Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el Hijo del hombre lo será para esta generación
- 12 Octubre 2015
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Evangelio según San Lucas 11,29-32.
Al ver Jesús que la multitud se apretujaba, comenzó a decir: "Esta es una generación malvada. Pide un signo y no le será dado otro que el de Jonás. Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el Hijo del hombre lo será para esta generación. El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón y aquí hay alguien que es más que Salomón. El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás y aquí hay alguien que es más que Jonás.
Nuestra Señora del Pilar
Historia de la Virgen del Pilar. La tradición, tal como ha surgido de unos documentos del siglo XIII que se conservan en la catedral de Zaragoza, se remonta a la época inmediatamente posterior a la Ascensión de Jesucristo, cuando los apóstoles, fortalecidos con el Espíritu Santo, predicaban el Evangelio. Se dice que, por entonces (40 AD), el Apóstol Santiago el Mayor, hermano de San Juan e hijo de Zebedeo, predicaba en España. Aquellas tierras no habían recibido el evangelio, por lo que se encontraban atadas al paganismo. Santiago obtuvo la bendición de la Santísima Virgen para su misión.
Los documentos dicen textualmente que Santiago, "pasando por Asturias, llegó con sus nuevos discípulos a través de Galicia y de Castilla, hasta Aragón, el territorio que se llamaba Celtiberia, donde está situada la ciudad de Zaragoza, en las riberas del Ebro. Allí predicó Santiago muchos días y, entre los muchos convertidos eligió como acompañantes a ocho hombres, con los cuales trataba de día del reino de Dios, y por la noche, recorría las riberas para tomar algún descanso".
En la noche del 2 de enero del año 40, Santiago se encontraba con sus discípulos junto al río Ebro cuando "oyó voces de ángeles que cantaban Ave, María, gratia plena y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de mármol". La Santísima Virgen, que aún vivía en carne mortal, le pidió al Apóstol que se le construyese allí una iglesia, con el altar en torno al pilar donde estaba de pie y prometió que "permanecerá este sitio hasta el fin de los tiempos para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio".
Desapareció la Virgen y quedó ahí el pilar. El Apóstol Santiago y los ocho testigos del prodigio comenzaron inmediatamente a Edificar una iglesia. En aquel sitio y, con el concurso de los conversos, la obra se puso en marcha con rapidez. Pero antes que estuviese terminada la Iglesia, Santiago ordenó presbítero a uno de sus discípulos para servicio de la misma, la consagró y le dio el título de Santa María del Pilar, antes de regresarse a Judea. Esta fue la primera iglesia dedicada en honor a la Virgen Santísima. Muchos historiadores e investigadores defienden esta tradición y aducen que hay una serie de monumentos y testimonios que demuestran la existencia de una iglesia dedicada a la Virgen de Zaragoza. El mas antiguo de estos testimonios es el famoso sarcófago de Santa Engracia, que se conserva en Zaragoza desde el siglo IV, cuando la santa fue martirizada. El sarcófago representa, en un bajo relieve, el descenso de la Virgen de los cielos para aparecerse al Apóstol Santiago. Asimismo, hacia el año 835, un monje de San Germán de París, llamado Almoino, redactó unos escritos en los que habla de la Iglesia de la Virgen María de Zaragoza, "donde había servido en el siglo III el gran mártir San Vicente", cuyos restos fueron depositados por el obispo de Zaragoza, en la iglesia de la Virgen María. También está atestiguado que antes de la ocupación musulmana de Zaragoza (714) había allí un templo dedicado a la Virgen. La devoción del pueblo por la Virgen del Pilar se halla tan arraigada entre los españoles y desde épocas tan remotas, que la Santa Sede permitió el establecimiento del Oficio del Pilar en el que se consigna la aparición de la Virgen del Pilar como "una antigua y piadosa creencia".
Numerosos milagros de la Virgen
En 1438 se escribió un Libro de milagros atribuidos a la Virgen del Pilar, que contribuyó al fomento de la devoción hasta el punto de que, el rey Fernando el católico dijo: "creemos que ninguno de los católicos de occidente ignora que en la ciudad de Zaragoza hay un templo de admirable devoción sagrada y antiquísima, dedicado a la Sta.y Purísima Virgen y Madre de Dios, Sta. María del Pilar, que resplandece con innumerables y continuos milagros".
El Gran milagro del Cojo de Calanda (1640) Se trata de un hombre a quien le amputaron una pierna. Un día años mas tarde, mientras soñaba que visitaba la basílica de la Virgen del Pilar, la pierna volvió a su sitio. Era la misma pierna que había perdido. Miles de personas fueron testigos y en la pared derecha de la basílica hay un cuadro recordando este milagro. El Papa Clemente XII señaló la fecha del 12 de octubre para la festividad particular de la Virgen del Pilar, pero ya desde siglos antes, en todas las iglesias de España y entre los pueblos sujetos al rey católico , se celebraba la dicha de haber tenido a la Madre de Dios en su región, cuando todavía vivía en carne mortal.
Tres rasgos peculiares que caracterizan a la Virgen del Pilar y la distinguen de las otras:
1- Se trata de una venida extraordinaria de la Virgen durante su vida mortal. A diferencia de las otras apariciones la Virgen viene cuando todavía vive en Palestina: ¨Con ninguna nación hizo cosa semejante", cantará con razón la liturgia del 2 de enero, fiesta de la Venida de la Virgen.
2- La Columna o Pilar que la misma Señora trajo para que, sobre él se construyera la primera capilla que, de hecho, sería el primer Templo Mariano de toda la Cristiandad.
3- La vinculación de la tradición pilarista con la tradición jacobea (del Santuario de Santiago de Compostela). Por ello, Zaragoza y Compostela, el Pilar y Santiago, han constituido dos ejes fundamentales, en torno a los cuales ha girado durante siglos la espiritualidad de la patria española.
Simbolismo del pilar
El pilar o columna: la idea de la solidez del edificio-iglesia con la de la firmeza de la columna-confianza en la protección de María. La columna es símbolo del conducto que une el cielo y la tierra, "manifestación de la potencia de Dios en el hombre y la potencia del hombre bajo la influencia de Dios". Es soporte de los sagrado, soporte de la vida cotidiana. María, la puerta del cielo, la escala de Jacob, ha sido la mujer escogida por Dios para venir a nuestro mundo. En ella la tierra y el cielo se han unido en Jesucristo. Las columnas garantizan la solidez del edificio, sea arquitectónico o social. Quebrantarlas es amenazar el edificio entero. La columna es la primera piedra del templo, que se desarrolla a su alrededor; es el eje de la construcción que liga entre si los diferentes niveles. María es también la primera piedra de la Iglesia, el templo de Dios; en torno a ella, lo mismo que los apóstoles reunidos el día de pentecostés, va creciendo el pueblo de Dios; la fe y la esperanza de la Virgen alientan a los cristianos en su esfuerzo por edificar el reino de Dios.
Vemos en Ex 13, 21-22, que una columna de fuego por la noche acompañaba al pueblo de Israel peregrino en el desierto, dirigiendo su itinerario. En la Virgen del Pilar el pueblo ve simbolizada "la presencia de Dios, una presencia activa que, guía al pueblo de elegido a través de las emboscadas de la ruta".
Liturgia Eucarística del Pilar:
Los textos utilizados son: en la primera lectura, 1 Crónicas 15, donde se recuerda a la Virgen simbolizada por el arca de la alianza, la presencia de Dios en medio de su pueblo, a través de María, lo cual es gozo para la Iglesia. La segunda lectura (He 1, 12-14) y el evangelio (Lc. 11, 272-28) nos hablan también de la presencia de la Virgen en la iglesia y de las alabanzas que el pueblo le tributa. El prefacio celebra las maravillas que Dios ha realizado en María, "esperanza de los fieles y gozo de todo nuestro pueblo". Durante la oración colecta se pide por intercesión de la Virgen "fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor", así como en la oración de las ofrendas, donde se muestra el deseo de "permanecer firmes en la fe".
Antífona de entrada: se piensa en la Virgen como "la columna que guiaba y sostenía día y noche al pueblo en el desierto", y en el salmo responsorial se recuerda "el Señor me ha coronado, sobre la columna me ha exaltado".
En el aleluya: "afianzó mis pies sobre la roca y me puso en la boca una cántico nuevo".
Domina en la liturgia la idea de la presencia de María en la Iglesia y de la firmeza que su intercesión y su devoción procura al pueblo de Dios.
El día 12 de octubre de 1492, precisamente cuando las tres carabelas de Cristóbal Colon avistaban las desconocidas tierras de América, al otro lado del Atlántico, los devotos de la Virgen del Pilar cantaban alabanzas a la Madre de Dios en su santuario de Zaragoza, pues ese mismo día, conocido hoy como el Día de la Raza, era ya el día de la Virgen del Pilar.
La Basílica de la Virgen del Pilar es la mas extraordinaria que tiene España como prueba de una antiquísima y profunda devoción por la Santísima Virgen María. Esa gran basílica mariana con sus once cúpulas y sus cuatro campanarios es famosa en el mundo entero, puesto que en el año 40 AD se apareció ahí la Madre de Dios al Apóstol Santiago. La Virgen vino mientras aún vivía en la tierra. Es decir apareció en carne mortal. Desde entonces, a través de los siglos, ha mostrado su protección especial con repetidas gracias, milagros y portentos, ganándose la piedad de los españoles, que le tributan culto con gran devoción.
El interior de la Basílica es de una gran belleza y una serena grandiosidad. Toda la traza del templo está acomodada a la idea, siempre defendida por el Cabildo del Pilar, de no mover de su sitio la Sagrada Columna de la Virgen. La Basílica de Nuestra Señora del Pilar es visitada por millares de personas cada día. Son los hijos que vienen a rezarle a su madre quien nunca los abandona.
Historia de la Basílica
Al principio del siglo XVI, el arzobispo Alonso de Aragón, hijo del rey católico, transformó en estilo gótico la iglesia anterior, erigida en el lugar mismo de la aparición de la Virgen, que quedó así incluida desde entonces dentro del templo; el lugar mas sagrado de esta capilla lo constituía y lo sigue constituyendo el que ocupa la santa columna, su mas preciada reliquia, en la que se asienta la imagen de la Virgen.
Por la necesidad que se vio de cobijar a las inmensas muchedumbres de peregrinos y poder atender mejor a los numerosos asistentes en los actos de culto, en 1681 se puso la primera piedra del nuevo templo, donde se incluyó también la santa capilla, conservando intacto el lugar de asentamiento de la columna de la Virgen. En 1872 se concluyeron las diversas capillas y cúpulas, mas tarde se añadirán las cuatro torres, la última se concluyó en 1961.
Los sitios de Zaragoza, (1808) durante la guerra de independencia, dieron notoriedad a la devoción de la Virgen del Pilar. Junto a su manto se reunía el pueblo buscando en ella protección y aliento; se le representaba velando el sueño de los soldados y se le nombró: "capitana de la tropa aragonesa". Un siglo mas tarde en 1908, la devoción a la Virgen del Pilar, afianzo su dimensión hispánica con el tributo que se le ofreció de todas las banderas de las naciones hispanoamericanas, que cuelgan actualmente en los muros del Pilar.
El Papa Juan Pablo II en 1984, al hacer escala en su viaje a Santo Domingo para iniciar la conmemoración del descubrimiento de América, reconoció a la Virgen del Pilar como "patrona de la hispanidad".
No nos podemos olvidar la importancia que tuvo en aumentar la devoción a la Virgen del Pilar, la guerra civil de 1936-1939. Las tres bombas que cayeron sobre el templo no estallaron y muchos vieron en este hecho un signo de la especial protección de la Virgen sobre las tropas nacionalistas. De toda España acudían peregrinos a pie a dar gracias a la Virgen por haberlos librado de los peligros de la guerra.
La jota, símbolo aragoné
Arquetipos de Aragón
La Virgen del Pilar, San Jorge y el dragón, Pedro Saputo
Andrés Ortis-Osés, 11 de octubre de 2015 a las 11:30
Virgen del Pilar
El mudéjar sería un buen símbolo de esta característica aragonesa, seca o tosca por fuera e irrigada o emotiva por dentro
(Andrés Ortiz-Osés).- Somos igual que nuestra tierra:suaves como la arcilla, duros del roquedal (J.A. Labordeta). Los arquetipos son las figuras míticas o legendarias, tradicionales, en el caso de Aragón la Virgen del Pilar, San Jorge y el dragón, Pedro Saputo. El Pilar representa un trasfondo matriarcal-religioso, San Jorge en lucha con el dragón negro o goyesco un fondo heroico-patriarcal, y el Pedro Saputo el moderno antihéroe de Braulio Foz.
Junto a los arquetipos se sitúan los prototipos, figuras modélicas aragonesas, como el Papa Luna o Fernando el Católico, Miguel Servet o Ramón y Cajal, Baltasar Gracián, Francisco de Goya o Luis Buñuel. Los hermanos Labordeta, José Antonio y Miguel, serían los prototipos contemporáneos del aragonés castizo y crítico respectivamente.
Tras los arquetipos y los prototipos aragoneses están los tipos vivos o vivientes, con sus caracteres típicos. La caracteriología clásica aragonesa es individual e incluso individualista, pero se deja observar un rasgo patriarcal y autoafirmativo, en medio de cierta extroversión más obvia en el sur que en el norte, en el llano que en la montaña.
Con ello entramos en el capítulo de los tópicos, los cuales son tipismos o lugares comunes. Obviamente hay de todo en las tierras de Aragón, pero se advierte el contraste señalado entre norte y sur, arriba y abajo, montaña y llano. Ahora bien, este contraste parece anidado en la propia psicología típico/tópica del aragonés, a la vez suyo o terco y abierto o noblote, brusco y sentido, abrupto y dúctil. El mudéjar sería un buen símbolo de esta característica aragonesa, seca o tosca por fuera e irrigada o emotiva por dentro. También la Jota funciona como un símbolo aragonés del grito sordo y el susurro adentro (recuérdese a Miguel Fleta). Finalmente es el Tambor el símbolo que expresa la rudeza aragonesa y su refinamiento artístico.
La bandera de Aragón, con su colorido rojo y amarillo, recoge bien el contraste entre el color de la sangre y el fuego, junto al color pálido introvertido o introversor de la energía psíquica. Por su parte, en el escudo de Aragón comparecen los rasgos contrastados de nuestra Autonomía, situada entre la conquista exterior o mediterránea y la reconquista interior o española.
Los viejos arquetipos de Aragón han sido siempre duros y tersos, fuertes y recios, pero hay un fructífero ablandamiento cuasi femenino de semejante estructura patriarcal, gracias a la interacción conjugada en la modernidad de la educación y la cultura, de la democratización y la urbanización, de la realización hidrológica y la imaginación del agua: desde el canal de Aragón y Cataluña al canal de los Monegros, desde Joaquín Costa a la reciente Expo del agua en Zaragoza.
No se les dará otra señal que la de Jonás
Lucas 11, 29-32. Tiempo Ordinario. Cristo, clavado en la cruz, es la gran señal de amor que anhelamos.
Oración introductoria
Padre, te pedimos que Cristo, clavado en la cruz, sea para nosotros la gran señal que anhelamos. La prueba de un amor incondicional y desinteresado.
Petición
Señor, ayudanos a ser "señales" para nuestro prójimo. Que cuando nos vean actuar, sepan y crean que existe el amor.
Meditaciòn del Papa Francisco
Su sordera expresa la incapacidad de escuchar y de comprender no solo las palabras de los hombres, sino también la Palabra de Dios. Y san Pablo nos recuerda que “la fe nace de la escucha de la predicación” […]
Dios no está cerrado en sí mismo, sino que se abre y se pone en comunicación con la humanidad. En su inmensa misericordia, supera el abismo de la infinita diferencia entre Él y nosotros, y sale a nuestro encuentro. Para realizar esta comunicación con el hombre, Dios se hace hombre: no le basta hablarnos a través de la ley y los profetas, sino que se hace presente en la persona de su Hijo, la Palabra hecha carne. Jesús es el gran “constructor de puentes” que construye en sí mismo el gran puente de la comunión plena con el Padre.
Pero este Evangelio nos habla también de nosotros: a menudo nosotros estamos replegados y encerrados en nosotros mismos, y creamos muchas islas inaccesibles e inhóspitas. Incluso las relaciones humanas más elementales a veces crean realidades incapaces de apertura recíproca: la pareja cerrada, la familia cerrada, el grupo cerrado, la parroquia cerrada, la patria cerrada. Y esto no es de Dios. Esto es nuestro. Es nuestro pecado. (Ángelus, S.S. Francisco, 6 de septiembre de 2015).
Reflexión
Deseamos una seguridad, una certeza. Queremos tener ante nuestros ojos una prueba, un milagro. Cada día es una buena ocasión para buscarla, o, más bien para encontrarla, para contemplarla, porque ya la tenemos. Cristo, clavado en la cruz, es la gran señal que anhelamos. La prueba de un amor incondicional y desinteresado; un amor que se entrega hasta el extremo de dar la vida por el amigo. El crucificado nos hace ver un milagro más extraordinario que cualquier otro: el del amor, que se demuestra en el dolor. Basta que le contemplemos detenidamente para que obtengamos una plena seguridad sobre la cual construir nuestra vida: la de sabernos y sentirnos profundamente amados. Esta señal constituye también una invitación. Cristo nos invita a convertirnos en “señales” para nuestro prójimo. Que cuando nos vean actuar, sepan y crean que existe el amor. Que por nuestro modo de vivir, tengan la seguridad de que vale la pena ser seguidor del hombre que aparentemente fue derrotado en la cruz. Para ser “señales”, pruebas vivas, hay que aprender como Cristo, a subir a la cruz. Ahí está la señal del amor.
Propòsito
Acercarme a un crucufico y pedirle a Jesùs que me enseñe a ser señal de amor para mi familia, trabajo, amigos.
Diálogo con Cristo
Señor, todo está bajo tu dominio menos mi libertad, porque Tú respetas mi decisión de cumplir o no tu voluntad. Me has dado tu Palabra en el Evangelio, te me ofreces en la Eucaristía, para que tu presencia viva transforme todo mi ser: inteligencia, voluntad, afectos, imaginación y sentimientos. Haz, Jesús, que sepa apreciar estos dones y que aproveche todas las oportunidades, circunstancias y situaciones de mi vida para amarte más.
La imagen de la Virgen del Pilar
Zaragoza, España
La devoción pilarista sostiene que la columna no ha variado jamás su emplazamiento
De acuerdo con una antiquísima tradición, venerada y viva a lo largo de los siglos, la Virgen María cuando todavía moraba en este mundo, es decir, antes de subir en cuerpo y alma a los cielos, vino a Zaragoza para confortar y alentar al Apóstol Santiago que, a la sazón, se encontraba a las orillas del río Ebro, predicando en Evangelio. Este hecho, desde fecha inmemorial, se sitúa en al noche del 2 de enero del año 40 de la era cristiana. Esta tradición queda artística y maravillosamente expresada en el conjunto que compone la Santa Capilla. Nada queda de la apariencia de la posible efigie de la Virgen, que acaso resultase destruida en el incendio de 1434-1435, que dejó en cenizas (según queda documentado) el retablo que había en la Capilla.
La imagen que se conserva de la Virgen del Pilar es una efigie de madera, monoxila, en bulto redondo, de 36 cm. de altura, labrada según los cánones de la mejor escultura gótica europea de la primera mitad del siglo XV, por Juan de la Huerta (según estudios de María del Carmen Lacarra). Representa a María como Reina y Madre, coronada, con regio vestido gótico de gran recato, abotonado desde la cintura y con cuello alzado y también abotonado; es una larga vestidura ceñida por un cinturón con hebilla, abrochado a la altura de su lugar natural; por debajo del vestido asoma discretamente el final puntiagudo del calzado de sus pies, el derecho más visible que el izquierdo, algo retraído; una gran pieza de paño, que sirve a la vez de capa y tocado, sobre la cual ciñe la sencilla corona, la envuelve casi por completo y deja ver parte del peinado suavemente ondulado de su cabello; la mano derecha sostiene un amplio pliegue de este ropaje que, extendido desde el costado izquierdo de la Virgen, cubre todo su abdomen en un primer plegamiento, y la parte alta de su pierna derecha y casi toda la izquierda, en otro interior.
El Niño, a quien la Madre mira desde atrás, reposa sentado sobre la mano izquierda, en cuenco, y la cadera materna, sostenido por el brazo de María; aparece desnudo y despreocupado, en posición casi frontal, algo girado a su derecha, y con las piernas, cruzadas, el talón izquierdo sobre la pierna derecha; sujetar por debajo de las alas abiertas cuerpo de un avecilla, acaso paloma simbólica de la divinidad o del alma humana, cuya cabeza apunta al cinturón de la Virgen; el Niño extiende el brazo derecho que cruza el pecho de su Madre, para asir al borde del manto. Las partes visibles del cuerpo de María (rostro, cabello y manos) y del Niño tuvieron pigmentos de entonación naturalista. La imagen fue restaurada, por iniciativa del Cabildo Metropolitano, en septiembre de 1990, por el Instituto del Patrimonio Histórico Español.
La imagen de la Virgen está sobre un pilar, mejor dicho, sobre una columna de jaspe de 1,70m.de altura y un diámetro de 24 cm.; está forrado en bronce y después con plata.
La devoción pilarista sostiene que la columna no ha variado jamás su emplazamiento desde la fecha en que la tradición sitúa la venida de María, aún en vida, a César Augusta, en la que con poco éxito predicaba el Evangelio Santiago el Mayor. En 1596 Felipe II donó, como manifestación de su devoción mariana y pilarista, los dos ángeles de plata que siguen haciendo guardia de honor a la Virgen, y son los únicos elementos artísticos de la antigua Capilla que permanecen en la dieciochesca de Ventura Rodríguez.
Fueron recibidos en el Santuario el 24 de marzo del mismo año. Su artífice fue el platero Diego Arnal. Está documentado hasta el peso y el valor de los metales preciosos (141 marcos y 6 onzas de plata por valor de 992 libras jaquesas y 5 sueldos; y 5,5 libras de oro para los escudos, por valor de 5 libras jaquesas y 10 sueldos) y el precio de las hechuras (6 libras jaquesas por encarnar los rostros y las manos, y 1.000 libras por la hechura de los ángeles. A los 10 días de recibirlos el Cabildo determinó poner velas blancas en los candeleros que portan los ángeles; y desde entonces se conserva la tradición e reservar para los ángeles del Camarín de la Virgen las velas de cera más pura. La imagen de la Virgen del Pilar, que los fieles contemplan en su camerino de la Santa Capilla está, coronada con corona imperial y en el centro de la misma, con una aureola de brillantes. A sus pies, rodeando el pilar, viste uno de los muchos mantos ofrecidos por los fieles.
Los días 2, 12 y 20 de cada mes la Imagen aparece sobre la columna, sin el manto, dejando ver la guarnición semicilíndrica de plata labrada. En estos días se recuerdan: La fiesta de la Venida de la Virgen (2 de enero);
La fiesta del Pilar (12 de octubre) y la fiesta de la Coronación Canónica ( 20 de mayo de 1905).
Los Mantos de la Virgen del Pilar
El manto más antiguo que posee la Virgen fue confeccionado por las Madres Capuchinas de Zaragoza en 1762 y sigue en uso
Los mantos constituyen a lo largo de los siglos la proyección de la devoción a la Santísima Virgen del Pilar fuera de la basílica. Y, aun dentro de la misma, es un manto la mejor ofrenda que, también desde siempre, ha sido hecha por sus fieles devotos. La primera noticia que hasta el momento se posee sobre los mismos data de 1504. En su testamento, recogido en el protocolo del notario de Zaragoza Martín de la Zaida, Juan Benedic dona a la Santísima Virgen 100 sueldos para que le sea confeccionado un manto. Estamos, pues, en los albores del siglo XVI. Avanzado este mismo siglo, en 1577, otro protocolo notarial, el de don Pablo de Gurrea, nos ofrece ya un catálogo de 72 mantos con su descripción y tasación concretas.
El que la tasación vaya desde los dos escudos hasta los noventa parece indicar que la donación de mantos a la Santísima Virgen no sólo provenía de clases altas, sino de todas las clases sociales.
A partir de esta fecha, se va sucediendo ya ininterrumpidamente la donación de mantos a la Virgen hasta hoy. El más antiguo que actualmente posee la Virgen es el donado por el Cabildo en 1762, que fue confeccionado por las Madres Capuchinas de nuestra ciudad y que sigue en uso. El más moderno, hasta el momento de la confección de esta página, es el donado por los sobrinos del matrimonio fallecido Manuel Estrada y Antonia Marcos, en cumplimiento de la voluntad de los fallecidos. Ha sido donado el día 22 de Junio del 2001. Es de color blanco y tiene bordada la Santa Columna.
La colocación del manto sobre la Imagen no ha sido siempre igual. Antiguamente el manto se le colocaba a la Virgen muy alto, tanto que únicamente quedaban al descubierto las cabezas de la Virgen y del Niño. Así puede verse en un cuadro existente en la sala capitular de La Seo y en un medallón expuesto en el Museo Pilarista. En el siglo XVIII, según señala, entre otros autores, Mullé de la Cerda, a instancias quizá del mismo Ventura Rodríguez, se bajó lo suficiente como para dejar al descubierto casi toda la Imagen; así se colocaba hasta 1969 el manto del Cabildo el 12 de octubre de cada año. Solamente muy a finales del siglo XIX el manto comenzó a ser colocado como se encuentra en la actualidad, dejando al descubierto toda la Imagen, tapando solamente el Pilar, y no todo, pues pueden verse, por la parte inferior del manto , unos 30 cm. del mismo.
La forma de todos los mantos es la proyección plana de un tronco de cono. La línea recta que, hallándose totalmente extendido un manto, une los vértices superiores, mide 0,47 m. Y la qué une los dos inferiores, 1,39 m. La altura total del manto es de 0,85 m., y queda reducida en los bordes laterales a 0,79m.
Cada noche, después que los silencieros invitan a los fieles a abandonar la basílica y ésta queda vacía, el capellán de la Virgen sube las escalerillas y procede devotamente a retirar de la Imagen el manto que tuvo puesto durante el día y le coloca el que lucirá al día siguiente. Éste queda sujeto al santo Pilar sobre un portamantos de duraluminio, forrado de terciopelo azul; a él se sujetan los mantos con las cintas que llevan cosidas para ello en los bordes superiores y quedan los laterales inferiores colocados hacia atrás y sujetos por el mismo portamantos.
En tiempos recientes ha habido siempre fechas durante el mes en que a la Virgen se la ha dejado sin manto. Estas fechas eran dos al mes hasta 1982: el 2 y el 12; en octubre, el 2 y el 19, pues al llevar manto el día de la festividad, se le deja sin él al terminar su octava. En la actualidad son tres: el día 2, en recuerdo del 2 de enero, en que se conmemora la venida de María en carne mortal a Zaragoza; el día 12, en recuerdo del día de su fiesta, 12 de octubre, día en el que la imagen luce el manto del Cabildo, y el día 20, como recuerdo del aniversario de la coronación canónica de la Virgen, 20 de mayo de 1905.
El manto que viste la Virgen coincide con el color de la liturgia del día, excepto en festividades concretas o situaciones especiales. Entre las primeras pueden citarse: San Jorge, la Asunción, Cristo Rey, la Inmaculada, Navidad, Pascua de Resurrección, Santísima Trinidad, San Pedro, Santiago, Jueves y Viernes Santo, 12 -de octubre, Santa Cecilia, San Valero, etcétera. Y, como situaciones especiales, son indicativas: el triduo y fiesta de la Corte de Honor, la de la Guardia Civil, músicos, bomberos, agentes de la propiedad inmobiliaria, Adoración Nocturna, telecomunicaciones y el Jueves Sacerdotal de cada mes; o la visita de la familia real, la presentación ante la Virgen de los caballeros cadetes, el aniversario de la fundación de las Hijas de la Caridad.de Santa Ana, etcétera... Y los mantos "hispánicos" que lleva la Virgen en la fiesta nacional del respectivo país. El número de mantos que posee la Virgen supera en la actualidad los trescientos. Constantemente se está recibiendo nuevas donaciones.
Los primeros donantes de los que se tiene noticia fidedigna, aparte el anteriormente citado, Juan Banedic, son casi todos ellos miembros de la nobleza. Así aparece el conde de Perelada, que " por su gran debocion a N . S´. del Pilar avía hecho donación de un Mantico " (año 1717); la condesa de Oñate, en 1834; la duquesa de Villahermosa, en 1840, tasado el manto en 7.000 reales de vellón; la condesa de Fuentes, en 1843; la duquesa de Fernán Núñez, tasado en 20.000 reales de vellón, en 1844, o cantidades de dinero para confeccionar un manto. Pero aparecen también desde el principio donantes anónimos de mantos con la simple indicación de "un devoto" (1760). La Santísima Virgen posee algunos mantos de mayores dimensiones. Uno de ellos es el ya citado del Cabildo, cuyos espacios libres se cubrían con joyas el día de la fiesta de Nuestra Señora del Pilar, hasta 1970, año en que terminó una tradición de la que se tiene noticia al menos ya en 1702, en que el Cabildo resuelve que " se dé una joya a la Reyna N. S. y que el Sr. Dean poniéndola en Ntra. Sra. del Pilar quando venga a visitarle se tome del manto y se la dé a la Reyna ". Tradición que continúa en 1720, en que don Lorenzo Almenguar de la Mota regaló a la Imagen de la Virgen un pectoral de oro guarnecido con veinte esmeraldas "para en parte el adorno del manto en los días y tiempo que pareciera conveniente ". De todo ello dan fe los libros de actas del Cabildo, en los años 1702 y 1734.
Se podría analizar cada uno de los mantos de la Virgen y definir todas sus características. Tomamos como síntesis las palabras de don Juan Antonio Gracia, publicadas en la revista "El Pilar" de 26 de marzo de 1976: "Podréis admirar en unos la filigrana del bordado, en otros la riqueza del tejido, en éstos la calidad de los hilos, en aquéllos la habilidad del artesano. Quizá ya no os será tan fácil descubrir lo que hay escondido detrás de cada uno de estos retazos de tela; y, sin embargo, es necesario resaltarlo para comprender esta faceta tan popular de la devoción de un pueblo a la Santísima Virgen. Estos mantos están hechos, sobre todo, con amor. Un amor que es ofrenda o súplica, acción de gracias u homenaje, promesa o perdón". Una sección especial la ocupan los mantos "hispánicos", así llamados porque engloban los recibidos de las naciones hispanoamericanas y Filipinas. Cantidades notables de mantos ya en desuso están hoy distribuídos por iglesias, capillas y familias de todos los continentes, de ordinario sobre imágenes de la Virgen del Pilar, para las que el Cabildo los regala a petición de sacerdotes y comunidades. Existen además los "mantos misioneros". El servicio que tienen encomendado ha sido y sigue siendo dar consuelo a los enfermos y manifestar la amorosa cercanía de la Virgen en esos momentos de dolor. El año 1700, enfermo Carlos II, el Cabildo acuerda el día 29 de octubre enviarle un manto de la Virgen que le acompañe en su enfermedad. El manto llega después de haber muerto el rey y el Cabildo acuerda escribir a su agente en Madrid para que hable con el confesor de la reina, a fin de que éste le comunique el envío del manto y su llegada tardía. Éste, además de esta comunicación, le entrega a la reina el manto.
El manto donado por la reina regente María Cristina viaja a Roma en febrero de 1941, para servir de consuelo en su última enfermedad a su hijo, el rey Alfonso XIII; este mismo manto fue enviado a Lausana en marzo de 1969 y bajo su amparo murió la reina Victoria Eugenia.
En la basílica, en la misma sacristía de la Virgen, existe el libro de registro de salida. Él da fe de este amor sencillo e íntimo, profundo y sincero, de los hijos enfermos a su Madre y Señora. Ella es su consuelo y no es raro leer en las esquelas de defunción: "Falleció bajo el manto de la Virgen del Pilar".
En 1941 fueron confeccionados 500 mantos para esta misión, y para ella fueron usados, una vez pasados por la Virgen. En 1983, han sido hechos otros 500. El deseo sigue siendo siempre el mismo: "Que no quede pueblo o ciudad de España o de las naciones hispanas sin proporcionar este beneficio a sus enfermos. Que en su lecho de muerte reciban el abrazo de Nuestra Señora del Pilar, que abra sus almas a la Fe, a la Esperanza y al Amor".