seguirte a Ti, mi Jesús, es una aventura tan maravillosa para el ser humano que en ello hemos de poner toda la fuerza de nuestra existencia.

Seguirte a Ti, mi Jesús, es participar de la verdad sublime de sabernos hijos de Dios y herederos del Cielo... pero no para nosotros solos...

No tengo que tener miedo o reparo de hablar de Dios, de Ti, Jesús, de la Santísima Virgen a los demás....Hay tanta ansia en el corazón de los hombres y mujeres de encontrar un camino....y nosotros les podemos hablar te ti, del único Camino, del que dijo:- " Yo soy la luz,  el camino, la verdad y la vida, quién cree en mí no morirá". ¡Qué triste no compartir, no participar a los demás de esa grandeza de amor que ciega la vista por ser más luminosa que el mismo sol...! Hemos de ser valientes con nuestra fe y proclamarla.

Ayudanos, Jesús para hablar con los que nos rodean, de esta "gran experiencia" que aún en medio de los sufrimientos o infortunios, nos traerá la paz en nuestro diario caminar por la vida.

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