“Los envía por primera vez”
- 12 Julio 2015
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Homilía del Papa en Ñu Guazú
Dos millones de fieles despiden al Papa en la misa de Ñu Guazú, la última en Paraguay
"Dios nunca cierra horizontes, nunca es pasivo a la vida, al sufrimiento de sus hijos"
Francisco invita a vivir la hospitalidad como "la palabra clave del ser cristiano"
Jesús Bastante, 12 de julio de 2015 a las 16:08
Cuántas veces imaginamos la evangelización en torno a miles de estrategias, tácticas, maniobras, artimañas, buscando que las personas se conviertan en base a nuestros argumentos
(Jesús Bastante).- Dos millones de fieles. Sin duda, la concentración más numerosa de todas cuantas han tenido lugar en este histórico viaje por Ecuador, Bolivia y Paraguay. El campo grande de Ñu Guazú,presidido por un impresionante altar hecho con granos y mazorcas de maíz, el Papa Francisco llamó a entender la palabra clave del cristiano:"Hospitalidad", y a "tener las puertas abiertas" a todos, incluso a los que no creen lo mismo que nosotros. Una de las obsesiones de este viaje, el diálogo, la acogida, el encuentro, el no pensarse propietarios de la única, exclusiva -y excluyente- verdad. "En la lógica del Evangelio no se convence con los argumentos, las tácticas o estrategias, sino simplemente aprendiendo a alojar, a hospedar".
Todo Paraguay se hizo presente en Ñu Guazú. También decenas de miles de argentinos, en el mayor éxodo que se recuerda entre ambos países. No podía faltarCristina Fernandez de Kirchner, que al término de la misa se encontrará con el Papa. Fueron muchos los que guardaron vigilia para poder ver al Papa en la inmensa explanada.
Muchos, también, los que se quejaron de la existencia de "zonas vip", en clara disonancia con el espíritu del viaje de Francisco y su ansia por un mundo en el que todos quepan, y donde ningún ser humano sea superior a todos. Tras la homilía, entre las peticiones se solicitó la liberación de Edelio Morínigo, policía secuestrado hace un año por el EPP.
La homilía de Francisco se centró en el Evangelio del envío de los discípulos. "Jesús llama a sus discípulos y los envía, dándole reglas claras y precisas", señaló el Papa, quien reconoció que algunas de las actitudes exigidas por Cristo "nos pueden parecer exageradas o absurdas". No llevar más que un bastón, unas sandalias, una túnica, no llevar dinero ni alforjas, y permanecer únicamente en las casas donde les den alojamiento.
"Podíamos quedarnos en las palabras, pero hay una palabra clave que podía pasar desapercibida. Una palabra central en la espiritualidad cristiana. Hospitalidad", subrayó Francisco, quien apuntó que "Jesús, como buen maestro, les envía a vivir la hospitalidad. Les dice permanezcan donde les den alojamiento. Los envía a aprender".
Y es que "cristiano es aquel que aprendió a hospedar, a alojar. Jesús no los envía como poderosos, dueños, jefes, cargados de leyes y normas. Por el contrario, les enseña que el camino del cristiano es transformar el corazón, el suyo y ayudar a transformar a los demás". Es "aprender a vivir de otra manera", pasando "de la lógica del egoísmo, la división, la superioridad, a la de la vida, la gratuidad y el amor", de "la lógica del dominio, del aplastar, a la lógica de acoger, recibir y cuidar".
Son dos maneras de afrontar la vida que están en juego. "Cuántas veces imaginamos la evangelización en torno a miles de estrategias, tácticas, maniobras, artimañas, buscando que las personas se conviertan en base a nuestros argumentos. En la lógica del Evangelio no se convence con los argumentos, las tácticas o estrategias, sino simplemente aprendiendo a alojar, a hospedar".
Y es que "la Iglesia, como la quería Jesús, es la casa de la hospitalidad. Y cuánto bien podemos hacer si nos animamos a aprender el lenguaje de la hospitalidad. Cuántas heridas, cuánta desesperanza se puede curar en un hogar donde uno se pueda sentir recibido", añadió Bergoglio, quien llamó a "tener las puertas abiertas, sobre todo las puertas del corazón", y hacer realidad la "hospitalidad con el hambriento, con el sediento, con el forastero, con el desnudo, con el preso, con el desnudo, el paralítico, con el que no piensa como nosotros, con el que no tiene fe o la ha perdido a veces por culpa nuestra, con el perseguido, con el que tiene culturas diferentes... Hospitalidad con el pecador, porque cada uno de nosotros también lo es".
"Tantas veces nos olvidamos que hay un mal que precede a nuestros pecados. Hay una raíz que causa daño, y que destruye silenciosamente tantas vidas, que va haciendo nido en nuestro corazón: la soledad", proclamó Francisco, recordando que es la soledad la que "destruye la vida y nos hace mal, nos aparta de los demás, de Dios, de la comunidad". También en la Iglesia, cuyo objetivo "no es gestionar cosas, proyectos, sino aprender la fraternidad con los demás". La medida del cristiano es "cuánto se aman los unos a los otros".
"Jesús nos abre a una nueva lógica, un horizonte lleno de vida y plenitud. Dios nunca cierra horizontes, nunca es pasivo a la vida, al sufrimiento de sus hijos. Nunca se deja ganar en generosidad, por eso nos envía a su hijo, para que aprendamos el camino de la fraternidad, el camino del don", añadió el Papa, quien abrió "un nuevo horizonte, una nueva palabra para tantas situaciones de exclusión, disgregación, encierro, aislamiento. Es una palabra que rompe el silencio de la soledad".
"No podemos obligar a nadie a recibirnos, a hospedarnos. Es cierto, y es parte de nuestra pobreza y de nuestra libertad. Tampoco nadie puede obligarnos a no ser acogedores, hospederos de la vida de nuestro pueblo. Nadie puede pedirnos que no recibamos la vida de nuestros hermanos, especialmente de los que han perdido la esperanza y el gusto por vivir", culminó el Papa, quien puso como modelo de acogida a María, que "no dominó ni se adueñó de la palabra de Dios, sino que la hospedó, la gestó y la hospedó.Alojar como la tierra que no domina la semilla, sino que la acoge, la nutre y la germina. Así queremos ser los cristianos".
Homilía del Papa:
«El Señor nos dará la lluvia y nuestra tierra dará su fruto», así dice el Salmo (84,13). Esto estamos invitados a celebrar, esa misteriosa comunión entre Dios y su Pueblo, entre Dios y nosotros. La lluvia es signo de su presencia en la tierra trabajada por nuestras manos. Una comunión que siempre da fruto, que siempre da vida. Esta confianza brota de la fe, saber que contamos con su gracia, que siempre transformará y regará nuestra tierra.
Una confianza que se aprende, que se educa. Una confianza que se va gestando en el seno de una comunidad, en la vida de una familia. Una confianza que se vuelve testimonio en los rostros de tantos que nos estimulan a seguir a Jesús, a ser discípulos de Aquel que no decepciona jamás. El discípulo se siente invitado a confiar, se siente invitado por Jesús a ser amigo, a compartir su suerte, a compartir su vida. «A ustedes no los llamo siervos, los llamo amigos porque les di a conocer todo lo que sabía de mi Padre» (Jn 15,15). Los discípulos son aquellos que aprenden a vivir en la confianza de la amistad.
El Evangelio nos habla de este discipulado. Nos presenta la cédula de identidad del cristiano. Su carta de presentación, su credencial.
Jesús llama a sus discípulos y los envía dándoles reglas claras y precisas. Los desafía con una serie de actitudes, comportamientos que deben tener. No son pocas las veces que nos pueden parecer exageradas o absurdas; actitudes que sería más fácil leerlas simbólicamente o «espiritualmente». Pero Jesús es bien preciso, es bien claro. No les dice: «Hagan como que» o «hagan lo que puedan».
Recordémoslas juntos: «No lleven para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero... permanezcan en la casa donde les den alojamiento» (cf. Mc 6,8-11). Parecería algo imposible.
Podríamos concentrarnos en las palabras: «pan», «dinero», «alforja», «bastón», «sandalias», «túnica». Y es lícito. Pero me parece que hay una palabra clave, que podría pasar desapercibida. Una palabra central en la espiritualidad cristiana, en la experiencia del discipulado: hospitalidad. Jesús como buen maestro, pedagogo, los envía a vivir la hospitalidad. Les dice: «Permanezcan donde les den alojamiento». Los envía a aprender una de las características fundamentales de la comunidad creyente. Podríamos decir que cristiano es aquel que aprendió a hospedar, a alojar.
Jesús, no los envía como poderosos, como dueños, jefes, cargados de leyes, normas; por el contrario, les muestra que el camino del cristiano es transformar el corazón. Aprender a vivir de otra manera, con otra ley, bajo otra norma. Es pasar de la lógica del egoísmo, de la clausura, de la lucha, de la división, de la superioridad, a la lógica de la vida, de la gratuidad, del amor. De la lógica del dominio, del aplastar, manipular, a la lógica del acoger, recibir, cuidar.
Son dos las lógicas que están en juego, dos maneras de afrontar la vida, la misión.
Cuántas veces pensamos la misión en base a proyectos o programas. Cuantas veces imaginamos la evangelización en torno a miles de estrategias, tácticas, maniobras, artimañas, buscando que las personas se conviertan en base a nuestros argumentos. Hoy el Señor nos los dice muy claramente: en la lógica del Evangelio no se convence con los argumentos, con las estrategias, con las tácticas, sino aprendiendo a alojar.
La Iglesia es madre de corazón abierto que sabe acoger, recibir, especialmente a quien tiene necesidad de mayor cuidado, que está en mayor dificultad. La Iglesia es la casa de la hospitalidad. Cuánto bien podemos hacer si nos animamos a aprender el lenguaje de la hospitalidad, del acoger. Cuántas heridas, cuánta desesperanza se puede curar en un hogar donde uno se pueda sentir recibido.
Hospitalidad con el hambriento, con el sediento, con el forastero, con el desnudo, con el enfermo, con el preso (cf. Mt 25,34-37) con el leproso, con el paralítico. Hospitalidad con el que no piensa como nosotros, con el que no tiene fe o la ha perdido. Hospitalidad con el perseguido, con el desempleado. Hospitalidad con las culturas diferentes, de las cuales esta tierra es tan rica. Hospitalidad con el pecador.
Tantas veces nos olvidamos que hay un mal que precede a nuestros pecados. Hay una raíz que causa tanto pero tanto daño, que destruye silenciosamente tantas vidas. Hay un mal, que poco a poco, va haciendo nido en nuestro corazón y «comiendo» nuestra vitalidad: la soledad. Soledad que puede tener muchas causas, muchos motivos. Cuánto destruye la vida y cuánto mal nos hace. Nos va apartando de los demás, de Dios, de la comunidad. Nos va encerrando en nosotros mismos. Por eso, lo propio de la Iglesia, de esta madre, no es principalmente gestionar cosas, proyectos, sino aprender a vivir la fraternidad con los demás. Es la fraternidad acogedora el mejor testimonio que Dios es Padre, porque «de esto sabrán todos que ustedes son mis discípulos, si se aman los unos a los otros» (Jn 13,35).
De esta manera Jesús, nos abre a una nueva lógica. Un horizonte lleno de vida, de belleza, de verdad, de plenitud.
Dios nunca cierra los horizontes, Dios nunca es pasivo a la vida y al sufrimiento de sus hijos. Dios nunca se deja ganar en generosidad. Por eso nos envía a su Hijo, lo dona, lo entrega, lo comparte; para que aprendamos el camino de la fraternidad, del don. Es definitivamente un nuevo horizonte, es definitivamente una nueva Palabra para tantas situaciones de exclusión, disgregación, encierro, de aislamiento. Es una Palabra que rompe el silencio de la soledad.
Y cuando estemos cansados o se nos haga pesada la evangelización es bueno recordar que la vida que Jesús nos propone, responde a las necesidades más hondas de las personas, porque todos hemos sido creados para la amistad con Jesús y el amor fraterno (cf. Evangelii gaudium 265).
Hay algo que es cierto, no podemos obligar a nadie a recibirnos, a hospedarnos; es cierto y es parte de nuestra pobreza y de nuestra libertad. Pero también es cierto que nadie puede obligarnos a no ser acogedores, hospederos de la vida de nuestro Pueblo. Nadie puede pedirnos que no recibamos y abracemos la vida de nuestros hermanos especialmente los que han perdido la esperanza y el gusto por vivir. Qué lindo es imaginarnos nuestras parroquias, comunidades, capillas, lugares donde están los cristianos, como verdaderas centros de encuentro entre nosotros y con Dios.
La Iglesia es madre, como María. En ella tenemos un modelo. Alojar, como María, que no dominó ni se adueñó de la Palabra de Dios sino que, por el contrario, la hospedó, la gestó, y la entregó.
Alojar como la tierra que no domina la semilla, sino que la recibe, la nutre y la germina.
Así queremos ser los cristianos, así queremos vivir la fe en este suelo paraguayo, como María, alojando la vida de Dios en nuestros hermanos con la confianza, con la certeza que: «El Señor nos dará la lluvia y nuestra tierra dará su fruto»
Papa Francisco: La Iglesia debe ser hospitalaria con pecadores y no creyentes
Un millón de personas presenciaron la última predicación de Francisco en Ñú Guazú, Paraguay
ARY WALDIR RAMOS DÍAZ
© Marko Vombergar/ALETEIA
El papa Francisco tuvo su última homilía ante 1 millón de fieles en Ñú Guazú, Paraguay en un altar hecho con los frutos de la tierra en memoria de las misiones jesuitas en el país. Fieles brasileños y argentinos se sumaron a los paraguayos en la misa multitudinaria hecha en el campo de una base militar, que perdió toda su belicosidad ante los cantos y alabanzas en español y guaraní.
Una predicación basada en la carta de presentación del buen cristiano ante un publico de campesinos, indígenas (17 etnias diferentes del país), enfermos y familias. El Papa enfatizó su predicación en la misión encomendada por Jesús a sus discípulos. Asimismo, señaló la hospitalidad y la lucha contra la soledad dos elementos de la vida cristiana. El discípulo, “invitado por Jesús a ser amigo, a compartir su suerte, a compartir su vida”.
¿Cuál es la carta de presentación del discípulo de Jesús?
En su homilía explicó que el Evangelio “nos presenta la cédula de identidad del cristiano”, porque “Jesús llama a sus discípulos y los envía dándoles reglas claras y precisas. Los desafía con una serie de actitudes, comportamientos que deben tener”, indicó.
Jesús es preciso cuando dice a sus discípulos: «No lleven para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero... permanezcan en la casa donde les den alojamiento» (cf. Mc 6,8-11). Parecería algo imposible”.
Palabra clave: Hospitalidad
Más allá de las palabras «pan», «dinero», «alforja», «bastón», «sandalias», «túnica», expresó “hay una palabra clave” que traduce la experiencia del discipulado: “hospitalidad”.
“Jesús – continuó - como buen maestro, pedagogo, los envía a vivir la hospitalidad. Para después subrayar: “Podríamos decir que cristiano es aquel que aprendió a hospedar, a alojar”.
Jefes, poderosos no son los discípulos que quiere Jesús.
En este sentido, rememoró que Jesús no envía a los discípulos a ser “poderosos”, “dueños”, “jefes”, “cargados de leyes”. E indicó, por el contrario, “les muestra que el camino del cristiano es transformar el corazón”, es decir, el suyo y ayudar a transformar a los demás.
Por ello, indicó que hay dos las lógicas que están en juego, dos maneras de afrontar la vida, la misión. Aprender a vivir “bajo otra norma”. “Es pasar de la lógica del egoísmo, de la clausura, de la lucha, de la división, de la superioridad, a la lógica de la vida, de la gratuidad, del amor”, expresó.
Seguir a Jesús, significa vivir de otra manera: De la lógica del dominio, del aplastar, manipular, a la lógica del acoger, recibir, cuidar”, recordó.
La Iglesia de Cristo no es hacer mega proyectos y programas
Francisco aclaró que la misión de la Iglesia que quiere Jesús no es una “misión en base a proyectos o programas”. De hecho, enunció: cuantas veces imaginamos la evangelización en torno a miles de estrategias, tácticas, maniobras, artimañas”.
Así confirma que “en la lógica del Evangelio no se convence con los argumentos, con las estrategias, con las tácticas, sino aprendiendo a alojar”.
La Iglesia es madre de corazón abierto que sabe acoger, recibir, especialmente a quien tiene necesidad de mayor cuidado, que está en mayor dificultad.
La Iglesia, como la quería Jesús, es la casa de la hospitalidad. “Cuántas heridas, cuánta desesperanza se puede curar en un hogar donde uno se pueda sentir recibido”. Para eso hay que tener las puertas abiertas, sobre todo las puertas del corazón.
Una hospitalidad extendida a quien no tiene fe o la ha perdido incluso por “culpa nuestra”. “Hospitalidad con el hambriento, con el sediento, con el forastero, con el desnudo, con el enfermo, con el preso (cf. Mt 25,34-37) con el leproso, con el paralitico”.
Se trata de una “hospitalidad con el perseguido, con el desempleado. Hospitalidad con las culturas diferentes, de las cuales esta tierra es tan rica. Hospitalidad con el pecador. Porque cada uno de nosotros también lo es”.
La Soledad y sus causas
Por otro lado, el Papa predicó sobre los daños silenciosos de la soledad. “Hay un mal, que poco a poco, va haciendo nido en nuestro corazón y «comiendo» nuestra vitalidad: la soledad”.
La Iglesia de Jesús no es para administrar bienes o proyectos sino para enseñar a vivir con los demás. “Soledad que puede tener muchas causas, muchos motivos”….la cual “nos va encerrando en nosotros mismos. Por eso, lo propio de la Iglesia, de esta madre, no es principalmente gestionar cosas, proyectos, sino aprender a vivir la fraternidad con los demás”, subrayó.
De esta manera, reflexionó sobre esta nueva lógica de Jesús. “Un horizonte lleno de vida, de belleza, de verdad, de plenitud”.
“Dios nunca cierra los horizontes, Dios nunca es pasivo a la vida y al sufrimiento de sus hijos. Dios nunca se deja ganar en generosidad”, añadió.
Un nuevo horizonte, que contradice la “exclusión”, la “disgregación”, “el encierro, de aislamiento”.
¿Cuándo los discípulos están cansados?
Asimismo, admitió que en el camino de los discípulos puede llegar el cansancio. Entonces, invitó a recordar la “vida que Jesús nos propone”, “porque todos hemos sido creados para la amistad con Jesús y el amor fraterno”.
Nadie puede ser obligado a que nos hospede, pero si estamos obligados a hospedar
Sucesivamente, manifestó que “es cierto, no podemos obligar a nadie a recibirnos, a hospedarnos; es cierto y es parte de nuestra pobreza y de nuestra libertad”.
Pero- recordó- también es cierto que nadie puede obligarnos a no ser acogedores, hospederos de la vida de nuestro Pueblo.
Al respecto, testificó lo lindo que es una comunidad de puertas abiertas durante el ángelus, cita tradicional los días domingo en San Pedro. “La Iglesia es madre, como María. En ella tenemos un modelo. Alojar, como María, que no dominó ni se adueñó de la Palabra de Dios sino que, por el contrario, la hospedó, la gestó, y la entregó”, dijo.
Apropósito de su última encíclica para proteger la creación, usó la imagen de la tierra que aloja “que no domina la semilla, sino que la recibe, la nutre y la germina”.
Una vez finalizado el acto eucarístico, el Santo Padre se ha trasladado a la Nunciatura para almorzar con los obispos del Paraguay. A las 17, la cita será con los jóvenes en la Costanera de la Bahía de Asunción.
Por último, al final de la jornada emprenderá el trayecto final con destino a la terminal aérea para la ceremonia de despedida y vuelo a Roma, haciendo en el camino una breve parada en el memorial del supermercado siniestrado Ycua Bolaños.
- ALETEIA
Evangelio según San Marcos 6,7-13.
Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros.
Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero; que fueran calzados con sandalias, y que no tuvieran dos túnicas.
Les dijo: "Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir.
Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos".
Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.
San Juan Pablo II (1920-2005), papa
Mensaje para la 42 Jornada Mundial de oración por las vocaciones 17/04/2005 (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana)
“Los envía por primera vez”
Jesús dice a Pedro: "Duc in altum – Remar mar adentro" (Lc 5, 4). “Pedro y los primeros compañeros se fiaron de las palabras de Cristo, y echaron las redes” (Novo millennio ineunte, 1)... Quien abra el corazón a Cristo no sólo comprende el misterio de la propia existencia, sino también el de la propia vocación, y recoge espléndidos frutos de gracia. Primero, creciendo en santidad por un camino espiritual que, comenzando con el don del Bautismo, prosigue hasta alcanzar la perfecta caridad (cfr ibid, 30). Viviendo el Evangelio "sine glossa", el cristiano se hace cada vez más capaz de amar como Cristo, a tenor de la exhortación: "Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mt 5, 48).
Se esfuerza en perseverar en la unidad con los hermanos dentro de la comunión de la Iglesia, y se pone al servicio de la nueva evangelización para proclamar y ser testigo de la impresionante realidad del amor salvífico de Dios. Particularmente a vosotros, queridos adolescentes y jóvenes, os repito la invitación de Cristo a "remar mar adentro"... confiad en Él, escuchad sus enseñanzas, mirad su rostro, perseverad en la escucha de su Palabra. Dejad que sea Él quien oriente vuestras búsquedas y aspiraciones, vuestros ideales y los anhelos de vuestro corazón... pienso también en las palabras dirigidas por María, su Madre, a los servidores en Caná de Galilea: "Haced lo que Él os diga" (Jn 2, 5). Cristo, queridos jóvenes, os pide «remar mar adentro» y la Virgen os anima a no dudar en seguirle. Suba desde cada rincón de la tierra, reforzada con la materna intercesión de la Virgen, la ardiente plegaria al Padre celestial para conseguir "obreros para su mies" (Mt 9, 38):
Jesús, Hijo de Dios,
en quien habita la plenitud de la divinidad,
que llamas a todos los bautizados a "remar mar adentro",
recorriendo el camino de la santidad,
suscita en el corazón de los jóvenes
el anhelo de ser en el mundo de hoy
testigos del poder de tu amor.
Llénalos con tu Espíritu de fortaleza y de prudencia
para que lleguen a descubrir su auténtico ser
y su verdadera vocación.
Salvador de los hombres,
enviado por el Padre para revelar el amor misericordioso,
concede a tu Iglesia el regalo
de jóvenes dispuestos a remar mar a dentro,
siendo entre sus hermanos
manifestación de tu presencia que renueva y salva.
Virgen Santísima,Madre del Redentor,
guía segura en el camino hacia Dios y el prójimo,
que guardaste sus palabras en lo profundo de tu corazón,
protege con tu maternal intercesión
a las familias y a las comunidades cristianas,
para que ayuden a los adolescentes y a los jóvenes
a responder generosamente a la llamada del Señor.
Amén.
Jesús llamó a los Doce y los envió de dos en dos
Tiempo Ordinario
Marcos 6, 7-13. Domingo XV Tiempo Ordinario B. Con tu testimonio de alegría y de fidelidad estarás evangelizando.
Por: Andrés Ugalde | Fuente: Catholic.net
Del santo Evangelio según san Marcos 6, 7-13
En aquel tiempo Jesús llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. Les ordenó que tomasen para el camino, un bastón y nada más pero ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y les dijo: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí. Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos. Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
Oración introductoria
Señor, así como a la misión envías de dos en dos, así mi oración necesita de la presencia de tu Espíritu Santo, para que seamos dos los que busquemos tener un momento de intimidad contigo en la oración y poder conocer cuál es tu voluntad para este día.
Petición
Espíritu Santo, concédeme experimentar el gran amor que Dios me tiene, para poder corresponderle.
Meditación del Papa Francisco
Hoy en día todavía hay mucha gente que no conoce a Jesucristo. Por eso es tan urgente la misión ad gentes, en la que todos los miembros de la Iglesia están llamados a participar, ya que la Iglesia es misionera por naturaleza: la Iglesia ha nacido “en salida”. La Jornada Mundial de las Misiones es un momento privilegiado en el que los fieles de los diferentes continentes se comprometen con oraciones y gestos concretos de solidaridad para ayudar a las iglesias jóvenes en los territorios de misión. Se trata de una celebración de gracia y de alegría. De gracia, porque el Espíritu Santo, mandado por el Padre, ofrece sabiduría y fortaleza a aquellos que son dóciles a su acción. De alegría, porque Jesucristo, Hijo del Padre, enviado para evangelizar al mundo, sostiene y acompaña nuestra obra misionera. Precisamente sobre la alegría de Jesús y de los discípulos misioneros quisiera ofrecer una imagen bíblica, que encontramos en el Evangelio de Lucas (cf.10,21-23).
El evangelista cuenta que el Señor envió a los setenta discípulos, de dos en dos, a las ciudades y pueblos, a proclamar que el Reino de Dios había llegado, y a preparar a los hombres al encuentro con Jesús. (Homilía de S.S. Francisco, 14 de junio de 2014).
Reflexión
Dicen que el recuerdo de los buenos profesores queda marcado en el alma de todo estudiante. Uno de mis profesores de ética, solía decir: "Crean descaradamente en el bien. Tengan confianza en que a la larga terminará siempre por imponerse. No se angustien si otros avanzan aparentemente más rápido por caminos torcidos. Crean también en la lenta eficacia del amor.
Sepan esperar".
Jesús envía a los doce a evangelizar. Esta palabra significa que hay que predicar a los hombres el Evangelio, es decir, un mensaje de alegría, el anuncio de la salvación traída por Jesucristo. No se trata de un fardo insoportable de ideas o de nociones, sino de lo que Dios ha hecho por nosotros. Al evangelizado le llega un mensaje, una carta recomendada, personal y urgente; un telegrama dirigido de hermano a hermano: "Ábrelo rápido, lee. Te interesa. Aprovéchalo y da una respuesta inmediata".
Pero no basta sólo con poseer el contenido del mensaje. Se añade: "Déjate poseer por este mensaje. Él quiere guiarte hacia alturas insospechadas en tu vida. Quiere hacerte feliz de verdad". Todos como cristianos estamos llamados a esta misión. La eficacia y el éxito de este envío depende de Dios. Es Él quien da los frutos si nosotros colaboramos y nos prestamos. Hay que confiar y mucho con esa fe de la que hablaba mi profesor de adolescencia.
Sí, el bien tiene la última palabra. Tarde o temprano vencerá. Jesús nos pide también a nosotros que vayamos. No hace falta hacer un largo viaje a una tierra desconocida. El anuncio de la Buena Nueva sin alforja, ni calderilla, ni túnica..., debe llegar al seno de mi familia, a la oficina de trabajo, a todas y cada una de las personas con las que a diario me cruzo por el camino. Con mi testimonio de alegría y de fidelidad estaré evangelizando y experimentaré una felicidad incomparable.
Propósito
Ofrecer mi oración, mi tiempo y mis talentos para impulsar la Nueva Evangelización.
Diálogo con Cristo
Jesús, ante la dificultad que puede presentar la misión, es maravilloso confirmar que no estoy solo. Tú pones personas en mi camino para que me ayuden y, al mismo tiempo, yo puedo ayudar a otros. No quieres que sea mi esfuerzo personal, ni la tecnología ni los programas o los métodos mi seguridad. Tú lo dices claramente, no necesito nada, sólo a Ti. confiar en Ti y en la misión que me has encomendado
Nabor y Félix, Santos
Mártires, 12 de julio
Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Martirologio Romano: En Milán, ciudad de la Liguria, santos Nabor y Félix, mártires, que, siendo soldados oriundos de Mauritania, se dice que sufrieron el martirio en Laus Pompeia (hoy Lodi) y fueron sepultados en Milán (c. 304).
Etimológicamente: Nabor = Aquel que lleva la luz del profeta, es de origen hebreo.
Etimológicamente: Félix = Aquel que se considera Feliz o afortunado, es de origen latino.
Los Santos Nabor y Félix derramaron su sangre por Cristo durante la persecución de Diocleciano (303). En tiempos posteriores, las legendarias actas de estos santos han aparecido, reproducidas de las actas de otros mártires (Víctor, Firmus, y Rusticus). Según éstas, que tienen un incalculable valor histórico, Nabor y Félix eran soldados del ejército romano de Maximiano Hercúleo. Al descubrirse que seguían a Cristo fueron condenados a muerte en Milán y se les decapitó en Lodi. Estos santos testigos de la fe fueron sepultados en Milán y sobre su tumba se erigió una iglesia. Posteriormente, en 1164, sus restos se trasladaron a Colonia, Alemania. San Ambrosio exaltó las virtudes de estos dos mártires.