“Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo.”

CONTEMPLACIÓN NOCHE DE GETSEMANÍ

Esta noche, Señor, me asalta toda la vergüenza al contemplarme en tus discípulos, pues no creo ser mejor que aquellos a los que Tú tuviste por amigos y reaccionaron de forma tan torpe. La traición de Judas, el sueño de tus íntimos, la negación de Pedro, el abandono de todos reflejan tantas de mis torpezas. Pero no quiero añadirte más sufrimiento por creer que no tengo derecho a tu mirada ni a tu misericordia. Sé que lo que más te ofende es la desconfianza, y lo que más te hiere es la falta de humildad. Quizá aquí se podría traer a la memoria tu queja: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe?” (Jn 14, 9). Sé que te duele que dé cabida a la duda sobre tu perdón y que llevemos cuentas del mal, y sobre todo que pensemos que no tenemos remedio. Cuando Pedro te dijo que ya era mucho perdonar siete veces a otro, Tú superaste todo cálculo, y nos dejaste la sentencia más generosa: “No te digo siete, sino setenta veces siete”.

Esta noche comprendo una diferencia esencial en el comportamiento de los tuyos. Si tengo ante mí al traidor y a quien porfió en que no te conocía, también en ellos me enseñas la única salida posible, cruzarme con tu mirada. Si has reiterado tu acogida y misericordia para con todos los pecadores, ¡cómo no vas a tener compasión de quienes has llamado a ser discípulos tuyos! Tú fuiste extremadamente compasivo con el hijo menor, que desperdició la herencia, y arriesgaste tu vida por devolvérsela a tu amigo Lázaro. Tú te hospedaste en casa de Zaqueo, del publicano, y de Leví. ¡Cómo no te vas a compadecer de quienes deseas que seamos tus amigos!

Si ante la conciencia de pecado cabe la huida, la desesperanza, la resignación, el intento justificativo, la evasión, el remordimiento depresivo, el resentimiento orgulloso y un tanto narcisista, también cabe la humildad, hasta aceptar la humillación, y acoger tu ofrecimiento de misericordia, encontrarse contigo, abrirse a la gracia, escuchar tu palabra y dejarse mirar por ti.

Esta noche, parece lógico un criterio moralista que desprecie la infidelidad de tus amigos y juzgue como depravados a quienes, habiendo recibido tanto, en la hora suprema de tu angustia sean inconscientes, y te dejen solo.

Mi sensibilidad emocional querría confesar mi pertenencia más fiel a tu persona, y profesar con los labios y el corazón los votos más sinceros de querer ser de los tuyos. Pero creo que, conociendo mi debilidad, lo que esperas de mí, sobre todo, es que siempre vuelva, que siempre me deje perdonar, que siempre acoja tu mirada misericordiosa.

Sé que te duele más mi orgullo clandestino cuando me creo sin remedio, que el hecho de tropezar una vez más en la misma piedra. Señor, para no quedar después en evidencia por mis torpezas, en voz baja te digo, con la sinceridad de la que soy capaz: “Perdona mis negaciones, mis distracciones, mi falta de vigilancia, mi violencia…”


El santo padre Francisco celebró este Jueves Santo por la tarde la Misa in Coena Domini, en un centro de recepción de inmigrantes en las afueras de Roma, donde se encuentran 892 huespedes de 26 nacionalidades, de los cuales 554 son musulmanes, 337 cristianos y 2 hindúes. Las medidas de seguridad fueron definidas por los periodistas como elevadas, ellos tuvieron que abandonar el Centro de recepción de solicitantes de asilo (CARA por sus siglas en italiano), antes de la llegada del Santo Padre. No se aceptaron telecámaras fuera de las del Centro Televisivo del Vaticano El Santo Padre llegó en una Golf azul, y saludó las autoridades y a tres intérpretes que le ayudan a conversar al final de la misa con los prófugos: Ibrahim de Afganistán, Boro de Malí, y Segen de Eritrea. La Misa in Coena Domini, inició en el patio externo de la estructura, seguida por el rito del lavado de los pies. Allí se encontraban también dos clérigos musulmanes, un imán que se ocupa del centro de refugiados y otro de una ciudad vecina. El papa lavó los pies a 12 personas: tres musulmanes, un hindú, tres cristianas coptas y cinco católicos (cuatro hombres y una mujer). El su homilía el Santo Padre señaló dos gestos: “Jesús que sirve, que lava los pies, él que era el jefe le lava los pies a los suyos, a los más pequeños, un gesto”. Y otro “el de los enemigos de Jesús, de aquellos que no quieren la paz con Jesús, que toman el dinero con el que lo traicionan, las 30 monedas”. Y señaló que también hoy hay dos gestos: aquí “todos nosotros juntos, musulmanes, hindúes, católicos, coptos, evangélicos, hermanos, hijos del mismo Dios, que queremos vivir en paz, integrados, un gesto”. Y de otro lado “tres días atrás, un gesto de guerra, de destrucción, en una ciudad de Europa, gente que no quiere vivir en paz”.

Así “detrás de ese gesto, como detrás de Judas estaban quienes habían dado el dinero para que Jesús fuese entregado; detrás de ese otro gesto están los los traficantes de armas que quieren la sangre, no la paz, que quieren la guerra, no la fraternidad”. “Ustedes, nosotros, todos juntos –prosiguió el Santo Padre- tenemos diversas religiones, diversas culturas, pero somos hijos de un mismo Padre, hermanos”. Y explicó que “cuando yo haré el mismo gesto de Jesús, de lavar los pies a los doce, todos nosotros hacemos el gesto de la fraternidad y todos nosotros decimos, somos diversos, somos diferentes, tenemos diversas culturas y religiones, pero somos hermanos y queremos vivir en paz. Y este es el gesto que yo hago con ustedes”.Francisco recordó que “cada uno de nosotros tiene una historia encima, cada uno de ustedes tiene una historia encima. Tantas cruces y tantos dolores, pero también tienen un corazón abierto que quiere la fraternidad”.

Por ello pidió: “Cada uno en su lengua religiosa rece al Señor para que esta fraternidad se contagie en el mundo, para que no hayan más las treinta monedas para asesinar al hermano y para que siempre haya fraternidad y bondad”.

El Papa al concluir la misa, saludó uno a uno a todos cientos de refugiados allí presentes.

La preparación de la cena pascual
La Pasión de Jesús. Llegó el día de los Ázimos, en el cual había que sacrificar la Pascua.


La preparación de la cena pascual
El jueves por la tarde, Jesús volvió a subir a Jerusalén, pero no públicamente como los días anteriores, sino con precauciones para evitar problemas con los que le buscan para matarle. Quiere calma y las condiciones materiales más adecuadas para un designio que cruzará los siglos. Judas espía dónde van a ir, pero no le es posible enterarse; Jesús da indicaciones muy cuidadosas a Juan y a Pedro. Hasta que llegan a una casa espaciosa y rica, en la zona más acomodada de aquella Jerusalén, en el monte Sión, no lejos de la casa de Caifás.

"Llegó el día de los Ázimos, en el cual había que sacrificar la Pascua. Envió a Pedro y a Juan, diciéndoles: Id y preparadnos la Pascua para comerla. Ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos? Y les respondió: Mirad, cuando entréis en la ciudad, os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle hasta la casa en que entre, y decid al dueño de la casa: el Maestro te dice: ¿dónde está la estancia en que he de comer la Pascua con mis discípulos? El os mostrará una habitación superior, grande, aderezada. Preparadla allí. Marcharon y encontraron todo como les había dicho, y prepararon la Pascua"(Lc).

Juan y Pedro llegan a la ciudad antes que los demás. Entran por la puerta de Siloé. Allí les sale al encuentro un hombre con un cántaro de agua, acción que solían realizar las mujeres. Es alguien previamente avisado para prepararles el lugar. La cantidad de gente en Jerusalén hace casi imposible encontrar una casa adecuada para trece personas si no se ha previsto mucho antes. Aquel hombre sabía como solucionar el problema. La casa era grande, en la mejor zona de la ciudad, alfombrada, con todo lo necesario para la pascua: mesas, divanes, iluminación, alimentos. Todo esto requiere mucha preparación. No se improvisa. Jesús, con el dueño de la casa que desconocemos, lo ha preparado todo, de modo que los agentes del sanedrín no puedan detenerle en aquel momento tan solemne.

Llegan a la casa. Suben al piso superior. Se admiran de lo espléndido del lugar, cosa que contrasta con los lugares donde habitualmente se alojaban. Y comienzan los preparativos para la cena pascual. Algunas de las mujeres han acudido también, y viven la fiesta separadas de los varones, como era la costumbre. Probablemente cuidan de lo que necesitan para la pascua. La Virgen María está allí por especial designio divino. Jesús no quiere apartarla de los momentos más importantes de su vida, quiere que se asocie a su modo con lo que va a suceder.

Significado de la Pascua
La Pascua era la fiesta más grande para Israel. Recuerda la liberación de la esclavitud de los israelitas en Egipto. Dios quería salvar a su pueblo, pero el faraón se opone y es castigado con diez plagas hasta que doblega su terca voluntad. La décima plaga consistió en herir a los primogénitos de Egipto con el ángel exterminador. Los hebreos podían librarse de este castigo si marcaban el dintel de la puerta de su casa con sangre de un cordero. "Aquella noche comerían su carne, asada al fuego, con panes sin levadura y hierbas amargas. Cenarían, ceñidos los riñones, con los zapatos puestos, bastón en la mano y a toda prisa", como viajeros dispuestos a partir. Era el recuerdo del Paso del Señor, de su Pascua. Durante siete días debían abstenerse de pan fermentado y consagrar a Dios la semana entera.

La tradición judía
La tradiciones rabínicas precisaban más el modo de celebrar la fiesta. No se debía romper ni un hueso del cordero, que se cocería al fuego vivo, ensartado en una varilla de granado, se bendecían cuatro copas de vino rojo mezclado con agua. Se cantaban diversos himnos llamados los del hallel.

La fiesta se celebraba el día quince de Nisán, y la cena la vigilia. En nuestro calendario el jueves de aquel año era el seis de abril. Los judíos seguían el calendario lunar, por eso la Pascua era cambiante cada año, justo el día de la luna llena de primavera. La noche del jueves se consideraba ya como el día de viernes, por eso la cena pascual -celebrada la vigilia de aquel viernes- marcaba el comienzo de la Pascua.

La cena
Al anochecer del jueves, pasadas ya las cinco y media de la tarde, se sentaron en la mesa. En un principio la cena se comía de pie. En aquellos momentos, era ya costumbre comerla recostados como expresión de que el pueblo elegido era ya libre después de la salida de Egipto. Jesús preside, y todos se sientan alrededor. Juan a su derecha, Pedro a su izquierda. En la mesa están los corderos asados y preparados, la salsa llamada harroset para mojar el pan, las copas para el vino y las hierbas amargas que recuerdan su antigua esclavitud.

Al situarse ya hay una pequeña contienda entre ellos. Todos quieren estar cerca de Jesús. "Entonces se suscitó entre ellos una disputa sobre quién sería tenido como el mayor. Pero él les dijo: Los reyes de las naciones las dominan y los que tienen potestad sobre ellas son llamados bienhechores; no seáis así vosotros, sino que el mayor entre vosotros hágase como el menor, y el que manda como el que sirve. Porque ¿quién es mayor: el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Sin embargo, yo estoy en medio de vosotros como quien sirve. Vosotros sois los que habéis permanecido junto a mí en mis tribulaciones. Por eso yo os preparo un Reino como mi Padre me lo preparó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino, y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel"(Lc).

"Cuando llegó la hora, se puso a la mesa y los Apóstoles con Él. Y les dijo: Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer"(Lc). Jesús está lleno de deseos de entrega. Su corazón vibra de amor a los hombres. Sabe que dentro de unos momentos se va a hacer realidad el gran invento divino de la Eucaristía. Va a poder entrar en comunión íntima de alma y cuerpo con los que le quieran. El amor no puede hacer más, pues siempre busca el bien del y la unión con el otro. "Sabiendo que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos en el mundo, los amó hasta el fin"(Jn) Su mirada recorre los rostros de todos. Todos le observan con atención y en silencio expectante. Ha pensado mucho en este momento. Sabe que podrá amar de un modo aún mayor que antes. Y el amor le llena el espíritu, sin olvidar lo que va a suceder, y lo que va a padecer. Quiere y quiere querer, arde en deseos de entrega. Está con el alma en vilo. Por fin ha llegado el momento, aunque sea tan difícil. Sabe que es la última cena con ellos. Por eso añade"porque os digo que no la volveré a comer hasta que tenga su cumplimiento en el Reino de Dios"(Lc). La plenitud de la salvación llegará al final de los tiempos cuando Jesús vuelva glorioso a vencer el último enemigo que es la muerte y funde unos nuevos cielos y la nueva tierra. El reino de Dios llegará, pero de un modo bien distinto a como podríamos imaginarlo los hombres, será toda la plenitud y toda la belleza, pero vencido el mal en su más íntima raíz.

Fueron muchos los acontecimientos en esta cena, veamos todo lo que sucedió:

El lavatorio de los pies
La Eucaristía, amor que se da
Anuncio de las negaciones de Pedro
El Padre y la promesa del Espíritu Santo
Los frutos, el amor y el odio
Jesús ora

   

Contemplando la Semana Santa: Jueves Santo

Hoy comienza el Triduo Sacro con la celebración de la Pascua, de la Última Cena, donde Jesús instituye el Sacramento de la Eucaristía
Juan Pablo II | Fuente: http://www.la-oracion.com/ 

Meditación: Contemplando la Semana Santa
Hoy comienza el Triduo Sacro con la celebración de la Pascua, de la Última Cena, donde Jesús instituye el Sacramento de la Eucaristía y del Orden Sacerdotal y nos recuerda el mandamiento del amor con su ejemplo en el lavatorio de los pies. Es un día para contemplar su amor infinito hecho servicio, hecho un pedazo de pan, hecho presencia continua entre nosotros.

La Última Cena
Después de la Cena se va a Getsemaní con sus discípulos. Ahí en la presencia de su Padre pasa la noche velando en oración para prepararse para la hora definitiva, para la cruz. Un momento para acompañar a Jesús y velar con él.

Texto sobre la Última Cena:
1. "Habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" (Jn 13, 1).

Estas palabras, recogidas en el pasaje evangélico que se acaba de proclamar, subrayan muy bien el clima del Jueves Santo. Nos permiten intuir los sentimientos que experimentó Cristo "la noche en que iba a ser entregado" (1 Co 11, 23) y nos estimulan a participar con intensa e íntima gratitud en el solemne ritoque estamos realizando.

Esta tarde entramos en la Pascua de Cristo, que constituye el momento dramático y conclusivo, durante mucho tiempo preparado y esperado, de la existencia terrena del Verbo de Dios. Jesús vino a nosotros no para ser servido, sino para servir, y tomó sobre sí los dramas y las esperanzas de los hombres de todos los tiempos. Anticipando místicamente el sacrificio de la cruz, en el Cenáculo quiso quedarse con nosotros bajo las especies del pan y del vino, y encomendó a los Apóstoles y a sus sucesores la misión y el poder de perpetuar la memoria viva y eficaz del rito eucarístico.
Por consiguiente, esta celebración nos implica místicamente a todos y nos introduce en el Triduo sacro, durante el cual también nosotros aprenderemos del único "Maestro y Señor" a "tender las manos" para ir a donde nos llama el cumplimiento de la voluntad del Padre celestial.

2. "Haced esto en conmemoración mía" (1 Co 11, 24-25). Con este mandato, que nos compromete a repetir su gesto, Jesús concluye la institución del Sacramento del altar. También al terminar el lavatorio de los pies, nos invita a imitarlo: "Os he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con vosotros, también lo hagáis vosotros" (Jn 13, 15). De este modo establece una íntima correlación entre laEucaristía, sacramento del don de su sacrificio, y el mandamiento del amor, que nos compromete a acoger y a servir a nuestros hermanos.

No se puede separar la participación en la mesa del Señor del deber de amar al prójimo. Cada vez que participamos en la Eucaristía, también nosotros pronunciamos nuestro "Amén" ante el Cuerpo y la Sangre del Señor. Así nos comprometemos a hacer lo que Cristo hizo, "lavar los pies" de nuestros hermanos, transformándonos en imagen concreta y transparente de Aquel que "se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo" (Flp 2, 7).

El amor es la herencia más valiosa que él deja a los que llama a su seguimiento. Su amor, compartido por sus discípulos, es lo que esta tarde se ofrece a la humanidad entera.” 

Evangelio según San Juan 13,1-15. 

Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin. Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. 

Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura. Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: "¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?". Jesús le respondió: "No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás". 

"No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!". Jesús le respondió: "Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte". "Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!". Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos". El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: "No todos ustedes están limpios". 

Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes." 

Beato Guerrico de Igny (c. 1080-1157), abad cisterciense Sermón 1 para el Domingo de Ramos; SC 202, pag. 165ss

“Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo.” (Jn 13,1)

“Tened los sentimientos de Cristo”... “El, que era de condición divina”, igual a Dios por naturaleza, porque participa de su poder, de su eternidad y de su mismo ser..., asumió el oficio de servidor, “abajándose a si mismo, siendo obediente al Padre hasta la muerte, y la muerte de cruz” (cf Fl 2,5-8). Se podría pasar por alto que, siendo el Hijo e igual que el Padre, haya servido al Padre como un servidor; mejor aún, ha servido a su propio servidor más que cualquier otro. Porque el hombre había sido creado para servir a su creador; ¿qué hay de más justo que servirle a quien te ha creado, sin el cual no existirías?  ¿Y qué hay de más dichoso que servirle, ya que servir es reinar? Pero el hombro dijo a su creador: “No serviré” (Jr 2,20).

“Ahora bien, soy yo quien te serviré a ti” dice el creador a su criatura. Ponte a la mesa; yo te serviré, te lavaré los pies. Descansa, tomaré sobre mi tus dolores; llevaré todas tus cargas y debilidades... Si estás cansado o cargado, te llevaré sobre mis hombros, a ti y a tu carga, para ser el primero en cumplir mi ley: “Llevad las cargas los unos de los otros” (Gal 6,2) ...Si tienes hambre o sed....aquí estoy a punto para ser inmolado para que tú puedas comer mi carne y beber mi sangre... Si te llevan a la cautividad o si te venden como esclavo, aquí estoy...; rescátate pagando el precio que sacarás por mí; me entrego yo mismo como precio... Si estás enfermo, si temes la muerte, moriré en tu lugar, para que  mi sangre sea un remedio para tu vida...”

¡Oh, Señor mío, a qué precio has rescatado a tu siervo inútil!... ¡con qué arte de amor, de dulzura y de benignidad has recuperado a tu siervo rebelde, triunfando del mal por el bien, confundiendo mi orgullo por tu humildad, colmando al ingrato con tus beneficios! Así triunfó tu sabiduría.

 

Santa Catalina de Suecia

Abadesa (c.a. 1331-1381)  A Catalina de Suecia o de Vadstena nació alrededor del año1331 del matrimonio formado por el príncipe Ulf Gudmarsson y Brigitta Birgesdotter; fue la cuarta de ocho hermanos. La educaron, como era frecuente en la época, al calor del monasterio; en este caso lo hicieron las monjas de Riseberga.

Contrajo matrimonio con el buen conde Egar Lyderson van Kyren y ambos influyeron muy positivamente en los ambientes nobles plagados de costumbres frívolas y profanas.   En el año 1373, muere en Roma Brígida y Catalina da sepultura provisional en la Ciudad Eterna al cadáver de su madre en la iglesia de san Lorenzo. El traslado del cuerpo en cortejo fúnebre hasta Suecia es una continua actividad misionera por donde pasa. Catalina habla de la misericordia de Dios que espera siempre la conversión de los pecadores; va contando las revelaciones y predicciones que Dios hizo a su santa madre.

Söderkoping es el lugar patrio que recibe la procesión en 1374 como si fuera un acto triunfal. Se relatan conversiones y milagros que se suceden hasta depositar los restos en el monasterio de Vadstena, donde entra y se queda Catalina, practicando la regla que vivió durante veinticinco años con su madre.   Un segundo viaje a Roma durará cinco años; tendrá como meta la puesta en marcha del proceso de canonización de la futura santa Brígida y la aprobación de la Orden del Santísimo Salvador. A su regreso a Vadstena, muere el 24 de marzo de 1381.

Oremos  
Tú, Señor, que concediste a Santa Catalina el don de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también à nosotros, por intercesión de esta santa, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo.

Jueves Santo: Memoria de Jesús, amor concreto (lavar los pies, dar de comer...)

Jueves Santo es el día de la Memoria de Dios, que se ha hecho presente en Jesús, aquel que habiendo amado a los suyos les amó hasta el extremo,es decir, hasta el fin, como dice Jn 13, 1. Así lo recoge la liturgia de este día, centrada en tres signos:

Primera memoria: Lavatorio de pies, servir a los demás. No es sólo acogerles en casa y enseñarles (en la línea de la tercera obra de misericordia de Mt 25, 31-36: acoger al extranjero, vestir al desnudo), sino también servirles, para que así puedan estar limpios, con vestido digno, esto es, con dignidad. Cuando estos días nos llegan las imágenes de las mil pateras perdidas en los mares, con el barrizal de Idoumene, recordamos lo que significa acoger, lavar los pies, la memoria de Jesús…

Segunda memoria: Cena fraterna… Esto es mi Cuerpo… Lavados los pies, acogidos en casa, los hermanos pueden comer… como hace Jesús con sus amigos, abriendo una mesa que empieza siendo de Doce, porque doce son todo el mundo, todas las tribus de Israel y de la tierra. Este día recordamos algo muy especial: La comida ha de ser de pan y vino, es decir, de alimentos materiales…(conforme a las dos primeras obras de misericordia de Mt 25, 31-46: Dar de comer, dar de beber…).Pero Jesús añade algo todavía más especial, que tendemos a olvidar: 

Sólo podemos dar de comer dando algo que es nuestro, nuestro propio cuerpo, nuestra propia vida. No podemos cenar Jesús, con Jesús, como Jesús si no convertimos nuestro cuerpo y nuestra sangre en comida para los demás.

Tercera memoria: Haced esto en memoria de mí, los hombres y mujeres del recuerdo… Es decir, lavaos los pies, acoger a los demás, dar de comer. Conforme a la tradición de la Iglesia, instituyendo la acogida (lavatorio de pies) y la comida fraterna (dar de comer, el propio cuerpo), Jesús instituyó la nueva gran función cristiana: Los hombres y mujeres de la memoria…, aquellos que mantienen vivo, de un modo especial, el recuerdo y la tarea de Jesús.

Esos hombres y mujeres de la memoria son en un sentido los presbíteros y obispos, pero lo son, de un modo aún más directo todos aquellos que acogen y visten, que lavan, cuidan y alimentan a los demás, realizando así la tarea de Dios sobre la tierra. Así lo indicaré brevemente este Jueves, gran día del recuerdo de Cristo:

1. Esa memoria de Jesús la mantiene en un plano la iglesia ministerial llamada “jerárquica”, los obispos y presbíteros, aquellos que hoy presiden de un modo especial la Eucaristía del Amor Fraterno, en los cuatro extremos de la Iglesia. Hombres de memoria son, se les tiende a llamar sacerdotes, gran función siguen teniendo, gran tarea, abierta al lavatorio de pies, a la acogida y comida fraterna… Por ellos empezamos rogando este día.

2. Esa memoria de Jesús la cultivan también los hombres y mujeres de la interioridad, de la contemplación profunda de Jesús, misterio de Dios… No hace falta que sean contemplativos “oficiales” (monjes, monjas…), aunque es bueno que algunos lo sean… Todos hemos de ser hoy contemplativos, para descubrir por dentro y cultivar el gran misterio de la vida que es don, que es regalo, que es presencia. Memoria de Dios somos en Cristo, memoria compartida, es bueno que lo separamos y lo cultivemos, en un mundo que corre el riesgo de convertirlo todo en puro espectáculo externo. Por estos hombres y mujeres de memoria seguimos hoy rogando.

3. La memoria de Jesús la imprimen en sus manos y en su espalda, de un modo muy concreto, los “costaleros”, aquellos que llevan las imágenes del Cristo por las calles de mil ciudades del mundo, especialmente en lugares como España…Esos costaleros llevan hoy la imagen de Jesús, pero no pueden olvidar que la verdad de Jesús no está en su imagen, sino en su verdad: es decir, en los pobres y excluidos de la vida, los hambrientos y enfermos, los extranjeros y desnudos.

4. Pero hoy recordamos, de un modo aún más concreto y universal, a los verdaderos costaleros de Dios, hombres y mujeres de la memoria de Jesús, los que siguen haciendo de un modo directo lo que él hizo; éstos son los hombres y mujeres de la caridad, aquellos que abren cauces y caminos de servicio mutuo, dar de comer, dar de beber, acoger, vestir… en nombre de Jesús, el nombre de la humanidad. Así lo seguiré indicando de un modo más concreto en las reflexiones que siguen.

La primera imagen (con la última) ofrece un detalle y la visión de conjunto del Gran Mosaíco de Mahourrek, que presidía nuestro comedor conventual de Poio, Pontevedra, donde he comido y conversado largos años.

Las otras imágenes recogen el recuerdo de esa reunión de algunos voluntarios de la memoria de Jesús reunidos en pasado 16, en torno al tema central del Jueves Santo, que es compromiso de la Memoria de Jesús, es decir, de las obras de misericordia, que definan la vida y tarea su Iglesia en el mundo.

Hombres y mujeres de la Caridad, Memoria de Jesús, anticipación del Jueves Santo

En los largos años que vengo publicando este blog, Jueves Santo tras Jueves Santo, he venido poniendo de relieve otros aspectos de la memoria de Jesús, en especial los más celebrativos: Eucaristía, procesiones... Así podrá verlo quien quiera buscar en postales anteriores, desde el año 2007.

Este año, con ocasión del “café conversado” que tuvimos en Madrid, el pasado 16, hombres y mujeres de la “memoria activa de Jesús”, quiero recoger esta experiencia. Ellos, hombres y mujeres de Caritas, de Manos Unidas, de la HOAC... y de tantos otros servicios cristianos, en la línea de Jesús, son los verdaderos celebrantes del Jueves Santo. Tuve el honor de acompañarles con un libro sobre las Obras de Misericordia, pero no es el libro lo que importa, sino ellos. Ellos y otros muchos, miles y millones, son el verdadero Jueves Santo, los hombres y mujeres de la misericordia, como sigue diciendo Elías Pérez, organizador de aquel evento.

Jueves Santo: Memoria de Jesús, amor concreto (lavar los pies, dar de comer...)

La Misa y la Última Cena
El misterio pascual no es un recuerdo de algo que sucedió, sino una acción que sigue verificándose hoy.

La institución de la Eucaristía se encuentra relatada cuatro veces en el N.T., en los tres sinópticos y en la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios.

San Juan por su parte, no refiere el momento de la institución de la Eucaristía, atento a su propósito de no repetir lo que otros narraron, sino más bien de precisarlos o concretarlos y es por ello que en el cap. 6 tenemos la promesa de la Eucaristía, que es una pieza doctrinal sobre ella y que llamamos el discurso de: El Pan de Vida, en el cual se destacan dos partes:

a) Que es don del Padre a los hombres y ha de ser tomado por la fe.
b) Que es don de Jesús que sólo se da en el futuro y se toma por comida y bebida.

Los trozos particulares están enlazados por la idea a la Eucaristía y en ellos se halla la terminología de la última cena. La doctrina de la promesa, se resume en tres proposiciones:

1. «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo»
2. «Si alguno come de este pan, vivirá eternamente»
3. «El pan que yo os voy a dar es mi carne para que el mundo viva»

La palabra griega que usa Jesús para decir carne es sarx, que traduce la hebrea basar; y que significa el compuesto humano formado por el cuerpo y el alma como unidad indivisible; esto se opone al concepto griego dualista de alma y cuerpo como realidades separadas.

Decimos que en la mentalidad hebrea decir basar = sarx = carne; incluye al hombre entero es decir un cuerpo con alma. Consecuentemente, cuando Jesús habla de comer su "carne", eso es alimentarse de su humanidad completa, que en El va unida inseparablemente su divinidad.

El realismo de esta promesa de un alimento, queda reforzado por lo que Jesús añade:

«Si no bebéis mi sangre, no tendréis vida en vosotros» Al mencionar su sangre, acentúa el realismo del don de su persona, ya que "carne y sangre" es una expresión hebraica que significa "hombre", un ser humano completo y vivo.

No es como el maná, ni tampoco como el pan con que se alimentó la muchedumbre, sino verdadera comida y bebida, alimento que produce vida eterna y la resurrección final.

La institución de la Eucaristía, tuvo lugar durante la última cena pascual que celebró con sus discípulos y los cuatro relatos coinciden en lo esencial, en todos ellos la consagración del pan precede a la del cáliz; aunque debemos recordar, que en la realidad histórica, la celebración de la Eucaristía ( Fracción del Pan ) comenzó en la Iglesia primitiva antes de la redacción de los Evangelios.

Para entender mejor la Eucaristía ubiquémonos en el marco de los acontecimientos:

a) Dentro de una comida festiva de despedida.
b) La institución de la Eucaristía fue encajada en el marco de la cena pascual.

En este contexto hay un mensaje claro, Cristo en persona es la nueva pascua. La Antigua Alianza ha quedado superada por la Nueva y definitiva Alianza, que se sella con la sangre del Cordero pascual que es Cristo. El pueblo de la Antigua Alianza, conmemora el paso, la Pascua, de Yahveh; en cambio el pueblo de la Nueva Alianza, celebra la presencia del Señor entre nosotros.

La celebración eucarística, va más allá, como podemos deducir por lo antes expuesto, de reunirse para recordar lo que Jesús hizo por nosotros, tal como lo hacen nuestros hermanos separados, no puede ser el Señor un recuerdo, el pan de vida, es eso, Vida y como "memorial", la celebración eucarística tiene la connotación de actualidad; por la acción del Espíritu Santo el acontecimiento salvífico, al cual nosotros en nuestro aquí y ahora nos asociamos, no es que se repita una y otra vez sino que se hace presente.

Durante la consagración se realiza el milagro de la transubstanciación, es decir que aún cuando ante nuestros ojos aparezcan las especies de pan y vino; estas ya no son tales, sino que estamos ante la presencia real y substancial de Cristo con su cuerpo, sangre, alma y divinidad; esto es la Eucaristía, que podemos contemplar en sus dos vertientes; como sacramento en el cual Cristo se nos da como alimento para santificarnos y como sacrificio en cuanto que Cristo se ofrece a Dios como víctima para el perdón de los pecados. Cristo efectivamente no fue inmolado en ése momento, pero si se ofreció para ser inmolado en la Cruz:" Este es mi cuerpo que será entregado por vosotros. Esta es mi sangre que será derramada por vosotros." Se ve pues, que su cuerpo y su sangre tuvieron ya carácter de víctima inmolada; y por eso si la Misa es la renovación del sacrificio de la Cruz, la última Cena fue la anticipación de el.

Hay también una íntima relación entre la Misa y la última Cena, porque ésta fue la primera Misa celebrada por Cristo, las que siguen después son el cumplimiento de las palabras que entonces pronunció " Haced esto en memoria mía "

A la luz de la Revelación en la Escritura, y en el desarrollo de la Tradición, vemos y entendemos que el Señor tiene una intención clara en la última Cena, donde también queda instituido el sacramento del Orden (en virtud del requerimiento del mandato). Deja un mandamiento claro "haced esto en memoria mía", para que su presencia y su salvación lleguen a todos los hombres y en todas las épocas, para que podamos tener vida eterna, al comer su carne y beber su sangre.

Todos los elementos y palabras presentes en los relatos de la institución de la Eucaristía, recogen todas las grandes ideas del Antiguo Testamento. ( Alianza y Reino de Dios, expiación y martirio, culto y predicación escatológica). Cristo es el centro de todo, por El se realiza la obra salvadora de Dios en plenitud y consumación. En la Eucaristía se concentra todo lo que Dios ha hecho y ha de hacer por los hombres en la historia de la salvación. El Reino de Dios no sólo es proclamado por El como próximo, sino que fue inaugurado ya por su presencia y por su obra; en este sentido, la Eucaristía es un adelanto de lo que en plenitud gozaremos en el Cielo.

Para ilustrar lo que significa la Eucaristía como misterio de fe, remitámonos a Juan 6,25-40 dentro del discurso del Pan de Vida.

Jesús les declara que ese pan destinado a dar la vida al mundo es El en persona, pero puntualiza que es condición indispensable el tener fe, hay que creer en Jesús y eso nos plantea una pregunta: ¿ Que es creer en Jesús ? para El, "creer en El " es lo mismo que " ir a El " , es entregarse a El. No es un simple acontecimiento, sino un acercamiento afectivo y una decisión de la voluntad para seguir a Jesús y además dice que esto es una Gracia que el Padre concede: «que todo el que vea al Hijo y crea en el, tenga vida eterna», Jesús a lo largo del Evangelio repite que Dios llama a todos los hombres a la fe, luego el don es ofrecido a todos los hombres, pero es aceptado por unos y rechazado por otros, por otra parte como don de Dios se entiende que es gratuito y que no tiene el hombre ningún mérito propio para recibirlo. El mérito que podemos tener, consiste en el ejercicio que hagamos de ese don, es decir si lo abrazamos y lo vivimos.

En teoría todo cristiano sabe ( o debe saber) que en la Eucaristía esta presente Jesús en cuerpo, sangre, alma y divinidad. Pero parece en la práctica, que no lo lleváramos impreso en nuestra conciencia, ni el corazón, porque se así fuera sentiríamos en nuestro ser hambre y sed de recibirlo diariamente como verdadera comida y verdadera bebida, Toda nuestra vida estaría centrada alrededor de la presencia real del Maestro y la Santa Misa sería, como consecuencia lógica, la primera , diaria y más importante necesidad de nuestra vida.

Por otra parte al estar inmersos en la celebración eucarística, no cabría ninguna distracción y la profundidad del misterio nos invadiría. De esta forma viviendo y dejándonos penetrar por la Gracia, los que nos rodean verían al trasluz que nuestra fe es vida y no sólo teoría.
El carácter de "memorial" que tiene la Sta. Misa, por definición, exige de nosotros la actitud de introducirnos al misterio pascual tal y como es; no como recuerdo de algo que sucedió, sino asociándonos a una acción que sigue verificándose hoy, por ello cuando celebramos la Sta. Misa, nos trasladamos, nos hacemos presentes en la Cena del Señor y estamos con María al pié de la Cruz. Estamos alimentándonos del Cuerpo y Sangre del Señor, estamos siendo salvados en virtud de su sacrificio. Estaremos participando de la unidad en comunión con el Señor y por ello podemos unir nuestros sacrificios y sufrimientos a los de Cristo. Sólo "por El ,con El y en El" tienen un profundo sentido y acceden a la dimensión redentora.

Necesariamente el encuentro con Cristo Eucaristía es una experiencia personal e íntima, ha de ser el encuentro pleno de dos que se aman. Es por tanto imposible generalizar acerca de ellos. Porque sólo Dios conoce los corazones de los hombres. Sin embargo sí debemos traslucir en nuestra vida, la trascendencia del encuentro íntimo con el Amor. Resulta lógico pensar que quien recibe esta Gracia, está en mayor capacidad de amar y de servir al hermano y que además alimentado con el Pan de Vida debe estar más fortalecido para enfrentar las pruebas, para encarar el sufrimiento, para contagiar su fe y su esperanza. En fin para llevar a feliz término la misión, la vocación, que el Señor le otorgue.

Si apreciáramos de veras la Presencia real de Cristo en el sagrario, nunca lo encontraríamos solo, únicamente acompañado de la lámpara Eucarística encendida, el Señor hoy nos dice a todos y a cada uno, lo mismo que les dijo a los Apóstoles "Con ansias he deseado comer esta Pascua con vosotros " Lc.22,15. El Señor nos espera con ansias para dársenos como alimento; ¿somos conscientes de ello, de que el Señor nos espera el Sagrario, con la mesa celestial servida.? Y nosotros ¿ por qué lo dejamos esperando.? O es que acaso, ¿ cuando viene alguien de visita a nuestra casa, lo dejamos sólo en la sala y nos vamos a ocupar de nuestras cosas.?

Eso exactamente es lo que hacemos en nuestro apostolado, cuando nos llenamos de actividades y nos descuidamos en la oración delante del Señor, que nos espera en el Sagrario, preso porque nos "amó hasta el extremo" y resulta que, por quien se hizo el mundo y todo lo que contiene (nosotros incluidos) se encuentra allí, oculto a los ojos, pero increíblemente luminoso y poderoso para saciar todas nuestras necesidades.

Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?
Juan 13, 1-15. Jueves Santo. Jesús, enséñame a quererte, como tú me quieres, enséñame a ver tu rostro en el rostro de mis semejantes.

Oración introductoria
Ven, Espíritu Santo, dame tu luz para comprender que el amor, para que realmente sea amor, tiene que concretarse en obras. ¡Tengo tanto que aprender de ti, Señor! Creo, espero y te amo tanto que quiero, con tu gracia, llegar a ser otro Cristo para los demás.

Petición
Señor, ayúdame a vivir desde hoy con una actitud de servicio y disponibilidad.

Meditación del Papa Francisco
Todos sabemos que vivir es caminar, vivir es andar por distintos caminos, distintos senderos que dejan su marca en nuestra vida.

Por la fe sabemos que Jesús nos busca, quiere sanar nuestras heridas, curar nuestros pies de las llagas de un andar cargado de soledad, limpiarnos del polvo que se fue impregnando por los caminos que cada uno tuvo que transitar. Jesús no nos pregunta por dónde anduvimos, no nos interroga qué estuvimos haciendo. Por el contrario, nos dice: “Si no te lavo los pies, no podrás ser de los míos”. Si no te lavo los pies, no podré darte la vida que el Padre siempre soñó, la vida para la cual te creó. Él viene a nuestro encuentro para calzarnos de nuevo con la dignidad de los hijos de Dios. Nos quiere ayudar a recomponer nuestro andar, reemprender nuestro caminar, recuperar nuestra esperanza, restituirnos en la fe y en la confianza. Quiere que volvamos a los caminos, a la vida, sintiendo que tenemos una misión; que este tiempo de reclusión nunca ha sido y nunca será sinónimo de expulsión. Vivir supone ensuciarse los pies por los caminos polvorientos de la vida, de la historia. Todos tenemos necesidad de ser purificados, de ser lavados. 

(Homilía de S.S. Francisco,  27 de septiembre de 2015).

Reflexión
Con este pasaje del Evangelio de San Juan quedamos introducidos en la parte central de los acontecimientos más relevantes de nuestra fe. Ya estamos de lleno en ellos. LA ÚLTIMA CENA.

Jesús quiere despedirse de sus seguidores. de sus compañeros, de sus amigos. Otra vez su gran humildad. Su gesto fino y lleno de ternura. Va lavándole los pies a aquellos hombres que lo habían visto ordenar a los vientos y a las olas la quietud en la tormenta, que le habían visto dar la luz a los ojos de los ciegos, hacer andar a los paralíticos, sanar a los leprosos, resucitar a los muertos. Que lo habían visto radiante como el sol en su Transfiguración y ahora, con un amor inconmensurable, con una humildad sin límites les está lavando los pies.

Pedro está asustado, no acierta a comprender, pero ante las palabras de Jesús y con su vehemencia natural, le pide que le lave de los pies a la cabeza. Jesús va más allá, está pensando en la humanidad y en esta humanidad estoy yo y falta poco para que no seamos lavados con agua, sino con su sangre que nos limpia y nos redime.

Jesús, entre los doce están los pies de aquel que te va a traicionar. Y creo que tus manos tuvieron que temblar al lavar los pies de Judas.

Acariciaste aquellos pies con amor y con tristeza y nos mandaste hacer eso mismo con nuestros semejantes, sin distinciones de este por que me cae bien o de este no por que me cae mal. ¡Que yo no olvide tu ejemplo y tu mandato, Señor!.

Que a todos los que me rodean en mi cotidiano vivir yo los acepte como son y tenga ante ellos esa postura de amor y de humildad que tú nos pides.

Y nuestra pobre mente no alcanza a comprender todo el profundo significado de este acto. Ya antes de morir te estás anonadando ante los hombres y después otra locura de ese amor que te abrasa el alma, que quema tu corazón por ello no quisiste dejarnos solos y poco después, haces del pan tu Cuerpo y del vino tu Sangre y te quedas para ser nuestro alimento.

Y ahora, presente en esa Hostia donde los ojos del que "se hizo hombre y habitó entre nosotros" nos miran con su infinito amor le podemos decir eso que siempre espera.

Propósito
Acercarme al sacramento de la reconciliación (confesión) para vivir plenamente el Triduo Pascual.

Diálogo con Cristo
Jesús Sacramentado, de rodillas te pedimos: Jesús, enséñame a quererte, como tú me quieres, enséñame a ver tu rostro en el rostro de mis semejantes, enséñame, Jesús a ser buena, a que tú seas el Eje de mi vida, esa vida que hoy pongo en tus manos. Señor, tenme muy cerca de tu corazón y enséñame a acompañarte a Tí y a tu Santísima Madre con mi oración en todos los amargos tormentos de la ya muy cercana muerte de cruz Amén.

Cómo alcanzar la indulgencia plenaria en el Triduo Pascual.

El Santo Triduo Pascual y la Indulgencia Plenaria
Material Pastoral para Jueves Santo

Un valioso material para el Sábado Santo en el que encontrará, las celebraciones litúrgicas y material pastoral muy útil para vivir los dias santos en su comunidad parroquial, cristiana o en familia.

Mañana empieza a rezar la Novena a la Divina Misericordia. cuya fiesta se celebra el domingo siguiente a la Resurrección.
Segundo Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia 

"En nuestros tiempos, muchos son los fieles cristianos de todo el mundo que desean exaltar esa misericordia divina en el culto sagrado y de manera especial en la celebración del misterio pascual, en el que resplandece de manera sublime la bondad de Dios para con todos los hombres.

Acogiendo pues tales deseos, el Sumo Pontífice Juan Pablo II se ha dignado disponer que en el Misal Romano, tras el título del Segundo Domingo de Pascua, se añada la denominación "o de la Divina Misericordia" ..... " (Fragmento del Decreto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, de 5 de mayo de 2000.

Indulgencias en el Segundo Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia

"Se concede la indulgencia plenaria, con las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Sumo Pontífice) al fiel que, en el domingo segundo de Pascua, llamado de la Misericordia divina, en cualquier iglesia u oratorio, con espíritu totalmente alejado del afecto a todo pecado, incluso venial, participe en actos de piedad realizados en honor de la Misericordia divina, o al menos rece, en presencia del santísimo sacramento de la Eucaristía, públicamente expuesto o conservado en el Sagrario, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, "Jesús misericordioso, confío en ti")".

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