La grandeza de Juan el Bautista
- 02 Agosto 2014
- 02 Agosto 2014
- 02 Agosto 2014
Francisco, en la comida con los jesuitas
Festividad del fundador de la Compañía
El Papa almorzó con la Curia jesuita por San Ignacio de Loyola
Francisco departió con los hermanos de Dall'Oglio
El Papa se entretuvo con la comunidad en el comedor y después subió a la sala de comunidad para compartir un café, conversando amablemente y saludando a cada uno
(Jesuitas).- La comunidad de la Curia General tuvo la alegría de tener al PapaFrancisco en el almuerzo, el día de la fiesta de San Ignacio. A último momento el Papa comunicó al Padre General su deseo.
Se trató de una visita totalmente privada y simple. El Papa se entretuvo con la comunidad en el comedor y después subió a la sala de comunidad para compartir un café, conversando amablemente y saludando a cada uno.
Durante el almuerzo estuvieron presentes también los siete hermanos del P. Paolo Dall'Oglio, secuestrado hace un año en Siria.
Con ellos el Papa ha intercambiado palabras de agradecimiento y aliento. Estaban presentes incluso un grupo de escolares del EJIF (Jesuitas Europeos en Formación) que en estas semanas tienen su encuentro anual, este año en la Curia General.
Evangelio según San Mateo 14,1-12.
En aquel tiempo, la fama de Jesús llegó a oídos del tetrarca Herodes, y él dijo a sus allegados: "Este es Juan el Bautista; ha resucitado de entre los muertos, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos". Herodes, en efecto, había hecho arrestar, encadenar y encarcelar a Juan, a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, porque Juan le decía: "No te es lícito tenerla". Herodes quería matarlo, pero tenía miedo del pueblo, que consideraba a Juan un profeta. El día en que Herodes festejaba su cumpleaños, la hija de Herodías bailó en público, y le agradó tanto a Herodes que prometió bajo juramento darle lo que pidiera. Instigada por su madre, ella dijo: "Tráeme aquí sobre una bandeja la cabeza de Juan el Bautista". El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue llevada sobre una bandeja y entregada a la joven, y esta la presentó a su madre. Los discípulos de Juan recogieron el cadáver, lo sepultaron y después fueron a informar a Jesús.
Beato Guerrico de Igny (c. 1080-1157), abad cisterciense
3er sermón sobre san Juan Bautista
La grandeza de Juan el Bautista
Lo que ha hecho grande a Juan, lo que le ha hecho el más grande entre los grandes, es que ha vivido sus virtudes al máximo... uniendo a estas la más grande de todas, la humildad. Siendo considerado como el más elevado de todos, espontáneamente y con la presura del amor, ha puesto por encima de él a Aquel que es el más humilde de todos, y hasta tal punto lo ha puesto por encima de él que se declaró indigno de desatarle las sandalias (Mt 3, 11).
Que otros queden maravillados de que Juan haya sido anunciado por los profetas, anunciado por un ángel..., nacido de padres tan santos y tan nobles, aunque de edad avanzada y estériles..., que en el desierto haya preparado el camino del Redentor, que haya convertido los corazones de los padres hacia los hijos y los de los hijos hacia los padres (Lc 1,17), que haya sido digno de bautizar al Hijo, escuchar al Padre, ver al Espíritu (Lc 3, 22), en fin, que haya combatido por la verdad hasta dar la vida y que, para ser precursor de Cristo incluso en el país de los muertos, haya sido mártir de Cristo ya antes de su Pasión. Que otros se queden maravillados de todo esto...
A nosotros, hermanos míos, se nos propone su humildad no tan sólo como objeto de admiración, sino también de imitación. Es ella que le ha incitado a no querer pasar por grande, siendo así que podía hacerlo... En efecto, este fiel «amigo del Esposo» (Jn 3,29) que amaba a su Señor más que a sí mismo, deseaba «disminuir» para que él creciera (v 30). Se esforzaba para aumentar la gloria de Cristo haciéndose él mismo más pequeño, manifestando a través de toda su conducta lo que diría el apóstol Pablo: «No nos predicamos a nosotros mismos sino al Señor Jesucristo» (2Co 4,5).
San Eusebio de Vercelli, obispo y confesor
San Eusebio, primer obispo de Vercelli, en la Liguria, que consolidó la Iglesia en toda la región subalpina, y que por defender la fe del Concilio de Nicea fue desterrado por el emperador Constancio, primero a Escitópolis y, posteriormente, a Capadocia y la Tebaida. Vuelto a su sede después de ocho años de exilio, se esforzó con empeño y valentía para restablecer la fe contra la herejía arriana.
fecha: 2 de agosto
fecha en el calendario anterior: 16 de diciembre
†: 371 - país: Italia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SIrefieren a este santo: San Dionisio de Milán, San Grato de Aosta, San Gregorio de Elvira, San Hilario de Poitiesr,San Honorato de Vercelli, San Lucífero de Cagliari, San Paulino de Tréveris, San Teonesto
San Eusebio («piadoso») de Vercelli. Nació en Cerdeña, Italia. Al morir su padre, su madre lo llevó a vivir a Roma, donde el Papa Liberio lo tomó bajo su protección, lo educó y lo ordenó de sacerdote. Poco después en la ciudad de Vercelli, al norte de Italia, murió el obispo, y el pueblo y los sacerdotes proclamaron a Eusebio como el nuevo obispo, por su santidad y sus muchos conocimientos.Una de sus grandes preocupaciones era instruir al pueblo en religión. Y él mismo iba de parroquia en parroquia instruyendo a los feligreses.En aquellos tiempos se estaba extendiendo una terrible herejía llamada Arrianismo, que enseñaba que Cristo no era Dios. Los más grandes santos de la época se opusieron a tan tremendo error, pero el jefe de gobierno, llamado Constancio, la apoyaba.
Hicieron una reunión de obispos en Milán, para discutir el asunto, pero Eusebio al darse cuenta de que el ejército del emperador iba a obligarlos a decir lo que él no aceptaba, no quiso asistir.Constancio le ordenó que se hiciera presente, y el santo le avisó que iría, pero que no aceptaría firmar ningún error. Y así lo hizo. A pesar de que hereje emperador lo amenazó con la muerte, él no quiso aceptar el que Jesucristo no sea Dios, por esto fue desterrado.Él repetía: « Puedo equivocarme en muchas cosas, pero jamás quiero dejar de pertenecer a la verdadera religión»
Oremos: Concédenos, Señor, imitar la firmeza con que el obispo San Eusebio proclamó siempre la divinidad de Jesucristo, para que, manteniéndonos firmes en la fe que él enseñó, merezcamos participar de la misma vida de tu Hijo. Que vive y reina contigo.
Muerte de Juan el Bautista
Mateo 14, 1-12. Tiempo Ordinario. Tenemos que estar dispuestos, por amor a Dios y a su Iglesia, a ser testigos del Evangelio.
Oración introductoria
Señor, creo que quieres tener este momento de oración conmigo, no porque a Ti te haga falta sino porque quieres acompañarme y mostrarme el camino que debo seguir hoy. El espejismo de lo que me aleja de tu verdad es muy atrayente, no permitas que me deje seducir como Herodes.
Petición
Jesús, dame la gracia de escuchar hoy claramente tu verdad.
Meditación del Papa Francisco
Herodes hizo matar a Juan para contentar a la amante Herodías y el capricho de su hija. Juan es un hombre que ha tenido un tiempo breve de vida, un tiempo breve para anunciar la Palabra de Dios. Era el hombre Dios había enviado para preparar el camino a su Hijo. Y Juan termina mal su vida, en la corte de Herodes, que se encontraba en el banquete.
Cuando está la corte es posible hacer de todo: la corrupción, los vicios, los crímenes. Las cortes favorecen estas cosas. ¿Qué hizo Juan? Primero de todo anunció al Señor. Anunció que estaba cerca el Salvador, el Señor, que estaba cerca el Reino de Dios. Y lo había hecho con fuerza. Y bautizaba. Exhortaba a todos a convertirse. Era un hombre fuerte. Y anunciaba a Jesucristo. (Cf. S.S. Francisco, 7 de febrero de 2014, homilía en Santa Marta).
Reflexión
Jeremías y todos los profetas de Israel fueron siempre perseguidos por proclamar el incómodo mensaje de Dios, que exige una auténtica conversión del corazón.
Pero siempre afrontaron la persecución con ánimo viril e intrépido, aun a costa de la propia vida y del derramamiento de la propia sangre, como Juan Bautista, para dar testimonio de la verdad de Dios y de su palabra.
Juan el Bautista es el ejemplo clásico de la defensa inerme y valiente del profeta que, por defender su fe y la verdad, termina su vida como víctima fecunda, prefiguración de la muerte redentora de Cristo.
El verdadero cristiano, entonces, se convierte en "mártir". Más aún, sólo el mártir es el verdadero cristiano y testigo de Cristo (en griego, mártir significa "testigo"). Toda la historia de la Iglesia se ha visto coronada y adornada con la vida de tantos hijos suyos que, por amor a Jesucristo y por su fe en Él, se han convertido en mártires. Ésta es la condición radical del cristiano. Todos debemos estar dispuestos, por amor a Él y por su Iglesia, a ser testigos intrépidos del Evangelio, incluso hasta dar nuestra propia vida por Él.
Sólo así podemos llamarnos y ser auténticos cristianos, es decir, discípulos y seguidores de un Cristo, crucificado por la verdad del Evangelio y por nuestra redención.
Propósito
Si hay un precepto de la doctrina que no vivo, o que cumplo sólo por tradición, buscar leer y consultar sobre el tema para ser siempre un auténtico testigo.
Diálogo con Cristo
Señor, qué gran ejemplo tengo en Juan el Bautista que con firmeza predicó siempre tu verdad. No le importaba la opinión de los demás, no permitía desvíos ni letargos egoístas. Gracias por iluminar mi conciencia, por ayudarme a ver dónde estoy siendo sordo o ciego e insensible a tu doctrina. Ayúdame a adherirme firmemente a tu voluntad para hacer de tu amor el centro de mi propia existencia.
¡Madre, danos tu mirada!
¡Llevemos al corazón de Dios a través de María, toda nuestra vida, cada día!
Fragmento de la homilía del Papa Francisco en la Santa Misa en el Santuario de Nuestra Señora de Bonaria. 22 septiembre 2013
En (Cfr. Hc 1, 12-14) nos muestra a María en oración en el Cenáculo, junto a los Apóstoles, en espera de la efusión del Espíritu Santo (Cfr. Hc 1, 12-14). María reza, reza junto a la Comunidad de los Discípulos y nos enseña a tener plena confianza en Dios, en su misericordia. ¡La potencia de la Oración! No nos cansemos de llamar a la puerta de Dios. ¡Llevemos al corazón de Dios a través de María, toda nuestra vida, cada día!
Jesús nos confía a la custodia materna de su Madre, en cambio, en el Evangelio, acogemos sobre todo la última mirada de Jesús hacia su Madre. Desde la cruz, Jesús mira a su Madre y a ella le confía el Apóstol Juan, diciendo: "Éste es tu Hijo". En Juan estamos todos, también nosotros, y la mirada de Amor de Jesús nos confía a la custodia materna de su Madre. María habrá recordado otra mirada de Amor, cuando era una jovencita: la mirada de Dios Padre, que había mirado su humildad, su pequeñez. María nos enseña que Dios no nos abandona, puede hacer grandes cosas también con nuestra debilidad. ¡Tengamos confianza en Él! Llamemos a la puerta de su corazón.
Encontremos la mirada de María, porque allí está el reflejo de la mirada del Padre que la hace Madre de Dios, y la mirada del Hijo desde la cruz, que la hace Madre nuestra. Y con aquella mirada hoy María nos mira.
Tenemos necesidad de su mirada de ternura, de su mirada materna que nos conoce mejor que cualquier otro, de su mirada llena de compasión y de cuidado. María, hoy queremos decirte: ¡Madre, danos tu mirada! Tu mirada nos lleva a Dios, tu mirada es un don del Padre bueno, que nos espera en cada encrucijada de nuestro camino. Es un don de Jesucristo en la cruz, que carga sobre sí nuestros sufrimientos, nuestras fatigas, nuestros pecados. Y para encontrar este Padre, lleno de amor, hoy le decimos: ¡Madre, danos tu mirada! Lo decimos todos juntos: ¡Madre, danos tu mirada!
En el camino, muchas veces difícil, no estamos solos, somos tantos, somos un pueblo, y la mirada de la Virgen, nos ayuda a mirarnos entre nosotros de modo fraterno. ¡Mirémonos de un modo más fraterno! María nos enseña a tener esa mirada que busca acoger, acompañar, proteger. ¡Aprendamos a mirarnos, los unos a los otros, bajo la mirada materna de María! Hay personas que instintivamente no tenemos en cuenta, y que sin embargo tienen más necesidad: los más abandonados, los enfermos, aquellos que no tienen de qué vivir, aquellos que no conocen a Jesús, los jóvenes que están en dificultad, que no tienen trabajo. No tengamos miedo de salir y mirar a nuestros hermanos y hermanas con la mirada de la Virgen. Ella nos invita a ser verdaderos hermanos. Y no permitamos que alguna cosa o alguno se interponga entre nosotros y la mirada de la Virgen.
¡Madre, danos tu mirada! ¡Que ninguno nos esconda tu mirada! Nuestro corazón de hijos sepa defenderla de tantas palabras que prometen ilusiones; de aquellos que tienen una mirada ávida de vida fácil, de promesas que no se pueden cumplir. Que no nos roben la mirada de María, que está llena de ternura. Que nos da fuerza, que nos hace solidarios entre nosotros. Digamos todos: ¡Madre, danos tu mirada
¿Como me encuentro hoy?
Ya hace muchos días que estamos de vacaciones con la familia y hemos pasado ratos de todo. Divertidas y risueña, muy acompañadas, un poco aburridas, serias o con malas caras, interesantes, diferentes, ... todas ellas nos han llevado a unas experiencias y unos sentimientos que hemos ido viviendo quizá sin demasiada reflexión.
Hoy podríamos hacer una parada y pensar:
Como me encuentro hoy?
Tengo algo para agradecerle a Dios? Lo hago.
Tengo algo para lamentar? Pido perdón.