“Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre.”
- 20 Julio 2014
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Importancia de lo pequeño
Al cristianismo le ha hecho mucho daño a lo largo de los siglos el triunfalismo, la sed de poder y el afán de imponerse a sus adversarios. Todavía hay cristianos que añoran un Iglesia poderosa que llene los templos, conquiste las calles e imponga su religión a la sociedad entera.
Hemos de volver a leer dos pequeñas parábolas en las que Jesús deja claro que la tarea de sus seguidores no es construir una religión poderosa, sino ponerse al servicio del proyecto humanizador del Padre (el reino de Dios), sembrando pequeñas “semillas” de Evangelio e introduciéndose en la sociedad como pequeño “fermento” de vida humana.
La primera parábola habla de un grano de mostaza que se siembra en la huerta. ¿Qué tiene de especial esta semilla? Que es la más pequeña de todas, pero, cuando crece, se convierte en un arbusto mayor que las hortalizas. El proyecto del Padre tiene unos comienzos muy humildes, pero su fuerza transformadora no la podemos ahora ni imaginar.
La actividad de Jesús en Galilea sembrando gestos de bondad y de justicia no es nada grandioso y espectacular: ni en Roma ni en el Templo de Jerusalén son conscientes de lo que está sucediendo. El trabajo que realizamos hoy sus seguidores es insignificante: los centros de poder lo ignoran.
Incluso, los mismos cristianos podemos pensar que es inútil trabajar por un mundo mejor: el ser humano vuelve una y otra vez a cometer los mismos horrores de siempre. No somos capaces de captar el lento crecimiento del reino de Dios.
La segunda parábola habla de una mujer que introduce un poco de levadura en una masa grande de harina. Sin que nadie sepa cómo, la levadura va trabajando silenciosamente la masa hasta fermentarla enteramente.Así sucede con el proyecto humanizador de Dios. Una vez que es introducido en el mundo, va transformando calladamente la historia humana. Dios no actúa imponiéndose desde fuera. Humaniza el mundo atrayendo las conciencias de sus hijos hacia una vida más digna, justa y fraterna.Hemos de confiar en Jesús. El reino de Dios siempre es algo humilde y pequeño en sus comienzos, pero Dios está ya trabajando entre nosotros promoviendo la solidaridad, el deseo de verdad y de justicia, el anhelo de un mundo más dichoso. Hemos de colaborar con él siguiendo a Jesús.
Una Iglesia menos poderosa, más desprovista de privilegios, más pobre y más cercana a los pobres, siempre será una Iglesia más libre para sembrar semillas de Evangelio, y más humilde para vivir en medio de la gente como fermento de una vida más digna y fraterna.
José Antonio Pagola.16 Tiempo ordinario (A). Mateo 13, 24-43
XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO “A” LA MISERICORDIA
(Sb 12, 13. 16-19; Sal 85; Rom 8, 26-27; Mt 13, 24-43)
¡Qué diferente eres de nosotros, Señor! Cuando nos ofenden, solemos reaccionar de manera violenta y resentida. Nos justificamos en el daño que nos han hecho para legitimar el gesto de enojo, de rechazo, la decisión de mantener enemistad con quien de alguna manera nos hiere. Tú, en cambio, “eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan” (Sal 85).Cuando somos nosotros los que nos vemos frágiles, tentados y consentidores de los halagos egoístas, nos maltratamos y nos hundimos en el abismo del desprecio porque no soportamos la humillación por nuestras caídas. Tú, en cambio, “diste a tus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento.” (Sb 12, 16)
En un momento de luz, en el caso de reconocer nuestro error y nuestro pecado, nos entra el arrebato y nos precipitamos, ansiosos de resolver la quiebra compulsivamente, de manera semejante a los obreros de tu campo, que al ver crecer la mala semilla, pensaban que lo acertado era arrancarla de inmediato. Y acudieron al dueño a preguntarle “-Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña? -¿Quieres que vayamos a arrancarla? Pero él les respondió: -No, que podríais arrancar también el trigo.” (Mt 13, 29).
Señor, al comparar nuestras actitudes con las tuyas, vemos un contraste permanente. ¿Qué remedio tenemos? Si nuestra naturaleza es como es, ¿estaremos arrojados no solo a percibir nuestra debilidad, sino también a comprobar nuestras reacciones inadecuadas?
Y como si nos estuvieras leyendo el pensamiento, nos respondes, por boca del apóstol San Pablo: “El Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables” (Rom 8, 26).
Espíritu Santo, ven en ayuda de nuestra debilidad, y concédenos la respuesta adecuada cuando nos ofenden, y también cuando somos nosotros los culpables; haz que sepamos reaccionar de la misma manera en que somos tratados por Dios, con misericordia.
Con el salmista, reconozco: “Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal, mírame, ten compasión de mí.”
Decimosexto domingo -Sv 12, 13.16-19; Rm 8, 26-27; Mt 13, 24-43
1 - Hay que reconocer que Dios actúa de manera muy diferente de la nuestra. Nosotros tenemos tendencia a dividir a las personas en dos grupos. Por un lado los buenos, los honrados, los inocentes. Y, por otro, los malos, los culpables, los de desconfiar. Y, de una forma más o menos inconsciente, nosotros nos situamos siempre en el primer grupo: entre los buenos. La culpa, al menos la parte más importante, siempre consideramos que es de los otros. Y hay que reconocer también que tenemos una doble medida a la hora de juzgar: somos terriblemente intolerantes con lo que consideramos defectos de los demás y sumamente comprensivos con los nuestros, con nosotros mismos.
2 - Pero, a través del evangelio de hoy, Jesús nos quiere hacer ver que este actitud no es honesta: esto no es jugar limpio.
En primer lugar, porque a menudo no es fácil distinguir el bien del mal. No es fácil delimitar, porque el bien y el mal no existen en estado puro. Como el trigo y la cizaña, están mezclados en un mismo campo. Muchas veces, bajo la apariencia de lo que consideramos mal, puede haber una auténtica fuerza de bien. Y al revés.
3 - La otra razón que hace que nuestra tendencia a juzgar no sea honesta es que en nuestro cada uno de nosotros somos una mezcla de bien y de mal. El mismo mal que criticamos en los demás, u otras cosas igualmente negativas, también lo llevamos dentro de nosotros. En nuestro corazón hay también una cierta dosis de egoísmo, de envidia, de orgullo, de intolerancia, de cobardía ... Es decir, de pecado, de no jugar limpio.
4 - No queramos juzgar, pues. Si alguna vez nos encontramos con alguna injusticia u otros males que, en conciencia, pensamos que no se pueden tolerar, luchamos con él. Luchamos allí, sí. Pero hagámoslo con humildad, sin creernos perfectos, sin juzgar el grado de buena o mala voluntad del otro. Porque en el momento que juzgo el otro considerando a mí mismo "puro", yo también me estoy convirtiendo en cizaña. Dejemos que el juicio lo haga el Señor, que es el único que conoce a fondo el corazón de la otra persona, y que sabe su historia personal, las situaciones que ha vivido en su vida y que le han llevado a ser o actuar así. Muchas personas sufren unos condicionantes fisiológicos o psicológicos de los que nosotros no somos conscientes.
Dejemos, pues, obrar al Señor y alegrémonos de su inmensa paciencia, porque nosotros somos los primeros beneficiados. Si analizamos con sinceridad nuestra historia personal, nos damos cuenta de cómo ha sido de gran bondad y la misericordia del Señor con nosotros. Dios nos libre que Él nos hubiera tratado con la misma dureza e intolerancia con que a menudo tratamos a los demás. Dios nos libre! Alegrémonos, pues, de su comprensión y paciencia y procuramos imitarlo. Esta parábola es la desautorización más total de todo tipo de fanatismo, de intolerancia, de furias apocalípticas. Dios no es así. El salmo que hemos escuchado nos dice claramente cómo es Él: "compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor". Pues procuramos parecernos a nuestro Padre del cielo.
5 - Pero fijémonos que si el Señor tiene tanta paciencia con nosotros, no es porque tanto se le dé el mal. No es eso. En él, el mal le ha costado muy caro, le ha llevado a morir en cruz. Por tanto, no es eso. La primera lectura nos hace ver claramente que lo hace: para que tengamos ocasión de arrepentirnos. Él no interviene directamente para que no nos quiere quitar la libertad. Nos da tiempo para que recapacitemos y tengamos ocasión de cambiar. Y quiere que esto lo hacemos libremente. Confía en nosotros. Se lo debemos agradecer. Y la mejor manera de hacerlo es imitar al Señor, de acuerdo con lo que hemos escuchado en la primera lectura: "Los justos deben ser humanos con todos". Pues, tengamos paciencia, especialmente con las personas que nos rodean, sin querer arrancar lo que es cizaña, porque también arrancaríamos el trigo. Será el milagro conseguido por nuestra paciencia y comprensión.
6 - Y empezamos por tener paciencia con nosotros mismos, como Dios la tiene. No nos menosprecien ni nos obsesionamos por nuestros defectos o por el pasado. No buscamos resultados a corto plazo. Las cosas que dejan señales más profundas, piden tiempo. No nos desanimemos. Confiamos en la bondad del señor, mantengamos la paz en el corazón y llevamos adelante.
Evangelio según San Mateo 13,24-43.
Jesús propuso a la gente otra parábola:
"El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue.
Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: 'Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?'. El les respondió: 'Esto lo ha hecho algún enemigo'. Los peones replicaron: '¿Quieres que vayamos a arrancarla?'. 'No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero'".
También les propuso otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas". Después les dijo esta otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa". Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Hablaré en parábolas, anunciaré cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo. Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: "Explícanos la parábola de la cizaña en el campo".
El les respondió: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles. Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!"
San Gregorio Palamas (1296-1359), monje, obispo y teólogo
Homilía 27; PG 151, 345-353
“Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre.”
Los siervos del Maestro, esto es, los ángeles de Dios, se dieron cuenta de que había cizaña en el campo, es decir, que los impíos y los malvados estaban mezclados con los buenos y vivían con ellos, aun dentro de la Iglesia de Cristo. Y dijeron al Señor: “¿Quieres que vayamos a arrancar la cizaña?” En otros términos: “Quitemos esta gente de en medio y la matamos”...(cf Mt 13,28). Con el tiempo, mucha gente impía y malvada, viviendo con los buenos y los piadosos llegan a convertirse. Se disponen a aprender en la escuela de la piedad y de la virtud y dejan de ser cizaña para llegar a ser trigo. Así, los ángeles se exponían al querer anihilar estos hombres antes de su conversión, arrancar el trigo en ellos quitando la cizaña. Además, muchas veces se encuentra gente de buena voluntad entre los hijos y los descendientes de los malvados. Por esto, el que conoce todo antes que llegue a existir no dio permiso para arrancar la cizaña antes del tiempo fijado...
Así que los que quieren salvarse del castigo final y quieren heredar el reino de Dios no deben ser cizaña sino trigo. Que se abstengan de toda palabra vana o maliciosa, que ejerzan las virtudes contrarias a sus vicios y produzcan frutos de penitencia! Así se harán dignos de entrar en el granero celestial, serán llamados hijos de Dios Padre, y que, alegres y radiantes de la gloria divina, entrarán como herederos en su reino.
ALGO DE LUZ SOBRE EL MISTERIO DEL MAL
Sabiduría 12, 13. 16-19; Sal 85, 5-6. 9-10. 15-16ª; Romanos 8, 26-27; Mateo 13, 24-43
La parábola del trigo y la cizaña incide en un problema muy vívido y que se reproduce constantemente en la historia de la Iglesia en todos los tiempos y lugares. Es el problema de la coexistencia de buenos y malos. Ya san Agustín señalaba que es imposible saber ahora qué hombres pertenecen ya a la Jerusalén Celestial y cuáles no. El juicio definitivo queda reservado a Dios, que es el único que conoce el interior de los hombres. Pero el evangelio deja clara una cosa y es que Dios sólo es responsable del bien que hay en el mundo, no del mal. La cizaña ha sido sembrada por el Enemigo. Es el signo inequívoco de que en la historia, además de la providencia divina, que es la rectora, intervienen otros factores que distorsionan y dificultan las cosas. Es el misterio de la iniquidad y del pecado. El mal sólo se sostiene sobre el bien, al que parasita y es causa de innegable sufrimiento para algunos. La Parábola, sin embargo, anuncia la victoria final de Dios sobre el mal, cumpliéndose la justicia y el poder de que habla la primera lectura.
El problema del mal es muy grande y, quizá, el sufrimiento del inocente es la mayor objeción a la bondad divina. En el Catecismo se nos dice que toda la Revelación es una respuesta al misterio del mal. Mirar el mal muchas veces paraliza y puede llevar a la desesperación. Hoy en día hay una gran tentación nihilista porque se percibe con mayor claridad el mal de que es capaz el hombre. Para asumirlo en nuestra vida hay que dar un rodeo que pasa por contemplar la bondad de Dios.
Ese camino que muchos no quieren seguir nos llevará a veces a la abnegación, otras a comprender la sabiduría de Dios, quizás nos mueva a cambiar de vida y a luchar por ser mejores o simplemente nos traerá consuelo. Pero es un camino que hay que seguir, porque por muchos males que haya en el mundo mucho mayor es la bondad de Dios.
La primera lectura apunta una causa de ese mal, y es el deseo de Dios de sacar un bien de ello. A veces una enfermedad cambia el corazón o hay personas que son probadas por el sufrimiento y gracias a ello sacan lo mejor de sí mismas. En cualquier caso, Dios es paciente con nosotros los hombres y sigue cuidando no sólo de la historia universal, sino también de cada uno de nosotros. Y, hemos de reconocerlo, a veces en nuestro corazón se junta muy poco trigo con mucha cizaña, pero Dios no nos destruye porque nos ama.
El salmo, al cantar la misericordia de Dios y decirnos que Él es lento a la ira y rico en piedad, nos ayuda a entender algo. San Agustín ya decía que Dios no permitiría ningún mal si de Él no pudiera salir un bien mayor. Y eso vale para todo, para soportar los defectos del prójimo e incluso nuestras propias debilidades. Pero también es evidente que Dios no quiere la cizaña, y por eso nosotros también debemos evitarla. Los santos lograron quemarla en el fuego del amor de Dios.
San Aurelio Cartago
Obispo de Cartago. En aquella época la Iglesia de Africa estaba en la cumbre de su esplendor; el obispo de Cartago era a la vez primado o patriarca de Africa, es decir, uno de los prelados más importantes de la Iglesia universal.San Aurelio tuvo que hacer frente a dos herejías: las de los donatistas y la de los pelagianos. Durante los 37 años que gobernó la sede, San Aurelio convocó numerosos sínodos provinciales y concilios plenarios de los obispos africanos para resolver ésos y otros problemas.
San Aurelio era íntimo amigo de San Agustín y, cuando aquél se quejó de que muchos monjes , so pretexto de vida contemplativa, eran simples holgazanes, San Agustín escribió el tratado "Sobre el trabajo de los monjes" para tratar de mejorar la situación.
San Fulgencio de Ruspe, obispo africano de la siguiente generación, escribió acerca de San Aurelio, como lo hizo también el erudito español Pablo Osorio.
Oremos
Señor, tú que colocaste a San Aurelio en el número de los santos pastores y lo hiciste brillar por el ardor de la caridad y de aquella fe que vence al mundo, haz que también nosotros, por su intercesión, perseveremos firmes en la fe y arraigados en el amor y merezcamos así participar de su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Elías, profeta del Antiguo Testamento (s. IX a. C.)
Cuando sucedió, allá en el monte llamado Tabor, la Transfiguración de Jesucristo ante los tres discípulos predilectos Pedro, Juan y Santiago, dejándoles ver por un momento su Gloria, allá apareció Elías entre los invitados junto a otro peregrino de la montaña que se llamaba Moisés; los discípulos los veían conversando familiarmente con Cristo; entre los tres comentaban cosas sobre los acontecimientos de la próxima Pasión.
Ya sabían cosas de él; las habían escuchado con frecuencia en la sinagoga de los sábados; incluso los más viejos del lugar afirmaban que en los últimos tiempos se hablaba de Elías más que en otras épocas; no hacía mucho, la gente llegó a confundir a aquel Bautista que realizaba su carismática predicación en el río Jordán con Elías; los mismos príncipes de los sacerdotes habían mandado a unos comisionados para que investigaran si Juan era el Mesías tan esperado y, al obtener una respuesta negativa, intuyeron que se trataba de alguna otra persona importante y hasta le preguntaron si era una especie de reencarnación de Elías o una aparición suya, puesto que se hablaba de que el gran profeta tendría que venir en los tiempos últimos.
¿Que quién fue este personaje?
Los judíos de todos los lugares conocían bien sus portentosas obras que fueron parte de su misión. Había nacido en torno al año 900 antes de Cristo, cuando ya se había consumado la división cismática político-religiosa del Pueblo de Dios que quedó seccionado en el Reino del Norte –con capital en Samaría– y el Reino del Sur –con capital en Jerusalén–, después de la asamblea que tuvieron en el 931, en Siquén. El reino del norte se llama desde entonces Israel y el del sur, Judá. Cuando Elías ejerce su profetismo por encargo de Dios, reina en Israel Ajab; pero se ha casado con la cruel Jezabel, hija de Ittobaal, el rey de Tiro y Sidón, que ha traído a Samaría a sus profetas y dioses fenicios, levantado un templo a los baales y ha perseguido hasta el aniquilamiento a los profetas del verdadero y único Dios, Yahvé.
Elías o Eliyahú, que quiere decir «Dios es mi confianza», es fuerte y claro con el rey Ajab. Le dirá que por haberse apartado de Yahvé y por haber torcido sus ojos a los dioses falsos ya lleva su reino sufriendo años la sequía que ha mandado Elías; hace años que los campos se han olvidado de las cosechas, los veneros están agostados y los animales se mueren; los hombres tienen labios resecos y Samaría entera sufre el azote de Dios.
Profeta fuerte y claro con el pueblo prevaricador. «¿Hasta cuándo cojearéis entre dos muletas?» les dice, recriminándoles por mantenerse dubitativos y negligentes entre Yahvé y los baales. Tiene que convencerles con un prodigio: Reunidos los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y él solo en lid sobrenatural para dilucidar ante el pueblo dónde está la verdad; dos novillos descuartizados dispuestos sobre el monte para el sacrificio; los profetas de los baales danzarán, cantarán, gritarán, implorarán, se harán incisiones sangrientas y entrarán en trance sin éxito; Elías invocará con sencillez al Dios de Israel y de Judá y vendrá de inmediato un fuego del cielo que hará en un instante cenizas a las víctimas y a las piedras por más que antes hubieran sido empapadas en agua.
Con los intereses de Yahvéh es fuerte y claro por encima de todo. Los cuatrocientos cincuenta profetas de los falsos dioses son pasados a cuchillo junto al torrente Cisón. Ni uno solo escapó.
Convertido ya el pueblo al buen Dios, no hace falta que continúe el castigo. Viene el agua como llega la persecución de la vengativa Jezabel que obliga a huir a Elías al desierto donde, cansado y agotado el profeta, pide ya la llegada de su fin bajo la retama. Como el desierto tiene reminiscencias de lugar encontradizo con Dios, le viene el encargo de reponer fuerzas porque el camino a recorrer es aún largo para Elías. Hace falta ungir a Yehú para rey de Israel y preparar a Eliseo como sucesor en el profetismo.
Aún tuvieron tiempo para ver al hombre de Dios pasar andando el río Jordán golpeado con su manto.
¡Cuánto debió de ser el poder que Dios dio a Elías, cuando Eliseo se conformaba solo con un tercio de él para desempeñar su propia misión! Y lo tendrá al ver el rapto de su maestro al cielo en aquel carro de fuego.
Francisco, en la ventana
"¡Nuestros hermanos son perseguidos, son enviados fuera, deben dejar sus casas!"
Papa: "La violencia no se vence con la violencia. ¡La violencia se gana con la paz!"
En la catequesis dijo que "gracias a la paciencia de Dios, la cizaña puede convertirse en trigo"
Les exhorto, a perseverar en la oración por las situaciones de tensión y de conflicto que persisten en diferentes partes del mundo, especialmente en Oriente Medio y Ucrania
(RV/Agencias).- Después de la oración mariana del Ángelus de este domingo el Papa pidió que rezáramos por la situación de las comunidades cristianas en Iraq y Oriente Medio. Porque "la violencia no se vence con la violencia ¡La violencia se gana con la paz!".
Palabras del Santo Padre:
Queridos hermanos y hermanas:
He recibido con preocupación las noticias procedentes de las Comunidades cristianas en Mosul (Iraq) y en otras partes de Oriente Medio, donde están, desde el inicio del cristianismo, han vivido con sus conciudadanos, ofreciendo una contribución significativa al bien de la sociedad. Hoy son perseguidos. ¡Nuestros hermanos son perseguidos, son enviados fuera, deben dejar sus casas sin tener la posibilidad de llevarse nada! Aseguro a estas familias y a estas personas mi cercanía y mi constante oración. Queridos hermanos y hermanas tanto perseguidos, yo sé cuánto sufren, yo sé que son despojados de todo. Estoy con vosotros en la fe con Él que ha vencido el mal.
Y a vosotros aquí, en la plaza, y a todos los que nos siguen por la televisión, invito recordar en la oración. Les exhorto, a perseverar en la oración por las situaciones de tensión y de conflicto que persisten en diferentes partes del mundo, especialmente en Oriente Medio y Ucrania. El Dios de la paz suscita en todos un auténtico deseo de diálogo y de reconciliación. La violencia no se vence con la violencia. ¡La violencia se gana con la paz! Recemos en silencio pidiendo la paz. Todos en silencio.
Maria, reina de la paz...
Dirijo un cordial saludo a todos ustedes, peregrinos provenientes de Italia y de otros países.
Saludo al coro de la diócesis de Killala (Irlanda), las Hermanas Benedictinas de la Divina Providencia y de las Hermanas de la Caridad de Santa Juana Antida, los fieles de Pescara y Villanova en Padua, los jóvenes de Messina y a los niños huéspedes por las vacaciones de verano de Tivoli.
Por favor, no se olviden de rezar por mí.
Y a todos les deseo a todos un buen domingo y un buen almuerzo ¡Hasta la vista!
La catequesis
Inspirado en el Evangelio según san Mateo del domingo, en el caluroso mediodía y ante una plaza de San Pedro repleta de peregrinos con sombreros y sombrillas para protegerse del sol, el Obispo de Roma recordó que en la parábola el dueño sembró trigo, pero en la noche el enemigo sembró cizaña del campo y explicó que cizaña en hebraico deriva de la misma raíz del nombre de "Satanás" y reclama el concepto de "división".
Los servidores quieren cortar la cizaña pero el patrón se los impide con esta motivación: "para que no suceda que arrancando la cizaña corten también el trigo".
Francisco afirmó que el mal en el mundo no viene de Dios sino de su enemigo el Maligno, que muy astutamente siembra el mal en medio del bien, de modo que es imposible separarlos netamente; pero Dios al final podrá hacerlo.
El segundo tema dijo Francisco es la contraposición entre la impaciencia de los servidores y la paciencia y misericordia de Dios que ve mejor que nosotros la basura, pero ve también los gérmenes de bien y espera con paciencia que maduren, con la certeza de que el mal no tiene ni la primera ni la última palabra.
Gracias a esta paciencia de Dios también la cizaña puede convertirse en trigo, afirmó el Papa, asegurando que el mal será quitado y eliminado en el tiempo de la cosecha, es decir en el tiempo del juicio.
El Sucesor de Pedro concluyó exhortando a pedir a la Virgen que nos ayude a crecer en paciencia, en esperanza y en misericordia.
Trigo y cizaña.
Dom 16. Tiempo ordinario. Ciclo A: Mt 13, 24-43. El evangelio del domingo anterior (Mt 13, 1-23) había presentado el reino de Dios como una siembra(partiendo del relato base de Mc 4, 1-20). Pero Mateo no se ha contentado con esa primera elaboración del tema, sino que ha querido desarrollarlo, introduciendo unos elementos nuevos, de tipo apocalíptico, que eran comunes en el judaísmo de su tiempo. De esa forma ha creado este nuevo pasaje (Mt 13, 24-43) que ha sido y sigue siendo esencial en la visión del cristianismo.
En tiempos de Mateo
Esta nueva versión de la parábola proviene de la iglesia de Mateo, que ha elaborado y/o ampliando algunos de los elementos que se hallaban velados en la tradición cristiana. Es un tema exclusivo de su evangelio, pero algunos de sus rasgos han sido esenciales en la historia de la Iglesia:
-- la oposición entre los dos sembradores, Jesús y el Diablo;
-- la visión de la iglesia (el mundo) como un campo mixto donde crece trigo y cizaña;
-- la imposibilidad de discernir en este mundo el trigo y la cizaña, pues están muy mezclados, en contra de todos los inquisidores de derecha o de izquierda;
-- la certeza de que llega un juicio final, con la división de buenos y malos, pero con la advertencia de que no se adelante ese juicio, de que nadie tome en su mano la justicia de Dios;
-- la identificación de los agentes y signos del juicio (ángeles, fuego)..., pero sabiendo que nos desbordan; nadie en el mundo es un ángel, nadie es el Diablo;
-- la certeza de la salvación de los elegidos, la llamada a la paciencia, mientras nos esforzamos por ser buen trigo, queriendo que el trigo venza a la cizaña, con su oferta de pan y de vida…
En nuestros tiempos, Buenos Aires
Estamos en Buenos Aires, una ciudad que ha sido típica por su capacidad de acoger a gentes de todo tipo, gallegos y tanos, vascos y vénetos, rusos y judíos… Casi todas las naciones y razas del mundo vinieron a este puerto a lo largo del siglo XIX, y se quedaron a vivir, porque era buena la tierra y apacible la gente.
Pero también ha habido gente dispuesta a sacar la guillotina… expulsando y matando a los contrarios. En esta tierra (y en otras) se han dado también curas guerrilleros y soldados dispuestos a matar a los suyos, más que a defenderlos… Por aquí ha cabalgado también el demonio, todos los demonios. De eso ha seguido hablado este Coloquio, que quiere ser eso, simplemente Coloquio: Lugar donde se comparte la palabra…
¿Qué habría que arrancar?
Don Quijote es en Buenos Aires tan famoso como en Madrid… Por aquí sigue también cabalgando, y diciendo que es necesario arrancar esta mala semilla de sobre la haz de la tierra. Pero lo dice con humor, él, un soldado caballero que era incapaz de matar a nadie. Además, Pero su cizaña eran unos inocentes los molinos de viento…
Los inquisidores. Detrás de ese pasaje del Quijote está toda la historia de los inquisidores, que han aguzado su mente para descubrir cizaña, echándola al fuego, antes de tiempo... También hoy son muchos los que quieren arrancar, de un lado o de otro, la mala semilla, con criterios distintos:
a. Algunos (han sido numerosos en la historia) arrancarían la semilla del Papa y del Vaticano
b. Otros (también numerosos) arrancarían la semilla de los llamados herejes… para dejar una iglesia de puros, donde al final sólo quedarían ellos
Si les hiciéramos caso, a unos y otros, al final no quedaría nadie para contarlo. Pues bien, en contra de unos y de otros (de inquisidores de derecha y de izquierda), el Jesús de Mateo nos pide paciencia, que seamos capaces de crear y dar fruto en un mundo mezclado, que no empecemos a juzgar antes de tiempo, que no convirtamos la Iglesia en un campo de inquisiciones contrapuestas, cada uno queriendo arrancar a su contrario... En una historia dividida estamos. Ciertamente hay cizaña, pero no es fácil distinguirla violentamente del trigo.
De eso tratan, de un modo inicial, las reflexiones que siguen, que no explican esta parábola/alegoría, que pueden ayudar a situarla. Buen domingo a todos.
Introducción
Más que una parábola (como Mt 13, 3-9), este nuevo texto acaba siendo una “alegoría”, una explicación del texto anterior en clave de conflicto satánico y de juicio escatológico. Esta alegoría parabólica se sitúa en el centro de un proceso que comienza en la tentación (Mt 4) y culmina en el juicio final (Mt 25, 31-46). El texto consta de tres partes, construidas en forma de tríptico:
a (parábola básica): El sembrador y su enemigo (Mt 13, 24-30)
b (parábolas explicativas): ayudar a situar el tema (Mt 13, 31-35)
a’ (interpretación alegórica): resuelve el sentido de la parábola, en línea teológica (Mt 13, 36-43)
A. EL SEMBRADOR Y SU ENEMIGO (Mt 13, 24-30).
Es una nueva versión, en parte más alegorizada, de la parábola anterior (13, 3-9). Las transposiciones y cambios son fáciles de entender desde el mismo contexto mediterráneo en que la imagen se sitúa; ellos nos obligan a entender el tema en un contexto más judío, de división ética y de culminación escatológica.
Texto
Otra parábola les propuso, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo se acercaron a decirle: “Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?” El les contestó: “Algún enemigo ha hecho esto.” Dícenle los siervos: “¿Quieres, pues, que vayamos a arrancarla?” Díceles: “No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero (Mt 13, 24-30).
Esta parábola vincula el motivo central del mensaje de Jesús (la buena siembra) con algunos motivos centrales de la apocalíptica judía, tal como aparecía reflejada en el mensaje de Juan Bautista, centrado en la siega y en la separación escatológica. Desde ese fondo, en la perspectiva del mensaje de Jesús, los cristianos que están en el fondo del evangelio de Mateo, reinterpretan los motivos apocalípticos de la tradición judía:
– El Reino de los Cielos se parece a un Hombre que siembra buena semilla... (13, 24). Ante se decía simplemente que “sembraba” (13, 3). Ahora se añade que siembra buena semilla, introduciendo así en todo el relato la división entre el bien y el mal. Conforme a la simbología agraria de aquel tiempo, la buena semilla será trigo; la mala, cizaña (13, 2). Nos encontramos, por lo tanto, ante el mensaje de la buena siembra que se encuentra amenazada.
– El Sembrador y sus siervos. La parábola presenta al Sembrador como un oikodespotes o Amo de casa, que realiza su labor a través de unos siervos o criados, que están a su servicio. De esta forma puede indicarse el carácter eclesial del tema: el Mesías de Dios realiza su obra a través de unos ministros, como aparece en Mt 10 y en el envío misionero de 28, 16-20; pero también puede ponerse de relieve el fondo angélico del tema, como indicará la misma explicación de la parábola, desde la perspectiva de la apocalíptica judía
– El Enemigo del Sembrador. Conforme a la parábola anterior (Mt 13, 3-9), ese Enemigo de la siembra estaba simbolizado por los pájaros que comen la semilla o por las preocupaciones y riquezas del mundo, que impiden cultivar esa semilla a los creyentes (apareciendo así en perspectiva parabólico/moral). Pues bien, ahora se supone que hay un Enemigo/Diablo, que siembra mala semilla en medio de la noche (tiempo de oscuridad, tiempo en que duermen los siervos del Amo). Esa semilla mala (cizaña), lo mismo que la noche (oscuridad) forma parte del riesgo de la Siembra del Mesías sobre el mundo.
– Dejad que crezcan ambas.... (13, 30). Los siervos del amo quieren anticipar el juicio, dentro de la historia, destruyendo (arrancando) por la fuerza a la cizaña. Esta es la tentación de todo mesianismo histórico, que intenta resolver los problemas por la fuerza, empleando en el fondo una táctica más propia del diablo. La respuesta del Amo de Casa se sitúa en un plano de alargamiento apocalíptico: “dejad que crezcan ambas”.Ese Mesías de la siembra acepta la conflictividad histórica: entiende el mundo como campo de batalla; así deja que su semilla crezca y madure su grano en medio de la cizaña. Antes (13, 7) se suponía que el campo no debe estar lleno de espinas (eran las espinas o zarzas de los mismos creyentes); ahora se añade que debe respetarse la cizaña.
– Hasta que llegue la siega... (13, 30). El mismo Sembrador y Guardián aparecerá, al final, como Jefe Segador que dirá a los segadores que recojan el trigo y lo guarden, que quemen la cizaña... Para Mateo es evidente que la obra mesiánica de gratuidad (de no violencia) sobre el mundo está dirigida hacia un futuro de juicio que supondrá la separación de los humanos. Se trata de un juicio “simétrico”, que consta de dos partes: el trigo se recoge en el granero de Dios, la cizaña se quema.
De esa forma, la parábola de la semilla se convierte en alegoría de siembra inicial, de disputa histórica y de decisión final, marcando así los tres tiempos históricos.
-- Al principio está la siembra de la buena semilla, en el campo del Amo.
-- En medio está la disputa. El Buen Sembrador tiene un Enemigo que siembra su mala semilla, con toda intención, para oponerse a la Palabra. Este tiempo intermedio está determinado por la confrontación o lucha: las dos semillas crecen, una junto a la otra, de manera que el campo del amo (del Señor de la casa) viene a presentarse como campo mixto, de trigo y cizaña.
-- Al final estará la solución del problema.
B. PARÁBOLAS INTERMEDIAS (Mt 13, 31-33)
Grano de mostaza y levadura (a: Mc 13, 31-35). La “parábola básica” del trigo y la cizaña, con su fuerte contenido alegórico, queda pendiente de la una explicación ulterior (a’: Mt 13, 36-43). Para entenderla mejor (como sucedía en la parábola primera donde, siguiendo el modelo de Marcos, había comparación, intermedio y explicación: Mt 13, 3-9; 13, 10-17 y 13, 18-23), Mateo introduce también aquí un intermedio que sirve para entender mejor el tema de la cizaña y juicio final. Consta de dos parábolas más breves (Mt 13, 31-32 y 13, 33) y de una afirmación programática sobre el valor de las parábolas. Evocaremos los tres pasajes, destacando su importancia cristológica.
Textos (Mt 13, 31-33)
a. Les propuso esta otra parábola: El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.
b. Les dijo otra parábola: "El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente. Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada.
c. Así se cumplió el oráculo del profeta: "Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo.
a. El Reino es como un grano de mostaza (13, 31-32). En la explicación que sigue (Mt 23, 36-43), el Reino viene a presentarse de manera espléndida, universal, arrolladora, como corresponde al contexto apocalíptico. Aquí en cambio, en sintonía con el mensaje de Jesús, viene a presentarse de un modo escondido, como simple grano de mostaza, casi invisible, en medio de la tierra, en un medio de un pequeño huerto.
b. El Reino, levadura en la masa (13, 33). De nuevo se compara el Reino con algo familiar y muy sencillo: en lugar del glorioso Hijo de Hombre que después veremos, como imagen de Dios, vemos aquí a una mujer que introduce fermento en la masa del pan, dividida en tres partes, hasta que toda fermente. El signo de Dios no es ya siega y división del trigo y la cizaña, sino el fermento simple y poderoso que una mujer introduce en el trigo que ella misma ha amasado y dividido en “tres partes”. Hoy nos resulta difícil saber lo que significan esas “tres partes”, pero queda clara la comparación de Jesús con una mujer cuidadosa y con el fermento que parece impuro (es ambiguo) y que, sin embargo, fermenta la masa.
c. Mesías de las parábolas: “abriré mi boca en parábolas...” (13, 34-35). En el centro del tríptico anterior, los discípulos habían preguntado a Jesús por qué hablaba en parábolas “a los de fuera” (cf. 13, 10), como si ese lenguaje sirviera para ocultar los misterios del reino, y esa era la impresión que podía dar una lectura rápida del texto. Pues bien, ahora descubrimos que las parábolas forman parte forman parte de la revelación originaria. Por eso, el evangelio atribuye Jesús la palabra profética de Sal 78, 2 donde se dice. “Abriré mi boca en parábolas, revelaré las cosas escondidas desde el comienzo del cosmos”.
Estas palabras finales nos ayudan a entender a Jesús como Mesías revelador: es aquel que ha podido evocar y expandir el Reino de Dios como verdad originaria, en el centro de la historia, y lo ha hecho con las parábolas más simples del grano de mostaza y de la levadura. Sólo en este contexto podrá entenderse lo que sigue, el gran apocalípsis del juicio.
Sólo es verdadero juez final aquel que proclama la verdad originaria, es decir, los misterios escondidos desde el comienzo del mundo: hay un camino de sabiduría que se abre al discernimiento final, un libro de revelación y juicio, que se identifica con la misma trama de la vida de Jesús. De esa forma, él aparece como encarnación de Dios dentro de la misma historia.
A’. DE LA PARÁBOLA AL JUICIO APOCALÍPTICO (13, 36-43).
Consta de una introducción (13, 36) y dos partes básicas: la primera (13, 37-39) ofrece una especie de vocabulario escatológico y la segunda (13, 40-43) una visión rápida del juicio, entendido como acción del Hijo del Humano.
Mateo anticipa de esta forma la gran parábola/alegoría del juicio de 25, 31-46. La misma siembra, a través de la separación entre buenos y malos, nos ha llevado a la escena final del juicio donde se anticipa ya la culminación del evangelio.
Texto
A. (Vocabulario) El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno; el enemigo que la sembró es el Diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles (13, 37-39).
B. (Juicio) Como se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será en el fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre (13, 40-43).
Mateo asume de esta forma la apocalíptica judía de su tiempo, introduciendo en ella la novedad del evangelio entendido como siembra. Ciertamente, el Diablo cumple una función perversa (de mala siembra), pero no aparece como violador impositivo, que destruye desde fuera a los humanos (en la línea de 1 Henoc), sino como sembrador de mala Palabra. Eso significa que éstos (los hombres) tienen la capacidad de oponerse al Diablo, de manera que al fin pueden ser juzgados. Lógicamente, frente a la condena y juicio de los ángeles perversos (violadores) de la tradición apócrifa judía, ha presentado Mateo la condena de aquellos que rechazan la siembra del Hijo del humano.
1. Un Vocabulario apocalíptico: (13, 37-39)
Teniendo esto en cuenta, podemos presentar ya su vocabulario escatológico consta de seis elementos, contrapuestos de dos en dos:
a. Sembrador: Hijo del Humano. La tradición anterior lo presuponía (cf. Mc 4,14), pero sólo ahora se afirma en palabra de gran valor cristológico: el cuanto Hijo del humano, Jesús es Sembrador de buena semilla para los hombres
a’. Enemigo: Diablo. No se limita a “comer” la semilla o sus frutos, como los pájaros de 13, 19 (o el Dragón de Ap 12, 1-3), sino que imita al Sembrador, oponiendo a la buena la mala semilla, queriendo construir así un reino pervertido
b. Campo: el Cosmos. La parábola anterior (13, 25) afirmaba que el sembrador siembra “en su campo”. Ahora se afirma que ese campo es el cosmos: el Hijo del humano actúa sobre el conjunto de la realidad, sobre todo lo que existe.
b’. Buena y mala semilla: son los Hijos (=portadores) del Reino y los hijos del Malo, es decir, los representantes del Diablo en el mundo. Ambos grupos viven mezclados en el mundo. La acción del Hijo de hombre se encuentra amenazada.
c. Siega: fin del mundo. Del ámbito espacial (cosmos: totalidad de lo que existe) pasamos al temporal, a la funte, leía aivw/no,j o consumación del Eón (=siglo). El Hijo del humano aparece así como Señor del fin del tiempo.
c’. Segadores: Ángeles, realizan la separación final, como representantes de Dios, portadores de su acción escatológica. La misma división actual de la humanidad viene a presentarse según eso como llamada o promesa de juicio
2. La narración del juicio (13, 40-43)
El vocabulario anterior no ha sido explicitado con detalle en esta narración del juicio (13, 40-43), que sólo reasume y amplía algunos de sus rasgos, retomandoelementos de la visión escatológica del Bautista (Mt 3, 10) y anticipando la gran escena del juicio final de 25, 31-46, pero sólo desde la perspectiva del juicio de condena. Eso significa que el vocabulario y la narración del juicio han sido en principio independientes. Éstos son los elementos básicos del juicio: comparación parabólica, acción judicial y conclusión salvadora:
– Parábola (13, 40a). En el fondo del texto hay una comparación, en forma de parábola “Como se recoge la cizaña y se echa al fuego...”. Aquí no se habla del “buen trigo”, recogido en el Granero de Dios, que puede entenderse como gran banquete de pan y de vino. Sólo se habla del juicio de la cizaña, que se puede conservar junto al trigo, sino que, ahora, al final, sólo sirve para hacer fuego (y quizá para calentar la casa: en ese sentido, con el fuego de la cizaña se podría cocer el pan). Por otra parte, la cizaña hay que quemarla para que no se expanda y contamine todo el campo.
– Acción judicial (13, 40b-42). Se realiza en la consumación del tiempo y está dirigida por el Hijo del hombre, que ya no aparece como Sembrador (en la línea del vocabulario anterior), sino como Realizador del juicio de Dios, a través de sus Ángeles. Antes vimos que el Hijo del Hombre sembraba en su campo (13, 24) es decir, en su propia tierra; ahora descubrimos que esa tierra donde él ha sembrado (tierra que el vocabulario se identificaba con el cosmos: 13, 38) es su propio Reino (13,41). Más que un juicio “forense” (como el de Mt 25, 31-46), tenemos aquí un “juicio tiene un carácter de victoria final y liberación: los ángeles del Hijo del humano recogen a los creadores de escandalizadores y obradores de iniquidad y los arrojan al horno de fuego, es decir, al lugar de la destrucción definitiva.
– Final (13, 43): “Entonces los justos brillarán como el Sol en el reino de su Padre”. Pasamos así del reino del Hijo del Hombre (vivido en la historia, en medio de contradicciones y lucha entre los buenos y perversos) al Reino del Padre, conforme a un tema que ha sido expuesto de manera clásica por 1 Cor 15, 20-28. Las diferencias son claras, pero también es clara la semejanza: el reino de Jesús, Hijo del Hombre, está al servicio del Reino universal de Dios. En el fondo de todo el texto sigue estando la gran promesa del juicio de Dan 12, 1-3.
CONCLUSIÓN:
Mt ha utilizado elementos de la tradición apocalíptica, pero los ha recreado desde su propia visión de la apocalíptica. De la Palabra de Jesús, sembrada como evangelio sobre la tierra de Israel, hemos pasado al campo de la división y juicio universal entre los humanos.
Desde una lectura parcial, estos pasajes (tanto el vocabulario como la acción judicial) pueden entenderse en clave de disputa anti-judía y de afirmación eclesial: Mateo trataría sólo de aquello que sucede en ámbito de iglesia, conforme a una visión ya evocada en 7, 23. Allí condenaba Jesús a los obradores de iniquidad (hoiergazomenoitênanomian) dentro de la misma iglesia, en pasaje de clara polémica intra-cristiana. Pero aquí el contexto el totalmente distinto, lo mismo que en la segunda mitad de Mt 10: la Palabra de Jesús se amplía, desbordando el contexto del discipulado, en una línea que culminará en 28, 16-20: se supone ya que la palabra de Jesús se ha ampliado al mundo entero, de manera que la obra de la iglesia se vincula a la presencia del Hijo del humano en todo el mundo.
Este contexto universal viene exigido, en otro aspecto, por la misma oposición entre el Diablo que en 4, 8 mostraba como suyos todos los reinos del cosmos (pasas tan basileiastoukosmou) y Jesús, vencedor del Diablo, que ha sembrado su Palabra en todo el cosmos. Ahora descubrimos la mentira del Diablo, que no es rey del cosmos, porque el auténtico rey es Jesús que siembra la palabra y vence en un camino que culmina en la destrucción de todos los poderes perversos de la historia. Por ahora, dentro de la trama narrativa de Mt, no sabemos cómo ha de ser esa victoria... Tendremos que seguir leyendo el evangelio, con la muerte de Jesús y con el signo de su victoria mesiánica sobre la montaña de Galilea (18, 16-20)