“El Hijo del hombre vendrá para llevarnos con él”
- 26 Noviembre 2015
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El Papa en la sede de la ONU de Nairobi
El Papa visita la oficina de la ONU en Nairobi llamando a la responsabilidad con el medio ambiente
Francisco: "Sería catastrófico no llegar a un acuerdo global y transformador en la Cumbre del Clima"
"Los emigrantes económicos no son reconocidos como refugiados", señala Bergoglio
José Manuel Vidal, 26 de noviembre de 2015 a las 15:20
Francisco denuncia "los tráficos ilegales que crecen en un ambiente de pobreza y que, a su vez alimentan la pobreza y la exclusión"
(José M. Vidal).- Tras la misa multitudinaria de esta mañana y el encuentro con el clero, Francisco visitó la Oficina de Naciones Unidas en Nairobi. Con resonancias a su historica visita al Palacio de Cristal de Nueva York. En su discurso, hizo especial hincapié en la defensa del medio ambiente: "El cambio climático es un problema global", subrayó, pidiendo que "la humanidad de comienzos del siglo XXI sea recordada por haber asumido con generosidad sus graves responsabilidades". Refiriéndose a la COP21 de París, el Papa señaló que "sería catastrófico" no llegar a un acuerdo. Hasta en la ONU el Papa es recibido con cánticos africanos, mientras firma en el libro de visitantes ilustres. Antes de firmar en el libro, plantó un árbol, como signo de futuro.
Bienvenida de la directora general de la oficina de Naciones Unidas en Nairobi, que agradece la presencia del Papa y su lucha por la ecología y por la paz. Después interviene Joan Clos, el ex alcalde de Barcelona que ahora es el director ejecutivo de la sección de la ONU que se ocupa de la vivienda. Habla en castella: "Agredeciados por que, en su encíclica ha tocado algunos de los retos de la Humanidad"
"Uno de los retos aquí es el crecimiento de las megaciudades y la concentración en ellas de situaciones de pobreza".
Algunas frases del discurso del Papa
"Sería triste que los intereses privados prevaleciesen sobre el bien común"
"Mejorar o destruir el ambiente: ésta es la disyuntiva"
"El clima es un bien común de todos y para todos"
"El cambio climático es un problema global"
"UNo de los principales retos de la Humanidad"
"Tener en cuenta los derechos de los más desfavorecidos"
"La COP 21 es un paso importante en el proceso de desarrollo de un nuevo sistema energético que dependa al mínimo de energías fósiles"
"Corregir las disfunciones del sistema actual"
"Evitemos cualquier tentación de caer en el nominalismo declamatorio con efecto tranquilizante sobre las conciencias"
"Espero que la COP 21 lleve a un acuerdo global y transformador, basado en la justicia"
"Lucha contra la pobreza y respeto de la dignidad humana"
"Se afirma la tendencia a concebir el planeta como patria y a la Humanidad como pueblo que habita una casa común"
"Tenemos que aceptar humildemente nuestra interdependencia"
"Interdependencia no es sumisión de algunos a los intereses de los otros, de los más débiles ante lso intereses de los más fuertes"
"Es necesario un diálogo sincero y abierto"
"Somos conscientes de que los seres humanos pueden superarse y regenerarse"
"La Humanidad del período postindustrial, una de las más irresponsables de la Historia"
"La persona y su dignidad, como punto de partida"
"UN cambio de ruta"
"Soluciones políticas y técnicas acompañadas de un proyecto educativo: un nuevo estilo cultural"
"Asumir la cultura del cuidado de uno mismo, de los demás y del medioambiente frente a la cultra del descarte"
"Conciencia de un futuro compartido por todos"
"Emerge un gran reto cultural, espiritual y educativo"
"Atentos a evitar la globalización de la indiferencia"
"No resignarse a las formas extremas de descarte y de exlcusión social, como son las nuevas formas de exclavitud, la trata de personas, el tráfico de órganos..."
"Los emigrantes económicos no son reconocidos como refugiados"
"Muchas vidas, muchas historias y muchos sueños que naufragan"
"No podemos permanecer indiferentes ante esto. No tenemos derecho"
"Muchas ciudades se tornan invivibles e ineficaces"
"Aumenta la violencia: el narcotráfico, el consumo de drogas, la pérdida de identidad..."
"Animo a los que trabajan por asegurar que el proceso de urbanización sea un instrumento eficaz para el desarrollo y la integración"
"Asegurar a todos el derecho a la tierra, al trabajo y al techo"
"No se ha alcanzado todavía unsistema internacional comercial justo y que ayude a los más pobres"
"Comercio ilegal de diamantes y piedras preciosas...o el tráfico de marfil...alimentan la inseguridad y el terrorismo"
"Un grito del hombre y de la tierra que debe ser escuchado por la comunidad internacional"
"Buscar sinceramente el servicio al bien común"
Discurso del Papa:
Deseo agradecer la amable invitación y las palabras de acogida de la Señora Sahle-Work Zewde, Directora General de la Oficina de las Naciones Unidas en Nairobi, como también del Señor Achim Steiner, Director Ejecutivo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, y del Señor Joan Clos, Director Ejecutivo del Programa ONU-Hábitat. Aprovecho la ocasión para saludar a todo el personal y a todos los que colaboran con las instituciones aquí presentes.
De camino hacia esta sala me han invitado a plantar un árbol en el parque del Centro de las Naciones Unidas. Quise aceptar este gesto simbólico y sencillo, cargado de significado en tantas culturas.
Plantar un árbol es, en primera instancia, una invitación a seguir luchando contra fenómenos como la deforestación y la desertificación. Nos recuerda la importancia de tutelar y administrar responsablemente aquellos «pulmones del planeta repletos de biodiversidad [como bien lo podemos apreciar en este continente con] la cuenca fluvial del Congo», lugar esencial «para la totalidad del planeta y para el futuro de la humanidad». Por eso, es siempre apreciada y alentada «la tarea de organismos internacionales y de organizaciones de la sociedad civil que sensibilizan a las poblaciones y cooperan críticamente, también utilizando legítimos mecanismos de presión, para que cada gobierno cumpla con su propio e indelegable deber de preservar el ambiente y los recursos naturales de su país, sin venderse a intereses espurios locales o internacionales» (Carta enc. Laudato si', 38).
A su vez, plantar un árbol nos provoca a seguir confiando, esperando y especialmente comprometiendo nuestras manos para revertir todas las situaciones de injusticia y deterioro que hoy padecemos.
Dentro de pocos días comenzará en París un importante encuentro sobre el cambio climático, donde la comunidad internacional como tal, se enfrentará de nuevo a esta problemática. Sería triste y me atrevo a decir, hasta catastrófico, que los intereses particulares prevalezcan sobre el bien común y lleven a manipular la información para proteger sus proyectos.
En este contexto internacional, donde se nos plantea la disyuntiva que no podemos ignorar de mejorar o destruir el ambiente, cada iniciativa tomada en este sentido, pequeña o grande, individual o colectiva, para cuidar la creación indica el camino seguro para esa «generosa y digna creatividad, que muestra lo mejor del ser humano» (ibíd., 211).
«El clima es un bien común, de todos y para todos; [...] el cambio climático es un problema global con graves dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas, y plantea uno de los principales desafíos actuales para la humanidad» (ibíd., 23-25) cuya respuesta «debe incorporar una perspectiva social que tenga en cuenta los derechos fundamentales de los más postergados» (ibíd., 93). Ya que «el abuso y la destrucción del ambiente, al mismo tiempo, va acompañado por un imparable proceso de exclusión» (Discurso a la ONU, 25 septiembre 2015).
La COP21 es un paso importante en el proceso de desarrollo de un nuevo sistema energético, que dependa al mínimo de los combustibles fósiles, busque la eficiencia energética y se estructure con el uso de energía con bajo o nulo contenido de carbono. Estamos ante el gran compromiso político y económico de replantear y corregir las disfunciones y distorsiones del actual modelo de desarrollo.
El Acuerdo de París puede dar una señal clara en esta dirección, siempre que, como ya tuve ocasión de decir ante la Asamblea General de la ONU, evitemos «toda tentación de caer en un nominalismo declaracionista con efecto tranquilizador en las conciencias. Debemos cuidar que nuestras instituciones sean realmente efectivas» (ibíd.). Por eso, espero que la COP21 lleve a concluir un acuerdo global y «transformador» basado en los principios de solidaridad, justicia, equidad y participación, y orientando a la consecución de tres objetivos, a la vez complejos e interdependientes: el alivio del impacto del cambio climático, la lucha contra la pobreza y el respeto de la dignidad humana.
A pesar de muchas dificultades, se está afirmando la «tendencia a concebir el planeta como patria y la humanidad como pueblo que habita una casa de todos» (Carta enc. Laudato si', 164). Ningún país «puede actuar al margen de una responsabilidad común. Si realmente queremos un cambio positivo, tenemos que asumir humildemente nuestra interdependencia» (Discurso a los movimientos populares, 9 julio 2015). El problema surge cuando creemos que interdependencia es sinónimo de imposición o sumisión de unos en función de los intereses de los otros. Del más débil en función del más fuerte.
Es necesario un diálogo sincero y abierto, con la cooperación responsable de todos: autoridades políticas, comunidad científica, empresas y sociedad civil. No faltan ejemplos positivos que nos demuestran cómo una verdadera colaboración entre la política, la ciencia y la economía es capaz de lograr importantes resultados.
Somos conscientes, sin embargo, de que los «seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, también pueden sobreponerse, volver a optar por el bien y regenerarse» (Carta enc. Laudato si', 205). Esta toma de conciencia profunda nos lleva a esperar que, si la humanidad del período post-industrial podría ser recordada como una de las más irresponsables de la historia, «la humanidad de comienzos del siglo XXI [sea] recordada por haber asumido con generosidad sus graves responsabilidades» (ibíd., 165).
Para eso es necesario poner la economía y la política al servicio de los pueblos donde «el ser humano, en armonía con la naturaleza, estructura todo el sistema de producción y distribución para que las capacidades y las necesidades de cada uno encuentren un cauce adecuado en el ser social» (Discurso a los movimientos populares, 9 julio 2015). No se trata de una utopía fantástica, por el contrario, una perspectiva realista que pone la persona y su dignidad como punto de partida y hacia donde todo tiene que fluir.
El cambio de rumbo que necesitamos no es posible realizarlo sin un compromiso sustancial por la educación y la formación. Nada será posible si las soluciones políticas y técnicas no van acompañadas de un proceso de educación que promueva nuevos estilos de vida. Un nuevo estilo cultural. Esto exige una formación destinada a fomentar en niños y niñas, mujeres y hombres, jóvenes y adultos, la asunción de una cultura del cuidado; cuidado de sí, cuidado del otro, cuidado del ambiente; en lugar de la cultura de la degradación y del descarte. Descarte de sí, del otro, del ambiente. La promoción de la «conciencia de un origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos [nos] permitiría el desarrollo de nuevas convicciones, actitudes y formas de vida. [Es] un gran desafío cultural, espiritual y educativo que supondrá largos procesos de regeneración» (Carta enc. Laudato si', 202), que estamos a tiempo de impulsar.
Son muchos los rostros, las historias, las consecuencias evidentes en miles de personas que la cultura del degrado y del descarte ha llevado a sacrificar bajo los ídolos de las ganancias y del consumo. Debemos cuidarnos de un triste signo de la «globalización de la indiferencia, que nos va "acostumbrando" lentamente al sufrimiento de los otros, como si fuera algo normal» (Mensaje para la Jornada Mundial de la Alimentación 2013, 16 octubre 2013, 2), o peor aún, a resignarnos ante las formas extremas y escandalosas de "descarte" y de exclusión social, como son las nuevas formas de esclavitud, el tráfico de personas, el trabajo forzado, la prostitución, el tráfico de órganos. «Es trágico el aumento de los migrantes huyendo de la miseria empeorada por la degradación ambiental, que no son reconocidos como refugiados en las convenciones internacionales y llevan el peso de sus vidas abandonadas sin protección normativa alguna» (Carta enc. Laudato si', 25). Son muchas vidas, son muchas historias, son muchos sueños que naufragan en nuestro presente. No podemos permanecer indiferentes ante esto. No tenemos derecho.
En paralelo al descuido del ambiente, desde hace tiempo somos testigos de un rápido proceso de urbanización, que por desgracia conduce con frecuencia a un «crecimiento desmedido y desordenado de muchas ciudades que se han hecho insalubres [e ...] ineficientes» (ibíd., 44). Y son también lugares donde se difunden síntomas preocupantes de una trágica rotura de los vínculos de integración y de comunión social, que lleva al «crecimiento de la violencia y [al] surgimiento de nuevas formas de agresividad social, [al] narcotráfico y [al] consumo creciente de drogas entre los más jóvenes, [a] la pérdida de identidad» (ibíd., 46), al desarraigo y al anonimato social (cf. ibíd, 149).
Quiero expresar mi aliento a cuantos, a nivel local e internacional, trabajan para asegurar que el proceso de urbanización se convierta en un instrumento eficaz para el desarrollo y la integración, a fin de garantizar a todos, y en especial a las personas que viven en barrios marginales, condiciones de vida dignas, garantizando los derechos básicos a la tierra, al techo y al trabajo. Es necesario fomentar iniciativas de planificación urbana y del cuidado de los espacios públicos que vayan en esta dirección y contemplen la participación de la gente del lugar, tratando de contrarrestar las muchas desigualdades y los bolsones de pobreza urbana, no sólo económicos, sino también y sobre todo sociales y ambientales. La futura Conferencia Hábitat-III, prevista en Quito para octubre de 2016, podría ser un momento importante para identificar maneras de responder a estas problemáticas.
Dentro de pocos días, esta ciudad de Nairobi, será sede de la 10ª Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio. En 1967, frente a un mundo cada vez más interdependiente, y anticipándose en años a la presente realidad de la globalización, mi predecesor Pablo VI reflexionaba sobre cómo las relaciones comerciales entre los Estados podrían ser un elemento fundamental para el desarrollo de los pueblos o, por el contrario, causa de miseria y de exclusión (cf. Carta enc. Populorum progressio, 56-62). Aun reconociendo lo mucho que se ha trabajado en esta materia, parece que no se ha llegado todavía a un sistema comercial internacional equitativo y totalmente al servicio de la lucha contra la pobreza y la exclusión. Las relaciones comerciales entre los Estados, parte indispensable de las relaciones entre los pueblos, pueden servir tanto para dañar el ambiente como para recuperarlo y asegurarlo para las generaciones futuras.
Expreso mi deseo de que las deliberaciones de la próxima Conferencia de Nairobi no sean un simple equilibrio de intereses contrapuestos, sino un verdadero servicio al cuidado de la casa común y al desarrollo integral de las personas, especialmente de los más postergados. En particular, quiero unirme a las preocupaciones tantas realidades comprometidas en la cooperación al desarrollo y en la asistencia sanitaria -entre ellos las congregaciones religiosas que asisten a los más pobres y excluidos-, acerca de los acuerdos sobre la propiedad intelectual y el acceso a las medicinas y cuidados esenciales de la salud. Los Tratados de libre comercio regionales sobre la protección de la propiedad intelectual, en particular en materia farmacéutica y de biotecnología, no sólo no deben limitar las facultades ya otorgadas a los Estados por los acuerdos multilaterales, sino que, al contrario, deberían ser un instrumento para asegurar un mínimo de atención sanitaria y de acceso a los remedios básicos para todos. Las discusiones multilaterales, a su vez, deben dar a los países más pobres el tiempo, la elasticidad y las excepciones necesarias para una adecuación ordenada y no traumática a las normas comerciales. La interdependencia y la integración de las economías no debe suponer el más mínimo detrimento de los sistemas de salud y de protección social existentes; al contrario, deben favorecer su creación y funcionamiento. Algunos temas sanitarios, como la eliminación de la malaria y la tuberculosis, la cura de las llamadas enfermedades «huérfanas» y los sectores de la medicina tropical desatendidos, reclaman una atención política primaria, por encima de cualquier otro interés comercial o político. África ofrece al mundo una belleza y una riqueza natural que nos lleva a alabar al Creador. Este patrimonio africano y de toda la humanidad sufre un constante riesgo de destrucción, causado por egoísmos humanos de todo tipo y por el abuso de situaciones de pobreza y exclusión. En el contexto de las relaciones económicas entre los Estados y los pueblos no se puede dejar de hablar de los tráficos ilegales que crecen en un ambiente de pobreza y que, a su vez alimentan la pobreza y la exclusión. El comercio ilegal de diamantes y piedras preciosas, de metales raros o de alto valor estratégico, de maderas y material biológico, y de productos animales, como el caso del tráfico de marfil y la consecuente matanza de elefantes, alimenta la inestabilidad política, el crimen organizado y el terrorismo. También esta situación es un grito de los hombres y de la tierra que tiene que ser escuchado por la Comunidad Internacional. En mi reciente visita a la sede de la ONU en Nueva York, pude expresar el deseo y la esperanza de que la obra de las Naciones Unidas y de todos los desarrollos multilaterales pueda ser «prenda de un futuro seguro y feliz para las generaciones futuras. Lo será si los representantes de los Estados sabrán dejar de lado los intereses sectoriales e ideologías, y buscar sinceramente el servicio al bien común» (Discurso a la ONU, 25 septiembre 2015). Renuevo una vez más el apoyo de la Comunidad Católica, y el mío de seguir rezando y colaborando para que los frutos de la cooperación regional que se expresan hoy en la Unión Africana y en los muchos acuerdos africanos de comercio, cooperación y desarrollo sean vividos con vigor y teniendo siempre en cuenta el bien común de los hijos de esta tierra. La bendición del Altísimo sea con todos y cada uno de ustedes y sus pueblos. Gracias.
El Papa, con el presidente de Kenia
Francisco llama a los keniatas a "preocuparse verdaderamente por las necesidades de los pobres"
"El terrorismo, que se alimenta del miedo, la desconfianza y la desesperación nace de la pobreza y la frustración"
El Papa llama a la conservación de la naturaleza y a crear una sociedad "de solidaridad, justicia y paz"
Jesús Bastante, 25 de noviembre de 2015 a las 17:04
Tenemos la responsabilidad de transmitir a las generaciones futuras la belleza de la naturaleza en su integridad, y la obligación de administrar adecuadamente los dones que hemos recibido
(Jesús Bastante).- "Mungu abariki Kenya!. Que Dios bendiga Kenia". El Papa Francisco se atrevió a esbozar algunas palabras en swajili durante su primer discurso institucional en Kenia. Recibido con todos los honores por el presidente Uhuru Kenyatta, Bergoglio hizo un llamamiento a la construcción de una "sociedad de solidaridad, justicia y paz" no sólo para el país, sino para todo el continente, que lleve a "preocuparse verdaderamente por las necesidades de los pobres". Porque, advirtió, "la violencia, los conflictos y el terrorismo que se alimenta del miedo, la desconfianza y la desesperación nacen de la pobreza y la frustración".
Antes de sus palabras, vino la bienvenida por parte del presidente, quien resaltó su "emoción" por tener al Papa en el país. "Le damos la bienvenida a Kenia y África", resaltó Uhuru Kenyatta, quien reconoció los "desafíos y oportunidades" para un país azoado por la violencia pero con grandes posibilidades de progreso.
En su discurso, el Papa recalcó que "Kenia es una nación joven y vibrante, una sociedad de gran diversidad, que desempeña un papel significativo en la región", un ejemplo para otras sociedades que buscan "construir, sobre las bases sólidas del respeto mutuo, el diálogo y la cooperación, una sociedad multiétnica que sea verdaderamente armoniosa, justa e inclusiva".
Una nación joven, señaló el Papa, que "son la riqueza más valiosa de una nación.Protegerlos, invertir en ellos y tenderles una mano es la mejor manera que tenemos para garantizarles un futuro digno de la sabiduría y de los valores espirituales apreciados por sus mayores, valores que son el corazón y el alma de un pueblo".
Tras subrayar la "inmensa belleza" del país y su "abundancia de recursos naturales", Francisco denunció la "grave crisis ambiental que afronta nuestro mundo" y que "exige cada vez más una mayor sensibilidad por la relación entre los seres humanos y la naturaleza".
"Tenemos la responsabilidad de transmitir a las generaciones futuras la belleza de la naturaleza en su integridad, y la obligación de administrar adecuadamente los dones que hemos recibido", incidió el Papa, quien apuntó que "en un mundo que, en vez de proteger,sigue explotando nuestra casa común, estos valores deben inspirar los esfuerzos de los líderes nacionales para promover modelos responsables de desarrollo económico".
"No puede haber una renovación de nuestra relación con la naturaleza, sin una renovación de la humanidad misma", apuntó Francisco, quien añadió que "todos los hombres y mujeres de buena voluntad están llamados a trabajar por la reconciliación y la paz, el perdón y la sanación", para "la tarea de construir un orden democrático sólido, defortalecer la cohesión y la integración, la tolerancia y el respeto por los demás, está orientada primordialmente a la búsqueda del bien común".
No quiso el Papa entrar demasiado en el fenómeno terrorista, pero sí indicó que "la violencia, los conflictos y el terrorismo que se alimenta del miedo, la desconfianza y la desesperación nacen de la pobreza y la frustración. En última instancia, la lucha contra estos enemigos de la paz y la prosperidad debe ser llevada a cabo por hombres y mujeres que creen en ella sin temor, y dan testimonio creíble de los grandes valores espirituales y políticos que inspiraron el nacimiento de la nación".
"Les animo a trabajar con integridad y transparencia por el bien común, y fomentar un espíritu de solidaridad en todos los ámbitos de la sociedad. Yo les exhorto, en particular, a preocuparse verdaderamente por las necesidades de los pobres, las aspiraciones de los jóvenes y una justa distribución de los recursos naturales y humanos con que el Creador ha bendecido a su país", terminó el Papa, quien aseguró el "compromiso constante de la comunidad católica" en este fin.
Éste fue el discurso del Papa:
Señor Presidente,
Miembros del Gobierno y Autoridades civiles,
Distinguidos Miembros del Cuerpo Diplomático,
Hermanos Obispos,
Señoras y Señores:
Estoy muy agradecido por la afectuosa bienvenida que me han ofrecido en esta mi primera visita a África. Le agradezco, Señor Presidente, sus amables palabras en nombre del pueblo de Kenia. Deseaba mucho estar entre ustedes. Kenia es una nación joven y vibrante, una sociedad de gran diversidad, que desempeña un papel significativo en la región. En muchos aspectos, su experiencia de dar forma a una democracia es compartida por muchas otras naciones africanas. Al igual que Kenia, ellas también están trabajando para construir, sobre las bases sólidas del respeto mutuo, el diálogo y la cooperación, una sociedad multiétnica que sea verdaderamente armoniosa, justa e inclusiva.
La suya es también una nación de jóvenes. Espero encontrarme con muchos de ellos estos días, hablar con ellos y poder alentar sus esperanzas y aspiraciones para el futuro. Los jóvenes son la riqueza más valiosa de una nación. Protegerlos, invertir en ellos y tenderles una mano es la mejor manera que tenemos para garantizarles un futuro digno de la sabiduría y de los valores espirituales apreciados por sus mayores, valores que son el corazón y el alma de un pueblo.
Kenia ha sido bendecida no sólo con inmensa belleza, en sus montañas, en sus ríos y lagos, en sus bosques, sabanas y semidesiertos, sino también con la abundancia de recursos naturales. Los keniatas tienen gran aprecio por estos dones recibidos de Dios, y son conocidos por su cultura de la conservación, lo cual les honra. La grave crisis ambiental que afronta nuestro mundo exige cada vez más una mayor sensibilidad por la relación entre los seres humanos y la naturaleza. Tenemos la responsabilidad de transmitir a las generaciones futuras la belleza de la naturaleza en su integridad, y la obligación de administrar adecuadamente los dones que hemos recibido. Estos valores están profundamente arraigados en el alma africana. En un mundo que, en vez de proteger, sigue explotando nuestra casa común, estos valores deben inspirar los esfuerzos de los líderes nacionales para promover modelos responsables de desarrollo económico.
En efecto, existe una clara relación entre la protección de la naturaleza y la construcción de un orden social justo y equitativo. No puede haber una renovación de nuestra relación con la naturaleza, sin una renovación de la humanidad misma (cf. Laudato si', 118). En la medida en que nuestras sociedades experimentan divisiones, ya sea étnicas, religiosas o económicas, todos los hombres y mujeres de buena voluntad están llamados a trabajar por la reconciliación y la paz, el perdón y la sanación. La tarea de construir un orden democrático sólido, de fortalecer la cohesión y la integración, la tolerancia y el respeto por los demás, está orientada primordialmente a la búsqueda del bien común. La experiencia demuestra que la violencia, los conflictos y el terrorismo que se alimenta del miedo, la desconfianza y la desesperación nacen de la pobreza y la frustración. En última instancia, la lucha contra estos enemigos de la paz y la prosperidad debe ser llevada a cabo por hombres y mujeres que creen en ella sin temor, y dan testimonio creíble de los grandes valores espirituales y políticos que inspiraron el nacimiento de la nación.
Señoras y señores, la promoción y preservación de estos grandes valores se confía de un modo especial a ustedes, dirigentes de la vida política, cultural y económica de su país. Esta es una gran responsabilidad, una verdadera vocación al servicio de todo el pueblo de Kenia. El Evangelio nos dice que aquellos a quienes mucho se les ha dado, mucho se le exigirá (cf. Lc 12,48). Con este espíritu, les animo a trabajar con integridad y transparencia por el bien común, y fomentar un espíritu de solidaridad en todos los ámbitos de la sociedad. Yo les exhorto, en particular, a preocuparse verdaderamente por las necesidades de los pobres, las aspiraciones de los jóvenes y una justa distribución de los recursos naturales y humanos con que el Creador ha bendecido a su país. Les aseguro el compromiso constante de la comunidad católica, a través de sus obras educativas y caritativas, por ofrecer su contribución específica en estas áreas.
Queridos amigos, me han dicho que aquí en Kenia es una tradición que los escolares jóvenes planten árboles para la posteridad. Que este signo elocuente de esperanza en el futuro y la confianza en que Dios acompaña su crecimiento, los sostenga en sus esfuerzos por cultivar una sociedad solidaria, justa y pacífica, en este país y en todo el gran continente africano. Les doy las gracias una vez más por su cálida bienvenida e invoco sobre ustedes y sus familias, y sobre todo el amado pueblo de Kenia, abundantes bendiciones del Señor.
Mungu abariki Kenya!
Que Dios bendiga Kenia
Francisco, con los obispos keniatas
Francisco aterriza en Nairobi, primera etapa de un viaje que le llevará a Uganda y Centroáfrica
El Papa valiente ya está en África: "En realidad, le tengo más miedo a los mosquitos"
Casi 30.000 efectivos policiales y militares garantizarán la seguridad de Bergoglio
Jesús Bastante, 25 de noviembre de 2015 a las 14:55
La amenaza yihadista propició una planificación de los traslados del papa por Nairobi en un vehículo oscuro y blindado, opción que finalmente descartó el propio pontífice, según fuentes del Gobierno keniano
(J. Bastante/Agencias).- Francisco ya está en África. Pocos minutos antes de las tres de la tarde, Bergoglio aterrizaba en el aeropuerto de Nairobi, donde le esperaba el presidente de Kenia. Bajo un impresionante círculo de seguridad -por momentos no se veía el alba blanca del Pontífice-, el Papa fue recibido por varios grupos de música étnica.
Cientos de miles de fieles, provenientes de todos los rincones de África, acompañarán al Papa argentino, muchos de ellos cantándole el ya famoso "Karibú Papa Francisco". Y es que el africano es, seguramente, el pueblo más acogedor sobre la faz de la Tierra.
Antes de aterrizar, Bergoglio visitó brevemente a los periodistas del vuelo papal, a quienes expresó su deseo de que este viaje "dé los mejores frutos, tanto espirituales como materiales".
"Voy con alegría al encuentro de kenianos, ugandeses y de los hermanos centroafricanos" declaró el Papa, visiblemente muy relajado, quien reconoció que "hay una razón" para haber elegido viajar a Centroáfrica, pero que no lo revelará hasta la entrevista que concederá el próximo lunes, en el viaje de vuelta.
Cuando un periodista le preguntó si estaba nervioso por las amenazas de ataques terroristas lanzadas antes de partir, el pontífice argentino, que nunca ha pisado tierra africana, respondió con una sonrisa: "En realidad le tengo más miedo a los mosquitos", dijo.
El papa también declaró que esperaba que una "aurora de paz" se eleve en Colombia tras el acuerdo de tregua entre el gobierno de Bogotá y las guerrillas de las FARC.
Cerca de 25.000 agentes de Policía -la mayoría de ellos pertenecientes a unidades paramilitares- y 3.000 cascos azules velarán por la seguridad durante la visita del papa Francisco a África, que comienza hoy en Nairobi.
En la capital keniana, el Gobierno ha establecido un dispositivo de 10.000 policías apoyados por otros 10.000 voluntarios del Servicio Nacional de Juventud, y ha previsto el cierre del tráfico en las principales avenidas.
Kenia vive desde hace años bajo la permanente amenaza del grupo yihadista somalí Al Shabab, que ha matado a centenares de personas en decenas de atentados como respuesta a la presencia de tropas kenianas en Somalia.
Algunos de ellos fueron especialmente graves, como el asalto de cuatro días a un centro comercial de Nairobi en septiembre de 2013, en el que murieron 67 personas, o el ataque del pasado mes de abril a la Universidad de Garissa, donde hubo 147 víctimas mortales.
La amenaza yihadista propició una planificación de los traslados del papa por Nairobi en un vehículo oscuro y blindado, opción que finalmente descartó el propio pontífice, según fuentes del Gobierno keniano. Hace dos días, la multinacional de vehículos encargada de fabricar el "papamóvil" desveló el modelo a través de Facebook: será prácticamente abierto, con cristal blindado únicamente en la parte frontal y en el techo. El gran despliegue de Nairobi se mantendrá en Kampala, segunda escala del viaje papal y ciudad amenazada también por Al Shabab debido a la presencia de tropas ugandesas en Somalia.
Evangelio según San Lucas 21,20-28.
Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando vean a Jerusalén sitiada por los ejércitos, sepan que su ruina está próxima.
Los que estén en Judea, que se refugien en las montañas; los que estén dentro de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no vuelvan a ella. Porque serán días de escarmiento, en que todo lo que está escrito deberá cumplirse. ¡Ay de las que estén embarazadas o tengan niños de pecho en aquellos días! Será grande la desgracia de este país y la ira de Dios pesará sobre este pueblo. Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que el tiempo de los paganos llegue a su cumplimiento.
Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación".
San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia 2º sermón para la Ascensión
“El Hijo del hombre vendrá para llevarnos con él”
“El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse” (Hch 1,11). Vendrá, dicen estos ángeles, de la misma manera. ¿Vendrá pues, a buscarnos con este cortejo único y universal, bajará precedido de todos los ángeles y seguido de todos los hombres para juzgar a los vivos y a los muertos? Sí, es totalmente cierto que vendrá, pero vendrá de la misma manera que subió al cielo, no tal como bajó la primera vez. En efecto, cuando vino la otra vez para salvar nuestras almas, fue en humildad. Pero cuando vendrá para sacar este cadáver del sueño de la muerte para “hacerle semejante a su cuerpo glorioso” (Flp 3,21) y llenar de honor esa vasija hoy tan débil, se mostrará en todo su esplendor. Entonces veremos, en todo su poder y majestad a aquel que antaño se escondió bajo la debilidad de nuestra carne…
Cristo, siendo Dios, no podía engrandecer, porque no hay nada más allá de Dios. Y, sin embargo, encontró el medio de crecer: descendiendo, viniendo para encarnarse, sufrir, morir para arrancarnos de la muerte eterna. “Por eso Dios lo exaltó (Flp 2,9). Lo resucitó y se ha sentado a la derecha de Dios. También tú, ve y haz lo mismo: no podrás subir si no comienzas por descender: “El que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Lc 14,11).
¡Dichoso será, Señor Jesús, aquel que sólo te tiene a ti por guía! Que podamos seguirte, nosotros que somos “tu pueblo y las ovejas de tu rebaño” (Sl 78,13), que podamos, por ti, ir hacia ti, porque tú eres “el camino, la verdad, la vida” (Jn 14,6). El camino por medio del ejemplo, la verdad por tus promesas, la vida porque eres tú nuestra recompensa. “Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros sabemos y creemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo” (Jn 6,69;Mt, 16,16) y Dios más alto que todas las cosas, bendito por siempre jamás.
San Leonardo de Porto Maurizio
San Leonardo de Porto Maurizio, religioso presbítero
En Roma, en el convento de San Buenaventura, san Leonardo de Porto Maurizio, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, que, desbordante de celo por las personas, empleó casi toda su vida en la predicación, en la publicación de libros de piedad y en dar más de trescientas misiones en la Urbe, en la isla de Córcega y por toda Italia septentrional.
Leonardo nació en Porto Maurizio, en la Riviera italiana, en 1676. En el bautismo recibió el nombre de Pablo Jerónimo. Su padre, Domingo Casanova, era un excelente cristiano que trabajaba en la marina. Cuando su hijo mayor cumplió trece años, Domingo le confió al cuidado de su acaudalado tío Agustín, que vivía en Roma. Este envió al joven al Colegio Romano de los jesuitas. Pablo se sintió pronto llamado a la vida religiosa y decidió ingresar en la orden de San Francisco. Pero su tío, que quería que fuese médico, se opuso a ello y acabó por echarle de su casa. Pablo se refugió con otro pariente suyo, Leonardo Ponzetti, y allí permaneció hasta que su padre le otorgó el permiso de hacerse fraile.
A los veintiún años, tomó el hábito de San Francisco en el noviciado de Ponticelli y adoptó el nombre de Leonardo como muestra de agradecimiento a Ponzetti. Después de terminar sus estudios en el Colegio de San Buenaventura del Palatino, recibió allí mismo la ordenación sacerdotal en 1703. Dicho convento era la principal casa de Ia «Riformella» (retoño de la rama de los «Riformati» franciscanos). San Leonardo supo combinar durante toda su vida el trabajo misional con la más estricta observancia monástica, y largos períodos de soledad. Según decía él mismo, «la predicación hacía que viviese para Dios y la soledad hacía que viviese en Dios». En 1709, san Leonardo y otros frailes, encabezados por el P. Pío, fuero en enviados a tomar posesión del monasterio de San Francisco Monte, en Florencia, que el gran duque Cosme I de Médicis había regalado a la «Riformella». La comunidad se sujetó a las normas de San Francisco en toda su austeridad; por ejemplo, no aceptaba renta ninguna del gran duque, ni recibían estipendio alguno por la misa y predicación, contentándose con las limosnas que los frailes pedían de puerta en puerta. El convento se pobló rápidamente y se convirtió en un gran centro religioso del que Leonardo y sus hermanos salían a predicar por toda Toscana, con gran fruto. Un párroco de Pistoia escribió al guardián del convento: «Bendita sea la hora en que se me ocurrió pedir al P. Leonardo. Sólo Dios sabe el bien que ha hecho aquí. Su predicación llega al fondo de todos los corazones ... Todos los confesores de la región han tenido mucho trabajo». San Leonardo fue nombrado guardián de San Francisco del Monte, y estableció en las montañas cercanas la ermita de Santa María del Encuentro para que cada uno de los religiosos pudiese retirarse a ella dos veces al año. A propósito de eso decía: «Vamos a hacer el noviciado para el paraíso. He predicado muchas misiones a otros y ahora voy a predicar una al hermano Leonardo». En la ermita impuso el santo la estricta clausura. Los monjes que se retiraban a ella debían guardar silencio casi constantemente; sólo podían comer pan, verduras y frutos; estaban obligados a tomar diariamente una disciplina; debían consagrar nueve horas al oficio divino y otros ejercicios espirituales y el resto del tiempo al trabajo manual.
San Leonardo trabajó muchos años en Toscana, aunque con frecuencia se le invitaba a predicar en otras partes. La primera vez que fue a predicar en Roma, se entretuvo tanto tiempo en la Ciudad Eterna, que el duque de Médicis le envió un navío por el Tíber para que volviese a Toscana. Al cabo de seis años de misionar en los alrededores de Roma, el santo fue nombrado guardián de San Buenaventura en 1736, a los sesenta años de edad. En una ocasión, dio una misión de tres semanas en Civita Vecchia. En ella predicó especialmente a los soldados, a los marineros, a los presos y a los esclavos de las galeras. Hizo también «una visita a un capitán que se empeñó en que fuese a su navío. Allí encontramos a tres o cuatro de los que habían asistido a los sermones, y parecían dispuestos a abandonar sus errores. Los pobrecillos habían quedado más conmovidos por lo que habían visto y oído, pues apenas entendían el idioma. Lo que demuestra que la gracia es realmente la que mueve los corazones». Un año más tarde, san Leonardo dejó de ser superior. Fue entonces a predicar en Umbría, Génova y las Marcas. Las gentes acudían en tal cantidad que, con frecuencia, tenía que predicar fuera de las iglesias. A fin de llamar la atención de los pecadores empedernidos y de los que no se interesaban por la misión, el santo se disciplinaba en público algunas veces. Pero subre todo recurría al Viacrucis, y a él se debe en grao parte la popularidad de esa devoción. Con frecuencia la imponía como penitencia, y la predicaba continuamente. En todas sus misiones ponía las estaciones del Viacrucis. Según se dice, las erigió en 571 poblaciones de Italia. Solía también difundir la exposición del Santísimo Sacramento y la devoción al Sagrado Corazón y a la Inmaculada Concepción de María. Como se sabe, esas devociones estaban entonces mucho menos popularizadas que en la actualidad. San Leonardo se esforzó particularmente por conseguir la definición del dogma de la Inmaculada Concepción. Él fue el primero que sugirió la idea de sondear la opinión de los cristianos sobre ese punto, sin reunir un concilio ecuménico, como se hizo un siglo más tarde.
Benedicto XIV profesaba gran respeto al santo. En 1744, de concierto con la República de Génova, a la que pertenecía la isla de Córcega, el Pontífice envió allá a san Leonardo a restablecer la paz y el orden. El pueblo no le recibió bien, pues le tomó por un agente del «dogo», disfrazado de misionero.
Evidentemente, la misión de san Leonardo tenía algo de político, ya que los desórdenes de Córcega habían sido provocados en gran parte por el descontento contra el dominio genovés. La situación política, el temperamento turbulento de los corsos (que acudían a los sermones de san Leonardo con las armas en la mano), y la configuración montañosa del país, hicieron de esa misión la más difícil de cuantas tuvo que predicar san Leonardo. Éste escribió muchas cartas desde Córcega. En una de ellas decía: «En cada parroquia encontramos pleitos de lo más terribles; pero generalmente acabamos por restablecer la paz y la calma. Sin embargo, en tanto que la justicia no sea suficientemente fuerte para desarraigar las 'vendettas', el bien que hagamos será sólo transitorio ... Durante estos tres años de guerra, el pueblo no ha recibido instrucción alguna. Los jóvenes son disolutos, alocados y no se acercan a los sacramentos. Muchos de ellos ni siquiera cumplen con la Pascua y, lo que es aún peor, nadie les llama la atención por ello. En la primera oportunidad que tenga de ver a los obispos, les diré lo que pienso ... Pero, aunque el trabajo es muy duro, la cosecha es abundante ...»
La fatiga, las intrigas y la constante vigilancia sobre sí mismo, acabaron con la salud del santo, que tenía ya sesenta y seis años. Al cabo de seis meses estaba ya tan enfermo, que hubo que enviar un barco de Génova para que volviese al continente. Su diagnóstico sobre el estado de Córcega había sido correcto, pues el Papa le escribió poco después: «La situación en Córcega está peor que nunca, de suerte que no conviene que volváis». Al mismo tiempo que predicaba en las iglesias, san Leonardo solía dar retiros a religiosas y laicos. Así lo hizo sobre todo en Roma durante los meses de preparación para el año jubilar de 1750. En ese año, san Leonardo vio realizarse una de sus más caras ambiciones, ya que Benedicto XIV le permitió erigir las estaciones del Viacrucis en el Coliseo. Con tal ocasión, predicó a una numerosa y ferviente multitud un sermón que se conserva todavía. Por entonces escribió: «Me estoy haciendo viejo. Mi voz tenía la misma potencia que hace dos años, pero me cansé mucho. De todas maneras consuela ver que el Coliseo ha dejado de ser un sitio de atracción para convertirse en un verdadero santuario...» En la primavera del año siguiente, san Leonardo partió de Roma para predicar en Lucca y otros sitios. El Papa le ordenó que no hiciese el viaje a pie, sino en coche. El santo había sido un enérgico misionero durante cuarenta y tres años, y sus fuerzas empezaban a decaer. Por eso, y debido a la hostilidad e indiferencia que encontraba en ciertas ciudades, sus últimas misiones fueron relativamente poco fructuosas. A principios de noviembre, san Leonardo se dirigió al sur y entonces comprendió que su carrera había terminado. El coche en que iba se descompuso, de suerte que tuvo que hacer a pie una parte del viaje. Los franciscanos de Espoleto trataron de detenerle cuando pasó por allí, pero no lo consiguieron. El 26 de noviembre llegó a Roma y tuvo que meterse en cama en el convento de San Buenaventura. Poco antes de recibir los últimos sacramentos, escribió al Papa que había cumplido su promesa de ir a morir a Roma. A las 9, llegó Mons. Belmonte del Vaticano con un mensaje muy afectuoso del Pontífice. El santo murió antes de media noche. A pesar de su increíble actividad, san Leonardo encontró tiempo, en los intervalos de soledad y contemplación que él apreciaba tanto, para escribir numerosas cartas, sermones y tratados devotos. La obra titulada «Resoluciones», que trata de los medios de alcanzar la perfección, no sólo vale por sí misma, sino también por lo que nos revela sobre el santo. El cardenal Enrique de York, hijo de la reina Clementina, de la que san Leonardo había sido director espiritual, promovió su causa de beatificación, que tuvo lugar en 1796. Fue canonizado en 1867.
La colección publicada en Roma, en 1853-1854, estaba muy lejos de ser completa. En 1872 fueron publicadas ochenta y seis de las cartas del santo a su penitente Elena Colonna, con el título de Soavitá di spirito di S. Leonardo. Los PP. Inocenti (1925 y 1929) y Ciro Ortolani da Pesaro (1927) publicaron otras cartas. Muchos artículos del Archivum Franciscanum Historicum han enriquecido nuestros conocimientos sobre san Leonardo. Hay un buen artículo del P. M. Bihl en Catholic Encyclopedia.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Oremos
Señor, tú que diste a San Leonardo la abundancia del espíritu de verdad y de amor para que fuera un buen pastor de tu pueblo, concede a cuantos celebramos hoy su fiesta adelantar en la virtud, imitando sus ejemplos, y sentirnos protegidos con su valiosa intercesión. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
La ruina de Jerusalén
Lucas 21, 20-28. Tiempo Ordinario. Cristo no nos pide lo que no le podemos dar pero sí que le amemos por encima de nuestras preocupaciones.
Oración introductoria
Señor Jesús, pasajes del Evangelio como el de hoy pueden parecer inquietantes en un primer momento. Pero sabiendo que tengo la enorme gracia de poder tener un momento de intimidad contigo en la oración, lo que hago es levantar la cabeza para estar dispuesto a escucharte, porque sé que Tú eres mi liberación.
Petición
Jesús, Tú eres mi esperanza, ¡aumenta mi confianza!
Meditación del Papa Francisco
Pensamos en el regreso de Cristo y en su juicio final, que manifestará, hasta sus últimas consecuencias, el bien que cada uno habrá realizado o habrá dejado de realizar durante su vida terrena, percibimos que nos encontramos ante un misterio que nos supera, que no conseguimos ni siquiera imaginar. Un misterio que casi instintivamente suscita en nosotros una sensación de miedo, y quizás también de trepidación. Pero si reflexionamos bien sobre esta realidad, esta sólo puede agrandar el corazón de un cristiano y ser un gran motivo de consuelo y confianza.
A este propósito, el testimonio de las primeras comunidades cristianas resuena muy sugerente. Estas solían acompañar las celebraciones y las oraciones con la aclamación Maranathá, una expresión constituida por dos palabras arameas que, según cómo sean pronunciadas, se pueden entender como una súplica: “¡Ven, Señor!”, o como una certeza alimentada por la fe: “Sí, el Señor viene, el Señor está cerca”. Es la exclamación con la que culmina toda la Revelación cristiana, al final de la maravillosa contemplación que se nos ofrece en el Apocalipsis de Juan. En ese caso, es la Iglesia-esposa que, en nombre de la humanidad, de toda la humanidad, y en cuanto su primicia, se dirige a Cristo, su esposo, deseando ser envuelta por su abrazo; un abrazo, el abrazo de Jesús, que es plenitud de vida y de amor. (Catequesis de S.S. Francisco, 11 de diciembre de 2013).
Reflexión
El lenguaje escatológico empleado por Cristo en este pasaje nos muestra dos cosas: que Él es el Señor y dueño de la historia y de los acontecimientos, y que todo cristiano tiene como consigna la vigilancia, pues desconocemos el día y la hora en que todo esto sucederá. El Señor nos dice: "quien está en el campo que no entre en la ciudad y quien esté en la ciudad que se aleje". Cristo no nos pide lo que no le podemos dar pero sí reclama un seguimiento convencido por parte de cada uno: que le amemos por encima de nuestras tribulaciones o en medio de la perplejidad; que aguardemos con esperanza su segunda venida.
También nos advierte que el camino de la cruz no es fácil y que a veces cuesta, sin embargo sabemos que cuando Dios pide algo, no hace más que requerir lo que precisamente ha dado. Por lo tanto tenemos un modelo donde reflejarnos. Él nunca nos deja solos. Repitamos las palabras de Santa Teresa "Solo Dios basta" y seamos capaces de cobrar el animo y levantar nuestra cabeza porque se acerca nuestra liberación.
Propósito
Liberarnos ante todo del pecado, de nuestra miseria, de nuestros rencores e insatisfacciones.
Diálogo con Cristo
Señor, ayúdame a ver todos los sucesos de mi vida en la perspectiva de la eternidad. Ver todo con tu mirada, para saber qué es lo que realmente tiene valor. Sólo al final de mi vida podré confirmar que todo tiene sentido y que la lucha por vivir el Evangelio vale la pena, pero ahora sé que nunca me voy arrepentir de lo que haya hecho por amor a Ti, ¡gracias por darme la certeza de mi fe!
La Virgen y el sacramento de la Penitencia
La Virgen acompaña a cada sacerdote que confiesa y a cada penitente que pide humildemente perdón.
La Virgen María ocupa un lugar muy particular para los creyentes en Cristo. Ella fue concebida inmaculada. Ella aceptó plenamente la voluntad de Dios en su vida. Ella, como Puerta del cielo, dio permiso a Dios para entrar en la historia humana. Ella estuvo al pie de la Cruz de su Hijo. Ella oraba con la primera comunidad cristiana en la espera del Espíritu Santo.
Por eso María está presente, de un modo discreto pero no por ello menos importante, en el sacramento de la Eucaristía. Las distintas plegarias la mencionan, pues no podemos participar en el misterio pascual de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo sin recordar a la Madre del Redentor.
¿Está también presente la Virgen en el sacramento de la confesión? En el ritual de la Penitencia no hay menciones específicas de María. Ni en los saludos, ni en la fórmula de absolución, ni en la despedida.
En algunos lugares, es cierto, se conserva la devoción popular de iniciar la confesión con el saludo “Ave María purísima. Sin pecado concebida”. Pero se trata de un saludo no recogido por el ritual, y que muchos ya no utilizan.
Sin embargo, aunque el rito no haga mención explícita de la Virgen, Ella está muy presente en este sacramento.
En la tradición de la Iglesia María recibe títulos y advocaciones concretas que la relacionan con el perdón de los pecados. Así, la recordamos como Refugio de los pecadores, como Madre de la divina gracia, como Madre de la misericordia, como Madre del Redentor y del Salvador, como Virgen clemente, como Salud de los enfermos.
A lo largo del camino cristiano, Ella nos acompaña y nos conduce, poco a poco, hacia Cristo. La invitación en las bodas de Caná, “haced lo que Él os diga” (cf. Jn 2,5) se convierte en un estímulo para romper con el pecado, para acudir al Salvador, para abrirnos a la gracia, para iniciar una vida nueva en el Hijo.
Por eso, en cada confesión la Virgen está muy presente. Tal vez no mencionamos su nombre, ni tenemos ninguna imagen suya en el confesionario. Pero si resulta posible escuchar las palabras de perdón y de misericordia que pronuncia el sacerdote en nombre de Cristo es porque María abrió su corazón, desde la fe, a la acción del Espíritu Santo, para acoger el milagro magnífico de la Encarnación del Hijo.
La Virgen, de este modo, acompaña a cada sacerdote que confiesa y a cada penitente que pide humildemente perdón. Su presencia nos permite entrar en el mundo de Dios, que hizo cosas grandes en Ella, que derrama su misericordia de generación en generación (cf. Lc 1,48-50), hasta llegar a nosotros también en el sacramento de la Penitencia.
El Papa, en la misa de Nairobi
Solemne eucaristía del Papa Francisco en el campus universitario de Nairobi
"Rechazad todo lo que conduce al prejuicio y a la discriminación, porque estas cosas no son de Dios"
La sociedad de Kenia ha sido bendecida por una sólida vida familiar y el respeto a los ancianos
José Manuel Vidal, 26 de noviembre de 2015 a las 09:04
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- Papa en Kenia con líderes religiosos: "El Dios a quien buscamos servir es un Dios de la paz"
Asistimos al avance de los nuevos desiertos, creados por una cultura del egoísmo y de la indiferencia hacia los demás
(José M. Vidal).- Misa del Papa en el campus de la Universidad de Nairobi. El acto central de su visita a Kenia. Una eucaristía vivida y sentida, cantada y bailada en medio de un manto de lluvia. En su homilía, Francisco pide una "sólida vida familiar" y que "se rechace "el prejuicio y la discriminación, porque estas cosas no son de Dios".
En la espera, los coros cantan y bailan como sólo saben hacerlo en África. El día amanece nublado y, a veces, lluvioso, pero los keniatas le ponen ritmo, música y alegría. Una música pegadiza, sincopada, ritmada y repetitiva.
El altar en forma de casa típica del país. El Papa lleva una casulla sencilla, con un diseño africano y una mitra, también muy africana. Muchos de los cantos de la misa, entre ellos, el Kyrie son en swahili.
Entre cantos y bailes, un grupo de mujeres llevan hasta el altar el leccionario, expresando su alegría por escuchar la palabra de Dios. Una oración con todo el cuerpo y el alma.
Primera lectura del profeta Isaías: "No hay ningún Dios fuera de mí".
El salmo 22 en swahili, cantado por una monja nativa y la respuesta del coro y del pueblo. Todo va a otro ritmo, mucho más lento y los cantos y ritos se hacen de una forma mucho más pausada.
Lectura del Evangelio de Mateo: "Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo"
El Papa predica en italiano y un sacerdote traduce sus palabras al inglés, mientras la esplanada se llena de paraguas de todos los colores.
Algunas frases de la homilía del Papa
"La palabra de Dios habla a la profundidad de nuestro corazón"
"La profecía del Evangelio se cumple en todas partes donde es predicado"
"La sociedad de Kenia ha sido bendecida por una sólida vida familiar y el respeto a los ancianos"
"La salud de cualquier sociedad depende de la salud de la familia"
"Sostener las familias en su misión en el seno de la sociedad"
"Acoger a los niños como una bendición y a defenfder la dignidad de todo hombre y toda mujer"
"Todos somos hermanos y hermanas de la única familia humana"
"No despreciar a las mujeres y amenazan la vida de los incentes no nacidos"
"Misión especial de las familias cristianas irradiar el amor de Dios"
"Asistimos al avance de los nuevos desiertos, creados por una cultura del egoísmo y de la indiferencia hacia los demás"
"Aquí, en el corazón de esta Universidad, hago un llamamiento especial a los jóvenes"
"Los grandes valores de la tradición africana os guíen en el empeño de formar una sociedad que sea siempre justa e inclusiva"
"Rechazad todo lo que conduce al prejuicio y a la discriminación, porque estas cosas no son de Dios"
"Dios es la Roca sobre la que estamos llamados a construir"
"El Hijo de Dios es la Roca"
"Quiere que construyamos nuestra vida sobre el fundamento de su Palabra"
"El Señor nos pide que seamos discípulos misioneros, que irradien la verdda, la belleza y la potencia del Evangelio"
"Canales de la gracia de Dios"
"Cunstruir una casa sólida"
"Que Jesús guíe vuestras familias por la via del bien toda vuestra vida y que bendiga a todos los habitantes de Kenia con su paz"
"Sed fuertes en la fe. No tengáis miedo, porque pertenecéis al Señor"
"Mungu awabariki Kenia"
Y la gente prorrumpe en aplausos ante las palabras finales del Papa en swahili.
Texto íntegro de la homilía del papa en español
La Palabra de Dios nos habla en lo más profundo de nuestro corazón. Dios nos dice hoy que le pertenecemos. Él nos hizo, somos su familia, y Él siempre estará presente para nosotros. «No temas», nos dice: «Yo los he elegido y les prometo darles mi bendición» (cf. Is 44,2-3).
Hemos escuchado esta promesa en la primera lectura de hoy. El Señor nos dice que hará brotar agua en el desierto, en una tierra sedienta; hará que los hijos de su pueblo prosperen como la hierba y los sauces frondosos. Sabemos que esta profecía se cumplió con la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés. Pero también la vemos cumplirse dondequiera que el Evangelio es predicado y nuevos pueblos se convierten en miembros de la familia de Dios, la Iglesia. Hoy nos regocijamos porque se ha cumplido en esta tierra. Gracias a la predicación del Evangelio, también ustedes han entrado a formar parte de la gran familia cristiana.
La profecía de Isaías nos invita a mirar a nuestras propias familias, y a darnos cuenta de su importancia en el plan de Dios. La sociedad keniata ha sido abundantemente bendecida con una sólida vida familiar, con un profundo respeto por la sabiduría de los ancianos y con un gran amor por los niños. La salud de cualquier sociedad depende de la salud de sus familias. Por su bien, y por el bien de la sociedad, nuestra fe en la Palabra de Dios nos llama a sostener a las familias en su misión en la sociedad, a recibir a los niños como una bendición para nuestro mundo, y a defender la dignidad de cada hombre y mujer, porque todos somos hermanos y hermanas en la única familia humana. En obediencia a la Palabra de Dios, también estamos llamados a oponernos a las prácticas que fomentan la arrogancia de los hombres, que hieren o degradan a las mujeres, y ponen en peligro la vida de los inocentes aún no nacidos. Estamos llamados a respetarnos y apoyarnos mutuamente, y a estar cerca de todos los que pasan necesidad. Las familias cristianas tienen esta misión especial: irradiar el amor de Dios y difundir las aguas vivificantes de su Espíritu. Esto tiene hoy una importancia especial, cuando vemos el avance de nuevos desiertos creados por la cultura del materialismo y de la indiferencia hacia los demás. El Señor nos hace otra promesa en las lecturas de hoy. Como Buen Pastor, que nos guía por los caminos de la vida, Él nos promete habitar en su casa por años sin término (cf. Sal 23,6). También en este caso vemos cumplida su promesa en la vida de la Iglesia. En el Bautismo, Él nos conduce hacia fuentes tranquilas y reaviva nuestra alma. En la Confirmación nos unge con el óleo de la alegría espiritual y de la fortaleza. Y en la Eucaristía nos prepara una mesa, la mesa de su propio cuerpo y sangre, para la salvación del mundo. Necesitamos estos dones de gracia. Nuestro mundo tiene necesidad de ellos. Kenia necesita estos dones. Ellos fortalecen nuestra fidelidad en medio de las adversidades, cuando parece que estamos caminando «por el valle de las sombras de la muerte». Pero también cambian nuestros corazones. Nos hacen más fieles discípulos del divino Maestro, vasos de misericordia y de amorosa ternura en un mundo lacerado por el egoísmo, el pecado y la división. Estos son los dones que Dios en su providencia les concede para que contribuyan, como hombres y mujeres de fe, en la construcción de su país, con la concordia civil y la solidaridad fraterna. De manera particular, son dones que hay que compartir con los jóvenes, que aquí, como en otras partes de este gran continente, son el futuro de la sociedad. Aquí, en el corazón de esta Universidad, donde se forman las mentes y los corazones de las nuevas generaciones, hago un llamado especial a los jóvenes de la nación. Que los grandes valores de la tradición africana, la sabiduría y la verdad de la Palabra de Dios, y el generoso idealismo de su juventud, los guíen en su esfuerzo por construir una sociedad que sea cada vez más justa, inclusiva y respetuosa de la dignidad humana. Preocúpense de las necesidades de los pobres, rechacen todo prejuicio y discriminación, porque -lo sabemos- todas estas cosas no son de Dios.
Todos conocemos bien la parábola de Jesús sobre aquel hombre que edificó su casa sobre arena, en vez de hacerlo sobre roca. Cuando soplaron los vientos, se derrumbó, y su ruina fue grande (cf. Mt 7,24-27). Dios es la roca sobre la que estamos llamados a construir. Él nos lo dice en la primera lectura y nos pregunta: «¿Hay un dios fuera de mí?» (Is 44,8).
Cuando Jesús resucitado afirma en el Evangelio de hoy: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra» (Mt 28,18), nos está asegurando que Él, el Hijo de Dios, es la roca. No hay otro fuera de Él. Como único Salvador de la humanidad, quiere atraer hacia sí a los hombres y mujeres de todos los tiempos y lugares, para poder llevarlos al Padre. Él quiere que todos nosotros construyamos nuestra vida sobre el cimiento firme de su palabra.
Por eso, después de su resurrección y en el momento de regresar al Padre, Jesús dio a sus apóstoles el gran mandato misionero, que hemos escuchado en el evangelio de hoy: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado» (Mt 28,19-20).
Este es el encargo que el Señor nos da a cada uno de nosotros. Nos pide que seamos discípulos misioneros, hombres y mujeres que irradien la verdad, la belleza y el poder del Evangelio, que transforma la vida. Hombres y mujeres que sean canales de la gracia de Dios, que permitan que la misericordia, la bondad y la verdad divinas sean los elementos para construir una casa sólida. Una casa que sea hogar, en la que los hermanos y hermanas puedan, por fin, vivir en armonía y respeto mutuo, en obediencia a la voluntad del verdadero Dios, que nos ha mostrado en Jesús el camino hacia la libertad y la paz que todo corazón ansía.
Que Jesús, el Buen Pastor, la roca sobre la que construimos nuestras vidas, los guie a ustedes y a sus familias por el camino de la bondad y la misericordia, todos los días de sus vidas. Que él bendiga a todos los habitantes de Kenia con su paz. «Estén firmes en la fe. No tengan miedo». «Porque ustedes pertenecen al Señor».
Mungu awabariki! [Que Dios los bendiga]
Mungu abariki Kenya! [Que Dios bendiga a Kenia]