“El reino de Dios se parece a un tesoro escondido en el campo...”
- 27 Julio 2014
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La decisión más importante
El evangelio recoge dos breves parábolasde Jesús con un mismo mensaje. En ambos relatos, el protagonista descubre un tesoro enormemente valioso o una perla de valor incalculable. Y los dos reaccionan del mismo modo: venden con alegría y decisión lo que tienen, y se hacen con el tesoro o la perla. Según Jesús, así reaccionan los que descubren el reino de Dios.
Al parecer, Jesús teme que la gente le siga por intereses diversos, sin descubrir lo más atractivo e importante: ese proyecto apasionante del Padre, que consiste en conducir a la humanidad hacia un mundo más justo, fraterno y dichoso, encaminándolo así hacia su salvación definitiva en Dios.
¿Qué podemos decir hoy después de veinte siglos de cristianismo?¿Por qué tantos cristianos buenos viven encerrados en su práctica religiosa con la sensación de no haber descubierto en ella ningún “tesoro”? ¿Dónde está la raíz última de esa falta de entusiasmo y alegría en no pocos ámbitos de nuestra Iglesia, incapaz de atraer hacia el núcleo del Evangelio a tantos hombres y mujeres que se van alejando de ella, sin renunciar por eso a Dios ni a Jesús?
Después del Concilio, Pablo VI hizo esta afirmación rotunda: ”Solo el reino de Dios es absoluto. Todo lo demás es relativo”. Años más tarde, Juan Pablo II lo reafirmó diciendo: “La Iglesia no es ella su propio fin, pues está orientada al reino de Dios del cual es germen, signo e instrumento”. El Papa Francisco nos viene repitiendo: “El proyecto de Jesús es instaurar el reino de Dios”.
Si ésta es la fe de la Iglesia, ¿por qué hay cristianos que ni siquiera han oído hablar de ese proyecto que Jesús llamaba “reino de Dios”? ¿Por qué no saben que la pasión que animó toda la vida de Jesús, la razón de ser y el objetivo de toda su actuación, fue anunciar y promover ese proyecto humanizador del Padre: buscar el reino de Dios y su justicia?
La Iglesia no puede renovarse desde su raíz si no descubre el “tesoro” del reino de Dios. No es lo mismo llamar a los cristianos a colaborar con Dios en su gran proyecto de hacer un mundo más humano, que vivir distraídos en prácticas y costumbres que nos hacen olvidar el verdadero núcleo del Evangelio.
El Papa Francisco nos está diciendo que “el reino de Dios nos reclama”. Este grito nos llega desde el corazón mismo del Evangelio. Lo hemos de escuchar. Seguramente, la decisión más importante que hemos de tomar hoy en la Iglesia y en nuestras comunidades cristianas es la de recuperar el proyecto del reino de Dios con alegría y entusiasmo.
José Antonio Pagola.17 tiempo ordinario (A). Mateo 13, 44-52
XVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, “A”
1Re 3, 5. 7-12; Sal 118; Rom 8, 28-30; Mt 13, 44-52
LA SABIDURÍA
¡Qué distinto es el concepto de sabio en la estimación social de la valoración que hace la Biblia! Según el parecer humano, el sabio e inteligente de este mundo se muestra arrogante, seguro, poseído de sí, por los dones que cree tener y el dominio que posee sobre la especialidad de la que es experto. En cambio, el sabio para Dios es aquel que, como Salomón, sabe discernir lo recto de lo torcido, lo bueno, lo perfecto, lo mejor.Jesús nos alerta en su oración, cuando dice: “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños” (Mt 11, 25). El salmista reconoce de dónde procede la sabiduría: “Tus preceptos son admirables, por eso los guarda mi alma; la explicación de tus palabras ilumina, da inteligencia a los ignorantes.” (Sal 118, 130)
Es emblemática la súplica de Salomón: “Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien” (1Re 3, 9). ¡Cómo destacan las personas que en todo acontecimiento reaccionan de manera trascendente! “Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien” (Rm 8, 28). Si sufren despojo, exclaman: “¡Bendito sea Dios!” Si reciben bienes, responden: “¡Bendito sea Dios!”
Tengo por cierto que la diferencia entre la sabiduría de los hombres y la sabiduría que viene de Dios, consiste en que la humana lee la realidad de manera intrascendente, aunque aporte razonamientos lógicos, basados en principios horizontales. En cambio, la divina trasciende los hechos, y sin menospreciar los datos observables por diversas fuentes, todos los lee a través de la fe.El comportamiento que señala el Evangelio refiriéndose al hombre que vende todo por comprar el campo del tesoro, se podría juzgar arriesgado, radical y temerario, porque corre el riesgo del despojo a cambio de una posibilidad que no tiene a la mano. Sin embargo, desde la óptica creyente, su conducta es elevada a paradigma: “-El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.” (Mt 13, 44-45).El papa Francisco nos ofreció, en sus comentarios sobre los dones del Espíritu Santo que hizo a lo largo de diferentes catequesis, la definición del don de Sabiduría: “Ver la realidad a través de los ojos de Dios”.Cuando Jesús les dijo a los apóstoles que tenía que padecer, Pedro intentó disuadirle, y el Maestro le respondió: “Apártate de mí, satanás, tú piensas como los hombres, no como Dios”.
Señor, te pido, como Salomón, que me concedas saber distinguir el bien del mal y que acierte a elegir el campo del tesoro, aunque me cueste despojos.
DOMINGO 17
1Re, 3, 5.7-12; Rm 8, 28-30; Mt 13, 44-52
1 - En las lecturas que acabamos de escuchar encontramos unas enseñanzas muy sugerentes que el Señor nos quiere transmitir, porque nos harán bien.
En la primera lectura el Señor dice a Salomón: «Dime qué quieres que te dé».
¿Qué respondería yo si el Señor me hiciera esta pregunta: ¿qué quieres, qué deseas? De hecho, Jesús nos la ha hecho a cada uno de nosotros, esta pregunta. Recordemos que él nos dijo que todo lo que pedimos en su nombre, el Padre nos lo concederá. Pues, ¿qué pido?
Salomón pidió sabiduría, es decir, la capacidad de saber discernir el Bien del Mal, de saber escoger los auténticos valores, sin dejarse deslumbrar por las apariencias. Este sabiduría es una luz preciosa para orientar la vida. Al Señor le gustó que le pidiera esto y no riqueza, éxito o otras cosas por el estilo. Y le concedió más de lo que pedía.
¿Está contento el Señor de mis peticiones? Qué cosas pido habitualmente? No olvidemos que si pedimos algo que gusta al Señor, saldremos ganando. Él entiende más que nosotros y quiere nuestro bien más que nadie.
2 - En la segunda lectura, San. Pablo nos ha dicho: "Dios todo en bien de los que aman".
Nuestra vida da muchas vueltas, hay altibajos, hay momentos de calma y otros de tormenta, vivimos situaciones de todo tipo. Pero todo, absolutamente todo, salud o enfermedad, éxitos o fracasos, trabajo o paro, soledad o compañía, ilusiones o decepciones, paz o tribulación ..., todo, todo, Dios lo sabe disponer en bien de los que aman.
¿Nos lo creemos eso?
Que diferente sería nuestra vida si nos lo creyéramos y viviéramos de acuerdo con esta esperanza: "Dios todo en bien de los que aman".
3 - En el evangelio hemos visto un hombre que encuentra un tesoro y, contento del hallazgo, vende todo lo que tiene para comprar ese campo.
¿Cuál es mi "tesoro"? ¿Qué es lo que valoro más que todo? Qué es lo que, por ello, no me duele que sacrificar tiempo, energías u otras cosas?
A veces, nos creemos mucho listo y resulta que estamos dando importancia a lo que no tiene. Mientras que despreciamos los mejores tesoros y perlas que la vida nos ofrece. ¿Cuál es mi tesoro?.
El tesoro del que nos habla el Evangelio es Jesucristo: Jesucristo y su mensaje. Fijémonos en ella: una persona no es cristiana por el simple hecho de que haya sido bautizada, ni que vaya a Misa.
Sólo es cristiano aquel que ha encontrado a Jesús, el tesoro auténtico. Aquel que ha descubierto que Jesús y su mensaje es el que da sentido a su vida.
Aquel que, al encontrarse con Jesús, ha hecho la experiencia de haber encontrado algo que valía la pena. Más que todas las demás cosas. Y por eso, en encontrarlo, su vida cambia radicalmente.
La he encontrado yo este tesoro? Todavía no?.
Si no lo he encontrado, mi vida quedará empobrecida. Y se resentirán las personas que tengo al lado, especialmente los hijos, a los que difícilmente podré ayudar a ser felices.
¿Qué favor hacemos a nuestros hijos si les aseguramos dinero o bienestar, pero no les transmitimos valores humanos Y cristianos para toda su vida?
Evangelio según San Mateo 13,44-52.
Jesús dijo a la multitud: "El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró." El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. ¿Comprendieron todo esto?". "Sí", le respondieron. Entonces agregó: "Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo".
Santo Tomás de Aquino (1225-1274), dominico, teólogo, doctor de la Iglesia
Homilía sobre el Credo
“El reino de Dios se parece a un tesoro escondido en el campo...”
Es lógico que la meta de todos nuestros deseos, es decir, la vida eterna, sea mencionado en el Credo, al final de todo lo que se nos propone creer: “Y la vida eterna. Amén.” En la vida eterna está la unión del hombre con Dios.. la alabanza perfecta..., y el cumplimiento de todos nuestros deseos, porque cada uno de los bienaventurados poseerá aún más de lo que puede desear y esperar.
En esta vida, nadie puede cumplir todos sus deseos. Nunca nada creado podrá satisfacer al hombre perfectamente.
Sólo Dios satisface infinitamente. Por esto, sólo en Dios tenemos descanso, como lo dice San Agustín: “Nos has hecho para Ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti.”
Ya que en la patria celeste los santos poseerán a Dios perfectamente, es evidente que no sólo su deseo será colmado sino que desbordarán de gloria. Por esto dice el Señor: “Entra en el gozo de tu Señor.” (Mt 25,21) Y San Agustín dice a este propósito: “No todo el gozo entrará en los que se alegrarán. En cambio, ellos entrarán del todo en el gozo eterno.” En un salmo se dice: “Quisiera contemplarte en tu santuario, ver tu poder y tu gloria.” (Sal 62,3) y en otro: “el Señor te dará lo que desea tu corazón. (Sal 37,4)”... Cuando uno desea las delicias verdaderas es aquí donde se encuentra la delectación suprema y perfecta porque consistirá en el bien supremo que es Dios mismo: “A tu derecha delicias por siempre.” (Sal 15,11)
San Pantaleón, mártir
En Nicomedia, ciudad de Bitinia, san Pantaleón o Pantalaimón, mártir, venerado en Oriente por haber ejercido como médico sin esperar retribución alguna.
Apenas hay duda alguna de que haya existido un mártir llamado Pantaleón (cuyo nombre significa en griego «el que se compadece de todos»). Pero las leyendas que nos han llegado sobre él carecen de valor. Según ellas, Pantaleón, hijo de un pagano llamado Eubula, llegó a ser médico del emperador Galerio Maximiano en Nicomedia. Durante algún tiempo, Pantaleón se dejó arrastrar por el mal ejemplo y sucumbió ante las tentaciones, con lo cual se sometió a una prueba más difícil que la de la tortura, pues la entrega al mal debilita implacablemente la voluntad y acaba por destruir la virtud más heroica. Así pues, Pantaleón, que vivía en una corte donde se practicaba la idolatría y se aplaudía la vanagloria de este mundo, cayó en la apostasía. Pero las prudentes exhortaciones de un celoso cristiano llamado Hermolaos le abrieron los ojos y le condujeron de nuevo al seno de la Iglesia.
Cuando la persecución de Diocleciano estalló en Nicomedia, el año 303, Pantaleón distribuyó todos sus bienes entre los pobres. Poco después, algunos médicos envidiosos le delataron a las autoridades, las cuales le arrestaron junto con Hermolaos y otros dos cristianos. El emperador, que deseaba salvar a Pantaleón, le exhortó a apostatar, pero éste se negó a ello y curó milagrosamente a un paralítico para demostrar la verdad de la fe. Tras de sufrir numerosos tormentos, los cuatro fueron condenados a ser decapitados. La ejecución de san Pantaleón se retrasó un día. Los verdugos intentaron matarle de seis modos diferentes: por el fuego, ahogándole en plomo fundido, arrojándole a las fieras, torturándole en la rueda y atravesándole con la espada. Pero Pantaleón salió ileso de todas las pruebas con la ayuda del Señor. Finalmente, el mártir permitió libremente que le decapitasen; de sus venas brotó leche en vez de sangre, y el tronco de olivo sobre el cual le cortaron la cabeza floreció instantáneamente.
San Pantaleón es uno de los Catorce Santos Auxiliadores y en el Oriente se le profesa gran veneración como «mártir y taumaturgo» y como uno de los «anargyroi» o médicos que asistían gratuitamente a los enfermos. Antiguamente, san Pantaleón fue también muy famoso en el Occidente. En Constantinopla, Madrid y Ravello, se conservan algunas presuntas reliquias de su sangre y se dice que el fenómeno de la licuefacción ocurre, como en el caso de la sangre de san Jenaro. Tanto las leyendas griegas como las latinas, de las que existen numerosas versiones son muy extravagantes. Sin embargo, la antigüedad del culto de san Pantaleón, relacionado principalmente con Nicomedia y Bitinia, está perfectamente probada.
Véase Delehaye, Les origines du culte des martyrs, p. 189, etc. La fabulosa leyenda del santo data de muy antiguo; en el Museo Británico hay una traducción siria en un manuscrito del siglo VI (Addit. 12, 142). Los sirios querían tener un San Pantaleón propio; así pues, tomaron muchos rasgos de la leyenda del santo y los atribuyeron a un personaje legendario llamado Asia (que significa «médico»), y situaron su vida y su muerte en Antioquía. Ver AnalectaBollandiana, vol. XXXVIII (1920), p. 408. Acerca de la licuefacción de la sangre de san Pantaleón en Ravello, cf. IanGrant, TheTestimony of Blood (1929), pp. 17-44. El cardenal Newman, poco después de su ordenación sacerdotal, describió el fenómeno en una carta que escribió a Enrique Wilverforce desde Nápoles, en agosto de 1846.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Fue Mártir, murió alrededor del 305. Según la leyenda él era el hijo de un pagano rico, que se llamaba, Eustorgius de Nicomedia, y fue instruido en el Cristianismo por su madre que era Cristiana, Ebula. Luego se convirtió en extraño al Cristianismo. Estudio medicina y se convirtió en físico del emperador Maximianus. Regresó al Cristianismo por el sacerdote Hermolaus. Luego de la muerte de su padre, él obtuvo la posesión de una gran fortuna.
Sus colegas celosos lo acusaron al emperador durante la persecución de Diocletian. El emperador deseaba salvarlo e intento persuadirlo a que renuncie a su fe. Sin embargo, Pantaleón confeso abiertamente su fe, y como prueba de que Cristo es el verdadero Dios, curó a un paralítico. A pesar de esto, fue condenado a muerte por el emperador quien miró el milagro como un acto de magia. Según la leyenda, la carne de Pantaleón fue primero quemada con antorchas; Cristo se le apareció ante todos en forma de Hermolaus, para consolidar y curar a Pantaleón.
Las antorchas fueron extinguidas. Luego de esto, cuando un baño de plomo liquido fue preparado, Cristo en la misma forma caminó en la caldera con él, el fuego se extinguió y el plomo se convirtió en frió. Luego fue lanzado al mar, pero la piedra amarrada a su cuerpo con la cual fue lanzado flotaba.
Lo lanzaron a las bestias salvajes, pero estas aduladas sobre él y no podía ser forzado lejos, hasta que él las bendijo. Pantaleón fue atado a la rueda, pero la soga hizo presión, y la rueda se rompió. Hubo intento de decapitarlo, pero la espada se dobló, y los ejecutores se convirtieron. Pantaleón imploro al cielo para que los perdonen, por lo cual él recibió el nombre de Panteleemon(el todo-compasivo).
Era imposible hasta que él mismo decidió que era posible decapitarlo. Las vidas que contienen estas características legendarias son todas tarde en fecha y sin valor. Con todo el hecho del martirio, por si mismo parece probar por veneración, por lo cual es un testimonio temprano, entre otros de Theodoret (Graecarumaffectionumcuratio, Sermo VIII, "De martyribus", en Migne, P. G., LXXXIII 1033) Procopius de Caesarea (De aedificiis Justiniani I, ix; V, ix) y el "MartyrologiumHieronymianum" (Acta SS., Nov., II, 1, 97). Pantaleón es venerado en el Este como un gran mártir y un maravilloso trabajador. En los años medios fue visto como un patrón santo de físicos y parteras, y se convirtió en uno de los catorce guardias mártires. A partir de épocas tempranas, una fuente fiable afirma que un poco de su sangre se conserva en Constantinopla.
En la fiesta del santo se dice que la sangre se convierte en liquido y burbujeante. Reliquias del Santo son encontradas en San Denis en Paris; Su cabeza se venerada en Lyons. El Santo se celebra el 27 de julio y el 18 de febrero.
Oremos
Confesamos, Señor, que sólo tú eres santo y que sin ti nadie es bueno, y humildemente te pedimos que la intercesión de San Pantaléon venga en nuestra ayuda para que de tal forma vivamos en el mundo que merezcamos llegar a la contemplación de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
El Papa en Caserta
"Fiesta de Santa Ana, la abuela de Jesús, un hermoso día para festejar a las abuelas
"El Papa invita en Caserta a "decir no a cualquier forma de corrupción y de ilegalidad"
"Uno de ustedes me dijo: Padre, dénos la esperanza. Yo no os puedo dar la esperanza. La esperanza es Jesús"
La esperanza que da Jesús nunca desilusiona. No os dejéis robar la esperanza
(José M. Vidal).- Decenas de miles de fieles vitorearon primero y acompañaron, después, el Papa en una misa al aire libre en Caserta, la Tierra del fuego. Tras un calurosísimo recibimiento y después de saludar a la multitud, el Papa celebró la eucaristía. En la homilía, Francisco, en plena zona mafiosa, invita a "decir no a cualquier forma de corrupción y de ilegalidad".
Algunas frases del Papa
"Jesús nos habla a través de breves parábolas"
"Jesús nos enseña aqué es el Reino de los cielos"
"El Reino está cerca, incluso hoy". "Jesús Prefiere hacérnoslo intuir"
"El Reino de los cielos es capaz de cambiar el mundo"
"Es Jesús el tesoro escondido. Es él la perla de gran valor"
"La presencia de Jesús nos invita a acoger la presencia del extranjero y del emigrante"
"Una presencia alegre y fecunda"
"¿Cómo se encuentra el Reino de Dios?"
"Cada uno tiene su camino en la vida"
"Dios se deja encontrar en cualquier momento, porque es Él el que nos primerea"
"El Señor está aquí, con nosotros, en medio de nosotros"
"Él se hace encontrar incluso por el que no lo busca"
"Cuando se encuentra a Jesús se torna fascinado, conquistado"
"Y nos dejamos guiar por la lógica nueva del amor y del servicio"
"¿Cuántos de ustedes leen todos los días un pasaje del Evangelio?"
"¿Cuántos se dan prisa para hacer le trabajo y no perder la telenovela?"
"Pensadlo bien: un pequeño evangelio siempre a mano y leerlo en cualquier momento"
"Hay que dar el primado a Dios: significa decir no al mal ni a la violencia"
"Respetar el medioambiente y la naturaleza"
"Sé que sufrís por estas cosas"
"Uno de ustedes me dijo: Padre, dénos la esperanza. Yo no os puedo dar la esperanza. La esperanza es Jesús". "La esperanza que da Jesús nunca desilusiona"
"Decir no a cualquier forma de corrupción y de ilegalidad"
"Ser servidores de la verdad"
"Atender al pobre y al excluido"
"La fiesta de Santa Ana, la abuela de Jesús"
"Un hermoso día para festejar a las abuelas"
"Santa Ana no está coronada. Su hija, sí"
"Hizo un buen trabajo esta abuela"
"Santa Ana seguramente escuchó a María proclamar en muchas ocasiones el Magnificat"
"No os dejéis robar la esperanza"
Francisco, en la ventana
"Que no se repitan los errores del pasado, aprender de las lecciones de la Historia
"El Papa en el ángelus: "Parad la guerra, os lo pido con todo el corazón. Paradla, por favor"
"Niños muertos, heridos, mutilados, huérfanos, niños que no saben sonreír"
José Manuel Vidal, 27 de julio de 2014 a las 12:23
Todo se pierde con la guerra y nada se pierde con la paz. Nunca más la guerra. Nunca la guerra
(José M Vidal).- Ángelus del Papa Franciscotras su visita de ayer a Caserta, el corazón de la mafia napolitana. Pero su mente y su corazón están en las guerras del Oriente Medio, sobre todo en Gaza. Y, por eso, clama, con voz quebrada y potente a los israelís:"Parad la guerra, os lo pido con todo el corazón. Paradla, por favor". Y dice que piensa, sobre todo, en los niños "muertos, heridos, mutilados, huérfanos..."
Algunas frases del Papa
"Las parábolas del Reino de Dios"
"El descubrimiento del Reino puede suceder de improviso o tras una larga búsqueda"
"Valor incomparable de lo que encontraron"
"El que encuentra el Reino siente que es lo que buscaba y esperaba"
"El gran tesoro es buscar a Jesús, encontrar a Jesús"
"Como hizo San Francisco de Asís"
"El Evangelio habla al corazón y cambia la vida"
"Cristo da luz incluso a los sufrimientos y a la muerte"
"Leed el Evangelio. Leer todos los días un pasaje del Evangelio. Llevad un pequeño evangelio en el bolsillo o en el bolso, al alcance de la mano"
"Dios es amor, paz y alegría"
"Leer el Evangelio es enocntrar a Jesús y la alegría cristiana, que es un don del Espíritu Santo"
"El cristiano no puede esconder su fe, porque se transparente en su vida cotidiana"
Palabras del Papa tras el ángelus
Recuerda el aniversario de la Primera Guerra Mundial.
"Mañana será una jornada de luto, en recuerdo de este drama"
"Que no se repitan los errores del pasado, que se tengan presentes las lecciones de la Historia. Que prevalezca la razón de la paz, mediante el diálogo"
"Mi pensamiento a tres áreas de crisis: mediooriental, iraquí y ucraniana. Os pido que os sigáis uniendo ami oración, para que el Señor conceda a las poblaciones y a las autoridades la sabiduría para llevar adelante con determinación el camino de la paz, afrontando la situación con el diálogo y con la fuerza de la reconciliación"
"No se pongan en el centro los intereses particulares"
"Todo se pierde con la guerra y nada se pierde con la paz"
"Nunca más la guerra. Nunca la guerra. Pienso sobre todo en los niños, a los que se les quita el futuro y una vida digna. Niños muertos, heridos, mutilados, huérfanos, que juegan con residuos bélicos, niños que no saben sonreír. Deteneos, os lo pido con todo el corazón. Deteneos, por favor"
Saluda a los peregrinos. Entre otros, a los de Cartagena y a los jóvenes de Madrid y de Jerez.
Francisco en el ángelus: el Evangelio te habla al corazón y te cambia la vida
El santo padre Francisco se ha asomado a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano, como cada domingo, para rezar el ángelus con los fieles y los peregrinos venidos a la plaza de San Pedro. Estas son las palabras del Papa antes de la oración mariana: Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
Las breves semejanzas propuestas por la liturgia de hoy son la conclusión del capítulo del Evangelio de Mateo dedicado a las parábolas de Reino de Dios. Entre estas hay dos pequeñas obras maestras: la parábola del tesoro escondido en el campo y la de la perla de gran valor. Éstas nos dicen que el descubrimiento del Reino de Dios puede llegar de repente como al campesino que arando, encuentra el tesoro inesperado; o después de una larga búsqueda, como para el comerciante de perlas, que finalmente encontró la perla preciosa soñada durante mucho tiempo. Pero en los dos casos queda el dato primario que el tesoro y la perla valen más que los otros bienes, y por tanto, el campesino y el comerciante, cuando lo encuentran, renuncian a todo lo demás para poder conseguirlo. No necesitan hacer razonamientos, pensar, reflexionar: se dan cuenta en seguida del valor incomparable de lo que han encontrado, y están dispuestos a perder todo para tenerlo.
Así es el Reino de Dios: quien lo encuentra no tiene dudas, siente que es lo que buscaba, que esperaba y que responde a sus aspiraciones más auténticas. Y es realmente así: quien conoce a Jesús, quien lo encuentra personalmente, se queda fascinado, atraído por tanta bondad, tanta verdad, tanta belleza, y todo en una gran humildad y sencillez. Buscar a Jesús, encontrar a Jesús. Este es el gran tesoro. Cuántas personas, cuántos santas y santos, leyendo a corazón abierto el Evangelio, han sido tan tocados por Jesús, hasta convertirse en Él. Pensemos en san Francisco de Asís: él era ya un cristiano, pero de "agua de rosas". Cuando lee el Evangelio, en un momento decisivo de su juventud, encontró a Jesús y descubrió el Reino de Dios, y entonces todos sus sueños de gloria terrena se desvanecieron. El Evangelio te hace conocer a Jesús verdadero, te hace conocer a Jesús vivo; te habla al corazón y te cambia la vida. Y entonces sí, dejas todo. Puede cambiar efectivamente el tipo de vida, o continuar a hacer lo que hacía antes pero tú eres otro, has renacido: has encontrado lo que da sentido, sabor, luz a todo, también a las fatigas, también a los sufrimientos, también a la muerte. Leer el Evangelio, leer el Evangelio. Lo hemos hablado, ¿lo recordáis? Cada día leer un fragmento del Evangelio. Y también llevar un pequeño Evangelio con nosotros, en el bolsillo, en el bolso, es decir, a mano. Y allí, leyendo un fragmento, encontraremos a Jesús.Todo adquiere sentido cuando encuentras este tesoro, que Jesús llama "el Reino de Dios", es decir, Dios que reina en tu vida, en nuestra vida; Dios que es amor, paz y alegría en cada hombre y en todos los hombres. Esto es lo que Dios quiere, es por lo que Jesús se ha donado a sí mismo hasta morir en la cruz, para liberarnos del poder de las tinieblas y llevarnos al reino de la vida, de la belleza, la bondad, la alegría. Leer el Evangelio es encontrar Jesús y tener esta alegría cristiana que es un don del Espíritu Santo.
Queridos hermanos y hermanas, la alegría de haber encontrado el tesoro del Reino de Dios transpira, se ve. El cristiano no pude esconder su fe, porque transpira en cada palabra, en cada gesto, también en los más sencillos y cotidianos: transpira el amor que Dios nos ha donado mediante Jesús. Recemos, por intercesión de la Virgen María, para que venga a nosotros y en el mundo entero su Reino de amor, de justicia y de paz.
Como un tesoro escondido...
Mateo 13, 44-52. Tiempo Ordinario. Vende todo lo que tienes, aquello que te impida acercarte a Cristo.
Oración introductoria
Señor Dios, protector de los que en Ti confían, sin Ti nada es fuerte, ni santo; multiplica en mí tu misericordia para que, bajo tu dirección, me sirva hoy de los bienes pasajeros para alcanzar los bienes eternos que nos has prometido.
Petición
Padre bueno, que nada ni nadie sea más importante en mi vida que el cumplir tu voluntad para gloria de tu Reino.
Meditación del Papa Francisco
Pero alguno puede decirme: Padre, pero yo trabajo, tengo familia, para mí la realidad más importante es sacar adelante mi familia, el trabajo. Cierto, es verdad, es importante ¿pero cuál es la fuerza que mantiene unida la familia? Es precisamente el amor, ¿y quién siembra el amor en nuestros corazones? Dios, el amor de Dios. Es precisamente el amor de Dios que da sentido a los pequeños compromisos cotidianos y también ayuda a afrontar las grandes pruebas.
Esto es el verdadero tesoro del hombre. Ir adelante en la vida con amor, con ese amor que el Señor ha sembrado en el corazón, con el amor de Dios. Y esto es el verdadero tesoro. Pero, ¿el amor de Dios qué es? No es algo vago, un sentimiento genérico; el amor de Dios tiene un nombre y un rostro: Jesucristo. Jesús. (S.S. Francisco, 11 de agosto de 2013).
Reflexión
En una ocasión, un gran rey cruzaba el desierto. Lo seguían sus ministros. De pronto, uno de los camellos se desplomó a tierra y se rompió el baúl que cargaba en su joroba. Una lluvia de joyas, perlas preciosas y diamantes se desparramó sobre la ardiente arena. El rey dijo a sus ministros:
– "Señores, yo sigo adelante. Ustedes, si quieren, pueden quedarse aquí. Todo lo que recojan, será suyo". Y continuó su viaje sin parpadear, pensando que ya nadie lo seguiría. Al cabo de un rato, se da cuenta de que alguien viene detrás de él. Vuelve la mirada hacia atrás y ve que es uno de sus ministros. El rey le pregunta:
– "¿Qué no te importan las perlas y diamantes de tu rey? Podrías ser rico toda tu vida..."
Y el ministro replica:
– "Me importa más mi rey que todas las perlas de mi rey".
Esta bella historia del poeta persa Firdusi podríamos aplicarla perfectamente al Evangelio que hoy nos ofrece el Señor para nuestra meditación: "El Reino de los cielos –nos dice– se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra aquel campo".
Entre ambos relatos hay algunas diferencias: en la primera narración el ministro "deja" los tesoros de su amo; mientras que en la segunda, el hombre de la parábola "compra" el campo para adquirir el tesoro que ha encontrado. Parecería, según esto, que ambas narraciones resultan contrapuestas entre sí. Pero, no obstante estas variantes, el contenido de fondo es bastante semejante. Trataré de explicarme.
Lo que nuestro Señor quiere resaltar con la parábola del tesoro escondido –como también con la otra parábola que viene a continuación, la del mercader de perlas finas– no es tanto el objeto material del tesoro escondido, sino la decisión fundamental de estos dos hombres de dejar todo para llegar a poseer ese tesoro de incalculable valor que han encontrado. “Va a vender todo lo que tiene –nos dice Cristo– para comprar aquel campo”. Este es el mensaje esencial de la parábola: vender todo para poder comprar todo. Aquí está precisamente el punto de convergencia con el cuento persa: también el ministro deja sus perlas para quedarse con lo verdaderamente importante, que es su rey.
A la luz de esta última historia comprendemos que el tesoro escondido de nuestra parábola no es algo material, sino que es Cristo mismo, nuestro Rey supremo: importa infinitamente más el Señor de las cosas que las cosas del Señor. En efecto, todos los teólogos y biblistas católicos afirman con unanimidad que el Reino de los cielos del que Cristo nos está hablando en estas parábolas es ÉL mismo. El centro de su mensaje es su Persona. ¡Él es el único y verdadero tesoro de nuestro corazón!
Bernal Díaz del Castillo, en su "Historia de la conquista de la Nueva España", nos narra que el capitán Hernán Cortés, cuando desembarcó con sus hombres y puso pie en el continente americano, quemó todas las naves. El mensaje era clarísimo: había que acabar con todo lo que significara una huida, un retorno al pasado o la posibilidad de una marcha atrás. No había escapatorias. La única opción posible era ir hacia adelante.
Es el mismo mensaje que Cristo nos da en el Evangelio de hoy: no hay marcha atrás. Hay que "quemar" todo, "vender" todo para comprar ese tesoro escondido. Desafortunadamente, hoy en día son muy pocos los cristianos que están dispuestos a "quemar" las naves de sus seguridades personales o a "vender" todas sus posesiones con tal de alcanzar a Cristo.
¡Cuántos hoy en día se llaman "buenos cristianos", pero siguen aferrados como lapas a su propio egoísmo y vanidad, y no quieren prescindir de sus frenéticos apegos a las riquezas, a las comodidades, a la vida fácil y a los placeres mundanos! Es mil veces más sencillo arrancar una concha o un erizo de un acantilado marino que mover su voluntad de sus apegos desordenados. Y lo peor de todo es que muchas veces estas cosas conducen al hombre al pecado, no porque sean malas en sí mismas, sino porque es tal la ambición con la que se vive que le impiden acercarse a Dios y abrir el alma a su gracia redentora.
Es ésta la lógica "paradójica" del Evangelio: llorar para reír, sufrir para ser feliz, dejar que te persigan para entrar en el Reino de los cielos, morir para vivir, vender todo para poseerlo todo... ¡Así es el Evangelio: una paradoja que conduce a la felicidad y a la vida eterna! San Pablo, que bien sabía de estas cosas, y no por oídas sino por experiencia personal, así lo expresa: "lo que tenía por ganancia, lo considero ahora por Cristo como pérdida, y aun todo lo tengo por pérdida a causa del sublime conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por cuyo amor todo lo sacrifiqué y lo tengo por basura con tal de ganar a Cristo" (Fil 3, 7-8). Ésta es la ley cristiana del "perder todo para ganarlo todo". "El que pierda su vida por mí, la encontrará".
Hoy Cristo también está hablando con el mismo amor a tu alma. No le cierres tus entrañas. Escúchalo. Déjalo entrar en tu corazón y dale una respuesta pronta y generosa. No tengas miedo. Él está contigo y te da las fuerzas necesarias para responder con amor a su llamada.
Propósito
¿Qué es lo que tú tienes que vender? ¡Ve, pues, lleno de alegría, a vender todo lo que tienes –aquello que te impida acercarte a Cristo– y compra ese campo que esconde el maravilloso tesoro, que es Jesucristo mismo!