Os dejo la paz, os doy mi propia paz
- 26 Abril 2016
- 26 Abril 2016
- 26 Abril 2016
Evangelio según San Juan 14,27-31a.
Jesús dijo a sus discípulos: «Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman!
Me han oído decir: 'Me voy y volveré a ustedes'. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.
Ya no hablaré mucho más con ustedes, porque está por llegar el Príncipe de este mundo: él nada puede hacer contra mí, pero es necesario que el mundo sepa que yo amo al Padre y obro como él me ha ordenado.»
San Columbano (563-615), monje, fundador de monasterios Instrucción 11, 1-4; PL 25-252
"Os dejo la paz, os doy mi propia paz.” (Jn 14,27)
Moisés escribió en la Ley: “Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza.” (Gn 1,26)...Pues, nos toca a nosotros reflejar a nuestro Dios, nuestro Padre, la imagen de su santidad... No seamos pintores de una imagen extraña...Y para que no introduzcamos en nosotros la imagen del orgullo ¡dejemos que Cristo pinte en nosotros su imagen. Lo hizo cuando dijo: “Os dejo la paz, os doy mi propia paz.” (Jn 14,27)
Pero ¿a qué sirve saber que esta paz es buena para nosotros si no la guardamos con cuidado? Lo bueno es a menudo muy frágil, y los bienes preciosos necesitan un cuidado esmerado y una gran vigilancia. La paz es muy frágil y se puede perder por una palabra dicha con ligereza o por una pequeña herida causada al hermano. Ahora bien, no hay nada que guste tanto a los humanos como hablar palabras ociosas y ocuparse de cosas que no les importa, hacer discursos vanos y criticar a los ausentes. De ahí se desprende que los que no puedan decir con el profeta: “El Señor me ha dado una lengua de discípulo para que sepa sostener con mi palabra al abatido.” (Is 50,4), se callen, o bien, si dicen alguna palabra que sea una palabra de paz... “La plenitud de la Ley consiste en el amor.” (cf Rm 13,8) ¡Que Nuestro Señor y Salvador Jesucristo se digne inspirar nuestras palabras, él que es el autor de la paz y el Dios del amor.
La misericordia de Dios no tiene fin.
En este Jubileo dejémonos sorprender por Dios. Él nunca se cansa de destrabar la puerta de su corazón para repetir que nos ama y quiere compartir con nosotros su vida. La Iglesia siente la urgencia de anunciar la misericordia de Dios. Su vida es auténtica y creíble cuando con convicción hace de la misericordia su anuncio.
Ella sabe que la primera tarea, sobre todo en un momento como el nuestro, lleno de grandes esperanzas y fuertes contradicciones, es la de introducir a todos en el misterio de la misericordia de Dios, contemplando el rostro de Cristo. La Iglesia está llamada a ser el primer testigo veraz de la misericordia, profesándola y viviéndola como el centro de la Revelación de Jesucristo.
Desde el corazón de la Trinidad, desde la intimidad más profunda del misterio de Dios, brota y corre sin parar el gran río de la misericordia. Esta fuente nunca podrá agotarse, sin importar cuántos sean los que a ella se acerquen. Cada vez que alguien tenga necesidad podrá venir a ella, porque la misericordia de Dios no tiene fin.
Francisco, Misericordiae Vultus 25
Bula de convocación del Jubileo extraordinario de la Misericordia
En el evangelio de Juan podemos leer un conjunto de discursos en los que Jesús se va despidiendo de sus discípulos. Los comentaristas lo llaman «El Discurso de despedida». En él se respira una atmósfera muy especial: los discípulos tienen miedo a quedarse sin su Maestro; Jesús, por su parte, les insiste en que, a pesar de su partida, nunca sentirán su ausencia.
Hasta cinco veces les repite que podrán contar con «el Espíritu Santo». Él los defenderá, pues los mantendrá fieles a su mensaje y a su proyecto. Por eso lo llama «Espíritu de la verdad». En un momento determinado, Jesús les explica mejor cuál será su quehacer: «El Defensor, el Espíritu Santo... será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho». Este Espíritu será la memoria viva de Jesús.
El horizonte que ofrece a sus discípulos es grandioso. De Jesús nacerá un gran movimiento espiritual de discípulos y discípulas que le seguirán defendidos por el Espíritu Santo. Se mantendrán en su verdad, pues ese Espíritu les irá enseñando todo lo que Jesús les ha ido comunicando por los caminos de Galilea. Él los defenderá en el futuro de la turbación y de la cobardía.
Jesús desea que capten bien lo que significará para ellos el Espíritu de la verdad y Defensor de su comunidad: «Os estoy dejando la paz; os estoy dando la paz». No solo les desea la paz. Les regala su paz. Si viven guiados por el Espíritu, recordando y guardando sus palabras, conocerán la paz.
No es una paz cualquiera. Es su paz. Por eso les dice: «No os la doy yo como la da el mundo». La paz de Jesús no se construye con estrategias inspiradas en la mentira o en la injusticia, sino actuando con el Espíritu de la verdad. Han de reafirmarse en él: «Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde».
En estos tiempos difíciles de desprestigio y turbación que estamos sufriendo en la Iglesia,sería un grave error pretender defender nuestra credibilidad y autoridad moral actuando sin el Espíritu de la verdad prometido por Jesús. El miedo seguirá penetrando en el cristianismo si buscamos asentar nuestra seguridad y nuestra paz alejándonos del camino trazado por él.
Cuando en la Iglesia se pierde la paz, no es posible recuperarla de cualquier manera ni sirve cualquier estrategia. Con el corazón lleno de resentimiento y ceguera no es posible introducir la paz de Jesús. Es necesario convertirnos humildemente a su verdad, movilizar todas nuestras fuerzas para desandar caminos equivocados y dejarnos guiar por el Espíritu que animó la vida entera de Jesús
El Papa a los presos: ‘A Dios no le importan vuestros errores’
El Santo Padre escribe a la cárcel de Velletri y pide a los internos que mantengan encendida la luz de la esperanza
“Dios os ama siempre, no tienen importancia los errores que habéis cometido”. Así lo indica el papa Francisco a los detenidos de la cárcel de Velletri, al sur de Roma. El pasado 5 de marzo, el obispo de Albano, monseñor Marcello Semeraro, visitió la cárcel de Velletri y en esa ocasión los detenidos le entregaron una carta para el Papa, que ahora ha respondido.
Tal y como indica Radio Vaticano, el Santo Padre les pide que no se encierren en el pasado a la vez que asegura que “la verdadera medida del tiempo no es la del orgullo” sino que “se llama esperanza”.
El Pontífice, les da las gracias en la misiva por haber pensando en él en medio de las dificultades de sus situaciones de vida actual. Asimismo, recuerda que él piensa muchas veces en las personas que viven en la cárcel.
Por este motivo –explica Francisco– en mis visitas pastorales pido siempre, cuando es posible, visitar a quien vive una libertad limitada, para llevarles el afecto y la cercanía. Y también por esto, ha querido que durante el Año Santo de la Misericordia, haya un jubileo de los presos.
Por otro lado, el Santo Padre les recuerda que viven “una experiencia en la que el tiempo parece que esté parado, parece que no termine nunca. Pero la verdadera medida del tiempo no es la del reloj”. La verdadera medida del tiempo –subraya– se llama esperanza. En esta línea, el Papa desea que “cada uno de vosotros tenga siempre bien encendida la luz de la esperanza, de la fe, para iluminar vuestra vida”. Y así, invita a los presos a rezar al Señor para que llene el tiempo de verdadera esperanza.
A continuación, el Papa les pide en su carta que estén “siempre seguros de que Dios os ama personalmente, para Él no tiene importancia vuestra edad o vuestra cultura, no tiene importancia tampoco qué habéis sido, qué habéis hecho, los objetivos que habéis conseguido, los errores que habéis cometido, las personas que habéis herido”. Por eso, el Pontífice les pide que no se encierren en el pasado, es más, les pide que lo transformen en camino de crecimiento, de fe y de caridad. “Dad a Dios la posibilidad de haceros brillar a través de esta experiencia”, exclama el Papa.
Para concluir la misiva, el Santo Padre asegura que en la historia de la Iglesia “muchos santos han llegado a la santidad a través de experiencias duras y difíciles”. Por tanto les pide que abran “la puerta de vuestro corazón a Cristo, y será Cristo quien cambie vuestra situación. Con Cristo todo es posible”.
- misericordia de Dios no tiene