“Oh Cruz de Cristo, hoy te seguimos viendo…”
- 26 Marzo 2016
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- 26 Marzo 2016
Sábado Santo - En la noche : Santa Vigilia Pascual
Sábado Santo
Jesús está sepultado. Es un día de reflexión y silencio.
La Vigilia Pascual
El sábado santo es un día de oración junto a la tumba esperando la resurrección. Es día de reflexión y silencio. Es la preparación para la celebración de la Vigilia Pascual
Por la noche se lleva a cabo la celebración de la Vigilia Pascual. Dicha celebración tiene tres partes importantes que terminan con la Liturgia Eucarística:
1. Celebración del fuego nuevo.
2. Liturgia de la Palabra.
3. Liturgia Bautismal.
Era costumbre, durante los primeros siglos de la Iglesia, bautizar por la noche del Sábado Santo, a los que querían ser cristianos. Ellos se preparaban durante los cuarenta días de Cuaresma y acompañados por sus padrinos, ese día se presentaban para recibir el Bautismo.
También, ese día los que hacían penitencia pública por sus faltas y pecados eran admitidos como miembros de la asamblea.
Actualmente, la Vigilia Pascual conserva ese sentido y nos permite renovar nuestras promesas bautismales y acercarnos a la Iglesia con un espíritu renovado.
a) Celebración del fuego nuevo:
Al iniciar la celebración, el sacerdote apaga todas las luces de la Iglesia, enciende un fuego nuevo y con el que prende el cirio pascual, que representa a Jesús. Sobre el cirio, marca el año y las letras griegas "Alfa" y "Omega", que significan que Jesús es el principio y el fin del tiempo y que este año le pertenece.
El sacerdote llevará a cabo la bendición del fuego. Luego de la procesión, en la que se van encendiendo las velas y las luces de la Iglesia, el sacerdote canta el Pregón Pascual.
El Pregón Pascual es un poema muy antiguo (escrito alrededor del año 300) que proclama a Jesús como el fuego nuevo.
b) Liturgia de la Palabra:
Después de la Celebración del fuego nuevo, se sigue con la lectura de la Palabra de Dios. Se acostumbra leer siete lecturas, empezando con la Creación hasta llegar a la Resurrección.
Una las lecturas más importantes es la del libro del Éxodo, en la que se relata el paso por el Mar Rojo, cómo Dios salvó a los israelitas de las tropas egipcias que los perseguían. Se recuerda que esta noche Dios nos salva por Jesús.
c) Liturgia Bautismal:
Suelen haber bautizos este día, pero aunque no los haya, se bendice la Pila bautismal o un recipiente que la represente y se recita la Letanía de los Santos. Esta letanía nos recuerda la comunión de intercesión que existe entre toda la familia de Dios. Las letanías nos permiten unirnos a la oración de toda la Iglesia en la tierra y la Iglesia triunfante, de los ángeles y santos del Cielo.
El agua bendita es el símbolo que nos recuerda nuestro Bautismo. Es un símbolo que nos recuerda que con el agua del bautismo pasamos a formar parte de la familia de Dios.
A todos los que ya estamos bautizados, esta liturgia nos invita a renovar nuestras promesas y compromisos bautismales: renunciar a Satanás, a sus seducciones y a sus obras. También, de confirmar nuestra entrega a Jesucristo.
Sugerencias para vivir la fiesta
Hay quienes acostumbran este día encender sus velas del bautismo y llevar un cirio pascual a la iglesia o agua bendita, para tener en sus hogares.
El Papa en el Coliseo: “Oh Cruz de Cristo, hoy te seguimos viendo…”
El Santo Padre concluye el Via Crucis señalando en una plegaria las injusticias y esperanzas de hoy, y que “el alba del sol es más fuerte que la oscuridad de la noche”
En el sugestivo escenario del Coliseo Romano, el papa Francisco presidió el Vía Crucis en la noche de este viernes santo, ante varios miles de personas allí reunidas con velas en la mano, y en medio de excepcionales medidas de seguridad.
Las 14 estaciones que llevan por título “Dios es misericordia” las escribió el cardenal Gualtiero Bassetti arzobispo de Perugia, por encargo del Santo Padre, acordándose de los dramas de nuestro tiempo, señalando entretanto que Dios no solo opera misericordia, sino que es misericordia.
Partiendo del interno del Coliseo, lugar en el que murieron muchos mártires cristianos, personas de diversas nacionalidades acompañaron la cruz en su recorrido, entre las cuales de Bolivia, Paraguay, México, y una familia ecuatoriana. También de Rusia, China, Bosnia, Siria y de otras partes del mundo. Con ellos estaba además una persona en silla de ruedas. Concluido el Via Crucis el Papa rezó la siguiente oración en la que se reflejan las esperanzas y las preocupaciones, los bienes y males del mundo de hoy, en los que se ve la cruz de Cristo.’
En su oración el Papa dijo: «Oh Cruz de Cristo, símbolo del amor divino y de la injusticia humana, icono del supremo sacrificio por amor y del extremo egoísmo por necedad, instrumento de muerte y vía de resurrección, signo de la obediencia y emblema de la traición, patíbulo de la persecución y estandarte de la victoria. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo alzada en nuestras hermanas y hermanos asesinados, quemados vivos, degollados y decapitados por las bárbaras espadas y el silencio infame. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los rostros de los niños, de las mujeres y de las personas extenuadas y amedrentadas que huyen de las guerras y de la violencia, y que con frecuencia sólo encuentran la muerte y a tantos Pilatos que se lavan las manos. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los doctores de la letra y no del espíritu, de la muerte y no de la vida, que en vez de enseñar la misericordia y la vida, amenazan con el castigo y la muerte y condenan al justo. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ministros infieles que, en vez de despojarse de sus propias ambiciones, despojan incluso a los inocentes de su propia dignidad. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los corazones endurecidos de los que juzgan cómodamente a los demás, corazones dispuestos a condenarlos incluso a la lapidación, sin fijarse nunca en sus propios pecados y culpas. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los fundamentalismos y en el terrorismo de los seguidores de cierta religión que profanan el nombre de Dios y lo utilizan para justificar su inaudita violencia. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los que quieren quitarte de los lugares públicos y excluirte de la vida pública, en el nombre de un cierto paganismo laicista o incluso en el nombre de la igualdad que tú mismo nos has enseñado. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los poderosos y en los vendedores de armas que alimentan los hornos de la guerra con la sangre inocente de los hermanos.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los traidores que por treinta denarios entregan a la muerte a cualquier persona. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ladrones y en los corruptos que en vez de salvaguardar el bien común y la ética se venden en el miserable mercado de la inmoralidad. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los necios que construyen depósitos para conservar tesoros que perecen, dejando que Lázaro muera de hambre a sus puertas. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los destructores de nuestra «casa común» que con egoísmo arruinan el futuro de las generaciones futuras. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ancianos abandonados por sus propios familiares, en los discapacitados, en los niños desnutridos y descartados por nuestra sociedad egoísta e hipócrita. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en nuestro mediterráneo y en el Mar Egeo convertidos en un insaciable cementerio, imagen de nuestra conciencia insensible y anestesiada. Oh Cruz de Cristo, imagen del amor sin límite y vía de la Resurrección, aún hoy te seguimos viendo en las personas buenas y justas que hacen el bien sin buscar el aplauso o la admiración de los demás. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ministros fieles y humildes que alumbran la oscuridad de nuestra vida, como candelas que se consumen gratuitamente para iluminar la vida de los últimos.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en el rostro de las religiosas y consagrados –los buenos samaritanos– que lo dejan todo para vendar, en el silencio evangélico, las llagas de la pobreza y de la injusticia. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los misericordiosos que encuentran en la misericordia la expresión más alta de la justicia y de la fe. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en las personas sencillas que viven con gozo su fe en las cosas ordinarias y en el fiel cumplimiento de los mandamientos. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los arrepentidos que, desde la profundidad de la miseria de sus pecados, saben gritar: Señor acuérdate de mí cuando estés en tu reino. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los beatos y en los santos que saben atravesar la oscuridad de la noche de la fe sin perder la confianza en ti y sin pretender entender tu silencio misterioso. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en las familias que viven con fidelidad y fecundidad su vocación matrimonial. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los voluntarios que socorren generosamente a los necesitados y maltratados. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los perseguidos por su fe que con su sufrimiento siguen dando testimonio auténtico de Jesús y del Evangelio. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los soñadores que viven con un corazón de niños y trabajan cada día para hacer que el mundo sea un lugar mejor, más humano y más justo. En ti, Cruz Santa, vemos a Dios que ama hasta el extremo, y vemos el odio que domina y ciega el corazón y la mente de los que prefieren las tinieblas a la luz. Oh Cruz de Cristo, Arca de Noé que salvó a la humanidad del diluvio del pecado, líbranos del mal y del maligno. Oh Trono de David y sello de la Alianza divina y eterna, despiértanos de las seducciones de la vanidad. Oh grito de amor, suscita en nosotros el deseo de Dios, del bien y de la luz. Oh Cruz de Cristo, enséñanos que el alba del sol es más fuerte que laoscuridad de la noche. Oh Cruz de Cristo, enséñanos que la aparente victoria del mal se desvanece ante la tumba vacía y frente a la certeza de la Resurrección y del amor de Dios, que nada lo podrá derrotar u oscurecer o debilitar. Amén».
No es fácil entender la Pasión
No resulta fácil entender lo que vemos y vivimos cada Semana Santa. Porque no es fácil entender por qué, cada año y cuando llegan estos días, paseamos por nuestras calles imágenes de dolor, agonía y muerte, en procesiones de respeto y devoción. Y, lo que es más llamativo, exhibimos las imágenes del fracaso en tronos de exaltación triunfal, con música gregoriana, incienso de dioses y bandas de música, tambores y trompetas. Todo eso, que es la expresión más elocuente del empeño incomprensible por hacer, del fracaso más humillante de la vida, el triunfo soñado de nuestras más sublimes ilusiones.
¿Por qué sucede, en el ámbito de la religión, lo que a nadie se le ocurre imaginar en los demás sectores de la vida?
No sé si este fenómeno - tan claramente contradictorio - se produce, con tanta naturalidad, en la historia y las costumbres de otras religiones. En el cristianismo es un hecho, que tiene una historia de siglos, y unas raíces que se adentran en los orígenes de la Iglesia. Y es que, por más vueltas que le demos al asunto, no es fácil entender la pasión de Jesús.
¿Dónde está la clave del problema? En los escritos más antiguos de la Iglesia, los documentos que llamamos el Nuevo Testamento, hay dos teologías, que no se han integrado debidamente la una en la otra, sino que se pensaron y se escribieron independientemente la una de la otra. Y que, en cuestiones muy decisivas, nos vienen a decir cosas que no son fáciles de armonizar. La primera de estas teologías (la que primero se escribió) fue la de San Pablo (entre los años 45 y 55). La segunda fue la de los evangelios (después del año 70, hasta los años 90).
La diferencia más obvia, que se advierte entre estas dos teologías, es que la de los evangelios es una "teología narrativa", o sea, está construida sobre la base de una serie de relatos mediante los que se nos explica la forma de vida o el proyecto de vida que llevó el protagonista de tales relatos, un modesto galileo del s. I, Jesús de Nazaret.
La teología de San Pablo es una "teología especulativa", es decir, está construida sobre la base de una serie de reflexiones religiosas, que no se refieren ya directamente al humilde galileo, que fue Jesús, sino al Hijo de Dios, Mesías y Señor nuestro (Rom 1, 4), que es Cristo, el Resucitado que está junto al Padre del Cielo.
Esto supuesto - y como es lógico - estas dos teologías nos ofrecen dos explicaciones de la pasión y muerte de Jesús. Según la teología de los evangelios, la decisión de la muerte de Jesús la tomó la autoridad religiosa (el Sanedrín: sumos sacerdotes, senadores y maestros de la Ley). Y esta decisión fue aprobada por la autoridad política, el prefecto del Imperio. El motivo de la condena a muerte fue religioso (a Jesús se le acusó de ser un peligro para el templo, ser y actuar como un blasfemo y un delincuente); y fue político (como el gobernador mandó poner sobre la cruz).
Según la teología de San Pablo, Cristo murió en la cruz, no por decisión humana alguna (un asunto que Pablo nunca menciona), sino porque "los pecados se expían por la sangre", lo que se refiere a Cristo que soporta la ira desatada de Dios sobre todos los pecadores (Rom 3, 19-20. 25). Así, sobre el Crucificado cayó el juicio destructor de Dios, que, con la muerte de Jesús, condenó "el pecado en su carne" (Rom 8, 3). Lo que representa que, para san Pablo, Jesús se hizo "maldición" (Gal 3, 13) y "pecado" (2 Cor 5, 21) por nosotros. En definitiva, la teología de Pablo viene a ser la aceptación del principio sobrecogedor que presenta la carta a los Hebreos: "sin derramamiento de sangre no hay perdón" (Heb 9, 22).
Resumiendo: la pasión de Jesús, según la teología narrativa de los evangelios, se explica porque Jesús, en el que está presente Dios y se nos revela Dios (Jn 1, 18; 14, 9; Mt 11, 27 par), se enfrentó al sufrimiento humano (enfermedad, pobreza, hambre, marginación, desprecio, humillación, odio...). Según la teología especulativa de san Pablo, la pasión de Cristo se explica porque Dios necesitó el "sacrificio" y la "expiación" de los pecados, para así redimir al hombre pecador.
Ahora bien, aceptando que en el Nuevo Testamento se encuentran estas dos explicaciones de la pasión y muerte de Jesús el Señor, el problema concreto que se suele presentar, en la enseñanzas de la Iglesia y en la vida de los creyentes, está en que la explicación de la pasión, que ofrece Pablo, se ha constituido, se presenta y se le pide a la gente que la viva como el dogma de fe de nuestra salvación. Mientras que la explicación de la pasión, que presentan los evangelios, se le explica a la gente como un criterio de espiritualidad para practicar la devoción y la caridad cristiana. Por supuesto, sabemos que Pablo insistió en la caridad y el amor cristiano (1 Cor 13, 1-13; Gal 5, 13-24; Rom 13, 8-10). Como sabemos que los evangelios hablan, una y otra vez, de la fe y de la salvación. Pero téngase en cuenta que, cuando Jesús habla de "salvación", se refiere a la "curación de enfermedades". Es decir, en los evangelios, "salvar" es remediar el "sufrimiento". Por eso, cuando Jesús le decía a alguien: "Tu fe te ha salvado", lo que en realidad le decía es: "Tu seguridad en mí te ha curado" (Mc 5, 34; Mt 9, 22; Lc 8, 48; cf. Mc 10, 52; Mt 8, 10. 13; 9, 30; 15, 28; Lc 7, 9; 17, 19; 18, 42). Y llama la atención que Jesús elogia la fe de un centurión romano (Mt 8, 5-13; Lc 7, 1-10), de una mujer cananea (Mt 15, 21-28; Mc 7, 24-30) o de un leproso samaritano (Lc 17, 11-19), todos ellos, personas que no tendrían la fe en el Dios de Israel. Sin duda alguna, lo central en la teología de Pablo es la victoria sobre el pecado. Pero, si nos atenemos, a la teología de los evangelios, lo central es la victoria sobre el sufrimiento.
Todo esto supuesto, me atrevo a decir que, mientras este asunto no tenga la debida y autorizada explicación (y aplicación a la vida), la Iglesia no podrá cumplir con su tarea y su misión en el mundo. En definitiva, con una teología desajustada y desquiciada, no podemos tener sino una Iglesia igualmente desajustada y desquiciada. En otras palabras, mientras Pablo siga siendo más determinante que Jesús, en la teología y en la gestión de la Iglesia, ni la Iglesia ni los cristianos vamos a ninguna parte.
La Virgen y María la de Cleofás
Para rezar en el silencio del Sábado Santo
Santa María la de Cleofás
Modelo a imitar por tantas mujeres de nuestras comunidades
Porque siempre están prontas para compartir el sufrimiento y dar una palabra de consuelo...
(Emilio Aranguren, obispo de Holguín).- Indudablemente que, en la vida diaria, uno ve cómo Dios llama a hombres y mujeres a tener un papel protagónico en la vida de las familias, de las comunidades y de los pueblos. A su vez, hay otros muchos hombres y mujeres que hacen el camino de la vida siendo "del montón", es decir, viven en lo cotidiano su fidelidad a Dios, a su familia, a la Iglesia y al pueblo.
Esas personas y comunidades son las que, en el Jueves Santo, se inclinan a lavarle los pies a los necesitados -sin manto de dignidad y con toalla de sirvientes-. Esas personas "de a pie", sin protagonismo, del montón, son la mayoría de la Iglesia y, en un altísimo por ciento, son mujeres. Por eso la comunidad católica es creíble, porque "los del montón" ofrecen "en la base" un testimonio de lo que es y de lo que puede el amor que se hace vida a través de sencillos gestos.
El Viernes Santo, en la lectura de la Pasión, sale a relucir el nombre de María la de Cleofás (Jn. 19,25) quien "junto a la cruz acompaña a María, la madre de Jesús, y a María Magdalena".
Esta mujer que estuvo presente en El Calvario, junto al sepulcro vacío en la mañana de Resurrección y en el Cenáculo en Pentecostés acompañando a María, la madre de Jesús, como miembro de la comunidad, fue capaz de sobrellevar a su marido Cleofás, el único que San Lucas identifica por su nombre de los dos peregrinos de Emaús que, de acuerdo a las características de la narración, tendrían que haber sido insoportables, analizándolo todo desde lo terrenal, a partir del juicio humano, y también un poco distante de la figura de la mujer, cuando dice: "Aunque algunas de nuestras mujeres nos han sorprendido, porque fueron temprano al sepulcro y no encontraron el cuerpo" (Lc. 24,22).
Esta mujer que estuvo presente en El Calvario, junto al sepulcro vacío en la mañana de Resurrección y en el Cenáculo en Pentecostés acompañando a María, la madre de Jesús, como miembro de la comunidad, fue capaz de sobrellevar a su marido Cleofás, el único que San Lucas identifica por su nombre de los dos peregrinos de Emaús que, de acuerdo a las características de la narración, tendrían que haber sido insoportables, analizándolo todo desde lo terrenal, a partir del juicio humano, y también un poco distante de la figura de la mujer, cuando dice: "Aunque algunas de nuestras mujeres nos han sorprendido, porque fueron temprano al sepulcro y no encontraron el cuerpo" (Lc. 24,22).
María la de Cleofás, en aquel momento fue del montón, pero al cabo de dos milenios, hay que reconocer que por su fidelidad y permanencia durante el histórico Triduo Pascual,también fue protagonista del cambio producido por Aquel que acostumbraba decir: "Han oído que se dijo:... pero yo les digo:..." (M.5, 27). Por eso, es justo y es bueno que, al igual que a la Virgen la tratamos con el título de "Santísima Virgen María", y de San José y de San Juan Bautista e, incluso, de Santa María Magdalena, ¿por qué no hacerlo con María la de Cleofás diciéndole: Santa María la de Cleofás?
Es más, ella puede ser el modelo a imitar por tantas mujeres de nuestras comunidades que son amas de casa y lo dejan todo preparado para ir a ocupar su tarea en la comunidad; que muchas veces aguantan al marido palabras, gestos, juicios muy lejanos de la fe que ellas profesan, enseñan y testifican; mujeres que, a pesar de lo que muchos digan, son incluyentes y saben acoger a las caras nuevas que se integran a la comunidad e incluso, son capaces de llamarlas "hermanas" sin riesgo a que nadie emita ningún juicio, porque todo el pueblo conoce bien cuál ha sido la trayectoria de cada una de ellas.
En este Santo Triduo Pascual, al fijarnos en las múltiples acciones que se realizan en nuestras comunidades, destaquemos la presencia de tantas seguidoras de "Santa María la de Cleofás". Y lo podemos hacer a modo de letanía. Miremos el ejemplo de ellas y recemos dando gracias:
Porque cuando salimos para la Misa Crismal, ellas corrieron para entregar las crismeras limpias y despedirse, porque era preferible que participase por vez primera la que se está preparando, aunque ellas se quedasen organizando los ramos...
Porque cuando nosotros dormíamos, ellas plancharon el mantel del altar...
Porque cuando nos sentamos a balancearnos a descansar el almuerzo, ellas aprovecharon para barrer el templo...
Porque mientras estábamos sentados en la TV y discutiendo sobre lo que decían quienes hablaban, ellas estaban en el templo encendiendo las velas y organizando el Vía Crucis...
Porque cuando, al terminar la celebración, todos nos fuimos a la casa, ellas se quedaron recogiendo y poniendo las cosas en su lugar, apagaron las velas para evitar un por si acaso, desconectaron los equipos eléctricos, cerraron las ventanas y aseguraron las puertas pasándole la doble llave...
Porque cuando los lectores estaban ensayando, ellas enseñaron a los niños de la escuela que entraron en el templo, a hacer la señal de la cruz y la genuflexión ante el Santísimo...
Porque cuando entró el borrachito en el templo y dos hombres fueron a evitar que caminara hacia el altar y no les hizo caso, ellas se le acercaron, lo trataron por su apodo y le dieron la vuelta para que regresara para el fondo, porque los del montón tratan con cariño mientras que los sabios lo hacen por la fuerza...
Porque cuando todos se sientan quejosos porque están cansados, ellas son las que cuelan el café, lavan los vasos, sacan el hielo y lo sirven sonriendo mientras dicen: "No se levanten, yo se los hago".
Porque el lavatorio de los pies se hace en el templo una vez en el año, y ellas lo hacen en el barrio o en el pueblo en el resto de los días...
Por todo esto, en el silencio del Sábado Santo, después de haber entrado en Jerusalén y celebrado el Domingo de Ramos... después de haber compartido la Última Cena y rezado ante el hermoso Altar de la Reserva... después del Vía Crucis, de las Siete Palabras, de la procesión y de la Adoración de la Santa Cruz... busco a las seguidoras de "Santa María la de Cleofás" y no las encuentro. Pregunto: "¿dónde están?". Y pienso: "después de lavar la ropa de la casa y tenderla aprovechando que es sábado, fueron a rezar a la funeraria y acompañar a una vecina a quien se le murió un hijo en un accidente". Por eso hay que añadir:
Porque siempre están prontas para compartir el sufrimiento y dar una palabra de consuelo...
Porque continúan estando dispuestas a sonreírle a "los Pedros", acoger "a las Magdalenas", acompañar a los jóvenes "Juanes", no hacerle casos ni a "los Pilatos, ni a los Anás ni a los Caifás" porque ellas "no están en eso", sino que están "en los de ellas".
¡Gracias, Santa María la de Cleofás, porque laicas como tú son también las que necesitamos, capaces de hacer crecer en sus familias y comunidades, a los otros laicos capaces de también aportar su granito de sal, la luz de su vela y la pizca de levadura para que nuestro mundo se transforme desde adentro y cambie!.
Un día, a esos laicos se les llamará "protagonistas", mientras que ustedes seguirán siendo "del montón". No importa: ¡Cristo resucitó para todos y nos brinda su paz!
Amén.