“Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud”
- 28 Abril 2016
- 28 Abril 2016
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Evangelio según San Juan 15,9-11.
Jesús dijo a sus discípulos: «Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor.
Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.»
Santa Gianna Beretta
Gianna nació el 4 de octubre de 1922 en Magenta, Italia. En una familia con 13 hermanos, se orientó a la profesión de médica, que era una tradición de familia, y se casó en 1955 con Pietro Molla, ingeniero industrial también militante de Acción Católica. Estaba decidida a formar una familia cristiana y combinar su vida familiar, profesional y apostólica en su proyecto de vida.
Ingresó a la Acción Católica Italiana desde muy joven, en 1943, y sirvió a sus hermanos a través de distintos cargos, en el campo estudiantil y parroquial. A los 39 años, embarazada de su cuarto hijo, comenzó a tener complicaciones de salud. Hoy, su marido de 82 años lo recuerda con detalles: «Durante el cuarto embarazo, en septiembre de 1961, apareció un gran fibroma en el útero, por lo cual –a los dos meses y medio- se hizo necesaria una intervención quirúrgica.
Este fue el inicio de su holocausto. Fidelísima a sus principios morales y religiosos, dispuso sin dudar que el cirujano se ocupase primero de salvar la vida de su criatura». En vísperas del parto no dudó en reunir junto a su lecho al marido y a los médicos para decirles: «Si deben elegir entre el niño o yo, ni lo duden: elijan, y se los exijo, al niño. ¡Sálvenlo!». Con estas convicciones profundas y sabiendo lo que le esperaba –Gianna era pediatra- entró en la clínica de Monza y el 20 de abril de 1962, Viernes Santo, tuvo a su hija, Gianna Manuela. La hasta hoy beata falleció ocho días después.
El Papa Juan Pablo II la declaró venerable en julio de 1991 y el 24 de abril de 1994, en su beatificación, la propuso como modelo para todas las madres.
Concédenos, Señor, un conocimiento profundo y un amor intenso a tu santo nombre, semejantes a los que diste a Santa Gianna Beretta, para que así, sirviéndote con sinceridad y lealtad, a ejemplo suyo también nosotros te agrademos con nuestra fe y con nuestras obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Como el Padre me amó, yo también los he amado
Juan 15, 9-11, Pascua. El amor de Dios deja huellas en nuestro corazón y quien es amado, sabe corresponder sin límites.
Oración introductoria
Señor, ¿cómo corresponder a tanto amor? ¿Cómo conservar en el corazón la alegría con la que colmas mi vida? ¡Ven, Espíritu Santo, lléname de tu amor para que pueda cumplir en todo tu voluntad, viviendo el mandamiento supremo de la caridad.
Petición
Señor, ayúdame a seguir el camino de mi felicidad, que es el de vivir la caridad.
Meditación del Papa Benedicto XVI
En cualquier necesidad y aridez, Él es la fuente de agua viva, que nos nutre y fortalece. Él en persona carga sobre sí el pecado, el miedo y el sufrimiento y, en definitiva, nos purifica y transforma misteriosamente en vino bueno. En esos momentos de necesidad nos sentimos a veces aplastados bajo una prensa, como los racimos de uvas que son exprimidos completamente. Pero sabemos que, unidos a Cristo, nos convertimos en vino de solera. Dios sabe transformar en amor incluso las cosas difíciles y agobiantes de nuestra vida. Lo importante es que "permanezcamos" en la vid, en Cristo. En esta breve perícopa, el evangelista usa la palabra "permanecer" una docena de veces. Este "permanecer-en-Cristo" caracteriza todo el discurso. En nuestro tiempo de inquietudes e indiferencia, en el que tanta gente pierde el rumbo y el fundamento; en el que la fidelidad del amor en el matrimonio y en la amistad es frágil y efímera; en el que desearíamos gritar, en medio de nuestras necesidades, como los discípulos de Emaús: "Señor, quédate con nosotros, porque anochece, porque las tinieblas nos rodean"; el Señor resucitado nos ofrece aquí un refugio, un lugar de luz, de esperanza y confianza, de paz y seguridad. (Benedicto XVI, 22 de septiembre de 2011).
Un cristiano es aquel que “tiene” el Espíritu Santo y se deja guiar por él: permanecer en Dios y Dios permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado. Estar atento: y aquí viene el problema. Estén atentos, no se fíen de cualquier espíritu, más bien pongan a prueba a los espíritus para examinar si vienen verdaderamente de Dios. Esta es la regla cotidiana de vida que nos enseña Juan. (Homilía de S.S. Francisco, 15 de enero de 2016).
Reflexión
El buen ejemplo de una persona siempre nos deja algo grabado en nuestro corazón. Nos dan ganas de querer imitar sus acciones, incluso superarlas. Qué mejor aún cuando estas acciones van profundamente ligadas a las virtudes que sobrepasa todo aquello que es común y corriente, lo de todos los días.
No podemos negar que al ver el trazo de la huella de esas almas que pasan por esta vida no sólo haciendo el bien sino que se sacrifican por dar todo de sí, nos hacen querer estar con ellas siempre, experimentamos un cierto magnetismo de tal grado que queremos pisar su rastro.
Unos simples pescadores vieron en la arena las huellas de un hombre. Le siguieron y le conocieron; al encontrarlo, les habló mucho más que de una pesca, les hizo conocer los misterios más profundos que los océanos, vieron sus obras, escucharon sus palabras y llegado el momento recibieron el consejo de preparar su alma para imitar su amor.
Quien es amado, sabe corresponder amando sin límites, como un padre que no duda en entregar su vida por el hijo. Es en este caso que el Hijo, amando al Padre, da la vida por muchos otros, para que su relación filial como hijos, sea recuperada y vuelva de nuevo la alegría.
Por ello, nuestra correspondencia debe ser de donación semejante. La entrega de lo que somos, a aquellos que amamos y conocemos, a los que nos son cercanos, pero también a los que no tenemos ni cercanos en nuestro corazón ni nos son conocidos. Allí radica nuestra alegría: "amor es donación".
Propósito
Con esperanza y confianza rezar hoy un rosario, fuente de paz y alegría.
Diálogo con Cristo
Gracias, Dios mío, por tanto amor. No puedo dejar de agradecerte por darme a tu santísima Madre. Por su intercesión quiero pedirte que sepa cambiar o eliminar todo aquello que me impida vivir el mandamiento de la caridad.
Somos libres y Dios respeta esa libertad
Estamos en los últimos días de la Pascua, si los días santos se nos fueron sin haber renovado el espíritu, nunca es tarde.
Estamos en los últimos días de la Pascua.
Ya los días de la Pasión y la Muerte de Cristo se fueron. Llegó el glorioso Domingo de Resurrección y también se fue.
¿Qué nos ha quedado de todas estas solemnidades? ¡Mucho nos tiene que quedar!. Aunque año tras año se repita el vivir estos días santos con sus acontecimientos históricos, no por eso los vamos a impregnar de rutina o indiferencia.
Si tenemos fe y creemos ¿cómo no amar a quién dio su vida para darnos el regalo único e inalcanzable por nosotros mismos de una vida eterna y gloriosa?
El hombre tiene un DON, el don del libre albedrío.
Somos libres para seguir o darle la espalda a ese Cristo que nos vino a traer la enseñanza de un camino seguro de Verdad y de Amor. Pero aunque dio su vida por nosotros no nos vino a forzar y nos deja en plena libertad de escoger. A si nos dice Martín Descalzo, citando a Evely: Jesús no se impone, aunque se proponga siempre a si mismo. El nos deja libres. ¡Nada resulta tan fácil como obrar cual si no le hubiésemos encontrado, como si no le hubiésemos conocido!. Dios se humilla. Dios está en medio de nosotros como uno que sirve. Dios se propone... Dios es un compañero fiel y, en cierto aspecto, silencioso. Resulta fácil tapar su voz. Todos nosotros tenemos el terrible poder de obligar a Dios a callarse.
Lo podemos callar con muchas cosas. La música estridente del mundo del consumismo, del tener, del poder, de la ambición, de los placeres, del vicio, de la corrupción.
Pero no solo con estas cosas que suenan tan fuertes, sino de otras más tenues, más sutiles que nos parecen que si nos van a dejar oír la voz de Dios, pero que la enmudecen totalmente: la tibieza, la desidia, la flojera, la frialdad, los respetos humanos, el descuido para todas las cosas del espíritu, el no buscar con afán conocerlo más profundamente para saber amar a ese Dios del que provenimos y al que tarde o temprano veremos un día cara a cara.
Somos libres y Dios respeta esa libertad que maneja nuestra voluntad. Sabe cómo somos, nos conoce... También sabe que nos acechan enemigos poderosos en el paso por la vida: el Maligno no descansa. El lo sabe muy bien porque hasta a Él, para ser igual a nosotros, fue tentado y por eso precisamente no nos deja solos…
Nos dio al Espíritu Santo para ayudarnos, tenemos la oración, el Sacramento de la Reconciliación y la Eucaristía, ¿qué mayores fuerzas o apoyos queremos para vencer?
Si los días santos, con el bullicio de las vacaciones se nos fueron sin haber sentido la renovación del espíritu, nunca es tarde. Atemos nuestra LIBERTAD A UN DESEO. Empecemos hoy. Dios nos llama, Dios nos ama y nos espera siempre.
El Papa: "Ignorar el sufrimiento del hombre es ignorar a Dios"
El Papa señala la parábola del buen samaritano e indica que para obtener la vida eterna hay que amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.
Por: Rocío Lancho | Fuente: Zenit
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco ha compartido una semana más la mañana de este miércoles, con los miles de fieles reunidos en la plaza de San Pedro. Venidos de todas las partes del mundo, los peregrinos han recibido al Santo Padre con alegría y entusiasmo, agitando sus banderas y los carteles con mensajes de cariño y cercanía al Pontífice. Así, él ha recorrido en papamóvil los pasillos de la plaza para saludar y bendecir de cerca a los presentes.
La parábola del buen samaritano ha servido al Santo Padre para la reflexión en su catequesis. Así, en el resumen hecho en español ha indicado que esta parábola “nos enseña que para heredar la vida eterna tenemos que amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos”. El amor cristiano –ha explicado– es un amor comprometido que se hace concreto en la vida. Asimismo, ha precisado que “en los gestos concretos de misericordia del buen samaritano reconocemos el modo de actuar de Dios, que se ha revelado en la historia por medio de acciones marcadas por la compasión”. El Papa ha indicado que Dios “no ignora nuestros dolores y sabe cuánto necesitamos de su ayuda y consuelo, se hace cercano y no nos abandona nunca”. El verdadero amor –ha observado– tampoco hace distinciones entre personas, sino que ve a todos como prójimos que necesitan de nuestra ayuda y cercanía.
Por lo tanto, ha concluido el Santo Padre, si queremos heredar la vida eterna, no podemos ignorar el sufrimiento de los hombres, si lo hiciéramos estaríamos ignorando a Dios.
A continuación el Pontífice ha saludado a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. A ellos les ha pedido acoger “la llamada de Jesús a ser buenos samaritanos y a hacernos siervos los unos de los otros, como Él nos ha enseñado”.
Después de los saludos en las distintas lenguas, ha dedicado unas palabras en especial para los jóvenes, enfermos y recién casados. A los jóvenes les ha pedido que sean siempre fieles al bautismo testimoniando la alegría que viene del encuentro con Jesús. Para los enfermos ha deseado que miren a “Aquel que ha vencido a la muerte y que nos ayuda a acoger los sufrimientos como ocasión de redención y de salvación”. Finalmente ha invitado a los recién casados a “pensar y vivir la cotidiana experiencia familiar con la mirada del amor que todo excusa y todo soporta”.
¿Cómo hacer un programa de vida?
Doce pasos para hacer un programa de vida. No nos ha faltado ni buena voluntad, ni carácter. Lo que sucede es que hemos fallado en el método.
No nos ha faltado ni buena voluntad, ni carácter. Lo que sucede es que hemos fallado en el método. Si queremos en verdad llegar a un verdadero cambio de vida , lo que necesitamos es descubrir nuestro defecto dominante, hacer un plan para atacarlo y poner manos a la obra. Esto se llama hacer un programa de vida, un verdadero programa para reformar nuestra vida y lograr ser un hombre o una mujer nueva. Es fácil, pero requiere de una técnica, de unas herramientas y de constancia en el trabajo.
Mírate en un espejo.
Sí, no tengas miedo. Hombre o mujer, joven o adolescente, ¿qué más da? Cuando tienes unos kilos de más, cuando quieres alcanzar una mejor figura, un mejor rostro, no te da pena y te miras al espejo. Ahí, frente a frente descubres lo que está bien, o eso que está mal. Y decides comenzar ¡cuánto antes, por favor! una dieta, un tratamiento de belleza o un régimen físico para estar y sentirte mejor. Y eso lo logras sólo si eres capaz de verte en el espejo y ver la realidad de las cosas.
Con la vida del espíritu sucede lo mismo. Debes mirarte en el espejo y contemplar a un hijo o una hija de Dios. Y debes ver el contraste. Esa imagen que ves en el espejo quizás no es la imagen ideal de un hijo de Dios. Contemplas una persona que puedas estar alejada de Dios o que está en camino de acercarse a él, pero ¿qué le hace falta? Te das cuenta que estás lleno de defectos, de actitudes que no corresponden a las de un buen cristiano. Vicios que se han arraigado con el tiempo y que forman ya parte de una personalidad, pero una personalidad que se aleja del camino de Dios. ¿Qué puedes hacer?
No puedes pasarte la vida entera frente al espejo y lamentar tu situación y decir simplemente: “Eso de ser hijo de Dios no es para mí”. No puedes conformarte con pensar que si Dios te hizo de esa manera deberás continuar así durante toda la vida. Esa es la historia de muchos católicos, que llamados a una vida mejor, a una vida de verdadera santidad, se conforman con ir tirando, con no ser malos y no son capaces de lanzarse a las alturas. Se parecen un poco al polluelo de águila, que herido a la mitad del camino, lo encuentra un campesino y lo lleva a su granja. Lo mete en el corral de las gallinas y espera un poco de tiempo a que se cure. El polluelo se adapta a la vida delas gallinas, come como las gallinas, hace todo igual que las gallinas. Y en el momento en que debe levantar el vuelo a las alturas, a mirar al sol de frente, no es capaz de hacerlo, se queda en tierra picando la tierra, buscando su alimento entre lombrices y granos de trigo.
Como católicos estamos llamados a alcanzar las alturas de la santidad: ¡ser santo! Así, entre signos de admiración. Esa imagen que debes contemplar en el espejo es la de un verdadero santo, la de una verdadera santa. En medio de la vida cotidiana, santificándote con tu esposa y tus amigos, con tus parientes, con tu novio en el antro, en todas partes. ¿Te miras al espejo y no te reconoces como santo?
Descubre tu defecto dominante.
Si no somos santos, no te disculpes ni busques pretextos. Hay un refrán que dice “cuando los defectos se inventaron, se acabaron los tontos”. Tu mismo podrías hacerme aquí una lista de pretextos: no soy santo porque no he sido llamado a la santidad, no soy santa porque no me dan los medios, no soy santo porque me da miedo, no soy santo porque otros no me dejan ser santo. Y así la lista podría seguir al infinito.
No te compliques y saquemos una conclusión: no eres santo porque no has luchado con inteligencia para alcanzar la santidad. Fíjate muy bien que he subrayado la palabra con inteligencia. Quizás después de un retiro espiritual, de unas jornadas de oración o de un taller de vida cristiana hayas sentido ganas de ser santo, de ser mejor, de acercarte más a Cristo. Eso es muy bueno. Querer es poder, alguien ha dicho por ahí. Pero... ¿has puesto los medios? No basta simplemente con querer. Hay que poner los medios. Y uno de los medios más importantes para ser santo es descubrir tu defecto dominante y trabajar por combatirlo.
Todos tenemos defectos que debemos atacar para conseguir la santidad: Yo me enojo muy pronto y pierdo el control de mí mismo, hay quien no puede ser caritativo con los demás porque está más allá de sus propias fuerzas, los hay que se quedan a mitad del camino de la santidad porque la pereza les paraliza del todo. Eso es normal. Decir que tenemos defectos equivale a decir que somos humanos, equivale a describir nuestra naturaleza, por lo cual no tiene nada de especial que en el camino de la santidad hayas encontrado esos defectos. Ahora bien, hay muchos defectos que combatir, ¿por cuáles debemos comenzar? Son muchos y de muy variada especie...
En la vida espiritual todos los defectos los podemos agrupar en dos grandes grupos: los defectos cuya raíz están en la soberbia y los defectos que tienen su raíz en la sensualidad. La soberbia no es más que sentirme yo el centro del universo, pensar que yo siempre tengo la razón y que todos deben obedecerme, creer que mi punto de vista es infalible. Algunas manifestaciones de la soberbia son: deseo de estima, vanidad, dureza de juicio, dureza en el trato con los demás, terquedad, altanería, impaciencia, autosuficiencia, desesperación, rencor, juicios, temerarios, envidia, crítica, racionalismo, respeto humano, individualismo, insinceridad, ira, temeridad en las tentaciones, apego a los cargos, desprecio de los demás, compararme con los demás, hacer distinción de las personas y no verlas a todas como hijos de Dios, vivir como si Dios no existiera haciéndolo a un lado en la propia vida, susceptibilidad, no saber escuchar, servirme de Dios y no buscar servirlo, ver a Dios más como señor y juez que como Padre y amigo.
De otro lado, tenemos los defectos cuya raíz va a la sensualidad que es poner nuestra comodidad como el valor supremo de nuestra vida. Algunas manifestaciones de sensualidad son: flojera, pérdida de tiempo, huida de todo lo que suponga sacrificio, concupiscencia de la vista y de la mente, sexualidad desordenada, excesos en el comer y en el beber, deseos desordenados de tener y de consumir, despilfarro, lecturas, conversaciones y espectáculos que fomentan la sensualidad y la vulgaridad.
Aquí tenemos los dos grandes pesos que nos impiden alcanzar la santidad: la soberbia y la sensualidad con una gama de manifestaciones. Cada uno de nosotros tiene manifestaciones de soberbia y de sensualidad. Un ejército no se gobierna lanzando batallones de infantería a diestra y siniestra. Se analiza el enemigo, tratamos de conocer sus armas, su potencial y se lanza el ataque enfocándolo a objetivos muy precisos. Lo primero que debemos hacer es conocer a nuestro enemigo: ¿con quién vamos a enfrentarnos? ¿Con la soberbia o con la sensualidad? No se trata de hacer un elenco exhaustivo de todas esas manifestaciones. Debemos combatir con inteligencia, ya lo hemos dicho. Hacer una lista de todas las manifestaciones que me alejan de Dios no tiene ningún caso. Se necesita descubrir la raíz de esas manifestaciones y lograr llegar a decir: “yo estoy alejado de Dios porque soy un soberbio con tales manifestaciones” o decir también: “yo no soy hija de Dios cuando me dejo llevar por mi defecto dominante que es la sensualidad con estas y estas manifestaciones”. ¿Cómo puedo llegar a esto?
Todas las noches, antes de acostarte, haz un pequeño balance y en una hoja escribe las fallas que hayas tenido en ese día. Debes ser muy sincero y no aparentar nada a ante nadie. Sé humilde y escribe: me enojé con mi hermano, no fui lo suficientemente paciente con mi esposa, se me fueron los ojos al ver tal o cual revista, no escuché a mi compañero de trabajo, traté de imponer mi punto de vista sin escuchar a los demás.
Después de hacer esa lista, cataloga cada una de las faltas, poniendo las letras “So” si han sido manifestaciones de soberbia o “Se” si han sido manifestaciones de sensualidad. Haz el propósito de revisarte todas las noches haciendo estas clasificaciones de faltas. Después de una semana habrás encontrado tu defecto dominante, pues tú mismo te darás cuenta si es la soberbia o la sensualidad la raíz de tus faltas más frecuentes. Seguirás siendo como todos los humanos teniendo defectos de soberbia o de sensualidad, pero habrás descubierto que uno de ellos es el que más te aleja de Dios.
Ahora, con tu defecto dominante ya conocido, será más fácil comenzar el camino de la santidad.
1. La clave del crecimiento interior.
2. Programa de crecimiento interior.
3. Para fortalecer mi voluntad.
4. El camino de la conversión.
5.La raiz de toda conversión: la humildad.
6. La fuente del crecimiento interior.
7. Soberbia y sensualidad.
8. La purificación interior.
9.¿Cómo combatir tu defecto dominante? .
10. Recapitulación.
11. El secreto de la felicidad.
12. Perseverancia.
El Papa, en Santa Marta
Bergoglio insta en Santa Marta a vencer las "resistencias a las sorpresas del Espíritu"
Francisco aboga por una "sinodalidad de la Iglesia" basada en "reunirse, escucharse, discutir, rezar y decidir"
El Papa pide no tener miedo a las “discusiones acaloradas” en la Iglesia
Redacción, 28 de abril de 2016 a las 12:23
Pidamos al Señor la gracia de entender cómo avanza la Iglesia, de comprender cómo desde el primer momento afrontó las sorpresas del Espíritu, y también, para cada uno de nosotros, la gracia de la docilidad al Espíritu
(RV).- También hoy en la Iglesia, como ayer,hay resistencias a las sorpresas del Espíritu frente a las nuevas situaciones, pero Él nos ayuda a vencerlas y a seguir adelante, seguros, en el camino de Jesús: lo dijo el Papa hoy en Casa Santa Marta.
Comentando el célebre pasaje de los Hechos de los Apóstoles sobre el llamado "Concilio" de Jerusalén, el Papa observa que "el protagonista de la Iglesia" es el Espíritu Santo. "Es Él quien desde el primer momento dio la fuerza a los apóstoles para proclamar el Evangelio", es "el Espíritu quien lo hace todo, el Espíritu lleva a la Iglesia adelante", también "con sus problemas", también "cuando estalla la persecución" es Él "quien da la fuerza a los creyentes para permanecer en la fe", también en los momentos "de resistencias y de encarnizamiento de los doctores de la ley".
En este caso, hay una doble resistencia a la acción del Espíritu: la de quienes creían que "Jesús había venido sólo para el pueblo elegido" y la de quienes querían imponer la ley mosaica, incluida la circuncisión, a los paganos convertidos. El Papa observa que entonces "hubo una gran confusión en todo esto".
"El Espíritu ponía los corazones en un camino nuevo: eran las sorpresas del Espíritu. Y los apóstoles se encontraron en situaciones que nunca habían creído, situaciones nuevas. ¿Y cómo gestionar estas nuevas situaciones? Por esto el pasaje de hoy comienza así: ‘En esos días, había surgido una gran discusión', una discusión acalorada, porque discutían sobre este tema. Ellos, por una parte, tenían la fuerza del Espíritu - el protagonista - que les empujaba a ir adelante, adelante, adelante ...
Pero el Espíritu les llevaba a ciertas novedades, ciertas cosas que nunca se habían hecho. Nunca. Ni siquiera las habían imaginado. Que los paganos recibieran el Espíritu Santo, por ejemplo".
Los discípulos "tenían la patata caliente en las manos y no sabían qué hacer". Así, convocan una reunión en Jerusalén, donde cada uno puede contar su experiencia, de cómo el Espíritu desciende también sobre los paganos.
"Y al final se pusieron de acuerdo. Pero antes hay algo hermoso: ‘Toda la asamblea calló y escucharon a Bernabé y Pablo, que referían los signos y prodigios que Dios había realizado entre las naciones, por medio de ellos'. Escuchar, no tener miedo de escuchar. Cuando uno tiene miedo de escuchar, no tiene el Espíritu en el corazón. Escuchar: ‘¿Tu qué piensas y por qué?'. Escuchar con humildad. Y tras haber escuchado, decidieron enviar a las comunidades griegas, es decir, a los cristianos venidos del paganismo, a algunos discípulos para tranquilizarles y decirles: ‘Está bien, seguid así'".
Los paganos convertidos no están obligados a la circuncisión. Es una decisión comunicada a través de una carta en la que "el protagonista es el Espíritu Santo". De hecho, los discípulos afirman: "El Espíritu Santo y nosotros hemos decidido ...".
Esta - afirma el Papa - es la vía de la Iglesia "ante las novedades, no las novedades mundanas, como las modas o los vestidos", sino "las novedades, las sorpresas del Espíritu, porque el Espíritu siempre nos sorprende. ¿Y cómo resuelve la Iglesia esto? ¿Cómo afronta estos problemas, para resolverlos? Con la reunión, la escucha, la discusión, la oración y la decisión final".
"Este es el camino de la Iglesia hasta hoy. Y cuando el Espíritu nos sorprende con algo que parece nuevo o que ‘nunca se ha hecho así', ‘se debe hacer así', pensad en el Vaticano II, en las resistencias que tuvo el Concilio Vaticano II, y digo esto porque es el más cercano a nosotros. Cuantas resistencias: ‘Pero no...'. También hoy las resistencias que siguen de una forma u otra, y el Espíritu va adelante".
"Y el camino de la Iglesia es este: reunirse, unirse, escucharse, discutir, rezar y decidir. Y esta es la llamada sinodalidad de la Iglesia, en la que se expresa la comunión de la Iglesia. ¿Y quién hace la comunión? ¡Es el Espíritu! Otra vez el protagonista. ¿Qué nos pide el Señor? Docilidad al Espíritu. ¿Qué nos pide el Señor? No tener miedo, cuando vemos que es el Espíritu quien nos llama".
"El Espíritu - afirma el Papa - a veces nos detiene", como hizo con San Pablo, para hacernos ir a otra parte, "no nos deja solos", "nos da valor, nos da la paciencia, nos hace ir seguros por el camino de Jesús, nos ayuda a vencer las resistencias y a ser fuertes en el martirio".
"Pidamos al Señor - concluyó - la gracia de entender cómo avanza la Iglesia, de comprender cómo desde el primer momento afrontó las sorpresas del Espíritu, y también, para cada uno de nosotros, la gracia de la docilidad al Espíritu, para ir por el camino que el Señor Jesús quiere para cada uno de nosotros y para toda la Iglesia".