“No cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces.”

Evangelio según San Juan 13,21-33.36-38. 

Jesús, estando en la mesa con sus discípulos, se estremeció y manifestó claramente: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará". Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería. Uno de ellos -el discípulo al que Jesús amaba- estaba reclinado muy cerca de Jesús. Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: "Pregúntale a quién se refiere". El se reclinó sobre Jesús y le preguntó: "Señor, ¿quién es?". Jesús le respondió: "Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato". Y mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: "Realiza pronto lo que tienes que hacer". Pero ninguno de los comensales comprendió por qué le decía esto. Como Judas estaba encargado de la bolsa común, algunos pensaban que Jesús quería decirle: "Compra lo que hace falta para la fiesta", o bien que le mandaba dar algo a los pobres. Y en seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche. Después que Judas salió, Jesús dijo: "Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: 'A donde yo voy, ustedes no pueden venir'. 

Simón Pedro le dijo: "Señor, ¿adónde vas?". Jesús le respondió: "A donde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás". Pedro le preguntó: "¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti". 

Jesús le respondió: "¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces". 

Santa Catalina de Génova

Catalina nació en Génova  en la primavera de 1447, de la noble familia Fieschi.

Muy joven fue desposada con  julio Adorno (13-1-1463); matrimonio no por amor, sino provocado por el  oportunismo político al que fue sometida. Los primeros años fueron  tristes y desolados, por el carácter difícil del esposo. Catalina logró  superar la crisis, después de la visión de Cristo derramando sangre  (22-3-1473). Desde entonces se dedicó mas aun al ejercicio de la  caridad.

Las  oraciones, los sacrificios y el ejemplo de Santa Catalina dieron  provocaron la conversión de su esposo.

A los treinta años (1478) se  retiró con el marido a vivir en el hospital civil de Parnmatone  poniéndose a tiempo completo al servicio de los enfermos de los cuales  vino a ser una humilde enfermera y sucesivamente, administradora y  rectora (1489).

Fue dotada por Dios de excepcionales gracias y es  contada entre las mas grandes místicas. 

De su experiencia  personal de purificación nació su brillante "Tratado del  Purgatorio". Determinante fue su influjo en la vida eclesial de  su tiempo, con el Movimiento del Divino Amor - por  ella inspirado, sobre la espiritualidad moderna a través de la Escuela  Francesa de los siglos XVI - XVII que sintió mucha admiración por ella.  Murió consumida por el fuego devorante del amor al alba del 15 de  Septiembre de 1510.

Fue canonizada en 1737 por el Papa Clemente XII. Pío XII, en  1943, la proclamó "Patrona de los Hospitales Italianos".

Oremos
Oh gloriosa Santa Catalina, digna  hija del pobrecillo de Asís, que te emulaste en la piedad por la Pasión  de Jesús y en el ardor de la caridad, tanto que llegaste a hacer de tu  vida un continuo acto de amor por Dios y por el prójimo, vuelve a  nosotros tu mirada.
Haz que en nuestros corazones se encienda por  lo menos una chispa de tu ardiente amor, que arrancándonos de los lazos  del pecado, nos una siempre más al Señor.

Sé todavía hoy la  suave consoladora de los enfermos, obteniéndoles con la salud del  cuerpo, la paz y la alegría del alma.
Extiende también tu oración  sobre las almas del Purgatorio, a fin de que, cuanto antes puedan gozar  la plena posesión de Dios.
Libéranos de las desgracias, aleja de  nosotros todo peligro y obténnos la gracia de merecer, practicando la  virtud, la gloria del Paraíso. Amen.

Calendario de Fiestas Marianas: Nuestra Señora de Citeaux, Francia (1098), construida por San Roberto

San Máximo de Turín (¿-c. 420), obispo Sermón 76, 317; PL 353

“No cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces.” (Lc 22,34)

Volviéndose el Señor, fijó su mirada en Pedro. Y Pedro, tomando conciencia de lo que acababa de decir, se arrepiente y llora..., se deshace en lágrimas y queda mudo..(Lc 22,61-62). Sí, las lágrimas son oraciones mudas; merecen el perdón sin pedirlo; sin más obtienen la misericordia... Las palabras a veces no llegan a expresar una oración, las lágrimas siempre son oración. Las lágrimas expresan siempre lo que sentimos, mientras que las palabras pueden quedar impotentes para expresar los sentimientos. Por esto, Pedro no recurre a palabras: las palabras lo empujaron a la traición, al pecado, a renegar de la fe. Prefiere confesar su pecado con sus lágrimas, ya que renegó hablando...

Imitemos a Pedro en lo que dice en otro lugar, cuando el Señor le pide por tres veces: “Simón, ¿me amas? (Jn 21,17). Tres veces responde: “Señor, tú sabes que te quiero.” El Señor le dice luego: Apacienta mis ovejas”, y esto por tres veces. Esta palabra compensa su desviación anterior; aquel que había negado al Señor lo confiesa tres veces; tres veces se hizo culpable, tres veces obtiene la gracia por su amor. Veamos, pues, qué beneficio sacó Pedro de sus lágrimas!... Antes de derramar lágrimas, él era un traidor. Después de las lágrimas fue escogido como pastor. Aquel que se había portado mal, recibe el encargo de conducir a los demás.

MARTES SANTO PREPARATIVOS

“Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos: Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre” «Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra» (Is 49, 1.6).

Ante la celebración de una gran fiesta, siempre se hacen diferentes preparativos para que todo salga bien, según el motivo que se desea conmemorar. Esta es la razón por la que estos días previos a la Pascua, los judíos se disponían a limpiar toda la casa, y sobre todo a retirar los utensilios que solían estar en contacto con la levadura. Es preceptivo apartar todo el ajuar de platos, cubiertos, ollas, especialmente destinado a guisar la cena de Pascua, comida que no puede estar contaminada con levadura.

La levadura es un producto que hace fermentar la masa, y su ausencia permite un alimento más puro. Con esta imagen se entiende la exigencia de disponernos limpios de corazón, con la purificación de los sentimientos, y la conversión interior. Días de reconciliación, de perdón, de hacer posible que la cena pueda tener lugar con todos los de casa. Para ello es necesaria la humildad, el reconocimiento de las posibles ofensas, la súplica al cielo del perdón de Dios, si fuera necesario. En las proximidades de esta fiesta, surge un elemento muy significativo, el perfume. Aparece en Betania, en la cena que le ofrecieron a Jesús sus amigos, y el aroma volverá a aparecer a la hora de dar sepultura al cuerpo del Señor. El perfume da buen olor, y significa amor, gratuidad, generosidad. Se usa muy especialmente en el momento de la boda, del desposorio, así lo dice el salmista: “A mirra y áloe huelen tus vestidos”, cuando canta al príncipe el día de su boda. Si encontramos los mismos perfumes en el momento de dar sepultura al cuerpo de Jesús, significa que el autor sagrado nos presenta la muerte de Cristo como el acto supremo de amor de Aquel que da la vida por la humanidad entera. Históricamente el Nazareno será condenado a muerte, entregado por la traición de un amigo -«Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»- (Jn 13, 21), pero la razón suprema es porque Él mismo se entrega para cumplir los designios de Dios, su Padre, para que todos nosotros podamos recuperar la dignidad de hijos de Dios. ¿Estás preparado para la Pascua?

Lo que vas a hacer, hazlo pronto
Juan 13, 21-33.36-38. Martes Santo. En nuestras manos está ser un discípulo fiel y generoso o ser otro Judas.

Oración introductoria
Señor, ¿estoy realmente dispuesto a dar todo por Ti? Que ingenuo soy al pensar que podría renunciar a todo por tu amor sino logro serte fiel en el día a día. Permite que esta oración me lleve a crecer en el amor, en lo ordinario del día de hoy, para que así confíe auténticamente en tu gracia y pueda entregarte todo.

Petición
Dame la sabiduría para entender, Señor, que la fidelidad no es otra cosa que la obediencia pronta a tus inspiraciones.

Meditación del Papa Francisco
Hoy quiero invitaros a rezar por nosotros, obispos, porque también nosotros somos pecadores, también nosotros tenemos debilidades, también nosotros corremos el peligro de Judas: también él había sido elegido como columna.

Sí, también nosotros corremos el peligro de no rezar, de hacer algo que no es anunciar el Evangelio y expulsar los demonios. Por  eso hay que rezar para que los obispos sean lo que Jesús quería, y que todos nosotros demos testimonio de la resurrección de Jesús.

El pueblo de Dios reza por los obispos, en cada misa se reza por los obispos del lugar: se reza por Pedro, la cabeza del Colegio episcopal, y se reza por el obispo del lugar. Pero esto puede ser insuficiente: se dice el nombre por costumbre y se va adelante. Es importante rezar por el obispo con el corazón, pedir al Señor: «Señor, protege a mi obispo; protege a todos los obispos, y mándanos obispos que sean verdaderos testigos, obispos que recen y obispos que nos ayuden, con su predicación, a comprender el Evangelio, a estar seguros de que tú, Señor, estás vivo, estás entre nosotros».

Rezar por nuestros obispos: es una tarea de los fieles. En efecto, la Iglesia sin obispo no puede ir adelante. Por eso, entonces, la oración de todos nosotros por nuestros obispos es una obligación, pero una obligación de amor, una obligación de hijos para con el Padre, una obligación de hermanos, para que la familia permanezca unida en la confesión de Jesucristo, vivo y resucitado. (Cf Homilía de S.S. Francisco,  22 de enero de 2016, en Santa Marta).

Reflexión
Cristo se turba. Y no era para menos. La situación era desconcertante. Había amado excepcionalmente a Judas, le permitió ver milagros, le reveló los secretos del cielo y le ofrecía el camino hacia el mismo, pero...

Cristo se duele y se apena por el resultado de esa inversión de amor. Su gran corazón le llevó a darlo todo. Desde un inicio Él sabía que el material de Judas era difícil, poco prometedor, pero no por eso le despreció. Al contrario, le amó con más intensidad y muestra de ello es que, según las referencias de los evangelios, nadie fuera de aquél discípulo infiel besó con tanta confianza al maestro. Sin embargo, el corazón duro de aquel hombre no se abrió a su amor y por ello se duele. ¿Seguirá turbándose Cristo? Cristo es el mismo siempre. Sigue con ese corazón sin límites. Quiere lograr de nosotros un santo. Él nos conoce. Tiene en cuenta nuestras cualidades y defectos. Sabe que son muchos nuestro fallos para la obra que pretende lograr. Pero no nos preocupemos. Él dará, amará y perdonará todo lo que sea necesario. Lo que debemos hacer es abrir nuestro corazón y ser buen administrador de ese amor que tiene tantas esperanzas en nosotros. En nuestras manos está ser un discípulo fiel y generoso o ser otro Judas, traidor del plan y del amor del Dios.

Propósito
Ante las preocupaciones y los problemas del día, decir: Jesús en ti confío.

Diálogo con Cristo
Gracias, Padre mío, por recordarme lo frágil que puede ser mi voluntad. Quiero ser tu amigo fiel que nunca llegue a desconfiar de tu misericordia. Permite que mi servicio a los demás sea humilde y generoso, que no haya nunca un interés egoísta o fines utilitaristas en mis relaciones con los demás.

Hoy es un buen día para pedirle perdón por nuestras ofensas
Martes santo. Acompañar a Jesús con nuestra contrición y la búsqueda de la conversión.

Por: Card. James Francis Stafford | Fuente: www.la-oracion.com

Hoy es un día que podemos recordar cuando Jesús anuncia la traición de Judas. Acompañar a Jesús con nuestra contrición, con nuestra búsqueda de la conversión. Un buen día para pedirle perdón por nuestras ofensas, de hacer un buen examen de conciencia de nuestras traiciones grandes o pequeñas y de acudir al sacramento de la reconciliación.

A continuación presentamos una propuesta de examen de conciencia del Cardenal Stafford que puede servirte de apoyo en tu meditación de hoy.

Un examen de conciencia

“Al invitar a un examen de conciencia, la Iglesia sugiere ayudarse del Sermón de la montaña. Las palabras de Jesús son el texto representativo de la nueva Ley. La cruz es la imagen fundamental del discurso.

El cuerpo desgarrado de Jesús es la luz que no fue derrotada por las tinieblas. La oscuridad del pecado nunca podrá suprimir la luz de la misericordia divina. Los penitentes disipan la oscuridad gracias a una confesión sincera de sus pecados.

Para que profundicéis vuestra compunción os propongo el siguiente examen:

¿Renuncio al orgullo, la envidia y la ambición, para seguir el camino de humildad de Jesús? ¿Soy dócil y abierto a la palabra de Dios? ¿Estoy dispuesto a dejarme juzgar por ella, en vez de juzgarla yo a ella? ¿Paso demasiado tiempo leyendo periódicos y revistas, viendo la televisión y navegando por internet? ¿Cuánto tiempo dedico a la meditación y a la lectura de la sagrada Escritura?

¿Soy pobre de espíritu? ¿He puesto mi felicidad en poseer bienes materiales? ¿He animado a los que dudaban o erraban a seguir lo verdadero y lo bueno?

¿He tenido la humildad de invocar la venida del reino de Dios y de no resistirme a ella?

¿He sentido hambre y sed de justicia?

¿He sido misericordioso, perdonando las ofensas de los demás?

¿He sido puro de corazón o he caído en la tentación dela doblez?

¿Me he esforzado por llevar la paz, actuando como auténtico hijo de Dios?

¿He recibido las cosas buenas como dones de Dios con profundo sentido de gratitud? ¿He aceptado con paciencia las cosas malas que me han pasado?

¿He practicado la justicia, que regula mis relaciones con los demás y tiene como finalidad la instauración de la paz?

En mi trabajo y en el desempeño de mis responsabilidades civiles y políticas, ¿he reconocido que la perfección de todas las bienaventuranzas reside en la aceptación de la persecución por el bien del reino de Dios?

¿He seguido los preceptos de la nueva justicia que Jesús menciona después de las bienaventuranzas, es decir, los preceptos del ayuno, la oración y el perdón?

Reunidos en torno a la tumba del apóstol san Pedro, recordemos que su amor a Jesús fue el motivo por el cual lloró, arrepentido, y decidió obedecer sus mandamientos. También los penitentes deberían esforzarse por cumplir los mandamientos sólo por amor. Basta para ello la revelación del corazón traspasado de Jesús. (...) Nada es necesario, excepto el amor de Jesús. Todo lo demás es consecuencia.”

CELEBRACIÓN PENITENCIAL: FRAGMENTO DE HOMILÍA DEL CARD. JAMES FRANCIS STAFFORD EN EL ALTAR DE LA CONFESIÓN DE LA BASÍLICA VATICANA, Martes Santo, 11 de abril de 2006. Texto completo

HOMILÍA DEL CARD. JAMES FRANCIS STAFFORD
Altar de la Confesión de la Basílica Vaticana

Martes santo, 11 de abril de 2006

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:  

Hoy la Iglesia nos invita a realizar dos acciones antes de la confesión. 

La primera consiste en pedir perdón. El penitente invoca la misericordia de Jesús que "se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz" (Flp 2, 8). Sin embargo, es indiscutible que hoy a muchas personas les resulta muy difícil perdonar. (...) 

La Semana santa responde por sí misma a las objeciones contra la posibilidad de perdonar. Dios encarnado se convirtió en nuestra víctima suprema y en el sacerdote eterno. En el evangelio de hoy Jesús afirma:  "El Hijo del hombre ha venido (...) para dar su vida en rescate por todos" (Mc 10, 45). En el Hijo del hombre crucificado, el Padre celestial reveló el misterio de su amor. (...) 

Juntamente con los veinticuatro ancianos del santuario celestial entonemos un nuevo canto al Cordero redentor:  "Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado y con tu sangre has comprado para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación" (Ap 5, 9). La muerte de Jesús hace revivir el pasado. Juan y los ancianos ven en la pasión de Cristo todos los pecados de la humanidad y el perdón de Dios. (...) 

En el antiguo puente romano del Santo Ángel se encuentran esculpidos ocho ángeles y cada uno lleva un símbolo de la pasión de Cristo. Los peregrinos que llegan a Roma contemplan a los ángeles que lloran con esos símbolos. Bernini, inspirándose para esa escena en la primera semana de los Ejercicios espirituales de san Ignacio, imaginó que los peregrinos al cruzar el puente sobre el Tíber se sentirían impulsados a la compunción. Así estarían dispuestos a emprender el paso sucesivo y crucial de los Ejercicios espirituales:  la confesión general. 

El pedestal del cuarto ángel lleva una inscripción sorprendente:  "Regnavit Deus a ligno". Las palabras "reina Dios" aparecen en el versículo 10 del salmo 95. La añadidura:  "a ligno" es una primera glosa. Esta semana la liturgia nos recuerda el misterio de Dios que reina desde el madero como sacerdote y víctima. (...) 

En nombre de toda víctima Jesús, "mediante una sola oblación ha llevado a la perfección para siempre a los santificados" (Hb 10, 14). El Hijo de Dios, que no cometió pecado, "toma el lugar" de los pecadores, venciendo así la irreversibilidad del tiempo. Por tanto, todas las personas han sido liberadas, rescatadas y purificadas:  liberadas de la culpa y del pecado. Y Dios es fiel a su promesa:  "Ya no me acordaré de sus pecados e iniquidades" (Hb 10, 17). 

Al invitar a un examen de conciencia, la Iglesia sugiere ayudarse del Sermón de la montaña. Las palabras de Jesús son el texto representativo de la nueva Ley. La cruz es la imagen fundamental del discurso. El cuerpo desgarrado de Jesús es la luz que no fue derrotada por las tinieblas. La oscuridad del pecado nunca podrá suprimir la luz de la misericordia divina. Los penitentes disipan la oscuridad gracias a una confesión  sincera de sus pecados. 

Para que profundicéis vuestra compunción os propongo el siguiente examen:  

¿Renuncio al orgullo, la envidia y la ambición, para seguir el camino de humildad de Jesús? ¿Soy dócil y abierto a la palabra de Dios? ¿Estoy dispuesto a dejarme juzgar por ella, en vez de juzgarla yo a ella? ¿Paso demasiado tiempo leyendo periódicos y revistas, viendo la televisión y navegando por internet? ¿Cuánto tiempo dedico a la meditación y a la lectura de la sagrada Escritura? 

¿Soy pobre de espíritu? ¿He puesto mi felicidad en poseer bienes materiales? ¿He  animado  a  los que dudaban o erraban a seguir lo verdadero y lo bueno? 

¿He tenido la humildad de invocar la venida del reino de Dios y de no resistirme a ella? 

¿He sentido hambre y sed de justicia? 

¿He sido misericordioso, perdonando las ofensas de los demás? 

¿He sido puro de corazón o he caído en la tentación de la doblez? 

¿Me he esforzado por llevar la paz, actuando como auténtico hijo de Dios? 

¿He recibido las cosas buenas como dones de Dios con profundo sentido de gratitud? ¿He aceptado con paciencia las cosas malas que me han pasado? 

¿He practicado la justicia, que regula mis relaciones con los demás y tiene como finalidad la instauración de la paz? 

En mi trabajo y en el desempeño de mis responsabilidades civiles y políticas, ¿he reconocido que la perfección de todas las bienaventuranzas reside en la aceptación de la persecución por el bien del reino de Dios? 

¿He seguido los preceptos de la nueva justicia que Jesús menciona después de las bienaventuranzas, es decir, los preceptos del ayuno, la oración y el perdón? 

Reunidos en torno a la tumba del apóstol san Pedro, recordemos que su amor a Jesús fue el motivo por el cual lloró, arrepentido, y decidió obedecer sus mandamientos. También los penitentes deberían esforzarse por cumplir los mandamientos sólo por amor. Basta para ello la revelación del corazón traspasado de Jesús. (...) Nada es necesario, excepto el amor de Jesús. Todo lo demás es consecuencia. 

El Espíritu Santo está sobre la cátedra de Pedro. Hemos repetido aquí, hoy, lo que aconteció a la Iglesia reunida en el Cenáculo en la primera Pascua. Los penitentes están llamados por ese mismo Espíritu a cumplir los mandamientos por amor, con un corazón dispuesto al perdón, a fin de que también ellos puedan ser liberados "de la esclavitud de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios" (Rm 8, 21).

Aprender el Misterio del Amor

Vamos avanzando en el tiempo cuaresmal. Tiempo también para preguntarnos si avanzamos en el deseo de conocer y vivir el misterio Pascual, que es un misterio de amor, y en cuyo núcleo hay dibujadas dos palabras: Cruz y Resurrección. Y sugerido también el camino de una a la otra: el Amor.

Un misterio de amor que engloba en él la vida y la muerte. Y únicamente de la sabiduría de este misterio vivido correctamente puede nacer un hombre y una humanidad nuevos. Como nos sugiere Ramón Llull:

Preguntan al Amigo: -¿Cuál es la figura que tu Amado tiene dibujada en su estandarte?

Y el Amigo respondió: -Un hombre muerto.

Le preguntan de nuevo: -¿Por qué esa extraña figura?

Y respondió: -Porque mi Amado murió y fue crucificado por amor, y todos aquellos que se jactan de ser sus amantes deben seguir su ejemplo. (nº 98)

Sigue habiendo un hombre muerto en el estandarte de nuestro Amado. Un hombre muerto que son innumerables. Innumerables los que mueren crucificados, pero que mueren sin amor. Únicamente permanece en ellos la presencia del amor en la promesa del Amado: Yo doy mi vida para que tengan vida. Él da la vida para abrir las puertas a la reconciliación del amor.

El Amado necesita de muchos fervientes enamorados en un mundo donde son legión los que mueren sin amor. Así lo pide el Amigo: El Amigo halló a un hombre que moría sin amor. Y el Amigo lloró por la ofensa que esta muerte hacía a su Amado. Dijo al moribundo: ¿Por qué mueres sin amor? El hombre respondió: Porque yo jamás he hallado a nadie que me enseñara la doctrina del amor, porque nadie ha nutrido mi espíritu para hacer de mí un enamorado.

Y el Amigo dijo suspirando y llorando: ¡Oh devoción! ¿cuándo será lo bastante amplia para echar fuera el pecado y para dar a mi Amado una legión de fervientes y valientes enamorados para cantar por siempre sus perfecciones. (nº 203)

Los sufrimientos y la pasión de su Amado, el Amigo los contaba con lágrimas y suspiros, y con un pensamiento triste escribe las palabras últimas, de modo que la esperanza y la misericordia consolaban al Amigo. (nº 268)

Y las palabras últimas del crucificado fueron estas: perdónales porque no saben lo que hacen… Padre, a tus manos encomiendo mi Espíritu... Estas siete últimas palabras que incluso se predican fuera del templo, en procesiones se la Semana Santa.

Esas palabras últimas que, a pesar de “pasearlas por la calles de nuestros pueblos y ciudades”, sin embargo, no han penetrado en lo profundo de nuestro corazón hasta hacerlo un corazón profundamente humano, y sensible a lo verdaderamente humano.

En nombre del Amor de su Amado, se pedía perdón al Amigo. Entonces él perdona e incluso se da a sí mismo juntamente con sus bienes (267). El Amigo del Amado aprende a perdonar mirando el estandarte del Amado y aprende a dar su vida. Aprende que en la sinfonía del amor están las notas de la vida y los silencios de la muerte.

El Amigo, el cristiano, contempla en la Cruz el horizonte del amor perfecto, y lleva su mirada contemplativa a la Buena Noticia de Jesús de Nazaret, a la Buena Noticia de sus enseñanzas, y de sus elocuentes gestos de vida; y aquí contempla cómo tiene que ser el sendero de los que peregrinamos en los caminos de este mundo hacia la casa del Padre.

Esta Cuaresma, esta próxima Semana Santa, sobre todo, es una nueva llamada, una nueva oportunidad para nuestra fe a contemplar “la Humanidad eterna presente ante nuestros ojos”, una Humanidad callada, para oír los gritos de una humanidad gimiente, doliente, despreciada. Te invito a hacer oración tuya, desde el corazón, estas palabras del poeta:
Clamamos

a Ti, Cristo Jesús, desde la sima
de nuestro abismo de miseria humana ,
y Tú, de humanidad la blanca cumbre,
danos las aguas de tus nieves….
para saciar nuestra sed.

PAXTV.ORG