"Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo".
- 29 Julio 2014
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El Papa y su amigo el protestante Traettino
Visita en Caserta a su amigo, el pastor protestante Giovanni Traettino
El Papa pide perdón por las persecuciones de los católicos a los pentecostales
Ante los pentecostales protestantes aboga por la "diversidad reconciliadora"
Redacción, 28 de julio de 2014 a las 16:44
El máximo representante de la Iglesia católica también pidió a los cristianos que ayuden a los débiles y a los necesitados, y que caminen, dijo, al lado de Dios
El papa Francisco pidió hoy perdón por las persecuciones cometidas por parte de católicos a los pentecostales, en su viaje a la ciudad italiana de Caserta (sur), donde se reunió con su amigo y pastor evangélico Giovanni Traettino.
Es una visita calificada ya de histórica pues se trata de la primera salida que realiza un papa desde el Vaticano fuera de Roma expresamente para encontrarse con unpastor protestante.
"Entre las personas que han perseguido a los pentecostales también hubo católicos: Yo soy el pastor de los católicos y os pido perdón por aquellos hermanos y hermanas católicos que no han comprendido y han estado tentados por el diablo", afirmó el pontífice argentino.
Jorge Bergoglio ya estuvo el pasado 26 de julio en Caserta para celebrar una misa en honor a la patrona Santa Ana ante 200.000 católicos, según refirieron los organizadores.
Ahora, Francisco ha regresado para reunirse con la comunidad de pentecostales de esta ciudad situada al norte de Nápoles y celebrar un encuentro con unos 350 protestantes provenientes de todas partes del mundo.
Según medios locales, el obispo de Roma instó a los cristianos a estar unidos en la diversidad.
"El Espíritu Santo crea diversidad en la Iglesia. La diversidad es bella, pero el propio Espíritu Santo hace también la unidad, para que la Iglesia esté unida en la diversidad: para usar una palabra bella, una diversidad reconciliadora", señaló.
El máximo representante de la Iglesia católica también pidió a los cristianos que ayuden a los débiles y a los necesitados, y que caminen, dijo, al lado de Dios.
"No comprendo a un cristiano que está quieto, el cristiano debe caminar. Hay cristianos que caminan por al lado de Jesús, pero en cierto momento no caminan a la presencia de Jesús. Esto es porque son cristianos que confunden el caminar con el andar, son errantes", subrayó.
Tras el acto, que ha durado cerca de hora y media, el papa ha almorzado con la comunidad, indicó la Santa Sede en un comunicado.
Francisco ha salido esta mañana en helicóptero desde la Ciudad del Vaticano y ha aterrizado en Caserta hacia las 10.15 horas (08:15 GMT), según refirió el Vaticano.
Lo ha hecho en el helipuerto de la Escuela de Suboficiales de la Aeronáutica Militar italiana en el Palacio Real de Caserta y posteriormente se ha dirigido en coche hasta la casa del pastor, donde ha permanecido unos momentos.
Tras esta conversación privada, ambos religiosos fueron en coche a la iglesia evangélica de la reconciliación de Caserta, donde algunos fieles curiosos aguardaban la llegada de Bergoglio.
Francisco les ha saludado durante unos instantes antes de entrar en su interior, donde se ha celebrado la reunión lejos de las cámaras y en estricta intimidad. (RD/Agencias)
Evangelio según San Juan 11,19-27.
Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano.
Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas". Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará". Marta le respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día". Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?". Ella le respondió:
"Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo".
San Francisco de Sales (1567-1622), obispo de Ginebra, fundador de la Congregación de la Visitación, doctor de la Iglesia. Introducción a la vida devota, III, 19 (francés modernizado)
«Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro» (Jn 11,5)
Amad a todo el mundo con un amor grande de caridad, pero no tengáis trato de amistad más que con los que podéis intercambiar cosas buenas... Si intercambiáis en el terreno del conocimiento, ciertamente que vuestra amistad es laudable; más aún si compartís con ellos en el terreno de la prudencia, de la discreción, de la fuerza y de la justicia. Pero si vuestra relación está fundada sobre la caridad, la devoción y la perfección cristiana, ¡Dios mío, qué preciosa será vuestra amistad! Será excelente porque viene de Dios, excelente porque tiende a Dios, excelente porque Dios es su lazo de unión, porque durará eternamente en Dios. ¡Qué bueno es amar sobre la tierra como se ama en el cielo, aprender a amarse en este mundo tal como lo haremos eternamente en el otro!
Yo no hablo aquí del simple amor de caridad, porque éste se debe a todos los hombres; sino que hablo de la amistad espiritual mediante la cual dos o tres, o muchos, comulgan en la vida espiritual y se hacen un solo espíritu entre ellos. Es con todo derecho que estas almas dichosas pueden cantar: «¡Ved qué dulzura, qué delicia convivir los hermanos unidos!» (Sl 132,1)... Me parece que todas las demás amistades no son otra cosa que la sombra de ésta... Para los cristianos que viven en el mundo es necesario que se ayuden unos a otros con santas amistades; mediante ella se ayudan, se sostienen, se acompañan mutuamente hacia el bien... Nadie podrá negar que Nuestro Señor haya amado con una amistad del todo dulce y del todo especial a san Juan, a Lázaro, a Marta y a Magdalena, porque la Escritura da testimonio de ello.
CUANDO HAY QUE TOMAR DECISIONES
Jeremías 14, 17-22; Sal 78, 8. 9. 11 y 13; Mateo 13, 36-43
“Mis ojos se deshacen en lágrimas, día y noche no cesan”. El don de lágrimas no es algo exclusivo de los santos, también los que somos “de a pie” tenemos el derecho a llorar. Ya hemos dicho en alguna ocasión que Jeremías eran un tanto llorón. Dios no se queja de esa debilidad humana, sino de que en ocasiones no terminemos de confiar plenamente en Él. El profeta llegará a denunciar al Pueblo de Israel su falta de fidelidad y lealtad ante las promesas de Dios, y acabará siendo mal visto por aquellos que sólo ponían el corazón en sus ambiciones… Jeremías no sólo soportó estoicamente las injurias, sino que le importaba poco todo aquello que no tuviera que ver con la voluntad de Dios.
También nosotros podemos caer en la tentación de buscar la aprobación ajena. ¿No te ha pasado a veces que viendo claramente lo que Dios te pedía, en un momento muy concreto de tu vida, te has dejado “seducir” por la opinión de otros?: “Aún eres demasiado joven”, “piensa la carga que puede suponer para tu familia”, “siempre tendrás tiempo para tomar esa decisión”… Todo son excusas para posponer u olvidar lo que Dios nos habla de una manera tan personal en el corazón, y las “sabias” razones de los demás nos parecen de lo más lógicas y coherentes. Pero, ¿es eso lo que realmente quiere Dios de ti? Ya sabes que cuando hablamos del corazón nos estamos refiriendo a lo más íntimo de uno mismo. También sabrás que hay un templo sagrado, denominado “conciencia”, al que sólo puedes acceder tú y Dios… nadie más.
“¿No eres, Señor, Dios nuestro, nuestra esperanza, porque tú lo hiciste todo?”. ¿Te parece poco todo este proyecto de Dios para ti? A veces vamos por la vida con las orejeras que nos calan hasta la barbilla, y somos torpes para ver lo que Dios es capaz de realizar por amor nuestro. No es que nos quedemos cortos, es que, “no tenemos ni idea”. Cuando uno se empeña en hacer las cosas a su manera, y se ha encontrado con dificultades o imposibles, suele echarle la culpa a Dios. Lo que ocurre es que hemos olvidado que Dios no arregla imposibles, nos hace ver que determinados problemas no existen. Los problemas los fabricamos nosotros (en el libro del Eclesiastés se dice: “Dios hizo al hombre sencillo, pero éste se complicó con razonamientos”), Dios, en cambio, nos da su gracia para que vayamos “a su paso”. Y una vez emprendido el camino junto a Él, descubrimos que no solamente va junto a nosotros, sino que, en la mayoría de las ocasiones, nos lleva en sus brazos. ¿Es difícil tomar decisiones? Todo lo que lleve la impronta de lo divino resulta “una gozada”.
“Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre”. Así se llamaban entre sí los primeros cristianos: justos. En medio de tantas persecuciones, no esperaban una recompensa del mundo. Habían tomado una decisión, y ese era su premio. Los que llevaron al suplicio a los que después fueron mártires, les embargaba una extraña sensación, mezcla de odio y admiración, por la actitud que mostraban los cristianos antes de morir: alegría por seguir a Cristo, y perdón hacia sus verdugos.
Entender esto en nuestros días puede parecer de locos, pero mayor “irracionalidad” es actuar contra la fuerza del amor Dios. Por mucho que algunos lo intenten se darán de bruces con su infinita misericordia… y aún quedarán perplejos.
La Virgen María también tomó una decisión que le llevó a unirse de una manera inefable al misterio de Dios. ¿Cómo sería la mirada de su Hijo desde la Cruz?… Él también te mira… y te quiere con locura. ¿No oyes a la Virgen que te dice: “¡Anda, haz lo que Él te diga!”.
El consejo de Cristo a Marta
Cristo le enseña a construir el presente mirando a la eternidad, pues así aprenderá el verdadero valor de las cosas.
¿Cuál es el sentido de la vida humana?
Es ésta una pregunta que todos nos hacemos cuando vemos que no podemos lograr todo lo que queremos, cuando vemos que muere una persona en el inicio mismo de su vida, cuando contemplamos el sufrimiento de tantos seres humanos por culpa del egoísmo de los hombres, cuando vemos la desesperación de tantas personas ante el sufrimiento propio o de un ser querido. Y la realidad es que no podemos aceptar que todo se reduzca a nacer, vivir si es que se puede llamar vivir a muchas vidas, para terminar en la nada.
El ser humano debe tener un fin más allá de las cosas que hace o que ve.
Marta representa para nosotros una forma de vivir. Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. Impresiona el cariño de Jesús por aquella mujer que se desvivía por atenderle y procurarle bienestar. El hecho de repetir dos veces su nombre es señal de cariño, de ternura y de reconocimiento a su labor. Pero Jesús quiere prevenirla contra un gran escollo de la vida: el vivir sin más, el irse tragando los días sin ver en el horizonte, el hacer muchas cosas, pero no preocuparse de lo más importante.
Marta es el símbolo de una humanidad que ha dado prioridad al hacer o al tener sobre el ser, a la eficacia sobre lo importante, a la inmanencia sobre la trascendencia. Marta somos cada uno de nosotros cuando en el día al día decimos: "no tengo tiempo para rezar, no tengo tiempo para formarme, no tengo tiempo para pensar, no tengo tiempo para Dios". Basta asomarse a la calle y a las casas para ver cuánto se hace, cómo se corre, cómo se vive. Pareciera que estamos construyendo la ciudad terrena o que hubiera que terminar cada día algo que mañana hay que volver a empezar.
El consejo de Cristo a Marta, santa después al fin y al cabo, está lleno de afecto, de afecto del bueno. La invita a tomarse la vida de otra forma, a respirar, a vivir serenamente, a preocuparse más de las cosas del espíritu. Ahí va a encontrar la paz y la tranquilidad. Le enseña a construir el presente mirando a la eternidad, pues así aprenderá el verdadero valor de las cosas.
Sin duda, Marta aprendió aquella lección y, sin dejar de ser la mujer activa y dinámica que era, en adelante su corazón se aficionó más a lo verdaderamente importante. Marta, por medio de Cristo, había comprendido que la vida tiene un sentido, que el fin del hombre está por encima de las cosas cotidianas.
Para San Ignacio en la raíz del pecado se encontraba un tipo particular de ignorancia. El pecado mortal, llegó a decir, es la ingratitud. Esta es "la causa, principio y origen de todos los males y pecados". Si preguntáramos a un centenar de personas que dijeran cuál es el origen de todos los males, difícilmente encontraríamos a alguien que llamara la ingratitud. Hablarían del orgullo o la desobediencia, de la codicia o la ira. Pero la idea de que pecamos porque no somos conscientes de la bondad de Dios, probablemente no sería expresada por demasiadas personas.
La gratitud tenía un significado diferente en tiempos de Ignacio. Para nosotros la gratitud se expresa en escribir felicitaciones por Navidad o por un decir "gracias" a aquellos que nos dan una mano. Para nosotros, la gratitud tiene que ver con la buena educación, y el ingrato es un mal educado. Pero la gratitud era una asunto mucho más serio en la sociedad medieval tardía que vivió San Ignacio. Una sociedad que se organizaba en torno a un conjunto de obligaciones mutuas entre jerarquías sociales y políticas. Todo el mundo tenía que estar al corriente de las obligaciones con los demás. La gratitud era el cemento que unía las personas. Pero las diferencias de época y culturales son sólo una parte de la historia. Al poner el acento en la gratitud, Ignacio estaba diciendo algo sobre la naturaleza de Dios. Dios es el dador generoso, Él nos baña con sus bendiciones como el sol brilla sobre toda la tierra. Si verdaderamente llegáramos a entender esto, corresponderíamos al amor de Dios con amor. No pecaríamos. La gratitud es la mejor palabra para definir la calidad fundamental de nuestra relación con Dios. La ingratitud, nuestra ceguera ante lo que Dios realmente es, está, pues en la raíz de todo pecado.
María, la «llena de gracia»
Durante la audiencia general del miércoles 8 de mayo de 1996.
María, la «llena de gracia»
Catequesis de Juan Pablo II (8-V-96)
1. En el relato de la Anunciación, la primera palabra del saludo del ángel -Alégrate- constituye una invitación a la alegría que remite a los oráculos del Antiguo Testamento dirigidos a la hija de Sión. Lo hemos puesto de relieve en la catequesis anterior, explicando también los motivos en los que se funda esa invitación: la presencia de Dios en medio de su pueblo, la venida del rey mesiánico y la fecundidad materna. Estos motivos encuentran en María su pleno cumplimiento.
El ángel Gabriel, dirigiéndose a la Virgen de Nazaret, después del saludo «alégrate», la llama «llena de gracia». Esas palabras del texto griego: «alégrate» y «llena de gracia», tienen entre sí una profunda conexión: María es invitada a alegrarse sobre todo porque Dios la ama y la ha colmado de gracia con vistas a la maternidad divina.
La fe de la Iglesia y la experiencia de los santos enseñan que la gracia es la fuente de alegría y que la verdadera alegría viene de Dios. En María, como en los cristianos, el don divino es causa de un profundo gozo.
2. «Llena de gracia»: esta palabra dirigida a María se presenta como una calificación propia de la mujer destinada a convertirse en la madre de Jesús. Lo recuerda oportunamente la constitución Lumen gentium, cuando afirma: «La Virgen de Nazaret es saludada por el ángel de la Anunciación, por encargo de Dios, como "llena de gracia"» (n. 56).
El hecho de que el mensajero celestial la llame así confiere al saludo angélico un valor más alto: es manifestación del misterioso plan salvífico de Dios con relación a María. Como escribí en la encíclica Redemptoris Mater: «La plenitud de gracia indica la dádiva sobrenatural, de la que se beneficia María porque ha sido elegida y destinada a ser Madre de Cristo» (n. 9).
Llena de gracia es el nombre que María tiene a los ojos de Dios. En efecto, el ángel, según la narración del evangelista san Lucas, lo usa incluso antes de pronunciar el nombre de María, poniendo así de relieve el aspecto principal que el Señor ve en la personalidad de la Virgen de Nazaret.
La expresión «llena de gracia» traduce la palabra griega "kexaritomene", la cual es un participio pasivo. Así pues, para expresar con más exactitud el matiz del término griego, no se debería decir simplemente llena de gracia, sino «hecha llena de gracia» o «colmada de gracia», lo cual indicaría claramente que se trata de un don hecho por Dios a la Virgen.
El término, en la forma de participio perfecto, expresa la imagen de una gracia perfecta y duradera que implica plenitud. El mismo verbo, en el significado de «colmar de gracia», es usado en la carta a los Efesios para indicar la abundancia de gracia que nos concede el Padre en su Hijo amado (cf. Ef 1,6). María la recibe como primicia de la Redención (cf. Redemptoris Mater, 10).
3. En el caso de la Virgen, la acción de Dios resulta ciertamente sorprendente. María no posee ningún título humano para recibir el anuncio de la venida del Mesías. Ella no es el sumo sacerdote, representante oficial de la religión judía, y ni siquiera un hombre, sino una joven sin influjo en la sociedad de su tiempo. Además, es originaria de Nazaret, aldea que nunca cita el Antiguo Testamento y que no debía gozar de buena fama, como lo dan a entender las palabras de Natanael que refiere el evangelio de san Juan: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?» (Jn 1,46).
El carácter extraordinario y gratuito de la intervención de Dios resulta aún más evidente si se compara con el texto del evangelio de san Lucas que refiere el episodio de Zacarías. Ese pasaje pone de relieve la condición sacerdotal de Zacarías, así como la ejemplaridad de vida, que hace de él y de su mujer Isabel modelos de los justos del Antiguo Testamento: «Caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor» (Lc 1,6).
En cambio, ni siquiera se alude al origen de María. En efecto, la expresión «de la casa de David» (Lc 1,27) se refiere sólo a José. No se dice nada de la conducta de María. Con esa elección literaria, san Lucas destaca que en ella todo deriva de una gracia soberana.
Cuanto le ha sido concedido no proviene de ningún título de mérito, sino únicamente de la libre y gratuita predilección divina.
4. Al actuar así, el evangelista ciertamente no desea poner en duda el excelso valor personal de la Virgen santa. Más bien, quiere presentar a María como puro fruto de la benevolencia de Dios, quien tomó de tal manera posesión de ella, que la hizo, como dice el ángel, llena de gracia. Precisamente la abundancia de gracia funda la riqueza espiritual oculta en María.
En el Antiguo Testamento, Yahveh manifiesta la sobreabundancia de su amor de muchas maneras y en numerosas circunstancias. En María, en los albores del Nuevo Testamento, la gratuidad de la misericordia divina alcanza su grado supremo. En ella la predilección de Dios, manifestada al pueblo elegido y en particular a los humildes y a los pobres, llega a su culmen.
La Iglesia, alimentada por la palabra del Señor y por la experiencia de los santos, exhorta a los creyentes a dirigir su mirada hacia la Madre del Redentor y a sentirse como ella amados por Dios. Los invita a imitar su humildad y su pobreza, para que, siguiendo su ejemplo y gracias a su intercesión, puedan perseverar en la gracia divina que santifica y transforma los corazones.
[L´Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 10-V-96
Memoria de santa Marta
Santa Marta, santa del NT
Memoria de santa Marta, que recibió en su casa de Betania, cerca de Jerusalén, a Jesús el Señor, y muerto su hermano Lázaro, profesó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo, que has venido al mundo».
Marta, María, Lázaro... la nueva organización del Martirologio Romano ha dado un importante paso al inscribir en un mismo día a los tres hermanos, de quienes las únicas noticias que tenemos tienen que ver con que son hermanos y están juntos. Lamentablemente, aun falta que algún ajuste ulterior de la liturgia haga que la memoria obligatoria de santa Marta se transforme en memoria obligatoria de los tres santos juntos. Durante siglos se confundió a María de Betania con María Magdalena, lo que es incorrecto desde el punto de vista de cómo son presentados los respectivos personajes en el Evangelio.
Marta y su hermana María como anfitrionas de Jesús en «un pueblo» -aunque sin mencionar ni a Lázaro ni al pueblo de Betania-, aparecen en un breve relato de san Lucas, 10,38-42, y a su vez las dos hermanas relacionadas con Lázaro y con Betania aparecen mencionadas en Juan 11,1-53, el largo y significativo relato de la resurrección de Lázaro (que resulta ser la motivación inmediata de la muerte de Jesús, v.47ss) y nuevamente en Juan 12,1-8, con la escena de la unción en Betania. Hubo muchas mociones dentro de la exégesis, sobre todo en el siglo XX, de interpretar estos personajes como ficticios, es decir, que serían símbolos «puros», no provenientes de recuerdos concretos sino «fabricados», por así decir, en la catequesis de los primeros años para enseñar actitudes cristianas concretas. Debe tenerse presente que los evangelios se compusieron como catequesis, es decir, no como meros recuerdos biográficos de Jesús, sino para enseñarnos quién es él, para enseñarnos a ver lo no-visible de Jesús; por ello es lógico que todos los elementos que componen los evangelios contengan algo de simbolismo. Prácticamente nada de lo que se dice en los evangelios se cuenta simplemente porque forma parte de un recuerdo histórico, sino que todo está al servicio de contar ese significado de Jesús. Sin embargo, dicho esto, debe afirmarse con la misma contundencia que todo lo que los evangelios cuentan sobre Jesús lo basan, no en su propia imaginación, sino en cosas que realmente han sucedido, en personajes que realmente rodearon a Jesús, y en acontecimientos que se verificaron; aun cuando esas cosas, esos personajes, esos acontecimientos, han sido siempre «trabajados» simbólica y literariamente para provocar una enseñanza en el lector.
Tomemos el caso de Lázaro. ¿Existió un personaje Lázaro, amigo de Jesús, al que Jesús haya resucitado? salvo para quien quiere mantener una postura en extremo hipercrítica, y que de antemano rechace toda conexión de los evangelios con la realidad, el análisis de los relatos muestra que todo lo que se dice sobre Lázaro se refiere a una persona concreta. Es claro que para cualquiera es difícil de aceptar la resurrección de un muerto, y no ya la resurrección trascendente de Jesús, que resucita y pasa a «otra dimensión de realidad», sino la de alguien que ayer estaba enterrado y hoy está otra vez comiendo con los suyos... pero la resurrección de Lázaro no es mas difícil de aceptar que la de la hija de Jairo. Y si Jesús no resucitó muertos porque es difícil de aceptar, ni expulsó demonios porque es difícil de aceptar, ni realizó milagros porque es difícil de aceptar.... ¿por qué se supone que resultó tan urticante y molesto al punto de que valía la pena sacarlo de en medio al precio que fuera? Jesús resucitó a Lázaro, y manifestó con ello un poder sobre la vida, de tal modo que años más tarde, y habiendo vivido la experiencia de la Pascua, el evangelio de Juan pudo reflexionar y encontrar en ese hecho una gran profundidad de enseñanzas catequéticas sobre el poder de la luz, sobre el dolor y el amor fraterno, sobre la esperanza, sobre la fe en que Jesús es el Cristo, y utilizar ese hecho real de la resurrección, que tal vez fue conocida de unos pocos, ya que ocurrió en una aldea, y proyectar a través de ello una «clase magistral», los capítulos 11 y 12 de Juan, que hacen la bisagra entre la predicación de Jesús y su «Hora».
Sobre Marta y María tenemos las dos actitudes bien plasmadas en el relato de Lázaro: Marta que sale al encuentro, discute con Jesús, en el capítulo 12 sirve la mesa: Marta es activa. De María se dan tres pinceladas: permaneció en la casa (es decir, de duelo), pero en cuanto oyó que Jesús la llamaba «se levantó rápidamente, y se fue donde él» (v. 29), cuando lo ve a Jesús «cayó a sus pies» (v. 32), y en la escena del capítulo 12 «ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos» (v. 3). Curiosamente, la tres referencias a María la muestran "a ras de suelo", mientras que Marta está erguida, discute, va y viene. Juan enseñó cuestiones importantes en torno a la fe por medio de estas dos hermanas, pero el centro de lo que estaba hablando está puesto en la resurrección de Lázaro y en la próxima muerte de Jesús. San Lucas, sin embargo, supo encontrar en esas dos hermanas dos actitudes que seguramente han sido una constante en la vida de la Iglesia desde el inicio, y que más tarde darán lugar a los caracteres «activo» y «contemplativo», así que nos cuenta una escena en donde esos dos caracteres están manifiestos al extremo: Marta, que «se preocupa y se agita», y María que «ha elegido la parte buena», contraposición que sirve para dar otro ejemplo más de una doctrina que es absolutamente central en la predicación de Jesús y que recorre los cuatro evangelios: sólo una cosa es importante; aunque eso único importante se tematiza en distintas partes del Evangelio con distintos nombres: buscar el Reino de Dios y su justicia, permenecer unidos a la Vid, ver al Padre, etc.
Marta, María, Lázaro, tres hermanos, amigos de Jesús, que han sido vehículos para enseñanzas que difícilmente no tengamos en la memoria, precisamente porque han sido transmitidas a través de hechos extraordinariamente cotidianos: la agitación e inquietud que provoca la vida misma, el deseo frecuentemente insatisfecho de permanecer en silencio ante Dios, el dolor de una pérdida... acontecimientos de los que ninguna vida está libre, aunque son aquellos de los que más nos cuesta hablar.
No tiene sentido detenerme aquí en lo que la leyenda posterior ha hecho de estos personajes: de Lázaro un obispo de Chipre o de Marsella, de Marta, evangelizadora de la Galia junto con María, etc... son tradiciones, no sólo incomprobables, sino en muchos detalles ridículas, y pienso que poco agregan a la comprensión de la santidad de aquellos que la recibieron irradiada del propio Jesús.
Como bibliografía es recomendable detenerse en alguna buena exégesis del capítulo 11 de Juan, un relato central en el mundo del cuarto evangelio; por mi parte recomiendo el análisis que hace Raymond Brown en «El Evangelio según Juan», ed. Cristiandad, tomo I, págs 738ss. También pueden servir comentarios como el «San Jerónimo», ya sea el clásico o el nuevo, pero ante un relato tan lleno de detalles, conviene algo más completo. Quien quiera conocer las leyendas en torno a Lázaro y sus hermanas, una fuente buena es el Butler-Guinea, en sus artículos del 22 de julio (María), 29 de julio (Marta) y 17 de diciembre (Lázaro), sobre todo los dos primeros. No lo he seguido aquí porque preferí centrarme más en la cuestión de la Escritura, pero es, como siempre, una lectura de buena calidad. La Enciclopedia Católica, a pesar de sus muchos años, tiene un artículo de LéonClugnet (1910) muy interesante y aun valioso sobre las tradiciones provenzales en torno a san Lázaro.