«Y al momento recobró la vista y seguía a Jesús por el camino»
- 25 Octubre 2015
- 25 Octubre 2015
- 25 Octubre 2015
Sínodo de la familia
Se examinará caso por caso la comunión de los divorciados vueltos a casar
Un Sínodo "sin vencedores ni vencidos" a costa de no ofrecer salidas concretas
Documento conciliador, basado en el acompañamiento y en el discernimiento
Redacción, 24 de octubre de 2015 a las 20:31
Tras escuchar a su 'Senado', el Papa puede decidir. Tiene margen para ello. Y es, sin duda, capaz de hacerlo
(José M. Vidal).- No hay vencedores ni vencidos. Ni la tesis de los principios innegociables ni la antítesis de 'hay que cambiarlo todo', sino la síntesis entre ambas sensibilidades. La doctrina se puede y se debe 'aggiornar', para que la Iglesia pueda seguir siendo lo que quiso su fundador: casa de la misericordia y hospital de campaña. "Porque no necesitan médico los sanos, sino los enfermos" (Lc. 5,31). Pero, paso a paso y gradualmente. Por eso, los padre sinodales han entregado a Francisco un documento integrador, donde se sentirán reflejadas las diversas tendencias. Porque es un documento de consenso y sin rupturas. Un documento orientador para que el Papa, con él en la mano, vaya decidiendo poco a poco los pasos concretos a seguir dando. De ahí que, tras meces de deliberaciones y debates duros entre moderados y conservadores, la Iglesia haya buscado, como hace siempre, la comunión. Y para eso, el documento no baja ni puede bajar a lo concreto. Se mantiene en criterios generales y en orientaciones genéricas. Criterios para discernir cada situación, no soluciones ni recetas generales. Eso sí, criterios con visión de futuro y cargados de esperanza. No hay morbo en el documento. Los temas más polémicos, como el de la homosexualidad o el del acceso a la comunión de los divorciados vueltos a casar, se tratan, pero no se zanjan. Sobre los gays, la Iglesia sigue remitiéndose al Catecismo: respeto y misericordia con el pecador, pero sin absolver su pecado.
Y, en el tema de la comunión de los divorciados, es la propuesta del cardenal Schonborn la que sale victoriosa del Sínodo. Una propuesta que, como buen dominico, el purpurado de Viena, buscó en Santo Tomás de Aquino. Se trata de la doctrina del "fuero interno", es decir que cada persona decida en función de su conciencia bien formada y que el obispo, tras escuchar a cada persona, tome las oportunas decisiones. Sin juicios, sin tener que recurrir a Roma y sin miedo a la misericordia. Sigue igual la doctrina, pero cambian los acentos y se abren caminos de futuro. La mayoría moderada de los padres sinodales es consciente de que "lo mejor es enemigo de lo posible". En estos momentos, concretar la misericordia que quiere el Papa con los gays y con los divorciados podía romper la Iglesia y llevar al cisma. Por eso han optado por pacificar y poner las bases para que se puedan ir abriendo pequeñas grietas en el hormigón armado de la doctrina. Saber esperar es un arte y la Iglesia, sabia de sus dos mil años de Historia, lo practica.
Esperar para que la fruta madure, para que el consenso se amplíe y fragüe sin rupturas. La institución sólo dará pasos en los campos delicados de la moral sexual y familiar, cuando se lo permita el "sensus fidelium". Es decir, cuando sea la opinión muy mayoritaria entre sus fieles. Es la ley de la "salus animarum". Resultados escasos, dirán muchos. Y es que los medios habían creado excesivas expectativas. El 'Sínodo mediático' esperaba una revolución. Y el 'Sínodo real' le ha servido las bases de una reforma que puede cuajar en el futuro. Las luces cortas de los medios contra las largas de la Iglesia, que se mueve en el tiempo teológico de la eternidad. La revolución eclesial es para mañana.
En todo caso, la misericordia actuante con gays y divorciados tendrá que esperar. A no ser que el Papa (que tiene la última palabra en esto y en todo lo demás) crea que la prudencia de sus sinodales es excesiva y que, para que la Iglesia sea realmente "un hospital de campaña", hay que "hacer lío" y dar salida ya a estos "descartados" de la institución. Si la ley del descarte no vale en la sociedad civil, menos aún en la eclesial. Tras escuchar a su 'Senado', el Papa puede decidir. Tiene margen para ello. Y es, sin duda, capaz de hacerlo. Por algo es el Papa de la esperanza.
Pide evitar injustas discriminaciones a los homosexuales
El documento final del Sínodo sobre la familia, cuyos 94 puntos fueron aprobados hoy en su totalidad por una mayoría de dos tercios, pide evitar injustas discriminaciones a homosexuales.
El tema del acercamiento de la Iglesia a los homosexuales queda recogido en un punto, en el que se explica que "cada persona, independientemente de su propia tendencia sexual,tiene que ser respetada en su dignidad, y acogida con respeto, con el cuidado de evitar cualquier marca de injusta discriminación".
El resto de ese apartado pide atención de la Iglesia para "acompañar a las familias con un miembro homosexual".
Esta es la única referencia a la acogida de homosexuales por parte de la Iglesia católica en este texto, en el que también se reitera que "no existe algún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el diseño de Dios sobre el matrimonio y la familia".
También en este punto, que recibió 221 votos a favor y 37 contrarios, se explica que se considera "inaceptable" que las Iglesias locales sufran "presiones en esta materia por parte de organismos internacionales que condicionan las ayudas financieras a países pobres a la introducción de leyes que incluyan el matrimonio entre personas del mismo sexo".
Algunos de los 270 padres sinodales que participaron en el Sínodo ya habían anticipado que el tema de la acogida de los homosexuales no iba a ser ampliamente reflejado en el documento al considerar que no se podía incluir en la temática general de la familia.
Por ello, solo habría una cita a la no discriminación, pero sí a la atención a las familias con un miembro homosexual.
Las votaciones se han realizado separadamente por cada uno de los 94 párrafos, que se referían a cuestiones distintas. El de la readmisión de los divorciados católicos vueltos a casarse, por ejemplo, ha obtenido 178 votos positivos, pero 80 negativos, o sea un solo voto de margen. En cualquier caso, todos las 94 cuestiones han obtenido el 'quorum' necesario.
En el caso de los divorciados católicos los obispos y los curas decidirán sobre la readmisión "caso por caso", ya que el sínodo considera necesario examinar la vida personal de quien se ha vuelto a casar, tal vez con hijos del primer matrimonio y otros del segundo a los que acude de manera distinta o no acuda por nada.
Curarnos de la ceguera
¿Qué podemos hacer cuando la fe se va apagando en nuestro corazón? ¿Es posible reaccionar? ¿Podemos salir de la indiferencia? Marcos narra la curación del ciego Bartimeo para animar a sus lectores a vivir un proceso que pueda cambiar sus vidas.
No es difícil reconocernos en la figura de Bartimeo. Vivimos a veces como «ciegos», sin ojos para mirar la vida como la miraba Jesús. «Sentados», instalados en una religión convencional, sin fuerza para seguir sus pasos. Descaminados, «al borde del camino» que lleva Jesús, sin tenerle como guía de nuestras comunidades cristianas.
¿Qué podemos hacer? A pesar de su ceguera, Bartimeo «se entera» de que, por su vida, está pasando Jesús. No puede dejar escapar la ocasión y comienza a gritar una y otra vez: «ten compasión de mí». Esto es siempre lo primero: abrirse a cualquier llamada o experiencia que nos invita a curar nuestra vida.
El ciego no sabe recitar oraciones hechas por otros. Solo sabe gritar y pedir compasión porque se siente mal. Este grito humilde y sincero, repetido desde el fondo del corazón, puede ser para nosotros el comienzo de una vida nueva. Jesús no pasará de largo.
El ciego sigue en el suelo, lejos de Jesús, pero escucha atentamente lo que le dicen sus enviados: «¡Ánimo! Levántate. Te está llamando». Primero, se deja animar abriendo un pequeño resquicio a la esperanza. Luego, escucha la llamada a levantarse y reaccionar. Por último, ya no se siente solo: Jesús lo está llamando. Esto lo cambia todo. Bartimeo da tres pasos que van a cambiar su vida. «Arroja el manto» porque le estorba para encontrarse con Jesús. Luego, aunque todavía se mueve entre tinieblas, «da un salto» decidido. De esta manera «se acerca» a Jesús. Es lo que necesitamos muchos de nosotros: liberarnos de ataduras que ahogan nuestra fe; tomar, por fin, una decisión sin dejarla para más tarde; y ponernos ante Jesús con confianza sencilla y nueva.
Cuando Jesús le pregunta qué quiere de él, el ciego no duda. Sabe muy bien lo que necesita: «Maestro, que pueda ver». Es lo más importante. Cuando uno comienza a ver las cosas de manera nueva, su vida se transforma. Cuando una comunidad recibe luz de
Jesús, se convierte. José Antonio Pagola. (Marcos 10,46-52)
30 Tiempo Ordinario - B
XXX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, “B”
(Jer 31, 7-9; Sal 125; Hbr, 5, 1-6; Mc 10, 46-52)
LA ALEGRÍA DE LA FE
Una recomendación muy útil para avanzar por el camino espiritual, e incluso por el camino de la existencia, es guardar memoria de lo vivido, de manera especial de los momentos más recios, en los que todo parecía inclinado a la derrota, y de manera providente se convirtió en experiencia de gracia y de favor, como cuenta el profeta que le sucedió al pueblo de Israel en tiempos del exilio. “Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por el mejor de los pueblos; proclamad, alabad y decid: El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel” (Jr 31, 7-8). Cuando se han vivido circunstancias aciagas, en las que no faltaron los trabajos, las penosidades, y hasta las lágrimas, al recordar esos momentos difíciles de la vida, si después se tornaron motivo de bendición, se comprenden muy bien las expresiones del salmista: “El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres” (Sal 125). Tengo que reconocer que el salmo 125 lo hemos personalizado en Buenafuente al recordar los años de penuria, ruinas y soledad, y al celebrar, después, la afluencia de tantos amigos y de personas que desean vivir días de oración, soledad, silencio, en medio de la naturaleza y en un ambiente de austeridad. Hemos llegado a reconocer que este salmo es como nuestro himno, el relato de nuestra biografía, la narración de una historia providente.
El Evangelio nos cuenta la situación menesterosa, deprimida, marginal, hundida, crónica, y hasta depresiva en la que vive el ciego de Jericó, fuera de la ciudad, al margen del camino, pidiendo limosna, tendido en el suelo. Todo parecía irremediable, acaso objeto de piedad y compasión. Y en esas circunstancias, al paso de Jesús por el camino, todo cambia, y acontece lo más inesperado: que aquel de quien se pensaba que era un hombre relegado, se convierte en el prototipo de discípulo:
Jesús se detuvo y dijo: -«Llamadlo.»
Llamaron al ciego, diciéndole: _«Ánimo, levántate, que te llama.»
Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.
Jesús le dijo: -«¿Qué quieres que haga por ti?»
El ciego le contestó: -«Maestro, que pueda ver.»
Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha curado.»
Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.
El ciego da un salto; hay que presupone que también de alegría, y según el evangelista San Marcos, tiene un gesto muy significativo, abandonar el manto, es decir, su identidad deprimida, para ponerse ante el Señor, y cara a cara con la pregunta que cada uno podemos personalizar: “¿Qué quieres que haga por ti?”
Parece que no hay respuesta más lógica que la del ciego: “Señor, que vea”. Pero ¿qué significa ver? En el contexto del pasaje, debemos interpretar que es tener fe. Por la fe, el ciego ve, y el ciego se convierte en discípulo, detrás de Jesús.
B - Domingo 30o. del Tiempo Ordinario Jer 31, 7-9; Heb 5, 1-6; Mc 10, 46-52
Nexo entre las lecturas
Los textos litúrgicos destacan la eficacia de Dios en su acción con los hombres. Dios es eficaz haciendo retornar del exilio a la patria anhelada a numerosos hijos de Israel (primera lectura). Jesucristo, con el poder eficaz de Dios, otorgará la vista al ciego Bartimeo que vence cualquier obstáculo con tal de obtener su gran deseo de ver (Evangelio). La eficacia salvífica de Dios se muestra de modo especial en Cristo, sumo sacerdote, que saca a los hombres de la ignorancia y del dolor, y los libra de sus pecados.
Mensaje doctrinal
1. Un Dios eficaz por amor. Eficaz es aquel que logra, por caminos acertados, con los mejores medios y en el menor tiempo posible, todo aquello que se propone. Ésta es una definición aceptable para la mentalidad común. Pero la eficacia de Dios resulta no pocas veces desconcertante. Porque nadie duda de que Dios es eficaz, pero los modos y tiempos de la eficacia divina siguen rumbos ajenos a los humanos. Muchas veces los caminos acertados para Dios no son acertados para los hombres y viceversa.
A los judíos no les debió parecer un camino acertado el exilio en Babilonia, pero lo fue para Dios que así manifestó la fuerza de su amor y misericordia haciéndolos retornar a su patria, porque "yo soy para Israel un padre, y Efraín es mi primogénito" (primera lectura). Subir a Jerusalén es hermoso, pero hacerlo en compañía de Jesús que encontrará allí la cruz y la muerte, desafía inevitablemente nuestras categorías humanas y nuestra voluntad de seguimiento. Sin embargo, no cabe duda alguna de que en la cruz refulge la fuerza divina del amor y el amor poderoso del Redentor. Esa eficacia misteriosa del amor redentor continúa viva y vivificadora a lo largo de los siglos hasta nuestros días. A los primeros cristianos debió parecer algo sorprendente que Jesús, en cuanto sumo sacerdote, no proviniera de la tribu de Leví. Pero así la eficacia divina brilló con nuevo fulgor, constituyendo a Jesucristo no sólo sumo sacerdote del pueblo judío, sino de la humanidad entera, a la manera de Melquisedec. Nada hay en la vida más eficaz que el amor, y Dios es Amor. Pero la eficacia del amor, más que con la pura razón, se descubre con el amor puro y sincero.
2. Los requisitos de la eficacia divina. La liturgia de este domingo nos indica algunos de ellos. 1) Creer y esperar. Los exiliados de Babilonia no podían olvidar las maravillas de Dios en la historia de su pueblo. Dios había mostrado la fuerza de su brazo en el Éxodo y en la conquista de la tierra prometida. Ellos creen y confían que Dios volverá a actuar eficazmente a su favor, aunque no sepan cuándo ni cómo. Bartimeo tiene una fe inmensa en que Jesús, el Mesías descendiente de David, puede curar su ceguera; por eso grita sin temor alguno y con osadía: "Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí". Los judíos creían que Dios había concedido al sumo sacerdote, en la fiesta del Yom Kippur, el poder de perdonar los pecados de todo el pueblo. Y los cristianos creemos con absoluta seguridad de que Jesucristo, nuestro Sumo Sacerdote, destruyó en la cruz los pecados del mundo. Es imposible que Dios manifieste su eficacia en quien no cree en ella. 2) Sentirse necesitado de la fuerza de Dios. Los judíos en el exilio sabían muy bien que por ellos mismos no podrían ser repatriados. Bartimeo era muy consciente de que él nada podría hacer para recuperar la vista. Los judíos, y los cristianos, estamos convencidos de que sólo Dios puede perdonar los pecados. Quien es autosuficiente y no siente necesidad de la fuerza de Dios, no podrá nunca ser testigo de su eficacia en la vida de los hombres y en la historia. 3) Ser coherentes. Si aceptamos la eficacia divina en nuestra vida, hemos de aceptar el ser coherentes con sus exigencias. Es decir, como cristianos hemos de ser una especie de escaparates de la acción eficaz de Dios en nosotros. Los exilados de Babilonia se ponen en camino hacia la Palestina, Bartimeo sigue a Jesús camino de Jerusalén, los cristianos no sólo han sido redimidos por Cristo sumo sacerdote, sino que viven como redimidos.
Sugerencias pastorales
1. ¡Señor, que vea! El ciego Bartimeo es figura y símbolo de los discípulos de Jesús en aquel momento histórico, en que Jesús pasó por Jericó, y en todos los tiempos.
Frente al misterio de la cruz y de la muerte ignominiosa, los cristianos experimentamos, con no poca frecuencia, la ceguera de Bartimeo, su inmobilismo, su indigencia. "Bartimeo, un mendigo, ciego, sentado junto al camino". ¡Cuántos Bartimeos en nuestro tiempo ante el gran misterio de la pasión y del dolor inocente! Hay mucha ceguera en los hombres ante la injusticia del sufrimiento, como si el no sufrir fuese la cumbre de la perfección humana. A muchos los pies se nos hacen de plomo ante la sola idea de caminar con Cristo hacia la ciudad del dolor y de la muerte. Permanecemos inmóviles en el territorio de nuestro ego, desganados para ponernos en camino hacia la tierra del dolor ajeno. Somos indigentes, inmensamente indigentes de que alguien -o mejor Alguien- nos abra los ojos y nos arranque de nuestra inmovilidad. Cristiano es aquel que no tiene miedo al sufrimiento. Aquél que dice con igual decisión sí a la salud y al bienestar, que sí al sufrimiento y a la tribulación. Porque el sí del cristiano es un sí al misterio de Dios-Amor, y para los que aman a Dios todas las cosas contribuyen a su bien. Ojalá el Señor nos conceda a todos los cristianos repetir una y otra vez: "¡Señor, que vea!". Para que viendo crea, y creyendo siga firmemente tus pasos hacia la cruz.
2. Seguir a Cristo. Cristiano es aquél que cree en Cristo y camina tras sus huellas. El seguimiento de Cristo no es el seguimiento de una doctrina, v.g. la de Pitágoras, la de Aristóteles o la de Zenón. Cristiano no es tampoco el que sigue un camino de vida trazado en páginas imperecederas, al estilo de los grandes maestros de moral de Oriente y Occidente. Cristiano es el que sigue a una persona, la persona de Jesús de Nazaret. Más aún, cristiano es quien presta a Jesucristo su humana naturaleza para hacerse presente en la historia en el hoy de cada día. En otras palabras, ser cristiano es ser transparencia de Cristo para los demás, dejarse interpretar por él. ¿Somos los cristianos transparencia de Cristo? ¿Eres tú transparencia de Cristo en tu familia, en tu parroquia, entre tus amigos? ¿O eres más bien una desfiguración de Jesucristo? Tomar todos en serio nuestra vocación cristiana ha sido un imperativo histórico desde los inicios del cristianismo. ¿Qué puedo hacer yo para ser transparencia de Cristo en todo lugar y circunstancia? Construyamos una cadena de transparencias de Cristo, para que el mundo, nuestro mundo, sea salvado por el único Salvador.
Evangelio según San Marcos 10,46-52.
Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -
Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!". Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten piedad de mí!". Jesús se detuvo y dijo: "Llámenlo". Entonces llamaron al ciego y le dijeron: "¡Animo, levántate! El te llama". Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él. Jesús le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?". El le respondió: "Maestro, que yo pueda ver". Jesús le dijo: "Vete, tu fe te ha salvado". En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.
San Gregorio de Nisa (c. 335-395), monje, obispo. La vida de Moisés, II, 231-233, 251-253
«Y al momento recobró la vista y seguía a Jesús por el camino»
[Sobre el monte Sinaí, Moisés dijo al Señor: «Déjame ver, por favor, tu gloria.» Y Dios le contestó: «Yo haré pasar ante tu vista toda mi belleza... pero no puedes ver mi rostro.» (Ex 33,18s).] Experimentar este deseo me parece propio de un alma animada por un amor grande hacia la belleza esencial, un alma en la que la esperanza no cesa de dirigir desde la belleza que ha visto hasta la que está más allá...
Este petición audaz, que sobrepasa los límites del deseo, no es la de gozar de la Belleza a través de espejos o de unos reflejos, sino cara a cara. La voz divina concede lo que se pide por el mismo hecho de que el alma rechaza otros medios...: la munificencia de Dios le concede el cumplimento de su deseo; pero, al mismo tiempo no le promete el descanso ni la saciedad... En esto consiste la verdadera visión de Dios: en el hecho de que el que levanta hacia él los ojos, no deja jamás de desearle. Por eso él dice: «No podrás ver mi rostro»...
El Señor que así había respondido a Moisés, se expresa de la misma manera a sus discípulos, iluminando así el sentido de este símbolo. Dice: «El que quiera seguirme» (Lc 9,23) y no: «Si alguno me quiere preceder». Al que le dirige un ruego relacionado con la vida eterna, le propone lo mismo: «Ven y sígueme» (Lc 18,22). Ahora bien, el que sigue se dirge hacia la espalda del que le conduce. Así pues, la enseñanza que recibe Moisés sobre la manera según la cual es posible ver a Dios, es ésta: seguir a Dios donde Él conduce, esto es ver a Dios... En efecto, al que ignora el camino por donde viajar con seguridad, no le es posible llevarlo a buen término si no sigue al guía. El guía le enseña el camino pasándole delante; el que le sigue no se alejará del buen camino si siempre fija su mirada en la espalda del que lo conduce. En efecto, si se deja ir por algún lado o bien si se pone frente a su guía, seguirá otro camino que no es el que le enseña el guía. Por eso Dios dice al que conduce: «No verás mi rostro», es decir: «No te pongas frente a tu guía». Porque entonces correrás en sentido contrario a él... Ahora ves cuán importante es aprender a seguir a Dios. Para el que así le sigue ya ninguna contradicción del mal se opone más a su camino.
El Papa, en la ventana
"El Sínodo ha sido laborioso, pero un don de Dios, que traerá mucho fruto"
El Papa recuerda a las familias de los refugiados "a las que la Iglesia no abandona"
"El Pueblo de Dios camina al paso de los últimos, como se hace en las familias"
José Manuel Vidal, 25 de octubre de 2015 a las 12:22
La única forma de salvar a los ricos y a los primeros es caminar con los pobres y con los últimos
(José M. Vidal).- El Papa Francisco pasa en la misma mañana de la cátedra de la basílica de San Pedro a la de la ventana. Primero misa con los padres sinodales y, después, encuentro con el pueblo de Dios. A la gente les dice que el Sínodo es "un don para la Iglesia" y, sobre todo, recuerda "el drama de las familias de los refugiados que cruzan los caminos de Europa". Y se compromete con ellos: "La Iglesia no los abandona"
Algunas frases del Papa
"Concluyó el Sínodo de los obispos sobre la familia"
"Invito a dar gracias al Señor"
"Ha sido laborioso, pero un auténtico don de Dios, que traerá mucho fruto"
"Sinodo es caminar juntos. Hemos vivido la experiencia de la Iglesia en camino"
"El primero que quiere caminar con nosotros es nuestro Padre"
"Su sueño de siemrpe y para siempre es formar un pueblo y guiarlo hacia la tierra de la libertad y de la paz"
"Un pueblo que no excluye al pobre y al marginado, sino que lo incluye"
"Es una familia de familias, en la que el que cae no queda abandonado"
"Este pueblo camina al paso de los últimos, como se hace en las familias"
"La única forma de salvar a los ricos y a los primeros es caminar con los pobres y con los últimos"
"Profecía del pueblo en camino con la de los prófugos en marcha por Europa. Una realidad dramática de nuestros días"
"Salieron con lágrimas y las daré consuelo"
"A esta sfamilias las hemos tenido presentes en el Sínodo, a través de la voz de algunos de sus pastores"
"Familias en busca de dignidad y de paz permanecen con nosotros y la Iglesia no las abandona"
"El drama de los prófujos que marchan por los caminos de Europa"
Saludos tras el ángelus
Saluda especialmente a la Hermandad del Señor de los Milagros de Roma: "¡Cuántos peruanos hay en mi casa!"
El Papa, en la misa conclusiva del Sínodo
En la misa conclusiva del Sínodo, acompañado de los 270 padres sinodales
El Papa pone en guardia a la Iglesia ante la tentación de "pasar de largo" ante los gritos de la humanidad
"La espiritualidad del espejismo: caminar por medio del desierto de la humanidad sin verlo"
José Manuel Vidal, 25 de octubre de 2015 a las 09:51
Una fe que no sabe colocarse ante la vida de la gente se torna árida
(José M. Vidal).- Misa solemne de clausura del Sínodo, con el Papa Francisco rodeado de los 270 padres sinodales. La misa de un mini Concilio. Bergoglio agradece "el camino conjunto" de todo este periplo sinodal y pone en guardia a la Iglesia contra dos tentaciones: la del pasar de largo y la de no encarnarse en los problemas reales de la Humanidad.
El Papa y los numerosos concelebrantes visten de verde, el color litúrgico de la esperanza. Entre lso concelebrantes, destacan los de rito oriental con sus coloridas tiaras. El Papa, como siempre que celebra, serio y concentrado, en oración profunda, incluso corporal.
La primera lectura del profeta Jeremías. La segunda, de la carta a los Hebreos. El Evangelio de Mateo, el pasaje del ciego Bartimeo.
Algunas frases de la homilía del Papa
"Las lecturas de hoy nos presentan la compasión de Dios"
"Dios es Padre y, como Padre, guardia a sus hijos, sostiene al ciego y al cojo"
"Lo que se siembra entre lágrimas se recoge entre cantares"
"Nuestra boca se llena de sonrisa"
"El creyente es la persona que ha experimentado la salvación en su vida"
"Cristo siente compasión por los que están en la ignorancia y en el error"
"Bartimeo, liberado gracias a la compasión de Jesús"
"Jesus quiere escuchar nuestras necesidades"
"Cristo admira la fe de Bartimeo"
"Poner al hombre en contacto con la misericordia compasiva que salva"
"Tenemos que imitar el corazón de Jesús"
"Hoy es tiempo de misericordia"
"Algunas tentaciones del que sigue a Jesús"
"Al menos dos. Ninguno de los discípulos se detiene"
"Bartimeo es ciego, pero ellos son sordos"
"Puede ser nuestro riesgo: Ante los problemas, seguir adelante sin dejarnos interpelar"
"Estamos con Jesús, pero no pensamos como Jesús"
"La espiritualidad del espejismo: caminar por medio del desierto de la humanidad sin verlo"
"No aceptamos lo que el Señor nos coloca delante de los ojos"
"Una fe que no sabe colocarse ante la vida de la gente se torna árida"
"La segunda tentación: caer en una fe programada"
"El que estorba o no está a la altura hay que excluirlo"
"Jesus quiere incluir"
"Queridos padres sinodales: hemos caminado juntos. Les agradezco el camino compartido, con la mirada vuelta al Señor y a los hermanos"
"Prosigamos el camino que desea al Señor"
"Pidámosle una mirada curada y salvada"
"Nos nos dejemos ofuscar por le pesimismo"
Texto íntegro de la homilía del Papa
Las tres lecturas de este domingo nos presentan la compasión de Dios, su paternidad, que se revela definitivamente en Jesús.
El profeta Jeremías, en pleno desastre nacional, mientras el pueblo estaba deportado por los enemigos, anuncia que «el Señor ha salvado a su pueblo, ha salvado al resto de Israel» (31, 7). Y ¿por qué lo hizo? Porque él es Padre (cf. v. 9); y como el Padre cuida de sus hijos, los acompaña en el camino, sostiene a los «ciegos y cojos, lo mismo preñadas que paridas» (31, 8). Su paternidad les abre una vía accesible, una forma de consolación después de tantas lágrimas y tantas amarguras. Si el pueblo permanece fiel, si persevera en buscar a Dios incluso en una tierra extranjera, Dios cambiará su cautiverio en libertad, su soledad en comunión: lo que hoy siembra el pueblo con lágrimas, mañana lo cosechará con la alegría (cf. Sal 125,6).
Con el Salmo, también nosotros hemos expresado la alegría, que es fruto de la salvación del Señor: «La boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares» (v. 2). El creyente es una persona que ha experimentado la acción salvífica de Dios en la propia vida. Y nosotros, los pastores, hemos experimentado lo que significa sembrar con fatiga, a veces llorando, alegrarnos por la gracia de una cosecha que siempre va más allá de nuestras fuerzas y de nuestras capacidades.
El pasaje de la Carta a los Hebreos nos ha presentado la compasión de Jesús. También él «está envuelto en debilidades» (5, 2), para sentir compasión por quienes yacen en la ignorancia y en el error. Jesús es el Sumo Sacerdote grande, santo, inocente, pero al mismo tiempo es el Sumo Sacerdote que ha compartido nuestras debilidades y ha sido puesto a prueba en todo como nosotros, menos en el pecado (cf. 4, 15). Por eso es el mediador de la nueva y definitiva alianza que nos da la salvación.
El Evangelio de hoy se conecta directamente con la primera Lectura: así como el pueblo de Israel fue liberado gracias a la paternidad de Dios, también Bartimeo fue liberado gracias a la compasión de Jesús que acababa de salir de Jericó. A pesar de que apenas había emprendido el camino más importante, el que va hacia Jerusalén, se detiene para responder al grito de Bartimeo. Se deja interpelar por su petición, se deja implicar en su situación. No se contenta con darle limosna, sino que quiere encontrarlo personalmente. No le da indicaciones ni respuestas, pero hace una pregunta: «¿Qué quieres que haga por ti»? (Mc 10, 51). Podría parecer una petición inútil: ¿Qué puede desear un ciego si no es la vista? Sin embargo, con esta pregunta, hecha «de tú a tú», directa pero respetuosa, Jesús muestra que desea escuchar nuestras necesidades. Quiere un coloquio con cada uno de nosotros sobre la vida, las situaciones reales, que no excluya nada ante Dios. Después de la curación, el Señor dice a aquel hombre: «Tu fe te ha salvado» (v. 52). Es hermoso ver cómo Cristo admira la fe de Bartimeo, confiando en él. Él cree en nosotros, más de lo que creemos en nosotros mismos.
Hay un detalle interesante. Jesús pide a sus discípulos que vayan y llamen a Bartimeo. Ellos se dirigen al ciego con dos expresiones, que sólo Jesús utiliza en el resto del Evangelio. Primero le dicen: «¡Ánimo!», una palabra que literalmente significa «ten confianza, anímate». En efecto, sólo el encuentro con Jesús da al hombre la fuerza para afrontar las situaciones más graves. La segunda expresión es «¡levántate!», como Jesús había dicho a tantos enfermos, llevándolos de la mano y curándolos. Los suyos no hacen más que repetir las palabras de aliento y liberación de Jesús, guiando hacia él directamente, sin sermones. Los discípulos de Jesús están llamados a esto, también hoy, especialmente hoy: a poner al hombre en contacto con la misericordia compasiva que salva. Cuando el grito de la humanidad, como el de Bartimeo, se repite aún más fuerte, no hay otra respuesta que hacer nuestras las palabras de Jesús y sobre todo imitar su corazón. Las situaciones de miseria y de conflicto son para Dios ocasiones de misericordia. Hoy es tiempo de misericordia.
Pero hay algunas tentaciones para los que siguen a Jesús. El Evangelio destaca al menos dos. Ninguno de los discípulos se para, como hace Jesús. Siguen caminando, van adelante como si nada hubiera sucedido. Si Bartimeo era ciego, ellos son sordos: aquel problema no es problema suyo. Este puede ser nuestro riesgo: ante continuos apuros, es mejor seguir adelante, sin preocuparse. De esta manera, estamos con Jesús como aquellos discípulos, pero no pensamos como Jesús. Se está en su grupo, pero se pierde la apertura del corazón, se pierde la maravilla, la gratitud y el entusiasmo, y se corre el peligro de convertirse en «habituales de la gracia». Podemos hablar de él y trabajar para él, pero vivir lejos de su corazón, que está orientado a quien está herido. Esta es la tentación: una «espiritualidad del espejismo»: podemos caminar a través de los desiertos de la humanidad sin ver lo que realmente es, sino lo que a nosotros nos gustaría ver; somos capaces de construir visiones del mundo, pero no aceptamos lo que el Señor pone delante de nuestros ojos. Una fe que no sabe radicarse en la vida de la gente permanece árida y, en lugar oasis, crea otros desiertos.
Hay una segunda tentación, la de caer en una «fe de mapa». Podemos caminar con el pueblo de Dios, pero tenemos nuestra hoja de ruta, donde entra todo: sabemos dónde ir y cuánto tiempo se tarda; todos deben respetar nuestro ritmo y cualquier inconveniente nos molesta. Corremos el riesgo de hacernos como aquellos «muchos» del Evangelio, que pierden la paciencia y reprochan a Bartimeo. Poco antes habían reprendido a los niños (cf. 10, 13), ahora al mendigo ciego: quien molesta o no tiene categoría, ha de ser excluido. Jesús, por el contrario, quiere incluir, especialmente a quien está relegado al margen y le grita. Ellos, como Bartimeo, tienen fe, porque saberse necesitados de salvación es el mejor modo para encontrar a Cristo.
Y, al final, Bartimeo se puso a seguir a Jesús en el camino (cf. v. 52). No sólo recupera la vista, sino que se une a la comunidad de los que caminan con Jesús. Queridos hermanos sinodales, hemos caminado juntos. Les doy las gracias por el camino que hemos compartido con la mirada puesta en el Señor y en los hermanos, en busca de las sendas que el Evangelio indica a nuestro tiempo para anunciar el misterio de amor de la familia. Sigamos por el camino que el Señor desea. Pidámosle a él una mirada sana y salvada, que sabe difundir luz porque recuerda el esplendor que la ha iluminado. Sin dejarnos ofuscar nunca por el pesimismo y por el pecado, busquemos y veamos la gloria de Dios que resplandece en el hombre viviente.
Francisco, durante el Sínodo
Alaba la libertad de expresión y critica algunos "métodos no del todo benévolos"
Discurso del Papa en la clausura del Sínodo: "El primer deber de la Iglesia no es distribuir condenas o anatemas"
"La Iglesia no tiene miedo de sacudir las conciencias anestesiadas o de ensuciarse las manos"
Redacción, 24 de octubre de 2015 a las 19:37
Significa haber puesto al descubierto a los corazones cerrados, que a menudo se esconden incluso dentro de las enseñanzas de la Iglesia
El papa Francisco destacó hoy lo que denominó "métodos no del todo benévolos" en la expresión de opiniones en el Sínodo de los obispos que hoy terminó sus trabajos en el Vaticano. "En el curso de este Sínodo las distintas opiniones que se han expresado libremente -y por desgracia a veces con métodos no del todo benévolos- han enriquecido y animado sin duda el diálogo", dijo el pontífice a los padres sinodales.
Según el papa, de esta manera el Sínodo ha dado una "imagen viva de una Iglesia que no utiliza 'módulos impresos' sino que toma de la fuente inagotable de su fe agua viva para refrescar los corazones frescos".
Con la aprobación del documento final concluyó el Sínodo de los obispos sobre la vocación y misión de la Familia, en el Vaticano a las 18,46 de la tarde del 24 de octubre de 2015.
Fue aprobado el documento final. Todos los 94 parágrafos han superado los 2/3 de votos. Estas proposiciones servirán al Papa para escribir la Exhortación post sinodal sobre la Vocación y Misión de la Familia en la Iglesia y el mundo contemporáneo. El mismo Documento final elaborado y votado por los obispos será publicado, dentro de poco, con las respectivas votaciones de cada uno de los 94 parágrafos.
Al cierre de los trabajos Francisco habló a toda la asamblea de 270 personas, agradeciendo al Señor y a todos. Subrayando la acción del Señor, explicó que el haber puesto las dificultades de las familias delante del Señor es lo más importante. Su discurso fue muy aplaudido.
Texto completo del discurso de Papa Francisco en lengua española
Queridas Beatitudes, eminencias, excelencias,
Queridos hermanos y hermanas:
Quisiera ante todo agradecer al Señor que ha guiado nuestro camino sinodal en estos años con el Espíritu Santo, que nunca deja a la Iglesia sin su apoyo.
Agradezco de corazón al Cardenal Lorenzo Baldisseri, Secretario General del Sínodo, a Monseñor Fabio Fabene, Subsecretario, y también al Relator, el Cardenal Peter Erdő, y al Secretario especial, Monseñor Bruno Forte, a los Presidentes delegados, a los escritores, consultores, traductores y a todos los que han trabajado incansablemente y con total dedicación a la Iglesia: gracias de corazón.
Agradezco a todos ustedes, queridos Padres Sinodales, delegados fraternos, auditores y auditoras, asesores, párrocos y familias por su participación activa y fructuosa.
Doy las gracias igualmente a los que han trabajado de manera anónima y en silencio, contribuyendo generosamente a los trabajos de este Sínodo.
Les aseguro mi plegaria para que el Señor los recompense con la abundancia de sus dones de gracia.
Mientras seguía los trabajos del Sínodo, me he preguntado: ¿Qué significará para la Iglesia concluir este Sínodo dedicado a la familia?
Ciertamente no significa haber concluido con todos los temas inherentes a la familia, sino que ha tratado de iluminarlos con la luz del Evangelio, de la Tradición y de la historia milenaria de la Iglesia, infundiendo en ellos el gozo de la esperanza sin caer en la cómoda repetición de lo que es indiscutible o ya se ha dicho.
Seguramente no significa que se hayan encontrado soluciones exhaustivas a todas las dificultades y dudas que desafían y amenazan a la familia, sino que se han puesto dichas dificultades y dudas a la luz de la fe, se han examinado atentamente, se han afrontado sin miedo y sin esconder la cabeza bajo tierra.
Significa haber instado a todos a comprender la importancia de la institución de la familia y del matrimonio entre un hombre y una mujer, fundado sobre la unidad y la indisolubilidad, y apreciarla como la base fundamental de la sociedad y de la vida humana.
Significa haber escuchado y hecho escuchar las voces de las familias y de los pastores de la Iglesia que han venido a Roma de todas partes del mundo trayendo sobre sus hombros las cargas y las esperanzas, la riqueza y los desafíos de las familias.
Significa haber dado prueba de la vivacidad de la Iglesia católica, que no tiene miedo de sacudir las conciencias anestesiadas o de ensuciarse las manos discutiendo animadamente y con franqueza sobre la familia.
Significa haber tratado de ver y leer la realidad o, mejor dicho, las realidades de hoy con los ojos de Dios, para encender e iluminar con la llama de la fe los corazones de los hombres, en un momento histórico de desaliento y de crisis social, económica, moral y de predominio de la negatividad.
Significa haber dado testimonio a todos de que el Evangelio sigue siendo para la Iglesia una fuente viva de eterna novedad, contra quien quiere «adoctrinarlo» en piedras muertas para lanzarlas contra los demás.
Significa haber puesto al descubierto a los corazones cerrados, que a menudo se esconden incluso dentro de las enseñanzas de la Iglesia o detrás de las buenas intenciones para sentarse en la cátedra de Moisés y juzgar, a veces con superioridad y superficialidad, los casos difíciles y las familias heridas.
Significa haber afirmado que la Iglesia es Iglesia de los pobres de espíritu y de los pecadores en busca de perdón, y no sólo de los justos y de los santos, o mejor dicho, de los justos y de los santos cuando se sienten pobres y pecadores.
Significa haber intentado abrir los horizontes para superar toda hermenéutica conspiradora o un cierre de perspectivas para defender y difundir la libertad de los hijos de Dios, para transmitir la belleza de la novedad cristiana, a veces cubierta por la herrumbre de un lenguaje arcaico o simplemente incomprensible.
En el curso de este Sínodo, las distintas opiniones que se han expresado libremente -y por desgracia a veces con métodos no del todo benévolos- han enriquecido y animado sin duda el diálogo, ofreciendo una imagen viva de una Iglesia que no utiliza «módulos impresos», sino que toma de la fuente inagotable de su fe agua viva para refrescar los corazones resecos.1
Y -más allá de las cuestiones dogmáticas claramente definidas por el Magisterio de la Iglesia- hemos visto también que lo que parece normal para un obispo de un continente, puede resultar extraño, casi como un escándalo, para el obispo de otro continente; lo que se considera violación de un derecho en una sociedad, puede ser un precepto obvio e intangible en otra; lo que para algunos es libertad de conciencia, para otros puede parecer simplemente confusión. En realidad, las culturas son muy diferentes entre sí y todo principio general necesita ser inculturado si quiere ser observado y aplicado.2 El Sínodo de 1985, que celebraba el vigésimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II, habló de la inculturación como «una íntima transformación de los auténticos valores culturales por su integración en el cristianismo y la radicación del cristianismo en todas las culturas humanas».3
La inculturación no debilita los valores verdaderos, sino que muestra su verdadera fuerza y su autenticidad, porque se adaptan sin mutarse, es más, trasforman pacíficamente y gradualmente las diversas culturas.4
Hemos visto, también a través de la riqueza de nuestra diversidad, que el desafío que tenemos ante nosotros es siempre el mismo: anunciar el Evangelio al hombre de hoy, defendiendo a la familia de todos los ataques ideológicos e individualistas.
Y, sin caer nunca en el peligro del relativismo o de demonizar a los otros, hemos tratado de abrazar plena y valientemente la bondad y la misericordia de Dios, que sobrepasa nuestros cálculos humanos y que no quiere más que «todos los hombres se salven» (1 Tm 2,4), para introducir y vivir este Sínodo en el contexto del Año Extraordinario de la Misericordia que la Iglesia está llamada a vivir.
Queridos Hermanos:
La experiencia del Sínodo también nos ha hecho comprender mejor que los verdaderos defensores de la doctrina no son los que defienden la letra sino el espíritu; no las ideas, sino el hombre; no las fórmulas sino la gratuidad del amor de Dios y de su perdón. Esto no significa en modo alguno disminuir la importancia de las fórmulas, de las leyes y de los mandamientos divinos, sino exaltar la grandeza del verdadero Dios que no nos trata según nuestros méritos, ni tampoco conforme a nuestras obras, sino únicamente según la generosidad sin límites de su misericordia (cf. Rm 3,21-30; Sal 129; Lc 11,37-54). Significa superar las tentaciones constantes del hermano mayor (cf. Lc 15,25-32) y de los obreros celosos (cf. Mt 20,1-16). Más aún, significa valorar más las leyes y los mandamientos, creados para el hombre y no al contrario (cf. Mc 2,27).
En este sentido, el arrepentimiento debido, las obras y los esfuerzos humanos adquieren un sentido más profundo, no como precio de la invendible salvación, realizada por Cristo en la cruz gratuitamente, sino como respuesta a Aquel que nos amó primero y nos salvó con el precio de su sangre inocente, cuando aún estábamos sin fuerzas (cf. Rm 5,6).
El primer deber de la Iglesia no es distribuir condenas o anatemas sino proclamar la misericordia de Dios, de llamar a la conversión y de conducir a todos los hombres a la salvación del Señor (cf. Jn 12,44-50).
El beato Pablo VI decía con espléndidas palabras: «Podemos pensar que nuestro pecado o alejamiento de Dios enciende en él una llama de amor más intenso, un deseo de devolvernos y reinsertarnos en su plan de salvación [...]. En Cristo, Dios se revela infinitamente bueno [...]. Dios es bueno. Y no sólo en sí mismo; Dios es -digámoslo llorando- bueno con nosotros. Él nos ama, busca, piensa, conoce, inspira y espera. Él será feliz -si puede decirse así-el día en que nosotros queramos regresar y decir:
"Señor, en tu bondad, perdóname. He aquí, pues, que nuestro arrepentimiento se convierte en la alegría de Dios».5
También san Juan Pablo II dijo que «la Iglesia vive una vida auténtica, cuando profesa y proclama la misericordia [...] y cuando acerca a los hombres a las fuentes de la misericordia del Salvador, de las que es depositaria y dispensadora».6
Y el Papa Benedicto XVI decía: «La misericordia es el núcleo central del mensaje evangélico, es el nombre mismo de Dios [...] Todo lo que la Iglesia dice y realiza, manifiesta la misericordia que Dios tiene para con el hombre. Cuando la Iglesia debe recordar una verdad olvidada, o un bien traicionado, lo hace siempre impulsada por el amor misericordioso, para que los hombres tengan vida y la tengan en abundancia (cf. Jn 10,10)».7
En este sentido, y mediante este tiempo de gracia que la Iglesia ha vivido, hablado y discutido sobre la familia, nos sentimos enriquecidos mutuamente; y muchos de nosotros hemos experimentado la acción del Espíritu Santo, que es el verdadero protagonista y artífice del Sínodo. Para todos nosotros, la palabra «familia» no suena lo mismo que antes, hasta el punto que en ella encontramos la síntesis de su vocación y el significado de todo el camino sinodal.8
Para la Iglesia, en realidad, concluir el Sínodo significa volver verdaderamente a «caminar juntos» para llevar a todas las partes del mundo, a cada Diócesis, a cada comunidad y a cada situación la luz del Evangelio, el abrazo de la Iglesia y el amparo de la misericordia de Dios.
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1Cf. Carta al Gran Canciller de la Pontificia Universidad Católica Argentina en el centenario de la Facultad de Teología (3 marzo 2015): L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 13 marzo 2015, p. 13..
2 Cf. Pontificia Comisión Bíblica, Fe y cultura a la luz de la biblia. Actas de la Sesión plenaria 1979 de la Pontificia Comisión Bíb lica; CONC. ECUM. VAT. II, Cost. Past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 44.
3 Relación final (7 diciembre 1985): L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 22 diciembre 1985, p. 14.
4 «En virtud de su misión pastoral, la Iglesia debe mantenerse siempre atenta a los cambios históricos y a la evolución de la mentalidad. Claro, no para someterse a ellos, sino para superar los obstáculos que se pueden oponer a la acogida de sus consejos y sus directrices»: Entrevista al Card. Georges Cottier, Civiltà Cattolica, 8 agosto 2015, p. 272.
5 Homilía (23 junio 1968): Insegnamenti, VI (1968), 1176-1178.
6 Cart. Enc. Dives in misericordia (30 noviembre 1980), 13. Dijo también: «En el misterio Pascual [...] Dios se muestra como es: un
Padre de infinita ternura, que no se rinde frente a la ingratitud de sus hijos, y que siempre está dispuesto a perdonar», Regina coeli (23 abril 1995): L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 28 abril 1995, p. 1; y describe la resistencia a la misericordia diciendo: «La mentalidad contemporánea, quizás en mayor medida que la del hombre del pasado, parece oponerse al Dios de la misericordia y tiende además a orillar de la vida y arrancar del corazón humano la idea misma de la misericordia. La palabra y el concepto de misericordia parecen producir una cierta desazón en el hombre», Cart. Enc. Dives in misericordia (30 noviembre 1980), 2.
7 Regina coeli (30 marzo 2008): L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 4 abril 2008, p. 1. Y hablando del poder de la misericordia afirma: «Es la misericordia la que pone un límite al mal. En ella se expresa la naturaleza del todo peculiar de Dios: su santidad, el poder de la verdad y del amor», Homilía durante la santa misa en el Domingo de la divina Misericordia (15 abril 2007): L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 20 abril 2007, p. 3.
8 Un análisis acróstico de la palabra «familia» [en italiano f-a-m-i-g-l-i-a] nos ayuda a resumir la misión de la Iglesia en la tarea de:
Formar a las nuevas generaciones para que vivan seriamente el amor, no con la pretensión individualista basada sólo en el placer y en el «usar y tirar», sino para que crean nuevamente en el amor auténtico, fértil y perpetuo, como la única manera de salir de sí mismos; para abrirse al otro, para ahuyentar la soledad, para vivir la voluntad de Dios; para realizarse plenamente, para comprender que el matrimonio es el «espacio en el cual se manifiestan el amor divino; para defender la sacralidad de la vida, de toda vida; para defender la unidad y la indisolubilidad del vínculo conyugal como signo de la gracia de Dios y de la capacidad del hombre de amar en serio» (Homilía en la Santa Misa de apertura de la XIV Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos, XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, 4 octubre 2015: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 9 octubre 2015, p. 4; y para valorar los cursos prematrimoniales como oportunidad para profundizar el sentido cristiano del sacramento del matrimonio.
Andar hacia los demás, porque una Iglesia cerrada en sí misma es una Iglesia muerta. Una Iglesia que no sale de su propio recinto para buscar, para acoger y guiar a todos hacía Cristo es una Iglesia que traiciona su misión y su vocación.
Manifestar y difundir la misericordia de Dios a las familias necesitadas, a las personas abandonadas; a los ancianos olvidados; a los hijos heridos por la separación de sus padres, a las familias pobres que luchan por sobrevivir, a los pecadores que llaman a nuestra puerta y a los alejados, a los diversamente capacitados, a todos los que se sienten lacerados en el alma y en el cuerpo, a las parejas desgarradas por el dolor, la enfermedad, la muerte o la persecución.
Iluminar las conciencias, a menudo asediadas por dinámicas nocivas y sutiles, que pretenden incluso ocupar el lugar de Dios creador. Estas dinámicas deben de ser desenmascaradas y combatidas en el pleno respeto de la dignidad de toda persona humana.
Ganar y reconstruir con humildad la confianza en la Iglesia, seriamente disminuida a causa de las conductas y los pecados de sus propios hijos. Por desgracia, el antitestimonio y los escándalos en la Iglesia cometidos por algunos clérigos han afectado a su credibilidad y han oscurecido el fulgor de su mensaje de salvación.
Laborar para apoyar y animar a las familias sanas, las familias fieles, las familias numerosas que, no obstante las dificultades de cada día, dan cotidianamente un gran testimonio de fidelidad a los mandamientos del Señor y a las enseñanzas de la Iglesia.
Idear una pastoral familiar renovada que se base en el Evangelio y respete las diferencias culturales. Una pastoral capaz de transmitir la Buena Noticia con un lenguaje atractivo y alegre, y que quite el miedo del corazón de los jóvenes para que asuman compromisos definitivos. Una pastoral que preste particular atención a los hijos, que son las verdaderas víctimas de las laceraciones familiares. Una pastoral innovadora que consiga una preparación adecuada para el sacramento del matrimonio y abandone la práctica actual que a menudo se preocupa más por las apariencias y las formalidades que por educar a un compromiso que dure toda la vida.
Amar incondicionalmente a todas las familias y, en particular, a las pasan dificultades. Ninguna familia debe sentirse sola o excluida del amor o del amparo de la Iglesia. El verdadero escándalo es el miedo a amar y manifestar concretamente este amor.
Y al instante, recobró la vista
Marcos 10, 46-52. Domingo 30o. del Tiempo Ordinario B. ¿Qué le pediríamos a Cristo? Pero no cosas pequeñas, ¡sino grandes!
Oración introductoria
Señor, como Bartimeo soy un ciego, me falta la luz de la fe y por eso tropiezo con mi pecado. El egoísmo cierra mis ojos, me paraliza. Por eso yo también te grito fuertemente en esta oración: Señor, ¡ten compasión de mí! ¡Padre mío, haz que vea! ¡Haz que me aleje de mi indiferencia y comodidad movido por el amor, la esperanza y la fe!
Petición
Jesús, ayúdame a ver todo lo que me impide seguirte más generosamente.
Meditación del Papa Francisco
En el Evangelio el ciego Bartimeo grita a Jesús para ser sanado, mientras los discípulos le regañan para que no lo haga. Hay cristianos que se ocupan solo de su relación con Jesús, es una relación cerrada, egoísta.
Ese grupo de gente, también hoy, no escucha el grito de muchos que necesitan a Jesús. Un grupo de indiferentes: no escuchan, creen que la vida sea su grupito; están contentos; están sordos al clamor de tanta gente que necesita salvación, que necesita la ayuda de Jesús, que necesita de la Iglesia. Esta gente es egoísta, vive para sí misma. Son incapaces de escuchar la voz de Jesús.
También está el grupo de los que escuchan este grito que pide ayuda, pero que lo quieren hacer callar. Como cuando los discípulos alejan a los niños para que no incomoden al Maestro. En este grupo están los empresarios, que están cerca de Jesús, están en el templo, parecen religiosos, pero Jesús les expulsa, porque hacían negocios allí, en la casa de Dios. Son esos que no quieren escuchar el grito de ayuda, sino que prefieren hacer sus negocios y usando al pueblo de Dios, usando a la Iglesia. Estosempresarios alejan a la gente de Jesús.Son cristianos de nombre, cristianos de salón, cristianos de recepciones, pero su vida interior no es cristiana, es mundana. Uno que se dice cristiano y vive como un mundano, aleja a los que piden ayuda a gritos a Jesús.
(Cf Homilía de S.S. Francisco, 28 de mayo de 2015, en Santa Marta).
Reflexión
Bartimeo quería algo y lo pidió con todas sus fuerzas, incluso gritando. Jesús no pudo seguir adelante, porque había alguien junto al camino que le necesitaba y que hacía lo posible para ser escuchado.
Entonces le llamó, y el ciego, arrojando todo lo que tenía, su manto, se puso en pie y acudió en seguida.
Nos encontramos ante una lección perfecta de cómo orar. Primero hay que pedir con insistencia, con fuerza, que Cristo venga a socorrernos. Y hacerlo con la actitud del mendigo ciego: con humildad.
A Jesús le llamó "Hijo de David", es decir, hijo del más grande rey de Israel. Y de sí mismo dijo que era alguien de quien debía compadecerse. Así es el encuentro de la criatura con Dios.
Entonces, cuando Dios encuentra un alma bien dispuesta, se rinde, le llama y le hace la gran pregunta: ¿Qué quieres que te haga?
Hoy podemos preguntarnos: ¿qué quiero que Dios me haga? ¿Cuál es el gran deseo que arde en mi corazón?
Pidamos, pero no cosas pequeñas, sino grandes. Pidamos aumentar nuestra fe hasta límites insospechados, pidamos ser grandes apóstoles, pidamos ser santos.
El ciego supo pedir lo que necesitaba. Y para acudir a ese encuentro salvador no le importó dejar su manto, su miserable manto, porque así, desprendido de todo, alcanzaría la gracia que más anhelaba en su corazón.
Propósito
Valorar la participación familiar en la Eucaristía dominical como el momento más importante del día.
Diálogo con Cristo
Nada pudo apartar a Bartimeo de su deseo de acercarse al Señor. Ni el qué dirán ni el hecho de que lo que pedía era algo humanamente imposible de lograr. Señor, permite que pueda tener ese celo, esa seguridad. Dame la gracia de vivir con la inquietud, con la sed, con el ansia de participar en tu Eucaristía, porque la fe no es algo que yo pueda conseguir, por más empeño que ponga. La fe es un regalo, un don que debo pedir humilde y constantemente en mi oración.