«Jesús también fue a la fiesta..., pero en secreto»

Evangelio según San Juan 7,1-2.10.25-30. 

Jesús recorría la Galilea; no quería transitar por Judea porque los judíos intentaban matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las Chozas, Sin embargo, cuando sus hermanos subieron para la fiesta, también él subió, pero en secreto, sin hacerse ver. Algunos de Jerusalén decían: "¿No es este aquel a quien querían matar? ¡Y miren cómo habla abiertamente y nadie le dice nada! ¿Habrán reconocido las autoridades que es verdaderamente el Mesías? 

Pero nosotros sabemos de dónde es este; en cambio, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde es". 

Entonces Jesús, que enseñaba en el Templo, exclamó: "¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy? Sin embargo, yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad, y ustedes no lo conocen. Yo sí lo conozco, porque vengo de él y es él el que me envió". Entonces quisieron detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él, porque todavía no había llegado su hora. 

San Eulogio de Córdoba

Es uno de los grandes hombres que han enriquecido la historia de la Iglesia. Era brillante y audaz; un valeroso defensor de Cristo hasta el final. Vivió en Córdoba en el siglo IX. Su familia permaneció fiel a la fe católica a pesar del dominio musulmán que penalizaba con severos impuestos la asistencia al templo, y daban muerte a quien hablase de Cristo fuera de él. Con estas presiones y el miedo al martirio muchos católicos abandonaban la ciudad. Eulogio renovó el fervor de sus conciudadanos dentro de la capital y en sus aledaños. Su abuelo le enseñó siendo niño a que cada vez que el reloj señalase las horas, dijera una pequeña oración y así lo hacía, recitando, por ejemplo: «Dios mío, ven en mi auxilio, Señor, ven aprisa a socorrerme». Se formó en el colegio anexo a la iglesia de San Zoilo. Y también influyó en su educación el abad y escritor Speraindeo. Recibió una esmerada formación en filosofía y en otras ciencias. Su biógrafo, amigo y compañero suyo de estudios, Álvaro de Córdoba (Paulo Álvaro), reflejó su juventud diciendo que: «Era muy piadoso y muy mortificado. Sobresalía en todas las ciencias, pero especialmente en el conocimiento de la Sagrada Escritura. Su rostro se conservaba siempre amable y alegre. Era tan humilde que casi nunca discutía y siempre se mostraba muy respetuoso con las opiniones de los otros, y lo que no fuera contra la ley de Dios o la moral, no lo contradecía jamás. Su trato era tan agradable que se ganaba la simpatía de todos los que charlaban con él. Su descanso preferido era ir a visitar templos, casas de religiosos y hospitales. Los monjes le tenían tan grande estima que lo llamaban como consultor cuando tenían que redactar los reglamentos de sus conventos. Esto le dio ocasión de visitar y conocer muy bien un gran número de casas religiosas en España». 

Álvaro añade que: «tenía gracia para sacar a los hombres de su miseria y sublimarlos al reino de la luz». Siendo sacerdote, era un predicador excelente. Su anhelo fue agradar a Dios y se ejercitaba en el amor viviendo una rigurosa vida ascética. Confidenció a sus íntimos: «Tengo miedo a mis malas obras. Mis pecados me atormentan. Veo su monstruosidad. Medito frecuentemente en el juicio que me espera, y me siento merecedor de fuertes castigos. Apenas me atrevo a mirar el cielo, abrumado por el peso de mi conciencia». Este sentimiento de indignidad que acompaña a los santos, le instaba a emprender un camino de peregrinación para expiación de sus culpas. Roma era su objetivo, pero su idea de llegar a pie era casi un imposible.

De modo que pospuso este proyecto. Hombre de vasta cultura, inquieto como las personas inteligentes que no pasan por la vida ajenas a las raíces de la historia, después de ver frustrados sus intentos de penetrar en el país galo, que estaba sumido en guerras, y donde se trasladaba con la idea de averiguar el paradero de dos de sus hermanos, vivió durante un tiempo en Navarra, en Aragón y en Toledo. En Leire tuvo ocasión de conocer la Vida de Mahoma así como clásicos de la literatura griega y latina, y otras obras relevantes entre las que se incluía La ciudad de Dios de san Agustín. Y después de contribuir a acrecentar el patrimonio espiritual de los monasterios sembrados por el Pirinieo, cuando ya había hecho acopio de una importante formación intelectual, regresó a Córdoba llevando con él un importante legado bibiográfico que nutriría los centros académicos de la capital. Poco a poco fue naciendo una especie de círculo en torno a él integrado por sacerdotes y religiosos.

Pero en el año 850 los cristianos cordobeses quedaron estremecidos ante la cruenta persecución que se desató contra ellos. Muchos regaron con su sangre el amor que profesaban a Cristo, negándose a abjurar de su fe y a colocar en el centro de sus vidas a Mahoma. Eulogio fue apresado; junto a él se hallaba el prelado Saulo. El artífice de su detención fue otro obispo, Recaredo, que junto a un grupo de clérigos se puso de parte de los musulmanes. En la cárcel redactó su obra «Memorial de los mártires». A finales del año 851 fue liberado. Con Muhammad I, sucesor de Abderramán, la situación de los cristianos se hizo aún más insostenible. Y Eulogio no estaba seguro en ningún lugar. De modo que durante un tiempo el santo fue de un lado a otro buscando proteger su vida.

El año 858 fue elegido arzobispo de Toledo, pero su glorioso martirio estaba próximo. La joven Lucrecia, hija de mahometanos, anhelaba ser católica. Como la obligaban a ser musulmana, ayudada por Eulogio huyó de su casa y se refugió en la de unos católicos. Apresados ambos el año 859, fueron condenados a muerte. La notoriedad pública de Eulogio era altísima. Los ojos de los fieles estaban clavados en él. De modo que si los captores lograban que abjurase de la fe, el éxito estaba más que asegurado. Muchos seguirían sus pasos. No lograron sus propósitos, a pesar de que astutamente le propusieron simular su retractación. Solo tenía que hacer creer a todos que abandonaba su fe, pero después podía actuar a conveniencia. Naturalmente, el santo respondió con el Evangelio en la mano, renovando los pilares esenciales de su vida ante el emir que presidía el tribunal. Uno de los fiscales que juzgaba su caso y el de Lucrecia montó en cólera:«Que el pueblo ignorante se deje matar por proclamar su fe, lo comprendemos. Pero tú, el más sabio y apreciado de todos los cristianos de la ciudad, no debes ir así a la muerte. Te aconsejo que te retractes de tu religión, y así salvarás tu vida». La pena capital era por decapitación. Pero Eulogio no se inmutó. Respondió: «Ah, si supieses los inmensos premios que nos esperan a los que proclamamos nuestra fe en Cristo, no solo no me dirías que debo dejar mi religión, sino que tu dejarías a Mahoma y empezarías a creer en Jesús. Yo proclamo aquí solemnemente que hasta el último momento quiero ser amador y adorador de Nuestro Señor Jesucristo», palabras que coronó derramando su sangre junto a la de Lucrecia el 11 de marzo del año 859.

Oremos
Proclamamos, Señor, tu poder y humildemente te pedimos que, así como concediste a San Eulogio de Córdoba ser fiel imitador dela pasión de Cristo, así nos otorgues a nosotros que la fortaleza que manifestó en su martirio sea sostén de nuestra debilidad. Por nuestro Señor Jesucristo.
Calendario de fiestas marianas: Nuestra Señora de la Clemencia o la Misericordia de Absam, cerca de Innsbruck,  Austria (1797).

Juan Taulero (c. 1300-1361), dominico en Estrasburgo Sermón 12, martes antes de Ramos

«Jesús también fue a la fiesta..., pero en secreto»

Jesús dijo: « Mi tiempo no ha llegado todavía, el  vuestro está siempre dispuesto...Subid vosotros a la fiesta. Yo no subo a esta fiesta porque mi tiempo no se ha cumplido todavía » (Jn 7, 6-8). ¿Qué es exactamente esta fiesta a la que nuestro Señor nos dice de subir y cuyo tiempo es en cualquier momento? La fiesta la más excelente y la más verdadera, la fiesta suprema, es la celebración de la vida eterna, es decir, la felicidad eterna donde estaremos realmente cara a cara con Dios. Esto es, no podemos verlo aquí abajo, pero la que podemos ver, es un anticipo de aquella, una experiencia de la presencia de Dios en el espíritu por la alegría interna que nos da un sentimiento tan íntimo. El tiempo que sigue siendo nuestro, es para buscar a Dios y  continuar el sentimiento de su presencia en todos nuestros trabajos, nuestra vida, nuestro querer y nuestro amor. Por lo tanto, nosotros debemos elevarnos por encima de nosotros mismos y todo lo que no es Dios, no queriendo y no amando más que a solo Dios, con toda pureza y ninguna otra cosa más. Este tiempo es todos los instantes.

Este verdadero tiempo de la fiesta de la vida eterna, todos lo desean, es un deseo natural, puesto que todos los hombres, naturalmente, quieren ser felices. Pero el deseo no es suficiente. Debemos seguir y buscar a Dios por sí mismo.  El anticipo del verdadero y gran día de la fiesta, a  mucha gente le encantaría tenerlo y se quejan de que no se les da. Cuando en la oración, no experimentan, en las profundidades de sí mismos, un día de fiesta y no sienten la presencia de Dios, les duele. Rezan  menos y lo hacen con mal humor, diciendo que no sienten a Dios y que esta es la razón por la que la acción y la oración les contraría. Eso es lo que el hombre nunca debe hacer. Nunca debemos hacer cualquier trabajo con tibieza, porque Dios está siempre presente, incluso si no lo sentimos, porque Él ha entrado secretamente en la fiesta.

TIEMPO DE CUARESMA
AÑO DE LA MISERICORDIA

Nuestro Señor Jesucristo no nos mandó que le siguiésemos porque necesitara de nuestro servicio, sino para salvarnos a nosotros. Porque seguir al Salvador equivale a participar de la salvación; y seguir a la luz es lo mismo que quedar iluminado. (San Ireneo)

IV VIERNES DE CUARESMA: EL SALVADOR
Es viernes, y la mirada de la Liturgia se dirige hacia Cristo Salvador, que da su vida por salvarnos.

Texto bíblico: “El Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos. Aunque el justo sufra muchos males, de todos lo librará el Señor. Él cuida de todos sus huesos, y ni uno solo se quebrará. El Señor redime a sus siervos, no será castigado quien se acoge a él” (Sal 33).

El papa comienza su exhortación Evangelii Gaudium, diciendo: “Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.

Pensamiento: El Evangelio dice que no hay mayor alegría en el cielo que cuando un pecador se convierte. Y no hay momento de mayor gozo en la tierra que cuando se experimenta la salvación de Dios.

ORACIÓN: “Señor, mira mi aflicción y líbrame, porque no olvido tu ley. Aboga por mi causa tú, rescátame, dame la vida conforme a tu promesa” (Sal 118).

PROPUESTA. No te encierres en tu suerte, Dios es compasivo, déjate salvar, o mejor, siéntete salvado.

¡Estamos en manos de Dios
Juan 7, 1-2.10.25-30. Cuaresma. No temamos ser fieles a Cristo, porque Él está con nosotros.


Oración introductoria
Dios mío, no permitas que no sepa encontrarte en esta meditación. Necesito de tu misericordia. Dame tu gracia para poder dejar a un lado todo lo que pueda distraerme, realmente quiero llegar a contemplarte y reconocerte, aunque no sea digno de ello.

Petición. ¡Jesús, dame el don de conocerte experimentalmente!

Meditación del Papa Francisco
El pasaje del Evangelio que hemos escuchado nos presenta una escena ambientada en el templo de Jerusalén, al final de la fiesta judía de las tiendas, después de que Jesús proclamara una gran profecía revelándose como fuente de “agua viva”, es decir el Espíritu Santo. Entonces la gente, muy impresionada, se puso a discutir acerca de Él. También hoy la gente discute sobre Él. Algunos están entusiasmados y dicen que “es de verdad el profeta”. Alguno incluso afirma: “Este es el Mesías”. Pero otros se oponen porque —dicen— el Mesías no viene de Galilea, sino de la estirpe de David, de Belén; y así, sin saberlo, confirman precisamente la identidad de Jesús.

Los jefes de los sacerdotes habían mandado a los guardias a arrestarlo, como se hace en las dictaduras, pero vuelven con las manos vacías y dicen: “Jamás ha hablado nadie como ese hombre”. He aquí la voz de la verdad, que resuena en esos hombres sencillos.

La palabra del Señor, ayer como hoy, provoca siempre una división: la Palabra de Dios divide, ¡siempre! Provoca una división entre quien la acoge y quien la rechaza. A veces también en nuestro corazón se enciende un contraste interior; esto sucede cuando advertimos la fascinación, la belleza y la verdad de las palabras de Jesús, pero al mismo tiempo las rechazamos porque nos cuestionan, nos ponen en dificultad y nos cuesta demasiado observarlas. (Homilía de S.S. Francisco, 21 de marzo de 2015).

Reflexión
"Los judíos trataban de matarlo". Jesús es el prototipo del justo que resulta incómodo y cuyo testimonio se quiere silenciar. Sin embargo, todas las acusaciones que le hacen son "viscerales", nacidas del odio. Por ejemplo, dicen que saben de donde viene Jesús; el Mesías, en cambio no, por lo tanto Jesús no es el Mesías porque saben de dónde viene Jesús. Otras veces le creen endemoniado, otras le critican porque por encima de la ley da más preferencia a la vida de las personas. Lo que los fariseos buscan es desacreditarle y huir para no tener que aceptar su testimonio.

No obstante, Jesús "grita" valientemente su identidad: "yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz, a Ése vosotros no le conocéis; yo le conozco porque procedo de Él y Él me ha enviado." Pero como aún no había llegado su hora, la hora de la cruz en donde los fariseos entonces empezarán a creer más en él. Y aunque se esforzarán por acabar completamente con sus enseñanzas, se darán cuenta de que efectivamente Jesús era el Mesías.

También en el mundo de hoy, junto a muchas personas que creen y aceptan a Cristo, hay otras muchas que han optado por ignorarlo, o incluso, por perseguir toda idea suya. Por esto sus seguidores corren igual suerte. En una sociedad que va perdiendo los valores fundamentales como el respeto a la vida, la caridad, el perdón, debería llevarnos a luchar y trabajar por extender el reino de Cristo y no sólo a lamentarnos por la situación. Nosotros somos los que cambiaremos el corazón de las personas con nuestro testimonio de cristianos. Tal vez no lleguemos a ser perseguidos físicamente, pero sí desacreditados y criticados por buscar la coherencia de vida con nuestra fe. No temamos ser fieles a Cristo, porque si Él está con nosotros, ¿quién contra nosotros?

Propósito. Iniciar siempre mi oración y mis actividades invocando al Espíritu Santo.

Diálogo con Cristo. Padre y Señor mío, el poder conocerte en Jesús y poder comunicarme contigo por medio del Espíritu Santo es una gracia que no he sabido aprovechar. Te ofrezco mi libertad, permite que esta oración me lleve a la experiencia de tu amor, y que esta experiencia determine mi vida, mi comportamiento, la forma en que me relacione con los demás. Que mis debilidades no impidan que pueda darte a los demás. Que tu Palabra penetre hondamente en mi corazón y la trasmita fielmente a todas las personas que pongas en mi camino.

Mirad el árbol de la cruz
Somos invitados a mirar fijamente la Cruz del Señor, y a adorarlo no como signo de tortura o derrota, sino como el camino de reconciliación con Dios.

Seguimos en  nuestro camino de Cuaresma y aunque todavía nos faltan dos semanas para el Viernes Santo, meditemos este viernes un poco sobre este día. De todos los días del año, el Viernes Santo destaca por su densidad espiritual, profundidad y silencio. Definitivamente, no es un día como cualquiera. No lo es debido a lo que se celebra y recuerda. Es el día en que recordamos y celebramos la Pasión y Muerte del Señor Jesús. La muerte de Dios hecho hombre por nosotros. Aparece con fuerza el símbolo que nos identifica como cristianos: la Cruz.

Pero no se trata de acordarnos de la Cruz sólo ese día, ya que ésta es una realidad que forma parte de la vida de la Iglesia y de nosotros, sus hijos.

Volviendo a la celebración del Viernes Santo, la Iglesia lo vive con una liturgia simbólica y llena de significado: el oficio de la Pasión donde se realiza la adoración de la Cruz; el Vía Crucis, donde acompañamos y meditamos en todo el camino que Jesús hizo hasta morir en el Calvario; distintas procesiones como la Dolorosa o de la Cruz.

En el Oficio de la Pasión, al descubrir el Crucifijo que será adorado con cantos y oraciones, el sacerdote repite una hermosa antífona: “Mirad el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo. ¡Venid a adorarlo!”.

En esas palabras somos invitados a mirar fijamente la Cruz del Señor, y a adorarlo no como signo de tortura o derrota, sino como el camino de reconciliación con Dios, de manifestación del amor hasta el extremo. La Cruz no es un palo clavado al piso únicamente, más bien, es el árbol que da fruto, verdadero fruto de santidad para toda la humanidad, para los creyentes y los que aún no lo son. Nos recuerda al árbol que aparece en el Génesis, del que tanto Eva como Adán tomaron de su fruto y pecaron. El árbol en donde está clavado Jesús, hecho por mano humana, se convierte en instrumento de reconciliación divina, en madero de salvación.

Encontramos en aquel hermoso himno, algunos ecos bíblicos muy profundos. Por ejemplo, el profeta Isaías se refiere al Siervo Sufriente, quien "fue traspasado por nuestras rebeliones”, mientras que el evangelista Juan recuerda la profecía de Zacarías: “Mirarán al que traspasaron”. Como decía el Papa Benedicto XVI, estamos en un tiempo propicio “para aprender a permanecer con María y Juan, el discípulo predilecto, junto a Aquel que en la Cruz consuma el sacrificio de su vida para toda la humanidad”. Por tanto, tanto la Cuaresma como la Semana Santa es un momento importante para contemplar, acercarnos y unirnos a la Cruz y gloriosa Resurrección del Señor.

EN LA CRUZ SE MANIFIESTA EL AMOR DE DIOS
El Señor Jesús, crucificado en la Cruz, es la muestra de amor más grande que Dios ha podido tener con nosotros. Él vive plenamente lo que enseñó a sus discípulos: "Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos". Como nos dice nuestro Fundador: "el Gólgota es el centro de la Caridad, el lugar en que el Señor Jesús nos ama hasta el extremo y cumple con manifestarse como amigo, explicitando también una invalorable filiación y un camino de ternura hacia la Madre que constituyen medios maravillosos para vivir el proceso de amorización y ser transformados en amor hasta alcanzar la plena participación en la Comunión de Amor tras el día final del terrestre peregrinar”[4].

La cruz ya no es signo de tortura o de resignación, sino que teniendo a Cristo clavado en ella, se ha transformado en signo de reconciliación, de amor, de perdón. Al mirar y rezar a la cruz, tenemos la oportunidad de contemplar palpablemente el sacrificio del Señor por nosotros, y así, vivir según la nueva realidad que nos trajo: estar reconciliados con Dios.

El amor de Dios también se manifiesta en las palabras de Jesús a San Juan: "He ahí tu Madre”. Con ese acto de piedad filial del Señor, todos somos invitados a tener a María como Madre nuestra, que requiere de nosotros vivir intensamente el camino del amor filial a Ella. Desde la Cruz, desde el altar del Gólgota, Jesús da otro signo de su amor al hacer patente que su Madre es verdadera Madre de todos nosotros.

NO HAY CRISTIANISMO SIN CRUZ
La meditación en torno a la Cruz, además de hacernos pensar en el amor de Jesús, en el valor de la reconciliación y en el amor filial a María, entre muchos otros temas, nos lleva a comprometernos más en nuestra vida cristiana.

Muchas veces hemos escuchado la frase "No hay cristianismo sin cruz", y tal vez no hemos aún reflexionado lo suficiente, ya que siempre se puede ahondar más en el misterio del Señor y en el de nuestras propias vidas.

Al morir el Señor Jesús en la Cruz, nos dejó un camino espiritual a recorrer, no porque busquemos el dolor o el sufrimiento como si fuera un fin en sí mismo, sino porque Él siendo hombre plenamente –menos en el pecado-, sabía de las tentaciones, pecados personales y traiciones que los hombres cometen y sufren. Pero, sobre todo, Cristo conoce la intención de nuestros corazones, nuestro deseo de ser fieles, de ser santos y amar plenamente. Ante este dilema, San Pablo clamaba: "Aunque quiera hacer el bien, es el mal el que se me presenta"[6], pero termina su reflexión, tan existencial, reconociendo que en Jesús todo se resuelve: "¡Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo nuestro Señor!".

La cruz es parte de la vida de los cristianos, no como expresión de la desgracia, sino como un misterioso y paradójico camino de reconciliación. La dinámica del morir para vivir; del despojarse del hombre viejo que hay en mí y revestirme de Cristo; de la mayor alegría en el dar que en el recibir; el valor redentor del dolor humano, que puede ser ofrecido por los demás; el perdón de las ofensas; el amor a los enemigos son algunas de muchas expresiones de la dinámica de la cruciforme –con forma de cruz- de nuestra existencia terrena.
Así, el mirar a la Cruz nos debe recordar que “la vida es una eterna milicia”, y que tenemos un combate espiritual que no podemos descuidar o abandonar, por más que a veces podamos sentirnos cansados o agobiados por no avanzar como quisiéramos. El sendero de la cruz, el saber cargarla y morir en ella, es una enseñanza que incumbe a todos nosotros.
Al mirar el árbol de la Cruz, el madero en el que fue clavado Jesús, ya no vemos la muerte, ya no vemos una estaca inerte, sino que vemos y celebramos la gran victoria de Dios sobre la muerte y el pecado, victoria que ocurrió hace dos mil años, que ocurre cada día en la Eucaristía, y que también se da cuando nos esforzamos por responder a la gracia amorosa de Dios.

CITAS PARA MEDITAR
Guía para la Oración
En la Cruz nos amó Jesús hasta el extremo: Ef 2,16; Flp 2,8; Heb 12,2.
Cristo cargó su Cruz: Jn 19,17; y fue crucificado: Mc 15,25; Lc 23,33.
El Señor nos llama a cargar nuestra cruz y seguirlo: Mt 10,38; 16,24; Mc 8,34; Lc 9,23; 14,27.
El discípulo aspira a ser como su Maestro: Lc 6,40; Mt 10,24-25.
En Getsemaní Cristo nos enseña como afrontar la cruz: Mc 14,32-42.
Asumir el dinamismo de la Cruz significa morir a lo que es muerte: Ver Gal 5,4; para renacer a una vida nueva: Rom 6,4. Sólo puede dar fruto la semilla que cae en tierra y muere: Jn 12,24.
También estamos llamados a ser cireneos de nuestros hermanos, ayudándolos a cargar sus cruces: Mt 27,32.

PREGUNTAS PARA EL DIÁLOGO
1.¿Qué significa para mi vida que mirar la Cruz? ¿Descubro la muestra de amor más grande que Dios ha podido tener conmigo?
2.Ante tan grande amor del Señor por mí, ¿cómo le estoy respondiendo al Señor? ¿Qué puedo hacer para que esa respuesta sea aún más generosa?
3."No hay cristianismo sin cruz". ¿Vivo esa dimensión de mi vida? ¿Qué me falta aún por asumir?
4.¿Cómo el tiempo de Cuaresma y el Triduo Pascual pueden acercarme más al Señor Jesús? ¿Qué puedo hacer?

Las virtudes teologales
Fe, esperanza y caridad. Fueron infundidas por Dios en nuestra alma el día del bautismo.

INTRODUCCIÓN
Siempre que se comienza a hablar de virtudes teologales, quizás algunas personas se disponen a aguantar un discurso hecho de prescripciones, un sermón que perciben como alejado de los propios intereses. Las virtudes teologales parecen estar reservadas a pocos, mientras que la mayoría no tiene ocasión de practicar ni de conocer a fondo, sobre todo si está ocupada en los asuntos de este mundo. Algo teórico, pues, para la mayor parte de los comunes mortales, que toca muy poco el propio interés y la propia vida.
Y no debería ser así. Porque la vida de fe, esperanza y caridad debería ser el hábitat y la atmósfera en que respira el cristiano, so pena de asfixiarse y ahogarse con el smog materialista de nuestro mundo.

I. LAS VIRTUDES EN GENERAL
Las virtudes no son una cosa que uno se pone, ni un título de estudios. Ni siquiera la virtud es un don natural con el que nacemos, porque si así fuera no sería virtud. Sin embargo, hay que aclarar que en la naturaleza humana existe una disposición y la capacidad para la virtud que facilita la adquisición de las mismas cuando se ponen los medios adecuados para ello.
Virtud es una disposición habitual del hombre, adquirida por el ejercicio repetido de actuar consciente y libremente en orden a la perfección o al bien. La virtud para que sea virtud tiene que ser habitual, y no un acto esporádico, aislado. Es como una segunda naturaleza a la hora de actuar, pensar, reaccionar, sentir.
Lo contrario a la virtud es el vicio, que es también un hábito adquirido por la repetición de actos contrarios al bien.

II. VIRTUDES TEOLOGALES
Son tres: fe, esperanza y caridad. Fueron infundidas por Dios en nuestra alma el día de nuestro bautismo, pero como semilla, que había que hacer crecer con nuestro esfuerzo, oración, sacrificio.
1. Fin de las virtudes teologales:
Dios nos dio estas virtudes para que seamos capaces de actuar a lo divino, es decir, como hijos de Dios, y así contrarrestar los impulsos naturales inclinados al egoísmo, comodidad, placer.
2. Características de las virtudes teologales
a) Son dones de Dios, no conquista ni fruto del hombre.
b) No obstante, requieren nuestra colaboración libre y consciente para que se perfeccionen y crezcan.
c) No son virtudes teóricas, sino un modo de ser y de vivir.
d) Van siempre juntas las tres virtudes.

III. LA VIRTUD TEOLOGAL DE LA FE
1. Definición
Es un don, una luz divina por la cual somos capaces de reconocer a Dios, ver su mano en cuanto nos sucede y ver las cosas como Él las ve. Por tanto, la fe no es un conocimiento teórico, abstracto, de doctrinas que debo aprender. La fe es la luz para poder entender las cosas de Dios

2.Características: 
a) La fe es un encuentro con Dios, con su designio de salvación. Y con la fe el hombre responde libremente a ese encuentro con Dios entregándose a Él, con la inteligencia y la voluntad.
b) La fe es sencilla, no está hecha de elucubraciones y discursos, sino de verdadera adhesión a Dios, como María, como Abraham.
c) La fe es vital, es decir, debe cambiar mi vida, demostrarse en mi vida. Por eso, hay que vivir de fe.
d) La fe es experiencial, es decir, es un conocimiento de Dios en la intimidad. Los que tienen fe gozan de Dios. No es un sentimiento, sino un conocimiento del espíritu que Dios nos concede para intimar con Él. Este conocimiento experimental de Dios tiene sus momentos privilegiados para manifestarse a las almas: en el sacrificio, el dolor, en los momentos de prueba, cuando se requiere de humildad y de un mayor desprendimiento de sí mismos.
e) La fe es objetiva, es decir, no se queda a nivel subjetivo, intimista, sino que creemos en un Dios que se ha revelado a través de la Palabra que hemos recibido de la Iglesia; Palabra que es preciso conocer, aprender y hacerla vida. Los dogmas de la Iglesia son luces en el camino de nuestra fe; lo iluminan y lo hacen seguro.
f) La fe termina en compromiso. Compromete mi vida con Dios en la fidelidad a su Ley y en la donación total a Él. Compromiso de defenderla con mi palabra y testimonio, alimentarla con la continua lectura y meditación de la Biblia y difundirla a mi alrededor en el apostolado.

IV. LA VIRTUD TEOLOGAL DE LA ESPERANZA
¿Cómo debe reaccionar un cristiano ante el mal, los problemas, las dificultades de la vida? Hay quienes caen en el desaliento y piensan que no hay nada que hacer, que todo es inútil. Hay otros que dicen que nuestra esperanza es ingenuidad e idealismo. Hay quien nos dice que la esperanza es algo egoísta.
¿Por qué no es propio de un cristiano el desaliento y la desesperación? ¿En verdad Dios actúa en nuestras vidas? ¿Cuál debe ser la mayor aspiración de un cristiano?

1. Definición
Es la virtud teologal por la cual deseamos a Dios como Bien Supremo y confiamos firmemente alcanzar la felicidad eterna y los medios para ello.

2. Fundamento
Vivo confiado en esta esperanza porque creo en Cristo que es Dios omnipotente y bondadoso y no puede fallar a sus promesas. Así dice el Eclesiástico: “Sabed que nadie esperó en el Señor que fuera confundido. ¿Quién que permaneciera fiel a sus mandamientos, habrá sido abandonado por Él, o quién, que le hubiere invocado, habrá sido por Él despreciado? Porque el Señor tiene piedad y misericordia” (2, 11-12).

3. Efectos
a) Pone en nuestros corazón el deseo del cielo y de la posesión de Dios, desasiéndonos de los bienes terrenales.
b) Hace eficaces nuestras peticiones.
c) Nos da el ánimo y la constancia en la lucha, asegurándonos el triunfo.
d) Nos proyecta al apostolado, pues queremos que sean muchos los que lleguen a la posesión de Dios.

4. Obstáculos
a) Presunción: esperar de Dios el cielo y las gracias necesarias para llegar a él, sin poner por nuestra parte los medios necesarios.
b) Desaliento y desesperación: harta tentados y a veces vencidos en la lucha, se desaniman y piensan que jamás podrán enmendarse y comienzan a desesperar de su salvación.

5. La Eucaristía, prenda del mundo venidero
La esperanza de la venida del Reino se realiza ya de manera misteriosa y verdadera en la comunión eucarística. La comunión es el comenzar a gustar esa promesa del cielo y alimentar el deseo de la posesión eterna. Es una anticipación de la vida eterna aquí en la tierra. Y es la seguridad y la certeza de nuestra esperanza.

V. LA VIRTUD TEOLOGAL DE LA CARIDAD
La fe y la esperanza no tienen ningún sentido si no desembocan en el amor sobrenatural o caridad cristiana. Por la fe tenemos el conocimiento de Dios, por la esperanza confiamos en el cumplimiento de las promesas de Cristo y por la caridad obramos de acuerdo a las enseñanzas del Evangelio.

1.Definición
Es la virtud por la que podemos amar a Dios y a nuestros hermanos por Dios. Por la caridad y en la caridad, Dios nos hace partícipes de su propio ser que es Amor.

La experiencia del amor de Dios la han vivido muchos hombres. San Pablo dice: “Me amó y se entregó por mí”. Y quienes han experimentado este amor han quedado satisfechos y han dejado todas las seguridades de la vida para corresponder a este amor de Dios.

2. Características del amor de Dios
a) El amor de Dios es lo más cierto y lo más seguro: existió desde siempre, estaba antes que naciéramos. Una vez que es encontrado, se llega incluso a tener la sensación de haber perdido inútilmente el tiempo, entretenidos y angustiados por muchas cosas por las que no merecía la pena haber luchado y vivido.

b) El amor de Dios es sólido y firme, es como la roca de la que nos habla el evangelio. El amor humana hay que sostenerlo continuamente, alimentarlo constantemente...so pena de apagarse.

c) El amor de Dios es siempre nuevo, fresco y bello en cada instante. La experiencia de san Agustín es muy reveladora: ¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y Tú estabas dentro de mí y yo fuera, y así por fuera te buscaba; y deforme como era me lanzaba sobre las cosas hermosas que Tú creaste. Tú estabas conmigo mas yo no estaba contigo... Me llamaste y clamaste y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y lo aspiré y ahora te anhelo; gusté de Ti, y ahora siento hambre y sed de Ti; me tocaste y deseé con ansia la paz que procede de Ti(Confesiones).
d) El amor de Dios es perpetuo, no se acaba, no se cansa, no tiene límites. Si hay dificultades no es por Dios.

3.Características del amor
a) La sinceridad y la pureza: debe ser un amor que nace de la interioridad de la persona. No puede ser un amor de apariencias. Jesús mira siempre el corazón de la gente y por eso alaba a esa pecadora arrepentida y echa en cara la hipocresía de los fariseos.

b) El servicio al necesitado: socorrer al que tiene necesidad en el cuerpo o en el alma. Cristo cura las enfermedades, da de comer, consuela a los tristes, ilumina la mente y el corazón, ofrece el perdón. Servir al otro, porque percibimos el valor de las almas y de su salvación.

c) El perdón y la misericordia: son las expresiones más exquisitas del amor que Dios nos ofrece, a través del ejemplo de su Hijo Jesucristo. Posiblemente la faceta del perdón que más cuesta es el olvido de las injurias y de la difamación. Solamente la gracia de Dios puede conceder la paz, el perdón y el amor hacia el difamador.

d) Universalidad y delicadeza: Universal, porque tengo que amar a todos, por ser hijos amados de Dios. Delicada, porque busca manifestarse en las cosas pequeñas, tiene en cuenta las características y sensibilidad de cada persona.

4. Himno a la caridad de san Pablo (1 Cor, 13, 1ss)
a) Es paciente, no se irrita: paciencia no es ese encogerse de hombros ante las contrariedades y aguantar hasta tiempos mejores, ni ese “qué se le va hacer”. Es aguante pero positivo -cara a Dios- que se sobrepone a la indiferencia, a las contrariedades, a los malos tiempos, a la ingratitud, porque descansa en Dios.
b) Es benigna: engendra el bien, dulzura, bondad
c) No es envidiosa, ni se hincha: porque se da.
d) Todo lo tolera, no es interesada
e) Todo lo excusa, no es descortés, todo lo espera
f) Se complace en la verdad.
G) La caridad no pasará jamás.

5. Resumen de la ley
Jesucristo en el Evangelio predica el amor a Dios sobre todas las cosas y el amor al prójimo como a sí mismo, como el principal mandamiento. Predica las dos reglas como único mandamiento. Esto quiere decir que el amor de Dios y a Dios, cuando es verdadero, hace brotar necesariamente el amor hacia los hombres, nuestros hermanos.

La caridad divina tiene la peculiaridad de vaciarnos del egoísmo y de vivir en todo la entrega y la generosidad, es decir, el amor. Cuando hay discordias y egoísmos, Dios no está en esa alma. Pero cuando hay apertura, sencillez, disponibilidad, desapego, servicio, perdón...entonces es señal de la presencia de Dios en esa alma.

El amor al prójimo significa búsqueda del bien de todos los hombres que están al alcance de tus obras: tus familiares, amigos, compañeros de estudio o trabajo, todos aquellos que caminan contigo, aún los que te han causado algún daño.

CONCLUSIÓN
En el amor de Dios se crece cada día, practicándolo y abnegándose. En el amor se camina, se crece, con la gracia de Dios. Este amor se demuestra cumpliendo la voluntad de Dios, observando sus mandamientos, poniendo atención a las inspiraciones del E.S., siendo fieles a los deberes del propio estado.

El que tiene verdadera caridad es un apóstol entre sus hermanos y es capaz de superar todo temor y respeto humano.

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