Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna
- 16 Abril 2016
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Evangelio según San Juan 6,60-69.
Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?". Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: "¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida.
Pero hay entre ustedes algunos que no creen". En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y agregó: "Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede". Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: "¿También ustedes quieren irse?". Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios".
Santa Bernardita
Santa Bernardita Soubirous (1879). Nació en Lourdes (Francia) en 1844. Hija de padres pobres. En el bautismo le pusieron por nombre María Bernarda, pero todos la llamaban Bernardita. La niña tuvo siempre muy débil salud a causa de la falta de alimentación suficiente, y del estado lamentablemente pobre de la habitación donde moraba. En los primeros años sufrió la enfermedad de cólera que la dejó sumamente debilitada. A causa también del clima terriblemente frío en invierno, en aquella región, Bernardita adquirió desde los diez años la enfermedad del asma, que al comprimir los bronquios produce continuos ahogos y falta de respiración. Esta enfermedad la acompañará y la atormentará toda su vida. Al final de su existencia sufrirá también de tuberculosis. Bernardita a los 14 años no sabía leer ni escribir ni había hecho la Primera Comunión porque no había logrado aprender el catecismo. Pero tenía unas grandes cualidades: rezaba mucho a la Virgen y jamás decía una mentira. Desde el 11 de febrero de 1859 hasta el 16 de julio del mismo año, la Sma. Virgen se le aparece 18 veces a Bernardita. Las apariciones las podemos leer en detalle en el día 11 de febrero. La vida de la jovencita, después de las apariciones estuvo llena de enfermedades, penalidades y humillaciones, pero con todo esto fue adquiriendo un grado de santidad tan grande que se ganó enorme premio para el cielo. Bernardita pidió ser admitida en la Comunidad de Hijas de la Caridad de Nevers. Demoraron en admitirla porque su salud era muy débil. Pero al fin la admitieron. A los 4 meses de estar en la comunidad estuvo a punto de morir por un ataque de asma, y recibieron sus votos religiosos, pero enseguida curó. Bernardita tuvo por superiora durante los primeros años de religiosa a una mujer que le tenía una antipatía total y casi todo lo que ella hacía lo juzgaba negativamente. Y ella jamás se quejaba ni se disgustaba por todo esto. Duró quince años de religiosa. Los primeros 6 años estuvo trabajando, pero fue tratada con mucha indiferencia por las superioras. Después los otros 9 años padeció noche y día de dos terribles enfermedades: el asma y la tuberculosis. Al llegar a la Comunidad reunieron a las religiosas y le pidieron que les contara cómo habían sido las apariciones de la Virgen. Luego le prohibieron volver a hablar de esto, y en los 15 años de religiosa ya no se le permitió tratar este tema. Son sacrificios que a los santos les preparan altísimo puesto en el cielo. El 16 de abril de 1879, exclamó emocionada: "Yo vi la Virgen. Sí, la vi, la vi ¡Qué hermosa era! " Y después de unos momentos de silencio exclamó emocionada: "Ruega Señora por esta pobre pecadora", y apretando el crucifijo sobre su corazón se quedó muerta. Tenía apenas 35 años.A los funerales de Bernardita asistió una muchedumbre inmensa. Y ella empezó a conseguir milagros de Dios en favor de los que le pedían su ayuda. El 8 de diciembre de 1933, el Santo Padre Pío XI la declaró santa.
Oremos
Concédenos, Señor, un conocimiento profundo y un amor intenso a tu santo nombre, semejantes a los que diste a Santa Bernardita, para que así, sirviéndote con sinceridad y lealtad, a ejemplo suyo también nosotros te agrademos con nuestra fe y con nuestras obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Calendario de Fiestas Marianas: Nuestra Señora de las Victorias en la Iglesia de San Marcos, Venecia.
San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia Sermón diversos nº 5, sobre Ha; PL 183, 556 (trad. conf. Breviario)
«¿También vosotros queréis marcharos?»
Leemos en el Evangelio que cuando el Señor se puso a predicar e instruir a sus discípulos sobre el misterio de su cuerpo dado a nosotros como alimento, y la necesidad de participar en sus sufrimientos, algunos dijeron: «Este modo de hablar es duro» y muchos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Mas, cuando Jesús preguntó a sus discípulos si también ellos querían marcharse, contestaron. «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tu tienes palabras de vida eterna». Igualmente os digo, hermanos, que, hoy en día, también para algunos las palabras de Jesús son «espíritu y vida» y caminan en pos de él. Pero a otros les parecen duras, de tal manera que buscan en otra parte una miserable consolación. En efecto «la Sabiduría alza su voz por las plazas» (Pr 1,20), y con más precisión aún «espacioso es el camino que lleva a la perdición» (Mt 7,13) para llamar a aquellos que se han comprometido con él. «Durante cuarenta años –dice un salmo-estando cerca de ellos, aquella generación me asqueó y dije: es un pueblo de corazón extraviado» (94,10). «Dios ha hablado una vez»(Sl 61,12): una vez, sí, porque su Palabra es única, ininterrumpida y perpetua. Ella invita a los pecadores a que entren en su propio corazón, puesto que es allí que él habita, allí que les habla... «Si hoy escucháis su voz, no endurezcáis vuestro corazón» (Sl 94,8). Y en el Evangelio se nos dicen casi las mismas palabras...: «Mis ovejas escuchan mi voz» (Jn 10,17)... «Vosotros sois su pueblo, el rebaño que él guía, si hoy escucháis su voz» (Sl 94,8).
¿También ustedes quieren marcharse?
Juan 6, 60-69. Pascua. La felicidad que Cristo nos ofrece es tan luminosa y clara que mucha gente no la ve.
Oración introductoria
Dios mío, no quiero ser de los que traicionan, porque ¿a quién iría? Sólo Tú me puedes dar la luz y fuerza que necesito para dejar mi autosuficiencia y mi egoísmo. Creo, espero y te amo, permite que pueda tener un encuentro contigo en esta oración.
Petición
Dios mío, no permitas que las preocupaciones del mundo me distraigan en mi oración.
Meditación del Papa Francisco
A veces, se escucha sobre la santa misa esta objeción: “¿Para qué sirve la misa? Yo voy a la iglesia cuando me apetece, y rezo mejor en soledad”. Pero la eucaristía no es una oración privada o una bonita experiencia espiritual, no es una simple conmemoración de lo que Jesús hizo en la Última Cena. Nosotros decimos, para entender bien, que la eucaristía es “memorial”, o sea, un gesto que actualiza y hace presente el evento de la muerte y resurrección de Jesús: el pan es realmente su Cuerpo donado por nosotros, el vino es realmente su Sangre derramada por nosotros.
La eucaristía es Jesús mismo que se dona por entero a nosotros. Nutrirnos de Él y vivir en Él mediante la Comunión eucarística, si lo hacemos con fe, transforma nuestra vida, la transforma en un don a Dios y a los hermanos. (Ángelus de S.S. Francisco, 16 de agosto de 2015).
Reflexión
Hay que desconfiar de los que venden la felicidad a bajo precio, como sospechamos cuando en el mercado nos brindan la fruta o el pescado casi regalados, seguros de que están podridos o rancios. Ninguna felicidad verdadera es barata. La felicidad que Cristo nos ofrece es tan luminosa y clara que mucha gente no la ve. Muchos la confunden con estrellas del antojo e ilusiones superficiales y endebles. Pero, claro, cuando a veces esta felicidad verdadera se oculta, se acobardan, se alejan, se amedrentan y como muchos de los discípulos no admiten y ven como inadmisibles las palabras de Jesús. ¿Por qué? Porque eran unos discípulos que buscaban la felicidad barata de los milagros, de los panes y peces gratis, que buscaban y estaban con Jesús mientras no se presentaba ninguna cuesta arriba. Todas las aventuras con Cristo son calvarios, cuestan. Pero el que se embarque con Él será verdaderamente feliz aunque no vivirá despreocupado y comodón. Habrá cosas que ignorará y no comprenderá, pero quien persevera hasta el final se salvará. Será verdadera y eternamente feliz.
Propósito
Delicadeza y alegría para darle todo a Dios, y dárselo en el amor.
Diálogo con Cristo
Jesús mío, quiero seguirte día a día y servirte en los demás. No quiero marcharme ni quedarme atrás, quiero caminar al paso que necesita la Iglesia. Cumplir con mis deberes de estado y con mi apostolado de extender tu Reino por medio de la caridad. Por eso te doy gracias por este momento de oración que puede transformar mis deseos en una hermosa realidad.
El amor de María, intuye y se adelanta
Sólo un corazón que ama sabe ser sencillo al pedir y todo lo consigue... como María.
LAS BODAS DE CANÁ
María recibió una invitación para acudir a unas bodas que se celebraban en Caná de Galilea. Unas bodas, en Palestina y entre los judíos, era un acontecimiento importante y revestía un carácter religioso, pues era el medio de perpetuar la raza hasta la plenitud de los tiempos, es decir, hasta los días del Mesías. Los contrayentes eran amigos, parientes quizá, y María aceptó la invitación y acudió a Caná. Fue también invitado Jesús con sus discípulos, y de nuevo se encontraron reunidos, siquiera fuese transitoriamente y por breve tiempo, Madre e Hijo. Y, ¿qué pasó? Vayamos también nosotros a Caná, pues hemos sido invitados con María y Jesús.
Petición: Señor, dame ojos y corazón para intuir las necesidades de mi prójimo y en la medida de mis posibilidades, ayúdame a solucionarlas, a ejemplo de María, que con su poderosa intercesión logró alegrar ese momento hermoso con el vino nuevo de su Hijo.
Fruto: Tener los ojos abiertos a las necesidades de mi prójimo. Tener el corazón listo para conmoverme y las manos listas para ayudar. Veamos los detalles de caridad de María en Caná.
María estaba invitada: quien vive en la caridad y con caridad siempre es querido en todas partes y, por lo mismo, fácilmente es invitado a estos eventos alegres, humanos y sociales. Y allá fue, porque el amor trata de difundirse por todas partes. ¿Cómo no compartir la alegría de los demás y felicitarles por esta boda? Ella, la madre de Jesús, no podía despreciar estas alegrías humanas, como tampoco lo hará después Jesús, su Hijo.
En muchos otros lugares de los Evangelios vemos a Jesús compartiendo banquetes, tanto que los fariseos se escandalizan de eso e incluso algunos le llaman “comilón y bebedor”. ¡Habráse visto! El corazón mezquino que no rebosa amor se escandaliza de que el otro ame y derrame su amor. Sí, María fue invitada. Pero, ¿en verdad fue a comer y aprovecharse del banquete? El que fuera la primera que captara la insuficiente cantidad de vino sugiere que "estaba en todo", y esto supone atención, actitud observadora, pensar en lo que ocurre y no en sí misma. ¡Otra vez, la caridad, amor al prójimo! Sí, lo opuesto al egoísmo y a buscar la propia satisfacción. Quien se deja llevar por el impulso natural en sus relaciones sociales corre el peligro de ser imprudente y pecar por exceso o por defecto; está abocado a vivir para sí y no para los demás; a dejarse llevar por el egoísmo en lugar de ejercer la caridad y el amor al prójimo. No hubiera sido igual en esa boda sin la presencia de María. El amor todo lo transforma, incluso las situaciones adversas. La caridad no deja indiferente el ambiente en que está. Al contrario caldea el ambiente en que vive y alegra la vida de quienes están a su alrededor. Quien tiene amor aumenta el grado de felicidad de los demás en la tierra. Basta una sonrisa, una palabra de aliento, un gesto de servicio. ¿Qué hizo María? ¿Qué hubiera hecho yo en su lugar: reclamar, protestar contra los novios y los servidores?
Se acabó el vino y María dijo a Jesús:“no tienen vino”. Aquí está el amor de María, amasado de sencillez y de fe. Sea por la afluencia de invitados, sea por error de cálculo, llegó un momento en que el vino comenzó a escasear de tal manera que era fácil prever su insuficiencia para el tiempo que todavía había de durar la fiesta. Esto era grave, porque el apuro iba a ser tal, cuando se descubriera, que bastaba para amargar a los novios el recuerdo de su boda, que se iba a convertir en regocijado comentario del pueblo durante mucho tiempo. Y aquí interviene María con su caridad intuitiva, ingeniosa y efectiva. Esto quiere decir que andaba discretamente pendiente del servicio, ayudando quizá, sin inmiscuirse en lo que era tarea propia de maestresala. En cuanto vio esto, pensó en el modo de remediarlo. Pensó en la violencia de la situación de los novios. Su bondad le llevó a compadecerse de ellos y a buscar un remedio. Ella sabía que no podía realizar un milagro, pero sabía que su Hijo sí podía. El amor intuye y se adelanta y se cree con confianza para pedir a Dios la solución. ¡Es la madre! Y comunica su preocupación a su Hijo.
María se dirige a Jesús como a su Hijo, pero Jesús le contesta como Mesías: no ha venido a remediar problemas materiales, pues es muy otra la misión que ha recibido del Padre. Aclarado esto, no tiene inconveniente en adelantar su hora: la de hacer un milagro que ponga de manifiesto su poder y dé testimonio de su divinidad. El amor todo lo puede. El amor abre el corazón de Dios. El amor humilde y confiado de María realizó lo que nadie podría hacer en ese momento: convertir el agua en vino. “No tienen vida”, ¡qué oración tan sencilla de María! Ella expone la necesidad con la simplicidad de un niño. Los niños más que pedir, exponen, y no es necesario más porque la compenetración es tan grande que los papás saben perfectamente todo lo que la frase del niño encierra, y es para ellos más clara que un largo discurso. María, siendo la más perfecta de las criaturas, o mejor todavía, la criatura perfecta, su oración, sin duda, es la más perfecta de las oraciones, la mejor hecha, la que reúne todas las cualidades en su máxima profundidad. Es el amor quien hace nuestra oración sencilla, sin rebuscamientos ni artificios. ¿Si nosotros no conseguimos de Dios lo que le pedimos no será porque nos falta sencillez en nuestra oración? Y si nos falta sencillez, ¿no será porque estamos faltos de amor en el corazón? Sólo un corazón que ama sabe ser sencillo al pedir y todo lo consigue. Como María. ¡Qué complicados somos los hombres a veces en nuestras relaciones con Dios y con los demás! Aprendamos de María.
"Haced lo que Él os diga". Es el amor de María lleno de confianza y humildad. La mirada suplicante, confiada, sonriente y amorosa de la Virgen no podía ser indiferente a Jesús en ningún caso. María obró con la seguridad de quien sabe lo que hace, pues el amor da seguridad y abre las puertas del corazón de Dios. Se acercó a los sirvientes y les dio unas instrucciones muy sencillas: "Haced lo que Él os diga". Tras esto, la Virgen vuelve a confundirse entre los convidados.
Sólo el que ama a Dios, ama a los demás y se consume viendo cómo, por no poseerlo, no son felices. Esta vibración interior es lo que lleva a acercarles a Dios, pero sin artificios ni convencionalismo, sin acosos ni insistencias, con la tenacidad propia del amor, pero con su suavidad, haciendo que acaben queriendo, abriéndoles horizontes que tienen cerrados."Haced lo que Él os diga": es el imperativo que lanza quien ama, porque conoce a quien es el Amor supremo. El amor aquí se hace humilde: Él es quien cuenta, no yo. Sólo Él es el Salvador y Mesías. Pero su humildad sabe dar el tono y matiz preciso a su imperativo. La oración que nace de la humildad siempre será escuchada y casi "obliga" a Dios a escuchar y hacer caso. Lo que da intensidad a una oración, lo que hace poner en ella toda el alma es la necesidad, y nadie como el humilde puede percibir hasta qué punto está necesitado de que Dios se compadezca de su impotencia, hasta qué punto depende de Él, hasta qué extremo límite es cierto que el hombre puede plantar y regar, pero que es Dios quien da el incremento (cf 1 Cor 3, 6-7), es Dios quien puede convertir esa agua en vino.
Quien no ama no es humilde. Quien no es humilde trata a Dios con prepotencia y egoísmo, y lo usa para que resuelva los problemas que nosotros mismos nos hemos planteado o sacarnos de los atolladeros en que tercamente nos hemos metido.
Pero María es humilde. Expone el problema y la necesidad y deja todo en las manos de su Hijo.
Deja a Cristo el campo totalmente libre para que haga sin compromisos ni violencias su voluntad, pero es porque Ella estaba segura de que su voluntad era lo más perfecto que podía hacerse y de verdad resolvería el asunto. María confía en la sabiduría de su Hijo, en su superior conocimiento, en su visión más amplia y profunda de las cosas que abarca aspectos y circunstancias que Ella podía, quizá, desconocer. La fe y la humildad deja a Dios comprometido con más fuerza que los argumentos más sagaces y contundentes. "Haced lo que Él os diga": ¡Qué conciencia tiene María de que su Hijo es el Señor y es quien debe mandar y ordenar, y no ella! Nos pide que siempre escuchemos a su Hijo y después que hagamos lo que Él nos diga. El amor escucha y hace lo que dice y pide el Amor con mayúscula. Hacer lo que Cristo nos dice es obedecer. Por tanto el amor termina siempre en obediencia. Lo que María nos dice aquí es que obedezcamos, que pongamos toda nuestra personal iniciativa, no en hacer lo que se nos ocurra, sino al servicio de lo que Él nos indique. Como Ella, que fue siempre obediente.
Quien no ama, protesta y no obedece con alegría. Por tanto, este amor de María en Caná desemboca en obediencia a Cristo. No es un amor que se queda sólo a nivel de sentimientos y emociones, o de soluciones más o menos hermosas. El amor tiene que ser acrisolado por la obediencia. Con la obediencia hemos encontrado lo único necesario y todo lo demás viene resuelto como consecuencia. Y la obediencia consiste en cumplir la voluntad de Dios en nuestra vida. Y fue esta obediencia de María y de los servidores quien hizo que Cristo obrase el milagro. Y no fue fácil lo que Cristo les mandó: "Llenen de agua esas tinajas" ¿No será esto absurdo? Los servidores no protestan ni reclaman ni cuestionan. Obedecen, simplemente.
Y obedecieron inmediatamente. Y obedecieron hasta el final, llenando las tinajas hasta arriba. No puede obedecerse a medias.
Psicología y Espiritualidad. Intervenciones por parte de la superiora de comunidad
Enseñar, santificar y gobernar es lo que tiene que hacer quien está investido de autoridad en la vida consagrada
¿Qué papel representas?
Autoridad y obediencia. Son dos palabras que en ciertos ambientes no se pueden pronunciar sin que haya incierto resquemor, sin que se incurra en una cierta política incorrecta. 1 El culto que nuestra sociedad rinde a la libertad individual hace parecer la autoridad y la obediencia como enemigos declarados de la realización personal. Este fenómeno que inicia propiamente con la revolución cultural de 19682 es fruto del relativismo que vive el mundo y ha dado origen a un individualismo exagerado.
Esto que contemplamos en la sociedad ha tenido también su influjo en la vida consagrada, que no siendo del mundo se encuentra en el mundo. Este es uno de los aspectos más importantes de la vida consagrada en la época del postconcilio. Los padres conciliares, guiados sin duda alguna por la inspiración del Espíritu Santo, habían lanzado a la Iglesia a la tarea de la renovación, es decir del adecuar toda la riqueza contenida en el evangelio, los mandamientos, los dogmas, el magisterio, en pocas palabras, la gran noticia de la salvación, adecuarla a la cultura del hombre. Para ello, era necesario no cambiar nada del mensaje de la salvación, sino hacerlo accesible a la cultura del hombre actual. Un hombre que sin duda alguna había cambiado en su aspecto externo, pero que seguía siendo el mismo de siempre en su esencia.
Esta adecuación requería por parte de la Iglesia un doble trabajo: conocer el hombre al que debería hacer llegar el mensaje de la salvación y conocer las realidades del mensaje de la salvación. Un trabajo por tanto que requería el conocimiento profundo del mensaje de la salvación, los medios más adecuados para hacer llegar dicho mensaje al hombre y, lógicamente, conocimiento del hombre al que debería hacerle llegar dicho mensaje.
El trabajo de adaptación del mensaje de la salvación puede partir de diversos puntos de vista, bien sea del mensaje mismo de la salvación o del conocimiento del hombre al que se le quieren hacer llegar dicho mensaje. Es importante sin embargo señalar que en este proceso de adaptación se debe necesariamente distinguir entre los elementos esenciales, que forman el contenido del mensaje de salvación, inmutables, y los elementos accesorios, cambiantes, que harán de vehículo para expresar mejor los elementos esenciales. Las personas que llevan a cabo este proceso de adaptación deben saber distinguir en todo momento lo esencial de lo accidental, para saber adaptar lo esencial a lo accidental y no sufrir el efecto contrario de querer adaptar lo accidental a lo esencial. Podemos por tanto establecer que para la vida consagrada, como para cualquiera de los elementos que conforman el mensaje de salvación, será necesario que se conozcan muy bien los elementos esenciales de la vida consagrada y que se expresen coherentemente de acuerdo con las manifestaciones culturales más actuales, sin dejar que dichas manifestaciones culturales opaquen o diluyan los elementos de la vida consagrada. 3
Esta simbiosis entre fe y cultura, entre los elementos esenciales, fe, y los elementos cambiantes, cultura, ya la había descrito el Decreto Perfectae caritatis, en dos de las líneas trazadas para la adecuada renovación de la vida consagrada. “Redunda en bien mismo de la Iglesia el que todos los Institutos tengan su carácter y fin propios. Por tanto, han de conocerse y conservarse con fidelidad el espíritu y los propósitos de los Fundadores, lo mismo que las sanas tradiciones, pues, todo ello constituye el patrimonio de cada uno de los Institutos. (…) Promuevan los Institutos entre sus miembros un conocimiento adecuado de las condiciones de los hombres y de los tiempos y de las necesidades de la Iglesia, de suerte que, juzgando prudentemente a la luz de la fe las circunstancias del mundo de hoy y abrasados de celo apostólico, puedan prestar a los hombres una ayuda más eficaz.” 4 De esta manera, conociendo el espíritu y las finalidades propias de cada Instituto, se conocerán los elementos esenciales de cada congregación que deberán adaptarse a las condiciones de los hombres y de los tiempos, es decir, a la cultura de cada tiempo y lugar.
Para poder ejercitar la autoridad como un servicio y saberla expresar adecuándola a las circunstancias culturales de tiempos y lugares, ese necesario por tanto conocer con exactitud cuál es la tarea que le corresponde realizar, cuáles son sus límites y sus posibilidades, cuál es su esencia. Pero no basta un conocimiento académico, frío. Es necesario enamorarse, apasionarse del concepto en tal forma que pueda ser vivido con coherencia, con frescura. De esa manera la persona consagrada que ejerce este papel estará en grado de buscar las mejores connotaciones culturales que expresen con exactitud el elemento esencial de la autoridad.
En nuestra época se habla mucho de las características que debe tener el servicio de la autoridad en la vida consagrada. Hay quien la ve desde el punto de vista psicológico, enfatizando el papel que juega la superiora de comunidad en la armonización de los distintos caracteres y personalidades que se conjugan en la vida fraterna. Hay quien fija su atención en los aspectos sociológicos, promoviendo la figura de la superiora como una leader5 que promueve la distensión en toda la comunidad, focalizándose en el desarrollo de diversas cualidades de líder. No falta quien de alguna manera no ha evolucionado en el concepto de autoridad, reduciendo su papel a un autoritarismo o a una mera gestión administrativa, como el manager de un gran hotel que se encarga de vigilar las entradas y las salidas de los inquilinos. Muchas de estas concepciones de la autoridad se refieren casi exclusivamente a aspectos culturales, que si bien es necesario tomar en cuenta en el ejercicio de las funciones de una superiora, no deben ser el elemento esencial. Son elementos culturales, circunstanciales que deben tomarse en cuenta para mejor expresar la esencia de la autoridad, pero no puede girar toda la autoridad en función de esos conceptos, pues no representan la esencia de la autoridad. En lugar de adaptar toda la riqueza de la autoridad a esos conceptos culturales, tal parece que muchos han optado por adaptar dichos elementos culturales de la psicología, de la sociología y de la administración de empresas a la esencia de al autoridad. Pero al vaciarla de su esencia, la autoridad deja de ser lo que debería de ser para convertirse en un mero sucedáneo de la psicología, la sociología o las ciencias de la administración empresarial.
Conviene por tanto que la superiora de comunidad conozca con certeza cuál es la esencia de la autoridad, para que después adapte dicha esencia a las circunstancias particulares de una cultura actual, utilizando como medios la psicología, la sociología o los aportes de cualquier otra ciencia. Cuando se confunden la esencia, los medios y los elementos culturales en los que se debe de encarnar la autoridad, se corre el riesgo de que el cazador venga cazado por la presa, es decir, que la realidad que quería ser inculturada, sea la que inculture a la esencia. “En ambientes marcados fuertemente por el individualismo, no resulta fácil reconocer y acoger la función que la autoridad desempeña para provecho de todos. Pero se debe reafirmar la importancia de este cargo, que se revela necesario precisamente para consolidar la comunión fraterna y para que no sea vana la obediencia profesada. Si bien es cierto que la autoridad debe ser ante todo fraterna y espiritual, y que quien la detenta debe consecuentemente saber involucrar mediante el diálogo a los hermanos y hermanas en el proceso de decisión, conviene recordar, sin embargo, que la última palabra corresponde a la autoridad, a la cual compete también hacer respetar las decisiones tomadas.” 6
Para no caer en el subjetivismo.
Es necesario conocer el concepto de autoridad, para luego verdaderamente enamorarse de este servicio, no del concepto, sino de la posibilidad real que el servicio de la autoridad puede donar a la Iglesia, a la congregación, al Instituto religioso a la persona que ejerce dicho servicio y a quienes se benefician del mismo.
Conocer un concepto para luego hacerlo vida requiere que se vaya al centro de dicho concepto, es decir, a su esencia. Y aquí, puede asaltarnos una vez más el fantasma del relativismo pretendiendo integrar en la definición de la autoridad todos los puntos de vista que existen en la cultura actual. Así, quien ejerce la autoridad debería ser en primer lugar un leader, o un psicólogo experto en las relaciones interpersonales y las dinámicas de grupo. Se confunde en este caso la esencia con los aspectos accidentales, los aspectos culturales. Es cierto que la autoridad puede ser considerada desde diversos puntos de vista, tomando en cuenta el punto de partida del análisis de la autoridad. Se debe por tanto respetar las categorías en las que se está trabajando y no mezclarlas. De esta forma, quien se pregunte y cuestione por el concepto de autoridad en una oficina de correos, podrá utilizar conceptos afines a dicha categoría, pero resultará un poco iluso el que trate de aplicar los conceptos de la vida consagrada a la autoridad en la oficina de correos. Sin duda alguna que podrá ayudarse de algunos elementos de la vida consagrada que podría aplicar, con las debidas adaptaciones a la autoridad que se debe ejercer en dicha oficina. Pero no puede pretender que la oficina de correos se convierta en una comunidad monástica de clausura. Además de ser ridículo, es irreal. Se deberá estudiar cuál es la categoría real a la que corresponde la autoridad de una oficina de correo y en base a ese concepto esencial de autoridad se buscarán aquellas variables que mejor ayuden a vivir e interpretar dicha realidad, enriqueciéndola, por qué no, de los valores de la vida consagrada, pero haciendo de ésta el centro para definir y hacer vivir la autoridad en dicha oficina.
Si queremos por tanto saber cuál es el concepto de autoridad en la vida consagrada tenemos que analizar cuál es el concepto de autoridad para dicha realidad, para ese estilo de vida. Ya después, analizando las circunstancias de tiempos y lugares, se buscarán las variables culturales que mejor expresen y que más ayuden a expresar el concepto de autoridad según la vida consagrada.
Para ello la vida consagrada cuenta con una grande ayuda en el magisterio de la Iglesia. “ "El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escritura, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo" (DV 10), es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el obispo de Roma. "El Magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído" (DV 10).” 7 Conociendo lo que ha dicho el magisterio de la Iglesia con respecto a la autoridad en la vida consagrada, podemos estar seguros que estamos buscando en la categoría adecuada.
El estudio de los documentos del magisterio de la Iglesia, especialmente los generados en el período postconciliar, puede darnos muchas luces sobre la esencia de la autoridad. Pero más que sumergirnos en una serie de citaciones históricas8 , convendrá hacer un análisis inteligente de los mismos. Es necesario establecer antes que nada la necesidad de este elemento, esencial en la vida consagrada, para después focalizar nuestra atención en las funciones de la superiora, lo que debe hacer, y después analizar el cómo lo debe hacer. De lo contrario, la cantidad de citaciones, sólo enlistadas en orden cronólogo pueden traer más oscuridad que luz.
El documento Elementos esenciales sobre la vida religiosa es el resultado de un largo y fatigoso camino que siguió la vida consagrada en una época caracterizada por la contestación a la autoridad, la abolición de todo aquello que tuviera que ver con la imposición de normas, reglamentos y leyes que impidieran, supuestamente, la realización personal. Al cabo de unos años de experimentación, el documento recoge dichas experiencias para fijar, de una vez por todas, los elementos esenciales de la vida consagrada. “Su intento es presentar una síntesis clara de la doctrina de la Iglesia acerca de la vida religiosa, en un momento especialmente significativo y oportuno.” 9 De esta forma el magisterio de la Iglesia establece ciertos elementos esenciales , entre los que se encuentra un tipo de gobierno, basado en la fe.
Se habla por tanto de la necesidad de contar con la autoridad como respuesta a un estilo de vida en el que se responde a la llamada de Cristo para seguirlo en un estilo de vida inaugurado por él. La autoridad por tanto no es simple imposición, sino que se presenta como un medio para responder a la donación total que la persona consagrada hace de su ser y de su haber a la persona de Cristo. La autoridad por tanto tiene su fundamento en el estilo de vida que Cristo ha querido para sí y para sus discípulos. 11 Nace por tanto la autoridad como una respuesta a un estilo de vida, con una jerarquía de valores clara y definida.
Las funciones de esta autoridad vienen resumidas en el documento Mutuae relationes, que en el número 13 establece la función de enseñar, la función de santificar y la función de gobernar. 12 Enseñar, santificar y gobernar es lo que tiene que hacer quien está investido de autoridad en la vida consagrada. Es este el elemento esencial que deberá buscar los mejores medios culturales para expresarse, los mejore canales para hacer brillar con más fuerza esta riqueza espiritual. Las demás citaciones que encontramos en el magisterio de la iglesia, vienen a explicitar este qué, es decir, estas funciones de la autoridad. Algunas de ellas también toman en consideraciones los elementos de nuestra cultura y tratarán de explicitar el cómo debe ejercerse dicha autoridad. Mención especial merece el número 50 del documento Vida fraterna en comunidad, en donde recalca la importancia de que esta autoridad se ejerza siempre desde el punto de vista espiritual. “Una autoridad espiritual
Si las personas consagradas se han dedicado al servicio total de Dios, la autoridad favorece y sostiene esta consagración. En cierto sentido se la puede considerar como «sierva de los siervos de Dios». La autoridad tiene la misión primordial de construir, junto con sus hermanos y hermanas, «comunidades fraternas en las que se busque a Dios y se le ame sobre todas las cosas». Es necesario, por tanto, que sea, ante todo, una persona espiritual, convencida de la primacía de lo espiritual, tanto en lo que se refiere a la vida personal como en la edificación de la vida fraterna; es decir, que sea consciente de que, cuanto más crece el amor de Dios en los corazones, tanto más se unen esos mismos corazones entre sí. Su misión prioritaria consiste, pues, en la animación espiritual, comunitaria y apostólica de su comunidad.” 13
Nos encontramos por tanto de frente a la categoría explícita de la autoridad en la vida consagrada. Es una autoridad eminentemente espiritual. Su esencia es la ayuda que la persona que detenta la autoridad debe ejercer para el bien de las almas de quienes han elegido responder a Dios con un estilo de vida muy definido y delineado por la Iglesia, que es el estado de la vida consagrada. Su esencia consiste por tanto en una triple función de enseñar, santificar y gobernar, ejercido siempre desde el punto de vista espiritual. Los elementos culturales, circunstanciales y de lugar, deben servir para hacer brillar este tipo de autoridad. Se deben elegir por tanto aquellos elementos culturales que mejor expresen este tipo de autoridad. Dichos elementos culturales podrán servir como vehículos para mejor expresar el don de la autoridad en la vida consagrada.
La intervención de la psicología, como elemento cultural.
A nadie le es oculto el giro que ha dado la teología con respecto a la psicología, especialmente después del Concilio Vaticano II. Pero también a nadie se le oculta las graves deformaciones que se han introducido en la vida consagrada originadas, no tanto por la psicología, sino por quien ha querido sustituir con la psicología lo que debería haberse hecho con la teología, especialmente con la teología espiritual. Trataremos de explicar estos fenómenos.
Después del Concilio vaticano II, quienes hicieron de él una ideología y no se suscribieron a lo que era su verdadero espíritu. Muchas de estas personas de Iglesia cayeron en una idolatría de la antropología, es decir, “L’uomo sembra divenuto l’unico oggetto dei nostri pensieri, dei nostri interessi, della Nostra adorazione. E, nel desiderio di coglierlo in se stesso, nella sua autonoma e singolare natura, si è addirittura proposto da qualcuno che anche il credente debba guardare l’uomo <>, come se Dio non ci fosse, prescindendo cioè dal suo Creatore e valutando soltanto l’umanità come tale, presa a sé e separata da qualunque dipendenza e da qualunque superiore significazione.” 14 Lo que tendría que ser un diálogo entre la verdadera naturaleza del hombre y la cultura en la que se estaba desenvolviendo se convirtió en un monólogo en dónde la voz cantante la llevaba no una sana antropología sino una antropología que no veía en el hombre la imagen de Dios, y que excluía al Creado de toda posible realidad.
De esta manera, al cortar el elemento trascendente del hombre, el elemento fundamental, que es el elemento esencial, al quedar vaciado de su núcleo vital, se buscó en sucedáneos culturales las soluciones a los problemas que emergen de una creatura que es eminentemente espiritual. Cortando el trascendente, o más bien, ignorando el trascendente, el espíritu se trató de curar el alma con la psicología, con la sociología, con aquellos elementos culturales que estuvieran más de moda o que más pudieran paliar las dificultades emergidas por el espíritu. Se temía caer en un espiritualismo vano y efímero y se cayó sin embargo en el otro extremo, en el de utilizar elementos culturales para buscar soluciones a las enfermedades del espíritu.
Olvidando lo que sugería el Concilio Vaticano II a la vida consagrada, “ordenándose ante todo la vida religiosa a que sus miembros sigan a Cristo y se unan a Dios por la profesión de los consejos evangélicos, habrá que tener muy en cuenta que aun las mejores adaptaciones a las necesidades de nuestros tiempos no surtirían efecto alguno si no estuvieren animadas por una renovación espiritual, a la que, incluso al promover las obras externas, se ha de dar siempre el primer lugar,” 15 se descuidó la vida espiritual.
De esta forma muchas superioras descuidaron la animación espiritual que les correspondía y dejaron que cada religiosa siguiera su propio camino. Faltó ese enamoramiento de su función peculiar, la animación espiritual y carismática.
Sin embargo nunca es tarde para empezar. Como creatura espiritual, el sano y santo ejercicio de la autoridad puede aún recuperarse con los beneficios que todos pueden obtener. La superiora debe por tantoenamorarse de su papel de animadora del espíritu y para ello puede valerse del propio carisma, pues en él encontrará los elementos espirituales más importantes con los que poder animar su comunidad: una comprensión específica del evangelio, una experiencia del espíritu que dé sostén a toda su vida y un seguimiento específico de Cristo. Estos serán los elementos esenciales. Sin duda alguna que se deberá valer de aquellos medios culturales que mejor expresen estos elementos espirituales. Es aquí y sólo aquí en dónde entrará en juego una buena psicología, que le permita ayudar más y mejor a las religiosas.
Las intervenciones de la superiora de comunidad tendrán que ver siempre con el ambiente espiritual de la comunidad. Esta es la regla suprema, la regla de oro. Si para ello necesita ayudarse de las ciencias humanas, como la psicología, lo puede hacer, pero sólo como un subsidio, no como la poción mágica que pretende solucionarlo todo.
NOTAS
1 “ “Autoridad”… “obediencia”. Siendo francos, estas palabras no se pronuncian hoy fácilmente. Palabras como éstas representan “una piedra de tropiezo” para muchos de nuestros contemporáneos, especialmente en una sociedad que justamente da mucho valor a la libertad personal. Y, sin embargo, a la luz de nuestra fe en Cristo, “el camino, la verdad y la vida”, alcanzamos a ver el sentido más pleno, el valor e incluso la belleza de tales palabras.” Benedicto XVI, Homilía, 20.4.2008.
2 Benedicto XVI ha descrito en pocas palabras el desarrollo del movimiento de 1968 y sus consecuencias para la Iglesia. “E nel concreto del dopo-Concilio dobbiamo constatare che vi sono due grandi cesure storiche. Nel dopo-Concilio, la cesura del ‘68, l’inizio o l’esplosione - oserei dire - della grande crisi culturale dell’Occidente. Era finita la generazione del dopoguerra, una generazione che dopo tutte le distruzioni e vedendo l’orrore della guerra, del combattersi e constatando il dramma delle queste grandi ideologie che avevano realmente condotto le persone verso il baratro della guerra, avevamo riscoperto le radici cristiane dell’Europa e avevamo cominciato a ricostruire l’Europa con queste ispirazioni grandi. Ma finita questa generazione si vedevano anche tutti i fallimenti, le lacune di questa ricostruzione, la grande miseria nel mondo e così comincia, esplode la crisi della cultura occidentale, direi una rivoluzione culturale che vuole cambiare radicalmente. Dice: non abbiamo creato, in duemila anni di cristianesimo, il mondo migliore. Dobbiamo ricominciare da zero in modo assolutamente nuovo; il marxismo sembra la ricetta scientifica per creare finalmente il nuovo mondo. E in questo – diciamo – grave, grande scontro tra la nuova, sana modernità voluta dal Concilio e la crisi della modernità, diventa tutto difficile come dopo il primo Concilio di Nicea. Una parte era del parere che questa rivoluzione culturale era quanto aveva voluto il Concilio, identificava questa nuova rivoluzione culturale marxista con la volontà del Concilio; diceva: questo è il Concilio. Nella lettera i testi sono ancora un po’ antiquati, ma dietro le parole scritte sta questo spirito, questo è la volontà del Concilio, così dobbiamo fare. E dall’altra parte, naturalmente, la reazione: così distruggete la Chiesa. La reazione – diciamo – assoluta contro il Concilio, la anti-conciliarità e – diciamo – la timida, umile ricerca di realizzare il vero spirito del Concilio. E come dice un proverbio “Se cade un albero fa grande rumore, se cresce una selva non si sente niente perché si sviluppa un processo senza rumore” e quindi durante questi grandi rumori del progressismo sbagliato, dell’anti-conciliarismo cresce molto silenziosamente, con tante sofferenze e anche con tante perdite nella costruzione di un nuovo passaggio culturale, il cammino della Chiesa.” Benedicto XVI, Discurso, 24.6.2007.
3 Esta simbiosis entre fe y cultura la exprime el Cardenal Giacomo Biffi de la siguiente manera. “La fede, restando fede, deve farsi anche “cultura”: lo deve a se stessa, alla radicalità e alla totalità del rinnovamento che essa introduce nell’uomo, nella storia, nell’universo. Essa non sopprime, non mortifica, non trascura nessuno dei “valori” che trova nel suo dispiegarsi; ma tutti li assume, li purifica, li esalta, li trasfigura in una “cultura” nuova e diversa, che sempre si rifonda e si arricchisce, mantenendo la sua tipicità e la sua irriducibilità.” Giacomo Biffi, Memorie e digressioni di un italiano cardinale, Edizioni Cantagalli, Siena 2007, p. 225.
4 Concilio Vaticano II, Decreto Perfectae caritatis, 25.10.1965, n. 2b, d.
5 Gian Franco Poli, Giuseppe Crea, Dall’autorità all’autorevolezza, Per una leadership in tempo di crisi, Editrice Rogate, Roma 2008.
6 Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata, 25.3.1996, n. 43.
7 Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 85 – 86.
8 Quien desee, por estudio propio, hacer un estudio de las citaciones de la autoridad en el magisterio de la Iglesia, le recomiendo el capítulo octavo del libro Gian Franco Poli, Giuseppe Crea, Dall’autorità all’autorevolezza, Per una leadership in tempo di crisi, Editrice Rogate, Roma 2008, pp. 193 – 236.
9 Sagrada congregación para los religiosos e institutos seculares, Elementos esenciales sobre la vida religiosa, 31.5.1983, n. 4.
10 “La Iglesia considera ciertos elementos como esenciales para la vida religiosa: la vocación divina, la consagración mediante la profesión de los consejos evangélicos con votos públicos, una forma estable de vida comunitaria, para los institutos dedicados a obras de apostolado, la participación en la misión de Cristo por medio de un apostolado comunitario, fiel al don fundacional específico y a las sanas tradiciones; la oración personal y comunitaria, el ascetismo, el testimonio público, la relación característica con la Iglesia, la formación permanente, una forma de gobierno a base de una autoridad religiosa basada en la fe.” Ibídem.
11 “El fundamento evangélico de la vida consagrada se debe buscar en la especial relación que Jesús, en su vida terrena, estableció con algunos de sus discípulos, invitándoles no sólo a acoger el Reino de Dios en la propia vida, sino a poner la propia existencia al servicio de esta causa, dejando todo e imitando de cerca su forma de vida. Tal existencia « cristiforme », propuesta a tantos bautizados a lo largo de la historia, es posible sólo desde una especial vocación y gracias a un don peculiar del Espíritu.” Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata, 25.3.1996, n. 14.
12 “a) función de magisterio: los Superiores religiosos tienen la misión y autoridad del maestro de espíritu con relación al contenido evangélico del propio Instituto; dentro de ese ámbito, pues, deben ejercitar un a verdadera dirección espiritual de toda la Congregación y de las comunidades de la misma; lo cual procurarán llevar a la práctica en armonía sincera con el magisterio auténtico de la Jerarquía, conscientes de realizar un mandato de grave responsabilidad dentro del ámbito del área evangélica señalada por el Fundador;
b) función de santificación: es propio de los Superiores la misión y mandato de perfeccionar, con diversas incumbencias, en todo aquello que tiene relación con el incremento de la vida de caridad conforme al modo de ser del Instituto; y esto tanto por lo que se refiere a la formación, fundamental y continua de los cohermanos, como en lo referente a la fidelidad comunitaria y personal, a la práctica de los consejos evangélicos según las propias Constituciones. Una tal misión cumplida con exactitud será para el Romano Pontífice y los Obispos un auxilio precioso en el cumplimiento de su ministerio fundamental de santificación;
c) función de gobierno: los Superiores deben ejercitar el servicio de ordenar la vida de su propia comunidad, organizar los efectivos del Instituto en orden al fomento de la misión peculiar del mismo y a su inserción en la acción eclesial bajo la guía de los Obispos.” Sagrada congregación para los religiosos e institutos seculares, Mutuae relationes, 14.5.1978, n. 13.
13 Congregación para los Institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica, Vida fraterna en comunidad, 2.2.1994, n. 50.
14 Giacomo Biffi, La bella, la bestia e il cavaliere, Saggio di teologia inattuale, Editoriale Jaca Book, Milano 1984, p. 22.
15 Concilio Vaticano II, Decreto Perfectae caritatis, 25.10.1965, n. 2e.
El Papa, con un bebé en Lesbos
"El Papa es nuestra esperanza" y "Sálvanos, Santidad", rezan las pancartas
El Papa en el campo de Moria: "Éste es el mensaje que hoy deseo dejaros que no perdáis la esperanza"
Bartilomé: "Los que tienen miedo de ustedes no les han mirado a los ojos ni ven a sus hijos"
José Manuel Vidal, 16 de abril de 2016 a las 12:15
• El Papa agradece "la generosa acogida a los refugiados del pueblo griego"
• El Papa de las islas-refugio lleva un rayo de esperanza a los desesperados
Jerónimo: Pedimos un cambio de actitud a los que tienen en sus manos el destino de las naciones. Vamos actuar hasta que se ponga fin a esta aberración contra la dignidad humana
(José M. Vidal).- Flanqueado por el Patriarca Bartolomé y Jerónimo, Francisco entra en el campo de Moria, una prisión a cielo abierto, donde se hacinan 2.500 refugiados que huyen de la guerra. Pero Europa les cierra las puertas. Tras saludar a los refugiados, los líderes religiosos firman una declaración conjunta. En su discurso, el Papa pide a Europa que abra su corazón y sus fronteras y a los refugiados que "no pierdan la esperanza"
A la puertas del campo, le esperan los refugiados. Algunos portan pancartas improvisadas en cartones, en sábanas y en folios: "El Papa es nuestra esperanza" o "Help me" o "bienvenido, Papa Francisco". Muchos jóvenes y niños que piden "libertad". Entre eellos, varios carteles que pieden paz y libertad para el pueblo yazidi, un pueblo minoritario arrasado por el ISIS en Irak.
Nada más bajarse del autobús, el Papa se dirige a los refugiados y saluda, uno a uno, a los más de 250 jóvenes que le esperan, le sonríen y le aplauden. Le acompañan Barolomé y Jerónimo.
El Papa saluda a las mujeres musulmanas con la mano en el corazón. A su lado, el Patriarca Bartolomé reparte caramelos a los niños y coge a un bebé en brazos y lo levanta al aire.
Los refugiados saludan y graban al Papa. Algunos le entregan pequeños papeles. Tras recorrer la entrada al campo, los tres religiosos se dirigen a una gran tienda, donde la esperan más refugiados. Besos, saludos, abrazos y muchos niños que le entregan al Papa sus dibujos en hojas de libretas. El Papa los recoge, hace preguntas, los alaba y los pasa a sus secretarios.
A su lado, siempre atento, Bartolomé le coloca el pectoral al Papa, que sigue recolectando dibujos de los niños, que hablan de fugas, de guerras, de travesías por el mar en busca del sueño de la paz en Europa.
Francisco no se cansa de saludar y de escuchar las tragedias de los refugiados. A alguno de ellos, cristiano que huye, le regala un rosario.
Un refugiado le pide la bendición y llora, emocionado, mientras el Papa lo consuela. Sin prisa alguna, derrochando un inmenso cariño con su mirada, su sonrisa y sus gestos de ternura. Es su peculiar interpretación del Evangelio de la misericordia.
La gente le pide al Papa: "Ayúdenos, por favor. Que abran las fronteras. Que nos den libertad". El Papa les escucha y asiente, con tristeza en su mirada.
"Tengo un hijo de 15 años en Alemania. Ayúdeme a encontrarme con él", le dice una madre. El Papa asiente y escucha con atención.
Un chaval le pide que lo bendiga, se arrodilla ante él y le explica su caso. Otra chica hace lo mismo entre lágrimas. Una niña le besa los pies y le pide ayuda. Otra mujer que está sola con su pequeña. A su lado, un anciano saluda al Papa y llora emocionado, mientras el Papa le acaricia.
Tras saludar a toda la gente que hay en la tienda, los tres religiosos acceden a un pequeño estrado, con tres sillas y con sus respectivas banderas y, en un pequeño atril pronuncian sus discursos. Antes, un pequeño coro de niños le dedica una canción. Y el Papa escucha, atento y emocionado y les aplaude.
Los tres líderes religiosos suben al estrado, entre gritos de "libertad, libertad". Entre los presentes, el primer ministro Tsipras. El primero en intervenir es el Patriarca de GreciaJerónimo. "Acogemos con alegría, hoy en Lesbos, al Papa Francisco...Juntos llamamos la atención al mundo sobre la actual tragedia de los refugiados...Unimos nuestras voces para denunciar los ataques a la dignidad de las personas humanas"
"Pedimos un cambio de actitud a los que tienen en sus manos el destino de las naciones. Vamos actuar hasta que se ponga fin a esta aberración contra la dignidad humana".
"Estoy orgulloso del pueblo griego que contribuye a que el calvario de los refugiados sea menos pesado y menos duro...Lloramos la smuchas vidas que se pierden en el mar Egeo...Una sola petición a la ONU para que afronte esta trágica situación que estamos viviendo. Espero ver pronto a los niños disfrutar de una infancia feliz y no muertos en las orillas del mar Egeo", concluyó su Beatitud.
A continuación, el Patriarca Bartolomé.
"Hemos viajado hasta aquí para mirarlos a los ojos y sostener sus manos, para decirles que nos preocupamos por ustedes, para decirles que el mundo no les ha olvidado...Para expresar nuestra solidaridad y apoyo al pueblo griego...para recordarles incluso cuando las personas le dan la espalda...NOo debemos tener miedo..."
"Sabemos que sus corazones están llenos de ansiedad por sus familias y que buscan un futuro más digno...Lloramos cuando vimos la dureza de los corazones de los que les han cerrado las fronteras y les dan la espalda...Los que tienen miedo de ustedes no les han mirado a los ojos ni ven a sus hijos...Olvidan que la dignidad y la libertad va más allá del miedo y de la división..."
"Este es un problema de todo el mundo, que será juzgado por la forma en que les ha tratado...El Mediterráneo no debe ser una tumba, sino un lugar de vida, intercambio y diálogo..."
"El mar Egeo debe convertirse en un mar de paz. Que los conflictos en Oriente Medio cesen y sea restairada la paz..."
"Les prometemos que nunca les olvidaremos ni dejaremos de hablar por ustedes...Haremos todo lo posible para abrir los ojos y el corazón del mundo..."
Algunas frases del discurso del Papa
"Quiero deciros que no estáis solos"
"Habéis sufrido mucho en busca de una vida mejor"
"Habéis hecho grandes sacrificios por vuestras familias, dejando detrás todo lo que más queríais y sin saber lo que os puede deparar el futuro"
"Esperando construir una nueva vida en este continente"
"He venido aquí, con mis hermanos, para estar con vosotros y para escuchar vuestras historias. Hemos venido para llamar la atención del mundo sobre esta grave crisis humanitaria y para implorar que se resuelva"
"Hablaremos abiertamente en nombre vuestro. Esperemos que el mundo responda de una forma digna de nuestra común humanidad"
"Dios creó el género humano para que fomre una sola familia. Cuando un hermano sufre, todos sufrimos...Esta crisis puede hacer surgir lo mejor de nosotros...El pueblo griego ha respondido generosamente a vuestras necesidades en medio de sus dificultades...Lo habéis visto en muchos jovenes que han venido aquí para ayudaros...Dios no nos deja nunca solos. Siempre hay alguien que nos puede tender la mano y ayudarnos".
"Éste es el mensaje que hoy deseo dejaros: No perdáis la esperanza. El mayor don que podemos ofreceros es el amor...El Buen samaritano, una parábola que se refiere a la misericordia de Dios, el misericordioso..."
"Dios os bendiga a todos, especialmente a los niños, a los ancianos y a los que sufren. SObre vosotros invoco el don divino de la esperanza y de la paz".
Firma de la declaración conjunta. A continuación, los tres líderes religiosos firman la declaración común, mientras se escucha el murmullo de la gente y el llanto de los niños.
Terminada la firma, los tres líderes religiosos se retiran a un prefabricado contiguo, donde hay una mesa y donde el Papa y los líderes religiosos van a comer con algunos refugiados. El Papa bendice la mesa y se sientan a comer con los refugiados.
Texto íntegro del discurso del Papa
Queridos amigos He querido estar hoy con vosotros. Quiero deciros que no estáis solos. En estas semanas y meses, habéis sufrido mucho en vuestra búsqueda de una vida mejor. Muchos de vosotros os habéis visto obligados a huir de situaciones de conflicto y persecución, sobre todo por el bien de vuestros hijos, por vuestros pequeños. Habéis hecho grandes sacrificios por vuestras familias. Conocéis el sufrimiento de dejar todo lo que amáis y, quizás lo más difícil, no saber qué os deparará el futuro. Son muchos los que como vosotros aguardan en campos o ciudades, con la esperanza de construir una nueva vida en este Continente.
He venido aquí con mis hermanos, el Patriarca Bartolomé y el Arzobispo Hieronymos, sencillamente para estar con vosotros y escuchar vuestras historias. Hemos venido para atraer la atención del mundo ante esta grave crisis humanitaria y para implorar la solución de la misma. Como hombres de fe, deseamos unir nuestras voces para hablar abiertamente en vuestro nombre. Esperamos que el mundo preste atención a estas situaciones de necesidad trágica y verdaderamente desesperadas, y responda de un modo digno de nuestra humanidad común.
Dios creó la humanidad para ser una familia; cuando uno de nuestros hermanos y hermanas sufre, todos estamos afectados. Todos sabemos por experiencia con qué facilidad algunos ignoran los sufrimientos de los demás o, incluso, llegan a aprovecharse de su vulnerabilidad. Pero también somos conscientes de que estas crisis pueden despertar lo mejor de nosotros. Lo habéis comprobado con vosotros mismos y con el pueblo griego, que ha respondido generosamente a vuestras necesidades a pesar de sus propias dificultades. También lo habéis visto en muchas personas, especialmente en los jóvenes provenientes de toda Europa y del mundo que han venido para ayudaros. Sí, todavía queda mucho por hacer. Pero demos gracias a Dios porque nunca nos deja solos en nuestro sufrimiento. Siempre hay alguien que puede extender la mano para ayudarnos.
Este es el mensaje que os quiero dejar hoy: ¡No perdáis la esperanza! El mayor don que nos podemos ofrecer es el amor: una mirada misericordiosa, la solicitud para escucharnos y entendernos, una palabra de aliento, una oración. Ojalá que podáis intercambiar mutuamente este don. A nosotros, los cristianos, nos gusta contar el episodio del Buen Samaritano, un forastero que vio un hombre en necesidad e inmediatamente se detuvo para ayudarlo. Para nosotros, es una parábola sobre la misericordia de Dios, que se ofrece a todos, porque Dios es «todo misericordia». Es también una llamada para mostrar esa misma misericordia a los necesitados. Ojalá que todos nuestros hermanos y hermanas en este Continente, como el Buen Samaritano, vengan a ayudaros con aquel espíritu de fraternidad, solidaridad y respeto por la dignidad humana, que los ha distinguido a lo largo de la historia.
Queridos amigos, que Dios os bendiga a todos y, de modo especial, a vuestros hijos, a los ancianos y aquellos que sufren en el cuerpo y en el espíritu. Os abrazo a todos con afecto. Sobre vosotros y quienes os acompañan, invoco los dones divinos de fortaleza y paz.